Monografias.com > Antropología
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Inmigración a la Argentina: Españoles



Partes: 1, 2

    1. En
      testimonios
    2. En
      memorias
    3. En
      biografías
    4. En
      periodismo
    5. En
      costumbrismo
    6. En
      historietas
    7. En
      novelas
    8. En
      cuentos
    9. En
      poesía
    10. En
      teatro
    11. En
      cine
    12. En
      videos
    13. En
      televisión
    14. En
      fotos

    Introducción

    En esta monografía
    me refiero a los inmigrantes españoles –agrupados
    bajo la denominación de "gallegos"- que llegaron a la
    Argentina entre
    1850 y 1950, a su forma de vida y a algunas de las obras en las
    que se los evoca, tomando como fuente textos de escritores y
    periodistas, y testimonios de españoles y sus
    descendientes. Cabe aclarar que, en algunos de los textos que
    transcribo, no se especifica el origen del inmigrante o del
    personaje literario. En otros, cuando se lo llama "gallego", no
    se puede saber si el aludido nació en Galicia, o si se
    está utilizando el americanismo para referirse a
    españoles nacidos en otros puntos de la península.
    En otros más, en cambio, hay
    referencias claras al lugar de procedencia.

    " ‘Veníamos del pueblo que dio la variedad
    más grande de genio en términos humanos’,
    escribió Eduardo Mallea. Y agregó: ‘mas eso
    era anterior a nosotros y por lo tanto diferente’. Aquel
    pueblo era, en realidad, un mosaico unido bajo una misma bandera
    y por un mismo futuro en común, y así, con su misma
    riqueza y diversidad, vino a nuestro suelo y nos dio
    un origen de pluralidad".

    "Desde los tiempos del virreinato hubo, aquí,
    españoles de todas las regiones, sin distinción. Y
    junto a los criollos de la nueva tierra,
    empezaron a organizar –con el aporte indígena y el
    de otros pueblos- lo que es hoy nuestro país".

    "Mucho antes de la independencia,
    los españoles introdujeron los primeros ejemplares de
    ganado caballar (1536), ovino (1550) y bovino (1553). Este
    último se reprodujo en forma inesperada, a punto tal que,
    al fin del Virreinato superaba los seis millones y medio de
    cabezas. Ya por esa época, había grandes
    estancieros de origen español,
    como los Ezeiza, con campos en Entre Ríos, los
    López de Osornio (estancia "Rincón del Salado") y
    los Miguens (estancia "Las Víboras") afincados en la
    Provincia de Buenos Aires, o
    los Toledo, los Alvarado, los Arenales y los Güemes,
    arraigados en Salta".

    "Entre 1857 y 1909, después de un período
    de escasa relación, llegaron a nuestro suelo 882.271
    españoles".

    "En 1866 llegaron a Rosario, José y Manuel
    Arijón, que fueron empresarios y colonizadores: Manuel
    fundó el pueblo de Saladillo. Un año
    después, falleció Esteban Rams, que había
    sido explorador de los ríos Salado y Dulce, director del
    primer ferrocarril argentino, destacado hombre de
    empresa y
    colonizador también".

    "Una figura excepcional es la de Carlos Casado del
    Alisal, que fundó la Colonia La Candelaria, de la cual
    salió, en 1878, la primera exportación de trigo del país. En
    menos de veinte años, La Candelaria llegó a 3000
    habitantes. En 1883, Casado construyó el Ferrocarril del
    Oeste Santafesino, uniendo La Candelaria con Rosario, su puerto
    de exportación cerealera. También
    estuvo ligado a la fundación de Casilda y a la
    colonización del Chaco".

    En Santa Fe, en las afueras de Rosario, "Nueva España"
    fue colonia hortícola; también hubo colonos
    españoles –de regiones diversas- en San Carlos
    (Santa Fe), en Urquiza (Entre Ríos) y en otras colonias
    agrícolas del resto del país. Españoles
    fueron pioneros de Río Gallegos, Comodoro Rivadavia,
    Colonia José de San Martín y en la Península
    Valdés".

    "Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general,
    en la ciudad. Los meridionales, en Mendoza, Río Negro y
    Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo
    rural en las plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y
    a Misiones. Los asturianos se instalaron en las provincias
    andinas, en el noroeste de nuestro país. Los andaluces se
    dedicaron, mayormente, a la horticultura. Arana, Aguirre,
    Irigoyen, Elortondo, Iraola, Anchorena, Urquiza, Alzaga, Atucha,
    Elizalde, Ezcurra, Gorostiaga, Casares, Uribelarrea,
    Azcuénaga, Udaondo, Olazábal, Madariaga, Guerrico,
    Anasagasti: son todos apellidos españoles de origen vasco,
    ligados a la historia del campo
    argentino. Los vascos, legendario y antiquísimo pueblo de
    Europa, se
    dedicaron a nuestro campo con empeño singular, como
    ganaderos, tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero
    integra nuestra más pura tradición
    nacional".

    "Canals fue uno de quienes más impulsaron el
    progreso de Rosario. Otros españoles contribuyeron al
    crecimiento de los viñedos mendocinos y sanjuaninos.
    Español
    era el origen de los fundadores de "La Martona", creada en 1900
    por la familia
    Casares. Ocho años después, un grupo de
    tamberos de procedencia evidente, fundó otra
    compañía láctea: "La Vascongada". Y en ese
    mismo año, "La Cantábrica", inició el rumbo
    que la llevara a la fabricación de maquinaria
    agrícola con la que sembró todo el
    país".

    "Aquella variedad genial española de que hablaba
    Mallea, retoñó en nuestra Patria. A lo largo y a lo
    ancho de nuestro campo, hubo peninsulares que se hicieron
    argentinos mientras labraban la tierra,
    criaban ganado, sembraban frutales o cereal y organizaron su
    vínculo fraternal, cultivaron el suelo, sirvieron a la
    Patria y agrandaron nuestro patrimonio
    espiritual" (1).

    Gabriel Báñez, en su novela
    Virgen, afirma que la protagonista "Había llegado a
    un país de tanos y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo
    que no entrara en el dos por cuatro de esa conclusión
    elemental era una rareza de apellido pero nunca de nacionalidad"
    (2).

    "A todos los italianos se los incluirá en "la
    categoría ‘tano’ –señalan
    Alvarez y Pinotti-; del mismo modo que a los españoles se
    los llamará unánimemente
    gallegos’, a todo aquel que venga del Imperio
    Otomano ‘turco’ y actualmente,
    bolita’ designa a todo el que venga del
    área andina, sea boliviano, peruano, ecuatoriano, o
    simplemente jujeño. Este uso de rótulo sirve para
    homogeneizar la diversidad apabullante y de paso descalificar el
    ‘Otro’ " (3).

    "La urbe no consigue absorber del todo el aluvión
    tumultoso que avanza desde el puerto –afirma Luis Ordaz-, y
    si bien el inmigrante se va incorporando al medio que habita e
    integra, éste (el medio) se conforma, asimismo, con dicha
    participación e incidencia. El inmigrante se adapta o no,
    pero, a la vez, impone un nuevo sentido a las cosas y hasta las
    nombra y condimenta con vocablos y giros que componen una nueva
    jerga de frontera. Italianos y españoles, particularmente,
    pero también ‘turcos’, polacos,
    ‘rusos’ (judíos de variadas procedencias),
    animan una población pintoresca por el enfrentamiento,
    habitualmente apacible y sin prejuicios de ninguna índole,
    de todas las nacionalidades, razas y credos. Todo esto resalta,
    de manera natural, en el ‘sainete porteño’ "
    (4).

    Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
    –voz del cielo- llamó gallegos a todos los
    españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
    De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
    españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
    los ‘otros’, pero los otros del idioma común y
    la tradición que ya formaba parte y sustento de lo
    criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre
    los españoles, los más en número y los
    más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
    esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por
    grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
    significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
    porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
    en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
    irrepetible que somos los argentinos. También porque
    buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
    corazón" (5).

    Notas

    1. S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran
      habitar suelo argentino. Buenos Aires,
      Clarín.
    2. Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires,
      Sudamericana, 1998.
    3. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa:
      op.cit.
    4. Ordaz, Luis: Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o
      el ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura
      Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
    5. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
      Olavarría", en El Tiempo, Azul,
      30 de octubre de 1994.

    En testimonios

    Andaluces

    Manuel de Falla nació en Cádiz en 1876.
    Fue "pianista y compositor. Protagonista del nacionalismo
    musical español, obtuvo el Primer Premio de Piano en 1899.
    (…) Incursionó en el mundo de la zarzuela y
    estrenó Los amores de la Inés (1902). En
    1904 comenzó a trabajar con el escritor Carlos
    Fernández Shaw en la ópera La vida breve,
    que le valió el premio de la Academia de Bellas Artes
    (1905). En 1907 viajó a París, donde se
    vinculó con Paul Dukas, Claude Debussy y su compatriota
    Isaac Albéniz. Los cuatro conformaron una tertulia que
    alentó el tránsito del romanticismo al
    impresionismo
    musical. Establecido en Francia,
    comienza a trabajar en Siete canciones populares
    españolas
    (1912). La Primera Guerra
    Mundial lo obligó, en 1914, a retornar a España.
    Allí compuso la música para ballet
    El amor brujo
    (1915), El retablo de Maese Pedro (1922) y muchas otras
    piezas. Su último trabajo fue La Atlántida,
    que quedó inconcluso y fue finalizado por un
    discípulo suyo después de su muerte. En
    1939, al terminar la Guerra Civil
    Española, se radicó en la Argentina, donde se
    convirtió en un referente para numerosos músicos
    argentinos, como Alberto Ginastera, interesado en plasmar una
    música
    clásica de raíz nacional" (1). Falleció en
    Córdoba en 1946.

    En un artículo, Claudio Ratier recuerda una
    anécdota relacionada con los últimos días de
    vida del músico (2); en otro, se conmemoran los sesenta
    años de su llegada (3).

    El editor Antonio Zamora nació en
    Andalucía en 1896 y falleció en Buenos Aires en
    1976. Escribe Roberto Romero que Zamora "Cincuenta años de
    actividad editorial -hasta un libro por
    día en la época de mayor producción literaria- estuvieron matizados
    con cárcel y exilio, un signo distintivo de quienes
    emprendieron la única lucha posible sin las armas: la de las
    ideas. Tan intensa como su producción editorial fue su vida
    sentimental, con tres matrimonios y cinco hijos. Antonio Zamora
    falleció en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1976 a los
    80 años. En el sepelio, Elías Castelnuovo, su gran
    amigo durante seis décadas, se despedía con estas
    palabras del editor y militante socialista: "…pasarán
    muchos hombres, se harán muchas obras, pero lo que hizo
    Antonio Zamora a favor de la cultura del
    país, eso no pasará jamás’ "
    (4).

    Francisco Ayala nació en Granada en 1906. "Desde
    muy joven se destacó como novelista y cuentista. En 1939
    se exilió a Argentina, donde fundó la revista
    Realidad. Después pasó a México,
    Puerto Rico y
    E:E:U:U. Fue profesor de sociología en varias universidades. En sus
    obras, Ayala plasma su experiencia e ideología personales, cierto tono
    irónico y escéptico y una fluida narración"
    (5). En la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, en abril de
    1992, Su Majestad el Rey de España expresó lo
    siguiente: "Nunca consideró el exilio Francisco Ayala como
    un destino cultural. Para él, la creación
    desarrollada en aquellos tiempos pertenece a la integridad de la
    cultura
    española, y posee con la que se siguió haciendo
    dentro de nuestras fronteras el rasgo unificador del uso
    común del idioma castellano. Ayala
    ha puesto así el acento en una cultura no diferenciada,
    sino enriquecida por los hechos históricos"
    (6).

    Rafael Alberti nació en Puerto de Santa
    María, Cádiz, en 1902; falleció en su
    tierra en
    1999.

    Perla Rotzait relata que, en la Argentina, "la vida no
    era fácil económicamente para los Alberti.
    María Teresa no podía trabajar en la radio,
    la
    televisión, el teatro ni el
    cine, por
    ‘roja’, a pesar de su amistad con Delia
    Garcés, quien había interpretado una
    película con un guión escrito por María
    Teresa. Pese a todas esas prohibiciones, trataba de ganarse la
    vida con su ingenio y capacidad. En esos momentos
    difíciles, Luis Peralta Ramos le rogaba –así
    es la amistad- que le
    vendiera algún ícono u otro objeto que ellos
    habían traído de algún viaje"
    (7).

    De esta época es La arboleda perdida,
    autobiografía de Alberti, en la que escribe: "Y ahora,
    esta afiebrada tarde del 18 de noviembre de 1954, en mi cercado
    jardinillo de la calle Las Heras, bajo dos florecientes estrellas
    federales, el mareante aroma de un magnolio vecino, cuatro pobres
    rosales, martirizados por las hormigas, y el apretado verde de
    una enamorada del muro, doy comienzo a este segundo libro de mis
    memorias". Y
    luego, en julio de 1959: "no sé, pero hay algo en mi
    país que ya tambalea, y entre nosotros, los desterrados
    españoles, circulan vientos que nos cantan la
    canción del retorno" (8).

    Manuel García Ferré nació en
    Almería en 1929. "Llegó a nuestro país a los
    17 años, dejando atrás los sinsabores de la
    Guerra Civil
    en su España natal. En Buenos Aires combinó sus
    estudios de arquitectura con
    la creación publicitaria, hasta que, en 1952, logró
    su primer éxito:
    Pi-pío, personaje adoptado por la revista
    Billiken. Desde entonces se dedicó de lleno a los
    dibujos
    animados. En 1959 formó su propia empresa de
    publicidad, con
    la que realizó más de 800 comerciales, entre ellos
    Los gatitos de lanas San Andrés, ganador del primer
    Martín Fierro otorgado a una animación. (…) En
    1964, García Ferré creó uno de sus
    más relevantes éxitos: la revista Anteojito.
    Dirigida al público infantil, se pobló de
    personajes de singular genialidad, como Calculín y
    Petete. Fue el inicio de una labor editorial dedicada a
    los niños,
    que incluyó la publicación de clásicos de la
    literatura
    hispanoamericana y gran cantidad de material didáctico.
    Dejó de publicarse en enero de 2002. La labor
    cinematográfica de García Ferré se
    inició en 1973 (…)En 1999 se estrenó
    Manuelita, una recreación
    del personaje de María Elena Walsh. Pantriste es,
    hasta ahora, el último personaje de García
    Ferré y principal protagonista de su película
    Corazón, las aventuras de Pantriste (2000), donde
    reaparecen muchas de sus primeras creaciones" (9).

    El dibujante Quino nació en Mendoza en 1932. Es
    "nieto de una comunista militante e hijo de republicanos
    exiliados". Acerca de sus mayores, expresó: "Mi abuela era
    una militante que vendía los bonos del
    partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban
    unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño,
    escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero
    también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de
    Mirtha Legrand. Yo tenía diez años. (…)
    Nací en Mendoza en una familia andaluza,
    en un barrio donde el panadero era español, el verdulero,
    italiano, el otro comerciante, libanés. A los primeros
    argentinos los conocí en la escuela. Todos
    mis parientes eran españoles. Desde chico tuve una
    visión muy amplia. Quizás por eso a Mafalda la
    quieren tanto en tantas culturas distintas. (…) Honestamente me
    siento más cerca de un campesino del Mediterráneo
    que de un indio del Altiplano. Yo sé que decir esto no cae
    bien, pero es la verdad. Quisiera estar más atado a las
    raíces del lugar donde nací" (10).

    Ana María Bovo menciona a su familia de
    allende el mar como una influencia decisiva en su carrera.
    Recuerda a su abuelo Francisco, andaluz de Almería, como
    "un extraordinario conversador, que me enseñó a
    decir con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber
    escuchar; comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un
    diálogo
    hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a
    una tía: "En Andalucía, conocí a una prima
    de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra
    narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela
    sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del
    pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina
    como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca
    de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y
    chascarrillos". Esta experiencia fue también muy
    importante para ella: "Me maravilló poder unir el
    mundo de la literatura de la memoria de
    aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que
    yo había aprendido con estudio y lecturas"
    (11).

    En El tango en su etapa
    de música prohibida
    , escribe Juan Sebastián
    Tallón: "En los años 5, 6, 7 y 8, ‘El
    vico’, que transitaba de los veinticinco a los
    veintiocho de su edad, vivía en la pieza número 15
    de El Sarandí, conventillo situado en la calle
    epónima, entre Constitución y Cochabamba. Su
    profesión consistía en la explotación de su
    mujer, ‘La
    Moreira’, y en la pesca y
    tráfico comercial, al contado, de pupilas nuevas. El era
    de ascendencia italiana meridional (albaneses); ella, hija de
    andaluces gitanos" (12).

    Una andaluza se presenta en casa de Horacio
    Quiroga. Escriben Ezequiel Adamovsky y Gustavo Bombini:
    "Bastó con ver su aspecto, para que la andaluza que se
    había acercado a la casa de Vicente López, en busca
    de empleo, huyera
    despavorida. Al abrirse la puerta, había visto a un
    hombre
    descalzo, vestido con un overol manchado de grasa, con abundante
    barba y cabellera negras, ojos celestes e inquietantes, muy flaco
    y de baja estatura. Contra lo que la andaluza y nosotros mismos
    pudiéramos pensar, contra la imagen habitual
    del ‘escritor prestigioso’, quien apareció
    allí era Horacio
    Quiroga" (13).

    Notas

    1. Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina.
      Buenos Aires, Clarín, 2002.
    2. Ratier, Claudio: "Una prueba de inmortalidad", en La
      Nación Revista, 16 de abril de
      2000.
    3. S/F: "Un amor
      desembrujado", en La Prensa, Buenos
      Aires, 10 de octubre de 1999.
    4. "Cultura sexual y física" Fuente:
      Cultura Sexual y Física – "De eso
      sí se habla" de Roberto D. Romero. Publicado en:
      Historia de Revistas Argentinas. Tomo III. AAER en
      www.learevistas.com
    5. S/F: Enciclopedia Clarín. Buenos Aires, Visor,
      1999..
    6. Rey Juan Carlos de España "Palabras de SM El
      Rey", en www.terra.cultura.es. Premios Cervantes.
    7. Barón Supervielle, Odile: "Alberti en Buenos
      Aires", en La Nación, Buenos Aires, 8 de diciembre de
      2002.
    8. Alberti, Rafael: La arboleda perdida. Barcelona,
      Bruguera, 1980.
    9. Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina.
      Buenos Aires, Clarín, 2002.
    10. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
      están arruinando a los chicos’ ", en La
      Nación, Buenos Aires, 7 de diciembre de
      2003.
    11. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María
      Bovo. ‘El poder de los
      sin poder’ ", en La Nación, Buenos Aires, 29 de
      diciembre de 2002.
    12. Tallón, Juan Sebastián: El tango en su
      etapa de música prohibida, citado en Páez, Jorge:
      El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
    13. Adamovsky, Ezequiel y Bombini, Gustavo: Para noche de
      insomnio. Textos de Horacio Quiroga. Buenos Aires, Libros del
      Quirquincho, 1991.

    Asturianos

    Pedro Fernández, asturiano de diecinueve
    años embarcado ilegalmente en La Coruña hacia la
    Argentina en 1899, escribe en su diario: "dieron a cada viajero
    un plato de loza y un tarrito también de la misma materia,
    juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su
    comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en
    carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas,
    bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien
    condimentadas por un viejo y divertido cocinero español;
    ¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a
    buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte
    de nosotros provistos del servicio de
    mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina
    cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes
    de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás
    para llegar primero al caldero que contenía el rancho;
    ¡cuántos con el apuro se quemaban las manos
    viéndose por este motivo a tirar con plato y comida! Los
    que como a mí no les gustaba el pan comíamos el
    primer plato a toda prisa no haciendo caso aunque la comida de
    tan caliente como estaba llevase consigo pedazos de piel del
    paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que
    llegásemos al reenganche, como allí se decía
    cuando se volvía por otro plato de comida" (1).

    El asturiano Modesto Montoto escribe en su diario, el
    viernes 14 de octubre de 1927: "a las cinco zarpó el
    ‘Alfonso XIII’. A causa de la lluvia y niebla
    consiguiente no me fue posible admirar nuestras costas. Con el
    corazón
    lanzo un adiós a los míos, a la Santina de
    Covadonga y a Asturias" (2).

    Por evadir el reclutamiento
    vinieron los tres hermanos asturianos Fernández Montes,
    enviados por su madre, quien quedó en España con
    sus otros hijos. Nicanor Fernández Montes, nacido en
    Loredo, "llegó a Buenos Aires en el Capolonio, un barco ya
    casi legendario, que también fue tema de un tango". Su
    hija, Angela, cuenta que viajó en barco a la Patagonia,
    luego de un tiempo en el Hotel de Inmigrantes: "en una travesía
    marcada por olas de veinte metros… (…) Su primer destino fue
    Río Gallegos, donde no había ni veinte casas, y de
    ahí lo mandaron de puestero a una estancia. (…) En la
    Patagonia no
    había nada de lo que él sabía hacer, de modo
    que tuvo que improvisar, como todos los integrantes de una
    sociedad
    pionera. (…) Una vez, llegó a estar catorce meses solo
    en un puesto… catorce meses…. Desayunaba, comía,
    merendaba y cenaba cordero… no había otra cosa; lo
    notable es que le gustaba".

    "Yo viajé a España –cuenta Pepe
    Fernández Balado, hijo del inmigrante y hermano de Angela-
    porque sentía que tenía que recuperar algo que se
    me escapaba, que se me había escapado en la infancia.
    (…) yo nací en el ’46 y en el ’50 y tantos,
    había un horario en el que la radio no se
    podía tocar: la hora de la audición
    española… y yo reconozco todas las canciones de esa
    época, como si fuera un español más. Es
    más, cuando viví en España, con un
    español, hacíamos competencias,
    él empezaba un pasodoble, yo lo seguía y
    así… y él no podía creer que yo me hubiera
    criado en Argentina…" (3).

    Fueron asturianos los padres de Niní Marshall.
    Escribe Jorge Göttling: "El humor es siempre una salida
    honorable. Lo supo desde siempre, acaso lo intuyó aquella
    Marina Esther Traverso, nacida en Caballito hace justo un siglo,
    sexta hija de un matrimonio
    asturiano de primera inmigración. Por fatalismo y por
    elección, fue una chica de barrio. Tertulias de canto y
    baile son coro y escenario de sus primeros enmascaramientos:
    deforma las voces, acuchilla al diccionario,
    le da valor barriero
    a cada expresión. Con castañuelas y panderetas se
    sube al palco del Centro Asturiano. Tiene 12 años"
    (4).

    Fue asturiana la madre de los actores Jorge y
    Aída Luz, acerca de
    quien dice el hijo: "Mamá fue muy cobijadora con nosotros.
    Papá nos quería pero no era de hacernos caricias,
    nada. Entonces vos te vas adonde el sol más
    caliente".

    Cuando Jorge Luz fue a conocer
    a su abuela asturiana, la anciana le dijo: "Nin… –que
    quiere decir nene-. Nin, nenu, nenín, que guapín
    eres al hablar… me dices de vos, como a los reyes".
    Volvieron décadas después: "Mamá se vino de
    Asturias cuando tenía doce años. Cuando ella
    tenía cincuenta y pico la llevé a Asturias a ver a
    su mamá. Mi abuela. Ella tenía una cocina muy
    grande y nos quedábamos a la noche, en plena
    montaña, con la cocina encendida. Estaba todo el campo
    verde, lleno de almendras, nueces, guindas. La despedida fue fea.
    Cuando íbamos camino al aeropuerto, de vuelta a Buenos
    Aires, mamá venía llorando, y le dije:
    ‘Mamá, la viste, no le pidas más a la
    vida’. A los cinco meses de llegar acá, murió
    mi abuela" (5).

    Un famoso café
    porteño fue comprado por un asturiano. En
    "El café
    Izmir", Carlos Szwarcer relata: "El Café
    Izmir, conocido por la intelectualidad argentina a partir de la
    publicación de la novela
    Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en 1948, era ya
    famoso en los años ’30 como centro inevitable de
    reunión de las oleadas inmigratorias y verdadera
    institución en el barrio. El local del lzmir fue
    construido a fines de 1932 sobre la base de tres habitaciones de
    un inquilinato de la calle Gurruchaga 432-436; su primer
    dueño habría sido Jaim Danón, quien le
    daría ese nombre en recuerdo de lzmir, su ciudad natal. En
    1940, Rafael Alboger se hace cargo del fondo de comercio y
    comienza su larga trayectoria de veinticinco años
    detrás de su mostrador. (…) En noviembre de 1969, el
    asturiano Jesús Rodríguez se hizo cargo del fondo
    de comercio y los
    años setenta serían testigos de la lenta
    desaparición de los viejos "turcos". "…Alboger
    tenía imán… mientras vivió el café
    estuvo a full…"
    aseguran con añoranza sus viejos
    clientes. El
    "espíritu oriental" ya no existía, y los
    habitués, a excepción de un pequeño grupo,
    eran otros: los empleados y albañiles de la zona. Los
    motivos de tal metamorfosis fueron varios: el cambio de
    dueño, de estilo, de sociedad, etc.
    (…) El lugar de reunión e inspiración, y parte
    del alma y de la cultura porteña, cerró
    definitivamente sus persianas el 9 de octubre de 2000. El lzmir
    figura entre los 39 cafés citados en el libro Los
    cafés de Buenos Aires,
    publicado por la
    Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y
    Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos
    Aires y entre los 21 citados como ‘emblemas
    porteños
    ’ en La Guía Total de Buenos
    Aires,
    de Diciembre 2000" (6).

    Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son "una pareja
    dedicada al arte, el diseño
    y la producción artesanal de objetos decorativos". Ellos
    no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al que trajo
    a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de
    cuyos restaurantes porteños los artistas realizaron el
    mural al que nos referimos. Sobre esta obra expresó
    Salatino: "El mural que usted vio en FAME tiene una
    relación indirecta con el tema de la inmigración. Los fundadores de esa empresa
    son inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para
    denominar su primer establecimiento gastronómico en
    gallego significa "hambre", un hambre que España,
    caída en una profunda decadencia, carente de recursos,
    atrasada industrialmente, debilitada por guerras
    internas y perdidas sus últimas colonias, conoció
    en una escala aún
    mayor que la que aqueja a nuestro país hoy. Los fundadores
    de FAME llegaron con la oleada de inmigrantes españoles
    que buscaron aquí lo que sus países les negaban.
    Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos
    factores pero no fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser
    cualquier puerto, obviamente también el de Buenos Aires,
    el barco se llama Virgen de Covadonga porque los fundadores de
    FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa Virgen. Tal vez
    ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los trajo a
    esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si
    ellos no hubieran llegado, como tantos otros, a este país,
    FAME -que hoy ya es una cadena de cuatro grandes
    establecimientos- no existiría, y el mural tampoco"
    (7).

    Notas

    1. Méndez Muslera, Luciano: "Salida del
      emigrante", en "Asturias en la emigración", en
      www.telepolis.com/indianos.
    2. Méndez Muslera, Luciano: op. cit
    3. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
      empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar
      del Plata, 26 de noviembre de 2000.
    4. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en
      Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003.
    5. Guerriero, Leila: en La Nación
      Revista.
    6. Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en
      SEFARaires, N° 14 y 15.
    7. Salatino, Carlos: e-mail enviado a M. G.
      R.

    Cántabros

    Eduardo González Lanuza nació en Santander
    en 1900; falleció en Buenos Aires en 1984. Recuerda los
    esfuerzos de su maestra por borrarle la pronunciación
    española: "En su bondadosa preocupación por su
    alumno me creó, sin sospecharlo, un serio problema, a sus
    oídos habituados a las dulzuras del decir criollo debieron
    molestarle las crudezas de mis acentos hispánicos, acaso
    el entusiasmo patriótico de aquellos años
    fervorosos del centenario, le inspiraron la urgencia de adaptarme
    de inmediato a lo argentino".

    Así sucedió: "Ello fue que un cierto
    día decidió dedicarse durante los recreos a luchar
    con aquella, su suavidad, tan eficaz en mí, contra una
    erizada prosodia santanderina, tajante de jotas, capaces de
    degollar a quien las pronunciara, restallante bajo el doble
    látigo de las elles, resbaladiza de zetas y ce, para
    reemplazarla por la tierna indecisión de la ce argentina,
    vacilante entre la ce y la ese, limar el filo despiadado de las
    jotas y hacerme deslizar por las blanduras del
    yeísmo".

    El alumno aprendió rápidamente:
    "Dócil a su reclamo, que además facilitaría
    mi trato con los compañeros al eludir las pullas que mi
    primitiva pronunciación provocaba, adelanté
    raudamente en el proceso de
    desintegración de la prosodia ibérica". Mas a los
    padres no les satisfizo este avance del niño:
    ""¡Pero ay de mí! En mi casa, mis padres opinaban de
    otra manera y las desacostumbradas inflexiones recién
    adquiridas por mi voz, eran consideradas pecado mortal,
    clarísimo índice de que a convertirme en un
    descastado. De ahí mi temprana condición de
    bilingüe que me hizo acomodar a modismos distintos,
    según que tuviera que hablar en casa o en la escuela"
    (1).

    En la provincia de Buenos Aires vive Francisco Sainz,
    "Hombre solo, siempre. De recién cumplidos 85 y costumbres
    rudas como el campo. Hijo de un español de Santander, el
    primero de la familia en
    meter la mano en esas tierras, hace cien años. La casa
    está en lo alto del terreno y todo alrededor es horizonte
    limpio. Un patrimonio de
    cuatro mil hectáreas compradas de a pedacitos, en
    las entrañas de Buratovich" (2).

    Notas

    1. González Lanuza, Eduardo: citado en "Bajaron
      de los barcos. Historia de la inmigración en Argentina",
      por Colegio Schönthal, www.monografias.com.
    2. Piotto, Alba (texto) y
      Digilio, Rubén (fotos): "Campo
      de batalla", en Clarín Viva, Buenos Aires, 21 de
      marzo de 2004.

    Castellanos

    Tania nació en Toledo en 1898; falleció en
    Buenos Aires en 1999. En 1998, apareció esta noticia:
    "Entre risas y lágrimas, Tania fue homenajeada por su
    trayectoria artística, y declarada Personalidad
    Emérita de la Cultura Argentina. Sentada en el escritorio
    de su compañero de toda la vida, Enrique Santos
    Discépolo, la actriz y cantante recibió la
    distinción de manos de la secretaria de Cultura, Beatriz
    Gutiérrez Walker. (…) " ‘Yo, que fui a tantas
    fiestas, que recorrí tantos países y que
    recibí tantos premios, incluso el del Rey de
    España, nunca estuve tan emocionada como ahora’,
    dijo Tania con la voz entrecortada (1).

    Una inmigrante nacida en Mataluenga del Bierzo,
    León, inspira a Niní Marshall: "su primer
    público es la gallega Francisca, la empleada
    doméstica, a la que ella inmortalizaría como
    ‘Cándida’ " (2).

    María Teresa León nació en
    Logroño en 1904; falleció en Madrid en 1988. En 1963,
    escribe la nota titulada "Soñemos con el viaje", en la que
    expresa: "A lo lejos nos está esperando el itinerario
    previsto o tal vez la emoción de ver de nuevo la aldea que
    se dejó al venir o la visita a los parientes de los
    abuelos, que deben estar en tal lugar…, o las ciudades madres
    de civilizaciones ilustres o los museos donde se almacena el
    ingenio humano o las formas diferentes de la vida de los hombres
    en este mondo cane, que a veces se dulcifica en las
    fiestas". Ella también parte: "A punto de tomar el
    avión escribí hoy, amigas mías. Es mi
    pañuelo en el aire. Dicen que
    los argentinos son viajadores. Claro. Yo sé que
    todas las sensaciones de liberación me están
    aguardando pero, como cualquier abuela al ir a tomar la
    diligencia o el tren, yo siento palpitar mi alma. Gracias por
    ello. Debe ser vuestra amistad que me despide. Hasta pronto.
    Antes de que suspire estaré al otro lado del mar"
    (3).

    Leonor Manso destaca la importancia que tuvo para ella
    el viajar a Segovia, tierra de su padre, "que se había ido
    de allí a los once años y sólo había
    vuelto de visita a fines de los 60". En Carbonero El Mayor, a
    unos cien kilómetros de Madrid, encuentra a sus
    tíos y recorre todo el pueblo "lleno de Mansos". Sobre
    esta experiencia afirma en 2000: "Me fui viendo y reconociendo en
    cada uno de ellos. También empecé a sentir cada vez
    más fiebre: era un golpe fuerte verme puesta frente a mis
    orígenes de una manera brutal" (4).

    La periodista Telma Luzzani recuerda su viaje a El
    Cardedal: "El pueblo de mi abuelo es un pueblo fantasma. Se llama
    El Cardedal y para llegar desde Avila, hay que subir 80
    kilómetros de un campo espiralado y pedregoso hasta el
    tope de la Sierra de Gredos, a 1300 metros de altura. Arriba, el
    aire es
    más intenso, la vegetación más sobria y la
    piedra más soberana. La imponente austeridad de la meseta
    castellana, me emocionó. ‘Este es el paisaje que mi
    abuelo vio cada día hasta los 14 años’,
    pensé. Era 1990. Mi viaje inaugural a Europa.
    ‘Soy la nieta de Alberto Sánchez, hijo de
    Estanislaa. ¿Cuál era la casa de mi abuelo?’,
    pregunté a un grupo de viejitos que charlaba al sol. Me
    contaron que ya nadie vive en El Cardedal; que ellos
    morirían de tristeza si no vuelven al pueblo y por eso sus
    hijos los llevan los fines de semana. ‘Yo conocí a
    tu abuelo’, dijo entonces el más viejito. ‘Un
    día de 1912, 57 hombres se fueron para América. Yo tenía 5 años y
    todo el pueblo los siguió hasta la ladera entre
    lágrimas y buenos deseos. Entre ellos estaban mi padre y
    tu abuelo. Ese día comenzó la agonía del
    pueblo’. Le agarré las manos y pude ver las imágenes
    de su memoria: vi al
    hombre adolescente que era mi abuelo partiendo para siempre"
    (5).

    Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
    Manolito, personajes de Mafalda: "Al cabo de dos semanas
    de publicar en ‘El Mundo’ advierte que necesita
    más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo
    de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el
    padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de
    una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el
    histórico barrio de San Telmo" (6).

    En "La vida es un dibujo
    Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y
    Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del
    inmigrante español que inspiró el personaje:
    "Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron
    inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la
    Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe
    adhirió a la revolución
    cubana y es funcionario del gobierno de
    Fidel. Manolito vendió la panadería poco antes de
    morir. Su hijo es uno de los 82 periodistas desaparecidos durante
    la dictadura. Por
    primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino
    inmortalizó en la tira más célebre que dio
    la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares"
    (7).

    Eduardo Mues recuerda: "Mi abuelo Domingo
    González emigró de Soto en Cameros a Santa Fe
    (Argentina) hacia 1883. Yo llegué en 1998. Soto en
    Cameros, provincia de La Rioja, Castilla La Vieja, es un pueblo
    edificado principalmente sobre la ladera de una montaña,
    donde hoy viven solamente unas 50 personas. Llegamos una
    fría mañana de diciembre y luego de golpear varias
    puertas se nos apareció el primo Eduardo, caminando con su
    bastón y con todo su afecto. La recepción de
    Eduardo y Soledad fue extraordinaria. Compartimos siete horas de
    charla continua aprendiendo historias y tradiciones. La despedida
    fue más emotiva aún que la llegada y mis
    pensamientos estuvieron siempre con mi abuelo, a quien no
    conocí" (8).

    Ana Drago Pérez viaja a Logroño, tierra de
    sus mayores. Así recuerda ese viaje: "Como en un
    sueño, me encontré parada en la puerta de la casa
    donde había nacido mi madre. Luego recorrí los 18
    kilómetros que separaban Logroño de Ventosa con
    dolor, emoción, alegría y tristeza al mismo tiempo,
    pensando que ninguno de mis parientes había podido volver
    a su tierra. Mi corazón latía con fuerza cuando
    caminaba por la ladea, los campos y los viñedos por los
    que alguna vez caminaron ellos. Lloré, recé,
    reí y fui feliz. Había encontrado mis
    raíces" (9).

    Horacio Fernández viaja, desengañado de la
    Argentina, a la tierra de
    la que vinieron sus padres: "Horacio vive ahora en el lugar que
    siempre conoció a través de relatos. Todo
    está igual a como le fue contado. Pero todo,
    también, es diferente. Por empezar, la barba ya
    fijó su color de nube y
    el pasaje no tiene fecha de regreso. Igual que hace setenta y dos
    años, cuando Felipa y Antonio desembarcaban en Puerto
    Nuevo con un par de bolsos y un papel con la
    dirección de unos paisanos –porque en
    España amenazaba el hambre-, el hijo, ahora, llegaba a
    Barajas –porque en la Argentina se come tierra- con un
    bolso y una anotación: ‘Carretera Pandorado 7,
    Sopeña de Carneros, Astorga’ " (10).

    Notas

    1. S/F: "Distinción cultural a la gran
      compañera de Discépolo. Tania, Personalidad
      Emérita", en Clarín, 11 de octubre de
      1998.
    2. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en
      Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de 2003.
    3. León, María Teresa: "Soñemos con
      el viaje", en Mucho Gusto, N° 203. Buenos Aires, septiembre
      de 1963.
    4. Ini, Luis: "Mi mejor cumpleaños", en La
      Nación, 16 de abril de 2000.
    5. Luzzani, Telma: "El éxodo", en "El Mirador",
      Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999.
    6. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
      Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la Flor,
      1988.
    7. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
      Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
      y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71; Buenos
      Aires, 18 de noviembre de 1999.
    8. Mues, Eduardo: en "Tendencias. La vuelta al origen",
      Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de 1999.
    9. Drago Pérez, Ana: "Los pasos perdidos", en
      "Confesiones de lectores con memoria",
      Buenos Aires, Clarín, 27 de septiembre de
      1998.
    10. Palomar, Jorge: "Diario del exilio", en La
      Nación Revista, 15 de septiembre de 2002.

    Catalanes

    En "Los sueños de un profeta", Tomás Eloy
    Martínez evoca al editor López Llausás: "Una
    tarde de domingo conocí en la casa de Victoria Ocampo al
    primer editor profesional de mi vida. Yo suponía entonces
    que los editores debían parecerse a Victoria y hacer un
    poco de todo: escribir, traducir, publicar revistas y pasear por
    Buenos Aires a los grandes personajes de ultramar. Como buen
    provinciano de veinte años, vivía yo en un mundo de
    ideas fijas, donde las personas y las cosas debían
    parecerse a lo que me habían dicho que eran. (…) El
    editor me habló, en cambio, de una profesión que
    era tan azarosa como un juego de
    dados. Se llamaba Antonio López Llausás. Me
    contó que era catalán (ya lo advertía su
    acento, puntuado por elles rotundas) y que los fragores de la
    Guerra Civil Española lo habían expulsado a
    Francia, de
    donde lo rescataron Victoria Ocampo y Oliverio Girondo para que
    fuera gerente
    general de la empresa que
    acababan de fundar: Sudamericana. La nueva editorial se
    abriría como un afluente de Sur, el sello de Victoria.
    ‘Un editor no debe dejarse conmover por el éxito
    ni por el fracaso -me dijo aquella tarde-. Tiene que publicar
    sólo los libros en los
    que cree. Si no lo hace, más vale que se ocupe de otra
    cosa’ "(1).

    Tomás Eloy Martínez se refiere asimismo a
    Paco Porrúa, quien regresó a su tierra: Sigue
    relatando su diálogo
    con López Llausás: "Le pregunté cómo
    hacía para no quedar mal con los escritores que aspiraban
    a su patrocinio y me contestó lo que les decía a
    todos: "Nunca publico nada sin la aprobación de mi lector
    desconocido". Cuando la gente quería saber quién
    era, López Llausás cambiaba de tema. Durante mucho
    tiempo creí que el lector desconocido era un ardid, hasta
    que averigüé que se trataba de una persona de carne
    y hueso. Se llamaba Francisco Porrúa, y tenía tal
    vocación de anonimato que hizo falta el inmenso
    éxito de la literatura latinoamericana en los años
    60, del que es uno de los responsables, para sacarlo de la cueva.
    (…) Porrúa era reservado hasta la mudez y lúcido
    hasta la extenuación. De los cientos de lectores que he
    conocido, pocos -o ninguno- tienen su olfato y su perspicacia.
    Llegó a la editorial en 1955 de la mano de Jorge
    López Llovet, hijo de don Antonio y subdirector de
    Sudamericana en aquellos años. A Jorge le había
    interesado el buen criterio con que Porrúa manejaba su
    pequeña editorial, Minotauro, y lo invitó a ser su
    asesor" (2).

    Margarita Xirgu nació en Barcelona en 1888;
    falleció en Uruguay en
    1969. Alejandro Cruz (3) transcribe testimonios al
    respecto:

    "El crítico teatral Joaquín Linares
    escribía en su columna de la revista El Hogar:
    "Buenos Aires adquiere -por un azar trágico- la
    categoría de metrópoli dramática del mundo
    hispanoparlante. ( … ) Debemos considerar al teatro
    español como una actividad intelectual
    argentina".

    "En 1944 y 45, -ocurrieron en Buenos Aires dos hechos de
    gran importancia: los estrenos mundiales de El adefesio,
    de Rafael Alberti, y de La casa de Bernarda Alba, de
    Federico
    García Lorca. Ambos espectáculos fueron
    montados en el teatro Avenida, por la compañía de
    Margarita Xirgu. Cincuenta años después, los
    protagonistas de estos hechos han alcanzado la alta
    categoría de figuras legendarias del teatro. Ambos
    estrenos, hechos representativos de la relación entre
    España y Argentina, y el Teatro Avenida como puente, se
    constituyen en un recuerdo querido de los teatristas de mi
    generación", señalaba el director Francisco Javier
    en una revista española".

    "Las perspectivas no siempre son las mismas, en la
    opinión de Neil Drago: "Desde un punto de vista
    estético no puede decirse que estas
    compañías aportaran gran cosa a la escena nacional.
    Ni siquiera contando, como fue el caso, con la directa
    vinculación de los escritores dramáticos que les
    acompañaban en el duro trance del exilio. ( … ) Lo malo
    es que las novedades se agotaron bien pronto y la actriz catalana
    (Margarita Xirgu), como todos, tuvo que recurrir a las
    reposiciones y las traducciones de textos
    extranjeros".

    Antonio Cunil Cabanellas, autor y director teatral,
    nació en Barcelona en 1894, y falleció en Buenos
    Aires en 1969. En un trabajo titulado "Por el éter en la
    década del 30. El 80° aniversario de la radio en
    Buenos Aires", Edgardo J. Rocca señala que el
    catalán se contó entre las "figuras de relieve" que
    se expresaron por LS 8 Radio Stentor
    (4).

    El actor Arturo Puig relata la historia de un
    antepasado: "A fines del siglo XIX, 1870, mi bisabuelo trajo de
    Barcelona e instaló en Buenos Aires la primera casa de
    utilería que hubo en el país. Con esa
    utilería se representaron y se filmaron buena parte de las
    grandes producciones que se enumeran en las historias del
    espectáculo argentino. Se filmaba en estudios donde todo
    se recreaba, desde salones de España del Siglo de Oro
    hasta cafetines del puerto. En la utilería podía
    encontrarse casi cualquier cosa, por extravagante que fuera, y lo
    que no existía se inventaba" (5).

    Ana María Campoy nació en Bogotá,
    Colombia, en
    1925. La actriz manifiesta sentirse "absolutamente argentina":
    "Nací en Colombia en una
    gira de mis padres, que también eran artistas; me
    crié en Barcelona y vivo en la Argentina desde hace 53
    años. Vale decir que mis raíces son
    españolas, el embrión es colombiano y el
    árbol es argentino. Y acá terminaré. Esa es
    mi idea" (6).

    En Cataluña se pasaba necesidad. Campoy dijo en
    un reportaje: "¿Tú puedes entender comerte un plato
    de aceite de oliva, con cuchara? No lo podrías entender.
    Pero te lo comes, porque no hay otra cosa. Entonces, tienes, al
    otro día, una descompostura intestinal brutal, pero esa
    noche dormiste porque has llenado el estómago con algo, y
    el aceite de oliva es un alimento". El hambre desconoce lazos:
    "Nosotros, que éramos unidos y nos amábamos, cuando
    llegaba el racionamiento del pan, cada uno agarraba su pedazo y
    lo escondía. Y lo escondía! Porque no nos
    fiábamos ni de nuestro padre" (7).

    "En España vivíamos en San Gervasio, a
    pocos kilómetros de Barcelona –cuenta Remey Nuez
    Fontanals-. Y yo recuerdo que cuando empezó la guerra, mi
    papá nos fue a buscar al colegio en bicicleta y ya estaban
    todos los guardias civiles muertos… yo tenía nueve
    años. Mi padre falleció en esos días, de
    apendicitis. Así que mamá se quedó sola con
    los cuatro hijos. Yo, la mayor y mi hermana menor con nueve
    meses. Me acuerdo de que para poder vivir, mi mamá
    hacía estraperlo, contrabando de comida. Iba a los
    pueblos, compraba comida y la traía en el cuerpo, puesta.
    (…) en un viaje, en el que traía arroz en unos tubos
    escondidos en unos corsets, los guardias se dieron cuenta, y
    entonces mi madre se tajeó todo el corset, porque si la
    comida no era para nosotros, no se la iba a quedar nadie…Con mi
    hermana aprendimos y hacíamos estraperlo de carne, en las
    valijas del colegio… esa carne se vendía y
    podíamos subsistir".

    Remey llegó a Buenos Aires en 1947, a los veinte
    años. Recuerda el terrible viaje que debió
    soportar: "Viajamos en la bodega del barco Cabo de Nueva
    Esperanza. Los hombres por un lado y las mujeres por otro, en un
    lugar como un pozo, en el que para respirar, había
    sólo un tubo de lona que subía a la cubierta.
    Veintitrés días así… durmiendo en literas,
    en catres, como los judíos en los campos de
    concentración…". Sus primeros tiempos en la Argentina
    fueron muy difíciles. Lo recuerda más de cincuenta
    años después: "Llegamos a Buenos Aires y como mi
    marido no había hecho el servicio
    militar, lo llevaron preso, así que me quedé hasta
    que todo se arregló, sola. Después fregamos
    pisos… hicimos de todo. Vivíamos en un cuarto de
    pensión, con dos cajones de manzana y una tabla para
    comer; el colchón era de estopa, imagínate… Yo
    cocinaba con carbón y hervía los ravioles en una
    pava… pero más que nada comíamos hígado"
    (8).

    La actriz y directora Patricia Palmer, hija de un
    catalán y una porteña, manifiesta: "En mi casa me
    inculcaron valores que
    por un lado me salvan, pero que también me trajeron
    problemas: fui
    educada en una burbuja donde la honestidad y el
    honor eran la regla general, y la vida me fue enseñando
    duramente que eso tiene más que ver con la utopía
    que con la realidad" (9).

    Notas

    1. Martínez, Tomás Eloy: "El sueño
      de un profeta", en La Nación, Buenos Aires, 4 de
      septiembre de 1999.
    2. ibídem
    3. Cruz, Alejandro: " ‘Nuestro’ teatro
      español", en La Maga, 1° de diciembre de
      1997.
    4. Rocca, Edgardo J.: "Historias de la Ciudad –
      Una Revista de Buenos Aires" (N° 9 y 10, Mayo y Julio de
      2001, respectivamente), que autorizó su reproducción a la Defensoría del
      Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
      www.defensoria.org.ar
    5. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Arturo Puig
      ‘Ensayar es encontrarse con uno mismo’ ", en La
      Nación, Buenos Aires, 14 de diciembre de
      2003.
    6. Yarroch, Gustavo: "Ana María Campoy ‘Yo
      sigo gozando de la vida’ ", en Clarín, Buenos
      Aires, 7 de abril de 2003.
    7. Guinzburg, Jorge: "Ana María Campoy ‘A
      mí los hombres me gustan con locura’ ", en
      Clarín Viva, 4 de agosto de 2002.
    8. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
      empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar
      del Plata, 26 de noviembre de 2000.
    9. Madrazo,Cecilia: "Patricia Palmer 10 cosas que
      sé", en La Nación Revista, 13 de octubre de
      2002.

    Gallegos

    Según lo que comían, Santiago de Estrada
    podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
    conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
    celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
    comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
    genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
    gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
    (1).

    José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
    la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca
    mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los
    dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
    únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
    de largas horas de trabajo y temerosos que un desborde del arroyo
    se llevara rápidamente las ganancias del mes". A ellos se
    sumaron más tarde los empleados Enrique Martínez y
    José Vicario. "Recuerda doña ‘Conce’,
    la esposa de José Vicario que ‘cuando ellos
    (Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer
    propaganda y
    vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es
    que estaban afuera varios días y debían llevar la
    comida. Sí, claro que con la señora de
    Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas
    muy malas, como aquella de la crisis del
    30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior,
    camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…"
    (2).

    Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
    "El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
    ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
    Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
    pagar sus cuentas, ni de
    tener preparados los billetes para los proveedores,
    cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no
    sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo
    solos, no contrataban personal alguno;
    esto, unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su
    posición" (3).

    A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
    Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
    pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
    verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
    nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
    especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
    clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
    la primera impresión después de un viaje terrible
    en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
    buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
    impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
    ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
    resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
    encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
    los árboles, con nuestros hijos, sin más
    techo que el de la naturaleza, y ni
    una visión de simples ranchos en una estancia de algunas
    leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando la visita
    de uno que otro poblador de los alejados contornos"
    (4).

    Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " ’El Gallego
    Penitenciario’ ocupó un rol tan destacado en la
    historia de los primeros penales que fue honrado días
    atrás con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar
    central del Museo del S.P.F. ‘A principios de
    siglo los primeros guardias eran gallegos o yugoslavos,
    traídos a la Argentina para trabajar en las
    cárceles. Muchos llegaban al puerto de Buenos Aires y
    seguían viaje al penal de Ushuaia; otros paraban en el
    Hotel de Inmigrantes y eran destinados a unidades de
    acá’, recuerda el alcaide mayor retirado Horacio
    Benegas, asesor del museo y jefe de visitas de la Unidad 16 en
    los 60" (5).

    En el Museo de la Inmigración, sito en el ex
    Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la
    historia del matrimonio
    Mosquera López-Alvarez Marante, emigrados desde
    Orense.

    En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia
    del pontevedrés Martínez Padín.

    Arturo Cuadrado Moures, quien llegó en el
    Massilia, evoca su exilio: "En el año 1936 sube Franco,
    aquella tremenda traición en donde los hombres tuvieron
    que matar a los hombres. Surge la famosa guerra civil que
    duró tres años y donde han muerto casi dos millones
    de españoles. Nosotros, el ejército republicano,
    que dominábamos Madrid, Valencia y Barcelona, no
    teníamos fuerzas, teníamos la canción y
    teníamos a América. Era nuestro guía
    espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don
    Antonio Machado. (…) desde México a
    Buenos Aires realizamos todos nuestros sueños, todas
    nuestras esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el
    convencimiento de que habíamos triunfado… Ortega y
    Gasset nos había enseñado el camino de amar
    más que luchar" (6).

    Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915
    y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un
    gallego que se sintió argentino y organizó durante
    décadas encuentros entre autores y lectores, que son el
    antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En 1960,
    Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y quiso
    visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
    Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
    de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra.
    El dinero para
    la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni"
    (7).

    Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo
    también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en
    Monserrat- porque Galicia es una nación histórica
    (las otras dos son Euzkadi y Cataluña, que también
    tienen idioma propio y son mucho más antiguas que la
    España consolidada en un Estado"
    (8).

    En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La
    Capital
    publicó una nota de Esteban Turcatti titulada
    "El gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos:
    "Bernaldo Souto, poeta gallego, había traducido el
    Martín Fierro a ese idioma en el año 1980.
    Establecido en la Argentina desde hace muchos años,
    regresó recientemente de su tierra natal, Galicia, donde
    es muy conocido por su obra literaria y periodística.
    Allá brindó una serie de conferencias y
    presentó tres libros de poesías
    bajo el título ‘Luz y sombras’. Pero su mayor
    satisfacción fue enterarse que en fecha próxima, su
    traducción gallega del Martín Fierro
    será publicada por la Xunta de Galicia, en una
    edición bilingüe de lujo" (9).

    Darío Lamazares, representante legal del
    Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a
    los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me
    formé en la calle, y como la mayoría de mis
    compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este
    país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la
    escuela es una forma de pagar esa deuda" (10).

    María Mercedes Arias "se recuerda a sí
    misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca
    gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el
    río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido
    en el siglo XV. ‘Araba el campo con mis dos hijos porque mi
    marido se había ido a la Guerra Civil que estalló
    en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que
    había en el bosque, las comíamos asadas y con un
    vaso de leche. Yo
    tenía 38 años y como la posguerra era muy dura, nos
    vinimos a la Argentina’, cuenta" (11).

    Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un
    instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez,
    de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los
    mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la
    mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la
    Argentina y en Cuba, entraron
    en contacto con otros ritmos, al punto que "La música
    gallega se benefició de estas influencias, de estas
    tradiciones más abiertas" (12).

    Manuel Corral Vide llamó Morriña a
    su restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento
    que aúna a chef y comensales: "A través de
    Morriña (palabra entrañable para nosotros) el
    nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser
    gallegas, se interiorizaron de las características de nuestra cocina, lo
    peculiar de nuestras tradiciones y nuestra milenaria cultura. En
    cuanto a los paisanos, me consta que se enorgullecen de tanta
    difusión" (13). El publica sus recetas en Galicia en el
    mundo
    ; en una de las entregas de "Cocina gallega", leemos:
    "En Buenos Aires, siempre que se podía en casa, nos
    agasajábamos con una buena paella en la que
    difícilmente faltaba el conejo (mi abuela los criaba en
    nuestros primeros años en la Argentina" (14).

    Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su
    restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega
    tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón,
    según la receta que trajeron de La Coruña hace
    cuarenta y tres años (15).

    En España, un gallego que retornó sin
    haber podido "hacer la América" encontró en los
    manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini:
    "como la patria es la infancia, el
    tiempo se evoca con los sabores que se perdieron. En una
    pastelería de la calle Menéndez y Pelayo, cerca de
    la plaza Cavia, se forma una fila para comprar. Un pequeño
    negocio donde se pueden conseguir medialunas, tarta de acelga,
    yerba, vinos argentinos y esa delicia que se arma como
    exclusividad nuestra, los sandwiches de miga. (…) lejos de lo
    que podría pensarse, el negocio no pertenece a
    ningún argentino. Su dueño, un gallego que
    vivió veinte años en la Argentina, al regresar
    encontró la prosperidad que le fue esquiva como
    inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de
    la Plata, su negocio crece cada día" (16).

    Jesús Amorín Varela relata: "Mis padres
    eran gallegos y fueron a Cuba.
    Ahí nací yo. A los dos años me llevaron a
    Galicia y me dejaron al cuidado de mis abuelos maternos. Estuve
    con ellos hasta los diecisiete y en 1929 me vine para la
    Argentina" (17).

    Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me
    vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes,
    para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio
    militar, que se hacía en Africa…(…) lo
    que significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a
    morirse… a gatas tenía el sexto grado, así
    llegué, y aquí logré todo lo que soy, un
    trabajo, una familia, una vida" (18).

    No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
    confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
    un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
    España, después de tantos años sin pisar la
    tierra que lo vio nacer. ‘Pero no hay plata: acá se
    gana muy poquito, apenas las propinas. Y la jubilación,
    para qué hablar’, cuenta. Su hija le está
    gestionando una jubilación en España para que su
    vida sea menos empinada" (19).

    José Cameán Parcero recuerda: "Yo
    también fui gallego de m… y también
    colorado’, porque así es mi color de cabello.
    Y más de una vez tuve que escuchar a mis compañeros
    decir que me habían cambiado por un cuero. Pero no me
    molestaba, quizás porque yo al venir a los cuatro
    años me sentía uno más. No sabía mi
    conciencia la
    diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como
    buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le
    enseñó a él a tocar la caja. Como esto
    resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo
    y con Los Chavales de España. En estos conjuntos
    tocaba la tumbadora. Estos instrumentos todavía los
    conserva en su taller de autos
    antiguos" (20).

    En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis
    Seoane, quien, aunque nacido en Buenos Aires, vivió muchos
    años en España. El escribió: "Soy y
    seré siempre un desarraigado permanente. Lo seré
    aunque decida volver a mi país. Es el destino del
    exiliado" (21).

    Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
    "legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
    relataba "anécdotas para él imborrables de su
    infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
    de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
    cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
    el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
    de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
    lomo del río" (22).

    Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que
    escuchó en su infancia: "A mí lo que más me
    atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante,
    fue el de la escritura
    adulta que tiene que crear un narrador niño pero con una
    escritura
    adulta. Esta fue una gran tensión que se produjo en
    mí con el lenguaje; y
    además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
    aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
    gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
    criolla, y también la de todos los italianos que en ese
    tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
    maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
    misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
    provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela
    era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran
    factor unificador de la escuela pública" (23).

    Manuel Castro, descendiente de gallegos, "es
    fanático de la música celta. En sus viajes por
    Europa aprendió la historia y las costumbres de este
    pueblo europeo y ahora difunde sus conocimientos en la Argentina.
    (…) Fiel a las tradiciones, Manuel se calza la pollerita kilt y
    el zaragüelle –vestuario típico que usaban los
    gallegos en el siglo XVIII- para interpretar los temas musicales.
    (…) ‘Soy un coleccionista de gaitas’, dice Castro y
    cuenta orgulloso que tiene siete de esos instrumentos. ‘La
    primera gaita me la compré en un viaje que hice a Londres.
    Aprendí a tocar con parientes y gaiteros escoceses. La
    cultura celta me fascina" (24).

    Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al
    tango. No es muy amable la impresión que tenía
    Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya
    que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el
    ‘fueye’ lo tocás fenómeno, pero al
    tango lo tocás como un gallego" (25).

    María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
    una familia humilde –ella reafirma- ‘más que
    pobre’-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres
    eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A
    los 8 ó 9 años María comenzó a ir a
    las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar
    tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De
    chica la humildad familiar no la marcó. Asegura que eran
    muy felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen,
    ‘sos demasiado humilde, sos una tonta’. Así me
    hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó
    a andar derecha por la vida y no hacerle daño a
    nadie’. Esa misma mamá –‘la
    gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
    valsecitos en vez de una canción de cuna" (26).

    Victor Hugo Ghitta evoca el carnaval de la colectividad
    gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del Centro
    Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por las
    fiestas populares irían menguando con los años, en
    bulliciosas noches de carnaval en las que nos peleábamos
    por una falda con fervor e inocencia mientras nuestros padres
    batían palmas y meneaban caderas al ritmo del pasodoble o
    la muñeira, después de haberse atragantado con las
    sardinas españolas y las morcillas vascas y las batatas
    asadas al carbón y los jamones tan perfumados como las
    señoras que atiborraban la pista, atraídas por una
    estridencia de trompetas y por las toreras de luces y las
    fabulosas charreteras y los zapatos y los pantalones blancos de
    los Gavilanes de España, que era el conjunto musical que
    animaba las tertulias y las verbenas" (27).

    En una conferencia
    dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de
    1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de
    entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto,
    estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los
    cuentos mil
    veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse?
    –preguntó mi hija de quince años.
    ¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del
    encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos,
    el lugar donde el mar era la mar y había puertos de
    tierra" (28).

    Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra.
    "De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a
    mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser
    tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
    región mítica. (…) Recién al disfrutar de
    cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a
    mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la
    Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a
    radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar
    los tres juntos, en ese suelo soñado" (29).

    Graciela González, hija de un gallego emigrante,
    relata que en los años en que llegó a la Argentina
    su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
    vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
    sabe, volver a la patria algún día. Papá
    nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
    las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
    guardaba "cartas, cuadros,
    que todos los emigrantes traían porque no sabían si
    podrían volver a ver a sus familiares. Había de
    todo. Era su historia" (30). La íntima historia que lo
    acompañaba en la tierra nueva.

    Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999
    viajó a España, dijo: "Desde pequeña
    escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que
    siempre se llamó ‘francés’, senda
    única y concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se
    apagó y puse su sueño en mi mente y en mi
    corazón" (31).

    Antonio D’Argenio testimonia la nostalgia de su
    madre: "Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años,
    mi madre, que había llegado a nuestro país en 1920
    desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas
    las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una audición
    llamada ‘Por los caminos de España’. En esos
    momentos yo no entendía cómo el rostro de mi madre
    se cubría de lágrimas cada vez que sintonizaba
    aquel programa y
    escuchaba, por ejemplo, el sonido de una
    gaita" (32).

    Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus
    mayores: "en 10 minutos llegamos a A
    Coruña…….Noia..Lousame…..baje del auto……….y lo
    que camine desde ese auto hasta los brazos de mi
    tía…..no puedo explicarte no podré expresarte,
    que me pasaba, era como caminar volando……liviano….sin nada
    adentro……ahogado…..alegría………La abrace, llore
    como hacia mucho no lo había hecho recordé a mi
    papa a mis abuelos estaban ahí, en medio de nosotros
    dos….." (33).

    José Luis Noya escribe: ""En las aldeas de
    Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos
    que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro
    país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue
    una experiencia única. El momento del encuentro familiar
    es difícil de describir. Comprobé que esa familia,
    desconocida para mí, tenía gestos similares a la
    que se encuentra del otro lado del Atlántico"
    (34).

    Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa
    de San Lázaro donde nació mi ´padre, enfrente
    de la iglesia donde
    él, como monaguillo, enloquecía con travesuras al
    cura y dormí en la cama de mi abuela, Gloria, que
    murió sin conocer a sus nietos argentinos. También
    caminé a orillas del río donde lavaba la ropa y
    soñaba mi abuela Concepción, que me crió en
    Buenos Aires, y besé al viejito de 97 años que fue
    el hermano que ella más quiso. Y toqué las herramientas
    de zapatero que mi abuelo Manuel dejó en un taller en la
    casa de Labacolla en 1912, para venirse a la Patagonia, a los 16
    años, con aires de anarquista. Fue mucho más que
    cumplir un deseo profundo. Fue como saldar una deuda metafísica" (35).

    Guillermo Saccomanno relató en un reportaje: "Mi
    abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó de sirvienta
    y de lavandera de familias bien de la época. Con
    todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde
    estaban muy sometidos" (36).

    Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense,
    escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
    Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
    doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
    apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
    llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
    épica de su inmigración" (37).

    En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela
    inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y
    me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de
    lentejas hasta bailar" (38).

    "En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de
    convertirse en el apellido de un polémico dirigente del
    fútbol, Lalín era sólo un pequeño
    pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia.
    Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con
    dejar atrás su desesperanza –como los antepasados
    del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia
    Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo,
    zarpó el barco que sacaba de España al niño
    Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para
    protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza
    de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se
    empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era
    tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una
    reunión de inmigrantes de la sociedad Hijos del Partido
    de Lalín
    . Se casaron. Compraron el conventillo" (39).
    Esta es la historia que Daniel Miranda, uno de los nietos, relata
    al periodista.

    Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje
    de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco
    (tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños
    intactos)" (40).

    García Meróu destaca la importancia de los
    Juegos
    Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que
    obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García
    Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento
    literario que debe ser estudiado y apreciado por todo el que
    quiera reflejar, aunque sea de una manera superficial, las
    manifestaciones del intelecto argentino en la época
    contemporánea" (41).

    En casa de los Villafañe trabajó "una
    señora española", de la que dice Javier, el
    titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y
    decía romances antiguos españoles
    –aprendí de ella el Romance del cebollero-.
    Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier
    Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones
    sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos,
    poemas,
    romances y otros decires, es significativa no sólo por su
    evocación sino también porque la califica como
    imagen
    formadora" (42).

    " ‘Si cantan, es ti que cantas; si choran, es
    ti que choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a
    aurora’
    . Estos versos de Rosalía de Castro,
    así como muchos otros de tantos poetas gallegos pudieron
    oírse durante décadas en los labios de Lita Soriano
    (…) la actriz del decir gallego por excelencia y aquella
    intérprete de carácter
    que supo descollar en teatro, TV y radio, principalmente. (…)
    ‘Lita fue una trabajadora total de la actuación.
    Sufría mucho cuando no estaba activa. Su vida eran el
    teatro y sus sobrinos’, cuenta Roberto Trespando, que fue
    su esposo durante 40 años" (43).

    Refiriéndose a quienes debían actuar como
    inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un
    reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un
    italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío
    perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían
    penetrar una psicología. Los
    personajes del sainete eran simples en apariencia, pero con
    nostalgia por su tierra y un gran amor al lugar que los
    había acogido. Eran seres complejos, que había que
    saber observar" (44).

    La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
    en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
    eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
    estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
    Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
    espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
    (45).

    La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
    de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
    típicas. En una calle porteña vivió
    doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
    evocación que escribe poco después de la muerte de la
    rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles,
    italianos, argentinos del interior-, había descubierto que
    el mejor arroz con pollo lo hacía doña
    María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el
    grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta
    –los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas
    con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores
    que con la picada común" (46).

    José Luis Baltar Pumar, presidente de la
    diputación de Orense, se refirió en 1998 al
    sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
    colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
    se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
    un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
    progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
    no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
    (47).

    Notas

    1. Estrada, Santiago: Viajes y
      otras páginas literarias. 1889. Citado por Jorge
      Páez en El conventillo, Buenos Aires, CEAL,
      1970.
    2. S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del Plata, 25
      de mayo de 2000.
    3. Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría
      ‘El Progreso’ ", en Mundo Israelita. Buenos Aires,
      8 de agosto de 2003.
    4. Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia
      San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
    5. Messi, Virginia: "Los últimos días de
      la vieja cárcel de Caseros", en Clarín, Buenos
      Aires, 8 de noviembre de 2000.
    6. S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
      en Revista Mayores, Año II, N° 11, 1994.
    7. Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
      pampa", en Clarín, 5 de noviembre de 2000.
    8. Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
      América pródiga", en Clarín, 19 de
      noviembre de 2000.
    9. Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó el
      mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de
      2000.
    10. Beltrán, Mónica: "La primera escuela
      gallega que enseña a chicos argentinos", en
      Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de 1999.
    11. Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces", en
      Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de 2001.
    12. Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En la
      cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires, 11 de
      mayo de 1998.
    13. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en
      el mundo, Edición Mercosur.
      Buenos Aires, 3-9 de septiembre de 2001.
    14. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en
      el mundo, Edición Mercosur.
      Buenos Aires, 14-20 de febrero de 2000.
    15. En La Capital de Mar del Plata.
    16. Morandini, Norma: "Tierra de exilio", en
      Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de 2001.
    17. S/F: "Pérez Millán", en Revista
      Mayores, Año II, N° 11, 1994.
    18. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
      empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del Plata, 26 de
      noviembre de 2000.
    19. Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió ser
      mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de julio de
      1998.
    20. S/F: "José Cameán Parcero. Un vecino de
      Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero gallego,
      N° 2, Abril de 1998.
    21. Seoane, Luis, en el video de la
      muestra "Luis
      Seoane. Pinturas, dibujos y
      grabados", en el Museo de Arte Moderno,
      junio 2000.
    22. Alonso, Rodolfo: Entrevista
      en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL,
      1980.
    23. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
      nuestra historia", en La Prensa Buenos Aires, 18 de julio de
      1999.
    24. S/F: "Un periodista loco por la gaita", en
      Clarín, 26 de septiembre de 1997.
    25. S/F: "Astor Piazzolla. Alma de bandoneón", en
      La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000.
    26. Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
      del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires, 7 de
      marzo de 2004.
    27. Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco
      Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos Aires, 2
      de septiembre de 2001.
    28. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
      Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
      1994.
    29. Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en
      Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
      1999.
    30. Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
      en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
      2000.
    31. S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago", en
      La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de 2000.
    32. D’Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra
      de uno", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de
      1999.
    33. Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G.
      R.
    34. Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en "La
      vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
      septiembre de 1998.
    35. Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en
      "Testimonios", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre
      de 1998.
    36. Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
      tomado por la memoria",
      en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de
      1999.
    37. Muleiro, Vicente: "El mirador", en Clarín,
      Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998.
    38. Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas
      que sé", en La Nación Revista, Buenos Aires, 29
      de diciembre de 2002.
    39. Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
      en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
      2000.
    40. Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en Floresta y
      su mundo. Año 9, N° 106. Febrero de
      1999.
    41. García Merou, Martín: Recuerdos
      literarios. Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta.
      Buenos Aires, Rudeba, 1973.
    42. Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
      Villafañe, Javier: Antología. Obra y
      recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
    43. Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de carácter", en La Nación, Buenos
      Aires, 28 de marzo de 2004.
    44. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
      Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de 2000.
    45. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
      amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
      2002.
    46. Becker, Miriam: "La última idische mame", en
      La Nación Revista, 23 de marzo de 1997.
    47. Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
      5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de
      noviembre de 1998.

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter