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El malestar en la globalización



    Joseph E. Stiglitz

    1. Datos del
      Autor
    2. Prólogo
    3. Capítulo I: La promesa
      de las instituciones globales
    4. Capítulo II: Promesas
      rotas
    5. Capítulo III:
      ¿Libertad de elegir?
    6. Capítulo IV: La crisis
      del este asiático.
    7. Capítulo V:
      ¿Quién perdió a Rusia?
    8. Capítulo VI: Leyes
      comerciales injustas y otros agravios
    9. Capítulo VII: Mejores
      caminos hacia el mercado
    10. Capítulo VIII: La otra
      agenda del FMI
    11. Capítulo IX: Camino hacia
      el futuro

    Datos
    del Autor

    Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001 y
    vicepresidente senior del Banco Mundial,
    vivió y presenció desde las primeras butacas los
    efectos nocivos que trae consigo la aplicación, en el
    marco de la
    globalización, de políticas
    económicas manipuladas por intereses financieros e
    ideológicos. El autor sostiene que la globalización, en sí, no es buena ni
    mala: si beneficia o golpea a los países y a sus
    habitantes, depende exclusivamente de sus administradores y
    árbitros. Entonces, el autor da comienzo a la dura
    crítica a las instituciones
    económicas mundiales.

    Según Stiglitz, el Fondo Monetario
    Internacional traicionó los ideales que lo fundaron, y
    gracias a su concepción de la perfección de los
    mercados
    hundió en la pobreza y el
    caos a aquellos que eran los más pobres dentro de los
    pobres. Desde el caso etíope, pasando por el del este
    asiático y concluyendo con el ruso, se demuestra
    cómo las instituciones
    globales recomendaron aplicar políticas
    desacertadas y estándares que sólo colaboraron a
    exacerbar las crisis y
    llevar al mundo al borde de un colapso económico global.
    La economía
    puede parecer una disciplina muy
    árida, pero un conjunto de buenas políticas
    económicas pueden cambiar la vida de todos los pobres del
    mundo.

    Con mucha razón miles de personas alrededor
    del mundo reclaman por un mundo más justo y equitativo. Y
    reclaman porque advierten que los mercados y los
    Estados están lejos de ser perfectos. Pero el FMI está
    convencido de que los mercados conforman una institución
    perfecta, y de ahí los grandes errores cometidos. Lo grave
    es que no se reconozcan dichos errores y se continúe por
    el mismo camino.

    Liberización de los mercados parece ser el
    primer mandamiento (y el primer error) para aquellos
    países que pretenden huir de la pobreza. Pero es
    hipócrita pretender ayudar a los países
    subdesarrollados obligándoles a abrir sus mercados para
    ser inundados por productos de
    países industrializados. De la misma manera, se debe dejar
    de coartar el accionar de los Estados cuando éstos busquen
    soluciones
    para apalear la pobreza de sus
    ciudadanos. Hay que lograr que los países en desarrollo
    consigan gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados
    sean justos a la hora de arreglar la economía
    internacional.

    El sistema no
    está enfermo: enfermos están aquellos que lo
    manejan. Reestructurándolo se podrá crear una nueva
    administración que atienda a los reclamos
    de los países desarrollados, pero sobre todo de los
    subdesarrollados; de los ricos, pero sobre todo de los pobres. No
    es justo que más del 50% de la población mundial viva sumida en la
    pobreza, la
    exclusión, el analfabetismo,
    la enfermedad y la miseria. Es inhumano que actualmente unos
    1.200 millones de personas en el mundo vivan con menos de un
    dólar diario, al mismo tiempo que 2.500
    millones de personas vivan con menos de dos dólares
    diarios.

    La globalización no cumplió con lo que
    prometió. La
    globalización no atendió a los desaventajados
    ni permitió un mayor acceso a la información, a la salud y a la educación. Muy por
    el contrario, la brecha entre pobres y ricos creció, y el
    acceso a la información se dificultó. Y por ello
    treparon los índices de corrupción
    y creció la implementación de políticas
    injustas. Es hora, entonces, de que la opinión
    pública tenga conocimiento
    del fin y del accionar de las organizaciones
    globales y de los Estados, para poder
    así reclamar por lo que les corresponde, y reclamar por lo
    que les corresponde a quienes no pueden ya
    reclamar.

    Es un hecho que la globalización es un
    huésped que no tiene planes para abandonar al mundo.
    Será algo beneficioso si queremos, porque nos dará
    tiempo y
    esperanzas de cambiarla. Pero será preocupante si
    continuamos en la misma postura y permanecemos al margen de este
    gran problema mundial.

    El mundo está lejos de resolver sus problemas,
    pero para comenzar a cambiarlo debemos suplir la arquitectura de
    las estructuras
    internacionales y también el esquema mental en torno a la
    globalización. La globalización mal gestionada trae
    consigo pobreza, pero también la amenaza a la identidad de
    los pueblos, su historia y sus valores
    culturales. Se debe lograr un proceso
    globalizador que respete a los pueblos y a sus idiosincrasias.
    Necesitamos entender que no se necesita de guerras
    armamentísticas para generar pobreza o malestar: basta con
    destruir culturas y religiones. Necesitamos
    entender que no sólo socavan la democracia los
    regímenes dictatoriales: la socava también la
    injusticia social.

    Las instituciones internacionales, los Estados y
    todas las demás personas del mundo deben comprender que,
    de continuar el mundo que exacerba las diferencias sociales, a
    largo plazo sólo se alcanzará la quiebra del
    orden mundial. Si elegimos y vamos a vivir en un mundo
    globalizado, no permitamos que se globalice la miseria y la
    desigualdad. No podemos permitir que el FMI culpe a los
    países de no haber sufrido lo suficiente para alcanzar una
    economía de mercado. Hay que
    luchar por el desarrollo
    sostenible de los pueblos: un desarrollo que
    no necesite del sufrimiento de los mismos para ser
    alcanzado.

    Las esperanzas no son nulas. Un cambio en el
    seno del Banco Mundial
    (tal vez no tan grande ni tan radical, pero cambio para
    bien, al fin) se dio a partir de la crisis del
    este asiático –o incluso algunos años
    antes–. El BM comprendió que era él quien
    debía ocuparse del desarrollo de los pueblos, de la ayuda
    para concretar ese desarrollo y consecuentemente, de la
    erradicación la pobreza.

    Para dar el primer paso en pro de la
    reformulación de la globalización es necesario que
    admitamos los errores que cometimos y que aprendamos de ellos.
    Pero ¿cómo aprender de los errores que no
    reconocemos? No basta sólo con las buenas intenciones y
    mucha voluntad de un puñado de ONGs. Es necesario que las
    instituciones globales y los Estados abandonen esa postura de
    infalibilidad que los caracteriza para poder
    así realizar un importante avance hacia una
    globalización más humana.

    Es necesario un debate abierto
    y sincero sobre las estrategias que
    vayan a aplicarse en los diversos países. Y es necesario
    que dichas estrategias se
    centren en: promover el crecimiento y reducir la pobreza; en
    trabajar con los Gobiernos de los países en desarrollo y
    desarrollados para atender a las inquietudes tanto del primer
    mundo como del mundo subdesarrollado, y en lograr la
    cooperación de la comunidad
    financiera internacional.

    Debemos llegar a un punto en donde los pobres
    compartan las ganancias del país donde viven cuando
    éste crece, y que los ricos de dicho país compartan
    las penurias sociales en momentos de crisis. Debemos llegar a un
    punto en donde los pobres reciban aquello que es suyo. Debemos
    llegar a un punto en donde se atienda de la misma manera a
    poderosos y pobres. En fin, debemos llegar a un mundo justo y
    humano.

    Entendamos que el desarrollo no consiste en el
    enriquecimiento de un puñado de individuos. Como expresa
    el autor "(…) no consiste en traer a Prada y Benetton, Ralph
    Lauren o Louis Vuitton para los ricos de las ciudades,
    abandonando a los pobres del campo a su miseria". El desarrollo
    consiste en transformar las sociedades sin
    destruirlas, mejorar las vidas de los pobres, permitir que todos
    tengan la oportunidad de salir adelante y permitir el acceso de
    todos a la salud y sobre
    todo a la educación.

    Comencemos por abordar el modesto sueño de un
    mundo menos pobre. Y luego estaremos en condiciones de pensar y
    de luchar por un mundo sin pobreza.

    Es éste el malestar en la
    globalización
    . Un malestar que terminará siendo
    enfermedad sino se lo cura. Pero si logramos curarlo, entonces
    estaremos en condiciones de afirmar que el malestar no
    habrá sido en vano.

    "EL MALESTAR EN LA
    GLOBALIZACIÓN"

    Resumen

    Globalización. Un término polémico, en
    boca de todos: amado por unos, repudiado por otros… En los
    últimos años, y sobre todo luego del fin de la
    Guerra
    Fría a finales de la década del ’80, el
    término globalización ha sonado constantemente,
    sobre todo en aquellos países en los que, gracias a este
    fenómeno, miles de economías han quedado
    devastadas. Sin embargo, es curioso que la globalización
    no haya actuado de la misma manera en todos los países del
    mundo…

    Para el autor, la supresión de las barreras al
    libre comercio
    y la integración de las economías
    nacionales al mercado
    internacional, es muy benéfico en el marco de la
    globalización, sobre todos para los más pobres. Por
    desgracia, las decisiones son tomadas por entidades como el
    Banco Mundial,
    o países como los Estados Unidos de
    América; decisiones que encajan con los
    intereses o creencias de personas que manejan a "estos grandes".
    Claro está, el problema difícilmente se
    resolverá, sobre todo porque los intereses de "ese
    grupo de
    personas" no es hacer a los pobres más ricos…

    Stiglitz pasó más de veinticinco años
    de su vida escribiendo sobre quiebres, gobiernos de las
    corporaciones y apertura y acceso a la información, o lo
    que los economistas conocen como "transparencia". El acceso a la
    información podría eventualmente solucionar parte
    de los conflictos,
    aunque no es suficiente.

    En 1980, cuando China
    comenzó a dar sus primeros pasos en dirección a adoptar una economía de
    mercado, aplicaron políticas graduales, progresivas y
    acertadas, protegiendo siempre su mercado. A lo largo de 20
    años quedó comprobado que las políticas
    chinas eran admirables.

    En este sentido, algo muy positivo sería vender los
    monopolios públicos a empresas privadas
    (lo que comúnmente se denomina como "privatización"). La competencia que
    se genera es provechosa, sobre todo, para los consumidores. Sin
    embargo, el estado no
    puede privatizar absolutamente todo.

    Hoy por hoy, se dejó de creer en la
    perfección de los mercados, es decir, mercados sin
    riesgos, sin
    desempleo o
    con problemas
    solucionables sencillamente. No obstante, las políticas
    recetadas por el FMI a los "países quebrados" se basan en
    la creencia de la perfección del mercado, no permitiendo
    las intervenciones de gobierno para que
    éste trabaje en pro del bienestar de todos.

    Paradójicamente, las organizaciones o
    instituciones internacionales, fueron creadas para: *orientar a
    los países al desarrollo; *administrar en tiempos de
    crisis; y *facilitar la transición económica. La
    opinión
    pública desconoce el fin de estas organizaciones, y es
    por eso que se necesita una mayor transparencia en el mundo y una
    mayor información sobre las instituciones
    internacionales.

    Tanto los mercados, como así también los
    estados poseen graves falencias, pero complementándose
    pueden "crear" una nueva administración de los países,
    administraciones más eficientes, sobre todo en aquellos
    países del sur del mundo donde existen los mayores
    problemas.

    Ciertamente, el mundo está lejos de solucionar sus
    problemas. Para comenzar, el Fondo Monetario
    Internacional diseña y aplica políticas
    económicas, que se caracterizan por ser desacertadas,
    estándares y anticuadas… Se emplea la misma receta para
    China, para
    Uganda o Bolivia, sin
    tener en cuenta la mínima consideración por la
    diversidad de los pueblos. En organizaciones como ésta, se
    evade día a día la discusión; no hay lugar
    para ella y, acostumbrados a esto, pretenden que China, Uganda,
    Bolivia o
    cualquier país, víctima de estas recetas, agachen
    sus cabezas "sin chistar". Comenta el autor que ninguno de los
    "altos rangos" de la
    organización en cuestión cuestionaban siquiera
    estas cosas… El dinero que
    cobrarían manejaba sus mentes y su corazón.

    Las "políticas de ajuste estructural" del FMI,
    empleadas para ayudar a un país sólo le
    enseñaban a ajustarse ante la crisis, provocaron hambre y
    disturbios en muchos rincones del mundo, y cuando "tuvieron
    éxito",
    sólo fue para el 10% de los "pudientes" de la población. Cuando los fracasos estaban a la
    vista, el FMI respondía que el sufrimiento era necesario
    para que las políticas económicas implementadas
    tuvieran efecto a largo plazo. Sin duda es necesario "pasar la
    tormenta" para ver el sol, pero lo
    sufrido por los países del tercer mundo superó
    ampliamente al "dolor requerido" para incorporarse al mundo
    globalizado. Era imposible que estos países no
    reaccionaran ante estas injustas políticas e,
    indiscutiblemente, ante la desigualdad del sistema comercial
    mundial que exige a los países tercermundistas abrir las
    puertas de sus mercados para ingresar los productos del
    primer mundo. Esto sólo provoco más riqueza para
    los ricos y más pobreza y enojo para los pobres.

    Tenemos que ser concientes de que vivimos en un mismo
    mundo, y las políticas implementadas deben atender a todos
    por igual. Deben ser justas y equitativas y basarse en la
    justicia
    social.

    Nuevamente, hacemos hincapié en la posibilidad de
    que el acceso de todos a la información ayude a establecer
    políticas más justas.

    Capítulo I: La promesa de las instituciones
    globales (Pp. 29-52)

    Las protestas contra las políticas implementadas por
    organizaciones e instituciones internacionales no son una
    novedad. Lo nuevo hoy es lo que acontece en el primer mundo: la
    preocupación por la ola de condenas, la
    preocupación de políticos y el dubio de la
    implementación de la globalización en el mundo.
    Como se puede comprobar, la globalización no
    atendió ni dio ventajas a aquellos que las necesitaban.
    Sin lugar a dudas, muchos viven mejor de lo que vivían, y
    las exportaciones se
    fomentaron, y muchos países se enriquecieron. La
    globalización permitió un mayor acceso a la
    información y a la educación, a la
    unión de activistas de todo el mundo por medio de la
    red que
    logró presionar a muchos estados del mundo en diversas
    temáticas; ayudó asimismo a la condonación
    de las deudas de países del tercer mundo, y
    propició la ayuda exterior. Está claro que la
    globalización deberá ser aceptada por los
    países del tercer mundo, aunque se resistan a aceptarla.
    Ahora bien, y a pesar de todos los adelantos: ¿cumple la
    globalización con las promesas del beneficio
    económico?

    Como se expone más adelante, unos 1.200 millones de
    personas en el mundo viven con menos de 1 U$S diario. Hacia 1990,
    eran apenas 100 millones, a pesar de que la renta mundial
    subía en un 2,5% anual. El problema reside en que los
    países con problemas políticos, sociales y
    económicos, no pueden atraer a inversores y cada vez se
    aleja más la posibilidad de fomentar un desarrollo
    sostenido.

    Como es de público conocimiento,
    los países ricos exigieron a los pobres eliminar sus
    barreras comerciales aunque, claro está, ellos las
    mantuvieron al igual que las cuotas a productos exportados desde
    el tercer mundo y los subsidios agrarios. De la misma manera, se
    incentivó la idea de "propiedad
    intelectual" y, a modo de ejemplo, los farmacéuticos del
    sur del mundo no pudieron fabricar más esos medicamentos a
    bajo costo para su
    gente. Sobre el flagelo de las pandemias como la del HIV/SIDA, los
    precios de los
    medicamentos aumentaron su precio de
    forma abrupta, y esto acrecentó a un ritmo veloz la
    expansión de la pobreza. A esto se le sumaba violencia
    urbana en Latinoamérica, conflictos
    étnicos en el África y golpes de estado en
    Centroamérica.

    Por otro lado, el FMI parecía habitante de "otro
    mundo". En respuesta a estos gravísimos problemas,
    salieron los prestamistas internacionales que, a cambio "de su
    ayuda", fijaron "ciertas condiciones", o lo que comúnmente
    se denomina "condicionalidad". La globalización estaba
    causando estragos.

    Ahora bien, ¿es justo culpar a la
    globalización de los problemas mundiales? A decir verdad,
    la globalización en sí misma no es ni buena ni
    mala. Depende de quién la dirija y controle: la
    globalización puede provocar graves daños o traer
    grandes beneficios. Pero, ¿qué es la
    globalización? Consiste, básicamente, en la
    integración más estrecha de los
    países y pueblos del mundo, provocada por la
    reducción de los costos del
    transporte y
    la
    comunicación, y el desmantelamiento de barreras
    artificiales a los flujos de bienes,
    servicios,
    tecnología, conocimientos –en menor
    grado–, y personas a través de las fronteras
    . El
    proceso de
    globalización fue impulsado por corporaciones
    internacionales, principalmente, en la esfera económica,
    por tres de ellas: el FMI (Fondo Monetario Internacional), la
    OMC (Organización Mundial del Comercio) y el
    BM (Banco Mundial).
    El FMI y el BM fueron fundados en 1944: el primero tenía
    la responsabilidad de crear la estabilidad
    económica mundial e impedir otra crisis como la de 1930 en
    los Estados Unidos.
    El BM –cuyo nombre original era "Banco Internacional para
    la Reconstrucción y el Desarrollo"– se
    encargaría de la reconstrucción de los
    países destruidos por las Grandes Guerras y el
    colonialismo, y acompañarlos en su camino hacia el
    desarrollo. La estabilidad política
    estaría en manos de la
    Organización de las Naciones Unidas
    (ONU).

    Hagamos ahora una mirada introspectiva en el BM. En 1968 se
    nombra presidente de esta entidad a Robert McNamara. Afectado por
    la pobreza que había contemplado en el tercer mundo,
    pidió ayuda al economista Chenery, nombrado economista
    jefe, para erradicar la pobreza. Este último
    congregó a un grupo de
    economistas de primera categoría para que trabajaran con
    miras a cumplir con el objetivo que
    se le había confiado. Pero con el cambio de guardia, en
    1981, fue nombrado jefe del BM William Clausen, y una nueva
    economista jefe: Anne Krueger. Era especialista en comercio
    internacional, reconocida por sus estudios sobre
    "búsquedas de rentas" que explicaban cómo los
    intereses creados recurren a los aranceles y
    otras medidas proteccionistas para expandir sus rentas a
    expensas de otros.

    Con estos cambios de aire en el Banco
    Mundial, el FMI comienza a ser manejado enteramente por el G-7. A
    partir de ese momento, muchas recomendaciones de la entidad
    contribuyeron a la estabilidad global, pero, igualmente, se
    vivía en un mundo muy injusto. Se necesitaba una organización que regulase las relaciones
    comerciales, facilitase el libre flujo de bienes y
    servicios y no
    permitiese depresiones económicas. Nace así, en
    1995, la OMC.

    La OMC no fija las reglas dentro del mundo comercial, sino
    que dispone de la infraestructura necesaria para la
    creación de foros y debates, y se encarga de que las
    decisiones o acuerdos resultantes de dichos encuentros sean
    cumplidos.

    El principal precedente de la fundación de la OMC se
    remonta hacia 1980, cuando se firmó el "Consenso de
    Washington", en la ciudad homónima, por el FMI, el BM y el
    Tesoro de los Estados Unidos. Esto marcó el comienzo de un
    nuevo enfoque a los problemas de América
    Latina, que luego se aplicó a todos los países
    pobres del hemisferio sur.

    Sin embargo, como se especificó anteriormente, en
    1981 cambia la presidencia en el FMI, y las recomendaciones
    fueron la rápida liberación del mercado…
    Así la brecha entre pobres y ricos se
    ensanchó.

    Capítulo II: Promesas rotas (Pp.
    53-88)

    Actualmente todo es pensado para evitar el contacto
    físico. En las guerras, las bombas se tiran
    desde 15.000 mts. de altura, al igual que las políticas
    económicas se piensan y aplican por personas que residen
    en un hotel de 5 estrellas, muy
    lejos de las personas que quedarán destruidas, más
    allá de que el lema del Banco Mundial sea "nuestro
    sueño es un mundo sin pobreza"…

    Traducido a números, actualmente unos 1.200 millones
    de personas en el mundo viven con menos de 1 U$S diario, al mismo
    tiempo que 2.500 millones de personas viven con menos de 2 U$S
    diarios. Suman, las dos partes, más de un 60% de la
    población mundial… Cerca de 4.000 millones de personas
    habitan en la pobreza más total. 4.000, de 6.000 millones
    de habitantes en el mundo.

    Comenta Stiglitz que en su primer día como
    vicepresidente senior del Banco Mundial concibió la
    idea de reducir la pobreza mediante: *estrategias más
    eficaces para promover el crecimiento y reducir la pobreza;
    *trabajar con los gobiernos de los países en desarrollo
    para aplicar dichas estrategias; y *hacer todo lo que pudiese en
    los países desarrollados a favor de los intereses e
    inquietudes del mundo subdesarrollado, presionando para que abran
    sus mercados o presten una asistencia efectiva mayor.
    Sabía que su tarea sería ardua, pero no que los
    obstáculos a afrontar serían seres humanos de la
    "institución hermana": el FMI.

    Etiopía y la lucha entre la política del poder y
    la pobreza

    Mucho antes de 1997, al este de continente africano, la
    situación de un país en especial era
    catastrófica. El ingreso anual per capita
    era de U$S 110, y dos millones de personas habían muerto
    por sequías y hambrunas.

    Hasta 1991, gobernó este país africano un
    marxista: Mengistu Haite Mariam, que fue derrocado por guerrillas
    opositoras, comandadas en aquel entonces por Menes Zenawi, en
    1997, Primer Ministro de Etiopía. Este último, muy
    honrado y comprometido con la descentralización del poder, llevó a
    su país, en 1993, a una estable democracia y
    le permitió, en el mismo año, la declaración
    de independencia
    a la actual Eritrea. Sin embargo, y a pesar de todos estos
    adelantos, la situación de los derechos humanos
    era aún precaria.

    Años más tarde, en 1997, se acrecentaba una
    disputa entre el FMI y el BM contra Menes, a pesar de que las
    condiciones económicas de Etiopía eran
    inmejorables. La inflación prácticamente era
    inexistente: se trabajaba en pro del crecimiento y los
    índices de desempleo bajaban
    día a día. Esto, sin lugar a dudas, era muy
    importante para el Fondo, ya que si existiera la inflación
    significaría que los gobiernos gastan más de lo que
    recaudan por impuestos.
    También para los economistas esto es así, ya que
    consideran que dada la inflación y el estancamiento del
    desarrollo, "el esquema macroeconómico sería
    desastroso". Cuando ocurre esto último, el FMI suspende la
    ayuda económica.

    Sin embargo, Etiopía gozaba de un cuadro
    económico satisfactorio, se dedicaba a los pobres,
    desarrollaba una estrategia de
    desarrollo rural y había reducido los gastos militares.
    Era un país merecedor de ayuda exterior;
    paradójicamente, el Fondo adujo a que estaban preocupados
    por la situación presupuestaria etíope. Al recibir
    ayuda extranjera, eran prácticamente esos sus ingresos, y al
    FMI le preocupó que se agotara esta ayuda.

    Menes, con dicha ayuda, construía escuelas y
    hospitales, en vez de resguardar parte de ésta para
    reservas. El FMI, seguía mostrando sus preocupaciones,
    aunque para el Primer Ministro no tenía sentido…
    Había luchado 17 años por su pueblo, y no
    accedería a irracionales recomendaciones de un grupo de
    burócratas. La postura del FMI era, ciertamente,
    disparatada, sobre todo porque en el caso etíope
    quedó demostrado que la asistencia internacional era
    más estable que los ingresos
    fiscales. En conclusión: el Fondo planteaba algo carente
    de sentido; si los impuestos y la
    cooperación internacional no son ingresos, entonces
    todos los países se encontrarían en
    problemas. En todo caso, Etiopía "no tenía, ni
    debía" dale explicaciones al Fondo debido a que le
    pagaría la suma total de lo prestado, y a
    término.

    Pero, claro está, los intereses del Fondo eran otros
    muy distintos, y eran éstos precisamente los que causaban
    las tensas relaciones entre esta entidad y Etiopía. El FMI
    pretendía que Etiopía abriese sus mercados
    financieros a la competencia
    occidental y dividiese su mayor banco en diversas fracciones, que
    difícilmente soportarían a competidores como
    Citybank o Travelers. Y, aunque esto hubiera sucedido, el
    dinero de
    estos bancos
    iría a manos de grandes empresarios, y no para los pobres
    agricultores etíopes. Ciertamente, y con razón,
    Etiopía no cedía a las presiones. No quería
    vivir la experiencia de su hermana Kenya que, luego de ceder a
    las presiones del Fondo, catorce bancos quebraron
    entre 1993 y 1994. Como era de esperarse, el Fondo
    suspendió su ayuda. Por suerte, el Banco Mundial,
    triplicó su asistencia económica a Etiopía,
    aunque pasaron meses hasta que el Fondo suavizara su postura para
    con el pobre país africano.

    Desde hace mucho tiempo, acerca de las decisiones tomadas por
    el Fondo no hay debate
    público ni mucho menos y, lo que es peor, poseen un escaso
    conocimiento de las economías mundiales, comenzando por la
    de los Estados Unidos. Pero los Estados Unidos se puede dar el
    lujo de desatender estas recomendaciones sin sufrir
    represarías, cosa que no pueden hacer los países
    tercermundistas. A modo de ejemplo, para el FMI no existen
    imperfecciones en el mercado, como el desempleo o el paro. Si
    para el FMI la demanda iguala
    a la oferta,
    entonces no hay cabida para el paro o el desempleo. Dicho de otra
    manera: según el fundamentalismo de mercado, los mercados
    funcionan a la perfección y la deuda debe igualar a
    la oferta.
    Entonces ¿a que atribuyen dichos "desperfectos"? La
    primera víctima es el Estado y
    sus políticas.

    Para ilustrar con un ejemplo, alrededor de 1996 asedió
    a Botsuana una sequía que trajo innumerables muertes y
    arruinó el sector ganadero del país. El FMI propuso
    "su receta", y Botsuana prefirió desatender dichas
    recomendaciones, y ajustarse el cinturón hasta recobrarse.
    A pesar de dichos ajustes, no se conoció
    prácticamente el descontento social que hubiese provocado
    un acuerdo del gobierno con el
    Fondo. En apenas cuatro meses, Botsuana se había
    recuperado.

    Según el FMI, no son ellos los que dictan "las
    recetas", sino que son negociadas, aunque éste es un
    débil argumento considerando la desigualdad de dichas
    negociaciones: un país desesperado por un
    préstamo sucumbirá fácilmente a las
    presiones del Fondo, a excepción de unos pocos. Lo que es
    peor es que el país desesperado por dinero no
    podrá recibir préstamos de otros donantes (BM, UE y
    países independientes) si el FMI no lo autoriza.

    Otro de los tantos aspectos a considerar son las condonaciones
    de las deudas. Si el FMI no está de acuerdo con el
    plan
    económico implementado en un determinado país, no
    hay lugar para la condonación. Esto otorga al FMI un gran
    poder, y ellos lo saben. Si un país cliente desea
    establecer un contrato con el
    Fondo, debería someterse a la voluntad del mismo.
    Entonces, el FMI le dirá qué hacer, de qué
    manera hacerlo, qué leyes dictar para
    cumplirlo, etc. Para esto, establece plazos de 30, 60 ó 90
    días. Son éstas las llamadas "condiciones". Pero
    aparece también un término empleado a menudo por el
    FMI: la "condicionalidad". Consisten en condiciones más
    rigurosas que a menudo convierten al préstamo en herramientas
    políticas, en herramientas
    de presión.

    Igualmente, algo que el FMI hace recurrentemente es sugerir
    –por no decir obligar– que los Bancos
    Centrales se ocupen pura y exclusivamente de la inflación.
    ¿Y el paro, el desempleo, los préstamos a personas
    de escasos recursos, el
    crecimiento, el desarrollo?

    Pero las recomendaciones del Fondo parecen no funcionar. Las
    buenas políticas no se compran, y la condicionalidad no
    garantiza que el dinero sea
    gastado correctamente ya que el dinero que entra con un objetivo
    libera a otro para un objetivo distinto. Por ejemplo, si al
    Presidente de un país se le ocurriese construir un camino
    que desemboque en su casa, pero existe la necesidad de crear
    camino para que los agricultores lleguen a sus campos, el Banco
    optará por el beneficio de los muchos. Una vez construido
    el camino, el Estado no
    tendrá sobre sus espaldas la responsabilidad de crear un camino para los
    agricultores, y así destina dinero de sus fondos para la
    construcción de un camino para llegar a la
    casa del Presidente.

    A pesar de todo los "contra" de la liberización de los
    mercados, el Fondo insistía en este punto, y eran sus
    programas de
    préstamos una evidente base de manejos políticos.
    Por ejemplo, el Fondo suspendió el modesto programa de ayuda
    a Kenya, aduciendo a la gran corrupción
    que envolvía al país. Si bien era esto cierto, a
    Rusia no le suspendieron los préstamos, y Rusia es un
    país con altos índices de corrupción. Pero
    claro, Kenya no posee armas
    nucleares.

    Otro punto en el que el Fondo insistía, eran las
    privatizaciones, propiciadas, en parte, por el hecho de que el
    Fondo consideraba que si un Estado administra las empresas no
    podrá aislarse de las presiones políticas.

    Veamos ahora cómo el Fondo aplica sus recetas. Antes de
    visitar un país cliente, el FMI
    redacta un borrador; en realidad, copia la mayor parte de una
    receta estándar, y la pega en el nuevo borrador. Para ser
    justos con el FMI, hay poco tiempo para debatir francamente y
    construir los informes sobre
    el consenso, pero el Fondo, por ejemplo, estuvo años
    tratando con la situación económica africana, y hoy
    África es uno de los continentes más pobres del
    mundo.

    Sin embargo, si lo que se busca es que el país asuma
    los programas, se
    deben basar en el consenso, y no deben ser programas obligados
    por el Fondo. Se debe abandonar la condicionalidad, y se debe
    aplicar la "selectividad", es decir, retribuir con más
    fondos a los países que demuestren el correcto uso del
    dinero, e incentivarlos para que lo sigan haciendo.

    Entre otros problemas del Fondo, se encuentra el de la
    carencia de transparencia y, al no existir una ley sobre la
    libertad de
    información, ningún ciudadano del mundo puede
    apelar a ella para acceder a los documentos o
    informes del
    Fondo.

    Capítulo
    III: ¿
    Libertad de
    elegir? (Pp. 89-131)

    Los gobiernos podrían mejorar sus políticas
    económicas, sobre todo si dieran margen a las
    privatizaciones de empresas y se encargaran de proveer servicios
    públicos esenciales en vez de administrar empresas.

    El problema radica en el hecho de que si la privatización se convierte en un fin y se
    excluyen políticas –de bienestar social– para
    aplicar luego de las privatizaciones, es imposible el crecimiento
    equitativo y sostenible.

    Privatización

    Desgraciadamente, tanto en las políticas del Fondo como
    en las del Banco Mundial, se incentivaba a una
    privatización extremadamente rápida, dejando a los
    países en "ese" tiempo para planear las políticas a
    aplicar, post privatización. De la misma manera, el FMI da
    por sentado que los mercados satisfacen todas las necesidades,
    cuando en realidad es el Estado que satisface las necesidades de
    los más pobres. Los innumerables problemas se
    acentúan aún más cuando una empresa
    compra a una pública y convence al Estado de concederles
    el monopolio. Las
    tarifas son sumamente abultadas, sin lugar a dudas, por el poder
    que les otorga el monopolio de
    fijar los precios ante
    la carencia de competencia.

    Otro problema que acarrea la privatización es el del
    desempleo. Al necesitar empleados jóvenes, despiden a los
    de mayor antigüedad con bajas indemnizaciones, y contrata a
    los nuevos por escasísimos sueldos. A esto se le suma una
    gran cantidad de costes sociales que rara vez se solucionan en
    poco tiempo.

    En algunos países, las privatizaciones han empeorado
    mucho las cosas ya que, generalmente, traen a una
    compañera de la mano: la corrupción.

    Liberización

    La "liberización" consiste en la supresión de
    interferencia pública en los mercados
    financieros, de capitales, y las barreras comerciales. Los
    efectos de esta política pueden ser perniciosos; hasta el
    FMI ha reconocido que ha insistido en ella excesivamente.

    La aplicación de la liberización
    contribuyó a crisis financieras globales en la
    década del ’90, y fue devastadora en pequeños
    y pobres países. Por el contrario, los países del
    este asiático se fueron abriendo progresivamente a la
    liberización, y la globalización fue aprovechada
    para la exportación de sus productos.

    En los foros de la OMC, los Estados Unidos y el FMI presionan
    cada vez más con la liberización de los mercados
    mundiales, y si no la cumplen determinados países, el FMI
    procede a suspender los préstamos.

    La recesión económica y las crisis bancarias son
    sólo algunos de los síntomas de la apertura de los
    mercados en países pobres, ya que no existe el tiempo
    necesario para establecer las políticas adecuadas para
    fortalecer sus propios mercados.

    Lo que resulta peor es la liberización del mercado de
    capitales que controlan el flujo de dinero caliente
    –dinero que entra y sale con rapidez en cortos plazos de
    tiempo– que entra o sale de un país. Si pensamos en
    las malas condiciones de los países subdesarrollados para
    que ciertas empresas inviertan, y a esto le sumamos la
    liberización del mercado de
    capitales, las consecuencias son catastróficas. Para
    evitar situaciones desfavorables, entonces, se les recomienda a
    los países apartar a sus reservas la misma suma de dinero
    que recibió una empresa, a corto
    plazo, y en forma de divisas.

    Para comprender mejor esto, ponemos un ejemplo. Si el Tesoro
    norteamericano hace un préstamo a corto plazo de 100
    millones de U$S, con un 18% de interés, a
    una empresa de
    un país en vías de desarrollo, el gobierno de dicho
    país deberá reservar el mismo monto de dinero. Pero
    el problema es el siguiente: el país no puede reservar
    dicha cantidad, y ¿a quién acude? Sí. Al
    Tesoro de los Estados Unidos que le prestará los 100
    millones de U$S con un 4% de interés.
    Para éste último significa un gran negociado:
    recibirá la suma de 200 millones de U$S, más un
    alto porcentaje de intereses. Anualmente, los Estados Unidos
    recaudan alrededor de 14 millones de U$S sólo en
    intereses.

    El problema, todavía peor, es que las empresas que
    piden dichos préstamos pertenecen al sector privado y es
    el Estado quien debe ajustar sus reservas.

    El papel de la
    inversión extranjera

    Como se plasmó en el Consenso de Washington, la
    inversión
    extranjera es sumamente importante y uno de los tres pilares
    de dicho Consenso. En muchos casos, la inversión
    extranjera ha cumplido un importante papel en
    muchos países, aunque los aspectos negativos son reales. A
    menudo, de la mano de dicha cooperación extranjera se
    instalan en un determinado país "multinacionales" que
    desplazan a las pequeñas y medianas empresas y tiendas o
    almacenes.

    Si bien es cierto que muchas personas perderán sus
    fuentes de
    ingresos, las multinacionales ofrecen sus productos a bajos
    precios, lo que es provechoso para los "consumidores
    tercermundistas" que conviven a diario con la subsistencia. Pero
    para los críticos, no es éste el único punto
    de vista por analizar. En ausencia de estrictas leyes que regulen
    la competencia, a medida que las multinacionales vayan eliminando
    a sus competidores locales, reinará el monopolio, y los
    precios serán establecidos de acuerdo a sus intereses. Los
    benéficos "bajos precios" pasarán a ser sólo
    una ilusión.

    Otro gran riesgo consiste
    en dejarle la banca de un
    país a bancos de otros, como pasó en Argentina antes
    de 2001. Sin lugar a dudas, los bancos extranjeros
    brindarán mejores servicios y más seguridad en los
    depósitos, pero lo cierto también es que
    beneficiarán a multinacionales y no a pequeñas,
    medianas empresas o microempredimientos. Como se verá, el
    desafío no es crear bancos seguros y
    solventes, sino bancos seguros y
    solventes que ayuden a crecer.

    Las "cláusulas de acuerdo firme de compra", los
    sobornos por parte de empresas para los gobiernos o la
    corrupción en general, en contadas ocasiones hacen las
    veces de "aceite" para las maquinarias que montan las
    multinacionales. Como se aprecia, son éstos algunos de los
    tantos contra de la presencia de la inversión extranjera en un determinado
    país.

    En pocas palabras, si se pretende ayuda extranjera inmediata,
    el precio
    será la socavación de los procesos
    democráticos. Además, estas inversiones
    pueden colaborar a desarrollar una determinada región del
    país, y no la totalidad del mismo, y crear así una
    "economía dual", o una economía con bolsas de
    riqueza; si bien puede ser esto positivo en algunos aspectos, no
    es ésta una economía desarrollada. De hecho, el
    flujo de recursos puede
    causar la llamada "enfermedad holandesa" cuyo síntoma es
    el estancamiento del desarrollo. La entrada de capital lleva
    a una apreciación de la moneda, que abarata las importaciones y
    encarece las exportaciones.
    Muy por el contrario a lo que resulta saludable para los
    países subdesarrollados, el FMI "recomendaba" hacer,
    precisamente, aquello que no se debía hacer.

    Secuencia y ritmos

    De todos los desatinos del FMI, la falta de sensibilidad ante
    los grandes contextos sociales es el peor. No obstante, todos los
    errores del Fondo, que son en realidad sus propuestas, afectan
    exclusivamente a los más pobres de la parte del mundo
    más pobre.

    En líneas generales, es importante la eficiencia de
    mercado, pero es menester evaluar cuáles serán los
    costos sociales
    y, a menudo, el FMI no comprende que no sólo
    políticas económicas deben ser tomadas por los
    Estados para la apertura de sus mercados y llegar al desarrollo:
    para que los pueblos se desarrollen, es necesario primero
    transformar a las sociedades
    mediante la educación. Pero para
    el Fondo, la educación gratuita significa
    disminución de ingresos fiscales; empero, a pesar de lo
    que la entidad opine, Uganda, por ejemplo, brinda
    educación primaria gratuita a su gente. Como quedó
    comprobado, la situación social de niñas y mujeres
    mejoró considerablemente, y los índices de
    alfabetización ascendieron.

    Para concluir: una inflación moderada no es el ideal
    para crear un ámbito propicio para la inversión,
    pero la violencia y
    las contiendas civiles son peores. Pero, desgraciadamente, en los
    celosos cálculos de la macroeconomía del FMI, con
    frecuencia no hay sitio para tales inquietudes.

    Economía de la filtración

    Afortunadamente, con el paso del tiempo, se comenzó a
    reconocer que existe un "contrato social"
    que vincula a los ciudadanos entre sí y con su Estado. Una
    parte de este contrato,
    contempla la equidad: que los pobres compartan las ganancias de
    la sociedad cuando
    crece, y que los ricos compartan las penurias sociales en
    momentos de crisis. Las políticas del Consenso de
    Washington, no obstante, no prestaron atención a la equidad ya que creían
    en la "economía de la filtración", es decir,
    consideraban que, finalmente, los beneficios del
    crecimiento de un país se filtrarían
    y llegarían a los pobres. Pero esto no fue más que
    una creencia. A modo de ejemplo, Clinton creyó que esto en
    los Estados Unidos jamás funcionaría, y puso en
    funcionamiento planes para ayudar a los pobres. Es obvio que, si
    en Estados Unidos no funcionó, tampoco funcionaría
    en los demás países del mundo.
    Paradójicamente, el Tesoro de los Estados Unidos,
    recomendaba aplicar esta política en otros
    países.

    Como prueba, los países latinoamericanos que aplicaron
    esta política
    económica quedaron destruidos: con más pobres
    de los que tenían, a pesar de las mejoras en la
    economía. Sin embargo, el FMI se vanagloriaba de los
    avances en Latinoamérica en términos de
    reformas de mercado durante la década del ’90. Y
    decimos "se vanagloriaba" porque su mejor alumna, la Argentina, en
    2001 colapsó. Es claro que el crecimiento por sí
    solo no siempre mejora el nivel de vida de la población de
    un país. Además, la política de
    filtración desatiende los problemas de la educación
    y la salud, y esto es nocivo para un Estado. En Tailandia, por
    ejemplo, tras aplicar esta política de filtración,
    la prostitución aumentó y,
    además, se tuvieron que recortar los presupuestos
    para la lucha contra el sida: el que
    había sido uno de los programas más exitosos del
    mundo en la lucha contra el HIV, sufrió un serio
    revés.

    Prioridades y estrategias

    En los planes del FMI, el dinero se destina para salvar bancos
    pero no para la mejora de la educación, la salud o para
    rescatar a desempleados que perdieron sus trabajos luego de sus
    recomendaciones macroeconómicas. El FMI batalla para que
    el Estado no aplique a sus ricos impuestos impositivos altos;
    pero calla cuando a los pobres se les otorga mucho menos del
    dinero que les corresponde por su trabajo. Por ejemplo, el Fondo
    debería impulsar una reforma
    agraria, pero esto supone un cambio en la estructura
    social que perjudicaría a las elites económicas y a
    quienes operan con ellas: las instituciones financieras
    internacionales.

    La cuestión tiene que ver con el impacto de
    políticas concretas. Algunas
    políticas promueven el crecimiento, pero apenas ejercen
    efectos sobre la pobreza; algunas, fomentan el crecimiento, pero
    aumentan la pobreza; otras, en cambio, provocan el crecimiento y
    reducen la pobreza. Estas últimas son las denominadas
    políticas pro pobres. Es necesario
    entender que la pobreza es un legado que pasa de
    generación en generación, porque rara vez padres
    pobres pueden brindarle educación a sus hijos, o rara vez
    padres pobres tienen los suficientes ingresos como para
    calentarse y cocinar en su casa, provocando la tala de árboles
    y la degradación del medio
    ambiente.

    Refiriéndose a los empleos, y a pesar de que los
    trabajadores han luchado por decentes empleos, la política
    del FMI denominada "flexibilidad del mercado laboral"
    sólo augura salarios
    más bajos y menor protección laboral. Una vez
    más, las estrategias del Fondo devastan a la clase media
    –sin hablar de las clases más bajas–, y
    enriquece a un puñado de opulentos.

    Para empeorar la situación, y luego de la
    pérdida de la clase media, la sociedad comienza
    a carecer de personas que clamen por el imperio de la ley, por la
    educación universal, la seguridad
    social y la salud gratuita.

    Otra nociva política recomendada por el FMI es la de
    reducir los salarios a
    aquellos trabajadores que recurran al paro como forma de
    expresión. Como quedó comprobado, es una falsa
    suposición. Se lograrán, sí, más
    puestos de empleo
    –aunque con salarios reducidísimos–, pero se
    incitará al descontento y a la violencia social.

    Como sea, y ya concluyendo, la mayoría de los
    países que abrazaron las políticas del Fondo se
    hundieron en el fracaso. Si, con suerte, algún país
    llegó a mejorarse y a desarrollarse, los beneficios fueron
    a parar a manos de unos pocos (generalmente un 10%, o tal vez
    menos, de la población)., y el desarrollo no fue
    sostenido. Un ejemplo claro es el de Latinoamérica: en los
    años ’70 el crecimiento anual de la región
    era del 5,4%, mientras que descendió al 2,9% luego de las
    reformas del FMI.

    En las agendas del Banco Mundial y del Fondo, los planes para
    el desarrollo eran buenos. Pero ejecutar los planes de desarrollo
    de sus agendas, como por ejemplo la liberización de los
    mercados, sin siquiera tomar precauciones y considerar a las
    sociedades –especialmente a los pobres–, supone
    aplicar políticas que no conducen, por más que se
    quiera, al desarrollo… Muy por el contrario, sumergirán
    a los países en un marcado subdesarrollo,
    tanto económico como humano.

    Capítulo
    IV: La crisis del este asiático. De cómo las
    políticas del FMI llevaron al
    mundo al borde de un
    colapso global (Pp. 133-189)

    El 2 de julio de 1997 se hundió el bath
    tailandés, y así quedo inaugurada la crisis
    económica más grande luego de la gran depresión
    de 1930. La crisis se extendió a los países
    más cercanos y amenazó a América
    Latina y los Estados Unidos. Por desagracia, las
    políticas que quería implementar el FMI, y que de
    hecho implementó, sólo ayudaron a recrudecer y
    empeorar la situación. Esto llevó a miles de
    personas en el mundo a exigir la revisión no sólo
    de las políticas del Fondo sino también de la
    efectividad de la propia organización.

    En perspectiva, las políticas del FMI no sólo
    exacerbaron los problemas en el este asiático sino que, de
    hecho, fueron las responsables de que aparecieran. Sin embargo,
    los países de la región se recuperaron con tal
    rapidez que se conoció al hecho como "el milagro del Este
    asiático".

    En el informe donde se
    explicaba este milagro se llegó a la conclusión de
    que los países asiáticos se habían
    recuperado por no aplicar ciertas políticas del Consenso
    de Washington. Muy por el contrario, esta recuperación se
    debía en gran parte al accionar de los estados. El
    "milagro" era en realidad ficticio; todo lo que habían
    hecho los estados del este asiático fue ahorrar e invertir
    correctamente.

    La crisis no pareció afectar demasiado a Occidente, y
    la postura de Clinton fue la de restarle importancia al grave
    problema y, consecuentemente, no asistir económicamente
    para aliviar la situación. Esto provocó un
    descontento generalizado, sobre todo en Tailandia que en la
    Guerra de Vietnam
    había ofrecido un intenso apoyo a los Estados Unidos.

    Por otro lado, los líderes del BM y el FMI
    compartían la postura de Clinton, mientras que los
    líderes de los países asiáticos con graves
    problemas estaban aterrorizados. Sabían qué medidas
    tomar para recuperarse pero, de ser tomadas, el Fondo los
    condenaría con la retirada del capital
    internacional.

    Malasia fue el único país que se atrevió
    a enfrentar al Fondo y, "sorpresivamente", la recesión de
    dicho país fue la más breve y menos profunda.

    El problema en Corea fue prácticamente mediático
    (comenzaron a expandirse los rumores de que Corea no
    poseía reservas y los bancos extranjeros no les renovaron
    los préstamos), pero el problema en Tailandia fue algo
    peor. Los especuladores (que advirtieron la devaluación de la moneda local –el
    bath–), comenzaron a comprar U$S. Lo que sigue se sabe: el
    valor del bath
    cayó, y para esto el gobierno comenzó a vender sus
    reservas en U$S para evitar la devaluación de la moneda local. Pero
    llegó el momento en que el gobierno se quedó sin la
    divisa norteamericana e, inevitablemente, la moneda local se
    devaluó considerablemente.

    A todo esto el problema se acrecentaba. A modo de respuesta,
    la comunidad
    internacional destinó 95.000 millones de dólares
    (55.000 millones para Corea, 33.000 para Indonesia y 17.000 para
    Malasia), con el propósito de que dichos países
    sostuviesen su tipo de
    cambio. Además, el dinero fue utilizado en parte para
    pagar las deudas de las empresas de estos países para con
    los prestamistas internacionales. Desgraciadamente, los
    más ricos comenzaron a comprar U$S a un cambio favorable y
    comenzó lo que se denomina salida o fuga de
    capitales
    , es decir, los más ricos sacaron sus grandes
    sumas de dinero para depositarlas en bancos internacionales.

    Pero, claro está, estos préstamos traían
    consigo "condiciones" impuestas por el Fondo: en primer lugar se
    debían elevar los impuestos y, seguidamente, recortar el
    gasto
    público. Asimismo, se obligó la
    abolición de los monopolios y a una mayor transparencia.
    En fin, a cambio de ayuda, se debía renunciar a gran parte
    de la soberanía económica.

    Pero la situación no parecía mejorar y las
    divisas siguieron perdiendo valor. El FMI
    culpó a dichos países de no aplicar seriamente las
    políticas recomendadas y, como era de esperarse, los
    inversores huyeron. Paralelamente, el PBI se desplomaba y los
    bancos cerraban. Los paros se multiplicaban y los índices
    de desempleo llegaban a porcentajes altísimos. El
    crecimiento de la pobreza era incontrolable.

    De cómo las políticas del FMI y el Tesoro de
    EE.UU. condujeron a la crisis

    Stiglitz sostiene que fue la liberización de la cuenta
    de capital lo que condujo a más de cien crisis
    económicas alrededor del mundo. Dicha política fue
    impulsada y recomendada por el Fondo pero, lo que es peor
    aún, es que fue fomentada a pesar de que contaban con
    escasas –o nulas– pruebas de
    que, con su aplicación, se lograba el desarrollo
    económico.

    Para el Fondo, el mercado "debe" saber más que nadie y,
    lo que él dice, es palabra sagrada. Poco importa si un
    país se hunde en el subdesarrollo
    o si sus pobres se hacen más pobres… El mercado es el
    que manda.

    Claro que en este punto y en el de la liberización de
    los mercados, el Tesoro de los Estados Unidos, es su fiel y mayor
    aliado…

    La primera ronda de errores

    En 1997, el error inicial fue comparar al este asiático
    con América
    Latina. Las realidades no podrían ser más diversas.
    En primer lugar, los países del este asiáticos no
    sufrían de inflación y en segundo lugar gozaban de
    superávit. El problema residía en el gran
    endeudamiento de las empresas.

    En pocas palabras, los países asiáticos
    tenían muchos elementos para ponderar… y pocos para
    criticar.

    Políticas contractivas <<hooveritas>>:
    una anomalía en el mundo moderno

    Al despuntar la crisis, el este asiático estaba
    prácticamente en macro equilibrio
    –con reducidas presiones inflacionarias y presupuestos
    públicos en equilibrio o
    superávit–. Esto tenía dos consecuencias
    obvias. Una: el colapso de los mercados cambiarios y
    bursátiles, la explosión de la burbuja
    inmobiliaria, con una caída de la inversión y el
    consumo,
    precipitarían una recesión. Dos: el colapso
    económico derivaría en un colapso recaudatorio, con
    la consiguiente brecha presupuestaria. Desde Hoover,
    ningún economista responsable ha sostenido que haya que
    concentrarse en el déficit actual y no en el estructural,
    esto es, el déficit que se registraría si la
    economía operase en pleno empleo. Pero
    esto fue justamente lo que recomendó el FMI.

    Política de <<empobrecerse a uno
    mismo>>

    De todos los errores cometidos por el Fondo, al más
    difícil de hacerle frente fue al hecho de que la entidad
    no reconociese las importaciones
    internacionales entre los diversos países. Así,
    cada país se debilitaba y reducía sus importaciones
    a sus vecinos, arrastrando a éstos hacia abajo. Los
    países del este asiático exportaban la
    recesión.

    La única, aunque lamentable solución al
    problema, fue reducir las importaciones. Y sucedió: se
    produjeron frenazos económicos masivos, rebajando las
    rentas, a pesar del superávit comercial que sobrevino
    debido a las exportaciones. Así se puedo pagar a los
    acreedores extranjeros, pero los países estaban
    devastados. Si el objetivo era éste, fue un éxito.
    Pero el costo social fue
    muy caro. Ésta fue la mayor traición del FMI a su
    razón de ser.

    Estrangular la economía con altos tipos de
    interés

    Elevar los tipos de interés alrededor de un punto
    porcentual es preocupante. Y justamente, las políticas
    fiscales del FMI no recomendaban elevar más de un punto
    porcentual… ¡recomendaban elevarlo veinticinco puntos
    porcentuales!

    El razonamiento parecía simple: al subir los tipos de
    interés, un país se volvería más
    atractivo para que el capital fluyese. A mayor entrada de
    capital, se sostendrá el tipo de cambio
    y la moneda se estabilizaría.

    Pero el Fondo sabía que el problema del este
    asiático radicaba en instituciones financieras
    débiles y empresas excesivamente endeudadas. Sin embargo,
    se presionó en pro de aplicar una política de altos
    tipos de interés, y que luego de ser aplicadas,
    sólo exacerbaron estos problemas

    El 75% de las empresas en Indonesia se encontraron en
    problemas, y en Tailandia el 50% de los créditos contraídos fueron impagos.
    Empero, el FMI demostró no tener la voluntad de ayudar a
    la región. De hecho quedó probado cuando, en 1997,
    Japón
    ofreció cerca de 100.000 millones de U$S para la
    creación de un Fondo Monetario asiático que
    financiara las medidas de estímulos necesarias. El Tesoro
    de los Estados Unidos se empeñó en aplastar la idea
    y el FMI, lo secundó. La idea era clara: ellos buscan
    generar competencia en los mercados, pero no soportarían
    una competencia para su institución.

    Sin embargo, cuando ya la crisis era desesperante, Japón
    volvió a ofertar el dinero para la creación de la
    institución asiática, pero esta vez sólo
    ofreció 30.000 millones de U$S. Pese al desacuerdo de los
    Estados Unidos (que preferían que con ese dinero se
    salvara a sus bancos), se fundó el Fondo Monetario
    Asiátivo. Desgraciadamente, su ahogo fue inmediato: los
    intereses de los norteamericanos eran precisamente los contrarios
    a los propuestos por el FMA.

    Muchos funcionarios locales quedaron resentidos para con los
    Estados Unidos. Por ello hay iniciado un organismo similar, cuyo
    nombre, Iniciativa Chang Mai, nos recuerda a la ciudad tailandesa
    donde fue lanzado.

    La segunda ronda de errores. La reestructuración
    chapucera

    A medida que la crisis se agravaba, la nueva consigna era la
    necesidad de reestructuración.

    El tiempo sería testigo de que la
    reestructuración fallaría y que empujaría a
    las economías más débiles aun más
    abajo.

    Sistemas financieros

    El problema principal del este asiático fue un problema
    financiero; el sistema
    financiero puede ser comparado con el cerebro de la
    economía. Básicamente, asigna el capital a donde
    sea más efectivo y genere mayores rendimientos. Asimismo
    vigila los fondos para asegurarse de que fueron empleados de
    forma comprometida.

    Ahora bien, en un sistema macroeconómico al borde del
    colapso, los bancos recortan sus financiamiento, lo que provoca que muchas empresas
    reduzcan o suspendan su producción. Sin los beneficios de la
    producción, las empresas no pueden pagar a
    sus acreedores y entran en quiebra.
    Así, los balances de las entidades bancarias empeoran y se
    provoca un círculo vicioso del que se hace cuesta arriba
    salir. Con la sola quiebra de un importante banco, las
    consecuencias pueden ser terribles.

    El reconocimiento de la importancia de mantener los flujos
    crediticios es algo que ha guiado a los que elaboran
    políticas económicas para aplicar.

    Provocar una carrera bancaria

    La reestructuración bancaria consistió en la
    elaboración de un plan que separaba
    a los bancos en tres categorías: aquellos que
    debían se cerrados por su estado patrimonial, aquellos que
    debían mantenerse por tratarse de bancos sólidos y,
    finalmente, un tercer grupo de bancos deficientes pero
    reparables.

    Estas categorías se establecía por lo denominado
    ratio de apalancamiento, y se les obligó a los
    bancos a implementar la reestructuración. Pero, comenta
    Stiglitz, que cometieron el tipo de error sobre el que él
    advierte a sus estudiantes en el primer curso de
    Económicas, llamado la falacia de composición.
    Cuando un solo banco atraviesa por ciertas dificultades, entonces
    tiene sentido insistirle en que cumpla con el coeficiente, pero
    cuando muchos o la mayoría de los bancos tienen problemas,
    esa política puede ser desastrosa.

    Con el cierre masivo de bancos, se provocaba un serio
    problema. Al existir la devaluación de la moneda, se deben
    incrementar las exportaciones. Pero las empresas no pueden
    producir porque no hay bancos que les otorguen créditos, y así se exacerban los
    problemas. En Indonesia, dieciséis bancos privados fueron
    cerrados. La verdadera crisis se había hecho
    inevitable…

    Reestructuración empresarial

    Aunque la reestructuración se centró en la
    reestructuración financiera, era evidente que los
    problemas financieros no serían resueltos si no se
    abordaban los problemas del sector empresarial.

    Las empresas prácticamente en quiebra, desconocen
    cuáles son sus propietarios: si sus dirigentes del momento
    o los acreedores. Pero, de parte de ambos existe la
    intención de liquidar los activos de
    la empresa. En
    Estados Unidos y otros países, para evitar esto
    último, cuando las empresas suspenden sus pagos, los
    tribunales nombran a unos síndicos. Lamentablemente,
    Asia
    carecía del marco jurídico para llevarlo a
    cabo.

    Las políticas que entonces aplicó el Fondo
    fueron desastrosas. Confundió la
    reestructuración financiera (que implica aclarar
    quién es el propietario de la empresa y
    pagar la deuda y convertirla en capital) con la
    reestructuración real (aquello que la empresa debe
    producir, cómo producirlo y cómo organizarse para
    hacerlo). Cuando muchas empresas se encuentran en problemas, es
    crucial la intervención del Estado para garantizar el
    bienestar social. Pero, una vez más, el FMI alegó
    que el gobierno no debía intervenir, sobre todo en la
    reestructuración financiera. Los países, como Corea
    y Malasia, que no siguieron dicha recomendación, en dos
    años se recuperaron notablemente. Por el contrario, la
    reestructuración en Tailandia que siguió la
    estrategia del
    Fondo, languideció.

    Los errores más penosos: el riesgo de la
    agitación social y política

    El FMI había apostado unos 23.000 millones de U$S para
    sostener el tipo de cambio y rescatar a los acreedores; sin
    embargo, los subsidios para la alimentación de los
    pobres fueron recortados. Mas, tras grandes tumultos (por ejemplo
    en Indonesia) los subsidios fueron repuestos. Claro que esta
    decisión no evitó el estallido social: si
    había dinero, ¿por qué habían
    suspendido los subsidios para la alimentación?

    La recuperación: ¿vindicación de las
    políticas del FMI?

    En Wall Street una crisis termina cuando las variables
    financieras empiezan a girar. Pero lo verdadero y real es que no
    existe una genuina recuperación hasta que los trabajadores
    recuperen sus puestos de trabajo y se restauren los salarios al
    precio antes de la crisis.

    De todo el problema, lo peor es que los errores del FMI,
    probablemente, resulten perdurables. Y cuando se habla de la
    necesidad de pasar por una senda dolorosa para recuperarse, es
    oportuno señalar que el dolor en exceso y per
    se para las sociedades y sus economías es
    destructor.

    Malasia y China

    Malasia fue reticente a aplicar las políticas
    económicas del Fondo, y aunque las políticas de
    derechos humanos
    dejaron mucho que desear, las económicas fueron un
    éxito. Mahatir –Primer ministro de Malasia–,
    sostenía que el Fondo era de poco fiarse, y recibieron
    muchas críticas de parte de la comunidad financiera
    internacional.

    En 1997, un equipo del FMI y el BM fue enviado a evaluar el
    sistema bancario del país. Aunque el nivel de
    préstamos incobrables era alto (15%), el Banco Central
    había tomado acertadas medidas para proteger a los bancos
    de quedar expuestos a la volatibilidad de los tipos de
    cambio.

    Cuando la crisis regional devino en una crisis global, Malasia
    comenzó a actuar. La primera medida fue fijar el ringgit a
    3,80 por dólar. Se continuó con severas
    restricciones a las transferencias al exterior de los capitales
    residentes en el país, y se congeló durante doce
    meses la repatriación de las inversiones
    exteriores de cartera. En el plazo de un año, Malasia
    revirtió su situación reestructurando sus bancos y
    empresas.

    Hoy en día, Malasia está considerablemente mejor
    que sus vecinos que aplicaron las políticas del FMI.

    Hay escasas pruebas de que
    los controles de capital desanimen a los inversores extranjeros
    ya que, de hecho, la inversión extranjera, en este caso
    concreto,
    aumentó.

    Algo similar sucedió con China. Al igual que la
    India,
    aplicó políticas de control de
    capitales, y si bien queda mucho aún por mejorar, China es
    hoy un país que se encuentra encaminado hacia el
    éxito.

    Corea, Tailandia e Indonesia

    La situación de Corea también era sumamente
    preocupante; alrededor del 40% de los créditos eran
    incobrables. Sin embargo, Corea no cerró sus bancos como
    recomienda a menudo el FMI, y fue así como el Gobierno
    coreano cumplió un activo papel en la
    reestructuración empresarial.

    La gran parte de los analistas tratan la crisis de Indonesia
    como un caso aparte, aduciendo que sólo la economía
    del país se vio sacudida por desórdenes sociales y
    políticos y restándole responsabilidad a las
    políticas del Fondo.

    Efectos sobre el futuro

    En el mundo es muy poca la inversión nueva financiada
    con capital nuevo, es decir, el capital que surge de vender
    acciones de
    una empresa. De hecho, son sólo Japón, Reino Unido
    y Estados Unidos los que disponen de una sólida red accionaria, precisamente
    porque cuentan con sólidos sistemas legales
    y una alta protección a los inversionistas.

    Por el contrario, en el resto de los países del mundo,
    las empresas dependen del cobro de deudas. La deuda en sí
    es riesgosa, y las recomendaciones por parte del Fondo
    –como la de la liberización del mercado–, la
    hacen aún más.

    Fue así como las políticas del FMI llevaron al
    deterioro de muchas economías en el mundo…

    Explicación de los errores

    El Fondo jamás ha aceptado sus errores. Según
    Stiglitz, esto se debe, en gran parte, a la soberbia.

    No obstante, en Asia abundan
    otras teorías, como aquella que concibe que las
    políticas recomendadas por el FMI buscan expandir los
    ingresos de Wall Street y otros centros monetarios.

    Sin embargo, Stiglitz cree en una teoría
    más sencilla: el FMI no integra una conspiración
    sino que representa y refleja los intereses de la comunidad
    financiera internacional.

    Una estrategia alternativa

    Al provocarse la quiebra de una empresa en los Estados Unidos
    se aplica el Código
    de Quiebras, que permite una rápida reorganización
    de una empresa deteriorada; esto se conoce como "Capítulo
    11".

    Esto mismo, sólo que de manera más urgente,
    debería haberse aplicado en el Este asiático, y de
    haberlo hecho la enérgica intervención del Gobierno
    hubiese sido prescindible.

    Pero la intervención pública debería
    haber apuntado a la reestructuración financiera: el
    establecimiento de una clara propiedad de
    las empresas que les permitiera volver a entrar en los mercados
    de crédito. Ello les habría permitido
    aprovechar plenamente las oportunidades para exportar que
    derivaban de su bajo tipo de cambio. Habría eliminado el
    incentivo para liquidar activos; les
    habría suministrado fuertes incentivos para
    acometer cualquier reestructuración real que fuese
    imprescindible –y los nuevos propietarios y administradores
    habrían estado en una posición mucho más
    cómoda para
    dirigir esta reestructuración ya que, como suele decirse,
    los burócratas internacionales o locales, jamás han
    debido pagar una nómina–. Tal reestructuración
    financiera no demanda
    costosos rescates.

    Como consecuencia, las empresas deberán recurrir a la
    autofinanciación, pero también es de carácter
    urgente que instituciones internacionales como el FMI
    cambien.

    Capítulo
    V: ¿Quién perdió a Rusia? (Pp.
    191-234)

    Dos fueron las grandes transiciones económicas de
    todos los tiempos: la primera cuando Rusia aplicó el
    comunismo y la
    segunda tras la caída del Muro de Berlín.

    Rusia experimentó un gran crecimiento,
    después de 1998, basado en la suba del precio del petróleo y
    de los beneficios de la devaluación (a la que tanto se
    opuso el FMI). Pero como dichos precios han caído y las
    ventajas de la devaluación ya han sido cosechadas, el
    crecimiento se ha desacelerado.

    Pero para llevar a cabo una exitosa transición de la
    economía de estado a la economía de mercado, es
    necesario comprender que la Revolución
    de 1917 apuntó también a un cambio social y
    político. De hecho cuando Rusia abrió sus puertas
    al mercado global, en las inmediatas y primeras elecciones
    democráticas, tras el hecho se observó un creciente
    rechazo a los extremistas de la reforma de mercado y subieron al
    poder partidos socialdemócratas.

    Desafíos y oportunidades de la
    transición

    En 1989, había en Rusia bancos que canalizaban el
    ahorro pero no
    decían quién obtenía los créditos;
    había empresas que producían, pero les
    decían qué producir y se les asignaban insumos y
    materias primas para hacerlo.

    Pero los gestores de las empresas se las ingeniaban para
    cumplir con sus cuotas de producción al tiempo que
    conseguían gratificaciones para ellos, lógicamente,
    por encima de sus salarios oficiales. Esto dio lugar a la
    elusión de la ley, o directamente, su violación, y
    todo esto se convirtió en una forma de vida. Se dio
    así lugar a la ruptura del imperio de la ley y el aumento
    de la prácticas corruptas.

    En el sistema soviético había precios, pero eran
    establecidos por el Estado. Los bienes de primera necesidad eran
    mantenidos artificialmente bajos para que el sector más
    pobre de la sociedad escapara de la miseria.

    Hace algunos años se pensaba que la economía de
    mercado poseía sólo tres ingredientes esenciales:
    precios, propiedad privada y beneficios. Pero dejaban de
    considerar la relevancia de las instituciones: aquellos entes
    legales y reguladores que ordenan los mercados.

    En el caso ruso, gradualmente se fue accediendo a una
    economía de mercado, pero no sin antes haber fundado los
    entes reguladores que mencionáramos en el párrafo
    ut supra.

    De cualquier manera, Rusia accedió a una
    economía de mercado; sin embargo, el nivel de vida
    cayó estrepitosamente.

    La historia de la
    <<reforma>>

    Los primeros cambios comenzaron a vislumbrase alrededor de
    1992. El grueso de los precios fue liberalizado aunque se
    siguieron controlando aquellos concernientes a los recursos
    naturales.

    La liberización, la estabilización y la
    privatización a toda prisa fueron las políticas
    pilares del FMI. Pero en el caso ruso, estas tres
    políticas se tradujeron en una caída del 60% en la
    producción entre 1990 y 1999. Los inversores,
    lógicamente, no se iban a arriesgar a invertir en un
    país poco prometedor, y a esto se le sumó la fuga
    de capitales.

    La crisis de 1998

    Las importaciones inundaron a Rusia y los productores locales
    a duras penas podían competir. La inversión se
    había interrumpido y Rusia ya no estaba produciendo bienes
    de consumo. A
    todo esto se le sumaba el paro "disfrazado": los trabajadores
    simulaban trabajar, y los empresarios simulaban pagar. Los
    salarios se derrumbaron, y en forma de pago muchos trabajadores
    recibían bienes de primera necesidad en vez de rublos.

    Se provocó la sobrevaluación del rublo, lo que
    benefició a los empresarios: necesitaban menos rublos para
    comprar sus Mercedes o carteras Channel.

    Fue así como el FMI recomendó al Estado Ruso
    endeudarse en dólares, ya que el rublo era más alto
    al cambio que la divisa norteamericana. El Fondo suponía
    que el Estado ahorraría mucho y esto paliaría en
    cierta manera la crisis. Lo que los burócratas del Fondo
    no consideraron es que una moneda no está sujeta a un
    exclusivo tipo de cambio, y era factible que el rublo llegase a
    desplomarse. Llegado este momento, Rusia sería presa de la
    debacle.

    Como es de esperar, el FMI eligió no contemplar ese
    riesgo.

    Rescate

    La crisis había estallado, y el paquete de ayuda,
    conformado de unos 22.600 millones de U$S, estaba a cargo del FMI
    (11.200 millones), el BM (6.000 millones) y el resto a cargo del
    gobierno de Japón.

    Sin embargo, ¿porqué a Rusia se le otorgaban
    22.600 millones de U$S a pesar de ser un Estado sumamente
    corrupto, y a Kenya le suspendían la ayuda por sus altos
    índices de corrupción?

    Tiempo después, el Estado Ruso recibió 300
    millones más para mantener el tipo de cambio del rublo con
    respecto al dólar, lo que constituyó una
    pésima política
    económica. Si el rublo sobrevaluado dañaba la
    economía ¿para qué mantenerlo? Muchos
    creyeron que un gran fracaso se aproximaba… y no se
    confundieron.

    Fracaso

    Luego del préstamo, el 17 de agosto de 1998, Rusia
    anunció la suspensión de pagos unilateral, la
    devaluación del rublo y un mayor control al
    movimiento de
    capitales, entre otras cosas. El rublo, para enero de 1999
    había caído en términos reales un 45% desde
    su nivel en los idus de agosto de 1998.

    Con la crisis rusa, muchos países latinoamericanos
    estuvieron al borde del colapso; incluso el Banco de Reserva
    Federal de New York,
    activó un rescate privado para una importante firma rusa,
    temiendo que ésta se declarase en banca rota y se
    precipitara una crisis financiera mundial.

    El tipo de cambio se sostuvo apenas tres semanas y los
    oligarcas desangraron de dinero al país en apenas horas, o
    pocos días. Los funcionarios del FMI estaban fuera de
    sí: creían que su plan funcionaría. Los 300
    millones prestados, a los pocos días, se encontraban en
    cuentas bancarias
    de Suiza o Chipre… El Gobierno Ruso se los había
    proporcionado a los oligarcas para que, precisamente, los sacaran
    del país.

    En cierto sentido, la devaluación ayudó a las
    importaciones de ciertos sectores rusos, y finalmente los bienes
    producidos en dicho país obtuvieron una saludable cuota en
    el mercado local.

    Las transacciones fallidas

    En el caso ruso, se esperaba que los beneficios de la
    transición del comunismo al
    capitalismo
    fueran mayores a largo que a corto plazo. Sin embargo,
    según datos del Banco
    Mundial, el PBI de Rusia en el año 2000 era dos tercios
    menor al del año 1989. Lo mismo sucedió con Ucrania
    y Moldavia, y otros tantos países pertenecientes a la ex
    URSS.

    Algo similar ocurrió con al calidad y los
    niveles de vida, que influyeron en la esperanza de vida,
    disminuyendo ésta unos tres años
    aproximadamente.

    Un salvable y positivo aspecto fue la reducción de
    gastos en
    materia
    militar y armamentística, aunque no se tradujo en un
    incremento del bienestar económico social.

    Más pobreza y desigualdad

    Para caer en la cuenta del incremento de la pobreza en Rusia,
    sólo necesitamos de un índice macroeconómico
    considerado en distintos años: el índice de la
    pobreza. Las personas pobres –es decir, aquellas que viven
    con menos de 2 U$S diarios–, en 1989 constituían
    apenas el 2% de la población. A finales de 1998, el
    índice había trepado hasta el 23,8%.

    A lo anterior se le sumaba que más del 40% del
    país vivía con menos de 4 U$S diarios, según
    informes del Banco Mundial. Lo peor aún era que más
    de un 50% de los niños
    del país pertenecían a familias pobres.

    Como se aprecia, el antiguo régimen suprimía de
    alguna manera las diferencias salariales, y aunque no garantizaba
    una vida sencilla, evitó la pobreza extrema.

    Rusia había logrado una enorme caída de la
    actividad y una enorme alza en la desigualdad.

    De cómo las políticas equivocadas malograron
    la transición

    Si bien son muchos los que dirán que sin las
    políticas del FMI nuestro mundo sería aún
    peor, hemos visto cómo las recomendaciones de la
    institución sólo empeoran la situación
    macroeconómica de los países, incrementan los
    índices de pobreza y desigualdad social, generan
    monopolios, propician cierres y liquidaciones de empresas, y
    tantas otras graves enfermedades
    económicas.

    Inflación

    Vimos, sí, cómo la rápida
    liberización de los mercados provocó un estallido
    inflacionario. Y, si bien el FMI siempre presionó para que
    se rebajase la inflación, hay algunas buenas razones para
    creer que un celo excesivo en la lucha contra la
    inflación, puede traer aparejado un ahogo del crecimiento
    económico real.

    En el caso ruso, en primer lugar, los altos tipos de
    interés ahuyentaron la inversión. Al mismo tiempo,
    muchas empresas no pudieron expandirse y liquidaron sus activos.
    Del mismo modo, los altos tipos de interés llevaron a una
    sobrevaluación de los tipos de cambio que abarató
    las importaciones pero dificultó las exportaciones.

    Con estas rigurosas políticas monetarias, se
    benefició al subempleo y al trueque. Así, un
    sistema, o un conjunto de ineficiencias, fue reemplazado por otro
    peor.

    Privatización

    ¿Por qué "crear" riquezas cuando era mucho
    más fácil robarlas? Esto sucedió con las
    privatizaciones en Rusia, en las que el FMI tanto
    insistió. Con las masivas privatizaciones, que no
    interesaba de qué manera se concretaran, quienes
    accedían al control de una empresa tenían un
    incentivo para robar activos a los accionistas minoritarios. A
    todos los niveles había incentivos para
    la liquidación de activos.

    Básicamente, la privatización consistió
    en pasar las entonces empresas públicas a manos de sus
    antiguos gestores.

    Otro ejemplo de privatización destructiva en poco
    tiempo aconteció en 1995. El gobierno ruso carecía
    de fondos y, en vez de recurrir al Banco Central en busca de
    ellos, recurrió a los bancos privados. Como
    garantía de la devolución del préstamo, el
    gobierno ofreció acciones de
    las empresas estatales. Y sucedió lo lógico y lo
    esperado: el gobierno cesó con el pago de los
    créditos y los bancos tomaron a las empresas estatales. En
    definitiva, algunos empresarios se enriquecieron en segundos
    (controlando más del 50% de la riqueza del país), y
    a la vez, miles de personas se empobrecieron aún
    más.

    Todo lo relatado fue propiciado por Yelstin, y obviamente los
    empresarios y poderosos deseaban mantenerlo en el poder. Y
    así fue como emplearon nuevas técnicas
    en las elecciones y le "enseñaron a utilizar un trato
    cordial en los medios de
    comunicación" (como ellos la dominaban).

    El contexto social

    En Rusia uno no se enriquecía trabajando duro o
    invirtiendo; se enriquecía robando, privatizando o
    mediante otras prácticas mafiosas o corruptas. Y fue esto
    lo que produjo un descreimiento de la sociedad en su gobierno.
    Así, de a poco, se erosionó el capital social, y
    menos empresas desearon invertir. El problema ruso era serio.

    Terapia de choque

    ¿Qué era lo ideal? ¿Apresurar la
    transición de la economía de estado a la de mercado
    o que la misma se llevase a cabo de forma gradual? No sabemos
    qué hubiese sucedido de haberse convertido gradualmente a
    la economía del país, pero sí sabemos que la
    apresurada transformación que se aplicó,
    llevó a un desmedido caos en Rusia.

    El enfoque bolchevique en la reforma de los
    mercados

    La historia nos enseñó que ninguna Revolución
    radical condujo a buen término. En contraste a las
    Revoluciones Francesa y Rusa, la revolución norteamericana
    no fue en sí una revolución social sino un cambio
    revolucionario en las estructuras
    políticas del país.

    La revolución económica radical en Rusia condujo
    a la eclosión del país: se privatizaron
    rápidamente empresas y medios de
    comunicación, generando monopolios, más
    corrupción y más pobreza…

    Capítulo
    VI: Leyes comerciales injustas y otros agravios (Pp.
    235-251)

    El rescate a Rusia en 1998 por parte del FMI tuvo la
    única intención de mantener a Yelstin en el poder.
    Existía, además, un terrible miedo a que Rusia
    retornara al modelo
    comunista o, en otro caso, fracasara la terapia de choque
    –a mayor pobreza y menores rentas, se minaría el
    apoyo a las reformas del estado–.

    Pero había un grupo de gente y altos funcionarios
    del gobierno que se afanaban en diseñar una estrategia de
    crecimiento
    económico. Sabían que el crecimiento
    requería mucho más que la estabilización, la
    privatización y la liberización. Reconocían,
    por ejemplo, que el elevado tipo de cambio bloqueaba el
    crecimiento, pero con una inflación provocada por la
    devaluación no se llegaría tampoco a buen
    puerto.

    Por otro lado, para muchos el esquema de
    privatización de préstamos a cambio de acciones se
    transformó en algo inaceptable, y consideraron en ese
    momento que Estados Unidos debería haber alzado su voz y
    pedir mayor transparencia. Pero Estados Unidos no
    reaccionó: entonces dedujeron, lógicamente, que
    dicho país estaba aliado a la corrupción…

    Lo que debió hacerse

    Para los intereses a largo plazo de Estados Unidos
    habría sido mejor no haber estado involucrado con
    líderes concretos y haber brindado amplio apoyo a los
    procesos
    democráticos.

    Sin embargo, una explicación se puede dar: el entonces
    presidente Clinton no fue puesto al tanto de todo el abanico de
    cuestiones, puntos de vistas y situaciones.

    Los intereses de EE.UU. y la reforma en Rusia

    Muchos consideraron que las políticas aplicadas y
    fracasadas en Rusia no fueron accidentales, sino que los fracasos
    fueron deliberados hasta aplicarlos, eliminando a Rusia como una
    amenaza hasta un futuro indefinido. Si bien lo antedicho puede
    aparentar un escenario algo tétrico, la situación
    real no estuvo lejos de ser así.

    Se defendieron –como siempre–, los intereses de la
    comunidad financiera internacional y, asimismo, los intereses de
    Wall Street, cuales son la propiedad privada, la supresión
    de la inflación, etc. ·El interés para con
    la competencia es más desinteresado, pero con frecuencia
    cuando un país pobre tiene algo por exportar a Estados
    Unidos, se aplican las numerosas leyes comerciales para construir
    alambrados contra dicha exportación. Por ejemplo, si una empresa se
    cerciora de que otra (extranjera) vende productos a bajos
    precios, puede denunciarla para que le cobren aranceles
    especiales.

    El caso del aluminio

    En 1994 tuvo lugar el hundimiento del precio del aluminio a
    nivel mundial. A consecuencia de ello, los productores de Estados
    Unidos acusaron a los de Rusia de cometer dumping. La
    situación demostraba que nada estaba más alejado de
    la realidad. Los productores rusos trataban de vender aquello que
    podían a un menor precio si era necesario, porque la
    demanda mundial del aluminio
    estaba disminuyendo.

    Paul O’Neill, líder
    de "Alcoa" (importante empresa estadounidense productora de
    aluminio), propuso entonces la creación de un cartel
    global del aluminio. Los carteles funcionan restringiendo la
    oferta lo que provoca un incremento de los precios.
    También pretendía hacer uso la legislación
    antidumping si no se creaba dicho cartel en otros
    países.

    Pero los carteles son ilegales: se debe propiciar la
    competencia en el sistema económico mundial, y más
    aún si se consideraba que Rusia aún peregrinaba por
    su transición del modelo
    comunista al capitalista.

    Empero, el cartel se creó. Durante un tiempo los
    precios aumentaron y la situación se estabilizó
    pero en 1995 comenzó a quebrase dado el incremento de la
    demanda mundial de aluminio.

    La seguridad
    nacional, en rebajas

    En el caso del aluminio los intereses creados prevalecieron
    por sobre el objetivo nacional y global de una transición
    con éxito. Finalmente, la empresa norteamericana USEC
    (United States Enrichment Corporation) le compraría a
    Rusia cabezas nucleares desactivadas y las llevaría a
    Estados Unidos. El uranio sería desenriquecido de modo que
    no pudiera ser utilizado como armamento nuclear (y evitar
    así la proliferación nuclear), pero sí como
    energía en centrales nucleares. Y una vez más,
    Rusia fue acusada de practicar por productores locales de uranio,
    de practicar dumping con la venta de uranio.
    Como la vez anterior, la acusación no se basaba sobre
    algún fundamentos de peso. Tiempo después se
    intentó privatizar a USEC, aunque era alarmante que una
    vez privatizada cayera en personas deshonestas que propendieran
    la proliferación nuclear. La empresa, entonces, adujo que
    jamás actuaría en contra de los intereses de su
    país. Días después, la empresa se
    privatizaba.

    Irónicamente, días después de la misma
    semana, se conoció públicamente un pacto secreto
    entra una agencia rusa y la USEC. Pero la USEC estaba ya
    privatizada y pocas eran las probabilidades de que el gobierno
    interviniera o el Tesoro de los Estados Unidos intercediera para
    no concederle a la empresa la certificación financiera
    exigida por la ley para continuar con su normal
    funcionamiento.

    Lecciones para Rusia

    Se los indujo al libre comercio, a
    la liberización de los mercados, a las libres
    exportaciones, etc. pero se encontraron con barreras y carteles,
    monopolios y corrupción.

    Se los acusó injustamente luego de haberles aplicado
    aquello que les recomendaban. Si los sermones de "Occidente" no
    son tomados seriamente en todo el mundo, sería entonces
    bueno preguntarse ¿por qué?

    Capítulo VII: Mejores caminos hacia el mercado
    (Pp. 253-271)

    Las transiciones económicas no son fáciles, y
    si en ellas se aplica la terapia de choque para controlar la
    inflación, aunque el pueblo agonice, es un
    gravísimo error. Lo ideal sería aplicar una
    política gradualista de privatización y establecer
    simultáneamente las instituciones básicas de una
    economía de mercado que regulen, hagan préstamos,
    intervengan y creen el debido marco legal para actuar. Uno de los
    pocos casos fue el polaco que no buscó tanto la
    aprobación de la comunidad financiera internacional como
    la de sus propios ciudadanos. Otro de los casos fue el chino que
    gracias a sus excelentes políticas económicas,
    redujo la pobreza como nunca antes en la historia del
    país.

    Pero la privatización China fue parcial, y se
    aplicó conjuntamente a un ingenioso sistema: un sistema de
    dobles precios. Si una empresa producía bajo las viejas
    cuotas, el producto final
    valdría según los antiguos precios. Pero todo
    aquello que se produjera por encima de dichas cuotas, se valoraba
    utilizando los precios del libre mercado. Esto frenó el
    peligro de que los nuevos precios devastaran a la
    producción. Luego de haber funcionado, el sistema fue
    abandonado. Entonces, se fue "eliminando" gradualmente la antigua
    economía, y conjuntamente el gobierno chino invitó
    a empresas extranjeras a entrar en su país y hacer
    negocios
    conjuntamente. Fue así como las entradas netas de capital
    privado subieron de 8.000 millones de U$S en 1990, a 41.000
    millones en 1999.

    Al mismo tiempo se crearon nuevos empleos, y todos los
    ciudadanos chinos comprendieron que no existía la
    democracia, pero sí la responsabilidad.

    Concluyendo: políticas alternativas para la apertura
    de los mercados son posibles, y tanto Polonia como China son un
    claro ejemplo de ello. Y no es casualidad que las
    políticas aplicadas fueran ideadas en esos países,
    y no por el FMI.

    La vía hacia el futuro

    En el problema ruso sólo se repetían las mismas
    consignas de siempre: estabilización, privatización
    y liberización. Pero en ningún momento se
    planteó una estrategia para atacar a la pobreza o
    propiciar el crecimiento. La única que fue planteada fue
    que el país debía adoptar políticas para
    repatriar el capital que había fluido.

    Afortunadamente, a finales de la década de los
    ’90 , los precios del petróleo
    aumentaron considerablemente y el rublo sufrió una
    devaluación; esto animó la recuperación,
    aunque no como se hubiera querido. Los burócratas del FMI
    parecen no comprender que el crecimiento sólo
    llegaría si Rusia creaba un país propicio para la
    inversión.

    Por último, Rusia debe esforzarse en la
    recaudación de impuestos, y si una empresa privada no lo
    hace, debería ser confiscada luego de 60 días y dar
    comienzo así a un legítimo proceso de
    renacionalización.

    El éxito de la agenda depende de que exista un gobierno
    relativamente honrado e interesado en mejorar el bienestar
    común. Si Rusia puede organizarse, no necesitará de
    préstamos del FMI. Y Rusia puede hacerlo, porque sabe
    cómo.

    Responsabilidad democrática y los fracasos

    Rusia y sus dirigentes son los responsables de la reciente
    historia del país y su suerte. Y aunque parezca que
    sólo el pueblo fue víctima de los engaños de
    sus gobernantes, altos funcionarios oficiales admitieron
    "confundir" (o mentir) al FMI sobre la verdadera situación
    fiscal del
    país. En pocas palabras, con el propósito de
    recibir el paquete de ayuda, estafaron a los burócratas
    del Fondo en 20.000 millones de U$S.

    En fin, las políticas económicas no pueden
    predicarse y aplicarse en un mundo ideal; deben predicarse y
    aplicarse en el mundo de hoy tal cuál es.

    Capítulo
    VIII: La otra agenda del FMI (Pp. 273-297)

    Lo que la comunidad financiera opina que es bueno para la
    economía global ¿es realmente bueno para esta
    última y debe ser puesto en práctica? Esto es
    verdad en algunos casos, pero en muchos otros… no lo
    es.

    ¿Se pierde la coherencia intelectual? Del FMI de
    Keynes al FMI
    actual

    A Keynes
    (padrino intelectual del FMI) le preocupaba que los mercados
    pudiesen generar un paro persistente, y reconocía que era
    necesaria una acción colectiva global para la estabilidad
    económica mundial.

    Sin embargo, en los días que corren, los
    fundamentalistas del mercado creen que son los Estados los que
    "funcionan mal" y no los mercados. Constituye esto una gran
    paradoja si consideramos que es el FMI la institución
    creada para regular el mercado… ¿cómo se regula
    lo perfecto?

    ¿Un nuevo papel para un nuevo régimen de
    tipos de cambio?

    Hace unos treinta años, el mundo adoptó un
    sistema de tipos de cambio flexibles; en una economía de
    mercado serían, obviamente, determinados por las fuerzas
    de mercado. No obstante, en el mercado cambiario, el FMI
    realizó tantas intervenciones como le fueron posibles.

    Pero estas intervenciones habrían sido oportunas y
    provechosas si en ellos el FMI hubiese resuelto las enfermedades de los
    países y no sólo sus síntomas. Todo el
    dinero aportado por el Fondo ayudaba a estabilizar y mantener los
    cambios, pero a largo plazo era nocivo porque era dinero caliente
    que entraba pero rápidamente se iba.

    Contagio

    Si bien la enfermedad es un gran problema, el contagio lo es
    más aún. Keynes tenía una interesante y
    coherente teoría
    sobre cómo el contagio se transformaba en epidemia: la
    recesión en un país lo lleva a exportar menos: esto
    daña, obviamente, a sus vecinos que a la vez
    dañarán a otros países cercanos.

    Las caídas de las ventas
    llevaron a la reducción de las importaciones y las
    economías regionales se debilitaron, y junto a ellas, el
    país.

    Entre tanto, la política recomendada por el FMI fue la
    de la austeridad… El FMI estaba propagando la enfermedad en vez
    de contenerla.

    ¿Cuándo es el déficit comercial un
    problema?

    Los problemas de coherencia plagan no sólo los remedios
    del FMI sino también sus diagnósticos. Por ejemplo,
    les preocupa mucho los déficit de balanza de pagos,
    pero cuando denuncia esos déficit, suelen prestar poca
    atención a lo que de hecho se hace con
    él. Lo mismo sucede con las exportaciones e importaciones.
    Si un país importa más de lo que exporta, tiene un
    déficit comercial, y al mismo tiempo habrá
    seguramente un país que exporte más de lo que
    importe, es decir, que posee un superávit comercial. Un
    enfoque coherente debe, o debería, conocer esto. Debe
    reconocerlo porque es una regla inquebrantable en la contabilidad
    internacional: se sabe que la suma de todos los déficit
    del mundo debe dar igual a la suma de todos los superávit
    del mundo.

    A pesar de todo, déficit comerciales abultados pueden
    ser problemáticos porque implican que un país
    deberá endeudarse año tras año.

    Bancarrota y riesgo moral

    La forma en la que el FMI maneja las bancarrotas constituye un
    campo adicional donde el enfoque de la institución rebosa
    de incoherencias intelectuales.

    En el sistema económico de mercado estándar, si
    un prestamista efectúa un mal préstamo, es
    él quién corre con las consecuencias pero, en vez
    de ello, los programas del FMI aportan dinero precisamente para
    salvar a dichos prestamistas occidentales. Es así como
    estos prestamistas, anticipando que el FMI acudirá a
    rescatarlos, no reparan o tienen incentivos debilitados para
    garantizar que los deudores serán capaces de pagar. Es
    éste el conocido e infame problema del "riesgo moral". Esto
    fue, entonces, lo que ocurrió con Rusia poco
    después del estallido de la crisis económica.

    Ahora bien, y dejando de lado los problemas que trae consigo
    la suba de los tipos de interés o el fortalecimiento del
    tipo de cambio, las intervenciones del FMI fueron y son
    desmedidas. Entonces, esto lleva a que las empresas no tengan
    intereses en contratar un seguro contra el
    colapso del cambio, lo que resulta perjudicial porque la
    devaluación, tarde o temprano, llega. En
    conclusión, miles de empresas más deben declarase
    en banca rota.

    Del rescate al rescate compartido

    A medida que los fallos del Fondo eran más recurrentes
    y las críticas generalizadas, intentaron implementar lo
    que algunos denominan "rescate compartido". En pocas palabras, el
    FMI deseaba que las entidades privadas "compartieran" todos los
    rescates. Comenzó por exigir que antes de prestar ayuda a
    un país, la participación de los prestamistas del
    sector privado fuera amplia. Pero, con este modo de actuar, la
    experiencia obtenida de Rumania y Ecuador fue
    desastrosa. Entonces se demostró que el "rescate
    compartido" era problemática en su concepción y,
    consecuentemente, en su puesta en práctica.

    Pero el problema era aún más grave, porque el
    FMI estaba entregando al poder a aquellas instituciones e
    individuos que habían provocado la crisis. Dicho
    llanamente, el FMI delegaba sus responsabilidades a, por ejemplo,
    un muchacho de veintiocho años, gerente de un
    banco que había prestado algunos millones. Ese muchacho
    iba a decidir si el Fondo, el BM o la UE debía prestarle o
    no dinero a Rumania. Ese muchacho decidía el destino de
    millones de personas de un país…

    Pero Rumania no estaba desesperada por el dinero, y
    rechazó la oferta. No estaba dispuesta a, por unos pocos
    millones, vender a su país.

    Fue así como el "rescate compartido" dejó de
    implementarse.

    La mejor defensa es el ataque: expandir el papel del FMI
    como <<prestamista de última
    instancia>>

    Fisher, subdirector ejecutivo del FMI, propuso en 1999 que el
    FMI ampliase su papel hasta el de prestamista de última
    instancia. Dado que el FMI había fracasado en el uso de
    sus poderes, la propuesta de aumentárselos fue bastante
    audaz. La propuesta se fundaba en una analogía bastante
    atrayente: dentro de los países, los bancos centrales
    operan como prestamistas de última instancia, y prestan
    dinero a los bancos que son "solventes pero no líquidos",
    es decir que tienen un patrimonio
    neto positivo, pero no pueden obtener fondos de otra fuente. El
    FMI podría actuar del mismo modo entre los países.
    Pero la analogía es engañosa: un prestamista de
    última instancia es necesario a escala local
    porque los depósitos se organizan sobre la base de que "se
    sirve al primero que llega". E incluso en ese caso, no basta para
    impedir las carreras; sólo cuando está
    acompañada de una estricta regulación bancaria y
    por un seguro de
    depósitos, puede un prestamista de última instancia
    frenar las carreras. Y nadie –ni siquiera los más
    fervorosos partidarios del Fondo–, ha propuesto que brinde
    algo parecido a un seguro de depósitos.

    Además, y conforme a la teoría de la
    perfección de los mercados, si una empresa es solvente
    puede pedir prestado al mercado; en consecuencia, cualquier
    empresa solvente es líquida. Entonces el FMI que suscribe
    esta tesis
    ¿por qué cree que sabe mejor que el "perfecto
    mercado" cuál debe ser el tipo de cambio? ¿Por
    qué cree que puede juzgar mejor que el mercado si un
    país prestario es solvente o no?

    La nueva agenda del FMI

    El hecho de la falta de coherencia del Fondo es sorprendente,
    inclusive porque persiste aún de haberse encontrado con
    grandes fracasos. Pero, como expresa Stiglitz, el FMI
    jamás cambió su mandato oficialmente (cuál
    es la promoción de la estabilidad
    económica mundial y la garantía de que haya
    financiación para que los países amenazados por una
    recesión puedan emprender políticas expansivas), y
    jamás se planteó formalmente situar los intereses
    de la comunidad financiera internacional por encima de la
    estabilidad económica global.

    Fisher, luego de su paso por el Fondo, fue nombrado
    vicepresidente del Citigroup, el gran conglomerado financiero que
    incluye al Citibank. Entonces cabe preguntarse si fue Fisher
    generosamente retribuido por haber ejecutado fielmente lo que le
    dijeron que hiciese.

    Ahora bien, el hecho de que el FMI estuviese preocupado por la
    comunidad financiera también ayuda a explicar parte de la
    retórica defensiva de esta institución
    internacional. En la crisis del este asiático, tanto el
    Fondo como el Tesoro echaron la culpa a los propios
    países, y en particular señalaron su falta de
    transparencia. Pero lo cierto es que no era ésta la causa
    de la crisis: en 1990 se produjeron grandes quiebras
    inmobiliarias en Noruega, Suecia y Finlandia, y son los tres
    países más transparentes del mundo. El problema
    residía en que ni el FMI, ni el Tesoro aceptarían
    que sus políticas, y sobre todo su sagrado artículo
    de fe (el de la liberización de los mercados), eran los
    causantes de un mundo económicamente desastroso.

    Capítulo
    IX: Camino hacia el futuro (Pp. 299-348)

    La globalización, por lo menos para los pobres del
    mundo, no funciona. Y, aunque para algunos la solución sea
    abandonar la globalización, esto no es factible. La
    globalización ha llegado para quedarse: ha producido
    grandes beneficios y ha propiciado que la sociedad civil
    global luche por la instauración en todo el mundo de la
    democracia. Entonces, parte del problema de la
    globalización radica en sus "árbitros": el BM, el
    FMI y la OMC. Pero, gracias a las demandas de reformas, ya ha
    habido algunos cambios. En 2001, las rondas de negociaciones en
    Doha o los compromisos asumidos por el BM para con los estados,
    son sólo algunos ejemplos.

    No obstante, numerosos analistas sugieren que han percibido
    la realidad política imperante, y que deben cambiar su
    retórica si quieren sobrevivir.

    Entonces ¿abolir el Fondo es la solución?
    Sostiene Stiglitz que de ser así, sería creada otra
    bajo diferentes formas. Queda la esperanza, entonces, de que
    estas instituciones internacionales sean
    rediseñadas.

    Intereses e ideología

    Aunque las instituciones parecen defender los intereses
    comerciales –OMC– y financieros –FMI– por
    sobre todo, ellas no lo ven así y consideran que la agenda
    que promueven favorece al interés general (a pesar de toda
    la evidencia existente que señala lo contrario).

    El mayor desafío no radica simplemente en las propias
    entidades, sino también en los esquemas mentales: un
    típico presidente del Banco Central de un país,
    empieza su jornada laboral inquieto por las cifras de
    inflación, pero no por las de pobreza extrema.

    La necesidad de instituciones públicas
    internacionales

    No podemos anular la globalización; entonces la
    cuestión es cómo hacerla funcionar. Un primer paso
    es la creación de instituciones públicas globales
    que establezcan reglas. El mundo precisa de ellas, y aunque las
    ya existentes (FMI, BM, ONU, OMS, etc.),
    han evolucionado mucho en respuesta a las necesidades
    específicas dentro de sus campos de acción, en el
    mundo globalizado también se globalizan los problemas y la
    miseria, y de ahí la importancia de una acción a
    conciencia,
    colectiva y global.

    Gobernanza

    Hasta aquí hemos atribuido las fallas de la
    globalización al hecho de que, al fijar reglas del
    juego, los
    intereses y esquemas mentales comerciales y financieros parecen
    haber prevalecido en las instituciones económicas
    internacionales. Ha predominado una visión concreta del
    papel del Estado y los mercados, una visión que no es
    universalmente aceptada en los países desarrollados pero
    que es impuesta en los países subdesarrollados y las
    economías en transición.

    El cambio que más pronto se requiere para que la
    globalización funcione como debiera, es un cambio en el
    modo de gobernar. Esto supone un cambio en los derechos de votos en las
    instituciones internaciones que garantice que no sólo sean
    las voces de los países más poderosos las
    escuchadas.

    Claro está: estos cambios no serán sencillos.
    Estados Unidos, por ejemplo, no renunciará a su derecho de
    veto en el FMI y plantearán que los derechos de voto y
    veto se asignen sobre la base de las aportaciones de capital. Sin
    embargo, hace algún tiempo, China habría estado
    dispuesta a aumentar sus aportes de capital si ello era
    condición para obtener más votos… ¿China
    los tuvo? Claro que no, eso no sería permitido
    jamás por los Estados Unidos.

    Transparencia

    La falta de transparencia afecta a cada una de las
    instituciones internacionales, aunque en todas ellas se presente
    de manera distinta. Por ejemplo, en el ámbito bancario, la
    falta de transparencia es lo común: pensemos por
    qué existen paraísos fiscales (como las Islas
    Caimán) donde la evasión fiscal y el
    lavado de dinero es diario, y sólo después del 11
    de septiembre se reconoció que entre esas actividades
    ilegales, figuraba la financiación del terrorismo.

    Irónicamente, el FMI le había exigido una mayor
    transparencia al este asiático en sus crisis de 1997,
    cuando sabemos que en realidad es el FMI quien debe abrirse a una
    mayor transparencia.

    El secreto y la falta de transparencia socava a la democracia.
    Y sin embargo vimos cómo el FMI o el BM (sólo por
    mencionar a algunas instituciones) aún no adoptan esta
    forma de pensar.

    La reforma del FMI y del sistema
    financiero global

    El FMI ha aceptado errores en la crisis del este
    asiático, pero ha tratado de limitar las críticas y
    la discusión sobre ellos. Siempre procura defender su
    posición de infalibilidad institucional alegando que si
    mostrara titubeos en su convicción de que sus
    políticas no son las correctas, perdería
    credibilidad. Pero ¿no son sus políticas acordes a
    la perfección del mercado? Si el Fondo hubiera sido
    más honrado, más directo y más modesto,
    está claro que hoy estaría en una mejor
    posición.

    Asimismo, el FMI debería no modificar la forma de
    efectuar alguna de sus actividades. Es de público
    conocimiento que, por ejemplo, las estadísticas económicas que realizan
    son maquilladas para que se ajusten a la realidad que pretenden
    mostrar.

    Los esfuerzos reformistas

    Las dudas se ven reforzadas por la manera en que han
    proseguido las discusiones sobre la reforma. El debate
    <<oficial>> sobre la reforma se ha centrado en las
    mismas instituciones y ha sido dominado por los mismos Gobiernos
    que efectivamente han <<gestionado>> la
    globalización durante cincuenta años. Hoy existe en
    todo el mundo una gran dosis de cinismo sobre el debate
    reformista. Si se sientan a la mesa los mismos responsables del
    sistema de toda la vida, los países en desarrollo se
    preguntan sobre las posibilidades de que se produzca un cambio
    verdadero. En lo que hace a estos <<países clientes>>,
    se trataba de una adivinanza en la cual los políticos
    pretendían hacer algo para corregir las desigualdades
    mientras que los intereses financieros procuraban preservar el
    statu quo todo cuanto fuera posible. Los cínicos
    tenían razón, pero sólo en parte. La crisis
    sacó a la superficie la sensación de que algo no
    funcionaba en el proceso de la globalización, y esta
    percepción movilizó a
    críticos en vasto abanico de asuntos: de la transparencia
    a la pobreza, el medio ambiente y los
    derechos laborales.

    Lo que se necesita

    Las reformas del sistema financiero internacional aún
    no han comenzado. Según Stiglitz, las reformas
    básicas serían las siguientes:

    1. Aceptar el peligro de la liberización de los
      mercados de capitales, los flujos de capital a corto plazo
      (dinero caliente)
    2. Reformas sobre quiebras y moratorias con el
      propósito de abordar los problemas cuando las deudores
      privados no puedan pagarle a sus acreedores, evitando
      así el financiamiento del FMI o los préstamos
      temerarios tan comunes hoy en día.
    3. Menos recursos a los salvamentos.
    4. Mejoras en la regulación bancaria,
      adaptación a la situación de cada país y
      lograr que los bancos suministren capital para el empresas,
      fomentando así la creación de empleos.
    5. Mejor gestión del riesgo.
    6. Mejores redes de seguridad y el
      incremento de la cooperación internacional.
    7. Mejores respuestas a las crisis, y situar dichas
      respuestas en un contexto social y político.

    La reforma del Banco Mundial y la ayuda al
    desarrollo

    Parte de la esperanza en el cambio de Stiglitz, se basa en
    él ha presenciado un gran cambio dentro del Banco Mundial.
    Tal vez no tan grande ni tan radical, pero a partir de la crisis
    del este asiático –o incluso algunos años
    antes–, el BM comprendió que era el que debía
    ocuparse del desarrollo de los pueblos, de la ayuda para
    concretar ese desarrollo y consecuentemente, erradicar la
    pobreza.

    El Banco había entendido que el desarrollo no
    sólo abarca recursos y capital, sino también una
    transformación de la sociedad.

    Ayuda

    La forma en que se concede a menudo la ayuda, imponiendo una
    serie de condiciones, puede lograr la creación de
    obstáculos frente a las transiciones efectivas. Algunos
    opinan que se debería poner en práctica la
    "selectividad", es decir, la concesión de ayuda a
    países con antecedentes probados, permitiéndoles
    que escojan por sí mismos sus propias estrategias de
    desarrollo. Las pruebas apuntan a que la ayuda concedida
    selectivamente puede ejercer impactos significativos tanto en la
    promoción del crecimiento como en la
    reducción de la pobreza.

    Condonación de la deuda

    Los países en desarrollo no sólo necesitan
    recibir ayuda, sino un aumento de la misma. Debe existir una base
    de financiación, de ayuda sostenida, libre de los
    caprichos de las políticas de los Estados Unidos y otros
    poderosos. Para esto, se han planteado diversas soluciones;
    por ejemplo, al fundarse el FMI se creó una suerte de
    "moneda internacional": los Derechos Especiales de Giro (SDR). La
    emisión de SDRs para financiar bienes públicos
    globales podría colaborar en el mantenimiento
    del vigor de la economía global, al mismo tiempo que
    asiste a alguno de los países más pobres del
    mundo.

    Una segunda propuesta comprende el uso de ingresos a partir de
    los recursos económicos globales para sufragar la
    financiación.

    Recientemente, la tensión se ha concentrado en la
    condonación de la deuda. Sin dicha condonación,
    muchos países en desarrollo no podrían crecer. Un
    elevado porcentaje de las exportaciones se destina a pagar a los
    países desarrollados sus préstamos.

    La organización Jubileo 2000 tuvo éxito, con el
    respaldo de la Iglesia, en
    conseguir muchos más compromisos en pro de la
    condonación de la deuda. A fines del 2000, veinticuatro
    países habían condonado deudas.

    La reforma de la OMC y el equilibrio de la agenda
    comercial

    La agenda comercial de la OMC ha sido tan injusta que no
    sólo los países pobres no han recibido una cuota
    equitativa de los beneficios, sino que la región
    más pobre del mundo, el África subsahariana, de
    hecho empeoró como resultado de la última ronda de
    negociaciones comerciales. Estas desigualdades dieron lugar a una
    ronda de negociaciones en noviembre de 2001, iniciadas en Doha:
    la llamada "ronda del desarrollo".

    La reforma de la OMC demandará reflexionar acerca de
    una agenda comercial más equilibrada y que preste especial
    atención a los países subdesarrollados. La UE, por
    ejemplo, ya ha dado un primer paso con su iniciativa "todo salvo
    armas", que
    permite la libre importación en Europa de todos
    los bienes de los países más pobres, excepto armas.
    Es un importante paso aunque no resuelve todas las quejas de los
    países más pobres: ellos siguen sin poder competir
    con la sumamente subsidiada agricultura
    europea.

    Hacia una globalización con un rostro más
    humano

    No sólo se trata de cambiar estructuras
    internacionales. El propio esquema mental en torno a la
    globalización debe modificarse. Pero la
    globalización mal gestionada trae consigo una consecuencia
    mucho peor: la amenaza a la identidad y
    los valores
    culturales. Se debe llegar a un proceso globalizador más
    gradual, en donde las instituciones tradicionales no sean
    arrolladas.

    Igualmente, es preocupante lo que "esta" globalización
    puede llegar a hacer con la democracia. Es interesante ver como
    se lucha contra las dictaduras, pero al mismo tiempo nacen
    "dictaduras de las finanzas".
    Mientras la globalización sea presentada del modo en que
    lo ha sido, representa una privación de derechos civiles y
    políticos.

    Hay malestar en la globalización; y si bien
    trajo muchos beneficios, los más beneficiados fueron
    aquellos países que se hicieron cargo de su propio destino
    y no creyeron en un mercado autorregulado que "resuelve
    problemas".

    Es simple: si la globalización sigue gestionada como lo
    está, sólo generará más pobreza y
    más inestabilidad. Si logramos cambiarla, entonces
    podremos decir que el malestar en la globalización
    no fue en vano. Mientras tanto, y como expresó Keynes, de
    seguir así "a largo plazo, todos estaremos muertos". Pero
    Keynes fue acusado de socialista; por fortuna hay muchas personas
    en el mundo que reconocen estos problemas, y voluntad
    política para cambiarlos no les falta.

    Es claro que la estrategia de la reforma debe tener "muchas
    puntas", y ello requerirá de mucho tiempo. Por el momento,
    hay que lograr que los países en desarrollo consigan
    gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados sean justos
    a la hora de arreglar la economía
    internacional.

    Se necesitan políticas para un crecimiento sostenible,
    equitativo y democrático. Ésta es la razón
    del desarrollo. El desarrollo no consiste en ayudar a unos pocos
    individuos a enriquecerse o en crear un puñado de absurdas
    industrias
    protegidas que sólo benefician a la elite del país;
    no consiste a traer a Prada y Benetton, Ralph Lauren o Louis
    Vuitton para los ricos de las ciudades, abandonando a los pobres
    del campo a su miseria. El que se pudieran comprar bolsos de
    Gucci en los grandes almacenes de
    Moscú no significó que el país se
    había vuelto una economía de mercado. El desarrollo
    consiste en transformar las sociedades, mejorar las vidas de los
    pobres, permitir que todos tengan la oportunidad de salir
    adelante y acceder a la salud y a la educación.

    Este tipo de desarrollo no tendrá lugar si sólo
    unos pocos dictan las políticas que deberá seguir
    un país. No es fácil cambiar el modo de hacer las
    cosas, pero vale la pena intentarlo. Si queremos y vamos a lograr
    una globalización con un rostro más humano,
    entonces debemos alzar nuestras voces. Y para ello, no debemos ni
    podemos quedarnos al margen.

     

    Recensión a cargo de

    María de los Ángeles Lasa

    Córdoba, Argentina

     

     

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