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Martí y las Relaciones Económicas Internacional




Enviado por karina.pena



    Martí y las Relaciones
    Económicas Internacional

    1. Resumen
    2. Desarrollo
    3. Conclusiones
    4. Bibliografía
    5. Anexo

    " … Martí que habla y que
    piensa hoy, con el lenguaje
    de hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y
    revolucionarios: su lenguaje no
    envejece. Las palabras de Martí (…) no son de museo,
    están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro
    emblema, son nuestra bandera de combate".

    RESUMEN.

    Martí concibió que las relaciones
    económicas debían basarse en la justicia y la
    igualdad del
    trato entre dos o más países, así lo hizo
    saber en sus intervenciones públicas, artículos
    periodísticos, cartas a sus
    amigos, etc.

    Durante los tres momentos principales a los que se hacen
    alusión en el informe;

    • Tratado Comercial entre México y los Estados
      Unidos de 1883.
    • Conferencia Internacional Panamericana de
      1889.
    • Conferencia Monetario Internacional de
      1891.

    el Maestro se manifiesta como guardián y defensor
    de los intereses de nuestro pueblo frente a las intenciones del
    norte que pretendían, como sucedió al fin,
    convertir a Hispanoamérica en su traspatio y terreno
    controlado y vedado inclusive para los propios latinoamericanos,
    situación que aún padecen la mayoría de los
    países del sur del Río Bravo como resultado de la
    penetración económica y política
    sistemática de los EE.UU. que Martí previó
    con tanta audacia y sagacidad.

    Precisamente con el desarrollo de
    este trabajo se pretende resaltar la importancia que reviste el
    pensamiento
    martiano y la vigencia del mismo que es faro y guía para
    las nuevas generaciones.

     

    INTRODUCCIÓN.

    En el presente trabajo cuyo título es
    "Martí y las Relaciones Económicas
    Internacionales", se hace un análisis de las relaciones
    económicas entre Estados Unidos y
    Latinoamérica, quedando explícitas
    en tres momentos principales: el Tratado Comercial entre México y
    Estados Unidos de 1883, la Conferencia
    Internacional Panamericana de 1889 y la Conferencia
    Monetaria Internacional de 1891. de ello se desprende el
    siguiente problema de investigación: ¿qué aspectos
    le confieren universalidad al pensamiento
    martiano?, para el cual se formula la hipótesis: la
    profunda visión política acorde a su
    época, y las ideas anticolonialistas y antiimperialistas
    de Martí, le confieren universalidad a su pensamiento. El
    Maestro avizoró los peligros del imperio yanqui como no lo
    había hecho nadie antes que él en nuestro
    continente.

    Dado la amplitud de la obra martiana se ha definido como
    campo de acción las reflexiones del Apóstol
    acerca del peligro que representa Estados Unidos para el sur del
    continente.

    Cada frase y cada principio acertado por José
    Martí en torno al problema
    de las relaciones económicas entre las Américas,
    pueden ponerse como propias de estos tiempos en cualquier plaza
    de los países latinoamericanos que no hayan alcanzado su
    segunda independencia.

    De ahí el objeto de este trabajo, que es
    proporcionar a sus lectores de una visión cada vez
    más clara acerca de la vigencia del pensamiento del
    revolucionario e intelectual por excelencia.

    Cómo método se utilizó la
    búsqueda bibliográfica haciéndose uso
    principal del tomo 6 de las Obras Completas de José
    Martí.

    DESARROLLO.

    Parte I.

    La mayoría de los países latinoamericanos
    habían alcanzado su independencia
    política de España
    desde los inicios del siglo XIX; sin embargo, y
    prácticamente desde estos mismos tiempos, comenzaron a ser
    penetrados con gran influjo económico y político
    por parte de Norteamérica, que a través de una
    serie de tratados,
    comenzaron a absorber tal independencia. Esta penetración
    se hizo más marcada en la segunda mitad del mismo siglo y
    puede decirse con razón, que ya en los últimos
    años de la centuria y los inicios de la nuestra, era lo
    característico en las relaciones de todo
    tipo entre las dos Américas: "Nuestra América" como la llamó Martí
    y la otra América
    que no es la nuestra, la del norte.

    Precisamente en los últimos veinticinco
    años del siglo XIX se gestaba con rapidez extraordinaria
    el imperialismo
    norteamericano, lo que en gran medida era favorecido por su
    política expansionista que empezó a manifestarse ya
    con fuerza en la
    primera mitad del siglo a que nos referimos, sobre todo con la
    Doctrina Monroe y todas sus variantes posteriores. Esto significa
    en cierta medida, que aún antes que Norteamérica
    pasara a su fase imperialista de desarrollo, el
    expansionismo absorbente de este país era una realidad
    dolorosa para los pueblos de Nuestra América que al fin y
    al cabo se convirtieron en alimento para el despreciable
    glotón rubio.

    Luego que el imperialismo
    es un hecho en los Estados Unidos, la tendencia expansionista se
    manifiesta absolutamente como un rasgo de esta nueva fase. Lenin
    señalaría más tarde que:

    "… el capital
    financiero manifiesta la tendencia general a apoderarse de las
    mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se
    halle donde se halle, por cualquier medio, pensando en las
    fuentes
    posibles de materias primas y temerosos de quedarse atrás
    en la lucha rabiosa por alcanzar las últimas porciones del
    mundo todavía no repartidas o por conseguir un nuevo
    reparto de las ya repartidas". (El imperialismo fase superior del
    Capitalismo,
    pág 83).

    Ya en los años 80 y 90 del siglo pasado
    Martí ve y denuncia el afán expansionista del
    imperialismo norteamericano que se gestaba.

    Como es conocido el Maestro pasa los años
    más importante de su vida en los Estado Unidos,
    pero no fue al Norte a mendigar la libertad como
    hacían algunos hombres de "siete meses", ni a pedir
    auxilio a quienes trataban de apoderarse de cualquier forma de su
    patria; fue a preparar la independencia de Cuba. Desde
    los Estados Unidos levantó su voz para que todos los
    pueblos nuestros lo oyeran, y desde allí también
    advierte de los peligros del imperialismo yanqui, por eso se
    apresura en organizar la Revolución
    para lograr la independencia de Cuba y
    fomentar la de Puerto Rico, pues
    comprende que con la independencia de Cuba no solo se equilibraba
    una zona, sino el mundo.

    Es realmente asombroso cómo el Maestro comprende
    con suficiente claridad la extorsión imperialista de la
    política exterior o interior de los Estados Unidos.
    Tempranamente penetra en la realidad de la sociedad
    norteamericana, y comprende que no está precisamente ante
    una sociedad
    ejemplar, digna de total imitación, y en el propio
    año 1880 plantea: "este espléndido pueblo enfermo
    de un lado maravillosamente extendido del otro".

    A partir de ese momento comenzará un proceso
    complejo, en el cual las experiencias van madurando y
    radicalizando para concluir en una acertada valoración del
    peligro que encarnaba para todos los pueblos del Sur del
    Río Bravo, el expansionismo norteamericano, a
    través del saqueo económico al que
    pretendían someter a nuestros pueblos, y Martí
    tiene oportunidad de comprobar esto en la
    práctica.

    En 1883, Martí presta atención al Tratado Comercial entre
    México y Estados Unidos, el cual se pretendía
    firmar en este mismo año, a propósito escribe: "No
    es el Tratado en sí lo que atrae a tal grado la atención; es lo que viene tras él
    (…) Hablamos de lo único que nos cumple (…)

    Hablamos de riesgos
    económicos".

    Se observa en sus palabras que lo fundamental
    está en las consecuencias del Tratado, en las
    implicaciones que el mismo tendría en la economía del
    país y de los restantes países
    latinoamericanos.

    El tratado consistía esencialmente en liberar de
    derechos los
    productos a su
    entrada en ambos países, sólo estaban facultados
    para gravarlos cuando transitasen por el país rumbo a otra
    nación.
    México suministraría libre de gravámenes
    materias primas para su transformación y artículos
    de uso y consumo.
    Estados Unidos por su parte su parte suministraría
    productos
    manufacturados, equipos, maquinarias, etc.

    Destaca el Maestro que el Tratado pudiera haber sido
    beneficioso, que podría permitir el desarrollo de la
    producción mexicana, a partir de un
    incremento de su base técnica material. Sin embargo a
    continuación destaca los aspectos negativos del mismo, que
    repercutirán en beneficio de los Estados Unidos y en
    perjuicio de la economía
    mexicana.

    "Descargan sus mercados; emplean
    a mayor interés
    sus riquezas sobradas; se ayudan a esquivar por unos cuantos
    años, con el nuevo mercado de los
    frutos sobrantes, el problema gravísimo que viene de la
    desocupación de los excesos de producción de artículos no
    colocables".

    En este planteamiento Martí señala un
    aspecto muy interesante, ya que palpa el fenómeno de la
    superproducción que confrontan en estos momentos los
    Estados Unidos, el cual Martí llama "exceso de
    producción de artículos no colocables". Aunque el
    Maestro no comprende que dicho fenómeno se debe a la
    insuficiente demanda
    solvente, si destaca que el hecho de enviar esos productos hacia
    México, respaldado por el Tratado, esquivaría los
    efectos de esta contradicción por unos cuantos años
    y sanearía en cierto sentido, la economía
    norteamericana.

    Precisamente aquí encontramos un elemento muy
    significativo dentro de la dialéctica del pensamiento
    martiano, ya que a pesar de que Martí no posee el elemento
    científico para el análisis de los fenómenos
    económicos y sociales, comprende una de las características más significativas
    del capitalismo,
    la superproducción de mercancías y uno de los
    mecanismos que emplean los países capitalistas para
    amortiguar los efectos de dicho fenómeno.

    El Tratado entre México y Estados Unidos de 1883
    fue entre otros, un intento por aliviar el problema de la
    superproducción de mercancías en la sociedad
    norteamericana, reflejo en última instancia de la
    contradicción fundamental del capitalismo.

    Esta realidad que Martí advierte y que se expresa
    a través del Tratado de 1883 entre México y
    Estados, con relación al papel que
    jugaba México en estas relaciones comerciales y que
    estaban desempeñando nuestras economías en virtud
    de los desiguales intercambios económicos entre
    países capitalistas de diferentes niveles de desarrollo,
    se convirtió en una constante.

    Nuestros pueblos de América se fueron
    transformando en traspatio y fácil mercado de los
    Estado Unidos
    y en la misma en que las crisis
    económicas se fueron haciendo más profundas,
    aparecieron toda una serie de medidas y medios por
    parte de las grandes potencias que hicieron más
    dependientes nuestras economías.

    Hoy más que antes los países capitalistas
    desarrollados, transmiten los efectos de sus crisis
    internas a los países subdesarrollados con lo cual
    agudizan la situación de sus economías ya
    deformadas.

    A través del estudio que el Maestro realiza del
    Tratado vemos cómo no sólo advierte las ventajas
    que el mismo reportaría a los Estados Unidos, sino las
    consecuencias económicas negativas para los países
    latinoamericanos. El Tratado exponía a los países
    monoproductores como Cuba, a ser desplazados del mercado, por el
    incremento de la producción mexicana y las facilidades de
    transportación y entrada de sus productos. Incluso
    exponía a países con similar producción de
    mercancías que México, a disminuir sus
    producciones.

    Las posiciones martianas acerca de los perjuicios que
    conllevaría la firma del Tratado de 1883 para nuestros
    pueblos, tiene hoy una plena vigencia en el marco internacional,
    no sólo para América
    Latina, sino para todo el mundo subdesarrollado, y el llamado
    que hizo el Maestro en 1883 a nuestros pueblos para romper las
    alianzas económicas los Estados Unidos, se extiende hasta
    nuestros días y coincide con lo planteado por Fidel en la
    VII Cumbre de los países no Alineados.

    "Para el Tercer Mundo, hoy más que nunca, en el
    punto más profundo de su más profunda crisis, es un
    imperativo histórico romper el círculo vicioso de
    su inferioridad y convertir el comercio
    internacional en un real factor de desarrollo nacional
    independiente".

    A este último aspiraba Martí en
    relación con nuestro país de América
    Latina. El Tratado de 1883 contemplaba el desarrollo de la
    agricultura
    mexicana que era de gran preocupación por parte de los
    Estados Unidos. El Maestro comprende de inmediato que dicha
    preocupación, estaba dada por el interés de
    los Estados Unidos en obtener productos agrícolas a bajos
    precios, que
    en su territorio eran de difícil producción y que
    la fértil tierra de
    México produciría a bajos costos para el
    suministro del gran vecino del norte.

    Este Tratado a la postre no se firmó, aunque las
    consecuencias de las relaciones económicas entre Estados
    Unidos y las Repúblicas de Latinoamérica, que previó el Maestro
    son bien conocidas y en 1889 Martí destaca cómo
    cada vez más se invadía el comercio
    mexicano con productos que en nada beneficiaban a la
    economía nacional y además cómo la naciente
    industria
    mexicana estaba siendo ahogada por la superioridad del competidor
    norteamericano.

    Consideramos de gran importancia la posición
    martiana frente al Tratado Comercial de 1883, que se proyectaba
    firmar, así como su clara visión de las
    consecuencias que el mismo traería para las hermanas
    repúblicas latinoamericanas. Todo esto nos da la
    posibilidad de profundizar en la obra de Martí y
    comprender su actitud
    posterior frente a otras proyectadas alianzas o tratados de los
    Estados Unidos con Latinoamérica.

    Frente a los peligros que asechaban a "Nuestra
    América", Martí propone el fortalecimiento de las
    economías de los países latinoamericanos y el
    establecimiento de un comercio
    equitativo, fuese favorable para ambas partes en la misma medida
    y no absolutizar dicho comercio con un solo país y lo
    más importante a nuestro entender es la estrategia global
    que Martí propone, o sea el fortalecimiento interno,
    único medio para enfrentar a las potencias extranjeras
    capitalistas.

    Tesis que en la actualidad tiene gran vigencia: "Vemos
    colosales peligros, vemos manera fácil y brillante de
    evitarlos adivinarnos en la nueva acomodación de las
    fuerzas nacionales del mundo siempre en movimiento; y
    ahora acelerarlas, el agrupamiento necesario y majestuoso de
    todos los miembros de la familia
    americana".

    La concepción de cómo debía
    realizarse el comercio entre los pueblos fue y sigue siendo
    brillante, pues se adecua perfectamente a la realidad de hoy, y
    prueba de esto es la situación actual de los países
    de llamado Tercer Mundo y la necesidad del establecimiento de un
    nuevo orden económico internacional, planteado por el
    Comandante Fidel Castro: "La acción sostenida por la
    aplicación de los principios del
    Nuevo Orden Económico Internacional dio fuerza,
    coherencia y unidad a los países subdesarrollados en su
    denodado esfuerzo por lograr un mundo no basado en la
    explotación, sino en la cooperación internacional,
    un mundo menos injusto y más equitativo, un mundo que en
    lugar de obstaculizar, favorezca los esfuerzos que se realicen
    por hacer salir del círculo vicioso del atraso y la
    dependencia".

    Parte II.

    Resulta en este momento interesante el análisis
    de una circunstancia especial que hizo desplegar a Martí
    su inteligencia y
    pasión por la justa causa latinoamericana: La Conferencia
    Panamericana de 1889.

    El estudio de sus crónicas escritas con
    relación a dicha reunión nos revelan no sólo
    la profundidad de su análisis político sino que nos
    permite conocer las condiciones históricas en que la misma
    se desarrolla.

    En el año 1889, el gobierno
    norteamericano convida a la Primer Conferencia de Naciones
    Americanas, la cual se celebraría en Washington entre
    Octubre de 1889 y Abril de 1890, con la participación de
    los Estados Unidos y las repúblicas de México,
    Centro y Sur América, Haití, Santo Domingo y el
    imperio del Brasil.

    Los aspectos fundamentales que se proyectaban tratar en
    la misma eran: medidas tendientes a conservar la prosperidad
    entre los Estados Unidos Americanos y a la formación de
    una unión aduanera americana para el comercio provechoso y
    recíproco entre las naciones americanas; establecimiento
    de comunicaciones
    frecuentes y regulares entre los puertos de los diferentes
    estados americanos; adopción
    de un Sistema Uniforme
    de disposiciones aduaneras, para la importación y exportación de mercancías; adopción
    de un Sistema Uniforme
    de pesas y medidas y de leyes que
    protegieran los derechos adquiridos bajo
    patentes o privilegios de invención, etc.; adopción
    de una moneda común de plato que fuera de curso forzoso en
    las transacciones comerciales recíprocas; establecimiento
    de un plan definitivo
    de arbitraje para
    todas las cuestiones de disputas y diferencias que pudieran
    existir, y además materias relacionadas con la
    "prosperidad" de los diversos Estados representados en la
    Conferencia.

    En esta Conferencia Internacional Americana no
    estuvieron representados todos los países
    hispanoamericanos, faltaron Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico; el
    primero denegó la invitación por sus disputas con
    Estados Unidos quienes pretendían quitarle la bahía
    de Samaná; las dos islas atillanas no podían no
    podían asistir por ser aún colonias de España. En
    resumen, estuvieron representados dieciséis países
    latinoamericanos. Con gran sagacidad Martí nos refiere en
    sus crónicas los detalles más importantes que se
    suscitaron durante la conferencia. En una de sus primeras
    crónicas, relata cómo los representantes de las
    diferentes naciones hispanoamericanas, se agruparon de acuerdo a
    sus posiciones respecto a los Estados Unidos.

    Aquellos que se plegaron ante los intereses
    norteamericanos son los que: "se preparan para deslumbrar, para
    dividir, para llevarse el tajo con el pico del águila
    ladrona". Los que mantuvieron firmes sus posiciones y los
    intereses nacionales: "son aquellos que se disponen a merecer el
    comercio con la honradez de trato y respeto a la
    libertad
    ajena".

    De esta forma se percata de la falta de unidad en cuanto
    a las posiciones de los diferentes delegados latinoamericanos,
    cuestión esta que Martí lamenta; ya que
    precisamente es una constante en toda su obra la necesidad de la
    alianza de "Nuestra América", con vistas a formar un
    bloque compacto en contra de las intensiones norteamericanas de
    dominar a los países del Sur del Río Bravo mediante
    el instrumento económico.

    "jamás hubo en América, de la
    independencia acá, asunto que requiera más
    sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen
    más claro y minucioso que el convite que los Estados
    Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y
    determinados a extender sus dominios en América, hacen a
    las naciones americanas de menor poder".

    En esta cita vemos como Martí no solo destaca el
    problema político sino examina acertadamente el aspecto
    económico, comprende el riesgo que corren
    los países latinoamericanos de convertirse en
    suministradores de materias primas de Estados Unidos y en un
    mercado seguro para sus
    productos.

    Mantiene plena vigencia hoy, esta frase planteada por el
    Maestro de dicha Conferencia: "De la tiranía de
    España supo salvarse la América Española y
    ahora después de ver con ojos judiciales los antecedentes,
    causas y factores del convite urge decir porque es la verdad, que
    ha llegado para la América Española la hora de
    declarar su segunda independencia".

    Pero cabe preguntar: ¿Qué representaba
    para Martí alcanzar la "segunda independencia"?

    El Maestro en este sentido, trata de advertir a las
    repúblicas latinoamericanas del peligro que representaba
    la alianza económica con los Estados Unidos y el
    sojuzgamiento económico y político que por ende
    traía esta alianza.

    Para él no pasó inadvertido que la
    dependencia económica representaba también la
    dependencia política, y que por tanto era preciso cerrar
    filas en contra del poderoso vecino y de sus pretensiones para
    con nuestros países, las cuales se pusieron de manifiesto
    durante la Conferencia Panamericana.

    Esta idea martiana encuentra eco hoy, en todos los
    países latinoamericanos que aún no han podido
    sacudirse del yugo imperial y que mantienen sus economías
    maltrechas en función
    del capital
    extranjero, para todos ellos sirven esas palabras de
    Martí, que aunque escritas en 1889, no han perdido
    vigencia y son aplicables hoy más que nunca.

    Un aspecto que Martí trata en sus
    crónicas, es cómo la conferencia recibe el nombre
    de Panamericana. Comprende que este término, dado a la
    misma por los Estados Unidos, es precisamente una artimaña
    que tenía como objetivo
    fundamental ocultar las verdadera intensiones del convite: la
    dominación económica y política del
    Continente Americano por parte de los Estados Unidos.

    Nos preguntamos junto con Martí:
    ¿Qué objetivo
    perseguía la idea del panamericanismo? El imperialismo
    norteamericano en su afán por dominar nuestras tierras, se
    ha valido de la tergiversación de la historia de nuestros pueblos
    y del pensamiento de sus más ilustres hombres, a fin de
    crear una historia que sirva a sus
    intereses, este es precisamente el caso de la "teoría
    del pensamiento".

    Dentro de la Conferencia de 1889, uno de los principales
    precursores la "teoría
    del panamericanismo" fue el Secretario de Estado Yanqui en aquel
    entonces, James G. Blaine.

    Este personaje, era conocido dentro de los
    círculos políticos norteamericanos; sus ambiciones
    con respecto a los países del Sur del Río Bravo
    eran desmedidas.

    Martí advirtió de inmediato las
    intenciones de Blaine con respecto a la Conferencia y en uno de
    sus artículos enviado a la Nación
    de Buenos Aires
    dice: "Blaine toma por suya como su idea y creación la
    conferencia, y para sí quiere, y no para los demás,
    el triunfo que espera de ella".

    Con respecto a nuestro país, Blaine aspiraba
    fervientemente la anexión de la isla y al respecto hizo
    declaraciones a favor de la misma. Aunque no debemos olvidar que
    dentro de los Estados Unidos, en aquellos momentos,
    existían intereses contrarios a la
    anexión.

    Tenemos por ejemplo el artículo publicado por The
    Manufacturer de Filadelfia titulado "¿Queremos a Cuba"?,
    con fecha10 de marzo de 1889 el cual criticaba a los cubanos
    blancos como "afeminados, inmorales y perezosos" y que los negros
    estaban en plena barbarie. Según estos voceros del
    imperialismo, la anexión no era conveniente debido a las
    características de nuestro pueblo.

    En este momento, aparece la palabra vibrante del Maestro
    en defensa del honor de nuestro pueblo y en un artículo
    publicado en The Evening Post el 25 de marzo de 1889
    expresó de manera genial la respuesta cubana al
    artículo aparecido en el
    periódico The Manufacturer donde afirma que solo con
    la vida cesaría la batalla por la libertad y que la idea
    de anexión de nuestra patria era imposible para un pueblo
    como el nuestro.

    Sin embargo las ambiciones anexionistas norteamericanas
    para nuestro país, no cesaron y en 1891 durante la
    celebración de la Conferencia Monetaria el propio Blaine
    insistiría de nuevo en la anexión de nuestro
    territorio.

    Durante la celebración de la Conferencia
    Panamericana de 1889, Martí comprende las intensiones de
    los Estados Unidos y específicamente con nuestro
    país y a pesar de haber transcurrido casi un siglo, hoy
    los imperialistas norteamericanos no han renunciado a sus
    sueños de anexar nuestro territorio. Es por esto que las
    palabras del Maestro están presentes en la actualidad y se
    adaptan perfectamente a nuestras circunstancias. Ejemplo de lo
    anterior es la carta dirigida
    a Gonzalo de Quesada fechada el 14 de diciembre de 1889 donde el
    Maestro plantea "Sobre nuestra tierra,
    Gonzalo, hay otro plan más
    tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es inicuo forzar a
    la isla de precipitarla, a la guerra para
    tener pretexto de invertir en ella, y con el crédito
    medidor y garantizador quedarse con ella. Cosa más cobarde
    no hay en los anuales de los pueblos libres: Ni maldad más
    fría".

    Esta cita demuestra, sin lugar a dudas, la gran
    previsión de Martí en cuanto a las intensiones
    expansionistas del imperialismo, que fue comprobado años
    más tarde con la intervención norteamericana e
    imponiendo el régimen neocolonial.

    Durante la celebración de la Conferencia, los
    Estados Unidos pretendieron, ante todo, el dominio
    económico de nuestros pueblos latinoamericanos, las
    proposiciones y temas que se debatieron en la misma,
    constituyeron el disfraz de las verdaderas intensiones políticas
    de los norteamericanos.

    Dos de los puntos más debatidos durante la
    Conferencia y que merecen nuestra atención fue la
    Unión Aduanera y el Arbitraje.

    La unión Aduanera o Zollverein fue uno de los
    asuntos que produjo fuertes debates en el seno de la Conferencia,
    con esta artimaña los Estados Unidos pretendían
    lograr: un mercado seguro a los
    productos invendibles y monopolizar los mercados de los
    países latinoamericanos, tratar de eliminar sobre todo a
    Inglaterra como
    rival fuerte que había dominado el comercio de
    América Latina durante el siglo XIX; lograr la
    fácil entrada de los producto
    norteamericanos libres de derechos a los países de
    Hispanoamérica y por último forzar a los
    países de América Latina a la firma de Tratados
    Comerciales.

    Sobre lo que representaba dicha unión para
    nuestros países plantea Martí: "se convida a los
    pueblos americanos a sabiendas, con la esperanza vaga de recobrar
    concesiones que los entraban para el porvenir, para formular
    tratados que de antemano desechan los poderes a quienes
    cumpliría ejecutarlos, y los intereses que los encubran al
    gobierno".

    En esta cita, se advierte que Martí
    comprendía que el establecimiento de la Unión
    Azucarera con los Estados Unidos, solo podía ser campo de
    extracción de materias primas, a cambio de
    recibir una larga lista de productos manufacturados procedentes
    de las industrias
    norteamericanas.

    La Unión Aduanera formaba parte de un plan que
    llevaría la firma de los mal llamados "Tratados de
    Reciprocidad" que tan nefastos resultados nos dejaron, y que
    significaban para nuestros países la pérdida de
    entrada de divisas, fundamentalmente por medios de los
    impuestos
    sobre las importaciones,
    ante la avalancha de productos extranjeros y la imposibilidad de
    competir con éstos. Por otra parte se abría el
    curso para la penetración de capitales extranjeros en las
    economías de los países latinoamericanos, lo que
    posteriormente profundizaría la deformación
    profundizaría la deformación económica de
    los mismos.

    En resumen, la proposición de la Unión
    Aduanera fue rechazada por impracticable y en esto debemos
    destacar el papel jugado
    por la delegación argentina, que
    había recibido orientaciones concretas de su gobierno de
    oponerse a ella. No obstante rechazada la proposición, la
    Comisión recomendó:

    "… la celebración de Tratados de reciprocidad
    parcial entre las naciones americanas, en virtud de las cuales
    cada uno convenga en remover, o reducir sus derechos de importación sobre algunos de los productos
    naturales manufacturados de uno o más países, a
    cambio de que
    estos le hagan concesiones semejantes y
    equivalentes…"

    Quedaba abierta, una de las formas modernas de
    dominación: el neocolonialismo, a través de los
    Tratados de Reciprocidad Comercial.

    La proposición de Arbitraje fue otro tema muy
    debatido en la Conferencia Panamericana de 1889, el plan de
    Arbitraje contemplaba dos proposiciones: la de tener una corte
    permanente de Arbitraje y la planteada por Argentina y
    Brasil, el
    nombramiento de tres representantes cuando fuese necesario el
    Arbitraje.

    En relación con el Arbitraje, los Estados Unidos
    pretendían convertirse en gendarmes del Continente
    Americano, para según ellos, decidir en las disputas entre
    las Repúblicas de América Latina y las naciones de
    Europa.

    Esta proposición no era más que una
    muestra de
    rivalidad anglonorteamericano. El Arbitraje pretendido por
    Washington fue rechazado por muchos países, entre ellos,
    la Argentina.

    Esto embargó de alegría al Maestro, en
    estos momentos en que la codicia desmedida del Norte, llamaba a
    la unidad continental, y al tratar de desenmascarar la careta de
    hipócrita que vestía el proyecto de
    Arbitraje dice: "Excelente caso sería el Arbitraje, si en
    Estados Unidos (…) Cosa excelente sería el Arbitraje, si
    fuera de esperar que en la república que, aún
    adolescente, mandaba a los hombres generosos que dejasen al
    hermano sin libertad, y que le respetasen su presa".

    En general la Conferencia Panamericana de 1889
    sirvió a nuestro Héroe Nacional para poner al
    descubierto las verdaderas intensiones del poderoso vecino del
    Norte y demostrar, con su actitud, que
    su intelecto revolucionario estuvo siempre al servicio de la
    independencia de Cuba y de América Latina, además
    dicho evento tuvo una franca proyección antiimperialista,
    que hizo desplegar a Martí su inteligencia y
    pasión por la justa causa latinoamericana.

    Parte III.

    Hasta ahora hemos analizado dos momentos importantes en
    el desarrollo del pensamiento martiano, a través del
    estudio de sus principales ideas acerca del Tratado Comercial
    entre México y Estados Unidos de 1883 y de la Conferencia
    Panamericana de 1889, pero consideramos que uno de los puntos
    más altos en cuanto a la radicalización de su
    pensamiento económico y político lo encontramos, en
    los certeros juicios que Martí expuso durante la
    celebración de la Conferencia Monetaria Internacional de
    1891, en la cual asiste como delegado de la República
    Oriental del Uruguay,
    siendo ésta la máxima investidura
    Diplomática que tuvo el Maestro.

    En 1888, el Presidente de los Estados Unidos
    envía a todos los pueblos de América Latina y
    Hawai, la investigación de la Cámara y el
    Senado, para celebrar una Conferencia Internacional en
    Washington, para el estudio de la adopción de una moneda
    común –la plata- que fuera de uso forzoso en las
    transacciones comerciales recíprocas entre los
    países de América.

    Estados Unidos convoca a esta Conferencia debido
    fundamentalmente, a la difícil situación que
    atravesaba en esos momentos. Productores de oro y plata libraban
    una franca batalla por el predominio de cada uno de los metales.

    Desde el año 1873, en los Estados Unidos
    había descendido bruscamente el valor de la
    plata con la eliminación del dólar de ese metal.
    Los intereses afectados en ese momento habían estado
    claramente la libre acuñación, asunto que
    todavía en el año 1888 discutían los
    legisladores norteamericanos, aunque ya habían logrado
    pasar dos leyes, la
    BLAND-ALISSON (1878) y la SHERMAN (1890) bajo las cuales el
    tesoro de aquel país debía comprar grandes
    cantidades de plata para su acuñación.

    La Unión Monetaria entre los Estados Unidos y los
    países de América Latina era imposible desde todo
    punto de vista.

    Martí vio, desde el primer momento y con absoluta
    nitidez este proceso y
    predijo las ventajas y desventajas que acarreaba el
    establecimiento de una moneda internacional común, de
    curso forzoso, fundamentalmente para los para países
    latinoamericanos.

    Desentraña de un modo genial, los verdaderos
    móviles de la Conferencia cuando dice: "A todo convite
    entre pueblos hay que buscarles las razones ocultas.
    Ningún pueblo hace nada contra su interés, de lo
    que deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su
    interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes no
    pueden juntarse".

    Una y otra vez apunta las diferencias entre los Estados
    Unidos y el resto del Continente, conoce cada uno de ellos
    perfectamente y sabe que la Conferencia no podrá traer
    beneficios para la América y advierte además los
    peligros que traía para ello ala alianza con los
    norteamericanos: "Y el que resuelva sin investigar, o desee la
    unión sin conocer (…) o la defienda por la poquedad del
    alma aldeana, hará mal a América".

    La Conferencia Monetaria Internacional comienza a
    sesionar el 7 de enero de 1891, precisamente en estos momentos es
    Secretario de Estado James G. Blaine. En esta época Blaine
    ambiciona la presidencia del gobierno.

    Conocedor de la historia de los Estado Unidos,
    así como de los verdaderos objetivos de
    la Conferencia el Maestro señala: "si el obstáculo
    mayor para la elevación de la plata y su relación
    con el oro es el temor de su producción excesiva y
    valor ficticio
    en los Estados Unidos, ¿Qué conveniencia puede
    haber, ni para los países de Hispanoamérica que
    producen plata, ni para los Estados Unidos mismos, en una moneda
    que asegure mayor imperio y circulación a la plata de los
    Estados Unidos?".

    Después de las numerosas sesiones en las que no
    se logra acuerdo alguno, un delegado de Estados Unidos pide que
    se considere la disolución de las sesiones de la
    Conferencia Internacional para establecer con la
    participación de todos los países una moneda
    universal. Martí ve en esa coyuntura el momento de alertar
    a los pueblos de América Latina sobre la posibilidad de
    futuros compromisos perjudiciales.

    El informe final a
    la Conferencia Monetaria de Washington redactado y leído
    por el Maestro, revela sus extraordinarias dotes
    diplomáticos, su sagacidad y dominio de los
    asuntos monetarios. En el informe se señala que la
    necesidad del establecimiento de una relación fija
    oro-plata o una moneda de igual metal para el cambio
    internacional e interno de cada uno de los países, en
    dicho informe se señala enfáticamente la
    trascendencia de un sistema de monedas internacional tanto
    política como económica: "No es lícito dejar
    de desear la creación de un sistema de monedas uniformes,
    que harían más morales y seguras las relaciones
    económicas de los pueblos…"

    En el documento final se condena todo intento de
    cualquier país por establecer una moneda o relación
    oro-plata que vaya en perjuicio del resto de las naciones del
    mundo, en este sentido el Maestro hace una alusión directa
    a los Estados Unidos: "No ha de haber prisa censurable en
    provocar ni en contraer entre los pueblos, compromisos
    innecesarios que estén fuera de la naturaleza y de
    la realidad. Ni han de negarse a los pueblos (…) a tratar
    unidos cuantos asuntos tienden a fomentar, por el cambio amistoso
    de las ideas, y el creciente conocimiento y
    respeto mutuos,
    los interese legítimos, cuyo comercio natural asegura, en
    vez de comprometer, la pez de las naciones".

    Martí en el informe rechaza la proposición
    norteamericana de convocar a una reunión monetaria
    internacional, con la asistencia de las principales potencias
    mundiales, para el estudio del bimetalismo, ya que comprende que
    las repúblicas latinoamericanas debían establecer
    relaciones monetarias con otros países "Las manos de cada
    nación deben estar libres para desenvolver sin trabas el
    país, con arreglo a su naturaleza
    distintiva y a sus elementos propios".

    El desarrollo posterior del capitalismo en los Estados
    Unidos en su fase superior, con todos sus rasgos y
    características, evidencian lo acertado de las
    advertencias de Martí y sus posiciones en defensa de los
    intereses de los pueblos latinoamericanos.

    El Sistema Monetario Financiero Capitalista en el cual
    quedaron envueltos nuestros pueblos de América en virtud
    del mismo desarrollo capitalista y de la ley de
    acumulación a escala
    internacional, atraviesa actualmente una aguda crisis, que afecta
    fundamentalmente a los países subdesarrollados.

    A partir del fracaso de Estados Unidos en la Conferencia
    Monetaria de 1891, los norteamericanos no cesaron en su intento
    de establecer el predominio de una moneda que redundara en su
    beneficio y en 1944 – a cincuenta y tres años de
    celebrar la Conferencia de 1891- se celebra la Conferencia de
    Bretton Woods la cual ubica de manera privilegiada al
    dólar norteamericano como fundamental activo de reserva
    internacional equiparable en la práctica, al oro
    mismo.

    De este modo quedaba consagrada la hegemonía de
    Estados Unidos en la esfera monetario-financiera.

    Sobre los efectos que esto produjo para los
    países subdesarrollados, Fidel planteó en la VII
    Cumbre de los Países No Alineados: "El sistema monetario
    financiero así creado –se refiere al creado en la
    Conferencia de Botton-Woods- aseguró efectivamente el
    ejercicio del predominio casi indiscutible de los Estados Unidos
    en la economía
    internacional".

    De esta forma, los países subdesarrollados en
    general y los países subdesarrollados en general y los
    países latinoamericanos en particular, quedaron atrapados
    bajo un sistema monetario impuesto por los
    Estados Unidos, y del cual Martí previó las
    consecuencias de su implantación, muchos años
    antes, durante la Conferencia Monetario celebrada en 1891, no
    solo las consecuencias de índole económica sino las
    de índole política, que genialmente predijo el
    Maestro.

    Durante las Conferencia Monetaria, Martí no solo
    advierte los peligros que representaba para la América
    Hispana el establecimiento de un sistema monetario único,
    sino que además escribe en estos momentos interesantes
    crónicas donde sienta las bases para llevar a cabo
    relaciones equilibrios y justas.

    En la revista
    ilustrada de Nueva York
    plantea: "Quién dice unión económica, dice
    unión política. El pueblo que compra, manda. El
    pueblo que vende sirve. Hay que equilibrar el comercio para
    asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo
    pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El
    influjo excesivo de un país en el comercio de otro se
    convierte en influjo político…"

    Estas palabras del Maestro, son hoy una realidad
    palpable para todo el mundo subdesarrollado, y demuestran la
    visión de nuestro Héroe Nacional, en cuanto a las
    consecuencias y políticas
    que traen consigo que las relaciones impuestas por un país
    poderoso, como intentaba hacer Estados Unidos en la Conferencia
    Monetaria; lo cual sucedió en definitiva como
    expresión del desarrollo del capitalismo mundial y en
    especial el norteamericano.

    Hoy día las transnacionales norteamericanas
    prácticamente dominan el comercio de Latinoamérica
    y de otros países subdesarrollados. No por causalidad
    nuestro Comandante en Jefe señaló que "No es
    posible caracterizar el comercio
    internacional de los países subdesarrollados, (…)
    sin encontrar en las empresas
    transnacionales y en las políticas económicas de
    los países de sus casas matrices el
    principal obstáculo para el desarrollo del Tercer
    Mundo".

    Más adelante refiriéndose a la injerencia
    de las transnacionales en los asuntos internos de los
    países subdesarrollados y en la amenaza que ellas
    representan para su soberanía nacional plantea: "¿Es
    imposible acaso orientar la cooperación y ayuda mutua, y
    no hacia la explotación y dominación
    internacional?".

    La respuesta obviamente es negativa, porque
    tendríamos que admitir que un simple instrumento
    jurídico (…) podría transformar la esencia misma
    del imperialismo".

    En general, es obvio que las ideas de Martí,
    durante la Conferencia Monetaria de 1891, son aplicables a
    nuestra realidad internacional y que los planteamientos de
    nuestro Comandante en Jefe Fidel, son una continuación del
    ideario martiano adaptado a las condiciones políticas,
    económicas y sociales del mundo
    contemporáneo.

    Sin dudas la Conferencia Monetaria de 1891
    representó el triunfo de los postulados del Maestro.
    Más que una victoria económica sobre los Estados
    Unidos, representó una victoria política, Paul
    Estrade tiene razón cuando dice –refiriéndose
    al papel desempeñado por Martí en la Conferencia-
    "¡No nos equivoquemos!, al tratar que prevalezca un punto
    de vista diferente al de los Estados Unidos sobre un problema de
    reglamento interno o sobre la fecha de una próxima
    sesión, Martí no procede así por vanidad o
    mezquindad, sino que prepara moral y
    psicológicamente a sus auditores para el verdadero combate
    ulterior que en ese momento sólo él presiente, pero
    que todos deberán librar el combate político contra
    el imperialismo.

    Años después, como es conocido, las
    palabras del Maestro se hacen realidad, los países
    lationoamericanos habrían de enfrentar al imperialismo
    norteamericano, no solamente desde el plano económico sino
    también desde el plano político. Martí
    presintió con genial inteligencia esta clara verdad y a
    través de sus crónicas escritas a propósito
    de la Conferencia Monetaria de 1891, así le advierte a
    toda la América Hispana.

    La propia realidad cubana, durante la
    seudorepúbica, confirma las advertencias del Maestro. Los
    Tratados de Reciprocidad impuestos sobre
    nuestro país, la Enmienda Platt y otras artimañas
    imperialistas, demostraron a la postre, las intensiones del
    gobierno de los Estados Unidos, para obstaculizar nuestro
    desarrollo
    económico.

    A través del estudio del Tratado Comercial entre
    México y Estados Unidos de 1883, y las Conferencias
    Panamericanas de 1889 y 1891, hemos querido dar una
    panorámica general de distintos momentos en la
    radicalización del pensamiento martiano y de su clara
    visión de la amenaza que significaba para el Continente
    Americano, el naciente imperialismo de los Estado
    Unidos.

    Todo lo anterior demuestra la integridad política
    y económica del Maestro como genuino intelectual
    latinoamericano.

    CONCLUSIONES.

    Con el desarrollo de este trabajo se ha alcanzado una
    visión mayor acerca del pensamiento martianos. Sus
    reflexiones y pronunciamientos en cuanto al peligro que
    representaba Estados Unidos para los países de
    América son una realidad que alcanza vigencia y que
    permiten colocar al Maestro como el revolucionario con más
    profunda visión política en su época, su
    prédica en defensa de la integridad política,
    económica, social y cultural latinoamericana lo convierten
    no solo en fuente de consulta imprescindible de los hombres que
    siguieron su lucha, sino en fuente inspiradora y parte integrante
    de la primera revolución
    Marxista en América Latina, "La Revolución
    Cubana".

    BIBLIOGRAFÍA.

    • Florencia Piñate. José Martí y
      la primera conferencia Panamericana.
    • José Martí. Obras Completas. Tomo 7.
      pág. 25
    • Fidel Castro. La crisis económica y social
      del mundo.
      • Informe de la VII Cumbre de los Países
        no Alineados. Pág. 41.
    • José Martí. Obras Completas. Tomo 6.
      Pág. 35.
    • Idem. Pág. 35.
    • Idem. Pág. 46.
    • Idem. Pág. 56.
    • Simón Bolívar. Documentos.
      La Habana. Casa de las Américas. Pág.
      220.
    • José Martí. Obras Completas. Tomo
      6.Pág 44.
    • Idem. Pág. 128.
    • Idem. Pág. 58.
    • Dictámenes, recomendaciones y resoluciones
      adoptadas por la Primera Conferencia Internacional Americana.
      –en "Conferencias Internacionales Americanas".
      Washington. Pág. 11-13.
    • José Martí. Obras Completas. Tomo 6.
      Pág. 55-56.
    • Idem. Pág. 158.
    • Idem. Pág. 162.
    • Idem. Pág. 151.
    • Idem. Pág. 154.
    • Idem. Pág. 165.
    • Fidel Castro. La Crisis económica y social
      del mundo.

    Informe de la VII Cumbre de los Países no
    Alineados. Pág. 79.

    • José Martí. Obras Completas. Tomo 6.
      Pág. 160.
    • Fidel Castro. La crisis económica y social
      del mundo.

    Informe a la VII Cumbre de los Países no
    Alineados. Pág. 73.

    • Idem. Pág. 153.
    • Paul Estrada. 1978. Anuario del Centro de Estudios
      Martianos. Pág. 207.

     

    ANEXO
    #1.

    La conferencia monetaria de las
    Repúblicas de América
    Nueva York, mayo de 1891

    El 24 de mayo de 1888 envió el presidente
    de los Estados Unidos a los pueblos de América, y al
    reino de Hawaii en el mar Pacífico, el convite donde
    el Senado y la Cámara de Representantes los llamaban
    a una Conferencia Internacional en Washington, para
    estudiar, entre otras cosas, "la adopción por cada
    uno de los gobiernos de una moneda común de plata,
    que sea de uso forzoso en las transacciones comerciales
    recíprocas de los ciudadanos de todos los Estados de
    América".

    El 7 de abril de 1890, la Conferencia
    Internacional Americana, en que eran parte los Estados
    Unidos, recomendó que se estableciese una
    unión monetaria internacional; que como base de esta
    unión se acuñasen una o más monedas
    internacionales, uniformes en peso y ley, que
    pudiesen usarse en todos los países representados en
    esta Conferencia; que se reuniese en Washington una
    Comisión que estudiase la cantidad, curso, valor y
    relación de metales en
    que se habría de acuñar la moneda
    internacional.

    El 23 de marzo de 1891, después de un mes
    de prórroga solicitado de la Comisión
    Monetaria Internacional reunida en Washington, por la
    delegación de los Estados Unidos, "para tener
    tiempo de
    conocer la opinión pendiente de la Cámara de
    Representantes sobre la acuñación libre de la
    plata", declaró la delegación de los Estados
    Unidos, ante la Conferencia, que la creación de una
    moneda común de plata de curso forzoso en todos los
    Estados de América era un sueño fascinador,
    que no podía intentarse sin el avenimiento con las
    demás potencias del globo. Recomendó la
    delegación el uso del oro y la plata para la moneda,
    con relación fija. Deseó que los pueblos de
    América, y el reino de Hawai que se sentaba en la
    Conferencia, invitasen unidos a las potencias a un Congreso
    Monetario Universal.

    ¿Qué lección se desprende
    para América, de la Comisión Monetaria
    Internacional, que los Estados Unidos provocaron, con el
    acuerdo del Congreso, en 1888, para tratar de la
    adopción de una moneda común de plata, y a la
    que los Estados Unidos dicen, en 1891, que la moneda
    común de plata es un sueño
    fascinador?

    A lo que se ha de estar no es a la forma de las
    cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que
    importa, no lo aparente. En la política, lo real es
    lo que no se ve. La política es el arte de
    combinar, para el bienestar creciente interior, los
    factores diversos u opuestos de un país, y de salvar
    al país de la enemistad abierta o la amistad
    codiciosa de los demás pueblos. A todo convite entre
    pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Ningún
    pueblo hace nada contra su interés; de lo que se
    deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en
    su interés. Si dos naciones no tienen intereses
    comunes, no pueden juntarse. Si se juntan, chocan. Los
    pueblos menores, que están aún en los vuelcos
    de la gestación, no pueden unirse sin peligro con
    los que buscan un remedio al exceso de productos de una
    población compacta y agresiva, y un
    desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con
    los pueblos menores. Los actos políticos de las
    repúblicas reales son el resultado compuesto de los
    elementos del carácter nacional, de las necesidades
    económicas, de las necesidades de los partidos, de
    las necesidades de los políticos directores. Cuando
    un pueblo es invitado a unión por otro, podrá
    hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado,
    podrá celebrarlo sin juicio la juventud
    prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como
    una merced el político venal o demente, y
    glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en
    su corazón la angustia de la patria, el
    que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir
    qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el
    del convidado, y si están predispuestos a la obra
    común por antecedentes y hábitos comunes, y
    si es probable o no que los elementos temibles del pueblo
    invitante se desarrollen en la unión que pretende,
    con peligro del invitado; ha de inquirir cuáles son
    las fuerzas políticas del país que le
    convida, y los intereses de sus partidos, y los intereses
    de sus hombres, en el momento de la invitación. Y el
    que resuelva sin investigar, o desee la unión sin
    conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento,
    o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará
    mal a América. ¿En qué instantes se
    provocó y se vino a reunir, la Comisión
    Monetaria Internacional? ¿Resulta de ella, o no, que
    la política internacional americana es, o no es, una
    bandera de política local y un instrumento de la
    ambición de los partidos? ¿Han dado, o no,
    esta lección a Hispanoamérica los mismos
    Estados Unidos? ¿Conviene a Hispanoamérica
    desoírla, o aprovecharla?

    Un pueblo crece y obra sobre los demás
    pueblos en acuerdo con los elementos de que se compone. La
    acción de un país, en una unión de
    países, será conforme a los elementos que
    predominen en él, y no podrá ser distinta de
    ellos. Si a un caballo hambriento se le abre la llanura, la
    llanura pastosa y fragante, el caballo se echará
    sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la
    cruz, y morderá furioso a quien le
    estorbe.

    Dos cóndores, o dos corderos, se unen sin
    tanto peligro como un cóndor y un cordero. Los
    mismos cóndores jóvenes, entretenidos en los
    juegos
    fogosos y peleas fanfarronas de la primera edad, no
    defenderían bien, o no acudirían a tiempo y
    juntos a defender, la presa que les arrebatase el
    cóndor maduro. Prever es la cualidad esencial, en la
    constitución y gobierno de los
    pueblos. Gobernar no es más que prever. Antes de
    unirse a un pueblo, se ha de ver qué daños, o
    qué beneficios, pueden venir naturalmente de los
    elementos que lo componen.

    Ni es sólo necesario averiguar si los
    pueblos son tan grandes como parecen y si la misma
    acumulación de poder
    que deslumbra a los impacientes y a los incapaces no se ha
    producido a costa de cualidades superiores, y en virtud de
    las que amenazan a quienes lo admiran; sino que, aún
    cuando la grandeza sea genuina y de raíz, sea
    durable, sea justa, sea útil, sea cordial, cabe que
    sea de otra índole y de otros métodos que la grandeza a que puede
    aspirar por sí, y llegar por sí, con métodos propios, –que son los
    únicos viables–un pueblo que concibe la vida y
    vive en diverso ambiente, de un modo diverso. En la vida
    común, las ideas y los hábitos han de ser
    comunes. No basta que el objeto de la vida sea igual en los
    que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la manera de
    vivir; o pelean, y se desdeñan, y se odian, por las
    diferencias de manera, como se odiarían por las de
    objeto. Los países que no tienen métodos
    comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no
    pueden unirse para realizar su fin común con los
    mismos métodos.

    Ni el que sabe y ve puede decir honradamente,
    –porque eso sólo lo dice quien no sabe y no
    ve, o no quiere por su provecho ver ni saber, –que en
    los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento
    más humano y viril, aunque siempre egoísta y
    conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la
    nobleza, ya burguesía puritana; sino que este
    factor, que consumió la raza nativa, fomentó
    y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o
    robó los países vecinos, se ha acendrado, en
    vez de suavizarse, con el injerto continuo de la
    muchedumbre europea, cría tiránica del
    despotismo político y religioso, cuya única
    cualidad común es el apetito acumulado de ejercer
    sobre los demás la autoridad que se ejerció sobre ellos.
    Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como
    único derecho: "esto será nuestro, porque lo
    necesitamos". Creen en la superioridad incontrastable de
    "la raza anglosajona contra la raza latina". Creen en la
    bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy,
    y de la india,
    que exterminan. Creen que los pueblos de
    Hispanoamérica están formados,
    principalmente, de indios y de negros. Mientras no sepan
    más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la
    respeten más, –como con la explicación
    incesante, urgente, múltiple, sagaz, de nuestros
    elementos y recursos, podrían llegar a
    respetarla, –¿pueden los Estados Unidos
    convidar a Hispanoamérica a una unión sincera
    y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene
    a Hispanoamérica la unión política y
    económica con los Estados Unidos?

    Quien dice unión económica, dice
    unión política. El pueblo que compra, manda.
    El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio,
    para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir,
    vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a
    más de uno. El influjo excesivo de un país en
    el comercio de otro, se convierte en influjo
    político. La política es obra de los hombres,
    que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican
    al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un
    pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de
    él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a
    otro, compele a la alianza y al servicio
    a los que necesitan de él. Lo primero que hace un
    pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los
    demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea
    libre en negocios. Distribuya sus negocios
    entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a
    alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo
    desdeñe menos. Ni uniones de América contra
    Europa,
    ni con Europa contra un pueblo de América. El caso
    geográfico de vivir juntos en América no
    obliga, sino en la mente de algún candidato o
    algún bachiller, a unión política. El
    comercio va por las vertientes de tierra y agua y
    detrás de quien tiene algo que cambiar por
    él, sea monarquía o república. La
    unión, con el mundo, y no con una parte de
    él; no con una parte de él, contra otra. Si
    algún oficio tiene la familia de
    repúblicas de América, no es ir de arriba de
    una de ellas contra las repúblicas
    futuras.

    Ni en los arreglos de la moneda, que es el
    instrumento del comercio, puede un pueblo sano
    prescindir–por acatamiento a un país que no le
    ayudó nunca, o lo ayuda por emulación y miedo
    de otro, –de las naciones que le anticipan el caudal
    necesario para sus empresas, que le obligan el cariño
    con su fe, que lo esperan en las crisis y le dan modo para
    salir de ellas, que lo tratan a la par, sin desdén
    arrogante, y le compran sus frutos. Por el
    universo todo debiera ser una la moneda. Será
    una. Todo lo primitivo, como la diferencia de monedas,
    desaparecerá, cuando ya no haya pueblos primitivos.
    Se ha de poblar la
    tierra, para que impere, en el comercio como en la
    política, la paz igual y culta. Ha de procurarse la
    moneda uniforme. Ha de hacerse cuanto prepare a ella. Ha de
    reconocerse el uso legal de los metales imprescindibles. Ha
    de establecerse una relación fija entre el oro y la
    plata. Ha de desearse, y de ayudar a realizar, cuanto
    acerque a los hombres y les haga la vida más
    moral y
    llevadera. Ha de realizarse cuanto acerque a los pueblos.
    Pero el modo de acercarlos no es levantarlos unos contra
    otros; ni se prepara la paz del mundo armando un continente
    contra las naciones que han dado vida y mantienen con sus
    compras
    a la mayor parte de los países de él; ni
    convidando a los pueblos de América, adeudados a
    Europa, a combinar, con la nación que nunca les
    fió, un sistema de monedas cuyo fin es compeler a
    sus acreedores de Europa, que les fía, a aceptar una
    moneda que sus acreedores rechazan.

    La moneda del comercio ha de ser aceptable a
    los países que comercian. Todo cambio en la moneda
    ha de hacerse, por lo menos, en acuerdo con los
    países con que se comercia más. El que vende
    no puede ofender a quien le compra mucho, y le da crédito, por complacer a quien le
    compra poco, o se niega a comprarle, y no le da
    crédito. Ni lastimar, ni alarmar siquiera, debe un
    deudor necesitado a sus acreedores. No debe levantarse
    entre países que comercian poco, o no dejan de
    comerciar por razones de moneda, una moneda que perturba a
    los países con quienes se comercia mucho. Cuando el
    mayor obstáculo al reconocimiento y fijeza de la
    moneda de plata es el temor de su producción
    excesiva en los Estados Unidos, y del valor ficticio que
    los Estados Unidos le puedan dar por su legislación,
    todo lo que aumente este temor, daña a la plata. El
    porvenir de la moneda de plata está en la
    moderación de sus productores. Forzarla, es
    depreciarla. La plata de Hispanoamérica se
    levantará o caerá con la plata universal. Si
    los países de Hispanoamérica venden,
    principalmente, cuando no exclusivamente, sus frutos en
    Europa, y reciben de Europa empréstitos y créditos, ¿qué
    conveniencia puede haber en entrar, por un sistema que
    quiere violentar al europeo, en un sistema de moneda que no
    se recibiría, o se recibiría depreciada, en
    Europa? Si el obstáculo mayor para la
    elevación de la plata y su relación fija con
    el oro es el temor de su producción excesiva y valor
    ficticio en los Estados Unidos, ¿qué
    conveniencia puede haber, ni para los países de
    Hispanoamérica que producen plata, ni para los
    Estados Unidos mismos, en una moneda que asegure mayor
    imperio y circulación a la plata de los Estados
    Unidos?

    Pero el Congreso Panamericano, que pudo ver lo
    que no siempre vio; que debió librar a las
    repúblicas de América de compromisos futuros
    de que no las libró; que debió estudiar las
    propuestas de la convocatoria por sus antecedentes
    políticos y locales, –la plétora fabril
    traída por el proteccionismo desordenado, –la
    necesidad del Partido Republicano de halagar a sus
    mantenedores proteccionistas, –la ligereza con que un
    prestidigitador político, poniéndole
    colorines de república a una idea imperial,
    podía lisonjear a la vez, como bandera de candidato,
    el interés de los productores ansiosos de vender y
    la conquista latente y poco menos que madura en la sangre
    nacional;–el Congreso
    Panamericano, que
    demoró lo que no quiso resolver, por un
    espíritu imprudente de concesión innecesaria,
    o no pudo resolver, por empeños sinuosos o escasez
    de tiempo, –recomendó la creación de
    una Unión Monetaria Internacional, –la
    creación de una o más monedas
    internacionales, –la reunión de una
    Comisión que acordase el tipo y
    reglamentación de la moneda. Las repúblicas
    de América atendieron, corteses, la
    recomendación. Los delegados de la mayoría de
    ellas se reunieron en Washington, México y
    Nicaragua, y el Brasil y el Perú, y Chile y
    la Argentina, delegaron a sus ministros residentes. El
    ministro argentino renunció el puesto, que
    ocupó más tarde otro delegado. Las otras
    repúblicas enviaron delegados especiales. El
    Paraguay
    no envió. Ni envió Centroamérica,
    fuera de Nicaragua, y de Honduras, cuyo delegado, hijo de
    un almirante norteamericano, no hablaba español. Presidió la
    Comisión, por acuerdo unánime, el Ministro de
    México. Sesiones de uso, comisiones previas,
    reglamento; lo uniforme no era allí la moneda, sino
    la duda, cambiada a chispazos en los debates, –la
    seguridad–de que no podía
    llegarse a acuerdo. Uno hablaba del "comercio real". Otro
    se declaraba, antes de sazón, hostil "a esa idea
    imposible". Pidió un delegado de los Estados Unidos
    una larga demora, "para tener tiempo de conocer la
    opinión pendiente de la Cámara de
    Representantes sobre la acuñación libre de la
    plata"; y un delegado, al obtener que se redujese a
    términos de cortesía, lícita la
    pretensión excesiva del delegado de los Estados
    Unidos, estableció que "se entendiese cómo la
    demora era, para que la delegación del país
    invitante pudiera completar sus estudios preparatorios,
    puesto que de ningún modo se habría de
    suponer que la opinión de la Cámara de
    Representantes hubiese por necesidad de alterar las
    opiniones formadas de la Comisión".

    Cumplida la demora y desbandada la Cámara
    de Representantes sin haber votado, la ley de plata libre,
    las delegaciones ocuparon de nuevo sus puestos en la mesa
    de la Comisión. Acaso habían oído algunos lo que decían sin
    reserva gentes notables del país. Oyeron acaso que
    la Comisión no parecía bien a los que pasaban
    por amigos de la mayoría del gobierno. Que al
    gobierno no agradaba el interés de su minoría
    en mantener, por los que se tachan de artificios, la
    política continental. Que este alarde peligroso de
    la política continental, ni de una minoría
    era siquiera, sino de un solo hombre.
    Que esta Comisión hueca debía cesar, para que
    no sirviese de comodín político a un
    candidato que no se para en medios y sabe sacar montes de
    las hormigas. Que la simple discusión de una moneda
    de plata común alarmaba y ofendía a los
    mantenedores del oro, que imperan en los consejos actuales
    del Partido Republicano. Que los países
    Hispanoamericanos verían por sí, sin duda, si
    les quedan ojos, el peligro de abrirse, por concepto de
    cortesía o por impaciencia de falso progreso, a una
    política que los atrae, por el abalorio de la
    palabra y los hilos de la intriga, a una unión
    fraguada por los que la proponen con un concepto
    distinto del de los que la aceptan. Se puso en pie un
    delegado de los Estados Unidos, ante la Comisión por
    los Estados Unidos convocada para adoptar una moneda
    común de plata, y propuso, al pie de una robusta
    exposición de verdades monetarias,
    donde llamaba "sueño fascinador" a la moneda
    internacional, que declarase la Comisión inoportuna
    la creación de una o más monedas de plata
    comunes; que se opinase que el establecimiento del
    patrón doble de plata y oro, con relación
    universalmente acatada, facilitaría la
    creación de aquellas monedas; que recomendase que
    las repúblicas representadas en la Conferencia
    conviden juntas, por el conducto de sus respectivos
    gobiernos, a una Conferencia Monetaria Universal, para
    tratar del establecimiento de un sistema uniforme y
    proporcionado de monedas de oro y plata. "Hay otro
    mundo–decía el delegado–y un mundo muy
    vasto del otro lado del mar, y la insistencia de este mundo
    en no elevar la plata a la dignidad del oro es el
    obstáculo grande e insuperable que se presenta hoy
    para la adopción de la plata internacional".
    ¡Los Estados Unidos, pues, marcaban a la
    América complaciente el peligro que hubiera corrido
    en acceder con demasiada prisa a las sugestiones de los
    Estados Unidos!

    A cinco repúblicas–a Chile,
    Argentina, Brasil, Colombia
    y Uruguay,
    –dio la Comisión el encargo de estudiar las
    proposiciones de los Estados Unidos, y la Comisión,
    unánime, acordó recomendar que se aceptase
    las proposiciones norteamericanas. "No podía
    extrañar la Comisión que los delegados de los
    Estados Unidos reconociesen las verdades que la
    Comisión Internacional se hubiera visto obligada a
    reconocer por sí misma". "La Comisión
    acataba, como que es de elemental justicia, el principio de someter a todos
    los pueblos del universo
    la proposición de fijar las sustancias y
    proporciones de la moneda en que han de comerciar los
    pueblos todos". "Sueño sería, impropio de la
    generosidad y grandeza a que están obligadas las
    repúblicas, negarse directa o indirectamente, con
    violación de los intereses naturales y los deberes
    humanos, al trato libérrimo con los demás
    pueblos del globo". Pero no propuso la Comisión,
    como los Estados Unidos, que se convidase "a las potencias
    del globo", "por no correr el peligro, con una
    invitación no bastante justificada, de alarmar con
    temores, no por infundados menos ciertos, a los poderes que
    pudiesen ver en la convocatoria el empeño, por
    más que hábil y disimulado, de precipitarlos
    a una solución a que de seguro llegarán antes
    por sí propios, caso que quieran llegar, que si se
    les excita la suspicacia, o se lastima su puntillo con una
    insistencia que no tendría la razón de
    allegar al problema monetario un solo factor nuevo de
    importancia, ni un solo dato desconocido". "La plata
    debe irse acercando al oro". "La producción
    inmoderada aleja la plata del oro". "A la moneda de plata
    no se la puede, ni se la debe, hacer desaparecer". "Se ha
    de tender a la moneda uniforme, pero por el acuerdo
    confiado y sincero de todos los pueblos trabajadores del
    globo, para que tenga base que dure, y no por los recursos
    violentos del artificio llevado a la economía, que
    fomentan rencores y provocan venganzas, y no pueden durar".
    "Pero el convite en conjunto no se recomienda. " Y cuando a
    su paso por los detalles monetarios tocaba a la
    Comisión marcar el espíritu con que
    Hispanoamérica los entendía, y entiende
    cuanto atañe a la vida individual e independiente de
    sus pueblos
    , lo marcó
    así:

    "Los países representados en esta
    Conferencia no vinieron aquí por el falso atractivo
    de novedades que no están aún en
    sazón, ni porque desconociesen los factores todos
    que precedieron y acompañaron el hecho de su
    convocatoria sino para dar una muestra,
    fácil a los que están seguros de
    su destino propio y su capacidad para realizarlo, de
    aquella cortesía cordial que es tan grata y
    útil entre los pueblos como entre los hombres,
    –de su disposición a tratar con buena fe lo
    que se cree propuesto con buena voluntad–y del
    afectuoso deseo de ayudar, con los Estados Unidos como con
    los demás pueblos del mundo, a cuanto contribuya al
    bienestar y la paz de los hombres". "No ha de haber prisa
    censurable en provocar, ni en contraer entre los pueblos
    compromisos innecesarios que estén fuera de la
    naturaleza y de la realidad". "El oficio del continente
    americano no es perturbar el mundo con factores nuevos de
    rivalidad y de discordia, ni restablecer con otros
    métodos y nombres el sistema imperial, por donde se
    corrompen y mueren las repúblicas; sino tratar en
    paz y honradez con los pueblos que en la hora dudosa de la
    emancipación nos enviaron sus soldados, y en la
    época revuelta de la constitución nos mantienen abiertas
    sus cajas". "Los pueblos todos deben reunirse en amistad,
    y con la mayor frecuencia dable, para ir reemplazando, con
    el sistema del acrecentamiento universal, por sobre la
    lengua
    de los istmos y la barrera de los mares, el sistema, muerto
    para siempre, de dinastías y de grupos".
    "Las puertas de cada nación deben estar abiertas a
    la libertad fecundante y legítima de todos los
    pueblos. Las manos de cada nación deben estar libres
    para desenvolver sin trabas el país, con arreglo a
    su naturaleza distintiva y a sus elementos
    propios".

    Cuando se pone en pie el anfitrión, los
    huéspedes no insisten en quedarse sentados a la
    mesa. Cuando los huéspedes venidos de muy lejos,
    más por cortesía que por apetito, hallan al
    anfitrión a la puerta, diciendo que no hay
    qué comer, los huéspedes no lo echan de lado,
    ni entran en su casa a la fuerza, ni dan voces para que les
    abran el comedor. Los huéspedes deben decir alto la
    cortesía por que vinieron, y cómo no vinieron
    por servidumbre ni necesidad, para que el anfitrión
    no crea que están tallados en una rodilla, o son
    títeres que van y que vienen, por donde quiere que
    vayan o vengan el titiritero. Luego, irse. Hay un modo de
    andar, de espalda vuelta, que aumenta la estatura. Un
    delegado hispanoamericano–entendiendo que la
    Comisión Monetaria no venía más que "a
    cumplir lo que se había
    recomendado"–apadrinó, sin ver que una
    recomendación lleva aparejada la discusión y
    confirmación antes del cumplimiento, la
    opinión sin cabeza visible que andaba serpeando por
    entre los delegados: que la Comisión Monetaria no
    había venido, como creían los Estados Unidos
    que la promovieron, a ver si podía y debía
    crearse una moneda internacional, sino a crearla ahora,
    aunque los Estados Unidos mismos reconociesen que ahora no
    se podía crear; y el delegado propuso un plan
    minucioso de moneda de América, que llamó
    "Columbus", sobre los trazos de la moneda de la
    Unión Latina, más un Consejo de Vigilancia,
    "residente en Washington".

    No habían dicho los Estados Unidos que el
    obstáculo para la creación de la moneda
    internacional fuese la resistencia de la Cámara de
    Representantes a votar la acuñación libre de
    la plata, sino la resistencia del mundo vasto del otro lado de
    la mar a aceptar la moneda de plata en relación fija
    e igual con la moneda de oro; pero un delegado
    hispanoamericano preguntó así: "¿No
    sería más prudente, dada la probabilidad de que la nueva Cámara
    de Representantes vote antes de fin de año la
    acuñación libre de la plata, suspender las
    sesiones de la Conferencia, por ejemplo, hasta el
    día primero de enero de 1892, cuando probablemente
    este asunto habrá sido decidido por el gobierno de
    los Estados Unidos?" Y cuando otro delegado urgía,
    por el decoro de los huéspedes, la
    aceptación, lisa y prudente, de las proposiciones de
    los Estados Unidos, salva la del Congreso Universal,
    habló un delegado hispanoamericano, que no habla
    español, para pedir y obtener la
    suspensión de la sesión. ¿Quién
    podía tener interés, puesto que los
    hispanoamericanos lo tenían, en que la
    Comisión promovida por los Estados Unidos continuase
    en funciones,
    contra la opinión terminante de los mismos Estados
    Unidos? ¿Quién azuzaba, en una asamblea de
    mayoría hispanoamericana, la oposición a las
    proposiciones de los Estados Unidos? ¿A
    quién, sino a los que hacen bandera de la
    política continental, propuesta por los Estados
    Unidos, perjudicaba que la idea de una moneda continental
    se declarase imposible en la Comisión reunida para
    su estudio por los mismos Estados Unidos? ¿Por
    qué surgía, ni cómo podía
    surgir de un modo natural en la Comisión Monetaria,
    de mayoría hispanoamericana, el pensamiento de
    oponerse a la clausura de una Comisión reunida para
    tratar de un proyecto
    que expresamente declaraban irrealizable, casi
    unánimemente, los delegados hispanoamericanos? Si a
    sí no se servían, ¿qué
    interés, en el seno de ellos, se aprovechaba de su
    buena voluntad excesiva, y los ponía a su servicio?
    ¿O era, como decían los que saben del
    interior de la política, que el interés de un
    grupo
    político, o de un político tenaz y osado de
    los Estados Unidos, levantaba por resortes ocultos e
    influencias privadas una asamblea de pueblos contra la
    opinión solemne del gobierno de los Estados Unidos?
    ¿Era que la asamblea de pueblos hispanoamericanos
    iba a servir los intereses de quien los compele a ligas
    confusas, a ligas peligrosas, a ligas imposibles,
    desdeñando el consejo de los que, por su
    interés local de partidarios o por justicia
    internacional, les abren las puertas para que se salven de
    ellas?

    Se meditó; se temió; se
    urgió; se corrió gran riesgo de
    hacer lo que no se debía: de dejar en pie al
    capricho de una política ajena, desesperada y sin
    escrúpulos, –una asamblea que, por lo complejo
    y delicado de las relaciones de muchos pueblos de
    Hispanoamérica con los Estados Unidos, podía,
    en manos de un candidato inclemente, ceder a los Estados
    Unidos más de lo que conviniese al respeto y
    seguridad de los pueblos
    hispanoamericanos.

    Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad no
    sería el mejor modo de salvarse de los peligros a
    que expone en el comercio, con un pueblo pujador y
    desbordante, la fama de debilidad. La cordura no
    está en confirmar la fama de débil, sino en
    aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico
    sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso,
    cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es
    ser enérgico. Sobre serpientes, ¿quién
    levanta pueblos? Pero si hubo batalla; si el afán de
    progreso en las repúblicas aún no cuajadas
    lleva a sus hijos, por singular desvío de la
    razón, o levadura enconada de servidumbre, a confiar
    más en la virtud del progreso en los pueblos donde
    no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el
    ansia de ver crecer el país nativo los lleva a la
    ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto
    de factores extraños u hostiles al país, que
    ha de crecer conforme a sus factores y por métodos
    que resulten de ellos; si la cautela natural de los pueblos
    clavados en las cercanías de Norteamérica no
    creía aconsejable lo que, más que a los
    demás, por esa misma cercanía, les interesa;
    si la prudencia local y respetable, o el temor, o la
    obligación privada, ponían más cera en
    los caracteres que la que se ha de tener en los asuntos de
    independencia y creación hispanoamericana, en la
    Comisión Monetaria no se vio, porque acordó
    levantar de lleno sus sesiones.

    La Revista
    Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891.
    Obras Completas, tomo 6, Editorial de Ciencias
    Sociales, La Habana 1975, páginas
    155-167.

     

    Karina de la Peña

    Ciudad de Holguín.

    "Año del 45 Aniversario del Triunfo de la
    Revolución".

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