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Mitos cosmogónicos




Enviado por bettyna25



    1. El mito
    2. Función de los
      mitos
    3. Grecia y
      Roma
    4. Las teogonías
      griegas
    5. El mito romano de la
      creación
    6. El mito escandinavo de la
      creación
    7. El mito chino de la
      creación
    8. Introducción a la
      cultura tibetana
    9. El Mito Tibetano de la
      Creación
    10. Religión
      aborigen
    11. La Creación
      según los Aborígenes
      Australianos
    12. Mitos Maya y
      Azteca
    13. El mito azteca de la
      creación
    14. La creación según
      el Popol vuh
    15. Mito Cristiano de la
      Creación
    16. Semejanzas y diferencias entre
      los diferentes mitos cosmogónicos

    El mito.

    La más simple de las definiciones que se pueden
    dar es: "Fábula, ficción alegórica,
    especialmente en materia
    religiosa". Esta explicación se limita a hacer una
    traducción literal del griego que no aclara las razones
    fundamentales de su ser en otros ámbitos más
    significativos como el cultural, histórico, literario,
    filosófico…

    Una idea que comparten todos los autores que escriben
    sobre el mito es su
    finalidad: tratar de dar explicación al origen de la vida
    y a las demás cuestiones filosóficas tradicionales
    (a dónde vamos, quiénes somos…).

    cosmogónicos: intentan expicar la
    creación del mundo; teogónicos,
    cuando se refieren al origen de los dioses;
    antropogónicos, relativos a la
    aparición del hombre;
    etiológicos, cuando tratan de explicar el
    porqué de determinadas instituciones
    políticas, sociales o religiosas;
    escatológicos, que se centran en imaginar la
    vida de ultratumba o el fin del mundo; morales, que
    suelen referirse a la lucha entre principios
    morales opuestos (bien-mal, ángeles-demonios). Todas estas
    categorías no son discriminatorias pues pueden convivir
    varias en un solo relato.

     Función de los
    mitos

    Para ilustrar la importancia de los mitos a lo
    largo de la historia de la humanidad
    podemos usar un texto de G.
    Dumezil: "El país que no tenga leyendas, dice
    el poeta, está condenado a morir de frío. Es muy
    posible. Pero el pueblo que no tenga mitos
    está ya muerto. La función de
    la clase particular de leyendas que
    son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la
    ideología de que vive la sociedad,
    mantener ante su conciencia no
    solamente los valores
    que reconoce y los ideales que persigue de generación en
    generación, sino ante todo su ser y estructura
    mismos, los elementos, los vínculos, las tensiones que la
    constituyen; justificar, en fin, las reglas y prácticas
    tradicionales sin las cuales todo lo suyo se
    dispersaría."

    De este fragmento, se puede considerar el hecho de
    expresar y difundir la ideología de una sociedad como
    fundamento motor de la
    naturaleza de
    los mitos. Además, funcionan como elementos aglutinadores,
    dotando de unidad a un pueblo, homogeneizando rituales,
    conductas, actitudes… En definitiva, son la base que
    dota de identidad a
    una comunidad de
    personas.

    Es sabido que la necesidad de conocimiento y
    la curiosidad son hechos innatos a la condición humana.
    Los seres humanos necesitan dar respuesta a las preguntas a cerca
    de su origen, su destino, su presente… La respuesta
    mitológica fue la primera en aparecer. Agricultores que
    necesitan lluvia, marineros que quieren dominar el mar, guerreros
    que quieren vencer batallas, campesinos con miedo a las
    tormentas. Todos ellos encontraron respuestas en los mitos: la
    lluvia era generada por un dios, el mar bravo era el enojo de
    Posidón, Ares apoyaba a los ejércitos que
    más lo complacían, Zeus lanzaba los rayos de las
    tormentas.

    Como transmisores de ideologías los mitos son muy
    poderosos. A sus creadores y difundidores no se les pasó
    por alto esta cualidad y los usaron con fines dogmáticos.
    Un ejemplo muy revelador aparece en la Ilíada:
    en el segundo canto, un soldado aqueo llamado Tersites se
    pregunta por qué deben seguir ciegamente las
    órdenes de los reyes. Odiseo termina con estas peligrosas
    dudas usando la violencia.
    Fernando Savater, en su obra Política para Amador
    considera que este pasaje es una ejemplificación de los
    primeros problemas que
    tuvo la democracia. Se
    puede ver claramente que Tersites no quiere seguir ciegamente los
    mandatos de sus superiores ya que cree que su opinión es
    tan importante como la de éstos. Homero transmite
    una apología del respeto ciego a
    los reyes y, por lo tanto, un deseo de que se perpetúe la
    monarquía.

    Para resumir, se puede decir que los mitos otorgaron
    tres "favores" al ser humanos: Explicación o
    justificación del mundo La figura divina surge en la mente
    humana para explicar lo racionalmente inexplicable, ante la
    necesidad de entender o al menos justificar los fenómenos
    que rodean al hombre, e
    incluso la presencia de éste sobre la tierra y la
    existencia misma de ésta.

    El concepto de dios
    ha evolucionado a la par que el hombre, en
    las leyendas más antiguas acerca de dioses estos tienen
    características muy humanas. Los dioses
    vivían entre los hombres, se relacionaban con ellos en
    Grecia
    había comercio
    carnal entre unos y otros.

    En cambio, la
    tribu judía plantea la existencia de un solo dios,
    omnipotente, omnipresente eterno y perfecto. En este concepto dios no
    tiene características humanas, según el
    Génesis Dios crea todo sin requerir la existencia previa
    de nada, el único acto en el cual echa mano de una
    materia prima
    previamente creada por él, es la creación del
    hombre al que hace de barro.

    Si entendemos que dios es el único recurso para
    justificar lo inexplicable, podemos establecer que el nacimiento
    de los dioses era inevitable.

    Reglas morales de convivencia social. Los dioses
    son a través de la historia el elemento rector
    de la vida social humana. Con su existencia dan sustento al
    principio de autoridad, a
    los conceptos de bien y de mal, y a la búsqueda del bien
    conforme a cada religión.

    Los dioses fundamentan la moralidad necesaria para la
    convivencia: en la tradición judeocristiana Dios dicta las
    leyes y las da
    a los hombres para que vivan y alcancen la perfección en
    su cumplimiento.

    En otros casos los dioses son el motor que mueve a
    los pueblos: Mahoma y la guerra santa
    que dio lugar a un gran imperio. En un principio sólo
    buscaba servir a dios, pero innegablemente tuvo resultados mucho
    más amplios y profundos en la historia.

    Esperanza ante la muerte
    .

    Posteriormente el concepto "dios" aporta a la humanidad
    un servicio
    quizá más grande que los anteriores. Cuando
    el hombre toma
    conciencia de su
    finitud, se apodera de él la desolación, porque a
    la pregunta ¿de dónde vengo? Sigue
    irremediablemente ¿a dónde voy? La nada es
    aterradora, el hombre teme a la oscuridad. Dios da la esperanza
    de trascender la finitud, esperanza que se transforma en el
    sostén más importante de dios. Quizá por
    este servicio es
    que dios no ha muerto del todo.

    Mitos cosmogónicos

    En este apartado serán analizados algunos mitos
    cosmogónicos (que se ocupan del origen del mundo) de
    distintas culturas del mundo. La mayoría de ellos tienen
    elementos comunes, pero lo que no se puede poner en duda es que
    todos ellos cumplen las mismas funciones en los
    distintos pueblos: ofrecían una visión integradora
    del mundo, aseguraban la tranquilidad psicológica de los
    partícipes en la creencia colectiva (facilitando el
    tránsito del estupor a la comprensión) y a la vez
    la elaboraban las señas de identidad
    necesarias para la vida en comunidad.

    Para estudiarlos de una manera más
    estructuralizada, serán clasificados en varios grupos: el griego
    y latino; el escandinavo y pueblos del norte de Europa; los mitos
    chino y tibetano; los de los pueblos de aborígenes
    australianos; pueblos de África sursahariana, las
    cosmogonías de los indios Cheyenne y Hopi; la de los
    aztecas y
    mayas; y
    también estudiaremos el mito de la creación
    cristiano.

    Se comenzará el estudio por una introducción histórica, cultural o
    social de la civilización que precederá al texto
    propiamente dicho de cada mito.

     

    Grecia y
    Roma

    Introducción a la antigua
    Grecia

    El mar Mediterráneo se convirtió en la
    Antigüedad en medio para el intercambio de ideas y de
    bienes
    materiales
    entre los pueblos que se asentaron en sus orillas: fenicios,
    persas, griegos… En este marco del Mediterráneo
    surgió una de las primeras grandes culturas en suelo europeo: la
    cultura
    cretense (2000 a. C. al 1425 a. C.). La civilización
    griega clásica hunde sus raíces en esta
    civilización cretense, si bien es cierto que se nutre de
    muchos otros influjos procedentes de diversos pueblos
    (Micénico). La huella de estas influencias puede seguirse
    a través de un largo proceso de
    formación, que duró aproximadamente unos dos mil
    años, y que culminó con la aparición, hacia
    el 800 a. C., de la primera etapa histórica de la antigua
    Grecia: la
    Grecia Arcaica. Tras esa primera etapa, que llegó hasta el
    siglo VI a. C., se inició la etapa más floreciente
    de la cultura griega
    conocida como Periodo Clásico (del siglo V al IV a. C.).
    El último periodo fue el Helenismo que comenzó en
    el siglo IV a. C. y finalizó en el siglo I a. C. con la
    conquista de Grecia por parte de los romanos.

    La cultura griega
    clásica es uno de los pilares de nuestra
    civilización occidental. Es en Grecia donde surge por
    primera vez la democracia,
    donde aparece la filosofía, pues el ser humano comienza a
    cuestionarse su existencia, donde el hombre se convirtió
    en el centro del pensamiento y
    en la medida de la belleza. Grecia ha dado a la Historia de la
    Humanidad un gran número de filósofos, historiadores, escritores,
    artistas y pensadores cuyas obras son reconocidas en todo el
    mundo.

    Grecia mantuvo a lo largo de toda su historia una fuerte
    unidad cultural, a pesar de su diversidad geográfica y su
    marcada fragmentación política, ya que el
    poder estaba
    dividido entre las múltiples "polis" o ciudades-estado
    independientes. Estas polis eran el núcleo de la vida
    política y
    social en Grecia y entre ellas destacaron ciudades como Atenas,
    Olimpia, Éfeso o Pérgamo. La evolución de la estructura
    social griega desde una sociedad sencilla, hasta una sociedad
    compleja y abierta, se desarrolló paralelamente a la
    evolución operada en la economía, desde una
    estructura basada en la tierra hasta
    una economía
    monetaria y comercial. Esa evolución está
    también ligada al desarrollo en
    el campo político, donde el desarrollo de
    la polis supuso la desaparición de los reyes y la
    consolidación de la figura del ciudadano libre, al
    tiempo que se
    establecía el modelo
    democrático.

     La religión y el
    pensamiento de
    la antigua Grecia

    El pensamiento griego a la hora de formular su
    concepción sobre el origen del mundo, partió tanto
    del mito como de la ciencia.
    Así, a partir del mito surgieron toda una serie de relatos
    sobre dioses y héroes legendarios y, a partir de la
    ciencia,
    apareció la respuesta racional, ofrecida por filósofos como Tales de Mileto o
    Pitágoras. A partir del siglo VI a. C., el pensamiento
    griego empezó a buscar repuestas al orden del Mundo,
    sustentadas en la razón. Tales (nacido en torno al 640 y
    muerto en el 545 a. C.) fue uno de los filósofos
    destacados de la Escuela de Mileto
    y defendía que el principio de todo era el agua,
    fundamentando su teoría
    en el hecho de que el agua era el
    único elemento que podía encontrarse en los tres
    estados de la materia:
    sólido, líquido y gaseoso. Más tarde los
    pitagóricos defendieron que el
    conocimiento de las cosas solamente se puede alcanzar a
    través de las matemáticas. A medida que avanzaba el
    conocimiento griego, se formularon hipótesis más complejas como la de
    Anaxágoras que defendía que el Universo
    estaba formado por múltiples sustancias, pero no da
    respuesta a su origen. Para Platón, el
    "Demiurgo" era la inteligencia
    ordenadora que actuaba sobre el caos, ordenándola y
    dándole forma conforme a un plan.

    La religión griega se basó sencillamente
    en la mitología, que se caracterizó por su
    talante sincrético, ya que incorporaba en sus relatos
    elementos de diversas culturas. En esta religión
    politeísta, cualquier fenómeno y elemento de la
    naturaleza,
    así como las principales actividades económicas,
    quedaron representados por divinidades con apariencia humana.
    Así, en los mitos griegos podemos encontrar un gran
    número de dioses pertenecientes a épocas y lugares
    distintos. Por este motivo resulta complicado reconstruir el
    panteón completo, de hecho en algunas ocasiones, los
    dioses se confunden y un mismo suceso presenta varias versiones,
    llegándose a dar importantes confusiones. Entre estas
    divinidades, que moraban en el monte Olimpo, se formaron
    complejas relaciones y vínculos que son la base de la
    mitología
    griega.

     Las
    teogonías griegas

    La mitología
    griega también recoge en sus relatos el origen del
    Mundo. Pero debemos tener presente que para el pensamiento
    religioso griego una cosmogonía suponía no
    solamente el origen de nuestro mundo físico, sino
    también el origen de los dioses, el origen del
    hombre y la
    organización social.

    La literatura griega
    proporcionó diversos textos cosmogónicos, sin
    embargo la mayoría se conservan bastante mal. Entre ellos
    conocemos la teogonía de Hesíodo, la de Apolodoro
    en su Biblioteca, la
    teogonía de Eudemo, la de Jerónimo y Helanico, la
    cosmogonía de las Rapsodias y la recogida en el Papiro de
    Derveni, las cuatro últimas son conocidas como
    "Teogonías Órficas", ya que son atribuidas a Orfeo.
    Hay una serie de rasgos generales compartidos por estas
    cosmogonías griegas. En primer lugar, el origen del Mundo
    parte de la organización de una materia primitiva, que
    a veces se organiza sola. El segundo concepto fundamental es el
    de los pares de contrarios. Este planteamiento permitía
    concebir un gran número de oposiciones: el bien y el mal,
    frío y calor,
    día y noche… Otro elemento característico de las
    cosmogonías griegas es que la ordenación del Mundo
    no se produce instantáneamente, sino que pasa por fases
    intermedias en las que aparecen criaturas monstruosas y
    míticas hasta que el desorden es definitivamente
    desplazado y desaparece.

     La teogonía de
    Hesíodo

    De todos los relatos cosmogónicos griegos, la
    Teogonía de Hesíodo es la obra más
    antigua y mejor conocida de todas. Escrita entre finales del
    siglo VIII y comienzos del VII a. C., es la fuente de la que se
    nutre toda la mitología griega.
    Hesíodovivió en torno a l siglo
    VIII a. C. y ya entre los griegos tuvo la fama de ser él
    quien ordenó los mitos religiosos, organizando la
    genealogía de los dioses. En esta Teogonía
    podemos distinguir hasta cuatro fases: en la primera fase, parte
    de la existencia de Caos, y después de la Tierra,
    Eros, el Cielo y la primera generación divina; en una
    segunda fase, se describe la castración del Cielo por su
    hijo Cronos; en la tercera parte, Zeus logra no ser devorado por
    Cronos, su padre y toma el poder; y en la
    última fase, se narra la batalla de Zeus y los dioses
    contra los titanes. El autor nos describe el origen del Mundo
    como parte de una teogonía, siendo la formación del
    Mundo un tema secundario, porque, de hecho, a Hesíodo le
    interesa la "estirpe de los inmortales", como bien nos indica en
    su poema.

    Hesíodo comenzó su obra con una
    invocación a las Musas, quienes le inspiraron en su poema
    y le instruyeron en su tarea. Hesíodo describe la
    experiencia como un encuentro místico con los dioses.
    Podemos pensar que esta descripción oscila entre lo que
    podría ser un recurso literario y una experiencia
    religiosa, en la que un dios se aparece a un mortal (pastor,
    campesino…) y le transmite unos conocimientos.

     Las teogonías
    órficas

    La teogonía de Eudemo, la teogonía de
    Jerónimo y Helanico, la cosmogonía de las Rapsodias
    y la teogonía del Papiro de Derveni se engloban dentro del
    conjunto de las llamadas "Teogonías Órficas",
    así designadas porque eran atribuidas a Orfeo. Damascio,
    autor neoplatónico que vivió entre el 480 y el 544
    d. C. aproximadamente, nos habló en su obra de la
    teogonía de Eudemo, de la obra de Jerónimo y
    Helanico y de las Rapsodias en su principal obra: Problemas y
    Soluciones
    sobre los Primeros Principios. Orfeo
    fue conocido por ser un excelente cantor y era situado por la
    tradición en los tiempos de los orígenes, es decir
    antes de Homero. Su
    ubicación en esos tiempos se realizó con la
    intención de que Orfeo fuese considerado más
    antiguo que el propio Homero y, por tanto, resultase más
    venerable que éste. Así, varias obras fueron
    atribuidas a Orfeo, como recurso para garantizar su validez y
    antigüedad.

    El orfismo se puede definir como un movimiento
    religioso místico que se nutría de otros
    movimientos como el pitagorismo, con el que compartía la
    transmigración de las almas, el dionisismo, del que adopta
    el éxtasis, o el culto a Eleusis, con el que comparte el
    elemento mistérico. El orfismo está muy marcado por
    el mito y se elaboraron varias teogonías vinculadas con el
    desarrollo y destino de las almas, siendo hasta cierto punto
    «antropogónicas». En las cosmogonías
    órficas podemos realizar una clara distinción entre
    las "cosmogonías de la Noche" y las "cosmogonías
    del huevo". "Cosmogonías de la Noche" son la de Eudemo y
    la del Papiro de Derveni, y "cosmogonías del huevo", la de
    Jerónimo y Helanico y la de Aristófanes. La de las
    Rapsodias, es una cosmogonía que sintetiza elementos de
    ambos tipos: de la Noche y del huevo.

    A continuación se expone un texto perteneciente a
    la Teogonía de Hesíodo, donde se muestra el origen
    del mundo:

    En primer lugar existió, realmente, el Caos.
    Luego Gea, de ancho pecho, sede siempre firme de todos los
    inmortales que ocupan la cima del nevado Olimpo; [en lo
    más profundo de la tierra de
    amplios caminos, el sombrío Tártaro], y Eros, el
    más bello entre los dioses inmortales, desatador de
    miembros, que en los pechos de todos los dioses y de todos los
    hombres su mente y prudente decisión somete.

    Del Caos nacieron Érebo y la negra Noche. De la
    Noche, a su vez, surgieron Éter y Hémera, a los que
    engendró como fruto de sus amores con
    Érebo.

    Introducción a la mitología
    romana

    Los autores de la antigüedad reconocían una
    gran diferencia entre las deidades griegas y las romanas.
    Así Varrón, escritor romano del s. I a. de C.
    escribe que en los primeros días de la ciudad no se
    representaban con forma humana a las divinidades romanas, a
    diferencia de los dioses griegos. Dionisio, un historiador griego
    de la misma época, destaca la superioridad moral de los
    dioses romanos sobre los helenos.

    Entre los dioses primitivos de los romanos
    existíedan los Lares o dioses del hogar, los Penates o
    dioses de la despensa y por lo tanto de la riqueza familiar y
    eran representado por pequeñas figuritas vestidas con
    túnica corta y un cuerno y un plato en las manos.
    También reconocían a Jano, el dios de las puertas,
    al que siempre se le representaba en la monedas, con dos caras,
    por lo de la entrada/salida.

    Así se puede decir, en términos generales
    que los dioses romanos carecían de personalidad
    propia ya que hasta los mismo Lares eran especialmente oscuros.
    Sus santuarios eran muy frecuentes en las casas, pero estas
    deidades no desempeñaban ninguna función en
    las narraciones míticas, tampoco se les asignaban nombres
    individuales e integraban un grupo
    indiferenciado.

    Entre los dioses propiamente romanos los había
    que iniciaron su vida como simples mortales, como el caso del
    fundador de Roma,
    Rómulo, que fue supuestamente deificado tras su muerte y
    pasó a ser el dios Quirino. Según el mito,
    desapareció misteriosamente y después se presento
    en sueños a un ciudadano al cual le explicó que lo
    habían raptado y se había unido a los
    dioses.

    Además de los dioses del hogar, los romanos
    tenían otras divinidades menores asociadas con diversas
    actividades humanas, y S. Agustín, en su ataque al
    paganismo las consideró temas especialmente apropiados
    para su ridiculización. Como Domidicus (El dios que
    encabeza el hogar) Prema (la diosa que "sujeta" ), o Subigos (el
    dios que "somete") estas tres deidades, supuestamente vigilaban
    la noche de bodas de una mujer romana.
    Pero nunca se les representaba con forma humana y no
    constituían material para la creación de mitos.
    Dada esta situación no es pura coincidencia que las
    deidades mas importantes que posteriormente formaron el
    Panteón romano tuviesen un carácter
    similar a las griegas. Algunas se importaron directamente de los
    griegos como Esculapio, dios de la medicina que
    deriva del griego Asclepio, y entró en Roma hacia el
    año 213 a.C. siguiendo las instrucciones de un
    oráculo tras una peste devastadora.

    Otras deidades nativas o importadas de otros pueblos que
    habitaban la península itálica se fueron sometiendo
    a reinterpretaciones graduales a medida que aumentaban los
    contactos de Roma con Grecia.

    Así a la diosa Minerva protectora de las artes
    entre los etruscos, cuya civilización pre-romana
    floreció al norte del Tiber en el siglo VI a. de C. y que
    los romanos la habían tomado prestada de éstos, le
    incorporaron los atributos que lo griegos habían dado a
    Palas Atenea, con lo cual quedaron equiparadas. Al dios
    Júpiter lo asociaron al Zeus griego y a la diosa Venus,
    con la diosa Afrodita. A Diana, diosa de los bosques
    itálicos se la llegó a identificar, con el tiempo con la
    diosa griega Artemisa, y Apolo dios griego de la luz y del
    intelecto, también llegó a los romanos por medio de
    los etruscos pero no ocupó un lugar destacado entre los
    dioses hasta la época del Emperador Augusto, en el s. I,
    d. C. Parecida evolución sufrió Fauno, antigua
    deidad itálica de los bosques cuyos atributos se
    terminaron asimilando al del dios griego Pan.

    Los dioses romanos suelen carecer de personalidades
    marcadas, así Júpiter no es ni tan tiránico
    ni tan libidinoso como Zeus, ni Venus tan sensual ni cruel como
    Afrodita. Al dios romano Marte que fue asimilado al dios de la
    guerra Ares,
    más se le asocia con la agricultura
    una vez romanizado, lo que representa un reflejo de la
    preocupación romana por las virtudes cívicas y las
    responsabilidades comunes. Y presenta además un carácter
    patriótico como padre de Rómulo el primer rey de
    Roma. Pero eso ya entra dentro de la difícil
    delimitación entre los mitos romanos y la historia
    temprana.

    Una de las mayores compilaciones de la mitología
    clásica romana es la obra Metamorfosis de Ovidio (43
    a.C-17-18 d.C). En ella están recogidos la mayoría
    de los mitos que conocemos actualmente. Comienza con una
    explicación del origen del mundo que citamos a
    continuación.

     EL MITO ROMANO DE LA
    CREACIÓN

    Antes del mar, de la tierra y del cielo que lo cubre
    todo, la naturaleza ofrecía un solo aspecto en el orbe
    entero, al que llamaron Caos: una masa tosca y desordenada, que
    no era más que un peso inerte y gérmenes
    discordantes, amontonados juntos, de cosas no bien unidas.
    Ningún Titán ofrecía todavía luz al mundo, ni
    Febe renovaba creciendo sus nuevos cuernos, ni la tierra se
    encontraba suspendida en el aire que la
    rodeaba, equilibrada por su propio peso, ni Anfitrite
    había extendido sus brazos por los largos límites de
    las tierras. Y auqnue había allí tierra, mar y
    aire, inestable
    era la tierra, innavegable era el mar y sin luz estaba el aire:
    nada conservaba su forma, cada uno se oponía a los otros,
    porque en un solo cuerpo lo frío luchaba con lo caliente,
    lo húmedo con lo seco, lo blandocon lo duro y lo pesado
    con lo ligero. Esta disputa un dios, o más bien la
    naturaleza, la dirimió, pues escindió las tierras
    del cielo, las aguas de las tierras y separó el
    límpido cielo del aire espeso. Y después que los
    desplegó y los sacó de la masa oscura, los
    unió en sitios separados con paz armoniosa. La fuerza
    ígnea y sin peso del cielo convexo brilló y se
    buscó un lugar en lo más alto de la bóveda;
    cercano a él por su ligereza y situación
    está el aire; más densa que ellos, la tierra
    arrastró consigo los elementos pesado y quedó
    apretada por su propia gravedad; y el agua que la
    rodea ocupó la parte final y abarcó el disco
    sólido.

    Cuando el dios, quienquiera que fuera, hubo de ordenado
    así la masa, la dividió y, una vez dividida, la
    distribuyó en partes; primero a la tierra, para que no
    quedara desigual por todas partes, la enrolló bajo la
    figura de un enorme globo; después, ordenó que se
    dispersaran los mares, que se inflaran de rápidos vientos
    y rodearan las costas de la tierra circular. Añadió
    fuetes, inmensos estanques y lagos, y encauzó el raudal de
    los ríos entre riberas tortuosas: éstos son
    absorbidos en parte por la misma tierra en diferentes lugares, en
    parte llegan al mar y, recibidos en llanura de aguas más
    extensas, golpean los litorales en lugar de las riberas.
    Ordenó también que se dilataran los campos, se
    hundieran los valles, los bosques se cubrieran de hojas y se
    elevaran los montes pedregosos. Y como hay dos zonas que cortan
    el cielo por la derecha, otras dos por la izquierda y una quinta
    es más tórrida que éstas, así el celo
    de Dios dividió la masa inclusa en igual número y
    otras tantas zonas quedan marcadas sobre la tierra.

    De ellas, la central no es habitable a causa del
    calor; espesa
    nieve cubre a otras dos; entre ambas situó otras tantas, y
    les dio un clima templado,
    de claro mezclado con frío. Por encima está el
    aire, tanto más pesado que el fuego cuanto más
    ligero que la tierra y que el agua.
    Ordenó que allí estuvieran las nieblas, allí
    las nubes y los truenos que perturaban la mente de los hombres y
    los vientos que producen relámpagos y rayos. El Hacedor
    del mundo no permitió a los vientos ocupar el aire a su
    gusto; todavía ahora cuesta impedirles que destrocen el
    mudno, aunque cada uno dirige sus soplos en regiones distintas:
    tan grande es la discordia entre los hermanos. El Euro se
    retiró a la Aurora, a los reinos nabateos, a Persia y a
    las cumbres que se extienden bajo los rayos matutinos; el
    véspero y las costas que se calientan con el sol de
    poniente están cercanos al Céfiro. El frío
    Bóreas ocupó Escitia y los Siete Triones; la parte
    opuesta de la tierra se humedece con las asiduas nubes y la
    lluvia del Austro. Por encima de estos colocó al
    límpido éter, que carece de peso y no contiene nada
    de las heces de la tierra.

     Apenas había marcado así todo dentro
    de límites
    fijos, cuando los astros, que habían estado mucho
    tiempo oprimidos por ciega oscuridad, empezaron a hervir por todo
    el firmamento; y para que ninguna región estuviera sin sus
    seres vivos, los astros y las figuras de los dioses ocuparon el
    suelo celeste,
    las aguas tocaron a los brillantes peces para
    vivir allí, la tierra recibió a las fieras y a las
    aves el
    airemovible.

     Un ser más sagrado que éstos y
    más capaz de una mente profunda faltaba todavía y
    que pudiera dominar sobre lo demás: nació el
    hombre, al que o lo creó de semen divino el Hacedor del
    mundo, origen de un mundo mejor, o la tierra reciente y separada
    hacía poco del elevado éter retenía el semen
    de su pariente el cielo, a la que el vástago de
    Yápeto mezclándola con agua de lluvia modeló
    en forma de figura de dioses que lo gobiernan todo. Y mientras
    los demás animales miran
    inclinados a la tierra, dio al hombre un rostro levantado y le
    ordenó que mirara al cielo y levantara el rostro alto
    hasta las estrellas. Así la tierra, que hacía poco
    había sido tosca y sin forma, cambió y se
    revistió de figuras humanas desconocidas.

    EL MITO
    ESCANDINAVO DE LA CREACIÓN

    En los tiempos en que nada existía, se
    abría en el espacio un vasto y vacío golfo llamado
    Ginnunga. Tenía una longitud y anchura inconmensurable y
    su profundidad estaba más allá de toda
    comprensión. No había costa, ni tampoco olas;
    porque aún no había mar y la tierra no estaba
    formada ni tampoco los cielos. Allí en el golfo estuvo el
    principio de las cosas. Allí por primera vez
    amaneció. Y en el perpetuo crepúsculo estaba el
    Padre, que gobierna todos los reinos y se mueve entre todas las
    cosas grandes y pequeñas.

    Primero se formó, hacia el norte del golfo,
    Nifelheim, la inmensa casa de oscuridad nebulosa y frío
    helador, y en el Sur, Muspelheim, la casa luminosa del calor y de
    la luz. En medio de Nifelheim estalló la gran fuente de
    donde todas las aguas fluyen y luego retornan. Se llama
    Hvergelmer, la "caldera rugiente", y de allí surgieron, al
    comienzo, doce tremendos ríos llamados Elivagar, que
    fluyen hacia el Sur, hacia el Golfo. Una vasta distancia
    atravesaron desde su nacimiento y, entonces, el veneno que
    arrastraban con ellos empezó a endurecerse como lo hace la
    escoria que corre por una superficie, hasta que se congelaron y
    se convirtieron en hielo. Allí los ríos crecieron
    en silencio y dejaron de moverse, y los gigantescos bloques de
    hielo permanecieron juntos.

    El vapor se elevó del hielo envenenado y se
    congeló en forma de escarcha; capa tras capa se fueron
    amontonando en formas fantásticas una sobre otras. Esa
    parte del golfo que se extiende hacia el Norte era la
    región del horror y de la lucha. Fuertes masas de vapor
    negro rodearon el hielo, y dentro estaban chirriantes torbellinos
    que nunca cesaban, y bancos de huidiza
    niebla. Pero hacia el Sur Muspelheim brillaba con radiación
    intensa, y mandaba bellas llamas y chispas de fuego brillante. El
    espacio que había en medio de la región de las
    tempestades y de la oscuridad y de la región del calor y
    de la luz era un crepúsculo pacífico, sereno y
    tranquilo como el aire sin viento. Ahora, cuando las chispas de
    Muspelheim cayeron a través del vapor congelado, y el
    calor llegó hasta allí por el poder del Padre, las
    gotas de las mezclas
    empezaron a caer del cielo.

    Y fue allí y entonces cuando la vida
    comenzó a existir. Las gotas se hicieron más
    rápidas y una masa informe
    tomó forma humana. Así vino a existir el grande y
    pesado gigante de arcilla que se llamó Ymer. Tosco y
    desgarbado era Ymer y cuando se estiró y comenzó a
    moverse fue torturado por los dolores producidos por un hambre
    feroz. Así que salió ansioso en busca de comida,
    pero no había sustancia de la que él pudiera comer.
    Los torbellinos le pasaban por encima y las oscuras nieblas le
    rodeaban como un sudario. Más gotas cayeron de los
    lóbregos vapores, y luego se formó una vaca gigante
    que se llamó Audhumala, "la vacía oscuridad". Ymer
    la contempló permaneciendo allí en la oscuridad
    junto a los bloques de hielo y avanzó débilmente
    hacia ella. Maravillándose, descubrió que de sus
    ubres salían cuatro regueros blancos de leche, y con
    ansia bebió y bebió hasta que se llenó con
    las semillas de la vida y se vio satisfecho.

    Entonces una gran pesadez se vino sobre Ymer y se
    tumbó, cayendo en un profundo sueño libre de
    pesadillas. El calor y la fuerza le
    poseyeron, y el sudor se concentró en el sobaco de su
    brazo izquierdo del cual, por el poder del Padre, se formó
    un hijo llamado Mimer y una hija llamada Bestla. De Mimer
    descendieron los dioses Vana. Bajo los pies de Ymer salió
    un hijo monstruoso de seis cabezas, que fue el antecesor de los
    gigantes malignos del hielo, el temido Hrimthusar. Entonces Ymer
    despertó. En cuanto a Audhumala, la gran vaca, no
    tenía verdor del que alimentarse y permaneciendo en el
    borde de la oscuridad encontró sustento chupando
    constantemente los enormes cantos rodados que tenían
    incrustados sal y escarcha. Durante el espacio de un día
    se alimentó de esa manera, hasta que apareció el
    pelo de una gran cabeza. Al segundo día la vaca
    volvió a los cantos rodados y, antes de que hubiera dejado
    de chupar, una cabeza humana quedó al descubierto. Al
    tercer día una noble forma saltó. Estada dotada de
    gran belleza y era ligera y poderosa. Recibió el nombre de
    Bure, y fue el primero de los dioses Asa.

    Con el tiempo surgieron más seres gigantes,
    nobles y malvados dioses. Mimer, que es Mente y Memoria, tuvo
    hijas, cuyo jefe fue Urd, la diosa de la fortuna y la reina de la
    vida y de la muerte.
    Bure tuvo un hijo llamado Bor, que tomó por esposa a
    Bestla, la hermana del prudente Mimer. Tres hijos nacieron de
    ellos: el primero se llamó Odin (espíritu), el
    segundo Ve, cuyo otro nombre es Honer, y el tercero Vile,
    también conocido como Lodur y Loke. Odin se
    convirtió en el principal jefe de los dioses Asa, y Honer
    fue jefe de los Vans. Ymer y su maligno hijo desataron su ira y
    enemistad contra la familia de
    los dioses y pronto estalló la guerra entre ellos. En
    ninguno de los lados hubo una pronta victoria, y fieros conflictos se
    libraron durante largos años antes de que la Tierra se
    formara. Pero, al fin, los hijos de Bor vencieron sobre los
    enemigos y les hicieron retroceder.

    Con el tiempo se sucedieron grandes asesinatos, que
    disminuyeron el ejército de los gigantes malignos hasta
    que solamente quedo uno. Fue entonces cuando los dioses
    consiguieron su triunfo. Ymer cayó al suelo y los
    victoriosos saltaron sobre él y le reventaron las
    latientes venas de su cuello. Un gran diluvio de sangre
    salió de allí y toda la raza de los gigantes se
    ahogó excepto Bergelmer, el anciano de la montaña,
    que con su mujer se
    refugió en los bosques del gran molino del mundo. De
    éstos descienden los Jotuns, que por siempre guardaron
    enemistad contra los dioses. El gran molino del mundo de los
    dioses estaba al cuidado de Mundilfore. Nueve doncellas gigantes
    lo movían con gran violencia, y
    el rechinar de las piedras hacía un clamor tan temible que
    no se podían oír ni las más altas
    tempestades. El gran remolino es más grande que el mundo
    entero, porque de él se hizo el gran molde de la
    Tierra.

    Cuando Ymer murió los dioses se reunieron en
    consejo y se dispusieron a dar forma al mundo. Colocaron el
    cuerpo del gigante de arcilla sobre el molino y las doncellas lo
    ataron a él. Las piedras estaban manchadas de sangre, y la
    carne oscura salió como molde. Así se formó
    la Tierra y los dioses le dieron forma a su antojo. De los
    huesos de Ymer
    se formaron las rocas y las
    montañas; sus dientes y mandíbula se dividieron en
    dos, y cuando iban girando alrededor las doncellas del gigante
    tiraron los fragmentos aquí y allí, y éstas
    formaron las piedras y los cantos rodados. La sangre helada del
    gigante se convirtió en las aguas del vasto mar. Pero las
    doncellas del gigante no cesaron su labor cuando el cuerpo de
    Ymer estaba completamente machacado y la Tierra estaba formada y
    puesta en orden por los dioses. Cuerpos de gigante tras gigante
    se fueron colocando en el molino, que está situado tras el
    suelo del océano, y los restos de la carne son la arena
    que siempre está lavada alrededor de las orillas del
    mundo.

    Cuando las aguas son lamidas por el rotante ojo de la
    piedra del molino se forma un temeroso remolino y se producen los
    flujos y reflujos del mar cuando se dirige a Hvergelmer, "la
    rugiente caldera", en Nifelheim y es arrojado de nuevo hacia
    delante. Los mismos cielos están formados para tambalearse
    por el gran molino del mundo alrededor de Veraldar Nagli, "la
    punta del mundo", que es la estrella Polar. Después,
    cuando los dioses habían dado forma a la Tierra, colocaron
    la calavera de Ymer para que fuera al cielo. En cada uno de los
    cuatro puntos colocaron como centinelas a fuertes enanos del
    Este, Oeste, Norte y Sur. La calavera de Ymer descansa sobre su
    anchos hombros. Pero todavía el Sol no
    conocía su casa ni la Luna su poder, y las estrellas no
    tenían lugar donde morar. Las estrellas son brillantes
    chispas de fuego colocadas desde el Muspelheim por el gran golfo
    y están fijadas en el cielo por los dioses para dar luz al
    mundo y brillo sobre el mar. A cada uno de estos copos de fuego
    errante se asignaron un orden y movimiento, de
    forma que cada uno tiene su lugar, tiempo y
    estación.

    El Sol y la Luna también vieron sus cursos regulados,
    porque son los mayores discos de fuego que salieron de
    Muspelheim, y para que los caminos de los cielos pudieran
    soportarlos los dioses hicieron que los herreros elfos, los hijos
    de Ivalde y los parientes de Sindre, construyeran carros de oro
    fino. También existe un libro que
    compendia toda la mitología finlandesa, El
    Kalevala
    , fruto de la recopilación que hizo Elias
    Lönnrot (1802-1884), folclorista y poeta finlandés,
    que recorrió repetidas veces su país, recogiendo
    los cantos populares que los bardos venián transmitiendo a
    través de muchas generaciones. A partir de un material
    ingente compuso, en la versión definitiva de 1849, la
    epopeya versificada El Kalevala, máxima expresión
    literaria de un pueblo eminentemente imaginativo.

    La influencia de esta obra ha sido enorme en Finlandia.
    Un claro ejemplo es la obra del compositor Jean Sibelius, que
    compuso una enorme serie de poemas
    sinfónicos como Las Oceánides, Tapiola, Finlandia,
    basados en El Kalevala.

     EL MITO CHINO DE
    LA CREACIÓN

    Los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era
    caos. El Universo era como
    un enorme huevo negro, que llevaba ren su interior a P'an-Ku.
    Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un
    largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual
    empuñó un hacha enorme y la empleó para
    abrir el huevo. La luz, la parte clara, ascendió y
    formó los cielos, la materia fría y turbia
    permaneció debajo para formar la tierra. P’an-Ku se
    quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus
    pies sobre la tierra. La tierra y el cielo empezaron a crecer a
    razón de diez pies al día, y P’an-Ku
    creció con ellos. Después de otros 18.000
    años el cielo era más grande y la tierra más
    gruesa; P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar
    gigantesco, impidiendo que volviesen a estar unidos.

    P’an-Ku falleció y distintas partes de su
    organismo, se transformaron en elementos de nuestro mundo. Su
    aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se
    convirtió en el trueno. De su cuerpo, un ojo se
    transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus
    miembros, se convirtieron en cinco grandes montañas y de
    su sangre se formó el agua. Sus venas se convirtieron en
    caminos de larga extensión y sus músculos en
    fértiles campos. Las interminables estrellas del cielo
    aparecieron de su pelo y su barba, y las flores y árboles
    se formaron a partir de su piel y del
    fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en
    jade y en perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y
    el dulce rocío que alimenta a todas las cosas vivas de la
    tierra.

    Introducción a la cultura
    tibetana

    La presencia de restos arqueológicos en Tibet se
    remonta al 10.000 a.C.. Fueron varios pueblos nómadas de
    Asia central
    los que llegaron a la región, aunque no es hasta hace unos
    2.300 años que empieza a haber presencia clara de
    moradores en la Tierra de las nieves.

    Según la mitología tibetana, los primeros
    habitantes del Tibet fueron un mono (emanación de
    Avalokiteshvara) y una diablesa (emanación de Tara). Sus
    descendientes, mitad mono y mitad diablo, tras
    numerosísimas reencarnaciones cobraron su actual forma
    humana. Sus divinidades protectoras les enseñaron a
    dominar el fuego, la agricultura,
    las artes, la medicina, la
    herrería y la forma de gobernar y organizarse.

    El rey mítico Nyetri Tsenpo, que según la
    leyenda era el Rey indio Rupati que llegó al Tibet huyendo
    tras su derrota en la guerra del Mahabharata, es el primer
    personaje de la historia Tibetana. Se cuenta que hacia el
    año 127 a.C. inició su dinastía que tuvo 30
    reyes que gobernaron hasta el siglo VII. Durante esta
    época se fueron desarrollando los cultos chamánicos
    y animistas que formaron el Bön, la religión
    primitiva del Tibet, basada en la interdependencia del hombre y
    la naturaleza. Esta dinastía militar se fue expandiendo
    desde el valle de Yarlung dominando toda la meseta del
    Tibet.

    El Budismo
    comenzó a introducirse en el Tibet por primera vez hacia
    el S. II d.C. durante el reinado del rey Lha Thothori Nyatsen,
    pero no fue hasta el siglo VII d.C., con la llegada al poder el
    rey Songtsen Gampo, que el budismo se
    integra en el país de las Nieves. En esa época el
    Tibet era un reino en expansión, debido a esto se
    realizaron alianzas matrimoniales con la dinastía
    T´ang de China y con
    otra dinastía de origen Nepalí, Sus dos esposas
    eran practicantes budistas, y con su influencia llevaron el
    budismo Mahayana al Tibet, transformando este reino feudal y
    militar en un imperio más pacífico

    Las revueltas de la nobleza , aliada con los sacerdotes
    de la tradición Bön, que temían perder sus
    antiguas influencias y privilegios frente al aumento del poder de
    los monasterios budistas, provocaron problemas dinásticos
    y llevaron a fragmentar la nación
    y a que el budismo fuese perseguido bajo el reinado del rey
    Langdarma.

    Esta época oscura termina a mediados del siglo IX
    con la llegada de Dipankara Atisha invitado por el rey Lha Lama
    Yeshe Wo, es la llamada segunda transmisión del budismo,
    este renacimiento
    trajo el aumento de la construcción de monasterios, y la
    conclusión de las traducciones de la totalidad de textos
    canónicos budistas al tibetano, divididos en dos grupos de textos,
    el Kangyur (las enseñanzas de Buda) y el Tangyur
    (comentarios de otros maestros).

    A principios del siglo XIII Gengis Khan conquista
    China y el
    Tibet. Bajo el imperio mongol el Tibet fue dividido en regiones
    administrativas gobernadas, cada una de ellas, por una familia noble y
    por la jerarquía monástica. En 1247 Khublai Khan
    nombró a un importante lama como Virrey temporal en el
    Tibet. Posteriormente el poder paso por las manos de la escuela Sakya, la
    Kagyu, la dinastía Rinpung y por último la
    dinastía Tsangpa, que pierde el poder en 1642 en favor del
    Quinto Dalai Lama.

    EL MITO TIBETANO
    DE LA CREACIÓN

    En el principio era la Vacuidad, un inmenso vacío
    sin causa y sin fin. De este gran vacío se levantaron
    suaves remolinos de aire, que después de incontables eones
    se volvieron más densos y pesados, formando el poderoso
    cetro doble rayo, el Dorje Gyatram.

    El Dorje Gyatram creó las nubes, las cuales, a su
    vez, crearon la lluvia. Esta cayó durante muchos
    años, hasta formar el océano primigenio, el Gyatso.
    Luego, todo quedó en calma, tranquilo y silencioso, y el
    océano quedó límpido como un
    espejo.

    Poco a poco, les vientos volvieron a soplar, agitando
    suavemente las aguas del océano, batiéndolas hasta
    que una ligera espuma apareció en su superficie.
    Así como se bate la nata para hacer mantequilla, del mismo
    modo las aguas del Gyatso fueron batidas por el movimiento
    rítmico de los vientos para transformarlas en
    tierra.

    La tierra emergió como una montaña, y
    alrededor de sus picos susurraba el viento, incansable, formando
    una nube tras otra. De éstas cayó más
    lluvia, sólo que esta vez más fuerte y cargada de
    sal, dando origen a los grandes océanos del universo.

    El centro del universo es el Rirap Lhunpo (Sumeru), la
    gran montaña de cuatro caras hecha de piedras preciosas y
    llena de cosas maravillosas. Existen ríos y arroyos en el
    Rirap Lhunpo, y muchas clases de árboles, frutos y plantas, pues el
    Rirap Lhunpo es especial, es la morada de los dioses y los
    semidioses.

    En torno al Rirap Lhunpo hay un gran lago, y rodeando a
    éste, un círculo de montañas de oro.
    Más allá del círculo de montañas de
    oro hay otro lago, éste también rodeado por
    montañas de oro, y así sucesivamente hasta siete
    Lagos y siete círculos de montañas de oro y
    más allá del último círcculo de
    montañas se encuentra el lago Chi Gyatso.

    En el Chi Gyatso es donde se encuentran los cuatro
    mundos, cada uno de éstos semejante a una isla, con su
    forma particular y sus habitantes distintos.

    El mundo del Este es el Lu Phak, que tiene forma de
    media luna. Las gentes del Lu Phak viven quinientos años y
    son pacíficas, no hay contiendas en el Lu Phak. Sus
    habitantes tienen cuerpos gigantescos y caras en forma de media
    luna. No obstante, no son tan afortunados como nosotros, pues no
    tienen ninguna religión para poder seguir.

    El mundo del Oeste se llama Balang Cho y su forma es
    como la del sol. Como en el Lu Phak, las gentes son de gran
    estatura y viven quinientos años, sólo que sus
    caras tienen forma de sol y se dedican a la cría de
    diversas clases de ganado.

    La tierra del Norte es de fonna cuadrada y se llama Dra
    Mi Nyen. Las gentes de Dra Mi Nyen tienen caras cuadradas y viven
    mil años o más. En Dra Mi Nyen la comida y las
    riquezas son abundantes. Todo lo que un hombre necesita en sus
    mil años de vida lo obtiene sin esfuerzo ni padecimiento;
    viven con lujo, sin carecer de nada. Pero durante los siete
    últimos días de su vida, el dolor y el tormento
    anímicos acometen a los seres de Dra Mi Nyen, pues
    entonces es cuando reciben una señal de que están a
    punto de morir. Les visita una voz -una voz terrible- que les
    susurra cómo morirán y qué monstruosos
    sufrimientos habrán de soportar en los infiernos
    después de la muerte. En sus
    últimos siete días de vida, todas sus riquezas y
    posesiones decaen y ellos experimentan mayor sufrimiento que
    nosotros en toda una vida. Dra Mi Nyen se conoce como la "Tierra
    de la Voz Pavorosa".

    Nuestro propio mundo, en Ci Sur, se llama Dzambu Ling.
    Al comienzo, nuestro mundo estuvo habitado por dioses de Rirap
    Lhunpo. No había dolor ni enfermedades, y los dioses
    nunca necesitaban comida. Vivían en el contento, pasando
    sus días en profunda meditación. No había
    necesidad de luz en Dzambu Ling, pues los dioses emitían
    una luz pura de sus propios cuerpos.

    Un día, uno de los dioses reparó en que en
    la superficie de la tierra había una substancia cremosa y,
    probándola, comprobó que era deliciosa al paladar y
    animó a los demás dioses a probarla. Tanto les
    gustó a todos los dioses la cremosa substancia, que no
    querían comer otra cosa, y cuanto más
    comían, más se reducían sus poderes. Ya no
    fueron capaces de estar sentados en profunda meditación;
    la luz que antes había brotado con tal resplandor de sus
    cuerpos empezó a apagarse poco a poco y finalmente
    desapareció por completo. El mundo quedó sumido en
    tinieblas y 105 grandes dioses de Rirap Lhunpo se convirtieron en
    seres humanos.

    Entonces, en la oscuridad de la noche, apareció
    en los cielos el sol, y cuando el sol se apagó, la luna y
    las estrellas iluminaron el cielo y dieron luz al mundo. El sol,
    la luna y las estrellas aparecieron a causa de las buenas
    acciones
    pasadas de los dioses, y son para nosotros un recordatorio
    permanente de que nuestro mundo fue una vez un lugar hermoso y
    tranquilo, libre de codicias, sufrimientos y dolor.

    Cuando la gente de Dzambu Ling hubo agotado la
    provisión de la cremosa substancia, empezaron a comer los
    frutos de la planta nyugu. Cada persona
    tenía su propia planta, que producía un fruto corno
    los de las mieses, y cada día, cuando el fruto
    había sido comido, aparecía otro; uno cada
    día, lo cual era suficiente para satisfacer el hambre de
    los seres de Dzambu Ling.

    Una mañana, un hombre se despertó y
    descubrió que en vez de producir un solo fruto, su planta
    había dado dos. Cayendo en la avidez, se comió los
    dos frutos; pero, al día siguiente, su planta estaba
    vacía. Necesitando satisfacer su hambre, ese hombre
    robó la planta de otro hombre y así fueron haciendo
    todos, pues cada persona tuvo que
    robarle a otra para poder comer. Con el robo, llegó la
    codicia, y todos, temiendo quedarse sin comer, empezaron a
    cultivar más y más plantas nyugu,
    debiendo trabajar cada cual cada vez más para asegurarse
    de que tendría bastante que comer.

    Cosas extrañas empezaron a ocurrir en Dzambu
    Ling. Lo que había sido una tranquila morada de los dioses
    de Rirap Lhunpo, estaba ahora lleno de hombres que
    conocían el robo y la codicia. Un día, un hombre
    empezó a sentir malestar por sus genitales y se los
    cortó, convirtiéndose así en una mujer. Esta
    mujer tuvo contacto con hombres y pronto tuvo hijos, quienes a su
    vez tuvieron más hijos, y en poco tiempo Dzambu Ling se
    lleno de gente, toda la cual tenía que procurarse comida y
    un lugar donde vivir.

    Las gentes de Uzambu Ling no vivían juntas en
    paz. Había muchas peleas y robos, y los hombres de nuestro
    mundo empezaron a experimentar realmente auténtico
    sufrimiento, que nacía del estado insatisfactorio en que
    se encontraban. La gente se dio cuenta de que para sobrevivir
    tenían que organizarse. Todos se juntaron y decidieron
    elegir un jefe, a quien llamaron Mang Kur, que significa "mucha
    gente lo hizo rey". Mang Kur enseñó al pueblo a
    vivir en una relativa armonía, cada cual en una tierra
    propia en que construir una casa y cultivar alimentos.

    Así es como nuestro mundo llegó a ser,
    como, de dioses, nos convertimos en seres humanos sujetos a la
    enfermedad, la vejez y la
    muerte. Cuando contemplamos el cielo nocturno, o recibimos el
    cálido brillo del sol, deberíamos recordar que, de
    no ser por las buenas acciones de
    los dioses de la preciosa montaña de Rirap Lhumpo,
    viviríamos en una total oscuridad y que, de no ser por la
    codicia de una persona, nuestro mundo no conocería el
    sufrimiento que hoy experimenta.

     Religión aborigen

    Uno de los elementos que destaca en esta cultura es la
    fuerte conexión que los aborígenes sienten con la
    naturaleza. Esa intensa unión sienta las bases de su
    visión particular del mundo y del papel que
    cumple el ser humano en la Tierra y también impregna todos
    los aspectos de su vida diaria. Creen que el ser humano forma
    parte de una esencia superior que es la Naturaleza, de la cual
    forman parte los seres vivos y los muertos, desde la roca, la
    lluvia, la lombriz, o los árboles, hasta los canguros y
    los hombres. De acuerdo con esta concepción, el hombre no
    es un ser superior, sino que comparte el medio ambiente
    con el resto de los seres de la Tierra, y tan necesaria es la
    existencia de los lagartos como la suya propia. Para comprender
    mejor este gran aprecio y respeto que
    sienten por la naturaleza, debemos de considerar que estamos ante
    una sociedad de recolectores y cazadores, cuya supervivencia
    dependía exclusivamente de los bienes que
    obtuviesen de la naturaleza, de ahí la necesidad de
    preservarla y de mantener su equilibrio.
    Para preservar ese equilibrio,
    todos los elementos de la naturaleza debían ser tenidos en
    cuenta y todos tenían su función.

    La función del ser humano es la de honrar a la
    Naturaleza y a sus elementos, mediante la práctica de
    rituales; se establece así una relación
    simbiótica, ya que el hombre recibe cobijo y sustento de
    la Naturaleza, y a cambio, ayuda
    a mantener el orden mediante rituales. Siguiendo este
    planteamiento, podemos entender que el aborigen australiano nunca
    perjudique el medio, sino que lo proteja. Esa veneración y
    esa unión que sienten con la Naturaleza la manifiestan
    materialmente mediante los tótems, que están
    vinculados con algún elemento o algún aspecto de la
    Naturaleza, al que una tribu, una casa o un individuo aborigen
    rinde culto. Mediante este sistema
    totémico, los aborígenes podían venerar a
    cualquier aspecto o elemento de la Naturaleza: la roca, la
    lluvia, la lanza, el lago, las flores, los animales o las
    plantas. Además, los aborígenes realizaron una
    clasificación de tótems desde los que eran de culto
    individual, hasta los de índole local, pasando por los
    vinculados con el sexo o con
    la
    familia.

    Este orden fundamentado en tótems
    favoreció el desarrollo de una organización social basada en clanes, que a
    su vez se dividieron en casas, con lo cual se difundió una
    gran variedad de relatos, mitos, héroes y creencias
    particulares, que nos son imposibles conocer en su totalidad. Sin
    embargo, a pesar de esa enorme diversidad, la mayoría de
    los aborígenes australianos comparten un conjunto de
    creencias a cerca del Universo, su origen, la Naturaleza o el
    papel del ser
    humano. Así, la mayoría de su mitología
    está relacionada con la Naturaleza y con la Tierra,
    mostrada como antítesis al cielo
    y al océano.

    La creación y la ordenación del Mundo, en
    la mitología de los pueblos nativos australianos, se
    explica mediante relatos mitológicos que tienen como
    protagonistas a seres legendarios, dioses y héroes
    ancestrales. Del mismo modo que ocurría con los mitos
    africanos o con la cosmogonía clásica, el origen
    del mundo y su forma, tal y como la conocemos, se debe a la
    intervención de seres mágicos y dioses primitivos,
    cuya actuación permite, no sólo que exista nuestro
    mundo, sino también la vida en él. De igual modo,
    estos relatos mitológicos ayudan a comprender el origen de
    ciertos fenómenos naturales o el origen de ciertas
    costumbres y normas sociales,
    justificándolas. De forma que estos mitos,
    acompañados de los correspondientes rituales, ayudaban a
    conservar este orden establecido, tanto desde el punto de vista
    natural como desde el punto de vista social. En este trabajo nos
    centraremos en esas leyendas y creencias comunes a la mayor parte
    de los aborígenes australianos: la estructura del
    Universo, leyendas sobre el origen de algunos cuerpos celestes,
    el "Tiempo del Sueño" (Tjukurpa), la historia de Biame o
    el relato de la Madre Serpiente.

     LA CREACIÓN SEGÚN LOS
    ABORÍGENES AUSTRALIANOS

    En el Tiempo de los Sueños, en la época
    Tjukurpa, sólo había una vida sobre la tierra. Una
    vida inmóvil, representada por una masa embrionaria
    gigantesca, transparente, hecha de una amalgama de seres
    inacabados, replegados sobre sí mismos. Y estos proyectos de
    seres pertenecían cada uno a una especia animal o
    vegetal.

    Impreso en una materia primigenia se encontraba todo el
    devenir de la Humanidad. ¡Todo el pasado, el presente y el
    futuro del mundo se hallaban allí latente! Aquel que
    salió de la nada y existe por sí mismo, el llamado
    Ser Supremo, modificó esa masa. Esculpió con ella
    un cuerpo, brazos, manos, piernas y una cabeza. En una de las
    caras de la cabeza, practicó dos orificios para los ojos;
    formó la nariz. Hizo una hendidura para la boca y un
    agujero para el ano. Así fue como los entes inacabados
    fueron transformados en seres capaces de sostenerse en
    pie.

    El Tjukurpa habla en términos de pasado y
    presente. Toda la tierra, incluyendo todo lo que hay y todo lo
    que vive sobre ella, fue creada durante el Tjukurpa y por el
    Tjukurpa. Ninguna montaña, valle, llanura, corriente de
    agua, existía anterior al Tjukurpa; nada había.
    Durante aquel tiempo, seres ancestrales en forma de humanos,
    animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y
    perpetraron hechos remarcables de creación y
    destrucción. Los viajes de
    aquellos seres son recordados y celebrados hoy, donde quiera que
    fueran. La memoria de
    sus actividades existe hoy en día en la forma de accidentes
    geográficos como en la montaña sagrada de
    Uluru.

    Cada hombre y cada mujer quedaron ligados a la especia
    animal o vegetal de la que habían salido; y ese animal o
    vegetal se convirtió en su Tjukurpa. Así pues, en
    cada uno de los seres humanos, en cada uno de los animales, de
    las plantas y los minerales, en las
    estrellas y en el aire y en el agua, el Ser Supremo, la
    Energía vital sagrada, difundió su esencia divina,
    haciendo entrar en una sola, pero inmensa familia, a todas
    las formas de la Vida. Pero, por desgracia, retenido por el
    cosmos, no dispuso de tiempo suficiente para concluir su obra y
    los hombres nacieron imperfectos. Enriquecidos por el Conocimiento
    primordial del que habían surgido, inspirados por la
    esencia divina de la que estaban impregnados, los Grandes
    Antepasados, criaturas gigantescas, ni hombres ni animales, se
    pusieron a crear el mundo tal y como es ahora. En la inmensa
    llanura inacabable que era la tierra, crearon los ríos,
    las colinas y todos los accidentes del
    terreno. Promulgaron las leyes destinadas
    a vincular a todos los hombres entre sí por medio de
    parentescos sumamente complicados, parentescos que se imbrican
    los unos en los otros, naciendo aquí para reanudarse
    allá, arrastrando a todos los miembros de un pueblo en un
    verdadero torbellino de obligaciones
    de ayuda mutua, encadenando los unos a los otros desde el
    nacimiento hasta la muerte. Asimismo, proveyeron de
    vínculos parecidos a los diferentes pueblos. Así,
    de norte a sur, de este a oeste, los parentescos creados tejieron
    una gigantesca telaraña cuyos hilos nos guían y
    protegen desde entonces. Luego, antes de desaparecer, antes de
    que concluyera el Tiempo de los Sueños, cuando aparecieron
    los hombres en su forma actual, les dijeron: "Este es vuestro
    país. Lo hemos creado para vosotros. Aquí
    viviréis y lo conservaréis tal como os lo
    entregamos. No lo dejaréis nunca, pues sois sus
    Guardianes. Sois los Guardianes de nuestra
    Creación."

    Mitos maya y
    azteca

    La civilización azteca

    En la zona geográfica que corresponde a la mitad
    sur del México
    actual, se desarrolló una gran actividad cultural desde
    unos 2000 años a. C. En esta región habitaron
    diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra de su
    floreciente cultura, como es el caso de los restos
    arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán, ya
    deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta
    central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del
    siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que
    llegó a fusionarse con la maya en su expansión
    hasta el Yucatán. En este marco geográfico,
    más concretamente en las orillas e islas del lago Texcoco,
    se desarrolló la civilización azteca, una de las
    civilizaciones mejor conocida de la América
    precolombina y la unidad política más importante de
    toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los
    aztecas son
    herederos de la tradición cultural de los toltecas, que
    sirven de nexo entre la cultura azteca
    y la maya.

    Los aztecas, que se hacían llamar a sí
    mismos "mexicas", llegaron del norte y se asentaron en la cuenca
    del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su capital,
    Tenochtitlán, en 1325 La palabra "azteca" tiene su origen
    en una legendaria tierra del norte llamada "Aztlán".
    Según cuenta la leyenda, los aztecas abandonaron esta
    mítica Aztlán, por orden de los dioses y
    debían instalarse allí donde encontrasen un
    águila devorando a una serpiente.

    El azteca fue un pueblo que, mediante alianzas militares
    con otros grupos y poblaciones conoció una rápida
    expansión y dominó el área central y sur del
    actual México
    entre los siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer
    momento tras su llegada, tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya
    asentados en la zona. Tras la muerte de Moctezuma II en el 1520,
    se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio, derivada
    de aquella rápida expansión: no podían
    controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre
    provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de
    algunos pueblos, facilitó a los españoles,
    dirigidos por Hernán Cortés, la conquista de este
    gran imperio, que culminó en 1521.

    Los aztecas se asentaron sobre un rico espacio que les
    ofrecía grandes pasibilidades para el desarrollo de la
    agricultura, la pesca y el
    comercio. La
    economía azteca fue principalmente agrícola
    (cultivo de maíz),
    destacando la técnica conocida como "chinampas", dentro de
    la cual se diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con
    esta técnica, se explotaba el suelo cenagoso
    permanentemente fértil y húmedo y se obtenía
    una productividad muy
    elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la ganadería,
    la caza y la pesca en el
    lago, y un importante comercio, a corta y a larga distancia. Con
    respecto al sistema de
    tenencia y explotación de la tierra, el pueblo azteca
    desarrolló una estructura compleja en la cual se
    podía distinguir la tierra asignada a los llamados
    "calpulli" (las unidades básicas de organización de
    la sociedad azteca), que a su vez realizaban el reparto entre las
    familias de no privilegiados; por otro lado, las tierras de los
    elementos privilegiados de la sociedad, trabajadas por braceros y
    esclavos. Otro grupo lo
    integraban las tierras destinadas a fines públicos:
    mantenimiento
    de la
    administración, del templo, del gobernante y del
    ejército. Un concepto muy interesante, tanto desde el
    punto de vista económico, como desde el punto de vista
    político, fue el "tributo", pagado a los aztecas por los
    pueblos sometidos a su dominio. Al no
    conocer la moneda, este tributo era pagado, por así
    decirlo, en especie y servía para abastecer a la capital azteca
    de productos
    básicos, materias primas y manofacturas. Por otro lado,
    este tributo formaba parte de la redistribución de bienes,
    ya que parte de dicho tributo era destinado al mantenimiento
    de la administración, otra parte revertía
    en los elementos privilegiados de la sociedad y cierta cantidad
    se reservaba para su almacenamiento.

    La estructura de la sociedad mexica está
    caracterizada por su complejidad, recordando, hasta cierto punto,
    a la estructura feudal que en aquellos momentos se conocía
    en el Viejo Mundo. Para empezar, la primera separación
    hacia referencia a la condición de privilegiados, o
    "pipiltzin", (no tenían que pagar tributo y acapararon
    tierras y cargos) y no privilegiados, o "macehualtín"
    (tenían que pagar tributos).
    Dentro del primer grupo, se podían diferenciar varios
    subgrupos y a la cabeza de ellos se encontraba el supremo
    gobernante azteca: «Huey Tlatoani», cuya residencia
    estaba en Tenochtitlán. Al servicio de este gobernante se
    hallaba una élite de pipiltzin directamente vinculada con
    él. Al mando de las ciudades se encontraban los llamados
    "tlatoani". Finalmente estaban los pipiltzin de menor
    categoría. Los «macehualtín» eran
    organizados en calpulli. Pero no todos los no privilegiados
    quedaron ordenados en estas unidades, por ejemplo los
    comerciantes de larga distancia, llamados «pochteca»
    que, sin ser privilegiados, contaron con estatutos particulares,
    cultos propios y espacios diferenciados de residencia o los
    "mayeque" o braceros. El escalón más inferior en la
    sociedad azteca lo ocupaban los esclavos.

    También la estructura política ofrece una
    complejidad propia de una administración evolucionada, en la que, sin
    embargo, perviven elementos de la antigua sociedad nómada
    (calpulli con el calpullec al mando). Al frente del gobierno estaba
    el emperador azteca, el "Huey Tlatoani", el último de los
    cuales fue Moctezuma. También sabemos de la existencia de
    consejos, como el llamado "Consejo de los Cuatro", formado por
    destacados pipiltzin encargados de elegir al sucesor, y otra
    serie de consejos especializados. La unidad política del
    área del lago Texcoco se consolidó tras la alianza
    de los tres grandes reinos: Tenochtitlán, Texcoco y
    Tlacopán que dominaban amplias zonas y de los que
    dependían otros núcleos menores.

    La complejidad y la riqueza en la estructura
    política, social y económica de la
    civilización azteca, fue acompañada de un
    espléndido desarrollo cultural. En concreto, la
    concepción mesiánica que tenían los aztecas
    de sí mismos y su concepción cíclica del
    tiempo, marcaron la vida cultural y religiosa de este pueblo,
    así como su vida diaria y su concepción
    cosmogónica.

     La cultura y la religión
    aztecas

    Los aztecas recogen la tradición cultural
    mesoamericana y su arte, su ciencia y su
    panteón divino van a caracterizarse por su sincretismo. En
    primer lugar destaca su escritura
    compuesta por caracteres ideográficos, algunos numerales y
    glifos fonéticos. Si bien es cierto que su escritura no
    logró superar a la desarrollada por los mayas,
    ésta les sirvió para que administrara su imperio.
    El arte mexica es la
    culminación de las manifestaciones artísticas de la
    tradición mesoamericana, con una gran estatuaria, una
    importante pintura mural
    y unos elaborados mosaicos. Destaca el arte de la plumaria, del
    cual, dado el carácter perecedero del material, no
    conservamos muestra alguna.

    En cuanto al desarrollo científico, el pueblo
    azteca destacó en medicina y farmacopea; es de suponer que
    una cultura tan vinculada a las prácticas guerreras
    contase con eficaces curas para los traumatismos. También
    destacaron en la astronomía, la base de su calendario,
    herencia de la
    cultura maya.
    Emplearon el calendario de 365 días y el de 260,
    utilizando además, la "rueda calendárica" de 52
    años. Los aztecas tenían una concepción
    cíclica del tiempo, por lo cual consideraban que se
    podía predecir, de ahí la importancia de la
    observación astronómica y del
    calendario. La observación de los astros fue tan
    importante que esta prestigiosa tarea fue una obligación
    del Huey Tlatoani.

    La educación fue
    importante, sobre todo, en lo que se refiere a la
    formación de los pipiltzin, marcada por su carácter
    obligatorio y su dureza. La enseñanza de los nobles, desarrollada en
    escuelas especializadas (calmécac), se diferenciaba de la
    que recibían los macehualtín, los no privilegiados.
    La formación de la élite debía ser
    más completa, ya que eran ellos los que ocuparían
    cargos importantes en el ejército y en la
    administración; eran formados en derecho, historia,
    astronomía, religión…, pero
    también en poesía
    y canto. Era un pueblo orientado hacia la guerra, preocupado por
    que los jóvenes fuesen formados en una serie de
    conocimientos y prácticas, y en un sentimiento de
    unión entre ellos. Existieron órdenes militares
    entre los aztecas, como las llamadas «Hombres
    Valientes», "Caballeros del Sol"; y también los no
    privilegiados tenían sus propias órdenes como la
    conocida como "Nobles Águila".

    La importancia de la guerra está vinculada con la
    concepción mesiánica que los mexica tenían
    sobre sí mismos. Consideraban que ellos eran el pueblo
    elegido para mantener con vida al Sol; Sol que únicamente
    podía alimentarse con un elemento que se hallaba
    exclusivamente en la sangre de las madres muertas en el parto, la
    sangre de guerreros muertos en combate y la sangre de prisioneros
    sacrificados en el altar mayor. Así, las actividades
    bélicas estaban ampliamente justificadas desde el punto de
    vista práctico-religioso.

    Los sacrificios humanos, realizados siguiendo un solemne
    ritual, eran fundamentales para los mexicas. Se desarrollaban en
    la "Piedra de los Sacrificios" del templo, donde cuatro
    sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el
    corazón, para después cortarle la
    cabeza. El corazón se
    guardaba en un recipiente especial, mientras que el cuerpo era
    arrojado por las escaleras abajo y el guerrero que capturó
    al prisionero tenía derecho a celebrar con él un
    banquete.

    Esta religión, que tenía como
    preocupación principal el mantenimiento del Sol mediante
    el sacrificio, contó con un panteón enorme
    compuesto por sus propios dioses, por deidades que fueron
    asimilando en su marcha desde norte hasta el lago Texcoco y
    divinidades de pueblos conquistados. Además los aztecas
    tenían un dios para cada actividad y cada calpulli. A este
    variado panteón, debemos añadir el hecho de que
    eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con
    posibilidad de multiplicarse. De todas estas divinidades, la
    más importante fue Hiutzilopochtli, el dios del sol y la
    guerra, que tenía su antítesis en
    Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de
    manifiesto la dualidad existente en la religión azteca.
    También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia, y
    Quetzalcoalt.

    Quetzalcoatl era un dios antiguo, anterior a los
    mexicas, del que hay diversas versiones. Para algunos era el dios
    creador del hombre, mientras que para otros fue un dios
    civilizador, identificándolo con Prometeo. El mito de
    Quetzalcoalt es muy interesante para entender la reacción
    de los aztecas ante la llegada de los conquistadores. Este dios
    también es conocido como el dios del viento bajo el nombre
    de Ehecatl, que es una de sus formas, y otra de sus formas es la
    de dios del agua y dios de la fertilidad. Quetzalcoatl es
    considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y hermano gemelo
    del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo
    al hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del
    las artes y de los oficios. En un mito azteca el dios
    Quetzalcoatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero
    se arrojó a sí mismo a una pira funeraria lleno de
    arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se
    convirtió en el lucero de la mañana, y como tal es
    vinculado con la divinidad Tlahuizcalpantecutli. En cualquier
    caso, este dios, descrito como un ser de rostro blanco y barbado,
    era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los
    sacrificios humanos, que intentó detener esta
    práctica ritual. Al fracasar en su propósito,
    emigró hacia el este, prometiendo que un día
    regresaría en un año determinado de la cuenta
    azteca. Esto afectó en la actitud de los
    aztecas antes la llegada de los primeros
    españoles.

    Cuando llegó Hernán Cortés,
    Moctezuma lo confundió con el dios Quetzalcoatl, por su
    rostro blanco y su barba; pero, además, la llegada de los
    conquistadores coincidió con el año en que
    Quetzalcoatl había prometido volver, lo cual hace entender
    la terrible confusión de los aztecas, que pronto se
    percataron de que aquellos extranjeros no eran dioses.
    Después, los aztecas le convirtieron en un dios
    símbolo de la muerte y la resurrección y en el
    patrono de los sacerdotes. El sacerdote mayor era llamado
    Quetzalcoatl también. El culto a Quetzalcoatl se
    extendió por muchas ciudades y pueblos mesoamericanos:
    Tula (capital Tolteca), Cholula, Tenochtitlán o
    Chichén Itzá.

     EL MITO AZTECA
    DE LA CREACIÓN

    Los aztecas tienen como dios principal a Tonacatecuhtli,
    quien tuvo por mujer a Tonacacihuatl (conocida también
    como Xochiquetzal). Ellos se criaron en el decimotercer cielo, de
    cuyo principio no se supo jamás. Engendraron a cuatro
    hijos. El mayor, Tezcatlipoca rojo, llamado así porque
    nació colorado. Al segundo hijo lo nombraron Tezcatlipoca
    negro, el peor de los tres porque fue el que más
    mandó y nació negro en medio de todos los seres y
    cosas.

    Al tercero llamaron Quetzalcoatl, conocido
    también como "Noche y viento". Mientras que al
    último y más pequeño lo llamaron
    Huitzilopochtli.

    De los cuatros hijos de la primera pareja, Tezcatlipoca
    negro era omnipresente, conocía todos los pensamientos y
    los corazones; así es que lo llamaron Moyocoya, cuyo
    significado es el de todopoderoso. Su hermano menor,
    Huitzilopochtli, nació sin carne, con los huesos desnudos.
    Así se mantuvo durante los seiscientos años de
    quietud entre los dioses, etapa en la que nada
    hicieron.

    Pasado el largo período, los cuatro hijos de
    Tonacatecuhtli se juntaron para ordenar lo que habrían de
    hacer y la ley que
    tendrían. Convinieron en nombrar a Quetzalcoatl y
    Huizilopochtli para que impartieran las órdenes. Entonces,
    por comisión y parecer de los otros dos, hicieron el
    fuego, después medio sol que, como no estaba entero,
    alumbraba poco y luego hicieron al hombre Oxomoco y a la mujer llamada
    Cipactónal. Les dieron la orden de que no holgaran, sino
    que trabajaran siempre. A él lo mandaron a labrar la
    tierra mientras ella hilaba y tejía.

    Terminada su tarea con los primeros hombres, los dioses
    hicieron los trescientos sesenta días del año que
    dividieron en dieciocho meses de veinte días cada uno.
    Luego crearon a los dioses que habitaron el infierno: al
    "Señor del Inframundo" y a su esposa, la "Señora
    del Inframundo".Les llegó la hora de crear los cielos y
    comenzaron por el más alto, desde el decimotercero para
    abajo para continuar con la creación del agua. La tierra
    fue creada por los dioses Quetzalcoalt y Tezcatlipoca, quienes
    bajaron a tierra a la diosa del cielo. Ella tenía las
    articulaciones
    completamente cubiertas de ojos y bocas con las que mordía
    como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran había
    agua (que nadie sabe quién creó) sobre la cual la
    diosa caminaba. Cuando vieron esto, los dioses se dijeron: "Es
    necesario hacer la tierra", y diciendo esto se convirtieron los
    dos en grandes serpientes. Transformados, una de las serpientes
    agarró a la diosa de la mano derecha y el pie izquierdo y
    la otra de la mano izquierda y el pie derecho, tiraron tanto que
    la partieron por la mitad. Con la parte de atrás de los
    hombros hicieron la tierra, y la otra mitad la llevaron al
    cielo.

    Los otros dioses se enteraron y se enojaron mucho,
    entonces para recompensar a la diosa de la tierra por el
    daño que le habían hecho, los dioses descendieron
    todos del cielo y ordenaron que de ella salieran los frutos
    necesarios para la vida de los hombres: de sus cabellos hicieron
    los árboles y flores, de su piel las
    pequeñas hierbas y flores, de los ojos hicieron los pozos,
    las fuentes y las
    pequeñas cavernas, de la boca los ríos y grandes
    cavernas mientras que de los agujeros de la nariz y de los
    hombros, los valles de las montañas y las montañas
    mismas respectivamente.

    Introducción a los mayas

    En el 2.000 a.C. los mayas
    conocieron el cultivo del maíz y se
    volvieron sedentarios.

    Los primeros habitantes se establecieron en el Golfo de
    México, pero luego algunos grupos emigraron a Chiapas, el
    Petén y la pen6iacute;nsula del Yucatán. Dos siglos
    a. C. aumentó su grado de desarrollo. En el 292 d. C. se
    dice que comienza la historia de la cultura maya, por
    una fecha inscrita en una estela de Tikal.

    El período clásico, llamado Imperio
    Antiguo (300 a 900 aproximadamente), se desarrolló en el
    norte de Guatemala,
    Belice y parte de México. Algunas ciudades importantes de
    esta época son Tikal, Palenque, Uaxactún,
    etc…

    Durante el Imperio Antiguo, los mayas
    consiguieron tener grandes conocimientos de astronomía y
    matemáticas gracias a los sacerdotes.
    También se desarrolló un sistema de escritura
    jeroglífico. Cada ciudad-estado era independiente, no se
    trataba de un gran imperio.

    En el siglo IX, por causas desconocidas, las ciudades
    fueron abandonadas. En el s. X en el Yucatán
    comenzó el Imperio Nuevo, esta época se caracteriza
    por la influencia de los toltecas, que durante un tiempo
    dominaron las ciudades. Mayapán, Chichén
    Itzá y Uxmal se aliaron en el año 987, pero
    después dominó Mayapán (los cocomes, y
    comenzó la llamada liga de Mayapán) hasta que fue
    destruida.

    A la llegada de los españoles la
    civilización maya casi habían desaparecido. La
    última ciudad conquistada fue Tayasal en el año
    1697.

    Actualmente quedan 6 millones de mayas que hablan
    muchos dialectos
    distintos y siguen conservando gran parte de sus antiguas
    costumbres.

    La sociedad maya era teocrática. En ella
    había distintas clases
    sociales: los esclavos, los campesinos, los comerciantes,
    arquitectos, la nobleza, los sacerdotes, el jefe político
    y religioso…

    El sistema político que tenían los mayas
    era el de ciudades-estado, que eran independientes unas de
    otras.

    Cultivaban cacao, vainilla, frijoles, maíz…
    Esto era realizado en terreno ganado a la selva, superficie
    que quemaban para poder cultivar. Los mayas tenían
    perros y
    pavos.

    Criaban abejas porque de la miel obtenían una
    bebida alcohólica. Como monedas se utilizaba jade o
    semillas de cacao, que después de algún tiempo se
    destinaban al consumo
    humano, aunque algunas veces eran falsificadas vaciándolas
    y rellenándolas con otra cosa.

    Los mayas sacrificaban personas (incluso niños).
    También hacían ofrendas de
    sangre, que caía en tiras de papel que luego se quemaban.
    Todo esto lo hacían para compensar el esfuerzo que
    habían hecho los dioses al crear el mundo. Para ellos el
    Chu’Lel (alma) estaba en la sangre. Su mitología
    está recogida en el Popol Vuh.

     

    LA CREACIÓN
    SEGÚN EL POPOL VUH

    Ésta es la relación de cómo todo
    estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo
    inmóvil, callado, y vacía la extensión del
    cielo.

    Ésta es la primera relación, el primer
    discurso. No
    había todavía un hombre, ni un animal,
    pájaros, peces,
    cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni
    bosques: sólo el cielo existía.

    No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo
    estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
    No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa
    alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el
    cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el
    agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No
    había nada dotado de existencia.

    Solamente había inmovilidad y silencio en la
    oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador,
    Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de
    claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules.

    Llegó aquí entonces la palabra, vinieron
    juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron
    entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando
    entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus
    palabras y su pensamiento. Entonces se manifestó con
    claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía
    aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y
    crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento
    de la vida y la en ación del hombre. Se dispuso así
    en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo,
    que se llama Huracán.

    El primero se llama Caculhá Huracán. El
    segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es
    Raxa-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del
    Cielo.

    Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces
    conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se
    hará para que aclare y amanezca, quién será
    el que produzca el alimento y el sustento.

    -¡Hágase así! ¡Que se llene el
    vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe el
    espacio, que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron.
    ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No
    habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y
    formación hasta que exista la criatura humana, el hombre
    formado. Así dijeron.

    Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en
    verdad como se hizo la creación de la tierra:

    – ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue
    hecha.

    Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue
    la creación, cuando surgieron del agua las
    montañas; y al instante crecieron las
    montañas.

    Solamente por un prodigio, sólo por arte
    mágica se realizó la formación de las
    montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los
    cipresales y pinares en la superficie.

    Y así se llenó de alegría Gucumatz,
    diciendo:

    -¡Buena ha sido tu venida, Corazón del
    Cielo; tú, Huracán, y tú,
    Chípi-Caculhá, Raxa-Caculhá!

    -Nuestra obra, nuestra creación será
    terminada, contestaron.

    Primero se formaron la tierra, las montañas y los
    valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se
    fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas
    quedaron separadas cuando aparecieron las altas
    montañas.

    Así fue la creación de la tierra, cuando
    fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de
    la Tierra, que así son llamados los que primero la
    fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se
    hallaba sumergida dentro del agua..

    De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la
    ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz
    terminación.

    Luego hicieron a los animales pequeños del monte,
    los guardianes de todos los bosques, los genios de la
    montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres,
    serpientes, culebras, cantiles (víboras), guardianes de
    los bejucos.

    Y dijeron los Progenitores:

    -¿Sólo silencio e inmovilidad habrá
    bajo los árboles y los bejucos? Conviene que en lo
    sucesivo haya quien los guarde.

    Así dijeron cuando meditaron y hablaron
    enseguida. Al punto fueron creados los venados y la aves. En
    seguida les repartieron sus moradas los venados y a las
    aves:

    -Tú, venado, dormirás en la vega de los
    ríos y en los barrancos. Aquí estarás entre
    la maleza, entre las hierbas; en el bosque os
    multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os
    tendréis. Y así como se dijo, así se
    hizo.

    Luego designaron también su morada a los
    pájaros pequeños y a las aves mayores:

    -Vosotros, pájaros, habitaréis sobre los
    árboles y los bejucos, allí haréis vuestros
    nidos, allí os multiplicaréis, allí os
    sacudiréis en las ramas de los árboles y de los
    bejucos. Así les fue dicho a los venados y a los
    pájaros para que hicieran lo que debían hacer, y
    todos tomaron sus habitaciones y sus nidos.

    De esta manera los Progenitores les dieron sus
    habitaciones a los animales de la tiera.

    Y estando terminada la creación de todos los
    cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los
    cuadrúpedos y pájaros por el Creador y Formador y
    los Progenitores:

    -Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno
    según vuestra especie, según la variedad de cada
    uno. Así les fue dicho a los venados, los pájaros,
    leones, tigres y serpientes.

    -Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros,
    vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a
    Huracán, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá, el
    Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra el
    Creador, el Formador, los Progenitores; hablad,
    ínvocadnos, adoradnos!, les dijeron.

    Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres;
    sólo chillaban, cacareaban y graznaban; no se
    manifestó la forma de su lenguaje, y
    cada uno gritaba de manera diferente.

    Cuando el Creador y el Formador vieron que no era
    posible que hablaran, se dijeron entre sí:

    -No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el
    de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está
    bien, dijeron entre sí los Progenitores. Entonces se les
    dijo:

    -Seréis cambiados porque no se ha conseguido que
    habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento,
    vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los
    tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque
    no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos
    invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos
    otros seres que sean obedientes. Vosotros, aceptad vuestro
    destino: vuestras carnes serán trituradas. Así
    será. Ésta será vuestra suerte. Así
    dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales
    pequeños y grandes que hay sobre la faz de la
    tierra.

    Así, pues, hubo que hacer una nueva tentativa de
    crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los
    Progenitores.

    -¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y
    la aurora; ¡hagamos al que nos sustentará y
    alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados
    para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con
    nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se
    pudo lograr que fuésemos alabados y venerados por ellos.
    Probemos ahora a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que
    nos sustenten y alimenten. De este modo hicieron a los seres
    humanos.

    Cristianismo

    Introducción

    En el Imperio Romano,
    durante el siglo III se vivía una crisis enorme,
    con guerras
    civiles constantes, invasiones de pueblos bárbaros,
    emperadores asesinados uno tras otro, y un pueblo que fue dejando
    de creer que ser romano era un privilegio, que perdió el
    orgullo de pertenecer a ese fantástico Imperio de Augusto,
    Trajano, Adriano y tantos otros hombres talentosos.

    En el marco de esa crisis,
    también los dioses fueron cayendo en desgracia, se fueron
    mezclando con ídolos orientales y otras religiones de pueblos
    vecinos, que en el marco de la total libertad de
    culto romana hacían crecer su influencia sobre un pueblo
    descreído.

    Una de esas religiones, el cristianismo,
    iba aumentando poco a poco su caudal de seguidores, pero no sin
    sufrir de vez en cuando fuertes persecuciones, así como
    también edictos de los emperadores de turno que los
    obligaban a rendir culto a los paganos.

    El cristianismo
    no aceptaba otro Dios que no sea el suyo, por eso no pudo
    agregarse a las religiones romanas, ya que las excluía a
    todas, de la misma manera que lo hacía el
    judaísmo.

    En 285 toma el poder Diocleciano, y allí se
    produce una de las más sangrientas persecuciones de la
    historia: el emperador pudo ver el peligro que representaba para
    el Imperio Romano
    tradicional la propagación de una religión tan
    distinta en su espíritu a las religiones
    clásicas.

    Pero, después de la guerra civil que
    envolvió por muchos años a los tetrarcas, con las
    victorias de Constantino sobre Majencio, Maximiano y Licinio, el
    nuevo gobernante único de Roma se dio cuenta del poder que
    podría representar la nueva religión si se
    ponía de su lado, necesitado como estaba de asentar su
    gobierno con una
    sólida base.

    Constantino no fue cristiano ni por un solo instante, y
    esto se deduce por sus acciones poco piadosas (venció a
    sus enemigos a sangre y fuego, ejecutando a quién le
    pudiera hacer sombra, como por ejemplo hizo con Licinio, y
    asesinó a su hijo y su esposa a sangre fría) y por
    el hecho de que si bien les dio a los cristianos libertad de
    culto (Edicto de Milán, 313), jamás prohibió
    un solo Dios pagano, ni persiguió a los que practicaban
    estos cultos.

    Sin embargo sus intervenciones en el Concilio de Nicea,
    en 325, fueron de imponer la unidad de acción en el
    cristianismo, condenar la herejía del arrianismo, para que
    la religión fuera fuerte y unida, y oficializar el
    cristianismo que a partir de allí usaría toda la
    estructura del estado romano y acompañaría al
    emperador siempre en sus decisiones.

    Constantino hizo del cristianismo un instrumento de
    poder en el cual se irían apoyando cada vez más los
    emperadores romanos, siguiendo su ejemplo.

    Luego del breve paréntesis de Juliano el
    Apóstata (361-363), que restaurara el paganismo y
    persiguiera a los cristianos, pero por poco tiempo, ya que
    murió en campaña contra los persas, el cristianismo
    se verá aún más fortalecido que
    antes.

    El 27 de febrero de 380, el emperador Teodosio pronuncia
    un edicto que declara al cristianismo religión oficial del
    Imperio, con lo cual tenemos la verdadera fecha en la que se
    impone esta nueva religión. Teodosio terminó de
    darle forma a esta inserción del cristianismo en Roma,
    dándole un poder enorme, ofreciéndole la estructura
    del estado a su servicio, y obteniendo el poder que le daba esta
    religión sobre su gente. Aquí termina de
    establecerse el cristianismo como religión oficial, apoyo
    del nuevo estado romano, que poco a poco iría
    evolucionando hasta alcanzar enorme influencia e importancia, que
    sería fundamental durante los mil años más
    de vida del Imperio Romano en oriente, o Imperio
    Bizantino.

    Una de las costumbres que marcarán la importancia
    de la iglesia
    cristiana en el Imperio es la coronación del emperador por
    parte del patriarca, lo que da la tan buscada legitimidad, aunque
    el emperador sea un usurpador, siendo el primero en recibir dicha
    coronación León I, quién recibió la
    corona de manos del patriarca de Constantinopla en 457. A pesar
    de ello, no se puede hablar de un rápido asentamiento de
    la religión cristiana en Roma, porque primero, no
    debían ser la mayoría cuando el gobierno de
    Constantino, y ni siquiera en el de Teodosio, ya que las
    decisiones que tomaron a favor de los obispos estos emperadores
    obedecían a factores de poder y no de popularidad, y no se
    puede negar que el paganismo subsistió al menos hasta 529,
    cuando Justiniano mandó cerrar la Escuela de
    Filosofía de Atenas.

    Esta fue la forma, contada muy a grandes rasgos, en que
    el cristianismo se fue imponiendo en Roma hasta ser la
    religión oficial, pero luego tuvo que luchar contra las
    interminables herejías, arrianismo, nestorianismo,
    monofisismo, etc, que veían la doctrina de manera
    más simple que la complicada y protocolar ortodoxia, y que
    por ello se convertían en un peligro al ser aceptados
    fácilmente por las masas mas humildes, especialmente entre
    los campesinos y el ejército, y en las provincias de Siria
    y Egipto,
    triunfando la ortodoxia en las ciudades grandes, especialmente en
    Constantinopla, Tesalónica y las ciudades de Asia Menor,
    Trebizonda, Efeso, Mileto, Nicea, Nicomedia, etc. Una vez
    superadas las primeras herejías, la herida provocada por
    el cisma monofisita no pudo ser cerrada nunca, siendo una de las
    causas de la pérdida de Siria, Palestina y Egipto a manos
    del Islam, que se
    ganó a la población poco a poco con su libertad de
    cultos.

    La ortodoxia religiosa, representada por el patriarca de
    Constantinopla, con su intransigencia respecto a los aspectos
    doctrinales más sutiles, al mismo tiempo que se
    consolidaba en el nuevo Imperio también fue la causa de
    innumerables problemas con la Iglesia de
    Roma, que recorrió caminos distintos de la mano de Papa,
    con un poder en principio muy deteriorado por las invasiones
    bárbaras, pero que con los siglos fue creciendo y se
    transformó en una fuente de graves problemas para el
    Imperio Bizantino, con los cismas del siglo IX, en la
    época de Focio, y en el siglo XI, en la época de
    Miguel Cerulario, en 1054. La pugna por el poder fue ganada por
    Roma con la victoria de los latinos de la cuarta cruzada
    (desviada por los venecianos a Constantinopla en 1204, y luego
    con la toma de Constantinopla por los turcos en 1453, que
    redujeron a los ortodoxos enormemente, pero la ortodoxia
    siguió su camino hasta el día de hoy, y fue una
    influencia enorme para pueblos como Serbia, Bulgaria, Armenia,
    Rusia, y muchos otros.

     MITO
    CRISTIANO DE LA CREACIÓN

    En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
    La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del
    abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las
    aguas.

    Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios
    que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la
    oscuridad; y llamó Dios a la luz «día»,
    y a la oscuridad la llamó «noche». Y
    atardeció y amaneció: día primero. Dijo
    Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que
    las aparte unas de otras.» E hizo Dios el firmamento; y
    apartó las aguas de por debajo del firmamento de las aguas
    de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó
    Dios al firmamento «cielo». Y atardeció y
    amaneció: día segundo.

    Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por
    debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo
    seco»; y así fue. Y llamó Dios a lo seco
    «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó
    «mar»; y vio Dios que estaba bien.

    Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación:
    hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto
    según su especie, con su semilla dentro, sobre la
    tierra.» Y así fue. La tierra produjo
    vegetación: hierbas que dan semilla según sus
    especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro
    según sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y
    atardeció y amaneció: día
    tercero.

    Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste,
    para apartar el día de la noche, y sirvan de
    señales para solemnidades, días y años; y
    sirvan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la
    tierra.» Y así fue. Hizo Dios los dos luceros
    mayores; el lucero grande para regir el día, y el lucero
    pequeño para regir la noche, y las estrellas; y los puso
    Dios en el firmamento celeste para alumbrar la tierra, y para
    regir el día y la noche, y para apartar la luz de la
    oscuridad; y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y
    amaneció: día cuarto.

    Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales
    vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra frente al firmamento
    celeste.» Y creó Dios los grandes monstruos marinos
    y todo animal viviente que repta y que hacen bullir las aguas
    según sus especies, y todas las aves aladas según
    sus especies; y vio Dios que estaba bien; y los bendijo Dios
    diciendo: «sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas
    de los mares, y las aves crezcan en la tierra.» Y
    atardeció y amaneció: día quinto.

    Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes
    según su especie: bestias, reptiles y alimañas
    terrestres según su especie.» Y así fue. Hizo
    Dios las alimañas terrestres según especie, y las
    bestias según especie, y los reptiles del suelo
    según su especie: y vio Dios que estaba bien.

    Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra
    imagen, como
    semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves
    del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas
    terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la
    tierra.

    Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
    imagen de Dios lo creó, macho y hembra los
    creó.

    Y los bendijo Dios con estas palabras: «Sed
    fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad
    en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que
    repta sobre la tierra.»

    Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de
    semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así
    como todo árbol que lleva fruto de semilla; os
    servirá de alimento.

    "Y a todo animal terrestre, y a toda ave del cielo y a
    todos los reptiles de la tierra, a todo ser animado de vida, les
    doy la hierba verde como alimento." Y así fue. Vio Dios
    cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y
    atardeció y amaneció: día sexto.

    Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra y todo
    su aparato, y dio por concluida Dios en el séptimo
    día la labor que había hecho, y cesó en el
    día séptimo de toda la labor que hiciera. Y bendijo
    Dios el día séptimo y lo santificó; porque
    en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios
    había hecho.

    Ésos fueron los orígenes del cielo y la
    tierra, cuando fueron creados.

    Semejanzas y
    diferencias entre los diferentes mitos
    cosmogónicos

    Una vez que se han leído diferentes mitos
    cosmogónicos, se puede ver claramente que todos ellos
    poseen elementos comunes y dispares. A parte de cumplir la misma
    función, hay algunos trazos que dotan a todos ellos de
    unidad. Todos ellos hablan de cómo surgió el universo
    conocido y para ello siempre hacen un retrato inicial de lo que
    había antes. Es aquí cuando aparece un concepto muy
    interesante, el del Caos, Vacuidad… Ovidio lo define como
    "una masa tosca y desordenada", la cultura tibetana lo entiende
    como "un inmenso vacío sin causa y sin fin", la
    mitología escandinava cree que todo comenzón "en
    los tiempos en que nada existía, se abría en el
    espacio un vasto y vacío", el Popol Vuh de los mayas
    cuenta que todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio;
    todo inmóvil, callado, y vacía la extensión
    del cielo", y los Cheyenne reinciden en la idea de que "al
    principio no había nada. Absolutamente nada. Todo estaba
    vacío."

    Por lo tanto, podemos distinguir tres teorías
    de lo primigenio: aquella en la que no existía nada; otra
    en la que algo existía, pero en desorden; y una tercera en
    la que sí que había algún elemento presente
    en la actualidad, como la tierra, los mares, los cielos…
    En todas las mitologías se continúa con una
    relación de cómo lo que ahora es fue creado por un
    dios, por una fuerza misteriosa y extraña o a partir de un
    todo informe.
    Generalmente comienzan por la aparición de los medios
    físicos: tierra, aire, cielos, mares… Lo siguiente
    suele ser la vida en alguna de sus múltiples formas:
    vegetales, animales… Y finalmente: el hombre, el ser
    humano.

    En algunas mitologías más complejas, como
    la griega y la romana, cada elemento natural y conceptos
    abstractos (muerte, amor, bondad,
    discordia…) tienen una propia divinidad y su
    aparición da lugar a complejas genealogías
    divinas.

    Es interesante comentar la relación entre las
    divinidades y el ser humano. A veces, se establece una especie de
    contrato, por
    el cual los hombres deben adorar a los dioses ya que éstos
    crearon todo para ellos. En otras ocasiones, los mortales deben
    vivir en armonía con la naturaleza ya que son una parte
    más de un todo de origen divino. Parece muy interesante la
    idea de que dependiendo de la interacción dioses-hombres,
    el desarrollo de toda una civilización y su mentalidad
    siguen un camino u otro. Por ejemplo: la cultura romana pudo
    justificar todo su poderío y supremacía en su
    mitología ya que su conducta se ve
    reflejada en ella (guerras,
    conquistas, origen divino…). En cambio, los indios,
    aborígenes australianos y tribus sursaharianas no tienen
    esa idiosincrasia, son pueblos más o menos
    pacíficos que viven en armonía con la
    naturaleza.

    Para resaltar algunos elementos comunes se pueden citar
    coincidencias como las nueve Walkirias (mitología
    germánica) y las nueve Musas (mitología griega),
    dioses que ocupan cargos homólogos como Zeus y Thor (ambos
    dioses de la tormentas), y un largo etcétera.

     

    Beatriz Carreño

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