La siguiente reflexión invita a pensar la educación de un
modo otro en éste contexto epocal. Mirar de otro modo
requiere del horizonte de comprensión de su devenir y de
la expresión de las condiciones que muestran una humanidad
"des-humanizada". ¿Cómo oponerse a la
"inexorabilidad" del mandato del modo de vida éste?
¿servirá la Educación para
reinventar al hombre en ese
contexto?. Es tarea pensar y reinventar la escuela; esa
escuela–otra, ante las condiciones
histórico culturales del mundo del presente.
Pensar la educación, motivo
esencial que nos sitúa en escenarios como el que hoy
compartimos, supone mirar de un modo otro la realidad desde la
que emerge, en la que se inscribe, para dibujar las condiciones
de posibilidad del sueño de encontrar el lugar donde los
diferentes podamos realizar modos de convivencia, trazar los
horizontes de justicia.
Pero mirar de otro modo requiere además, la
conciencia de la
mirada, del horizonte de comprensión de su devenir y de la
expresión de las condiciones que exhiben una humanidad
"des-humanizada", desestructurada, descentrada. Una humanidad
constituida por sujetos solitarios, individuales, que terminan
siendo muchos, sin llegar a ser si mismos.
Tales condiciones epocales que caracterizan al mundo de
hoy, promueven la pérdida de la distancia entre la
realidad y la ficción, con la velocidad que
ostentan las expresiones mass-mediáticas, la
seducción que ejercen y se instauran como formas sutiles
que legitiman el poder. La
sempiterna historia que remite al
esfuerzo por occidentalizar América
Latina; no quiero excluir con esta afirmación las
manifestaciones perversas y objetivas sufridas por otros
países, comunidades y culturas, pero asumimos mirar desde
aquí, apoyados en las singularidades que distinguen a los
pueblos latinoamericanos.
América
Latina hoy, plena de la riqueza cultural–étnica, se
debate en la
tensión entre las tradiciones y el mundo del mercado, de los
medios. Ese
mundo del mercado, de la
información, mediatiza la visión de
realidad, la enmascara, constituyéndose en un nuevo modo
de dominación, de explotación.
El mundo del consumo crea
mecanismos para satisfacer las "necesidades" y genera nuevas
necesidades constantemente; ello promueve un
extrañamiento, en este caso, del hombre
latinoamericano, de las verdaderas condiciones de su realidad
cotidiana; totalmente distinta a la otra realidad que le imponen
vivir.
En tiempos convulsionados como los actuales donde, en
una amarga historia para los sectores
sociales más vulnerables y subyugados, pareciera exponerse
el máximum de condiciones para la manipulación de
la vida según los mandatos del Mercado. Este señor
Mercado que dispone de multiplicidad de mecanismos reguladores y
mediadores para justificarse, instaurarse y
legitimarse.
El discurso de la
Economía
es uno de esos instrumentos claves, viabilizado en la
configuración de cifras vacías de contenido
político y social en sus interpretaciones. Números
que no expresan los pesares, los avatares, los infortunios y
carencias ahí representados.
Cifras rígidas que desestiman las historias que
acontecen entre los paréntesis de los espacios de tiempo y
márgenes referenciales para el análisis de los indicadores de
la "macroeconomía". Todo hacia fuera, muy poco hacia
dentro; poco interesan las fuerzas que habitan alma
adentro.
Así encontramos diagnósticos que registran
cuántas veces son más ricos, los ricos, que los
pobres; cuántos niños
deambulan dejados a su suerte en las calles de diversos confines
del mundo; cuántos seres des–humanizados "viven" en
condiciones "amenazantes" de marginalidad;
cuáles y cuántos regímenes políticos
"perversos", ponen en riesgo el
florecimiento de las negociaciones o cuántos muchos otros
"datos" que se
constituyen en los obstáculos para la realización
de un modo de vida que se enmascara en promesas ilusorias puestas
como un espejo que sirve para distorsionar la vocación
ontológica del ser humano.
Esos números cuentan otras historias; aquellas
que impiden el pleno y definitivo establecimiento del
señor Mercado; aquellas que exponen las condiciones de
realidad que requieren ser manipuladas para garantizar el
cumplimiento de una imposición que pretende erigirse como
inexorable, inevitable, como destino.
Pero lo que no cuentan esas cifras son las historias
otras. Las que guardan los sueños rotos, lo sufrires, las
desilusiones, la desesperanza, las luchas cotidianas por la
sobrevivencia. Tampoco cuentan cómo se discrimina y
excluye, no dicen, más bien disfrazan y ocultan, las
razones de donde devienen las desigualdades y las injusticias.
Sólo cuentan lo que conviene y se emplean para dirigir los
esfuerzos en atacar todos aquellos factores sociales que emergen
como obstáculo para el cumplimiento de los fines de la
acumulación del capital,
constituido éste en pesadas masas o cortinas que ocultan
la luz que brilla
del otro lado de la historia.
Es ya un lugar común que las cifras denotadoras
de disminución, minusvalía, carencias,
ineficiencia, improductividad, sean altamente representativas de
los países latinoamericanos.
Pareciera que ser latino es un desafío de lucha
por la vida, es permanecer en el esfuerzo constante por salvarse
de ser sobrepasado por las imposiciones e injusticias del mundo
de hoy, cuyas condiciones, a la postre, concluyen
registrándonos fríamente en aquellos números
que muestran la ineficacia en el espacio de la productividad, la
rentabilidad y
la competitividad.
Acude y surge la necesidad de entender cómo
oponerse a la supuesta inexorabilidad del mandato del modo de
vida éste, que encuentra las condiciones más
expeditas para su realización.
Qué hacer ante una manera de vivir que dispone de
la telemática, de los mass–media, que se
sustenta en lo instantáneo, en los actos inconexos; vida
adecuada para la subjetivación humana, vida que
desmoviliza, paraliza, que impone condiciones de vida en el marco
de la provisoriedad y la conduce a recorrer un presente perpetuo,
pleno de necesidades vendidas y compradas.
Cómo hacer frente a ese monstruo, cómo
batallar contra él y vencerlo; cómo deslizar los
cristales de colores que
cubren los ojos y distorsionan el mundo externo, pero el interno
también.
Si en estos tiempos lo que vale es garantizarlas
condiciones para el libre mercado – no tan libre – y
el estrangulamiento del Estado–Nación,
entonces todo lo demás poco importa.
Paradójicamente, no vale la justicia, no
importa el derecho humano, ni vale la dignidad en el mundo del
"vale todo".
Esa realidad, la oculta, la negada, la soslayada, la
sufrida y gozada, se supedita a otra: la ficticia, la creada, la
que se nos acerca más en el acortamiento progresivo de la
distancia entre lo real y lo ficticio.
Un ser humano subsumido en una situación de vida
como la descrita, se debilita en el mundo de la instantaneidad,
se conforma, queda neutralizado, negado en su diversidad,
marginado, segregado, desmovilizado. ¿La salida? Realmente
no se cuál es, pero lo que si podría apuntar es que
el situamiento consciente, a ojos abiertos ante los signos, las
trampas, las falsas promesas y tentaciones, posibilitarían
un acercamiento, superado de ingenuidad y cargado de sentidos y
significados, para desenmascarar y reconocer los intersticios por
donde entrar para salir del entuerto.
¿Acaso la configuración de un sujeto
solitario remite a encontrar la vía para un mundo donde
puedan convivir los diferentes? ¿Será la Educación el camino
para reinventar al hombre en el contexto cultural y
político–económico de hoy?
¿Cómo repensar lo pedagógico situados en
este marco o cuál es el reclamo que le hacemos a la
Pedagogía? ¿Es la escuela el lugar
que nos acerca a la constitución de las posibilidades del
futuro?. Podríamos continuar formulándonos
interrogantes desde las cuales vislumbrar claves e intersticios
desde donde recorrer.
Me permito considerar brevemente, en esta entrega, la
inquietud vinculada con el espacio de la Escuela. Sostengo que la
escuela que tenemos, nos impide superar al sujeto vacilante, cuya
vida la deciden otros. Esa escuela que se concentra en configurar
el vínculo social como medio de reproducción de las condiciones de la
sociedad;
aquella que vehiculiza la codificación de la homogeneidad
social mediante el saber válido para el capital. Esta
escuela que configura al sujeto en sujeto epistémico cuyos
puentes con el mundo sólo es capaz de encontrarlo por
medio del "conocimiento".
Un sujeto que de este modo queda desvestido de su propio cuerpo y
de su sensibilidad.
Esa escuela no creo que permita las condiciones de lo
posible, las condiciones de convivencia de los diferentes en el
mundo, no en el anonimato, no privados de su rostro, de su
mirada, de sus sentires y de su dignidad. Desde el mismo momento
en que el hombre dio
supremacía a la técnica por sobre los valores de
la vida, se supeditó a los preceptos de un progreso
sometido a los intereses de muy pocos a quienes les
importaba ― e importa ― muy poco el destino de
muchos, en el momento que histσricamente el hombre
requiriσ establecer controles y manipular la
acción humana, en ese mismo instante se dictó la
sentencia de la imposibilidad. Podemos reconocer los elementos
para emprender un proyecto
educativo diferente, un proyecto
educativo otro, que permita dirigir otras miradas, escuchar otras
palabras, percibir nuevas sensibilidades, reinventar
Es tarea pues pensar y reinventar la escuela; esa
escuela – otra, situados conscientes y no ingenuamente,
ante las condiciones histórico – culturales del
mundo del presente.
Sandra Moreno González
Licenciada en Educación, mención
Biología
Magíster en Educación Ambiental
Doctoranda en Educación. Universidad de
Oriente – Venezuela
Categoría Docente: Agregado
Escuela de Humanidades y Educación –
Universidad de
Oriente.
Cumaná – Venezuela