Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Los narradores de Pedro Páramo




Enviado por pacarreno



    Los narradores de Pedro
    Páramo

     El presente trabajo tiene por objeto caracterizar
    a los narradores de Pedro Páramo (1). La insólita
    estructura de
    la obra de Rulfo, insinuada en su colección de cuentos El
    llano en llamas, especialmente en "El Hombre",
    nos permite reconocer en ella dos aspectos fundamentales
    –general el primero; particular el segundo. El primero de
    estos rasgos asume plenamente el carácter
    de la novela
    contemporánea en América
    que, como se sabe, se caracteriza por concebir la obra literaria
    como un ente autónomo, como un cosmos cuya
    comprensión y aprehensión surgen a partir de la
    coherencia interna de sus partes, rompiendo de este modo,
    radicalmente, con el carácter
    trascendente que tenía la novela moderna
    (2). El segundo aspecto nos lleva al propio desarrollo
    interno que ha tenido la novela en
    México en
    cuanto a la temática de la Revolución
    se refiere. "Había que esperar a que, en 1947,
    Agustín Yáñez escribiese la primera
    visión moderna del pasado inmediato de México en
    Al fino del agua y a que
    en 1953, al fin, Juan Rulfo
    procediese, en Pedro Páramo, a la mitificación de
    las situaciones, los tipos y el lenguaje
    del campo mexicano, cerrando para siempre –y con llave de
    oro– la temática documental de la revolución. Rulfo convierte la semilla de
    Azuela y Guzmán en un árbol seco y desnudo del cual
    cuelgan unos frutos de brillo sombrío: frutos duales,
    frutos gemelos que han de ser probados si se quiere vivir, a
    sabiendas de que contienen los jugos de la muerte"
    (3).

    La acción de la novela se inicia
    con el motivo de la búsqueda, hecho mito en la
    narrativa mexicana: el hijo natural que parte a encontrarse con
    su padre:

     "Vine a Comala porque me dijeron que acá
    vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo
    dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto
    ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que
    lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plano de
    prometerlo todo". (4)

     O, como dice Carlos Fuentes, "ese
    joven Telémaco que inicia la contra-odisea en busca de su
    padre perdido…". (5)

    El relato personal del
    narrador personaje, Juan Preciado, le confiere a la
    narración esa sorprendente objetividad que ella presenta;
    objetividad lograda, esencialmente, a través de dos
    técnicas narrativas: el monólogo
    interior directo y el diálogo.
    Ambos métodos
    narrativos se conjugan plenamente con la sensibilidad adquirida
    por el lector contemporáneo más acostumbrado a
    "ver" narrar que a "oír" narrar; "lo que en definitiva
    quiere decir que el autor se ha situado en postura
    antitética a la del autor del siglo XIX, ya que ha
    abandonado toda posibilidad analítica. En efecto, al
    limitarse el autor a narrar objetivamente o, por decirlo, desde
    fuera, situaciones dadas, se niega a sí mismo toda
    posibilidad de analizar, juzgar, recomponer o comentar la
    conducta de
    sus personajes, como gustaba de hacer el escritor
    decimonónico" (6). Al igual que todos los personajes de
    Rulfo, la figura de este narrador aparece desposeída de
    toda descripción física que permita al
    lector identificarlo en determinado momento de la
    narración. Más aún, su nombre solo lo
    conocemos al promediar la mitad de la novela donde nos enteramos
    que su relato es el relato de un muerto a otro muerto: de Juan
    Preciado a Dorotea. El grado de conocimiento
    que ostenta este narrador en relación al mundo narrado
    queda reducido a los recuerdos de su madre reproducidos en su
    conciencia.
    Recuerdos que se identifican, por un lado, con el carácter
    edénico de Comala. En este sentido, asistimos, tal como lo
    haríamos cómodamente sentados en la butaca del
    cinematógrafo, a la representación del "pasado" y
    del "presente" de Comala.:

     "Hay allí, pasando el puerto de Los
    Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo
    amarilla por el maíz
    maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra,
    iluminándola durante la noche·". (7)

     Y más adelante:

     "… Llanuras verdes. Ver subir y bajar el
    horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la
    tarde con la lluvia de triples rizos. El color de la
    tierra, el
    olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel
    recién derramada…" (8)

     Es el pasado que emerge en su condición
    paradisíaca en la conciencia de
    este narrador a través de los recuerdos de Dolores, su
    madre. Es el Comala de "ayer" perdido en la lejanía del
    tiempo y en la
    vaguedad de los recuerdos. Pero, frente al pueblo vívido
    en la frágil consistencia de un recuerdo, el narrador nos
    presenta su experiencia real y concreta; su contacto directo con
    la realidad de Comala. Es el "hoy":

     "Ahora estaba aquí, en este pueblo sin
    ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas
    con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas,
    repitiendo su sonido en el eco
    de las paredes teñidas por el sol del
    atardecer". (9)

     Es el "presente" hecho de ecos. Un pueblo situado
    "sobre las brasas de la tierra, en
    la mera boca del infierno". De suerte que, "como el director de
    cine, el
    novelista se permite ahora situar su cámara donde mejor le
    parece y variar continuamente su posición para mostrarnos
    la vida de sus personajes bajo un incidencia imprevista, desde
    muy cerca o muy lejos, haciéndonos ver una escena tan
    pronto por los ojos de los protagonistas, como por los de los
    otros, y todo ello conservando la continuidad esencial a toda
    narración, sea impresa o filmada". (10)

    Por otra parte, los recuerdos de Dolores se vinculan con
    la figura de Pedro Páramo, elemento más
    etéreo aún para la conciencia de este narrador que
    la propia imagen de Comala.
    De su padre solo conoce su nombre, el lugar donde encontrarlo y
    ese constante "el olvido en que nos tuvo, mi hijo,
    cóbraselo caro". Pero el narrador, compartiendo
    absolutamente nuestra perspectiva, conoce la historia misma del cacique
    de Comala al mismo tiempo que
    nosotros. Y no podría ser de otra manera; él, Juan
    Preciado-narrador, está rehaciendo junto con nosotros la
    historia de su
    padre y su cacicazgo; intenta, como nosotros, aprehender la
    historia, tener una conciencia reflexiva sobre ella pero, al
    igual que nosotros, no la tiene. Carece de una conciencia
    reflexiva porque está "metido" en la acción; su
    papel
    detectivesco –que es el mismo nuestro- va a concluir solo
    cuando los hilos de la fábula, esparcidos desordenadamente
    por los distintos rincones del mundo de la novela, puedan ser
    comprendidos y percibidos en su propia coherencia interna. De
    este modo, y solo entonces tendremos, junto con el narrador, la
    conciencia reflexiva necesaria para apoderarnos cabalmente de la
    historia, porque nuestra misión
    como lectores.investigadores " habrá concluido. Estaremos,
    al igual que el narrador, ubicados fuera de la acción. Tal
    vez se deba a este hecho, a la participación de nosotros
    como lectores "en busca de una unidad coherente" en la novela,
    porque la novela misma así lo exige, el que la obra de
    Rulfo no haya sido comprendida cuando apareció en 1953.
    Dos años después de publicada la novela, Alí
    Chumacero escribía: "Se advierte entonces una desordenada
    composición que no ayuda a hacer de la novela la unidad
    que, ante tantos ejemplos que la novelística moderna nos
    proporciona, se ha de exigir de una obra de esta naturaleza. Sin
    núcleo, sin un pasaje central en que concurran los
    demás, su lectura nos
    deja a la postre una serie de escenas iladas solamente por el
    valor aislado
    de cada una. Mas no olvidemos, en cambio, que se
    trata de la primera novela de nuestro joven escritor y, dicho sea
    en su desquite, esos diversos elementos reafirman, con tantos
    momentos impresionantes, las calidades únicas de su
    prosa". (11)

    Al comenzar la narración, el narrador nos sumerge
    de inmediato en la misteriosidad del mundo al abrir el relato con
    la "variante del mito mexicano
    del hijo ilegitimo, nacido de la violación, eternamente en
    busca de su padre desconocido" (12). La posición del
    narrador frente al motivo de la búsqueda nos enfrenta
    derechamente con el problema del tiempo en la novela. Da la
    impresión, por lo menos así lo han entendido
    algunos estudiosos de la obra (13) que al comenzar su relato, el
    narrador parte de una realidad temporal. Y nosotros entendemos
    por realidad temporal al tiempo convencional, definido,
    empíricamente captable, en consecuencia, por nuestra
    cotidiana existencia; y este tiempo no es, de ningún modo,
    el tiempo que está configurado en la novela. La
    posición anterior implicaría reconocer un
    alejamiento temporal del narrador en cuanto al mundo narrado,
    distanciamiento que le permitiría a Juan Preciado como
    narrador, reflexionar sobre los acontecimientos ocurridos como
    hechos captados y aprehendidos por su conciencia. Y nosotros
    sabemos de la incertidumbre del narrador porque es la propia
    sensación de inseguridad
    cognoscitiva que sentimos nosotros como lectores. El tiempo de
    Pedro Páramo es un tiempo mítico, alejado para
    siempre del fluir temporal: es el tiempo que estuvo, está
    y estará. Es, para decirlo de una vez, el tiempo que ES.
    ¿Podemos imaginarnos desplazamientos temporales en un
    tiempo así entendido, como él se da en la novela?
    Las palabras del propio autor nos pueden responder:
    "Imaginé al personaje. Lo vi. Después, al imaginar
    el tratamiento, lógicamente me encontré con un
    pueblo muerto. Y claro, los muertos no viven ni en el espacio ni
    en el tiempo. Me dio libertad eso
    para manejar a los personajes indistintamente. Es decir, dejarlos
    entrar, y después que se esfumaran, que desaparecieran"
    (14). De suerte que, cuando Juan Preciado muere o mejor dicho,
    cuando tiene conciencia de que está muerto, comprendemos
    que la reconstrucción de la fábula de su padre,
    aunque narrada por él retrospectivamente, es
    simultánea al momento mismo en que la está
    reconstruyendo. Lo que significa, en último
    término, que esta técnica narrativa, en primera
    persona, donde
    existe además, una absoluta identidad
    entre narrador-lector en cuanto a perspectiva se refiere, implica
    una renuncia definitiva al carácter omnisciente del
    narrador tradicional y, como consecuencia de ello, a su rasgo
    estilístico más importante: la anticipación
    (15). Además, la técnica que necesita
    imperiosamente tomar esta posición, adoptar este punto de
    vista, nos da un sujet estructurado insólitamente que, al
    lector no preparado, le convierte la lectura en
    una experiencia bastante difícil. (16)

    El segundo narrador que reconocemos en la novela es el
    hablante básico o narrador básico. Lo denominaremos
    indistintamente, pero jamás autor-narrador (17). La
    denominación de autor-narrador es bastante ambigua y
    carece, por otra parte, de una sólida consistencia
    teórica. Digamos a nuestro favor que el narrador
    está hecho de palabras, se enajena en el lenguaje
    –imaginario- que es lo comunicado, es decir, "la obra no es
    síntoma lingüístico del autor, como la frase
    del hablante. La obra no ‘expresa’, en este sentido,
    al autor. Por cierto que sí lo expresa, o pone de
    manifiesto, de otro modo, como en general el producto al
    hacedor. Pero entre el autor y el lenguaje de
    la obra, no hay relación de inmediatez, como entre el
    hablante y lo que dice. Como lo comunicado es lenguaje
    (imaginario), la situación comunicativa
    lingüística, imaginaria, significado inmanente de
    tales frases, no incluye ni a autor ni a lector, es decir, es
    objeto trascendente para ambos". (18)

    La narración de este hablante básico se
    entrecruza en algunos momentos con el relato personal de Juan
    Preciado. Narra alternadamente usando las formas perfectivas e
    imperfectivas, y su participación en la historia en este
    primer momento, hasta la muerte del
    narrador Juan Preciado, se vincula, principalmente, con la
    mostración de algunos pasajes, recuerdos de infancia, de
    Pedro Páramo:

     "El agua que
    goteaba de las tejas hacía un agujero en la arena del
    patio. Sonaba: plas plas y luego otra vez plas, en mitad de una
    hoja de laureles que daba vueltas y rebotes metida en la
    hendidura de los ladrillos. Ya se había ido la
    tormenta.

    ……………………………………………………………………………………………………………….

    Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando
    volábamos papalotes en la época del aire.
    Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo
    mientras estábamos encima de él, arriba de la loma,
    en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado
    por el viento. ‘Ayúdame, Susana’. Y unas manos
    suaves se apretaban a nuestras manos. Suelta más el hilo".
    (19)

     Los recuerdos infantiles de Pedro Páramo
    estarán siempre unidos a la imagen de Susana,
    el amor
    inalcanzado del cacique, que vive atormentada en la sima de su
    locura. De este modo el narrador básico, que estructura la
    narración adoptando el punto de vista de la omnisciencia,
    nos va configurando el mundo narrativo con la entrega de hechos
    que completan la visión de mundo del primer narrador
    estudiado y, una vez que este termina su propio relato hecho por
    medio de recuerdos, diálogos y murmullos, el hablante
    básico continúa la narración donde la dejan
    Juan Preciado, en el momento de su muerte, y los
    rumores:

    <Pedro Páramo volvió a encerrarse en su
    despacho. Se sentía viejo y abrumado. No le preocupaba
    Fulgor, que al fin y al cabo ya estaba ‘más para la
    otra que para esta’. Había dado de sí todo lo
    que tenía que dar; aunque fue muy servicial, lo que sea de
    cada quien. ‘De todos modos los ‘tilcuatazos’
    que se van a llevar esos locos, pensó’>
    (20)

     Esta forma de narrar, en tercera persona, nos
    coloca al narrador en la misma postura adoptada por el narrador
    de la novela tradicional. En este sentido el narrador está
    presente "situado al flanco de su obra, como el conferenciante
    cuya disertación acompaña a las diapositivas o a la
    película documental" (21); pero se aleja de la postura
    tradicional en la medida que entrega su relato sin agregar
    ningún tipo de comentario. En esta forma "vemos" los
    hechos tal como los veríamos representados en la pantalla
    cinematográfica. Es esta característica de la narración, la
    objetividad que le impone el narrador, la que en último
    término la singulariza. En otras palabras, el papel del
    narrador se reduce al de ser un intermediario cuya
    participación deja ver el mundo, porque ella es
    transparente: en relación a la experiencia de cada
    personaje, el narrador la deja manifestarse libremente, sin
    mediatizar para nada (personalmente) en la
    narración.

    Al igual que el narrador Juan Preciado, este narrador
    utiliza dos métodos
    narrativos presentativos: el diálogo y
    el monólogo. De este modo, la narración aparece
    mucho más "mostrando" que "diciendo" puesto que, los
    personajes aparecen actuando directamente frente a nosotros.
    "Nada de referirnos lo que un personaje es: hace falta que lo
    veamos con nuestros propios ojos", dice Ortega (22). A
    través del diálogo y empleando la técnica
    cinematográfica, el narrador nos va configurando la
    historia de Pedro Páramo. El método
    funciona así: en conversaciones de los personajes se alude
    a aspectos del personaje central: sus amoríos
    trasnochados, sus sucios manejos para apoderarse de la
    región, etc. Todo ello se nos presenta directamente,
    dialogalmente por medio de estos personajes-ecos, cuyas
    participaciones en la historia se ven interrumpidas violentamente
    para aparecer después, en verdaderos planos yuxtapuestos,
    continuando con el relato.:

     "… Sí, muchas veces dije: ‘El
    hijo de Dolores debió haber sido mi hijo’.
    Después te diré por qué". (23)

     El diálogo anotado nos remite a la
    conversación sostenida por Eduviges Dyada con Juan
    Preciado; sería mejor decir a una parte de esa
    conversación, puesto que ella es interrumpida por los
    recuerdos de Pedro Páramo-niño, para ser continuada
    varias páginas más adelante:

     "-Pues sí, yo estuve a punto de ser tu
    madre. ¿Nunca te platicó ella nada de esto?
    (24)

     Por medio del monólogo y empleando la misma
    técnica cinematográfica, el narrador, cuya
    presencia a veces es difícil de captar, nos va entregando
    el fluir de la conciencia del personaje:

    "El día que te fuiste entendí que no te
    volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la
    tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
    (25)

     El fragmento del monólogo nos presenta el
    recuerdo incesante de Susana en la conciencia de Pedro
    Páramo. Como en el ejemplo anterior, el monólogo se
    desarrolla con constantes y repentinas interrupciones desde el
    momento en que él se inicia, varias páginas
    atrás. Como consecuencia de este permanente girar en
    torno a los
    personajes, el narrador entrega el mundo morosamente. Una
    narración somera no nos sabe, dice Ortega, "necesitamos
    que el autor se detenga y nos haga dar vueltas en torno a los
    personajes". (26)

    Los dos últimos narradores que reconocemos en la
    novela terminarán por reconstruir la historia de Pedro
    Páramo. Ellos están enmarcados y se vinculan
    directamente con el narrador Juan Preciado. Cada uno de ellos
    relatará una parte importante de la historia, desconocida
    para el primer narrador que caracterizamos –y para
    nosotros-, permitiendo entonces la estructuración
    coherente del relato total. Estos narradores son Dorotea y Susana
    San Juan; ambos habitan las tumbas-narradoras contiguas a la de
    Juan Preciado. La participación de Dorotea como
    figura-narrador se limita a tres momentos claramente definidos:
    1) su vida incestuosa que la condena definitivamente a perder el
    cielo, encontrándose su alma en un constante vagar por la
    tierra
    "buscando vivos que recen por ella"; 2) sus sueños: el
    "maldito" y el "bendito"; 3) historia que relata parte de la vida
    de Susana San Juan, su carácter de última esposa de
    Pedro Páramo y el gran amor que este
    le profesa; al mismo tiempo relata la desilusión sufrida
    por él hasta el extremo de desalojar sus tierras y quemar
    los enseres, comenzando así la ruina del
    pueblo.

    La narración de Susana San Juan se nos aparece
    como un puente que une el relato de Juan Preciado con la
    narración del hablante básico. Su relato, todo
    directo, a través de diálogos y monólogos,
    comienza por mostrarnos su pasado infantil y la muerte de
    su madre, la soledad y abandono en que quedaron ella y Justina
    (soledad, por lo demás, que rodea a todos los personajes
    de la novela y al pueblo mismo); el macabro episodio de su
    encuentro con la calavera, obligada por un padre obsesionado por
    el dinero, y
    su propia vida de locura al lado de Pedro Páramo,
    recordando a su esposo muerto, a Florencio.

    El grado de elaboración que presentan estos
    narradores va a variar bastante en cuanto a la entrega de mundo.
    Así, por ejemplo, Dorotea-narrador elabora mucho aquello
    que no tiene que ver directamente con la figura-Dorotea
    (27):

     "-No creas. Él la quería. Estoy por
    decir que nunca quiso a una mujer como
    ésa. Ya se la entregaron sufrida y quizá loca. Tan
    la quiso, que se pasó el resto de sus años
    aplastado en un equipal, mirando el camino por donde se la
    habían llevado al camposanto. Le perdió interés a
    todo. Desalojó sus tierras y mandó quemar sus
    enseres. Unos dicen que porque ya estaba cansado, otros que
    porque le agarró la desilusión; lo cierto es que
    echó fuera a la gente y se sentó en su equipal,
    cara al camino". (28)

     Pero entrega morosamente el mundo cuando la
    narración se vincula directamente con ella:

    "-¿La ilusión? Eso cuesta caro. A
    mí me costó vivir más de lo debido.
    Pagué con eso la deuda de encontrar a mi hijo, que no fue,
    por decirlo así, sino una ilusión más,
    porque nunca tuve ningún hijo. Ahora que estoy muerta me
    he dado tiempo para pensar y enterarme de todo. Ni siquiera el
    nido para guardarlo me dio Dios. Sólo esa larga vida
    arrastrada que tuve, llevando de aquí para allá mis
    ojos tristes que siempre miraron de reojo, como buscando
    detrás de la gente, sospechando que alguien me hubiera
    escondido a mi niño". (29)

     En cuanto al grado de elaboración que
    emplea el narrador Susana San Juan, siempre configura mundo con
    gran morosidad:

     "Mi cuerpo se sentía a gusto sobre el
    calor de la
    arena. Tenía los ojos cerrados, los brazos abiertos,
    desdobladas las piernas a la brisa del mar. Y el mar allí
    enfrente, lejano, dejando apenas restos de espuma en mis pies al
    subir de su marea…". (30)

     En un mundo conformado de ecos, murmullos y
    muertos, fantástico, por lo tanto, como el configurado en
    la narración, se hace imprescindible la
    confirmación de lo narrado. En este sentido "la
    narración enmarcada es un recurso técnico excelente
    para satisfacer una exigencia primordial que el lector reclama
    del arte narrativo:
    la confirmación de lo narrado" (31). Por esto, no
    intentemos interferir en la subjetividad de estos personajes,
    aceptemos aquello que nos cuentan porque esa es Su
    Verdad.

    Lenguaje y estilo constituyen los dos últimos
    aspectos que veremos en este trabajo en cuanto a la
    caracterización de los narradores se refiere. Reconocemos
    en la novela dos estilos diferentes que se traducen en igual
    cantidad de lenguajes también diversos: un estilo que se
    caracteriza por ser altamente poético, y que utiliza un
    lenguaje eminentemente metafórico donde las imágenes
    de la luz y el color; el gusto y
    el sonido, le
    confieren al relato la poeticidad que él posee y que se
    proyecta hasta nuestra propia sensibilidad, traspasándola,
    para situarla en la profundidad de nuestro espíritu. En
    tres de los narradores estudiados reconocemos este rasgo
    poético del estilo: Juan Preciado, el narrador
    básico y Susana San Juan. Ejemplificaremos el estilo de
    estos narradores en el mismo orden en que ellos aparecen
    mencionados:

     "… No sentir otro sabor sino el del azahar
    de los naranjos en la tibieza del tiempo". (32)

     "El día que te fuiste entendí que no
    te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol
    de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo".
    (33)

     "…Era temprano. El mar corría y
    bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba,
    limpio, con su agua verde, en
    ondas
    calladas.

    ……………………………………………………………………………………………………………….

    El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis
    muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vueltas sobre mis
    senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me
    hundo en él, entera. Me entrego a él en su fuerte
    batir, en su suave poseer, sin dejar pedazo". (34)

     Los tres narradores presentan una constante en la
    elaboración de este tipo de lenguaje: la evocación.
    Efectivamente, son los recuerdos de otros seres vinculados
    directamente con el "sentir" de cada uno de estos narradores, los
    que en definitiva motivan la sensibilidad del relato que
    trasciende la palabra misma para alcanzar, a través de
    lúcidas y policromáticas imágenes,
    el cristalino virtuosismo del lenguaje poético. En Juan
    Preciado son los recuerdos de su madre que emergen
    edénicamente en su conciencia; en el narrador
    básico, la imagen iterante de Susana en la conciencia de
    Pedro Páramo; en Susana San Juan, los recuerdos de
    Florencio, su primer esposo, son los que construyen la
    sensualidad de su narración.

    Otro estilo, al que convencionalmente llamaremos
    "directo", en donde el lenguaje no presenta mayores ostentaciones
    de empinarse más allá de la palabra hablada, simple
    y coloquial. Este lenguaje, que refleja la conciencia
    mítico-popular del pueblo mexicano, estructurará
    los relatos de los cuatro narradores por medio de los llamados
    "géneros del decir hablado", como la "charla", la
    "conversación" y otros reconocidos por Eleazar Huerta
    (35). Claro está, como vimos anteriormente, que los
    narradores-poetas solo usarán este estilo, cuando sus
    relatos se mantengan siempre alejados de los
    "seres-estímulos". Cuando ello ocurre, la cotidianidad del
    lenguaje se apodera, entonces, del relato que, generalmente por
    medio del diálogo, en primera instancia, y del
    monólogo después, estructura una narración
    simple y directa: habitual. Ejemplificaremos este estilo de los
    narradores en el mismo orden en que ellos han sido
    estudiados:

     "Volvió a darme las buenas noches. Y aunque
    no había niños
    jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el
    pueblo vivía". (36)

     "-No puedo, don Pedro, tengo que estar temprano en
    la iglesia porque
    me espera un montón de mujeres junto al confesionario.
    Otra vez será". (37)

     "Y todo por las ideas de don Pedro, por sus
    pleitos de alma. Nada más porque se le murió su
    mujer, la tal
    Susanita. Ya te has de imaginar si la quería".
    (38)

     "Estoy acostada en la misma cama donde
    murió mi madre hace ya muchos años; sobre el mismo
    colchón; bajo la misma cobija de lana negra con la cual
    nos envolvíamos las dos para dormir". (39)

     En los trozos citados de Juan Preciado, el
    narrador básico, Dorotea y Susana San Juan
    respectivamente, se advierten los rasgos de estilo que antes
    mencionábamos. Ellos sobresalen más
    nítidamente si los comparamos con las cualidades
    poéticas desarrolladas por los narrdores-vates.

    Dos estilos: poético uno, directo el otro; dos
    lenguajes: metafórico el primero, coloquial el segundo,
    para un cosmos cuya comprensión y aprehensión solo
    pueden surgir a partir de la coherencia interna de sus partes,
    donde el estilo y el lenguaje de los narradores juegan un papel
    preponderante.

    Podemos concluir nuestro trabajo diciendo que los
    narradores estudiados no se esfuerzan en lo más
    mínimo por representar un mundo coherente; que la imagen
    caótica y desintegrada del mundo narrado obliga, por lo
    tanto al lector, a establecer, como el narrador de la novela
    moderna, sólidos supuestos básicos en el mundo de
    la novela, para que este pueda ser totalmente comprendido y
    aprehendido. Es en este sentido que se ha hablado aquí de
    lector-investigador.

      Notas y
    bibliografía

     Rulfo, Juan, Pedro Páramo, México,
    Fondo de Cultura
    Económica, tercera edición. 1961.

    Empleamos el término "trascendente" en el sentido
    que le atribuye José Ortega y Gasset en su ensayo "Ideas
    sobre la novela" en: Meditaciones del Quijote, Madrid, Ediciones de la
    Revista de
    Occidente, octava edición, colección El Arquero,
    1970. Entre las páginas 191 y 192 dice: "Una necesidad
    puramente estética impone a la novela el hermetismo,
    la fuerza a ser
    un orbe obturado a toda realidad eficiente. Y esta
    condición engendra, entre otras muchas, la consecuencia de
    que no puede aspirar directamente a ser filosofía,
    panfleto político, estudio sociológico o
    prédica moral. No
    puede ser más que novela, no puede su interior trascender
    por sí mismo a nada exterior…".

    Fuentes, Carlos, La nueva novela hispanoamericana,
    México, Editorial Joaquín Mortiz, segunda
    edición, 1969, páginas 15 y 16. Semejante
    fenómeno ocurre con la novela chilena. Tuvimos que esperar
    hasta la llegada de Hernán Rivera Letelier para sentir que
    la temática Allende-Pinochet había, por fin, dejado
    de interesar a la literatura nacional.
    Efectivamente, con La reina Isabel cantaba rancheras (1994), se
    inicia una nueva etapa en la narrativa de Chile, a pesar
    de las decadentes vueltas al pasado que presentan algunos
    autores.

    Pedro Páramo, página 7.

    Fuentes, Carlos, Ob. cit., página 16.

    Castellet, José María, La hora del lector,
    Barcelona,
    Seix Barral, 1959. Ver "Los relatos en primera persona". Nosotros
    citamos por: Juan Uribe Echeverría, La narración
    literaria. Selección
    de estudios sobre la novela y el cuento,
    Editorial Universitaria, 1959, Universidad de
    Chile,
    Instituto Pedagógico, Departamento de Castellano,
    páginas 221 y 222.

    Pedro Páramo, página 8.

    Pedro Páramo, página 25.

    Pedro Páramo, página 12

    Magny, Claude Edmonde, L’age du roman americain,
    París, Les Editions du Seuil, 1947. Lo tomamos del
    texto de
    Castellet en el citado libro de
    Echeverría, páginas 220 y 221. (Ver nota
    6).

    Chumacero, Alí, El Pedro Páramo de
    Juan Rulfo,
    México, Universidad de
    México, 1955, página 26.

    Harss, Luis, Los Nuestros, Argentina,
    Editorial Sudamericana, cuarta edición, 1971,
    página 325.

    Scheneider, Luis Mario, "Pedro Páramo en la
    novela mexicana: ubicación y bosquejo" en: Ángel
    Flores y Raúl Silva Cáceres, La novela
    hispanoamericana actual. Compilación de ensayos
    críticos, New York, Las
    Américas Publishing Company, 1971. En la página 141
    dice: "Es Preciado el personaje enlace entre la realidad y el
    mundo mítico que Rulfo está tratando de recuperar
    con su obra, y esta realidad de la que parte Preciado al iniciar
    su jornada es una realidad temporal".

    Harss, Luis, Ob. cit., página 330.

    Kayser, Wolfgang, Interpretación y análisis de la obra literaria, Madrid,
    Gredos, cuarta edición revisada, 1970. En la página
    265 dice: "También en la novela puede la discrepancia
    entre la perspectiva limitada del narrador y la complejidad y
    profundidad de los objetos narrados producir efectos especiales,
    como ya vimos en la narración de C.F. Meyer titulada Der
    Heilige" (ver páginas 262 y 263). En ellas se lee: "En su
    narración titulada Der Heilige ("El Santo"), C.F. Meyer
    pone como narrador a un simple ballestero. En este caso el
    atractivo de la narración reside precisamente en el hecho
    de que la naturaleza
    sencilla del narrador no es capaz de abarcar el fondo y trasfondo
    de los acontecimientos ni la compleja psicología de los
    personajes, de suerte que el lector se ve obligado constantemente
    a completar y profundizar el contenido esencial de la
    obra".

    Wellek, René – Warren, Austin, Teoría
    Literaria, Madrid, Gredos, cuarta edición, 1966: "Los
    formalistas rusos distinguen entre la ‘fábula’
    –la secuencia temporal-causal que, refiérase como se
    refiera, es el ‘cuento’
    o tema del cuento- y el ‘sujet’, que cabría
    traducir por ‘estructura narrativa’. La
    ‘fábula’ es la suma de todos los motivos,
    mientras que el ‘sujet’ es la presentación
    artísticamente dispuesta de los motivos (a menudo
    completamente distintos). Ejemplos evidentes implican
    desplazamiento temporal: comienzo in media res, como Odisea y
    Barnaby Rudge; traslaciones hacia atrás y hacia delante,
    como en el Absalon, Absalon de Faulkner. El ‘sujet’
    de la obra de Faulkner As I Lay Dying exige que la historia la
    refieran uno tras otro los miembros de una familia al llevar
    el cadáver de la madre a un cementerio lejano. El
    ‘sujet’ es el argumento en cuanto se le interpone el
    ‘punto de vista’, el ‘foco o centro de la
    narración’. La ‘fábula’ es, por
    así decir, una abstracción de la ‘materia
    prima’, de la ficción (la experiencia, lecturas,
    etc., del autor); el ‘sujet’ es una
    abstracción de la ‘fábula’; o, mejor,
    un enfocamiento más nítido de la visión
    narrativa (14). Citan a Tomaschevskii: Teoriya Literatury,
    Leningrado, 1931. El tiempo de la fábula es el periodo
    total que comprende una determinada historia; pero el tiempo de
    la narración corresponde al ‘sujet’: es tiempo
    de lectura, o
    ‘tiempo experimentado’, que, por supuesto,
    está fiscalizado por el novelista; que despacha
    años enteros con unas frases, pero dedica dos largos
    capítulos a un baile o una velada" (15). Citan a Carl
    Grabo: Technique of the Novel, Nueva York,
    1928, páginas 214 a 236, y el capítulo "Zeit" en
    PETSCH: Wesen und Formen der Erzählkunst, Halle, 1934,
    páginas 92 y siguientes. Un "sujet" semejante al de As I
    Lay Dying, lo representa en la novela latinoamericana Rosaura a
    las Diez, 1955, primera obra del escritor argentino Marco Denevi.
    En ella, son cinco los testimonios que se articulan en
    relación al asesinato de Rosaura.

    Leal, Luis, "La estructura de Pedro Páramo" en
    Anuario de Letras IV, México, 1964. Entre las
    páginas 287 y 294 dice: "En la segunda parte de la novela,
    o sea desde la muerte de Juan Preciado hasta el fin, se
    continúa la técnica del doble punto de vista: el de
    Juan y el del autor-narrador". Con pequeña
    variación, Carlos Blanco Aguinaga dice: "Aquí, el
    narrador es el novelista mismo que recoge la historia
    –leyenda ya tal vez- donde la dejan los rumores y Juan
    Preciado en su muerte". Ver: "Realidad y estilo en Juan Rulfo"
    en: Nueva Novela Latinoamericana I, Buenos Aires,
    Editorial Paidós, 1969, páginas 85 a 113. Luis
    Mario Schneider, en su obra ya citada, dice: "El no descubrir
    interpoladamente al autor, el dejar casi todo en boca de los
    personajes, hace que Pedro Páramo sea una novela
    organizada sobre la base de diálogos y monólogos",
    página 143. (Ver nota 13).

    Martínez Bonati, Félix, La estructura de
    la obra literaria, Barcelona, Seix Barral, 1972, página
    131. Por su parte Wolfgang Kayser, en su obra ya citada, dice:
    "La cuestión está cargada de prejuicios. Para
    muchos lectores de novelas, el
    narrador es el autor. No comprenden que también el
    narrador es fruto de la ficción, que también
    él forma parte de la realidad poética que narra y
    que considera como su única realidad", página
    466.

    Pedro Páramo, páginas 17 y 18.

    Pedro Páramo, página 116.

    Wellek, Rene y Warren, Austin, Ob. cit., página
    267.

    Ortega y Gasset, José, Ob. cit., página
    157.

    Pedro Páramo, página 16.

    Pedro Páramo, página 22.

    Pedro Páramo, página 27.

    Ortega y Gasset, José, Ob. cit., página
    161.

    Empleamos "figura" de acuerdo con Félix
    Martínez Bonati. Es conveniente tener presente la
    diferencia que él reconoce entre "el narrador" y la
    "figura" para resolver el problema de la "credibilidad". En la
    obra citada, entre las páginas 63 y 64, dice: "Para
    distinguir lógicamente el discurso
    mimético de las figuras, es necesario, adicionalmente, un
    concepto
    lógico fundamental: el de la verdad como atributo de
    afirmaciones". Para él, el hablante básico es el
    poseedor de la verdad frente al discurso de
    los otros personajes.

    Pedro Páramo, página 99.

    Pedro Páramo, páginas 74 y 75.

    Pedro Páramo, página 117.

    Kayser, Wolfgang, Ob. cit., página
    262.

    Pedro Páramo, página 26.

    Pedro Páramo, página 27.

    Pedro Páramo, páginas 117 y
    118.

    Huerta, Eleazar, "Los géneros del decir hablado"
    en: Separata de Estudios Filológicos N 5, Valdivia,
    1969.

    Pedro Páramo, página 13.

    Pedro Páramo, página 90.

    Pedro Páramo, página100.

    Pedro Páramo, página 93

     

    Alejandro Carreño

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter