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El reconocimiento de las Profundas Raíces de la Drogodependencia



    1. Resumen
    2. Desarrollo
    3. Referencias
      Bibliográficas

    Resumen

    Abordamos el importante papel de
    la familia
    como núcleo rector y propiciador de valores
    sociales, culturales y espirituales, acentuando las condiciones
    que propician que sus miembros tomen o no el camino a las drogas.
    Enfatizamos además las condiciones sociales que
    potencializan dicha conducta.

    Una persona adicta
    bien merece ser atendido no solo desde el punto de vista mas
    elemental, por todos los cambios neurobiológicos que en
    estos sujetos se producen, sino tener una visión
    integradora que abarque lo social y su complejo mundo
    interior.

    Abrir la ventana a este fenómeno significa
    entenderlo desde lo más profundo de su
    raíz.

    Palabras Claves:

    Adicto, drogodependiente, familia,
    trastorno de personalidad,
    valores,
    estilos de vida, soledad, atención integral.

    Desarrollo

    La drogodependencia fue definida por la OMS como un
    síndrome manifestado por un patrón conductual donde
    el uso de una sustancia tiene más prioridad que otras
    conductas, lo cual lleva a establecer este trastorno como un
    impulso repetido a comprometerse en conductas poco productivas,
    una tensión creciente hasta que se realiza la conducta, y
    desaparición rápida de la tensión al
    realizarla.

    La drogodependencia modifica a la persona que es
    víctima de este mal, se transforma, sufre y su vida se
    deteriora en todos los ámbitos.

    El desarrollo
    filogenético y ontogenético del hombre ocupa
    un lugar importante en la explicación científica de
    las adicciones, unido
    al importante papel social y
    familiar.

    Confirmando lo anterior citamos a Cervera G, Haroa G,
    Martínez-Ragab J, Bolinchesc, Valderramad J. C (2001),
    quienes afirman que el hombre
    tiene unos períodos experimentales importantes en la
    formación de su cerebro
    emocional. Llamadolos ventanas plásticas. La adolescencia
    es uno de ellos, en el que se produce una profunda
    remodelación de la corteza cerebral con una pérdida
    de neuronas y un aumento de tamaño de las que quedan,
    además de la mielinización de las mismas. A esto
    hay que sumar la carga genética,
    ambiental, o sea refiriéndose a los factores externos,
    así como importantes cambios hormonales que explican, en
    buena medida, lo crítico de esa época en la
    conducta emocional humana. Además hay un componente muy
    acusado en los jóvenes, y que tiene su base en la
    emoción, y es la curiosidad. El ingrediente
    «curioso» de la emoción posiblemente
    nació con los mamíferos, y llegó a su
    máxima expresión en los primates y sobre todo en
    el hombre. En
    éste, es en la época puberal donde mayor
    expresión tiene esta curiosidad, que comenzó hace
    más de cien millones de años con los primeros
    mamíferos y que en el día de hoy
    incrementa el riesgo de
    conductas adictivas, en este primate evolucionado que es el
    hombre.

    Pero, sin centrarnos mucho en estas tendencias tan
    exquisitas desde el punto de vista ontogenético podemos
    afirmar que la adicción es un factor que va mucho mas
    allá de esta posición pues el entorno es muy
    determinante en ello.

    La familia juega un
    importante y crucial papel en el desarrollo del
    proceso
    adictivo. Esta es el núcleo rector y propiciador de
    valores sociales, culturales y espirituales. El fortalecimiento
    de la familia en
    estos ámbitos produce individuos de elevados valores
    morales, adecuada autoestima y
    autenticidad de principios.

    Según Calderón Rodríguez (2003) una
    familia donde no se fomenten valores, falte confianza, no
    contribuya a la elaboración del proyecto futuro
    de sus propios miembros, donde esté carente el apoyo, el
    afecto, no exista una distribución y cumplimiento adecuado de
    roles, haya disfuncionabilidad e inconsistencia y produzca
    inconformidad entre ellos, donde no cumpla su función
    protectora y la permisividad conlleve a la existencia de otros
    hábitos tóxicos, el abandono escolar y la falta de
    interés
    por trabajar, donde el tiempo libre es
    el producto
    excedente de inadecuados estilos de vida y la economía no se
    distribuye de manera eficaz es sin dudas campo labrado para que
    germine la adicción como cualquier otra
    manifestación negativa en la
    personalidad de sus integrantes.

    La familia necesita garantizar su existencia y promover
    adecuadamente la transmisión sucesiva de valores
    conquistados, pero cuando esto falla se produce una brecha que
    permite un espacio para indeseadas y reprochables conductas.
    Estas no aparecen de forma improvisada y espontánea son el
    resultado de un conjunto de factores que, en muchos casos van
    desde lo genético hasta lo social, pero es la familia el
    marco contextual mas concreto donde
    se expresan y se hacen visibles, donde se moldea, permite,
    potencializa o suprime cualquiera de ellas.

    En muchos casos las familias de muchos adictos han
    perdido de vista el camino de sus adolescentes,
    han confundido las imágenes
    de libertad que
    estos deben tener con autonomías falsas ganadas en muchos
    casos de forma inescrupulosa, se han creído invulnerables,
    han transitados por los extremos de una misma cuerda: la excesiva
    autoridad o
    demasiada permisividad o tal vez han querido brindar amor y sus
    hijos sólo han recibido dinero. En
    muchos casos ha faltado la figura paterna por el resultado de una
    disfuncionabilidad que desde siempre hizo incompatible la
    unión de ambos cónyuges, también por
    desgracia el desmembramiento de la pareja por fallecimiento
    abrupto ha sido otra de las constantes en estas familias con lo
    cual coincido con Vidal Casero (2002) y Washinton A, Boundy Donna
    (1991)

    Estoy de acuerdo con Tania Chappi (2002) cuando afirma
    que las familias de muchas de estas personas cuentan con una
    amplia cobertura económica, no importa si procede de
    medios legales
    o ilegales; es decir la falta de vinculación al estudio o
    al trabajo y a la vez tener dinero
    favorece mucho la puesta en contacto con la droga y el
    mantenimiento
    del consumo.
    Algunos viven en zonas donde existe disponibilidad de alguna
    droga, sus
    familiares no tienen bien establecidas normas sociales y
    en el barrio puede haber cierta permisividad ante la
    acción de los expendidores".

    Una persona adicta no es un sujeto aislado es alguien
    que vive en sociedad y que
    deviene de una familia con determinadas referencias, es alguien
    que tiene todo un sistema de
    criterios, aptitudes y prácticas y que bien merece ser
    atendido no solo desde el punto de vista mas elemental, por todos
    los cambios neurobiológicos que en estos sujetos se
    producen, sino tener una visión integradora que abarque lo
    social y su complejo mundo interior.

    La droga es algo que afecta a la persona desde todos los
    puntos de vista, rompiendo su equilibrio
    bio-psico-social.

    En particular, es importante acentuar las conductas de
    dependencia, la disminución de la conciencia y la
    alienación de la voluntad y de la libertad
    personales, que cualquier droga produce.

    Para Alonso Rodríguez (2003) la vida del
    drogadicto está marcada por recorridos llenos de riesgos, obligada
    a reprimir los sentimientos incluso a las personas mas queridas;
    tejidas de relaciones difíciles, a veces conflictuales,
    condicionada por la necesidad de manipular los sentimientos
    propios y de los demás; negando de manera vehemente la
    propia situación; con la incapacidad de recocer la
    necesidad que tiene de ser ayudado; con la pérdida de la
    autoestima y
    la amargura de una creciente desconfianza hacia todo lo que le
    rodea, encerrándose cada vez mas en el círculo de
    su soledad.

    La dificultad para recocer las propias necesidades
    básicas, como el sentido de pertenencia, el ser estimados,
    el ser amados, el darse un valor, el
    buscar y encontrar un sentido a la existencia, genera
    confusión para ejecutar comportamientos inadecuados. El
    drogadicto es incapaz de identificar las fuentes del
    placer, de la gratificación y de la felicidad. Es incapaz,
    además de orientarse por sí mismo entre los valores,
    las actitudes y
    los comportamientos que le proponen los abordajes
    terapéuticos que intentan curarlos.

    No es una sola la causa que ha determinado el comportamiento
    del toxicómano. La adicción es una condición
    causada por muchos factores que interactúan entre
    sí y que se refuerzan recíprocamente. Es una
    enfermedad, pero es también un síntoma.

    La drogadicción comporta un conjunto de
    síntomas que son reveladores de un drama angustioso que
    tiene que ver con el sentido mismo de la existencia, con la
    verdad del hombre, con su dignidad.

    La droga representa una fuga con la cual se pretende
    llenar un vacío.

    El hombre es un ser complejo por su carácter
    de "ser de valores" y de "ser de actitudes
    éticas". El hombre afirma su carácter
    absoluto como persona y su dignidad, en la realización del
    conjunto de sus valores.

    El adicto presenta, en su esencia, un conflicto
    caracterológico definido por el enfrentamiento entre su
    conducta y sus valores. La adicción lo aparta de su ser un
    fin en sí mismo, para convertirlo en un instrumento,
    perdiendo su dignidad, su felicidad y su realización
    personal. La
    adicción le niega realizar los valores de
    una forma plena y completa.

    Un adicto está en una lucha consigo mismo, en
    contradicción y tensión interna. Por un lado, su
    ser de valores, necesitado de trascendencia y sentido; por otro
    lado el sin sentido, la pérdida de valores y de virtudes,
    la insatisfacción y el vacío moral.

    En las personas con la enfermedad de dependencia a
    sustancias químicas, las complicaciones físicas, el
    mal manejo de la mente y los desórdenes emocionales, van
    acompañados de manera similar de un deterioro espiritual y
    progresivo.

    Según pasa el tiempo aparecen
    sentimientos de culpa, vergüenza y remordimientos; los
    sentimientos de autovaloración declinan. Como las
    relaciones significativas disminuyen o pierden calidad, el
    aislamiento social creciente los lleva al colapso espiritual. Al
    final sienten una intensa desesperación y desesperanza,
    llegando inclusive al suicidio.

    El mundo es testigo de este creciente fenómeno y
    las autoridades han proclamado la urgencia en la acción
    mancomunada, en el esfuerzo de todos para conquistar la
    esperanza.

    En el año 2000 el Secretario General de la
    ONU, Koffi Annan,
    analizaba la situación internacional en relación al
    consumo y
    tráfico de drogas,
    señalando que el tráfico es un fenómeno
    mundial que afecta aproximadamente a 170 países, 134
    estados habían notificado problemas de
    uso y abuso de drogas en el
    decenio de 1990, el Programa de
    Naciones Unidas
    para la Fiscalización Internacional de Drogas (PNUFID)
    estimó que unos 180 millones de personas en todo el mundo,
    el 4,20 % de los mayores de 15 años, consumían
    drogas ilícitas a finales de los 90, en ésta cifra
    se incluyen 144 millones de consumidores de marihuana, 29
    millones y 13,5 millones de consumidores de cocaína y opio
    respectivamente, planteándose la existencia de 9 millones
    de heroinómanos, totalizando mas de 180 millones de la
    estimación mundial5 pero realmente estas cifras no
    reflejan la real magnitud del problema, sólo conocemos la
    parte emergida del iceberg.

    Según estudios del PNUFID, en el mayor mercado del mundo
    de estupefacientes ilícitos, EE.UU., el costo que paga la
    sociedad por
    cada caso de drogadicción supera los 28 mil
    dólares al año.

    Su impacto en las sociedades
    donde ya es una plaga genera multimillonarios gastos para su
    enfrentamiento incluidos los programas de
    tratamiento de adicción y cuidado de salud.

    En la práctica hemos apreciado un vínculo
    entre los trastornos de personalidad
    de tipo orgánico y la adicción a sustancias del
    mismo modo que con los antecedentes personales de bajo
    rendimiento docente, con hogares donde los padres están
    divorciados y unido también al consumo de alcohol desde
    la adolescencia.

    Al acercarnos al perfil psicosocial del paciente adicto
    podríamos tener una visión prospectiva de
    individuos que con características similares pudieran
    desarrollar una adicción y estaríamos en el punto
    mas importante, conocer para prevenir.

    Considero que el problema de la adicción a
    sustancias psicoactivas va mucho mas allá de una
    predisposición personal o
    genética
    como muchos autores han intentado probar, a pesar de la solidez
    de sus argumentos.

    Abrir la ventana a este fenómeno significa
    entenderlo desde lo más profundo de su raíz misma,
    la imbricación de factores genéticos, personales,
    familiares y sociales, sin una perspectiva que explique este
    fenómeno desde todos estos ángulos sería
    totalmente imposible lograr esta importante apreciación
    bien objetivisada.

    Referencias
    Bibliográficas
    .

    1. Alonso Rodríguez, R G (2003). Ética y
      drogas. Bioética. mayo-junio.

    Calderón Rodríguez A (2003). Acercamiento
    al perfil psicosocial del adicto a sustancias psicoactivas del
    municipio 10 de Octubre. [Tesis de
    Maestría.] :

    Instituto Superior de Ciencias
    Médicas de La Habana;.

    Cervera G, Haroa G, Martínez-Ragab J, Bolinchesc,
    Valderramad J. C.( 2001) Los trastornos relacionados con el uso
    de sustancias desde la perspectiva de la psicopatología y
    las neurociencias. Trastornos Adictivos; Vol. 03, Núm.
    03.

    Chappi T (2002). Cuando suenan las campanas. Rev
    Bohemia; 94 (8)

    Informe Mundial Sobre las Drogas,
    2000.Resumen Operativo. Prólogo del Secretario General de
    la ONU.

    Vidal Casero Ma Del C (2002). Factores de
    iniciación a las drogas Intersección
    de.circunstancias. Farmacia profesional.; 14 (04):74 –
    83

    Washinton A, Donna B. (1991) Querer no es poder.
    Buenos Aires:
    Paidós.

     

    Datos del Autor:

    Ariel Calderón Rodríguez

    Doctor en Medicina,
    graduado en 1996.

    Especialista de Primer Grado en Medicina general
    Integral, graduado en 2001.

    Diplomado en Salud Mental,
    graduado en 2002.

    Master en Psiquiatría Social, graduado en
    2003.

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