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El síndrome de aplastamiento prolongado




Enviado por goldencross



    1. Desarrollo
    2. Bibliografía

    INTRODUCCION

    Los traumatismos han acompañado al hombre en su
    desarrollo
    histórico, y entre éstos han cobrado gran
    importancia aquellos determinados por el aplastamiento o
    compresión de su cuerpo o extremidades. Estos han sido
    favorecidos por el asentamiento de grandes grupos humanos en
    regiones geográficas de alta frecuencia de
    catástrofes naturales, por conflictos
    armados (particularmente donde se empleen bombardeos
    aéreos y/o artilleros sobre ciudades), derrumbes de
    edificaciones, accidentes en
    minas e instalaciones soterradas, accidentes en
    grandes industrias y del
    tránsito. (1)

    El síndrome de aplastamiento prolongado (SAP) es una
    entidad compleja que se presenta en personas liberadas de grandes
    compresiones mecánicas de parte o todo su cuerpo; en la
    que se interrelacionan las graves manifestaciones generales y de
    la homeostasia, ocasionada por la toxemia traumática, y
    caracterizada por compromiso circulatorio con marcado edema del
    área dañada y desarrollo de
    inestabilidad hemodinámica y shock. (1,9)

    El porcentaje de presentación del síndrome
    de aplastamiento es elevado entre los que quedan sepultados o
    comprimidos durante los desastres y bombardeos; así como
    en los grandes terremotos que
    afecten estructuras de
    concreto y
    hormigón, pudiéndose registrarse hasta el 10 % de
    SAP entre todos
    los afectados, con una notable mortalidad comprendida entre 30 –
    40%. (1)

    En los individuos afectados por el SAP, la insuficiencia
    renal aguda (IRA), se presenta como una complicación
    frecuente y temible de su evolución clínica.

    Teniendo en cuenta el importante crecimiento poblacional
    que ha tenido nuestro planeta, el impresionante desarrollo
    científico-técnico alcanzado por la humanidad, la
    elevada incidencia anual de desastres
    naturales (se estiman en 85 el número de grandes
    terremotos) y
    accidentes, la real amenaza de guerra a que
    están sometidas las naciones por estos días,
    así como las características y graves consecuencias para
    la vida de los lesionados con SAP, resulta necesario para todo el
    personal
    relacionado con la salud, y en especial el
    personal
    médico, diagnosticar y tratar adecuadamente a toda
    víctima que presente una lesión por
    aplastamiento.

    DESARROLLO

    Para actuar de forma acertada al rescatar a individuos
    que sufren aplastamiento prolongado (AP) primeramente se deben
    conocer los aspectos relacionados con la fisiopatología de
    esta entidad, los cuales serán detallados a
    continuación:

    Las partes del cuerpo sometidas al efecto de la
    compresión presentarían cambios a nivel de los
    músculos y los nervios locales a partir de los 15 min a
    una presión de
    40-60 mmHg; si este estado se
    mantuviese por 4 horas o más, los músculos, que son
    muy sensibles a la compresión, comenzarían a sufrir
    necrosis, isquemia y rabdomiolisis. (1)

    Al realizar la descompresión de las partes
    atrapadas y restablecer la circulación, aunque sea
    parcialmente, a nivel de los músculos dañados se
    absorbe cloruro de sodio y se edematizan; y se produce un aumento
    rápido de la presión en
    el interior de las fascia (que no se expanden por ser vainas
    fibrosas que presentan baja complianza). De tal modo cuando la
    presión del compartimiento supera la de perfusión
    arteriolar, la circulación regional se afectará y
    se producirá en pocas horas taponamiento muscular y
    daño mioneural, lo que constituye el síndrome
    compartimental (SC). La presión intracompartimental puede
    alcanzar valores de 240
    mmHg y causar rabdomiólisis, independiente de la que
    determine la isquemia producida por la compresión. En los
    músculos lesionados, la presión intramuscular
    compite con la presión arterial sistémica y se
    produce isquemia. Este cuadro puede ser más severo en
    casos que cursan con menor perfusión sanguínea por
    hipotensión prolongada. (1,6)

    El diagnóstico de certeza del SC exige la
    medición de la presión del
    compartimiento. Esta medición se realiza en muy pocas ocasiones,
    dado que frecuentemente ya es tarde y los signos y clínica
    indican la presencia instaurada del síndrome. Se mide
    insertando una aguja que está pegada a un medidor de
    presión en el compartimiento. La presión de
    perfusión del compartimiento está definida como la
    diferencia entre la presión diastólica y la
    presión intracompartimental. Valores
    mayores de 30 mmHg, se encuentran a favor de la
    intracompartimental. (8)

    Analizado esto, no resulta difícil comprender que
    la disminución progresiva del aporte y del almacenamiento de
    O2 hacen colapsar las reservas energéticas de
    la
    célula muscular con incremento del ADP libre. La
    sobrecarga de Ca++ intracelular, la producción de radicales libres, y él
    acúmulo de neutrófilos locales son hallazgos
    típicos en estas circunstancias. (3)

    Por el daño en las células
    musculares (tanto en las células
    totalmente destruidas como en las que sólo se produjeron
    alteraciones en la integridad de su membrana celular) se produce
    rabdomiólisis con la liberación del contenido de
    las células musculares (mioglobina, potasio, fosfato,
    creatinoquinasa, creatinofosfatasa, creatinina, aldolasa,
    adenonucleótidos, proteasas neutras, etc.) dentro del
    plasma. Se producirá una marcada elevación de la
    concentración plasmática y urinaria de estas
    sustancias. Se registrará una desproporcionada
    elevación de la creatinina sérica en
    relación con la concentración sanguínea de
    nitrógeno uréico, y mientras la función
    renal se conserve se producirá una severa creatinuria.
    (1,3,4)

    A nivel local la acumulación de estas sustancias,
    puede dañar los vasos capilares lo cual contribuye a
    aumentar la presión intracorpartimental, lo cual junto con
    otros fenómenos como la adherencia neutrofílica
    incrementan en compromiso de la perfusión, con mayor
    isquemia tisular y mayor lesión muscular. (3)

    La mioglobina es una proteína muscular compacta
    de cadena única, con un peso molecular de 17.200 daltons,
    con un tamaño que equivale aproximadamente a una cuarta
    parte del tamaño de la hemoglobina, facilita el movimiento del
    O2 desde la sangre hacia el
    músculo, donde cumple su función de
    reserva, actúa como reserva de oxígeno
    por su contenido de hemo (presenta solo un grupo hemo).
    Se encuentra en el músculo en una concentración de
    4 mg de mioglobina por gramo de músculo. Sus valores
    plasmáticos normales en hombres es 19-92  g/l y en
    mujeres 12-76 g/l (determinado por aglutinación
    con látex y radioinmunoanálisis; mientras que
    normalmente no es detectable en orina. (2,3,5)

    La mioglobina juega un importante papel en la
    fisiopatología del SAP. Su papel
    nefrotóxico se presenta sólo cuando hay un alto
    grado de deshidratación y acidosis, ya que normalmente
    existe una alta capacidad para su depuración renal.
    (1)

    El umbral renal para la mioglobina es de 21 mgr/100 ml,
    una vez superada estos niveles, la depuración fraccional
    de mioglobina es de aproximadamente un 75% del índice de
    filtrado glomerular. Se requieren valores superiores a 100
    mg./100 ml de mioglobina para conferir al plasma un visible
    color rosado. La
    mioglobinuria no es detectable hasta que los niveles
    plasmáticos de mioglobina no excedan los 150 mg./100 ml,
    equivalentes a la destrucción de 100 g de músculo
    esquelético (6 g de mioglobina) excretadas en la orina
    equivalen a la lisis total de 2 kg de músculo). La
    magnitud de la concentración urinaria de mioglobina,
    determinada por la mionecrosis, dependerá del desarrollo
    muscular, del contenido de mioglobina en el músculo, de su
    grado de fijación a las proteínas
    del plasma, de la concentración plasmática de
    mioglobina, de la magnitud del filtrado glomerular y del flujo
    urinario. Su magnitud puede variar en correspondencia con
    el estado
    nutricional de los individuos, así como de su desarrollo
    muscular.El punto isoeléctrico de la mioglobina es de 6,9;
    por lo tanto en la orina ácida la molécula es
    catiónica, pudiendo interactuar o polimerizarse con
    mucoproteínas aniónicas, como la proteína de
    Tamm-Horsfall. En condiciones de acidosis, en pacientes
    deshidratados, que presenten orinas ácidas (a un pH inferior a
    5,4 o 5,6) y concentradas se disocia en globina y
    hematoferritina, la cual es muy nefrotóxica.
    (1,3)

    Varios mecanismos fisiopatológicos han sido
    planteados para explicar la insuficiencia renal aguda que
    frecuentemente acompaña a estos lesionados, algunos la
    desencadenan y otros contribuyen a la perpetuación del
    daño renal, o se registra una suma de factores. La
    isquemia renal es planteada como secundaria a la
    liberación de potentes sustancias vasoconstrictoras. La
    obstrucción tubular descrita, se produce por la
    precipitación de mioglobina y cristales de ácido
    úrico. La nefrotoxicidad directa de la mioglobina o de sus
    metabolitos (hematoferritina puede determinar necrosis tubular,
    obstrucción tubular o retrodifusión del filtrado
    glomerular). (1-3)

    La hipovolemia y la mioglobina con su reconocida
    capacidad citotoxicidad directa y la formación de
    cilindros intraluminales de pigmento hem, conjugan su
    acción para producir fallo renal. La hipovolemia por
    sí mismo, no explica la hipoperfusión y
    caída del filtrado glomerular. La rabdomiolisis activa
    mediadores inflamatorios (citoquinas), capaces de producir
    vasoconstricción renal que produce disminución del
    filtrado. (3)

    El aumento de mioglobina circulante implica una
    disminución de los niveles de óxido nítrico,
    con la consiguiente vasoconstricción e
    hipoperfusión renal. (3)

    La vasoconstricción renal disminuye la
    disponibilidad de ATP a nivel de la célula
    tubular y aumenta la reabsorción de proteínas
    hem hacia el túbulo, favoreciendo la formación de
    cilindros tubulares, agregando un componente obstructivo a la
    fisiopatología. Adicionalmente las proteínas del
    grupo hem,
    reabsorbidas tienen una acción nociva directa sobre la
    membrana fosfolipídica celular, haciéndola a su vez
    más vulnerable a la hipoxemia. (2,3)

    Finalmente otros factores, no menos importantes
    contribuyen a agravar el daño renal. La hiperfosfatemia,
    la hiperuricemia, la liberación de tromboplastina y la
    hipocalcemia particularmente cuando es severa, precoz y asociada
    a oligoanuria. También se ha planteado la
    liberación de histamina. (3,9)

    El cuadro clínico de estos pacientes se puede
    dividir en tres etapas. En la primera etapa, donde
    el lesionado es liberado de la compresión, priman las
    manifestaciones propias del trauma sufrido de acuerdo con su
    severidad y las lesiones asociadas; entre los primeros
    síntomas se pone de manifiesto dolor local, trastornos del
    movimiento de
    la extremidad dañada, pérdida de la sensibilidad y
    parálisis de la misma. La piel se torna
    pálida, pudiendo aparecer petequias, flictenas locales,
    eritema al margen del área dañada (puede ser la
    primera evidencia cutánea de la compresión
    sufrida), y vesículas en la piel vecina.
    El estado
    general se puede mantener estable durante algún tiempo. Esta fase
    puede durar varias horas. (1,4)

    La segunda etapa o período
    intermedio
    es el de mayor letalidad por las graves
    manifestaciones y complicaciones clínicas que se producen.
    Suelen presentarse mareos, debilidad, náuseas, palidez,
    hipotermia, taquicardia y colapso. En él se establece la
    tríada clínica característica que comprende inicialmente
    el edema duro, frío e insensible de la zona afectada,
    después shock y luego, frecuentemente, oligoanuria y
    uremia. La insuficiencia renal aguda predomina. El paciente puede
    desarrollar fallo multiorgánico. Se ha descrito
    afectación renal sin que se haya hecho evidente el shock.
    Después del riñón, el hígado suele
    ser el órgano más afectado. (1,2)

    La orina se torna tempranamente (antes de que se
    presente oligoanuria) de color rojo o
    café o
    carmelita oscuro por la mioglobinuria, y se presenta albuminuria,
    cilindros epiteliales, mioglobinuria amorfa y cristales de
    hematina. Signos de deshidratación (debido a secuestro de
    fluídos
    en los músculos dañados) puede estar presente junto
    con oliguria. Inicialmente habrá alcalosis seguida de
    progresiva acidosis. En los casos de menor severidad, la
    afectación puede ser sólo prerrenal, y
    restablecerse con la corrección de la hipovolemia y los
    trastornos hemodinámicos presentes. Cuando el daño
    renal se ha establecido y la evolución es favorable, en las formas de
    menor gravedad, la función renal puede iniciar su normalización a partir de la primera
    semana, pero quedará disfunción renal por varios
    meses. (1,4)

    En los casos graves la muerte
    puede presentarse rápidamente por el shock "no resuelto",
    por edema pulmonar, por sobrehidratación cuando hay
    oligoanuria, por hiperpotasemia, por uremia severa, y otras
    complicaciones como el embolismo graso y el fallo
    multiorgánico expresado por distress respiratorio,
    insuficiencia renal aguda, insuficiencia hepática,
    trastornos graves de la coagulación, sepsis y deficiencia
    inmunológica. En las zonas que registraron mayor
    daño tisular local pueden instalarse focos de necrosis,
    desarrollarse abscesos y sepsis generalizada. En los pacientes de
    curso grave y prolongado, la sepsis y el fallo
    multiorgánico hacen complejo su manejo médico y
    ensombrecen aún más su pronóstico de vida.
    (1,4)

    Los hallazgos de laboratorio
    que se pueden encontrar son: hiperpotasemia, hipocalcemia,
    hiperfosfatemia, hiperuricemia, elevación sérica de
    urea y creatinina, elevación de la TGO y HDL. La
    creatinina puede estar desproporcionalmente elevada en
    relación a la insuficiencia renal, debido a la
    liberación de creatinina preformada desde los
    músculos dañados. Una actividad sérica de la
    creatinfosfoquinasa mayor a cinco veces su valor normal
    es el indicador más sensitivo de rabdomiólisis.
    (4)

    En la tercera etapa o período de
    restablecimiento
    hay mejoría de los daños
    locales, la debilidad muscular prolongada es el hallazgo
    más frecuente en la rabdomiólisis, aparecen las
    atrofias y contracturas musculares, limitaciones en los
    movimientos de las articulaciones y
    la neuropatía periférica con déficit
    neurológico. (1,6)

    Contar con personal médico adiestrado en el
    rescate de personas que sufren aplastamiento influirá
    favorablemente en los ulteriores índices de gravedad y
    mortalidad, por lo que las primeras medidas médicas deben
    estar encaminadas a tratar la insuficiencia respiratoria aguda,
    el embolismo graso, el shock o la hemorragia que pudieran
    presentar los lesionados graves, y por cuyas causas "no
    resueltas", pudiesen morir tempranamente. (1)

    Europeos expertos en el tema, han recomendado la
    aplicación de torniquetes y la
    administración de sedantes y analgésicos
    previos a la descompresión de las extremidades aplastadas.
    Estas medidas se consideran necesarias para prevenir el
    denominado "síndrome del rescatado de la muerte" que se
    produce cuando los lesionados se agravan inmediatamente
    después de ser sacados de los escombros y que se relaciona
    con la súbita irrupción a la circulación
    sistémica de sustancias tóxicas que liberan los
    tejidos
    dañados, acumuladas hasta entonces localmente por el
    compromiso circulatorio que la compresión
    determinó. El síndrome se caracteriza por
    agitación mental, acidosis e hiperpotasemia. Los
    norteamericanos recomiendan por el contrario, evitar la
    aplicación de torniquetes con el objetivo de
    mejorar la oportunidad de preservar las extremidades aplastadas y
    también evitar la analgesia y sedación, por las
    complicaciones que puedan aparecer con la utilización de
    narcoanalgesia en medio del caos de un gran desastre.
    (1)

    Se recomienda el lento y progresivo restablecimiento de
    la circulación sanguínea de la región
    comprimida una vez liberada, particularmente si ello se
    prolongó por varias horas. Para tratar de evitar el paso
    brusco a la circulación general de las sustancias
    tóxicas localmente liberadas, se recomienda un vendaje
    compresivo sobre la extremidad o región afectada y un
    torniquete proximal, que se aflojaría frecuentemente. Los
    vendajes compresivos y el torniquete se aplicarán
    inmediatamente de realizada la descompresión, nunca
    transcurrido algún tiempo.
    (1,9)

    El tratamiento de la rabdomiólisis está
    destinado a prevenir el desarrollo de IRA, que deberá
    cumplimentarse, lógicamente con el que corresponda a la
    debridación en caso de síndrome compartimental. La
    restitución de volemia vigorosa y bajo riguroso control
    hemodinámico, la prevención de la hiperkaliemia,
    contrarrestar la vasoconstricción y aumentar la
    eliminación de la mioglobina son las pautas básicas
    de tratamiento. Ante un lesionado con riesgo o diagnóstico de síndrome de
    aplastamiento, las primeras medidas (antes de realizar
    descompresión) deben encaminarse a lograr su estabilidad
    hemodinámica, lo que generalmente se alcanza administrando
    plasma y soluciones
    electrolíticas endovenosas. Los especialistas con larga
    experiencia internacional en el rescate de lesionados en grandes
    desastres, recomiendan para reducir la morbilidad y mortalidad
    por IRA, la temprana y suficiente reposición de volumen, administración de manitol y alcalinos.
    (1-3)

    La resucitación se inicia lo más
    precozmente posible con soluciones
    cristaloides (preferiblemente Ringer-lactato 2%) a razón
    1,5 l/h o con Solución de Cl Na al 0,9% tratando de
    mantener un ritmo diurético de 2 ml/min o 100 a 200
    mL/hora, utilizando manitol o furosemida. Adicionalmente debe
    administrarse solución de 110 mmol de Cl Na + 70 mmol de
    Cl + 40 nmol de CO4H= en solución de dextrosa 5% para
    alcalinizar la orina a pH7 + 10 gr de Manitol cuya administración intenta remover las
    partículas hem y neutralizar radical libre hidroxilo.
    (1,3)

    La hiperkalemia se trata forzando la diuresis con
    expansión y furosemida, alcalinización de la orina
    y resinas de intercambio iónico. (2-4)

    La alcalinización urinaria con bicarbonato de
    sodio ha sido propuesta para prevenir la nefrotoxicidad por la
    mioglobina, sin embargo su efectividad no ha sido demostrada en
    forma concluyente. (4)

    La hipocalcemia es un hallazgo común que no
    necesita tratamiento si es leve. Los pacientes con severa
    hipocalcemia pueden presentar tetania cuando se les administra
    grandes dosis de alcalinos. Las sales de calcio deben ser
    evitadas, ya que su administración puede agravar el
    daño tisular por precipitación. El empleo de
    sales de calcio endovenoso en pacientes oligúricos con
    hiperfosfatemia, puede conllevar la presentación de
    lesiones óseas. Pueden presentarse hipocalcemias severas
    con calcificaciones de partes blandas, en la fase
    diurética de la insuficiencia renal aguda.
    (3,4)

    Puede emplearse el Diazepam en caso de excesiva
    actividad muscular (ejemplo agresividad, convulsiones),
    iniciándose el tratamiento con 5-10 mg intravenoso lento,
    hasta un máximo de 30 mg. (4)

    Algunos autores recomiendan la
    administración temprana de antihistamínicos y
    repetir la dosis transcurridas 4 horas de su
    administración inicial. Recomiendan asimismo, no propiciar
    el calentamiento de las regiones afectadas. (9)

    Las extremidades lesionadas deben mantenerse en reposo,
    evitar su manipulación innecesaria para impedir la
    liberación de nuevas cantidades de sustancias
    tóxicas e inmovilizarlas, particularmente si existen
    lesiones óseas. La necesidad del rápido
    restablecimiento de la circulación sanguínea de la
    región dañada entra en contradicción con la
    necesaria profilaxis de la toxemia traumática que
    ésta puede generar. (1)

    El severo daño local, la perpetuación de
    la rabdomiólisis y la repercusión sistémica
    que ocasiona el marcado edema y el síndrome compartimental
    que se establece en la región traumatizada, obliga a su
    rápida descompresión por medio de la
    fasciotomía que consiste en la apertura quirúrgica
    del compartimento involucrado mediante incisiones longitudinales
    sobre el músculo con una profundidad variable,
    según la afectación, y cuyo único objetivo es la
    descompresión. Los cuidados que genera una
    fasciotomía son los propios de una herida abierta,
    potencialmente infectable, pero hay que vigilar que no aparezcan
    las complicaciones más frecuentes que son infección
    generalizada, necrosis extensa del músculo y
    parálisis. Las heridas generalmente se dejan abiertas
    (cubiertas con un apósito estéril) y se cierran
    durante una segunda cirugía, generalmente de 48 a 72 horas
    más tarde. Tiene un éxito
    entre el 75% y 95%. (6-8)

    Cuando los miembros inferiores están severamente
    comprometidos, deberán ser abiertos los 4
    compartimientos.

    Los compartimientos se subdividen en: compartimento
    tibial anterior, ocupado por los músculos que permiten el
    movimiento del pié hacia arriba y adelante; el
    compartimento peroneo lateral, localizado en la parte externa de
    la pierna, contiene los músculos del mismo nombre y los
    compartimentos posteriores profundo y superficial donde se
    encuentran los músculos que permiten el movimiento hacia
    atrás de la planta del pié. El más afectado
    debido a la estrechez y rigidez de sus estructuras es
    el tibial anterior. (7)

    En aquellos casos en que haya tejido necrótico y
    se desarrollen abscesos, se debe realizar su temprana
    remoción. Deben evitarse las amputaciones precipitadas. El
    estado de la
    extremidad dañada, generalmente requiere tratamiento
    especializado por cirujanos traumatólogos. La sepsis local
    a pesar de un enérgico tratamiento antibiótico,
    puede llegar a ser severa. La asociación con lesiones
    óseas o vasculares agrava el daño local y la
    repercusión sistémica. Pueden requerirse frecuentes
    necrectomías y decidirse la amputación de una
    extremidad cuando ésta es insalvable o compromete la vida
    del paciente. Una vez que su estado clínico lo permita,
    debe ser evacuado a un centro médico especializado.
    (1)

    Los lesionados con síndrome de aplastamiento
    presentan diferentes índices de gravedad, aquéllos
    más graves deben recibir tratamiento médico
    intensivo. La hemodiálisis es el proceder dialítico
    más utilizado como soporte depurador en espera de la
    recuperación de la función renal perdida, y se
    realiza precoz y secuencialmente. Algunos autores plantean que la
    mioglobina, dado su alto peso molecular, se elimina pobremente
    por técnicas
    de diálisis peritoneal o de hemodiálisis con
    filtros de alta permeabilidad, aunque la hemodiálisis es
    efectiva en el manejo de estos pacientes ya que suelen
    encontrarse hipercatabólicos y oligoanúricos. Sin
    embargo, en el estado actual de nuestros conocimientos, en los
    pacientes con inestabilidad hemodinámica y oliagoanuricos
    la hemodiálisis brinda una posibilidad de remover productos
    nitrogenados. La diálisis está indicada si existe
    falla renal aguda y/o se produzcan complicaciones con riesgo vital
    (ejemplo hipercalemia). La hemodiálisis será
    necesaria por la uremia, hiperpotasemia y sobrehidratación
    que generalmente se presenta, así como para facilitar la
    necesaria alimentación parenteral. La
    generación de creatinina es elevada por la necrosis
    muscular y el hipercatabolismo proteico, y la producción de otras sustancias y mediadores
    de acción deletérea, obligan a la diálisis
    diaria. Algunos han utilizado la diálisis peritoneal con
    la limitación del peligro de sepsis peritoneal. La
    exanguinotransfusión y la plasmaféresis, han sido
    también utilizadas, aunque algunos cuestionan su utilidad en esta
    entidad. La hemoperfusión es una técnica de
    depuración extracorporea útil en el soporte
    sustitutivo. En el terreno teórico por su parte, la
    hemofiltración y la hemodiafiltración arteriovenosa
    continua (método que
    utiliza membranas de alta eficiencia) la
    ofrece la posibilidad de remover moléculas de mioglobina
    por método
    convectivo, con el consiguiente beneficio teórico,
    considerando el rol de esta molécula en la
    fisiopatología de la rabdomiolisis y sus complicaciones
    renales. La hemofiltración y la hemodiafiltración
    arteriovenosa continua permiten procederes más
    fisiológicos en estos graves e inestables pacientes y
    reducen las necesidades de equipos de riñones
    artificiales, pero requieren heparinización continua y
    grandes volúmenes de soluciones parenterales que reponer.
    (1,3,4)

    Los pacientes más complejos y graves que
    presentan distress respiratorio, insuficiencia renal aguda,
    insuficiencia hepática, trastornos graves de la
    coagulación, sepsis y deficiencia inmunológica,
    como expresión del daño multiorgánico,
    tienen una elevada mortalidad y requieren régimen de
    terapia intensiva, con asistencia respiratoria y posibilidades de
    métodos
    depuradores extrarrenales. En los casos que sobreviven, la
    recuperación de la función se logra a las 2
    ó 3 semanas, aunque generalmente persisten alteraciones
    funcionales durante varios meses. (1)

    La lesión permanente del nervio puede ocurrir
    después de 12-24 horas de compresión. Las graves
    lesiones musculares y nerviosas de las extremidades
    dañadas y sus secuelas requieren un prolongado y
    profesional trabajo de rehabilitación. La lesión
    permanente del nervio puede ocurrir después de 12-24 horas
    de iniciada la compresión. (1,6)

    BIBLIOGRAFIA

    1. Castañer Moreno Juan, Síndrome de
      aplastamiento: consideraciones clínicas y aseguramiento
      médico, Revista
      Cubana de Medicina
      Militar, enero-junio, 1995.
    2. MEDLINE Enciclopedia de salud,
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    3. Andrade Liliana J.; Battistotti Daniel, Rabdomiolisis
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    4. Della Puppa T., Rabdomiólisis,
    http://www.intox.org,
    October 1999.

    5. Mioglobina, http://www.farestaire.com.ar

    1. MEDLINE Enciclopedia de salud, Síndrome
      compartimental, Enciclopedia Médica en español, http://www.nlm.nih.gov,
      Actualizado 17 de Abril del 2003.

    7. El síndrome compartimental, http://www.iladiba.com,
    Diciembre de1999

    8. Moron Faura
    Victoria,Rodríguez Domenech M Dolors, El síndrome
    compartimental, un nuevo reto; http://www.terra.es
    1999

    1. Salas Perea Ramón
      S, Preparación medico militar tomo II, Pueblo y Educación , 1982.

     

    AUTORES

    Javier Cruz Rodríguez

    Nancy Carolina Sibrián
    Cubías

    Estudiantes de 5to año de Medicina del
    Instituto Superior de Ciencias
    Médicas de Villa Clara, Cuba.

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