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Tanatología




Enviado por gerpas



    "De los cuidados paliativos al Ars
    Moris – Un abordaje psico-espiritual"

    "Aprende a morir y aprenderás a vivir. Nadie
    aprenderá a vivir si no ha aprendido a morir", así
    rezaba un viejo manual occidental
    sobre la muerte y el
    proceso de
    morir.

    Actualmente, en nuestra sociedad se ha
    producido un considerable avance en lo referente a la atención al paciente moribundo, desarrollo que
    se ha realizado por un lado en lo que hace a la terapia del dolor
    y más específicamente a la farmacología en
    sí. Pero también, el movimiento de
    los cuidados paliativos desarrollado a mediados del siglo pasado
    por C. Saunders en Inglaterra y que
    da cuenta de la necesidad de brindar una atención compasiva tendiente no sólo
    a disminuir el sufrimiento físico del paciente sino
    también a optimizar su calidad de
    vida, a través del control de los
    síntomas físicos, emocionales, mentales,
    sociales.

    Pero como supiera decir el sabio maestro budista,
    Padmasambhava: "Quienes creen que disponen de mucho tiempo,
    sólo se preparan en el momento de la muerte.
    Entonces los desgarra el arrepentimiento. Pero, ¿no es ya
    demasiado tarde?".

    En este sentido creo que la pregunta que todos y cada uno
    de nosotros nos debemos hacer aquí y ahora a nosotros
    mismos y con total sinceridad es: ¿Qué sé
    sobre la
    muerte?".

    En primer lugar debemos ser conscientes de que la muerte es un
    absoluto misterio, pues nadie ha regresado del "más
    allá" para referirnoslo. Todo lo que contamos es con lo
    que se denomina "experiencias cercanas a la muerte".

    Pero debemos ser con nosotros mismos tan íntegros
    como lo fue el célebre filósofo griego Sócrates,
    cuando afirma: "El temor a la muerte, señores, no es otra
    cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber
    sobre aquello que no se sabe. Quizá la muerte sea la mayor
    bendición del ser humano, nadie lo sabe, y sin embargo
    todo el mundo le teme como si supiera con absoluta certeza que es
    el peor de los males".

    Aunque si contamos con dos certezas irrefutables. Sabemos
    que es absolutamente cierto que habremos de morir y
    también que es absolutamente incierto cuándo
    y cómo. Angustiosas interrogantes existenciales ambas si
    las hay.

    En "El
    conocimiento silencioso" de Carlos Castaneda, don Juan, el
    gran brujo yaqui dice: "Sin una visión clara de la muerte,
    no hay orden, no hay sobriedad, no hay belleza. Los brujos se
    esfuerzan sin medida por tener su muerte en cuenta, con el fin de
    saber, al nivel más profundo, que no tienen ninguna otra
    certeza sino la de morir. Ese conocimiento
    da a los brujos el valor de tener
    paciencia sin dejar de actuar; les da, asimismo, el valor de
    acceder, el valor de aceptar todo sin caer en la estupidez y,
    sobre todo, les otorga el valor para no tener compasión ni
    entregarse a la importancia personal". En
    otro momento expresa: "Los brujos dicen que la muerte es nuestro
    único adversario que vale la pena. La muerte es quien nos
    reta y nosotros nacemos para aceptar ese reto, seamos hombres
    comunes y corrientes o brujos. La diferencia es que los brujos lo
    saben y los hombres comunes y corrientes no".

    Este concepto de la
    muerte como el gran adversario que nos infunde de valor y
    paciencia para actuar sin entregarnos a la importancia personal o
    ego-centrismo nos hace ver a la muerte como un maestro que nos
    saca de nuestro in-consciente escondite y nos abre a la verdad de
    la vida y del universo.

    Reflexionemos sobre ello. A poco que pensemos, hemos de
    llegar a darnos cuenta de que en realidad ignoramos quienes
    somos, es decir, cuándo nos preguntan sobre nuestra
    identidad
    respondemos con una diversa variedad de elementos que hemos
    coleccionado con el fin de definirnos a nosotros mismos (por
    ejemplo, soy uruguayo, psicólogo, hombre, etc.).
    Pero cuando todas esas cosas se nos quitan, ¿tenemos idea
    de quienes somos en realidad sin y detrás de todos esos
    agregados?.

    Además, nos identificamos con nuestro cuerpo y con
    nuestra muerte, pero que sucederá cuando ya no
    estén presentes, ¿son estos dos elementos sostenes
    seguros y
    confiables de nuestro ser y de nuestra identidad?

    Para no hacer frente a estas interrogantes, buscamos y
    exigimos vivir según un plan
    pre-establecido, por ejemplo, estudiar, trabajar, formar una
    familia, etc.,
    etc., de manera de vivir de forma acelerada, ocupando el tiempo con
    responsabilidades y con cosas materiales.

    En una palabra, si deseamos dejar de una vez por todas que
    la vida nos viva a nosotros y en cambio vivir
    nosotros la vida (valga la perogrullada), debemos empezar por
    aceptar la muerte como una gran maestra que continuamente nos
    susurra al oído:
    "Carpe diem", es decir, vive la vida en el aquí y ahora,
    sin dejar situaciones inconclusas, pues no sabemos que
    llegará primero, si la muerte o el próximo
    día.

    ¿Es esta una visión pesimista de la vida, que
    nos sume en la angustia y el terror continuos? Muy por el
    contrario. Nos permite una vida plena y fluida, pues al no saber
    en que momento ha de llegarnos el momento último, evitamos
    por un lado el dejar asuntos pendientes y minimizamos nuestra
    personal importancia, y por otro lado, buscamos mantener una
    comunicación plena y sincera con quienes y
    con lo que nos rodea, expresando en forma continua un profundo
    respeto y
    amor por todo
    y todos.

    Al ser conscientes de que nada es permanente, de que como
    dijera Lavoisier, nada se pierde sino que todo se transforma,
    despertamos al hecho de que nada es independiente sino que todo
    es inter-dependiente con todo y todos. Somos in-dividuos pero
    también estamos en común-unión y por
    consiguiente, nuestra más insignificante motivación, acción y/o palabra tiene
    consecuencias reales en todos los niveles del universo y en
    todos sus tiempos.

    Ergo, hemos de vivir en el aquí y ahora, en el momento
    presente pues el pasado ha dejado de existir como tal y ahora es
    parte del presente, y el futuro es algo incierto aunque fecundo y
    lleno de posibilidades, pero cuya plenitud depende del momento
    actual; el futuro nace junto con el momento presente y muere con
    él.

    Y así hemos de aprender a ser lo que don Juan llamaba
    un "hombre de
    conocimiento",
    un guerrero espiritual que vive su vida desde y con
    "impecabilidad".

    ¿Qué significa lo anteriormente expuesto?, pues
    nada que menos que comprender que las crisis, el
    sufrimiento y las dificultades son puntos de inflexión en
    nuestras aletargadas existencias; son verdaderas oportunidades
    para transformarnos de y en forma íntegra, dándonos
    cuenta de la impermanencia de todo y aprendiendo así a
    aceptar los cambios. Como refiriera Heráclito de Efeso, no
    nos lavamos las manos dos veces en el mismo río.

    Así en la medida en que seamos conscientes del continuo
    fluir de la existencia en una espiral mutacional dinámica y permanente, aprendemos en
    consecuencia que el apego y la posesividad de personas, ideas y/o
    cosas es algo falso y que nos hace daño. Por consiguiente,
    al aceptar la no permanencia, disminuye nuestro apego y el
    consiguiente dolor por las eventuales pérdidas, reales o
    no y ganamos en compasión, alegría, amor, bondad y
    sabiduría al confiar plenamente en nosotros mismos;
    implica en definitiva un pararnos sobre nuestros propios pies,
    siendo responsables de y por nosotros mismos.

    Ahora, si todo cambia y muere, pero nada se pierde, sino que
    todo se transforma, entonces, ¿qué es la vida y
    qué es la muerte?. ¿Qué hay detrás de
    la vida y qué tras la muerte, si es que algo hay? A lo que
    podríamos agregar: ¿de dónde venimos y hacia
    dónde nos dirigimos?; ¿qué sentido tiene
    nuestra existencia?, y en definitiva, ¿quién
    soy?.

    Esto daría (y dará) cuenta de otro momento
    reflexivo, pero ahora preguntémosnos, ¿qué
    es lo que en verdad ha de contar en el momento de nuestra
    muerte?.

    Pues hay dos elementos básicos y fundamentales, uno es
    cómo hemos vivido nuestra vida (y como la vivimos), y el
    otro es cuál ha de ser el estado de
    nuestra mente en el momento de la muerte.

    Como dice Sogyal Rimpoché: "El último pensamiento y
    emoción que tenemos justo antes de morir ejerce un
    poderosísimo efecto determinante sobre nuestro futuro
    inmediato. Este último pensamiento o
    emoción puede amplificarse desproporcionadamente e inundar
    toda nuestra conciencia en el
    momento de la muerte. En este momento nuestra mente se encuentra
    completamente expuesta y vulnerable a cualquier pensamiento que
    entonces nos ocupe".

    Tengamos en cuenta que nuestra reacción ante una
    enfermedad terminal o directamente ante la muerte
    dependerá de nuestra personalidad,
    de los valores
    que sustentemos y de nuestro conocimiento espiritual
    (conocimiento y no simple creencia).

    Como afirmábamos, vivir una "vida impecable" como
    decía don Juan, daría cuenta asimismo del logro de
    la capacidad de lo que podríamos denominar como "morir con
    arte" o "ars
    moris", que consistiría en afrontar el momento
    último de nuestra existencia sin desear ni pensar en nada,
    sin mantener apego a ser o cosa alguna.

    Y esto se lograría tan sólo a través de
    la práctica de un camino espiritual, que no necesariamente
    religioso. La consecución de una visión espiritual
    implica ni más ni menos que mirar hacia dentro nuestro,
    disolviendo aquellos aspectos fragmentarios y en perpetuo
    conflicto en
    nuestra conciencia,
    relajando la tensión del ego y volviendo a reposar en la
    naturaleza de
    la mente. Se podría decir que consiste en una metodología, una praxis tendiente a lograr
    una plena conexión con nuestra esencia más
    íntima.

    En conclusión y coincidiendo plenamente con C.
    Longaker, afirmamos que las cuatro tareas básicas para
    experimentar con plenitud la vida y la muerte son: 1) darnos
    cuenta de que el sufrimiento existe y que se puede transformar en
    una experiencia de plenitud; 2) mantener una comunicación con nosotros mismos y con los
    demás, donde nos expresemos con todo nuestro ser y
    fundamentalmente con nuestro corazón,
    lo más compasivos y libres de apego que podamos; 3)
    prepararnos espiritualmente para la muerte, lo que implica el ser
    capaces de vivir en el momento presente, sin dejar situaciones
    inconclusas que sólo han de constituir un lastre que
    incrementará nuestro dolor y sufrimiento y el de quienes
    nos rodean; 4) encontrar significado a nuestra existencia,
    sintiéndonos seres plenos a pesar de nuestras
    imperfecciones, aceptando nuestros errores y expiando los que
    podamos haber cometido.

    Cabe concluir que para todas aquellas personas interesadas en
    esta disciplina, ya
    sean o no profesionales, existe actualmente un espacio de
    intercambio de ideas y experiencias, así como la
    posibilidad de efectuar consultas, técnicas
    y/o personales en:

    En este trabajo tan sólo hemos abordado en forma
    incipiente algunos de los aspectos que se han de constituir en
    una verdadera ciencia y
    arte de la
    vida-muerte, entendiendo ambos como dos aspectos de un mismo
    continuum. La Tanatología como disciplina
    naciente, entendemos, debe dar cuenta de ello. Desde que nacemos,
    somos seres signados por y hacia la muerte, y luego de ella
    ¡…!

    BIBLIOGRAFIA

    • CASTANEDA, Carlos: "El
      conocimiento silencioso" – FCE. – 1998
    • DALAI LAMA y HOPKINS, Jeffrey: "Acerca de la muerte"
      Edit. Océano – 2003
    • KAPLEAU, Philip: "El zen de la vida y la muerte" –
      Ediciones Oniro – 1998
    • KÜBLER-ROSS, Elisabeth: "La muerte: un amanecer"
      – Edic. Luciérnaga – 1991
    • LONGAKER, Christine: "Afrontar la muerte y encontrar
      esperanza" – Ed. Grijalbo – 1998
    • SOGYAL Rimpoché: "Destellos de
      sabiduría" – Ediciones Urano – 1996
    • SOGYAL Rimpoché: "El libro
      tibetano de la vida y la muerte" Ediciones Urano –
      1994
    • VARELA, Fco. J. "El sueño, los sueños y
      la muerte" – José J. De Olañeta, Ed.
      –1998

     

    Lic. Germán H. PASTORINI

    Licenciado en Psicología

    Montevideo-Uruguay

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