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Hacer reforma. Los valores de la educación




Enviado por liliunica



    Victoria Camps Cervera –
    1994

    1. Unos Valores para empezar
      a hablar
    2. El proyecto de
      vivir
    3. Iguales pero
      diferentes
    4. La libertad y sus
      límites
    5. Compartir
      responsabilidades
    6. Tolerar las
      Diferencias
    7. De la justicia a la
      solidaridad
    8. El deber de vivir en
      paz

    1 Educación en valores

    La educación es
    necesariamente normativa. Su función no
    es sólo instruir o transmitir unos conocimientos, sino
    integrar en una cultura que
    tiene distintas dimensiones: una lengua, unas
    tradiciones, unas creencias, unas actitudes,
    unas formas de vida.

    Educar es, así, formar el
    carácter
    , en el sentido más
    extenso y total del término: formar el carácter
    para que se cumpla un proceso de
    socialización imprescindible, y formarlo
    para promover un mundo más civilizado, crítico con
    los defectos del presente y comprometido con el proceso
    moral de las
    estructuras y
    actitudes
    sociales.

    A eso, a la formación del carácter,
    es a lo que los griegos llamaban "ética".
    Valores
    éticos son los valores
    "sencillamente humanos", de eso se trata, de recuperar el
    valor de la
    humanidad.

    No obstante, los valores
    éticos están en crisis. Los
    valores siempre han nombrado defectos, faltas, algo de lo que
    carecemos pero que deberíamos tener. Según Locke,
    el malestar, la incomodidad que provoca el deseo de que la
    realidad cambie y sea de otra manera. Si estuviéramos
    plenamente ajustados con la realidad, no cabría hablar de
    justicia ni de
    valores como algo a conquistar, si se hace es porque no se
    reflejan suficientemente en la práctica.

    Hoy por hoy, el crecimiento
    económico nos ha hecho creer que sólo vale lo
    que produce dinero.
    Decimos que la prosperidad económica no es más que
    un paso, necesario pero insuficiente, para lograr una mayor
    plenitud humana.

    El bienestar es un fundamento ambivalente para la
    producción de valores éticos. Por
    una parte hay que darle la razón a Aristóteles cuando afirma que la virtud
    sólo es patrimonio de
    los seres libres, no de los esclavos, de quienes tienen tiempo para
    dedicar su vida a la actividad política porque otros
    y otras trabajan por ellos.

    También hay que darle la razón a
    Bertold Brecht cuando dice que lo primero es comer y lo segundo
    hablar de moral.
    Hay
    que reconocer que el que vive bien se acuerda poco de los que
    sufren, que el bienestar material no genera una espontánea
    solidaridad con
    los pobres.

    Las épocas de menor bienestar, como la actual, no
    son del todo malas para recuperar y hacer más presentes
    los valores; pero también hay que contar con los valores
    éticos para superar la crisis
    económica.

    En realidad, los tiempos nunca son buenos para la
    ética,
    porque la ética exige, ante todo, autodominio, que
    es costoso y nos pide sacrificio y templanza. No hay ética
    sin una cierta disciplina,
    una disciplina
    razonable sin la cual es inútil tratar de transmitir
    normas o
    hábitos.

    Ser buena persona hoy no
    es, únicamente, ser buen ciudadano o buen político,
    como pensaron los griegos. Cualquier actividad puede tener
    dimensiones más o menos éticas, más o menos
    humanas. En resumen, no tenemos un modelo de
    persona ideal,
    ni de sociedad, ni de
    escuela, porque
    nuestro mundo es plural y esa pluralidad es enriquecedora,
    así como la convivencia de las diferencias.

    Aunque nos falta un modelo de
    persona, contamos con un conjunto de valores universalmente
    consensuadas, un sistema
    valorativo que sirve de arco y de criterio para controlar hasta
    dónde llegan nuestras exigencias éticas individual
    y colectivamente. Son valores de la civilización, producto de
    más de 25 siglos de pensamiento,
    que han dejado valores, principios e
    ideales que se resumen en los llamados derechos
    fundamentales.

    La fundamentación de los derechos humanos
    es la declaración universal de estos derechos realizada en 1948.
    Ése es y debe ser nuestro punto de partida, la
    única referencia que tenemos para empezar a hablar, para
    resolver nuestros problemas y
    conflictos.

    Los derechos humanos
    son la fuente de donde mana el derecho positivo,
    la ética es la que juzga a la ley y la que
    orienta su interpretación.

    Creer en la ética, sin embargo, supone a
    aceptar dos ideas:

    1. Que los derechos básicos
      implican deberes, y deberes que no sólo incumben al
      Estado sino
      a todos los ciudadanos.
    2. Que la ausencia de valores éticos deriva en
      los problemas
      estructurales de la sociedad.

    Como dijo Rousseau, la
    sociedad democrática y racional necesita algo que una a
    los individuos, por encima de los intereses particulares, unos
    "intereses comunes" que comprometan a toda la humanidad en
    la empresa de
    hacer un mundo más humano.

    Las palabras valorativas, como igualdad o
    libertad, no
    pueden significar algo tan distinto en otras culturas.

    La ética se funda también en la historia que se ha encargado
    de ir llenando de contenido esos valores. Los valores
    fundamentales deben serlo en cualquier parte y en cualquier
    cultura.
    Aunque tengamos valores universales, todavía quedan muchas
    zonas dudosas y oscuras, donde el consenso es
    complicado.

    Es complicado consensuar la despenalización del
    aborto, se
    debe consensuar por la vía del diálogo o
    de la democracia.
    Nadie tiene derecho a imponer a otro sus puntos de vista, y menos
    a hacerlo violentamente. La
    comunicación es el único fundamento de la
    aceptación de las normas como
    normas justas.

    Los derechos humanos sólo son absolutos en el
    enunciado, pero en la práctica suelen entrar en conflicto unos
    con otros. El gran defensor de las libertades, John Stuart
    Mill, dejó claro que las libertades individuales tiene una
    sola pero importantísima limitación, que es el
    daño al otro.
    Uno es libre para hacer lo que quiera,
    salvo aquello que impida las libertades de los
    demás.

    Protágoras se pregunta, cómo se
    enseña algo que se define como un saber práctico y
    no sólo teórico. Los valores
    morales pretenden formar el carácter, crear unos
    hábitos, unas actitudes, unas maneras especiales de
    responder a la realidad y de relacionarse con otros seres
    humanos. Todo eso, ¿Cómo se enseña a
    formar para la crítica, a decidir por su cuenta, con
    autonomía?
    Sólo es posible decir cómo
    no
    hay que enseñar ética.

    En primer lugar, la enseñanza de la ética no debe
    reducirse a la enseñanza de una asignatura. los valores
    morales se transmiten, sobre todo, a través de la
    práctica, a través del ejemplo, a través, de
    situaciones que estén reclamando la presencia de valores
    alternativos.

    Las situaciones cotidianas, como corrupciones,
    discriminaciones, intolerancias, insolidaridad, se reproducen en
    la escuela. Las
    escuelas, los centros educativos, son un microcosmos de los
    conflictos
    presentes en toda la sociedad.

    El primer paso que hay que dar es tomar conciencia de los
    conflictos y enfrentarse a ellos con respuestas colectivas
    consensuadas. Entender que el conflicto
    ético siempre depende de las actitudes, mentalidades y
    comportamientos individuales.

    ¿Le corresponde a la escuela más que a
    la familia la
    enseñanza de la ética? No hay maestros
    especialistas en ética. La educación en unos
    valores éticos es tarea de todos los que actúan
    sobre los educandos. La sociedad somos todos y de todos es la
    responsabilidad de mejorarla, mejorando los
    comportamientos de sus miembros. Todos deben actuar al
    unísono, pero los espacios más propios de
    la
    educación son la familia y la
    escuela
    .

    La escuela es un lugar donde se hace algo más que
    dar clase. Los alumnos aprenden comportamientos civilizados,
    según sean los criterios que los guían. Es
    inevitable que aprobemos unas conductas y desaprobemos
    otras.

    El gesto, la voz, la mirada, demuestran claramente lo
    que pensamos o sentimos, más que mil palabras. Los
    niños
    registran esa reacción favorable o desfavorable a su
    conducta,
    asumamos esa conducta y
    transmitamos a nuestros hijos y alumnos aquellos aspectos de
    nuestro mundo que quisiéramos conservar.

    2 El Proyecto de
    Vivir.

    La dignidad de la vida humana

    El significado de la proclamación del derecho a
    la vida es el del derecho de cada uno a no verse privado de la
    vida por voluntad arbitraria de otros o de los poderes
    establecidos. En ética el fin no justifica nunca el
    empleo de
    medios
    violentos, la agresión y la violencia
    llegan a cuestionar la validez ética de lo que
    parecía justo.

    El derecho de todo individuo a la vida va seguido de la
    proclamación del derecho a la libertad y a
    la seguridad, puesto
    que son tres derechos complementarios. Derecho a la seguridad que le
    permita moverse y actuar con libertad sin que su vida peligre por
    ello.

    Esa libertad es la que dota a la vida humana, por encima
    de otras vidas animales, de una
    dignidad especial. Dice Kant "piensa que
    el otro es tan persona como tú y trátalo como tal
    persona y no como una cosa susceptible de estar sólo a tu
    servicio.

    José Luis Aranguren ha explicado que la persona
    es "constitutivamente moral", quiere decir que la vida humana es
    un proyecto, algo no
    previamente determinado, ni definido por algo o alguien ajeno al
    sujeto que vive. La vida individual es un proyecto que se
    llenará de contenidos, los cuales podrán o no estar
    de acuerdo con las normas morales, pero será un proyecto
    en cualquier caso.

    A esa ausencia de proyectos se le
    llama estar "desmoralizado". No tener moral significa no saber
    qué hacer con la propia vida. Una vida con sentido, bueno
    o malo (moral o inmoral), pero con sentido es una vida que
    trasciende la animalidad y adquiere la condición
    básica de su identidad como
    vida humana.

    Para realizar ese proyecto, lo primero que necesita es
    tener autonomía, libertad. Pero también necesita
    unas determinadas condiciones de vida. Esas condiciones no han
    sido siempre las mismas, ni son las mismas en todas partes. En
    una sociedad desarrollada por condiciones de vida humana, es la
    "calidad de
    vida".

    El mismo Aristóteles reconocerá, en
    consecuencia, que sólo pueden aspirar a la virtud aquellos
    cuyas condiciones materiales de
    vida son satisfactorias y le eximen a uno de tener que
    preocuparse de cuestiones viles como la de trabajar para
    sobrevivir. Para ser virtuoso hay que ser mínimamente
    rico, estar bien dotado intelectualmente y
    físicamente.

    Es decir que no basta con ser libre. Es preciso vivir
    dignamente. Es a eso a lo que aspira la justicia: a
    que la dignidad sea u bien de todos. La justicia, dicen las
    teorías
    éticas, es condición de la felicidad. Y a lo que
    aspira la vida humana es a ser feliz. la felicidad ha sido para
    más de un filósofo el fin de la
    ética.

    Para que todos los individuos puedan orientar sus vidas
    hacia ese fin que es la felicidad conviene que haya justicia, que
    estén garantizadas la libertad y la igualdad de
    todos. Cuando a uno no le es dado satisfacer siquiera sus
    necesidades básicas, carece de la condición
    fundamental para la felicidad.

    ¿Qué es el
    hombre?

    Los griegos limitaron la finalidad del ser humano
    a la de ser un excelente ciudadano. El fin de la vida humana era
    servir a la polis o a la comunidad. El pensamiento
    cristiano
    hizo depender el ser del hombre de la
    voluntad divina. En cambio, la modernidad proclama la
    individualidad de la persona: el individuo es un ser
    fundamentalmente libre, con derecho a elegir su propia
    vida.

    La modernidad define
    a la persona como la libertad y la deja, así, en la
    imprecisión más absoluta. Se puede ser de cualquier
    manera y sólo depende de nosotros que así sea.

    En nuestros tiempos se habla de "calidad de vida".
    Queremos calidad, porque
    ya tenemos suficientes cosas y exigimos que sean buenas. El
    despilfarro y retroceso en lugar de progreso es una realidad que
    también nos perjudica.

    La calidad y la dignidad de la vida es algo tan
    impreciso que no es entendido ni interpretado por todo el mundo
    de la misma manera. Por esos está tan discutido el
    aborto y la
    eutanasia.

    Los antiabortistas son "pro-vida". Defensores de
    la vida a ultranza. Su postura viene a decir, cuantas más
    vidas humanas mejor. Por lo general apoya su actitud en la
    doctrina religiosa que hace a Dios dueño y señor de
    cualquier vida humana e incluye en ese dominio la vida
    del feto.

    El partidario de que se despenalice el aborto,
    piensa que es posible escoger entre una vida con dignidad y
    calidad y otra vida tal vez no querida ni buscada. Piensan que
    abortar o no abortar debe ser una decisión individual y
    libre. Es pedir libertad para que la mujer decida
    sobre algo que es todavía parte de su propia
    vida.

    El debate en
    torno a la
    eutanasia es
    parecido. El defensor de la "muerte digna"
    exige la libertar del moribundo para decidir sobre ella.
    Aquí sólo se pide libertad para decidir sobre uno
    mismo. Por eso la defensa de la vida, de una vida digna y de
    calidad, debería ir unida a la máxima libertad para
    decidir, si se da el caso, sobre el fin de la misma. que la vida
    sea de calidad depende de nuestra capacidad de dominar el
    supuesto desarrollo
    técnico y el crecimiento
    económico para que no se conviertan en
    obstáculos para el progreso moral de la humanidad. La
    vida humana debería consistir más en ser que
    en tener. Es cierto que hay que tener para poder ser
    alguien. Pero el tener por sí solo no da categoría
    humana.

    3 Iguales pero diferentes.

    El derecho a ser iguales.

    "Todos los hombres nacen libres e iguales" es el
    principio básico por naturaleza.
    Libertad e igualdad son las dos reivindicaciones que dan
    contenido a la justicia. La lucha por la libertad ha sido
    más persistente que la lucha por la igualdad en Occidente,
    pero es la lucha por la igualdad lo que marca el origen
    del pensamiento ético-político.

    La literatura
    homérica
    acepta y defiende una "aristocracia de la
    sangre" y es
    para los elegidos por la fortuna. Es la virtud guerrera, que se
    apoya más que nada en la fortaleza física.

    La democracia
    griega
    , introduce la igualdad de los ciudadanos de la polis.
    Aunque los ciudadanos son todavía pocos: ni esclavos ni
    extranjeros se admiten en la comunidad
    política.
    Las mujeres y los artesanos son ciudadanos de derecho pero
    están muy ocupados en tareas rastreras y viles, que le
    impiden más dedicación en la política. La
    mayoría trabaja para que unos pocos puedan gobernar,
    pensar y filosofar.

    El cristianismo admite a todos los hombres y
    mujeres, pobres y ricos sin distinción, y les concede la
    igualdad ante Dios. predica la caridad y el amor entre
    los hombres, la ayuda mutua y el reparto de bienes. Pero
    sin decisiones políticas
    y leyes que vigilen
    su cumplimiento, las prédicas morales sirven de poco. La
    religión
    les pide que confíen y esperen en un más
    allá sin miserias y sin diferencias donde serán
    recompensados.

    Cuando el pensamiento filosófico empieza a ser
    laico y se apoya en la razón humana como autoridad,
    aparecen las teorías
    del contrato social
    como explicación a una supuesta libertad e igualdad de
    todos los hombres que debe ser preservada y mantenida por la
    fuerza de la
    ley.

    Los filósofos modernos buscarán una
    explicación racional aceptable, querida voluntaria de la
    necesidad de la ley moral. El ser humano no puede sobrevivir
    solo
    : necesita el amparo de la
    sociedad política para perpetuarse. gracias al Estado y las
    leyes, cada
    individuo se sabe protegido de posibles ataques de
    otros.

    Someterse a la ley significa, pues, la renuncia a
    parte de las libertades individuales para no perder o ver
    amenazada nuestra libertad. El Estado
    iguala a todos los hombres: les concede igualdad de derechos o
    igualdad ante la ley que regula la vida de todos.

    La teoría
    del Contrato
    Social
    se refiere a la hipótesis de un contrato
    originario entre los hombres para convivir ordenadamente y con
    garantías de seguridad, siglos XVII y XVIII.

    Tiene antecedentes en el mito de
    Prometeo que explica el origen de la cultura. Los dioses
    encargaron a Prometeo que debía dotar a cada especie de
    sus capacidades en forma conveniente. Hermes debía dar a
    los pueblos el sentido moral (honor) y justicia y repartirlos
    igualitariamente y debía expulsar a los incapaces de
    participar del honor y la justicia. El orden político se
    basa en el reconocimiento de la igualdad moral.

    Rousseau dice que la existencia del la sociedad
    se explica por un pacto tácito, no explícito entre
    los humanos, que los obliga a respetarse y les garantiza la
    protección del Estado. Ese pacto es el reconocimiento
    teórico de la igualdad de derechos.

    Según Kant significa
    que nadie tiene derecho a convertir al otro en un simple medio
    para sus fines, que el deber máximo es reconocer la
    dignidad de cada persona.

    En la democracia griega, un porcentaje elevado de la
    humanidad quedaba excluido del derecho a la igualdad.

    La religión
    cristiana
    dejó en claro que la igualdad esperada era
    la de los bienaventurados en el reino de los cielos. la innovación de la modernidad es que
    extiende el universo de
    discurso de la
    igualdad a todos los miembros de la sociedad humana, y nadie debe
    quedar excluido de ese derecho.

    Locke, el padre del liberalismo
    moderno
    , entiende que el derecho de propiedad es
    uno de los derechos naturales. Y aun cuando la propiedad
    está mal repartida, no ve ahí un problema que
    merezca una solución política.

    Adam Smith, abanderado del neoliberalismo, dice
    que "basta asegurar la libertad de mercado que
    garantiza el crecimiento económico, paulatinamente se
    equilibrarán las desigualdades".

    La Declaración de los Derechos del Hombre y del
    Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional francesa de 1789 es
    la proclamación política de la igualdad de todos
    los hombres ante la ley, La revolución
    burguesa francesa
    significa el fin de los privilegios de la
    nobleza. Y aunque no se consigue la igualación real de
    todos los humanos, quedan muchos ignorados y desheredados que
    serán objetivo de
    las doctrinas socialistas y marxistas.

    A la igualdad en la libertad, Marx dice que
    es una "libertad formal pero no real" mientras las condiciones
    materiales de
    unos y otros sigan siendo desiguales y dividan a la humanidad en
    propietarios y desposeídos, en dominadores y
    dominados.

    El uso que capitalistas y proletarios puedan hacer de
    esa libertad no es el mismo
    . El pobre y el rico no son
    igualmente libres, aunque lo sean por derecho. Marx dice que no
    será posible equilibrar las desigualdades mientras exista
    la propiedad privada y mientras se mantenga un sistema
    económico capitalista que permite que unos acumulen
    riqueza mientras otros vendiendo la fuerza de su
    trabajo apenas pueden sobrevivir.

    Los esfuerzos de Marx van dirigidos a sustituir el
    discurso
    moralizante y engañoso por una revolución
    que modifique las estructuras
    económicas y transforme la historia. Así el
    comunismo es
    visto como el fin de un proceso hacia una sociedad sin clases,
    sin conflictos y sin aparatos represivos, algo así como la
    utopía de la igualdad en la
    tierra.

    Aunque suponían conocer las etapas que
    debía seguir la historia, el comunismo no fue
    la solución para los países que lo
    implementaron.

    El progreso vino por el esfuerzo conjunto del
    liberalismo
    progresista de John Stuart Mill y del socialismo
    democrático. El modelo del Estado de bienestar es la
    innovación más importante de nuestro
    siglo y el aporte político más definitivo a favor
    de la igualdad.

    La igualdad de oportunidades:

    El Estado de Bienestar.

    Entiende la igualdad como igualdad de
    oportunidades. Al Estado corresponde redistribuir los
    bienes
    básicos materiales y espirituales de forma que todos
    puedan tomar decisiones. No se trata de repartir dinero ni
    riqueza, sino de atender a las necesidades básicas de
    todos, repartiendo con equidad lo que satisface a esas
    necesidades: la educación, la
    salud, el trabajo, la
    jubilación o desempleo. El
    derecho a obtenerlos, es lo más específico del
    derecho a la igualdad, que es abstracto. Ha sido necesario
    desarrollar por parte, los derechos básicos para paliar el
    olvido, sujetos a derecho en teoría,
    pero no en la práctica.

    John Rawls establece como primer principio de la
    justicia, la libertad igual para todos, la igualdad de
    oportunidades para acceder al poder, acceso
    a la educación, acceso a puestos de trabajo,
    protección contra la discriminación por sexo o
    raza.

    La igualdad de oportunidades ha de ser el objetivo que
    se proponga el Estado como
    medio para proteger y asegurar la libertad igual para todos. Para
    ello, deberá aplicar un reparto desigual destinado a
    favorecer a los menos favorecidos. Priorizarlos en la distribución de bienes y servicios a
    fin de satisfacer sus necesidades fundamentales. No ha de ser
    "igualitaria", sino "equitativa".

    El feminismo.

    El otro gran avance hacia la igualdad, complemento del
    Estado de Bienestar, ha sido el movimiento
    feminista. Los derechos de la
    mujer tuvieron que ser reconocidos como derechos
    específicos, puesto que su inclusión en "los
    derechos del hombre y del ciudadano" no les reconocía una
    real igualdad de oportunidades.

    La mujer ha sido
    excluida expresamente de los derechos llamados "universales" como
    el trabajo, el
    sufragio, la educación, porque como dijera James Mill: "no
    hacía falta que las mujeres votaran, puesto que su voto ya
    estaba incluido en el de sus maridos".

    El movimiento
    feminista ha conseguido en el mundo occidental, la
    igualación legal de los dos sexos. Y aunque no existan
    barreras teóricas o legales, sí hay barreras
    reales, pues han cambiado las leyes, pero no han cambiado las
    mentalidades, ni las costumbres, ni las actitudes.

    Además de la natalidad, asumida por naturaleza, las
    mujeres asumen el cuidado de los enfermos y ancianos, la
    continuidad de la familia,
    los quehaceres domésticos, y otros tantos puntales de la
    vida social no resueltos más que por el trabajo y el
    servicio
    voluntario y gratuito de la mujer. Trabajo
    socialmente importante, pero poco reconocido.

    La emancipación de la mujer debe mucho
    a un modelo de Estado que ofreció a las mujeres una buena
    parte de los servicios que
    necesitaba para poder salir de su casa y acceder al mundo del
    trabajo. Las posibles reconversiones y reformas del Estado y del
    mercado laboral no
    signifiquen un retroceso en lo avanzado hasta ahora, sino que,
    por el contrario, sean utilizadas como forma de paliar las
    discriminaciones cotidianas aún muy
    persistentes.

    Los extranjeros.

    La distancia económica entre el Norte y el
    Sur
    , la existencia de un tercer y cuarto mundo cada vez
    más poblado, y otros temas, han sumido en la pobreza y la
    indigencia a los países de la Europa del Este,
    así se abrieron las puertas de la inmigración, que es la muestra
    más evidente de que la igualdad está muy lejos de
    ser una realidad o un derecho conquistado en el mundo.

    Según John Rawls, los criterios de justicia para
    redistribuir están claros, " el criterio justo es el de
    distribuir favoreciendo a los menos favorecidos".

    El derecho al trabajo, a la educación, a
    una vivienda y un modo de vida dignos, a la salud; en suma, los derechos
    económico-sociales como derechos universales son puestos
    en cuestión por esa realidad inmigrante que pone de
    manifiesto el escándalo de la desigualdad real.

    La xenofobia y el racismo, el rechazo declarado
    del extranjero o de quien pertenece a una cultura extraña,
    no son sino la expresión del egoísmo que se resiste
    a tener menos para que otros tengan más.

    El problema es de justicia distributiva más que
    de incomprensión hacia otros pueblos y otras culturas.
    Ningún representante de otra cultura es excluido cuando
    viene con los bolsillos llenos.
    El peligro de estas actitudes
    racistas es que olviden su razón de ser más
    material y acaben valiendo por sí mismas, y grupos de
    jóvenes o nuevas generaciones conviertan el odio al
    extranjero como algo asumido.

    El rechazo étnico, tiene su contrapartida:
    los rechazados se encierran en un "nosotros" que también
    aspirará a conservarse puro, como reacción a la
    persecución y al desprecio de los otros. Ambas actitudes
    son evidencia de la pérdida del sentido de lo humano, base
    de la justicia y de la fraternidad.

    El derecho a la propia individualidad, o a la
    diferencia de un grupo, es
    también u derecho fundamental y una expresión de
    libertad. La identidad
    "humana", el reconocimiento de todos y cada uno de los individuos
    como sujetos de una vida igualmente digna es la base para exigir
    el
    conocimiento de las diferencias. Primero iguales, para
    poder ser luego distintos.

    El derecho a mantener las diferencias culturales
    sólo es justificable éticamente si cumple dos
    condiciones:

    1. Que sean respetadas, las libertades individuales de
      quienes integran esa cultura minoritaria y
      diferente.
    2. Que la diferencia no signifique discriminación, conciencia
      de superioridad sobre los "otros", que quedarían
      excluidos o marginados. No es fácil mantener estos
      principios.
      El tacto, la prudencia y el respeto
      profundo al otro deben constituir el subsuelo de las
      reivindicaciones nacionalistas.

    Educar para la igualdad.

    La experiencia educativa enseña que la
    igualdad de oportunidades sigue siendo un mito.
    No
    basta la educación pública para que se dé
    automáticamente la igualdad de oportunidades.

    En la práctica, las costumbres, los
    hábitos, las mentalidades, los estereotipos y sobre todo,
    las diferencias económicas, siguen discriminando aun
    cuando exista una clara voluntad de superar las
    desigualdades.

    Ahí es donde la educación puede tener un
    papel
    imponente. El respeto al blanco
    igual que al negro, al pobre igual que al rico, al
    inválido o al seropositivo, es también un
    hábito que se adquiere, como todos los hábitos, por
    la repetición de actos, por la insistencia en
    comportamientos dirigidos a desterrar cualquier forma de
    separación del diferente por el simple hecho de ser
    distinto. La familia, la
    escuela y los centros educativos son los espacios idóneos
    para la formación de tales hábitos.

    4 La
    Libertad y sus límites.

    La autonomía moral.

    Educar significa "conducir" , "dirigir". La
    educación se ejerce, especialmente, sobre la infancia y la
    adolescencia,
    cuando la persona aún no está formada y es
    más manejable. Es un ejercicio que reprime, coacciona y
    domina sin disimulo. Mientras alguien es conducido a alguna
    parte, difícilmente podremos decir que actúa
    libremente.

    La nueva escuela moderna generó el lema
    "educar para la libertad" . Educar sí, pero
    persuasivamente, sin castigos ni disciplinas, buscando más
    la comprensión del niño que la sumisión
    ciega.

    Educar también, respetando las diferencias de
    cada uno, su carácter, sus debilidades e inclinaciones,
    respetando la pluralidad de opiniones y maneras de
    ser.

    Nosotros, acostumbrados a una educación
    inflexible, nos resultó demasiado brusco el paso de una
    escuela a la otra y así caímos en el otro
    extremo.

    Conformes, sin notarlo, con el liberalismo más
    puro, decidimos que lo otro (los valores, el cómo hay que
    vivir, las buenas maneras, el respeto, etc.) se daría por
    añadidura porque sí. Pero no es así. Incluso
    la libertad exige una educación a propósito, porque
    ser libre no es fácil, hay que aprender a serlo. Aprender
    y por lo tanto enseñar a distinguir el para qué de
    la libertad, el hasta dónde de la libertad y el sentido de
    la libertad.

    La libertad es un valor
    moderno
    y junto a él aparece la "formación de
    la conciencia moral".

    El proceso hasta el reconocimiento de la libertad ha
    sido lento, lo mismo que la evolución psicológica del
    niño hasta sentirse y saberse separado del entorno, con
    voluntad propia, y capaz de decidir y elegir por sí
    mismo.

    La ética de los griegos giraba en torno a "ser un
    buen ciudadano",
    tanto para gobernar como para ser gobernado.
    La unidad y la igualdad de los miembros de la comunidad
    política eran más importantes que la individualidad
    de cada uno.

    En la Edad Media,
    con el cristianismo ,
    se produce el despertar de la conciencia
    . La ética
    empieza a ser una ética de la persona y no una
    ética de la naturaleza humana. Para la religión
    cristiana , el mal moral consiste en desobedecer la ley divina.
    No sólo la acción, sino la intención cuenta
    para la valoración del acto moral.

    Es la Reforma Protestante de Lutero, lo que
    consagra a la libertad como principio indiscutible de la
    existencia humana y condición necesaria para la
    perfección moral. Lo que pide la conciencia y lo que pide
    la moral no
    siempre coinciden, especialmente si la moral es la
    establecida por una iglesia. Es
    Dios quien decide sobre la salvación, con independencia
    de las buenas o malas obras, la fe y no las buenas obras es lo
    que le redime.

    El pensamiento humanista del Renacimiento es
    esencialmente individualista
    . La introspección empieza
    a perfilarse como el método
    filosófico que culminará con el "Pienso, luego
    existo " de Descartes. A
    diferencia del animal, al hombre le es dado elegir su propia
    vida.

    Las teorías del Contrato Social, suscrita
    por Rousseau y
    otros, hacen ver que sin Estado no hay libertad, pues la función
    del Estado es la de proteger a los individuos de agresiones
    externas.

    Para que el Estado conozca sus propios límites y
    no se exceda en sus poderes
    , hará falta proclamar unos
    derechos fundamentales que cualquier poder debe respetar. Estos
    derechos son el desarrollo de
    un derecho primordial: el derecho de todos los individuos a gozar
    de igual libertad.

    La moral no puede ser heterónoma sino
    autónoma dice Kant.
    La ética insiste en la idea
    de la propia autonomía. Que sea autónoma significa
    que sus principios no pueden fundamentarse en una religión
    o en una autoridad
    terrenal. No hay otro origen de la ley moral, que la misma
    razón humana, de ahí su autonomía. La ley
    moral está dentro de mí, yo me la impongo y soy la
    fuente de mis propias obligaciones y
    deberes morales."

    Las costumbres y los modos de vida, los
    códigos existentes, la cultura, me ofrecen, de hecho
    posibilidades de elección para actuar en uno u otro
    sentido. Para saber cuál de las opciones es la correcta,
    debo someterlas al criterio racional y pensar si esa
    acción podría convertirse en ley universal de la
    naturaleza. Sólo es moral lo que es
    universalizable.

    Es mi propia razón la autoridad que me
    indica
    si debo o no decir la verdad, ser honrada, respetar al
    otro o ayudarle si lo necesita.

    El cumplimiento de la ley moral dependerá de
    la voluntad de cada uno
    de seguirla o no seguirla. Kant habla
    de "autonomía" : que el ser humano sea autónomo
    significa que tiene la capacidad de darse a sí mismo las
    leyes que van a regular su vida. Y es capaz de hacerlo porque
    tiene razón, esa razón que le otorga la facultad de
    elegir entre lo bueno y lo malo.

    La idea de que la moral debe basarse en la
    autonomía
    de la persona y no en autoridades externas,
    la recogen los psicólogos que se han preguntado
    cómo se forma la conciencia moral.

    Piaget señala que habrá conciencia
    moral
    , cuando la moral deje de identificarse con normas y
    deberes impuestos por
    otros y pasa a ser asumida o aceptada voluntariamente.

    De pequeño, el niño no tiene otro
    principio moral que el de la obediencia
    , obedece las normas
    porque teme ser castigado o porque respeta a la autoridad que se
    las impone.

    El "uso de la razón" significa la capacidad de
    aceptar el deber con autonomía, voluntariamente, desde la
    convicción de que es correcto y
    legítimo.

    La vida humana es compleja, y el ser humano
    vivirá momentos de autonomía y de
    heteronomía. Tener conciencia moral significa ganar
    autonomía, hacer por convicción y no por
    obligación.

    Libertad negativa y libertad
    positiva.

    Libertad negativa es la libertad pobre de horizontes y
    que tiene poco que ver con la ética. Coincide con las
    libertades civiles y políticas
    declaradas y defendidas en las Constituciones políticas:
    libertad para decir lo que uno piensa, para asociarse con quien
    uno quiera, para votar o dejar de hacerlo.

    Puede ser utilizada de muchas maneras, bien, mal o
    regular. Y a ese uso de la libertad se le llama libertad
    positiva, que es la libertad "para" hacer esto o aquello. En el
    ejercicio positivo de la libertad, es donde podremos decidir si
    nos dejamos gobernar o nos autogobernamos, si decidimos por
    nosotros mismos o alguien o algo decide por nosotros.

    Kant dice que la ética es una cuestión de
    pura lógica: no debemos hacer lo que pensamos que "no
    se debe".
    Las modas que nacen y mueren y que se infiltran en
    la política, el trabajo, el ocio, los medios de
    comunicación y otros, actúan como
    tiranías escondidas contra una libertad individual que
    deja de ser creativa.

    Mill le pone un límite a la libertad
    individual: el daño al otro
    . Todo debe estar permitido
    , incluido el hacerse daño uno mismo, siempre que sea un
    adulto. El paternalismo sólo es lícito con los
    menores que no saben lo que quieren. Sufrimos el
    autoengaño cuando pensamos que nos gobernamos a nosotros
    mismos, pero en realidad seguimos las directivas del partido, la
    iglesia, la
    patria, etc.

    Ser libre de… Libertad negativa.

    Ser libre para … libertad positiva.

    Hay 2 tipos de límites para nuestra
    libertad:

    1. Los que vienen de afuera en forma de leyes, normas,
      códigos.
    2. Otros que la coartan en forma más velada como
      doctrinas, dogmas, etc.

    La limitación debería salir de nosotros
    mismos, de saber que un cierto uso de la libertad. puede producir
    más daño que bienes, de ahí nacen las leyes
    que penalizan lo que puede dañar a otro.

    La educación en y para la libertad ha de
    proponerse dos objetivos
    fundamentales. El primero es que ciertas normas o leyes no
    son contrarias a la libertad, sino condición para tenerla.
    Por ejemplo, es necesario imponer silencio para trabajar en clase
    o escuchar la exposición
    de un tema. Segundo, hay que enseñar que la
    sociedad, la tele, la moda, tienen
    redes invisibles
    que nos enjaulan. Hay que desarrollar la conciencia
    crítica, como la máxima finalidad educativa. Eso es
    lo que quiso la escuela nueva con su "Educar en
    Libertad".

    ¿Somos realmente libres como pensamos o estamos
    condicionados por algo externo a nosotros? Esta pregunta se la
    han hecho muchos filósofos. Todos aventuraron que no somos
    libres. La auténtica libertad no consiste en esta supuesta
    capacidad de elegir y tomar decisiones, sino que debería
    consistir en el "conocimiento
    de la necesidad".

    Vivimos con la convicción de que elegimos entre
    opciones diferentes y hasta nos culpamos y culpamos a los
    demás de las elecciones equivocadas.

    Éste es el terreno de la ética, no tener
    ciencia cierta
    absoluta del presente y del futuro y deben arriesgar respuestas.
    Muchos filósofos quisieron superar la ética,
    superar eso que delataba la pobreza de
    nuestra condición.

    5 Compartir responsabilidades.

    El valor de la responsabilidad.

    Educar para la libertad fue la consigna de una
    educación antiautoritaria e imaginativa, de los sistemas
    educativos de la segunda parte de este siglo. Se trataba de
    evitar rigideces inútiles, de hacer más atractivo y
    llevadero para maestros y alumnos, el proceso educativo. Se
    trataba, sobre todo, de formar personas responsables, que
    no siempre necesitaran las normas escritas, que aprendieran a
    pensar por sí mismas y a explicar porqué actuaban
    de esa manera.

    La autonomía y la responsabilidad moral
    consisten en la capacidad de cada uno de responder a situaciones
    conflictivas,
    tomando como criterio sus creencias
    éticas. Qué moral y autonomía son
    inseparables como ya se dijo. Son los actos libres los que son
    susceptibles de elección, los que constituyen la materia de la
    moral.

    La autonomía moral radica en la capacidad de
    escoger el principio adecuado a cada caso y procurar darle la
    interpretación más justa.

    La responsabilidad individual tiene, la responsabilidad
    de lo privado y la responsabilidad de lo
    público.

    Los distintos roles que confluyen en una misma persona
    le obligan a asumir obligaciones
    que puede desempeñar bien o mal. Una madre de familia, al
    mismo tiempo es
    profesional y atiende obligaciones de ciudadana. En cada uno de
    esos ámbitos, ha de compartir responsabilidades comunes a
    otras personas: el padre, los compañeros de trabajo, el
    resto de los ciudadanos. Cuanto más público es
    el rol, más difusas se hacen las responsabilidades, pero
    no menos necesarias. Ahí es precisa una verdadera
    CORRESPONSABILIDAD.
    Los males sociales nos afectan a
    todos.

    En las escuelas, la igualdad de oportunidades es un
    ideal que no se cumple bien. Todos los niños
    están escolarizados, pero las desigualdades por
    diferencias económicas, físicas, culturales,
    persisten y discriminan. Los responsables de la educación
    pueden tomar medidas como apoyar a los alumnos con necesidades
    educativas especiales solicitando apoyo social , a promover
    actitudes que sensibilicen hacia la solidaridad y el
    respeto mutuo.

    No todo es culpa de las Instituciones.
    Ni ellas ni los individuos son capaces por sí solos de
    erradicar las injusticias. Todos somos de alguna manera,
    responsables de los males de la sociedad. la indefensión
    en que se encuentran, debería ser un problema de cada
    ciudadano que dice respetar la dignidad de las
    personas.

    Si la educación transmite valores éticos a
    través del ejemplo, ha de creer en ellos como algo con
    posibilidades de cambiar la sensibilidad de la sociedad. Es
    cierto que vivimos condicionados por cantidad de factores que
    escapan a nuestro control.

    La vida es un proyecto personal abierto:
    la manera de ser de cada uno tiene un margen de
    indeterminación que es el que señala las
    diferencias morales entre las personas. Tenemos conciencia moral,
    dicen los sicólogos, cuando asumimos voluntariamente las
    normas, actitudes, respuestas frente a situaciones en que nos
    encontramos. la ética nos exige que estas respuestas no se
    contradigan con nuestros ideales y principios.

    La Responsabilidad del
    Educador.

    Conviene distinguir entre la responsabilidad del
    educador y la del educando. El educador tiene una
    responsabilidad pública
    , Su trabajo consiste en
    transmitir conocimientos y una forma de vida que constituyan las
    bases para que los niños a los que está educando no
    sólo puedan llegar a desenvolverse bien en la
    sociedad
    que les tocará vivir, sino que puedan
    contribuir a mejorar esa sociedad.

    Para aceptar ese objetivo indiscutible de toda
    educación, hay que luchar contra tres prejuicios
    básicos de la mentalidad de nuestro tiempo:

    1— Educar no es sólo INSTRUIR, sino
    transmitir certezas, ideas y maneras de ser.

    Los niños pasan en la escuela una
    parte importante de su tiempo para la adquisición de
    hábitos y de comportamientos. Es absurdo pensar que lo que
    reciben en la escuela es solamente conocimientos teóricos
    o una mera instrucción.

    En la escuela aprenden también a
    convivir, a relacionarse con iguales y superiores, a tratar a la
    autoridad, a respetar a compañeros de distintas
    procedencias, a repartir y a renunciar a cosas, a aceptar los
    fracasos y cantidad de cosas que forman el "carácter" de
    la persona.

    Si recordamos la concepción de la ética
    que tenían los griegos, " areté" era la virtud, era
    la excelencia de una cosa. La Areté del ser humano
    consistía en la "excelencia" de la persona, en el conjunto
    de cualidades o virtudes que ésta debía ir
    adquiriendo para llegar a ser una persona estupenda, una buena
    persona.

    Así para los griegos, la ética era la
    adquisición de hábitos y actitudes que cuajaban en
    un determinado estilo de vivir, en una forma de entender la vida
    o en un carácter especial. Ésta es la manera de
    relacionar ética con educación, pues el
    carácter de las personas se forma básicamente a
    través de la educación.

    El educador contribuye a formar el carácter de
    sus alumnos, a contagiarles su manera de ser, con su propio
    comportamiento, con las reglas de convivencia de
    cada lugar. Hay que tener en cuenta que la ausencia de normas
    también es una manera de formar: una formación
    negativa, en la desorientación, en la duda.

    2— La educación no es neutra en cuanto a
    valores
    . Max Weber dice
    que la ética de la responsabilidad es un conjunto de
    principios que debe ser llevado a la práctica
    estableciendo una relación dialéctica. La
    aplicación rígida de los principios formaría
    personas no adaptables y abiertas, cerradas a la pluralidad de
    los reclamos sociales.

    Esa dialéctica entre los principios y las
    consecuencias es la que debe hacer suya el educador. Todos
    tenemos la responsabilidad de las consecuencias de lo que hacemos
    con nuestros hijos o nuestros alumnos, con nuestros
    compañeros de trabajo y amigos, así como la
    coherencia que demostramos entre lo que hacemos y los principios
    que decimos defender.

    Educar es una responsabilidad pública, que es lo
    mismo que decir corresponsabilidad o responsabilidad
    compartida.

    Entender que la responsabilidad por la educación
    y por sus consecuencias es cosa de todos, implica abandonar la
    teoría de que son las estructuras sociales o el Estado los
    únicos factores y causantes de todos los defectos de la
    educación.

    Sería injusto e inadecuado imputarle al
    educador individual todos los defectos de la educación,
    pero también descargarle de toda
    responsabilidad.

    La responsabilidad por la educación misma, no
    puede reducirse a distribuir certificados de aptitud
    científica. Tiene que ser bastante más que eso,
    significa adoptar ciertas directrices de actuación y
    comportamiento.

    Dijo Sartre:
    "cuando elegimos, elegimos por toda la humanidad", eso quiere
    decir que sabemos que somos responsables del futuro de la
    humanidad. El educador, si entiende su trabajo como un trabajo de
    formación global de la persona, es responsable de
    proponerse esa formación global y poner los medios a su
    alcance para lograrla.

    Eso es lo que se entiende por ética de la
    responsabilidad: la responsabilidad de avanzar en la
    difusión y aceptación de un sistema de valores
    básicos para la convivencia
    .

    El educador debe convencerse de que
    educar significa, enseñar cosas
    . Sostiene Hanna Arendt, pensadora de este siglo. El
    educador debe dar a conocer, con afecto y con amor, el mundo
    que, a su juicio, debe ser conservado. Educar en libertad, no es
    educar en el relativismo del "todo vale".

    Es por el contrario, enseñar sin
    miedo, a distinguir entre lo valioso y lo desechable. Al
    educador, lo que le corresponde es transmitir unas bases
    mínimamente sólidas.

    La Educación debe asumir su
    responsabilidad pública. Un país ha de tratar de
    construir y de sentar las bases éticas de su sistema
    educativo. Ha de entender que las reformas del sistema no pueden
    consistir sólo en meter más informática o más formación
    física en
    los planes de estudio.

    Educar es una inversión que tiene que ver con una
    sabiduría teórica y práctica, con un
    enseñar a vivir desde un punto de vista no sólo
    técnico, sino humano.

    Enseñar a ser
    responsable.

    ¿Cómo enseñar a vivir?
    ¿Qué es lo que hay que transmitirle al niño
    para que aprenda a asumir responsabilidades?

    Nuestras sociedades
    están organizadas en torno al valor de la vida privada, la
    formación ética responsable tendrá que ver,
    sin duda, con la integridad de la persona consigo misma y con el
    deber fundamental del respeto a la dignidad y a la libertad del
    otro. Pero hoy lo que necesitamos es, además, que sea
    asumida por niños y jóvenes, esa responsabilidad
    compartida a la que llamo "corresponsabilidad".

    Piaget y Kohlberg, los dos pioneros del tema "la
    formación de la conciencia moral en el niño",
    coinciden en afirmar que la formación de la conciencia
    moral tiene diversas etapas de desarrollo que culminan cuando el
    individuo acepta autónomamente sus normas, las cuales son
    asumidas no porque sean impuestas, sino porque se consideran
    válidas y dignas de ser tenidas en cuenta. Sólo
    entonces puede decirse que ha adquirido una conciencia
    moral.

    El ser maduro, en el sentido moral de la palabra, es
    así el que escoge libremente sus principios y sabe
    responder de su comportamiento. Responder quiere decir razonar,
    argumentar, justificar el porqué de las propias acciones.

    Responder a superiores, amigos colegas, también
    ante sí mismo, sin duda, la forma más genuina de
    responsabilidad moral. Pero también es necesario que
    aprenda y sepa responder ante la sociedad.

    Actualmente el modelo de un Estado benefactor con unas
    políticas orientadas hacia la justicia social choca con un
    sentido de la propiedad tremendamente individualista y
    posesivo.

    Locke que fue un defensor de la propiedad como
    "derecho
    natural" del ser humano
    , entendía la propiedad
    como el derecho del individuo a ser dueño de su propio
    cuerpo y del fruto de su trabajo. El derecho de propiedad
    pretendía defender a las personas del poder abusivo y
    absoluto del Estado.

    El derecho de propiedad de la persona sobre sí
    misma, sobre sus capacidades, derechos y libertades, tenía
    más importancia y valor, que la posesión de bienes
    materiales. Hay aquí una contradicción entre la
    convicción de que existen unos determinados derechos
    económicos y sociales (educación, trabajo, sanidad,
    jubilación, infraestructura, medio
    ambiente) que han de serle garantizados a todo individuo, y
    la ausencia de sentido de responsabilidad del individuo con
    respecto a los bienes públicos.

    Hay una incoherencia, en nuestros tiempos
    el pensamiento neoliberal tienden a
    recortar los servicios del Estado de bienestar

    y el pensamiento
    socialdemócrata pretende preservarlos
    y
    racionalizarlos. Ambas ideologías son incompatibles, esa
    es una de las causas de crisis del Estado de
    bienestar.

    No tenemos suficiente respeto ni
    responsabilidad por lo público, con lo cual aumenta el
    déficit, la gestión
    es deficiente, se controla poco, se despilfarra.

    La escuela es un espacio fundamental de
    socialización e integración en la sociedad. La
    educación es uno de los bienes públicos que el
    Estado debe garantizar.

    La escuela y la familia ( junto con la
    inevitable televisión) son los espacios en que son
    socializados los niños. Esa socialización consiste
    también en enseñar a valorar lo
    público
    , en cuidar la propiedad colectiva, desde el
    aire a los
    pupitres.

    La sensibilización ecológica, el afecto
    por la naturaleza, ha tenido en la escuela a un agente
    importantísimo. El niño debe aprender que
    está disfrutando de un servicio pagado por

    todos, que aunque corresponda a su derecho a la
    educación, implica el deber de saber usar y aprovechar
    positivamente esos servicios.

    Sucede muy a menudo que el bienestar personal, olvida
    la responsabilidad que tenemos con los otros y con lo colectivo.
    Uno de los grandes problemas colectivos es el de la
    CORRESPONSABILIDAD.

    Los problemas de la humanidad de este final de siglo son
    problemas de todos y no puede resolverlos únicamente el
    ineficiente aparato del Estado, aunque a él le
    corresponden las iniciativas, los apoyos y las políticas
    redistributivas.

    La sociedad debe colaborar y cooperar arrimando el
    hombro, ayudando a los menos favorecidos y a los más
    despojados.

    El sentimiento de solidaridad que,
    complementario de la justicia, se difunde o se deja de difundir
    en los centros educativos. Solidaridad, significa responsabilidad
    por los otros: desposeídos, minusválidos, enfermos,
    marginados, etc.

    Nuestra sociedad sigue otro ritmo, no será
    amor y
    compasión, respeto y compañía. Sino codazos
    a uno y otro lado, peleas por ser el mejor, competitividad
    y agresividad diferente a lo que exigiremos a nuestros
    niños.

    ¿Se puede esperar resultados positivos de una
    educación contracorriente?
    ¿Será la
    ética una causa perdida? La responsabilidad ética
    no es otra cosa, que la capacidad de responder de los valores que
    queremos preservar, mantener e introducir en nuestro
    mundo.

    Kant se pregunta ¿Qué puedo esperar si
    hago lo que debo? Nada más que la satisfacción de
    haber actuado como debía.

    6 Tolerar las Diferencias.

    El afán de unidad.

    La obsesión por la unidad ha sido constante en la
    historia del pensamiento occidental. Parménides propugnaba
    la unidad del Ser , le ganó la batalla a Heráclito
    para quien el principio era la variedad, el conflicto, el
    cambio.

    La manía de la unidad, nos ha impedido aceptar de
    buen grado lo diverso. Pese a que vivimos en tiempos de
    exaltación de las diferencias, éstas en la
    práctica cotidiana, se toleran mal. Es triste hablar de
    tolerancia,
    como hablar de justicia. Pues pone de manifiesto que a
    regañadientes se acepta ese principio que proclama la
    igualdad de todos los humanos.

    Con frecuencia deja de ser reconocida y aceptada la
    dignidad que merece cada ser humano. La tolerancia y la
    intolerancia dejan ver el desprecio y rechazo que nos producen
    los otros. Cuando reprimimos el rechazo, toleramos lo que nos
    incomoda.

    Isaíah Berlin hace ver cómo la tolerancia
    siempre implica una cierta falta de respeto, como decir "tolero
    tus creencias absurdas y tus actos sin sentido".

    La tolerancia es una expresión de la moral
    mínima exigible a un ser humano : una moral que ponga
    freno al egoísmo, que impide ver al otro con
    compasión. Compasión de sentir lo que el otro
    siente y tratar de entender su forma de vivir y
    comportarse.

    La dificultad de aceptar al otro como es se da a todos
    los niveles. La historia occidental de ejemplos de rechazo a
    gitanos, judíos, negros, árabes, homosexuales,
    sidosos, etc.

    Kant la llamó la "sociabilidad insociable" del
    ser humano: somos y no somos sociables, necesitamos a los
    demás y los detestamos por mil razones distintas y a
    menudo vergonzantes. Pocas veces lo que provoca intolerancia
    es razonable, y lo grave es que la intolerancia trascienda el
    nivel individual y entre en la vida colectiva.

    Las razones de la intolerancia.

    Las razones de la intolerancia son variados, pero
    clasificables en tres grandes grupos:

    1. De creencias y opiniones.
    2. A las diferencias económicas.
    3. A las diferencias físicas.

    1– De creencias y opiniones:

    Las diferencias ideológicas y, en especial, las
    de carácter religioso. La variedad de religiones ha sido causa de
    la intolerancia más violenta e inadmisible. Los primeros
    discursos de
    Voltaire a
    favor de la tolerancia fueron ataques a las iglesias, por ser
    depositarias de la verdad religiosa y representar al Dios
    único y verdadero.

    Una religión que pide amor, no puede ser causa
    constante de guerra entre
    los pueblos
    . La religión descansa en la fe y
    ésta es privada, jamás debería ser el
    fundamento de un proyecto político.

    Ambos, religión y política, son algo
    personal y subjetivo, de propia voluntad y no por
    imposición de una autoridad externa. En la intolerancia
    religiosa yace la convicción de que uno está en
    posesión de la verdad y que sólo las propias
    creencias son válidas.

    En los siglos XVII y XVIII se sostiene que la
    convicción tiene que ver con simples creencias y que
    todas son igualmente legítimas pues en
    religión no hay verdades absolutas y que nadie tiene la
    verdad en exclusiva. Definitivamente se manifestó que la
    religión sólo es patrimonio de
    quien quiere adherirse voluntariamente a su credo.

    2– A las diferencias
    económicas
    :

    A este grupo
    pertenecen todas las diferencias de carácter social y
    cultural llamadas "diferencias étnicas" . Deriva de la
    convicción de que yo valgo más que él porque
    venimos de territorios y culturas diferentes. Esa
    jerarquía sólo puede tener raíces
    ideológicas o religiosas.

    Las diferencias son rechazadas con argumentos más
    utilitarios: demostrando que la presencia del otro afecta
    desfavorablemente a las formas de vida o a las costumbres. Al
    inmigrante o al gitano no se los tolera porque su presencia
    significa pobreza,

    marginación, inseguridad,
    desorden e incluso muestra una
    injusticia por resolver o tapar
    .

    Al gitano o árabe rico, no se lo margina, se
    margina al desposeído porque su presencia incomoda y no
    agrada. Para perpetuar ciertas desigualdades vergonzosas, se
    justifica diciendo que no se está discriminando al
    extranjero, sino al que viene a echar más leña al
    fuego de la crisis económica, que sólo puede
    traernos más miseria y contribuye al aumento de la
    delincuencia.
    No rechazamos al otro, "sólo pretendemos preservar puro y
    limpio lo que es nuestro".

    3– A las diferencias físicas
    :

    Es el grupo de las diferencias físicas o
    fisiológicas, el de las anormalidades. Los homosexuales,
    los hijos naturales o las madres solteras han sido rechazadas al
    amparo de
    doctrinas religiosas. La intolerancia hacia el homosexual
    sigue apoyándose en que subvierte lo aceptado y
    establecido como normal y moralmente bueno.

    La tolerancia es conservadora y reaccionaria. Hunde sus
    raíces en un confort que cuesta abandonar, se tolera mal o
    se tolera poco a los minusválidos, a los enfermos de
    SIDA,
    retardados mentales. En más llevadero tenerlos encerrados
    en lugares exclusivos para ellos o tenerlos escondidos. Como
    dice Foucault, la
    sociedad decide qué debe ser normal y excluye a quien no
    encaja en la norma.

    Ninguna de estas tres razones puede ser calificada
    como justa y aceptable. El prejuicio es un punto de vista no
    razonado, no puede ser el origen de un juicio de valor con
    pretensión de universalidad.

    Dar valor al bienestar económico no es un
    prejuicio. El bienestar económico es un bien tanto para el
    que lo tiene como para el que no lo tiene a su alcance. Por eso,
    para que esté al alcance de todos, la justicia nos
    manda repartir y distribuir, no acumular en pocas manos unos
    bienes que son, en realidad, comunes y de derecho para
    todos.

    Los poderosos, los ricos, los satisfechos, deciden
    las normas. no hay razones objetivas para excluir a nadie de la
    categoría de ser humano
    . No obstante, las exclusiones
    están ahí, y hay justificaciones para ellas,
    consistentes siempre en preservar los derechos de los que
    están en su sitio y son como deben ser, usan siempre
    "razones poderosas" (democracia, seguridad, orden, economía) para
    cerrarle el paso al que viene de afuera.

    El análisis de las razones, es la primer
    medida y la más prudente para combatir la intolerancia Son
    problemas distintos que exigen respuestas e intentos de
    solución de orden diferente. El reparto del bienestar
    económico precisa políticas tanto internacionales
    como nacionales, y de actitudes sociales que no vuelvan la
    espalda a los que pidan ayuda, atendiendo a las prioridades y
    necesidades.

    La lucha contra los prejuicios es un problema de
    educación y de cultura, la exclusión de los
    más débiles, es un problema de sensibilidad
    pública, también de educación, así
    como de políticas concretas que impulsen la apertura de
    las conciencias.

    La diferencia es rechazada cuando se ve como
    inferioridad, cuando se lo ve al otro desde un lugar de
    privilegio.
    Quien hace ese juicio incurre en la "falacia
    naturalista", eres distinto a mí, por lo tanto eres
    inferior a mí. Así han recibido
    justificación todas las discriminaciones
    históricas. Pero igualdad y diferencia pueden convivir sin
    contradecirse.

    Tampoco es ético, renunciar al derecho de los
    pueblos a preservar y mantener sus costumbres y culturas. La
    única igualdad que nada tiene que ver con la ética
    es la que trata de imponer la economía de mercado a
    través de la publicidad,
    gracias a las facilidades de la comunicación y por una adaptación a
    la oferta
    consumista de ámbito mundial.

    No tiene nada de ético, pero no es rechazado. Lo
    importante es que no se convierta en el valor dominante y
    único. La práctica de la tolerancia es el
    respeto a la libertad de cada cual a ser como quiera
    ser.

    La tolerancia no debe confundirse con la indiferencia,
    que acabaría siendo la negación de la ética
    misma.

    Los límites de la
    tolerancia.

    Hay que distinguir entre una tolerancia positiva y la
    tolerancia negativa consistente en la ausencia de ideas,
    principios y opiniones por comodidad. Stuart Mill, el gran
    defensor del individuo y de su libertad, dijo que las creencias
    debían ser vivas y no muertas, creencias que debían
    ser defendidas porque eran vulnerables a los ataques de otros.
    Una creencia está muerta cuando jamás se cuestiona
    ni necesita ser discutida. Pero está viva si hay que
    luchar para mantenerla en pie contra otras creencias y
    opiniones.

    Isaiah Berlin afirma que "hay que darse cuenta de la
    validez relativa de las propias creencias y sin embargo,
    defenderla sin titubeos es lo que distingue al hombre civilizado
    del bárbaro" . Eso no es dogmatismo, es sencillamente,
    tener convicciones.

    Los límites de la tolerancia deben estar, ante
    todo, en los derechos humanos.
    Si tolerar al otro es saber
    respetar su dignidad y reconocerlo como a un igual, no merece ser
    tolerado el que , a su vez, no sabe respetar esa
    dignidad.

    Es intolerante el terrorista, el criminal, el dictador,
    el fanático que no repara en medios para conseguir lo que
    se propone, aun cuando esos medios sean las vidas de otras
    personas. El intolerante convierte al otro en un medio para sus
    fines. Las ideas reaccionarias, sólo son tolerables,
    mientras sólo sean ideas. No lo son , en cambio, cuando
    quieren imponerse a quien no las comparte, mediante la violencia y la
    fuerza. Pues en tal caso, violan el derecho fundamental a la
    libertad de creencias y de expresión.

    El objeto de la tolerancia son las diferencias
    inofensivas, no las que ofenden la dignidad humana.

    ¿Hasta qué punto una práctica como la
    clitoridectomía, que desde nuestra concepción de
    los derechos individuales es una grave mutilación de las
    mujeres, debe ser tolerada cuando la practica otros que tienen
    sus razones para aceptarla? ¿Hasta qué punto hay
    que tolerar la existencia de sectas que utilizan peligrosamente a
    los menores?

    La respuesta es que los derechos universales son el
    límite, y cuando la interpretación de los mismos
    aplicada al caso que se juzga, admite discrepancias, la
    única vía de solución es el diálogo.
    Combatir la intolerancia de los otros por la fuerza, es una
    contradicción
    . La democracia es nuestro subsuelo.
    Cuando se ha aceptado este punto de vista, la gestión
    de conflictos cuidará más el cómo que
    el qué de las cuestiones.

    Sigue habiendo muchas ideas que suscitan opiniones
    contrastadas y costumbres admitidas por unas culturas y
    rechazadas por otras. Hay graves problemas económicos que
    producen desigualdades mundiales que deberían ser
    intolerables. Todo ello produce discrepancias y
    malestar.

    No es lícito cerrar los ojos y tratar de ignorar
    los conflictos, tampoco atajarlo a costa de nuestros principios
    fundamentales. Aprender la lección de una tolerancia
    positiva es condición necesaria de la
    democracia.

    7 De la Justicia a la Solidaridad

    La solidaridad, complemento de la
    justicia.

    La justicia y la solidaridad son dos valores
    complementarios. La es, actualmente, el eje de las teorías
    éticas. La justicia o los derechos fundamentales,
    constituyen el núcleo de una "ética mínima".
    Todos los valores son aspectos del valor central de la
    justicia.

    Justicia que significa igualdad y libertad, pero
    también ser justo es ser tolerante, pacífico o
    reconocer la dignidad fundamental de cualquier vida
    humana.

    Desde los griegos se ha entendido la ética como
    el camino hacia la felicidad. La justicia es la condición
    necesaria, aunque no basta, para esa felicidad. La justicia
    trata de procurar la "felicidad colectiva
    ". No puede ser
    feliz, aunque se lo proponga, el esclavo, el desposeído de
    todo, el marginado. Querer un mundo más justo es, en
    definitiva, querer un mundo en el que a nadie se le niegue ese
    don o ese bien básico.

    John Rawls sienta las bases del llamado "Estado de
    bienestar". Rawls dice que una sociedad bien ordenada ha de
    regirse por tres grandes principios de justicia:

    1— Libertad igual para todos.

    2— Igualdad de oportunidades.

    3—El llamado "principio de la diferencia", mediante el
    cual, la distribución de los bienes del Estado, debe
    hacerse de forma que favorezca a quienes más lo necesitan
    y viven peor.

    Los tres principios son, en realidad,
    complementarios.

    En la sociedad que proyecta Rawls, el Estado tiene el
    derecho a intervenir en la redistribución de los bienes
    básicos:
    tiene derecho a imponer una política
    tributaria. Es decir, El Estado reconoce que todos deben recibir
    una parte de los bienes básicos, que no sólo son
    materiales, sino espirituales como la educación, la
    cultura o las bases de la autoestima.

    La Constitución y el Poder
    legislativo que emana de ella por la vía del
    Parlamento, el gobierno y el
    poder judicial
    son los responsables de que se haga o no justicia, pues los
    individuos son impotentes para resolver las
    injusticias.

    Una justicia que se traduzca en políticas
    concretas que pueda hacerse realidad,
    para transformar
    nuestra sociedad en más justa. Los individuos no deben
    desentenderse de los deberes de la justicia. Una sociedad no
    podrá ser justa si sus individuos carecen del sentido de
    la justicia y el sentido de justicia hace a los individuos cada
    vez más solidarios, la solidaridad complementa a la
    justicia.

    Como la fraternidad o la caridad, en una versión
    más laica, la solidaridad consiste en un sentimiento de
    comunidad, de afecto hacia el necesitado, de obligaciones
    compartidas, de necesidades comunes que lleva a la ayuda del
    otro. La solidaridad o la fraternidad fue el tercero de los
    ideales de la Revolución
    francesa.

    Es el sentimiento de solidaridad el que nos lleva a
    compensar las insuficiencias de la justicia. La solidaridad
    está más cerca de las actitudes, que son
    particulares
    , y la justicia, más próxima a la
    ley, que es general. La solidaridad ha de ser vista como una
    ayuda, un apoyo, la colaboración de todos en el camino
    hacia la justicia.

    1º–Sin sentimientos solidarios es
    difícil que progrese la justicia. Los marginados, aquellos
    que sufren más la falta de justicia, carecen de voz y no
    pueden hacerse oír si no es a través de alguien que
    se compadece de ellos, les escucha y solidariamente habla en su
    nombre. La disposición hacia el dolor y sufrimiento
    ajeno es la expresión de la solidaridad.

    2º– La justicia tiene un defecto,
    así lo observó Aristóteles, se materializa
    en las leyes, que son generales pero no atiende las
    diferencias particulares de cada individuo
    que es
    único y no le satisface ser tratado como un "caso". Esas
    peculiaridades y diferencias, sí pueden ser atendidas por
    los individuos y su solidaridad.

    Solidaridad significa, actitudes de corresponsabilidad
    frente a problemas que son de toda la sociedad. No
    progresarán los ideales éticos si no cambian las
    actitudes personales. El carácter de las personas se debe
    formar, para colaborar en la creación de una sociedad
    más justa. La igualdad de oportunidades, por decreto, no
    evita el tratamiento desigual en los comportamientos.

    La solidaridad ha sido un valor más presente
    en los ambientes pobres
    y poco desarrollados. Ha sido la
    virtud de los pobres, solidarios a falta de las condiciones
    materiales para poder ser justos. La solidaridad está
    reservada a la participación individual en las tareas
    colectivas de signo democrático. El sentimiento del amor
    es superior a la justicia.

    El principio o fundamento de la ética, o de la
    justicia, es visto como un contrato, un pacto necesario entre
    todos para mantener el orden y la sumisión a unas leyes
    generales. La justicia es vista como una convención cuyo
    único fin es el de preservar a las sociedades
    humanas de su autodestrucción. La justicia es el
    núcleo de la ética
    .

    El Estado de bienestar y la
    solidaridad.

    El Estado de bienestar, al que apuntan las actuales
    teorías de la justicia nace del énfasis puesto en
    los derechos sociales
    : trabajo, educación y pensiones.
    Son esos derechos los que exigen una transformación de
    políticas gubernamentales, mentalidades y actitudes
    individuales.

    Una transformación hacia la solidaridad, que
    obliga a emprender tareas urgentes como la redistribución
    del trabajo con posibilidades reales, resolver las
    discriminaciones étnicas que brotan entre la gente, del
    miedo y la desconfianza hacia el desconocido.

    El Estado de bienestar necesita, ante todo, el apoyo
    y el impulso de la política, aunque también que los
    ciudadanos compartan el mismo sentido de la justicia con un
    sentido del deber compartido
    . Nuestras sociedades son
    atomizadas y anónimas, falta en ellas el sentido
    comunitario, debemos aceptar las diferencias y la diversidad de
    formas de vida. Pero por encima
    de las diferencias, compartimos la creencia en el valor de la
    democracia que es inseparable de la de ciudadano.

    Reconstruir la democracia y defenderla de sus peligros
    es una tarea paralela a la recuperación de la identidad
    ciudadana. Rousseau pensaba que la función de la
    democracia era la conversión del individuo en
    ciudadano.

    No se trata de renunciar a ser individuo para ser
    ciudadano, sino que ambos sean compatibles
    . Hoy los derechos
    fundamentales parten del derecho a la libertad, el derecho a esa
    individualidad única y distinta que tiene sus
    correspondientes deberes y el que más debería
    unirnos es el de la solidaridad.

    Una solidaridad capaz de contrarrestar el individualismo
    que fomenta la sociedad de consumo y la
    economía de mercado. Debe ser conservado el individuo
    ciudadano y solidario con las necesidades e intereses colectivos,
    no el individuo consumista.

    Virtudes Cívicas.

    ¿Cómo conseguir que la gente, empezando
    por los niños, sea más solidaria?
    Con mayor
    civismo, empezando por las cosas, por las plantas, por los
    animales, y en
    especial más respeto a las personas. Crear sensibilidad
    hacia la naturaleza y los animales ha sido más sencillo
    que ser sensible con los semejantes que padecen. El cine, la
    televisión y la prensa nos
    muestran unas relaciones personales competitivas, agresivas,
    insolidarias.

    Los valores del neoliberalismo
    ( la moral del éxito)
    son más atractivos que la solidaridad socialista. Como
    ocurre con las demás virtudes, la solidaridad
    sólo depende de la creación de HÁBITOS:
    hábitos cívicos, rutinas que muestren el respeto
    que nos merece el otro
    , porque le cedemos el asiento, no
    lo atropellamos, procuramos no molestar con nuestros gritos a los
    vecinos, le damos una mano si está desvalido, le
    sonreímos, le saludamos.

    Hábitos por otra parte, que si
    no son inculcados desde la infancia ya no
    aparecen nunca y los hábitos alimentan el
    afecto.

    La solidaridad no funciona si es algo impuesto desde la
    autoridad. Los estoicos decían que hay que acostumbrarse a
    querer lo propio de cada individuo como lo propio de la
    humanidad. Querer al mismo tiempo, lo individual y lo universal.
    Esa es la razón de la solidaridad y de la
    justicia.

    8 El
    Deber de Vivir en Paz.

    La naturalidad de la guerra

    ¿Vale la pena educar en los valores
    éticos?
    La historia humana es una historia de
    conflictos que sólo se han resuelto con guerras. La
    lección de la paz es la menos aprendida, la prueba
    más clara de retrocesos éticos. La guerra es una
    constante y una amenaza insuperable, es inmoral, una falta
    absoluta de ética.

    Sean o no justas las causas que se defienden, el medio
    siempre es agresivo, la violación sistemática de
    los derechos de los agredidos. Los fines no justifican los
    medios, por dignos y nobles que sean.

    No se puede conquistar la libertad matando y quitando de
    en medio a quien resulta un estorbo, aunque así lo piense
    un terrorista. Si lo que persigue es la libertad, un valor
    ético, hay que ser coherente entre lo que se pide y los
    instrumentos que se utilizan para lograrlo.

    Hobbes el filósofo, dice que la primera ley de la
    naturaleza es "buscar la paz, mantenerla y defendernos por todos
    los medios que podamos".

    Sin Estado, sin leyes, sin justicia, la humanidad
    viviría en una guerra de todos contra todos, guiados por
    su egoísmo y ambición. De ahí que deba
    imponerse la razón, el pacto y la sumisión a un
    gobierno
    .

    Kant propone en 1795, una organización internacional de Estados para
    prevenir y dirimir legalmente los conflictos. La paz no es un
    estado natural de las organizaciones
    humanas sino algo que debe ser instaurado. La paz es un deber
    ético, porque la vida es un derecho de todos los humanos.
    Quien tiene poder no quiere soltarlo, las sumisiones son
    violentas y forzadas.

    Las guerras
    terminan justificándose por razones de estado,
    patrióticas, internacionales, tienen poco en cuenta al
    individuo.

    La organización armamentística es una
    parte imprescindible de la
    organización política y económica de
    todas las naciones. Nuestra naturaleza humana, nos lleva a
    pelear, por lo tanto habrá que prepararse para la guerra
    si queremos alcanzar un poco de paz.

    Ética y Política.

    Weber da a entender que la actividad política
    se hace incompatible con la ética
    . La ética
    absoluta os obliga a decir siempre la verdad, a confesar las
    culpas, a todo aquello a lo que un político no está
    acostumbrado. El político debe optar por seguir fiel a sus
    convicciones éticas o dejarlas de lado y atender las
    responsabilidades políticas que no siempre podrá
    poner bajo sus principios.

    Weber acaba elogiando al "político maduro", el
    que deja la política cuando el costo es excesivo
    para sus convicciones éticas. Es algo parecido al
    político moral de Kant. El político para quien
    la última palabra la tiene la moral y no la
    política.

    El origen de la guerra y la violencia está en
    la naturaleza humana
    y en un poder político que es la
    expresión evidente de esa naturaleza ambiciosa y corrupta.
    La ética es el modo de comprometer a todos en la
    realización de un mundo mejor, por la formación del
    carácter del individuo, la transformación de las
    actitudes y de cambios.

    Educar para la Paz.

    Tiene pleno sentido hablar de la necesidad de educar
    para la paz. Hay que reconocer que tenemos la política
    que nos merecemos o la política que toleramos a nuestros
    políticos.

    La guerra de Yugoslavia fue una vergüenza por una
    política internacional incapaz de resolver los conflictos,
    y por las sociedades e individuos que reaccionaron tarde y
    débilmente ante el sufrimiento de quienes viven en
    territorios cercanos.

    El pacifismo ha sido uno de los movimientos sociales que
    ha hecho historia. El antimilitarismo de los jóvenes, la
    desobediencia civil, son signos de que el pacifismo no es ajeno a
    nuestros jóvenes.

    La educación para la Paz es una urgencia que
    no puede ser abandonada. No es la educación, la que
    podrá preservar la paz, sino una política dirigida
    a tal fin, pero que no se cuestione los principios que la
    amenazan.

    La educación para la paz intenta poner fin a la
    violencia estructural que se muestra de diferentes maneras en
    nuestras sociedades. Esa violencia está en el terrorismos
    y el los conflictos armados, pero está también en
    las relaciones sociales, en el cine, en
    la
    televisión, en actitudes clasistas,
    xenofóbicas, sexistas, en los comics y dibujos para
    niños.

    La desigualdad entre el norte y el sur, o la precariedad
    de los países excomunistas son la causa de crecientes
    migraciones mal aceptadas por los países
    desarrollados.

    El mercado de trabajo da cabida a los de una cierta
    franja de edad, provocando apatía y desinterés por
    la participación ciudadana. Y ni hablar de la
    economía de mercado que genera expectativas de consumo
    incapaces de ser satisfechas en la mayoría.

    En la Conferencia
    Mundial sobre Derechos Humanos se reconoció la importancia
    de la educación en la promoción de la paz, en la tolerancia y en
    la comprensión entre los pueblos, e instó a los
    gobiernos y a las organizaciones no
    gubernamentales a desarrollar planes concretos en estos
    campos.

    Los educadores saben que la educación no es
    una tarea que pueda emprenderse con el objetivo de obtener
    resultados claros e inmediatos. Pero ha de proponerse transmitir
    una visión del mundo, sus creencias, interiorizando
    valores para la integración de la sociedad.

    Campos de acción y actitudes a tomar,
    necesarias en una educación para la
    paz.

    1º— El educador ha de perder el miedo a
    manifestar sus puntos de vista y sus ideas

    ante lo que mundialmente ocurre, a criticar lo que
    juzgue criticable.
    Según Hanna Arendt, la
    educación es excesivamente débil y vacía de
    contenidos: para educar hay que enseñar cosas, transmitir
    conocimientos, dar a conocer, sobre todo, lo que no queremos que
    se pierda ni que desaparezca, aunque sólo sean
    ideales.

    2º— Hay que combatir la violencia visible y
    manifiesta en los espectáculos actuales: cine, televisión, comics. Eso quiere decir,
    criticarlos, contribuir a crear una opinión contraria a
    determinadas diversiones
    . El maestro tiene el privilegio de
    la palabra, y es una responsabilidad utilizarla para algo
    más que enseñar matemática
    o lengua.
    También los libros de
    texto
    transmiten violencia al interpretar la historia. También
    esa docilidad a una forma distorsionada de ver las cosas puede
    ser combatida desde la autoridad de unos profesores que
    recomiendan y obligan a comprar determinados libros de
    texto.

    3º— Existe una violencia y una agresividad
    oculta, pero indiscutible en manifestaciones racistas, sexistas o
    clasistas que se dan en la sociedad en general, y en la escuela
    como reflejo de aquella.
    Tomar conciencia de esas actitudes,
    de su verbalización, de los enfrentamientos que producen,
    de posibles comportamientos, es el primer paso y el más
    importante para socializar a los niños en la no
    violencia.

    4º— Educar para la paz es educar en la
    internalización, la tolerancia y el reconocimiento en la
    diversidad.
    Conviene por tanto, evitar a toda costa que los
    nacionalismos , hoy en auge, se conviertan en causa de
    enfrentamientos sin fin. Sólo es lícito el concepto de
    nación
    capaz de articularse coherentemente con la actitud de
    apertura y respeto a los otros. Las identidades culturales
    sólo son válidas y positivas si constituyen una
    fuente de seguridad que no se base en la exclusión de
    otras culturas.

    5º— La violencia está reñida con
    el lenguaje,
    el diálogo y la argumentación. Los sistemas
    educativos, cada vez más técnicos y menos
    humanísticos, no ayudan a formar personas capaces de
    resolver discrepancias haciendo uso de la palabra y, en
    consecuencia, de la reflexión y el pensamiento
    . La
    enseñanza actual, pragmática en exceso y con miras
    a la inmediatez y a resultados contables, equipa mal a unos
    niños que, dentro de poco, tendrán que empezar a
    mover las piezas de la existencia propia y ajena. Sólo una
    educación que sepa olvidar las exigencias más
    perentorias, pero también más perdurables, de
    nuestro tiempo, logrará atisbar su objetivo básico:
    enseñar a vivir bien.

    Fin

     Trabajo realizado por

    Liliana H. Martínez

    Docente EGB – Morón –Prov.Bs.As.-
    Argentina

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