Antología
libertaria
1914
- Tomemos la
riqueza - Dentro de la ley y el
orden - ¡Muera la
Constitución - Sin jefes
- Sin autoridad
- Sin gobierno
- Por la Patria
- La intervención y los
presos de Texas - El deber del
revolucionario - No más
gobierno - Las
elecciones
31 de Enero de 1914
El porvenir revolucionario de México es
más brillante cada día, Las tendencias del movimiento son
cada vez más preciosas. Al principio, el pueblo oprimido
se levantó en armas, cansado de
sufrir la tiranía del cacique y del patrón: pero
fue en la generalidad de los rebeldes un acto ciego ya que,
sintiendo en el cuello la presión de
una mano estranguladora, emplea puños, uñas y
dientes para salvarse de la asfixia. Fue el movimiento del que,
rodando por una pendiente, se aterra el primer ramaje con que
tropiezan sus manos. El movimiento causado por
desesperación pudo haber terminado en una nueva
tiranía, en un vulgar cambio de
gobernantes, si la propaganda y
ejemplo de los revolucionarios conscientes no hubiera logrado
concretar en una aspiración común el ansia de
libertad y de
bienestar que animaba al pueblo. Esa aspiración
común es la abolición de la propiedad
individual de la
tierra.
Por eso ahora el proletario que tiene un fusil en las
manos, aunque milite bajo las banderas de Zapata, Vázquez
Gómez o Carranza, tiene la aspiración común;
la toma de posesión de la tierra. La
propaganda y el ejemplo de los libertarios del Partido Liberal
Mexicano han producido ese saludable efecto, y los
revolucionarios sinceros debemos sentirnos satisfechos del
resultado. LA sangre de la
Práxedis, de Ulibarri, de Tanguma, de Pérez
Peña. De Rincón y de tantos miles de los nuestros
no, ha sido regada en vano. El sacrificio de los buenos no ha
sido estéril, y esto debe servirnos de estímulo
para redoblar nuestros esfuerzos hasta lograr que la
aspiración común no sea solamente la toma de
posesión de la tierra, de la maquinaria y de los medios de
transporte.
Sino la abolición del principio de autoridad,
pues mientras la autoridad exista serán un sueño la
libertad económica, política y social del
proletariado, como lo explicamos en nuestro Manifiesto del 23 de
septiembre de 1911.
Debemos llevar al cerebro de todos
los desheredados la convicción de que ningún
Gobierno puede
conducir al pueblo a la libertad, porque el gobierno es una
institución necesaria para defender los intereses de la
clase
capitalista, por lo mismo el Gobierno e s el enemigo natural
lógico de la clase trabajadora. El interés
del capitalista es aumentar sus ganancias, y no puede aumentarlas
sin robar al trabajador el producto de su
trabajo. El
capitalista no podría efectuar ese robo sin el auxilio de
la autoridad, y es por eso por lo que la sostiene; pero los
desheredados, los pobres, no tenemos necesidad alguna de
autoridad, y debemos luchar por aniquilarla,
considerándola como lo que en realidad es: el perro del
capital.
Cuando logremos llevar a la conciencia de los
que luchan bajo las banderas políticas,
la convicción de que la autoridad significa
tiranía: de que los proletarios no debemos esperar nada
del Gobierno, como no sea opresión y miseria; cuando
al empuñar el fusil del proletario se haga el
propósito de tomar por si mismo posesión de la
tierra, de la maquinaria y de los medios de transporte, sin
esperar a que un gobernante bueno le haga el favor, entonces la
revolución
social habrá sido consumada.
Acerquémonos ese instante, hermanos de
infortunios; desconozcamos a todos los jefes; hagámonos el
propósito firmísisimo de arreglar nuestros asuntos
por nosotros mismos; no esperemos a que nos hagan el favor de
darnos lo que nos pertenece, y, como hombres, pongamos nuestras
manos sobre lo que siglos de ignorancia y de cobardía
habían permitido que estuvieran en poder de
nuestros verdugos: la riqueza.
(de Regeneración)
DENTRO DE LA LEY Y EL
ORDEN
14 de febrero de 1914
Proletario: si alguien, quienquiera que él sea,
te dice que tu emancipación puede ser alcanzada dentro de
la ley y el orden, escúpele el rostro con la seguridad de que
habrás castigado a un embustero.
Dentro de la ley y el orden puedes ir a la esclavitud, nunca
a la libertad. Es practicando la ilegalidad ; es transformando lo
que la ley llama orden como se conquista la
emancipación.
Y no puede ser de otra manera: la ley obliga a que
respetemos las instituciones
políticas y sociales que nosotros creemos malas, porque de
ellas se derivan la pobreza, el
crimen y la esclavitud. Si queremos, pues, cambiar esas
instituciones políticas y sociales que nos esclavizan, por
otras que garanticen nuestra libertad y nuestra felicidad,
tenemos forzosamente que desobedecer el mandato de la ley que nos
obliga a respetar las instituciones existentes, y esa
desobediencia trastorna el orden.
Por eso todo revolucionario sincero, honrado y valiente
debe ser un ilegal. Y el revolucionario que proclama respetar la
ley y el orden es un farsante.
O se es legalista, y entonces, ya que confundirse con la
masa de carneros que sufren con paciencia todas las humillaciones
del actual sistema, o se es
ilegalista, irrespetuoso, desobediente,
revolucionario.
Nosotros los revolucionarios vamos contra el capital,
el gobierno y el clero que forman las instituciones
políticas y sociales que la ley ampara;
¿Podríamos demoler esas instituciones sin tropezar
siquiera con la ley? Claro está que no, porque la ley
claramente ordena que la respetemos y, cualquier atentado que
cometamos contra ellas es un crimen.
Así pues, si no queremos cometer ese crimen,
somos legalistas, pero no revolucionarios, aunque a voz en cuello
gritemos que somos esto último. Si respetamos la ley y el
orden seremos muy buenos borregos, pero muy malos
revolucionarios.
A escupir el rostro de los llamados revolucionarios que
respetan la ley y el orden.
(de Regeneración)
28 de febrero de 1914
Estamos en plena efervescencia constitucionalista. Hay
muchos, hay muchísimos constitucionalistas, y no falta
quien se deje romper la crisma y esté dispuesto a romperla
a su vez por defender un libraco que tiene por título:
"Constitución política de los
Estados Unidos
Mexicanos".
Este libraco fue promulgado el 5 de 1857. Para su
promulgación corrió torrentes de sangre del
proletario mexicano y a torrentes siguió corriendo como
resultado de la misma promulgación. Centenares de miles de
vidas de trabajadores consto el pueblo mexicano la
adquisición de ese libraco no fue escrito para emancipar a
la clase trabajadora, sino para legalizar el robo cometido por la
clase patronal y robustecer la autoridad.
Naturalmente que los jefes animaron a los proletarios a
tomar las armas para tener una constitución
diciéndoles que la constitución los iba a hacer
libres y felices, y los proletarios lucharon como los buenos para
remachar sus cadenas pues con su triunfo quedó legalizado
el principio de propiedad individual que es la base de todas las
tiranías, de todas las explotaciones, de todas las
imposiciones. La constitución de 57 legalizó el
robo cometido pro el conquistador español
con perjuicio del indio y, los robos de todos los burgueses de
todas las épocas hasta su promulgación, y
después, siguió legalizando la explotación
del burgués a quien autoriza para que tome para su
beneficio parte de lo que produce el trabajador, quedando
éste reducido a la misma condición se siempre;
esclavo del taller, d la fábrica, de la mina, del campo, a
pesar de la sangre derramada a torrentes, a pesar de las promesas
de los jefes, sucediendo todo esto por la sencilla razón
de que, como antes dije, la constitución no fue escrita
para emancipar a la clase trabajadora, sino para garantizar a la
burguesía el disfrute pacífico de sus
rapiñas y dar a la autoridad el prestigio y la fuerza
moral que
tanto necesita ser obedecida y terminada.
Después del triunfo de la constitución,
triunfo que estuvo amenazado de muerte por la
resistencia de
los conservadores y las agresiones de la intervención
francesa y del imperio de Maximiliano, pudo consolidarse el
gobierno democrático de Benito Juárez, el notable
gobernante, notable, porque él fue la encarnación
de la buena fe y de las instituciones sanas, pues pocos hombres
como Juárez, habrán escalado el poder con el
corazón
todo abierto para lo que significa libertad y bienestar del
pueblo, y, a pesar de todas las buenas intenciones, a pesar de la
honradez indiscutible de Benito Juárez, la clase
trabajadora mexicana sufrió hambre, escasez, miseria
y esclavitud bajo el gobierno de ese hombre
excepcional y al amparo de la
flamante constitución política.
Preguntad a los ancianos, si comieron más pan por
medio de su trabajo durante la sencilla democracia de
Benito Juárez que bajo el imperio de Maximiliano o la
dictadura de
Santa Anna, y os dirán que para el trabajador el pan ha
sido escaso bajo todas las formas de
gobierno, y que, además, tan escasa fue la libertad
bajo el imperio, como bajo la dictadura y la
república.
Y es que, al amparar la constitución del 57 el
principio de la propiedad privada o individual, deja al pobre a
merced del rico. La constitución del 57 proclama la
libertad política del ciudadano, garantiza a éste
su libertad política, esto es, la libertad de hablar y de
escribir sobre cualquier materia: la
libertad de reunión, la libertad de moverse de un lugar a
otro; prohíbe molestar a los ciudadanos en su domicilios,
papeles y personas; concede el derecho de votar y otras muchas
cosas; pero descuida garantizar a todo ser humano el derecho de
vivir, pues a nadie se le garantiza el alimento, el vestido y el
albergue, y de ahí que tan desgraciado sea el pobre bajo
el amparo de la constitución del 57, como bajo la
dictadura y el imperio.
Y a pesar de todo, miles de trabajadores extraviados por
las palabras sin sentido de los jefecillos y oradores
carrancistas, se rompen la crisma por ver una vez más
triunfante el pobre libraco que legaliza la esclavitud del
proletariado y la explotación del
burgués.
Trabajadores carrancistas, dejad a vuestros pastores que
con palabras más o menos bonitas os ponen el yugo el la
nuca. La libertad política garantizada por la
constitución del 57 es una mentira, y seguirá
siendo una mentira, mientras todos y cada unos de los seres
humanos que residen en México, hombres y mujeres, no
tengan garantizado el pan, el vestido y el albergue que son los
bienes que
constituyen los que se llama libertad económica,
entendedlo bien, es la base firme de todas las libertades. Un
burgués es un hombre libre porque tiene asegurado el
sustento, el vestido y el albergue, mientras que un pobre es un
esclavo, porque no tiene asegurados esos bines, que son los
esenciales, los necesarios para la vida humana.
No podéis disfrutar de los derechos, garantías y
privilegios que al ciudadano concede la constitución del
57 por la sencilla razón de que sois pobres. No
podéis ejercitar el derecho de escribir y hablar, porque
no habéis tenido la oportunidad de educaos y de instruiros
como lo han tenido los hijos de la burguesía, y aun cuando
fuerais aptos para hablar y escribir sobre cualquier materia,
tendrías que amoldaros a los gustos de vuestros
señores, pues que si alguna vez hablaseis en contra de las
leyes y de las
instituciones existentes, y vuestra palabra o vuestros escritos
pusieran en alguna manera en peligro la tranquilidad o los bienes
del sacerdote, del rico o del representante de la autoridad, bien
pronto ahogarían en vuestras gargantas la palabras y
encadenarían vuestras manos , para que no hablaseis , ni
escribieseis. Veis pues, que esos derechos o libertades, son una
mentira cuando los que tratan de ejercitarlos son miembros de la
clase trabajadora. ¿Para qué demonios sirve
entonces ese libraco que se llama constitución
política de los Estados Unidos Mexicanos?
¿El derecho de reunión garantizado por la
constitución, pudiera ser ejercitado por los pobres?
¡Tampoco! Podéis reuniros ciertamente y aún
tratar en vuestras reuniones asuntos de interés
público o simplemente gremial; más apenas
tocáis alguna cuestión interesante para vuestra
clase, pero que la clase capitalista considera como contraria a
sus privilegios, vuestra reuniones son disueltas a balazos o a
palos y los más abnegados de los vuestros fusilados,
ahorcados o encarcelados.
¿Y qué me diréis del derecho de
moveros de un lugar a otro? Como sois pobres, llegáis muy
mal vestidos y de muy mal aspecto a cualquier lugar en busca de
trabajo. Con lo primero que tropezáis es con ese perro
capital que se llama Policía, gendarme o "tecolote", como
queráis y desde luego os encontrarais abrumado por
preguntas que con todo vuestro corazón quisierais
contestar con una puñalada, tan impertinentes y
ultrajantes así son, y por si por vuestra mala fortuna no
dais alguna contestación satisfactoria para el animal que
os interroga acerca de vuestros antecedente y de vuestros
propósitos. Vais derechito a la cárcel como
sospechosos o como vagos, y de ahí se os enviará al
cuartel a las plantaciones de los burgueses como esclavos,
mientras vuestras familias perecen hambre o se prostituyen para
llevar a la boca un pedazo de pan. Eso si, todo esto
ocurrirá de una manera muy constitucional u
democrática, bajo el amparo del libraco que ha costado
torrentes de sangre al proletariado mexicano.
Todo esto ha ocurrido en tiempo de
Juárez, en tiempo de Santa Anna, en tiempo de Maximiliano,
en tiempo de Lerdo, en tiempo de Díaz. En tiempo de De la
Barrera, en tiempo de madero, en tiempo de Huerta y
sucederá bajo el gobierno de Venustiano Carranza si sois
tan necios de luchar por la constitución en lugar de
empuñar el rifle para conquistar vuestra libertad
económica tomando posesión de la tierra, de la
maquinaria y de los medios de transporte sin esperar a que nadie
es dé esos bienes sino tomándolos como hombres.
Desafiáis la muerte para
implantar la constitución que os tiene en la esclavitud,
¿por qué no la desafiáis para conquistar la
libertad económica?
Y en cuanto al derecho electoral. ¿Qué
bien os reporta el nombraos autoridades? ¿No sabéis
que la autoridad tiene que respetar el odioso libraco llamado
constitución política de los Estados Unidos
Mexicanos, el libraco que remacha vuestra cadenas, el libraco que
os hace esclavos?
¿La autoridad? Yo quisiera que me os dijerais en
que os beneficia la autoridad, ano ser que tengáis como
beneficio el que os tome de soldados, el que os entierre en las
prisiones, el que auxilie a vuestros amos para que se os explote
mejor. Yo quisiera que me dijeseis para qué os sirve el
"tecolote" a no ser que consideréis como protección
el acto de romperos el cráneo o las costillas de un
garrotazo y arrearos a patadas a la cárcel pro el solo
delito de ser
pobres.
Si peleáis por ganar el voto, seréis como
dice Mirbeau más estúpidos que las reses, porque
siquiera esos dignos animales no
eligen el carnicero que ha de degollarlos.
Sabedlo, proletariados carrancistas, con vuestra
actitud
estáis remachando vuestras cadenas. Ilusionados por las
promesas de que se os darán las tierras "después
del triunfo", seguís la maldita bandera del
constitucionalismo, pero por le mismo hecho de apoyar la
constitución, os suicidáis, porque la
constitución es vuestro peor verdugo, la
constitución prohíbe terminantemente que se taque
el derecho de
propiedad de los ricos.
Volved los fusiles sobre vuestros jefes y oficiales,
proletarios carrancista, y gritaos con todas las fuerzas de
vuestros pulmones: ¡Muera la constitución!
¡Viva la Tierra y Libertad!
(de Regeneración)
21 de marzo de 1914
Quered jefes y querer al mismo tiempo ser libres, es
querer un imposible. Hay que escoger de una vez una de las dos
cosas; o ser libres; enteramente libres, negando la autoridad, o
ser esclavos perpetuando el mando del hombre sobre el
hombre.
El jefe o gobiernos son necesario solamente bajo un
sistema de desigualdad económica. Si yo tengo más
que Pedro, temo, naturalmente, que Pedro me agarre por el cuello
y me quite lo que él necesite. En este caso necesito que
un gobernante o jefe me proteja contra los posibles ataques de
Pedro, pero si Pedro y somos iguales económicamente; si
los dos tenemos la misma oportunidad de aprovechar las riquezas
naturales, tales como la tierra, el agua, los
bosques, las minas y demás, así como la riqueza
creada por la mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los
ferrocarriles, y los mil y objetos manufacturados, la
razón dice que sería imposible que Pedro y yo nos
agarráramos de los cabellos para disputarnos cosas que a
ambos nos aprovechan por igual, y en este caso no hay necesidad
de tener un jefe.
Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no
ser que se trate de iguales en servidumbre; si los dos tenemos la
misma oportunidad de aprovechar las riquezas naturales, tales
como la tierra, el agua, los
bosques, las minas y demás, así como la riqueza
creada por mano del hombre, como la maquinaria, las casa, los
ferrocarriles, y los mil y un objetos manufacturados, la
razón dice que sería imposible que Pedro y yo nos
agarráramos de los cabellos para disputarnos cosas que a
ambos nos aprovechan por igual, y en este caso no hay necesidad
de tener un jefe.
Hablar de jefes entre iguales es un contrasentido, a no
ser que se trate de iguales en servidumbre, de hermanos de
cadenas, como somos actualmente los trabajadores.
Muchos son los que dicen que es imposible vivir sin
jefes o gobierno; si son burgueses los que tal cosa dicen, les
concedo razón, porque temen que los pobres de les echen al
cuello y les arrebaten la riqueza que amansaron haciendo sudar al
trabajador; pero ¿para qué necesitan los pobres al
jefe o gobierno?
En México hemos tenido y tenemos centenares de
pruebas de que
la humanidad no necesita de jefes o gobierno sino en los casos en
que hay desigualdad económica. En los poblados o
comunidades rurales, los habitantes no han sentido la necesidad
de tener un gobierno. Las tierras, los bosques, las aguas y los
pastos han sido, hasta fecha reciente, la propiedad común
de los habitantes de la comarca. Cuando se hablaba de gobierno a
esos sencillos habitantes, se echaban a temblar porque el
gobierno, para ellos, era lo mismo que verdugo; significaba lo
mismo que tiranía. Vivían felices en su libertad,
sin saber en muchos casos ni siquiera el nombre el Presidente de
la República y, solamente sabían que existía
un Gobierno cuando los jefes militares pasaban por la comarca en
busca de varones que convertir en soldados, o cuando el
recaudador de rentas del Gobierno hacia sus visitas para cobrar
los impuestos. El
gobierno era pues, para una gran parte de la población mexicana, el tirano que arrancaba
de sus hogares a los hombres laboriosos para convertirlos en
soldados, o el explotador brutal que iba a arrebatarle el tributo
en nombre del fisco.
¿Podrían sentir esas poblaciones la
necesidad de tener un gobierno? Para nada lo necesitaban y,
así pudieron vivir cientos de años, hasta que les
fueron arrebatadas las riquezas naturales para provecho de los
hacendados colindantes. No se comían unos a otros como
temen que ocurra los que solamente han conocido el sistema
capitalista en que cada ser humano tiene que competir con los
demás APRA llevarse a la boca un pedazo de pan; no
tiranizaban los fuertes a los débiles, como ocurre bajo la
civilización capitalista, en que los más bribones,
los más codiciosos y los más listos tienen
dominados a los honrados y los buenos, todos eran hermanos en
esas comunidades; todos se ayudaban, y sintiéndose todos
iguales, como lo eran realmente, no necesitaban que la autoridad
alguna vez velase por los intereses de los que tenían,
temiendo posibles asaltos de los que ni tenían.
En estos momentos ¿para que necesitan gobierno
las comunidades del Yanqui, de Durango, del sur de México
y de tantas otras regiones en que los habitantes han tomado en
que se consideran iguales, con el mismo derecho a la madre
Tierral, no necesitan de un jefe que proteja privilegios en
contra de los que no tienen privilegios, pues todos son
privilegiados.
Desengañémonos, proletarios; el gobierno
solamente debe existir cuando hay desigualdad económica.
Adoptar, pues, todos, como guía moral, el Manifiesto del
23 de septiembre de 1911.
(de Regeneración)
28 de marzo de 1914.
Ya hemos visto que en una sociedad de
iguales, en que todos tengan los mismos derechos, no se necesita
la autoridad, porque la función de
esta es proteger intereses de los que tienen bienes que no los
tienen.
Sin embargo, muchas personas creen que es indispensable
que exista la autoridad tanto para impedir como para castigar lo
que se llama crimen. Esas personas tienen razón si se
consideran las cosas desde el punto de vista del sistema
capitalista, basado en la desigualdad económica; pero no
la tienen cuando se trata de las relaciones de los seres humanos
entre sí si en una sociedad de iguales. Lo que hoy
llamamos crimen, no es otra cosa que el resultado directo o
indirecto de las causas que tienen la raíz en la
desigualdad económica que resulta del principio de
propiedad privada o individual. La desigualdad económica
produce la miseria, y ésta empuja, a los que no tienen
bienes de fortuna, a tomar, de donde lo hay, lo que necesitan
para no morir ellos de hambre ni dejar que mueran los suyos. A
eso es alo que a ley llama robo, y ese delito, así como lo
que la ley llama robo, y ese delito, así como el fraude. La estafa
y todos los demás actos cometidos en contra del llamado
derecho de propiedad, son los que le dan mayor contingente de
prisioneros a las prisiones, pudiéndose asegurarse que
casi el noventa por ciento de los reclusos de los presidios son
individuos que violaron la ley empujados por circunstancias
económicas.
En una sociedad de iguales, como la que presenta el
Partido Liberal Mexicano en su Manifiesto del 23 de septiembre de
1911, dejan de existir las causas que obran para empujar al ser
humano a cometer delitos contra
la propiedad, y, por lo mismo, sale sobrando la autoridad, o sea
el rey o presidente, los ministros, los soldados, los gendarmes y
los carceleros.
Pero, se dirá, "quedan los delitos contra las
personas, como el homicidio, las
lesiones, la violación, el estupro, el adulterio y
otros. "Pues bien, el homicidio y las lesiones tienen sus
raíces, al menos la mayor parte de su raíces, en
causas económicas. El ser humano esta acostumbrado a ver
en su semejante, cualquiera que sea la clase social a que
pertenezca, un competidor que, si es burgués, puede
arruinarle en sus empresas
financieras, y si es proletario, puede arrebatarle el pan de la
boca, ya alquilándose por lo menos precio o bien
obligándose por menos precio, o bien obligándole a
permanecer forzada la huelga porque
hay abundancia de brazos. Por otra parte, el pobre vive en
continua zozobra; no tiene la certidumbre de poder llevarse
mañana un pedazo de pan a la boca, su miseria existencia
contrasta con el lujo, los hartazgos y las fiestas de los
señores; su condición de inferioridad social les
irrita y les predispone a la intemperancias de carácter, y todo el ambiente
social, preñada de injusticias y de iniquidades, de
contrastes que lastiman sus sentimientos de justicia y
equidad, de
atentados cometidos a cada paso por la maquinaria gubernamental
contra la libertad de las personas, hace que el hombre viva en
continua sobre excitación nerviosa y esté pronto a
la riña y a la violencia,
contestando con una puñalada una palabra o un acto
baladíes.
Actos de esta clase no pueden ser efectuados en un medio
de justicia y libertad en que el ser humano tiene satisfechas sus
necesidades y no tiene satisfechas sus necesidades y no tiene ya
la incertidumbre del pan de mañana ni el desmoralizador
espectáculo de sufrir privación, miseria o
injusticia cuando todo lo produce, y tiene derecho, por lo mismo,
a todos los goces y de bienestar, el ser humano está
más dispuesto a la bondad y a fraternizar con sus
semejantes, que bajo condiciones de tiranía y de miseria.
"Estómagos lleno, corazón contento", decían
nuestros abuelos, y decían una verdad, pues los hombres de
carácter más intratable son más
benévolos y más tratables cuando se encuentran bajo
la influencia de una grata digestión.
Quedan solamente los casos excepcionales en que el autor
de un acto contra sus semejantes es un individuo de
mentalidad defectuosa; pero estos casos entran en el dominio de
la ciencia
médica y una sociedad de iguales no les han de faltar
recursos para
tratar a sus enfermos, quienes necesitan mejor de los cuidados
paternales de médicos y nodrizas que los garrotazos el
polizonte y la crueldad de jueces y carceleros.
La violación de mujeres, el estupro. El llamado
adulterio y otros actos que aterrorizan a muchas personas,
producto son del sistema capitalista, como veremos en otro
artículo, y por lo mismo, para evitar esos males, debemos
acabar con la desigualdad
social y el principio de autoridad, pues éstos son sus
padres legítimos.
Hemos venido viendo que la humanidad no necesita de
jefes o gobierno; antes, por lo contrario, el jefe o gobierno,
como sostenedor que es la desigualdad social, es el responsable
directo de todos los males que nos aquejan, y por eso nosotros la
expropiación de la tierra, de la maquinaria y de los
medios de transportación, aconsejamos igualmente que no se
deje un solo representante de la autoridad, pues ésta es
la defensora del privilegio y el verdugo de los
desheredados.
(de Regeneración)
4 de abril de 1914
Ya vimos que la autoridad es necesaria solamente para
perpetuar el sistema social basado en la desigualdad
económica, y que el crimen es el resultado de ese sistema
inicuo en que forzosamente el hombre tiene que ser el enemigo del
hombre. No habría delitos contra la propiedad si todos los
seres humanos tuvieran la misma oportunidad de aprovecharse de la
tierra, de las maquinarias y de los medios de
transportación, así como de todo lo que ha sido
producido pro la mano y creado por la inteligencia
del hombre; no habría delitos contra las personas si un
medio de igualdad y de
justicia dulcificará el carácter de los seres
humanos. Haciéndolos más propensos a fraternizar
los unos con los otros que a vivir en continua lucha,
considerándose recíprocamente como
enemigos.
El estupro, la violación de mujeres, el
adulterio, producto son igualmente del sistema social que
combatimos, en que una falsa moral hace hipócritas a los
hombres y mujeres en sus relaciones
sexuales, y esa hipocresía conduce a histerismo en un
medio de libertad y de igualdad en que el hombre y la mujer se
unieran libremente, sin otro interés que la
satisfacción de ese conjunto de necesidades morales y
físicas que se llama amor. Pero
lejos de esta satisfacción, libre de necesidades
naturales, encontramos en la sociedad actual mil trabas al amor,
debidas a unas preocupaciones religiosas otras y a dificultades
económicas las más.
Los partidos de la autoridad consideran que ésta
es necesaria, al menos para obligar a los perezosos a trabajar.
En una sociedad de seres humanos, libres e iguales, no
podrá haber perezosos. La pereza es una enfermedad y pocos
lo son, realmente, los que están atacados de ella. Lo que
se llama actualmente pereza es más bien el discurso que
siente el hombre de tener que deslomarse por un salario de
mendigo, siendo, además, mal visto y despreciado por la
clase social que los explota, mientras que los explota, mientras
los que no hacen nada útil se dan vida de príncipes
y son considerados y respetados por todos. Ese discurso hace que
hombre sienta aversión por el trabajo:
pero en una sociedad de iguales, en que el trabajador ve que su
trabajo no es aprovechado por otro es perjuicio suyo; en que cada
uno se sentirá amo de si mismo, en que por el solo hecho
de no haber más parásitos y de estar todos
obligados a producir algo útil, la producción será tan grande que
bastarán unas tres horas de trabajo agradable diario para
tener satisfechas todas las necesidades, ¿quién
será aquel que deje de dar su contingente a la
producción? Y suponiendo que lo hubiera, ¿no
encontrarían los trabajadores la manera de deshacerse de
semejante zángano sin necesidad de tener que pagar a un
juez que lo juzgase y le impusiese una pena?
¿Para que sirve, pues la autoridad? La autoridad
sirve, trabajadores, para humillarnos a cada paso, para
apalearos, para ametrallarlos cuando pedís unos cuantos
centavos de aumento en vuestro salario o la disminución de
unos cuantos minutos de las largas horas de trabajo. La autoridad
sirve para echaros el guante y encerraros en presidio por el
delito de ser pobres; pues bien sabéis que vuestros amos
pueden cometer toda clase de excesos sin pisar nunca los umbrales
de una cárcel. La autoridad sirve para asegurar a vuestros
verdugos el disfrute político de lo que os roban en
vuestro trabajo.
Entendedlo de una vez, proletarios; la autoridad es el
perro guardián de vuestros amos y, por lo mismo, no puede
ser jamás la protectora del débil, sino el sicario,
el esbirro dispuesto siempre y a todas horas a hundir el
cráneo del desheredado que en un momento de
desesperación ose levantar la mano contra su
opresor.
El carrancismo quiere perpetuar el sistema que os ha
empujado a empuñar las armas y es por eso por lo que os
aconsejamos que disparéis vuestros fusiles contra
carranza, contra villa, contra todos los caudillos que os hablan
de ley, de gobierno, de propiedad privada.
Si queréis ser libres y felices, haced vuestros
los principios
expresados en el Manifiesto del 23 de septiembre de 1911,
declarando guerra a
muerte a todo aquel que quiera hacerla de jefe e impida que la
tierra, la maquinaria y los medios de transporte queden en poder
de los habitantes de las regiones que visitéis. Hacedlo
bien, si no queréis ser esclavos.
(de Regeneración)
18 de abril de 1914
Después de cada hecatombe, en que miles de
borregos constitucionalistas pierden la vida. Carranza levanta
los ojos al cielo y dice con voz llena de santa unción
patriótica: "La Patria quiere sacrificios".
Huerta, al saber que tal o cual combate han rendido su
existencia miles de borregos federales, entorna la mirada y dice
suspirando: "Todo por la Patria".
Lo mismo dijo Iturbide cuando la borrachera de
Pío Marcha lo llevó al trono; Santa Anna
pronunció idénticas palabras cuando el
último estertor de Guerrero se perdió en los
jacales de Cuilapa; santiguándose como una cucaracha de
iglesia, "todo
por la Patria", dijo Porfirio Díaz cuando su brutal
lugarteniente cumplió al pie de la letra, esta sentencia
de hiena "¡Mátalos en caliente!"; invocando a los
espíritus balbuceó algo parecido aquel pobre idiota
que se llamó Francisco I. Madero cuando las arenas de
Rellano y de Conejos de enrojecieron con la sangre de maderistas
y orozquistas; las mismas palabras abrieron paso a las balas que
cortaron la estéril existencia de Madero y Pino
Suárez…
¡Todo por la Patria! ¡La Patria quiere
sacrificios! Palabras estúpidas que han servido de
pretexto para que legiones de brutos se rompan la
cabeza.
Y bien ¿Qué es Patria? La patria es una
mezcolanza de cosas, de ideas, de tradiciones, de perjuicios que
muy pocos entienden y, sin embargo, tal vez por ser
incomprensibles muchos son los que ponen la panza a las balas
enemigas por defender eso que no conocen y que ningún
beneficio les reporta.
"La patria, se dice, es, en primer lugar, la tierra en
que nacimos con la añadidura de las gentes que pueblan es
tierra, esas leyes que rigen las relaciones comunes de la raza.
Esa es la patria, y por eso miles de hombres pierden la
vida"
El presidiario que consume su existencia en las
penumbras del calabozo no puede decir que el presidio es su
patria y los hombres que agonizan en el surco que no es suyo; los
trabajadores que pierden la sangre en las fábricas ajenas;
los mineros que socavan las minas de otros; todos los que
trabajan para beneficiar al burgués, ¿qué
patria tiene?. Si la patria es la tierra en que nacimos, esa
tierra debería ser de todos, pero no es así; esa
tierra es la propiedad de unos cuantos, y esos pocos son los que
ponen el fusil en nuestras manos para defender la patria.
¡No sería más lógico que, siendo
ellos los dueños de la patria, fueran sus manos las que
empuñaran el fusil y no las manos de los que no tienen
más tierra que la que pueden recoger sus
zapatos?
La patria, proletarios, es lago que no es nuestro, y,
por lo mismo en nada nos beneficia. La patria es los
burgueses, y, por eso, a ellos únicamente beneficia.
La patria fue inventada por la clase parasitaria, por la clase
que vive sin trabajar, para tener divididos a los trabajadores en
nacionalidades y evitar, o al menos entorpecer por ese medio su
unión en una sola organización mundial que diera por tierra
el viejo sistema que nos oprime.
En los libros de las
escuelas, la burguesía fomenta el patriotismo entre la
niñez, sembrando así en los tiernos pechos el odio
a las demás razas que pueblan el mundo; el culto a la
bandera raya el fanatismo en todos los países; las
tradiciones nacionales encuentran poetas y literatos que las
narran, inflamando en los pechos de las gentes soberbias
insensatas, vanos orgullos de raza, pues esos literatos burgueses
se dan mañas para hacer entender que no hay raza
más grande, más valiente, más inteligente
que aquella a la que se dirigen. De esa manera la
burguesía divide en razas y en nacionalidades a los
habitantes de la tierra, y el trabajador ruso se considera
más valiente que su hermano el trabajador francés,
mientras el proletario inglés
cree que no hay en la tierra un hombre como él; y el
español, por su parte, se jacta de ser la obra más
perfecta del mundo; el japonés, el alemán, el
italiano, el mexicano, los individuos de todas las razas, se
consideran siempre mejores que los demás de las otras
razas. De esta división profunda entre el proletariado de
todas las razas se aprovecha la burguesía para dominar a
sus anchas, pues la división por nacionalidades y razas
impide que los trabajadores se pongan de acuerdo para derribar el
sistema que nos ahoga.
El pobre no tiene patria porque nada tiene, a no ser por
su mísera existencia, Son los burgueses los únicos
que pueden decir: "esta es mi patria", porque ellos son los
dueños de todo. Los pobres son el ganado encerrado en los
grandes corrales llamados naciones, y ¡oh ironía! A
ese ganado se le obliga a defender la patria, esto es, la
propiedad de los burgueses, y al caer por millares en los campos
de batalla donde se deciden vulgares querellas de patrias de la
política, gritan los jefes: "Todo por la
Patria".
Basta de comedias, hermanos proletarios. Cualquiera que
sea la bandería política por la que
empuñáis las armas, recordad que siempre
habéis sido la carne de cañón sacrificada en
aras de esa cosa que no existe para vosotros; la patria,
¡Basta de farsas! Matad a Huerta, a Carranza, a Villa, a
todo aquel que os hable de patria, de ley, de gobierno paternal,
y, como hombres, aprovechad los fusiles que tenéis en
las manos para arrebatar del rico la tierra, las casas, las
minas, los barcos, los ferrocarriles, haciendo de todo ello
propiedad común para que los aprovechen por igual hombres
y mujeres.
(de Regeneración)
LA
INTERVENCIÓN Y LOS PRESOS DE TEXAS
(discurso. 31 de mayo de 1914. Fragmento)
CAMARADAS:
El hombre es libre, verdaderamente libre, cuando no
necesita alquilar sus brazos a nadie para poder llevarse a la
boca un pedazo de pan, y esta libertad se consigue solamente de
un modo; tomando resueltamente, sin miedo, la tierra, la
maquinaria, y los medios de transporte para que sean propiedad de
todos, hombres y mujeres.
Esto no se conseguirá encumbrando a nadie a la
presidencia de la república: pues el gobierno
cualquiera que sea su forma –republicano o
monárquico-, no puede estar jamás del lado del
pueblo. El gobierno tiene por misión
cuidar los intereses de los ricos. En miles de años no
se ha dado un solo caso en que un gobierno haya puesto la mano
sobre los bienes de los ricos para entregarlos a los pobres. Por
el contrario, dondequiera se ha visto y se ve que el gobierno
hace uso de la fuerza para reprimir cualquier intento del pobre
para obtener una mejora en su situación. Acordaos de
Río Blanco, acordaos de Cananea, donde las balas de los
soldados del gobiernos ahogaron, en las gargantas de los
proletarios, las voces que pedían pan; acordaos de
Papantla, acordaos de Juchitán, acordaos del Yanqui, donde
la metralla y la fusilería del gobierno diezmaron a los
enérgicos habitantes que se negaban entregar a los ricos
las tierras que les daban la subsistencia.
Esto debe serviros de experiencia para no confiar a
nadie la obra de vuestra libertad y vuestro bienestar. Aprended
de los nobles proletarios del sur de México. Ellos no
esperan a que se encumbre un nuevo tirano para que se mitigue el
hambre, Valerosos y altivos, no piden: toman. Ante la
compañera y los niños
que piden pan, no espera que un Carranza o un Villa suban a la
presidencia y les dé lo que necesitan, sino que valerosos
y altivos, con el fusil en la mano y el esplendor del incendio,
arrancan a la burguesía orgullosa la vida y la
riqueza.
Ellos no esperan a que un caudillo se encarame para que
les dé de comer: inteligentes y dignos, destruyen los
títulos de propiedad, echan abajo los cercados y ponen la
fecunda mano sobre la tierra libre. Pedir es de cobardes; tomar
es obra de hombres. De rodillas se puede llegar a la muerte, no a
la vida ¡Pongámonos de pies!
Pongámonos de pie, y con la pala que ahora sirve
para amontonar el oro a nuestros
patrones, abramos en cráneo en dos y con la hoz que
troncha débiles espigas cortemos las cabezas de burgueses
y tiranos. Y sobre los escombros de un sistema maldito, clavemos
nuestra bandera de los pobres, el grito formidable de
¡Tierra y Libertad!
Ya no elevemos a nadie: ¡subamos todos! Ya no
colguemos medallas ni cruces del pecho de nuestros jefes: si
ellos quieren tener adornos, adornémoslos a
puñaladas. Quienquiera que esté una pulgada arriba
de nosotros es un tirano: ¡derribémosle!: ¡la
bolsa o la vida! Porque si dejamos con vida a un solo
burgués, el sabrá arreglárselas de modo que
ponemos tarde o temprano otra vez el pie en el
pescuezo.
A poner en práctica los ideales de la suprema
justicia. Los ideales del Partido Liberal Mexicano, un grupo de
trabajadores emprendió la marcha durante un día del
mes de septiembre del año pasado, en territorio del
estado de
Texas. Esos hombres llevaban una gran misión.. iban bien
abastecidos de ideas generosas a inyectar nueva savia al
espíritu de rebeldía que en esa región
genera rápidamente en espíritu de disciplina y
subordinación hacia los jefes. Esos hombres iban a
establecer un lazo de unión entre los elementos
revolucionarios del sur u del centro de México, y los
elementos que se han conservado puros en el norte. Bien
sabéis la suerte que corrieron esos trabajadores: dos de
ellos cayeron muertos a los disparos de los esbirros del estado
de Texas, antes de llegar a México, y el resto, Rangel,
Alzaldem Cisneros y once más, se encuentran presos en
aquel estado, sentenciados unos alargas penas penitenciarias,
otros de ellos a pasar de su vida en presido, mientras sobre
Raquel, Alzalde, Cisneros y otros va a caer pena de
muerte. Todos estos trabajadores honrados son inocentes del
delito que se les imputa. Sucedió que una noche, en su
peregrinación hacia México, resulto muerto un
sheriff texano llamado Candelario Ortiz, y se descargada la
culpabilidad
de esa muerte sobre catorce revolucionarios. ¿Quién
presencio el hecho? ¡nadie!. Nuestros compañeros se
hallaban a gran distancia de donde se encontró el
cadáver del esbirro. Sin embargo, sobre ellos se trata de
echar la responsabilidad de la muerte de un perro del
capital, por la sencilla razón de que nuestros hermanos
presos en Texas son pobres y son rebeldes. Basta con que ellos
sean miembros de la clase trabajadora y que hayan tenido la
intención de cruzar la frontera para
luchar por los intereses de su clase, para que el capitalismo
norteamericano se les eche encima tratando de vengar en ellos la
pérdida de sus negocios en
México. Si nuestros compañeros fueran carrancistas
o villistas; si ellos hubieran tenido la intención de ir a
México a poner en la silla presidencial a Villa o a
Carranza, para que éstos dieran negocio a los
norteamericanos, hada se les habría hecho, y antes bien
las mismas autoridades norteamericana los habrían
protegido; pero como son hombres dignos que quieren ver
completamente libre al trabajador mexicano la burguesía
norteamericana descarga sus iras sobre ellos y pide la pena de
muerte, como una compensación a los perjuicios que
está sufriendo en sus negocios por la revolución de
los proletarios.
En cambio, los asesinos de Rincón y Lomas
están libres. LA misma burguesía norteamericana,
que pide la muerte de rangel y compañeros, colma de
honores y de distinciones a los felones que arrancaron la vida de
dos hombres honrados. He aquí, proletarios, lo que es la
justicia burguesa. El trabajador puede morir como un perro;
¡pero no toquéis a un esbirro! Aquí y donde
quiera el trabajador no vale nada; ¡los que valen son los
que nada hacen! Las abejas dan muerte a los zánganos de
las colmenas que comen, pero no producen; los humanos, menos
inteligentes que las abejas, dan muerte a los trabajadores
– que todo lo producen – para que los burgueses, los
gobernantes, los polizontes y los soldados, que son los
zánganos de la colmena social, puedan vivir a sus anchas,
sin producir nada útil.
Esa es la justicia burguesa; esa es la maldita justicia
que los revolucionarios tenemos que destruir, pésele a
quien le pese y caiga quien cayere.
Mexicanos: el momento es solemne. Ha llegado es
instante de contarnos: somos millones, mientras nuestros verdugos
son unos cuantos. Disputemos de las manos de la justicia
capitalista a nuestros hermanos presos en Texas. No permitamos
que la mano del verdugo ponga en sus nobles cuellos la cuerda de
la horca. Contribuyamos con dinero para
los gastos de la
defensa de esos mártires; agitemos la opinión en su
favor.
Basta ya de crímenes cometido en personas de
nuestra raza. Las cenizas de Antonio Rodríguez no han sido
esparcidas todavía por el viento; en las llanuras texanas
se orea la sangre de los mexicanos. Que se levante nuestro brazo
para impedir el nuevo crimen que en la sombra prepara la
burguesía norteamericana contra Rangel y
compañeros.
Mexicanos: si tenéis sangre en las
arterias, unios para salvar a nuestros hermanos presos en Texas.
Al salvarlos no salvaréis a Rangel a Alzalde a Cisneros y
demás trabajadores: os salvaréis vosotros mismos,
porque vuestra acción
servirá para que se os respete. ¿Quién se
vosotros no ha recibido un ultraje en este país, por el
solo hecho de ser mexicano? ¿Quién de vosotros no
ha oído
relatar los crímenes que a diario se cometen en personas
de nuestra raza? ¿No sabéis que en el sur de este
país no se permite que el mexicano se siente, en la fonda,
al lado del norteamericano? ¿No habéis entrado a
una barbería donde se os ha dicho, mirándonos de
arriba abajo: "Aquí no se sirve a mexicanos" ¿No
sabéis que los presidios de Estados Unidos están
llenos de mexicanos? ¿Habéis contado siquiera, el
número de mexicanos que han subido a la horca en este
país o han perecido quemados por brutales multitudes de
gente blanca?
Si sabéis todo esto, ayudad a salvar a vuestros
hermanos de raza presos en Texas. Contribuyamos con nuestro
dinero y nuestro cerebro a salvarlos; agitemos en su favor;
declarémonos en huelga por un día como una
demostración de protesta contra la persecución de
aquellos mártires, y si ni las protestas, ni defensas
legales valen; si ni la agitación y la huelga produce el
efecto deseado de poner a los catorce prisioneros en absoluta
libertad, entonces insurreccionémonos, levantémonos
en armas y a la injusticia respondamos con la barricada y la
dinamita. Contémonos: ¡Somos millones!
¡Viva Tierra y Libertad"
(de Regeneración)
13 de junio de 1914
"Pensemos en el porvenir: pensemos en los medios
nuevos que nos ofrecen. Y aprovechémoslos".
"Más, para aprovecharlos, debemos recordar que
una revolución no se produce según la
línea precisa trazada por un filósofo o un poeta.
La revolución se produce de cualquier modo y se
desarrolla en un sentido o en toro, según la fuerza que
en ella obra".
"Si para hacer la revolución quisiéramos
esperar a que ella comience con un preciso programa
anarquista o comunista, arriesgaríamos esperar en vano.
La masa se volverá anarquista y comunista durante la
revolución, después del comienzo de la
revolución, no antes".
"Nosotros debemos estar en todos los movimientos
revolucionarios o que puedan conducir a una revolución,
y trabajar para que los acontecimientos no tomen otro rumbo que
el que nosotros deseamos".
Enrique Malatesta.
Hacemos nuestra opinión de Malasteta.
Además los miembros del Partido Liberal Mexicano no nos
conformamos son esperar a que comenzara la revolución
mexicana, sino que la forzamos, la precipitamos para tener la
oportunidad de encauzarla con la acción y con la palabra
hacia el comunismo
anárquico.
El número de compañeros que han luchado
actualmente en México es la prueba de lo que decimos. Los
miembros del Partido Liberal Mexicano, a pesan de las
insurrecciones de que fuimos víctimas desde 1892, y delos
asesinatos oficiales cometidos en buen número de los
nuestros –pues bien sabido es que Porfirio Díaz
dominó al pueblo mexicano con mano de hierro–
venimos inyectando a las masa populares el espíritu de
rebeldía que hot se muestra lozano y
gallardo en México. Hicimos todo lo que pudimos por
sacudir al pueblo, por hacerlo rebelde, e iniciamos los
movimientos insurreccionales de septiembre de 1906 y junio de
1908, preparatorios del tremendo movimiento que comenzó el
2º de noviembre de 1910 y que todavía no termina, a
pesar de que cayó un presidente, Porfirio Díaz, y
han escalado el Poder sucesivamente otros tres: Francisco L. De
la Barra, Francisco I. Madero y Victoriano Huerta.
Naturalmente, como con claro talento opina Malatesta, no
comenzamos la revolución con un preciso programa comunista
o anarquista. Ha sido durante el grandioso Movimiento cuando los
miembros del Partido Liberal Mexicano nos hemos esforzado y nos
estamos esforzando, y seguiremos esforzándonos por
encauzar al movimiento revolucionario mexicano hacia el comunismo
anárquico, como lo demuestran los actos de
compañeros en el campo de la acción; como lo prueba
la propaganda que con la palabra y con los impresos hacen los
miembros del Partido, y como lo prueba la propaganda que hace
REGENERACIÓN. Además el manifiesto del 23 de
septiembre de 1911, expedido por la Junta Organizadora del
Partido Liberal Mexicano, es un programa de lucha contra el
Capital, la Autoridad y el Clero, y de reconstrucción
social sobre las sólidas bases del comunismo
anarquista.
Muchos de los nuestros han muerto en las terribles
contiendas: Guerrero, Berthold, Pesqueira, la grande anarquista
Margarita Ortega, Stanley Ulibarri, Jiménez, Orozco,
Tanguma, Cardoza, Fuertes, Sánchez, Guerra Chico, Perez,
Peña, Cortés, Rincón, Lomas, Villalobos y
cientos más que no mencionamos para no hacer interminable
lista de los mártires que han caído envueltos en la
bandera Roja de Tierra y Libertad. Todos esos miembros del
Partido Liberal Mexicano tomaron parte en el movimiento
revolucionario que convulsiona actualmente a México, para
poner en práctica lo que tan sabiamente aconseja
Malatesta:
"Nosotros debemos estar es todos los movimientos
revolucionarios o que puedan conducir a una revolución.
Y trabajar para que los acontecimientos no tomen otro rumbo que
el que nosotros deseamos".
Otros muchos compañeros siguen tomando parte en
el movimiento revolucionario convencidos de que "la masa se
volverá anarquista y comunista durante la
revolución, después del comienzo de
Revolución" como opina Malatesta, y los resultados
obtenidos hasta el presente hacen abrigar la risueña
esperanza de ver muy pronto derrumbarse en México el
sistema capitalista y autoritario. Las operaciones
actuales de los miembros del Partido Liberal Mexicano se
extienden desde Sonora y Chihuahua, en el norte, hasta el Sur de
México. En Sonora, Juan F. Montero encabeza el movimiento
de la región del Yaqui, donde los habitantes
insurreccionados se encuentran en posesión de
Bácum, Pótam, Cócorit, Torin y otros
pueblos, en lo que se ondea la bandera roja de Tierra y Libertad
y han tomado posesión de las tierras comprendidas entre
los ríos Yaqui y Mayo. El número de rebeldes
armados es esta región es de más de seis mil. En
Durango, Domingo y Benjamín Arrieta, siguiendo los
principios del Partido Liberal Mexicano han entregado la tierra a
los habitantes de las regiones que ocupan sus fuerzas, las que
numeran no menos de cinco mil combatientes. En la región
de Santa Rosalía, Estado de Chihuahua, los hermanos
Epitacio y Cruz Treviño, con mil trabajadores, luchan de
acuerdo a los principios del Partido Liberal Mexicano. En
el Estado de
San Luis Potosí , y extendiendo su actividad hasta el
Estado de Zacatecas, los rebeldes, Enrique Gaitán, Alberto
Núñez y otros, ponen en práctica los ideales
del Partido Liberal Mexicano. En los Estado de México,
Michoacán, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Colima, operan
Enrique Ortiz, los seis hermanos Pantoja, Próspero
Espinosa y otros, que propagan sin cesar los ideales del Partido
Liberal Mexicano, teniendo la costumbre esos compañeros
de llevar consigo oradores que dirigen la palabra al pueblo al
tomar alguna población, leen al pueblo el Manifiesto del
23 de Septiembre de 1911, y enseguida los invitan a tomar la
tierra, la maquinaria, los medios de transportación y los
efectos almacenados en tiendas, trojes, bodegas, etcétera,
para beneficio de todos, hombre y mujeres. En el Estado de
Guerrero Jesús H, Salgado practica la expropiación
en beneficio de todos y sigue los principios del Partido Liberal
Mexicano. En los Estados de Morelos, Puebla, Oaxaca, y en el
resto del país, numerosas guerrillas difunden las ideas de
emancipación económica, política y social
del proletariado, como están expresadas en el Manifiesto
del 23 de septiembre de 1911.
Esta es la fuerza moral y física que obra en el
seno del tiburón revolucionario, como el fermento que
tendrá como resultado la destrucción definitiva del
presente sistema, y la formación de la nueva sociedad de
los libres y del los iguales.
El deber de los verdaderos revolucionarios del mundo
entero es ayudar, con todas sus fuerzas al movimiento mexicano,
siguiendo así al pie de la letra las sabias palabras de
Enrique Malatesta.
¡Adelante!
(de Regeneración)
Los hombres pueden tener buenas intenciones antes de ser
gobernantes; pero es muy difícil que las conserven al
alcanzar el Poder, y es imposible que siga teniéndolas
mientras es gobernante.
Para alcanzar el Poder es indispensable que el candidato
entre en componendas con los enemigos de su partido, de manera de
asegurar su lección, ofreciéndoles beneficios que
solamente pueden ser otorgados sacrificando los ideales. Llega,
pues, el hombre al Poder sin nasa de lo que le valió el
favor de sus conciudadanos, y dispuesto a hacer simplemente todo
aquello que le asegure la permanencia en el puesto
codiciado.
Si, por una mera casualidad, el hombre ha podido
elevarse sin contraer compromisos con los contrarios, y, por lo
mismo, conserva intactas las intenciones que tenía cuando
ofreció hacer el bien del pueblo, esas intenciones
morirán en su pecho una por una antes de comenzar a
ponérselas en práctica. Una vez en el Poder se
verá rodeado de individuos poderosos por su riqueza, su
influencia, su talento, su sabiduría, y por
políticos astutos que saben darse mañas por estar
bien con todos los gobiernos, hombres que van al sol que nace,
dispuestos a cambiar de chaqueta todos los días si es
necesario, para sus fines egoístas.
En un medio así, el hombre que antes se codeaba
con el pueblo, lo olvida, mareado por el incienso de los
aduladores, agasajado por hombres distinguidos y mujeres de alto
rango social, en contacto continuo con diplomáticos y
demás polilla dorada de la política internacional,
llega a creer que es un hombre mejor que los demás
hombres, se siente superior o se hace tirano como cualquier otro
gobernante.
Los proyectos que
tenía en la cabeza para librar de la tiranía la
pueblo le sirven de risa, los considera irrealizables,
atentatorios a los derechos adquiridos, monstruosos, criminales.
En que una nueva manera de ver las cosas se desarrolla ante el.
Antes veía las cosas de abajo para arriba. Ahora ve las
cosas de arriba para abajo. Su psicología es
distinta; antes sentía y pensaba como parte integrante de
la gran masa que compone la nación;
ahora se siente desligado de esa masa, se cree mejor que esa
masa, se imagina superior a esa masa.
Como ya no está en contacto con el pueblo, n ose
ve en él sino el rebaño que hay que arrear, al
hatajo que hay que hacer marchar por los caminos trillados que
antes combatiera con toda su fuerza y toda su energía. Sus
nuevos amigos le parecen mejore, pues le proporcionan una mayor
suma de placeres y de refinamientos que hacen amable la
vida.
La historia no registra en sus
páginas el nombre de un gobernante que seriamente se haya
preocupado por salvar al pueblo de la miseria y de la
tiranía, la historia de al humanidad cuenta ya varios
miles de años. Por ella sabemos que el gobernante, el rico
y el sacerdote que cualquier religión han sido los
aliados inseparables, confabulados en todos los tiempos para
tener al pueblo en la esclavitud.
No nos hagamos, pues, mexicanos, la ilusión de
que un hombre barbón es mejor que un lampiño para
gobernaros. ¡Ninguno es bueno! Lo mejor es no tener a nadie
encima de nuestros hombros: lo mejor es guiarnos por nosotros
mismos; pensar y resolver las cosas con nuestras propias
cabezas.
Si confiáis en que Carranza os hará libres
y felices no sé ya ni que pensar de vosotros, proletarios,
porque eso significaría que las elecciones de la
experiencia no han podido destruir ese vicio inyectado por
vuestros opresores y que consiste en considerar que el hombre
solo puede vivir bajo la férula de un hombre. Comprended,
hermanos de cadenas, que el principio de autoridad vive en el
cerebro de los humildes, por que han sido sus mismos verdugos los
que les han inculcado ese error.
Ésta a la mano le momento de prueba. Huerta
marcha hacia otros países y de nuevo ambicioso se prepara
a ocupar su puesto. Si queréis tener más gobiernos,
os someteréis y con vuestra sumisión la verdadera
Revolución –la que quiere hacer tabla rasa de
tiranos y explotadores morirá aplastada por vuestra
indiferencia; pero si, por el contrario, obrando como verdaderos
trabajadores, como hombres que saben que la riqueza social ha
sido hecho por vosotros y, por lo mismo, sólo vosotros
tenéis derecho a disfrutarla, os levantáis para
sostener a vuestros hermanos que continúan con las armas
en la mano, entonces mereceréis el aplauso de todos los
hombres inteligentes del mundo y podréis decir orgulloso:
"En México la institución llamada Autoridad es cosa
del pasado, porque allí hay HOMBRES.
(de Regeneración)
1914 (sin fecha)
Carranza ha señalado el día primero de
Octubre próximo para la reunión de la turba de
jefes constitucionalistas en la ciudad de México. Esa
reunión de militares tendrá por objeto el que se
designe una persona que funja
de presidente provisional, para que éste convoque al
pueblo a elecciones generales para presidente de la
república, magistrados de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación,
diputados y senadores al Congreso de la Unión, con lo que
la maquinaria gubernamental quedará lista para continuar
oprimiendo al pueblo de una manera legal.
¿Qué gana el proletariado con el hecho de
depositar en las urnas una boleta electoral en la que ha puesto
el nombre de la persona que ha de formar parte del gobierno? En
su casa no habrá más pan por el mero hecho de que
elija a Carranza o a cualquier otro hombre; ni su
compañera, ni sus hijos podrán usar vestidos
limpios y confortables.
El gobierno no da pan; lo quita. El gobierno no imparte
justicia; la niega con su sola existencia. El Gobierno no es
garantía de paz y fraternidad, sino el sostenedor de un
sistema que hace posible que el fuerte, el astuto, el
inteligente, estén por encima del débil, del
ignorante, del tonto, y por lo mismo, en lugar de ser fuente de
paz y de fraternidad el gobierno es fuente de la injusticia, del
odios, de la guerra entre los seres humanos.
El trabajador que empuña una boleta electoral es
digno de lástima, porque el mismo se nombra sus verdugos,
él mismo fabrica el látigo que ha de cruzarle el
rostro, él mismo permite que perdure este sistema infame
en que, darse una vida regalada, es preciso tener bajo los pies a
los débiles, a los ignorantes y a los tontos.
Mexicanos: al que ofrezca una boleta electoral,
húndele un puñal en el pecho, porque te hace objeto
de un escarnio, porque quiere que tú mismo designes al
verdugo que ha de tenerte en la esclavitud.
Así pues, a afilar los
puñales.
(REGENERACIÓN No. 201)
HUMBERTO ESCOBEDO CETINA
(recopilador)