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Comercio y ambiente en proximidades del TLC con Estados Unidos




Enviado por edgarisch



    1. El libre
      comercio como signo del
      neoliberalismo
    2. Las
      críticas ambientalistas a las actuales normas de libre
      comercio
    3. Las
      experiencias más cercanas
    4. Temas
      básicos de discusión y
      posicionamiento
    5. A modo de
      conclusión

     

    1.- El libre comercio
    como signo del neoliberalismo

    El comercio, como
    se sabe, ha sido una actividad humana de historia tan vieja como el
    inicio mismo de la civilización. Sin embargo, nunca como
    hoy fue signo de una doctrina económica, la neoliberal,
    que centra en la esfera del mercado la
    solución de los problemas
    sociales, al grado que teólogos como Franz Hinkelamert
    y otros señalaran que se ha construido una
    idolatría alrededor del mercado, nuevo dios que para
    resolverlo todo en el marco de la competencia,
    demanda
    sacrificios humanos continuos y crecientes.

    El mercado, entonces, ha sido una
    necesidad económica para la realización de las
    mercancías y la producción, pero sobredimensionado se
    convierte en un instrumento ideológico que subestima y
    hasta suprime otras áreas, intereses y necesidades
    humanas. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo la
    liberalización de fronteras para los productos y la
    agudización de controles para el tránsito
    internacional de personas? ¿Cómo entender que sea
    más fácil violar cualquier derecho humano a
    escala
    internacional y no sea así cuando se trata de las normas del
    mercado? El propio gobierno
    norteamericano insiste en pedir inmunidad para sus soldados
    regados en numerosas bases en América
    latina y el mundo, incluyendo causas por crímenes de
    guerra o
    crímenes de lesa humanidad; pero, ese mismo gobierno
    plantea el cumplimiento forzado de las normas de la OMC y otras
    afines. Cierto que ellos las violan, pero no por una
    exoneración expresa sino como una más de las
    demostraciones de su prepotencia.

    De aquí que las
    contradicciones entre comercio y medio
    ambiente, tema que nos compete hoy, son crecientes y en su
    agudización parece que los derechos colectivos son los
    más directamente amenazados.

    Es necesario considerar
    además cual es el grado en el cual se trata realmente de
    un "libre comercio". De acuerdo a datos de la OCDE,
    cerca del 50% del comercio
    internacional es solamente intercambios dentro de una misma
    empresa
    transnacional y, que más del 90% de intercambios
    financieros mundiales son fruto de la especulación y no de
    la producción. Informes
    recientes señalan que 200 transnacionales controlan ese
    "libre" comercio.

    Guy Verhofstadt, en momentos en que
    ejercía como Primer Ministro de Bélgica y
    Presidente de la Unión
    Europea, respondió ante demandas de representantes de
    países pobres: "Naturalmente que la
    globalización, el hecho de sobrepasar las fronteras
    puede decaer rápidamente en egoísmo sin fronteras.
    Para el occidente rico, el libre comercio es evidente, aunque de
    preferencia a productos que no afecten su propia economía. Nada de
    azúcar
    de países del Tercer Mundo. Nada de textiles o
    confecciones de África del Norte. Allí ustedes,
    tienen razón. El comercio mundial anunciado a voces tan
    altas, por lo general se trata de un tráfico en un solo
    sentido: desde el norte rico hacia el sur pobre, y no a la
    inversa."

    Un abogado concluiría que
    tras esta confesión de parte, no se requiere presentar
    más pruebas.

    El mito del libre
    comercio se cuestiona en los hechos también desde sus
    promotores, a través de medidas de muy dudosa legitimidad
    como, por poner ejemplo, aquella de Estados Unidos de
    castigar desde el 20 de marzo de 2003 al acero de
    países más eficientes en el ramo como Brasil, con unos
    aranceles de
    hasta el 30%, contraviniendo las resoluciones de la propia
    Organización Mundial de Comercio. En otro
    caso, a Ecuador se le
    acusó de dumping en la
    producción camaronera por tener precios
    más bajos surgidos de las ventajas ambientales del
    país.

    Estados Unidos mantiene múltiples
    medidas proteccionistas como los subsidios directos a las
    exportaciones,
    las ayudas internas a los productores, las barreras no
    arancelarias y la aplicación sistemática y
    unilateral del dumping (en sus productos de exportación subsidiados) y de leyes
    antidumping (a los productos importados que amenazan
    alguna producción interna que se quiera proteger). Esto
    llevó a Joseph
    Stiglitz a afirmar que: "Los acuerdos de libre comercio no
    garantizan el libre comercio. Esto se debe a que los EE. UU.
    utilizan muchas medidas proteccionistas para bloquear las
    mercancías extranjeras"

    Adicionalmente hay que considerar
    que libre comercio no es sinónimo de comercio justo, sino
    todo lo contrario. dejar el comercio a las competencia
    depredadora donde el más fuerte tiene todas las
    posibilidades de ganar, es contrario a un principio de justicia ya
    que se trata de poner a competir a desiguales bajo las mismas
    normas.

    En resumen, lo que tenemos frente
    a nosotros es una propuesta de libre comercio en el marco de una
    dominación imperialista inspirada en la doctrina
    neoliberal. Sus repercusiones en materia
    ambiental, que las veremos a continuación, pueden ser
    extremadamente graves y aquí no caben las ilusiones y,
    sobre todo, no cabe caer en la trampa de la inevitabilidad de las
    propuestas neoliberales. No son inevitables y como país
    soberano, tenemos derecho y obligación de buscar lo mejor
    para nuestra gente y nuestro espacio natural.

    Presentar a sus propuestas como
    las únicas posibles, como si al no aplicarlas se acabara
    el país, ha sido una trampa de los neoliberales que
    ofrecieron maravillas tras cada uno de esos ajustes. El fracaso
    social de la dolarización, la nula ampliación de
    empleos tras la destrucción de derechos laborales, los
    daños ambientales tras cada cesión antes los
    inversionistas extranjeros, las consecuencias fatales para
    nuestra soberanía con la entrega de la Base de
    Manta, son parte de una cadena de acontecimientos que nos dirigen
    al pasado y a condiciones de mayor pobreza.
    ¿Es inevitable vivir en la pobreza cuando
    vivimos en un país en el que abunda la riqueza? Nada que
    no sea la imposición del imperialismo y
    de la gran burguesía explica este
    absurdo.

    La supuesta inevitabilidad es en
    realidad una suerte de terrorismo
    porque se impulsa en una serie de amenazas de grandes desastres
    que pretenden que pasaría si no se acepta la
    imposición imperialista. Niegan que mejores condiciones de
    vida pueden ser encontradas en países que no han firmado
    acuerdos de libre comercio de este tipo, para no hablar de la
    heroica Cuba que
    siempre demuestra que la educación y la
    salud pueden ser
    mejores si no se hace lo que proponen el banco Mundial
    y sus cómplices.

    Mucho más que comercio

    Lo que está en la mesa no
    es un tratado comercial. Lo que se discute abarca ante todo la
    máxima protección a las inversiones,
    entendiendo por tales a cualquier acuerdo, junto con una gran
    cantidad de normativas laborales, de propiedad
    intelectual, jurídicas y más, demostrando que
    de lo que se trata es en realidad de una imposición
    constitucional y legal absoluta, sin ninguna consulta ciudadana y
    con negociadores que jamás fueron electos
    democráticamente para ser constitucionalistas y
    legisladores a la vez.

    De manera más diplomática
    lo expone la propia Ley de Autoridad para
    la Promoción Comercial (TPA), aprobada por el
    Congreso de los Estados Unidos en 2002: "La expansión del
    comercio internacional es vital para la seguridad
    nacional de los Estados Unidos … Los acuerdos comerciales
    tienen el mismo propósito que el que tuvieron los pactos
    de seguridad durante la Guerra
    fría …. Los acuerdos comerciales maximizan las
    oportunidades para los sectores críticos y estructurales
    de la economía de los Estados Unidos, tales como tecnología de
    información, telecomunicaciones y otras tecnologías de
    punta. … El comercio creará nuevas oportunidades para
    Estados Unidos y preservará la fortaleza sin paralelo de
    EEUU en asuntos económicos, políticos y
    militares"

    Complementariamente, el Representante
    Comercial de los EE UU, Robert Zoellick señla:
    "… los países que buscan acuerdos de libre
    comercio con los Estados Unidos deben cumplir más que
    criterios económicos y de comercio, si pretenden ser
    elegibles. Como mínimo, estos países deben cooperar
    con los Estados Unidos en su política exterior y
    en sus metas de seguridad nacional, como parte de 13 criterios
    que guiarán la selección
    que haga Estados Unidos de sus potenciales socios en acuerdos de
    libre comercio… Negociar un Tratado de Libre
    Comercio con los Estados Unidos no es algo a lo que alguien
    tenga derecho. Es un privilegio".

    Para quienes sostenemos los
    principios de
    soberanía y dignidad
    nacional, resulta totalmente lo contrario: no entrar a la
    negociación del TLC es sinónimo de
    no querer someterse a "la política exterior y las metas de
    seguridad nacional" de los Estados Unidos.

    2.- Las críticas ambientalistas a las
    actuales normas de libre comercio

    Desde la perspectiva de la
    protección de la biodiversidad,
    las normas internacionales y los procedimientos
    adoptados hablan de una serie de peligros que se reproducen en
    distintos instrumentos regionales y bilaterales. Un breve resumen
    de esos factores se presenta a continuación como esquema
    de referencia.

    Los acuerdos sobre comercio y
    medio ambiente de Río de Janeiro (1992) y Marrakech (1994)
    se violan permanentemente y se debilita la legislación
    ambiental en el mundo

    El peso de las transnacionales en
    las decisiones de los Estados de los países desarrollados
    es tal, que cada vez con más frecuencia se burlan los
    acuerdos internacionales en materia de comercio y medio ambiente.
    Por otra parte, muchos de estos acuerdos chocan con otras
    disposiciones de la
    Organización Mundial de Comercio
    (OMC).

    Por otro lado, el Comité de
    Comercio y Medio Ambiente de la OMC señala que su labor
    está ceñida a que "la competencia de la OMC en
    materia de coordinación de políticas
    en este ámbito se limita a los aspectos de las
    políticas ambientales relacionados con el comercio que
    puedan tener efectos comerciales significativos para sus
    miembros". Expresión que grafica que para la OMC el
    comercio está por encima de lo ambiental.

    Por último, se afirma que
    las reglas más generales sobre comercio internacional y
    medio ambiente se encuentran, precisamente, en los instrumentos
    jurídicos no vinculantes, en especial en la
    Declaración de Río y en la Agenda 21, adoptadas en
    la Conferencia de
    las Naciones Unidas
    sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de
    1992.

    Con todo esto, los riesgos al
    ambiente se han ido presentando como realidad en casos de
    juzgamiento a disposiciones de los Estados que se consideran como
    barreras al libre comercio.

    Un ejemplo muy claro de ello se
    presentó en 1991 cuando la Unión Europea
    prohibió por razones de salud pública el ingreso de
    carne vacuna tratada con hormonas y
    transgénicos. Bajo el argumento de que la simple sospecha
    de existencia de un peligro para la salud NO justifica detener
    los flujos comerciales y que las transnacionales en ningún
    caso tienen que comprobar el carácter inofensivo de sus productos, la
    OMC estimó que se trataba de un boicot de la UE a la
    importación de carne de res de Estados
    Unidos y autorizó una sanción aduanera contra la UE
    por $ 116.8 millones.

    Jerry Mander de la ONG
    estadounidense Ecocéanos, alerta que "Aunque sólo
    tiene seis años de edad, la OMC ya tiene el impresionante
    record de haber desafiado leyes y normas creadas
    democráticamente. Ha sido especialmente potente en el
    reino del medio ambiente. La primerísima
    legislación de OMC se dirigió contra el Acta de
    Aire Puro de
    Estados Unidos, que establecía normas contra la
    contaminación por gasolina. Se encontró que el
    Acta no cumplía con las reglas de comercio de OMC, y tuvo
    que suavizarse. Se decidió que la muy popular Acta de
    Protección a los Mamíferos Marinos no cumplía con la
    reglamentación del GATT…Y también
    se juzgó que era ilegal la protección de tortugas
    marinas, bajo el Acta de las Especies en Peligro. A este respecto
    los Estados Unidos están volviendo a fojas cero. Podemos
    esperar desafíos similares contra las leyes estatales o
    estadounidenses sobre control de
    pesticidas, las normas del café,
    la veda de exportación de troncos en bruto, el etiquetado
    ecológico de productos, varios esquemas de
    "certificación", etcétera…". En otros medios se
    estima que la
    administración Bush ha reducido o eliminado alrededor
    de 200 normas ambientales, en muchos casos para favorecer el
    libre comercio.

    Si eso pasa en el país
    más rico de la Tierra, es
    fácil pensar que para los demás es más
    difícil contraponerse a los mandatos
    comerciales.

    Contradicciones graves con los
    AMUMA

    Si se observa las restricciones
    que Acuerdos Multilaterales sobre Medio Ambiente (AMUMAs) tienen
    sobre ciertos aspectos de comercio internacional, se observan
    graves contradicciones con los principios de la OMC (y su origen
    en el GATT) y, por tanto, con los TLC firmados en las
    Américas.

    Esas contradicciones no pueden ser
    resueltas por medios legales. Por ejemplo, las restricciones que
    la Convención sobre el Comercio Internacional de las
    Especies Amenazadas de Fauna y Flora
    Silvestres (CITES) se oponen al Artículo X.1 del GATT; el
    tema podía encontrar solución si se toma que el
    CITES es posterior (lex posterioris) al GATT de 1964, pero
    el GATT de 1994 es considerado como un instrumento
    jurídico distinto a su predecesor, así que la
    única opción para el tema ambiental sería
    considerar el principio de Lex especialis a favor del
    CITES, cosa de por sí dudosa y que no involucraría
    a quienes no suscribieron el CITES. Con ello, la norma del GATT
    queda intacta y los afanes de proteger a especies en peligro
    desaparecen.

    Similares son los casos del
    Protocolo de
    Montreal sobre restricciones al consumo
    (incluyendo importación) de gases que
    afecten a la Capa de Ozono
    y el Convenio de Basilea relativo al Control de los Movimientos
    Transfronterizos de los Desechos Peligrosos y su
    Eliminación, entre otros AMUMAs.

    Utilización de la
    temática ambiental para apoyar a las empresas de los
    países desarrollados

    Según Norteamérica,
    somos los países dependientes los dispuestos a modificar
    nuestras leyes para participar con más fuerza en el
    mercado y permitir a nuestras industrias
    producir aún a costa del daño
    ambiental. La realidad muestra sin
    embargo que el uso del tema ambiental para ganar sus
    posibilidades económicas viene de allá en contra
    nuestro.

    Esto se puede ilustrar, por
    ejemplo, con el embargo impuesto
    unilateralmente por los Estados Unidos en 1991 al atún
    mexicano, con el pretexto de que su captura generaba una
    importante mortandad de delfines. En
    el caso de México, se
    calcula que en seis años se dejaron de percibir alrededor
    de 300 millones de dólares como consecuencia de la
    aplicación de esta sanción comercial. Este embargo
    provocó una reducción de la flota atunera nacional
    y el cierre de plantas
    enlatadoras, con la consecuente pérdida de empleos
    directos e indirectos y de otros efectos económicos
    adversos. Ese espacio ha sido cubierto por empresas
    norteamericanas de pesca.

    Organismos serios de
    México, señalan que la medida se basó en
    datos adulterados y que era básicamente una medida
    comercial y no realmente ambiental. Los resultados así lo
    demuestran.

    Presencia de empresas
    contaminantes en los comités de medio
    ambiente

    En los organismos de
    coordinación de los países imperialistas y a nivel
    directivo de los organismos de libre comercio, siempre aparecen
    empresas acusadas de daño ambiental, como asesoras en esa
    temáticas.

    "Tomemos por
    ejemplo el Comité Consultivo Económico e Industrial
    (BIAC, por su sigla en inglés)
    de la OCDE. Como vocero oficial del sector empresarial ante la
    OCDE, el BIAC goza de amplias oportunidades para influir en las
    políticas de los países miembros de la OCDE. El
    Comité de Medio Ambiente del BIAC está presidido
    por Suez, la gigantesca multinacional francesa del agua;
    Monsanto, Pfizer y BASF comparten la vicepresidencia de su
    Comité de Biotecnología; DuPont preside el
    Comité de Comercio y la Shell ocupa la vicepresidencia de
    su Grupo de
    Trabajo sobre
    Cambio
    Climático. Los 38 grandes grupos de
    presión
    empresarial que integran el BIAC apoyan por consenso las
    negociaciones de la OMC acerca de los AMUMA, lo cual
    efectivamente significa subordinar las medidas comerciales de los
    AMUMA a las reglas de la OMC. También se oponen
    enérgicamente a cualquier intento de introducir medidas
    precautorias en la OMC."

    Pretensión de anular el
    principio precautorio

    El principio precautorio (o
    precautelatorio) es una medida política que determina el
    grado de riesgo que un
    Estado
    está dispuesto a enfrentar, ante una amenaza potencial,
    aunque no se tenga todavía la certeza científica de
    daño. En el caso de la Constitución Política del Ecuador
    (Art. 91, inciso segundo), este principio universal de
    legislación ambiental se recoge en los siguientes
    términos: El Estado
    "tomará medidas preventivas en caso de dudas sobre el
    impacto o las consecuencias ambientales negativas de alguna
    acción
    u omisión, aunque no exista evidencia científica de
    daño".

    Los grandes grupos empresariales
    pretenden anular este principio para permitir la libre
    circulación de los peligrosos transgénicos, el
    ingreso de productos sin prevenciones a favor de la salud de los
    habitantes de distintos países, la libre
    circulación de desechos peligrosos para transformarlos en
    países pobres y lejos del país de origen, entre
    otras graves intenciones.

    Entre esas instancias
    empresariales encontramos al Consejo Nacional de Comercio
    Exterior, la Cámara Internacional de Comercio (ICC),
    la Cámara de
    Comercio de Estados Unidos y la Biotechnology Industry
    Organization (BIO)- están empeñados en erosionar el
    "principio precautorio", para sustituirlo con lo que ellos
    denominan "ciencia
    firme". De esa manera, grandes peligros potenciales como los
    transgénicos podrían ser comercializados libremente
    y de allí la oposición norteamericana incluso al
    etiquetado de estos productos.

    Lo que ellos denominan "ciencia
    firme" es una burda trasposición de un principio de
    justicia humana, el de presunción de inocencia, hacia el
    comercio, dando el mismo carácter de "inocente hasta que
    se pruebe lo contrario" a las mercancías. Por risible que
    pueda parecer esta manera de dar características humanas a
    las mercancías, el peligro es enorme porque en ciertos
    casos como puede ser con determinados transgénicos que
    combinan genes de plantas con genes de animales, por
    ejemplo, debemos esperara que el daño se visualice en la
    siguiente o más generaciones tal como es probable, para
    recién actuar. Entonces el costo de remediar
    será infinitamente más alto que el de prevenir,
    teniendo consecuencias irreversibles. A los que buscan riqueza
    fácil y rápida, esto no les
    importa.

    Debilitar la protección
    ambiental con venta de
    servicios

    Esos mismos sectores, junto a
    similares de los países industrializados, son los que
    sostienen las negociaciones de los GATS (Acuerdo General
    sobre Comercio de Servicios de
    la OMC; AGCS por sus siglas en español).
    La amplia definición de servicios incluye sectores que
    afectan prácticamente todas las dimensiones del mundo
    natural y el medio ambiente, incluyendo agua, extracción y
    producción de energía, transporte,
    viajes y
    turismo, construcción, generación de energía
    eléctrica y disposición de residuos y
    saneamiento.

    Expandir el alcance del GATS
    afectará en forma sustancial las condiciones sociales y
    ambientales en todo el mundo, porque pondrá a la
    legislación nacional por debajo de este Acuerdo e
    involucrará a servicios básicos y ambientales,
    dejando sin posibilidad la aplicación de exenciones
    efectivas.

    El GATS incluye además la
    mercantilización de servicios ambientales, entendidos
    allí sobre todo los de remediación ambiental,
    empresas de tratamiento y disposición de efluentes,
    saneamiento y otros, dejando de lado las actividades de
    prevención y precautelación.

    Las normas impuestas en los TLC
    evitarían que los gobiernos adopten "limitaciones al
    número de proveedores de
    servicios" en distintos ángulos pero también en
    saneamiento ambiental, con lo que los gobiernos locales pierden
    control sobre el número de instalaciones de manejo de
    desechos tóxicos u otros se ubican en la región de
    su responsabilidad, lo que afectará la
    situación ambiental en general.

    3.- Las experiencias más
    cercanas

    Los TLC actuales se promueven como
    un nuevo camino para lograr lo que el ALCA no pudo y
    como una vía más fácil para Estados Unidos
    que, en lugar de negociar con la región en su conjunto, lo
    hará con cada país por separado, lo que le hace
    encontrar un socio más débil y más dispuesto
    a aceptar una copia del TLCAN (Tratado
    de Libre Comercio de América del Norte, NAFTA por sus
    siglas en Inglés).

    Precisamente las asimetrías
    que se presentan en cualquier tratado comercial, se ven
    así acentuadas. Y esto dentro de una lógica
    y evidencia empírica de que ninguna política
    económica es neutral, sino que genera ganadores y
    perdedores.

    De hecho, la situación de
    México es bastante ilustrativa para analizar el impacto
    social y ambiental de un TLC con Estados Unidos. Demuestra, entre
    otras cosas, que más que un tratado de libre comercio lo
    que se busca es tratados de libre
    inversión, con poderes y garantías
    plenas para inversores que, en el caso mexicano, ahora pagan
    menos de 70 centavos por hora en muchas maquilas ubicadas en la
    zona central del país y máximo 1 dólar con
    50 centavos o que, en caso ecuatoriano, históricamente han
    logrado ganancias hasta de cuatro dólares que salen del
    país cada año por uno de inversión
    extranjera directa. Las evidencias y
    casos que prueban que no toda inversión extranjera es
    favorable no solo que son innecesarias repetirlas aquí
    sino que en ningún caso se trata de
    excepciones.

    Más aún análisis del Banco Mundial
    publicados en Global Economic Prospects 2003 han revelado
    que los tratados bilaterales de inversiones no han conducido a un
    incremento de la inversión extranjera. De manera
    complementaria en el Informe del
    Programa de
    Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Making Global Trade
    Work for People
    (2003), se señala que "no hay una
    clara correlación entre el volumen de
    inversión extranjera directa y la prosperidad del
    desarrollo."

    México en el
    NAFTA

    México ha sido el claro
    perdedor a pesar de la relativa estabilidad
    macroeconómica, condicionada por la desaceleración
    que venía viviendo la economía estadounidense a la
    que va casi el 90% de exportaciones mexicanas.

    En el aspecto económico, la
    economía mexicana apenas a crecido al 1,47% anual durante
    el TLCAN, inferior a cualquier período previo a 1982 en
    que se inicia la aplicación de las recetas neoliberales y
    atrás de otros 15 países
    latinoamericanos.

    Este pobre crecimiento se hace con
    un enorme costo de agotamiento y degradación ambiental
    que, en promedio anual durante el TLCAN, oficialmente se calcula
    en 10.62% del PIB. Ello
    significa decrecimiento de 4.22% del Producto Interno
    Bruto Ecológico por habitante, de acuerdo a
    información del oficial Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). El contenido mexicano
    en la manufactura no
    maquiladora cayó del 91 al 37%.

    De la misma fuente se conoce que
    todos los indicadores
    ambientales relacionados con deterioro y contaminación de suelo, agua y
    aire empeoraron en el período, con la excepción de
    promedio de deforestación y de cambio del uso del
    suelo.

    Contra lo ofrecido de que acuerdos
    de este tipo ayudan a obligar a los Estados a la
    protección ambiental, México ha visto reducirse
    ligeramente la inversión en protección ambiental y
    reposición del deterioro de recursos
    naturales, por debajo del 3% de los costos de la
    degradación ambiental producida.

    Estos datos del Sistema de
    Cuentas
    Económicas y Ecológicas de México, 1988-1999
    del INEGI desafortunadamente no incluyen los impactos sobre todos
    los recursos
    naturales, ni de todas las actividades económicas. "Omite
    claramente la evaluación
    del impacto del transporte, y el de la industria
    manufacturera (incluyendo a la maquila) la de mayores tasas de
    crecimiento y productora de desechos tóxicos y peligrosos.
    No obstante esta importantísima omisión, las cifras
    muestran un cuadro sólido de la insustentabilidad del
    modelo
    instrumentado en México, antes y después del TLCAN,
    así como de la magnitud del reto ambiental que
    México enfrenta para recuperar su viabilidad como nación".

    En cuanto al tratamiento de
    disputas comerciales, es famoso el depósito de residuos
    tóxicos de Metalclad Corporation en
    Guadalcázar, San Luis Potosí, que pasó de
    ser la primera inversión modelo del TLCAN al primer juicio
    contra el gobierno mexicano cuando el Municipio procuró
    fijar normas ambientales. El Tribunal del Centro Internacional
    para la Resolución de Disputas en Inversión
    estableció que las normas ambientales eran barreras
    inadmisibles y fijó que el Estado de México debe
    pagar a la empresa
    más de 16 millones de dólares más intereses.
    El precedente, es claro: los intereses de las empresas
    extranjeras se ponen por encima de las leyes nacionales y de la
    salud de sus habitantes y el supuesto mantenimiento
    de las leyes ambientales nacionales resulta en una burla
    completa.

    Chile y la apertura de
    más tiempo en el
    continente

    Si bien en Chile apenas
    entró el TLC en vigencia en el pasado 1 de enero, por lo
    que no se tienen datos de sus efectos directos, es sin duda uno
    de los países de la región con mayor y más
    viejo aperturismo al comercio internacional. En su
    negociación, ciertamente presentaron más interés en
    la incorporación de lo ambiental, pero en esencia es el
    mismo modelo del TLCAN.

    La investigadora Sara
    Larraín, del Programa Chile Sustentable señala que
    "Hoy día es constatable, por cualquier organización ciudadana en el continente y
    por cualquier comisión gubernamental o empresarial, que la
    apertura comercial hasta ahora -incluso en el caso de Chile que
    lleva una apertura de casi dos décadas- no ha orientado a
    nuestros países hacia los objetivos del
    desarrollo sustentable, sino al contrario mas bien ha contribuido
    a alejarnos de su implementación".

    Chile puede mostrar un crecimiento
    económico importante, pero ha mantenido y ha empeorado
    indicadores de la injusta distribución de la riqueza,
    añadiendo que para un amplio espectro del sector
    empresarial la poca protección ambiental es considerada
    una ventaja comparativa para las exportaciones. De hecho, el
    libre comercio condujo a que las empresas eléctricas
    prefirieran lo que les era más rentable antes que brindar
    seguridad en el suministro y hoy enfrenten una crisis
    energética debido a la alta concentración tanto en
    empresas como en fuentes
    energéticas.

    El TLC con
    Centroamérica

    El recientemente firmado TLC entre
    Estados Unidos y varios países centroamericanos (CAFTA por sus
    siglas en Inglés). Su texto conforma
    lo que USA plantea ahora a los países andinos y no es
    más que el mismo,con pequeñas reformas, firmado con
    Chile.

    El CAFTA posee un capítulo
    ambiental cuya finalidad es señalar que no se usará
    la reducción de políticas ambientales para bajar
    costos de
    producción. La definición que se presenta es la
    siguiente:

    "legislación ambiental
    significa cualquier ley o regulación de una Parte, o
    disposiciones de las mismas, cuyo propósito principal
    sea la protección del medio ambiente o la
    prevención de algún peligro contra la vida o
    salud humana, animal o vegetal mediante

    a) la prevención,
    reducción o control de una fuga, descarga o
    emisión de contaminantes ambientales;

    (b) el control de sustancias
    ambientalmente peligrosas o químicos tóxicos,
    sustancias, materiales y
    desechos y la diseminación de información
    relacionada con ello; o

    (c) la protección o
    conservación de la flora y fauna silvestres,
    incluyendo las especies en peligro de extinción, su
    hábitat y las áreas naturales bajo
    protección especial".

    Obsérvese que se restringe
    gravemente el ámbito de lo que se entiende por
    legislación ambiental con respecto a nuestra propia
    normativa legal que abarca cuestiones tan importantes
    como:

    a) Normativas contra las diversas
    formas de contaminación entendida de una manera mucho
    más amplia que la propuesta en el CAFTA;

    b) Criterios para el ordenamiento
    territorial;

    c) Criterios para determinar
    áreas silvestres protegidas

    d) Protección de recursos
    marinos, costeros y humedales

    e) Soberanía sobre
    diversidad biológica

    f) Conservación,
    protección y administración de los recursos
    forestales;

    g) Gestión
    de los recursos naturales;

    Peor aún es encontrar las
    exclusiones que realiza el texto:

    "…no incluye
    ningún estatuto o regulación, o ninguna
    disposición en las mismas, relacionadas directamente a
    la seguridad o salud de los trabajadores."

    "Para mayor certeza,
    legislación ambiental no incluye ninguna ley ni
    reglamento, o disposición de éstas cuyo
    propósito principal sea la administración de la recolección o
    explotación comercial de recursos naturales, ni la
    recolección de recursos naturales con propósitos
    de subsistencia o recolección indígena, de
    recursos naturales;"

    Quedan por fuera, entonces,
    asuntos sociales y ambientales muy importantes y todo lo que
    tenga que ver con explotación de recursos
    (mañosamente se pone en el mismo plano el tema de la
    subsistencia indígena). Esto último deja por fuera
    la misma Ley Forestal, la Ley de
    Hidrocarburos, recursos como aguay suelos y, dado
    que no está definida con claridad que son recursos, pues
    allí podría fácilmente incluirse la misma
    biodiversidad.

    Complementariamente, no se
    reconoce el carácter progresivo de los derechos humanos
    y el Derecho a un Ambiente Sano y Ecológicamente
    Equilibrado es uno de ellos. Por tanto, cualquier medida que
    profundice la protección ambiental de un país,
    puede ser considerada como una manera de dañar las
    posibilidades ganancia de un inversionista, por lo que entra en
    la categoría de "confiscación
    indirecta".

    En el Artículo 17.4 del
    CAFTA sobre Mecanismos Voluntarios para Mejorar el Desempeño Ambiental, se reconocen incentivos a las
    empresas como la forma privilegiada de mejorar el
    desempeño ambiental, pero no se establecen sino un
    lenguaje
    ambiguo que da a entender que los incentivos reemplazarán
    a la actitud
    responsable que corresponde a todos, incluidos los inversionistas
    y empresarios.

    4.- Temas básicos de discusión y
    posicionamiento

    En el informe de la reunión
    de ministros de comercio exterior de las Américas
    (Toronto, 2001) se señala que "algunos de los aportes
    hechos "propugnaron la inclusión de los temas ambientales
    en el marco del ALCA", señalando en particular el impacto
    ambiental del ALCA, pidiendo que las normas ambientales no se
    redujeran con el fin de atraer inversiones u obtener ventajas
    comparativas y planteando recomendaciones de procedimiento.
    Otros aportes hicieron hincapié en la preocupación
    de que "la inclusión de las cuestiones ambientales en el
    ALCA retrasara el progreso en otros aspectos comerciales, en
    particular, sin se emplearan las sanciones comerciales para hacer
    cumplir las normas ambientales". Algunos de los aportes
    realizados sugirieron que los temas ambientales "debían
    manejarse de manera totalmente independiente de las discusiones
    sobre comercio" y otros subrayaron que "la mayor prosperidad
    derivada de la liberalización del comercio
    generaría los recursos necesarios para proteger el medio
    ambiente". Y, en lo que concierne al desarrollo
    sostenible, algunos aportes estuvieron a favor de que "fuera
    uno de los principios esenciales del ALCA".

    Esta disparidad de criterios se
    vería alivianada en la reunión realizada en
    Quito (2002)
    tras la que la declaración firmada por los ministros dice:
    "rechazamos el uso de normas medioambientales y laborales con
    fines proteccionistas. Muchos Ministros reconocieron que las
    cuestiones medioambientales y laborales no deberían se
    invocadas como condicionamientos ni sometidas a disciplinas cuyo
    incumplimiento esté sujeto a restricciones o sanciones
    comerciales".

    ¿Cuál es entonces la
    relación entre ambiente y desarrollo? ¿Cómo
    dirigirse a un modelo de desarrollo sustentable si se
    continúa concibiendo que lo ambiental es accesorio al
    comercio?

    Integración sí.
    Pero, ¿cuál?

    Lo primero es aceptar que el
    comercio es un mecanismo que puede contribuir a la integración regional, pero no es suficiente
    y ni siquiera la base de una integración entre iguales. En
    un ejemplo muy elemental pero que puede ser ilustrativo, digamos
    que quién tiene una pequeña tienda de abarrotes
    puede tener libre comercio con la más grande transnacional
    de refrescos, sin que eso, en lo más mínimo, le
    integre con los dueños de la transnacional y los lleve a
    compartir algo.

    En otras palabras, lo que
    requerimos es una integración con base en la solidaridad, el
    respeto a las
    autonomías nacionales, sin homogenización cultural
    ni incremento de la destrucción ambiental. El comercio
    internacional, entonces, no es ni el punto de partida y menos el
    de llegada, sino un instrumento que debería ser
    visualizado en una perspectiva más
    amplia.

    Lo mismo puede decirse que en
    cuanto a que el comercio es también un instrumento de
    desarrollo pero no un fin en sí mismo. Por tanto, para
    impulsar modelos de
    desarrollo sustentables, lo determinante debe ser esta propuesta
    y no la relación comercial que debe ser coherente con la
    misma.

    El estudio de un modelo
    disimulación de las distintas opciones de aperturismo
    comercial lleva a concluir que: "el Área de Libre Comercio
    Sudamericana (ALCSA), un acuerdo Sur-Sur, genera unas ganancias
    económicas modestas para los países miembros, pero
    su efecto puede considerarse más bien desde el punto de
    vista estratégico y político de los países
    sudamericanos". En el cálculo
    económico, este acuerdo suramericano haría aumentar
    las exportaciones regionales en un 7% mientras que el TLC entre
    los países andinos y Estados Unidos permitiría un
    máximo de 3,6% de crecimiento.

    Leyes nacionales vs. libre
    comercio

    En los TLC, las normas impuestas
    por la OMC y el borrador del ALCA se va construyendo una
    situación cercana al pretendido Acuerdo Multilateral de
    Inversiones (AMI), que no fuera aprobado por la oposición
    de los pueblos, incluso en los países desarrollados, pero
    que se resumía en dar todo el poder a las
    transnacionales. En las distintas disputas, a las que se tiene
    como puntos de referencia, se encuentra que los intereses de los
    dueños de una empresa se
    ponen a la misma altura que los de un país entero, que se
    superpone el interés empresarial sobre el de la salud y el
    ambiente (medicinas SIDA,
    transgénicos, etc.) y que los "tribunales" o centros de
    resolución de controversias están inclinados
    ideológica y numéricamente a favor de la
    empresa.

    La injusticia institucionalizada
    en los tribunales de arbitraje puede
    graficarse en la demanda de la transnacional Betchel contra
    Bolivia cuando
    debió dejar el negocio del agua privatizada en Cochabamba
    (tras un gran levantamiento popular), el tribunal de arbitraje se
    armó con un miembro elegido por la empresa, otro por
    Bolivia y, como las partes no se pusieron de acuerdo en el tercer
    nombre, el tercer miembro fue definido por el Banco Mundial, que
    es la instancia que impulsó la privatización. En pocas palabras, antes de
    empezar son dos contra uno.

    Complementariamente se impone el
    trato nacional a las mercancías y servicios extranjeros, a
    los inversionistas extranjeros y a sus inversiones, con lo que se
    pierden oportunidades de aprovechar en función
    del desarrollo y dentro de esquemas lógicos y justos para
    las partes, de aprovechar la presencia de esa empresa
    internacional. La protección a la producción
    propia, especialmente comunitaria y de pequeñas o medianas
    empresas, desaparece. Sin embargo, en momentos adecuados
    convierten a una empresa nacional en internacional para proceder
    a la mediación de intereses en la OMC, como es el caso de
    Termorío en Colombia.

    Integración en estas
    condiciones más parece recolonización y por ello es
    que las leyes nacionales de protección ambiental, aunque
    se diga lo contrario en los textos y en las demandas extranjeras,
    se van debilitando y van convirtiéndose en leyes de
    comercio ambiental.

    El peligro aumenta porque se
    debilita la capacidad de aplicar las normas de un Acuerdo
    Multilateral sobre Medio Ambiente (AMUMA) a las negociaciones con
    un Estado que no las firmó. Por el contrario, y
    considerando precisamente que Estados Unidos se caracteriza por
    no firmar la mayoría de AMUMAs, debería quedar en
    claro que las medidas comerciales impuestas por un país
    que suscribió un AMUMA, respecto de otro que no lo
    suscribió, no pueden ser consideradas como un medio de
    discriminación arbitrario o injustificable
    o como una restricción encubierta al comercio
    internacional. Caso contrario, en buena medida el TLC
    significará anular o al menos reformar gravemente nuestros
    compromisos ambientales internacionales y dejar en pié
    solo aquellos firmados por los dos
    países.

    Como elemento adicional hay que
    considerar que Estados Unidos es uno de los países que
    menos AMUMAs ha firmado. En particular se ha negado a firmar el
    Protocolo de Kioto y la Convención de Diversidad
    Biológica, instrumentos de mucha importancia para los
    países andinos que forman parte de los 17 megadiversos del
    mundo. La Estrategia Andina
    de Biodiversidad de manera específica ha sido atacada por
    el Departamento de Estado norteamericano.

    Todo esto pone en riesgo los
    efectos que para nuestros países tienen los Acuerdos
    Multilaterales de Medio Ambiente, los que no pueden ser impuestos a
    países no firmantes y, como se verá más
    adelante, aunque sean considerados parte de la legislación
    nacional corren grandes riesgos de ser
    desconocidos.

    Sin duda, es indispensable
    mantener la supremacía de la Constitución Nacional
    y la vigencia plena de nuestra legislación relacionada o
    directamente ambiental, como paso previo a cualquier
    integración. Y ello incluye el cumplimiento de los AMUMAS
    suscritos por el Ecuador y con os que tiene compromiso
    internacional.

    Costos ambientales del libre
    comercio

    Moviéndonos con desagrado
    en la paradoja de que la vida no tiene precio y sin
    embargo hay que ponerle un valor
    comercial para que entre los economistas neoliberales se entienda
    su importancia, es necesario entonces proceder a determinar los
    costos ambientales que el libre comercio traerá, para
    poder estimar entonces que vale o no vale la pena
    aceptar.

    Hoy por hoy, dentro de un esquema
    de TLC que entrega a países como el nuestro la tarea de
    ser productores de materia prima,
    se refuerza un extrativismo que no se detendrá en
    miramientos ambientales. ¿Es que acaso no debemos mirar
    maneras de diversificar nuestras fuentes de riquezas y en algunos
    casos pensar en la eventualidad de no producir un determinado
    producto,
    especialmente minero? La ampliación de frontera
    petrolera en este momento se muestra como otra amenaza incluso a
    lugares como el Parque Yasuní y una evaluación de
    costo beneficio seguramente nos dirá que si el Estado no
    fija siquiera el porcentaje de su participación, puede ser
    preferible no dar paso a esa ampliación.

    El extractivismo acentuado,
    promovido por la búsqueda de ampliación de
    exportaciones, es una amenaza evidente para cualquier medida
    ambiental. El interés económico inmediato no
    debería estar por encima de los requisitos
    estratégicos del desarrollo
    sustentable. Pero esta es una lógica contraria a la
    neoliberal.

    Soberanía y seguridad
    alimentaria

    En las negociaciones
    internacionales, los subsidios agrícolas han sido la mayor
    demostración de cómo los países
    desarrollados no cumplen las mismas recetas que ellos sostienen
    que nosotros debemos cumplir. El problema es que de esa manera
    pequeños y medianos productores no pueden competir con sus
    pares que, entre otras cosas, reciben en Estados Unidos subsidios
    de 20 mil dólares o más por
    año.

    Esa competencia
    desleal lleva a que, como siempre, los más fuertes
    destruyan a sus oponentes al grado de detener su capacidad
    productiva. En el caso de la agricultura,
    especialmente, pero también en ganadería
    y pesca, esto significa que se pierde soberanía y
    seguridad alimentaria. El fenómeno no es nuevo sino que se
    agudizaría como pasó con los productores de
    maíz en
    México o como el pan en el Ecuador que desde ya es
    trabajado en 90% con trigo importado.

    La soberanía alimentaria se
    relaciona también con saber mantener hábitos y
    producciones propias. La homogenización internacional en
    este campo pone en riesgo la existencia de muchas variedades de
    papas, maíz y otros, anulando los resultados de un
    conocimiento
    ancestral y de científicos locales.

    Ambiental y laboralmente corresponde
    establecer límites en
    dirección a garantizar la soberanía
    alimentaria del país. ¿Qué esas son mediadas
    proteccionistas? Y que importa si estamos hablando de la vida de
    la población. A menos que se quiera rendirse
    ante el hecho de que "Vivimos en un mundo en que es mucho
    más grave transgredir las normas del comercio que violar
    los derechos humanos", según lo expresara W.
    Allmand.

    Naturaleza para todos o
    privatizada: no solo patentes

    En la Cumbre Mundial sobre
    el Agua
    realizada en Kioto el año pasado, uno de los puntos
    más trascendentes fue el debate sobre
    propiedad
    privada y reparto de beneficios por pago de servicios
    ambientales. De manera ampliada, esta viene mostrándose
    como una de las temáticas más graves en la
    gestión de recursos naturales, incluida la biodiversidad.
    Estamos pasando de la consideración de externalidades
    económicas o costos reales a ser incorporados en las
    cifras macroeconómicas y, al mismo tiempo, a ampliar el
    régimen de propiedad privada con todos los derechos que se
    da a las empresas.

    Aquí hay dos posturas
    claramente distintas: o se admite que recursos básicos
    como el agua son bienes
    públicos de disfrute común, o se los considera
    bienes privados sometidos a las normas del mercado. Los
    resultados para la vida de las personas son radicalmente
    distintos en uno u otro caso. Y allí donde se ha
    privatizado, casi nunca puede decirse que ha mejorado el servicio.

    Uno de los mecanismos más
    perversos de privatización se da a través de la
    aplicación de los derechos de propiedad intelectual que,
    en la mayoría de los casos son resultado de
    biopiratería. Por un lado, se roba el
    conocimiento ancestral de nuestros pueblos, por otro se
    patentan especies animales y vegetales propias de nuestros suelos
    y por último, como en las medicinas, se hace una cadena de
    patentes para evitar que terminado el plazo normal éstas
    pasen a ser de dominio
    público.

    Pero el tema de la propiedad
    intelectual, así como muchos otros de directas
    implicaciones ambientales, se tratan en mesas diferenciadas,
    lejos de las preocupaciones ecológicas y sociales,
    convencidos de ese absurdo mil veces repetido de que son "asuntos
    técnicos y no políticos". En realidad poco importa
    el mecanismo de propiedad intelectual o la fórmula para
    valorizar los servicios ambientales, el punto de partida es
    decidir si se pone o no precio a la naturaleza, si
    se permite o no su apropiación individual, y el punto de
    llegada nunca es la aplicación fría de la
    fórmula propuesta (en la que cada quien puede fijar sus
    prioridades o ponderaciones), sino un juego de
    presiones sociales y empresariales. La política manda y lo
    técnico es lo secundario, no hay duda de
    ello.

    Los Estados Unidos exigen a los
    países andinos el reconocimiento de patentes de plantas y
    animales, los que no son ningún invento y cuya existencia
    tiene relación con poblaciones humanas ancestrales que los
    conocieron, usaron y cuidaron. Así, la apropiación
    de nuestra inmensa biodiversidad quiere garantizarse para
    pocos.

    En patentes, la ampliación
    ilegítima de tiempo de vigencia se pretende en Ecuador
    mediante un reglamento que no solo les otorga 5 años
    más de monopolio,
    sino que liga este mismo al registro
    sanitario, imposibilitando la producción de
    genéricos en pequeñas y medianas industrias
    nacionales. Las empresas quebrarán, pero lo más
    grave es que si ahora tan sólo el 21% de la
    población ecuatoriana tiene acceso a las medicinas, ese
    porcentaje decaerá en un grave desmedro a la salud como
    derecho humano.

    En Centroamérica, mediante
    el CAFTA, basta que un producto no haya sido registrado en un
    país para que se lo considere nuevo allí y empiece
    entonces el ciclo de 20 años de monopolio que otorga una
    patente. De esta manera, la propiedad pretende eternizarse,
    garantizarán el negocio por encima de las necesidades
    humanas y defenderán elementos naturales siempre y cuando
    permitan lucro económico.

    Bioseguridad y
    Transgénicos

    Fundado en el principio
    precautorio, el Convenio de Bioseguridad tiende a ser conflictivo
    para los intereses comerciales. Como resultado de la
    presión intensa que ejerció Estados Unidos en las
    negociaciones, el acuerdo final incluye formulaciones
    contradictorias acerca de la relación entre dicho tratado
    y la OMC: por un lado afirma que el protocolo no debe aplicarse a
    los derechos y obligaciones
    vigentes bajo otros acuerdos existentes, pero el texto
    también dice que con esto "no se pretende subordinar este
    protocolo a otros acuerdos internacionales".

    La vigencia misma del principio
    precautorio (o precautelatorio), garantizado por demás en
    el inciso segundo del artículo 91 de nuestra
    Constitución Política está en juego. Ello
    posibilitaría no solo el ingreso de transgénicos
    (que Estados Unidos no desea ni siquiera etiquetarlos para
    conocimiento del consumidor), sino
    cualquier forma productiva contaminante y el uso de cualquier
    nuevo producto riesgoso, bajo decisión de los
    dueños de la empresa, pero sin posibilidades de que el
    Estado pueda impedirlo ni tenga los instrumentos legales para
    hacerlo.

    Si el principio precautorio no se
    aplica, es fácil entender que se pierde la capacidad de
    prevenir posibles daños ambientales y ya sabemos que curar
    es más costoso, difícil que
    prevenir.

    El hecho es que ante el
    interés de ganancias empresariales nunca sobran mediadas
    de prevención, como lo demostró el caso del
    maiz
    transgénico Starlink, que no era apto para consumo humano,
    pero que se lo vendió al público entre 2000 y 2001
    en múltiples productos alimenticios. Un año
    más tarde, fue encontrado en Japón
    en un embarque de maíz procedente de Estados Unidos.
    Alguien no quiso perder su ganancia y lo había embarcado
    con otra etiqueta.

    El modelo de
    desarrollo

    Debe mencionárselo una vez
    más, porque el ambientalismo hoy no puede dejar de lado
    que el destino del mundo y de la humanidad depende del manejo del
    poder político, económico y militar a escala
    internacional y nacional y que ello va a determinar el tipo de
    modelo de desarrollo. Si queremos encaminarnos hacia la
    sustentabilidad ambiental, que incluye necesariamente la justicia
    social, hay que tomar posición sobre esas
    problemáticas.

    El poder en manos de
    transnacionales y Estados que las representan, trae consigo
    destrucción ambiental, empobrecimiento para millones e
    incremento de las diferencias sociales. Una negociación en
    ese marco no permite una adecuada defensa de los intereses
    nacionales ni de la calidad
    ambiental. Menos cuando se pretende que las normas ambientales
    del TLC se pongan por encima del resto de nuestra
    legislación y menos aún cuando la contraparte,
    Estados Unidos, ha demostrado rechazo a los principales acuerdos
    ambientales internacionales.

    5.- A modo de
    conclusión

    Ambiente y comercio tienen una
    relación vieja. Los primeros productos sometidos al cambio
    y trueque fueron alimentos y
    productos originados en el ambiente. La historia de esta
    relación demuestra que no se trata de temas opuestos en
    sí mismos.

    Lo que está opuesto es el
    afán de lucro privado, más en medio de una competitividad
    que privilegia la cantidad de productos pero no la manera de
    obtenerlos, con el interés ético y solidario de
    conservar la naturaleza para el disfrute común hoy y para
    las futuras generaciones.

    Esa posición nos
    orientaría sobre cuándo, cómo y con
    quiénes negociar para sostener nuestra responsabilidad
    ambiental internacional en el marco de una soberanía clara
    y digna. Y se es soberano o no se lo es, por eso no resultan
    admisibles planteamientos como los de una "soberanía
    limitada" u otros afines, utilizados para justificar cada tema en
    el que se hace concesiones poco defendibles frente al capital
    extranjero.

    Para mantener una posición
    de país de esta naturaleza, hay que empezar por considerar
    que el TLC no es inevitable y, tal como están dadas las
    cosas, no es la mejor vía para el desarrollo. No solo que
    no ampliará mayormente el número de productos de
    exportación, sino que por sí mismo tampoco dice
    nada sobre la manera de repartir los beneficios, que por las
    experiencias de otros países, no son repartidos. En el
    nuestro, vale recordar solo el caso del IVA petrolero
    que las empresas no desean pagar por lo que colocaron como
    gastos de
    inversión productiva fiestas, licores, lavado en seco de
    ropa y muchas más cosas que nada tienen que ver con la
    producción.

    El temor a vernos inmersos en este
    esquema de libre comercio, crece cuando se recuerdan las frases
    de algunos personajes representativos de Estados Unidos. Veamos
    las opiniones de tres de ellos:

    1. Henry Kissinger, ex Secretario
      de Estado estadounidense señaló que la globalización "en realidad es otro nombre
      para el papel dominante de Estados Unidos".
    2. El actual Secretario de Estado,
      Colin Powell, afirma: "Nuestro objetivo con
      el ALCA es garantizar para las empresas norteamericanas el
      control de un territorio que va del Polo Ártico hasta la
      Antártica, y libre acceso, sin
      ningún obstáculo o dificultad, a nuestros
      productos, servicios, tecnología y capital en todo el
      Hemisferio".
    3. Y sobre las negociaciones bilaterales
      para los TLC con Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia,
      Robert B. Zoellick (Representante Comercial de Estados Unidos)
      escribiría el 18 de noviembre de 2003 en comunicación dirigida al Presidente de la
      Cámara de Representantes de los Estados Unidos que: "Un
      ALC con los países Andinos ayudaría a promover la
      integración
      económica entre los cuatro países Andinos. Al
      mismo tiempo brindaría oportunidades de
      exportación para los proveedores de productos
      agrícolas, industriales y de servicios de EE.UU.
      Serviría como un complemento natural al Plan Colombia,
      al que el Congreso ha dado un apoyo significativo a lo largo de
      los años".

    Con estas "confesiones de parte"
    queda a la luz que
    más que otra cosa, las referencias a los temas ambientales
    son un adorno verde a
    intenciones de otros colores.
    Nótese además, como si fuera poco, la disparidad
    jurídica. Para nosotros es un Tratado de Libre
    Comercio, mientras para ellos es un Acuerdo de Libre
    Comercio (ALC), algo que en base al principio de reciprocidad en
    relaciones
    internacionales resulta inadmisible.

    Con todo ello vale pensar decir NO
    a la negociación del TLC, primero en reforzar la
    integración andina y con otros países y bloques de
    la región, como el MERCOSUR. Y si se
    insiste en continuar el tratamiento del TLC, pues que se cumpla
    con la obligación de dar información plena a la
    ciudadanía y proceder a un plebiscito, pues
    eso es lo que corresponde ante una negociación que
    trastocará nuestras leyes y principios de
    convivencia.

     

     

    Edgar Isch
    López

    Ex-Ministro del Ambiente del
    Ecuador. Docente universitario y autor de varias obras
    relacionadas a temas sociales y ambientales.

    Quito, agosto de
    2004.

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