Cristianismo, religión
monoteísta basada en las enseñanzas de Jesucristo
según se recogen en los Evangelios, que ha marcado
profundamente la cultura
occidental y es actualmente la más extendida del mundo.
Está ampliamente presente en todos los continentes del
globo y la profesan más de 1.700 millones de
personas.
El cristianismo,
en muchos sentidos y como cualquier otro sistema de
creencias y de valores, se
comprende sólo desde "el interior" entre aquellos que
comparten la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con
esos valores. Cualquier descripción de la religión que
ignorara estas concepciones internas, no sería fiel en el
orden histórico. Sin embargo, un aspecto que los que
profesan esta fe no reconocen por regla general es que semejante
sistema de creencias y de valores también puede ser
descrito de una forma que tenga sentido para un observador
interesado, aunque no comparta, o no pueda compartir, su punto de
vista.
Una comunidad, un
modo de vida, un sistema de creencias, una observancia
litúrgica, una tradición; el cristianismo es todo
eso y más. Cada uno de estos aspectos del cristianismo
tiene afinidades con otras creencias, aunque cada una de
éstas también muestra
señas particulares, consecuencia de su origen y evolución. Teniendo en cuenta esto, es una
ayuda, y de hecho se hace inevitable, estudiar las ideas e
instituciones
del cristianismo de forma comparativa, relacionándolas con
las afinidades que tienen con otras religiones. Sin embargo,
resulta asimismo importante el estudio de los rasgos distintivos
que son exclusivos del cristianismo.
2.1 Principales enseñanzas
Un fenómeno tan complejo y vital como el
cristianismo resulta más fácil describirlo desde
una perspectiva histórica que definirlo de una forma
lógica,
aunque esta descripción histórica incluya
concepciones interiorizadas por los creyentes y que son
también características esenciales de la
religión. Uno de los elementos esenciales lo constituye el
protagonismo de la figura de Jesucristo. Ese protagonismo es, de
uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes
históricas de la creencia y práctica del
cristianismo. Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo
sobre la comprensión ni sobre la definición de
qué es lo que hace que Cristo sea tan
característico y único. Desde luego, todos
coinciden en que su vida y su ejemplo deberían ser
seguidos y que sus enseñanzas referentes al amor y a la
fraternidad deberían sentar las bases de todas las
relaciones
humanas. Gran parte de sus enseñanzas encuentran su
equivalencia en la predicación de los rabinos,
después de todo Jesús era uno de ellos, o en las
enseñanzas de Sócrates y
de Confucio. En las enseñanzas del cristianismo,
Jesús no puede ser menos que el supremo predicador y
ejemplo de vida moral, pero,
para la mayoría de los cristianos, eso, por sí
mismo, no hace justicia al
significado de su vida y obra.
Todas las referencias históricas que se tienen de
Jesús se encuentran en los Evangelios, parte del Nuevo
Testamento englobada en la Biblia. Otros libros del
Nuevo Testamento resumen las creencias de la Iglesia
cristiana primitiva. Tanto san Pablo como otros autores de las
Sagradas Escrituras creían que Jesús fue el
revelador no sólo de la vida humana en su máxima
perfección, sino también de la realidad divina en
sí misma. Veáse también
Cristología.
El misterio fundamental del Universo, llamado
de muchas formas en las distintas religiones, en
palabras de Jesús se llamaba "Padre", y por eso los
cristianos llaman a Jesús, "Hijo de Dios". En todo caso,
tanto en su lenguaje como
en su vida, existía una profunda intimidad con Dios y un
anhelo por acceder a Él, así como la promesa de
que, a través de todo lo que Jesús fue e hizo, sus
seguidores podrían participar en la vida del Padre en el
cielo y podrían hacerse hijos de Dios. La
crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que
los primeros cristianos se refieren cuando hablan de Él
como de aquel que reconcilió a la humanidad con Dios,
hicieron de la cruz el principal centro de atención de la fe y devoción
cristianas, y el símbolo más importante del amor
salvador de Dios Padre.
En el Nuevo Testamento, y por lo tanto en la doctrina
cristiana, este amor es el atributo más importante de
Dios. Los cristianos enseñan que Dios es omnipotente en su
dominio sobre
todo lo que está en la tierra y en
el cielo, recto a la hora de juzgar lo bueno y lo malo, se
encuentra más allá del tiempo, del
espacio y del cambio, pero
sobre todo enseñan que "Dios es amor". La creación
del mundo a partir de la nada así como de la especie
humana fueron expresiones de ese amor, como también lo fue
la venida de Jesús a la Tierra. La
manifestación clásica de esta confianza en el amor de
Dios viene dada por las palabras de Jesús en el llamado
Sermón de la Montaña: "Mirad cómo las
aves del cielo
no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros
más que ellas?" (Mat. 6,26). Los primeros cristianos
descubrían en estas palabras una demostración de la
privilegiada posición que tienen los hombres y las mujeres
por ser hijos de un padre celestial como Él, y del lugar
aún más especial que ocupa Cristo. Esa
posición de excepción llevó a que las
primeras generaciones de creyentes le otorgaran la misma
categoría que al Padre, y a que más tarde
utilizaran la expresión "el Espíritu
Santo, a quien el Padre envió en el nombre de Cristo",
como parte de la fórmula que se utiliza en la
administración del bautismo y en los diversos credos
de los primeros siglos. Después de numerosas controversias
y reflexiones, aquella expresión se transformó en
la doctrina de Dios como Santísima Trinidad. Veáse
también Espíritu Santo.
Desde un principio, el camino para iniciarse en el
cristianismo ha sido el bautismo "en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo" o a veces, más
simplemente, "en el nombre de Cristo". En un comienzo, parece ser
que el bautismo le era administrado sobre todo a los adultos,
después de haber hecho manifiesta su fe y de haber
prometido corregir sus vidas. La práctica del bautismo se
generalizó más al extenderse también a los
niños.
Otro rito que es aceptado por todos los cristianos es el de la
eucaristía o cena del Señor, en la que se comparten
pan y vino, expresando y reconociendo así la realidad de
la presencia de Cristo, tal como se conmemora en la
comunión de unos con otros en la misa. La forma que fue
adquiriendo la eucaristía a medida
que evolucionó fue la de una cuidada ceremonia de
consagración y de adoración, a partir de textos
eucarísticos escritos sobre todo en los primeros siglos
del cristianismo. La eucaristía también se ha
transformado en uno de los principales motivos de conflicto
entre las distintas iglesias cristianas, pues no todas
están de acuerdo con la presencia de Cristo en el pan y en
el vino consagrados y con el efecto que produce esta presencia en
los que lo reciben. Veáse también Liturgia; Misa;
Partes musicales de la misa.
La comunidad cristiana misma, es decir, la Iglesia, es
otro componente fundamental dentro de la fe y las
prácticas del cristianismo. Algunos estudiosos cuestionan
el hecho de que se pretenda asumir que Jesús
intentó fundar una iglesia (la palabra iglesia se menciona
sólo dos veces en los Evangelios), pero sus seguidores
siempre estuvieron convencidos de que su promesa de estar con
ellos "siempre, hasta el fin de los días" se hizo realidad
mediante su "cuerpo místico en la tierra", es decir, la
santa Iglesia católica (universal). La relación que
mantiene esta santa Iglesia universal con las distintas organizaciones
eclesiásticas que existen por toda la cristiandad es la
causa de las principales divisiones entre ellas. El catolicismo
ha tendido a equiparar su propia estructura
institucional con la Iglesia universal, mientras que algunos
grupos
protestantes extremistas han estado prontos
a reclamar que ellos, y sólo ellos, representan la
verdadera Iglesia visible. Sin embargo, cada vez un mayor
número de cristianos de todos los sectores han comenzado a
reconocer que no existe un único grupo que
tenga el derecho de apropiarse el concepto de
Iglesia, y han empezado más bien a trabajar para lograr la
unión de todos los cristianos. Véase Movimiento
ecuménico; Protestantismo; Iglesia católica
apostólica romana.
2.2 Culto
Cualquiera que sea su organización institucional, la comunidad de
fe dentro de la Iglesia es la primera condición para
proceder al culto cristiano. Todos los cristianos de las
distintas tradiciones han subrayado el papel trascendente de la
devoción y de la oración individual, tal y como lo
indicó Jesús. Pero él también
instituyó una oración universal, el Padrenuestro,
cuyas primeras palabras subrayan la naturaleza y
el sentido de comunidad que tiene el culto: "Padre Nuestro que
estás en el cielo". A partir del Nuevo Testamento, se
estableció que el día que toda la comunidad
cristiana destinaría a la adoración sería
"el primer día de la semana", el domingo, en
conmemoración de la resurrección de Cristo. Lo
mismo que el shabat judío, el domingo se destina al
descanso. También es el día en que los creyentes se
reúnen para oír la lectura y
la predicación de la palabra de Dios recogida en la
Biblia, para participar en los sacramentos y para rezar, alabar
al Señor y darle gracias. Las necesidades del culto en
comunidad han motivado la creación de miles de himnos,
coros y cantos, así como de música instrumental,
en especial para órgano. Desde el siglo IV, las
comunidades cristianas han edificado construcciones especiales
destinadas al culto, un hecho decisivo en la historia de la arquitectura y
del arte en general.
Véase Basílica; Iglesia (arquitectura); Arte y
arquitectura paleocristianas; Himno; Oración.
2.3 Vida cristiana
El mandato y la exhortación de la
predicación y las enseñanzas cristianas abarcan
todos los temas referentes a la doctrina y a la moral. Los
dos mandamientos más importantes del mensaje ético
de Jesús (Mt. 22,34-40) son el amor a Dios y el amor al
prójimo. La aplicación de estos mandamientos a
situaciones concretas de la vida, ya sea en el orden personal o en el
social, no genera uniformidad en el comportamiento
moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que consideran
pecaminosas las bebidas alcohólicas, pero los hay que no
opinan igual. Existen cristianos que adoptan diferentes posturas
sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de
extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de
ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquel que
participa de la llamada al servicio y a
convertirse en discípulo de Cristo. El valor
inherente a cada persona creada a
la imagen de
Dios, la santidad de la vida humana, así como el matrimonio y
la familia, el
esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque sea en un mundo
caído en la desgracia, son compromisos morales
dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin
embargo, sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen
estas normas. Ya desde
las páginas del Nuevo Testamento se hace patente que
siempre ha sido difícil la tarea de desarrollar las
implicaciones o el alcance que puede tener una ética del
amor, bajo las condiciones de la existencia cotidiana, y que en
realidad nunca ha existido una ‘época dorada’
en la que haya sucedido lo contrario.
2.4 Escatología
Sin embargo, dentro de la doctrina cristiana late la
idea de esta época de oro,
representada en la esperanza cristiana de una vida eterna.
Jesús se refirió a esta esperanza con tanta
insistencia que muchos de sus seguidores estaban a la espera del
fin del mundo de un modo declarado y abierto, pues con ese fin
sus vidas alcanzarían el reino de la eternidad. Desde el
siglo I, esta expectación creó una actitud de
flujo y reflujo, alcanzando a veces niveles de gran intensidad, y
otras veces de una aparente aceptación del mundo en sus
formas más crueles. Los credos de la Iglesia se refieren a
esta esperanza usando el lenguaje de
la resurrección, de una nueva vida, participando de la
gloria de Cristo resucitado. Teniendo estos símbolos en cuenta, el cristianismo
debería considerarse como una religión espiritual,
y en ocasiones se ha limitado exclusivamente a cumplir este
papel. Pero, a través de la historia de la Iglesia, la
esperanza cristiana también ha servido para motivar el
desarrollo de
una vida terrenal más conforme a los deseos de Dios
según fue revelado por Cristo. Veáse también
Catecismo; Escatología; Segunda venida.
Casi toda la información de la que se dispone sobre la
vida de Jesús y los orígenes del cristianismo,
proviene de aquellos que proclamaban ser sus discípulos.
Considerando que escribieron más para convencer a los
creyentes que para satisfacer la curiosidad histórica,
esta información consta por lo común de más
preguntas que respuestas, y nunca se ha podido armonizar dentro
de un coherente y satisfactorio orden cronológico. Dada la
naturaleza de las fuentes, es
imposible, excepto de un modo especulativo, distinguir entre las
enseñanzas originales de Jesús y el desarrollo que
tuvo este magisterio dentro de las primeras comunidades
cristianas.
Lo que sí se sabe es que tanto la persona como el
mensaje de Jesús de Nazaret, desde épocas muy
tempranas, logró tener seguidores que creían en
él como en un nuevo profeta. Sus palabras y hechos se
interpretan a la luz del milagro
de su resurrección. Los primeros cristianos concluyeron
que lo que Él había demostrado ser, a través
de su resurrección, ya lo debía haber sido antes,
cuando caminaba entre los habitantes de Palestina e incluso antes
de haber nacido del vientre de María de acuerdo con su
condición divina y, por tanto, eterna. Se inspiraron en el
lenguaje de las Sagradas Escrituras (la Biblia hebrea, que los
cristianos llamaron Antiguo Testamento) para componer un relato
de la realidad "siempre antigua, siempre nueva", que
habían aprendido a conocer como apóstoles de
Jesucristo. Creyendo que era deseo y mandato de Jesús el
que se unieran y formaran una nueva comunidad de lo que
aún quedaba rescatable del pueblo de Israel, estos
judíos
cristianos formaron la primera Iglesia en Jerusalén.
Consideraban que ése era el lugar más apropiado
para recibir lo prometido: el don del Espíritu Santo y de
una innovación espiritual.
3.1 Los comienzos de la Iglesia
Jerusalén era el núcleo del movimiento
cristiano; al menos lo fue hasta su destrucción a manos de
los ejércitos de Roma en el 70
d.C. Desde este centro, el cristianismo se desplazó a
otras ciudades y pueblos de Palestina, e incluso más
lejos. En un principio, la mayoría de las personas que se
unían a la nueva fe eran seguidores del judaísmo,
para quienes sus doctrinas representaban algo nuevo, no en el
sentido de algo novedoso por completo y distinto, sino en el
sentido de ser la continuación y realización de lo
que Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo
tanto, ya en un principio, el cristianismo manifestó una
relación dual con la fe judía: una relación
de continuidad y al mismo tiempo de realización, de
antítesis, y
también de afirmación. La conversión forzada
de los judíos durante la edad media y
la historia del antisemitismo
(a pesar de que los dirigentes de la Iglesia condenaban ambas
actitudes)
constituyen una prueba de que la antítesis podía
ensombrecer con facilidad a la afirmación. Sin embargo, la
ruptura con el judaísmo nunca ha sido total, sobre todo
porque la Biblia cristiana incluye muchos elementos del
judaísmo. Esto ha logrado que los cristianos no olviden
que aquel al que adoran como Señor era judío y que
el Nuevo Testamento no surgió de la nada, sino que es una
continuación del Antiguo Testamento.
Una importante causa del alejamiento del cristianismo de
sus raíces judías fue el cambio en la
composición de la Iglesia, que tuvo lugar más o
menos a fines del siglo II (es difícil precisar
cómo se produjo y en qué periodo de una forma
concreta). En un momento dado, los cristianos con un pasado no
judío comenzaron a superar en número a los
judíos cristianos. En este sentido, el trabajo del
apóstol Pablo tuvo una poderosa influencia. Pablo era
judío de nacimiento y estuvo relacionado de una forma muy
profunda con el destino del judaísmo, pero, a causa de su
conversión, se sintió el "instrumento elegido" para
difundir la palabra de Cristo a los gentiles, es
decir, a todos aquellos que no tenían un pasado
judío. Fue él quien, en sus epístolas a
varias de las primeras congregaciones cristianas, formuló
muchas de las ideas y creó la terminología que
más tarde constituirían el eje de la fe cristiana;
merece el título de primer teólogo cristiano.
Muchos teólogos posteriores basaron sus conceptos y
sistemas en sus
cartas, que
ahora están recopiladas y codificadas en el Nuevo
Testamento. Veáse también San Pablo.
De las epístolas ya consideradas y de otras
fuentes que provienen de los dos primeros siglos de nuestra era,
es posible obtener información sobre la
organización de las primeras congregaciones. Las
epístolas que Pablo habría enviado a Timoteo y a
Tito (a pesar de que muchos estudiosos actuales no se arriesgan a
afirmar que el autor de esas cartas haya sido Pablo), muestran
los comienzos de una organización basada en el traspaso
metódico del mando de la primera generación de
apóstoles, entre los que se incluye a Pablo, a sus
continuadores, los obispos. Dado el frecuente uso de
términos tales como obispo, presbítero y
diácono en los documentos, se
hace imposible la identificación de una política única
y uniforme. Hacia el siglo III se hizo general el acuerdo
respecto a la autoridad de
los obispos como continuadores de la labor de los
apóstoles. Sin embargo, este acuerdo era generalizado
sólo en los casos en que sus vidas y comportamientos
asumían las enseñanzas de los apóstoles, tal
como estaba estipulado en el Nuevo Testamento y en los principios
doctrinales que fundamentaban las diferentes comunidades
cristianas.
3.2 Concilios y credos
San Agustín San
Agustín aportó un método
sistemático de filosofía a la teología
cristiana. Enseñó retórica en las antiguas
ciudades de Cartago, Roma y Milán antes de su bautizo
cristiano en el 387. Sus discusiones sobre el
conocimiento de la verdad y la existencia de Dios se
inspiraron en la Biblia y en los filósofos de la Grecia
clásica. Gran defensor del catolicismo romano, san
Agustín desarrolló muchas de sus doctrinas mientras
intentaba resolver los conflictos
teológicos entre el donatismo y el pelagianismo, dos
movimientos heréticos cristianos.THE BETTMANN
ARCHIVE
Se hizo necesario aclarar las cuestiones doctrinales
cuando surgieron interpretaciones del mensaje de Cristo que
vendrían a considerarse erróneas. Las desviaciones
más importantes o herejías tenían que ver
con la persona de Cristo. Algunos teólogos buscaban
proteger su santidad, negando su naturaleza
humana, mientras otros buscaban proteger la fe
monoteísta, haciendo de Cristo una figura divina de rango
inferior a Dios, el Padre.
En respuesta a estas dos tendencias, en los credos
comenzó, en época muy temprana, un proceso para
especificar la condición divina de Cristo, en
relación con la divinidad del Padre. Las formulaciones
definitivas de estas relaciones se establecieron durante los
siglos IV y V, en una serie de concilios oficiales de la Iglesia;
dos de los más destacados fueron el de Nicea en el 325, y
el de Calcedonia en el 451, en los que se acuñaron las
doctrinas de la Santísima Trinidad y de la doble
naturaleza de Cristo, en la forma aún aceptada por la
mayoría de los cristianos (véase Concilio de
Calcedonia; Credo de Nicea). Para que pudieran exponerse estos
principios, el cristianismo tuvo que refinar su pensamiento y
su lenguaje, proceso en el que se fue creando una teología
filosófica, tanto en latín como en griego. Durante
más de mil años, éste fue el sistema de
pensamiento con más influencia en Europa. El
principal artífice de la teología en Occidente fue
san Agustín de
Hipona, cuya producción de textos literarios, dentro de
los que se incluyen los textos clásicos Confesiones y La
ciudad de Dios, hizo más que cualquier otro grupo de
escritos, exceptuando los autores de la Biblia, para dar forma a
este sistema.
Los modelos
éticos de la edad clásica fueron aplicados a las
clases dominantes, en especial en Grecia. Las mismas normas no se
extendieron a los no griegos, que eran llamados barbaroi
(bárbaros), un término que adquirió
connotaciones peyorativas. En cuanto a los esclavos, la actitud
hacia los mismos puede resumirse en la calificación de
‘herramientas
vivas’ que le aplicó Aristóteles. En parte debido a estas
razones, y una vez que decayeron las religiones paganas, las
filosofías contemporáneas no consiguieron
ningún refrendo popular y gran parte del atractivo del
cristianismo se explica por la extensión de la ciudadanía moral a todos, incluso a los
esclavos.
El advenimiento del cristianismo marcó una
revolución
en la ética, al introducir una concepción religiosa
de lo bueno en el pensamiento occidental. Según la idea
cristiana una persona es dependiente por entero de Dios y no
puede alcanzar la bondad por medio de la voluntad o de la
inteligencia,
sino tan sólo con la ayuda de la gracia de Dios. La
primera idea ética cristiana descansa en la regla de oro:
"Lo que quieras que los hombres te hagan a ti, házselo a
ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de amar al prójimo como a
uno mismo (Lev. 19,18) e incluso a los enemigos (Mt. 5,44), y en
las palabras de Jesús: "Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,21).
Jesús creía que el principal significado de la
ley
judía descansa en el mandamiento "amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y con
toda tu fuerza y con
toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc.
10,27).
El cristianismo primigenio realzó como virtudes
el ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el
perdón, el amor no erótico, que los
filósofos clásicos de Grecia y Roma apenas
habían considerado importantes.
10
ÉTICA DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
Uno de los puntos fuertes de la ética cristiana
fue la oposición al maniqueísmo, una
religión de origen persa que mantenía que el bien y
el mal (la luz y la sombra) eran fuerzas opuestas que luchaban
por el dominio absoluto. El maniqueísmo tuvo mucha
aceptación en los siglos III y IV d.C. San Agustín,
considerado como el fundador de la teología cristiana, fue
maniqueo en su juventud pero
abandonó este credo después de recibir la
influencia del pensamiento de Platón.
Tras su conversión al cristianismo en el 387,
intentó integrar la noción platónica con el
concepto cristiano de la bondad como un atributo de Dios, y el
pecado como la caída de Adán, de cuya culpa una
persona está redimida por la gracia de Dios. La creencia
maniqueísta en el diablo persistió, sin embargo,
como se puede ver en la convicción de san Agustín
en la maldad intrínseca de la naturaleza humana. Esta
actitud pudo reflejar su propio sentido de culpabilidad,
por los excesos que había cometido en la adolescencia y
puede justificar el énfasis que puso la primera doctrina
moral cristiana sobre la castidad y el celibato.
Durante la edad media tardía, los trabajos de
Aristóteles, a los que se pudo acceder a través de
los textos y comentarios preparados por estudiosos árabes,
tuvieron una fuerte influencia en el pensamiento europeo. Al
resaltar el conocimiento
empírico en comparación con la revelación,
el aristotelismo amenazaba la autoridad intelectual de la
Iglesia. El teólogo cristiano santo Tomás de
Aquino consiguió, sin embargo, armonizar el
aristotelismo con la autoridad católica al admitir la
verdad del sentido de la experiencia pero manteniendo que
ésta completa la verdad de la fe. La gran autoridad
intelectual de Aristóteles se puso así al servicio
de la autoridad de la Iglesia, y la lógica
aristotélica acabó por apoyar los conceptos
agustinos del pecado original y de la redención por medio
de la gracia divina. Esta síntesis
representa la esencia de la mayor obra de Tomás de
Aquino.
Renacimiento, periodo de la historia europea
caracterizado por un renovado interés
por el pasado grecorromano clásico y especialmente por su
arte. El renacimiento
comenzó en Italia en el
siglo XIV y se difundió por el resto de Europa durante los
siglos XV y XVI. En este periodo, la fragmentaria sociedad
feudal de la edad media, caracterizada por una economía
básicamente agrícola y una vida cultural e
intelectual dominada por la Iglesia, se transformó en una
sociedad dominada progresivamente por instituciones políticas
centralizadas, con una economía urbana y mercantil, en la
que se desarrolló el mecenazgo de la educación, de las
artes y de la música
El término ‘renacimiento’ lo utilizó por vez
primera en 1855 el historiador francés Jules Michelet para
referirse al "descubrimiento del mundo y del hombre" en el
siglo XVI.
ANA LILIA MEZA DIAZ
UNILA. LIC PEDAGOGIA