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Lisandro de la Torre y el Comercio de las Carnes




Enviado por balconito



    1. Hipótesis
    2. Contexto
      político-económico
    3. Pacto
      Roca-Runciman
    4. Lisandro de la
      Torre
    5. La investigación de
      las carnes
    6. La
      exposición
    7. La despedida de don
      Lisandro
    8. Conclusiones
    9. Corroboración de
      hipótesis
    10. Anexos
    11. Bibliografía

     Introducción

    Hemos seleccionado a Lisandro de la Torre y la investigación del comercio de las carnes,
    principalmente por el interés
    que nos infunde el colonialismo salvaje y la sumisión de
    aquellos argentinos con poder para
    revertir esa situación al mismo Imperio esclavista del que
    éramos peones. La vigencia de estos delicados temas es
    innegable, ya que a nuestro parecer, a través del tiempo los
    gobernantes no han adoptado políticas
    patriotas y que lamentablemente seguimos siendo peones y ahora es
    otro quien maneja el tablero mundial.

    De la Torre fue una criatura rara en su entonces y, de
    estar vivo hoy, también lo sería; porque
    tomó como filosofía de vida la verdad, la honestidad, el
    coraje y la incorruptibilidad; cualidades aparentemente olvidadas
    por los dirigentes de los últimos setenta
    años.

    En su época fue para los terratenientes y
    opositores "ese viejo rabioso que predica, desde su banca mal habida
    una ideología estúpida que nos
    pondrá en malos términos con el Reino Unido"; pero
    para el pequeño productor agropecuario y para el pueblo en
    general, "aquel que defendió su situación y luchaba
    por una Argentina pujante y progresista que pondría en su
    lugar a éstos colonialistas y a los que estén por
    venir"

    Hoy… ¿qué
    sería?

    Hipótesis

    • El pacto Roca-Runciman no solo no satisfizo las
      necesidades de la Argentina, sino que perjudicó la
      situación del país, expandiendo el alcance de los
      monopolios británicos y en detrimento de las empresas y de
      los pequeños productores nacionales.
    • Un factor que influyó en la aprobación
      de dicho convenio fue que se estableció en secreto que
      serian beneficiados los grandes productores bonaerenses, la
      oligarquía y los altos mandos del gobierno
      nacional (el ministro de Agricultura
      Luis Duhau y el ministro de Hacienda Federico Pinedo; a modo de
      ejemplo).
    • Lisandro de la Torre, a pesar del boicot y la
      ridiculización por parte de sus opositores y enemigos
      más acérrimos, continuó diligente con su
      tarea de exponer el negociado y la corrupción que rodea al comercio de las
      carnes.
    • Ramón Valdez-Cora fue contratado por los ya
      mencionados sectores perjudicados por la exposición de De la Torre, para silenciar
      al senador y desviar la atención pública del fraude de
      las carnes.

    Capitulo I

    Contexto político-
    económico

    La llegada en 1924 de los laboristas al gobierno
    inglés
    y la crisis de 1929
    de la bolsa neoyorquina anunciaban el comienzo del
    resquebrajamiento del Imperio Británico;
    entendiéndose por esto la merma de sus industrias
    metalúrgicas y textiles, y de la extracción del
    carbón, así como también su capacidad de
    consumo y la
    carga de 1 millón de desocupados.

    Las colonias británicas (de aquí en
    más "Dominios") trataron de manejar su economía con cierta
    autonomía.

    Para mantener su "imagen imperial"
    el gobierno inglés elabora en 1930 el Estatuto de
    Westminister que establecía la creación de la
    Comunidad
    Británica de Naciones o British Commonwealth of
    Nations
    , que estaba formado por el Reino Unido,
    Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica,
    Irlanda y Terranova.

    CONFERENCIA DE OTTAWA (julio de 1932)

    ¿El Imperio es sólo el territorio
    coloreado de rojo en el mapa o también aquel en que los
    intereses británicos son rotundos?

    En Argentina las inversiones
    británicas alcanzaban los 600 millones de libras (hecho
    que no ocurría en los Dominios), 25.000 Km. de
    ferrocarriles ingleses, teléfonos, obras
    hidráulicas, tranvías, estancias,
    frigoríficos, empresas navieras, etc.

    Más del 80% de la producción de carne argentina era comprada
    por el Imperio. A los miembros del Commonwealth no les
    agradó que la fidelidad brindada a la corona se les
    retribuyese prefiriendo productos
    extranjeros a los locales.

    En julio de 1932 se reunieron los delegados del Imperio
    en Ottawa con el fin de presionar para que se revierta esta
    situación.

    Lo acordado puede resumirse en tres
    directivas:

    • Habrá derechos prohibitivos a
      los productos extranjeros.
    • El Reino Unido adquirirá de preferencia la
      carne y el trigo de los Dominios.
    • Los Dominios protegerán su producción
      local con "trabas razonables" a la competencia de
      Londres.

    Lo votado en Ottawa sirvió para contentar a los
    dominios y de paso amenazar a la Argentina con agravarles la
    crisis dejándoles de comprar carne congelada o
    chilled.

    Capítulo II

    Pacto
    Roca- Runciman

    A fines de 1932 Gran Bretaña decidió
    reducir en un tercio la compra de carne congelada argentina, que
    podía reemplazarse por la de Australia, y en un 10% la
    enfriada.

    Se trataba de un punto extremadamente sensible para la
    Argentina en el ámbito económico, pero más
    por la magnitud de intereses existentes en torno a la
    exportación de carnes: productores,
    frigoríficos y empresas navieras eran capaces de presionar
    fuertemente sobre el gobierno.

    En 1933, una misión
    encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca negoció
    (por no decir suplicó) en Londres el mantenimiento
    de la cuota argentina de carne. Esto era vital para asegurar la
    credibilidad del gobierno entre los diversos sectores
    agropecuarios; y en este aspecto tuvo un éxito
    relativo: se mantendrían las condiciones de 1932 pero
    Inglaterra
    dejó la puerta abierta a eventuales reducciones futuras.
    Se limitó también el cupo que podía ser
    manejado por frigoríficos nacionales a un 15% de la
    producción total.

    No logró gran cosa en su segundo objetivo:
    aumentar la participación de los productores locales en la
    exportación, de modo de negociar en mejores
    términos con los frigoríficos.

    A cambio de
    estas pseudo-concesiones, Gran Bretaña se
    aseguró que la totalidad de las libras generadas por este
    comercio se emplearían en la propia Gran Bretaña:
    en el pago de la deuda, en la importación del carbón, material
    ferroviario o textiles y en la remisión de utilidades de
    empresas británicas. Simultáneamente, se estipulaba
    un "tratamiento benévolo" para aquellas empresas
    inglesas que estaban sumidas en dificultades
    financieras.

    El tratamiento benévolo apuntaba a reflotar
    empresas británicas en problemas: las
    ferroviarias y las de transporte
    urbano. Los ferrocarriles estaban amenazados por gastos fijos muy
    altos, una reducción general de su actividad y la
    creciente competencia del transporte automotor, estimulada por la
    sistemática construcción de caminos iniciada en
    1928.

    En todo caso, se trataba de empresas que habían
    dejado de ser rentables y que no habían hecho las
    inversiones necesarias para mantener su peso; de modo que el
    "tratamiento preferencial" sólo buscaba aumentar las
    ventajas monopólicas y retrasar su deterioro (para lo cual
    los directivos tenían una estrategia:
    "vaciar" las empresas y luego vendérselas al Estado)

    Se trataba sin duda de una indiscutible victoria para
    los británicos: en retribución del mantenimiento de
    la participación argentina en el mercado de carnes
    –un negocio en el que los británicos eran el socio
    principal- se aseguraban el cobro de los servicios de
    sus antiguas inversiones y el control de partes
    significativas de un mercado interno amenazado. La tendencia a
    las relaciones bilaterales con Gran Bretaña, insinuada en
    el Tratado D’Abernon, quedó totalmente
    asegurada.

    Pese a que los beneficios no eran parejos para todos los
    involucrados, el Tratado Roca-Runciman fue aprobado por los
    diversos grupos
    propietarios. Cuando se discutió en el Congreso, la
    oposición más consistente fue la del Partido
    Socialista y la de un partido joven denominado Partido
    Demócrata Progresista, preocupados por las repercusiones
    que estos arreglos tendrían sobre los consumidores
    locales. Sin embargo afloraron los conflictos
    entre los distintos sectores: los frigoríficos, los
    invernadores (ganaderos denominados así por proveer
    la carne para el enfriado) y el grueso de los criadores, que
    debían optar entre la exportación de carne
    congelada de menor calidad, la
    venta a los
    invernadores y el consumo interno. Los grandes invernadores,
    más estrechamente vinculados a los frigoríficos, se
    expresaban a través de la Sociedad Rural
    Argentina (S.R.A.); los criadores organizaron la
    Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La
    Pampa (CARBAP). En el debate no se
    discutieron tanto los temas del tratado como la forma en que los
    frigoríficos iban a manejar los precios
    internos, las ventajas relativas de unos productores y otros, y
    la posibilidad de que los productores participaran en su
    regulación a través de un frigorífico
    corporativo, utilizando la cuota del 15% que el tratado les
    reservaba. En 1933 se sancionó la ley que
    establecía una Junta Nacional de Carnes, destinada a
    intervenir (de manera limitada debido a la corrupción y la presión
    británica) en la regulación del mercado.

    Capitulo III

    Lisandro de la Torre

    Lisandro de la Torre nació en Rosario y
    estudió leyes en la
    Universidad de
    Buenos Aires. Miembro de la Unión Cívica Radical,
    pero abandonó el partido por diferencias
    ideológicas con sus dirigentes. Tras alejarse de las filas
    del radicalismo, fundó en 1914 el Partido Demócrata
    Progresista y se presentó como candidato presidencial en
    las elecciones de 1916 y 1931, aunque no tuvo éxito,
    logró una banca en el senado.

    Para la totalidad del oficialismo de la época era
    un concepto
    común traducir "liberalismo"
    por concesiones sin control al capital
    financiero y regalar el patrimonio
    nacional al extranjero. Le corresponde a De la Torre la enorme y
    peligrosa tarea de denunciar la "confabulación
    antiargentina" que estaba destinada a reforzar nuestro
    colonialismo. Censuró el Convenio de Londres (o Pacto
    Roca- Runciman) desde la primera hora, aunque es justo reconocer
    que en este momento hay otras voces aplicadas a la denuncia y a
    la critica. En particular, es el Partido Comunista quien se
    distingue por su constante discurso
    antiimperialista. En septiembre de 1934, el representante
    santafesino propone en la Cámara de que forma parte, el
    nombramiento de una comisión investigadora encargada de
    establecer "cuál era la situación del comercio de
    exportación de carnes argentinas y verificar si los
    precios que pagan los frigoríficos en la Argentina guardan
    relación con sus ventas en el
    exterior".

    El Senado vota la moción de don Lisandro.
    Integrante de la comisión, el líder
    rosarino impulsa la investigación con un tesón tal
    que desbarata los intentos de aquellos interesados en
    neutralizarla (la oligarquía y amplios sectores de la
    política).
    A medida que avanza en el examen de las interioridades que rodean
    el comercio de carnes, hace revelaciones extraordinarias.
    Descubre el favoritismo británico y
    político-nacional que gozan los más grandes
    estancieros bonaerenses –entre los que se encuentra en
    primer término el propio Ministro de Agricultura Luis
    Duhau- en la venta de sus novillos a los frigoríficos
    extranjeros; mientras que existían miles de
    pequeños ganaderos cuyas carnes son cotizadas a un
    precio
    inferior e injustificable. Descorre el misterio sobre las
    fabulosas ganancias que realizan esos frigoríficos
    protegidos por el Estado como
    no lo son empresas argentinas de la misma índole, las
    defraudaciones al fisco en el pago de los impuestos y, por
    ultimo, el drama de los obreros de la industria de
    la carne.

    Capitulo IV

    La investigación de las
    carnes

    En esta tarea investigadora, De la Torre –y nos
    referimos a sólo a él porque los otros miembros de
    la comisión colaboraban tímidamente, cuando
    no entorpecían el éxito de la indagación-
    choca contra la resistencia de
    los frigoríficos extranjeros a develar los documentos que
    acreditan la autenticidad de las operaciones
    registradas en los libros.

    Hablemos ahora de un buque inglés. El Norman
    Star.

    El frigorífico Anglo –uno de los tantos
    bajo la lupa de don Lisandro-, en vista de la decisión del
    senador rosarino y del contador de la comisión, Yasky, de
    averiguar que pasaba en los frigoríficos, decidió
    desprenderse de los papeles comprometedores (todos los de
    contabilidad).
    Para ello, nada mejor que suponer que se efectuaba un embarque,
    de los tantos que el frigorífico inglés
    hacía a Inglaterra, en un barco (no podía ser de
    otra manera) también inglés, y en lugar de poner
    dentro de los cajones la carne de exportación, cargarlos
    con toda la documentación y enviarla a Londres. Tres
    cargamentos ya habían sido efectuados a Fray Bentos
    (Uruguay) y se
    estaba completando el Norman Star.

    Explica Lisandro de la Torre:

    "(…) recibió la Comisión denuncias
    acerca de la destrucción y ocultación de documentos
    que debían ser presentados por las empresas con el
    propósito de sustraerlos a la investigación. Una
    denuncia concreta se refería al embarque clandestino de
    papeles y libros realizados por el frigorífico Anglo en el
    vapor Norman Star, de la Blue Star Line y al envío de tres
    remesas de libros y papeles a Fray Bentos.

    "(…) fueron descubiertos en una carbonera del vapor
    cuarenta cajones de carne cubiertos de bolsas de
    estiércol, de los cuales 21 contenían papeles y
    libros embarcados clandestinamente con el rótulo de
    corned beef"

    Después de seis meses de intensa labor, la
    Comisión formula dos informes: uno
    en mayoría y otro en minoría. Este ultimo lo firma
    De la Torre. Más severo, determinado a denunciar el
    monopolio
    ilícito de las carnes, a reducir las ganancias de los
    frigoríficos y a contemplar la situación de los
    obreros.

    El "informe De la
    Torre" establecía que:

    • A causa del convenio de Londres, la Argentina
      renunció al 85% de la cuota de carnes que importa
      Inglaterra y las reducciones arancelarias le costaron a la
      nación 15.000.000 de pesos de ese
      entonces, en los primeros cuatro meses de vigencia del
      tratado.
    • Los frigoríficos obligaban a los productores a
      venderles carne de primera calidad a precio de segunda y
      tercera, siendo ésta etiquetada y exportada nuevamente
      como de primera calidad.
    • Los productores argentinos más beneficiados
      con el Convenio fueron aquellos más allegados a
      intereses británicos o al propio gobierno nacional (el
      ejemplo más representativo de esto fue el ministro
      Duhau.)
    • El gobierno desbloqueó fondos de las empresas
      y de los comerciantes británicos por más de
      170.000.000 de pesos y para desbloquearlos, transformó
      esos valores en
      oro tomando
      a su cargo la pérdida del 25% del capital durante la
      operación.
    • Las cooperativas
      argentinas no pueden vender al exterior porque el ministro
      Duhau no entrega una cuota libre de exportación de
      carnes.
    • Los frigoríficos se quedan con todo; el
      criador gana $1,50, el invernador $3,50 y el frigorífico
      $80.
    • El gobierno protegió a los ferrocarriles
      británicos, que en su accionar no protegen la
      producción nacional, proveyéndoles de libras
      esterlinas a un valor de 15
      pesos, mientras que los importadores de artículos de
      primera necesidad pagaban de 17 a 19 pesos.

    Capítulo V

    La
    exposición

    Su exposición fue como era de esperarse:
    exhaustiva y con coraje.

    Lisandro de la Torre habla durante cinco sesiones
    consecutivas y su palabra, tomada de a pedazos por el periodismo de
    la época, resuena en las mentes del colectivo ciudadano.
    La monotonía de lo cotidiano queda interrumpida por las
    escandalosas declaraciones del senador: "¡el ministro de
    Agricultura sabotea el desarrollo de
    los productores libres en su propio beneficio!", "¡las
    empresas frigoríficas forasteras evaden impuestos e
    impiden, con el apoyo del fisco, la sobrevivencia de las empresas
    argentinas para monopolizar el comercio interno!"

    El líder rosarino destruye a lo largo de esas
    sesiones varios mitos que han
    paralizado la indignación de la gente. Con lenguaje
    sencillo, entendible para el menos culto, descubre los detalles
    de esta cuestión que funcionarios traidores enderezan en
    su provecho:

    "Los señores senadores habrán oído decir
    que el negocio de exportación es muy difícil.
    ¿A quien se lo han oído decir? A los interesados en
    que se mantengan las situaciones creadas, deseo ferviente del
    señor ministro de Agricultura en su defensa permanente del
    monopolio frigorífico.

    "Debemos tratar a Inglaterra de igual a igual, como
    tratan las naciones soberanas; podemos y debemos ofrecerle a
    Inglaterra amplias ventajas, pero si no son apreciadas y si nos
    pretende tratar como a una factoría, podemos y debemos
    tomar represalias. Hay que concluir con las humillaciones e
    injusticias prevalentes en la actualidad y hay que exigir que la
    carne argentina entre a Inglaterra, importada por argentinos,
    como el carbón de Cardiff entra a la Argentina importado
    por ingleses"

    Nunca el Parlamento argentino había sido testigo
    de una denuncia de tal magnitud. Toda la critica de Lisandro de
    la Torre se respalda en un total dominio de la
    materia y en
    información documentada y exacta. Su
    experiencia en el tema es extensa, ya que desde que iniciara sus
    faenas rurales en 1894, hasta que fuera elegido presidente de la
    Sociedad Rural de Rosario, siguió paso a paso al
    crecimiento de la industria ganadera a la que está ligado
    por inclinación e intereses (De la Torre tenía una
    estancia en Pinas, Santa Fe). Ya en 1923 había presentado
    en la Cámara de Diputados un proyecto que fue,
    en cierto modo, precursor del actual.

    La defensa el ministro de Agricultura, puesto en
    evidencia, no alcanza a destruir ni uno solo de los cargos
    formulados por el senador demócrata progresista. Entonces
    viene en su ayuda el ministro de Hacienda (Federico Pinedo), que
    se limita a responderle con palabras tajantes y definitivas, sino
    se pone a leer una novela
    desinteresándose por los ataques que el senador
    realiza.

    El clima del debate
    crece hasta la violencia. La
    opinión
    pública sigue los matices de la controversia. Desde
    luego la responsabilidad no le pertenece a don Lisandro.
    Así lo ha aclarado: "no he buscado el sensacionalismo,
    directa ni indirectamente, y si el escándalo surge de los
    actos del Poder
    Ejecutivo, no es culpa mía".

    Hasta la barra participa activamente de la
    polémica. Se encuentran en ella partidarios de los
    ministros, empleados públicos y sujetos llevados
    especialmente para hacer bullicio. A De la Torre sólo lo
    aplauden espectadores imparciales ganados por sus argumentos y
    algunos amigos de las provincias. Pero afuera está el
    pueblo inquieto e impaciente; está el país atento y
    esperanzado.

    El senador inicia su contrarréplica. Los
    ministros han deformado sus palabras y cuando él
    quería hablar, la mayoría indudablemente en su
    contra, golpeaba sus pupitres para impedir la denuncia. Es
    evidente que se confabularon en su contra en un esfuerzo para
    atenuar la resonancia de sus acusaciones.

    "He realizado una penosa tarea, y sigo adelante, solo,
    como comencé pero más fuerte que nunca, con la
    certidumbre de no haber llevado en mi espíritu otro
    incentivo que el propósito de servir a mi país,
    solo además, frente a un gobierno cuya mediocridad
    entristece."

    Una a una destruye las invenciones y falsedades con que
    los ministros han intentado cubrir su derrota. El plan de callarlo
    con golpes en los pupitres y voces elevadas ya no es eficaz en
    esta emergencia. Entonces buscan otros medios para
    enmudecer a este "gran fiscal de la
    patria". Le piden prestado a un importantísimo
    terrateniente su guardaespaldas y le dan instrucciones. En el
    tercer día de contrarréplica, apenas De la Torre
    retoma el curso de su exposición, se produce el incidente
    a propósito de una palabra empleada por el orador. Cuando
    todo indica que el debate seguirá su ritmo, interviene el
    ministro de Hacienda aludiendo provocativamente a De la Torre.
    Éste, ofendido avanza hacia la mesa de interpelaciones.
    Agredido de repente, da un paso atrás, pierde el pie y cae
    de espaldas. El senador Bordabehere (senador por Santa Fe y
    compañero de bancada de De la Torre) que, como espectador
    presencia la escena, corre a levantar al líder del
    partido. Y en medio de la confusión suenan disparos de
    revolver. Cuando se establece la calma se comprueba que el doctor
    Bordabehere, baleado por la espalda, agoniza. Nadie hubiera
    pensado hasta entonces que la oligarquía habría de
    contratar a matones para frustrar la
    interpelación.

    Apresado el victimario (Ramón
    Valdez Cora) y en una de sus ultimas presentaciones don Lisandro
    pronuncia esa frase que constituye una acusación obvia:
    "Se conoce el nombre del matador, pero hace falta conocer el
    nombre del asesino"

    La inesperada y trágica agresión corta el
    debate. Los hombres de las vacas obtienen lo que se han
    propuesto desde el primer momento: callar esa poderosa voz
    acusadora. Lisandro de la Torre renuncia a la controversia: "Para
    terminar diré que sería absurdo pensar que el
    debate del comercio de las carnes pudiera continuar con mi
    intervención, mientras subsistan en mi espíritu las
    dudas que mantengo acerca de que se trajo un guardaespaldas del
    bajo mundo, para influir sobre su resultado. Los indicios que
    existen son tan ardientes, que no me es posible prescindir de
    ellos."

    Las pruebas
    presentadas por el hombre
    demócrata progresista son irrefutables, ellas denuncian
    definitivamente la corrupción de la familia
    conservadora argentina, que para sobrevivir acepta la ayuda del
    capital extranjero. Y a pesar de que la prensa
    trató de disminuir la palabra de don Lisandro, el pueblo
    ha advertido la legítima grandeza del más alto
    orador parlamentario argentino de todos los tiempos y el
    más auténtico defensor de los intereses nacionales.
    Se encuentra rodeado del pueblo que le muestra su afecto
    e intenta llenar el vacío que le causa el escepticismo y
    la mediocridad de la política a la que le dedicó su
    vida y la muerte a
    traición de su amigo entrañable.

    Capitulo VI

    La despedida de don Lisandro

    A fines de 1938 la economía de De la Torre estaba
    en deterioro y cansado de la hipocresía del gobierno
    resuelve que no tiene justificación permanecer sin su
    adorada estancia de Pinas (perdida en el rigor de sus finanzas) y
    sin ejercer, en medio de una política corrupta, el deber
    de abogar por los intereses de su muy amada y vendida nación.

    Su despedida venía siendo planeada desde hace
    tiempo. La idea de ser consumido y purificado por el fuego era
    antigua en él. Regresar a la naturaleza en
    el viento, convertido en polvo, ceniza, átomo;
    servir de abono al crecimiento de la vida que sigue sin descanso.
    Su mayor deseo es que sus cenizas sean arrojadas al viento, pero
    piensa en sus amigos y en la misión dolorosa que les
    encarga.

    La máquina de escribir teclea y teclea. No duda
    al escribir los apellidos de los destinatarios: todos
    están en su corazón.
    Ni tampoco cuando introduce la despedida final y se permite,
    nombre de la amistad, dar el
    último encargo.

    Es cerca del mediodía, se quita el saco y cierra
    la ventana de su estudio de Esmeralda 22 en Capital Federal. El
    calendario decreta 5 de enero de 1939. Su cerebro repite
    automáticamente la fecha. Empuña el revolver y se
    sienta detrás de su escritorio; lleva la boca del
    caño a su corazón, inclina hacia arriba el arma y
    martilla con fuerza el
    gatillo. El cuerpo resbala hasta que los codos hallan apoyo en
    los brazos del sillón. La cabeza semiinclinada se recuesta
    sobre el hombro.

    Lisandro de la Torre murió el 5 de enero de
    1939.

    Conclusiones

    Lisandro de la Torre personifica la causa de los
    pequeños hacendados –que suman centenares de miles
    en toda la Republica- en contra de la de los grandes ganaderos,
    que poseen visible influencia política y se valen de ella
    para obtener favoritismos de los frigoríficos extranjeros
    a cambio de concesiones que perjudican a la economía del
    país. En síntesis:
    el líder rosarino defiende la ganadería
    argentina y su libre desarrollo trabado por las maniobras del
    monopolio. Su causa es implícitamente la de toda la
    Nación, porque favorece a los intereses generales, cuyo
    cuidado en un país semicolonial como el nuestro es de suma
    importancia para la clase obrera.
    Si se fija que la consigna de esa época era recuperar la
    economía y el espíritu de los argentinos, se ve que
    la lucha de clases se sitúa en otros términos, no
    en el simple enfrentamiento entre la burguesía y el
    proletariado, sino dándole lugar a una alianza de todos
    los sectores progresistas para llevar a cabo la revolución
    antiimperialista y la reforma
    agraria, en cuya ejecución la gente de la clase obrera
    tendría un rol dirigente.

    Lo hasta aquí señalado, son
    lamentablemente situaciones que perduran hasta la actualidad. Las
    potencias industriales nos siguen comprando materia prima
    a $1, se la llevan, la procesan y nos venden la manufactura a
    $10; cuando de hacerla aquí no sólo sería
    más barato, también se reactivaría la
    economía y se crearían puestos de trabajo.

    Es triste que desde hace tanto tiempo la Argentina
    esté en venta. No hemos sabido apreciar lo nuestro
    (nuestra fabulosa extensión de territorio, los climas, los
    suelos
    fértiles para el cultivo y la pastura, etc.); el argentino
    (de ciudad) siempre miró para afuera, Europa y
    Norteamérica, no hubo preocupación por cambiar la
    situación, crecer y desarrollarse. Cuando se está
    en el poder, se temen los cambios, se trata de dejar todo como
    está.

    Nuestra Argentina de hoy es producto de
    esa política apátrida.

    Corroboración
    de hipótesis

    • El pacto Roca-Runciman no solo no satisfizo las
      necesidades de la Argentina, sino que perjudicó la
      situación del país, expandiendo el alcance de los
      monopolios británicos y en detrimento de las empresas y
      de los pequeños productores nacionales.

    Esta hipótesis se comprueba, ya que se
    renegoció la cuota de exportación a 85% los
    frigoríficos ingleses y sólo 15% para
    frigoríficos nacionales. Debido al boicot de los
    más grandes, los productores del interior tuvieron que
    vender sus productos al mercado interno, forzados a comerciar
    en pesos y no en libras. También hay que recordar que
    ese 85% de la producción, era procesado, empaquetado y
    transportado en nuestro suelo, sin la
    intervención de empresas argentinas.

    • Un factor que influyó en la aprobación
      de dicho convenio fue que se estableció en secreto que
      serian beneficiados los grandes productores bonaerenses, la
      oligarquía y los altos mandos del gobierno nacional (el
      ministro de Agricultura Luis Duhau y el ministro de Hacienda
      Federico Pinedo; a modo de ejemplo).

    Después de desarrollar el tema, esto es
    evidente. Los únicos beneficiados fue una minoría
    de productores de la provincia de Buenos Aires (enfrentados con
    los del Litoral) quienes se asociaron con el capital extranjero
    y los niveles superiores de gobierno, cuya tarea fue la de
    negociar las condiciones del arreglo con los británicos
    y la de poner trabas a la producción
    nacional.

    • Lisandro de la Torre, a pesar del boicot y la
      ridiculización por parte de sus opositores y enemigos
      más acérrimos, continuó diligente con su
      tarea de exponer el negociado y la corrupción que rodea
      al comercio de las carnes.

    Se puede apreciar, a lo largo de todo lo explicado, el
    tesón, el coraje y el aplomo de Lisandro de la Torre. En
    su denuncia desfilaron nombres poderosos que pocos se hubieran
    atrevido a decir. Caricaturizado por sus opositores, Lisandro
    dominó los debates del Senado, sin importar las
    maniobras que se llevaran a cabo para silenciarlo hasta la
    trágica muerte del
    senador Enzo Bordabehere.

    • Ramón Valdez-Cora fue contratado por los ya
      mencionados sectores perjudicados por la exposición de
      De la Torre, para silenciar al senador y desviar la
      atención pública del fraude de las
      carnes.

    Este hecho es incuestionable. Todas las estratagemas
    del establishment habían fracasado, cada palabra
    que salía de la boca del senador rosarino los
    sumergía aún más en el escándalo.
    Era inminente amordazar a De la Torre y confundir al
    público en general. Habiendo errado el disparo, la
    oligarquía cumplió su cometido. Don Lisandro
    quedó tan devastado por la perdida de su amigo y
    compañero que, días después,
    presentó su renuncia y se mantuvo al margen de la
    política el resto de su vida.

    ANEXOS

    Fragmento del Diario de Sesiones del Honorable
    Senado de la Nación del 23 de julio de
    1935

    Señor ministro de Agricultura
    (Duhau golpeando la mesa): ¡No permito eso, señor
    Presidente!

    Señor Presidente (Bruchman): Ruego
    al señor senador que guarde estilo en sus
    expresiones.

    Doctor de la Torre: Y a lo que no es
    cierto, ¿cómo se la llama?

    Señor Presidente (Bruchman):
    Inexacto

    Señor ministro de Hacienda
    (Pinedo):
    Se llama De la Torre. (aplausos en las
    galerías)

    Doctor de la Torre: ¡El ministro de
    Hacienda dice eso porque es tan insolente como
    cobarde!

    (Suena la campana de orden)

    (A continuación el senador De la Torre y el
    señor ministro de Hacienda pronuncian palabras que no se
    pueden reproducir)

    Señor Presidente (Bruchman): Si me
    permite el señor senador, la Presidencia va
    a…

    (Hablan simultáneamente varios
    senadores)

    Señor ministro de Hacienda
    (Pinedo):
    ¡Pido la palabra para poner al embustero
    en su lugar!

    Señor Presidente (Bruchman):
    Adelante, señor ministro.

    Señor ministro de Hacienda
    (Pinedo):
    Si la dignidad y la
    honra de una persona
    estuvieran expuestas a desaparecer y a ser lastimadas por lo que
    digan irresponsables, podría ser que mi honra estuviera al
    alcance del señor senador.

    Doctor de la Torre: ¡Ya he dicho que
    es tan insolente como cobarde!

    Señor ministro de Hacienda
    (Pinedo):
    ¡Insolencia y cobardía me
    atribuye!. El senador por Santa Fe es capaz, señor
    presidente de retarme a duelo porque sabe que, por mis
    convicciones, yo no me bato.

    Doctor de la Torre (de pie y
    acercándose a la mesa de interpelaciones): ¡Y usted
    es capaz de no batirse por cobardía!

    (El doctor De la Torre se cae y se escuchan disparos
    de revolver)

    Declaraciones del senador De la Torre a la prensa
    (25 de julio de 1935)

    "(…) me había acercado a la mesa ministerial
    con el fin de oír lo que allí se decía y de
    responder a los insultos de que había sido objeto. Cuando
    me aproximé al señor ministro de Hacienda para
    discutir, sentí una mano sobre el pecho que me
    empujó violentamente hacia atrás y me hizo perder
    el equilibrio. Al
    trastabillar tropecé con uno de los escalones y caí
    sentado; inmediatamente me puse de pie y me di cuenta que el
    ministro de Agricultura era quien me había empujado.
    Según me cuentan más tarde, el senador Bordabehere
    dio unos pasos en mi dirección para ayudar a ponerme de pie y en
    ese momento mataron a Enzo (…)"

    Última carta de Lisandro
    de la Torre a sus amigos

    Queridos amigos:
    Les ruego se hagan cargo de la cremación de mi
    cadáver.
    Deseo que no haya acompañamiento público, ni
    ceremonia laica religiosa alguna, ni acceso de curiosos y
    fotógrafos a ver
    el cadáver, con excepción de las personas que
    ustedes especialmente autoricen.
    Si fuera posible, debería depositarse hoy mismo mi cuerpo
    en el Crematorio e incinerarlo mañana temprano, en
    privado. Mucha gente buena me respeta y me quiere y
    sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa.
    No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una
    vida, aún cuando sean otras las preocupaciones
    vulgares.
    Si ustedes  no lo desaprueban desearía que mis
    cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente
    de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere
    en el Universo.
    Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha
    unido. Adiós.

    Lisandro de la Torre

    Bibliografía:

    DE LA TORRE, Lisandro: Cartas Intimas. (Compilado
    por Editorial Futuro), Buenos Aires. 1959

    DE LA TORRE, Lisandro: Obras Completas.
    (Compilado por Editorial Futuro), Buenos Aires. 1955

    LARRA, Raúl: Lisandro de la Torre, el
    solitario de Pinas.
    Editorial Futuro, Buenos Aires.
    1961

    ROMERO, Luis Alberto: Breve historia
    contemporánea de la Argentina.
    Fondo de Cultura
    Económica, Buenos Aires. 1998. Cap.III

    SILBERSTEIN, Enrique: De la Torre y los
    frigoríficos.
    Centro Editor de América
    Latina, Buenos Aires. 1970

    Otras fuentes:

    "ASESINATO EN EL SENADO DE LA NACIÓN"
    (film). Dirección: JUSID, Juan José. Argentina,
    1984

     

     

     

    Autor:

    Balcone, Andrés

    Alumno en la carrera de Abogacía de la Facultad
    de Ciencias
    Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de La
    Plata, Argentina

    Fusi, Jonatan

    Alumno en la carrera de Plástica de la Facultad
    de Bellas Artes,
    Universidad Nacional de La Plata, Argentina

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