Sócrates.- Porque, ¿podrá, si
ignora la verdad sobre cada cosa, discernir si la cosa a la que
alcanza su ignorancia tiene con las demás poca o mucha
semejanza?
Fedro.- No, le será
imposible.
Sócrates.- ¿Es, pues, evidente que el
error de los que tienen opinión contraria a la verdadera
y los que engañan proviene de cierta
semejanza?
Fedro.- Sí.
Sócrates.- ¿Es aún posible que
se tenga el arte de llevar
hábilmente, dulcemente, de semejanza en semejanza, al
que escucha, de conducirle una y otra vez al error, evitando
uno mismo este error, si se ignora la existencia de cada
cosa?
Fedro.- Imposible.
Sócrates.- Luego el arte del discurso,
querido amigo, ¿qué es sino un arte
ridículo y grosero, cuando se ignora la verdad y no se
persigue sino la opinión?
Fedro.- Tal se expone, al menos, a
ser.
"Fedro", en Platón: Diálogos
(Librería Bergua, Madrid,
tomo 2, sin fecha, páginas 364-365)
Galaxianos (extraterrestres) muy desarrollados, pero de
similar origen que el del hombre en otro
lugar de la galaxia, vinieron al planeta cuando el antepasado del
ser humano actual estaba en la Edad de Piedra y se había
producido una glaciación terrena. Reinaba el caos en
nuestro astro. Los visitantes, que venían en son de
misión
civilizatoria, establecieron una base aislada y protegida,
tomaron algunos aborígenes como ayudantes y educandos y
les enseñaron parte de lo suyo. El propósito era
que aprendieran poco a poco. Un galaxiano impaciente y rebelde se
sobrepasó y les abrió los ojos de golpe.
Lógicamente, el apresuramiento provocó el fracaso
del proyecto
educativo. Los galaxianos decidieron retirarse (¿o no?),
no sin antes dejarles instrucción en un grupo de
saberes a cierta parte de los primitivos, e instalar una base
bajo el suelo de la Luna.
Lo que enseñaron los galaxianos es suficiente para que los
hombres, pasado el tiempo hasta
el presente, comiencen a parecerse a aquellos instructores en
muchas cosas, como puede ser una similar intención y
habilidad viajera interastral y civilizatoria. Los sabihondos
extraterrenos lo calcularon todo exactamente para que sucediera
en el "Signo del Acuario", en el cual se encuentra la Tierra,
según el movimiento
zodiacal, desde 1950. La base subselenita dejada por los
visitantes está por descubrirse, al parecer,
pronto.
La anterior historia es la esencia del
libro de
Sendy, más o menos desarrollada en su capítulo
XVII. La apoya en una detallada información de la actualidad sobre astronomía, astrofísica y
astronáutica a la altura de 1970, cuando escribe. Versa su
hipótesis–tesis-"verdad"
sobre la Tradición (así, con mayúscula).
Forma parte de esta la lectura del
Génesis bíblico como relato histórico hecho
por una generación posterior de la experiencia de sus
antepasados con los galaxianos, y otros textos y testimonios
esotéricos o vistos como tales, citados con
erudición por el autor. Su método es
lógico-racional.
En tanto paladín moderno de la Tradición,
Sendy emplea argumentos favoritos de ella, relacionándolos
siempre, por su utilidad para el
caso, con la cabalística hebrea, la simbología, la
numerología, el pitagorismo y otros similares, todos
emparentados por el esoterismo. Sendy se declara un "medieval",
un intérprete actual de la Tradición, en
oposición a lo que él llama el "humanismo",
que se habría adueñado de la ciencia y
la tergiversó a partir del siglo XV.
El mártir paradigmático y favorito de la
Tradición a manos de los humanistas sería Giordano
Bruno, a cuya memoria Sendy
dedica su libro. (A propósito de Bruno, afirma que lo
mataron en 1600 porque sabía de los congéneres
galaxianos, lo declaró y eso le costó ser
achicharrado en la hoguera inquisitorial, lo cual puede
adelantarse como una de las más notables pamplinas:
¿sería necesario demostrar que Bruno es un
mártir de la ciencia a
manos del oscurantismo, y la Inquisición incineraba con
criterios muy precisos sobre la herejía? Las ideas de
Bruno habían sido impresas con sus obras y por lo tanto
eran conocidas; no se arrepintió de ellas como le
exigía el Santo Oficio. Eso de que "los humanistas del
Renacimiento
(…) le quemaron" (p. 184) es maniobra política de construcción del enemigo para lucimiento de
la rivalidad de Sendy).
Pero, déjeseme usar el propio método de
Sendy, y ya veremos que puede sacarse de su experiencia y de mi
teoría.
Según él (p. 91), y tratando de mostrar
despectivamente lo que es el modo de pensar de un humanista, Carl
Sagan cuenta en la introducción de Intelligence Life in the
Universe, que cierta vez en un proceso contra
un timador un astuto abogado hizo "prevalecer en el
espíritu de varios jurados la tesis de la experiencia
alegada por el estafador contra las incertidumbres
teóricas de la ciencia oficial", representada allí
por Sagan. Este había sido llamado para dar su testimonio
sobre la alegación del estafador de ser "portavoz de
saturnianos llegados a visitarle a bordo de un platillo volante".
El jurado consideró esotérica la teoría de
Sagan y transigió con la experiencia del procesado. Sagan
renunció a convencer a jurados que "no rechazan a priori
la idea de que, a condición de estirar con fuerza, puede
uno –dice Sendy, y cita a Sagan- ‘elevarse en el
aire tirando de
los cordones de los zapatos’." ¡Qué
bien!
También refiere que el rey de Castilla y de
León en el siglo XIII, Alfonso X, El Sabio,
viéndose impotente para refutar el aparatoso y derrochador
experimento del sistema de
círculos imbricados de la astronomía de Ptolomeo,
aceptó jocosamente: "Si yo hubiera formado parte del
consejo de Dios, le habría sugerido algo más
sencillo." En esa posición se encontraba entonces su
teoría.
Pues bien: algo similar que Sagan y Alfonso el Sabio me
inspira hacer con el experimento del Acuario hecho por
Sendy.
Si me hubieran consultado antes de publicarlo,
habría hecho varias sugerencias provechosas para la
salud mental y el
uso del tiempo y la energía del lector. En principio
ordenar los capítulos en su beneficio, no en el del autor
del ensayo. En ese
sentido, el primer capítulo debía ser el que
aparece con el número XIII (página 167 y
siguientes.). En él Sendy nos confiesa quién es,
qué le interesa escribir y por qué.
Expone allí que, de joven, "el mundo se me
aparecía incoherente"; pasó años
decepcionado de sus profesores de la escuela media
y superior, a quienes cataloga de "imbéciles satisfechos o
cómplices desvergonzados" de un saber ilusorio, quienes
querían hacer de él un "ingenuo imbécil" o
"aprendiz de cómplice". (¡Durito con la escuela que, si
bien en todo el mundo y desde siempre busca perfeccionarse, ha
creado métodos
probados para acceder al conocimiento!).
"Yo era –sigue Sendy definiéndose en su
strip-tease- un cínico instruido"; ambicionaba mandar
hombres, pero el sistema no conseguía enseñarle con
coherencia qué debía ordenarles para que le
obedecieran. "Afortunadamente" (para él), aprendió
matemáticas (y ellas, ¿qué
ganaron?) y por ese camino llegó (al fin: ¡eureka!)
"el encuentro con hombres que a través de Pitágoras
(¡cuántos disparates se siguen cometiendo en tu
nombre, ilustre matemático griego!), buscaban una
coherencia en la Tradición." Fue así que
desechó el "falso dilema" de "Dios o Materialismo"
(razón tiene en que le enseñaron mal, que le
impusieron esto como lo que no es: El Dilema), que le
inquietó en su adolescencia.
Según Sendy, el "verdadero dilema" es: "¿somos o no
somos los primeros seres pensantes de la Galaxia?" (Por supuesto
que ya podemos imaginarnos cuál va a ser la respuesta a
"su" dilema.)
A esto se resume su experiencia. Entonces,
¿qué puede hacer para contradecirla, impugnarla o,
al menos, oponer un punto de vista divergente, una teoría
que, como la mía, Sendy identificaría con
superioridad como el Dogma de un despreciable humanista ateo? "Un
espíritu humanista ateo –dice a la altura de la
página 207- no puede, so pena de renegar de su Dogma
aceptar [que la Tradición representa una suma de
conocimientos heredados de galaxianos racionales] (su Dogma
rechaza a los galaxianos instructores)." ¡Ah!, sucede que
también esto es su teoría, a saber: existe una suma
de conocimientos heredados de galaxianos, y en ella basa su
experimento. Por mi parte, mi teoría es más
modesta, y elude el Dogma al que lo trata de uncir: acepto la
posibilidad de los galaxianos; ignoro la existencia
de una suma de conocimientos heredados de ellos. Para Sendy
–resuelto el Verdadero Dilema-: No somos los primeros seres
pensantes. Como Sagan yo también soy consciente de mi
impotencia para convencerlo de que no basta estirar con fuerza
para elevarse tirando de los cordones de los zapatos.
Después de desarrollar su técnica
experimental a lo largo de casi todo el libro, el medieval
francés advierte en la página 261: "Como recuerdo
dos o tres veces en cada uno de mis libros, mi
objeto es únicamente establecer si la Tradición y
el texto
bíblico [el Génesis] dan, o no, un relato
racionalmente plausible de una estancia de galaxianos." No es
posible tampoco hacer que el autor vea otra cosa que lo que
quiere y dice ver, y es improductivo no estar de acuerdo con
él. A fuerza de lógica
y razonamiento, sobre un punto de partida falso, sí lo
dan, Sendy: El Génesis es un relato histórico de
una generación ulterior acerca de la experiencia de sus
antepasados con los galaxianos.
Declaraciones y confesiones como las anteriores
deberían presidir el libro. Yo lo habría aconsejado
así. Resulta más sencillo. Si no somos los primeros
seres pensantes, y lo prueba el relato histórico del
Génesis, sobre los galaxianos superiores, ¿para
qué, entonces, enredar tanto la madeja? ¿Por
qué Sendy no les evita a los lectores tal fatiga? Por las
mismas razones, seguidos debían ir los capítulos
XVII Y XVIII, que explican su versión lógica y
racional.
¡Ah! Sendy no organizó de ese modo su libro
porque no responde a su lógica ni a su racionalidad, que
corresponden a las de la Tradición. Él es un
paladín moderno de la Tradición, un judeo-cristiano
esotérico, informado del desarrollo de
la ciencia y la técnica hasta el año 1970 y un
entusiasta, en particular, de la astronáutica, en vista
del entonces reciente alunizaje norteamericano que provocó
tantos pueriles entusiasmos, como el de Sendy. Pero antes
él está convencido que sabe la "verdad" revelada
por la Tradición, de manera que la ciencia y la
técnica contemporáneas hasta los años 60 del
siglo XX no son más que confirmaciones, concordancias,
verificaciones, similitudes, semejanzas, conciliaciones y
significaciones. Y de ellas atiborra inútilmente al lector
desde el inicio, con lo cual manipula y seduce, pues sólo
presenta los elementos y ordena los argumentos en un orden
favorable a sus puntos de vista preconcebidos.
A la vez este procedimiento le
permite disfrazar sus más flagrantes
simplicidades.
En la página 245 Sendy admite al pie de la letra,
sin preocuparse por la lógica y la racionalidad
metodológicas que esgrime, la presencia humana de un
alma soplada
en la boca por los galaxianos, como parte de la capacitación para que hoy un grupo heredero
–no toda la especie- pueda estar dando sus primeros saltos
interastrales, en la "Era del Acuario", desde 1950, según
Sendy. Al parecer, también para él este
método de transmisión de alma resulta demasiado
esotérico, pues no se molesta en racionalizarlo. El caso
es que los "acelerados" antepasados de los judíos
adquirieron por soplo una doble alma, una parte de la cual es
humana, primitiva, arrastrada a lo largo de la evolución natural en la Tierra; la
otra, galaxiana, superior, aventajada, precioso regalo de
despedida de los visitantes.
A esas alturas, ni falta hace ya que el autor repita lo del
"falso" y el "verdadero" dilema que, sencillamente, no es tal. El
cualquier caso el verdadero –con intervención
extraterrestre incluida- lo sería: "Idealismo o
Materialismo". Sospecho que Sendy lo sabe, aunque lo discuta.
Sólo en nombre del Idealismo puede hacerse cargo de un
alma insuflada en el ser humano, y pasar luego a otra cosa con
tanta ligereza y falta de argumentos.
Dicho sea de paso, yo tampoco consigo explicarme
todavía hasta el sosiego por qué el pueblo hebreo
ha sido el de más larga persistencia a lo largo del tiempo
de la Historia humana. Ningún otro ha perseverado tanto
tiempo en unidad. Pero mi ignorancia no constituye derecho. Los
argumentos de Sendy son gratuitamente amorosos con los hebreos.
La guerra
árabe-israelí de
1967 fue, para él, "la liberación de
Jerusalén", y "el pueblo hebreo, es decir, los
israelíes, pueblo cuyo espíritu práctico y
cuyas realizaciones concretas son difíciles de atribuir a
alguna aberración supersticiosa (…) ha vuelto a
encontrarse en la Jerusalén liberada." Es su
opinión y su punto de vista. Pero… que alguien me
convenza de que esto no es interesada apología
política del sionismo. Apenas faltaría que este
medievalista, heredero de la Tradición judeo-cristiana,
declarara si el genocidio palestino y la depredación
árabe contemporáneas por el guerrerismo de Tel
Aviv, son también encargos originales de los galaxianos,
puesto que sus anfitriones y beneficiarios son los antepasados de
Moisés, según las pruebas
experimentales del autor. Y esto basta para probar que las
preocupaciones de Sendy no son sólo esotéricas y
metafísicas, sino que le acosan y seducen también
los dilemas exotéricos y prácticos. Y, consecuente
con su partidismo filosófico, su simpatía constante
con la "causa hebrea" no remite su búsqueda "en los
cielos", según recomendaría la Tradición,
sino que la encuentra en la Tierra, en la "Jerulasén
liberada".
A fin de cuentas,
él es un optimista de la Tradición…
verdaderamente sólo en un sentido: debe cumplirse el
rencuentro de lo terrestre con lo celeste. Pero los galaxianos de
Sendy son superiores, aunque no necesariamente mejores.
Sólo son superiores por racionales, lógicos,
inteligentes, con un comportamiento
que se mide por la eficacia. Es una
eficacia cósmica, que prescinde de lo innecesario, de lo
superfluo. Es la belleza en estado puro,
inaccesible para el común entendimiento humano. Prescinde
de la sensibilidad para advertir la diferencia necesaria que es
un error. En resumen –si es que alcanza mi mente a resumir
las explicaciones esotéricas- se trata de una escala del Bien y
del Mal que no es humana. (página 249 y
siguientes).
Metido en estas honduras, Sendy es morbosamente
irónico a la hora de tratar de la bondad de los
galaxianos. Dados en buscar en lo inefable las intenciones del
autor, nos inclinamos a hallarle algún sentido a que abre
y cierra su libro con una cita y comentario del judío
Rashi de Troyes, también llamado Salomón Ben Isaac,
quien vivió entre el 1040 y el 1103: Los galaxianos
(según los ve Sendy) "tomaron mujeres entre todo lo que
escogían, incluso una mujer casada,
incluso un hombre, incluso una bestia." Se trata de un comentario
sobre el capítulo VI del Génesis, hecho por el
aludido judío, quien fundó y dirigió una
escuela para el estudio del Talmud babilónico y cuyos
seguidores fueron llamados tosafistas, pues crearon la literatura del tosafot
("adiciones"). Sendy sugiere por el comentario que la
superioridad de los seres celestes sobre los terrestres es
"dudosamente admirable". Pues –se pregunta uno-,
¿cómo es eso de que los galaxianos (bípedos
mamíferos sexuados) machos se acostaban
alegremente con cualquiera sin distinción de sexo humano o
animal, y lo hallaban igualmente agradable, lo mismo en adulterio, que
en homosexualismo, que en bestialismo (ateniéndonos a las
consideraciones admitidas por la sociedad
humana actual)? El rabino francés del siglo XI, comentador
del Antiguo Testamento, parece menos dispuesto que su compatriota
medieval, quien espera el reencuentro con los elohim de la
escritura
bíblica, en admitir que ese sea el comportamiento eficaz
que mida la tal superioridad, galaxiana según el
segundo.
Por estas evidencias,
puede considerarse que entre el alfa y el omega de este libro el
lector se encuentra a un autor que es
O un bromista que se divierte a costa de las esperanzas
humanas de encontrar a extraterrestres menos complicados en sus
relaciones, al menos en lo que se advierte en la sexualidad
terrestre
O un teórico del "destape" sexológico
vivido por el mundo actual, alguien con otra "idea nueva"
reveladora de que "La Edad de Oro
profetizada acontece ahora", en la Era del Acuario, cuando se
están "renovando los actos" de los "celestes".
En fin, de una manera o de otra, el lector es expuesto a
experimentos
"ingenuos" esotéricos de un medieval francés del
siglo XX: "yo no pretendo aportar ninguna certidumbre, sino una
opción distinta". (página 217) Hágase cada
quien cargo de su incertidumbre, pues él no enseña
nada.
Es indudable el oportunismo de Sendy pues se ejerce a
cuenta de la fascinación que provocan en el vulgo las
cosas ocultas, escondidas, reservadas para un grupo de
conocedores o iniciados, como el esoterismo y la
Tradición. La sed humana de conocimientos es siempre
insaciable.
Habría que interrogar a esta Tradición y
comprobar su incompatibilidad con los principios
más convincentes y probados de la ciencia para identificar
que se trata de una superchería más. Un camino
equivocado para llegar a la verdad es andar tras de ella yendo a
conocer la Tradición. Basta confrontar sus aseveraciones
apriorísticas con las certezas científicas para
reconocer que la Tradición es un seudoconocimiento que se
pretende como anterior y superior a la ciencia.
Por otra parte, los entes materiales
(galaxianos) invocados por Sendy son inaccesibles al experimento,
a la comprobación, a la prueba exigida por el conocimiento
científico. Los instrumentos, dispositivos y aparatos
sumados por el hombre a
sus sentidos para incrementar su poder
cognoscitivo son auténticas fuente de ese conocimiento.
Con ellos puede medirse, por ejemplo, hasta el sabor de una
sustancia. Sin embargo, la creencia en galaxianos descansa
sólo en fe, pues a la ciencia no se ha presentado
ningún resto arqueológico de ellos, ni ha podido
establecerse algún signo concreto y
preciso atribuible sin duda a su existencia en la realidad
objetiva. Ellos, no obstante, sí existen en la
lógica y el razonamiento de Sendy que son realidades
subjetivas.
Por propia confesión, Sendy desprecia a la ciencia,
por no haberla estudiado con sistema y por relegarla como
pensamiento
"humanista". Lo único que lo acerca a determinados
conceptos de algunos científicos es la simpatía y
la conveniencia, nunca la honradez y el desprejuiciado
beneplácito ante la verdad, y esgrime las que les parecen
coincidencias con su parecer para aprovecharse de un criterio de
supuesta autoridad
nominal de maestros consagrados.
Actúa como el fanático del fútbol
capaz de conocer vida y milagros de todos los jugadores de talla
extra del más universal de los deportes, pero quien nunca ha
pateado un balón o a lo sumo ha sido un mediocre
balompedista. Sin embargo, es capaz de discutir las jugadas
más atrevidas de los grandes de la cancha. En el fondo, su
imaginación construye ídolos con las figuras del
campo en que no puede anotar un gol. Ya se sabe que los hinchas
pueden llegar a ser perniciosos y hasta destructivos de las
estrellas que adoran. Sendy desconoce la metodología científica y hace
ostentación de audacia más que de astucia tratando
de establecer tácticas de juego en una
disciplina en
la que no está adiestrado con suficiencia, aunque
sí con pedantería, ni teórica ni
prácticamente. Pero le es conveniente usar la
terminología científica a su albedrío, a
libre voluntad y sin rigor, sin definición previa de los
términos como establece la ciencia, para aprovecharse una
vez más del prestigio y la credibilidad ganados por estos
y hacerse así beneficiario de ellos. Es llenar con
palabrería el vacío de las ideas.
Sócrates.- … Mas precisamente hay
un antiguo medio de purificación para aquellos que se
han equivocado hablando de los dioses. Homero no lo
conoció; en cambio
Estesïcoro se sirvió de él. Privado de la
vista por haber hablado mal de Helena, no despreció,
como Homero, la causa de su desgracia. Sino que, hombre
inspirado por las musas, apenas tuvo noticia de ella,
cantó:
No, esas palabras no son verdaderas,
Tú jamás subiste
Sobre los hermosos navíos de muchos bancos
Tú jamás entraste
En la ciudadela de Troya.
Cuando hubo acabado todo este poema llamado Palinodia,
recobró la vista. Mas en lo que a mí respecta,
quiero ser más prudente que ambos poetas, al menos en
esto: voy a ensayar antes que me castigue por haberlo difamado,
de consagrar a Eros una palinodia.
"Fedro", Op. cit. (Página 326.)
Víctor Hugo Purón Fonseca
Licenciado en Periodismo
(Universidad de La
Habana, 1977)
Holguín.