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Aproximación a los conceptos de forma y estructura en el pensamiento creativo musical




Enviado por vaareze



    1. Introducción y
      planteamiento del problema
    2. Forma y estructura:
      referencias históricas y
      definiciones
    3. Planteamientos conceptuales:
      terminología objetual del
      conocimiento
    4. Forma y estructura: objetos del
      conocimiento
    5. Anexo .Referencia
      complementaria: el kammerkonzert de Alban
      Berg
    6. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN Y PLANTEAMIENTO DEL
    PROBLEMA

    Durante nuestros estudios de composición, desde
    el año 1990 en el Instituto Universitarios de Estudios
    Musicales en Caracas (IUDEM), así como también en
    la Cátedra Latinoamericana de Composición Antonio
    Estévez (CLACAE), y finalmente en la Maestría en
    Música de
    la Universidad
    Simón Bolívar,
    hemos observado la importancia que, dentro del campo
    teórico y analítico de la música, se otorga
    a los términos forma y estructura. Esto es evidente, tanto
    por la presencia de dichos términos en casi la totalidad
    de las fuentes
    bibliográficas consultadas, como por su uso cotidiano en
    los cursos de análisis y de composición por la
    mayoría de profesores de estas materias. Pareciera que
    constituyen conceptos fundamentales, ubicados en la base de
    nuestro edificio cognoscitivo. Personalmente, durante nuestros
    años como alumnos de composición de Juan Carlos
    Núñez en CLACAE, adquirimos una preocupación
    muy especial por el tema de la forma en la composición,
    que es fundamentalmente lo que nos ha traído y motivado a
    iniciar la presente indagación.

    Sin embargo, aunque no faltan definiciones abundantes y
    extensas de los términos mencionados, tales definiciones
    no suelen coincidir entre sí en diferenciar ambos
    significados, como veremos más adelante. En algunos
    contextos las palabras forma y estructura parecieran ser
    sinónimos referidos a una especie de "metafísica" sonora. En otros casos, aunque
    asumen significados distintos y concretos, se nos presentan poco
    claros. Deliberadamente vamos a omitir la revisión de
    estos "equívocos," por cuanto en vez de orientarnos en la
    búsqueda, tal vez dilatarían innecesariamente la
    exposición.

    Las mejores y más claras definiciones se hallan
    por supuesto insertas en sistemas de
    pensamiento analítico altamente elaborados, como por
    ejemplo las expuestas por Wallace Berry en su libro
    Structural Functions in Music. Pero en un sistema tan denso
    como el de Berry estas definiciones encajan tan estrechamente que
    es difícil hallar una orientación creativa
    más amplia que pueda rebasar el sistema interno de
    análisis y sea capaz de fundamentar un pensamiento
    constructivo distinto.

    Es por eso que, basándonos en la propia
    experiencia como punto de partida, y con la ayuda de diversas
    fuentes, quisiéramos ensayar un punto de enfoque que se
    ajuste a sí mismo a medida que se confronten las
    dificultades y cambios que estamos tratando. Esta visión
    se apoya en consideraciones provenientes de distintos
    ámbitos, como las ciencias
    sociales, el estructuralismo en general, aspectos de la ciencia
    matemática
    y la arquitectura, sin
    obviar por supuesto la matriz de
    fuentes y ejemplos musicales y artísticos en
    general.

    Nos proponemos en definitiva poner en práctica
    una pequeña hipótesis, nacida con fines más
    composicionales que analíticos, que pretende sintetizar en
    sólo dos términos lo que puede ser diferenciado en
    una obra como esencial, fundamental o estructural por una parte,
    y accesorio, circunstancial o formal por otra. Es un binomio tal
    vez lejanamente emparentado con la clásica
    oposición nacida a partir de los estudios
    lingüísticos de Ferdinand de Saussure, aquella
    compuesta por el sintagma y el paradigma, y
    que en nuestro caso consta inicialmente de las voces forma y
    estructura.

    La referida hipótesis que
    venimos meditando desde hace un tiempo no
    tiene otro fin que el de ensayar una herramienta que sea
    útil para el compositor durante el transcurso de la
    composición de una obra de música (siempre en el
    plano síquico-subjetivo que le es propio a este proceso), para
    determinar racionalmente las funciones que van
    adquiriendo o perdiendo las ideas y el material que se incorporan
    al cuerpo sonoro en gestación. Quisiéramos lograr
    con ésto, insistimos, que el compositor (o cualquiera que
    en ello encuentre interés),
    cuente con un instrumento que lo apoye en la elaboración
    de una propuesta constructiva integral.

    Se trata de interpretar los conceptos forma y estructura
    según criterios generales y musicales que nos permitan
    trazar entre ellos un eje conceptual, a lo largo del cual puedan
    ser jerarquizados todos los elementos de un proceso de
    composición musical. Los criterios de referencia a
    priori
    pueden resumirse en los siguientes: a) los conceptos
    forma y estructura se complementan mutuamente para formar parte
    de un sistema de percepción
    y creación artística; b) cada uno de ellos
    representa instancias distintas en la obra musical, y en dicha
    separación reside el funcionalismo de
    este enfoque; c) es posible desplegar, dentro de este "sistema
    binario", una acción
    creativa abierta en el área de la creación musical;
    d) con base en la oposición forma-estructura, queda libre
    la posibilidad de integrar eventualmente otros conceptos, en
    función
    del interés del artista, que oriente más
    específicamente (multidimensionalmente) el proceso
    creativo.

    La resemantización o redefinición de los
    conceptos forma y estructura puede determinar un sistema de
    reflexión racional acerca del acto artístico, ya
    que el proceso de pensamiento que desencadena es dinámico
    y razonablemente autónomo.

    A continuación nos apoyaremos en varios autores
    que hacen referencia al problema que deseamos aquí
    exponer. En primer lugar, hallamos un planteamiento esencial de
    Pedro Miras en cuanto al problema de la conceptualización
    de la forma:

    "esta categoría de lo formal ha sido en muchos
    sentidos y ocasiones utilizada por la crítica, la historia y la
    filosofía del arte, y no
    siempre lo ha sido de manera unívocamente definida […] y
    de esta misma equivocidad adolecen casi todos lo usos que del
    término y sus sinónimos hacen las demás
    disciplinas y doctrinas […] no existe pues una unidad de
    significación del concepto que nos
    permita su utilización fecunda en todos los campos de la
    actividad y el saber humanos. […] el problema podrá
    reducirse entonces a intentar saber, primero: cuál es el
    modo de utilización del término dentro de cada una
    de estas disciplinas; segundo: si es posible pasar de una
    acepción a otra; tercero: si es posible encontrar una
    significación del término que abarque todos sus
    diferentes usos y que se muestre operativo en el terreno de la
    estética"

    Hacemos notar que, desde el plano musical, coincidimos
    totalmente con la preocupación de este autor,
    especialmente en lo que se refiere a "permitir su
    utilización fecunda". Claro que nos interesa más
    que nada la fecundidad del área musical, de la
    composición y su estudio. Entonces partiremos desde esta
    misma perspectiva para iniciar nuestra propia indagación
    al respecto.

    De manera referencial nos hemos acercado un poco al
    punto de vista matemático, específicamente a
    través de cierto enfoque estructuralista. Hemos hallado
    allí cuestionamientos razonablemente análogos al
    nuestro, donde se ve involucrado especialmente el concepto de
    estructura. Son declaraciones que consideramos muy valiosas como
    apoyo en nuestro intento de demostrar la veracidad del problema,
    a la vez que nos sirven de ayuda para deslindarlo de otros
    campos, aún cuando no estamos seguros de la
    existencia del conflicto en
    el ámbito matemático. Con relación a la
    funcionalidad lógica
    del concepto de estructura en matemáticas, Marc Barbut nos dice lo
    siguiente (el resaltado es nuestro):

    "En ésto se ve el motivo por el que las
    matemáticas son llamadas frecuentemente instrumento de
    comunicación: gracias a las tres nociones
    ligadas de estructura, de representación y de isomorfismo,
    los hombres que ejercen sus actividades en dominios muy
    diversos, podrían, según los casos, comprender y
    reconocer aquello que, desde cierto punto de vista, es lo
    más importante en su actividad
    : la combinatoria de sus
    actos, la de sus gestos, y la de las operaciones que
    llevan a cabo, es idéntica."

    También Jean Pouillon es consciente de la
    imprecisión que conlleva el término estructura y
    cuestiona firmemente el tratamiento que hasta ahora se ha dado al
    concepto:

    "al pretender deslindar la definición [de
    estructura] realmente implicada en el método, se
    querría mostrar que difiere sensiblemente de las que se
    utilizan en el momento actual, casi en todas partes, en una
    confusión tanto más difícil de evitar cuanto
    que la noción de estructura -aún en las obras que
    se le consagran expresamente- rara vez se define de manera
    directa. […] Así, la mayor parte del tiempo se limita a
    describir usos tan diversos que es posible llegar a preguntarse
    si no sería mejor diversificar igualmente el
    vocabulario."

    Desde el campo del análisis literario, Pierre
    Macherey nos aporta una valiosa interpretación de estructura, reveladora de
    elementos que alcanzan -pero tal vez rebasan- las fronteras de
    este trabajo; sin
    embargo, no podemos prescindir de esta clarificación
    porque significaría romper con una motivación
    esencial subyacente en el arte:

    "La noción de estructura, que parece venir de la
    lingüística donde se aplica justamente
    a los objetos literarios, es utilizada de hecho por el
    análisis literario en un sentido muy diferente. Remite a
    una hipótesis que no tiene nada de científica: la
    obra lleva su sentido en sí misma (lo que no significa que
    lo diga expresamente); es lo que le permite ser
    paradójicamente leída por anticipado, aún
    antes de ser escrita. Entonces […], descubrir una estructura es
    descifrar un enigma, revelar un sentido oculto"

    Nos hallamos ante el problema de definir lo que
    significan los conceptos de forma y estructura en música,
    y esto implica liberarlos, desenmarañarlos entre
    sí. Por supuesto que este "nudo" ha sido ya encontrado e
    identificado por numerosos autores:

    "otro aspecto de la terminologia debe ser sin embargo
    destacado. Todavía es común para quienes escriben
    sobre música, el igualar 'forma' y 'estructura', y aunque
    tan resbaladiza intercambiabilidad ha sido ya discutida -la forma
    ha sido descrita como subcategoría de estructura
    (Stolnitz), y la estructura como subcategoría de forma
    (Tenney)- es solo en tiempos relativamente recientes que se
    vislumbra la posibilidad de composiciones musicales que nos
    presenten estructura y forma como instancias opuestas […] la
    pregunta por los medios a
    través de los cuales las formas pueden adquirir organización estructural se convierte en un
    asunto crucial."

    Es interesante resaltar aquí la referencia a
    nuevas composiciones capaces de ampliar la tradicional
    concepción de los términos y sus efectos. En este
    sentido, por nuestra parte, como compositores nos hemos estado
    planteando preguntas como éstas: ¿Cuáles
    variaciones estructurales conducen a cambios importantes en la
    forma y viceversa? ¿En qué medida siguen vigentes
    los conceptos de la historia tradicional frente a las nuevas
    ideas? ¿Es un campo infinito el de la forma?
    ¿Existe un límite para la ideación
    estructural?

    Otras preguntas han surgido sobre la estructura y la
    forma, no solo desde la perspectiva del compositor, sino desde el
    interés del ejecutante, como en el caso de las enunciadas
    por W. Berry en su libro Musical Structure and
    Performance
    :

    "¿Qué nota debe ser tocada cuando dos
    buenas ediciones de una misma obra difieren? ¿Un motivo
    dado se evidencia por sí mismo en la música, o
    requiere de la intervención del ejecutante?
    ¿Qué inflexiones dinámicas deben ser
    añadidas cuando ninguna aparece indicada?
    ¿Qué clase de
    intervención es necesaria para destacar una
    conducción de voces no necesariamente explícita?
    ¿Cuán importante es saber en qué parte de un
    proceso formal nos encontramos? ¿Cómo debe ser la
    proyección de las frases resultantes de tener conciencia de la
    estructura y de la forma? ¿De qué manera y hasta
    qué punto deberían ser traídas a primer
    plano aquellas imitaciones relativamente encubiertas?
    ¿Qué factores determinan la escogencia de un tempo?
    ¿Cómo puede afectar la ejecución el
    entendimiento de la fluctuación métrica
    superficial? ¿Hay algo que el ejecutante pueda o deba
    hacer en relación a la estructura tonal global de una
    pieza; y si no lo hay, entonces sirve de algo estar conciente de
    tal estructura? Cuando la música tiene un contenido
    descriptivo francamente explícito, como es común
    cuando hay un texto
    presente, ¿cómo los hallazgos analíticos
    relativos a los elementos descriptivos pueden condicionar la
    interpretación? ¿En qué medida el
    análisis puede revelar una actitud
    cónsona con el carácter de la pieza?"

    Frases y comentarios como los siguientes también
    nos han llevado a sospechar la posibilidad de encontrar una
    herramienta útil en la revisión del binomio
    forma-estructura:

    1. "[en el s. XVIII] el gusto por una estructura
      cerrada, simétrica, el emplazamiento de la
      tensión máxima en el centro de la pieza, y la
      insistencia en una resolución completa y prolongada,
      juntamente con la tonalidad articulada y sistematizada, produjo
      una gran variedad de formas, todas ellas con cierto derecho a
      llamarse ‘sonatas’."
    2. "Las transformaciones básicas están
      utilizadas sólo como procedimientos
      formales y no como aspectos complementarios de un ordenamiento
      referencial exclusivo de las clases tesiturales."

    En el primer caso, la frase de Charles Rosen involucra
    el hecho de que una estructura antecede a varias formas, lo que
    equivaldría a decir que una estructura puede causar muchas
    formas. En el segundo caso, George Perle, en relación con
    el Kammerkonzert de Alban Berg, parece también
    asignar una jerarquía superior al "ordenamiento
    referencial exclusivo de las clases tesiturales," en desmedro de
    los "procedimientos formales". Podemos pensar entonces que se
    refiere a "procedimientos formales" en contraposición a
    "procedimientos estructurales" (ordenamiento referencial
    exclusivo), sin que esta suposición de nuestra parte
    rebase por el momento el ámbito de las
    conjeturas.

    Otra pregunta se nos apareció eventualmente, al
    encontrarnos analizando personalmente el Kammerkonzert de
    Alban Berg y efectuar una comparación casual con el
    Menuetto al Rovescio de la Sonata No. 26 en La
    Mayor de Joseph Haydn. Podríamos resumir seccionalmente el
    Menuetto con la fórmula A(a,b), B(a,b), da
    capo
    y encontramos que en A la parte b es un espejo exacto de
    a, igualmente en B (trío), la parte b es el
    retrógrado de a. La pregunta es de qué manera se
    diferenciaría formal o estructuralmente este trozo, este
    "espejo," del pasaje similar, escrito casi 200 años
    después en la misma ciudad de Viena por A. Berg, a partir
    del compás 361 del Kammerkonzert. Obviamente hay
    similitudes pero también grandes diferencias. ¿Es
    un asunto de forma o de estructura? ¿Cuáles
    serían las limitaciones de Haydn y sus libertades, en
    contraste con las posibilidades de la época de la 2da
    Escuela Vienesa?
    ¿Serían entonces dos formas de una misma
    estructura, o dos estructuras
    distintas con forma similar? Estas interrogantes serán
    ampliadas en un apéndice al final de este trabajo, como
    complemento y ejemplificación de los razonamientos
    teóricos.

    Todas estas cuestiones dan cuenta de una inquietud real
    existente entre quienes se ocupan de la fundamentación
    teórica de sus respectivas disciplinas. Trataremos en lo
    posible de seguir aportando, en la medida en que podamos, nuevos
    y mejores ejemplos que justifiquen la investigación de esta problemática
    conceptual.

    II

    FORMA Y
    ESTRUCTURA:
    REFERENCIAS HISTÓRICAS Y
    DEFINICIONES

    Se puede pensar, siendo las definiciones de forma y
    estructura tantas y tan diversas, que intentar unas nuevas
    sería agravar el problema que queremos resolver. No es
    nuestra intención, sin embargo, inventar ni especular sin
    fundamento, sino orientarnos en este camino a través de la
    existencia de tan numerosos intentos bien intencionados y
    encaminados. Por ello no desdeñamos de ningún modo
    los aportes logrados hasta el momento y trataremos de sintetizar
    algunos de ellos según nuestro enfoque, aunque en
    principio pueda éste resultar generalizante.

    Al consultar en fuentes generales conceptos relativos a
    estructura, encontramos que palabras y frases como: 1) orden, 2)
    ordenación, 3) elementos y relaciones de interdependencia,
    4) permanencia, 5) manera de asociación, 6) conjunto de
    relaciones, 7) grupo de propiedades, 8) conjunto de
    relaciones jerárquicas y funcionales, se encuentran
    frecuentemente asociadas al término estructura. En tanto
    relación con la definición de forma, encontramos
    las siguientes asociaciones: 1) distribución peculiar de
    la materia, 2) apariencia externa, 3) cualidades
    del estilo, 4) aspecto, 5) normas externas. No es
    difícil ver que cada uno de los conjuntos de
    palabras aquí presentados guarda cierta coherencia
    interna, por lo que creemos que este tipo de asociación
    nos será de utilidad
    más adelante, cuando nos encontremos en proceso de
    revisión crítica de conceptos previos más
    específicos escogidos como punto de partida y que
    más adelante saldrán a colación.

    Pero mucho más allá de este enfoque
    general, veamos un poco de historia de cómo entraron los
    términos en el vocabulario musical. Nos limitamos a tratar
    de aislar los comentarios que involucran directamente las
    palabras forma y estructura, ya que no pretendemos por
    ahora más que hacer el seguimiento del empleo
    histórico de esas voces en especial. En el caso de forma,
    como voz principal y como sinónimo de estructura,
    encontramos que se inserta en la teoría
    musical durante el Renacimiento
    europeo, proveniente del vocabulario de la ciencia
    retórica greco-romana, para entonces recientemente
    revalorizada.

    Según nos informa Ian D. Bent a lo largo de su
    eminente artículo "Analysis," en el año de 1416 fue
    redescubierta la obra Institutio Oratorio, del
    retórico y abogado romano Quintiliano (30-100 D.C.), en
    cuyos doce tomos es expuesto, a la manera ciceroniana (por cierto
    ya relativamente obsoleta para la época en que fue
    escrita), un plan educativo
    que tiene como fin la formación integral de un perfecto
    orador y, por supuesto, de perfectas piezas de oratoria. El
    interés despertado en la teoría musical
    renacentista por esta obra clásica había tenido ya
    precedentes en el s. XIII, pero a partir del s. XV los antiguos
    conceptos retóricos tomaron mayor fuerza en el
    pensamiento de los nuevos teóricos. El término
    retórica musical o música
    poética
    fue mencionado por primera vez en el renacimiento por
    Listenius (Musica, 1537). En 1563 escribe Dressler que la
    música puede organizarse formalmente en exordium,
    medium, y finis (comienzo, medio y final), al igual
    que la oración retórica. Burmeister contribuye a
    esta concepción mencionando en 1599 que las "figuras"
    musicales podían ser tratadas de manera similar o por
    analogía con las figuras retóricas, y en 1606 ya
    tiene lista la primera definición de análisis
    formal de la historia. Uno de los aspectos de esta
    definición de análisis que tendría
    consecuencias importantes en el s. XVIII, es el referido a la
    división de la composición musical en secciones o
    períodos, lo cual sentará precedentes muy
    significativos, como veremos, para subsiguientes
    especulaciones.

    En 1612 Lippius declara que la retórica es el
    origen y fundamento de la forma o estructura de una
    composición musical, consolidando así un conjunto
    de ideas que venían haciéndose presentes, como
    dijimos, desde el s. XIII. Estas ideas incluyeron nociones tales
    como contraste y coherencia, fundamentales para la teoría
    de siglos posteriores.

    Entendemos entonces, a partir de los datos que nos
    ofrece Bent, que desde el principio del s. XVII, por su
    vinculación con la ciencia retórica, la forma
    musical fue conceptualizada a través de un equivalente del
    esquema de la oratoria, y sus principales elementos
    constituyentes se definieron y ordenaron según el
    principio lineal espacio-temporal (sintagmático,
    podríamos decir) aportado por la ciencia retórica.
    Así mismo notamos que cuando Lippius menciona el
    término estructura lo hace igualmente como sinónimo
    de forma, quedando el primero por el momento excluído de
    la dinámica analítica de aquella
    época.

    No queremos desestimar de ninguna manera el proceso que
    asimila música y discurso, por
    el contrario, nos interesaría ponerlo de relieve en un
    futuro con el fin de revisar bajo esta luz las
    conclusiones históricas y teóricas que venimos
    manejando comunmente, pero citaremos una vez más a
    Macherey, quien se propone de cierto modo desmentir a
    priori
    cualquier ilusión que hubiéramos podido
    hacernos en cuanto a la correspondencia "real" entre
    música y lenguaje:

    "las expresiones 'lenguaje musical' y 'lenguaje
    pictórico' son evidentemente metafóricas; aunque
    estas obras no dejen de tener relaciones con el lenguaje en
    general, la palabra relación debe ser entendida en
    su sentido estricto: la relación supone una diferencia,
    una distancia inicial entre los términos que liga. Ni la
    pintura ni la
    música son lenguas; la materia que
    trabajan no tiene nada que ver con el lenguaje tal como ha sido
    científicamente definido por la
    lingüística."

    Se trata, claro está, de un problema de
    relación, como bien lo dice Macherey, de distancia entre
    el signo y el significado; esta distancia es ese espacio
    "vacío" que no existe entre música y sonidos, o
    entre pintura y pigmentos, pero que es evidente en la lengua al ser
    esencial la separación entre la palabra y el sentido. Sin
    embargo guardaremos nuestras dudas y seguiremos considerando
    significativo el hecho de que el concepto de forma se inserte en
    el universo
    musical por medio de un vínculo literario, si se
    quiere.

    Continuando con el artículo de Bent, en el s.
    XVIII los conceptos de ordenamiento lineal esbozados por
    Burmeister ya habían cristalizado en esquemas o modelos
    preestablecidos aunque un poco más amplios. Koch nos
    entrega la idea de modelo formal como si se tratara de un molde
    donde los aspectos más sobresalientes de una
    composición se hallaban ya indicados y la función
    del artista consistía en completar y ejecutar todos los
    detalles para terminar el trabajo.
    Como ejemplos Koch incluye los modelos formales de la
    gavotte, la bourrée, la polonaise, el
    minuet, la marche y la anglaise. A. B.
    Marx hace
    entonces un añadido importante al señalar poco
    después una relación entre el término forma
    y el sentido de totalidad. También deduce que los
    modelos formales o moldes son algo más que convenciones,
    es decir, que representan principios
    "naturales" de organización mental humana, noción
    que sería fundamental para el pensamiento del
    próximo siglo XIX.

    A lo largo de la segunda mitad del s. XVIII y en el XIX
    se gesta un considerable desarrollo de
    las ideas expuestas en la primera mitad del XVIII, especialmente
    en función de la actividad analítica y la nueva
    musicología decimonónica. Pero con relación
    al término estructura no encontramos una distinción
    clara que le otorgue alguna independencia
    de "forma". Tal vez el hecho más importante en este
    sentido vino dado por el desarrollo, desde mediados del siglo
    XIX, de la sicología de la Gestalt,
    fuente primordial del estructuralismo.

    Es necesario llegar al s. XX para que la noción
    de estructura sea considerada con alguna autonomía del
    término forma, circunstancia en que hallaremos mayor
    sentido al tema que nos concierne en este escrito. Podemos por el
    momento señalar como relevante la aproximación de
    Heinrich Schenker (1868-1935) en este sentido, porque introduce,
    a nuestro parecer, importantes elementos de juicio para
    diferenciar y entender el concepto de estructura. Cuando Schenker
    nos habla de estructura como un orden musical subyacente, nos
    posibilita una nueva perspectiva de observación. Esta perspectiva permite
    interpretar el fenómeno musical como una
    superposición de niveles o capas, cuya mutua interacción hace posible acceder a una
    noción particular de la estructura musical.

    Es importante destacar que en este enfoque se habla de
    la "elaboración" a partir de una estructura, es decir: que
    un orden elemental (conocido como Ursatz) se "proyecta" en
    el tiempo a través de "prolongaciones", y es posible
    encontrar infinitas elaboraciones de una misma Ursatz.
    Según nuestra interpretación al respecto, se
    podría llamar forma a cada una de estas elaboraciones,
    proyecciones o prolongaciones de la estructura. Vemos
    aquí nuevamente la evidencia de la necesidad de distinguir
    en la música dos instancias distintas, que involucren
    respectivamente inmediatez sensorial y trascendencia
    racional.

    El punto de vista schenkeriano ha sido confirmado,
    extendido y empleado por numerosas escuelas de pensamiento
    (especialmente en los Estados Unidos de
    América), que han encontrado en él
    una base sólida de apoyo para nuevos edificios
    teóricos y una herramienta analítica capaz de
    comprehender un amplio espectro de la música occidental,
    más allá de los fines con que fue
    concebido.

    La historia de la concepción de estructura como
    un complejo multinivel, aunque se debe inicialmente a Schenker,
    como dijimos, también cuenta con aportes esenciales como
    el principio de monotonalidad de Schönberg, el cual
    señala una referencia tonal constante sin importar cuan
    lejanas parezcan las modulaciones o cambios de centro tonal en
    una obra. Pero continuemos revisando algunas definiciones
    más inclinadas hacia nuestro interés.

    Para Cogan y Escot forma es "la continuidad de cualquier
    proceso," mientras que estructura corresponde a un nivel
    más amplio e implica "la coordinación de los procesos
    formales." En general concordaríamos con estas
    definiciones, si no fuera porque la imprecisión de lo que
    llaman "procesos formales" nos remite nuevamente al punto de
    partida.

    María Aguilar, en Estructuras de la Sintaxix
    Musical
    , se refiere específicamente a estructura
    formal como "la referencia permanente para la tarea de desglose y
    articulación temporal de los aspectos del discurso
    musical." Esta definición es adecuada porque nos presenta
    un aspecto esencial de estructura, asociado con la faceta
    temporal, secuencial y si se quiere sintagmática del
    discurso; pero al incorporar el adjetivo "formal" el significado
    se oscurece y se cierra de nuevo el círculo que
    pretendemos penetrar. Sin embargo, la inclusión de la
    palabra "articulación" es un aporte muy valioso
    considerado en analogía con la teoría de la forma
    arquitectónica, a la cual haremos seguidamente una breve
    mención.

    La articulación, según Francis
    Ching, es un concepto referido a una función perceptiva.
    Implica entonces una preocupación por la claridad en
    la lectura de
    la forma, que es plástica, espacial y visual en el
    mundo de la arquitectura. Entendemos entonces la
    articulación como los medios a través de los cuales
    se puede discriminar las distintas partes de una forma.
    También es gracias a la articulación que
    diferenciamos la forma y el fondo, o varias formas
    yuxtapuestas.

    Lo más interesante para nosotros de esta
    visión arquetectónica es la afirmación de
    que la forma tiene propiedades concretas: dimensión,
    posición, contorno, color, textura,
    orientación, e inercia. Encontramos que todas estas
    propiedades pueden de una u otra manera ser interpretadas en
    relación con la música, pero entendemos que la
    más significativa y ajustable en nuestro campo es la
    dimensión. Este último rasgo de la forma, que nos
    revela la teoría arquitectónica, viene a ser clave
    para nuestra hipótesis como veremos en el Capítulo
    IV.

    Sigamos adelante revisando algunas otras opiniones
    relevantes referidas a forma y estructura. Hallamos
    especialmente interesante la opinión que respecto al tema
    tiene el compositor Edgar Varèse, quien plantea que la
    forma es una resultante, una consecuencia del juego de
    fuerzas de atracción y repulsión entre elementos
    dinámicos. Varèse intuye además, en virtud
    de la preeminencia del caos en la determinación de las
    formas, que posiblemente éstas existen en cantidad "tan
    ilimitada como el aspecto externo de los cristales."

    Esta concepción de la forma como resultado del
    choque de fuerzas la encontramos además en el mundo del
    diseño.
    Christopher Alexander nos habla de fuerzas irregulares que rigen
    el mundo. "Un mundo irregular trata de compensar sus propias
    irregularidades ajustándose a ellas y, de este modo, asume
    una forma." Se refiere también a D´Arcy Thompson,
    quien según él, ha llegado a decir que la forma es
    el diagrama de
    fuerzas de las irregularidades. "Más a menudo decimos que
    estas irregularidades constituyen los orígenes funcionales
    de la forma."

    Por otra parte, la noción de infinitud
    implícita en los planteamientos de Varèse,
    Alexander y Thompson no nos debe resultar extraña, pues
    como lo señala Bent, había sido ya avisorada por A.
    B. Marx: "El número de formas es ilimitado."

    Como hemos podido ver hasta ahora, el concepto de forma
    ha sido el favorito de la mayoría de las disquisiciones y
    especulaciones desde el Renacimiento hasta el presente, no
    así el de estructura, que parece haber entrado más
    recientemente en la palestra de la teoría musical. De
    cualquier manera, consideramos suficientemente significativa la
    muestra que
    hemos ofrecido acerca de la trayectoria aproximada de las
    discuciones previas sobre este asunto y pasaremos ahora a definir
    ciertos criterios sustentadores de nuestra propia opinión
    al respecto.

    III

    PLANTEAMIENTOS CONCEPTUALES:
    TERMINOLOGÍA OBJETUAL DEL CONOCIMIENTO

    De los tantos conceptos y referencias reunidos y
    organizados por el Profesor
    Humberto Sagredo Araya en su artículo "Hacia una
    terminología musicológica," hemos encontrado
    algunos que nos resultarán útiles como fundamento
    en la tarea que nos hemos propuesto. Este conjunto consiste
    básicamente de una elaboración hecha por el propio
    Sagredo de un método, o como dice él mismo "un
    esbozo incompleto y asistemático (…) de un manual de
    procedimiento
    para el aspirante a terminólogo." Conocemos el nivel de
    exigencia científica del fallecido profesor Sagredo, por
    lo que pasaremos por alto la disminución que quiere hacer
    notar de su propio trabajo.

    Sin embargo justifica él mismo su propuesta
    alegando que, como primer paso, es el intento válido de un
    músico en la esperanza de una futura colaboración
    con expertos que puedan mejorar y adelantar este "manual." La
    actitud y la generosidad del profesor Sagredo nos ha estimulado a
    trabajar en este tema sin ser o considerarnos expertos.
    Basándonos en una mínima parte de la propuesta
    hecha en el artículo mencionado, tratamos de involucrar en
    ella unos conceptos como forma y estructura, que consideramos
    relevantes y propicios para este fin, por la controversia que
    alrededor de ellos hemos detectado

    "Terminología objetual del conocimiento"
    constituye un apartado o capítulo central, si se quiere,
    dentro del artículo "Hacia una Terminología
    Musicológica." Consta de un esfuerzo muy puntual de
    coordinación de ideas provenientes, según Sagredo,
    de corrientes de pensamiento del s. XX como lo son la
    Filosofía Analítica y la Filosofía de la
    Ciencia, y de sus principales autores: Gottlob Frege, Bertrand
    Russel, Rudolf Carnap, Ludwig Wittgenstein, Jean Piaget,
    Mario Bunge, Willard O. Quine, Reichenbach y Popper.

    Tenemos que acotar obligatoriamente que la
    intención original del planteamiento de
    "Terminología Objetual del Conocimiento" es poner en
    marcha un proceso de definición de términos con
    utilidad científica, como bien lo advierte el
    título del artículo: "Hacia una Terminología
    Musicológica." Este comentario viene a colación
    porque si bien el presente trabajo tiene la pretención de
    ser un discurso racional vinculado al acto creativo, de ninguna
    manera reúne ni podrá reunir las
    características propias de un estudio científico en
    virtud de la naturaleza del
    tema tratado: he aquí una primera distancia con la fuente.
    Es por eso que nos hemos tomado la libertad de
    escoger a conveniencia los aspectos que consideramos relevantes
    en función de la materia que estamos tratando, exaltando
    la importancia de ciertos criterios y relegando la de otros que,
    por su especificidad científica, a nuestro entender
    cerrarían el paso a la obtención de resultados de
    interés creativo.

    Para aclarar nuestra línea metodológica
    comenzaremos por resumir y dar cuenta de algunos de los conceptos
    fundamentales en la mencionada obra del profesor Sagredo,
    presentes especialmente, como dijimos, en el apartado central,
    "Terminología objetual del Conocimiento:"

    1. Objeto es algo acerca de lo cual pueda
      emitirse un juicio, sin importar el nivel de la realidad en que
      esté manifestado. Es "todo aquello que pueda ser sujeto
      de uno o más predicados."
    2. "La Terminología es la ciencia que
      estudia la adecuación de los términos a los
      objetos."
    3. El universo entero
      está constituído por sólo dos clases de
      objetos: los objetos ónticos y los objetos
      lógicos
      . A partir de esta afirmación, que
      será considerada como un axioma para nosotros,
      hallaremos más adelante cuatro postulados.
    4. Los objetos ónticos son aquellos de los cuales
      se presume que tienen existencia independiente del conocimiento
      humano. Son extensos, es decir, ocupan espacio, tienen
      dimensiones mensurables y constituyen, según
      Wittgenstein, la totalidad de las cosas del universo. El primer
      postulado que se deriva del axioma enunciado más arriba
      sostiene la existencia de los objetos ontológicos. "Los
      objetos ontológicos son conceptos que tienen por
      referente objetos ónticos." El referente es
      indispensable para reconocer la validez de un juicio o concepto
      determinado, y puede ser óntico u ontológico. El
      objeto ontológico no es más ni menos entonces,
      que la representación o imagen mental
      que del objeto óntico se adquiere a través del
      conocimiento.
    5. "Los objetos lógicos son relaciones,
      cálculos y operaciones." Por tanto no son extensos, no
      pueden ser medidos y no tienen existencia física
      independiente sino que forman parte integral del sistema
      nervioso del ser humano.
    6. "Con los objetos ontológicos se puede efectuar
      operaciones, tales como distinciones, comparaciones,
      definiciones, cálculos, etc., que tienen como referentes
      los objetos ónticos." Sin este concepto no sería
      posible entender el funcionamiento del pensamiento, ya que
      éste maneja y ordena única y exclusivamente
      representaciones mentales, es decir, objetos
      ontológicos.
    7. El segundo postulado del axioma inicial nos indica
      que "el universo está en constante
      transformación." Esto significa que los objetos
      ónticos, sean orgánicos o inorgánicos,
      están sujetos a continuos cambios, sin excepción,
      aunque estos cambios puedan ser imperceptibles para nosotros. A
      través de análisis y estudios sobre estos cambios
      es que la ciencia ha logrado identificar en ellos ciertos
      patrones que se ha dado en llamar leyes o
      constantes naturales.
    8. Hay un tercer postulado que señala, a su vez,
      que a consecuencia del segundo postulado los objetos
      lógicos también están sujetos a cambios y
      a constantes modificaciones. "Los conceptos son objetos
      lógicos abiertos (…) Según Piaget,
      el
      conocimiento progresa mediante la transformación
      constante de unos conceptos en otros (…) Este principio deja
      ver que ningún término puede ser definido de una
      vez para siempre."
    9. Por último, encontramos un cuarto postulado
      que viene a precisar y balancear el conjunto. Sagredo nos
      explica que los objetos ontológicos "son de la exclusiva
      incumbencia del sujeto que los piensa y los construye."
      Pensamos que en definitiva los objetos ontológicos
      vienen a ser para nosotros la totalidad del universo, y
      está claro que es posible para dos o más sujetos
      intercambiar, compartir y transformar conjuntamente los objetos
      ontológicos; esa es la función del
      lenguaje.
    10. Queremos, finalmente, introducir aqui otro
      interesante concepto que también proviene del rico
      ensayo de
      Sagredo, ya que nos será de utilidad más tarde.
      Se trata del "error categorial" (category-mistake),
      término acuñado por Gilbert Ryle y que designa la
      equivocación en que se incurre al confundir niveles
      distintos del discurso o de la realidad, en un mismo
      juicio.

    IV

    FORMA Y ESTRUCTURA:
    OBJETOS DEL CONOCIMIENTO

    Enfrentaremos ahora la aventurada pero necesaria tarea
    de sugerir una coincidencia entre los conceptos que consideramos
    fundamentales en el capítulo anterior y aquellos que
    involucran las voces forma y estructura en música.
    Pensamos seguir para ello, aunque parezca con razón
    rudimentario, un orden de exposición coordinado con el que
    presentamos en el capítulo anterior, es decir, haremos
    coincidir esta numeración de los párrafos con
    aquélla, para hacer más clara la explicación
    y comparación de las analogías entre objetos
    ónticos, ontológicos y lógicos, y los que
    consideramos sus correspondencia en el área de la
    música:

    1. Objeto musical: podemos emplear este nombre
      para referirnos a cualquier cosa que exista en el universo
      musical, siempre y cuando esa cosa sea susceptible de ser
      sujeto de un predicado. Simplemente hemos reducido la
      extensión del dominio a que
      nos referimos, al pasar del universo total al universo musical.
      Sería muy complejo definir aquí con exactitud lo
      que es el universo musical, porque significaría tanto
      como dar una definición de música; y sin contar
      con el inminente riesgo de
      fracaso que ello implica, creemos que en el mejor de los casos
      obtendríamos un resultado menos amplio de lo que
      deseamos.
    2. Para seguir adelante tendremos que insistir en el
      hecho de que este trabajo no persigue fines científicos,
      aunque la presencia de algunos términos provenientes de
      la ciencia sugiera alguna confusión en este sentido.
      Simplemente se ha tomado como modelo y
      soporte un planteamiento como la "Terminología Objetual
      del Conocimiento" por la solidez lógica que puede
      proveer a nuestro trabajo en función de organizar un
      discurso útil.
    3. En el universo musical también es posible
      distinguir entre objetos ónticos y objetos
      lógicos, ya que como hemos visto, cada uno ocupa
      instancias diferentes.
    4. En el caso de lo óntico, su
      extensión nos posibilita identificarlo como
      aquello de la música que tiene dimensión; esto
      es el sonido mismo.
      La tecnología nos ha permitido conocer y
      calcular con exactitud una serie bastante completa de los
      parámetros que conforman el sonido, al punto de
      poder
      reproducirlo artificialmente de manera casi exacta; y esto
      incluye desde un sonido aislado hasta grandes conjuntos de
      ellos, e incluso grandes conjuntos de conjuntos. Hay que
      tomar en cuenta que el término óntico
      implica la totalidad de las cosas del universo, es decir,
      incluye además de lo conocido, todo lo previo y
      extraño a la existencia del hombre por
      estar fuera de su conocimiento. Cuando decimos el
      hombre pensamos siempre tanto en el hombre
      individual como en la especie humana. Aclaramos esto porque
      la música, aunque pueda ser desconocida por seres
      individuales es propia de la especie y no es posible, en
      nuestra opinión, ninguna música que escape al
      conocimiento del hombre como especie; la música es
      humana, es producto
      de la acción del hombre. En consecuencia, todo lo que
      en concreto
      llamamos música, viene a ser para nosotros objeto
      ontológico, porque implica conocimiento, referido
      acierto sonido, a cierto objeto extenso en especial. Y este
      objeto vibratorio, en cuanto percibido y conocido a
      través del oído, es lo que llamaremos nosotros
      objeto formal, porque coincide en sustancia tanto como
      en propiedades con la mayoría de los planteamientos
      recogidos en el Capítulo II en cuanto a la forma
      -recordemos la teoría arquitectónica-
      así como también con las cualidades de los
      objetos ontológicos expuestos en el Capítulo
      III.

      Damos por sentado que las palabras forma y
      estructura pertenecen al universo del discurso de la
      teoría musical, por lo tanto es pertinente su
      utilización en el sentido que queremos otorgarle.
      Según nuestra opinión, esta
      interpretación motoriza e impulsa su
      significación de una manera positiva en función
      de la ampliación cognoscitiva, donde los conceptos
      forma y estructura son representantes de los dominios
      ontológico y lógico respectivamente.

      Forma es signo de una realidad sonora,
      ontológica, y estructura lo es de un dominio
      lógico, de una realidad referida a la capacidad
      ordenadora del hombre. Forma denota entonces el sonido en
      sí, la cosa sonora que se percibe con el oído,
      mientras que estructura denota una abstracción de sus
      regularidades. Ya hemos dicho que nuestra intención es
      en lo posible reducir el equívoco que lleva a
      confundir forma y estructura musical como entes de una misma
      sustancia, es decir, a caer en un error categorial. La
      confusión de categorías es clara: se trata de
      conceptos cuyos referentes son de distinta
      naturaleza.

      Cuando hablamos de forma y estructura, aún
      con respecto al caso particular de alguna obra escrita, los
      términos parecen querer abarcar, pretenciosos, la
      totalidad del fenómeno. Y esta total
      comprehención, en una sola palabra, de un
      fenómeno tan complejo, en términos racionales
      resulta ser poco menos que un concepto universal, indefinible
      por naturaleza. Por este motivo hemos creído
      conveniente limitar internamente los conceptos forma y
      estructura, para despojarlos de su actitud totalizante,
      universal, y someterlos al dominio musical racional
      llamándolos objetos musicales. No es igual referirse a
      la estructura de una obra que al conjunto de sus objetos
      estructurales; creemos que esta última opción
      es más apta, accesible y manejable por la sencilla
      razón de que es más concisa y plural: no
      excluye la presencia de equivalentes, homólogos y
      relativos. De igual manera, hablar de los objetos formales
      constituyentes en tal o cual composición implica la
      posibilidad de un conjunto abierto, donde eventualmente
      pueden ser identificados y añadidos o quitados
      distintos objetos formales, bien sean vistos a nivel micro o
      macroanalítico.

      Pero no es nuestra intención eliminar o
      sustituir definitivamente las palabras forma y estructura, ya
      que precisamente aquello que en el ámbito
      específico es tal vez demasiado generalizante, en un
      enfoque más amplio del pensamiento es un contenido
      insustituible, capaz de expresar con profundidad y propiedad
      aquellos procesos aún por vislumbrar en la historia de
      nuestra cultura y arte. Por ello continuaremos
      empleándolos para generalizar cuando sea requerida una
      proyección mayor de las ideas.

      Al referirnos a forma y estructura como objetos
      ontológicos y lógicos respectivamente, como
      conceptos determinados, tendremos necesariamente que
      señalar, o al menos tomar en cuenta los referentes
      necesarios para considerar como verdaderos los juicios
      implicados. Los referentes de forma serían siempre
      objetos ónticos u ontológicos, mientras que
      para entender estructura buscaremos los referentes en objetos
      lógicos. Ahora vamos a dedicarnos a seguir comentando
      el resto de los párrafos numerados, ya que contienen
      fundamentos indispensables para la idea global que deseamos
      exponer aquí:

    5. Por otra parte encontramos que la definición
      de objeto lógico coincide, desde nuestro de
      vista, con algunos de los conceptos generales que encontramos
      vinculados a la voz estructura; 1) orden, 2) ordenación,
      3) elementos y relaciones de interdependencia, 4) permanencia,
      5) manera de asociación, 6) conjunto de
      relaciones, 7) grupo de
      propiedades, 8) conjunto de relaciones jerárquicas y
      funcionales. Todos ellos son objetos lógicos o hacen
      referencia a los mismos, al igual que los siguientes,
      comunmente encontrados en el vocabulario musical:
      variación, modulación, sustitución,
      sucesión, progresión, repetición,
      yuxtaposición, superposición, inversión, retrogradación,
      etc. Tienen en común que carecen de
      extensión y los llamaremos en adelante objetos
      estructurales
      porque coinciden con las definiciones
      referidas a estructura que citamos en el Capítulo II.
      Por ejemplo, tomemos el término variación;
      pensamos que esta palabra designa principalmente un
      procedimiento y sólo en forma secundaria nos remite a un
      resultado concreto, u objeto óntico. La variación
      constituye un elemento indispensable como fundamento del
      desarrollo histórico en lo que conocemos como
      música en buena parte de nuestra cultura, y
      creemos que es necesario reconocer en la variación un
      objeto lógico que ha permanecido en el hacer musical
      occidental de incontables maneras diferentes durante
      siglos.
    6. En cuanto a las operaciones que son posibles gracias
      a la manipulación de objetos ontológicos,
      encontramos un ejemplo de ello en la actividad del compositor;
      éste realiza operaciones no directamente con los
      sonidos, sino con una imagen mental que de ellos tiene, como
      dice Von Hildebrand, con una "representación formal" de
      ellos. Es decir, que un sonido, o un conjunto de ellos nunca es
      manejado en sí mismo, sino a través de una imagen
      de ellos según las circunstancias del sujeto pensante.
      Esto, aunque parezca obvio, resulta clave para diferenciar el
      concepto de objeto óntico (la cosa en sí) y el de
      objeto ontológico (representación que se tiene de
      la cosa). Von Hildebrand añade que cuando una
      representación formal se configura y asienta en
      nosotros, tiene preeminencia frente a la percepción
      sensorial directa del mismo objeto óntico
      representado.
    7. La transformación del universo mencionada en
      el segundo postulado a que hemos hecho referencia, tiene
      especial importancia en el proceso de composición
      musical, ya que los componentes de dicho proceso son
      particularmente sensibles a todo tipo de cambios, y reaccionan
      ante ellos cambiando igualmente.
    8. Con esto resulta que una obra musical en proceso
      está doblemente sujeta a cambios; las transformaciones
      que sufren sus partes como objetos ontológicos y
      lógicos de la composición según el segundo
      postulado del Capítulo II, y las transformaciones que
      como ser humano, y también objeto, aunque
      orgánico, experimenta el compositor. Las leyes que rigen
      estos cambios, aunque son objeto de indagación e
      interés permanente, escapan a las posibilidades actuales
      de la ciencia, e incluso de la teoría del
      arte.
    9. El último postulado, que se nos aparece
      declarando la exclusiva potestad que el sujeto pensador tiene
      sobre sus objetos ontológicos, es esencial porque abre
      la posibilidad de que las ideas de este trabajo, por ejemplo,
      lleguen a interpretarse y a discutirse en forma abierta, y
      sobre todo puedan despertar el interés de compositores y
      tal vez, de teóricos. Todo lo expuesto aquí
      requiere una aplicación individual, una práctica
      y reflexión personalizada, ya que no pretendemos
      más que sugerir un orden esencial que no excluye, a
      nuestro modo de ver, otros puntos de vista. Esperamos
      francamente que tal posibilidad exista.

    CONCLUSIONES

    Como primera conclusión hemos llegado a entender
    la importancia que tienen en nuestro acercamiento a este tema las
    fuentes extramusicales. Sin ellas no hubiera sido posible ni
    siquiera plantearse claramente el dilema de la
    inadecuación entre los conceptos y lo que ellos
    pretendían designar, ya que en el vocabulario musical
    predomina la referencia metafórica y a consecuencia de
    esto todos los referentes parecen ser siempre etéreos o
    escurridizos. Partiendo desde la matemática y la
    arquitectura y pasando por la literatura y el
    diseño industrial, hemos encontrado un mundo de
    concepciones que es necesario retener dentro del universo musical
    como ampliación y reflejo de nuestro pensamiento creativo
    y lógico.

    Dijimos al comienzo que encontrábamos cierta
    relación entre nuestra concepción de los conceptos
    de estructura y forma y aquello que en una composición
    podía ser considerado como esencial y accesorio, o
    fundamental y circunstancial. En realidad, nos damos cuenta
    ahora, esta correspondencia es posible en cierto modo, pero nunca
    literalmente, sobre todo por lo confuso que puede resultar el
    empleo de palabras como "accesorio" y "decorativo," que tienen
    como connotación "aquello de lo que se puede carecer
    porque no es realmente importante." Menos aún implica esto
    que una obra de música pueda constar únicamente de
    estructura faltándole la forma; ello sería, aparte
    de absurdo, imposible en términos musicales, a pesar de
    que se acostumbra quitar lo accesorio y dejar lo esencial:
    noción de economía
    artística. No se puede prescindir en música de la
    forma ni de la estructura, como llegado el caso se prescinde de
    lo accesorio o decorativo; pero sí es cierto que tal vez
    muchas modificaciones en los objetos formales de una pieza
    podrían pasar despercibidas y sin perturbar o
    desequilibrar el conjunto; no podría decirse lo mismo en
    cuanto a los objetos estructurales. La estructura, como la forma,
    están siempre presentes en la música, y no es su
    ausencia o su presencia lo que se discute, sino las cualidades y
    los valores
    que las justifican y sustentan. Una estructura puede "fracasar,"
    al igual que una forma puede ser "defectuosa," pero ninguna puede
    estar ausente del fenómeno musical.

    Queremos reafirmar nuestro interés en lo que Marc
    Barbut dice en torno a la
    utilidad de conocer el aspecto estructural, citando de nuevo:
    "[la noción de estructura, entre otras, nos permite]
    comprender y reconocer aquello que, desde cierto punto de vista,
    es lo más importante en su actividad;" a esto mismo
    aspiramos con la oposición entre lo esencial o fundamental
    (estructural) y lo accesorio, decorativo o circunstancial
    (formal). Es la finalidad de este enfoque: que pueda de alguna
    forma ayudar a esclarecer una vía de acción, una
    nueva salida que posibilite llevar a cabo experimentos
    creativos en el área de la composición
    musical.

    Hay que reconocer que en definitiva, la gran
    mayoría de preguntas que nos hicimos en un comienzo siguen
    aún intactas, porque como afirma Patrick McCreless, son de
    la clase de preguntas que más que llevarnos a respuestas
    concretas, nos plantean reflexiones constantes en torno a los
    fundamentos de nuestra especialidad. Esto es cierto y constituye
    una de las grandes conclusiones de esta especie de introducción a un punto de vista personal sobre el
    tema de la construcción musical.

    En algún momento de la exposición
    quedó sugerida una propuesta más maravillosa que
    sorprendente: las formas son infinitas. Debemos a A. B. Marx, Ch.
    Alexander, D. Thompson y Edgar Varèse esta deducción, y nos plegamos gustosos a ella
    por cuanto desde un comienzo cultivábamos esta sospecha.
    Pero tenemos que añadir que hacer esta afirmación
    no es un acto libre de consecuencias; por otra parte nos es
    preciso concluir que aquello que llamamos estructuras u objetos
    estructurales, a diferencia de las formas u objetos formales, no
    sólo son finitos sino que existen en número
    relativamente reducido. Puede parecer gratuita esta
    simetría, pero para nosotros no lo es, sino más
    bién coherente y lógica. Recordemos una cita que
    hicimos a Rosen en el Capítulo I:

    "[en el s. XVIII] El gusto por una estructura cerrada,
    simétrica, el emplazamiento de la tensión
    máxima en el centro de la pieza, y la insistencia en una
    resolución completa y prolongada, juntamente con la
    tonalidad articulada y sistematizada, produjo una gran variedad
    de formas, todas ellas con cierto derecho a llamarse
    ‘sonatas.’"

    Está claro en este párrafo, como señalamos en su
    momento, que según Rosen "una estructura cerrada,
    simétrica […] produjo una gran variedad de formas." Por
    otra parte, cuando planteamos el sistema schenkeriano nos dimos
    cuenta de que lo que Schenker llama "elaboraciones", son las
    distintas composiciones que según el método,
    re-presentan o re-crean unas mismas leyes o principios
    constructivos, lo que
    llamaríamos nosotros objetos estructurales, y en este caso
    también se evidencia que el número de "variantes"
    de una misma fuente es, si no infinito, se eleva al menos a una
    potencia enorme
    con relación a su raíz. Luego, si cada objeto
    estructural es un concepto y cada concepto implica una especie de
    ley,
    detengámonos a preguntar si las leyes, "naturales" o no,
    existen en cantidades infinitas en nuestro universo. Si bien su
    número es incalculable, no debe ser infinito, en nuestra
    opinión. En todo caso, séanlo o no, seguimos
    pensando que es inútil entonces asumir que los objetos
    estructurales también son infinitos, ya que basta con que
    puedan generar infinitos objetos formales. No de balde el mismo
    Schenker estaba claro en que el funcionamiento de su
    método se restringía a la música de un
    cierto período histórico; fuera de este conjunto
    los objetos lógicos o estructurales carecían de
    sentido para él.

    A pesar de todas estas interpretaciones nuestras, tal
    vez erróneas, tal vez acertadas, consideramos no habernos
    alejado demasiado de lo que en general estaba ya planteado como
    definiciones de forma y estructura; coincidimos con la
    mayoría de los conceptos y definiciones existentes, salvo
    por una diferencia evidenciada en nuestra obsesión por
    diferenciar uno del otro, razón por la cual los hemos
    ubicado en contextos más amplios del conocimiento para
    facilitar su identificación y discriminación en el área musical.
    Creemos que no podría decirse que hemos tergiversado de
    manera gratuita unos términos que ya habían estado
    siendo manejados de manera operativa en la mayoria de las
    áreas del conocimiento artístico. De igual manera,
    hemos intentado salir de la práctica común,
    haciendo uso de ellos con un fin más o menos personal pero
    sin violentar el rango que ellos ya ocupaban.

    Otro de los logros que consideramos significativo, en lo
    personal, es el haber detectado una gran limitación en
    nuestra propia formación general en cuanto al tema
    tratado. Es evidente que el punto de vista "retoricista" que
    culminó en el siglo XVIII, el conocido como
    "análisis formal," es el que ha permanecido vigente en la
    mayoría de los cursos y manuales que
    llevan por título "Formas Musicales," y que representan en
    el siglo XXI una grave omisión de lo que han aportado
    otras distintas y respetables corrientes de pensamiento,
    especialmente en cuanto a lo que al análisis se refiere,
    como la tendencia categorial de La Rue y Lomax, que identifica y
    mide parámetros; el análisis distribucional de N.
    Ruwet y J. J. Nattiez, interesado en identificar las micro
    unidades y leyes que componen el fenómeno musical con
    miras a conocer la sintaxis, y los aportes de la teoría de
    la información en estos campos, que han
    ofrecido nuevas perspectivas separadas del aspecto lineal y
    secuencial del punto de vista "retoricista".

    No queremos de ningún modo desmerecer el estudio
    de la linealidad musical, porque sigue siendo interesante y
    fecundo este enfoque desde el punto de vista del creador. Pero es
    seguro que hoy
    en día, aquello que consideramos en este escritocomo los
    componentes de un proceso constructivo, requiere del auxilio de
    múltiples perspectivas que abarquen todo el potencial
    disponible de elaboración y creación.

    Finalizando, pareciera que podemos llegar a una
    conclusión parcial, a una noción de la
    relación forma-estructura: la forma nunca alcanza a
    expresar totalmente la estructura, porque aquélla siempre
    es específica. En nuestra opinión se puede acercar
    nuestra acepción de forma con la "representación
    formal" de Von Hildebrand. Según él, cuando un
    artista (en su caso, escultor), se enfrenta a un objeto de la
    naturaleza, debe estar consciente de que esa apariencia es una
    sola de las infinitas variaciones naturales sobre ese tema en
    particular, un tema que nunca será visto en sí
    mismo sino siempre como una variante o una forma, y que su
    trabajo como artista consiste en elaborar una síntesis
    de esa apariencia, es decir, una representación formal. De
    esta manera, se puede trascender la circunstancia especifica y
    llegar al conocimiento de lo que para nosotros es la estructura.
    Un ejemplo equivalente nos da J. J. Nattiez, justamente con
    relación a la variación en la música
    folclórica: "el instinto de variación no es simple
    pasión por variar, sino consecuencia necesaria de la falta
    de un modelo irrecusable."

    Tal vez esta "falta de modelo irrecusable" sea motivo y
    justificación de este ensayo y también de muchos
    otros que con respecto al mismo tema habrán de venir,
    porque guardamos la esperanza, si no de haber aportado
    algún mínimo avance o idea en nuestra área
    de trabajo, sí al menos de estimular a alguna otra
    persona en el
    interés por estos estudios por proseguir con ellos en su
    propio camino.

    ANEXO

    REFERENCIA COMPLEMENTARIA:
    EL KAMMERKONZERT DE ALBAN BERG

    Los siguientes comentarios no tienen la intención
    de conformar un análisis de la obra Kammerkonzert
    de Alban Berg, sino más bien se refieren a ella como algo
    conocido de antemano. Sólo pretenden señalar hacia
    la obra con el fín de presentar un referente a
    través del cual puedan ser contrastados los lineamientos
    teóricos ofrecidos en los capítulos precedentes.
    Nos basamos para ello en nuestro análisis previo de la
    partitura, aunque este análisis no tiene valor en
    sí mismo en este momento, más que como precedente o
    punto de partida para las actuales reflexiones. Nos permitiremos
    entonces referirnos simplemente a conclusiones y observaciones
    generales resultantes del trabajo analítico, sin entrar en
    detalles menores.

    La retrogradación en el Menuetto al
    Rovescio
    de Haydn, a que hicimos alusión en el
    Capítulo I no cambia en él la funcionalidad tonal,
    ni el ritmo, porque el trozo alterna de manera regular solo
    tónica y dominante, con alguna intrusión de la
    subdominante. En cambio, en el
    Kammerkonzert de Berg la retrogradación afecta
    seriamente la imagen original del trozo, porque su regularidad y
    periodicidad responden a otro objeto estructural: la
    polifonía. Pensamos por otra parte que la
    simetría, finalidad de la retrogradación,
    tiene también como principio un carácter
    estructural, es un objeto lógico. Puede hablarse tal vez
    la simetría de una obra en tal o cual medida, y esto dice
    mucho de la "totalidad" de dicha obra; y "totalidad" es otro de
    los conceptos que habitualmente y en general se relacionan con el
    concepto de estructura. Igualmente, la ausencia de
    simetría sería una característica importante
    al hablar en general de obras musicales. Otra cosa es explicar el
    cómo y el qué de la simetría: de estas
    cuestiones se ocuparía el análisis de los objetos
    formales involucrados en ella. Cabría aquí una
    primera clasificación: simetría como una
    especie, o clase, de objeto estructural.

    Los objetos estructurales presentes en el
    Kammerkonzert se han de buscar en las razones por las
    cuales es posible, entre otras cosas:

    1. Someter el material melódico a las cuatro
      posibilidades canónicas clásicas
      .
      Siendo los temas algo más que series y algo más
      que temas, por su carácter simbólico, admiten el
      sometimiento a las cuatro posibilidades porque su identidad
      depende de ello. Es decir, su propia figura (Gestalt) no
      está completa sin tales manipulaciones, por lo que
      podría decirse que también esta posibilidad de
      transformación es un objeto estructural en sí
      mismo que de ser omitido incumpliría con una cualidad
      inherente a los propios temas. Otra clasificación: Las
      cuatro posibilidades canónicas son especies o clases de
      objeto estructural. En el Menuetto al
      Rovescio de Haydn podemos hablar de una sola de estas
      cuatro posibilidades, la retrogradación, lo cual
      sería referirnos lógicamente a una sub-especie de
      aquéllas.
    2. Yuxtaponer los materiales
      conocidos para obtener a la vez nuevo material
      .
      La asociación simultánea de dos o más
      temas sugiere la existencia de una fuente de procedencia
      única, o mejor dicho, de una sola "imagen" o "plano
      atemporal" de donde todos los temas provienen. Tal vez se puede
      comparar en términos de la Lógica: los temas son
      sólo enunciados diferentes de una misma
      proposición, y no proposiciones distintas. Esta imagen
      atemporal sólo existe en el logos (definitivamente la
      imagen es la proposición, y la proposición es un
      conjunto estructural), y por lo tanto es materialmente
      irrepresentable en su totalidad. Es el objeto formal,
      sensorial, sometido a las leyes espacio-temporales, el que nos
      presenta un proceso en el que los temas parecen nacer
      separados, desarrollarse, moverse y luego fundirse poco a
      poco.
    3. Modificar libremente los intervalos de los temas y
      sus derivados.

      Es importante pensar si lo que entendemos como un "nuevo
      material" realmente es una presentación más del
      material ya expuesto tal y como su naturaleza se lo permite y
      hasta se lo exige. Los temas admiten y exigen transformaciones
      constantes en su configuración interválica. Estas
      alteraciones formales nos demuestran que ellos se encuentran en
      una dimensión distinta de la identidad, y no responden a
      los cambios como lo harían en un contexto estructural
      decimonónico.

    Vamos a seguir con el ejemplo de los temas. Los temas
    son objetos ontológicos, por lo tanto, objetos formales.
    Con ellos se puede operar a la vez en niveles formales y
    estructurales, es decir, se les puede someter a cambios en sus
    elementos internos tanto como en sus relaciones con objetos
    externos a ellos. En general los temas, como cualquier objeto
    formal, y casi como cualquier objeto físico, son
    susceptibles de ser manipulados de manera similar a las "cosas".
    Pueden ser agrupados, aislados, superpuestos, distorsionados,
    divididos, en fin, desintegrados y reconstruidos, etc.

    Veamos ahora algunas propiedades de los temas del
    Kammerkonzert:

    1) Sus intervalos, su ritmo, consecutividad y
    direccionalidad pueden ser alterados sin pérdida de
    identidad, a través de procesos como la inversión,
    la aumentación, la disminución y la
    retrogradación. Tal vez la única limitación
    es que no ocurren todas las transformaciones a la vez.

    2) Pueden ser yuxtapuestos y sumados o asociados con
    otros temas o con materiales no temáticos.

    3) Pueden ser divididos, atomizados y transpuestos,
    conservándose la identidad de las partes
    resultantes.

    Pero en el Kammerkonzert hallamos, aparte de los
    temas, otros objetos que identificamos fácilmente pero
    cuyas relaciones recíprocas son más
    difíciles de entender. ¿Qué tienen en
    común elementos como temas de doce tonos, escalas y
    pasajes cromáticos, grupos de
    arpegios aumentados y disminuídos, acordes y arpegios
    mayores y menores, progresiones melódicas, arpegios de
    cuartas, ritmo de valse vienés, y otros ritmos
    recurrentes, que conviven sin que el conjunto acuse una tendencia
    tonal? Tal vez sea más fácil encontrar entre ellos
    similitudes que diferencias. Por ejemplo, la regularidad
    es uno de los componentes esenciales que nos induce a
    denominarlos y agruparlos como objetos. En cada uno de ellos
    puede distinguirse algún tipo de patrón organizador
    o distribuidor de los demás componentes.

    Entonces tal vez es hora de otorgar a la regularidad un
    papel de importancia dentro del conjunto de objetos
    estructurales. Creemos que la regularidad rige el cálculo de
    los intervalos, el sistema métrico, el sonido mismo, es
    decir, tiene que ver con unidades. La simetría, por otro
    lado, refiere básicamente relaciones entre imágenes:
    permite comparar identidades, y sentir el transcurso del tiempo.
    Claro que la aparición frecuente de un tema, por ejemplo,
    puede verse como un tipo de regularidad a la vez que una
    manifestación de simetría. Por el momento, sin
    embargo, diremos: regularidad es una especie o clase de objeto
    estructural.

    Una de las cosas que nos ha llamado mucho la atención del Kammerkonzert, en
    relación con el asunto de la forma y la estructura:
    ¿Por qué cada movimiento
    puede tener un final propio? ¿Por qué además
    del final común de los tres movimientos, que guardan entre
    sí una continuidad como conjunto, cada uno cuenta con su
    propio final? Esta pregunta genera varias respuestas. Tal vez
    Berg compuso un final a cada movimiento para posibilitar la
    existencia individual de cada uno de ellos, y por lo tanto
    aumentar sus posibilidades de ejecución. También el
    hecho de ver incluída la posibilidad de eliminar alguno de
    los movimientos, permitiendo que alguno de ellos quedara
    olvidado, nos orienta acerca de la idea de una cierta "totalidad"
    existente en cada uno de los movimientos. En este caso la
    definición enciclopédica de estructura, que la
    asocia con un todo inseparable, o como la totalidad de las partes
    de un todo, resultaría insuficiente para abarcar esta
    obra, donde vemos que sus partes sí son
    separables.

    Para Berg, tal vez, cada movimiento del
    Kammerkonzert contenía la suficiente
    información acerca de la estructura como para sobrevivir
    sin los demás, y era "una estructura" en sí mismo.
    Más difícil nos parece creer que se haya previsto
    la ejecución de dos movimientos solos, ya que esta
    situación implicaría una elección
    arbitraria, fuera del control del
    compositor. En pocas palabras, creemos que Berg tomó en
    cuenta dos posibilidades: ejecutar un solo movimiento en cada
    ocasión, o tocar los tres: hacer sólo dos
    sería un despropósito. En este caso creemos que las
    tres grandes secciones o movimientos responden a una
    concepción de equilibrio
    material. Berg se refiere, en su "Carta Abierta a
    A. Schoenberg," a la trinidad de eventos como un
    principio siempre presente, en todos los planos de esta
    composición, lo cual podemos asociar entonces con un
    proceso mental de creación y por lo tanto un objeto
    estructural. Estaríamos hablando de un tipo especial de
    regularidad y también de simetría, ambas referidas
    a "lo triple", y/o "lo dividido en tres". Entendemos entonces la
    posibilidad de ínter cambiabilidad entre el "Tres" y el
    "Uno".

    El hecho de que Berg haya preparado cada uno de los
    movimientos para que pudiera ejecutarse independientemente de los
    demás prueba que a la vez existe en cada uno de ellos una
    estructura dentro de la totalidad. Toda esta especulación
    tiene como objeto argumentar que el proceso de
    estructuración implica generalmente varios niveles, o
    estructuras que funcionen dentro de otras estructuras mayores, o
    totalidades, que a su vez también parecen depender de
    superestructuras como la que más arriba hemos
    sugerido.

    Podríamos afirmar que en el caso del
    Kammerkonzert, especialmente dentro del primer movimiento,
    la variación constituye uno de los principales objetos
    estructurales sobre el cual tienen lugar los procesos de
    generación formal. Variación es un concepto
    o procedimiento con implicaciones muy amplias, asociadas a la
    noción de identidad, que se resiste a ser ubicado dentro
    de un momento histórico aunque haya generado formas
    paradigmáticas llamadas "Variaciones." Lewis Rowell
    sostiene que la variación representa un símbolo
    síquico, símil de los procesos humanos de identidad
    y transformación del Yo a lo largo de la vida y
    además: "La variación se compromete con un valor
    musical asociado: estructura y decoración." Esta
    afirmación también es muy útil para nuestro
    enfoque en cuanto genera una pregunta ligeramente distinta,
    implicando decoración como opuesto a estructura. De ahi
    que nos preguntamos si es posible en música este tipo de
    relación. ¿Hay en la música una parte
    esencial y una parte decorativa?

    Vamos a mencionar un caso que en nuestra opinión
    da mucho que pensar al respecto de lo esencial y/o decorativo,
    accesorio, prescindible, o como quiera llamarse esta
    opción. Encontramos en la partitura del
    Kammerkonzert una barra de repetición que afecta
    los compases 536 al 710, es decir, una muy buena parte del
    Rondo Ritmico, casi un aria da capo. Mas en la
    grabación hecha por el Ensamble
    Intercontemporain y dirigida por Pierre Boulez, dicha
    repetición no es efectuada, atendiendo a una breve nota de
    la partitura que parece sugerir que dicha repetición es
    opcional. Bien haya sido una acción artística por
    parte del director, o una decisión mercadotécnica
    con el fin de dejar espacio en el disco para Dumbarton
    Oakes
    y Ebony Concert de I. Stravinsky, nos despierta
    la duda de si esa sección que "falta" era imprescindible o
    no lo era, si respondía a un objeto estructural, o si como
    objeto formal no comprometido podía ser simplemente
    eliminado. ¿Podemos pensar entonces que en general las
    repeticiones textuales son de poco valor? En el caso del
    Menuetto al Rovescio de Haydn parece no ser
    así, pues si en él prescindimos de la vuelta o
    aria da capo, el efecto tal vez sería más
    notorio, y seguramente la identidad del Menuetto como
    género
    se vería afectada.

    Pudiéndose suponer que el Kammerkonzert
    representa, desde el punto de vista técnico, una
    elaboración extensa a partir de material temático
    en cantidad limitada, como ha sido característico de la
    tradición germana a la que pertenece, acordaremos que
    subyace en ella el deseo de unidad, o lo que es lo mismo, de la
    preservación de la identidad. El material temático
    además esta jerarquizado de tal manera que podemos decir
    que los temas o motivos derivados de los nombres de los vieneses
    desempeñan funciones más importantes que el resto,
    al representar directamente los sujetos del devenir (tal vez se
    acentúa su importancia por denotar precisamente seres
    humanos). Esto es evidente por las posiciones de relevancia que
    ocupan desde el punto de vista de la distribución temporal.

    Por el momento nos contentaremos con la
    formulación de estas preguntas, ya que pueden
    considerarse, a nuestro juicio, como una verdadera
    aproximación a las respuestas.

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     Trabajo de Grado presentado a la Universidad
    Simón Bolívar

    Como requisito parcial para optar al título
    de

    Magíster en Música

    Realizado con la asesoría de Emilio
    Mendoza

    Por

    Luis Alejandro Alvarez Alvarez

    (Venezuela
    1970) Compositor.

    Categoría y palabras clave: Arte y Cultura,
    música, composición, teoría, forma,
    estructura.

    UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

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