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El ojo tras el sonrojo: La ética del neoliberalismo




Enviado por Ernesto Guajardo



    La ética del
    neoliberalismo

    1. Algo está
      pasando
    2. La visión
      neoliberal
    3. Bienvenida,
      contraofensiva

    Algo está
    pasando

    No siempre los fenómenos sociales son del todo
    evidentes. Muchas veces ellos sólo pueden ser percibidos
    por indicios de diverso carácter, que se originan y desarrollan en
    distintos ámbitos de la realidad social. Eso es lo que
    pareciera estar ocurriendo en la realidad.

    A fines de 1994, el dirigente del partido de derecha
    Unión Demócrata Independiente (UDI), Jovino Novoa,
    anunciaba el "nuevo proyecto" de
    dicha colectividad política: la
    ética del desarrollo.
    Aspectos de esta propuesta fueron desarrollados posteriormente en
    forma más extensa por Andrés Chadwick quien, en una
    entrevista,
    señaló que –de acuerdo a esa nueva
    visión– "en el desarrollo
    económico de un país, fundamentalmente centrado
    en el crecimiento, hay una responsabilidad moral,
    ética". La expresión moral del desarrollo
    económico, para este dirigente de la UDI, se expresa
    sintéticamente en la fórmula que sostiene que
    mientras privatizar es moral, la acción
    de estatizar es inmoral; más aún, Chadwick
    señaló en ese entonces que deseaban llamar la
    atención hacia el hecho de que las privatizaciones "tienen una dimensión
    ética".

    En otras geografías, a inicios de este
    año, se realizó la transformación de
    la
    organización neofascista Movimiento
    Social Italiano (MSI) en la "renovada" Alianza Nacional (AN). Su
    principal dirigente, Gianfranco Fini, al proclamar los valores
    que caracterizarían la nueva organización afirmó que AN es "una
    derecha social que se plantea como principal objetivo la
    afirmación del derecho al trabajo, una
    auténtica igualdad y una
    verdadera pacificación social; una derecha de valores que se
    inspiran en la tradición cristiana de Italia; una
    derecha de la familia, de
    la persona y de la
    vida".

    Las señales
    son múltiples pero, a pesar de su distancia temporal y
    espacial, parecieran ser expresiones similares de un mismo
    fenómeno, esto es, la construcción –por parte de los
    sectores neoliberales– de una propuesta global,
    ideológica y cultural, que sea coherente y a la vez
    sustentadora –en esos planos de la realidad social–,
    del sistema
    económico y político neoliberal.

    La visión
    neoliberal

    Las transformaciones económicas que se han
    realizado en el mundo en las últimas décadas,
    (estamos hablando del reemplazo del régimen de
    acumulación capitalista de corte fordista-keynesiano, por
    un régimen de acumulación flexible, con su
    consecuente modificación en las percepciones de tiempo y
    espacio), han generado correspondientes transformaciones en el
    ámbito ideológico y cultural. Ante dichas
    transformaciones, los neoliberales (como Bell, Novak, Kristol,
    Berger o Lipset), según el análisis del salvadoreño Luis A.
    González, "han valorado positivamente los logros de la
    racionalidad tecnoeconómica del capitalismo y
    se han propuesto dotar al sistema (…) de unos valores
    religiosos judeo-cristianos que lo legitimen".

    En su opinión, los neoliberales consideran que
    el capitalismo está constituido por tres subsistemas
    fundamentales: el tecnoecómico, el político y el
    cultural Ahora bien, para que el sistema funciones sin
    mayores fricciones, entre los tres subsistemas tiene que existir
    una coherencia y complementariedad básicas. Sin embargo,
    en la actualidad los neoliberales perciben que en muchos aspectos
    se ha perdido esa coherencia y complementariedad, sobre todo por
    parte del subsistema cultural. Es por ello que el sistema
    capitalista habría sufrido la pérdida de su
    "correctivo ético" y entrado consecuentemente en una
    "crisis
    espiritual".

    La crisis se origina, entonces, cuando el subsistema
    cultural entra en confrontación con los principios
    rectores y con los elementos constituyentes de los otros dos
    subsistemas: el económico y el político. Esta
    tensión es la que se pretende resolver con la
    asignación de nuevos valores al subsistema cultural, para
    que éste posea una lógica
    común a los ámbitos económico y
    político, en otras palabras, una lógica
    tecnoeconómica.

    Siguiendo el análisis de González, la
    solución a esta crisis ha de consistir en una
    reconstitución de la cultura,
    realizada a partir de la tradición judeo-cristiana. Se
    trata, por consiguiente, de un proceso que
    vuelve la vista hacia el pasado –hacia la tradición
    religiosa– para legitimar y dotar de sentido las
    prácticas humano-sociales del presente. Al decir de J. M.
    Mardones, todo este proceso constituye una
    "contrailustración neo-consevadora".

    En resumen, la visión neoliberal admite que
    existe una crisis en el sistema que ella avala, crisis a la cual
    le asigna un carácter eminentemente cultural; por ello,
    propone la construcción de un cuerpo valórico y
    cultural que legitime el sistema que preconiza, valores y
    productos
    culturales que –como hemos visto– tienen que ser
    coherentes con su dinámica
    tecnoeconómica.

    En nuestro país, por ejemplo, la
    socióloga e investigadora de CIEPLAN, Cecilia Montero,
    señaló a inicios de 1994, que "los consensos
    alcanzados en lo económico no son tan evidentes en el
    plano de la cultura y de los valores". Debido a esto, "en lo que
    resta de la década de los 90 el poder
    político deberá buscar una legitimación en el orden simbólico y
    valórico, en la capacidad de ligar economía y
    cultura".

    Para ella, la función
    que le compete a la cultura en nuestro país es la de
    "legitimar el sistema económico y su orientación
    cientificista y tecnócrata; por ejemplo, se busca la
    legitimación en el orden simbólico y
    valórico para que la población sienta ‘entusiasmo’
    por temas tales como los impuestos, las
    privatizaciones y el gasto social". Montero concluye
    señalando que "la sociedad
    chilena tiene que hacer honor, en sus formas de convivencia, a la
    madurez que ha alcanzado su economía y su sistema
    político".

    Como podemos apreciar, lo que se propone no es sino
    la consolidación última del sistema capitalista
    neoliberal, en lo que se refiere a las distintas formas de la
    conciencia
    social; esto es, la consolidación del neoliberalismo
    en la filosofía, las artes, la religión,
    etc.

    Por ello el discurso
    neoliberal enfatiza ahora aspectos culturales y valóricos.
    El propio Chadwick ha señalado que él es "un
    ferviente partidario de la economía libre y del mercado, pero al
    mismo tiempo soy ferviente partidario de los sentimientos y
    cada vez más entendedor del significado de los
    testimonios y el valor de los
    símbolos
    ".

    Este mismo dirigente parece confirmar el
    análisis propuesto por González, cuando sostiene
    que "la UDI tiene una mezcla que le da identidad muy
    clara; refleja, por una parte, una visión cristiana muy
    arraigada y homogénea del mundo, de los valores y la
    cultura; y, al mismo tiempo, una visión económica
    liberal".

    Bienvenida,
    contraofensiva

    El escritor chileno Jaime Collyer, opinando en
    torno al bullado
    caso de la tarjeta postal que contenía una transgresora
    representación de Simón Bolívar,
    se refirió a "la vulgar ofensiva que los sectores
    conservadores de nuestro país han iniciado ahora o
    quizás estén culminando…". Ese es precisamente
    uno de los aspectos interesantes de esta problemática: la
    actitud
    asumida por la intelectualidad neoliberal chilena ante cuestiones
    tales como el divorcio,
    el aborto o
    una representación artística de Bolívar, no
    puede ser interpretada como la reacción inmediata a una
    circunstancia específica; es, por el contrario, parte de
    una estrategia que
    –como hemos visto– busca la validación del
    sistema económico y político neoliberal, desde y en
    los ámbitos cultural y valórico.

    Esta ofensiva ideológica y cultural neoliberal
    implica también, el nuevo protagonismo de concepciones
    idealistas que proponen la existencia de valores, principios y
    diversas concepciones teóricas, supuestamente poseedoras
    de un carácter universal y extemporáneo,
    parámetros en torno a los cuales existiría un
    pretendido consenso al interior de nuestra sociedad. Pero ocurre
    que el ‘consenso’, así entendido, no es sino
    una construcción discursiva que pretende encubrir actitudes
    uniformadoras, autoritarias, mediante las cuales los sectores
    dominantes pretenden imponer su visión de mundo, y con
    ella, su correspondiente manera de concebir y desarrollar las
    estructuras y
    dinámicas culturales. Es precisamente en ese sentido que
    Collyer caracteriza esta ofensiva como "un eslabón
    adicional en el esfuerzo reiterado que determinados sectores
    desarrollan para imponer sus restrictivas opciones
    valóricas y morales al resto de sus
    conciudadanos".

    Por otro lado, el periodista y cientista
    político italiano Lucio Favri opina que en Chile se lleva
    a cabo una redistribución del poder, más que una
    contraofensiva del mismo. Para él, esta
    redistribución se realiza "en la misma línea de los
    reacomodos ocurridos durante las últimas décadas en
    las sociedades
    capitalistas – democráticas más desarrolladas de
    Occidente".

    Anteriormente ya hemos visto, en los análisis
    de González y Mardones, algunas de las implicancias
    ideológicas y culturales producidas por los últimos
    ‘reacomodos’ del sistema capitalista. Pero lo que
    aporta el análisis de Favri es el identificar en Chile un
    vértice del poder en el cual confluyen: a) ciertos
    segmentos de la dirigencia política; b) los principales
    grupos
    empresariales que conducen el proceso de inversión y controlan la provisión
    de empleos en la economía; c) los medios de
    comunicación de masas que crean y orientan a la
    opinión
    pública; d) las elites culturales que se encargan de
    la producción y transmisión de valores
    y de asentar los límites
    morales de la comunidad.

    De estos componentes, los que Favri considera
    fundamentales son: "i) los conglomerados económicos
    privados que conducen el modelo de
    acumulación y desarrollo y ii) las elites encargadas de
    producir valores y orientaciones ético-sociales de mediano
    y largo plazo".

    En particular es la actividad de estas elites la que
    nos debiera mover a interés,
    porque, si es efectivo que ellas buscan "influir a mediano y
    largo plazo sobre las costumbres y orientan la formación y
    socialización de los valores privados y
    comunitarios", serán ellos, en cuanto componentes del
    poder dominante, las protagonistas de la ofensiva cultural y
    valórica que desarrolla en este momento el neoliberalismo.
    De hecho, analizando la relación existente entre estas
    elites culturales y los medios de
    comunicación de masas nacionales, Favri indica que en
    Chile existiría "una suerte de complicidad entre la
    industria de
    medios y el
    establishment conservador, lo cual permearía a los
    medios de una afirmación inclinada por el orden en vez de
    las libertades, hacia el monismo ético en vez del
    pluralismo, y hacia una ‘cultura ascética’
    (que afirma las bases religioso-morales del capitalismo de
    acumulación, pautas exigentes de control social y
    un direccionamiento restrictivo de la líbido hacia la
    esfera del trabajo y el consumo)".

    Ahora bien, si consideramos las declaraciones de
    Chadwick –por ejemplo–, podemos sostener que el
    monismo ético, la cultura ascética, la ideología neoliberal, son algunos de los
    elementos integrantes de la "ética del desarrollo", y al
    serlo, generan una paradoja, pues se propondría "una
    suerte de neoliberalismo a nivel de los mercados (donde
    se reclama máxima desregulación para las
    transacciones) con un intenso autoritarismo moral (que supone
    máxima regulación para las interacciones)". Para
    decirlo brevemente, se nos propone ser liberales en lo
    económico, pero conservadores en lo
    cultural.

    En definitiva, la preocupación por la moral y la
    cultural, desde nuestra perspectiva, no pretende agotarse en
    sí misma, ni tampoco caracterizarse por un academicismo
    estéril. Por el contrario, esta inquietud está
    relacionada con el interés de lograr una
    comprensión más profunda sobre cuáles son
    las fuerzas sociales que proponen cambiar las normas de
    conducta, los
    intereses culturales, en resumen, modificar el sentido
    común de la sociedad nacional y en pos de qué
    intereses. En otras palabras, nos ha preocupado el determinar
    cuál es, verdaderamente, el ojo que existe tras ese
    sonrojo hipócrita en las mejillas.

     

    Ernesto Guajardo Oyarzo

    Nacido en Santiago de Chile en 1967. Ha estudiado
    Bibliotecología y Documentación, así como Periodismo y
    Comunicación Social. Ha publicado los
    libros de
    poesía
    Por la patria, Nosotros, los sobrevivientes, Las
    memorias
    , El primogénito y el reportaje
    periodístico: El fulgor insomne: la vida de Marcelo
    Barrios
    .

     

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