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Problemática general de la función de Producción y su actuación en el actual contexto competitivo




Enviado por sibarra



    1. Cambio de actitudes y su
      capacidad de actuación
      estratégica
    2. Principales tendencias actuales
      y futuras en torno a la función de
      Producción

     Palabras clave: Competitividad; estrategia de
    producción; función de Producción &
    Operaciones

    Tipo de trabajo: Teórico
    (Journalistic)

    Problemática general de la función de
    Producción y su actuación en el contexto
    competitivo actual.

    Cambio de actitudes y su
    capacidad de actuación estratégica.

    Al enfrentarse a presiones competitivas cada vez
    más fuertes, las empresas tienen
    una mayor necesidad de coordinar las actividades de sus funciones
    principales en una estrategia coherente que integre todas y cada
    una de las perspectivas funcionales. Aún así, casi
    no lo hacen, y la realidad parece ser otra. No toman en cuenta
    todas las contribuciones funcionales necesarias para generar
    acciones
    exitosas. Una omisión muy común y significativa es
    la relacionada con la producción y las operaciones. Una
    característica típica del análisis estratégico es que las
    funciones individuales dominan los resultados estratégicos
    de las empresas. Esto en parte, tiene su origen en la historia, tal y como se
    puede apreciar en el Cuadro 1.

    Cuadro 1. Cambios en el papel dominante de las
    funciones gerenciales en el

    planteamiento de la estrategia de la
    empresa

    Periodo

    Función
    típica

    Razones

    1945 – 1965

    Producción /

    Operaciones

    (POM)

    Durante este periodo, en casi todos los sectores
    industriales la demanda
    mundial fue superior a la capacidad. Por lo tanto, las
    compañías podían vender todo lo que
    fabricaban y la función de producción /
    operaciones dominaba en el análisis
    estratégico.

    1965 – Principio
    década

    de los 80´s

    Mercadotecnia

    Para mediado de la década de los
    60´s, empezaba a restablecerse el desequilibrio entre
    la capacidad mundial disponible y la demanda mundial. El
    resultado fue que en la mayor parte de los mercados
    era cada vez más difícil vender los productos. De ahí el surgimiento del
    papel estratégico de la mercadotecnia, que ganó importancia a
    partir de ese momento.

    Principio de la
    década

    de los 80´s a la
    actualidad

    Mercadotecnia

    y Finanzas

    La recesión que tuvo lugar a finales de la
    década de los 70´s y principios
    de los 80´s dio como resultado que muchas
    compañías experimentaran dificultades
    financieras y presenciaran gran cantidad de fracasos
    corporativos. Al ganar terreno, estos eventos
    estimularon el desarrollo de la función financiera
    /contable y su papel en el planteamiento
    estratégico.

    Fuente: Hill (1997; pág.
    10)

    De cualquier manera, el resultado es que el
    planteamiento de la estrategia empresarial no comprende las
    dimensiones de todas las funciones clave y la
    interrelación que existe entre éstas (Hill, 1997).
    Los documentos
    empresariales que se recopilan muchas de las veces suelen ser
    sólo afirmaciones estratégicas de las funciones que
    se preparan de manera individual, sin diferencias de opiniones
    acerca de cómo estas perspectivas clave se
    interrelacionan. El punto central del planteamiento
    estratégico es la necesidad de identificar el nivel de
    coincidencia o falta de ésta entre las estrategias
    funcionales. Sólo así se podrán reconciliar
    las diferencias y llegar a estrategias bien pensadas, articuladas
    y coordinadas, de manera tal que todas las áreas
    implicadas clave correspondan y la respalden. Este intercambio es
    la esencia del planteamiento estratégico; sin él y
    dada la naturaleza
    dinámica de los mercados actuales, las
    empresas se encuentran en una desventaja cada vez
    mayor.

    Al plantear una estrategia, muchas empresas no cuentan
    con la forma y en ocasiones, ni la disposición, de
    incorporar algunas de las perspectivas funcionales necesarias
    para determinar una respuesta estratégica apropiada. Tal
    es el caso de la perspectiva productiva. Al tiempo que la
    mayor parte de las empresas reconocen la necesidad de adoptar las
    perspectivas de mercado e
    identificar las limitaciones financieras, pocas incluyen las
    perspectivas críticas de la administración de operaciones. Si bien la
    función de producción, tal y como se pudo observar
    en el anexo anterior, recibió una atención privilegiada en los inicios de la
    industrialización, más adelante dejó de ser
    crítica
    y la alta dirección de la empresa la
    relegó a un segundo plano.

    Tradicionalmente la función productiva se ha
    venido contemplando bajo un punto de vista muy técnico, y
    especialmente a nivel académico, con un enfoque
    optimizador dominado por la Investigación Operativa (J.A.D. Machuca
    et al., 1998). Ha solido imperar un enfoque
    analítico que aún se encuentra con demasiada
    frecuencia, e incluso una insuficiente consideración de
    sistema abierto
    para el área productiva, a la cual por otra parte, la alta
    dirección no dedicaba especial interés.
    Si bien estos planteamientos se pudieron mantener durante cierta
    etapa histórica, hace bastantes años que dicha
    concepción es insostenible, siendo necesario un cambio radical
    de orientación.

    Desgraciadamente, durante los años 60´s e
    incluso 70´s pocos directivos y empresas occidentales se
    dieron cuenta de la importancia que puede tener el área
    productiva y las decisiones que en ella se toman. Pocos pensaron
    en utilizarla como instrumento competitivo, a pesar de que como
    la realidad ha demostrado posteriormente, dicha función
    representa una de las bases más sólidas para
    obtener una ventaja competitiva sostenida. También se ha
    comprobado con consecuencias fatales para muchas empresas, que
    cuando la dirección de operaciones es inadecuada y limita
    las posibles opciones estratégicas, puede arrastrar al
    fracaso empresarial; no en vano, y especialmente en las empresas
    fabriles, el área productiva absorbe la parte más
    importante de los costes e inversiones,
    aproximadamente del 70 al 80 por ciento de todos los costes en
    que incurre la empresa,
    abarcando gran parte, si no es que todos los costes directos
    (empleados y materiales) y
    una parte de los costes indirectos que se encuentran en su
    jurisdicción. (Hill, 1997; Huge y Anderson, 1989;
    Domínguez et al., 1998). Como ya señalaba
    Skinner en
    1969, «la función de Operaciones es como una
    herramienta de doble filo: o es una arma competitiva o es un
    lastre empresarial, pero raras veces es
    neutral».

    En la mayoría de las empresas el desarrollo
    estratégico se ha basado (y aún todavía se
    basa) en aspectos relacionados con el área de Marketing, sin
    introducir a la función de Producción en el
    debate, pues
    se le consideraba hasta hace poco básicamente operativa.
    Se suponía erróneamente que esta última era
    capaz de seguir, sin necesidad de cambios significativos, los
    distintos caminos marcados por la estrategia corporativa. El
    consiguiente fracaso empresarial o la rápida
    pérdida de posiciones competitivas ha resaltado, por
    desgracia demasiado frecuente, el error de dicho enfoque. En la
    actualidad, muchas son las empresas que aún consideran la
    producción como una actividad residual, eminentemente
    técnica, carente de perspectiva estratégica, con
    unos objetivos
    concretos a alcanzar, y cuya responsabilidad compete únicamente a los
    directores de fábrica, a pesar de que dicha función
    está vinculada con el grueso de la mano de obra, costes e
    inversiones de la empresa. Hay quienes aún la consideran
    como un sistema cerrado y optimizable, sin relación
    directa y estratégica con las restantes funciones, y donde
    la eficiencia es su
    variable clave y la reducción de costes su
    manifestación operativa.

    Esta concepción de la producción
    está plagada de mitos y
    suposiciones entre las que se pueden citar: a) la
    dirección de la fabricación es fundamentalmente
    responsabilidad de los ingenieros, b) las decisiones relativas a
    la mecanización de la fábrica son una tarea de los
    ingenieros industriales y de los especialistas en
    investigación operativa, c) la aproximación de
    sistemas y un
    alto nivel de conceptualización son sustitutos importantes
    de la experiencia y de los conocimientos, y d) el criterio
    principal para evaluar la actuación de la empresa es la
    eficiencia y el coste (Skinner, 1978; Fernández, 1993) y
    así mismo la principal herramienta para medir el
    rendimiento global es la contabilidad
    de costes.

    Este planteamiento tradicional de la actividad
    productiva es cuestionable ya que supone ignorar las
    potencialidades de la capacidad tecnológica empresarial y
    las ventajas que de ella pudieran derivarse. Así, es muy
    frecuente que los directivos sepan muy poco sobre los aspectos
    técnicos de los productos que elabora su empresa y de los
    procesos
    necesarios para fabricarlos. Esto les hace vacilar cuando deben
    asumir riesgos, ya
    que sentirán la necesidad de justificar todas y cada una
    de sus actuaciones a causa de su inseguridad
    (Morita, 1987). La situación precedente es particularmente
    grave en una época como la actual, plagada de cambios
    tecnológicos y económicos.

    La evolución tecnológica modifica, cada
    vez con más intensidad los gustos, preferencias y
    necesidades de los consumidores, pero también la forma en
    que estos serán satisfechos, lo que devuelve y ratifica la
    importancia de la función de producción dentro de
    la definición estratégica de la empresa. La
    competencia ha
    variado y también deben hacerlo las respuestas de la
    empresa, la cual debe modificar su actuación de manera que
    sus elementos internos y externos se integren en una estrategia
    común. Se trata, en fin, de que la empresa desarrolle
    nuevas potencialidades, que le confieran la capacidad suficiente
    para adaptarse a los cambios medio ambientales e influir, si es
    posible, sobre ellos.

    Ante esta situación, la función productiva
    debe convertirse en una variable competitiva fundamental para
    la
    organización (Hayes y Wheelwright, 1984), al menos en
    igualdad de
    condiciones con las otras actividades funcionales de la misma. La
    función productiva, en suma, ha de recibir una
    atención, si no prioritaria, similar a la del resto de
    áreas funcionales, lo que redundará en una mejora
    de la competitividad general de la compañía. Para
    ello, la recuperación de la producción como fuente
    de ventajas competitivas, deberá ir acompañada por
    un cambio en la selección
    y formación de los directivos y del personal
    operativo de la empresa. Ahora bien, es preciso destacar que el
    reconocimiento de la POM (Production and Operations Management)
    como actividad generadora de ventajas competitivas sólidas
    y sostenibles no ha empezado en esta década ni ha sido
    asimilada de igual manera por los empresarios de los diferentes
    países y compañías. Hace ya casi 35
    años, algunas empresas japonesas reconocieron el papel
    crítico de la Dirección de Operaciones en la
    consecución de sus objetivos competitivos. El despertar en
    occidente vino posteriormente de la mano de la creciente e
    imparable globalización económica la que ha
    llevado la competitividad a niveles desconocidos en el pasado. La
    penetración asiática en mercados tradicionalmente
    dominados por empresas europeas y norteamericanas (tales como
    automoción, acero, y electrónica de consumo)
    constituyó fuentes de
    alarma que activaron cambios de actitudes en los empresarios
    occidentales.

    Coincidimos con numerosos autores, tales como Hayes,
    Wheelwright y Clark (1988), en que son muchas las empresas que
    han descubierto como, frecuentemente, el «arma
    secreta» de sus temibles competidores no estaba basada en
    una mayor potencia
    comercial o una superior fuerza
    financiera, sino en la capacidad para elaborar sus productos de
    una forma más eficiente, más fiable y más
    precisa. Así mismo durante la pasada década de los
    80´s, el desempeño estratégico de la POM
    estaba recibiendo una atención creciente debido al
    reconocimiento de su contribución potencial a la mejora de
    la posición competitiva de las empresas e industrias.

    Un equipo de investigadores del MIT (Massachussets
    Institute Technology
    ) después de estudiar y analizar
    ocho sectores industriales concluía que la
    recuperación de la industria
    norteamericana habría de pasar por un cambio profundo en
    la manera de entender y orientar la fabricación, de forma
    que las empresas tenían que evolucionar desde utilizar la
    fabricación como una herramienta operativa hasta
    diseñar e implementar una estrategia de fabricación
    adecuada (Derouzos, Lester y Solow, 1989; citados por
    Martínez, 1992). Muchas empresas entendieron muy bien el
    mensaje (IBM, General Motor, Ford,
    Motorola, Hewlett-Packard, Black & Decker, Tektronix, 3M,
    Intel, Honeywell, Harley-Davidson, John Deere, Eaton, Xerox, GE,
    Apple, Texas Instruments, Digital Equipment Corp.,etc) y se han
    convertido en empresas de excelencia en fabricación o
    «World Class Manufacturing». Esta misma
    preocupación ha prevalecido durante la pasada
    década y media en empresas japonesas y alemanas que han
    alcanzado una posición de privilegio en el mercado global
    a través de la fabricación (Toyota, Volkswagen,
    Honda, Nissan, BMW, Sony, Daimler-Benz). Los japoneses en
    particular han creado nuevos mercados y excelentes productos a
    través de un mayor compromiso de recursos al
    área de producción, pero sobre todo por la integración que han logrado entre
    fabricación y el resto de la organización.

    Existen una serie de factores externos que están
    motivando que las empresas industriales concedan cada día
    más importancia al área de fabricación
    (POM). El incremento de la competencia globalizada, el desarrollo
    de las nuevas
    tecnologías, los cambios dinámicos en los
    mercados, etc…., son factores actuales que, afortunadamente,
    están produciendo cambios y mejoras en la función
    de fabricación.

    Principales
    tendencias actuales y futuras en torno a la
    función de Producción.

    Durante la última década se presenciaron
    cuatro tendencias principales que continuarán teniendo un
    impacto significativo en las empresas manufactureras.

    La primera tendencia, es que fabricación tiene
    que enfrentarse a un entorno cada vez más global (De Meyer
    y Wittenberg-Cox, 1994). Para algunas empresas esto significa
    competir directamente con las empresas líderes en el
    mercado internacional. Para otras, las implicaciones de un
    entorno global incluirán la de ajustarse a normas y
    estándares globales, a las especificaciones de nuevos
    mercados, a nuevas legislaciones comerciales, así como a
    las necesidades locales de cada producto y
    región. Sin embargo, para todos los fabricantes
    será preciso adoptar una visión más global
    que la que ha caracterizado hasta ahora a la función de
    producción /operaciones, para poderse comparar con los
    competidores mundiales. Ello supone disponer de información de primera mano sobre las
    mejores prácticas y métodos de
    fabricación mejorados de otras empresas punteras y sobre
    la tecnología de proceso que
    estén desarrollando los proveedores.
    La
    globalización de la fabricación plantea
    también cuestiones específicas relacionadas con la
    gestión
    de redes de plantas
    internacionales, redes logísticas mundiales, la
    organización internacional de la producción,
    etc.

    La segunda tendencia observada es una demanda constante
    de mejora en el área de fabricación. La adopción
    de nuevas tecnologías y técnicas
    de gestión que durante finales de los 80`s y la
    década de los 90´s constituyeron un diferencial de
    competencia entre las empresas, serán en la próxima
    década simplemente un factor obligatorio para permanecer
    en el mercado. Los principios de la simplificación, el
    justo a
    tiempo, el hacerlo bien a la primera, la competencia basada
    en el tiempo, etc., serán nociones básicas de
    fabricación en la próxima década que
    recién comienza, pero no aquello con lo que la empresa
    pueda situarse por delante de sus competidores. Según
    Martínez (1992) la implicación de esta tendencia
    para las organizaciones es
    que no van a existir, a priori, unos principios de
    fabricación fijos que generen ventaja competitiva, sino
    que estas, están obligadas a seguir un proceso de
    mejoramiento continuo.

    Algunos autores consideran incluso, que una empresa que
    en un momento dado haya alcanzado la denominada excelencia en
    fabricación, podrá encontrarse en una
    situación no mejor a la de la media de las empresas del
    sector, a menos que desarrolle su propio programa continuo
    de mejora. Las empresas líderes del sector se
    convertirán así en puntos de referencia (benchmark)
    que establecerán los principios mínimos de
    fabricación competitivos, mientras que cada empresa en
    sí tendrá que luchar por mantener su ventaja
    competitiva en las dimensiones que haya elegido para
    diferenciarse de los competidores.

    Una tercera tendencia muy importante para las nuevas
    organizaciones de fabricación es el incremento de la
    formación del personal y el contenido científico de
    la fabricación. La función productiva se ha
    caracterizado tradicionalmente por su contenido empírico /
    práctico y sus actuaciones se han derivado del trabajo
    interno siendo reacias a admitir cambios provenientes del
    exterior. A lo largo de las dos décadas pasadas, se han
    generado una serie de programas de
    mejoras en fabricación, tales como el control
    estadístico de procesos, la puesta en práctica
    de círculos de calidad, la
    flexibilidad en el crecimiento cualitativo, el análisis
    del valor,
    fabricación integrada por ordenador, sistemas de entregas
    just-in-time, fabricación orientada al cliente,
    competitividad basada en el tiempo, etc., y todos estos programas
    y métodos han tenido algo en común: ninguno ha sido
    creado por académicos, todos se han derivado de la propia
    experiencia práctica y actividad continuada de empresas
    punteras. Tal y como expresan De Meyer y Wittenberg-Cox (1994)
    este hecho hace reflexionar al mundo académico; tal vez
    hubiera sido imposible diseñar este tipo de programas en
    un despacho mediante análisis formal, la mayor parte de
    ellos han crecido orgánicamente derivándose de la
    experimentación práctica y nunca han seguido un
    camino claro. Nótese el caso del sistema kanban de
    Toyota el cual es resultado de muchos años de
    experimentación para lograr ser la envidia de muchos
    fabricantes actuales.

    En la situación competitiva actual las nuevas
    tecnologías precisan de una mayor habilidad, capacidad de
    asimilación y conocimientos en el personal para poder realizar
    y desarrollar mejoras e innovaciones propias y obtener así
    una marcada diferenciación con los competidores. Esta
    nueva tendencia implica que la empresa debe ahora enfatizar
    más que nunca en la formación del personal de
    fabricación, la contratación de personal
    cualificado, el intercambio con instituciones
    y departamentos universitarios y en el desarrollo interno de
    programas de experimentación continua que propicien la
    creatividad,
    la innovación y se reflejen en un aprendizaje
    incremental.

    La cuarta tendencia radica en la necesidad de lograr
    unos valores
    elevados de interdependencia de la función de
    fabricación con su entorno: clientes,
    proveedores y con el resto de las funciones de la empresa.
    Más que nunca se precisa la eliminación de los
    filtros y barreras que impiden a fabricación estar en
    contacto directo con su entorno tanto interno como externo. Para
    lograr esta integración se hacen necesarias varias
    medidas, principalmente de tipo organizativo, que modifiquen la
    actual estructura y
    la modalidad de relaciones entre la función productiva con
    su entorno. Por supuesto que la alta dirección es la
    principal responsable de facilitar que este cambio se pueda
    llevar a efecto.

    Creemos, sin lugar a dudas, que evidentemente ha
    resurgido el interés por la dirección de
    producción y operaciones, la cual ha vuelto a ocupar una
    posición decisiva en los negocios
    actuales de las empresas. Las presiones competitivas por obtener
    mayor calidad, competencia basada en el tiempo y
    fabricación global han demostrado que es vital una
    dirección excelente de la función de operaciones
    para la supervivencia de la empresa. La gerencia de
    operaciones es, en la actualidad, un área de alcance muy
    amplio, que abarca desde la fabricación automatizada hasta
    el servicio de
    contacto próximo con los clientes. Ahora es necesario que
    toda buena formación empresarial incluya en su programa
    el
    conocimiento de la función de las
    operaciones.

    Bibliografía

    • De Meyer, A. & Wittenberg-Cox, A. (1994),
      Nuevo enfoque de la Función de Producción,
      Folio, Barcelona.
    • Domínguez Machuca, J.A.; García
      González, S.; Domínguez Machuca, M.A.; Ruiz
      Jiménez, A. & Álvarez Gil, María
      José (1998), Dirección de Operaciones:
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      S.A., Madrid.
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    • Derouzos, M., Lester, R. & Solow, R. (1989),
      "Made in America. Regaining the Productive Edge", MIT
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    • Morita, A. (1987), Made in Japan, Versal,
      Barcelona.

     

    DATOS DEL AUTOR

    Santiago Ibarra Mirón

    Ingeniero Industrial por la Universidad
    Central de Las Villas.

    Diploma Europeo en Administración y Dirección de
    Empresas.

    Magíster (MSc) en Creación, Estrategia y
    Gestión de Empresas por la Universidad Autónoma de
    Barcelona, España.

    Doctor (PhD) en Ciencias
    Técnicas por la Universidad Central de Las Villas
    (UCLV).

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