El siglo XXI ha heredado de la década de los
noventa una irrupción y expansión de la
globalización denotando una serie de transformaciones
en el escenario económico, político y social
internacional, proceso en el
que América
Latina ha estado
inmersa. La velocidad de
los cambios, su carácter imprevisible y su impacto en la
economía
de los países, ha sido tan significativo que somos
espectadores de un cambio de
época más que de una época de cambios
acelerados. En este contexto, la cambiante realidad pone en jaque
a las interpretaciones sobre el desarrollo y, consecuentemente,
al arsenal metodológico con el cual es medido.
En el Chile de fin del siglo XX, no está en
discusión el principio conductor central, que otorga al
mercado un rol
fundamental en la asignación de recursos y en la
vinculación de nuestro país con la economía
internacional. Existe además consenso respecto al
papel de la empresa
privada y la iniciativa individual en la economía (Ferrer,
1996). Pero no se puede sostener que la globalización sea un fenómeno
exclusivo de los años recientes.
Comienza en la última década del siglo XV
con el desembarco de Colón en lo que sería América
y de Vasco de Gama en lo que se llamaría la India (Ferrer,
1996 y 2000). La conquista de estos nuevos territorios por las
potencias colonialistas de la época provocó
guerras por la
defensa y acceso a los mercados;
generó el primer gran desorden financiero, con la llegada
masiva del oro a Europa desde las
nuevas colonias; significó la incorporación del
consumo de
azúcar
y de otras materias primas en los países europeos y, al
mismo tiempo,
promovió la utilización de las manufacturas en las
colonias; impuso el traumático tráfico de esclavos
para la producción a bajo costo en las
colonias; significó, incluso, la conformación de
las primeras bandas de parapoliciales, con los corsarios avalados
y financiados por los poderes colonialistas, para defender o
conquistar los mercados de las colonias. El impacto de esta
Primera Globalización fue tan traumático como el
que se vive hoy día en el mundo.
Nuestro país ha presentado un avance y desarrollo
que ha traído aparejado inevitablemente nuevas
situaciones, roles y desafíos a sus diferentes instituciones
e individuos. Si hay una característica que podemos
deducir de la naturaleza de
la sociedad
moderna: es la de hacer del cambio la condición de su
existencia. La acción
modernizadora consiste en abrir las ventanas de la intimidad de
las estructuras de
las instituciones sociales, para que de esta forma los aires de
cambio se introduzcan y transformen radicalmente lo que se supone
una condición invariable. Sin embargo, las sociedades
tienen una necesidad profunda de saciar las ansias de desarrollo
y cambio, a costa muchas veces de valores y
tradiciones muy propias y cuya pérdida es a veces
irreparable. Al analizar el proceso de globalización se
debe desarrollar el grado de complejización del concepto, el
título de este ensayo invita
a reflexionar para quién el proceso de
globalización significa progreso, partamos por decir que
la internalización de las actividades económicas
trae consigo importantes repercusiones, la más importante
radica en que nos conduce a una situación en que los
gobiernos nacionales ven cómo la efectividad de sus
políticas económicas tradicionales
se ve a menudo, en países con economías
pequeñas y dependientes como la nuestra, ejemplo:
fijación de tasas de
interés, tipo de
cambio, tasas arancelarias, impuestos al
capital. El
proceso trae además, nuevos problemas: La
economía internacional tradicionalmente trataba de unos
intercambios comerciales en los que se desplazaba a través
de las fronteras las mercancías, los bienes y en
menor medida los servicios y
tratos financieras en las que los capitales tenían grados
variables de
movilidad internacional. (Moguillansky, 1999). Hoy la movilidad
de los individuos en un hecho cotidiano, con lo cual las
fronteras entre lo interno y externo se empiezan a diluir
paulatinamente.
Se trata de un proceso y no de una experiencia aislada,
que implica la existencia de una identidad
local y de una cultura
global. La interdependencia ha dejado de ser un concepto
teórico y abstracto convirtiéndose en una realidad
para todos los países. La internalización de la
cultura se deja prever a través de los medios de
comunicación que nos ponen en contacto directo con
realidades que antes nos eran totalmente desconocidas, lo que
implica una homogenización cultural cada vez
mayor.
Todo indica que los países de América
Latina, que adoptaron una estrategia
ortodoxa de desarrollo para globalizarse, han fracasado desde el
punto económico y social y muestran serias crisis
políticas. Se requiere, entonces, un profundo
replanteamiento, para iniciar un nuevo camino de desarrollo que
aproveche los factores positivos de la globalización y
minimice los altos costos que hasta
ahora ha impuesto a
nuestras sociedades.
Lo primero, entonces, es reconstruir el pensamiento,
las ideas progresistas para proponer una estrategia que coloque
en su centro al ser humano y renueve las esperanzas para
construir un mundo mejor. En realidad, la estrategia en curso no
sólo es ineficiente sino que atenta contra las
mayorías de la población. Por ello la desafección
de la política. Por tanto, es preciso enfrentar
el pensamiento dominante que no sólo describe mal la
realidad sino que al mismo tiempo se ha convertido en una receta
con pésimos resultados económicos y sociales para
los países de la región.
1. Las sociedades latinoamericanas buscan insertarse
competitivamente en la dinámica global y la sociedad global del
conocimiento,
pero no han fortalecido previamente las capacidades humanas,
productivas e institucionales de sus territorios
subnacionales.
Los países latinoamericanos estamos transitando
por un estadio de efervescencia de los Tratados de
Libre Comercio
que se están impulsando, las que quedarán truncas
si no se acompañan de un proceso sostenido y profundo de
fortalecimiento de las capacidades locales y regionales. El
modelo mundial
en curso ha sido implementado sobre la base de una estrategia en
extremo ortodoxa, que no ha respetado ni la historia, ni las
tradiciones, ni la cultura, ni los intereses de los sectores
productivos y sociales más débiles de los
países de la región. Esa estrategia de desarrollo
es caracterizada hoy día por los siguientes rasgos
productivos y de política pública.
1. Una base material fundada en la producción y
exportación de productos
primarios y en la maquila para exportación, con el apoyo
del sector financiero y de la industria de
las
comunicaciones (Cimoli y Katz, 2001)
Mediante la reducción acelerada de los aranceles y
con medidas de estímulo al capital internacional se
llevó a cabo la apertura hacia el mercado internacional.
Esta hizo perder vigor al sector industrial fundado en la
demanda
interna, permitiendo que el mayor dinamismo de la
producción se centrara en el sector primario. Acrecentada
la competencia
internacional por la disminución de los aranceles y, en
general, por la tendencia a la eliminación de las medidas
de protección para la industria interna, el sector de
bienes transables se vio obligado a mejoras tecnológicas y
de productividad.
Se acentuó así la heterogeneidad estructural, con
un sector de avanzada tecnológica volcado al mercado
internacional y la extensión del sector atrasado de la
economía, centrado en el mercado interno,
viviéndose un cambio en los patrones productivos de los
países de la región, al mismo tiempo que una
consolidación del desempleo
estructural resultante del fortalecimiento de la
reestructuración productiva y de la apertura.
2. La globalización aumenta la brecha social
en tanto en los países desarrollados como
subdesarrollados, lo que genera el surgimiento de una nueva casta
denominado "Los excluidos"
Esto se explica por que existiendo desigualdades
preexistentes, las diferencias en los puntos de partida de una
economía de mercado globalizada, crecientemente más
competitiva y más desregulada posibilita que se aproveche
de las desigualdades iniciales para concentrar aún en
mayor medida el poder,
propiedad e
ingresos. En
los países en desarrollo, el descuido sobre las
políticas internas y la falta de productividad de algunos
sectores productivos lleva que no logren ajustarse a las nuevas
condiciones. En otros casos, la preeminencia que se le otorga a
la competencia en un mercado global
impulsa a los países a generar una competitividad
centrada muchas veces en los bajos costos de la mano de obra. Y
esto último puede llevar a aumentar la brecha social
preexistente. Por esto, en la actualidad, se ha instalado el
concepto de los trabajadores pobres, es decir, aquellos que
trabajan sin contrato o por
temporada; aquellos que aunque tengan empleo, su
salario y
condición de vida no les permite salir de los umbrales de
la pobreza.
Esto genera en gran medida los procesos
polarizados de los acontecimientos sociales en marcha: por un
lado, la exclusión de las personas, comunidades, regiones
y países que no logran adecuarse a los cambios en curso.
Por otra parte, la otra cara es la de la integración de los individuos y segmentos
importantes de los países y, en general, de la humanidad
que se inserta en el nuevo proceso y escenario global.
(Pizarro,2001).
Según el Informe Mundial
sobre Desarrollo
Humano (1999) se ejemplifica esta tensión entre
integración y exclusión a través del acceso
a Internet. Las
tecnologías de información y las comunicaciones
(T.I.C) pueden abrir una pista acelerada para el crecimiento
basado en el
conocimiento. Pese al potencial de desarrollo, Internet
plantea graves problemas de exclusión:
- La geografía divide. Tailandia posee
más teléfonos celulares que toda
África. - La Educación es una entrada a la alta
sociedad de la red. A escala mundial,
el 30% de los usuarios tiene, por lo menos, un título
universitario. - El ingreso compra acceso. Adquirir un computador
cuesta al habitante de Bangladesh más de ocho
años de ingresos; al estadounidense, solo un mes de
trabajo. - El inglés manda. El inglés predomina
en casi el 80% de todos los lugares de la red, en
circunstancias que menos de uno de cada 10 habitantes del mundo
lo habla.
La sociedad informatizada está creando mundos
paralelos. Los que tienen ingresos educación, y
literalmente – conexiones – tienen acceso barato e
instantáneo a la información. El resto queda con un
acceso incierto, lento y costoso. Cuando los habitantes de esos
mundos viven y compiten lado a lado, la ventaja de estar
conectado supera a los marginales y empobrecidos, excluyendo sus
voces y sus preocupaciones de la conversación mundial.
Este riesgo de
marginación no tiene por qué constituir una
razón para desesperarse, debe ser un llamado a la
acción para: Más conectividad, Más
capacidad, Más contenido, Más creatividad,
Más colaboración y Más dinero en
efectivo.
3. La globalización uniforma los patrones de
consumo pero aumenta los niveles de éste en forma
desigual.
En el proceso de integración de mercados y en
esta enorme red comunicacional, se han uniformado los patrones de
consumo, pero no sus niveles. De hecho, el ingreso real promedio
de un latinoamericano es cerca de un 80% menor que el de un
típico habitante de un país más
desarrollado. Y como en la región sudamericana se mantiene
una evidente mayor desigualdad, gran parte de los sectores
medios y bajos
están aún más distantes de sus similares en
las naciones subdesarrolladas.
"Cualquier intento de resistir y de oponerse a la
dinámica realista de la globalización neoliberal
aparece como un acto terco, anacrónico,
característico de románticos empedernidos que
carentes de sentido histórico, no aceptan "la force de
choses"; esta reflexión nos permite hacer una crítica
a las políticas públicas que actualmente no
respondan a las realidades de cada territorio lo que dificulta de
sobremanera evaluar los procesos que cada país
latinoamericano ha de desarrollar para enfrentar la
globalización y cuantificar de la manera más
certera posible los efectos que generará en los niveles de
consumo de la sociedad.
Los países están insertos en una
economía capitalista, de mercado y globalizada. Ella les
abre un gran horizonte de posibilidades. El dilema es qué
porción de la sociedad está pronta a apoderarse del
futuro y de sus oportunidades; con cuánta ciudadanía reflexiva, participativa,
lúcida se puede contar para proponerse fines y ordenar los
medios que se requieren para que la política
democrática cumpla su papel de domesticar un mercado
globalizado frente a los desafíos del presente y del
futuro.
Se ha descrito que "el concepto de globalización
procura dar cuenta de la novedad de un capitalismo
que ha extendido sus límites
hasta los confines del planeta, envolviéndolo en la
lógica
de los mercados y las redes de información"
(Bruner, 1998)
Ser modernos es encontrarnos en un ambiente que
nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento,
transformación de nosotros mismos y del mundo; y que al
mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo
que sabemos, todo lo que somos. Esta paradoja representativa de
la globalización, permea en nuestros contemporáneos
la visión que modernización tiene que ver con el
progreso, con abrirle los nuevos y antiguos espacios al
desarrollo. Llevemos esta reflexión a nuestro país,
en Chile, los procesos de modernización connotan
diferencias importantes que valen la pena revisar, las relaciones
de la sociedad nacional y regional no plantean la búsqueda
de un proyecto de
desarrollo armónico de país, donde no se ha
definido que es modernidad para
Chile. Esto genera un peligro preocupante, por que puede ser
interpretado el proceso de modernización como
dogmático, carente de ideología, ética y
valores. Un proceso compulsivo e irreflexivo, que se justifica en
sí mismo. La crisis de sentido de la modernidad tiene que
ver con el carácter hasta ahora instrumental de los
procesos. El proceso de modernización y desarrollo no
posee una lógica de funcionamiento en la que no existen
exclusiones, se caracteriza principalmente por que todos los
integrantes de la sociedad no tienen posibilidad de protagonizar
los cambios, existen carencia de un proyecto de modernidad
compartida por el país, a esto se agregan los cambiantes
escenarios en los que se desenvuelve la economía y la
sociedad conduce inevitablemente a la población a la idea
de la reversibilidad o volativilidad, a la idea de inestabilidad.
En consecuencia, se carece de un adecuado volumen de
información que se constituya en la llave maestra para que
la población pueda tener certeza, que permita mantener
la
motivación y coherencia del proyecto modernizador. A
esto se suma la ausencia de tradiciones, valores, usos y
costumbres de nuestros espacios geográficos que aparecen
en riesgo de extinción ante procesos de
globalización asumidos por cúpulas centrales donde
los ciudadanos no hemos tenido ninguna posibilidad de
participar.
Finalmente, la discusión en América Latina
y especialmente en Chile, respecto al tema de
globalización e internacionalización de los
mercados es hasta ahora insuficiente e insatisfactoria. Se han
privilegiado los aspectos relativos al funcionamiento
instrumental de los mercados y a los aspectos utilitarios de la
modernización, sin una debida profundización de los
aspectos valórico-culturales que están presentes en
ambos procesos No estamos tratando con un campo de juego parejo.
Algunos tienen más opciones que otros y por ende
también más obligaciones.
Otros difícilmente tienen acceso a elegir.
Las particularidades que ha adoptado la realidad social
de fines de los noventa en los países de América
Latina, con aumento de las desigualdades, de la vulnerabilidad y
con ersistencia de la pobreza, en un
marco macroeconómico en que predomina la
preocupación por los equilibrios fiscales, no hace
fácil la política
social, pero al mismo tiempo la convierte en
prioritaria.
No existe sólo una razón ética en
la reducción de la pobreza, de la vulnerabilidad y de las
desigualdades de las personas y familias. Existe además
una razón política, pues la superación de
los rezagos sociales favorece la atenuación de las causas
que dan origen a las inestabilidades y a la acumulación de
contradicciones en el sistema
político. Pero adicionalmente existe una razón
económica. En efecto, si las inestabilidades se agudizan
pueden llegar a debilitar gravemente el marco apropiado para
favorecer el ahorro, la
inversión y el crecimiento. Paralelamente,
un insuficiente desarrollo
social, especialmente del capital humano,
impide potenciar de forma plena los recursos existentes y por
tanto inhibe el crecimiento
económico. Especialmente hoy día la
utilización de todos los recursos
humanos con la mejor calificación es fundamental para
enfrentar la competencia internacional con éxito.
Bruner, J.J, (1998). Globalización cultural y
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Ferrer, A. 1996 Historia de la globalización:
Orígenes del orden económico mundial (Buenos Aires,
Fondo
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_______ 2000 Historia de la
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Moguillansky, G. 1999 La inversión en Chile:
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Pizarro, R. 2001 Vulnerabilidad social y sus
desafíos: Una mirada desde América Latina
(Santiago, CEPAL).
PNUD, 1999 Informe sobre el Desarrollo Humano
1999 (Madrid,
Ediciones Mundi Prensa)
Sandra Ríos Núñez
Ingeniero Comercial
UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS
OSORNO – CHILE