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Doce competencias para hablar en público




Enviado por enebral



    1. Pensamiento
      conceptual
    2. Disciplina
      dialéctica
    3. Capacidad de análisis
      y síntesis
    4. Creatividad
    5. Seguridad y confianza en uno
      mismo
    6. Autocontrol
    7. Afán de
      logro
    8. Empatía
    9. Conciencia
      organizacional
    10. Didacticismo
    11. Control de la
      alegación
    12. Termino

    Hace poco, un amigo me preguntó si
    podría dar un curso de "Presentaciones eficaces" para
    una empresa, y
    quedé en enviarle mi propuesta. Me pregunté
    qué rasgos competenciales distinguen a los presentadores
    eficaces, y qué otros rasgos suyos pueden dar al traste
    con una presentación. Pensé en el pensamiento
    conceptual, en la disciplina
    dialéctica, en la confianza en uno mismo, en la
    empatía, en el didacticismo…; podían ser
    más, pero hice una lista de 12 soft skills que
    parecían necesarias en las presentaciones y que,
    lógicamente, también contribuían a mejorar
    otras tareas. No sé si el cliente esperaba
    un curso clásico, pero no he recibido una respuesta.
    Confío, sin embargo, en que la formación por
    competencias se vaya abriendo paso, y que, incluso, las acciones
    formativas se vayan titulando directamente "Pensamiento
    conceptual", "Perspectiva sistémica", "Conocimiento
    intuitivo", "Espíritu de comunidad",
    "Serendipidad", "Autotelia profesional", etc.

    Creo, efectivamente, que la auténtica reingeniería de la formación
    continua no será tanto el e-learning o
    b-learning como el competency movement, bien
    entendido. Pero de esto habría mucho más que
    hablar, y aquí sólo deseo ser fiel al título
    del artículo. Durante años, los seminarios para
    directivos han sido útiles para diferentes fines, pero no
    podemos asegurar que hayan contribuido mucho a la mejora del
    desempeño, en las tareas o funciones
    respectivas: reuniones, presentaciones, negociaciones, toma de
    decisiones, ventas
    Tampoco serviría mucho al aprendizaje la
    formación por competencias, si no se dieran pasos
    sólidos en el desarrollo de
    las mismas. Algunas grandes empresas con
    plataformas de e-learning han incorporado breves cursos
    on line que se titulan "Compromiso", "Iniciativa",
    "Creatividad",
    "Influencia", etc., pero no cabe pensar que los usuarios puedan
    mejorar visiblemente estos rasgos competenciales tras 2 ó
    3 horas on line, ni consta que se proporcionen siempre las
    claves para un futuro autodesarrollo, ni sabemos por dónde
    saldrá el ahora postulado b-learning. Ojalá
    se acierte con el método,
    pero, sobre todo, creo yo que hay que acertar con el
    contenido.

    Puede que mis colegas y yo hiciéramos el análisis muy precipitadamente, pero dimos
    con 12 rasgos que habíamos echado a veces de menos,
    asistiendo a presentaciones; aunque también debo decir que
    he conocido a magníficos presentadores y conferenciantes,
    y que los conservo en el recuerdo. Si tuviera que hacer dos
    grandes bloques, separaría los que hicieron gala de
    soltura y confianza en sí mismos ("tablas"), de los que
    mostraron cierta torpeza y temor. Pero caben otras divisiones, y
    también recuerdo casos en que la confianza en sí
    mismos se convertía en arrogancia o jactancia, lo que
    siempre produce rechazo en una parte de la audiencia. Asimismo,
    sé de casos en que el presentador creía saber
    más del tema que los asistentes, pero estaba equivocado;
    no obstante, dejaré a un lado lo del conocimiento del tema
    para referirme a las soft skills.

    Pensamiento
    conceptual

    He sufrido transparencias (o pantallas de PowerPoint)
    con gran aparato geométrico y profusión de flechas,
    que no conseguía entender ni con las explicaciones del
    presentador: puede que yo sea torpe, pero dispongo de otros
    testimonios; y también he chocado con algunos forzados
    encajes de conceptos, con cuya clasificación o
    jerarquía no me sentía en sintonía. Habiendo
    otros casos, de igual o mayor complejidad, en que sí iba
    asimilando bien el discurso,
    sospecho que el pensamiento conceptual de los presentadores era
    desigual. Si esperan una definición, yo diría que
    hablamos de un riguroso manejo de los conceptos, que nos permite
    relacionarlos con acierto y crear modelos para
    explicar sistemas
    complejos; pero en el curso, si llego a darlo, me
    explicaré mejor.

    ¿Se puede hacer algo por el pensamiento
    conceptual de los asistentes durante un curso breve? Creo que se
    puede ayudar a tomar conciencia
    autocrítica, a sensibilizar sobre la importancia de esta
    facultad de la mente y a identificar claves para la mejora. Si no
    podemos dedicar a esta competencia
    más de una o dos horas, no cabe pretender mucho
    más. Si, por el contrario, se dispusiera de un par de
    días en un curso bien concebido, práctico y
    exclusivo para esta competencia, entonces se podría lograr
    algún avance modesto pero consolidado. Ésta es mi
    impresión, respetando otras. No concedo muchas
    posibilidades al e-learning tal como le conozco, aunque no
    descarto el blended learning; pero claro, si se va a
    orquestar una presencia física en aula, hay
    que buscar la mejor rentabilidad
    de la parte on line, que quizá podría
    sustituirse por unas lecturas previas adecuadas, lo que
    sería económicamente más ventajoso. No
    quisiera yo, con mis modestos puntos de vista, hacer la
    puñeta a los proveedores de
    e-learning, pero es que son ellos los que parecen apostar
    ya por el blended, y todavía no sé
    cómo se haría el reparto metodológico en
    cada caso.

    En realidad, lo dicho en el párrafo
    anterior, sirve para otras competencias, y ya sólo
    haré una breve descripción de las soft skills que
    hemos relacionado (sin descartar otras) con las presentaciones
    eficaces. Quizá sea más posible el desarrollo de
    las competencias emocionales que el de las cognitivas, pero
    también en éstas se puede avanzar, y vale la
    pena.

    Disciplina
    dialéctica

    La disciplina dialéctica o narrativa nos permite
    avanzar en la dirección deseada, cerrando en su caso los
    paréntesis que abramos, y asegurarnos de que se nos sigue.
    Si el presentador está seguro de la
    secuencia y solidez de sus mensajes, y de su ilación, no
    se dejará descolocar por preguntas de los asistentes, ni
    caerá en vacíos que le obliguen a agarrarse a algo
    imprevisto, o a dar saltos bruscos. Uno recuerda aquellas veces
    en que el presentador se tomaba tiempo para
    buscar una transparencia perdida… Un presentador experto puede
    desviarse ocasionalmente del camino, pero no se pierde ni se
    desorienta, y esto también tiene que ver con la confianza
    y seguridad en
    sí mismo. En realidad, hay solape entre las competencias,
    y eso, por cierto, nos asegura que no dejamos espacios
    vacíos en el desarrollo profesional.

    Capacidad de
    análisis y síntesis

    A diferencia del pensamiento conceptual, el pensamiento
    analítico parece ubicarse en el lado izquierdo del
    cerebro,
    más metódico, secuencial y racional; pero ya se
    sabe que el cerebro funciona todo él "en equipo". Estamos
    ante la modalidad de pensamiento que, además de contemplar
    causas y consecuencias, hace aflorar los problemas o
    elementos subyacentes, y nos permite visualizar y comprender las
    cosas, por complejas que resulten o enmascaradas que se nos
    presenten. Nuestra capacidad de análisis se ve felizmente
    complementada por el pensamiento sintético, de la misma
    forma que hemos de llegar a unas conclusiones después de
    un estudio. Obsérvese que la síntesis
    es cosa distinta del resumen: éste sería una
    recopilación mecánica de datos, mientras
    que la síntesis nos implica, porque supone una
    recopilación inteligente e intencionadamente
    formulada.

    Creatividad

    Éste es un amplio concepto que
    incluye elementos cognitivos como el pensamiento divergente y
    también emocionales, como esa disposición a lo
    nuevo de que carecen los misoneístas. Creo que ya se daban
    seminarios de creatividad en los años 30, aunque no
    sé en qué consistían. Uno se alinea
    más con Csikszentmihalyi que con De Bono, pero a todos los
    expertos –estos y otros– hay que agradecer su
    contribución. Si lo dejamos en la capacidad de tener
    buenas ideas, habría que acudir a ese recurso, poco
    recurrido pero muy socorrido, que es el inconsciente o
    subconsciente. Si estimulamos y mejoramos los procesos de
    incubación, aparecerán más y mejores ideas.
    Los lectores más experimentados encontrarán
    aquí elementos comunes entre la creatividad y la
    intuición, pero éste es un océano en que nos
    podemos ahogar.

    Seguridad y
    confianza en uno mismo

    Claro, hay que empezar por el autoconocimiento. Antes de
    emprender ninguna acción
    de desarrollo
    personal, uno debe asegurarse de que es bien consciente de
    sus fortalezas y debilidades, y de que reconoce sus sentimientos
    y las consecuencias de éstos. A partir de ahí, que
    es condición inexcusable para todos y para todo, cabe la
    autoconfianza y la seguridad en sí mismo. Las personas que
    confían en sí mismos adoptan posturas, y toman
    decisiones, sin importarles ir contra corriente, y, como dice
    Goleman, poseen "presencia". Pero esta confianza debe tener un
    fundamento sólido y no puede convertirse en arrogancia. Un
    presentador arrogante…; no hace falta decirlo.

    Autocontrol

    Tampoco hace falta decirlo: si uno no controla
    adecuadamente sus impulsos y emociones, genera
    una imagen de
    persona algo
    primitiva. Pero el autocontrol llega más lejos, de modo
    que podamos hacer uso de nuestras facultades y asumir nuestras
    responsabilidades, incluso bajo presión y,
    en general, en condiciones difíciles o adversas. Sin duda,
    durante las presentaciones podemos estar en situación de
    tensión, y por eso seleccionamos esta competencia. Claro,
    uno no se delata hasta que no llega la ocasión, pero hemos
    visto cosas sorprendentes en más de una ocasión. Si
    acaso uno se descontrola, ya se sabe que debe reconocerlo y
    disculparse en seguida; se sabe, pero no siempre se hace.
    Afortunadamente, suele haber siempre alguien que media para
    recuperar la serenidad, y aquí, por cierto, tendría
    su oportunidad el propio presentador si surgieran controversias
    en el auditorio.

    Afán de
    logro

    Puede ser más necesario en unas presentaciones
    que en otras, pero, aunque no se intente convencer de nada
    (aunque estemos en zona asertiva o neutra, sin entrar en zona de
    persuasión), al menos tenemos que lograr que nuestra
    presentación satisfaga a la audiencia, y no es malo que se
    note, si no se convierte en autocomplacencia. Un punto de
    optimismo y entusiasmo da mucha vida a la presentación, y
    ésta puede resultar aburrida si el presentador está
    emocionalmente bajo. El desarrollo de esta competencia
    está muy vinculado con lo completo o incompleto del
    individuo como
    ser humano, con su energía psíquica, con su
    purpose en la realización profesional… Se trata
    de que, asegurada nuestra buena percepción
    de la realidad, nos encontremos satisfechos al final de la
    presentación. No decimos que satisfechos por lo bien que
    hablamos en público, sino por los resultados
    visibles.

    Flexibilidad

    Existe ciertamente el peligro de que queramos imponer, a
    toda costa, nuestro guion del momento; pero atención: hemos de ser flexibles en
    suficiente grado y, desde luego, hemos de ser muy flexibles si la
    intuición nos diera un aviso. Puede parecer complicado,
    pero hay que conciliar las consecución de objetivos
    propios con el resto de elementos que pueden aparecer sobre la
    marcha. Seguramente, la inflexibilidad siempre es un error, pero
    la flexibilidad también puede serlo si no la mantenemos en
    su justa medida. Cabe hablar, nos parece, de una "adecuada"
    flexibilidad, cuyo mejor grado nos viene indicado a veces por
    otras competencias en sinergia, como
    la sintonía emocional con los demás o la perspicaz
    detección de corrientes subyacentes. Parecería que
    el presentador tiene que tener muchas antenas
    desplegadas, pero luego todo es más sencillo de lo que
    parece. ¿O más complicado?

    Empatía

    Claro, ya habrá quedado el lector pensando en
    ella. Quien esto escribe, ingeniero por exigencias del
    guión familiar, pasó mucho tiempo sin saber en
    qué consistía la empatía, y lo mismo me
    pasó con la asertividad y
    otros rasgos. ¿Cómo podía yo mejorar mi
    empatía, si ni siquiera sabía lo que era, y
    quizá ni la poseía? Ahora no me imagino un vendedor
    que no sea empático; pero creo que ésta es la
    primera de las competencias sociales, y, por lo tanto, necesaria
    para todos. Sin la suficiente empatía, el presentador no
    puede sintonizar con la audiencia, para comprender sus
    necesidades, sentimientos y expectativas. La falta de
    empatía en las personas (especialmente en los directivos)
    origina graves males a las organizaciones.
    Casi todos hemos, por cierto, conocido algún ejecutivo
    narcisista carente de autoconocimiento y empatía; por el
    contrario, las personas empáticas contribuyen a la
    más saludable ligadura de la sociedad, y
    los directivos empáticos a la de sus
    organizaciones-comunidades.

    Conciencia
    organizacional

    También era una competencia anunciada. Por
    centrarnos en el ámbito empresarial, no podemos olvidar la
    posición de cada persona de la audiencia dentro de
    la
    organización. El presentador ha de saber interpretar
    bien las señales
    verbales y no verbales que se le ofrecen, atendiendo
    también al espacio de poder o
    responsabilidad de cada presente, y en función de
    los objetivos de la presentación. Si simplemente
    tuviéramos que informar sin mayores pretensiones, no
    habría quizá mayor dificultad; pero si pretendemos
    algo, entonces hay que desplegar estrategia y
    táctica. No puede sorprender que llamen a la pareja para
    presentarnos una enciclopedia: yo, por cierto, la
    compré.

    Didacticismo

    Siempre que hay que hablar en público, hay que
    ser didáctico en alguna medida, aunque a veces hay que
    serlo más: depende del contenido. Nos pareció que
    esto lo agradece mucho la audiencia, y que hay una sensible
    diferencia entre los más didácticos y los menos.
    Parecería que los que más lo son van a parar a la
    enseñanza, pero no todos los docentes son
    suficientemente didácticos. En definitiva, el presentador
    ha de hacerse entender con facilidad, tanto en lo simple como en
    lo complejo. Algunas personas son maestros, y no sé si se
    debe a los aspectos de su carta astral;
    pero todos podemos mejorar.

    Control de la
    alegación

    No hay que empeñarse en convencer si no hace
    falta, ni cuando se pretende hay que obstinarse en ello. Parece
    una perogrullada, pero no siempre controlamos bien el nivel
    adecuado de nuestro empeño alegador, situado entre la
    información sin grandes pretensiones y el
    otro extremo: el convencer, y aun vencer, con nuestros
    argumentos. Ya nos hemos referido a la conveniencia de poner un
    punto de entusiasmo, pero no se recomienda la vehemencia. Ya se
    comprenderá que el buen tono, y el buen ejercicio, de la
    alegación es especialmente útil en las reuniones de
    directivos, donde también se precisa un buen ejercicio de
    la indagación. Peter Senge y sus colaboradores nos
    hablaban de un cierto equilibrio
    entre una y otra, en beneficio de una conversación
    inteligente y penetrante.

    Termino

    Habrán descubierto solapes (ya nos
    habíamos referido a ello), y habrán echado de menos
    alguna otra competencia necesaria. En realidad, la lista de
    competencias a abordar en cada caso (en cada curso) debe ser
    establecida entre el cliente y el proveedor. Este articulista
    sólo deseaba atraer algo más de atención
    hacia la formación por competencias, sin entrar en la
    "batalla" de métodos
    abierta por el e-learning (si me permiten decirlo
    así, por simplificar). Creo que el apellido "eficaz" que
    ponemos a la presentaciones, reuniones, etc., demanda una
    formación por competencias, y quizá es una pena que
    no hayamos avanzado más desde que David McClelland
    publicara, en 1973, el famoso artículo "Testing for
    Competence rather than for Intelligence"
    , con el que
    arrancó, si no me equivoco, el competency
    movement
    .

     

    José Enebral Fernández

    Consultor de Recursos
    Humanos

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