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Homosexual: natural o de crianza




Enviado por adolfomo



    1. En el claustro
      materno
    2. La sociedad
      primitiva
    3. Historia del
      Pensamiento
    4. La
      homosexualidad
    5. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    La homosexualidad
    como rasgo social específico es un tema que poco se
    discute pero muchos tienen la curiosidad por conocerlo aún
    con cierta discrecionalidad. Esta ambigüedad no es distinta
    a la existente en la naturaleza del
    conflicto
    socio-biológico. La homosexualidad, masculina o femenina,
    siempre ha existido en la sociedad tanto
    primitiva como la moderna. La conducta de
    orientación sexual invertida al orden establecido para la
    reproducción no es casual y mucho menos
    esporádica. Su presencia en otras especies animales distinta
    a los homínido, a la cual el hombre
    pertenece, nos indica que el fenómeno tiene un origen en
    el torrente biológico influido para su expresión
    por los factores del medio
    ambiente.

    La humanidad en el curso de su evolución ha dejado huellas que destacan su
    conducta erótico-sexual como expresión primordial
    de inteligencia,
    y, de igual forma, testimonios de su crueldad para reprimirla. En
    esa permanente lucha entre el tanatu y el eros la
    sociedad define los perfiles de conducta, pero sólo el
    individuo es
    consciente de sus propios actos y responsable de orientarlos
    acorde con la naturaleza (fuerzas instintivas) de la
    empatía. Esos impulsos destinados a la atracción,
    cortejo y cópula, son ancestrales y, por ende, codificados
    como "señales
    impresas" en el genoma y transmitidas entre especies desde el
    origen mismo de la vida.

    En las páginas siguientes se pretende trazar
    de forma escueta un cauce que se amolda a la perspectiva
    evolutiva y coevolutiva de los diversos aspectos que
    atañen a la homosexualidad. El lector crítico
    encontrará grandes vacíos que sabrá llenar
    de acuerdo a su interés,
    pues el intento no es otro que el de transmitir una
    opinión sustentada para contribuir en la
    orientación y fomento de la discusión de la
    temática homosexual como condición humana
    inalienable. Los argumentos históricos, literarios y
    biológicos tienen el soporte en la selecta bibliografía
    consultada.

    Sexo, erotismo y amor son
    aspectos del mismo

    fenómeno, manifestaciones de lo
    que llamamos vida
    .

    ("La Llama Doble. Amor y
    Erotismo")

    Octavio Paz

    La vida brota en el planeta con la presencia del
    agua sobre la
    convulsa superficie, y este fluido tiene su origen como producto del
    sinergismo caótico entre las turbulencias gaseosas de la
    atmósfera,
    las radiaciones cósmicas y las emanaciones terrestres.
    Este incipiente líquido saturado de múltiples
    componentes atmosféricos reacciona con los elementos
    sólidos e inicia la configuración molecular de
    "algo" distinto a sus partes estructurales, que, en el proceso de
    consolidación, adquiere intrínsecamente la
    extraordinaria capacidad de autorreproducirse. Esta es la
    molécula de la vida, conocida hoy como el ADN o
    Ácido Deoxirribonucleico. Desde
    entonces hasta ahora han transcurrido unos 3000 a 3500 millones
    de años. En el ínterin, estas moléculas
    autorreproductoras se adaptan a su medio ambiente e
    inician el proceso de organización de "formas de vida" u
    organismos, primero unicelulares (procariotes: virus, algas,
    bacterias y
    hongos) y
    luego pluricelulares (eucariotes: animales y plantas). El
    común denominador entre las especies y el "tronco
    común ancestral" es el ADN, lo demás es diversidad,
    selección natural y adaptación, es
    decir, evolución, en la cual el gen (ADN) y el medio
    ambiente son las variables
    determinantes.

    Para continuar con está burda
    simplificación de la evolución es necesario poner
    en claro lo siguiente: la herencia, el
    desarrollo y
    la evolución son, en esencia, procesos
    epigenéticos; es decir, heredamos genes que determinan el
    patrón de desarrollo; y es así como durante el
    curso de éste algunos genes se activan y otros se
    desactivan, dando origen a cambios transitorios y/o permanentes
    de la acción
    de estos genes. Por consiguiente, el desarrollo
    epigenético no es más que una sucesión de
    procesos cualitativos disímiles que se siguen uno a otro
    en una secuencia definida.

    El sexo, en
    términos evolutivos, ha sufrido una diversidad de formas
    como ninguna otra función
    biológica; no obstante, su fin primordial es la
    reproducción y con ella la variabilidad genética
    mediante la segregación y recombinación de los
    genes. En ciertos organismos primitivos conocidos (algas y
    hongos) la propagación se lleva a cabo por vía
    asexual, una simple fisión: se juntan y se unen de a
    pares. En otros existe algo paradójico, tienen varios
    "sexos", no diferenciados como macho y hembra pero sí
    definidos en función de la afinidad íntima entre
    ellos. En otras palabras, estos organismos se "empatan"
    según el grado de atracción (sexualidad
    relativa
    ): los más positivos se reproducen en
    abundancia, los intermedios también pero un poco menos, y
    los débiles o negativos no se procrean aún cuando
    siguen apareciendo en generaciones sucesivas. Así, la vida
    se extiende y progresa, y la adaptación a los cambios de
    los diferentes medios permite
    el desarrollo de nuevas especies con mayor grado de
    especialización de la función sexual, lo cual hace
    suponer que en el genoma (ADN) se comienza a "imprimir" las
    primeras señales para la conformación de la
    maquinaria genética básica responsable de las
    vías hacia el desarrollo del dimorfismo sexual. Esta
    capacidad ancestral para la bisexualidad parece razonable dada la
    amplia existencia en el reino animal y vegetal del
    hermafroditismo.

    Estos nuevos organismos mejor dotados por su potencial
    multicelular desarrollan órganos reproductores que
    producen células
    sexuales o gametos masculinos y femeninos, y también
    poseen un órgano copulativo sin que en ellos exista un
    sexo definido; a tales organismos se les llama hermafroditas
    (moluscos, plantas florales, lombrices, etc). El hermafroditismo
    aparece como una función sexual con ventajas competitivas,
    en un principio a través de la autofecundación y
    luego, para evitar la pérdida de la plasticidad evolutiva,
    generan la atracción a la cópula y establecen la
    fertilización cruzada de sus gametos, lo cual da paso para
    que se desarrolle en forma definitiva la bisexualidad. En este
    estadio se asegura la separación de los sexos (masculino y
    femenino) y se garantiza la reproducción mediante la
    cópula del organismo masculino con sus espermatozoides y
    el femenino con sus óvulos. Así, la
    fertilización que comprende la unión de gametos
    provenientes de diferentes individuos, permitió la
    división del trabajo entre
    los dos sexos, y, de igual forma, la evolución de la
    capacidad mental, que culmina en el hombre.

    La atracción para la cópula es una
    expresión socio-biológica que se manifiesta en
    diversa formas en el reino animal. Es una conducta ancestral
    precodificada (instintiva) que se estableció para la
    búsqueda de la pareja, el "empate" y la
    reproducción. Son las hormonas de la
    reproducción, en particular la hormona liberadora de las
    gonadotropinas (GnRH o LHRH)- la más primitiva – y
    la prolactina (PRL), como las proteínas
    responsables de la inducción de esta manifestación
    biológica. La existencia de la GnRH data de hace
    más de 800 millones de años, y su estructura
    molecular es la misma desde el pez más remoto
    (Teleóstes) hasta el humano, y su diferencia entre
    especies está dada por algunos cambios de ubicación
    de los aminoácidos que la componen, ¡y más
    nada! ¡De tal palo (ADN), tal astilla (GnRH)! ¿No es
    maravilloso? La PRL es un poco más joven que la anterior,
    unos 600 millones de años; y posee una homología
    estructural muy similar a su hermana menor (500 millones de
    años), la hormona del crecimiento (GH). Estos compuestos
    químicos fundamentales para la reproducción, el
    crecimiento y el desarrollo, se originan del manto primario del
    ADN, esa proteína de la vida que generó las
    primeras señales hormonales para la atracción y la
    propagación en el organismo asexuado (sexualidad
    relativa)
    , que quedaron "impresas" en el genoma para
    manifestarse como conducta de cortejo, atracción y
    cópula. ¿Acaso la sexualidad relativa no es
    la forma primaria de homosexualidad? Si no fuera
    así ¿cómo explicar el hermafroditismo, que
    sigue siendo homosexualidad? Las señales "impresa"
    en el genoma (genotipo) que superan los estragos de las presiones
    de la selección natural no se borran sino que persisten, y
    afloran tan pronto las condiciones les son favorables
    (fenotipo).

    En términos genéticos, se mantiene el
    paradigma que
    el fenotipo es la expresión del genotipo en un ambiente
    determinado, pudiéndose expresar por la ecuación
    P=G+E+IGE, donde P=fenotipo,
    G=genotipo, E=ambiente,
    IGE=interacción genotipo-ambiente. En otras
    palabras, la manifestación externa de un carácter depende de los genes que lo
    determinan y del efecto que el ambiente pueda tener sobre la
    propia constitución genética del individuo.
    En ciertos casos, para algunos caracteres, puede ocurrir que el
    componente ambiental sea nulo o muy pequeño, mientras que
    en otros el componente ambiental sea tan grande que enmascare el
    efecto genético o bien, si el componente genético
    no existe (G=0) porque en realidad no se trata de un
    carácter hereditario, entonces es obvio que el fenotipo o
    manifestación externa del carácter no depende
    más que del ambiente. La influencia del factor ambiental
    es muy diferente en caracteres de tipo cualitativo con
    variaciones bien definidas, donde suele ser pequeña o
    nula, que en los de tipo cuantitativo, donde puede ser más
    o menos importante. La metodología de los estudios en
    genética permite diseñar los experimentos
    apropiados para discernir en muchos casos entre el componente
    genético y el componente ambiental.

    II

    En el claustro marinoel claustro materno del origen de la vida
    – se promueve y nutre el desarrollo de nuevas especies
    acuáticas que de forma gradual perfeccionan nuevas
    funciones
    acordes con las exigencias de sus propias modificaciones
    somáticas. La diversidad poblacional se sustenta del lecho
    marino y entra en competencia por
    la supervivencia: las especies débiles sirven de alimento
    a las más fuertes para que asciendan en la escala evolutiva
    y progrese. La
    metamorfosis de estos vertebrados "culmina" con la
    formación de unas especies singulares que pueden salir del
    agua y respirar en el medio atmosférico, con
    características locomotrices y reproductivas mejor
    dotadas. Tales especies en definitiva logran su adaptación
    fuera del lecho materno marino e inician una etapa evolutiva que
    exigirá el crecimiento y el desarrollo de nuevos
    órganos y nuevas funciones en armonía con el medio
    donde se propague. A partir de este espécimen la
    naturaleza configura el ejemplar protoprimate, el
    Dryopithecus, hace unos quince o veinte millones de
    años, y de este se desprende una línea
    filética que daría origen a los
    póngido (chimpancé, orangután,
    gorila) y otra que a la larga se convertirá en la especie
    de los homínidos, a la cual pertenece el hombre. A
    partir de este momento, en la línea filética humana
    se van sucediendo los Ramapithecus (que vivieron hace unos
    ocho o catorce millones de años), los Australopithecus
    afarensis
    (hace unos cuatro millones de años), A.
    africanus
    (hace unos tres millones de años), y el
    género
    Homo: Homo habilis (dos millones de años),
    Homo ergaster, Homo erectus (un
    millón de años), Homo antecessor (800.000
    años) y Homo sapiens (H. sapiens
    neanderthalensis
    , el hombre de Neanderthal, que
    vivió hace unos doscientos a cien mil años, y H.
    sapiens sapiens
    , el hombre de CroMagnon, que
    vivió hace unos treinta y cinco a cuarenta mil años
    y cuyos restos óseos son ya iguales a los del hombre
    moderno).

    El homínido por necesidad (conducta hormonal)
    despliega un carácter gregario y social, que no es
    producto de su "racionalidad" sino de las fuerzas
    biológicas ancestrales (genes), las cuales comparte con
    otros seres vivientes que le sirven de sustento. La conducta
    sexual del bípedo primitivo no era distinta a la de sus
    congéneres inferiores: la atracción, el cortejo y
    la cópula seguían las directrices determinadas por
    las descargas hormonales y ejecutadas en el momento oportuno
    dentro del ciclo vital. La homosexualidad no era castigada sino
    por la naturaleza misma: no apareamiento heterosexual, no
    reproducción. Luego, se podría presumir que en ese
    período de transición entre homínido y
    Homo sapiens el desarrollo de la conducta sexual
    debió ser más instintiva que racional, y la
    escogencia de la pareja para la cópula estuvo bajo
    control de la
    hembra mientras ésta era cortejada por un
    quito de
    admiradores. Así, la Fémina sapiens con un
    cerebro
    más evolucionado que su Hominal erectus establece
    la relación de pareja, la cual preserva para que le
    dé protección junto a sus crías y
    también como proveedor de insumos. De la misma forma
    pudieron establecerse parejas homosexuales, por una parte, dada
    la necesidad de salvaguarda, y, por otra, al seguir los propios
    impulsos biológicos ancestrales.

    Es plausible suponer que en estos grupos
    sociales primitivos la promiscuidad como fenómeno
    social natural estuvo presente, pero el instinto de
    conservación de la especie moldeó la conducta de
    apareamiento para la reproducción. Sin embargo, en ese
    caos de atracción y cópula se despiertan
    sensaciones nuevas que son percibidas por ese novel cerebro que
    las integra y las evoca como señales primarias de una
    rudimentaria imaginación que, como destello evolutivo de
    inteligencia, le abre paso al erotismo para establecer la
    diferencia fundamental entre el sexo animal y el del Homo
    sapiens
    . En ese período incipiente de la inteligencia
    humana comienzan a confluir tanto los factores biológicos
    ancestrales de atracción para la cópula como los
    recientes de la imaginación o erotismo, sin que ello
    conlleve la discriminación entre los sexos pero
    sí la identificación y selección de la
    pareja más placentera. No es descabellado, por tanto,
    inferir que la Fémina sapiens con su cerebro mejor
    dotado haya iniciado las primeras relaciones homosexuales
    conscientes e inteligentes, gracias a su
    imaginación.

    Las herramientas
    rudimentarias de piedra, hueso y madera, son
    las huellas de la prehistoria que
    hoy los antropólogos y paleontólogos exhiben como
    muestra del
    desarrollo de la inteligencia humanoide; asimismo, las pinturas
    rupestres en rocas y cavernas,
    nos pone en evidencia el grado de sensibilidad del Homo
    sapiens
    al expresar en forma gráfica su íntima
    relación con su entorno medioambiental. En el
    período Neolítico, el cual corresponde a las
    postrimerías de la Edad de Piedra, el ser humano da
    muestras de organización tribal y creatividad
    artística, desarrollo de la agricultura y
    elaboración de instrumentos con metales y piedra
    tallada. El culto a los dioses, testimonio del desarrollo de la
    imaginación o erotismo, está dedicado al falo como
    símbolo o atributo sexual, y confirma que la incipiente
    cultura humana
    jerarquiza en el espíritu lo que más satisfacciones
    le produce sin ignorar aquello que le genera dolor extremo como
    la muerte. La
    sobrevivencia y la reproducción, que son conductas
    instintivas, tienen ahora a otra compañera generada por la
    imaginación (erotismo) – que es inteligencia – y,
    así, el ser humano comienza a descubrir al mundo exterior
    a través de los ojos de la razón (¿nace la
    Filosofía?).

    En esta etapa de la vida humana, el erotismo simbolizado
    en el falo se convierte en poder que
    dirige la urbe. Ese poder, que es la concurrencia de las fuerzas
    instintivas y eróticas, emerge y es promovido en el
    cerebro más evolucionado del Homo sapiens, la
    hembra o fémina sapiens. La deidad creada para el
    control social eleva al sexo viril como el todopoderoso (fuerza
    física,
    fertilidad y placer), y establece un hito en el patrón de
    conducta sexual dominante domesticada por la inteligencia
    matriarcal. Esta inspiración mística promueve la
    maternidad para preservar la especie ante las inclemencias de la
    naturaleza y las amenazas del entorno inmediato, y reafirma a la
    práctica homosexual como conducta natural en la sociedad
    que rige. Asimismo, la muerte
    engendra en la fémina sapiens – el ser que siente
    el dolor para parir y le da ternura y protección a la
    cría – la idea de conservar el cuerpo muerto bajo la tierra
    emulando la prominencia abdominal del embarazo y la
    maternidad, tal como lo exhiben los túmulos
    pequeños y grandes encontrados en los lugares donde
    tuvieron su asentamiento. El macho sapiens, despunta la
    imaginación a través de la elaboración de
    instrumentos para la caza y la pesca (matar
    para comer), cuyo progreso y desarrollo lo lleva al grado de
    "poder" para la dominación. En suma, es plausible
    considerar que la vida inteligente en los humanos pudo haberse
    iniciado con la confluencia de ciertos aspectos conductuales muy
    notorios; uno de ellos representado en la chispa erótica
    que llevó al disfrute del placer del acto sexual, la
    incorporación del ritual a la muerte y, por último,
    los impulsos instintivos asociados con la alimentación (la caza
    y la pesca), cuyo progreso logra el desarrollo de los utensilios
    para el sometimiento y la intimidación, es decir, el poder
    para el control social.

    La migración
    y expansión de la sociedad humana trajo consigo la
    consolidación de grupos sociales
    en constante movimiento
    debido a los fuertes cambios medioambientales; el ser humano
    sobrevive las grandes heladas (Edad de los Glaciales) y con ellas
    sufre transformaciones importantes en su condición
    biológica para adaptarse. Durante la etapa del deshielo y
    posterior a éste el Homo sapiens progresa en
    mejores condiciones pero no se puede deslastrar, dado que el giro
    fue muy rápido, de las modificaciones genéticas que
    tuvieron lugar durante la etapa previa (Glacial). Estas
    mutaciones están relacionadas con la conservación
    de la energía y la presión de
    la sangre (azúcar
    o glucosa para
    la energía, y la adrenalina para la defensa ante el
    frío), y que hoy en día todavía las
    mantenemos en nuestro genoma manifestándose en las
    personas diabéticas y las hipertensas. Estas variaciones
    que ayer fueron beneficiosas pero hoy nocivas no ejercieron
    influencias negativas en los patrones de la conducta sexual, sino
    por el contrario los arraizaron para conservar la
    especie.

    III

    La sociedad
    primitiva
    se mantuvo igualitaria hasta el descalabro del
    matriarcado, gestión
    que estuvo signada por la creatividad en la
    organización social, política,
    económica y religiosa. Este es el período esencial
    de la inteligencia humana. Luego se impuso la fuerza del hombre
    mediante la intimidación para erigirse en protector y sumo
    sacerdote, e introduce la segregación social al establecer
    las jerarquías de acuerdo a la representatividad en la
    escala de valores
    (familiar, religioso, económico, militar, etc.). Paso a
    paso la sociedad humana amalgama sus costumbres y se organiza en
    lo social y político; crea sus propios dioses, cuya
    visión sobrenatural permitía a los grupos
    privilegiados sojuzgar y controlar la vida colectiva. La
    humanidad sigue su expansión y funda una diversidad de
    grupos sociales que se asientan en territorios (pueblos) con un
    conjunto de prácticas, instituciones,
    ritos, ideas; en fin, todo eso que hoy denominamos cultura, y que
    establece las diferencias perceptivas entre ellos tanto del mundo
    interior como del que les rodea. En estas pequeñas
    ciudades aparece la división social del trabajo y el
    comercio, el
    cual es impulsado por los excedentes
    agrícolas.

    Es la actividad comercial la que permite establecer la
    comunicación entre los pueblos y, por ende, transmitir
    la cultura que al principio fue a través del verbo
    (mitos) y las
    manufacturas artísticas. También es el momento
    cuando surge el primer pensamiento
    humano elaborado, y lo que en la sociedad neolítica
    constituía una creencia y un culto rudimentario a la Diosa
    Madre de la Fertilidad y el Erotismo, se convertiría de
    modo imperceptible en creencias religiosas, en espíritus y
    fuerzas sobrenaturales que personificaban los ciclos, las
    potencias y los agentes naturales. Surgen nuevos dioses y, entre
    ellos, uno muy singular que representa las relaciones
    sexuales, que en la antigua Mesopotamia se
    llamó Ishtar. En esta región asiática
    (Mesopotamia) emergen las primeras culturas urbanas, la
    racionalidad de la agricultura, la rueda, la ingeniería hidráulica y la primera
    escritura
    conocida (la sumeria). Así, la humanidad colmada de ritos
    e ideas tuvo que buscar la separación entre ellos para dar
    origen a las religiones y a la
    filosofía, influidos en gran parte por la
    mistificación erótica de la conducta sexual, que en
    su esplendor entre bacanales y orgías acentúa la
    homosexualidad como parte de la cultura, con lo cual revalida que
    tal hábito no sólo obedece a las señales
    biológicas intrínsecas sino también a la
    influencia de los factores culturales o medioambientales.

    El pórtico de la Grecia
    clásica sirve de entrada al nuevo mundo de las ideas, y la
    historia del
    pensamiento nace y madura en esta región
    mediterránea. Homero,
    místico padre de la cultura helénica, abrió
    todo un camino tanto en el lenguaje
    como en las ideas, por el que Grecia caminaría durante
    siglos. Surge la ciudad-Estado
    (polis) y con ella se encarna la ley
    (nomos) hallada por la razón, hecho que distingue
    la civilización de la barbarie (voluntad de un rey) que
    con orgullo el griego sentenciaba: "No tenemos más amo que
    la Ley". Esta madurez de la conciencia social
    del griego tiene su genuina representación en la
    trilogía trágica de Esquilo, la
    Orestíada, sobre la cual baste recordar lo
    siguiente: Orestes se debate consigo
    mismo porque, para cumplir su destino, ha debido matar a su madre
    infiel y asesina de su marido el rey, este acto de venganza
    (justicia a las
    leyes de la
    polis) lo lleva a juicio en el que se establece un
    conflicto de competencia entre la ley natural (derecho a la vida)
    y la ley social, que al final, aunque repugne a la ley natural,
    es la que se impone. Orestes cae en manos de las Furias
    (Divinidad infernal que tenía por misión
    atormentar a los malos) y enloquece.

    En los poemas
    homéricos (Ilíada y la Odisea), se recoge y
    exalta los valores
    épicos de que eran portadores los antiguos héroes
    micénicos y, en uno de los pasajes de la
    Ilíada, Homero, sin recato, expresa el dolor de
    Aquiles y su cólera
    mítica al contemplar el cadáver lacerado del
    bellísimo Patroclo, su amante; que luego fuera vengado al
    darle muerte a Hector, el héroe troyano, autor de su
    desgracia. Este homoerotismo del varón era una
    manifestación natural y bien cultivada de esa sociedad
    donde nace la polis y la nomos, y en aquellas a las
    cuales Homero canta su historia. Por otra parte, es menester
    mencionar a Hesíodo, cuyos poemas (Teogonía y
    Trabajos y días)
    , en particular la
    Teogonía – que es un catálogo de divinidades
    -, pone en alto relieve a
    Eros (el Amor) como
    "el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja
    los miembros y subyuga la voluntad y los sentidos de
    dioses y de hombres"; asimismo, el poema parece ser el primer
    intento de la inteligencia humana por buscar una
    explicación al origen de la vida. Otras expresiones de
    igual trascendencia pero en diferente género son las
    esculturas de Polícleto (Doríforo, Dióscuro y el
    Diadumeno), en cuyas proporciones y equilibrio de
    esos cuerpos residía toda la belleza del Universo,
    según su propia definición.

    Son relevantes en la poesía
    griega los versos lésbicos de Safo, poetisa de la
    antigüedad que, por boca de Platón,
    la reconoció como la décima musa. Alceo y
    Anacreonte, otros líricos contemporáneos de Safo y
    con las mismas inclinaciones homosexuales. Safo se dirige a un
    grupo de
    muchachas y funge como iniciadora de éstas hacia la vida
    adulta en lo erótico y sexual. Alceo, canta a los amigos y
    a la invocación de los enemigos, que fueron sus amigos
    pero cambiaron de bando por las circunstancias
    sociopolíticas. Anacreonte, al igual que el anterior
    manifiesta una clara e inequívoca tendencia homosexual en
    sus expresiones líricas a sus jóvenes amantes. Debe
    destacarse, además, que en la Grecia clásica
    prevaleció un carácter misógino en la
    polis, estigma éste que desapareció en la
    época alejandrina, cuando sucede una "revolución
    invisible": la mujer abandona
    el gineceo y aparece en público a reclamar su
    posición en la sociedad helenística, según
    da cuenta el poema de Teócrito, La hechicera.

    Es imprescindible resaltar las figuras de Sócrates y
    Platón
    en este contexto. El primero, el Maestro, aunque no
    escribió nada, dejó con su elocuencia las
    enseñanzas que moldearon a plenitud la historia del
    pensamiento occidental. Al Maestro lo inmortaliza su
    discípulo, Platón, en sus obras (Los Diálogo
    – El Banquete, Fedros-,
    entre otras) como personaje
    literario. Este dúo paradigmático no sólo
    trascendió por sus aportes al conocimiento
    en general y a la filosofía en particular sino
    también por su muy conspicua homosexualidad. Sus
    detractores, los sofistas, aparte de señalarles sus
    divergencias en lo atinente a las concepciones filosóficas
    también le cuestionaban con severidad y vehemencia sus
    desmanes, atribuyéndoles las funestas consecuencias en los
    educando. Sobre el particular, dice Aristófanes en su
    obra, Las Nubes: hablan los sofistas a la
    filosofía, que son los personajes de la
    comedia……"Acuérdate de mis palabras: algún
    día /se dará cuenta esta ciudad de lo que has /
    hecho con sus hombres: / afeminados y locos". Sí algo
    repugnaba en demasía al espíritu de los griegos era
    el pecado de exceso o desmesura. Asimismo, nada oculta era la
    relación íntima que el insigne Perícles
    tenía con Fidias, el máximo exponente de la
    escultura griega. En fin, en la literatura y las artes
    griegas el homosexualismo masculino tiene un alto nivel de
    aparición, mientras que el femenino es excepcional; pero
    en todo caso, el amor, la belleza y el disfrute de los placeres
    homo o heterosexuales eran los temas más sobresalientes en
    la escultura, la épica y lírica del tiempo y del
    lugar de los grandes pensadores de la civilización de las
    luces y, hoy, a través de sus obras, nos percatamos, no
    sólo de su genio sino del entorno socio-cultural de la
    época, que para entonces constituía el
    cúmulos de voces y tradiciones milenarias que encontraron
    su máxima expresión humana.

    Bajo el imperio creado por Alejandro
    Magno, que se extendía desde el Danubio hasta Egipto y desde
    la península helénica hasta la India y el
    macizo montañoso de Hindukush, la Época
    helenística inicia su auge y expande la cultura griega
    a todo su dominio, y, es
    así como la cultura romana toma la influencia de la
    tierra de las
    luces.

    Durante el largo período del Imperio Romano no
    cambia mucho en lo que atañe a los aspectos
    socio-culturales de la homosexualidad. La libertad de
    escoger pareja continuó como tradición en todas las
    esferas de la vida pública y privada de los ciudadanos.
    También la historia, la literatura y las demás
    artes dan cuenta de esta conducta sexual, que, como testimonio
    podemos distinguir a Ovidio con su Arte de Amar, al
    egregio emperador Julio César con su adorado Bruto, y al
    preclaro emperador Adriano con su bello Antinóo. Asimismo,
    la familia
    adquiere un valor sagrado
    y político, y la mujer alcanza una
    posición social y doméstica que la distingue de la
    subordinación y exclusión a que fuera sometida
    durante la misoginia griega. Sería redundante continuar
    con un sin fin de nombres y obras ilustres que han forjado la
    parte histórica de la Humanidad, donde el hombre se
    encontró así mismo, adoró su cuerpo y
    confrontó a sus dioses con la razón; aun cuando,
    sí es pertinente delinear ciertos aspectos que
    caracterizaron a la oscura Edad Media, en
    cuyo seno se fraguó el delirio al pecado, la culpa y la
    expiación, y con ello la castidad toma un sitial
    preeminente que reprime las libertades individuales.

    IV

    la Historia del
    Pensamiento
    la dividen los filósofo en antes de
    Sócrates y después de éste, la Historia de
    la Humanidad a partir de la Edad Media se divide en antes y
    después de Cristo. Los pensadores griegos tuvieron la
    virtud de cuestionar a los dioses a través de la
    razón, mientras que los profetas Hebreos
    contemporáneos criticaban a la sociedad bajo la óptica
    de la religión. La primera tendencia
    predominó durante más de un milenio hasta la
    caída del Imperio Romano, y, con ello, la aparición
    del cristianismo
    en Occidente y el islamismo en Oriente. Las dos corrientes
    religiosas optaron por monopolizar tanto la vida civil como
    religiosa de la sociedad y el concepto de
    ciudadano desaparece. El individuo pierde su libertad de
    expresión y queda subordinado a los designios de los
    papas y cónclaves que determinan: "Yo soy la Verdad" y "Yo
    soy el que soy", es decir, Dios. Todo aquello contrario a la
    Divinidad se convertía en herejía y sería
    expuesto a los suplicios de la tortura para expiar los pecados de
    la carne (sexo) y del espíritu (filosofía).

    La humanidad pierde su norte y no sabe donde mirar, la
    realidad está escindida entre buenos y malos, es decir
    entre herejes y devotos; la cultura extravía el poder
    político y la inspiración se resigna a rendirle
    culto al Creador y servir como vasallo a su señor feudal.
    Las expresiones literarias permitidas por la Santa
    Inquisición no pasaron de escritos proselitistas
    religiosos que incluían relatos de virtudes admirables,
    curaciones portentosas, hombres de vida ejemplar y milagreros
    santificantes. Aparecen las Cruzadas y con ellas Los Templarios,
    especie de soldado híbrido (monje-militar), en cuyas
    campañas y conquistas dejaban una estela de terror y
    muerte en nombre de La Cruz; el púlpito de las iglesias se
    transformó en una especie de ágora para catequizar
    y sostener, en el nombre de Dios, a los jerarcas en el poder. Las
    congregaciones, los conventos, abadías y monasterios,
    constituyen los medios de sobrevivencia de la cultura de una
    sociedad cuyo espíritu fuera saqueado y sometido
    inmisericorde a la voluntad "divina" de papas y sacerdotes. En
    estos recintos del silencio y la oración se vive en forma
    clandestina y con mayor intensidad las manifestaciones de la
    conducta homosexual reprimida, que, bajo el terror del pecado y
    la culpa, la lascivia del beato artista se proyecta en pinturas y
    murales con expresiones contemplativas sublimes del goce del
    placer oculto. La obra de Bracciolini, Contra
    hipócritas
    , encierra historias de la lujuria
    homosexual de los monjes, la exaltación del amor y el
    erotismo de la vida en un marco de alto contenido
    "antisistema"(Escolástico).

    Bajo este imperio oscurantista y cruel la humanidad pasa mil
    quinientos años, sometida a la ignorancia y al despotismo
    de la sotana entronizada, primero en Constantinopla y luego
    retornada a Roma. Ese Dios
    medieval, preconizado e impuesto por la
    ortodoxia eclesiástica, tiene una inmensa deuda con la
    humanidad que jamás podría saldar; los
    crímenes cometidos a la libertad de expresión, la
    inteligencia, la creatividad y el desarrollo, que quemó en
    la hoguera, ni siquiera el perdón sería suficiente
    para hacer justicia . Sin embargo, el fermento de la
    enigmática rebeldía se insinúa y de manera
    progresiva toma forma en algunos terrenos que forjan la mente
    renacentista, y, si duda, pregúntele a Dante por La
    Divina Comedia
    , o a Petrarca, con sus cantos a los trovadores
    del amor y el placer, o a Santo Tomás de
    Aquino, quien antes de morir salió de ese tormento
    místico y declaró que toda su obra (Summa
    theologica
    y Las Diputaciones) le parecía paja;
    y, para rematar, aparece el Carnaval con sus parodias profanas
    pero regeneradoras de la sociedad, La Celestina, de F. De
    Rojas, y Boccaccio con el Decamerón y otras
    exquisiteces que aluden los temas eróticos homo y
    heterosexuales.

    La sociedad, al inicio del Renacimiento,
    "comienza" a revisar sus conductas y a discriminarlas: florece
    las artes y con ellas el pensamiento se revela contra el yugo de
    la mente medieval. En suma, el ser humano rescata el derecho a
    penetrar el orden divino de la Naturaleza, y reaparece la
    Historia, la Filosofía, la Literatura y las Artes, como
    testigos "silenciosos" de la evolución del pensamiento y
    obra de la Humanidad. El Homo sapiens para alcanzar estos
    peldaños de inteligencia traspasó las barreras
    impuestas por la invencible selección natural, la cual le
    permitió preservar lo mejor de su patrimonio
    genético-cultural, dejando a la vera del camino lo no apto
    e inadaptado a su entorno medio-ambiental, tal como sucediera con
    la ceguera medieval. La sociedad ante esta nueva aurora discurre
    que el "hombre puede ser él mismo" y que "todos
    lo son todo
    "; aunque influida por un alto contenido
    religioso, vuelca su esencia para ubicar de nuevo al ser humano
    en el centro del mundo. La revolución renacentista es
    pletórica en ideas y nuevas concepciones
    humanísticas, mercantilistas, arquitectónicas,
    políticas, científicas, etc. Los
    protagonistas, entre muchos otros, son León Battista
    Alberti, con sus inspiraciones acerca del "hombre
    universa
    "; Nicolás Maquiavelo,
    que le entrega a su príncipe el gran tratado El
    Príncipe
    , basado en la observación realista de la sociedad y pone
    al descubierto la llamada razón de Estado y la
    Realpolitik de la vida moderna; Thomas Mun, quien
    desarrolla los conceptos del mercantilismo
    en la nueva nación-Estado; Thomas Moro y su
    utopía de la sociedad perfecta; Copérnico, que puso
    a la Tierra y a los otros planetas a
    girar alrededor del sol, y, a éste como centro del
    universo; Leonardo da
    Vinci, Miguel Angel, Vesalio, Gutenberg (la imprenta),
    Galileo, Rafael, Erasmo de Rótterdam, Shakespeare, etc.
    Toda esta constelación de estrellas o de alumbrados e
    iluminados gozan del prestigio bien ganado por su creatividad y
    aporte regeneradores a la sociedad, e influyen para disipar,
    entre otras "cosas", que el amor por la mujer no es un tormento
    inútil de energías espirituales y que la
    atracción y relación sexual con otro ser de su
    mismo sexo no es pecaminoso, porque ello nace en la propia
    naturaleza
    humana. Así, en Florencia, capital de la
    cultura y el comercio, se exhibe por las calles y en la plaza
    pública el fragante y magnifico Leonardo rodeado de su
    corte de efebos; Shakespeare, colmado de pasión le dedica
    sus sonetos de amor al joven conde de Southampton, y, Miguel
    Ángel, en el fulgor de su incontinencia universal, se
    derrite en los suyos por el caro Tomassino; mientras que el
    tierno y pulcro Rafael caía en los brazos de sus amigos
    procaces y desaliñados.

    El humanismo del
    renacimiento no duró mucho, las intrigas palaciegas y de
    monasterios dio al traste con el espíritu de las
    libertades individuales, la Reforma y Contrarreforma interrumpe
    el progreso y creatividad intelectual, y, el sexo reprimido
    vuelve a las abadías y congregaciones. El amor furtivo y
    las perversiones sexuales crece debajo de las sotanas y
    hábitos religiosos, así como entre cortesanos y
    monarcas, pese al pecado y la culpa, dado que la naturaleza
    humana no la detiene Dios porque es negarse a sí mismo.
    Hasta nuestro días, la impronta medieval está
    presente respecto al sexo y la conducta sexual; la actitud
    prejuiciosa a los homosexuales no es más que una
    rémora de la coercitiva moral
    hipócrita de antaño. La literatura en todos sus
    géneros ha sido y sigue siéndolo la disidente que
    persevera en sacar a la luz los
    sentimientos impasibles de la sociedad sometida a las
    pretensiones del poder político, militar y religioso.
    La ciencia, a
    pesar de su gran libertad para el desarrollo y creatividad, es
    cómplice de esos verdugos de la civilización, pues
    su pacata postura mira con desdén la temática
    homosexual como fenómeno natural que merece un trato
    científico igual al de la hipertensión arterial, la diabetes o
    el
    cáncer. Si el SIDA no fuera
    mortal y expansivo, las comunidades de homosexuales
    vivirían aún en el ostracismo medieval, porque la
    gonorrea y la sífilis
    los mantuvo en ese status quo, gracias a la
    penicilina.

    V

    La homosexualidad cualquiera
    que sea su género, gracias al séptimo arte (cine) y a la
    literatura, comienza a ser tolerada por la sociedad. Los actores
    y escritores que nacieron con esas "señales" impresas de
    la conducta homosexual, casi obligados por las circunstancias, se
    han abierto ante el mundo para manifestar su condición
    humana. Muchos de ellos, salvo excepciones (Oscar Wilde, Truman
    Capote, entre otros.), mantuvieron oculta una vida bisexual hasta
    bien entrada la edad adulta. Esta identidad
    tardía es un rasgo social producto de una homofobia
    colectiva internalizada que proviene de las presiones de un
    sistema con
    prejuicios atávicos. En un contexto general, la
    homosexualidad en el hombre aparece en la infancia (5-7
    años), establece las primeras relaciones con pareja del
    mismo sexo durante la adolescencia,
    y reconoce su condición al comienzo de la edad adulta o se
    mantiene en estado bisexual. En el curso del período que
    aún no ha integrado su identidad como homosexual el
    individuo se comporta sexualmente como si esa es la verdadera
    atracción natural de su sexo, y la entiende así en
    términos de conducta. ¿Pueden los factores
    medioambientales por sí solos inducir esta
    conducta?

    Los seres humanos somos animales que pertenecemos a la especie
    de los homínidos y evolucionamos de la misma forma que el
    resto de las especies, por tanto, es la Teoría
    Evolutiva la que mejor se perfila para explicar los patrones
    epigenéticos de las diferencias sexuales y sus
    orígenes, mientras que, por otra parte, un enfoque
    coevolutivo podría ser más consistente en el
    esclarecimiento de los modelos de
    socialización; en consecuencia, de la
    conjunción de ambos enfoques puede acentuarse, por una
    parte, la importancia que tienen los genes como unidades de
    selección y, por otra, la naturaleza de la
    selección de la pareja, en la cual existe una variabilidad
    respecto a la "cualidad o valor del apareamiento" de los
    individuos. A lo largo de las páginas precedentes se
    intenta seguir – de forma rudimentaria – con fidelidad
    estos preceptos aún excluyendo los filogenéticos y
    ontogénicos (in extenso) por razones obvias.

    En el curso de la evolución del sexo quedaron
    "impresas" señales químicas (genes) ancestrales en
    el genoma que son determinante de la conducta de empatía,
    cortejo y cópula para la reproducción. La inversión del patrón heterosexual,
    es decir, la tendencia a la conducta homosexual, supone la
    existencia de esos genes (señales) que están
    activos pero
    modificados o genes que se encuentran en estado inactivo. Lo
    contrario a ello, ¿cómo explicaría la
    presencia de tal conducta en otras especies animales? La
    mayoría de los estudios epidemiológicos en gemelos
    (es un método que
    se utiliza para detectar la etiología genética de
    una enfermedad humana. La premisa básica del estudio
    consiste en que los gemelos monocigotos – gemelos
    idénticos – se forman a partir de la división de un
    óvulo fertilizado, y son portadores de genes
    idénticos; mientras que los gemelos dicigotos –
    gemelos disímiles– no son genéticamente
    más similares que dos hermanos nacidos en embarazos
    separados) reportan una alta (> 65%) tasa de concordancia
    (término utilizado para designar que los dos gemelos
    exhiben el carácter bajo estudio) para la
    orientación homosexual en los gemelos monocigotos, y la
    correspondiente a los gemelos dicigotos (30.5%) es de
    significativa importancia. Para complemento, los estudios en
    familias con hijos adoptados que presentan la
    característica indican una tasa de concordancia que, junto
    con las de los gemelos, sustenta la noción según la
    cual la conducta de orientación homosexual tiene sin duda
    un alto componente biológico (genes) que, en
    términos estadísticos, se le puede atribuir
    más del 50% de la varianza. Es importante destacar que
    ciertas variaciones de lo genes relacionados con la actividad
    estrogénica poseen particular influencia en lo relativo a
    la "señales sociales" para el apareamiento. Los ratones de
    laboratorio
    con alteraciones de una proteína denominada receptor beta
    de los estrógenos son proclives a manifestar "problemas" de
    apareamiento sexual, pues no distinguen el sexo de su pareja.
    Estos hallazgos son indicativos de la posible existencia de
    mecanismos moleculares complejos que implican la
    interacción de receptores con una serie de
    proteínas desconocidas codificadas por unos genes
    aún no identificados.

    En suma, sin las pretensiones extremistas del determinismo
    biológico y de acuerdo a la vivencia de la homosexualidad
    en el curso de la humanidad, es innegable la existencia del
    componente genético como asiento orgánico de la
    orientación sexual invertida. El fenotipo homosexual es
    complejo, no se trata de un solo gen que se active o se modifique
    sino de múltiples genes que actúan al
    unísono cuando se dan las condiciones para expresarse, tal
    como sucede con la diabetes mellitus o la hipertensión
    arterial. Estos procesos biológicos son de carácter
    poligénico (muchos genes comprometidos), en los cuales
    intervienen diversos factores (ambientales internos y externos)
    para que se manifieste, y los grados de expresión del
    fenómeno son muy variables. Los análisis genéticos de las
    diferencias conductuales entre los seres humanos requiere de un
    plan
    experimental cuidadoso y de modelos genéticos apropiados,
    con los que se logre arribar a inferencias confiables y
    consistente.

    (*) Médico Endocrinólogo-Genetista. Profesor
    Titular. Facultad de Medicina.
    Universidad de
    Los Andes. Mérida-Venezuela.

    Mérida, Noviembre de 2002

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    El Autor

    Adolfo Moreno

    Mérida

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