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Imagen Bíblica de Dios




Enviado por vivianaendelman



    1. Antiguo
      Testamento
    2. Nuevo
      Testamento
    3. Síntesis

    – Antiguo
    Testamento

    En el AT se pueden ver las obras de Dios, su manera de
    vincularse con lo que ha creado. Y, en realidad, es en el
    diálogo
    con su Pueblo elegido donde Dios se va revelando
    especialmente.

    Sus cualidades, sus atributos van apareciendo en este
    diálogo y no separadamente. Más que una
    enumeración de dichas cualidades lo que encontramos en la
    Biblia es un Dios creador que quiso hacer al hombre a su
    imagen y se
    compromete con él, lo acompaña, le enseña,
    lo deja en manos de su propia decisión pero también
    lo corrige, lo espera, le propone la santidad, lo invita al
    diálogo, le da metas, un Dios que promete y cumple, un
    Dios que es misericordioso y compasivo y que, a la vez, es severo
    con las idolatrías ("no hay otro fuera de mí") y
    con todo mal, porque defiende lo que le pertenece. Un Dios que
    perdona. Un Dios digno de confianza y para quien todo es posible.
    Un Dios que está atento al esclavo, al oprimido, al pobre,
    al huérfano, a la viuda.

    Dios existía desde antes y seguirá
    existiendo cuando pasen todas las cosas; y es el mismo ayer, hoy
    y siempre. Pero creo que lo central en el Dios de la Biblia es su
    caminar junto al hombre en la historia que va viviendo, la
    historia de salvación que le propone. Y esto se nota
    especialmente en los textos del Génesis, del Éxodo,
    del Deuteronomio, en los Salmos elegidos.

    Dios dice de sí mismo "Yo soy el que soy", "Yo
    soy". Dios es más grande que el hombre,
    tiene el dominio y el
    poder sobre
    todas las cosas. Nadie, nada, es más grande que Él.
    Es Dios quien lo sabe todo y está por sobre todo. Dios es
    Rey. Pero Yo soy no trata de comunicar lo absoluto de su
    ser sino más bien la eficacia de ese
    ser para el hombre. Se trata de un Dios para Israel,
    para los hombres; Dios es quien se hace presente en la
    vida de los hombres y de un pueblo, inquietándolo,
    movilizándolo, interpelándolo. El mismo nombre de
    Yahweh significa probablemente: Dios está (estará)
    ahí para vosotros. Yahweh es el que entra en contacto
    personal con
    el hombre para conducirlo a la vida. Entra en contacto con su
    pueblo para que su pueblo sea santo como Él lo
    es.

    Dios se muestra como
    Padre de manera singular, como lo atestiguan las palabras que
    dirige a Moisés: "Yo soy el Dios de sus padres, el Dios de
    Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob" (Ex. 3,6). Y
    dirás al faraón: Así dice el Señor:
    ‘Israel es mi hijo, mi primogénito’." (Ex. 4,
    22). Israel es un pueblo-hijo. Y la paternidad de Dios irá
    más allá de la correspondencia de este pueblo,
    cobrando resonancias universales: Dios es Padre y Señor no
    sólo de Israel sino también de todos los hombres y
    del mundo.

    Se advierte también en los textos elegidos que
    Dios creó todas las cosas con el poder de su amor. Y en la
    creación se puede llegar a percibir la existencia de este
    Dios Creador, ya que Él se refleja en sus
    obras.

    Dentro del proceso de
    revelación de Dios a lo largo del AT me parece que el Dios
    que habló por los profetas es también un contenido
    como para detenerse.

    El conocimiento
    de Dios es identificado por los profetas (aunque no
    únicamente) con la práctica de la justicia y el
    derecho con el marginado, el desvalido, el pobre. El amor y
    el
    conocimiento de Dios se realizan en la relación con el
    prójimo. La medida de este amor es el amor al
    prójimo. Y el amor de Dios se puede experimentar a
    través de los hombres. Esta aportación de los
    profetas resulta un contenido fundamental en cuanto a lograr un
    acercamiento a Dios que privilegie la experiencia, la
    relación dialogal Padre-hijo, la relación con los
    hombres como hermanos, y donde Dios no quede objetivado o
    encerrado en una visión esencialista.

     – Nuevo
    Testamento

    Lo central que vemos en los textos elegidos es que
    aparece Dios en el Hijo, aunque el Hijo existía desde el
    principio. "Después de haber hablado antiguamente a
    nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y
    de diversas maneras, ahora, en este tiempo final,
    Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien
    constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el
    mundo." (Hb. 1,1-2).

    Es central en el NT la encarnación del Hijo de
    Dios entre los hombres, su muerte y su
    resurrección por voluntad del Padre y en virtud del
    Espíritu
    Santo, para darnos una vida de hijos adoptivos, liberarnos
    del pecado y la muerte y
    resucitarnos a la vida eterna.

    En el NT, Dios se revela a sí mismo en la
    Persona y las
    obras de Jesús, encarnado, hecho Hombre. A
    través de Jesús se puede ver al Padre. Jesús
    es el camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sin por
    Él.

    Este hecho de la Encarnación rompe toda falsa
    oposición entre sagrado y profano, trascendente-inmanente;
    y no cabe buscar la
    comunicación con Dios fuera del marco concreto de un
    mundo del cual Dios es Señor. Nada más equivocado
    que pensar en un Dios extraño al mundo.

    Jesús es el Hijo único del Padre, el Verbo
    divino. Enviando a Jesús al mundo, a la historia, Dios se
    hace presente en la historia humana, ya no sólo con obras
    y palabras sino como Sujeto que obra y habla. Es la plenitud de
    todas las revelaciones divinas que Dios hace de sí mismo y
    su misterio. Ya no se puede hablar de Dios prescindiendo de
    Jesucristo.

    Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha
    revelado es el Hijo único, que está en el seno del
    Padre.
    (Jn. 1, 18)

    En Jesús, Dios se hace visible como un Dios con
    rostro humano. En lo que Jesús hace y dice, obra y habla
    el mismo Dios.

    Jesús revela un Padre que nos ama hasta el
    extremo. El Padre se da a sí mismo, se entrega al mundo,
    para salvarlo, para purificarlo, para redimirlo: "Tanto
    amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo
    Unigénito." (Jn. 3,16) Inmolado, vence.

    Dios, por amor, hace al hombre hijo en el Hijo y lo
    llama a una nueva vida, a una vida de resucitado, precisamente
    cuando estaba muerto a causa de su pecado.
    Dios, por amor,
    por su gracia, por su misericordia, es el que lo salva. (cf. Ef.
    2, 4-8; 2 Tim. 1,9)

    Por amor, invitará al hombre a una
    comunión profunda. Creo que Jesús lo expresa
    claramente cuando habla de la vid y los sarmientos: El que
    permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque
    separados de mí, nada pueden hacer. (en Jn. 15,
    1-5)

    Dios se deja conocer en el amor . "El que no ama no ha
    conocido a Dios, porque Dios es amor." (1 Jn. 4,8)

    Tanto Dios es amor que "el que permanece en el amor
    permanece en Dios y Dios en él." (cf. 1 Jn.
    4,16)

    A la vez, la Biblia transmite que el amor de Dios no
    puede separarse del amor del prójimo y que el amor mutuo
    está llamado a ser semejante al de la unión de las
    personas divinas: "Padre que todos sean uno, como nosotros
    también somos uno." (cf. Jn. 17, 21-22)

    "En el Espíritu Santo, el Padre despierta a su
    Hijo de la muerte, para regalárnoslo de nuevo y
    mostrarnos, definitivamente, su amor infinito."

    Contenido central del NT es la revelación del
    misterio trinitario. Es Cristo quien nos "abre" el misterio de la
    Trinidad, nos muestra la intimidad de Dios. Dios es Uno, pero no
    es solitario. Es un Dios-comunión (unidad) de tres
    realidades personales (pluralidad). Así lo revela Cristo:
    como un Dios viviente y lleno del dinamismo del amor, que quiere
    convidar al hombre de esta vida en el amor, de esta unidad
    perfecta, que lo invita a ser habitado por la Santísima
    Trinidad al amar. "Si alguno me ama —nos ha
    asegurado Jesús—, guardará mi palabra, y
    mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos
    morada en él"
    (Jn. 14,23)

    La confesión de un Dios trino aparece en el NT
    entonces como la afirmación: "Dios es Amor." Nos muestra
    que la realidad última y más profunda es vida y
    amor y que por Jesucristo, en el Espíritu Santo, se nos ha
    dado parte en esta realidad. Lo cual se vuelve fundamento de
    nuestra esperanza.

    La revelación de la Santísima Trinidad nos
    remite más que a la esencia de Dios, al dinamismo del amor
    que hay en Él. Esta revelación tiene sentido dentro
    de la historia de la salvación, en íntima
    unión con los gestos de esta historia de salvación,
    con el proyecto de Dios
    para el hombre: que pueda vivir como hijo suyo.

    Durante su vida sobre la tierra,
    Jesús comunica a los hombres quién es Dios en
    realidad. Sus afirmaciones no se oponen a las ideas de AT, pero
    las superan.

    La predicación de Jesús acerca de Dios
    tiene un acento completamente nuevo. El contenido central de esta
    predicación es que el reino de Dios esperado en el Antiguo
    Testamento está ya muy próximo; se encuentra en sus
    palabras, sus obras y en su misma Persona.

    Jesús anuncia la llegada del Reino bajo el signo
    de la gracia, la misericordia y el perdón divinos. Este
    reino es –sobre todo- la llegada de la salvación y
    el amor del Padre. Es el Reino de los hijos de Dios Padre, que
    ama sin límites,
    al cual, en Cristo, con Cristo y por Cristo se le puede llamar
    "Abbá" (Mc. 14,36).

    La amistad y el amor
    del Padre por Jesús se abren a todos aquellos que reciben
    al Hijo y aceptan su mensaje de salvación: "Pero a todos
    los que la recibieron [la Palabra] les dio el poder de hacerse
    hijos de Dios, a los que creen en su nombre" (Cf. Jn.
    1,12)

    Incluso los milagros hechos por Jesús tienen
    sentido a la luz de este Reino
    de Dios, este Proyecto salvador de Dios sobre la humanidad, que
    llega a la tierra y es
    instaurado por la presencia de Jesús y está llamado
    a realizarse paulatinamente a lo largo de la historia. Con los
    milagros, Jesús muestra que Dios puede transformar la vida
    del hombre y dar comienzo a una nueva historia, una nueva
    vida.

    Podemos decir entonces que en la imagen bíblica
    neotestamentaria de Dios, es clave lo siguiente: Cristo trae una
    nueva idea de Dios, especialmente en contraposición
    respecto a la que tenían los fariseos. Esta idea se
    podría sintetizar diciendo que Dios es aquel que ama y
    perdona
    . Cuando ama y perdona, Dios se muestra de modo
    especial como Padre. Y así también, el hombre
    manifestará su condición de hijo de Dios cuando
    actúe de igual manera con los demás hombres, en
    todo acto de amor y de perdón. El prójimo se
    convierte así en sacramento de Dios para el hombre, en
    posibilidad de materializar el amor a Dios, de adherir a Cristo
    presente en los hermanos.

    Especialmente a través de las parábolas de
    la misericordia (de lo "perdido encontrado"), Jesús somete
    a una revisión total la idea que los judíos
    se hacían de Dios y de su justicia. Estas actúan
    como transmisoras del "escándalo del amor desinteresado"
    que el Reino inaugura. Jesús anuncia la noticia del Dios
    bueno, que perdona y da generosamente, que ofrece permanentemente
    habitar en su casa. Un Padre misericordioso, que ama
    gratuitamente (escándalo para quienes tenían una
    exaltación del mérito, del esfuerzo en el
    cumplimiento de la ley), que ama a
    pecadores, a quienes "no cumplen la ley". Un Padre que
    sólo pide que crean en su misericordia y se conviertan,
    que vuelvan a su casa. Y que pide el arrepentimiento como
    condición para perdonar y amar. Tal como aparece en Lc.
    15, 11-31, un Padre que ama con un amor que el otro no merece. En
    Jesús, vemos un Padre que viene a buscar lo que
    está perdido, que tiene la iniciativa en el proceso de
    conversión. Que pone primero el ofrecimiento del
    perdón liberador que la obra humana de
    penitencia.

    El Reino que trae Jesús es para los sencillos, no
    para los autosuficientes. Es para el que se deja amar, encontrar,
    reconciliar, convertir. Y así puede ser misericordioso,
    justo, generoso, es decir, parecido a Dios.

    Desde esta nueva idea de Dios, Jesús vive y
    anuncia el abandono en la Providencia, en las manos del Padre.
    Él predica: busquen primero el reino de Dios y su justicia
    y todo lo demás se les dará por añadidura
    (cf. Mt. 6, 33-34)

    A su vez, esta confianza filial que Jesús
    transmite no aparece como apañadora. Dios es un Padre que
    no deja pasar por alto la maldad que se oponga a Él y que
    rebaje la dignidad
    humana. El amor tiene sus exigencias y debe interpelar y
    transformar la vida del hombre.

    Y algo que queda muy evidente en el mensaje que nos
    transmite la Biblia es que estamos ante el mismo Dios del AT,
    el Dios creador de todo lo que existe; el Dios de Abraham, el
    Dios de Isaac y el Dios de Jacob
    ; el Todopoderoso cuyo
    Nombre es santo, el que socorrió a Israel,
    acordándose de su misericordia; el que cumple sus promesas
    de salvación; el que no hace acepción de
    personas,
    un Dios que se hace visible por medio de sus
    obras... (cf. Hch. 17, 24-26; Mt. 22,32; Lc. 1,48-54,
    68-75; Jn. 11,26; Hch. 10,34; Rm. 1, 19-25
    respectivamente)

    En Jesús, Dios continúa y perfecciona la
    obra que había comenzado en Israel. La Antigua Alianza
    confluye y culmina en Jesús (cf. Heb. 1,1-2). Dios
    había ido preparando a su pueblo para la Revelación
    definitiva en Jesucristo. Y, en este sentido, Jesús es el
    cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.

    Jesús será el consumador de la Nueva y
    eterna Alianza. Se rodeará de un grupo de
    seguidores (una comunidad) y
    estos -después de su muerte y resurrección-
    reunirán a otros. Se llamarán el "Nuevo Israel", el
    "Pueblo de Dios", el Pueblo de la "Nueva Alianza", completando y
    perfeccionando las Alianzas con Israel. Es el nuevo Pueblo de
    Dios (como está escrito en 1 Pe. 2, 1-10) que está
    llamado a expresar su pertenencia amorosa a Él haciendo
    suyo el estilo de vida
    que Jesús revela al hacerse Hombre (vida inspirada en la
    Palabra).

    Dios es digno de alabanza. Y sólo de Él se
    hereda la Vida Eterna.

     Síntesis

    • La Biblia no transmite para nada un Dios abstracto,
      una Esencia. Más bien nos revela a Dios a través
      de sus obras y de su vinculación con lo que ha creado.
      No hay un concepto de
      Dios estático o sistemático. Lo que se encuentra
      es un Dios personal y pleno de vida. Un Dios que se revela como
      realidad viviente sólo al que capta, en la
      fe.
    • Nos habla de un Dios trinitario que se va dando a
      conocer especialmente a través de su alianza con el
      hombre en su historia concreta.

    La Biblia nos presenta a un Dios que dialoga con el
    hombre. Dios habla al hombre y el hombre puede escucharlo. Dios
    se adapta al hombre con el cual quiere hacer alianza, a su
    lenguaje.
    También por esto el hombre puede hablar de Dios, con
    Dios, y escucharlo.

    • Transmite la Biblia un Dios que se relaciona con la
      experiencia humana, que no se desentiende para nada de su
      creación y la sigue sosteniendo. Dios se ha manifestado
      y acercado al hombre en Cristo (hecho Hombre) y dejando su
      Espíritu, habitando entre nosotros; ha quedado reflejado
      en sus obras.

    Dios da al hombre la capacidad de conocerlo y de
    amarlo.

    Dios ama al hombre siempre primero, quiere ser amado
    en el prójimo y que los hombres se amen entre
    sí.

    • La Biblia transmite que Dios es Señor de la
      historia. Los planes de Dios se realizan y se
      realizarán.
    • El mensaje que la Biblia transmite de Dios
      está muy bien reflejado en la Gaudium et spes, de
      la cual rescatamos la siguiente enseñanza:

    El Dios vivo de la revelación es el Dios que se
    manifiesta en la historia. Y no se puede prescindir de la
    historia para saber y hablar de Dios, no se puede disociar la
    reflexión sobre Dios y el acontecer de la historia de la
    salvación.

    Tal como se ve en esta Constitución, estamos hablando de un
    conocimiento de Dios enmarcado en una visión

    cristocéntrica e histórico-salvífica con
    base en las realidades de la Creación y la
    Encarnación. De un Dios que no
    aparece separado
    de su realidad trinitaria, de la encarnación del
    Verbo como Señor del hombre y de la historia, operante en
    el mundo en virtud de su Espíritu.
    Un Dios que se
    da a conocer y revela su amor como Padre, Hijo y Espíritu
    Santo, descubriéndole al hombre el camino y la meta de su
    existencia, es decir, la sublimidad de su
    vocación.

    Si pierdo el sentido del Misterio corro
    el peligro de aprisionar a Dios en conceptos y esquemas
    rígidos y de relacionarme no con el Dios verdadero (que
    es más grande que el hombre) sino con una
    caricatura.

    A mi entender, descubrir al Dios de la
    Biblia implica tener una actitud de
    reconocer que ninguna idea que uno se pueda hacer sobre Él
    lo abarcará completamente, y que conviene estar
    permanentemente abiertos al Misterio para conocer todo lo que
    Dios vaya revelando. Se necesita la fe y la confianza.

     

    Lic. Viviana Endelman Zapata

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