Partamos de algunos hechos que demuestran la
existencia de imágenes
distorsionadas en gran parte de los cristianos.
- La vida, las actitudes,
las opciones de muchos cristianos son reflejo claro de una
imagen
impersonal y lejana de Dios, un Dios castigador o que premia
según las conductas, un Dios reducido a recurso de
solución ante determinados problemas o
situaciones difíciles. Un Dios con el que se tiene una
"relación utilitaria", al que sólo se le pide lo
necesario y del cual se prescinde si se cree que se tiene todo,
o un Dios al que se asocia con la buena suerte y que se
abandona cuando algo no va bien. Un Dios a quien se le atribuye
el mal que sucede en el mundo, con evasión de la propia
responsabilidad y libertad y
aún de los límites
de la existencia humana. Un Dios al que el hombre
puede acercarse más por su esfuerzo racional, o un Dios
adaptado al sentir, al cumplimiento perfeccionista sin amor, a una
idea fría no hecha vida que lleva al ateísmo
práctico y a la hipocresía. Un Dios inventado al
que se le rinde culto y llega a motivar en otros el
ateísmo. Muchas falsas imágenes de Dios han
despertado en el hombre la
angustia o la rebelión. - Otro hecho que demuestra la existencia de
imágenes distorsionadas es el positivismo
eclesiástico en el que se cae con frecuencia, que tiene
sus raíces en una teología abstracta y
cosificante de Dios y que no muestra una
profunda orientación y búsqueda de Dios
detrás de tantos planes de pastoral y reorganizaciones
administrativas o del apostolado en diversas áreas
humanas.
Se observa a veces un cierto desplazamiento y ocultamiento
de Dios, o un darlo "por supuesto" en la reflexión
teológica y en el compromiso cristiano, recayendo el
acento (pero con un Dios ausente) sobre las dimensiones
humanas públicas y sociales, tales como la promoción del hombre o la liberación
de los oprimidos.
En este desplazamiento de lo teocéntrico por lo
eclesiocéntrico o por lo antropocéntrico
vacíos de Dios, el rostro de la Iglesia llega
-con frecuencia- a ocultar el rostro real de Dios.
- Falta a veces en los cristianos el descubrir a Dios en
medio de la realidad que nos rodea, el tener una experiencia
unificante entre la ciudad terrena y la ciudad celestial; por
lo cual lejos se está del Dios que habla y actúa
en la historia,
del "Dios entre nosotros". - También muchas expresiones sobre Dios responden a
una religiosidad natural, anterior a la revelación
bíblica, como por ejemplo "esa energía", o ese
"algo superior que tiene que haber", esa "mano poderosa que
está por encima de nosotros".
Veamos algunas causas que hay detrás de las
imágenes distorsionadas
- Como primera idea general, podemos decir que las
imágenes distorsionadas de Dios que tienen los creyentes
tienen causas históricas, sociales-culturales,
personales y pastorales.
Las versiones de Dios provienen de la doctrina
teológica que inspira la cultura
religiosa vigente, de la influencia de tradiciones, mitos,
costumbres heredadas de épocas anteriores y de factores de
índole socioeconómico. En cuanto a los factores
personales, también contribuyen a formar una imagen de
Dios el nivel de formación religiosa, o el grado de
madurez afectivo e intelectual, las historias de vida, los
procesos
psicológicos, los estados interiores.
- Nos proponemos profundizar sobre todo en los condicionantes
estrictamente teológicos:
En la configuración de la imagen distorsionada de Dios
tiene que ver la formación desde una visión
metafísica y esencialista de Dios (imagen
predominante en los manuales de
teología), y una teología abstracta y cosificante
de Dios, recogida en gran parte por la presentación
pastoral de Dios en los catecismos con los que han sido
adoctrinados los fieles.
-En los manuales tradicionales se encuentra una imagen de Dios
identificada con una verdad absoluta, fría y lejana
apoyada en el tratado clásico que divide el Dios uno del
Dios trino, en el que la existencia de Dios aparece como algo
distinto de su presencia histórica y de su
revelación, de su presencia trinitaria manifestada en el
NT.
-Los pensadores del medioevo también dejaron sus
huellas en los catecismos populares. Y nos encontramos con una
catequesis sobre Dios donde hay falta del mensaje salvador y
sobresale una exposición
racionalista de la fe. Nos encontramos con una catequesis como
transmisión de conceptos y abstracciones (aunque el motivo
de fondo haya sido preservar la fe tradicional frente a
determinadas corrientes y herejías). Una catequesis donde
la fe es presentada como deber (carácter moralizante), como verdades que
debemos creer más allá de la respuesta libre y
dialogante de quien recibe y acepta la Palabra, descubriendo en
ella el sentido más profundo de su existencia. ¿No
es lógico que los creyentes tengan una imagen natural de
Dios si sus guías les hablaron más de un Dios
metafísico que de un Dios histórico, de un Dios
presentado de manera abstracta e impersonal?
Lejos de desarrollar la actitud de fe
en cuanto adhesión personal y
comunitaria del hombre con Dios, esta imagen de Dios presentada
ha engendrado muchas veces en el creyente actitudes como el miedo
o la sumisión por sobre la del amor.
El proceso de
despersonalización de la imagen de Dios es también
fruto de considerar a Dios no como persona que
actúa en la historia de la salvación, al que
sólo nos aproximamos desde la experiencia existencial y
dinámica, sino como alguien que posee
ciertos atributos metafísicos esenciales y que se deben
reconocer con la razón, alguien inaccesible para la
experiencia, incomunicable, que está al margen de toda
aspiración humana (un Dios en sí, no un Dios
para nosotros).
Especialmente la concepción teológica
aristotélica-tomista ha producido una laicización y
racionalización de la imagen de Dios, determinada sobre
todo por la ausencia explícita de la persona y obra de
Jesús en cuanto a los contenidos y por un proceso racional
de acercamiento a Dios ajeno al dato revelado como metodología, donde ha estado ausente
el carácter antropológico y pastoral.
Junto con la exposición del en sí de Dios
de carácter abstracto y filosófico (con
relación casi exclusiva a su trascendencia: misterio
inescrutable, omnipotente, justo juez, señor de los
ejércitos, luz inaccesible,
etc.), se observa la ausencia de la Escritura y de
los ecos salvadores.
- Por otro lado, podemos señalar que el Dios
bíblico ha recibido numerosas añadiduras
culturales. Y el Dios anunciado muchas veces no es sólo
el Dios de la fe, sino una imagen de Dios en la que han entrado
otros elementos culturales que pudieron ser en otro tiempo
útiles a la interpretación del mensaje
bíblico, pero que han sido desplazados por otra cultura.
Por ejemplo, si nos situamos en la Edad Media,
observamos que el ambiente
cultural y social era muy distinto al presente: nos encontramos
ante una aceptada situación sociológica de
cristiandad –una cultura estática
que no siente el estímulo de la historia- y ante una
estructura
social rígida y vertical, en que el feudalismo
presenta un tipo de relaciones sociales basadas en la
dialéctica autoridad-súbditos; todo lo cual
contribuye a modelar una imagen de Dios autocrática y
lejana. Más adelante, mientras la cultura es
racionalista, iluminista, intelectualista, un Dios anunciado
desde la razón no provocaba un rechazo especial. Pero,
en una cultura interesada por la historia, por la existencia,
la libertad y el futuro, y también
antisobrenaturalista, surge un "lógico" rechazo
de un Dios así presentado.
En relación a esto, se hace evidente una falta de
diálogo
entre la fe revelada y nuestra cultura actual, o más bien
un enfrentamiento de la cultura teológica medieval y la
actual cultura técnica.
Muchos de nuestros contemporáneos viven declarando:
"¡O Dios o yo!". Para convertirse en adultos estiman que
han de eliminar a Dios del pensamiento,
de la cultura, y de la sociedad.
Tanto la imagen metafísica de Dios que aparece en la
reflexión teológica de los manuales como la
presentación de Dios en los catecismos tradicionales ya no
son válidas, no sólo en relación a la imagen
bíblica de Dios sino también por la misma
transformación cultural que se ha producido.
- Destacamos, por último, que la falta de experiencia
personal y comunitaria del Dios vivo ha causado el predominio
de una imagen natural de Dios en muchos cristianos.
¿Cómo madurar hacia una imagen
bíblica de Dios?
- Primero creo que es importante descubrir qué imagen
tengo de Dios, sobre todo revisando mis vivencias con Dios y
mis actitudes de vida.
Y puesto que en la imagen se mezclan la formación,
estados interiores, situaciones psicológicas, me parece
necesario abrirse a un proceso de evangelización integral,
a una experiencia del amor de Dios hecha proceso de
conversión desde una vida orante y fraterna. "Nadie ha
visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios
permanece en nosotros y el amor de
Dios ha llegado a su plenitud en nosotros" (1 Jn. 4,12)
Así, en la experiencia del amor, conocemos
auténticamente a Dios. Además, el amor con que nos
amemos es el signo para que otros crean (cf Jn. 17,21)
- También me parece clave hacer un análisis crítico del pensamiento y
la catequesis tradicionales sobre Dios y un análisis del
ateísmo contemporáneo, que nos advierten sobre
determinadas imágenes de Dios que son equivocadas. Pero
sin dejar de abrirse a la enseñanza conciliar y la
revelación del rostro real de Dios que se nos acerca.
Junto con esto, la actitud que no debe faltar, a mi entender,
es superar la distancia entre la reflexión y la vida,
para poder
encarnar lo verdadero y rechazar las imágenes falsas de
Dios que vayamos descubriendo. Es necesaria una fe crítica, pero sobre todo una fe viva que
transforme la existencia y que esta existencia hable de
Dios.
El Dios vivo de la revelación es el Dios que se
manifiesta en la historia o sea que está
íntimamente unido al hombre en Cristo; se revela a
través de sus obras. Por tanto, la experiencia de Dios
necesita de un discernimiento, una capacidad crítica para
descubrirlo en medio de la realidad que vivimos, una sensibilidad
para captar e interpretar los signos de los
tiempos. Esto requiere docilidad al Espíritu
Santo, gracias al cual podemos tener experiencia de Dios y
anunciar al Dios que escuchamos, vemos, experimentamos, tocamos y
compartimos, del cual nos sentimos hijos.
La experiencia de Dios nos defiende de confundir la fe con
ideas, conceptualizaciones, activismos, normas.
- Además de la conversión personal, que va
unida a una experiencia de fraternidad, a la práctica
del amor mutuo, creo que es necesario avanzar hacia una
renovación de las estructuras
eclesiales para que estén orientadas totalmente hacia
Dios, y que hagan transparente el rostro del Dios vivo desde
una fe que obra por el amor.
En esta renovación, y si estamos hablando de dar un
paso hacia la imagen bíblica de Dios, me parece
fundamental el darle un lugar central a la Palabra. La Biblia nos
presenta a Dios como el que habló al corazón
del primer hombre y la primera mujer; hizo
alianza en Noé y los compañeros del Arca;
escogió un pueblo en Abraham, Isaac, Jacob y los doce
Patriarcas; se reveló a Moisés en la zarza ardiente
y concluyó una alianza en el monte Sinaí; y
habló por los profetas. El Evangelio nos revela que se
hizo hombre en Jesús, en quien nos ha manifestado su
verdadero rostro de Padre, que tiene un proyecto salvador
para cada persona.
Desde el Dios bíblico entendemos nuestra vida como un
proyecto amoroso: somos creados por amor, no fruto de la
casualidad ni del azar, y destinados a un futuro de amor en el
encuentro con el mismo Dios que nos ha creado. Él es
nuestro Alfa y Omega. En este sentido, es bueno, antes que
reconocer a Dios como todopoderoso, descubrirlo como Padre. No
somos esclavos sino hijos. A quienes le abren libremente su vida,
Dios se muestra todopoderoso especialmente cambiándoles el
corazón. El poder de Dios aparece en las obras de
Jesús al servicio de la
debilidad humana y se expresa en la misericordia y el
perdón. Su omnipotencia no fuerza nuestra
libertad.
- No podemos los cristianos volcarnos prioritariamente a la
acción y al obrar sin preocuparnos de ser
comunidad
con una unidad de vida manifestada en el amor fraterno. La
comunidad es parte del ser cristiano y de este ser comunidad
sigue la acción pastoral bajo la guía del
Espíritu Santo.
"Toda una generación de creyentes
ha aprendido un concepto
legítimo pero limitado de Dios (todos los conceptos
humanos de Dios son limitados); se encuentran, por educación o por
carácter, sin posibilidad de alternativa o voluntad de
ampliación de su rígida catequesis y, al encontrar
situaciones en la vida que no encajan con ese concepto, dejan el
concepto y dejan a Dios. Es decir, dejan al Dios que
conocían. Si lo hubieran conocido mejor, no lo
habrían dejado. Hay que ampliar la catequesis, hay que
abrirle ventanas al alma, hay que
dejar a Dios ser Dios. La mejor manera de contrarrestar el
ateísmo –misión de
misiones en el mundo de hoy (y quizá de siempre)- es
entender mejor a Dios. (…)
Yo tampoco creo en el Dios en que los
ateos no creen", declaró certeramente el patriarca
Máximo IV en el Vaticano II. "
Lic. Viviana Endelman Zapata