El Movimiento femenino "moderno" nació en los
albores de la lucha por la igualdad y la
emancipación, inmediatamente después de la independencia
de los EE.UU (1776) y de la Revolución
Francesa (1789) y las demás revoluciones liberal-
burguesas que plantearon como objetivo
central la consecución de la igualdad jurídica y de
las libertades y derechos
políticos.
Pronto surgió la gran contradicción que
marcó la lucha del primer feminismo: las
libertades, los derechos y la igualdad jurídica que
habían sido las grandes conquistas de las revoluciones
liberales no afectaron a la mujer. Los
"Derechos del Hombre y del
Ciudadano" que proclamaba la revolución
francesa se referían en exclusiva al "hombre" no al
conjunto de los seres humanos.
A partir de aquel momento, en Europa Occidental
y Norteamérica se inició un movimiento, el
feminismo, que trabajó por la igualdad de la mujer y su
liberación. Durante ese período, el principal
objetivo del movimiento de las mujeres fue la consecución
del derecho de voto. Nacía así el movimiento
sufragista.
"El feminismo ha sido, como movimiento social, una de
las manifestaciones históricas más significativas
de la lucha emprendida por las mujeres para conseguir sus
derechos. Aunque la movilización a favor del voto, es
decir, el sufragismo, haya sido uno de sus ejes más
importantes, no puede equipararse sufragismo y feminismo. Este
último tiene una base reivindicativa muy amplia que, a
veces, contempla el voto, pero que, en otras ocasiones,
también exige demandas sociales como la eliminación
de la discriminación civil para las mujeres
casadas o el acceso a la educación, al
trabajo
remunerado (…)"
La Historia tiende a presentar
los avances sociales conseguidos por las mujeres como la
consecuencia de un progreso que marcha por sí solo, como
el resultado de un proceso en el
que, en todo caso, las mujeres no han influido. En cambio, la
reconstrucción de la Historia muestra que las
mujeres sólo han logrado conquistas sociales allí
donde y cuando ha habido mujeres trabajando y protagonizando esas
conquistas. Han sido las luchas de muchas mujeres, las que nos
permiten hoy gozar de derechos que en un pasado muy
próximo fueron negados.
Las mujeres, igual que los hombres, tienen opiniones y
actitudes
políticas e ideológicas muy diversas
porque tienen intereses muy diferenciados, pero como seres
humanos tienen una serie de derechos comunes que van desde el
derecho al trabajo, a la libertad de
expresión, a participar activamente en la política, a estudiar,
al sexo, y
también al merecido descanso después de largas
jornadas de trabajo, el derecho al ocio, la cultura y los
aspectos lúdicos.
Ridiculizar las cuestiones que afectan a los derechos de
las mujeres es una estrategia en la
que se han empeñado siempre los sectores más
inmovilistas de la sociedad.
Frecuentemente, muchos de los problemas de
las mujeres han sido problemas "invisibles"
El hecho de intentar mantener a la mujer en casa ha sido
una forma de mantenerla oculta. Lo que no se ve no
existe. La nueva mujer, la mujer con derechos, se ha
hecho presente precisamente al salir a trabajar fuera de casa y
al llegar a exigir lo que a una le corresponde sin sentirse mal
por ello, en definitiva, ser personas independientes que
actúan en consecuencia.
En estos momentos, en los que la estrategia de
ridiculización no se considera políticamente
correcta, algunos tienden a adoptar la estrategia del silencio.
Se oculta no sólo lo que tiene que ver con el feminismo
sino lo que tiene que ver con las mujeres, sus derechos y sus
organizaciones.
Lo que está pasando en estos momentos en los
movimientos feministas suscita una serie de reflexiones: en
primer lugar, el feminismo está actualmente visible
básicamente en los ámbitos académicos, en la
investigación y en el enunciado de los
cambios sociales, pero más escasamente en la opinión
pública. Como movimiento social, aparentemente
está poco activo.
No podemos decir que no haya mujeres trabajando por el
feminismo, reivindicando la igualdad, luchando por ella, pero no
se facilita su presencia pública, con el argumento de que
no interesa, que carece de sentido.
Ciertos sectores de la sociedad, a los que no les
interesa la igualdad, han intentado, aislarlo, ocultarlo. Por
eso, han dejado que sea una cosa de mujeres y para mujeres, pero
que no merece mucho la pena compartir entre todos.
Sin embargo, las mujeres están saliendo adelante
y en muchos países se han dado avances importantes en los
últimos años. La principal causa para que esto sea
así es que la educación se impone,
y en los países más adelantados no sólo se
está alcanzando la igualdad en los niveles educativos
más altos, sino que es está haciendo con grados de
aprovechamiento más fructíferos.
En las sociedades
más avanzadas de nuestro tiempo, en
general, y los movimientos feministas en particular, son fuerzas
vivas y muy activas que difícilmente van a poder ser
detenidos, por muchas estrategias que
se invente para contrarrestarlas.
El proceso es tan imparable que la mayoría de la
opinión pública ha asumido que se trata de uno de
los principales motores actuales
del cambio social. Los cambios logrados para alcanzar la igualdad
formal y las acciones
positivas para avanzar en la igualdad real han sido instrumentos
de utilidad para la
igualdad de la mujer.
Este es el camino para que interpretemos bien la
declaración Universal de Derechos Humanos,
que empieza diciendo: "Todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y
derechos". Este es el camino para hacer ciudadanos, es decir,
personas libres iguales, autosuficientes, a las que su comunidad
reconoce el derecho a ejercer todas sus capacidades y
potencialidades, porque ser ciudadano o ciudadana no es
sólo tener derechos civiles (libertades), ni sólo
derechos políticos (participación en la red pública), es
también tener derechos sociales (económicos,
culturales y sociales) para poder sentir que todos y todas
formamos parte de una comunidad.
Se considera que los movimientos feministas
tienen su origen en la Declaración de los derechos
universales de igualdad y de libertad
promovidos en la Revolución Francesa y en la
Ilustración, donde las mujeres tomaron conciencia de su
situación y comenzaron a reivindicar la igualdad en todos
los terrenos, tanto en derechos como en oportunidades y no-solo
para los varones.
Recientemente, muchas voces sabias nos dicen que el
feminismo ya no es necesario porque las mujeres ya han resuelto
sus problemas. ¿Es este análisis correcto?. Es evidente que se
pueden dar respuestas diferentes, todas con argumentos
convincentes.
En los setenta se afirmaba que el movimiento feminista
era un fenómeno nuevo, desde sus propias filas
surgió la tesis
contraria. Apoyado por le trabajo de las historiadoras, las
feministas y con ellas los interesados en los movimientos
sociales redescubrieron el sufragismo.
El olvido del movimiento sufragistas que contrastaba con
la memoria
sobre el movimiento obrero del siglo XIX formaba parte de la
"invisibilidad" de las mujeres. Un movimiento que había
sido importante, potente y que ningún análisis
político histórico riguroso podía
ignorar, había caído, sin embargo, en el más
completo olvido.
El descubrimiento del sufragismo permitió ver que
las mujeres no se convertirían por primera vez en un
movimiento social en los setenta y que por tanto no eran un
"nuevo" movimiento. Las mujeres, al calor de la
Revolución francesa se habían cuestionado su
situación social y el rol que les había asignado.
Se comprometieron con la revolución porque pensaron que
sus demandas serían atendidas. Mientras los
revolucionarios debatían sobre los derechos del hombre,
plantearon los derechos de las mujeres indicando que como
grupo social
tenía una especificidad que debía ser tomada en
cuenta. No sólo sus demandas finalmente no se incorporaron
a la agenda política, sino que se las persiguió, se
las encarceló y, en muchos casos se las guillotinó
por defender estas ideas.
Las sufragistas recogieron el testimonio de esta
generación de mujeres. Aceptaban el análisis sobre
la situación de inferioridad de las mujeres, es decir, su
discriminación y pedían el acceso al
mundo público del cual habían sido excluidas. Si
bien, planteaban diversas reivindicaciones, como el derecho a la
educación y a poder tener un trabajo remunerado,
convirtieron a la participación política en el medio
para conseguir las otras demandas. El derecho al voto se
convirtió, así, en el aglutinante de la
movilización de las mujeres.
Esto demuestra el respeto al
parlamento y a la democracia
representativa que tenían, cuando otros sectores sociales
consideraban que sus reivindicaciones jamás podían
ser atendidas por los parlamentos democráticos y que
éstos debían ser eliminados.
Al igual que ahora, conseguido el voto para las mujeres
se estimó que el feminismo ya no tenía razón
de ser. Sin embargo, a finales de los setenta hay una nueva
rebelión de las mujeres en contra de su situación
social, la cual se consideraba discriminatoria. resurge el
feminismo como un movimiento social y su movilización no
es sólo social, sino que se traslada también a las
instituciones
políticas económicas y culturales.
En este momento, las reivindicaciones de las mujeres se
plantean en tres grandes áreas de actuación, no
sólo piden acceso a las actividades y puestos de los que
están excluidas.
- En primer lugar, señalan que su biología no las
condiciona para ser exclusivamente madres. Que tienen derecho a
la sexualidad,
al control de
su cuerpo y a decidir libremente sobre su
maternidad. - En segundo lugar, plantean que las relaciones entre
los hombres y mujeres tienen un componente de
poder. - En tercer y último lugar, señalan que
existe una dicotomía entre lo público (la
economía, la política y cultura) y
lo privado (la familia)
y que el rol que tiene en el ámbito privado es tan
importante para el funcionamiento social como el
público. La familia es
también una unidad de producción de bienes y
servicios.
En estas tres nuevas áreas de demandas feministas
surgen las reivindicaciones concretas que centran las
movilizaciones: el derecho al aborto; la
paridad como forma de terminar con la jerarquía
hombre/mujer y el poder masculino; y la exigencia de que el trabajo
doméstico y los servicios que hacen las mujeres en el
hogar sean reconocidos y compartidos. Muchas de estas demandas
son incorporadas a la agenda de los poderes públicos que
comienzan a implementar políticas específicas. Sin
embargo, en muchos casos esta incorporación a la agenda
pública no ha hecho que las actuaciones cambien
efectivamente la realidad. Las estadísticas siguen mostrando que existe
discriminación hacia las mujeres.
¿Ha desaparecido el movimiento feminista?
Quizás conviene comenzar por recordar que un movimiento
social no es un partido político o una organización que mantiene su existencia
independientemente del grado de participación,
movilización o acceso a los medios de
comunicación..
Si comparamos las distintas oleadas feministas lo que
tienen en común sus demandas es que se basan en la
constatación de que el sexo biológico se convierte
en género
social. Es decir, el hecho de ser mujer no es sólo un
fenómeno biológico; sobre la biología se le
construye un rol social y unos ámbitos de
participación que constituyen su género. A este
género se le asigna un estatus inferior que se traduce
luego en la discriminación. Las sociedades y su
organización social, económica y cultural ha
cambiado históricamente. Sin embargo, en cada caso se ha
mantenido esta jerarquía entre los géneros y esta
discriminación. Por eso el feminismo reaparece a
través del tiempo. Como la expresión en cada
período histórico es diferente, las mujeres se han
encontrado con discriminaciones de diferente tipo y en cada uno
de los períodos de "resurrección" del feminismo se
plantean reivindicaciones específicas.
Existe un movimiento de mujeres que es más amplio
que el movimiento feminista. Esto es verdad. Pero no se puede
olvidar que las conquistas de las mujeres han estado
asociadas a la movilización feminista. Si hoy muchas
mujeres no feministas o antifeministas tienen derechos
políticos y pueden realizar otras actividades en el mundo
público, es porque otras mujeres, las feministas lucharon
por ello, en algunos casos dejando su vida en el
camino.
Si algo queda claro, al contemplar la realidad actual,
es que a pesar de los logros conseguidos por el movimiento
feminista, desde sus orígenes allá por la
Revolución Francesa y la reivindicación de la
Ilustración de los derechos de igualdad y
de libertad, pero en los que no se incluía a la mujer,
aún hoy no se ha llegado a una igualdad plena de derechos
para hombres y mujeres, y se siguen observando posiciones de
desventaja para la mujer en diferentes ámbitos, tanto en
el plano laboral como en
el doméstico.
El feminismo tomó diversos rumbos, dependiendo
del elemento de desigualdad al que se diera mayor relevancia;
así el feminismo liberal ponía énfasis en la
división del trabajo atendiendo a razones de sexo, que
dejaba peor parada a la mujer, ya que la esfera pública de
autoridad y de
ventajas, e indirectamente de acceso a educación y
oportunidades, y por tanto de reproducción cultural, se limitaba al
hombre.
Por su parte el feminismo socialista, dentro de la
corriente marxista denunciaba que las desigualdades entre hombres
y mujeres estaban íntimamente ligadas con la existencia de
una serie de instituciones de carácter cultural, pero atendiendo y
diferenciando entre distintas clases
sociales a las que las mujeres puedan pertenecer, ya que los
problemas que las afecten en cada caso no serán los
mismos, es decir que las mujeres son una subclase dentro del
sistema de
clases; en los últimos tiempos esta corriente ha centrado
su interés
en el análisis de cuestiones concretas como fuentes de
desigualdad, como es el posicionamiento
de las mujeres en ciertos ámbitos: la clase
trabajadora, la reproducción, la sexualidad, los procesos de
socialización; y proponiendo ciertas
soluciones:
reivindicación del lesbianismo como un derecho, la
fecundación artificial, lo que
supondría una "maternidad sin hombres", o la lucha por
llegar a una sociedad asexuada, en la que no haya una
socialización que asigne roles en función
del sexo. El feminismo radical reta a la dominación
patriarcal del hombre, mediante la cual controla y tiene sometida
a la mujer.
La consolidación de la ideología feminista como tal se produce en
Mayo del 68, donde se intentará redefinir las relaciones
de poder.
Se defiende que la consecución de la
liberación económica conducirá
inexorablemente a una liberación social. Empieza a
vislumbrarse el modelo de
mujer independiente, que se labre su propio futuro.
Una de las principales características del
feminismo como tal, es que, a pesar de haber ido evolucionando y
tomando diferentes posturas, los logros anteriores no se pierden.
Actualmente se reivindican más una serie de valores, como
la recuperación de la sensibilidad o del razonamiento
femenino que sitúen a la mujer en un lugar central, que
objetivos
materiales,
pero esto se hace sobre la anterior base de metas alcanzadas,
(esta postura recibe el nombre de feminismo postmoderno). La
pretensión de conseguir reformas graduales en las
instituciones, anteriormente reivindicadas desde fuera del
sistema, ahora defiende hacerlo desde dentro.
La teoría
feminista es, ante todo y por definición, una
teoría crítica
de la sociedad. En palabras de Celia Amorós,
una teoría que irracionaliza la visión establecida
de la realidad. Amorós nos recuerda la raíz
etimológica de teoría, que en griego significa ver,
para subrayar el que es el fin de toda teoría: posibilitar
una nueva visión, una nueva interpretación de la realidad, su
resignificación. La teoría, pues, nos permite ver
cosas que sin ella no vemos, el acceso al feminismo supone la
adquisición de una nueva red conceptual, "unas gafas" que
nos muestran una realidad ciertamente distinta de la que percibe
la mayor parte de la gente. Y tan distinta, porque donde unos ven
protección y caballerosidad hacia las mujeres otras vemos
explotación y paternalismo, donde unos observan que "en
realidad las mujeres gobiernan el mundo" otras vemos la
feminización de la pobreza y la
dolorosa resignación con que las mujeres aceptan
todavía lo que se hace pasar por su destino.
Efectivamente, una de las cuestiones centrales que tiene que
afrontar el movimiento feminista es el hecho claro de que muchas
mujeres no aceptan la visión feminista de la realidad. Tal
y como lo enunciara Mary Wollstonecraft hace ya más de dos
siglos, el hecho de que las mujeres parecieran dedicarse
más a sacar brillo a sus cadenas que a tratar de
sacudírselas.
En esta cuestión el feminismo coincide con los
otros movimientos sociales, ya que como han puesto de relieve los
nuevos enfoques los movimientos no se explican sólo como
respuestas colectivas a conflictos
manifiestos o desigualdades estructurales, sino que buena parte
de su sentido y acción
se dirige a mostrar, explicar, hacer explícito o visible
ese conflicto para
la opinión pública. Así, por ejemplo, el
movimiento ecologista trata de problematizar situaciones que,
como la destrucción de los recursos
naturales o el maltrato a los animales
continúan definiéndose como naturales, inevitables
o consustanciales al rango superior y al progreso de la especie
humana. En este sentido preciso todos los movimientos suponen la
subversión de los códigos culturales dominantes.
Pero, tal vez la peculiaridad del feminismo resida en lo que ya
señalara Kate Millett, en que el feminismo desafía
el orden social y el código
cultural más ancestral, universal y arraigado de los
existentes en sus diversas manifestaciones
La ideología patriarcal está tan
firmemente internalizada, que sus modos de socialización
son tan perfectos que la fuerte coacción estructural en
que se desarrolla la vida de las mujeres presenta para buena
parte de ellas la imagen misma del
comportamiento
libremente deseado y elegido. Estas razones explican la crucial
importancia de la teoría dentro del movimiento feminista,
o dicho de otra manera, la crucial importancia de que las mujeres
lleguen a deslegitimar "dentro y fuera" de ellas mismas un
sistema que se levanta sobre el axioma de su inferioridad y su
subordinación a los varones. La teoría feminista
tiene entre sus fines conceptualizar adecuadamente como
conflictos y producto de
unas relaciones de poder determinadas, hechos y relaciones que se
consideran normales o naturales, en todo caso, inmutables.
Aquéllos de los que se suele afirmar que "siempre ha sido
así y siempre lo será", en expresiones tales como
"la prostitución es el oficio más viejo
del mundo" o "los hombres siempre serán hombres y
eso no hay quien lo cambie". La teoría feminista indaga en
las fuentes religiosas, filosóficas, científicas,
históricas, antropológicas, en el llamado sentido
común, etc. para desarticular las falsedades, prejuicios y
contradicciones que legitiman la dominación sexual. Este
auténtico proceso de liberación cognitiva, este
cuestionamiento de la realidad patriarcal puede analizarse como
una sucesión de pasos o momentos teóricos y
prácticos, colectivos e individuales. En un primer momento
hay que definir una situación como problemática,
injusta e ilegítima, es un segundo momento habría
que encontrar las causas de esta situación, sean
culturales, económicas, etc., o establecer lo que se ha
denominado la "atribución de la responsabilidad". En un tercer momento el
feminismo ha de ser capaz de articular propuestas alternativas:
no sólo hay que definir una situación como injusta
hay que difundir también la conciencia de que es posible
cambiar la sociedad y, en última instancia, universalizar
esta conciencia, desarrollar la imaginación feminista
suficiente como para hacer irrenunciable esa sociedad nueva, para
mostrar cómo todos los seres humanos se
beneficiarán del cambio. Y respecto a esta última
afirmación podemos añadir que mantener que todos
los seres humanos se benefician de un cambio no está en
contradicción con que algunos colectivos pierdan
privilegios, porque obviamente los varones pierden y
perderán numerosos privilegios ilegítimos
según avance el feminismo. El fin de este proceso, si es
que tiene fin, porque como ha señalado Amorós los
pactos patriarcales son metaestables, es decir, susceptibles de
transformar continuamente sus formas de dominación, tan
distintas las de hace dos siglos de las de ahora, tan distintas
en las diferentes culturas, pero siempre tan eficaces- tiene como
resultado lo que se ha denominado la "liberación
cognitiva", la puesta en tela de juicio de principios
valores y actitudes aprendidos e interiorizados desde la infancia, y,
por supuesto, el paso a la acción, tanto individual como
colectiva. El triunfo del feminismo requiere conjugar ambos tipos
de acción para poner fin a la doble reproducción
del sistema patriarcal, dentro y fuera de las personas, en el
espacio público y en el privado, para romper la implacable
dinámica de refuerzo mutuo que se da entre
las prácticas de la vida cotidiana y las macroestructuras
económicas, políticas e ideológicas.
El Caso
Latinoamericano, por otra parte ha sido descrito el feminismo
como "engendrador de democracia", el movimiento feminista
latinoamericano se ha desarrollado en los últimos quince
años, basado en cientos de novedosas formas de
auto-organización y trabajo en redes. Es indudable que el
movimiento ha contribuido a ampliar el escenario social,
enriquecer la sociedad civil y
abrir nuevos horizontes en la vida de las mujeres. En este
proceso en Latinoamérica, son reconocidas tres
corrientes fundamentales. La primera, mujeres que han militado en
la izquierda política y han cuestionando su
posición, creando organizaciones autónomas. Otra
Corriente está conformada por mujeres que pasaron de su
papel tradicional a la esfera publica, y una tercera configurada
por las del sector político formal, partidos y sindicatos en
permanente cuestionamiento de la legitimidad masculina en estos
escenarios.
El movimiento ha tenido que florecer bajo
regímenes autoritarios y dictatoriales, y por esa misma
razón, ha demostrado ser clave en los procesos de
recuperación democrática. Quizás, por la
misma causa, la relación de las agrupaciones femeninas y
el Estado, en
Latinoamérica suele ser contradictoria y compleja. Estas
diferencias no solo se expresan al interior del movimiento
feminista, sino también en las dificultades inherentes a
los patrones de diferenciación genérica,
predominantes en la región. Y ante todo refleja los
profundos cambios que experimenta la figura de Estado en América
Latina en este momento histórico.
El activismo feminista, no ha alcanzado a llegar a las
estructuras
políticas, y si ha llegado no ha visto claros y grandes
avances en la solución de sus problemas concretos, esto
basado, principalmente en contradicciones propias del movimiento,
por una parte las ideologías predominantes al interior del
movimiento, con claro corte marxista, que considera al estado
como un enemigo al que hay que conquistar, ya que representa lo
mas puro de la dominación patriarcal , siendo esta desde
mi punto de vista una visión extrema, ya que no se toman
en cuanta las complejidades del Estado, que no es
monolítico, sino mas bien presenta una serie de grietas y
contradicciones, que muchas veces lo hacen tremendamente
susceptible. La otra corriente está compuesta por mujeres
"feministas autónomas" que desean trabajar en el Estado. A
estas mujeres de una u otra forma las primeras, las consideran
que abandonaron el movimiento y se produce un conflicto de poder,
que no ha sido resuelto al interior del movimiento
feminista.
Sin embargo, lo importante de lo anteriormente
señalado, dice relación con que , si bien durante
el ejercicio de la ciudadanía femenina, las mujeres han puesto
en evidencia el cuestionamiento entre la división de lo
publico y lo privado, la esfera publica donde se toman las
decisiones, sigue estando en manos masculinas, de modo que la
brecha en Latinoamérica entre la democracia participativa
y la democracia representativa, se ha hecho claramente evidente,
al igual que en nuestro país.
Todo lo anterior, refleja un hecho alarmante; aunque la
democracia es, sin lugar a dudas, el terreno más
fértil para el desarrollo y
la consolidación de nuevas practicas sociales y
políticas, y para el propio movimiento feminista. No
necesariamente implica un cambio en los acuerdos que hoy rigen en
las relaciones de genero, por lo
tanto es necesario recordar, como plantea Jaquette, que las
mujeres no son "naturalmente" conservadoras, ni "naturalmente"
democráticas. Su apoyo a la democracia dependerá de
la calidad de
vida política fomentada por las mismas democracias y
el espacio que ellas generen, y de su respaldo al proceso de
eliminación y modificación de la condición
de subordinación de la mujer (Jaquette 1989)
En este momento, el movimiento femenino ha
reconocido de una u otra forma que vincularse con el Estado en
una posición de mayor apertura, sin duda abre y mejora los
canales de dialogo, en pos
de la integración del movimiento femenino en la
discusión y análisis de las políticas
publicas que las afectan, sin embargo, el movimiento feminista
vuelve a enfrentarse a una nueva paradoja, si, bien reconoce la
necesidad de los espacios de Dialogo; los Estados
Latinoamericanos se encuentran enfrascados en profundas crisis de
identidad,
están redefiniendo su posición entre benefactor, o
populista y, además el Estado a perdido legitimidad para
responder a las necesidades más apremiantes de la población.
Entre la población se generaliza cada vez mas la
desconfianza en un sistema
político cada vez menos capaz de representar los
múltiples intereses plurales de la sociedad. Estados
débiles , que no superan sus rasgos autoritarios,
patrimoniales y patriarcales, que carecen en la mayoría de
los casos de la generosidad y recursos para
hacerse cargo de las demandas y propuestas hechas por las mujeres
y otros sectores oprimidos, lo que contribuye a ser mas evidente
el histórico divorcio entre
la sociedad y el Estado.
América
Latina se ha empobrecido, y dentro de este empobrecimiento quien
mas se ha empobrecido son las mujeres, no en vano se habla del
fenómeno de Feminización de la Pobreza, y dentro
de este empobrecimiento surge una nueva paradoja, la
búsqueda constante de la democratización de los
procesos, de la participación política, la
búsqueda de la consolidación de la
ciudadanía política. Esta contradicción en
nuestra América Latina revela desde hace mucho la falta de
articulación entre la democracia social y la
política.
En este terreno ambiguo y paradójico es donde las
mujeres debemos buscar nuestros espacios de poder, tratar de
encontrar una relación diferente con el estado y
diseñar propuestas publicas que consideren la
opinión femenina, paradójico es en el caso
Chileno que la discusión y decisión respecto a la
Ratificación del protocolo de la
Convención de eliminación de todas las formas de
discriminación contra la mujer sea tomado en el senado
solo por "hombres"
Derivado de esto, la importancia de establecer puentes y
canales de unión y solidaridad entre
grupos de
mujeres y buscar la presencia femenina en el Estado, y el espacio
político.
Los desafíos para esto pasan por encarar la
Relación de las Mujeres con el Poder , a juicio de Natacha
Molina, "invertir la cultura del no-poder y fortalecer la
capacidad de dialogo y de propuesta dirigida a la esfera publica
desde los diferentes espacios y corrientes del movimiento";
reconocer los esfuerzos que algunas mujeres desde el centro de
los bastiones masculinos de poder (los partidos
políticos y el gobierno)
continúan haciendo para abrir los débiles canales
de que disponen a favor de las políticas femeninas;
generar las condiciones para la celebración de un pacto
entre mujeres que, basado en el respeto a las diferencias,
encuentre un mínimo común denominador
democrático, fortalecer la capacidad de negociación con los mas diversos sectores,
aun sabiendo que nuestro América Latina tiene una historia
cultural democrática mas bien débil, , y siendo
consciente que el proceso de incorporar nuevos temas, actores, en
este caso mujeres, que desde sus distintos campos de
acción implica fortalecer nuestra propia cultura
democrática.
Señalar como ultimo punto que no solo las
leyes o el
reconocimiento de nuestros derechos pueden modificar las
múltiples situaciones opresivas que enfrentan las mujeres.
El Movimiento femenino trastorna demasiados bastiones de poder y
demasiados intereses políticos, sociales y personales. No
basta hacer política de una forma diferente. Nuestros
espacios autónomos no son suficientes, como tampoco es
suficiente participar en el juego
político, en donde el riesgo de seguir
estando subordinadas es concreto y
real
Solamente una respuesta basada sobre el respeto y la
tolerancia,
capaz de unir y no de excluirlos, nos permitirá ganar mas
espacios democráticos para la próxima
generación femenina.
Molina Natacha : " La dificil relación entre
Estados Y Mujeres" Transiciones, Revista Isis
Internacional 1991
Feijoo María del Carmen, Compiladora "Mujer y
Sociedad en America Latina" Buenos Aires
Clacso 1991
Virginia Vargas, y otras , Triangulo de Poder
Kirkwood Julieta " Escritos Femeninos"
Amorós,C "Mujer Participación, cultura
politica y Estado" Argentina 1990.
Jaquette; Jane " The Women’s Movement im Latin
America. Feminism and the Transitión to Democracy " Boston
MA Unwin Hyman,1989
Autora:
Ximena Briceño Olivera
Trabajadora Social
Magíster en Ciencias
Sociales
Académica Universidad de la
Frontera de
Temuco- Chile