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Retrato de Mijail Bakunin




Enviado por azonaim



    (Ensayo
    histórico-conflictual)

    1. El hombre
    2. De rebelde a
      revolucionario
    3. De prisionero a
      anarquista
    4. El pensamiento del último
      Bakunin
    5. La visión eslava y el
      federalismo anárquico
    6. La federación
      anárquica como principio
    7. La federación
      anárquica como organización

    A don Ángel Cappelletti
    (1927-1995),

    con afecto y
    añoranza…

    EL
    HOMBRE

    Un hombre es
    según su época. La época hace los valores
    del hombre trascendentales; pero una época no define el
    carácter, el sentido particular, la euforia
    que ese hombre, influenciado y roñado por una
    época, es realmente. Por tal razón se tiene que
    recurrir a los escritos vivenciales del hombre a quien se desea
    conocer, así como a la huella que dejó, perenne o
    no, en los escarbados senderos del pensamiento
    humano. Bajo esta intención retratamos a quien en vida fue
    llamado Mijail Alexandrovitch Bakunin.

    El padre de Mijail, Alejandro Bakunin, era el tercer
    hijo de Mijail Vasilievich Bakunin. Fue un hombre sensible y
    sumamente dado a las cuestiones filosóficas, pero algo
    retrazado en la vida amorosa. Sería para sus cuarenta
    primaveras que concretaría ese sentimiento de atractivo
    ante una dama muy hermosa llamada Várvara Muraviev (de
    dieciocho años para entonces). La unión de
    Várvara y Alejandro, fue fructífera en hijos, pero
    no así en esa comprensión necesaria que alentara, a
    aquellos capullos, a emplazar un carácter acorde con lo
    que el espíritu les exigía. Mijail fue el gran
    afectado de esta situación y por allí, según
    nos dice E.H. Carr, es posible que encontremos respuesta a lo
    tumultuoso de su comportamiento
    y a lo extremista de sus ideas.

    En cuanto a la composición final de la familia
    Bakunin, E.H. Can" nos dice: "…la familia fue en
    extremo insólita. Los dos primeros vástagos fueron
    hembras: Liubov y Várvara… Luego vino Mijail… y dos
    hijas más: Tatiana y Alejandra. Más tarde,
    después de una breve pausa, vinieron, uno tras otro, cinco
    hijos más Nicolás, Elías, Pablo Alejandro y
    Alexis."

    Ese tipo de composición familiar le brindó
    a Mijail un lugar estratégico. Primero, por ser el hermano
    mayor, de los varones, y segundo, por un detalle muy inadvertido
    por quienes a su cargo han tenido que relatar la vida de Mijail:
    su talento innato para influir sobre la mayoría. Era, y
    así nos lo refiere E.H. Carr, un verdadero líder
    en ese grupo numeroso
    que representaban sus hermanos.

    El padre de Mijail, Alejandro, era, en acepción
    del propio hijo, humano. Cultivador de los valores
    intelectuales
    de la época y sobre todo, consagrado a la familia: " …
    Falto, (sin embargo), de imaginación e imbuido en cierto
    modo de fanatismo conservador propio del liberal asustadizo,…
    era el hombre
    menos indicado para simpatizar con los instintos rebeldes o las
    ambiciones revolucionarias de la juventud. Fue
    pródigo de su prudente y previsor afecto hacía sus
    vástagos… Pero era incapaz de comprender que sus hijos
    pudieran tener opiniones o gustos diferentes de los suyos. No
    obstante, su austera rigidez…, consiguió mantener
    siempre vivo el respeto de sus
    descendientes, incluso del más rebelde".

    La relación entre Mijail y don Alejandro siempre
    se mantuvo en el fulgor de enfrentamientos y desavenencias,
    todas, empero sin mayor incidencia que un remarcado resentimiento
    por no haber existido entre ambos un poco más de
    comprensión.

    En cuanto a Mijail y su madre, Várvara,
    existieron también marcadas diferencias. Ella, a pesar de
    ser de un carácter más flexible y obviamente
    contemporáneo con el de sus hijos, no permitió
    nunca un lazo más allá de su papel de mujer de hogar y
    de esposa fiel: "Várvara se puso siempre, de manera
    indefectible, del lado de su marido. La convicción de la
    infalibilidad de éste no la abandonó ni un solo
    momento, como tampoco sintió nunca más
    simpatía que la que sintió su marido por las
    necesidades espirituales o las aspiraciones de sus hijos. Y menos
    todavía sintió, o demostró sentir, ninguna
    clase de
    ternura hacia ellos".

    Esta situación formó, en el adolescente
    Mijail, un temperamento conflictivo, así como un
    reforzamiento a ese espíritu rebelde con que por
    naturaleza
    había nacido. Mijail, al completar sus catorce
    años, tuvo que asumir su precio de hijo
    mayor: se le tenía destinado a seguir la camera de las
    firmas. A tal efecto, es enviado a San Petersburgo "con objeto de
    prepararse para al año siguiente ingresar en la Escuela de
    Cadetes de Artillería".

    La experiencia de las armas
    condicionó, de cierta manera, la actitud de
    rebeldía de Mijail, al punto de encauzarle esos fueros
    internos de indomabilidad a una sistematicidad que
    concentró sus fuerzas en el intelecto como matriz
    imprescindible para alcanzar el éxito
    de la práctica: "El más sólido resultado de
    este período de servicio
    militar fue la intensificación del recién nacido
    afán de auto educación
    intelectual." Al culminar su trayecto por la Escuela de Cadetes
    de Artillería, Mijail adquiere nuevas expectativas.
    Estará, en su condición de militar, en varias
    comisiones pero pronto decidirá que su camino es otro. Y
    es precisamente allí donde Mijail deja la cobija de la
    pubertad
    intelectual e inicia su recorrido por tendencias
    filosóficas definidas que materializarán el Mijail
    Bakunin revolucionario.

    Sobre ese recorrido intelectual y sus desencadenamientos
    en la formación del pensamiento anarquista de Mijail
    Bakunin, disertaremos en las líneas siguientes.

    DE REBELDE A
    REVOLUCIONARIO

    Para formular que un hombre es "rebelde" basta intuir
    que se niega a obedecer a la autoridad
    legítima. Pero hasta ese término de
    "legítimo" tiende a ser poco explícito de la
    realidad a la cual el hombre se rebela. Aun así,
    insertándonos en una visión más profunda
    podemos determinar que el hombre "rebelde" es el portador de una
    frase: "Yo soy hoy soy yo".1 Y es que en ese transitar
    de la "vida mía, porque mía la siento" se incrustan
    los valores y las expectativas de un mundo equivalente a la
    justicia
    natural que invade el fuero interno del hombre:

    ¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que
    dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un
    hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un
    esclavo, que ha recibido órdenes durante su vida, juzga de
    pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el
    contenido de ese "no"? (…) ese "no" afirma la existencia de una
    frontera.

    En este contexto se encuentra la esencia de
    rebeldía de Bakunin, una esencia que le consagra como
    refutador de un orden que agotó sus posibilidades de
    felicidad colectiva y que es menester eliminar hasta sus
    más ínfimas partículas.

    El ímpetu de rebeldía de Bakunin se inicia
    en sus primeras incursiones a la escena política. En ella es
    prolífero en ideas que remarcan las críticas
    formuladas por Proudhon,* así como matices propios que le
    dan a su discurso
    intelectual una resonancia de oposición extrema al
    sistema
    dominante. Según nos dice James Joll, "Bakunin
    aportó el ejemplo del fervor anarquista llevado a la
    acción". Un fervor qué le hace
    oscilar entre un atiestatismo declarado y un federalismo
    libertario, que no sólo organice la sociedad de
    abajo hacia arriba, sino que permita una integración total de los aspectos de la
    sociedad que dan movimiento y continuidad al hombre en su
    desarrollo
    colectivo. En ningún momento encontramos en Bakunin un
    individualismo frenético, menos aun un colectivismo
    desbordado; por lo contrario, en las ideas bakunianas hallamos en
    equilibrio
    entre orden y libertad que
    configuran las esfinges de un Bakunin rebelde con instintos
    revolucionarios remarcados:

    Bakunin deseaba trascender desde (una) pluma crítica
    y fecunda, al plano filosófico-social práctico, es
    decir, a la aplicabilidad de sus ideas. Esto se le hizo
    difícil por no constituir parte del binomio que
    históricamente había legado buenos resultados a
    otros pensadores sociales del s. XIX.

    Es obvio que los argumentos citados de Víctor
    García (cuyo nombre verdadero fue Germinal Gracia, y quien
    falleciera el 10 de mayo de 1991), van en referencia a ese
    binomio que constituyó Marx y Engels, en
    el cual se pudo apoyar el marxismo para
    conformar en la primera Internacional un frente coherente que se
    impuso al bakuninismo. A Bakunin le faltó esa otra mano
    atinaba que le refrendara el camino y le diera consistencia a sus
    ideas. "Es verdad que Bakunin tuvo a Guillaume (joven maestro de
    escuela a quien Bakunin había conocido en 1867 en el
    Primer, Congreso de la Liga por la Paz y la Libertad); pero por
    varias razones Guillaume no fue capaz de empezar la edición
    de las obras de Bakunin sino treinta años después
    que los restos de éste descansaban en la tumba. Entonces
    las editó, exactamente tal como Bakunin las había
    escrito y, consecuentemente, todos los defectos literarios del
    original permanecieron".

    A todas estas, podemos agregar que Guillaume
    realizó una labor magnífica al recoger toda esa
    información escrita de Bakunin que, a pesar
    de su lenguaje
    golpeado, logró transmitir el espíritu
    crítico de un pensador de indudable sensibilidad
    social:

    Guillaume, sin embargo, al revés de Engels, no
    poseía genialidadad, y aunque se le puede considerar como
    un intelectual capaz, no pudo continuar el pensamiento de la
    escuela bakuniniana.

    Ahora bien, ese Bakunin puro pensamiento no
    constituyó el único eslabón que le une a la
    sociedad como promulgador de ideas reivindicatorias No Su
    grandeza estuvo más allá, complementándose,
    como dijéramos anteriormente, con la acción y
    fulgor revolucionario.

    Erich Fromm, en su obra "Psicoanálisis de la sociedad
    contemporánea" (1955), nos dice que Bakunin habla (al
    igual que Ower y Proudhon), del "hombre" y de lo que le sucede en
    tiempos de régimen industrial:

    Aunque (lo expresa) con términos diferentes,
    (halla) que el hombre ha perdido su lugar central, que se ha
    convertido ci un instrumento de objetivos
    económicos, que se ha convertido en un extraño para
    sus prójimos y para la naturaleza que ha perdido las
    relaciones concretas con unos y otras, que han dejado de tener
    una vida con sentido.

    Pero alcanzar tal reflexión implica una
    preparación profunda y eminentemente bien seleccionada. No
    se trata de manejar información sobre la sociedad, sino de
    manejar la "verdadera" información; la más elevada
    y clara información que desnude el sistema en sus
    aberraciones y, por supuesto, sus contribuciones. El
    término "verdad", tan multifacético en nuestras
    acepciones, viene aquí refrendado por todo aquello que va
    en contra del hombre y sus valores naturales. La libertad
    más que un privilegio es un derecho
    natural, ir en contra de ella, como la burguesía
    demostró (y ha demostrado), implicaría imbuimos en
    una mentira dentro de la sociedad. Buscar la verdad es
    contraponer a esa violación de derechos, alternativas que
    articulen sistemas de
    organización más cercanos al hombre
    y su anhelo de felicidad.

    Bakunin no escapó a esa "necesaria"
    preparación. El encuentro del rebelde con la
    formación intelectual ya se había consumado con el
    ejemplo de su padre en casa, pero, por esa rigidez de
    formación de don Alejandro, Bakunin no tenía un
    panorama literario que fuera más allá del
    dogmatismo y las ideas de orden y ley. Seria en su
    experiencia militar que tropezaría con pensadores
    más audaces y temerarios que le abrirían un nuevo
    horizonte de reflexión e interpretación del hombre y la sociedad:
    "…su pensamiento se despierta, hacia 1834, esto es, cuando
    tiene veinte años, gracias al contacto con la
    filosofía idealista alemana".

    Según Arvon (en su obra "Bakunin, absoluto y
    revolución", Barcelona, 1975, p. 23),
    "Bakunin había descubierto a Schelling cuando, siendo un
    joven oficial de artillería en un rincón perdido de
    Lituania, buscaba ocupar su forzada inactividad leyendo un
    opúsculo de Venevitinov, joven filósofo fallecido a
    los veintidós años de edad, que precisamente se
    había adherido a la escuela de Schelling (…) Este
    descubrimiento, sin embargo, como reconoce Arvon, fue
    accidental.

    Tal antecedente marca la primera
    etapa del pensamiento bakuniano. Se le puede catalogar, como
    ciertamente lo hace Cappelletti, como un tiempo
    "idealista-metafísico", el cual va a comprender desde 1834
    hasta 1841, que es cuando se encuentra con el pensamiento
    hegeliano.

    El tiempo "idealista-metafísico" de Bakunin
    transciende entre la filosofía kantiana y la
    exaltación de la eticidad absoluta del "yo" como creador
    del mundo espiritual, en la cual se encontraba el pensamiento de
    Fichte.

    Immanuel Kant (1724-1804),
    pensador alemán, tiene sus raíces
    filosóficas en la
    Ilustración, pero su intento por establecer un
    método
    comprensivo y una doctrina de la experiencia que socavase la
    metafísica de los siglos XVII y XVIII, le
    hizo diferenciarse en su tiempo de otras escuelas del
    pensamiento. Kant parte de la pregunta ¿por qué no
    pensar que la causa última de las conclusiones
    antagónicas de los grandes sistemas, está en la
    incapacidad de la razón para llegar al fondo de los
    problemas?:

    Kant va a someter dicha capacidad a un examen
    implacable, antes de proceder a una construcción sistemática. Ese
    será el objeto de las "Criticas": examinar la capacidad,
    el valor y los
    límites
    de la razón humana, y el de todo pensamiento kantiano,
    pues a él dedicó toda su vida. Esto es lo que se
    conoce como problema crítico.

    La solución de este problema es el idealismo
    trascendental, consistente en afirmar que el
    conocimiento humano consiste en una síntesis
    de elementos aportados por la experiencia y de otros subjetivos y
    que dicha síntesis es activamente producida por el
    espíritu.

    Es de entenderse que esta concepción idealista
    kantiana, que no rechaza el racionalismo,
    sino que lo profundiza hasta llevarlo a un "racionalismo
    crítico", configuró fuente de
    inspiración de Bakunin para erigir sus ideas, no
    sólo de rebeldía contra el sistema sino de
    desprecio hacia lo "dogmático" e impositivo de un
    racionalismo dirigido por un poder
    omnipotente.

    En cuanto a Johann Gottiieb Fichte (1762-1814),
    alemán bien, encontramos un intento por discernir el
    método del Proceso
    psicogenético de aceptación de la ley moral como lo
    supremo. Para Fichte, según nos dice Ferrater Mora,* la
    conciencia es el
    producto de
    una última causa en el universo. El
    mundo en el que cada individuo vive
    en su propio mundo, traído al "ser" por la acción
    creadora de lo último. Es decir, la materialización
    del hombre en su forma terrenal obedece a lo supremo que le ha
    conformado como esencia humana. Es difícil para nosotros
    poder formular qué y cuáles elementos, Bakunin
    abstrajo del "idealismo alemán", pero en sus escritos ha
    dejado claves que nos hacen suponer que su influencia estuvo en
    el modo de apreciar al hombre como centro de un sinfín de
    contradicciones que le alejan del sentido último de su
    existencia terrenal: la felicidad. Sobre este sentido
    último, se han realizado muchos análisis, pero por lo limitado de nuestro
    concepto de
    estudio, hemos preferido dejarlo tal cual Bakunin lo
    concebía: como meta final de la conquista de la
    libertad.

    Conviene advertir que en Fichte, para el cual ninguna
    acción puede considerarse moral si responde a un
    imperativo ajeno al Yo, pudo encontrar ya el joven Bakunin un
    germen de su afirmación anarquista de la
    personalidad como valor supremo.

    En 1837 llega definitivamente a Hegel. El Hegel
    que conoce Bakunin es un Hegel romántico, en el cual la
    laboriosa trama dialéctica importa menos que el
    ímpetu ontológico, un Hegel hecho a la medida para
    quien desea revolucionar todo el pensamiento sin cambiar nada de
    la realidad social y política.

    Se entusiasma con la "Fenomenología del espíritu", en
    donde el espíritu se eleva desde el saber vulgar al
    científico, recorriendo los estadios o fenómenos de
    dicho espíritu; así como con la "Filosofía
    de la Religión.

    Pero ha de tenerse en cuenta que para entonces el
    hegelianismo "sirve (…) en Rusia como
    nuevo y adecuado instrumento intelectual para justificar la
    autocracia zarista. El principio de la racionalidad de lo real
    concluye sustentando la racionalidad del Estado y del
    Estado absoluto".

    Para este tiempo, nos cita E.H. Carr, Bakunin se va a
    expresar de la siguiente forma: "No existe el mal; el Bien
    está en todas partes. Lo único malo es la
    limitación del ojo espiritual. Toda existencia es vida del
    espíritu". Y si a ello añadimos las ideas del Hegel
    respecto al Estado, obtenemos el siguiente contraste:

    El Estado es fin en sí, el Estado es
    el Bien, el Estado es el paso de Dios sobre la tierra, que
    protege los fines individuales, pero que tiene fines propios
    encima de todo individuo.

    Es indudable que el joven Bakunin rebelde estaba
    sensibilizando sus perspectivas de la sociedad, pero en un marco,
    y en ello se presenta conciso, en que lo espiritual supera las
    aberraciones y depravaciones de la carne.

    El segundo tiempo intelectual de Bakunin, que se divide
    en dos etapas, mantiene ese idealismo romántico que le
    caracterizó en la primera etapa. La diferencia se remarca
    en su inserción dialéctica al estudio de los
    fenómenos sociales, en la cual, obviamente, se encuentra
    el espíritu hegeliano.

    Pero el hegelianismo duraría poco tiempo.
    Bakunin, que se había consagrado como un hegeliano de
    izquierda (caracterizado por una dialéctica
    básicamente idealista), exploró otros rumbos. La
    obra de Stein (1757-1831), "El socialismo y el
    comunismo en la
    Francia
    Contemporánea", inició en el joven Bakunin un
    proceso de "catarsis"
    sobre la realidad europea. A través de la exposición
    de las ideas de Saint-Simon,
    Leroux, Fourier y Proudhon; Stein involucra a Bakunin con la
    realidad francesa y le hace compenetrarse con el espíritu
    reivindicativo de una Francia abandonada en las ideas de libertad
    y fraternidad que movilizaron la estéril Revolución
    Francesa.

    Esta segunda etapa intelectual de Bakunin
    permanecería hasta 1864, no sin alteraciones, pero
    sí bajo un formato "idealista-dialéctico" que le
    perpetúa reflexiones sobre la sociedad y el hombre en
    oposición a los dogmas del sistema.

    Al descubrir las ideas de los denominados "Socialistas
    utópicos" franceses, Bakunin aprecia con verdadera
    devoción las propuestas organizativas, como el federalismo
    libertario, que Proudhon formulara en sus reflexiones. A todas
    éstas hay que destacar la influencia de las ideas de
    Karl Marx y F.
    Engels, que también llegaron a conocimiento
    de Bakunin. A tal efecto nos dice Cappelletti: "… (Bakunin)
    conoce, sobre todo, a los dos hombres que más han de
    influir en la formación de su pensamiento definido y
    maduro: Marx y Proudhon (un alemán y un francés,
    que vale la pena recordarlo); el primero, como el polo negativo;
    el segundo como el positivo de su actividad
    intelectual.

    Afirmar que en este tiempo Bakunin haya sido Marxista o
    Proudhoniano, seria irresponsable. "Su ideología, un tanto difusa, corresponde
    más bien al ambiente
    romántico demócrata-socialista que precede a la
    revolución de 1848 y, en términos muy generales, a
    un idealismo ético-social cada vez más alejado en
    la forma y en el lenguaje
    del idealismo de los jóvenes hegelianos, aunque no
    enteramente ajeno a él en el fondo".

    Para este tiempo afloran en Bakunin dos
    características fundamentales que a "posteriori" le
    dará personalidad a
    su pensamiento. Por un lado las ideas nacionalistas eslavas y por
    otro el paneslavismo. A tal respecto dirá Bakunin en su
    escrito inacabado "Estatismo y Anarquía":

    Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo
    vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconcialiados y
    en el fondo de su alma
    insumisos. Los alemanes odian a los eslavos como los amos odian
    generalmente a sus esclavos; por su odio, que ellos, los
    alemanes, han merecido bien de parte de los eslavos; por ese
    miedo constante e involuntario que promueve en ellos el
    pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos en su
    liberación. A toda éstas, Bakunin explica su
    posición ante el paneslavismo: "Somos enemigos tan
    intransigentes del paneslavismo como del pangermanismo, y tenemos
    la intención de dedicar un artículo especial a esta
    cuestión…Ese dichoso artículo, que
    constituyó un primer eslabón en la
    concepción federalista de Bakunin, apareció en 1848
    bajo el nombre del Llamamiento a los eslavos, y en
    él se recogen Las ideas de Bakunin en cuanto a "reunir las
    diversas nacionalidades eslavas y hacerlo sin edificar un Estado
    autoritario de hegemonía rusa". Sino bajo la
    fórmula de una libre federación paneslava, en la
    que cada pueblo sea libre y miembro unido a los otros pueblos por
    lazos fraternales.

    Ya a finales de 1847, Bakunin se encontraba afinado en
    conciencia revolucionaria. Aquel joven rebelde que dijo "no" en
    calidad de renuncia a la explotación y a la injusticia, se
    encontraba consciente de una fuerza externa
    necesaria que impulsara un salto brusco en la historia y brindara una
    oportunidad de rehacer las cosas desde los principios de
    libertad y espontaneidad que desde milenios han acompañado
    el espíritu del hombre.

    La Revolución de 1848, iniciada el 21 de febrero,
    fue el resultado de una alianza entre la clase trabajadora y la
    media, contra la burguesía. Esta sirvió como cabida
    al fulgor revolucionario de Bakunin: "Pero no tardó mucho
    en darse cuenta de que París no era el lugar más
    apropiado para sus actividades revolucionarias, mayormente cuando
    la capital de
    Francia ya no constituía, según (Bakunin), el
    único centro de la revolución."

    Bakunin partiría hacia Zurich,
    embarcándose en proyectos
    revolucionarios que contaban, en su mejor momento, con la fuerza
    avasallante de su espíritu liberador. En 1849 cae
    prisionero en Chemnitz con otros revolucionarios
    encerrándosele en las cárceles de Dresde y
    Koenigstein. Se inicia para Bakunin una nueva etapa en la vida
    revolucionaria; etapa que exigirá de él un
    espíritu consistente, a fin de soportar los avatares de la
    tortura, de la soledad y de la privación de su más
    anhelado derecho: la libertad.

    El paso de ese hombre joven rebelde, al hombre joven
    revolucionario, ciertamente no se da. Sino que se complementa en
    un solo objetivo: el
    encauzamiento del fulgor de rebeldía hacia el conocimiento
    intelectual que contribuiría a la edificación de la
    revolucionaria. Es pues, un paso trascendental que Bakunin para
    escalar de su corpulento físico a su grandeza espiritual
    aún apaciguada en los primero tiempos.

    DE PRISIONERO A
    ANARQUISTA

    El 9 de mayo de 1849, nos relata Cappelleti, es detenido
    Bakunin en Chemnitz, Sajonia, por su participación en
    Dresde. Ello le costó primero ser encerrado por 15
    días en la cárcel de la ciudad; luego, debido al
    excesivo número de prisioneros allí hacinados, fue
    transferido al cuartel de caballería, y por fin, a partir
    del 29 de agosto, en la fortaleza de Konigstein, es recluido por
    un tiempo de 9 meses.

    Su primera experiencia de reclusión no fue tan
    dura. Tuvo algunas comodidades (como una celda no tan
    fría, se le permitía fumar, pasear por los
    jardines, escribir cartas, etc).
    Pero una vez completado los interrogatorios fue condenado a la
    pena capital el 14 de enero de 1850.

    La apelación quedó sin lugar y el 6 de
    abril fue la confirmada sentencia. Bakunin no hizo mayor esfuerzo
    por solventar aquella situación, que antes de permanecer
    confinado de por vida prefería la muerte. El
    13 de junio de 1850, sentenciado a muerte, y en
    opinión de E.H. Carr, bastante demacrado, es entregado a
    las autoridades del Imperio austriaco, que lo encerró en
    el Monasterio de San Jorge en Praga. Allí
    permanecería hasta el 13 de marzo de 1851, cuando por
    temor a que se concretara un supuesto plan de fuga, es
    trasladado a la fortaleza de Olmütz.

    Bajo las dudas de que intentara otra acción de
    fuga, las autoridades austriacas intensificaron los
    interrogatorios e hicieron el reo se pronunciara al respecto.
    Bakunin no vaciló en aceptarlo y en afirmar su
    convicción revolucionaria, ello le valió un punto a
    favor: fue conmutada la sentencia a muerte y se le condenó
    a cadena perpetua. El 17 de marzo, del mismo año, fue
    entregado a las autoridades rusas en la frontera de
    Galitzia.

    Para el 23 de marzo ingresa Bakunin en la conocida
    fortaleza de "Pedro y Pablo", en San Peterburgo. Allí
    estará hasta el mes de mayo de 1854, pero dejaría
    marcado en aquellas paredes lacustres un hecho que el propio
    Bakunin, al final de sus catalogó como un "grave error":
    La Confesión al Zar.

    A un mes de estar recluido en San Peterburgo, es
    visitado por el conde Orlov, que era portador de un mensaje del
    Zar, quien invitaba a Bakunin, en términos moderados y
    casi corteses, a escribir una confesión de sus delitos.

    Es así como se produce la "Confesión" de
    Bakunin, que no es más que el reconocimiento de sus
    presuntos delitos, en un lenguaje de gran vigorosidad y colorido.
    Esta "Confesión", sin embargo, se mantuvo desconocida
    hasta 1921, generando interpretaciones muy subidas de tono en
    cuanto a la honorabilidad moral de Bakunin, por parte de quienes
    fungían de enemigos de dicho pensador
    anarquista.

    Lo cierto es que la "Confesión" al Zar,
    configuró una crítica sopesada del régimen y
    un reconocimiento de delitos que no eran más que
    manifestaciones de rebeldía contra el despotismo
    reinante.

    En 1854 es trasladado a la prisión de
    Schiüsselburg, situada en la comarca septentrional del lago
    Ladoga. "Allí permanecería aún otros tres
    años". En febrero de 1857, Bakunin dirigió una
    petición al Zar. Este le respondió pronto,
    dándole a elegir entre la prisión de
    Schiüsselburg, donde se encontraba recluido, o el exilio a
    Siberia. Escogió sin dudarlo el exilio. La relativa
    libertad, aunque fuera en las durísimas condiciones en que
    se le ofrecía, era siempre un bien para él. En
    Siberia, se le fijó como residencia la ciudad de
    Tomsk.

    Al salir Bakunin hacia Siberia aún le
    quedarían cinco años de limitaciones, pero ello no
    le paralizó su fuerza interior ni su deseo de
    preparación. Siguió formando su conciencia
    revolucionaria en tomo a ideas y postulados intelectuales que
    cada vez se aproximaba más a ese primer Bakunin lleno de
    fulgor y rebeldía.

    Pero no todo fue fuerza espiritual en Bakunin, tuvo, sin
    embargo, que soportar las mayores calamidades físicas:
    Escorbuto, caries, hemorroides, resfriados frecuentes, etc.
    Minaron la salud física de Bakunin
    como consecuencia inmediata de una pobre alimentación, de una
    inmovilidad forzada y de una insalubre humedad; producto de las
    celdas subacuáticas donde le tocó permutar su
    sentencia. Bakunin iba a verse, por su amor a (la
    sociedad), condenado a muerte dos veces en Sajonia (1849) y en
    Austria (1850); iba a ser expulsado de la mayoría de los
    países europeos; a ser condenado a la pérdida de
    sus bienes y a la
    deportación a Siberia por contumacia (1843); haría
    a pie el trayecto de la frontera belga hasta París para
    asistir a las jornadas de 1848; organizaría la resistencia en
    Dresde un año después; trataría de
    suicidarse en la cárcel de Olmütz (1850) con
    fósforos; pasaría tres años en las mazmorras
    de la cárcel de Pedro y Pablo, en Petersburgo (1851-1854);
    daría la vuelta completa a la Tierra para
    incorporarse de nuevo a la inquieta Europa
    occidental; formaría revueltas, insurrecciones,
    organizaría asociaciones obreras, conspirativas, sociales;
    haría frente a Marx, a Engels, a Mazzini,
    irradiaría en fin una influencia y hasta una
    admiración como hombre alguno haya, raramente, logrado
    jamás.

    Bakunin, en la medida que su pensamiento se fue afinando
    con la realidad europea, adquirió nuevas ideas que le
    llevaron a diseñar, en prisión, un pensamiento
    revolucionario extremo. En estos años, el proyecto
    político de Bakunin parece haber tomado la forma de una
    dictadura
    revolucionaria, ejercida por su primo y amigo Muraviev, en quien
    veía al único hombre capaz de unir a los eslavos y
    de modernizar a Rusia, haciendo de ella un país
    democrático y progresista.

    Aunque parezca raro tal apreciación de un hombre
    que ha rechazado los sistemas democráticos por
    considerarlos una mentira a las aspiraciones y deseos del pueblo,
    este retrato del Bakunin maduro es el producto de una variante,
    la cual, sugerida por las especiales circunstancias vividas en
    Siberia, crearon en él una perspectiva distinta de
    cómo lograr proyectos que hasta el momento conservaba en
    la penumbra de un recuerdo y en el deseo de una
    conquista.

    La transición del prisionero al anarquista se da
    a base de una nueva interpretación de la realidad
    político-social. Lo que Cappelletti llama "variante" no
    fue más que un cambio en la
    conceptualización idealista, generando un materialismo que
    le acompañaría hasta su muerte. En este contexto se
    enmarca el pensamiento del último Bakunin, que será
    nuestro punto de análisis a
    continuación.

    Bakunin prisionero desarrolló una producción intelectual fructífera.
    En 1850 escribe su "Escrito de Defensa" que no es más que
    su posición ante lo que considera una privación de
    su derecho a decir lo que a viva voz su conciencia le dictaba.
    Para 1851 hace extensiva su "Confesión al Zar
    Nicolás I". El resto de los escritos son cartas vigorosas
    que intentan plasmar sus sentimientos en la pesadumbre de la
    prisión. Conjuntamente con sus eventuales escritos se
    dedica a la lectura y a
    la constante utilización de sus neuronas para la cordura e
    higiene
    mental, la cual se veía amenazada en razón del
    encierro y a las calamidades físicas que minaban su salud.
    En 1857 marcharía al exilio a Siberia y ello da inicio a
    una nueva etapa, tanto intelectual como práctica, en el
    proceso revolucionario que fluía en las praderas europeas
    del siglo XIX.

    EL PENSAMIENTO DEL
    ÚLTIMO BAKUNIN

    Pero antes de ahondar sobre lo que fue el último
    Bakunin, es necesario destacar las principales líneas de
    discernimiento que la pluma vigorosa bakuniniana trató en
    su interpretación de la sociedad industrial y del hombre
    como ente de su centro en el universo
    organizado de la civilización. Las ideas de Bakunin se nos
    presentan en varios puntos fundamentales. La concepción
    antiestatista, el federalismo, la solidaridad,
    la
    organización de los trabajadores y la necesaria
    compenetración con las constantes revolucionarias que
    inciden sobre el cambio y transformación del universo
    social.

    El hombre, como realidad (y no como la fábula
    bíblica), en sentido muy claro "…se ha emancipado, se ha
    separado de la animalidad y se ha constituido como hombre; ha
    comenzado su historia y su desenvolvimiento propiamente humano
    por un acto desobediencia y de ciencia, es
    decir, por la rebeldía y por el " pensamiento". Esta
    emancipación del hombre es para Bakunin la
    concretación de tres elementos, que en una medida
    ascendente, han' do manifestándose desde el
    surgimiento de la raza humana. Tres principios fundamentales
    constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento
    humano, tanto colectivo como individual, en la historia: 1°
    la animalidad humana; 2° el pensamiento, y 3° la
    rebeldía. El primero corresponde a la economía
    social y privada;
    segundo a la ciencia y el tercero, a
    la libertad. Estas ideas mueven el universo social
    de lo que verdaderamente es humano y alcanza ese fin
    último de "rebeldía" que equivale a un sistema
    social en donde el hombre sea dueño de sí mismo y
    su "yo soy, hoy soy yo" se convierta en las banderas
    nacionales de la gran fraternidad social denominada raza
    humana.

    El sistema imperante ha impuesto la
    creencia de un Dios? Ello, en acepción de Bakunin, se debe
    a un mal necesario. Hay una categoría de gentes que, si no
    cree, debe al menos aparentar creer. Son todos los atormentados,
    todos los opresores todos repetirán al unísono
    estas palabras de Voltaire: Si
    "Dios no existiese habría que inventarlo". Porque,
    comprenderéis, es precisamente una religión para el
    pueblo. Es la válvula de seguridad. Y
    puesto que se ha comprobado que los pueblos de todas las
    épocas de su vida han creído, y creen
    todavía, en Dios, debemos concluir simplemente que la idea
    divina, salida de nosotros mismos, en un error
    históricamente necesario en el desenvolvimiento de la
    humanidad. A tal respecto Bakunin se formula la siguiente
    interrogante: ¿Por qué y cómo se ha
    producido en la historia, por qué la inmensa
    mayoría de la especie humana acepta como verdad la
    religión? La respuesta a ello la encuentra Bakunin en la
    configuración de un tentáculo que sirve como brazo
    de dominio
    físico de la sociedad: el Estado.

    E1 Estado, que es en visión atinada de Bakunin
    "consagrado en la Iglesia",
    asume una connotación de Estado militar y se convierte
    necesariamente, en un Estado conquistador; porque si no conquista
    él, será conquistado, por la simple razón de
    que donde reina la fuerza no puede pasarse sin que esa fuerza
    obre y se muestre. Por consiguiente, el Estado moderno debe ser
    absolutamente un Estado enorme y poderoso: es condición
    fundamental de su existencia.

    Por su parte la idea de Dios, que consagra al Estado en
    su papel de Ley y Orden de la sociedad, implica "la
    abdicación de la razón humana y de la justicia
    humana; es la negación más decisiva de la libertad
    humana y lleva necesariamente a la esclavitud de los
    hombres, tanto en la teoría
    como en la práctica". A tal efecto, todo aquello que
    está amparado en perpetuidad de una negación de la
    libertad humana, esclaviza al hombre y le hace sujeto de todas
    las injusticias.

    En este punto de vista se edifica la idea antiestatista
    de Bakunin: ¿Qué representa el Estado? La suma de
    negaciones de las libertades individuales de todos sus miembros;
    o la suma de sacrificios hechos por todos sus miembros
    renunciando a una parte de su libertad en favor del bien
    común.

    En lo que respecta a la autoridad, como concepto
    instrumental del Estado, Bakunin manifiesta certeramente su
    posición: "Aceptamos todas las autoridades naturales y
    todas las influencias de hecho, ninguna de derecho; porque toda
    autoridad o toda influencia de derecho, y como tal oficialmente
    impuesta, al convenirse pronto en una opresión y en una
    mentira, nos impondría infaliblemente, como creo haberlo
    demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo. En una
    palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y
    toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales,
    aunque salgan del sufragio
    universal, convencidos que no podrán actuar sino en
    provecho de una minoría dominadora y explotadora, contra
    los intereses de la inmensa mayoría sometida."

    Estas ideas las concluye Bakunin diciendo: "He
    aquí en qué sentido somos realmente anarquistas".
    La libertad, por su parte, en Bakunin tiene un sentido de
    solidaridad y fraternidad entre los hombres. Ella se da por la
    unión espontánea de la sociedad y no por la
    imposición de una religión o Estado, que en su
    más directo interés
    está el del someter las libertades en tomo a una libertad
    que supuestamente dictaminan lo divino y trascendental en las
    relaciones de los hombres: "Sólo soy libre cuando todos
    los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son
    igualmente libres. Lejos de limitar o negar mi libertad, la
    libertad de los demás es su condición necesaria y
    su afirmación. Sólo soy libre en el verdadero
    sentido de la palabra en virtud de la libertad de los
    demás, de manera que cuanto mayor es el número de
    personas libres que me rodean, y cuanto más amplia,
    profunda y extensa es su libertad, más profunda y amplia
    será la mía".

    En cuanto a la revolución, como medio para
    transformar la sociedad, Bakunin la concibe como un todo compacto
    que se expende internacionalmente: "No puede ser una
    revolución aislada jc una sola nación". Ahora bien, para lograr esa
    internacionalización de la revolución es necesario
    organizar bien el movimiento. Y qué mejor ocasión,
    intuía Bakunin, que aprovechar la euforia de la clase
    obrera para encaminar un movimiento coherente que dé, de
    una vez por todas, la cara por los desposeídos y elimine
    el parásito del Estado de una vez y para siempre.
    Sólo un pequeño número de individuos,
    expresaba Bakunin, puede ser arrastrado por una idea abstracta y
    "pura". Los millones, las masas, no sólo del proletariado
    sino también de las clases instruidas y privilegiadas,
    sólo se mueven por el poder y la lógica
    de los "hechos", captando y previendo la mayor parte del tiempo
    sólo sus intereses inmediatos, o empujados
    únicamente por sus pasiones monetarias más o menos
    ciegas. Por consiguiente, para interesar y atraer a la totalidad
    del proletariado al trabajo de la
    Internacional, es necesario acercarse a ellos, no con ideas
    generales y abstractas, sino con una comprensión viva y
    tangible de sus problemas urgentes, de cuyos males esos
    trabajadores tienen conciencia de una manera concreta.

    Pero esa organización de clase obrera ha de
    partir de la premisa básica: la organización de
    abajo hacia arriba que impida cualquier brote de autoritarismo
    que segregue injusticia y desigualdad. En lo que concierne a la
    religión, como hemos resaltado anteriormente, ésta
    es una "locura colectiva" para Bakunin. Locura muy poderosa, que
    es tradicional y su origen se pierde en un tiempo excesivamente
    lejano. El cristianismo
    es, en percepción
    de Bakunin, precisamente la religión por excelencia,
    porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la
    propia esencia de todo sistema religioso, que es el
    empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la
    humanidad en beneficio de la divinidad.

    Estas apreciaciones, que fluyen por varios escritos de
    Bakunin, convergen en la relación de dos instituciones.

    Los más inspirados "deben" ser escuchados y
    obedecidos; por los menos inspirados. He ahí al fin el
    principio de autoridad bien establecido, y con él las dos
    instituciones fundamentales de la esclavitud: la Iglesia y el
    Estado.

    A partir de 1864 Bakunin da un cambio a su
    concepción política de la sociedad. De un idealismo
    "latente" que le acompañó por casi la mitad de su
    existencia, pasó a un materialismo en el cual encontramos
    tres subpartes que refrendan una inestabilidad en la continuidad
    de ideas. Según Cappelletti, distinguimos una subetapa
    "florentina", otra "napolitana" y una tercera, a la cual
    podríamos calificar de consolidación materialista.
    Ya en "Dios y el Estado", había dejado referencia de ese
    cambio potencial, que venía gestándose en Bakunin,
    de idealismo a materialismo.

    El materialismo, decía Bakunin, parte de la
    animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la
    divinidad para constituir la esclavitud y condensar a las masas a
    una animalidad sin salida. El materialismo niega el libre
    albedrío y llega a la constitución de la libertad; el idealismo,
    en nombre de la dignidad
    humana, proclama el libre albedrío y sobre las ruinas de
    toda libertad funda la autoridad. El materialismo rechaza el
    principio de autoridad porque lo considera, con mucha
    razón, como el corolario de la animalidad y, al contrario,
    el triunfo de la humanidad, que según él es el fin
    y el sentido principal de la historia, no es realizable
    más que por la libertad. En una palabra, en toda
    cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante
    delito siempre de
    materialismo práctico, mientras que, al contrario,
    veréis a los materialistas perseguir y realizar las
    aspiraciones, los pensamientos más ampliamente
    ideales.

    La subetapa "florentina" (1864-1865), se caracteriza por
    un ateísmo claro y por la persistencia de ideas
    nacionalistas. La segunda subetapa, la "napolitana", muestra una
    convicción federalista y de autonomía comunal en lo
    político; así como el socialismo (o colectivismo)
    como vía inequívoca para organizar correctatamente
    la sociedad y economía. A todas
    éstas, se declara abiertamente partidario de la
    revolución por la fuerza.

    La tercera subetapa, aparece matizada en la obra
    "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo". En la cual se resalta
    el pensamiento bakuniniano en lo político, a través
    de su concepción de abolición del Estado; en lo
    económico, a través de la socialización de la tierra y los medios de
    producción; y en lo filosófico, a través de
    un materialismo basado en la ciencia de
    la naturaleza y la negación de toda divinidad personal y de
    toda religión positiva.

    A pesar de que para finales de la década sesenta,
    Bakunin había restablecido sus relaciones con Marx, no
    quedaba la menor duda que les separaba grandes diferencias.
    Bakunin tenía un concepto más extremo en lo que a
    la lucha revolucionaria se refiere, en cuanto que Marx
    seguía manteniendo una posición flexible ante el
    Estado burgués. Bakunin pedía la abolición
    concreta y fulminante de las Instituciones del Estado; Marx
    veía conveniente mantenerlas un tiempo, a fin de que
    contribuyesen a una transición sin sobresaltos y
    permitiera el equilibrio económico necesario para
    emprender la tarea de reconstrucción:

    El punto básico del programa
    político-social de Lassalle y de la teoría
    comunista de Marx (nos dice Bakunin) es la imaginaria
    emancipación del proletariado por medio del Estado. Para
    esto es necesario que el Estado consienta en tomar sobre
    sí la tarea de emancipar al proletariado del yugo del
    capital burgués.

    Empero, manteniendo esta posición determinante,
    Bakunin fue moldeando algunas de sus últimas ideas hacia
    ciertos elementos comunistas. Tal es el caso de su tesis de que
    no es la tierra ni el capital junto con el trabajo,
    sino el trabajo solo la única causa de todos los bienes
    económicos y de toda la riqueza material de la sociedad.
    Si revisamos a fondo la teoría económica de "El
    Capital" de Marx, encontramos una sublime coincidencia: "Al
    convertir en fuerza de trabajo una parte de su capital (es decir,
    el trabajo en sí como medio de producción), el
    capitalista mantiene y valoriza su capital entero (bienes
    económicos). Pero eso no es todo. Mata dos pájaros
    de un tiro. Aprovecha no sólo lo que recibe del obrero,
    sino también aquello que él le da (la riqueza
    material de la sociedad)."

    Como podemos ver, existe ambigüedad en algunos
    matices del pensamiento del último Bakunin, aunque ello no
    le resta distinción y personalidad al pensamiento que
    mantuvo, en ello estamos convencidos, una línea
    rígida en lo que a la organización de sociedad se
    refiere. Los biógrafos de
    Bakunin, entre ellos E.H. admiten que el cambio de idealista a
    materialista en el pensamiento bakuniniano, obedece a que
    él en su tiempo de cárcel íntegramente lo
    que era el universo de su idea, que no flaqueó a pesar de
    maltratos físicos. Es decir, comparó la realidad
    con la idea, y concluyó que la revolución
    debía formarse en la realidad y no en el proyecto ideario
    de algún rebelde. En estos os conceptuales se
    aproximó al comunismo de Marx, que no era otra cosa que la
    descripción de la realidad capitalista.
    Hasta entonces Bakunin había gravitado en expectativas y
    sueños le rompían el molde de los hechos en la
    sociedad.

    Para bien, sería "El programa de la Alianza de la
    Revolución Internacional, escrito entre el 25 y 30 de
    marzo de 1871, el que condensaría, en 19 tesis, el
    último pensamiento de Bakunin. Esta visión del
    último pensamiento de Bakunin, se la debemos a Marx
    Nettlau, quien la describe como un período
    internacionalista. El ambicioso programa de la Alianza, sena
    publicado en su repercusión vendría por la
    concordancia de algunas ideas con las marxistas, así como
    por el manejo acabado del concepto de libertad, que desde siempre
    había ocupado lugar estelar en el discernimiento
    bakuniniano. El programa consta, como dijimos, de 19 tesis, las
    cuales, en razón a un ordenamiento más
    explícito, hemos condensado en tres
    puntos:

    1. — Las dos grandes negaciones

    Desde la tesis I hasta la tesis II, Bakunin se centra en
    mantener una posición clara y consecuente, con lo que ha
    sido su pensamiento contestatario: "Negación de Dios y del
    principio de autoridad, divino y humano"; y la "Negación
    del libre albedrío y del derecho de la sociedad a
    castigar":

    La negación de Dios es paralela a la del
    principio de autoridad. No se trata de una tesis especulativa
    como de una actitud emocional y práctica. Más que
    de ateísmo debe hablarse (…) de antiteísmo.
    Bakunin rechaza cualquier forma de dominio o dirección permanente de un individuo sobre
    otros individuos, sin que valga como excusa la ignorancia o falta
    de educa de éstos.

    En la sociedad, para Bakunin, se dan cuatro causas
    básicas de la inmoralidad del hombre: 1.—carencia de
    racionalidad; 2 — desigualdad en lo
    económico-social; 3.—la ignorancia de las masas; y
    4.—la consecuencia inmediata de todas estas faltas
    esclavitud. Por lo tanto es menester que la revolución
    corrija estos problemas, pero no a través de la fuerza,
    sino de la educación y de la
    instrucción ponderada, que permita al individuo pensar en
    tomo a una colectividad y no en función de
    su individualidad (como lo hace el Estado). En lo que se refiere
    al albedrío, Bakunin expresa que la "libre voluntad", en
    un medio regido por las leyes de la
    naturaleza, de las cuales las leyes de la sociedad forman parte,
    implicaría admitir la excepción de esas leyes; es
    decir, la ruptura y nuevo inicio en la universal cadena de las
    causas, lo cual llevaría a un desequilibrio mayor del que
    acontece por la presencia de la voluntad dominante de la clase
    que ostenta el poder, estamos hablando de una mayoría que
    conforma el pueblo. Y esa mayoría, al propiciar
    enfrentamientos internos de libertades, estaría actuando
    con los instrumentos desestabilizadores del Estado, que en
    definitiva, tiene intereses definidos para tal instrumentación. En cambio
    ¿qué interés podría tener la gran
    mayoría en seguir manteniendo la barbarie?

    2.—Libertad-Solidaridad-Sociedad

    La libertad es apreciada por Bakunin, en su obra "Dios y
    el lado", como la obediencia "a las leyes naturales, porque las
    ha reconocido él mismo (hombre) como tales y no porque le
    hayan sido impuestas exteriormente por una voluntad
    extraña, divina o mana cualquiera, colectiva o
    individual". Este punto de visen el último Bakunin, se
    complementa con la representación e dicha libertad asume
    de la capacidad del hombre para emanciparse. Cierto es que
    Bakunin ya había dicho, en sus años de juventud,
    que la libertad constituía no un privilegio, sino una meta
    final; pero el último Bakunin la expone como parte
    irrenunciable un carácter emancipatorio, donde el hombre a
    través de una libertad colectiva logra su libertad
    individual. A todas éstas, Bakunin considera que el
    hombre, tal como lo afirmó Aristóteles, puede existir fuera de la
    sociedad. Menos aún, el hombre no puede alcanzar su
    libertad si no es en Sociedad.

    Pero ese hombre que se desarrolla en sociedad y logra
    alcanzar libertad, no debe apartarse de su lazo común con
    los otros miembros. Es así como la solidaridad aparece
    como expresión ruina de libertad, que por estar fundada en
    la igualdad
    alcanza máxima de "justicia social".

    La sociedad ha de ser, ineludible, natural; y ello
    implica sin ando", sin dominio mayor que el colectivo.

    3— El Trabajo-La División
    Social-Ocio

    Las ideas, como dijimos anteriormente, asemejan un tanto
    el pensamiento bakuniniano con el marxista-comunista, pero ello
    implica que Bakunin haya, en su último tiempo, congraciado
    ¡as con éstos. Por el contrario, inferimos que hubo
    una aproximación en lo que al manejo metodológico
    de la realidad social se refiere.

    El trabajo es visto por Bakunin como "la única
    fuente de todos los valores, de todos los bienes y de la riqueza
    en general, el hombre debe trabajar para vivir". Pero ese
    trabajo, nos remarca Bakunin, debe ser asociado…"es decir,
    organizado sobre los principios de reciprocidad y
    cooperación, es adecuado para la tarea de mantener la
    existencia de una sociedad amplia y de algún modo
    civilizada".

    Pero en las actuales condiciones de la sociedad,
    dividida en una minoría de propietarios y una
    mayoría de proletarios tratados como
    esclavos, siervos o trabajadores asalariados, es difícil
    concebir un trabajo asociado que alcance las prioridades de
    satisfacción del "bien común". Antes de formar una
    comunidad con
    ideas tan puras como el trabajo asociado es menester
    desarticularizar y derogar la base del derecho a la prioridad
    privada y hereditaria (que es la esclavitud y la
    explotación del trabajo organizado en beneficio de los
    más fuertes), que es la esencia de la sociedad actual. Una
    vez conquistado este objetivo podemos organizar la comunidad en
    perspectiva de un trabajo que permita captar la
    civilización como un concepto humano y
    solidario.

    En cuanto a éste el ocio, o tiempo necesario para
    el relajamiento y el compartir en sociedad, nos dice Bakunin, ha
    alcanzado en nuestro tiempo un lugar reservado únicamente
    a la clase dominante. El ocio "es necesario para el desarrollo
    del espíritu debido a que el desarrollo del
    carácter y de la personalidad exigen asimismo cierto grado
    de bienestar y de libertad en los movimientos y en la actividad
    personal, era natural que las d" gobernantes se mostraran
    más civilizadas, más inteligentes, más
    humanas y, en cierta medida, más morales que las grandes
    masas del pueblo".

    En contrapartida, el pueblo, al no disponer del
    "ocio1" medio purificador de las tensiones del trabajo
    diario, tiene una forzada barbarie, en donde la clase dominante
    se vale para imponer un orden de ley que no es más que el
    límite a la mayoría, a fin de evitar que alcance su
    lugar en el sistema.

    Los tres puntos expuestos condensan el pensamiento
    último de Bakunin. Es de notarse que todas las ideas no
    son novedad, pero sí reafirmación de una
    posición frente al sistema imperante en Europa. Toda esta
    radiografía hace que Bakunin formule su "Programa
    Socialista". En la tesis 18 nos dice:

    Nuestro programa socialista exige y exigirá
    infatigablemente:

    1. — Nivelación política,
    económica y social de las clases y de todos los pueblos
    que viven sobre la tierra.

    2. — Abolición del carácter
    hereditario de la propiedad.

    3. — Apropiación de la tierra por las
    asociaciones agrícolas, y del capital y todos los medios
    de producción por las asociaciones
    industriales.

    4- Abolición de la ley familiar patriarcal,
    basada exclusivamente en el derecho a heredar la propiedad, y
    nivelación del hombre y la mujer en
    cuanto a derechos políticos, económicos y
    sociales.

    5— La manutención, instrucción y
    educación de todos los oficios de ambos sexos hasta su
    adolescencia,
    bien entendido que la formación científica y
    técnica, incluyendo las ramas de la enseñanza superior, debe ser igual y
    obligatoria para todos.

    Como observación final dice Bakunin: "La escuela
    sustituirá a la iglesia y hará innecesarios los
    códigos penales, los gendarmes, los castigos, las
    prisiones y los vergudos".

    Bakunin estuvo claro en que la libertad no podía
    ser alcanzada en las condiciones de la sociedad de la
    época (que para nuestra desgracia aún subsiste). La
    libertad exigía de cambios profundos que desterraran la
    propiedad y el Estado de una buena vez como base de la sociedad,
    y en su lugar se creará una organización federada
    que partiera desde los estratos bajos hasta los más altos.
    Ya que la libertad colectiva conquistaba la tan anhelada libertad
    individual. Sobre esta expectativa organizativa versará el
    siguiente punto.

    LA VISIÓN
    ESLAVA Y EL FEDERALISMO ANÁRQUICO

    Bakunin va a tener una apreciación muy propia
    sobre el nacionalismo.
    Cabe recordar que los ácratas consideran como único
    nacionalismo aceptable, aquel que parte del ser histórico
    y cultural de un pueblo. Bakunin no se aislará de ello y
    dirá: "El nacionalismo no es un principio humano
    universal". Es un hecho histórico y local que, como todos
    los hechos reales o inofensivos, tiene derecho a exigir general
    aceptación. Cada pueblo y hasta la más
    pequeña unidad étnica o tradicional tiene su propio
    carácter, su específico modo de existencia, su
    propia manera de hablar, de sentir, de pensar y de actuar; y esta
    idiosincrasia constituye la esencia de la nacionalidad,
    resultado de toda la vida histórica y suma total de las
    condiciones vitales de ese pueblo".

    En este contexto se fundamentaron los argumentos de
    Bakunin sobre el pueblo eslavo. Los eslavos constituyen una
    ramificación etnográfica y lingüística de la familia indoeuropea
    (familia de pueblos que tienen por antepasados a los arios, que
    son los pueblos de raza mediterránea oriental, que
    invadieron el norte de la India; y
    están repartidos entre la India y parte de Europa); que se
    subdivide en tres grandes grupos: 1.—
    los eslavos occidentales, en Polonia, Bohema, Moravia, Eslovaquia
    (polacos, checos, eslovacos, lusacios); 2 — los eslavos
    orientales o rusos, divididos en grandes rusos,
    míos rusos y rusos blancos; 3.—los eslavos
    meridionales o yugoslavos (búlgaros, servios, croatas,
    eslovenos).

    Bakunin, que partía de un nacionalismo consciente
    del ser histórico-cultural de un pueblo, no podía
    pasar por alto las calamidades que sufría el pueblo eslavo
    al no ser aceptado por las otras ramas étnicas europeas. Y
    aún peor, por no poseer un gobierno propio
    que organizara y legislara en función a los valores e
    intereses histéricos-culturales del pueblo eslavo. A tal
    efecto, en 1848, publica en alemán un "llamamiento a los
    eslavos" en el cual predicaba la libre federación de los
    pueblos eslavos:

    El Federalismo eslavo es el "llamamiento a los eslavos"
    (…) Se trata de reunir las diversas nacionalidades eslavas y
    hacerlo sin edificar un Estado autoritario de hegemonía
    rusa: una Rusia que llevase sobre sus hombros "todo el peso de
    esta centralización inmensa, complicada e
    impuesta" se atraería el odio de todos los demás
    eslavos, de la misma manera que actualmente es odiada por los
    polacos, no sería la liberadora, sino el tirano de toda la
    familia eslava. Por consiguiente, se impone la fórmula de
    una libre federación paneslava, en la que cada pueblo,
    grande o pequeño, sea libre y, al propio tiempo, miembro
    unido de los otros pueblos por lazos fraternales; y en esta
    "reunión fraternal" no habrá ninguna fuerza estatal
    particular, ninguna hegemonía.

    Bakunin no agotaría en el "Llamamiento a los
    eslavos" su deseo por conquistar una nacionalidad
    que reivindicara los derechos negados a esas familias eslavas
    diseminadas por toda Europa. Es así, como en "Estatismo y
    Anarquía", hace una exposición amplia de su
    posición ante la realidad eslava y cimienta su
    concepción federalista al punto de proponerla, a
    "posteriori", como fundamento para la organización de una
    sociedad Socialista sin Estado.

    Bakunin, en "Estatismo y Anarquía", describe la
    función Estado: "(El) Estado (…), cuyo único fin
    es organizar la explicación más vasta del trabajo
    en provecho del capital (…), así? pues es el triunfo del
    reino de la alta finanza, de la bancocracia bajo la
    protección poderosa del poder fiscal,
    burocrático y policial que se apoya sobre todo en la
    fuerza militar, y es, por consiguiente, esencialmente
    despótico aun enmascarándose bajo el juego
    parlamentario del pseudo constitucionalismo". Este tipo de
    Estado, para un pueblo tan noble como el eslavo,
    terminaría por minar las asperezas y los odios que
    aún permanecen irreconciliados en el fondo de las almas de
    otras razas. La alternativa para el pueblo eslavo es la
    organización federal sin mayor dominio que el de la
    colectividad y sin la presencia hegemónica de un Estado:
    La producción capitalista contemporánea y las
    especulaciones de los bancos exigen,
    para su desenvolvimiento futuro y más completo, una
    centralización estática
    enorme, que sería la única capaz de someter los
    millones de trabajadores a su explotación. La
    organización federal, de abajo a arriba, de las
    asociaciones obreras, de grupos, de comunas,* de cantones y, en
    fin, de regiones y de pueblos, es la única
    condición para una libertad verdadera y no ficticia, pero
    que repugna a su convicción en el mismo grado que toda
    autonomía económica es incompatible con su métodos.
    La hegemonía constituye, nos dice Bakunin, una
    manifestación "modesta y práctica" de la
    aspiración del Estado. Como condición primogenia
    para que la hegemonía se dé en cualquier comunidad,
    es indispensable descubrir la debilidad e imponer como regla de
    supervivencia la "sumisión". El pueblo eslavo ha padecido
    la imposición de los alemanes, de los austriacos, de los
    propios rusos. Una imposición que se ejerce a
    través de la experiencia de la sumisión de esta
    etnia y la
    obediencia al sistema de gobierno, que no sólo le es ajeno
    a los eslavos, sino que en ningún momento está
    permitida la participación eslava en la dirección
    gubernamental: "Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo
    vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconciliados y
    en el fondo de su alma insumisos. Los alemanes odian a los
    eslavos como los amos odian generalmente a sus esclavos: por su
    odio, que ellos, los alemanes, han merecido bien de parte de los
    eslavos; por ese miedo constante e involuntario que promueve en
    ellos el pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos
    en su liberación. Como todos los invasores de suelo
    extraño y los opresores de un pueblo extranjero, los
    alemanes odian y desprecian al mismo tiempo e injustamente a los
    eslavos. Hemos explicado por qué los odian; los desprecian
    porque los eslavos no han podido y no han querido germanizarse.
    Es notable es qué grado los alemanes prusianos reprochan
    amarga y seriamente a los alemanes austriacos y acusan al
    gobierno austriaco hasta la tradición por no haber podido
    germanizar los eslavos. Tienen la convicción, que es un
    crimen enorme contra los intereses patrióticos de todos
    los alemanes, contra el pangermanismo."

    En cuanto a los eslavos de Austria, se encuentran
    perseguidos por todas partes. El pangermanismo ha intentado
    tomarlos propiedad pero ellos se han rebelado con furia. Aunque c
    acción de rebeldía cometan el más absurdo de
    los errores: paneslavismo. Bakunin se erige como enemigo tanto
    del pangermanismo como del paneslavismo. El más que nadie
    sabe lo destructivo que tal "patriotismo" puede significar para
    la libertad. Los vos no pueden contrarrestar a sus enemigos con
    las mismas armas, deben sensibilizarse con la realidad de su
    pueblo y entender de una vez que la opción es la
    federación de Estado cualquier brote nacionalista que
    intente reivindicar su posición en la sociedad.

    Esta posición de Bakunin le va a ganar un lugar
    eminente la lucha del pueblo eslavo por mantener sus
    raíces e identidad,
    pero al mismo tiempo le compromete a desarrollar en profundidad
    las ideas federalistas que él recibió de Proudhon y
    expresó, o trató de materializar, en el
    voluntariado:

    Por su naturaleza misma los eslavos son, en el fondo,
    una raza categóricamente no política, es decir, no
    estatista. (…) Los eslavos eran, prominentemente, una raza
    apacible y agrícola. Extraños a todo
    espíritu guerrero que animaba las razas germánicas,
    eran, por eso mismo, extraños a las tendencias estatistas
    que habían desarrollado desde el comienzo en los
    alemanes.

    Es natural que con tal organización, los eslavos
    habían quedado sin defensa contra las invasiones y las
    conquistas de las razas guerreras, sobre todo de los alemanes,
    que aspiraban a la extensión de su dominación en
    todas las direcciones. Los eslavos fueron, en parte,
    exterminados; la gran mayoría fue subyugada por los
    turcos, por los tártaros, por los magiares y sobre todo
    por los alemanes. Es profundo el análisis de Bakunin,
    puesto que no sólo expone las calamidades del pueblo
    eslavo, sino que presenta su esencia de comunidad no estatista.
    ¿Cómo pueden aspirar los alemanes dominar y
    esclavizar a una raza que ha dedicado su existencia a convivir
    con las leyes naturales? Una respuesta a esta pregunta
    implicaría antes que nada contestamos: "¿De
    qué modo deberá realizarse el renacimiento
    eslavo? ¿Por el medio antiguo del predominio estatista o
    bien por medio de la emancipación verídica de todos
    los pueblos, al menos de los pueblos europeos, de la
    emancipación del proletariado europeo entero de todo yugo,
    en primer lugar, del yugo estatista?

    Son innumerables las interrogantes que Bakunin se hace
    en cuanto al futuro del pueblo eslavo. Pero de algo sí
    está claro: los eslavos en tanto permanezcan
    ocupándose de su eslavofilia estrecha, egoísta y
    además abstracta, no conquistarán su puesto
    legítimo en la historia y en la fraternidad libre de los
    pueblos: "Los eslavos de vanguardia
    deben comprender en fin que el tiempo del entretenimiento
    inocente en la filología eslava ha pasado y que no hay
    nada más absurdo y más hostil al pueblo que poner
    como ideal de todas las aspiraciones del pueblo el llamado
    principio de la nacionalidad. La nacionalidad no es un principio
    humanitario; es un principio histórico, un hecho local que
    tiene, ciertamente, el derecho a ser generalmente reconocido lo
    mismo que cualquier otro hecho real e inofensivo."

    Por otra parte, los eslavos podrán emanciparse a
    través de un llamado a la libertad común y a la
    construcción de un sistema de fraternidad humana que se
    erija sobre las bases destruidas del Estado. Esa comunidad de la
    fraternidad ha de ser diseñada en el esquema de una
    federación de Estados: "La federación de Estados
    (garantiza) la libertad burguesa, pero no podría crear una
    fuerza militar de Estado, por la misma razón que es una
    federación."

    A partir de 1864 Bakunin se pone a predicar la
    revolución internacional como única garantía
    de triunfo de las clases oprimidas. Tal llamamiento le hace
    contraponer al Estado un modo de organización libertaria
    que garantice la libertad e igualdad, que en definitiva son los
    ingredientes de la justicia social. En 1863 había
    aparecido el "Príncipe Federatif" de Proudhon, ello le
    daría a la idea federal de Bakunin un sustento mayor que
    se materializaría con la propuesta de un "federalismo
    anárquico".

    Ahora bien, ¿qué quería decir
    Bakunin con federalismo anárquico? Bakunin había
    desarrollado en varios escritos su adhesión a la
    organización federal. Pero sería en 1864, en su
    "Plan de Federación Internacional", y después en el
    congreso de Ginebra de la Liga de la Paz y la Libertad, cuando
    expondría abiertamente su concepción federalista
    que no era otra cosa que reemplazar la antigua
    organización, fundada de arriba abajo sobre la violencia y el
    principio de autoridad, por una nueva organización que no
    tenga otra base que los intereses, las necesidades y las
    atracciones naturales de las poblaciones ni otro principio que la
    libre federación de los individuos en los municipios, de
    los municipios en las provincias, de las provincias en las
    naciones y, por ultimo, de éstas en los Estados Unidos de
    Europa primero y más larde del mundo entero.

    Desde los aportes de Proudhon, el modelo
    federalista ha desembocado en características
    específicas que le han diferenciado notablemente con la
    concepción liberal federal. Estos caracteres
    específicos nos lo expone Carlos Díaz: a).-
    La
    administración de los asuntos socioeconómicos
    sena llevada a cabo por grupos pequeños y funcionales;
    b).- Se evitaría con ello el centralismo
    burocrático; c) Se anularía la autoridad de
    individuos o grupos; d) Se instaurarían secretariados
    coordinados; y e) A la base del federalismo se
    encontraría, pues, la autogestión,
    definición la más escueta y magra del
    anarquismo.

    El pensamiento anarquista basa su esencia en la
    asociación como expresión elevada de la libertad.
    Bakunin decía que la asociación garantiza la
    existencia del hombre: "Todos los individuos, incluso los
    más inteligentes o fuertes, son en cada instante vida
    productores y productos de
    las voluntades y de la acción la masa". Pero esa
    asociación de hombres debe tener una base organizativa que
    le dé movilidad y desarrollo a la vida en sociedad. Esa
    organización asociativa es la federación: "Quien
    dice libertad, dice federación o no dice nada; quien dice
    república, dice federación o no dice nada; quien
    dice socialismo, dice federación o no dice nada". En fin,
    la federación configura, en la concepción
    ácrata, un principio de organización indispensable
    para preservar la libertad.

    Kropotkin, por su parte, no le daba tanta importancia a
    la organización federal; para él lo mejor era
    organizar la sociedad en función de poner las necesidades
    por encima de las obras, y reconocer el derecho de la vida en
    primer término. Es obvio que el pensamiento
    anarquista no mantuvo uniformidad en la idea, pero no es menos
    cierto que la posición de Kropotkin va impregnada de una
    visión realista de las prioridades de la época. A
    pesar del materialismo del último Bakunin, éste no
    llegó a concretar a visión federalista que se
    ocupara de las calamidades del momento, sino que se dedicó
    a contraponer la organización federal al
    Estado:

    El federalismo bakuninista es más voluntariado
    (…) La división de un país en regiones,
    provincias, distritos y comunas, depende de las habitudes
    históricas, de las necesidades actuales, y de la
    naturaleza particular de cada país.

    Bakunin entiende que sólo la sociedad puede
    organizarse dos principios comunes y obligatorios, que le dan
    consistencia la federación. Uno, en que toda
    organización proceda de arriba, de la comuna a la unidad
    central. Y otro, que exista cada unidad social un intermediario
    autónomo (el departamento la región o la
    provincia). Este tipo de organización ha 4c de base la
    "commune", que tendrá un carácter autónomo
    sentado siempre por la mayoría de los ciudadanos. Sobre
    este punto Carlos Díaz nos cita el pensamiento
    bakuniniano: "(…) para entrar en la federación
    provincial y para formar parte integrante de una provincia,
    deberá someterse (…) a los juicios del tribunal
    provincial y a las medidas que tras haber sido sancionadas por el
    voto del parlamento provincial le serán ordenadas por el
    gobierno de la provincia. Si no, será excluida de la
    solidaridad, de la garantía y de la comunidad, fuera de la
    ley provincial. La provincia no puede ser más que una
    federación libre de comunas autónomas. El
    parlamento provincial será uní o bicameral, y no se
    inmiscuirá en la administración interior de las comunas.
    Deberá establecer los principios fundamentales de la Carta
    provincial, obligatoria para todas las comunas que quieran
    participar en el parlamento provincial."

    Como podemos notar, el federalismo anárquico de
    Bakunin parte de un entorno legal que garantiza el cumplimiento
    de una sistemática organización social. La
    presencia de un Tribunal Provincial configura el primer ejemplo
    del resguardo a la autonomía de la comuna como
    embrión primario de la organización
    federal.

    Una cosa es la unidad social y otra la unidad del
    Estado. Bakunin enfatiza que la primera es el "resultado real de
    una combinación de tradiciones, hábitos,
    costumbres, ideas, intereses prestes y comunes aspiraciones, es
    una unidad viviente, fértil y real. Que, por supuesto,
    garantiza la conformación federativa en torno a la
    comuna. La segunda, la unidad del Estado, "es una ficción,
    una abstracción de unidad; y esto no sólo disimula
    las discordias, sino que las produce artificialmente allí
    donde, sin intervención del Estado, una unidad viva no
    dejaría de florecer espontáneamente"

    La organización federal ha de ampararse en una
    unidad social b fortalezca los lazos de fraternidad y
    solidaridad, que garantiza libertad en un sistema de igualdad y
    justicia.

    El socialismo tiene un carácter federalista, y
    por eso la Internacional saludó entusiastamente el
    programa de la Comuna de París (la de 1871). Por otra
    parte, la Comuna proclamó explícitamente en sus
    manifiestos que no quedarían la disolución de la
    unidad nacional de Francia sino su resurrección, su
    consolidación, así como una real y completa
    libertad para el pueblo. Quedaría la unidad de la nación
    del pueblo, de la sociedad francesa, pero no la unidad del
    Estado. Proudhon configura el espíritu revolucionario del
    federalismo; Bakunin constituye la acción revolucionaria,
    que deseosa de destruir la violencia y barbarie del Estado, opta
    por la asociación federada que impide la hegemonía
    del Estado y lo debilita los punto que lo destruye por completo.
    Pero debemos tener en claro que si bien es cierto que el Estado
    liberal se ha valido de un federalismo, se aleja completamente de
    los postulados ácratas ¿respecto. No porque
    el federalismo anárquico sea una cosa y el liberal otra,
    sino que el federalismo anárquico se funda en el
    patrón real del principio federativo (la asociación
    y la autónoma mientras que el federalismo liberal acata
    los lineamientos de un Estado hegemónico y no llega a la
    integración completa en la sociedad. En una palabra, el
    federalismo anárquico se fundamenta en la "unidad social",
    el federalismo liberal en la "unidad del Estado".

    Bakunin se hace partidario, a partir de 1848, de un
    federalismo eslavo que rescate los valores nacionales que durante
    siglos ha padecido esta ramificación, etnográfica y
    lingüística de la familia indoeuropea. Tras varios
    años de experiencia revolucionaria, así como de
    cárceles y exilio, Bakunin se hace partidario de un
    internacionalismo de la revolución que tenga bandera una
    alternativa organizativa. Esa alternativa, que hasta entonces en
    las voces de Proudhon y del propio Bakunin, había tenido
    la connotación de la "sociedad sin Estado" (anarquismo),
    pasaba a tomar como símbolo práctico la
    "federación anárquica", o mejor dicho, la
    organización de la sociedad bajo el principio de
    asociación y autonomía, que partiendo de abajo
    arriba y teniendo como base la "comuna", permita realizar una
    "sociedad voluntaria". Tendiendo como medio jurídico el
    contrato, pero
    no en el sentido de Rousseau, sino
    en el sentido de Proudhon, es decir, el vínculo
    contractual voluntario, limitado, temporal, que unirá a
    los hombres en municipios, a los municipios en provincias, a las
    provincias en naciones, a las naciones en una federación
    universal.

    Pero la propuesta de Bakunin, como alternativa ante un
    Estado organizado en función de principios ajenos al
    pueblo, tiene, en algunos de sus escritos, una connotación
    definida de proyecto político. Este punto será
    examinado a continuación.

    Gaston Leval (cuyo verdadero nombre era Pierre Pillier),
    francés nacido en 1895, desarrolló una
    concepción muy propia del proyecto libertario. En sus
    diversas participaciones, en el movimiento anarquista español,
    matizó toda una estructura de
    cómo debería conformarse la sociedad para lograr
    la meta
    anhelada de libertad. En su caso, tenía a favor la
    experiencia teórico práctica de Proudhon y Bakunin,
    y la influencia directa del príncipe Kropotkin; empero, no
    mantendría la línea de éste sino que
    impondría en su propia línea el fundamento
    colectivista. Leval plasma proyecto preciso y conforme a una
    operatividad dentro de la sociedad. Pero en el caso de Bakunin,
    el proyecto libertario tiene una concepción menos
    operativa y más lineal desde el punto de vista de las
    ideas matrices.
    Bakunin consagra una critica al sistema capitalista
    burgués y propone un modelo organizativo, pero: modelo
    configura un esquema de los principales elementos deben integrar
    la sociedad para alcanzar el desafío de un sistema
    ácrata. Quien en Bakunin intente buscar un "proyecto
    libertario" que guíe la organización social paso
    por paso, encontrará gran vacío. Su aporte se
    limita a una exploración del en un sistema guiado por los
    intereses de un Estado hegemónico.

    Ahora bien, ese aporte se complementa con lo que hemos
    considerado un "proyecto libertario", en sentido de plasmar ideas
    generales que a "posteriori" permitirán, y ello lo
    observamos en la experiencia española de comienzos del
    siglo XX, edificar los detalles operacionales que darán
    movilidad al sistema y a las relaciones colectivas de
    producción. Estas ideas generales las encontramos
    diseminadas en diferentes escritos de Bakunin,
    específicamente los redactados después de su exilio
    en Siberia. Por nombrar algunos: "Principios y
    Organización de la Sociedad Internacional Revolucionaria"
    (1866); "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo" (1867); en los
    escritos dejados a medias y publicados bajo el nombre de "Dios y
    el Estado", cuya redacción es de 1870, pero su
    publicación de 1882; "Proyecto de una federación de
    las secciones launas suizas" (1869), y con una atinada
    perspectiva de la realidad eslava y de las condiciones que deben
    imperar en la sociedad para estirpar ese "coágulo", que es
    el Estado; "Estatismo y Anarquía" (1873). No dudamos que
    en otros escritos existan contribuciones grandes a esas ideas
    genérales que constituyen la perspectiva de
    organización libertaria bakuniniana, pero en los textos
    que hemos nombrado hallamos, en concreto, un
    perfil definido de la sociedad acrática deseada por
    Bakunin como alternativa ante el Estado
    liberal.

    LA
    FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO PRINCIPIO

    En la sección dedicada al federalismo, del
    libro
    "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo", Bakunin expone en
    trece qué condiciones deben ser eliminadas de la sociedad
    para redimensionarla a un plano donde el pueblo sea el
    interés máximo a beneficiar en el sistema. En lo
    político plantea, directamente, la abolición del
    Estado unitario y centralizado; el cual ha ser reemplazado por
    una federación de comunas libres. Este tipo de
    organización, nos dice Bakunin, permite dirigir voluntades
    en contra del gobierno, como ente explotador; del nacionalismo,
    como imposición unitaria de una minoría; y del
    régimen de distribución de los productos que hasta
    entonces permanece viciado por los tentáculos de la
    corrupción
    estatal.

    En lo económico, el planteamiento bakuniniano se
    basa en la socialización de la tierra y de los medios de
    producción que han de pasar de los terratenientes y
    capitalistas, a las comunidades de trabajadores. Es lo que se ha
    conocido como "colectivismo". Este tipo de organización
    ataca, en general, a la sociedad burguesa y capitalista, pero de
    un modo particular a los ideólogos que se han conformado
    con la independencia
    nacional y la democracia
    representativa, obviando la desigualdad
    social, la miseria del pueblo y la insensible
    explotación de los trabajadores.

    En el cimiento filosófico, Bakunin expresa la
    necesidad de prescindir de la religión. Es de recordar que
    para el tiempo del escrito que estamos analizando, Bakunin se
    encuentra convencido de que el materialismo configura la
    única posibilidad de estudiar la realidad social con
    nitidez y objetividad. Al respecto se muestra conforme con una
    percepción de la realidad desde la óptica
    de la ciencia de la naturaleza y no desde la divinidad personal
    de toda religión positiva.

    Esta impugnación a la religión la
    fundamenta Bakunin, en el argumento de que ella y el Estado han
    formado el gran binomio destructor de la sociedad desde los
    comienzos de la civilización humana. Por tanto, su tiempo
    se agotó y es preciso redimensionar nuestra visión
    de mundo para poder captar la esencia verdadera de la vida del
    hombre en la tierra.

    En definitiva, el principio federalista ácrata de
    Bakunin parte de la asociación de comunas sobre la base de
    unidad social, que garantiza autonomía, libertad,
    igualdad, paz; que en líneas generales abarcan el contexto
    de Justicia Social.

    El federalismo anárquico de Bakunin, surge de la
    premisa de que el hombre partió de la esclavitud animal y
    después de atravesar su esclavitud divina, termino
    transitorio entre su animalidad y su humanidad, marcha a la
    conquista y realización de su libertad humana que, en
    definitiva, la garantiza una organización federal
    libertaria.

    LA
    FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO
    ORGANIZACIÓN

    Bakunin propone, en primera línea, para crear las
    condiciones necesarias a fin de organizar la sociedad sin Estado,
    que se deben hacer tres cosas inmediatamente. Primero, abolir la
    propiedad privada y hereditaria; segundo, desterrar de la
    educación los principios del cristianismo y de cualquier
    religión que afecte el desarrollo científico de la
    razón; y tercero, abolir el poder político y
    construir en su lugar una organización de las fuerzas
    productivas. Con más extensión nos dice: "(En el
    pueblo) organizado de abajo arriba mediante la federación
    (…). No habrá posibilidad de existencia de un gobierno
    político, porque ese gobierno será transformado en
    una simple administración de los asuntos comunes.
    Nuestro programa puede ser resumido en pocas palabras Paz,
    emancipación y felicidad para los oprimidos. Guerra contra
    todos los opresores y explotadores. Plena restitución a
    los trabajadores: todo el capital, todas las fábricas y
    todos los instrumentos de trabajo y materias primas
    pasarán a Las asociaciones, y la tierra a quienes la
    cultivan con sus propias manos. Libertad, justicia y fraternidad
    para todos los seres humanos nacidos sobre la tierra. Igualdad
    para todos. Para todos, sin distinción, todos los medios
    de desarrollar educación y formación, e iguales
    posibilidades de vida mediante el trabajo."

    Creadas estas condiciones es preciso "concientizar" al
    hombre para que asuma su realidad "humana". Esta conciencia, de
    su razón de ser humano, le brinda la "equidad" que
    representa la tan esperada "justicia natural" que el
    ácrata hace surgir al emanciparse y transformar totalmente
    el sistema.

    Los anarquistas saben que el hombre tiene esa propiedad
    de "Justicia Natural", pero como producto de las conquistas por
    la fuerza y por las influencias religiosas, en el hombre no ha
    prevalecido nunca tal propiedad, ni en el mundo político
    ni jurídico. Bakunin nos dice que una vez que el hombre
    despierta su "equidad", inicia la emancipación del sistema
    (cabe destacar que Bakunin concibe dos tipos de
    emancipación: la interna, que se produce dentro del
    individuo como producto de la concientización de su papel
    como humano; y la externa, que se da una vez cumplida la primera
    y que intenta condicionar ese medio exterior en la misma
    proporción de la conciencia humana. Es decir, humanizar el
    medio a fin de hacer conquistable la libertad). La
    emancipación del sistema consiste en: Eliminar el
    principio de autoridad y propiedad privada y hereditaria;
    Propiciar una autonomía que parta del individuo hacia la
    colectividad sin absorción de uno por la otra o viceversa;
    Confiscar las propiedades y distribuirlas en la colectividad; y
    abolir el poder político, sustituyéndolo por una
    organización de las fuerzas productivas.

    Esa organización de las fuerzas productivas,
    así como también de los servicios
    económicos, configura la "comuna" como unidad
    básica del sistema, la cual constará de un
    tribunal, de una Asamblea y de un sistema de distribución
    de los productos, que permitan mantener una dinámica económico-social en la
    reestructuración del país. Esa comuna
    autónoma, que tiene al individuo como base esencial del
    sistema, se ampara en una concepción de sistema
    político "socialista libertario". El cual es un
    sistema donde prevalece la justicia:

    El socialismo es "justicia". (Pero) hablamos de una
    justicia basada únicamente sobre la conciencia humana, que
    ha de buscarse en la conciencia de cada hombre y que puede ser
    expresada con una sola palabra: equidad.

    La comuna de Bakunin ha de estar organizada de modo que
    su estructura de decisiones se configure de abajo arriba. Esto
    permitirá que en lo social exista una organización
    basada en la libre unión de asociaciones
    (agrícolas, ganaderas, industriales, de amas de casa,
    etc.). Esta conformación del "libre acuerdo" admite
    sólo una forma económica que garantice la
    satisfacción de las necesidades: el colectivismo. Este,
    que se basa en dar a cada uno el producto de su trabajo, estimula
    la acción productiva del trabajador, a fin de que obtenga
    mejores beneficios.

    Ahora bien, se debe tener claro que para lograr estos
    alcances en la sociedad se han de cumplir primero las premisas
    bakuninianas de profilaxia política y religiosa, pero
    también es de considerarse la organización y la
    ciencia como motores
    propulsores del lenguaje administrativo del nuevo sistema:
    ¿Qué necesitan las masas para poder destruir el
    orden social dominante tan detestable para ellas? Dos cosas:
    organización y ciencia. La organización permite
    preparar las milicias revolucionarias que combatirán al
    ejército burgués, así como coordinar las
    actividades gerenciales del nuevo sistema. La ciencia por su
    parte, de las herramientas
    analíticas y teóricas necesarias que oriente k
    realidad social hacia las metas propuestas por la
    revolución libertaria. Estructurada la comuna, nos dice
    Bakunin, se ha de establecer lazos de solidaridad y fraternidad
    con las otras comunas del país, manteniendo un respeto a
    la autonomía y no infringiendo los límites de la
    libertad. Así se constituye la federación de
    comunas que pasa a representar la Provincia. La Provincia
    organizada establece los lazos con otras Provincias en el mismo
    orden de prioridades que la comuna, entonces nace la
    federación de Provincias que no es otra cosa que la
    Nación o país. Organizado el país establece
    lazos solidarios y fraternales con otros países y se
    produce, para el caso de la realidad de Bakunin, su anhelado
    Estados Unidos de Europa. Estos Estados Unidos de Europa
    sé relacionarán con otros Estados Unidos del mundo
    (Norteamérica, Asia, América
    del Sur, por decir algo), que tenderán a crear la gran
    federación de federaciones, que es los Estados Unidos del
    Mundo.

    Como podemos observar, en estas líneas generales,
    que Bakunin legó de su sistema federal la
    aspiración máxima orientada a lograr un
    cúmulo de voluntades que hicieran posible el gran Estado,
    no el unitario y centralizado vigente en la Europa de Bakunin,
    sino el Estado conformado por la libre organización que
    partiendo de la unidad básica de la comuna alcance el
    panorama de todos los pueblos del mundo. Por su esencia de
    "unidad social", impide la formación de medios coercitivos
    y gestores de violencia. Ello implica una total
    eliminación de ejércitos y de nacionalismos que
    enferman las raíces auténticas del ser
    humano.

    La unidad de Estados no se da, ya que el Estado del
    Mundo se encuentra fundado en una autonomía de sus partes,
    pero sin embargo se da (o se dará, como nos proyecta
    Bakunin) una comunión de principios, tácticas y
    finalidades, que dejan un amplio margen a la autonomía, la
    cual no reconoce otro límite que la libertad ajena, como
    dijimos anteriormente.

    Pero hasta acá no llega la visión
    bakuniniana, abarca una parte más. Se atreve a postular
    cómo en la comuna ha de ser la vida particular de cada
    núcleo familiar y de sus actividades formativas en el
    sistema.

    Bakunin nos dice que la abolición de la propiedad
    privada y hereditaria, del derecho jurídico y del Estado,
    da por contado la abolición de la "familia
    jurídica". En su lugar habrá un matrimonio de
    libre unión basado en el respeto humano y la libertad de
    las dos personas. Esa familia llevada a la máxima
    expresión de unión libre, cumplirá, en su
    razón fecunda, el papel de perpetuar la especie humana. Es
    decir, tendrán sus niños.
    Pero los niños, en el sistema ideado por Bakunin, no
    pertenecerán a nadie más que a sí mismos y a
    su futura libertad. Sus padres tendrán hacia ellos el
    único derecho de amarlos y ejercer cierta autoridad
    compatible con ese amor. Pero esa autoridad limitada por el
    respeto de la libertad, no debe ir en contra de la moral del
    niño y de su desarrollo mental.

    La relación de padres e hijos se da, a escala diferente,
    igual que de comuna a comuna bajo un principio de
    autonomía y asociación. Los padres están
    asociados con sus hijos en un libre acuerdo, pero respetan la
    autonomía de éstos en toda su extensión. A
    todas éstas, los niños hasta que puedan valerse por
    sí mismo estarán al cuidado de la sociedad. Es
    decir, la sociedad es responsable de guiar a cada uno de sus
    infantes hasta proporcionarles las herramientas
    teórico-prácticas que le permitan insertarse en el
    trabajo con las habilidades respectivas que le aseguren
    éxito y bienestar.

    Sin duda que Bakunin, en estas propuestas organizativas,
    confió mucho en ese hombre que alcanza la "conciencia
    humana". Aquí valdría, quizá, la
    crítica que Von Mises le hace al anarquismo en cuanto a
    que "peca de buena fe"; pero lo cierto es que Bakunin lo plasma
    en razón a una organización que, al triunfar la
    emancipación libertaria, tiene que fundar nuevas bases de
    convivencia. Y esas bases nuevas no pueden partir del modelo
    anterior, ya que se ha abolido, así que debe surgir de
    ideas renovadoras que reproduzcan en lo cotidiano del sistema,
    esa búsqueda permanente de la libertad.

    En lo que respecta al hombre y la mujer, Bakunin los
    coloca en igualdad de condiciones en el sistema ideado de
    organización federal. La igualdad de derechos, es decir,
    la nivelación de los derechos de la
    mujer, tanto políticos como sociales y
    económicos, con los de los hombres, han de ser las
    premisas que motoricen la convivencia de los dos sexos, a fin de
    alcanzar un desarrollo coordinado donde la igualdad represente
    las banderas productivas.

    La sociedad ideada por Bakunin adquiere un matiz
    específico de "libre acuerdo". Y ese libre acuerdo ha de
    ser alimentado por una necesaria "concientización" de los
    valores reales del sistema. De ese modo, la educación
    adquiere importancia y se vuelve parte intrínseca de los
    objetivos emancipatorios. Cabe destacar que Bakunin está
    de acuerdo con una educación integral, pero ésta
    debe cumplirse cuando las necesidades básicas estén
    satisfechas. Un pueblo con hambre no tendrá la capacidad
    de reflexión e interpretación, que un pueblo que
    tenga alimentación, salud y seguridad garantizada. Por lo
    tanto, los primeros movimientos en la sociedad libertaria han de
    orientarse a eliminar esos flancos y una vez alcanzada esa meta,
    dirigir una preparación que estimule la formación
    industrial y práctica, dentro de premisas
    científico-teóricas. Esta educación, que
    Bakunin consagra como integral, ha de prescindir de la fe, y ha
    de preocuparse por el desarrollo de la dignidad y la
    independencia personal; así como en el culto de la verdad
    y la justicia a cualquier precio, pero ante todo, sobre el
    respeto a la humanidad que debe sustituir por entero al culto
    divino.

    Ahora bien, esas relaciones de convivencia no
    están exentas de infracciones y alteraciones. Para ello
    Bakunin acepta la existencia de tribunales disciplinarios que
    contrarresten cualquier germen que vaya a obstaculizar los fines
    de la revolución. Pero sobre este punto, del delito y
    castigo, Bakunin es muy extremista. Si se le comprueba a un
    individuo una causa atroz como un asesinato, Bakunin considera
    que la pena de muerte
    es la mejor decisión; si por el contrario el delito es
    menor, la reeducación se hará cargo de él, a
    fin de insertarlo de nuevo en la dinámica
    social.

    Es muy posible que la ley del "talión" tenga sus
    ingredientes influyentes en Bakunin, pero no menos posible sea
    pensar que Bakunin asume tal actitud ante una generación
    aún bajo el germen violento del Estado y la Iglesia. El
    comprendía que en los primeros tiempos se debía ser
    duro para fijar las directrices que protegerán el libre
    acuerdo en su garantía de conquistar un mundo humano por
    entero.

    Una vez conformada la federación y articulados
    sus lazos internos, se pasa a la federación de
    federaciones (Confederación). Esta se regirá para
    Bakunin por el respeto del límite de la libertad ajena y
    por el flujo cooperativo de distribución de riquezas que
    impida que en algún rincón del mundo exista la
    miseria. La visión internacional de Bakunin abarca desde
    la difusión de las ideas libertarias hasta la
    configuración de trabajadores, que amparados en una
    concertación de principios y valores comunes, edifican las
    legislaciones y los estatutos que les han de amparar en su labor
    productiva. Pero esas relaciones
    internacionales de los pueblos no pueden infringir los
    principios de solidaridad y respeto a los derechos nacionales de
    cada Nación.

    Todas estas ideas no contemplaban, para Bakunin, la
    necesidad de una Carta
    Constitucional. El pensaba que una Constitución
    dogmatizaría las relaciones de libre acuerdo, en su lugar
    era partidario del contrato proudhoniano, que en definitiva
    garantizaba no sólo la libertad, sino el orden en
    razón a una justicia natural. Es de recordar que el
    contrato proudhoniano es de carácter
    "sinalagmático" (se obligan unos respecto de otros) y
    "conmunativo" (dar lo equivalente a lo que se recibe y
    viceversa).

    En la obra "Estatismo y anarquía", Bakunin nos
    resume el alcance de su anhelado proyecto libertario:
    "Llegará el tiempo en que no habrá ya Estado (…);
    llegará a tiempo en que sobre las ruinas de los Estados
    políticos fundará, en plena libertad y por la
    organización de abajo arriba, la unión fraternal
    libre de las federaciones, abarcando sin ninguna
    distinción, como libres, los hombres de todas las lenguas
    y de todas las nacionalidades: Entones ruta hacia el mar
    estará generalmente abierta para todos; (…) El contacto
    directo con el mercado
    marítimo y con el movimiento universal de la vida en
    general desarrolla a grado extraordinario, y nivela todo lo que
    queráis, las relaciones; los habitantes del interior del
    país, privados de esas ventajas, vivirán y se
    desarrollarán más indolentemente y más
    lentamente que los ribereños."

    El proyecto libertario de Bakunin es la expresión
    de un federalismo que intenta integrar lo político
    administrativo en lo económico-social. Los aportes
    bakuninianos se sintetizan en ideas generales que más
    allá de exponer un sistema específico (recordemos
    que Bakunin recurre a la idea socialista como cimiento de la
    organización federal, pero dicha idea no es inventada o
    improvisada, surge de la reivindicación del gran principio
    de la Revolución Francesa: "que cada ser humano debe tener
    medios materiales y
    morales para desarrollar toda su humanidad"), marca las
    directrices necesarias para fundar desde allí la gran
    sociedad sin Estado.

    Son muchos los que se han opuesto a las ideas
    federalistas ácratas. Tanto por considerarlas
    utopías o por ver en ellas un peligro para la tranquilidad
    y equilibrio que el sistema liberal tiene. Pero también
    las críticas han surgido de sectores afines con el
    anarquismo, quienes en sus argumentos sopesan la existencia de un
    anacronismo y hasta de una ineptitud en el plano internacional.
    Para discernir sobre el tema nos valdremos del análisis
    que Carlos Díaz hace al respecto, y el cual recoge, en
    buena medida, las posiciones encontradas en el seno del
    anarquismo (y desde algunos ángulos del liberalismo)
    sobre la idea federal, específicamente la
    bakuniniana.

    Carlos Díaz nos hace distinguir cuatro
    críticas, que a su juicio, le han sido formuladas al
    federalismo libertario: 1.— Se ha dicho que el federalismo
    anarquista es anacrónico. Es decir que se encuentra
    desfasado en el tiempo. El momento, refiriéndonos a los
    finales del siglo XIX, amerita para la eficacia de la
    producción una centralización capaz de nuclear la
    complejidad del engranaje administrativo y estatal. La iniciativa
    privada no bastaría para organizar la producción.
    Es posible que tenga trascendencia en un sistema
    "ahistórico" como el propuesto por Tolstoi o Bakunin, en
    su anhelado triunfo de la emancipación libertaria, pero
    sobre las bases aún fundadas en una sociedad con marcadas
    huellas burguesas y de orden capitalista; 2.— El
    federalismo anarquista pretende desarrollar lazos de solidaridad
    y fraternidad internacional, sin tomar en cuenta que el respeto a
    la autonomía del que hacen alardes no podría
    mantenerse sin limitar fronteras de soberanía nacional, puesto que de lo
    contrario esa solidaridad y fraternidad se vería
    infractada por continúas reclamaciones y apropiaciones;
    3.— Se dice que bajo un sistema federalista libertario la
    producción no sería controlada ni dirigida, pero la
    experiencia del federalismo bakuniniano en España,
    demostró que la producción no fue peor que en otras
    zonas, y ello en medio de una guerra. Las organizaciones de
    las fuerzas productivas tuvieron que asumir posición
    rectora en la dirección de las operaciones,
    produciendo inevitablemente un control total a
    fin de salvaguardar los intereses generales; y 4.— Se dice
    que el federalismo libertario es una forma elevada de apoyo mutuo
    social, que no puede instaurarse de un solo golpe; no es
    despreciable, pero antes de acceder a él debe pasarse por
    una etapa preparatoria, el dominio de un partido socialista, a
    fin de no partir de cero. Pero esa etapa transitoria es negada en
    sus postulados bajo el concepto de ilegitimidad. Puesto que
    consideran que un partido como eje de dominio sería lo
    mismo que un Estado que acabaría por distorsionar los
    objetivos emancipatorios. Pero lo cierto del caso, recalcan las
    críticas, es que es imposible concebir una nueva sociedad
    (un salto histórico trascendental) sin una etapa de
    adaptación que inevitablemente cuente con algunos errores
    del pasado. Lo que Bakunin consideraba una abolición
    completa y fulminante, es en la práctica
    irrealizable.

    La federación libertaria, a diferencia del modelo
    liberal federal, plantea directamente sus aspiraciones: Reducir
    el tiempo necesario para la producción de objetivos
    indispensables a la satisfacción de nuestras necesidades
    materiales; aumentar el consagrado al estudio, la
    observación o al goce; hacer que el trabajo necesario no
    sea más que una necesidad higiénica y no dolorosa
    fatalidad. Y ello, como planteamiento inspirativo para la
    organización de una sociedad, aparece reflejado en las
    líneas filosóficas que Godwin expusiera en su
    "Justicia Política":

    En lo que concierne a las tareas que actualmente
    corresponden al Estado, sólo existen dos que serán
    conservadas por la sociedad: la defensa de sus miembros contra
    ataques de otros, y la defensa de la sociedad misma contra los
    ataques eventuales de otra sociedad. Respecto a la primera tarea,
    Godwin prevé la institución de un jurado cuyos
    juicios no estarán dictados de acuerdo con código
    alguno, sino simplemente por la razón. Para la segunda
    tarea convendrá convocar de tanto en tanto asambleas
    nacionales que establecerán las medidas a tomar. La
    institución de la sociedad Godwiniana no exige, empero,
    recurrir a la violencia.

    Las críticas al proyecto libertario de Bakunin,
    gravita en los argumentos de considerarlo "utópico" y
    exageradamente "rígido", en razón a una
    organización cuyas decisiones no pueden interactuarse sino
    que deben permanecer sujetas a un principio de autonomía
    comunal, y que es un proyecto "anacrónico" para el hombre
    de la época y las necesidades reales de la
    sociedad.

    No argumentaremos defensas, puesto que nuestro papel es
    presentar las distintas caras del tema, pero sí
    aseveraremos que el federalismo anárquico configura,
    léase bien, "un intento" de integrar toda la sociedad en
    el camino hacia el desarrollo
    social. Es decir, partiendo de un federalismo
    anárquico integral, como el que nos presenta Bakunin,
    lograr una mejor distribución de las riquezas y un lugar
    adecuado donde desarrollar las potencialidades humanas de trabajo
    que brinde a cada uno de los individuos una compenetración
    con su esfuerzo y resultado.

    La influencia de Bakunin en los movimientos
    revolucionarios surgidos después de su muerte (1876), son
    perfectamente entendibles en razón de que el grueso de
    ideas bakuninianas vieron la luz años
    después de fallecer Bakunin. Eliseo Réclus y James
    Guillaume, se encargaron de rescatar gran parte de los escritos
    dejados a medias por Bakunin. Esta literatura, de un lenguaje
    golpeado y con ideas surgidas de la experiencia revolucionaria
    misma, fue acogida en Francia, Italia, Inglaterra; pero
    sobre todo, y con mayor pasión, en España se
    aceptaría con verdadero fervor el proyecto libertario de
    Bakunin y sus ideas en tomo al Estado y a la
    autoridad.

    Durante la Guerra Civil española, 1936-1939,
    muchas de las ciudades ocupadas por los revolucionarios, como
    Barcelona, Cataluña, Alto Aragón, Centro y parte de
    Andalucía, asumieron el federalismo bakuniniano como
    estandarte de cambio y libertad: "La insurrección
    encabezada por el general Franco, que estalló en julio de
    1936, no sólo dio principio a la guerra civil. (Sino que)
    brindó la oportunidad a los anarquistas de llevar a cabo
    su revolución e instaurar un sistema que acogiera las
    expectativas libertarias."

    La llegada triunfal a algunas regiones por parte de los
    grupos anarquistas y sindicalistas, trajo consigo un
    período de auténtico cambio revolucionario. Por
    decir un ejemplo, de la rica burguesía barcelonesa no
    parecía que quedasen trazas, pues habían
    desaparecido de la noche a la mañana. Las Iglesias fueron
    incendiadas y se abrieron las puertas de las cárceles:
    "Por un momento las organizaciones obreras olvidaron todas las
    diferencias, e incluso los guardias civiles, que en Barcelona
    permanecieron fieles al gobierno, se mostraron dispuestos a
    confraternizar con sus antes enemigos de la izquierda. Dado que
    la mayor parte de los obreros barceloneses pertenecían a
    la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), la
    revolución pareció, lógicamente, un triunfo
    anarquista, a la vez que una oportunidad para poner en
    práctica sus tan largamente acariciados sueños.
    Según los dirigentes anarquistas, fueron los trabajadores
    quienes frustraron la revuelta de los militares, y ellos
    serían ahora quienes se harían cargo de la ciudad y
    de toda la región catalana."

    En fin, para el caso específico de Barcelona, se
    materializó una toma total de la ciudad y de su sistema de
    dirección, pero no se cumpliría el lema anarquista
    que "el Estado se derrumbaría automáticamente" y
    que serían eliminados los enemigos por la violencia
    colectiva que desencadenaría el salto histórico,
    puesto que aún el gobierno contaba con sus fuerzas
    coercitivas que inexorablemente hacían una
    oposición a los anhelos ácratas. Si bien es cierto
    que el triunfo anarquista en la España de la Guerra Civil
    no fue completo, bastó para que se aplicaran algunos
    postulados bakuninianos en zonas campesinas que se prestaban para
    aquel principio proudhoniano de federación
    agrícola-industrial, aptas en todo su potencial humano y
    material. Un ejemplo concreto lo representa la experiencia en
    Andalucía, donde basándose en esas directrices
    generales de Bakunin, se dio forma a un sistema colectivista de
    organización político-social y económica:
    "En Andalucía (…) los labradores vieron las
    posibilidades de la revolución con más entusiasmo
    que los campesinos catalanes. Por desgracia, las comunas aldeanas
    tuvieron una breve existencia, ya que las tropas de Franco
    conquistaron Andalucía en los primeros meses de la guerra.
    No obstante, antes de que esto ocurriera, hubo muchos pueblos en
    los que, lo mismo que en pasadas insurrecciones, la Guardia Civil
    fue desarmada, aprisionada o asesinada, quemados los archivos
    municipales y proclamado el reparto".

    El pueblo de Castro del Río, cerca de
    Córdoba, en el mes de septiembre de 1936, tenía las
    tierras bajo la dirección de comités anarquistas.
    Allí se había abolido el dinero, y
    los vecinos del pueblo, erigidos en comuna, recibían los
    productos necesarios para la subsistencia directamente de los
    almacenes
    comunales Presidía un intransigente espíritu
    puritano, muy característico de ciertas formas de
    anarquismo. Como hecho anecdótico, nos reseña Joll
    la experiencia de Franz Borkenau: "Traté en vano de
    conseguir una bebida, así fuera un poco de café,
    vino o limonada. El bar del pueblo se había cerrado por
    considerarse un comercio
    indigno. Eché un vistazo a las tiendas y todo escaseaba
    tanto, que uno podía atreverse a anunciar una inminente
    situación de hambre. Pero a los vecinos del pueblo
    parecía que les enorgullecía aquel estado de cosas.
    Estaban contentos, dijeron, de que se hubiera terminado el beber
    café; la impresión era que consideraban la renuncia
    a las cosas accesorias como un progreso moral. Lo poco que
    necesitaban del mundo exterior, ropa mente, esperaban conseguirlo
    con un intercambio del excedente de aceituna (para lo que, sin
    embargos a vía no se había dado ningún
    paso). El aborrecimiento profesaban a las clases privilegiadas
    era más de orden moral que económico. No deseaban
    llevar la cómoda existencia
    de aquellos a quienes habían expropiado; lo que
    querían era desembararse de sus ostentaciones, que se les
    antojaban otros tantos vicios."

    La experiencia de Castro del Río no es diferente
    a la de otras comunas anarquistas. Lo cierto es que en
    ésta en particular, la cosa duró poco. Días
    después de la visita de Franz Borkenau, el pueblo fue
    arrollado tras una dura resistencia. La única esperanza
    que tenía el movimiento libertario español, era
    lograr un triunfo contundente en zonas estratégicas que
    hicieran al gobierno flaquear totalmente y darles el chance de
    organizar el país. La suerte, como sabemos, no estuvo de
    su parte y pronto todos aquellos sueños se
    evaporarían. Pero el fracaso no devino de la nada.
    Existieron razones concretas que impidieron que el movimiento
    anarquista lograra sus objetivos:

    Las dificultades empezaron cuando el capítulo de
    actividades controladas por los anarquistas tuvo que soportar las
    consecuencias de la guerra. Podía ocurrir que el comunismo
    anarquista lograse funcionar temporalmente en una zona alejada si
    los habitantes de la población se mostraban dispuestos a cargar
    con la austeridad que exigía; pero resultaba mucho
    más difícil gobernar una fábrica de acuerdo
    con el ideario anarquista si para su normal funcionamiento
    necesitaba de primeras materias procedentes de fuentes no
    controladas por los anarquistas, y las cuales tenían que
    transportarse por ferrocarril u otros medios que estaban en manos
    de organizaciones rivales.

    Aunado a esto, se fueron suscitando enfrentamientos
    internos en el seno de la CNT y en los grupos anarquistas, que
    debilitaron finalmente todo el panorama y reprodujeron niveles
    conflictivos que se creían superados: "El anarquismo
    extremo de las comunas libertarias dio paso a las requisitorias
    estatales. Cuando no fueron las tropas de Franco las que acabaron
    con los anarquistas del pueblo como el de Castro del Río,
    el primitivo anarquismo de la fase inicial no pudo mantenerse
    frente a la resistencia opuesta por los pequeños
    campesinos o los colonos, siempre dispuestos a incrementar sus
    haberes a expensas de los terratenientes, pero poco dispuestos a
    dar a la cooperativa el
    pedazo de tierra que poseían."

    El modelo bakuniniano se reprodujo en la experiencia
    española con mucha nitidez y valoración. Su
    fracaso, si así podemos llamar el hecho de que no siguiera
    en su aplicación, se debió a la falta de recursos
    autogestionarios que permitieran a los comités anarquistas
    tener voz y decisión. El no haber podido conquistar las
    zonas estratégicas de España, le costó a los
    movimientos anarquistas su revolución, pero no así
    su influencia en los años venideros. "Los anarquistas
    nunca fueron barridos del todo, y sus fuerzas continuaron
    desempeñando un papel de consideración hasta el
    término de la guerra". La tradición anarquista
    española ha prevalecido ardiente y, aunque ahora sus
    posibilidades de emancipación sean casi nulas, no le
    restan importancia, puesto que su valor no es sólo
    práctico, sino teórico.

    El pensamiento federal de Bakunin, en el ejemplo de
    Castro del Río, es una clara exposición de que las
    ideas bakuninianas no permanecieron en proyectos y
    utopías. Fueron llevadas a una realidad y llegaron a
    ocupar sitial relevante. No aceptamos el término de
    fracaso de estas ideas, puesto que su incontinuidad se
    debió a errores en la configuración de la
    acción revolucionaria, no a que el modelo adoleciese de
    fallas pronunciadas. También inferimos que algunos
    planteamientos bakuninianos fueron mal interpretados y llevados a
    la práctica así como Lenin lo hizo con el
    pensamiento económico de Marx, sin la más
    mínima consideración de las condiciones reales del
    sistema.

     

    RAMÓN E. AZÓCAR A.

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