(Ensayo
histórico-conflictual)
- El hombre
- De rebelde a
revolucionario - De prisionero a
anarquista - El pensamiento del último
Bakunin - La visión eslava y el
federalismo anárquico - La federación
anárquica como principio - La federación
anárquica como organización
A don Ángel Cappelletti
(1927-1995),
con afecto y
añoranza…
Un hombre es
según su época. La época hace los valores
del hombre trascendentales; pero una época no define el
carácter, el sentido particular, la euforia
que ese hombre, influenciado y roñado por una
época, es realmente. Por tal razón se tiene que
recurrir a los escritos vivenciales del hombre a quien se desea
conocer, así como a la huella que dejó, perenne o
no, en los escarbados senderos del pensamiento
humano. Bajo esta intención retratamos a quien en vida fue
llamado Mijail Alexandrovitch Bakunin.
El padre de Mijail, Alejandro Bakunin, era el tercer
hijo de Mijail Vasilievich Bakunin. Fue un hombre sensible y
sumamente dado a las cuestiones filosóficas, pero algo
retrazado en la vida amorosa. Sería para sus cuarenta
primaveras que concretaría ese sentimiento de atractivo
ante una dama muy hermosa llamada Várvara Muraviev (de
dieciocho años para entonces). La unión de
Várvara y Alejandro, fue fructífera en hijos, pero
no así en esa comprensión necesaria que alentara, a
aquellos capullos, a emplazar un carácter acorde con lo
que el espíritu les exigía. Mijail fue el gran
afectado de esta situación y por allí, según
nos dice E.H. Carr, es posible que encontremos respuesta a lo
tumultuoso de su comportamiento
y a lo extremista de sus ideas.
En cuanto a la composición final de la familia
Bakunin, E.H. Can" nos dice: "…la familia fue en
extremo insólita. Los dos primeros vástagos fueron
hembras: Liubov y Várvara… Luego vino Mijail… y dos
hijas más: Tatiana y Alejandra. Más tarde,
después de una breve pausa, vinieron, uno tras otro, cinco
hijos más Nicolás, Elías, Pablo Alejandro y
Alexis."
Ese tipo de composición familiar le brindó
a Mijail un lugar estratégico. Primero, por ser el hermano
mayor, de los varones, y segundo, por un detalle muy inadvertido
por quienes a su cargo han tenido que relatar la vida de Mijail:
su talento innato para influir sobre la mayoría. Era, y
así nos lo refiere E.H. Carr, un verdadero líder
en ese grupo numeroso
que representaban sus hermanos.
El padre de Mijail, Alejandro, era, en acepción
del propio hijo, humano. Cultivador de los valores
intelectuales
de la época y sobre todo, consagrado a la familia: " …
Falto, (sin embargo), de imaginación e imbuido en cierto
modo de fanatismo conservador propio del liberal asustadizo,…
era el hombre
menos indicado para simpatizar con los instintos rebeldes o las
ambiciones revolucionarias de la juventud. Fue
pródigo de su prudente y previsor afecto hacía sus
vástagos… Pero era incapaz de comprender que sus hijos
pudieran tener opiniones o gustos diferentes de los suyos. No
obstante, su austera rigidez…, consiguió mantener
siempre vivo el respeto de sus
descendientes, incluso del más rebelde".
La relación entre Mijail y don Alejandro siempre
se mantuvo en el fulgor de enfrentamientos y desavenencias,
todas, empero sin mayor incidencia que un remarcado resentimiento
por no haber existido entre ambos un poco más de
comprensión.
En cuanto a Mijail y su madre, Várvara,
existieron también marcadas diferencias. Ella, a pesar de
ser de un carácter más flexible y obviamente
contemporáneo con el de sus hijos, no permitió
nunca un lazo más allá de su papel de mujer de hogar y
de esposa fiel: "Várvara se puso siempre, de manera
indefectible, del lado de su marido. La convicción de la
infalibilidad de éste no la abandonó ni un solo
momento, como tampoco sintió nunca más
simpatía que la que sintió su marido por las
necesidades espirituales o las aspiraciones de sus hijos. Y menos
todavía sintió, o demostró sentir, ninguna
clase de
ternura hacia ellos".
Esta situación formó, en el adolescente
Mijail, un temperamento conflictivo, así como un
reforzamiento a ese espíritu rebelde con que por
naturaleza
había nacido. Mijail, al completar sus catorce
años, tuvo que asumir su precio de hijo
mayor: se le tenía destinado a seguir la camera de las
firmas. A tal efecto, es enviado a San Petersburgo "con objeto de
prepararse para al año siguiente ingresar en la Escuela de
Cadetes de Artillería".
La experiencia de las armas
condicionó, de cierta manera, la actitud de
rebeldía de Mijail, al punto de encauzarle esos fueros
internos de indomabilidad a una sistematicidad que
concentró sus fuerzas en el intelecto como matriz
imprescindible para alcanzar el éxito
de la práctica: "El más sólido resultado de
este período de servicio
militar fue la intensificación del recién nacido
afán de auto educación
intelectual." Al culminar su trayecto por la Escuela de Cadetes
de Artillería, Mijail adquiere nuevas expectativas.
Estará, en su condición de militar, en varias
comisiones pero pronto decidirá que su camino es otro. Y
es precisamente allí donde Mijail deja la cobija de la
pubertad
intelectual e inicia su recorrido por tendencias
filosóficas definidas que materializarán el Mijail
Bakunin revolucionario.
Sobre ese recorrido intelectual y sus desencadenamientos
en la formación del pensamiento anarquista de Mijail
Bakunin, disertaremos en las líneas siguientes.
Para formular que un hombre es "rebelde" basta intuir
que se niega a obedecer a la autoridad
legítima. Pero hasta ese término de
"legítimo" tiende a ser poco explícito de la
realidad a la cual el hombre se rebela. Aun así,
insertándonos en una visión más profunda
podemos determinar que el hombre "rebelde" es el portador de una
frase: "Yo soy hoy soy yo".1 Y es que en ese transitar
de la "vida mía, porque mía la siento" se incrustan
los valores y las expectativas de un mundo equivalente a la
justicia
natural que invade el fuero interno del hombre:
¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que
dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un
hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un
esclavo, que ha recibido órdenes durante su vida, juzga de
pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el
contenido de ese "no"? (…) ese "no" afirma la existencia de una
frontera.
En este contexto se encuentra la esencia de
rebeldía de Bakunin, una esencia que le consagra como
refutador de un orden que agotó sus posibilidades de
felicidad colectiva y que es menester eliminar hasta sus
más ínfimas partículas.
El ímpetu de rebeldía de Bakunin se inicia
en sus primeras incursiones a la escena política. En ella es
prolífero en ideas que remarcan las críticas
formuladas por Proudhon,* así como matices propios que le
dan a su discurso
intelectual una resonancia de oposición extrema al
sistema
dominante. Según nos dice James Joll, "Bakunin
aportó el ejemplo del fervor anarquista llevado a la
acción". Un fervor qué le hace
oscilar entre un atiestatismo declarado y un federalismo
libertario, que no sólo organice la sociedad de
abajo hacia arriba, sino que permita una integración total de los aspectos de la
sociedad que dan movimiento y continuidad al hombre en su
desarrollo
colectivo. En ningún momento encontramos en Bakunin un
individualismo frenético, menos aun un colectivismo
desbordado; por lo contrario, en las ideas bakunianas hallamos en
equilibrio
entre orden y libertad que
configuran las esfinges de un Bakunin rebelde con instintos
revolucionarios remarcados:
Bakunin deseaba trascender desde (una) pluma crítica
y fecunda, al plano filosófico-social práctico, es
decir, a la aplicabilidad de sus ideas. Esto se le hizo
difícil por no constituir parte del binomio que
históricamente había legado buenos resultados a
otros pensadores sociales del s. XIX.
Es obvio que los argumentos citados de Víctor
García (cuyo nombre verdadero fue Germinal Gracia, y quien
falleciera el 10 de mayo de 1991), van en referencia a ese
binomio que constituyó Marx y Engels, en
el cual se pudo apoyar el marxismo para
conformar en la primera Internacional un frente coherente que se
impuso al bakuninismo. A Bakunin le faltó esa otra mano
atinaba que le refrendara el camino y le diera consistencia a sus
ideas. "Es verdad que Bakunin tuvo a Guillaume (joven maestro de
escuela a quien Bakunin había conocido en 1867 en el
Primer, Congreso de la Liga por la Paz y la Libertad); pero por
varias razones Guillaume no fue capaz de empezar la edición
de las obras de Bakunin sino treinta años después
que los restos de éste descansaban en la tumba. Entonces
las editó, exactamente tal como Bakunin las había
escrito y, consecuentemente, todos los defectos literarios del
original permanecieron".
A todas estas, podemos agregar que Guillaume
realizó una labor magnífica al recoger toda esa
información escrita de Bakunin que, a pesar
de su lenguaje
golpeado, logró transmitir el espíritu
crítico de un pensador de indudable sensibilidad
social:
Guillaume, sin embargo, al revés de Engels, no
poseía genialidadad, y aunque se le puede considerar como
un intelectual capaz, no pudo continuar el pensamiento de la
escuela bakuniniana.
Ahora bien, ese Bakunin puro pensamiento no
constituyó el único eslabón que le une a la
sociedad como promulgador de ideas reivindicatorias No Su
grandeza estuvo más allá, complementándose,
como dijéramos anteriormente, con la acción y
fulgor revolucionario.
Erich Fromm, en su obra "Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea" (1955), nos dice que Bakunin habla (al
igual que Ower y Proudhon), del "hombre" y de lo que le sucede en
tiempos de régimen industrial:
Aunque (lo expresa) con términos diferentes,
(halla) que el hombre ha perdido su lugar central, que se ha
convertido ci un instrumento de objetivos
económicos, que se ha convertido en un extraño para
sus prójimos y para la naturaleza que ha perdido las
relaciones concretas con unos y otras, que han dejado de tener
una vida con sentido.
Pero alcanzar tal reflexión implica una
preparación profunda y eminentemente bien seleccionada. No
se trata de manejar información sobre la sociedad, sino de
manejar la "verdadera" información; la más elevada
y clara información que desnude el sistema en sus
aberraciones y, por supuesto, sus contribuciones. El
término "verdad", tan multifacético en nuestras
acepciones, viene aquí refrendado por todo aquello que va
en contra del hombre y sus valores naturales. La libertad
más que un privilegio es un derecho
natural, ir en contra de ella, como la burguesía
demostró (y ha demostrado), implicaría imbuimos en
una mentira dentro de la sociedad. Buscar la verdad es
contraponer a esa violación de derechos, alternativas que
articulen sistemas de
organización más cercanos al hombre
y su anhelo de felicidad.
Bakunin no escapó a esa "necesaria"
preparación. El encuentro del rebelde con la
formación intelectual ya se había consumado con el
ejemplo de su padre en casa, pero, por esa rigidez de
formación de don Alejandro, Bakunin no tenía un
panorama literario que fuera más allá del
dogmatismo y las ideas de orden y ley. Seria en su
experiencia militar que tropezaría con pensadores
más audaces y temerarios que le abrirían un nuevo
horizonte de reflexión e interpretación del hombre y la sociedad:
"…su pensamiento se despierta, hacia 1834, esto es, cuando
tiene veinte años, gracias al contacto con la
filosofía idealista alemana".
Según Arvon (en su obra "Bakunin, absoluto y
revolución", Barcelona, 1975, p. 23),
"Bakunin había descubierto a Schelling cuando, siendo un
joven oficial de artillería en un rincón perdido de
Lituania, buscaba ocupar su forzada inactividad leyendo un
opúsculo de Venevitinov, joven filósofo fallecido a
los veintidós años de edad, que precisamente se
había adherido a la escuela de Schelling (…) Este
descubrimiento, sin embargo, como reconoce Arvon, fue
accidental.
Tal antecedente marca la primera
etapa del pensamiento bakuniano. Se le puede catalogar, como
ciertamente lo hace Cappelletti, como un tiempo
"idealista-metafísico", el cual va a comprender desde 1834
hasta 1841, que es cuando se encuentra con el pensamiento
hegeliano.
El tiempo "idealista-metafísico" de Bakunin
transciende entre la filosofía kantiana y la
exaltación de la eticidad absoluta del "yo" como creador
del mundo espiritual, en la cual se encontraba el pensamiento de
Fichte.
Immanuel Kant (1724-1804),
pensador alemán, tiene sus raíces
filosóficas en la
Ilustración, pero su intento por establecer un
método
comprensivo y una doctrina de la experiencia que socavase la
metafísica de los siglos XVII y XVIII, le
hizo diferenciarse en su tiempo de otras escuelas del
pensamiento. Kant parte de la pregunta ¿por qué no
pensar que la causa última de las conclusiones
antagónicas de los grandes sistemas, está en la
incapacidad de la razón para llegar al fondo de los
problemas?:
Kant va a someter dicha capacidad a un examen
implacable, antes de proceder a una construcción sistemática. Ese
será el objeto de las "Criticas": examinar la capacidad,
el valor y los
límites
de la razón humana, y el de todo pensamiento kantiano,
pues a él dedicó toda su vida. Esto es lo que se
conoce como problema crítico.
La solución de este problema es el idealismo
trascendental, consistente en afirmar que el
conocimiento humano consiste en una síntesis
de elementos aportados por la experiencia y de otros subjetivos y
que dicha síntesis es activamente producida por el
espíritu.
Es de entenderse que esta concepción idealista
kantiana, que no rechaza el racionalismo,
sino que lo profundiza hasta llevarlo a un "racionalismo
crítico", configuró fuente de
inspiración de Bakunin para erigir sus ideas, no
sólo de rebeldía contra el sistema sino de
desprecio hacia lo "dogmático" e impositivo de un
racionalismo dirigido por un poder
omnipotente.
En cuanto a Johann Gottiieb Fichte (1762-1814),
alemán bien, encontramos un intento por discernir el
método del Proceso
psicogenético de aceptación de la ley moral como lo
supremo. Para Fichte, según nos dice Ferrater Mora,* la
conciencia es el
producto de
una última causa en el universo. El
mundo en el que cada individuo vive
en su propio mundo, traído al "ser" por la acción
creadora de lo último. Es decir, la materialización
del hombre en su forma terrenal obedece a lo supremo que le ha
conformado como esencia humana. Es difícil para nosotros
poder formular qué y cuáles elementos, Bakunin
abstrajo del "idealismo alemán", pero en sus escritos ha
dejado claves que nos hacen suponer que su influencia estuvo en
el modo de apreciar al hombre como centro de un sinfín de
contradicciones que le alejan del sentido último de su
existencia terrenal: la felicidad. Sobre este sentido
último, se han realizado muchos análisis, pero por lo limitado de nuestro
concepto de
estudio, hemos preferido dejarlo tal cual Bakunin lo
concebía: como meta final de la conquista de la
libertad.
Conviene advertir que en Fichte, para el cual ninguna
acción puede considerarse moral si responde a un
imperativo ajeno al Yo, pudo encontrar ya el joven Bakunin un
germen de su afirmación anarquista de la
personalidad como valor supremo.
En 1837 llega definitivamente a Hegel. El Hegel
que conoce Bakunin es un Hegel romántico, en el cual la
laboriosa trama dialéctica importa menos que el
ímpetu ontológico, un Hegel hecho a la medida para
quien desea revolucionar todo el pensamiento sin cambiar nada de
la realidad social y política.
Se entusiasma con la "Fenomenología del espíritu", en
donde el espíritu se eleva desde el saber vulgar al
científico, recorriendo los estadios o fenómenos de
dicho espíritu; así como con la "Filosofía
de la Religión.
Pero ha de tenerse en cuenta que para entonces el
hegelianismo "sirve (…) en Rusia como
nuevo y adecuado instrumento intelectual para justificar la
autocracia zarista. El principio de la racionalidad de lo real
concluye sustentando la racionalidad del Estado y del
Estado absoluto".
Para este tiempo, nos cita E.H. Carr, Bakunin se va a
expresar de la siguiente forma: "No existe el mal; el Bien
está en todas partes. Lo único malo es la
limitación del ojo espiritual. Toda existencia es vida del
espíritu". Y si a ello añadimos las ideas del Hegel
respecto al Estado, obtenemos el siguiente contraste:
El Estado es fin en sí, el Estado es
el Bien, el Estado es el paso de Dios sobre la tierra, que
protege los fines individuales, pero que tiene fines propios
encima de todo individuo.
Es indudable que el joven Bakunin rebelde estaba
sensibilizando sus perspectivas de la sociedad, pero en un marco,
y en ello se presenta conciso, en que lo espiritual supera las
aberraciones y depravaciones de la carne.
El segundo tiempo intelectual de Bakunin, que se divide
en dos etapas, mantiene ese idealismo romántico que le
caracterizó en la primera etapa. La diferencia se remarca
en su inserción dialéctica al estudio de los
fenómenos sociales, en la cual, obviamente, se encuentra
el espíritu hegeliano.
Pero el hegelianismo duraría poco tiempo.
Bakunin, que se había consagrado como un hegeliano de
izquierda (caracterizado por una dialéctica
básicamente idealista), exploró otros rumbos. La
obra de Stein (1757-1831), "El socialismo y el
comunismo en la
Francia
Contemporánea", inició en el joven Bakunin un
proceso de "catarsis"
sobre la realidad europea. A través de la exposición
de las ideas de Saint-Simon,
Leroux, Fourier y Proudhon; Stein involucra a Bakunin con la
realidad francesa y le hace compenetrarse con el espíritu
reivindicativo de una Francia abandonada en las ideas de libertad
y fraternidad que movilizaron la estéril Revolución
Francesa.
Esta segunda etapa intelectual de Bakunin
permanecería hasta 1864, no sin alteraciones, pero
sí bajo un formato "idealista-dialéctico" que le
perpetúa reflexiones sobre la sociedad y el hombre en
oposición a los dogmas del sistema.
Al descubrir las ideas de los denominados "Socialistas
utópicos" franceses, Bakunin aprecia con verdadera
devoción las propuestas organizativas, como el federalismo
libertario, que Proudhon formulara en sus reflexiones. A todas
éstas hay que destacar la influencia de las ideas de
Karl Marx y F.
Engels, que también llegaron a conocimiento
de Bakunin. A tal efecto nos dice Cappelletti: "… (Bakunin)
conoce, sobre todo, a los dos hombres que más han de
influir en la formación de su pensamiento definido y
maduro: Marx y Proudhon (un alemán y un francés,
que vale la pena recordarlo); el primero, como el polo negativo;
el segundo como el positivo de su actividad
intelectual.
Afirmar que en este tiempo Bakunin haya sido Marxista o
Proudhoniano, seria irresponsable. "Su ideología, un tanto difusa, corresponde
más bien al ambiente
romántico demócrata-socialista que precede a la
revolución de 1848 y, en términos muy generales, a
un idealismo ético-social cada vez más alejado en
la forma y en el lenguaje
del idealismo de los jóvenes hegelianos, aunque no
enteramente ajeno a él en el fondo".
Para este tiempo afloran en Bakunin dos
características fundamentales que a "posteriori" le
dará personalidad a
su pensamiento. Por un lado las ideas nacionalistas eslavas y por
otro el paneslavismo. A tal respecto dirá Bakunin en su
escrito inacabado "Estatismo y Anarquía":
Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo
vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconcialiados y
en el fondo de su alma
insumisos. Los alemanes odian a los eslavos como los amos odian
generalmente a sus esclavos; por su odio, que ellos, los
alemanes, han merecido bien de parte de los eslavos; por ese
miedo constante e involuntario que promueve en ellos el
pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos en su
liberación. A toda éstas, Bakunin explica su
posición ante el paneslavismo: "Somos enemigos tan
intransigentes del paneslavismo como del pangermanismo, y tenemos
la intención de dedicar un artículo especial a esta
cuestión…Ese dichoso artículo, que
constituyó un primer eslabón en la
concepción federalista de Bakunin, apareció en 1848
bajo el nombre del Llamamiento a los eslavos, y en
él se recogen Las ideas de Bakunin en cuanto a "reunir las
diversas nacionalidades eslavas y hacerlo sin edificar un Estado
autoritario de hegemonía rusa". Sino bajo la
fórmula de una libre federación paneslava, en la
que cada pueblo sea libre y miembro unido a los otros pueblos por
lazos fraternales.
Ya a finales de 1847, Bakunin se encontraba afinado en
conciencia revolucionaria. Aquel joven rebelde que dijo "no" en
calidad de renuncia a la explotación y a la injusticia, se
encontraba consciente de una fuerza externa
necesaria que impulsara un salto brusco en la historia y brindara una
oportunidad de rehacer las cosas desde los principios de
libertad y espontaneidad que desde milenios han acompañado
el espíritu del hombre.
La Revolución de 1848, iniciada el 21 de febrero,
fue el resultado de una alianza entre la clase trabajadora y la
media, contra la burguesía. Esta sirvió como cabida
al fulgor revolucionario de Bakunin: "Pero no tardó mucho
en darse cuenta de que París no era el lugar más
apropiado para sus actividades revolucionarias, mayormente cuando
la capital de
Francia ya no constituía, según (Bakunin), el
único centro de la revolución."
Bakunin partiría hacia Zurich,
embarcándose en proyectos
revolucionarios que contaban, en su mejor momento, con la fuerza
avasallante de su espíritu liberador. En 1849 cae
prisionero en Chemnitz con otros revolucionarios
encerrándosele en las cárceles de Dresde y
Koenigstein. Se inicia para Bakunin una nueva etapa en la vida
revolucionaria; etapa que exigirá de él un
espíritu consistente, a fin de soportar los avatares de la
tortura, de la soledad y de la privación de su más
anhelado derecho: la libertad.
El paso de ese hombre joven rebelde, al hombre joven
revolucionario, ciertamente no se da. Sino que se complementa en
un solo objetivo: el
encauzamiento del fulgor de rebeldía hacia el conocimiento
intelectual que contribuiría a la edificación de la
revolucionaria. Es pues, un paso trascendental que Bakunin para
escalar de su corpulento físico a su grandeza espiritual
aún apaciguada en los primero tiempos.
El 9 de mayo de 1849, nos relata Cappelleti, es detenido
Bakunin en Chemnitz, Sajonia, por su participación en
Dresde. Ello le costó primero ser encerrado por 15
días en la cárcel de la ciudad; luego, debido al
excesivo número de prisioneros allí hacinados, fue
transferido al cuartel de caballería, y por fin, a partir
del 29 de agosto, en la fortaleza de Konigstein, es recluido por
un tiempo de 9 meses.
Su primera experiencia de reclusión no fue tan
dura. Tuvo algunas comodidades (como una celda no tan
fría, se le permitía fumar, pasear por los
jardines, escribir cartas, etc).
Pero una vez completado los interrogatorios fue condenado a la
pena capital el 14 de enero de 1850.
La apelación quedó sin lugar y el 6 de
abril fue la confirmada sentencia. Bakunin no hizo mayor esfuerzo
por solventar aquella situación, que antes de permanecer
confinado de por vida prefería la muerte. El
13 de junio de 1850, sentenciado a muerte, y en
opinión de E.H. Carr, bastante demacrado, es entregado a
las autoridades del Imperio austriaco, que lo encerró en
el Monasterio de San Jorge en Praga. Allí
permanecería hasta el 13 de marzo de 1851, cuando por
temor a que se concretara un supuesto plan de fuga, es
trasladado a la fortaleza de Olmütz.
Bajo las dudas de que intentara otra acción de
fuga, las autoridades austriacas intensificaron los
interrogatorios e hicieron el reo se pronunciara al respecto.
Bakunin no vaciló en aceptarlo y en afirmar su
convicción revolucionaria, ello le valió un punto a
favor: fue conmutada la sentencia a muerte y se le condenó
a cadena perpetua. El 17 de marzo, del mismo año, fue
entregado a las autoridades rusas en la frontera de
Galitzia.
Para el 23 de marzo ingresa Bakunin en la conocida
fortaleza de "Pedro y Pablo", en San Peterburgo. Allí
estará hasta el mes de mayo de 1854, pero dejaría
marcado en aquellas paredes lacustres un hecho que el propio
Bakunin, al final de sus catalogó como un "grave error":
La Confesión al Zar.
A un mes de estar recluido en San Peterburgo, es
visitado por el conde Orlov, que era portador de un mensaje del
Zar, quien invitaba a Bakunin, en términos moderados y
casi corteses, a escribir una confesión de sus delitos.
Es así como se produce la "Confesión" de
Bakunin, que no es más que el reconocimiento de sus
presuntos delitos, en un lenguaje de gran vigorosidad y colorido.
Esta "Confesión", sin embargo, se mantuvo desconocida
hasta 1921, generando interpretaciones muy subidas de tono en
cuanto a la honorabilidad moral de Bakunin, por parte de quienes
fungían de enemigos de dicho pensador
anarquista.
Lo cierto es que la "Confesión" al Zar,
configuró una crítica sopesada del régimen y
un reconocimiento de delitos que no eran más que
manifestaciones de rebeldía contra el despotismo
reinante.
En 1854 es trasladado a la prisión de
Schiüsselburg, situada en la comarca septentrional del lago
Ladoga. "Allí permanecería aún otros tres
años". En febrero de 1857, Bakunin dirigió una
petición al Zar. Este le respondió pronto,
dándole a elegir entre la prisión de
Schiüsselburg, donde se encontraba recluido, o el exilio a
Siberia. Escogió sin dudarlo el exilio. La relativa
libertad, aunque fuera en las durísimas condiciones en que
se le ofrecía, era siempre un bien para él. En
Siberia, se le fijó como residencia la ciudad de
Tomsk.
Al salir Bakunin hacia Siberia aún le
quedarían cinco años de limitaciones, pero ello no
le paralizó su fuerza interior ni su deseo de
preparación. Siguió formando su conciencia
revolucionaria en tomo a ideas y postulados intelectuales que
cada vez se aproximaba más a ese primer Bakunin lleno de
fulgor y rebeldía.
Pero no todo fue fuerza espiritual en Bakunin, tuvo, sin
embargo, que soportar las mayores calamidades físicas:
Escorbuto, caries, hemorroides, resfriados frecuentes, etc.
Minaron la salud física de Bakunin
como consecuencia inmediata de una pobre alimentación, de una
inmovilidad forzada y de una insalubre humedad; producto de las
celdas subacuáticas donde le tocó permutar su
sentencia. Bakunin iba a verse, por su amor a (la
sociedad), condenado a muerte dos veces en Sajonia (1849) y en
Austria (1850); iba a ser expulsado de la mayoría de los
países europeos; a ser condenado a la pérdida de
sus bienes y a la
deportación a Siberia por contumacia (1843); haría
a pie el trayecto de la frontera belga hasta París para
asistir a las jornadas de 1848; organizaría la resistencia en
Dresde un año después; trataría de
suicidarse en la cárcel de Olmütz (1850) con
fósforos; pasaría tres años en las mazmorras
de la cárcel de Pedro y Pablo, en Petersburgo (1851-1854);
daría la vuelta completa a la Tierra para
incorporarse de nuevo a la inquieta Europa
occidental; formaría revueltas, insurrecciones,
organizaría asociaciones obreras, conspirativas, sociales;
haría frente a Marx, a Engels, a Mazzini,
irradiaría en fin una influencia y hasta una
admiración como hombre alguno haya, raramente, logrado
jamás.
Bakunin, en la medida que su pensamiento se fue afinando
con la realidad europea, adquirió nuevas ideas que le
llevaron a diseñar, en prisión, un pensamiento
revolucionario extremo. En estos años, el proyecto
político de Bakunin parece haber tomado la forma de una
dictadura
revolucionaria, ejercida por su primo y amigo Muraviev, en quien
veía al único hombre capaz de unir a los eslavos y
de modernizar a Rusia, haciendo de ella un país
democrático y progresista.
Aunque parezca raro tal apreciación de un hombre
que ha rechazado los sistemas democráticos por
considerarlos una mentira a las aspiraciones y deseos del pueblo,
este retrato del Bakunin maduro es el producto de una variante,
la cual, sugerida por las especiales circunstancias vividas en
Siberia, crearon en él una perspectiva distinta de
cómo lograr proyectos que hasta el momento conservaba en
la penumbra de un recuerdo y en el deseo de una
conquista.
La transición del prisionero al anarquista se da
a base de una nueva interpretación de la realidad
político-social. Lo que Cappelletti llama "variante" no
fue más que un cambio en la
conceptualización idealista, generando un materialismo que
le acompañaría hasta su muerte. En este contexto se
enmarca el pensamiento del último Bakunin, que será
nuestro punto de análisis a
continuación.
Bakunin prisionero desarrolló una producción intelectual fructífera.
En 1850 escribe su "Escrito de Defensa" que no es más que
su posición ante lo que considera una privación de
su derecho a decir lo que a viva voz su conciencia le dictaba.
Para 1851 hace extensiva su "Confesión al Zar
Nicolás I". El resto de los escritos son cartas vigorosas
que intentan plasmar sus sentimientos en la pesadumbre de la
prisión. Conjuntamente con sus eventuales escritos se
dedica a la lectura y a
la constante utilización de sus neuronas para la cordura e
higiene
mental, la cual se veía amenazada en razón del
encierro y a las calamidades físicas que minaban su salud.
En 1857 marcharía al exilio a Siberia y ello da inicio a
una nueva etapa, tanto intelectual como práctica, en el
proceso revolucionario que fluía en las praderas europeas
del siglo XIX.
EL PENSAMIENTO DEL
ÚLTIMO BAKUNIN
Pero antes de ahondar sobre lo que fue el último
Bakunin, es necesario destacar las principales líneas de
discernimiento que la pluma vigorosa bakuniniana trató en
su interpretación de la sociedad industrial y del hombre
como ente de su centro en el universo
organizado de la civilización. Las ideas de Bakunin se nos
presentan en varios puntos fundamentales. La concepción
antiestatista, el federalismo, la solidaridad,
la
organización de los trabajadores y la necesaria
compenetración con las constantes revolucionarias que
inciden sobre el cambio y transformación del universo
social.
El hombre, como realidad (y no como la fábula
bíblica), en sentido muy claro "…se ha emancipado, se ha
separado de la animalidad y se ha constituido como hombre; ha
comenzado su historia y su desenvolvimiento propiamente humano
por un acto desobediencia y de ciencia, es
decir, por la rebeldía y por el " pensamiento". Esta
emancipación del hombre es para Bakunin la
concretación de tres elementos, que en una medida
ascendente, han' do manifestándose desde el
surgimiento de la raza humana. Tres principios fundamentales
constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento
humano, tanto colectivo como individual, en la historia: 1°
la animalidad humana; 2° el pensamiento, y 3° la
rebeldía. El primero corresponde a la economía
social y privada; segundo a la ciencia y el tercero, a
la libertad. Estas ideas mueven el universo social
de lo que verdaderamente es humano y alcanza ese fin
último de "rebeldía" que equivale a un sistema
social en donde el hombre sea dueño de sí mismo y
su "yo soy, hoy soy yo" se convierta en las banderas
nacionales de la gran fraternidad social denominada raza
humana.
El sistema imperante ha impuesto la
creencia de un Dios? Ello, en acepción de Bakunin, se debe
a un mal necesario. Hay una categoría de gentes que, si no
cree, debe al menos aparentar creer. Son todos los atormentados,
todos los opresores todos repetirán al unísono
estas palabras de Voltaire: Si
"Dios no existiese habría que inventarlo". Porque,
comprenderéis, es precisamente una religión para el
pueblo. Es la válvula de seguridad. Y
puesto que se ha comprobado que los pueblos de todas las
épocas de su vida han creído, y creen
todavía, en Dios, debemos concluir simplemente que la idea
divina, salida de nosotros mismos, en un error
históricamente necesario en el desenvolvimiento de la
humanidad. A tal respecto Bakunin se formula la siguiente
interrogante: ¿Por qué y cómo se ha
producido en la historia, por qué la inmensa
mayoría de la especie humana acepta como verdad la
religión? La respuesta a ello la encuentra Bakunin en la
configuración de un tentáculo que sirve como brazo
de dominio
físico de la sociedad: el Estado.
E1 Estado, que es en visión atinada de Bakunin
"consagrado en la Iglesia",
asume una connotación de Estado militar y se convierte
necesariamente, en un Estado conquistador; porque si no conquista
él, será conquistado, por la simple razón de
que donde reina la fuerza no puede pasarse sin que esa fuerza
obre y se muestre. Por consiguiente, el Estado moderno debe ser
absolutamente un Estado enorme y poderoso: es condición
fundamental de su existencia.
Por su parte la idea de Dios, que consagra al Estado en
su papel de Ley y Orden de la sociedad, implica "la
abdicación de la razón humana y de la justicia
humana; es la negación más decisiva de la libertad
humana y lleva necesariamente a la esclavitud de los
hombres, tanto en la teoría
como en la práctica". A tal efecto, todo aquello que
está amparado en perpetuidad de una negación de la
libertad humana, esclaviza al hombre y le hace sujeto de todas
las injusticias.
En este punto de vista se edifica la idea antiestatista
de Bakunin: ¿Qué representa el Estado? La suma de
negaciones de las libertades individuales de todos sus miembros;
o la suma de sacrificios hechos por todos sus miembros
renunciando a una parte de su libertad en favor del bien
común.
En lo que respecta a la autoridad, como concepto
instrumental del Estado, Bakunin manifiesta certeramente su
posición: "Aceptamos todas las autoridades naturales y
todas las influencias de hecho, ninguna de derecho; porque toda
autoridad o toda influencia de derecho, y como tal oficialmente
impuesta, al convenirse pronto en una opresión y en una
mentira, nos impondría infaliblemente, como creo haberlo
demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo. En una
palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y
toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales,
aunque salgan del sufragio
universal, convencidos que no podrán actuar sino en
provecho de una minoría dominadora y explotadora, contra
los intereses de la inmensa mayoría sometida."
Estas ideas las concluye Bakunin diciendo: "He
aquí en qué sentido somos realmente anarquistas".
La libertad, por su parte, en Bakunin tiene un sentido de
solidaridad y fraternidad entre los hombres. Ella se da por la
unión espontánea de la sociedad y no por la
imposición de una religión o Estado, que en su
más directo interés
está el del someter las libertades en tomo a una libertad
que supuestamente dictaminan lo divino y trascendental en las
relaciones de los hombres: "Sólo soy libre cuando todos
los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son
igualmente libres. Lejos de limitar o negar mi libertad, la
libertad de los demás es su condición necesaria y
su afirmación. Sólo soy libre en el verdadero
sentido de la palabra en virtud de la libertad de los
demás, de manera que cuanto mayor es el número de
personas libres que me rodean, y cuanto más amplia,
profunda y extensa es su libertad, más profunda y amplia
será la mía".
En cuanto a la revolución, como medio para
transformar la sociedad, Bakunin la concibe como un todo compacto
que se expende internacionalmente: "No puede ser una
revolución aislada jc una sola nación". Ahora bien, para lograr esa
internacionalización de la revolución es necesario
organizar bien el movimiento. Y qué mejor ocasión,
intuía Bakunin, que aprovechar la euforia de la clase
obrera para encaminar un movimiento coherente que dé, de
una vez por todas, la cara por los desposeídos y elimine
el parásito del Estado de una vez y para siempre.
Sólo un pequeño número de individuos,
expresaba Bakunin, puede ser arrastrado por una idea abstracta y
"pura". Los millones, las masas, no sólo del proletariado
sino también de las clases instruidas y privilegiadas,
sólo se mueven por el poder y la lógica
de los "hechos", captando y previendo la mayor parte del tiempo
sólo sus intereses inmediatos, o empujados
únicamente por sus pasiones monetarias más o menos
ciegas. Por consiguiente, para interesar y atraer a la totalidad
del proletariado al trabajo de la
Internacional, es necesario acercarse a ellos, no con ideas
generales y abstractas, sino con una comprensión viva y
tangible de sus problemas urgentes, de cuyos males esos
trabajadores tienen conciencia de una manera concreta.
Pero esa organización de clase obrera ha de
partir de la premisa básica: la organización de
abajo hacia arriba que impida cualquier brote de autoritarismo
que segregue injusticia y desigualdad. En lo que concierne a la
religión, como hemos resaltado anteriormente, ésta
es una "locura colectiva" para Bakunin. Locura muy poderosa, que
es tradicional y su origen se pierde en un tiempo excesivamente
lejano. El cristianismo
es, en percepción
de Bakunin, precisamente la religión por excelencia,
porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la
propia esencia de todo sistema religioso, que es el
empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la
humanidad en beneficio de la divinidad.
Estas apreciaciones, que fluyen por varios escritos de
Bakunin, convergen en la relación de dos instituciones.
Los más inspirados "deben" ser escuchados y
obedecidos; por los menos inspirados. He ahí al fin el
principio de autoridad bien establecido, y con él las dos
instituciones fundamentales de la esclavitud: la Iglesia y el
Estado.
A partir de 1864 Bakunin da un cambio a su
concepción política de la sociedad. De un idealismo
"latente" que le acompañó por casi la mitad de su
existencia, pasó a un materialismo en el cual encontramos
tres subpartes que refrendan una inestabilidad en la continuidad
de ideas. Según Cappelletti, distinguimos una subetapa
"florentina", otra "napolitana" y una tercera, a la cual
podríamos calificar de consolidación materialista.
Ya en "Dios y el Estado", había dejado referencia de ese
cambio potencial, que venía gestándose en Bakunin,
de idealismo a materialismo.
El materialismo, decía Bakunin, parte de la
animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la
divinidad para constituir la esclavitud y condensar a las masas a
una animalidad sin salida. El materialismo niega el libre
albedrío y llega a la constitución de la libertad; el idealismo,
en nombre de la dignidad
humana, proclama el libre albedrío y sobre las ruinas de
toda libertad funda la autoridad. El materialismo rechaza el
principio de autoridad porque lo considera, con mucha
razón, como el corolario de la animalidad y, al contrario,
el triunfo de la humanidad, que según él es el fin
y el sentido principal de la historia, no es realizable
más que por la libertad. En una palabra, en toda
cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante
delito siempre de
materialismo práctico, mientras que, al contrario,
veréis a los materialistas perseguir y realizar las
aspiraciones, los pensamientos más ampliamente
ideales.
La subetapa "florentina" (1864-1865), se caracteriza por
un ateísmo claro y por la persistencia de ideas
nacionalistas. La segunda subetapa, la "napolitana", muestra una
convicción federalista y de autonomía comunal en lo
político; así como el socialismo (o colectivismo)
como vía inequívoca para organizar correctatamente
la sociedad y economía. A todas
éstas, se declara abiertamente partidario de la
revolución por la fuerza.
La tercera subetapa, aparece matizada en la obra
"Federalismo, Socialismo y Antiteologismo". En la cual se resalta
el pensamiento bakuniniano en lo político, a través
de su concepción de abolición del Estado; en lo
económico, a través de la socialización de la tierra y los medios de
producción; y en lo filosófico, a través de
un materialismo basado en la ciencia de
la naturaleza y la negación de toda divinidad personal y de
toda religión positiva.
A pesar de que para finales de la década sesenta,
Bakunin había restablecido sus relaciones con Marx, no
quedaba la menor duda que les separaba grandes diferencias.
Bakunin tenía un concepto más extremo en lo que a
la lucha revolucionaria se refiere, en cuanto que Marx
seguía manteniendo una posición flexible ante el
Estado burgués. Bakunin pedía la abolición
concreta y fulminante de las Instituciones del Estado; Marx
veía conveniente mantenerlas un tiempo, a fin de que
contribuyesen a una transición sin sobresaltos y
permitiera el equilibrio económico necesario para
emprender la tarea de reconstrucción:
El punto básico del programa
político-social de Lassalle y de la teoría
comunista de Marx (nos dice Bakunin) es la imaginaria
emancipación del proletariado por medio del Estado. Para
esto es necesario que el Estado consienta en tomar sobre
sí la tarea de emancipar al proletariado del yugo del
capital burgués.
Empero, manteniendo esta posición determinante,
Bakunin fue moldeando algunas de sus últimas ideas hacia
ciertos elementos comunistas. Tal es el caso de su tesis de que
no es la tierra ni el capital junto con el trabajo,
sino el trabajo solo la única causa de todos los bienes
económicos y de toda la riqueza material de la sociedad.
Si revisamos a fondo la teoría económica de "El
Capital" de Marx, encontramos una sublime coincidencia: "Al
convertir en fuerza de trabajo una parte de su capital (es decir,
el trabajo en sí como medio de producción), el
capitalista mantiene y valoriza su capital entero (bienes
económicos). Pero eso no es todo. Mata dos pájaros
de un tiro. Aprovecha no sólo lo que recibe del obrero,
sino también aquello que él le da (la riqueza
material de la sociedad)."
Como podemos ver, existe ambigüedad en algunos
matices del pensamiento del último Bakunin, aunque ello no
le resta distinción y personalidad al pensamiento que
mantuvo, en ello estamos convencidos, una línea
rígida en lo que a la organización de sociedad se
refiere. Los biógrafos de
Bakunin, entre ellos E.H. admiten que el cambio de idealista a
materialista en el pensamiento bakuniniano, obedece a que
él en su tiempo de cárcel íntegramente lo
que era el universo de su idea, que no flaqueó a pesar de
maltratos físicos. Es decir, comparó la realidad
con la idea, y concluyó que la revolución
debía formarse en la realidad y no en el proyecto ideario
de algún rebelde. En estos os conceptuales se
aproximó al comunismo de Marx, que no era otra cosa que la
descripción de la realidad capitalista.
Hasta entonces Bakunin había gravitado en expectativas y
sueños le rompían el molde de los hechos en la
sociedad.
Para bien, sería "El programa de la Alianza de la
Revolución Internacional, escrito entre el 25 y 30 de
marzo de 1871, el que condensaría, en 19 tesis, el
último pensamiento de Bakunin. Esta visión del
último pensamiento de Bakunin, se la debemos a Marx
Nettlau, quien la describe como un período
internacionalista. El ambicioso programa de la Alianza, sena
publicado en su repercusión vendría por la
concordancia de algunas ideas con las marxistas, así como
por el manejo acabado del concepto de libertad, que desde siempre
había ocupado lugar estelar en el discernimiento
bakuniniano. El programa consta, como dijimos, de 19 tesis, las
cuales, en razón a un ordenamiento más
explícito, hemos condensado en tres
puntos:
1. — Las dos grandes negaciones
Desde la tesis I hasta la tesis II, Bakunin se centra en
mantener una posición clara y consecuente, con lo que ha
sido su pensamiento contestatario: "Negación de Dios y del
principio de autoridad, divino y humano"; y la "Negación
del libre albedrío y del derecho de la sociedad a
castigar":
La negación de Dios es paralela a la del
principio de autoridad. No se trata de una tesis especulativa
como de una actitud emocional y práctica. Más que
de ateísmo debe hablarse (…) de antiteísmo.
Bakunin rechaza cualquier forma de dominio o dirección permanente de un individuo sobre
otros individuos, sin que valga como excusa la ignorancia o falta
de educa de éstos.
En la sociedad, para Bakunin, se dan cuatro causas
básicas de la inmoralidad del hombre: 1.—carencia de
racionalidad; 2 — desigualdad en lo
económico-social; 3.—la ignorancia de las masas; y
4.—la consecuencia inmediata de todas estas faltas
esclavitud. Por lo tanto es menester que la revolución
corrija estos problemas, pero no a través de la fuerza,
sino de la educación y de la
instrucción ponderada, que permita al individuo pensar en
tomo a una colectividad y no en función de
su individualidad (como lo hace el Estado). En lo que se refiere
al albedrío, Bakunin expresa que la "libre voluntad", en
un medio regido por las leyes de la
naturaleza, de las cuales las leyes de la sociedad forman parte,
implicaría admitir la excepción de esas leyes; es
decir, la ruptura y nuevo inicio en la universal cadena de las
causas, lo cual llevaría a un desequilibrio mayor del que
acontece por la presencia de la voluntad dominante de la clase
que ostenta el poder, estamos hablando de una mayoría que
conforma el pueblo. Y esa mayoría, al propiciar
enfrentamientos internos de libertades, estaría actuando
con los instrumentos desestabilizadores del Estado, que en
definitiva, tiene intereses definidos para tal instrumentación. En cambio
¿qué interés podría tener la gran
mayoría en seguir manteniendo la barbarie?
2.—Libertad-Solidaridad-Sociedad
La libertad es apreciada por Bakunin, en su obra "Dios y
el lado", como la obediencia "a las leyes naturales, porque las
ha reconocido él mismo (hombre) como tales y no porque le
hayan sido impuestas exteriormente por una voluntad
extraña, divina o mana cualquiera, colectiva o
individual". Este punto de visen el último Bakunin, se
complementa con la representación e dicha libertad asume
de la capacidad del hombre para emanciparse. Cierto es que
Bakunin ya había dicho, en sus años de juventud,
que la libertad constituía no un privilegio, sino una meta
final; pero el último Bakunin la expone como parte
irrenunciable un carácter emancipatorio, donde el hombre a
través de una libertad colectiva logra su libertad
individual. A todas éstas, Bakunin considera que el
hombre, tal como lo afirmó Aristóteles, puede existir fuera de la
sociedad. Menos aún, el hombre no puede alcanzar su
libertad si no es en Sociedad.
Pero ese hombre que se desarrolla en sociedad y logra
alcanzar libertad, no debe apartarse de su lazo común con
los otros miembros. Es así como la solidaridad aparece
como expresión ruina de libertad, que por estar fundada en
la igualdad
alcanza máxima de "justicia social".
La sociedad ha de ser, ineludible, natural; y ello
implica sin ando", sin dominio mayor que el colectivo.
3— El Trabajo-La División
Social-Ocio
Las ideas, como dijimos anteriormente, asemejan un tanto
el pensamiento bakuniniano con el marxista-comunista, pero ello
implica que Bakunin haya, en su último tiempo, congraciado
¡as con éstos. Por el contrario, inferimos que hubo
una aproximación en lo que al manejo metodológico
de la realidad social se refiere.
El trabajo es visto por Bakunin como "la única
fuente de todos los valores, de todos los bienes y de la riqueza
en general, el hombre debe trabajar para vivir". Pero ese
trabajo, nos remarca Bakunin, debe ser asociado…"es decir,
organizado sobre los principios de reciprocidad y
cooperación, es adecuado para la tarea de mantener la
existencia de una sociedad amplia y de algún modo
civilizada".
Pero en las actuales condiciones de la sociedad,
dividida en una minoría de propietarios y una
mayoría de proletarios tratados como
esclavos, siervos o trabajadores asalariados, es difícil
concebir un trabajo asociado que alcance las prioridades de
satisfacción del "bien común". Antes de formar una
comunidad con
ideas tan puras como el trabajo asociado es menester
desarticularizar y derogar la base del derecho a la prioridad
privada y hereditaria (que es la esclavitud y la
explotación del trabajo organizado en beneficio de los
más fuertes), que es la esencia de la sociedad actual. Una
vez conquistado este objetivo podemos organizar la comunidad en
perspectiva de un trabajo que permita captar la
civilización como un concepto humano y
solidario.
En cuanto a éste el ocio, o tiempo necesario para
el relajamiento y el compartir en sociedad, nos dice Bakunin, ha
alcanzado en nuestro tiempo un lugar reservado únicamente
a la clase dominante. El ocio "es necesario para el desarrollo
del espíritu debido a que el desarrollo del
carácter y de la personalidad exigen asimismo cierto grado
de bienestar y de libertad en los movimientos y en la actividad
personal, era natural que las d" gobernantes se mostraran
más civilizadas, más inteligentes, más
humanas y, en cierta medida, más morales que las grandes
masas del pueblo".
En contrapartida, el pueblo, al no disponer del
"ocio1" medio purificador de las tensiones del trabajo
diario, tiene una forzada barbarie, en donde la clase dominante
se vale para imponer un orden de ley que no es más que el
límite a la mayoría, a fin de evitar que alcance su
lugar en el sistema.
Los tres puntos expuestos condensan el pensamiento
último de Bakunin. Es de notarse que todas las ideas no
son novedad, pero sí reafirmación de una
posición frente al sistema imperante en Europa. Toda esta
radiografía hace que Bakunin formule su "Programa
Socialista". En la tesis 18 nos dice:
Nuestro programa socialista exige y exigirá
infatigablemente:
1. — Nivelación política,
económica y social de las clases y de todos los pueblos
que viven sobre la tierra.
2. — Abolición del carácter
hereditario de la propiedad.
3. — Apropiación de la tierra por las
asociaciones agrícolas, y del capital y todos los medios
de producción por las asociaciones
industriales.
4- Abolición de la ley familiar patriarcal,
basada exclusivamente en el derecho a heredar la propiedad, y
nivelación del hombre y la mujer en
cuanto a derechos políticos, económicos y
sociales.
5— La manutención, instrucción y
educación de todos los oficios de ambos sexos hasta su
adolescencia,
bien entendido que la formación científica y
técnica, incluyendo las ramas de la enseñanza superior, debe ser igual y
obligatoria para todos.
Como observación final dice Bakunin: "La escuela
sustituirá a la iglesia y hará innecesarios los
códigos penales, los gendarmes, los castigos, las
prisiones y los vergudos".
Bakunin estuvo claro en que la libertad no podía
ser alcanzada en las condiciones de la sociedad de la
época (que para nuestra desgracia aún subsiste). La
libertad exigía de cambios profundos que desterraran la
propiedad y el Estado de una buena vez como base de la sociedad,
y en su lugar se creará una organización federada
que partiera desde los estratos bajos hasta los más altos.
Ya que la libertad colectiva conquistaba la tan anhelada libertad
individual. Sobre esta expectativa organizativa versará el
siguiente punto.
LA VISIÓN
ESLAVA Y EL FEDERALISMO ANÁRQUICO
Bakunin va a tener una apreciación muy propia
sobre el nacionalismo.
Cabe recordar que los ácratas consideran como único
nacionalismo aceptable, aquel que parte del ser histórico
y cultural de un pueblo. Bakunin no se aislará de ello y
dirá: "El nacionalismo no es un principio humano
universal". Es un hecho histórico y local que, como todos
los hechos reales o inofensivos, tiene derecho a exigir general
aceptación. Cada pueblo y hasta la más
pequeña unidad étnica o tradicional tiene su propio
carácter, su específico modo de existencia, su
propia manera de hablar, de sentir, de pensar y de actuar; y esta
idiosincrasia constituye la esencia de la nacionalidad,
resultado de toda la vida histórica y suma total de las
condiciones vitales de ese pueblo".
En este contexto se fundamentaron los argumentos de
Bakunin sobre el pueblo eslavo. Los eslavos constituyen una
ramificación etnográfica y lingüística de la familia indoeuropea
(familia de pueblos que tienen por antepasados a los arios, que
son los pueblos de raza mediterránea oriental, que
invadieron el norte de la India; y
están repartidos entre la India y parte de Europa); que se
subdivide en tres grandes grupos: 1.—
los eslavos occidentales, en Polonia, Bohema, Moravia, Eslovaquia
(polacos, checos, eslovacos, lusacios); 2 — los eslavos
orientales o rusos, divididos en grandes rusos,
míos rusos y rusos blancos; 3.—los eslavos
meridionales o yugoslavos (búlgaros, servios, croatas,
eslovenos).
Bakunin, que partía de un nacionalismo consciente
del ser histórico-cultural de un pueblo, no podía
pasar por alto las calamidades que sufría el pueblo eslavo
al no ser aceptado por las otras ramas étnicas europeas. Y
aún peor, por no poseer un gobierno propio
que organizara y legislara en función a los valores e
intereses histéricos-culturales del pueblo eslavo. A tal
efecto, en 1848, publica en alemán un "llamamiento a los
eslavos" en el cual predicaba la libre federación de los
pueblos eslavos:
El Federalismo eslavo es el "llamamiento a los eslavos"
(…) Se trata de reunir las diversas nacionalidades eslavas y
hacerlo sin edificar un Estado autoritario de hegemonía
rusa: una Rusia que llevase sobre sus hombros "todo el peso de
esta centralización inmensa, complicada e
impuesta" se atraería el odio de todos los demás
eslavos, de la misma manera que actualmente es odiada por los
polacos, no sería la liberadora, sino el tirano de toda la
familia eslava. Por consiguiente, se impone la fórmula de
una libre federación paneslava, en la que cada pueblo,
grande o pequeño, sea libre y, al propio tiempo, miembro
unido de los otros pueblos por lazos fraternales; y en esta
"reunión fraternal" no habrá ninguna fuerza estatal
particular, ninguna hegemonía.
Bakunin no agotaría en el "Llamamiento a los
eslavos" su deseo por conquistar una nacionalidad
que reivindicara los derechos negados a esas familias eslavas
diseminadas por toda Europa. Es así, como en "Estatismo y
Anarquía", hace una exposición amplia de su
posición ante la realidad eslava y cimienta su
concepción federalista al punto de proponerla, a
"posteriori", como fundamento para la organización de una
sociedad Socialista sin Estado.
Bakunin, en "Estatismo y Anarquía", describe la
función Estado: "(El) Estado (…), cuyo único fin
es organizar la explicación más vasta del trabajo
en provecho del capital (…), así? pues es el triunfo del
reino de la alta finanza, de la bancocracia bajo la
protección poderosa del poder fiscal,
burocrático y policial que se apoya sobre todo en la
fuerza militar, y es, por consiguiente, esencialmente
despótico aun enmascarándose bajo el juego
parlamentario del pseudo constitucionalismo". Este tipo de
Estado, para un pueblo tan noble como el eslavo,
terminaría por minar las asperezas y los odios que
aún permanecen irreconciliados en el fondo de las almas de
otras razas. La alternativa para el pueblo eslavo es la
organización federal sin mayor dominio que el de la
colectividad y sin la presencia hegemónica de un Estado:
La producción capitalista contemporánea y las
especulaciones de los bancos exigen,
para su desenvolvimiento futuro y más completo, una
centralización estática
enorme, que sería la única capaz de someter los
millones de trabajadores a su explotación. La
organización federal, de abajo a arriba, de las
asociaciones obreras, de grupos, de comunas,* de cantones y, en
fin, de regiones y de pueblos, es la única
condición para una libertad verdadera y no ficticia, pero
que repugna a su convicción en el mismo grado que toda
autonomía económica es incompatible con su métodos.
La hegemonía constituye, nos dice Bakunin, una
manifestación "modesta y práctica" de la
aspiración del Estado. Como condición primogenia
para que la hegemonía se dé en cualquier comunidad,
es indispensable descubrir la debilidad e imponer como regla de
supervivencia la "sumisión". El pueblo eslavo ha padecido
la imposición de los alemanes, de los austriacos, de los
propios rusos. Una imposición que se ejerce a
través de la experiencia de la sumisión de esta
etnia y la
obediencia al sistema de gobierno, que no sólo le es ajeno
a los eslavos, sino que en ningún momento está
permitida la participación eslava en la dirección
gubernamental: "Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo
vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconciliados y
en el fondo de su alma insumisos. Los alemanes odian a los
eslavos como los amos odian generalmente a sus esclavos: por su
odio, que ellos, los alemanes, han merecido bien de parte de los
eslavos; por ese miedo constante e involuntario que promueve en
ellos el pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos
en su liberación. Como todos los invasores de suelo
extraño y los opresores de un pueblo extranjero, los
alemanes odian y desprecian al mismo tiempo e injustamente a los
eslavos. Hemos explicado por qué los odian; los desprecian
porque los eslavos no han podido y no han querido germanizarse.
Es notable es qué grado los alemanes prusianos reprochan
amarga y seriamente a los alemanes austriacos y acusan al
gobierno austriaco hasta la tradición por no haber podido
germanizar los eslavos. Tienen la convicción, que es un
crimen enorme contra los intereses patrióticos de todos
los alemanes, contra el pangermanismo."
En cuanto a los eslavos de Austria, se encuentran
perseguidos por todas partes. El pangermanismo ha intentado
tomarlos propiedad pero ellos se han rebelado con furia. Aunque c
acción de rebeldía cometan el más absurdo de
los errores: paneslavismo. Bakunin se erige como enemigo tanto
del pangermanismo como del paneslavismo. El más que nadie
sabe lo destructivo que tal "patriotismo" puede significar para
la libertad. Los vos no pueden contrarrestar a sus enemigos con
las mismas armas, deben sensibilizarse con la realidad de su
pueblo y entender de una vez que la opción es la
federación de Estado cualquier brote nacionalista que
intente reivindicar su posición en la sociedad.
Esta posición de Bakunin le va a ganar un lugar
eminente la lucha del pueblo eslavo por mantener sus
raíces e identidad,
pero al mismo tiempo le compromete a desarrollar en profundidad
las ideas federalistas que él recibió de Proudhon y
expresó, o trató de materializar, en el
voluntariado:
Por su naturaleza misma los eslavos son, en el fondo,
una raza categóricamente no política, es decir, no
estatista. (…) Los eslavos eran, prominentemente, una raza
apacible y agrícola. Extraños a todo
espíritu guerrero que animaba las razas germánicas,
eran, por eso mismo, extraños a las tendencias estatistas
que habían desarrollado desde el comienzo en los
alemanes.
Es natural que con tal organización, los eslavos
habían quedado sin defensa contra las invasiones y las
conquistas de las razas guerreras, sobre todo de los alemanes,
que aspiraban a la extensión de su dominación en
todas las direcciones. Los eslavos fueron, en parte,
exterminados; la gran mayoría fue subyugada por los
turcos, por los tártaros, por los magiares y sobre todo
por los alemanes. Es profundo el análisis de Bakunin,
puesto que no sólo expone las calamidades del pueblo
eslavo, sino que presenta su esencia de comunidad no estatista.
¿Cómo pueden aspirar los alemanes dominar y
esclavizar a una raza que ha dedicado su existencia a convivir
con las leyes naturales? Una respuesta a esta pregunta
implicaría antes que nada contestamos: "¿De
qué modo deberá realizarse el renacimiento
eslavo? ¿Por el medio antiguo del predominio estatista o
bien por medio de la emancipación verídica de todos
los pueblos, al menos de los pueblos europeos, de la
emancipación del proletariado europeo entero de todo yugo,
en primer lugar, del yugo estatista?
Son innumerables las interrogantes que Bakunin se hace
en cuanto al futuro del pueblo eslavo. Pero de algo sí
está claro: los eslavos en tanto permanezcan
ocupándose de su eslavofilia estrecha, egoísta y
además abstracta, no conquistarán su puesto
legítimo en la historia y en la fraternidad libre de los
pueblos: "Los eslavos de vanguardia
deben comprender en fin que el tiempo del entretenimiento
inocente en la filología eslava ha pasado y que no hay
nada más absurdo y más hostil al pueblo que poner
como ideal de todas las aspiraciones del pueblo el llamado
principio de la nacionalidad. La nacionalidad no es un principio
humanitario; es un principio histórico, un hecho local que
tiene, ciertamente, el derecho a ser generalmente reconocido lo
mismo que cualquier otro hecho real e inofensivo."
Por otra parte, los eslavos podrán emanciparse a
través de un llamado a la libertad común y a la
construcción de un sistema de fraternidad humana que se
erija sobre las bases destruidas del Estado. Esa comunidad de la
fraternidad ha de ser diseñada en el esquema de una
federación de Estados: "La federación de Estados
(garantiza) la libertad burguesa, pero no podría crear una
fuerza militar de Estado, por la misma razón que es una
federación."
A partir de 1864 Bakunin se pone a predicar la
revolución internacional como única garantía
de triunfo de las clases oprimidas. Tal llamamiento le hace
contraponer al Estado un modo de organización libertaria
que garantice la libertad e igualdad, que en definitiva son los
ingredientes de la justicia social. En 1863 había
aparecido el "Príncipe Federatif" de Proudhon, ello le
daría a la idea federal de Bakunin un sustento mayor que
se materializaría con la propuesta de un "federalismo
anárquico".
Ahora bien, ¿qué quería decir
Bakunin con federalismo anárquico? Bakunin había
desarrollado en varios escritos su adhesión a la
organización federal. Pero sería en 1864, en su
"Plan de Federación Internacional", y después en el
congreso de Ginebra de la Liga de la Paz y la Libertad, cuando
expondría abiertamente su concepción federalista
que no era otra cosa que reemplazar la antigua
organización, fundada de arriba abajo sobre la violencia y el
principio de autoridad, por una nueva organización que no
tenga otra base que los intereses, las necesidades y las
atracciones naturales de las poblaciones ni otro principio que la
libre federación de los individuos en los municipios, de
los municipios en las provincias, de las provincias en las
naciones y, por ultimo, de éstas en los Estados Unidos de
Europa primero y más larde del mundo entero.
Desde los aportes de Proudhon, el modelo
federalista ha desembocado en características
específicas que le han diferenciado notablemente con la
concepción liberal federal. Estos caracteres
específicos nos lo expone Carlos Díaz: a).-
La
administración de los asuntos socioeconómicos
sena llevada a cabo por grupos pequeños y funcionales;
b).- Se evitaría con ello el centralismo
burocrático; c) Se anularía la autoridad de
individuos o grupos; d) Se instaurarían secretariados
coordinados; y e) A la base del federalismo se
encontraría, pues, la autogestión,
definición la más escueta y magra del
anarquismo.
El pensamiento anarquista basa su esencia en la
asociación como expresión elevada de la libertad.
Bakunin decía que la asociación garantiza la
existencia del hombre: "Todos los individuos, incluso los
más inteligentes o fuertes, son en cada instante vida
productores y productos de
las voluntades y de la acción la masa". Pero esa
asociación de hombres debe tener una base organizativa que
le dé movilidad y desarrollo a la vida en sociedad. Esa
organización asociativa es la federación: "Quien
dice libertad, dice federación o no dice nada; quien dice
república, dice federación o no dice nada; quien
dice socialismo, dice federación o no dice nada". En fin,
la federación configura, en la concepción
ácrata, un principio de organización indispensable
para preservar la libertad.
Kropotkin, por su parte, no le daba tanta importancia a
la organización federal; para él lo mejor era
organizar la sociedad en función de poner las necesidades
por encima de las obras, y reconocer el derecho de la vida en
primer término. Es obvio que el pensamiento
anarquista no mantuvo uniformidad en la idea, pero no es menos
cierto que la posición de Kropotkin va impregnada de una
visión realista de las prioridades de la época. A
pesar del materialismo del último Bakunin, éste no
llegó a concretar a visión federalista que se
ocupara de las calamidades del momento, sino que se dedicó
a contraponer la organización federal al
Estado:
El federalismo bakuninista es más voluntariado
(…) La división de un país en regiones,
provincias, distritos y comunas, depende de las habitudes
históricas, de las necesidades actuales, y de la
naturaleza particular de cada país.
Bakunin entiende que sólo la sociedad puede
organizarse dos principios comunes y obligatorios, que le dan
consistencia la federación. Uno, en que toda
organización proceda de arriba, de la comuna a la unidad
central. Y otro, que exista cada unidad social un intermediario
autónomo (el departamento la región o la
provincia). Este tipo de organización ha 4c de base la
"commune", que tendrá un carácter autónomo
sentado siempre por la mayoría de los ciudadanos. Sobre
este punto Carlos Díaz nos cita el pensamiento
bakuniniano: "(…) para entrar en la federación
provincial y para formar parte integrante de una provincia,
deberá someterse (…) a los juicios del tribunal
provincial y a las medidas que tras haber sido sancionadas por el
voto del parlamento provincial le serán ordenadas por el
gobierno de la provincia. Si no, será excluida de la
solidaridad, de la garantía y de la comunidad, fuera de la
ley provincial. La provincia no puede ser más que una
federación libre de comunas autónomas. El
parlamento provincial será uní o bicameral, y no se
inmiscuirá en la administración interior de las comunas.
Deberá establecer los principios fundamentales de la Carta
provincial, obligatoria para todas las comunas que quieran
participar en el parlamento provincial."
Como podemos notar, el federalismo anárquico de
Bakunin parte de un entorno legal que garantiza el cumplimiento
de una sistemática organización social. La
presencia de un Tribunal Provincial configura el primer ejemplo
del resguardo a la autonomía de la comuna como
embrión primario de la organización
federal.
Una cosa es la unidad social y otra la unidad del
Estado. Bakunin enfatiza que la primera es el "resultado real de
una combinación de tradiciones, hábitos,
costumbres, ideas, intereses prestes y comunes aspiraciones, es
una unidad viviente, fértil y real. Que, por supuesto,
garantiza la conformación federativa en torno a la
comuna. La segunda, la unidad del Estado, "es una ficción,
una abstracción de unidad; y esto no sólo disimula
las discordias, sino que las produce artificialmente allí
donde, sin intervención del Estado, una unidad viva no
dejaría de florecer espontáneamente"
La organización federal ha de ampararse en una
unidad social b fortalezca los lazos de fraternidad y
solidaridad, que garantiza libertad en un sistema de igualdad y
justicia.
El socialismo tiene un carácter federalista, y
por eso la Internacional saludó entusiastamente el
programa de la Comuna de París (la de 1871). Por otra
parte, la Comuna proclamó explícitamente en sus
manifiestos que no quedarían la disolución de la
unidad nacional de Francia sino su resurrección, su
consolidación, así como una real y completa
libertad para el pueblo. Quedaría la unidad de la nación
del pueblo, de la sociedad francesa, pero no la unidad del
Estado. Proudhon configura el espíritu revolucionario del
federalismo; Bakunin constituye la acción revolucionaria,
que deseosa de destruir la violencia y barbarie del Estado, opta
por la asociación federada que impide la hegemonía
del Estado y lo debilita los punto que lo destruye por completo.
Pero debemos tener en claro que si bien es cierto que el Estado
liberal se ha valido de un federalismo, se aleja completamente de
los postulados ácratas ¿respecto. No porque
el federalismo anárquico sea una cosa y el liberal otra,
sino que el federalismo anárquico se funda en el
patrón real del principio federativo (la asociación
y la autónoma mientras que el federalismo liberal acata
los lineamientos de un Estado hegemónico y no llega a la
integración completa en la sociedad. En una palabra, el
federalismo anárquico se fundamenta en la "unidad social",
el federalismo liberal en la "unidad del Estado".
Bakunin se hace partidario, a partir de 1848, de un
federalismo eslavo que rescate los valores nacionales que durante
siglos ha padecido esta ramificación, etnográfica y
lingüística de la familia indoeuropea. Tras varios
años de experiencia revolucionaria, así como de
cárceles y exilio, Bakunin se hace partidario de un
internacionalismo de la revolución que tenga bandera una
alternativa organizativa. Esa alternativa, que hasta entonces en
las voces de Proudhon y del propio Bakunin, había tenido
la connotación de la "sociedad sin Estado" (anarquismo),
pasaba a tomar como símbolo práctico la
"federación anárquica", o mejor dicho, la
organización de la sociedad bajo el principio de
asociación y autonomía, que partiendo de abajo
arriba y teniendo como base la "comuna", permita realizar una
"sociedad voluntaria". Tendiendo como medio jurídico el
contrato, pero
no en el sentido de Rousseau, sino
en el sentido de Proudhon, es decir, el vínculo
contractual voluntario, limitado, temporal, que unirá a
los hombres en municipios, a los municipios en provincias, a las
provincias en naciones, a las naciones en una federación
universal.
Pero la propuesta de Bakunin, como alternativa ante un
Estado organizado en función de principios ajenos al
pueblo, tiene, en algunos de sus escritos, una connotación
definida de proyecto político. Este punto será
examinado a continuación.
Gaston Leval (cuyo verdadero nombre era Pierre Pillier),
francés nacido en 1895, desarrolló una
concepción muy propia del proyecto libertario. En sus
diversas participaciones, en el movimiento anarquista español,
matizó toda una estructura de
cómo debería conformarse la sociedad para lograr
la meta
anhelada de libertad. En su caso, tenía a favor la
experiencia teórico práctica de Proudhon y Bakunin,
y la influencia directa del príncipe Kropotkin; empero, no
mantendría la línea de éste sino que
impondría en su propia línea el fundamento
colectivista. Leval plasma proyecto preciso y conforme a una
operatividad dentro de la sociedad. Pero en el caso de Bakunin,
el proyecto libertario tiene una concepción menos
operativa y más lineal desde el punto de vista de las
ideas matrices.
Bakunin consagra una critica al sistema capitalista
burgués y propone un modelo organizativo, pero: modelo
configura un esquema de los principales elementos deben integrar
la sociedad para alcanzar el desafío de un sistema
ácrata. Quien en Bakunin intente buscar un "proyecto
libertario" que guíe la organización social paso
por paso, encontrará gran vacío. Su aporte se
limita a una exploración del en un sistema guiado por los
intereses de un Estado hegemónico.
Ahora bien, ese aporte se complementa con lo que hemos
considerado un "proyecto libertario", en sentido de plasmar ideas
generales que a "posteriori" permitirán, y ello lo
observamos en la experiencia española de comienzos del
siglo XX, edificar los detalles operacionales que darán
movilidad al sistema y a las relaciones colectivas de
producción. Estas ideas generales las encontramos
diseminadas en diferentes escritos de Bakunin,
específicamente los redactados después de su exilio
en Siberia. Por nombrar algunos: "Principios y
Organización de la Sociedad Internacional Revolucionaria"
(1866); "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo" (1867); en los
escritos dejados a medias y publicados bajo el nombre de "Dios y
el Estado", cuya redacción es de 1870, pero su
publicación de 1882; "Proyecto de una federación de
las secciones launas suizas" (1869), y con una atinada
perspectiva de la realidad eslava y de las condiciones que deben
imperar en la sociedad para estirpar ese "coágulo", que es
el Estado; "Estatismo y Anarquía" (1873). No dudamos que
en otros escritos existan contribuciones grandes a esas ideas
genérales que constituyen la perspectiva de
organización libertaria bakuniniana, pero en los textos
que hemos nombrado hallamos, en concreto, un
perfil definido de la sociedad acrática deseada por
Bakunin como alternativa ante el Estado
liberal.
LA
FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO PRINCIPIO
En la sección dedicada al federalismo, del
libro
"Federalismo, Socialismo y Antiteologismo", Bakunin expone en
trece qué condiciones deben ser eliminadas de la sociedad
para redimensionarla a un plano donde el pueblo sea el
interés máximo a beneficiar en el sistema. En lo
político plantea, directamente, la abolición del
Estado unitario y centralizado; el cual ha ser reemplazado por
una federación de comunas libres. Este tipo de
organización, nos dice Bakunin, permite dirigir voluntades
en contra del gobierno, como ente explotador; del nacionalismo,
como imposición unitaria de una minoría; y del
régimen de distribución de los productos que hasta
entonces permanece viciado por los tentáculos de la
corrupción
estatal.
En lo económico, el planteamiento bakuniniano se
basa en la socialización de la tierra y de los medios de
producción que han de pasar de los terratenientes y
capitalistas, a las comunidades de trabajadores. Es lo que se ha
conocido como "colectivismo". Este tipo de organización
ataca, en general, a la sociedad burguesa y capitalista, pero de
un modo particular a los ideólogos que se han conformado
con la independencia
nacional y la democracia
representativa, obviando la desigualdad
social, la miseria del pueblo y la insensible
explotación de los trabajadores.
En el cimiento filosófico, Bakunin expresa la
necesidad de prescindir de la religión. Es de recordar que
para el tiempo del escrito que estamos analizando, Bakunin se
encuentra convencido de que el materialismo configura la
única posibilidad de estudiar la realidad social con
nitidez y objetividad. Al respecto se muestra conforme con una
percepción de la realidad desde la óptica
de la ciencia de la naturaleza y no desde la divinidad personal
de toda religión positiva.
Esta impugnación a la religión la
fundamenta Bakunin, en el argumento de que ella y el Estado han
formado el gran binomio destructor de la sociedad desde los
comienzos de la civilización humana. Por tanto, su tiempo
se agotó y es preciso redimensionar nuestra visión
de mundo para poder captar la esencia verdadera de la vida del
hombre en la tierra.
En definitiva, el principio federalista ácrata de
Bakunin parte de la asociación de comunas sobre la base de
unidad social, que garantiza autonomía, libertad,
igualdad, paz; que en líneas generales abarcan el contexto
de Justicia Social.
El federalismo anárquico de Bakunin, surge de la
premisa de que el hombre partió de la esclavitud animal y
después de atravesar su esclavitud divina, termino
transitorio entre su animalidad y su humanidad, marcha a la
conquista y realización de su libertad humana que, en
definitiva, la garantiza una organización federal
libertaria.
LA
FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO
ORGANIZACIÓN
Bakunin propone, en primera línea, para crear las
condiciones necesarias a fin de organizar la sociedad sin Estado,
que se deben hacer tres cosas inmediatamente. Primero, abolir la
propiedad privada y hereditaria; segundo, desterrar de la
educación los principios del cristianismo y de cualquier
religión que afecte el desarrollo científico de la
razón; y tercero, abolir el poder político y
construir en su lugar una organización de las fuerzas
productivas. Con más extensión nos dice: "(En el
pueblo) organizado de abajo arriba mediante la federación
(…). No habrá posibilidad de existencia de un gobierno
político, porque ese gobierno será transformado en
una simple administración de los asuntos comunes.
Nuestro programa puede ser resumido en pocas palabras Paz,
emancipación y felicidad para los oprimidos. Guerra contra
todos los opresores y explotadores. Plena restitución a
los trabajadores: todo el capital, todas las fábricas y
todos los instrumentos de trabajo y materias primas
pasarán a Las asociaciones, y la tierra a quienes la
cultivan con sus propias manos. Libertad, justicia y fraternidad
para todos los seres humanos nacidos sobre la tierra. Igualdad
para todos. Para todos, sin distinción, todos los medios
de desarrollar educación y formación, e iguales
posibilidades de vida mediante el trabajo."
Creadas estas condiciones es preciso "concientizar" al
hombre para que asuma su realidad "humana". Esta conciencia, de
su razón de ser humano, le brinda la "equidad" que
representa la tan esperada "justicia natural" que el
ácrata hace surgir al emanciparse y transformar totalmente
el sistema.
Los anarquistas saben que el hombre tiene esa propiedad
de "Justicia Natural", pero como producto de las conquistas por
la fuerza y por las influencias religiosas, en el hombre no ha
prevalecido nunca tal propiedad, ni en el mundo político
ni jurídico. Bakunin nos dice que una vez que el hombre
despierta su "equidad", inicia la emancipación del sistema
(cabe destacar que Bakunin concibe dos tipos de
emancipación: la interna, que se produce dentro del
individuo como producto de la concientización de su papel
como humano; y la externa, que se da una vez cumplida la primera
y que intenta condicionar ese medio exterior en la misma
proporción de la conciencia humana. Es decir, humanizar el
medio a fin de hacer conquistable la libertad). La
emancipación del sistema consiste en: Eliminar el
principio de autoridad y propiedad privada y hereditaria;
Propiciar una autonomía que parta del individuo hacia la
colectividad sin absorción de uno por la otra o viceversa;
Confiscar las propiedades y distribuirlas en la colectividad; y
abolir el poder político, sustituyéndolo por una
organización de las fuerzas productivas.
Esa organización de las fuerzas productivas,
así como también de los servicios
económicos, configura la "comuna" como unidad
básica del sistema, la cual constará de un
tribunal, de una Asamblea y de un sistema de distribución
de los productos, que permitan mantener una dinámica económico-social en la
reestructuración del país. Esa comuna
autónoma, que tiene al individuo como base esencial del
sistema, se ampara en una concepción de sistema
político "socialista libertario". El cual es un
sistema donde prevalece la justicia:
El socialismo es "justicia". (Pero) hablamos de una
justicia basada únicamente sobre la conciencia humana, que
ha de buscarse en la conciencia de cada hombre y que puede ser
expresada con una sola palabra: equidad.
La comuna de Bakunin ha de estar organizada de modo que
su estructura de decisiones se configure de abajo arriba. Esto
permitirá que en lo social exista una organización
basada en la libre unión de asociaciones
(agrícolas, ganaderas, industriales, de amas de casa,
etc.). Esta conformación del "libre acuerdo" admite
sólo una forma económica que garantice la
satisfacción de las necesidades: el colectivismo. Este,
que se basa en dar a cada uno el producto de su trabajo, estimula
la acción productiva del trabajador, a fin de que obtenga
mejores beneficios.
Ahora bien, se debe tener claro que para lograr estos
alcances en la sociedad se han de cumplir primero las premisas
bakuninianas de profilaxia política y religiosa, pero
también es de considerarse la organización y la
ciencia como motores
propulsores del lenguaje administrativo del nuevo sistema:
¿Qué necesitan las masas para poder destruir el
orden social dominante tan detestable para ellas? Dos cosas:
organización y ciencia. La organización permite
preparar las milicias revolucionarias que combatirán al
ejército burgués, así como coordinar las
actividades gerenciales del nuevo sistema. La ciencia por su
parte, de las herramientas
analíticas y teóricas necesarias que oriente k
realidad social hacia las metas propuestas por la
revolución libertaria. Estructurada la comuna, nos dice
Bakunin, se ha de establecer lazos de solidaridad y fraternidad
con las otras comunas del país, manteniendo un respeto a
la autonomía y no infringiendo los límites de la
libertad. Así se constituye la federación de
comunas que pasa a representar la Provincia. La Provincia
organizada establece los lazos con otras Provincias en el mismo
orden de prioridades que la comuna, entonces nace la
federación de Provincias que no es otra cosa que la
Nación o país. Organizado el país establece
lazos solidarios y fraternales con otros países y se
produce, para el caso de la realidad de Bakunin, su anhelado
Estados Unidos de Europa. Estos Estados Unidos de Europa
sé relacionarán con otros Estados Unidos del mundo
(Norteamérica, Asia, América
del Sur, por decir algo), que tenderán a crear la gran
federación de federaciones, que es los Estados Unidos del
Mundo.
Como podemos observar, en estas líneas generales,
que Bakunin legó de su sistema federal la
aspiración máxima orientada a lograr un
cúmulo de voluntades que hicieran posible el gran Estado,
no el unitario y centralizado vigente en la Europa de Bakunin,
sino el Estado conformado por la libre organización que
partiendo de la unidad básica de la comuna alcance el
panorama de todos los pueblos del mundo. Por su esencia de
"unidad social", impide la formación de medios coercitivos
y gestores de violencia. Ello implica una total
eliminación de ejércitos y de nacionalismos que
enferman las raíces auténticas del ser
humano.
La unidad de Estados no se da, ya que el Estado del
Mundo se encuentra fundado en una autonomía de sus partes,
pero sin embargo se da (o se dará, como nos proyecta
Bakunin) una comunión de principios, tácticas y
finalidades, que dejan un amplio margen a la autonomía, la
cual no reconoce otro límite que la libertad ajena, como
dijimos anteriormente.
Pero hasta acá no llega la visión
bakuniniana, abarca una parte más. Se atreve a postular
cómo en la comuna ha de ser la vida particular de cada
núcleo familiar y de sus actividades formativas en el
sistema.
Bakunin nos dice que la abolición de la propiedad
privada y hereditaria, del derecho jurídico y del Estado,
da por contado la abolición de la "familia
jurídica". En su lugar habrá un matrimonio de
libre unión basado en el respeto humano y la libertad de
las dos personas. Esa familia llevada a la máxima
expresión de unión libre, cumplirá, en su
razón fecunda, el papel de perpetuar la especie humana. Es
decir, tendrán sus niños.
Pero los niños, en el sistema ideado por Bakunin, no
pertenecerán a nadie más que a sí mismos y a
su futura libertad. Sus padres tendrán hacia ellos el
único derecho de amarlos y ejercer cierta autoridad
compatible con ese amor. Pero esa autoridad limitada por el
respeto de la libertad, no debe ir en contra de la moral del
niño y de su desarrollo mental.
La relación de padres e hijos se da, a escala diferente,
igual que de comuna a comuna bajo un principio de
autonomía y asociación. Los padres están
asociados con sus hijos en un libre acuerdo, pero respetan la
autonomía de éstos en toda su extensión. A
todas éstas, los niños hasta que puedan valerse por
sí mismo estarán al cuidado de la sociedad. Es
decir, la sociedad es responsable de guiar a cada uno de sus
infantes hasta proporcionarles las herramientas
teórico-prácticas que le permitan insertarse en el
trabajo con las habilidades respectivas que le aseguren
éxito y bienestar.
Sin duda que Bakunin, en estas propuestas organizativas,
confió mucho en ese hombre que alcanza la "conciencia
humana". Aquí valdría, quizá, la
crítica que Von Mises le hace al anarquismo en cuanto a
que "peca de buena fe"; pero lo cierto es que Bakunin lo plasma
en razón a una organización que, al triunfar la
emancipación libertaria, tiene que fundar nuevas bases de
convivencia. Y esas bases nuevas no pueden partir del modelo
anterior, ya que se ha abolido, así que debe surgir de
ideas renovadoras que reproduzcan en lo cotidiano del sistema,
esa búsqueda permanente de la libertad.
En lo que respecta al hombre y la mujer, Bakunin los
coloca en igualdad de condiciones en el sistema ideado de
organización federal. La igualdad de derechos, es decir,
la nivelación de los derechos de la
mujer, tanto políticos como sociales y
económicos, con los de los hombres, han de ser las
premisas que motoricen la convivencia de los dos sexos, a fin de
alcanzar un desarrollo coordinado donde la igualdad represente
las banderas productivas.
La sociedad ideada por Bakunin adquiere un matiz
específico de "libre acuerdo". Y ese libre acuerdo ha de
ser alimentado por una necesaria "concientización" de los
valores reales del sistema. De ese modo, la educación
adquiere importancia y se vuelve parte intrínseca de los
objetivos emancipatorios. Cabe destacar que Bakunin está
de acuerdo con una educación integral, pero ésta
debe cumplirse cuando las necesidades básicas estén
satisfechas. Un pueblo con hambre no tendrá la capacidad
de reflexión e interpretación, que un pueblo que
tenga alimentación, salud y seguridad garantizada. Por lo
tanto, los primeros movimientos en la sociedad libertaria han de
orientarse a eliminar esos flancos y una vez alcanzada esa meta,
dirigir una preparación que estimule la formación
industrial y práctica, dentro de premisas
científico-teóricas. Esta educación, que
Bakunin consagra como integral, ha de prescindir de la fe, y ha
de preocuparse por el desarrollo de la dignidad y la
independencia personal; así como en el culto de la verdad
y la justicia a cualquier precio, pero ante todo, sobre el
respeto a la humanidad que debe sustituir por entero al culto
divino.
Ahora bien, esas relaciones de convivencia no
están exentas de infracciones y alteraciones. Para ello
Bakunin acepta la existencia de tribunales disciplinarios que
contrarresten cualquier germen que vaya a obstaculizar los fines
de la revolución. Pero sobre este punto, del delito y
castigo, Bakunin es muy extremista. Si se le comprueba a un
individuo una causa atroz como un asesinato, Bakunin considera
que la pena de muerte
es la mejor decisión; si por el contrario el delito es
menor, la reeducación se hará cargo de él, a
fin de insertarlo de nuevo en la dinámica
social.
Es muy posible que la ley del "talión" tenga sus
ingredientes influyentes en Bakunin, pero no menos posible sea
pensar que Bakunin asume tal actitud ante una generación
aún bajo el germen violento del Estado y la Iglesia. El
comprendía que en los primeros tiempos se debía ser
duro para fijar las directrices que protegerán el libre
acuerdo en su garantía de conquistar un mundo humano por
entero.
Una vez conformada la federación y articulados
sus lazos internos, se pasa a la federación de
federaciones (Confederación). Esta se regirá para
Bakunin por el respeto del límite de la libertad ajena y
por el flujo cooperativo de distribución de riquezas que
impida que en algún rincón del mundo exista la
miseria. La visión internacional de Bakunin abarca desde
la difusión de las ideas libertarias hasta la
configuración de trabajadores, que amparados en una
concertación de principios y valores comunes, edifican las
legislaciones y los estatutos que les han de amparar en su labor
productiva. Pero esas relaciones
internacionales de los pueblos no pueden infringir los
principios de solidaridad y respeto a los derechos nacionales de
cada Nación.
Todas estas ideas no contemplaban, para Bakunin, la
necesidad de una Carta
Constitucional. El pensaba que una Constitución
dogmatizaría las relaciones de libre acuerdo, en su lugar
era partidario del contrato proudhoniano, que en definitiva
garantizaba no sólo la libertad, sino el orden en
razón a una justicia natural. Es de recordar que el
contrato proudhoniano es de carácter
"sinalagmático" (se obligan unos respecto de otros) y
"conmunativo" (dar lo equivalente a lo que se recibe y
viceversa).
En la obra "Estatismo y anarquía", Bakunin nos
resume el alcance de su anhelado proyecto libertario:
"Llegará el tiempo en que no habrá ya Estado (…);
llegará a tiempo en que sobre las ruinas de los Estados
políticos fundará, en plena libertad y por la
organización de abajo arriba, la unión fraternal
libre de las federaciones, abarcando sin ninguna
distinción, como libres, los hombres de todas las lenguas
y de todas las nacionalidades: Entones ruta hacia el mar
estará generalmente abierta para todos; (…) El contacto
directo con el mercado
marítimo y con el movimiento universal de la vida en
general desarrolla a grado extraordinario, y nivela todo lo que
queráis, las relaciones; los habitantes del interior del
país, privados de esas ventajas, vivirán y se
desarrollarán más indolentemente y más
lentamente que los ribereños."
El proyecto libertario de Bakunin es la expresión
de un federalismo que intenta integrar lo político
administrativo en lo económico-social. Los aportes
bakuninianos se sintetizan en ideas generales que más
allá de exponer un sistema específico (recordemos
que Bakunin recurre a la idea socialista como cimiento de la
organización federal, pero dicha idea no es inventada o
improvisada, surge de la reivindicación del gran principio
de la Revolución Francesa: "que cada ser humano debe tener
medios materiales y
morales para desarrollar toda su humanidad"), marca las
directrices necesarias para fundar desde allí la gran
sociedad sin Estado.
Son muchos los que se han opuesto a las ideas
federalistas ácratas. Tanto por considerarlas
utopías o por ver en ellas un peligro para la tranquilidad
y equilibrio que el sistema liberal tiene. Pero también
las críticas han surgido de sectores afines con el
anarquismo, quienes en sus argumentos sopesan la existencia de un
anacronismo y hasta de una ineptitud en el plano internacional.
Para discernir sobre el tema nos valdremos del análisis
que Carlos Díaz hace al respecto, y el cual recoge, en
buena medida, las posiciones encontradas en el seno del
anarquismo (y desde algunos ángulos del liberalismo)
sobre la idea federal, específicamente la
bakuniniana.
Carlos Díaz nos hace distinguir cuatro
críticas, que a su juicio, le han sido formuladas al
federalismo libertario: 1.— Se ha dicho que el federalismo
anarquista es anacrónico. Es decir que se encuentra
desfasado en el tiempo. El momento, refiriéndonos a los
finales del siglo XIX, amerita para la eficacia de la
producción una centralización capaz de nuclear la
complejidad del engranaje administrativo y estatal. La iniciativa
privada no bastaría para organizar la producción.
Es posible que tenga trascendencia en un sistema
"ahistórico" como el propuesto por Tolstoi o Bakunin, en
su anhelado triunfo de la emancipación libertaria, pero
sobre las bases aún fundadas en una sociedad con marcadas
huellas burguesas y de orden capitalista; 2.— El
federalismo anarquista pretende desarrollar lazos de solidaridad
y fraternidad internacional, sin tomar en cuenta que el respeto a
la autonomía del que hacen alardes no podría
mantenerse sin limitar fronteras de soberanía nacional, puesto que de lo
contrario esa solidaridad y fraternidad se vería
infractada por continúas reclamaciones y apropiaciones;
3.— Se dice que bajo un sistema federalista libertario la
producción no sería controlada ni dirigida, pero la
experiencia del federalismo bakuniniano en España,
demostró que la producción no fue peor que en otras
zonas, y ello en medio de una guerra. Las organizaciones de
las fuerzas productivas tuvieron que asumir posición
rectora en la dirección de las operaciones,
produciendo inevitablemente un control total a
fin de salvaguardar los intereses generales; y 4.— Se dice
que el federalismo libertario es una forma elevada de apoyo mutuo
social, que no puede instaurarse de un solo golpe; no es
despreciable, pero antes de acceder a él debe pasarse por
una etapa preparatoria, el dominio de un partido socialista, a
fin de no partir de cero. Pero esa etapa transitoria es negada en
sus postulados bajo el concepto de ilegitimidad. Puesto que
consideran que un partido como eje de dominio sería lo
mismo que un Estado que acabaría por distorsionar los
objetivos emancipatorios. Pero lo cierto del caso, recalcan las
críticas, es que es imposible concebir una nueva sociedad
(un salto histórico trascendental) sin una etapa de
adaptación que inevitablemente cuente con algunos errores
del pasado. Lo que Bakunin consideraba una abolición
completa y fulminante, es en la práctica
irrealizable.
La federación libertaria, a diferencia del modelo
liberal federal, plantea directamente sus aspiraciones: Reducir
el tiempo necesario para la producción de objetivos
indispensables a la satisfacción de nuestras necesidades
materiales; aumentar el consagrado al estudio, la
observación o al goce; hacer que el trabajo necesario no
sea más que una necesidad higiénica y no dolorosa
fatalidad. Y ello, como planteamiento inspirativo para la
organización de una sociedad, aparece reflejado en las
líneas filosóficas que Godwin expusiera en su
"Justicia Política":
En lo que concierne a las tareas que actualmente
corresponden al Estado, sólo existen dos que serán
conservadas por la sociedad: la defensa de sus miembros contra
ataques de otros, y la defensa de la sociedad misma contra los
ataques eventuales de otra sociedad. Respecto a la primera tarea,
Godwin prevé la institución de un jurado cuyos
juicios no estarán dictados de acuerdo con código
alguno, sino simplemente por la razón. Para la segunda
tarea convendrá convocar de tanto en tanto asambleas
nacionales que establecerán las medidas a tomar. La
institución de la sociedad Godwiniana no exige, empero,
recurrir a la violencia.
Las críticas al proyecto libertario de Bakunin,
gravita en los argumentos de considerarlo "utópico" y
exageradamente "rígido", en razón a una
organización cuyas decisiones no pueden interactuarse sino
que deben permanecer sujetas a un principio de autonomía
comunal, y que es un proyecto "anacrónico" para el hombre
de la época y las necesidades reales de la
sociedad.
No argumentaremos defensas, puesto que nuestro papel es
presentar las distintas caras del tema, pero sí
aseveraremos que el federalismo anárquico configura,
léase bien, "un intento" de integrar toda la sociedad en
el camino hacia el desarrollo
social. Es decir, partiendo de un federalismo
anárquico integral, como el que nos presenta Bakunin,
lograr una mejor distribución de las riquezas y un lugar
adecuado donde desarrollar las potencialidades humanas de trabajo
que brinde a cada uno de los individuos una compenetración
con su esfuerzo y resultado.
La influencia de Bakunin en los movimientos
revolucionarios surgidos después de su muerte (1876), son
perfectamente entendibles en razón de que el grueso de
ideas bakuninianas vieron la luz años
después de fallecer Bakunin. Eliseo Réclus y James
Guillaume, se encargaron de rescatar gran parte de los escritos
dejados a medias por Bakunin. Esta literatura, de un lenguaje
golpeado y con ideas surgidas de la experiencia revolucionaria
misma, fue acogida en Francia, Italia, Inglaterra; pero
sobre todo, y con mayor pasión, en España se
aceptaría con verdadero fervor el proyecto libertario de
Bakunin y sus ideas en tomo al Estado y a la
autoridad.
Durante la Guerra Civil española, 1936-1939,
muchas de las ciudades ocupadas por los revolucionarios, como
Barcelona, Cataluña, Alto Aragón, Centro y parte de
Andalucía, asumieron el federalismo bakuniniano como
estandarte de cambio y libertad: "La insurrección
encabezada por el general Franco, que estalló en julio de
1936, no sólo dio principio a la guerra civil. (Sino que)
brindó la oportunidad a los anarquistas de llevar a cabo
su revolución e instaurar un sistema que acogiera las
expectativas libertarias."
La llegada triunfal a algunas regiones por parte de los
grupos anarquistas y sindicalistas, trajo consigo un
período de auténtico cambio revolucionario. Por
decir un ejemplo, de la rica burguesía barcelonesa no
parecía que quedasen trazas, pues habían
desaparecido de la noche a la mañana. Las Iglesias fueron
incendiadas y se abrieron las puertas de las cárceles:
"Por un momento las organizaciones obreras olvidaron todas las
diferencias, e incluso los guardias civiles, que en Barcelona
permanecieron fieles al gobierno, se mostraron dispuestos a
confraternizar con sus antes enemigos de la izquierda. Dado que
la mayor parte de los obreros barceloneses pertenecían a
la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), la
revolución pareció, lógicamente, un triunfo
anarquista, a la vez que una oportunidad para poner en
práctica sus tan largamente acariciados sueños.
Según los dirigentes anarquistas, fueron los trabajadores
quienes frustraron la revuelta de los militares, y ellos
serían ahora quienes se harían cargo de la ciudad y
de toda la región catalana."
En fin, para el caso específico de Barcelona, se
materializó una toma total de la ciudad y de su sistema de
dirección, pero no se cumpliría el lema anarquista
que "el Estado se derrumbaría automáticamente" y
que serían eliminados los enemigos por la violencia
colectiva que desencadenaría el salto histórico,
puesto que aún el gobierno contaba con sus fuerzas
coercitivas que inexorablemente hacían una
oposición a los anhelos ácratas. Si bien es cierto
que el triunfo anarquista en la España de la Guerra Civil
no fue completo, bastó para que se aplicaran algunos
postulados bakuninianos en zonas campesinas que se prestaban para
aquel principio proudhoniano de federación
agrícola-industrial, aptas en todo su potencial humano y
material. Un ejemplo concreto lo representa la experiencia en
Andalucía, donde basándose en esas directrices
generales de Bakunin, se dio forma a un sistema colectivista de
organización político-social y económica:
"En Andalucía (…) los labradores vieron las
posibilidades de la revolución con más entusiasmo
que los campesinos catalanes. Por desgracia, las comunas aldeanas
tuvieron una breve existencia, ya que las tropas de Franco
conquistaron Andalucía en los primeros meses de la guerra.
No obstante, antes de que esto ocurriera, hubo muchos pueblos en
los que, lo mismo que en pasadas insurrecciones, la Guardia Civil
fue desarmada, aprisionada o asesinada, quemados los archivos
municipales y proclamado el reparto".
El pueblo de Castro del Río, cerca de
Córdoba, en el mes de septiembre de 1936, tenía las
tierras bajo la dirección de comités anarquistas.
Allí se había abolido el dinero, y
los vecinos del pueblo, erigidos en comuna, recibían los
productos necesarios para la subsistencia directamente de los
almacenes
comunales Presidía un intransigente espíritu
puritano, muy característico de ciertas formas de
anarquismo. Como hecho anecdótico, nos reseña Joll
la experiencia de Franz Borkenau: "Traté en vano de
conseguir una bebida, así fuera un poco de café,
vino o limonada. El bar del pueblo se había cerrado por
considerarse un comercio
indigno. Eché un vistazo a las tiendas y todo escaseaba
tanto, que uno podía atreverse a anunciar una inminente
situación de hambre. Pero a los vecinos del pueblo
parecía que les enorgullecía aquel estado de cosas.
Estaban contentos, dijeron, de que se hubiera terminado el beber
café; la impresión era que consideraban la renuncia
a las cosas accesorias como un progreso moral. Lo poco que
necesitaban del mundo exterior, ropa mente, esperaban conseguirlo
con un intercambio del excedente de aceituna (para lo que, sin
embargos a vía no se había dado ningún
paso). El aborrecimiento profesaban a las clases privilegiadas
era más de orden moral que económico. No deseaban
llevar la cómoda existencia
de aquellos a quienes habían expropiado; lo que
querían era desembararse de sus ostentaciones, que se les
antojaban otros tantos vicios."
La experiencia de Castro del Río no es diferente
a la de otras comunas anarquistas. Lo cierto es que en
ésta en particular, la cosa duró poco. Días
después de la visita de Franz Borkenau, el pueblo fue
arrollado tras una dura resistencia. La única esperanza
que tenía el movimiento libertario español, era
lograr un triunfo contundente en zonas estratégicas que
hicieran al gobierno flaquear totalmente y darles el chance de
organizar el país. La suerte, como sabemos, no estuvo de
su parte y pronto todos aquellos sueños se
evaporarían. Pero el fracaso no devino de la nada.
Existieron razones concretas que impidieron que el movimiento
anarquista lograra sus objetivos:
Las dificultades empezaron cuando el capítulo de
actividades controladas por los anarquistas tuvo que soportar las
consecuencias de la guerra. Podía ocurrir que el comunismo
anarquista lograse funcionar temporalmente en una zona alejada si
los habitantes de la población se mostraban dispuestos a cargar
con la austeridad que exigía; pero resultaba mucho
más difícil gobernar una fábrica de acuerdo
con el ideario anarquista si para su normal funcionamiento
necesitaba de primeras materias procedentes de fuentes no
controladas por los anarquistas, y las cuales tenían que
transportarse por ferrocarril u otros medios que estaban en manos
de organizaciones rivales.
Aunado a esto, se fueron suscitando enfrentamientos
internos en el seno de la CNT y en los grupos anarquistas, que
debilitaron finalmente todo el panorama y reprodujeron niveles
conflictivos que se creían superados: "El anarquismo
extremo de las comunas libertarias dio paso a las requisitorias
estatales. Cuando no fueron las tropas de Franco las que acabaron
con los anarquistas del pueblo como el de Castro del Río,
el primitivo anarquismo de la fase inicial no pudo mantenerse
frente a la resistencia opuesta por los pequeños
campesinos o los colonos, siempre dispuestos a incrementar sus
haberes a expensas de los terratenientes, pero poco dispuestos a
dar a la cooperativa el
pedazo de tierra que poseían."
El modelo bakuniniano se reprodujo en la experiencia
española con mucha nitidez y valoración. Su
fracaso, si así podemos llamar el hecho de que no siguiera
en su aplicación, se debió a la falta de recursos
autogestionarios que permitieran a los comités anarquistas
tener voz y decisión. El no haber podido conquistar las
zonas estratégicas de España, le costó a los
movimientos anarquistas su revolución, pero no así
su influencia en los años venideros. "Los anarquistas
nunca fueron barridos del todo, y sus fuerzas continuaron
desempeñando un papel de consideración hasta el
término de la guerra". La tradición anarquista
española ha prevalecido ardiente y, aunque ahora sus
posibilidades de emancipación sean casi nulas, no le
restan importancia, puesto que su valor no es sólo
práctico, sino teórico.
El pensamiento federal de Bakunin, en el ejemplo de
Castro del Río, es una clara exposición de que las
ideas bakuninianas no permanecieron en proyectos y
utopías. Fueron llevadas a una realidad y llegaron a
ocupar sitial relevante. No aceptamos el término de
fracaso de estas ideas, puesto que su incontinuidad se
debió a errores en la configuración de la
acción revolucionaria, no a que el modelo adoleciese de
fallas pronunciadas. También inferimos que algunos
planteamientos bakuninianos fueron mal interpretados y llevados a
la práctica así como Lenin lo hizo con el
pensamiento económico de Marx, sin la más
mínima consideración de las condiciones reales del
sistema.
RAMÓN E. AZÓCAR A.