- Contexto
histórico - Los primeros años de su
vida - Los diferentes estados de su
vida - Muerte y
glorificación - Conclusiones
- Bibliografía
La enorme y profunda devoción a la santa de
Casia, tan universal y tan cercana al pueblo cristiano, a
través de los siglos ha sufrido dos inconvenientes
importantes, los cuales, aunque sean comunes en las devociones a
otros santos, especialmente aquellos que han influenciado mucho
la religiosidad popular, no por eso dejan de ser verdaderos
obstáculos como son: la exageración de la piedad
que supera la historia, y la fama de los
milagros que sobrepasa al mensaje. Cada santo tiene su mensaje
para el hombre. A
éste le toca reconocerlo, aceptarlo y ponerlo en
práctica.
Pero, ¿cómo reconocerlo? Pues a
través de la historia.
Dios nos ayuda enviándonos sus santos y
guiándolos por las sendas más dispares hacia una
particular imitación de Cristo, su Hijo, quien quiere
inculcar en nosotros; nos ayuda haciendo mediante su
intercesión frecuentes y grandes prodigios.
Pero, frecuentemente sucede que la exageración de
la piedad, o de la leyenda piadosa, que brota
espontáneamente de los labios del pueblo, amante de lo
maravilloso y de lo legendario, hace olvidar la historia y, por
consiguiente, el mensaje que Dios quería
comunicarnos.
Otras veces es el exagerado interés en
conseguir una "gracia", o la preocupación excesiva por
obtenerla, que lleva a la misma conclusión. Con esto se
pierde de vista, y no sin serias consecuencias, lo más
importante de la devoción de los santos, la
imitación, que según Nuestro Padre San
Agustín constituye la esencia misma de la
devoción. "Toda la devoción consiste en imitar a
aquel a quien honras", escribe en la Ciudad de Dios (8, 17, 2) y
en otra parte afirma: "Honrar y no imitar no es otra cosa que
adulación mentirosa" (Serm. 325, 1).Con el fin de no
perder este bien esencial, es necesario remediar los
inconvenientes señalados. Y no es, como alguien pudiera
pensar, que esto significa eliminar la religiosidad popular o
ponerle obstáculos, lo que sería un error muy
grande.
Pero no es el caso entrar en esta discusión, que
sin duda, no deja de ser importante. Lo que sí podemos y
debemos afirmar ahora es que la devoción a Santa Rita
está inscrita, de alguna manera, en el hecho o
fenómeno de la religiosidad popular y de la piedad
popular, según el decir de Pablo VI. Pensemos en las
incontables peregrinaciones a sus santuarios, esparcidos por todo
el mundo, en la bendición de las rosas el 22 de
Mayo, cuando sobre las cabezas de sus fieles, que colman las
iglesias, se alzan innumerables ramos de rosas para que
éstas sean bendecidas y el amplio espacio de los templos
se convierten en jardines. Y ¿qué decir de las
estampas, que muchísimos devotos gustan llevar consigo, en
señal de afecto y de confiada esperanza en su
protección?
Pero, tenemos que agregar que la devoción a Santa
Rita, como cualquier devoción genuina a un santo, tiene
profundas raíces Cristológicas, que se deben
reconocer y resaltar. Por tanto, no es bueno criticar, comparar
ni eliminar cuanto folklórico o vivaz haya en ella, sino
más bien entender, profundizar, distinguir y, luego,
evangelizar, iluminar y orientar.
Esa es, a propósito, la devoción a Santa
Rita: un encuentro con Dios en Jesucristo. Quien la observe de
cerca, la verá señalada con tres notas dominantes,
que son: la espontaneidad, la universalidad y la
profundidad.
La primera; no se sabe cómo pero es un hecho que
la devoción a Santa Rita se ha difundido y continúa
difundiéndose con mucha fuerza, sin
que posean numerosos hilos de transmisión, a no ser los
mismos del pueblo devoto, o algunas ayudas publicitarias. No es
una santa que haya fundado un movimiento
espiritual, tampoco ha escrito libros de alta
espiritualidad, tampoco fundó obras de caridad que lleven
su nombre. Sin embargo, esta santa silenciosa y de aparente
inactividad es querida por el pueblo que la siente muy cercana y
confía en su intercesión.
El segundo; Santa Rita no es conocida solamente en una
nación
o por un determinado pueblo, pues son muchas las naciones y los
pueblos que la invocan. Sin aceptar el fácil y
vacío triunfalismo, pero sí ateniéndonos a
la desnuda comprobación de los hechos, se puede decir que
Santa Rita figura hoy entre las santas más veneradas por
el pueblo cristiano, o a lo mejor, la más venerada. Tanto
en el viejo como en el nuevo mundo, en ciudades y en
pequeños pueblos, en templos antiguos y nuevos, es
frecuente encontrar sitios o altares erigidos en su honor.
¿Cuál es el motivo para ello? Es una pregunta que
muchos se hacen y pocos contestan.
Y la tercera; entendamos por profundidad aquí al
aspecto Cristológico de esta devoción. Los devotos
parece que sienten que para gozar de la protección de la
santa deben regresar a Dios, es decir, que deben invocar y
acogerse a la Gracia de Cristo. No puedo olvidar la
impresión que me causó en los primeros años
de mi vida como agustino, cuando, al presentarme a la zona -que
llevaba el nombre de la santa- donde me tocaría trabajar
durante un año, me encontré con una familia que
vivía constantemente en riñas y peleas, pero al
preguntar a la mujer
cuál era el motivo por la que vivían así, me
respondió: "Por que seguramente nuestra relación
con Dios no funcionó desde el principio, él toma
mucho, no somos casados y tenemos tres hijas… confío en
la santa de los imposibles, pero siento que no podremos vivir
bien sino regresamos a Dios…". Unos meses más tarde
asistí a la ceremonia de sus matrimonio.
Lloraba agradeciendo lo poco que yo había colaborado
-según ella- en la reconstrucción de su familia,
pero lo más importante y la más grande, creo, es
que la santa de los casos imposibles, le había obtenido
esa gracia. Hoy son una pareja muy comprometida con la zona y la
parroquia.
Siguiendo esta línea que lleva a los brazos de
Cristo, trataré seguir entendiendo y exponer la vida de
Santa Rita, de quien me confieso devoto, y poder
así programar una respuesta concreta al "por qué"
que me inquieta, aunque sé que esta inquietud no es solo
mía.
CAPITULO I
CONTEXTO HISTÓRICO DE SU TIEMPO:
DE SU TIERRA, DE LA
IGLESIA, DE LA
ORDEN AGUSTINIANA, DE SU CIUDAD Y DE LO RELIGIOSO
Rita nació en Roccaporena de Casia, en
Umbría, probablemente en1381 (un año después de la muerte
de Catalina de Siena, dijo Juan Pablo II el 10 de febrero de
1982). El ambiente
en que nació se caracteriza por continuos encuentros
armados entre partidarios de grandes potencias, o de locales,
pero no menos violentas, guerrillas paisanas o de clanes
familiares.La región, Umbría, derivado de uno de
los pueblos itálicos más antiguos, los Umbros,
parecía fatalmente señalada por las
primordiales divisiones entre sus habitantes.De hecho, a partir del s. IV, en que Roma se
movió hacia el norte a la conquista de Italia, el
actual territorio de Umbría estaba ocupado por dos
pueblos no ciertamente amigos: los Etruscos, por una parte, a
la derecha del Tiber, con las importantes ciudades de Perugia
y Orvieto; por la otra parte, sobre la izquierda del
río, los Umbros, con Assisi, Gualdo Tadino, Gubbio,
Narni, Sppoleto, Terni, Todi.Para rechazar la avanzada de Roma, los Etruscos y
los Umbros se aliaron varias veces en el mismo frente; pero
al mismo tiempo continuaron siempre siendo adversarios. Eran
adversarios y perdedores, pues las valientes y desesperadas
defensas casi siempre servían, más que para
acercarlos, para colorar de sangre los
ríos, las colinas y los valles de la región que
hoy se llama "el corazón verde de Italia", un centro
mundial de espiritualidad y de paz.La batalla de Sentino del 295 a.C., cerca de
Sassoferrato, vencida por Roma contra la potencia
gálica, a quien apoyaban Etruscos y Umbros, impuso en
este territorio uniformidad política y administrativa, pero no
produjo la unidad cultural.El antiguo y jamás adormecido antagonismo
entre los dos pueblos encontró la ocasión de
renacer el año 217 a.C. con la célebre batalla
de Trasimeto e las puertas de Perugia.- DE SU TIERRA
- DE LA IGLESIA
El periodo histórico en que vivió Rita
fue bastante caótico para la
Iglesia. Algún año antes de su nacimiento
-exactamente el 2 de Junio de 1374 – el Papa Gregorio XI, aun
siendo francés, había acabado con el exilio de los
Papas en Aviñón, llamado también, por la
fuerte presión
política ejercida por el rey de Francia,
"cautividad de Aviñón". Iniciado en 1305 con
Clemente V, apenas elegido Papa en Perugia en un cónclave
que duró 11 meses, el exilio se prolongó por casi
70 años.
Superando la oposición de sus connacionales, de
los parientes y de la corte, Gregorio XI dejó el palacio
Pontificio de Aviñón para encaminarse hacia la
lejana Roma, de la que le habían llegado doloridos
reclamos para que retornase. Entre las voces más fuerte
había oído la de
la joven Senesa Catalina Benincasa (1347 – 1380) – la futura
patrona de Italia – que ya gozaba por todas partes fama de
santa.
A las invitaciones de Santa Catalina se sumaban los
reclamos de poeta Francisco Petrarca (1304 – 1374), para que
retornase "de la impía Babilonia" el que solamente
podría realizar pronto su sueño de unificar la
cultura pagana
con la cultura cristiana.
Pero no eran sólo voces italianas las que
pedían el fin del exilio de Aviñón.
Durísimas exhortaciones a favor del retorno había
dirigido a Aviñón también la monja Sueca
Brígida de Uppsala (1302 – 1373), indignada por las ruinas
espirituales de la Iglesia.
La Virgen
María así se dirigió al Papa por medio
de la pluma de Brígida: "Si el papa Gregorio vuelve a Roma
para quedarse (…), como una buena madresita lo levantaré
de la tierra
(…). Si no obedece (…) poco podrá valerle la ayuda de
los dominadores de la tierra y la ciencia de
los médicos…"
De hecho habían comenzado a tomar forma,
especialmente durante la guerra de los
cien años (1337 – 1453), las iglesias nacionales
tendenciosamente hostiles a la catolicidad romana. "Si el Papa es
Francés, Cristo es inglés", se decía
irónicamente en la corte de Londres con clara referencia a
la cautividad de Aviñón.
Aún con el retorno no se restableció la
paz.
No era lo peor el exilio de Aviñón, sino
lo que estaba para llegar: el cisma de Occidente, el "gran
cisma", tiempo en el que -como veremos en seguida- hubo
contemporáneamente dos Papas, y hasta alguna vez tres; dos
obispos para la misma diócesis y dos párrocos en la
misma parroquia, con media Europa
reconociendo a un Pontífice y la otra mitad siguiendo a su
rival.
También la diócesis de Spoleto, en cuyo
territorio estaba Casia, experimentó la lucha entre los
varios papas, que trataban de agrandar la propia obediencia,
nombrando hombres de su partido en las sedes episcopales. En esta
confusión pontificia llegó a haber hasta tres
obispos de obediencia romana: Jacobo Palladino (1410 – 1423),
secuaz del papa pisano Juan XXIII, que había sido
trasladado a esta sede desde la de Fermo; Biondo Jacopucci Del
Conca (1410 – 1417), uno de los canónigos de la catedral
de Spoleto, elegido e introducido por el mismo cabildo; Jacobo de
Turcis (1417 – 1425), sucesor de Biondo. Sin embargo, el
legítimo era Mons. Nicolás Viviani, presente en el
Concilio de Constanza en 1417, como Episcopus Spoletanus. La
misma ciudad de Casia experimentó la acción
del papa pisano: en 1413 tuvo que entregar a su administración bien 1900 florines, como
subsidios, colectas y contribuciones.
El desorden era tan grande en Roma, que el
cónclave reunido para elegir al sucesor de Gregorio XI,
muerto en marzo de 1378, se encontró en una
situación muy diversa de la de hallarse protegido por las
llaves. Mientras los cardenales franceses se oponían al
retorno del papa a Roma, una multitud rumorosa invadía el
recinto del cónclave para reclamar un papa romano:
"Romano, romano, romano, o al menos italiano".
La elección del nuevo Papa, Urbano VI (1378 –
1389), fue impugnada por los franceses, que, en un
anticónclave reunido en Fondi, en el Lacio, lograron
elegir papa – esto es, antipapa – al cardenal francés
Roberto de Ginebra, hombre de
armas
más que de Iglesia, que, habiendo tomado en nombre de
Clemente VII, determinó tornar en seguida a
Aviñón, donde encontró una curia
perfectamente organizada.
Y se produjo el cisma. El pontificado se desdobla en
forma paralela: cada uno de los dos papas sostiene ser el
legítimo, arma a soldados, lanza anatemas, se contrapone y
opone a cuanto emane y decida el otro. Parece ya un sueño
lejano el hecho de que Catalina de Siena haya logrado volver a
Roma a un papa francés. Hay en la Iglesia dos cortes, dos
jerarquías, dos colegios cardenalicios, dos
administraciones. Hasta los santos pierden la capacidad de
discernir: obviamente catalina sostiene a Urbano VI, mientras
Vicente Ferrer, el más conocido y apocalíptico
predicador de este momento, está con Clemente
VII.
Los ecos de la penosa situación en que se
encontró la Iglesia ciertamente llegaron a los
oídos de Rita. Sobre las remontas montañas de Casia
y Roccaporena, junto con las tristes noticias,
llegaron también los partidarios de una y de otra
facción, y se levantaban las pasiones. Los "pacificadores"
ejercitaban su oficio no sólo como expresión de la
caridad cristiana, sino como un verdadero servicio
cívico.
Habiendo nacido de padres que, probablemente
ejercían el oficio "pacificadores", ciertamente Rita se
preocupó de los penosos sucesos, religiosos y
políticos, que caracterizaban su tiempo y su
tierra.
Nadie sabe qué pudo hacer a favor de la paz. Pero
ciertamente no se limitó a deprecar la malicia de los
tiempos de ella que, de allí a poco, lograría
eliminar la venganza entre los parientes del marido asesinado y
pacificarlos con los enemigos.
El cisma se había convertido en
metástasis, dividiendo en dos a la Iglesia, que
sufría aún por la división que en 1054
había creado en Constantinopla un surco profundo entre la
Iglesia de Oriente y la de Occidente.
Por un momento pareció retornar la bonanza sobre
el horizonte con la elección del Bonifacio IX (1389 –
1404), que aplacó las disensiones entre los cardenales, se
ganó la confianza de los romanos y buscó
también el diálogo
con el papa aviñonés Clemente VII. Los dos jubileos
por él convocados, uno en 1390 y otro el 1400, condujeron
a Roma a millares de peregrinos vestidos de blanco que llegaban
de todas invocando misericordia y paz.
Pero las esperanzas apenas encendidas por Bonifacio IX
pronto se apagaron en tiempo de Inocencio VII (1404 – 1406), ya
que en sus dos solos años de pontificado instauró
un nepotismo sin freno.
Muchos sentían la necesidad de una iniciativa de
otro rumbo para reponer un poco de claridad y de concordia en los
vértices de la comunidad
cristiana. Había quienes pensaban en un concilio para
devolver la unidad a la Iglesia. Pero los tiempos, o, mejor
aún, los hombres, no estaban maduros.
El proyecto
encontró su actuación en el pontificado del sucesor
de Inocencio VII, el veneciano Angel Correr, que tomó el
nombre de Gregorio XII (1406 – 1415). A ello le habían
comprometido los cardenales antes de la elección:
restablecer la unidad de la iglesia.
Sobre la base de una doctrina propugnada por la Universidad de
París, que lleva el nombre de conciliarismo, los
cardenales romanos y los aviñonenses se reunieron en
concilio en 1409: depusieron a los dos papas – al legítimo
de Roma Gregorio XII y al antipara de Aviñón
Benedicto XIII – y eligieron único papa al arzobispo de
Milán Pedro Filargo con el nombre de Alejandro
V.
Pero el concilio de Pisa, abierto entre ásperas
polémicas, se cerró con nuevas laceraciones. De
hecho, ninguno de los papas depuestos dimitió y así
se tuvieron sin más tres papas: el de Roma, el de
Aviñón y el nuevo elegido en Pisa, cada uno en
lucha para demostrar que era el legítimo papa.
Poco más tarde, entre los que se decían
papas se contará también el exmilitar Baltasar
Cossa, que tomó el nombre de Juan XXIII, un nombre que
será amado muchos siglos después en todo el mundo
por haberlo vuelto a tomar Angel José Roncalli.
La larga noche extendida sobre la Iglesia estaba, sin
embargo, para acabar: por gracia de Dios, pro la oración
de los buenos cristianos y por la iniciativa de hombres sabios.
Entre éstos, el emperador alemán Segismundo de
Luxemburgo, quien después de largas tractativas, indujo al
antipara Juan XXIII a aceptar la idea de un concilio en
Constanza, en Alemania, y a
hacer que lo declare legítimo Gregorio XII.
Gregorio XII no sólo reconoció la
legitimidad del concilio de Constanza, sino que, para facilitar
el desarrollo,
dimitió con nobilísimas palabras: "Antes que la
Iglesia continúe dividida, tomen otros el
papado".
Pero ni Juan XXIII, ni el aviñonés
Benedicto XIII siguieron su ejemplo.
El 11 de Noviembre de 1417 los padres conciliares
eligieron como nuevo y único papa al romano Odón
Colonna, que, en homenaje al santo del día, escogió
el nombre de Martín V. En el camino de retorno de
Constanza a Roma el nuevo papa se encontró con Baltasar
Cossa, ex Juan XXIII, quien, pidiendo y obteniendo el
perdón, pudo conservar la púrpura cardenalicia.
Finalmente, la Iglesia tenía un solo papa y veía
terminar el gran cisma que había durado 39
años.
Nuestra santa vivió, pues, durante uno de los
tiempos más confusos y tristes de la Iglesia. Nació
en 1381, poco después del final de la cautividad de
Babilonia (1374); vivió su vida matrimonial en el periodo
del "gran cisma" (1378 – 1417) y murió en 1457, cuando
hacía poco que se habían vanificado las esperanzas
de la cancelación del cisma de Oriente.
3. DE LA ORDEN
La presencia agustiniana en Casia era muy fuerte y muy
antigua y
no hay duda que Rita experimentó su
fascinación. El centro era el Convento de san
Agustín construido junto con la Iglesia del mismo nombre
sobre un peñasco de la ciudad, que era casi una parte
integrante de ella.
Se tiene noticia de él desde el año 1281:
pues es sabido que en el capítulo provincial celebrado en
Nurcia, en ese año, había dos capitulares del
Convento de Casia. Con seguridad, la
fundación de este Convento es anterior. Posiblemente tuvo
lugar al abrigo de la "Gran Unión". Es probable que el
Convento de Casia, surgido en esos años, proviniese de un
grupo de
ermitaños anteriores a esta Gran Unión. La noticia
acerca de los ermitaños en la colina de Casia no escasean,
pero son muy inciertas como para deducir conclusiones serias. Sin
embargo, la referencia no es del todo inútil.
La bella Iglesia, cuyas campanas fueron el reloj civil y
legal de Casia, que acompañaban con sus toques las
alegrías y las tristezas la vida de la ciudad, fue
construida en el año 1300. Se incorporó a ella una
pequeña Iglesia anterior, dedicada a san Juan
Bautista.
En el antiguo Convento se fundó un Centro de
Estudios Teológicos y Humanísticos de donde
salieron grandes personalidades que pusieron en alto el nombre de
la Orden Agustiniana. Otro hecho a favor del fervor por el
estudio en el Convento de Casia, es el de haber dado a la orden
un Superior General en la persona de
Nicolás de Casia (1402 – 1412). Es posible que Rita
debió tratarlo y haber tomado parte en sus sufrimientos,
en los tenebrosos momentos del cisma.
Tampoco faltaba un buen ambiente espiritual. En 1300
entró en el Convento Simón Fidati, escritor
fecundo, gran predicador, asceta, fundador de monasterios de
clausura; en 1308 salía de allí Andrés
Casotti para fundar el eremitorio de Santa Cruz, hoy
Señora de la Estrella.
En tiempos de Rita, estaba lleno de fama el Beato
Simón de Casia y nuestra santa no pudo, seguramente,
sustraerse a su influencia benéfica. Además de su
fuerte personalidad y
de sus escritos, había otra razón que lo
hacía recordar: el milagro eucarístico.
4. DE SU CIUDAD
Hoy, gracias a la documentación antigua sobre Santa Rita,
estamos mejor informados sobre la ciudad de Casia en los tiempos
de la Santa, que es lo que nos interesa. No era una ciudad
dormida o encerrada por el cerco de sus montañas, sino por
el contrario, viva, impetuosa y en contacto con las más
grandes ciudades de la península.
Un camino comercial la unía con Milán,
Florencia, Foliño y Triponzo por el norte, por el sur con
Ciudad Real, Ácuila y Nápoles; sus ramales la
comunicaban con Rieti y por allí se llegaba hasta la
Ciudad Eterna, que por esos tiempos estaba reducida a condiciones
de miseria, pero seguía siendo Roma, a causa del
cautiverio de Aviñón primero y luego por el cisma
de occidente.
Políticamente Casia era una república
independiente regida por un intrincado aparato
democrático. De los tres
poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, sólo el
primero estaba en manos de los ciudadanos de Casia, los otros dos
en manos de forasteros que los ejercían durante seis meses
y estaban bien pagados para que cumpliesen sus deberes sin ceder
a la corrupción, pues serían juzgados
severamente si caían en ello. El poder judicial
era ejercido por un alcalde, un juez vicario, un jefe de
policía, cuatro notarios y dos oficiales; el legislativo
residía en veinticuatro cónsules (cuatro elegidos
cada dos meses), veintiocho alguaciles, veinticuatro consejeros
secretos, veinticuatro expertos en derecho y setenta fiscales;
todos ellos conformaban el parlamento. A éstos
funcionarios se sumaba, además, doscientos
soldados.
Pero todo este aparato gubernamental, rara vez
conseguía el buen funcionamiento de la república y
el preciso don de la paz. Casia era un pequeño recinto de
contrastes, odios, enemistades y por tanto de delitos,
seguidos por el inevitable y temible espiral de la venganza. Los
contrastes explotaban en el plano político y en el social:
en el primero entre güelfos y gibelinos,
siempre en guerra, y en el segundo entre ricos y pobres, nobles y
plebeyos; a causa del abuso de unos y de la envidia de los otros,
la revuelta cuando no estaba en acción permanecía
en tendenciosa espera. Y esto sin decir nada sobre las contiendas
entre Casia y las ciudades vecinas que llevaban frecuentemente a
las incursiones de las cabalgatas, que era una especie de
venganza colectiva hecha mediante ataques sorpresivos de
caballería, que donde llegaban sembraban la ruina y la
muerte.
Dadas estas situaciones difíciles, un trabajo
importantísimo, no solamente religioso sino también
social, desempeñaban los pacificadores. Los padres de
Rita, según la tradición, pertenecían a este
grupo y ella misma fue la mujer fuerte que
en circunstancias difíciles logró aplacar los odios
y romper la dura y triste cadena de la venganza.
5. DE LO RELIGIOSO
El clima religioso y
espiritual de Casia estaba determinado, principalmente, por la
presencia de los agustinos y de los franciscanos, primeros
aposentados en la roca de la ciudad y los segundos en las
afueras, cerca de la puerta oriental. Las dos Ordenes
tenían una tradición teológica muy cercana,
debido a su confluencia en San Agustín. El agustinismo
franciscano y agustinianismo (así llamaban al de los
agustinos) tenían muchos puntos de convergencia, como eran
el primado del amor y el
primado de Cristo. Esa confluencia de las dos espiritualidades
está representada por el encuentro entre el Beato
Simón Fidati y el Clareno.
Los franciscanos difundieron la devoción al "Buen
Jesús", predicada con mucho entusiasmo por San Bernardino.
Esta obtuvo la aprobación de los agustinos y del pueblo
que colocaba el célebre monograma de Jesús en sus
casas (un agustino de Casia, Fr. Andrés, se opuso a esta
devoción; temía que hablar de Jesús hombre,
oscureciese o llevase al olvido a
Jesús-hombre-Dios).
Rita tuvo conocimiento
de esta devoción gracias a la predicación del
franciscano S. Santiago de las Marcas. Es
más, la tradición, referida constantemente por los
primeros biógrafos
establece una relación entre la predicación de este
santo varón con la estigmatización de Santa Rita.
Esto puede ser verdadero, pero la dificultad está en
conciliar las fechas de ambos sucesos. El santo franciscano
predicó en Casia en 1425, y no se tiene conocimiento que
lo haya hecho en 1432, año de la estigmatización.
Lo seguro es que
la predicación del santo dejó una profunda huella
en Rita, ya muy avanzada en al camino de la perfección y,
en particular, en la meditación sobre la Pasión de
Cristo, de la que el santo predicador era un cantor
enamorado.
CAPITULO II:
1. SU NIÑEZ
- 1.1. Padres
Entre todas las provincias de Italia, es célebre
la región de Umbría, tanto por la fertilidad de sus
campos y hermosura de sus valles, como por su fecundidad en
esclarecidos santos, entre los que sobresalen: San Benito, San
Francisco de Asís; y de la Orden Agustiniana, Santa Clara
de Montefalco, y los Juan de Mantua, Simón de Casia y
Ugolino de Cartona.
Distantes 10 km. de Casia, está en la misma
Umbría la aldea de Roccaporena, en la que, a mediados del
s. XIV, vivían Antonio Mancini y Amada Ferri, fervorosos
cristianos y esposos ejemplares. Siempre se distinguieron por la
práctica de las virtudes cristianas, en especial de la
caridad con los más necesitados, con quienes
repartían sus no muy abundantes bienes de
fortuna. Ocupábanse también en poner paz entre sus
paisanos, para lo que había recibido del cielo un don
especial, siendo conocidos por todos como los pacificadores de
Cristo. Acrecentaba el esplendor de estas virtudes la
devoción que tenían a la Pasión de Cristo. a
la ancianidad. Sólo les faltaba tener sucesión para
ser completamente felices; pero esto era humanamente imposible,
dada la avanzada edad de ambos. Sin embargo, Aquel, que
concedió la maternidad a Ana y a Isabel, dándoles,
respectivamente, pro hijos al Profeta Samuel y Juan Bautista,
realizó el mismo prodigio en Amada Ferri,
demostrándose con ello que para Dios nada hay
imposible.
1.2. Su nacimiento
Corría el año 1381 y ocupaba la Sede
apostólica el Papa Urbano VI cuando nació Rita en
el mes de Mayo y en la mencionada aldea de Roccaporena. Con
rapidez circuló la noticia de este nacimiento no
sólo en la aldea, sino también en sus alrededores,
causando en sus habitantes admiración y
alegría.
Numerosos fueron los prodigios en torno a este
nacimiento, siendo uno de ellos la aparición en
sueños de un Angel a Amada, revelándose que iba a
ser madre de una niña, cuya vida ejemplar serviría
de modelo a la
mujer cristiana en todos los estados. El mismo Angel le
reveló el nombre de Rita, desconocido hasta entonces, que
había de imponerse en el Bautismo, que a los pocos
días recibiría en la colegiata de la ciudad de
Casia.
1.3. El enjambre misterioso
Otro de los prodigios acaecidos que merece notarse es el
de las abejas blancas, con el que Dios quiso dar a entender
quizá los grandes dones y gracias que había de
derramar en aquella alma
escogida.
A los cinco días de su nacimiento, y estando
entregada en un apacible sueño, apareció de
improviso sobre la cuna donde dormía, un emjambre de
abejas blancas, que revoloteaban en derredor de su entorno y
entraban y salían de su boca, como si estuvieran
elaborando dentro de ella un panal de miel.
Pero lo que, sin duda, da mayor realce a este prodigio
es la permanencia de las abejas en la actualidad. Han
transcurrido ya muchos siglos desde que Santa Rita dejó
este mundo, y todavía en los vetustos muros del antiguo
convento de agustinas de Santa María Magdalena de Casia,
viven las maravillosas abejas procedentes de aquel misterioso
emjambre. No se las ve salir de sus agujeros más que dos
veces al año: el día de Viernes Santo, aniversario
de la muerte del Señor, y el día 22 de Mayo,
aniversario de la muerte de Rita.
Como dato curioso en confirmación de este hecho,
creo conveniente traer aquí la noticia que publicó
el historiador de la Umbría, Jacobilli, en una de sus
obras. Dice que, a mediados del s. XVII una de aquellas abejas
que, al salir de la cajita en que venía, echó a
volar tomando la dirección de Casia, como si quisiera
reunirse a sus compañeras. Tal es el prodigio de las
abejas blancas de Santa Rita, referido por todos sus
biógrafos.
2. SU JUVENTUD
2.1. Adolescencia
Fueron tantas y tan variadas las virtudes que
practicó Rita desde su niñez hasta que contrajo
matrimonio, que no es posible detallarlas en una corta biografía. Desde
pequeña manifestó gran inclinación a la
piedad, al retiro y a la oración. Pero no pudo satisfacer
plenamente sus deseos hasta que, a la edad de doce años,
obtuvo permiso de sus padres para vivir en un apartado aposento
de la casa, en el que durante un año llevó una vida
de rigurosa soledad. Cuando salió de su retiro para
atender a sus ancianos padres, dedicóse a practicar en
alto grado de perfección todas las virtudes cristianas.
Si a todo esto se añade el atractivo que por
su carácter bondadoso y sencillo
ejercía en los demás, así como por su
afabilidad y delicadeza en el trato social, bien puede
decirse que Rita fue, durante el tiempo de su adolescencia, el modelo acabado de
jóvenes cristianas. Y si por las virtudes que
practicó durante su infancia,
mereció ser llamada la niña santa, por las que
practicó durante su juventud
se la debe llamar la joven piadosa.2.2. Matrimonio
Crecía en edad y gracia delante de Dios y de
los hombres, sin más preocupaciones que la de cumplir
fielmente con los deberes de hija, ni más anhelos que
el de guardar perpetua virginidad, desposándose con
Cristo, mediante la profesión religiosa. Se deseo,
desde hacía mucho tiempo, era ingresar en el convento
de agustinas de Santa María Magdalena de Casia; pero
la voluntad de Dios había de conducir a esta alma
privilegiada al mismo fin, aunque por muy diferentes caminos
de los que ella se proponía. Nunca mejor que en esta
ocasión puede decirse que el hombre propone y Dios
dispone.No faltaban en aquellos contornos jóvenes,
que, atraídos por las encantadores dotes de hermosura,
virtud y gracia, que en ella resplandecían, abrigaban
esperanzas de poder ganársela para sí como
esposa.- Fue modelo perfecto de pureza angelical, humildad y
mansedumbre de corazón, de modestia en el vestir, de
recato en el hablar y de compostura y delicadeza en todos sus
actos. Desplegó un celo de extremada catequista en
enseñar a las niñas las principales verdades de
la fe, y les refería con piadoso sentimiento La
Pasión de Jesucristo, procurando además inculcar
en sus almas la devoción a la Virgen
Santísima. Su compasión con los necesitados, a
quienes socorría con frecuencia, era tan grande, que
solía privarse todos los días de una buena parte
de su comida para repartirla entre los niños
pobres. Y a tal grado llegó su caridad, que, no teniendo
en cierta ocasión nada que dar a un mendigo andrajoso
que encontró en la calle, se despojó de su manto
y se lo dio para que pudiera cubrirse. En la obediencia y
veneración a sus padres llegó hasta el más
alto grado de perfección, pues veía en ellos
autoridad y
la voluntad de Dios. Su penitencia fue asombrosa. Ayunaba tres
cuaresmas al año, además de las vísperas
de las festividades principales de la Iglesia, particularmente
en las fiestas de la Santísima Virgen María, a
quien profesaba una tierna devoción. Afligía su
cuerpo con silicios y disciplinas, en memoria y
consideración de los sufrimientos de Jesucristo
crucificado, devoción heredada de sus piadosos
padres. - Por otra parte, sus ancianos padres, viendo cercana
su muerte, y con el fin de que no quedase Rita sola y
abandonada en este mundo, le instaban incesantemente a que
contrajese matrimonio; no por contrariarla en sus
propósitos, sino para no dejarla expuesta a graves
peligros en las difíciles circunstancias por las que
entonces atravesaban Casia y los pueblos que de ella
dependían. - La instancia con que Antonio y Amada proponían
a su hija el matrimonio se estrellaba siempre contra la firmeza
de la Santa a elegir tal estado;
hasta que, postrada a los pies de Jesús crucificado,
pidiéndole con prolongadas súplicas le
manifestara cuál era su voluntad, supo que la voluntad
divina era que obedeciera a sus padres. Resignada y sumisa, y
sacrificando en aras de la obediencia lo que más
estimaba en el mundo, que era su virginidad, contrajo
matrimonio con el hombre que para ella habían escogido
sus ancianos padres. Se llamaba Pablo Fernando y
pertenecía a la nobleza de Casia. Y aunque había
sido educado cristianamente, tenía un carácter
tan altivo, áspero y violento, que ocasionó no
pocos disgustos y grandes amarguras a Rita.
CAPITULO III:
LOS
DIFERENTES ESTADOS DE SU VIDA
1. ESTADO DE ESPOSA
1.1. Modelo de esposas
Si se examinan, desde el punto de vista exclusivamente
humano, los hechos acaecidos con motivo del matrimonio de Rita,
sin duda nos parecerán desacertados, pues no se comprende
el empeño de casarle contra su voluntad, siendo sus padres
tan cristianos y piadosos, y mucho menos la elección de un
marido de carácter tan distinto al de su hija. Pero si se
consideran los hechos a la luz de los
designios de la divina Providencia, como debemos considerarlos
siempre, lo mismo su matrimonio que de la elección del
marido fueron acertados. Es preciso no olvidar que Dios
había escogido a Rita por modelo de la mujer cristiana en
todos los estados de la vida, y, si ella no hubiese pasado por el
crisol del matrimonio, la voluntad divina se hubiera frustrado, y
las esposas carecerían de un modelo perfecto que guiase
sus pasos en la vida conyugal, sobre todo cuando surgen
desavenencias y conflictos
debidos a una desacertada elección de consorte.
No pasó mucho tiempo, después de la boda,
sin que el marido de Rita mostrase la aspereza de su
carácter y lo violento de su condición. Fue un
verdugo para su esposa, a la que martirizaba constantemente de
palabra y con malos tratos, sufridas por la Santa con admirable
paciencia, sin exhalar una queja, logrando de ese modo que
jamás por su culpa se turbase la paz del hogar. Con
heroica humildad y admirable resignación, consiguió
Santa Rita vencer la crueldad de su marido, quien, reconociendo
su culpa y mal proceder, le pedía perdón de lo
pasado y procuraba consolarla con amorosas demostraciones de
cariño, reconociéndose indigno de tenerla por
esposa.
1.2. Virtudes de esposa
La vida matrimonial fue para Rita un continuo ejercicio
de virtudes cristianas domésticas y sociales. Sabía
armonizar las obligaciones
del hogar con los actos de piedad. La abnegación y
sacrificio eran familiares en ella. Visitaba con frecuencia a los
enfermos, exhortándoles a soportar con paciencia los
dolores y molestias de la enfermedad. Socorría a los
pobres en todo lo que podía, y se ocupaba con
extraordinario celo en hacer bien a todos. Diligente y hacendosa,
cumplía con sus deberes domésticos tan exactamente,
que fue fiel imitadora de la mujer fuerte, que describe
Salomón en el Libro de los
Proverbios y retrata Fr. Luis de León en la Perfecta
Casada.
Como esposa, ponía especial esmero en agradar a
su esposo en todo lo que no era contrario a la Ley de Dios; en
atraerle con afabilidad y mansedumbre, en suavizar con dulzura la
aspereza de su carácter y en manifestarle en todas las
ocasiones el amor que le
tenía. Ya decíamos antes que Santa Rita
jamás dio motivo para que se quebrantase la paz del hogar.
Enseñanza es esta que deben aprender e
imitar las esposas cristianas, sobre todo aquellas que tienen un
marido de condiciones ásperas y de conducta poco
cristiana.
2. ESTADO DE MADRE
2.1. Maternidad
- Muchas amarguras hubo de sufrir Rita durante los 12
primeros años de su matrimonio, a causa de la aspereza
de carácter de su marido. Pero el Señor, que da
las penas y las dulcifica con sus consuelos, se dignó
aliviar aquella angustiosa situación, atendiendo a los
ruegos y lágrimas de la santa, que le pedía
incesantemente la conversión de su esposo. - Acababa de dar a luz al primero de sus hijos, a quien
pusieron el nombre de Juan Santiago; a partir de este
acontecimiento, el carácter de Pablo Fernando fue
suavizándose de día en día. Y cuando 2
años más tarde, dio a luz su segundo hijo,
llamado Pablo María, habíase realizado un
cambio
completo en el modo de ser de su marido; de tal manera, que su
dureza y altivez de carácter se trocó en
mansedumbre y suavidad, tanto para sus hijos como para su
esposa. Y Rita pudo dedicarse desde entonces de lleno, sin
temores ni sobresaltos, al cumplimiento de sus deberes
maternales. - Virtud propia en una madre en la
educación de sus hijos es el amor; y Santa Rita
amaba a los suyos, no sólo con amor de madre, que es el
amor más puro de los amores humanos, sino con el amor de
madre santa, dirigiéndolos por la senda que conduce a la
eterna felicidad. Estudiaba cuidadosamente las inclinaciones de
sus hijos, para corregir lo que hubiera en ellas de
defectuoso. - Era admirable su prudencia, tanto en la correcciones
como en las manifestaciones de cariño hacia ellos, no
incurriendo nunca en la severidad inexorable, ni en la
debilidad de amor mal entendido, que encuentra disculpable todo
lo que hacen sus hijos, por reprensible que ello sea. Eso no
sería educar cristianamente, sino dejar que se
desarrollen los malos instintos de la naturaleza.
Santa Rita ejercía constantemente y discreta vigilancia
sobre sus hijos, para impedir que se apartasen del camino del
bien. No cesaba de exhortarlos con acertados consejos a la
práctica d las virtudes cristianas; y los consejos que
les daba, iban siempre acompañados con el ejemplo de su
vida de oración, de paciencia, de humildad, de
mortificación y de caridad.
2.2. Muerte trágica de su
esposo
Vivía Rita tranquila y feliz, dedicada al
cumplimiento de los deberes de esposa y de madre, y dando
continuas gracias a Dios por la conversión de su esposo,
cuando súbitamente se vio envuelta en nuevos y aún
mayores sufrimientos que los soportados hasta entonces. Estaba un
día ocupada en sus quehaceres domésticos cuando le
dieron la triste noticia de que su esposo había sido
asesinado. Trance duro para su corazón de amante esposa y
madre. Pero Rita, con un alma templada por el sacrificio y un
corazón abnegado y en todo conforme con la divina
voluntad, soportó con resignación cristiana esta
muerte inesperada.
No hay lengua que
pueda expresar, ni pluma que sepa describir adecuadamente la
escena que se desarrolló, cuando, al llegar Rita con sus
hijos al lugar donde se había perpetrado el crimen,
encontró a su esposo exánime y en medio de un
charco de sangre. Llena de espanto y de pena, se arrojó
sobre el cuerpo de su marido, prorrumpiendo en amargo y copioso
llanto. Las almas santas, que por serlo, son también
fuertes, saben conservar la serenidad en los momentos más
difíciles de la vida. Por esto Rita, pasadas las primeras
impresiones de angustia y de dolor, dueña de sí
misma, levantó los ojos al cielo, y en medio de una
resignación admirable y heroica, perdonó a los
asesinos de su esposo, y oró por ellos.
Como premio a tanta resignación y caridad, Dios
le reveló que el alma de su marido, a pesar de una muerte
violenta y repentina, se había salvado.
2.3. Sus hijos proyectan vengar este
crimen
Pero no terminó con el perdón de los
asesinos el heroísmo de Rita. Una pena grandísima
traspasaba su corazón por la pérdida de su esposo;
pero esta pena se acrecentó, andando el tiempo, por el
temor acerca de la salvación eterna de sus hijos, quienes
proyectaban vengar la muerte de su padre, matando al
asesino.
Rita ponía todos los medios a su
alcance para hacer desistir a sus hijos del crimen que
proyectaban y del pecado que iban a cometer. Oró,
suplicó, lloró; pero fue en vano. Todos los
maternales esfuerzos y consejos fracasaban ante la pertinacia de
sus hijos en llevar a cabo tan criminales intentos.
2.4. Heroísmo de Madre
Cuando comprendió que todos sus esfuerzos eran
inútiles y sus esperanzas se desvanecían, se
volvió a Dios y postrándose le ofreció su
propia vida por la salvación de sus hijos. Lamentablemente
su oración esta vez no tuvo éxito.
Sin duda, porque el designio del Señor era que Rita
escalara las más altas cumbres del heroísmo,
ofreciendo a Dios la vida de sus dos hijos, y pidiéndole
que los sacase de este mundo, una vez reconciliados con
él, para que sus almas no cayeran en la condenación
eterna. Dios aceptó el sacrificio heroico de esta
atribulada madre.
2.5. Mueren sus hijos
Rita quedará sola, abandonada, sin sus hijos;
pero no importa, si consigue la salvación de sus almas y
que no se derrama más sangre humana. Rita ofrece en
sacrificio lo que más ama, lo que más quiere una
madre: la vida de sus hijos y Dios la aceptó. Es
así que, en poco más de dos meses vio bajar al
sepulcro a sus seres más queridos; pero manchados con el
crimen que proyectaban, y salvadas sus almas.
3. ESTADO DE VIUDA
3.1. Viudez
Al quedar Rita en absoluta soledad por haber perdido
primero a sus padres, ahora a sus hijos, y años antes a su
esposo, centró su vida desde la muerte de éste en
otro estado: el de viuda. Y como Dios la había escogido
para que fuese modelo de la mujer cristiana en todos los estados
de la vida, no podía por menos de ser modelo de viudas, la
que lo había sido de niñas, jóvenes, esposas
y madres.
Ajustando su vida a los consejos del Apóstol,
pasaba Rita en oración las noches enteras, en una
incómoda gruta cerca
de su casa. Su vida era un continuo ejercicio de penitencia.
Visitaba a los enfermos, socorría a los pobres, consolaba
a los atribulados: es decir, practicaba todas las virtudes y
obras de misericordia.
Sola en el mundo, es muy natural que renaciese en su
ánimo el deseo de consagrarse a Dios; deseo que tuvo desde
niña. Con este fin se presentó en el Convento de
agustinas de Santa María Magdalena de Casia. Tres veces
solicitó ingresar en este Convento y las tres veces fue
negada. Sin embargo, Rita, puesta su esperanza en Dios,
seguía orando, convencida de que las religiosas
accederían a su petición, aunque para ello fuera
preciso un milagro.
3.2. Aparición celestial
En una de sus tantas noches de oración fue
interrumpida por unos fuertes golpes dados en la puerta de la
casa, y por una voz desconocida que la llamaba por su nombre.
Sobreponiéndose al miedo, salió a la ventana para
ver quién era, pero no vio a nadie. Reanudada su
oración, volvió a ser interrumpida en la misma
forma: pero tampoco logró ver a nadie. Postrada de nuevo
en oración, suplicó al Señor le diese a
conocer lo que significaban aquellas llamadas y si, eran
ilusiones o engaños diabólicos, le librase de
ellos.
Derrepente entró en éxtasis
dulcísimo, en le que oyó una voz celestial, que le
decía: "Levántate, que ya ha llegado el momento de
que entres en el claustro, del que has sido tres veces
rechazada". Y vio a los tres santos de su mayor devoción:
N.P. san Agustín, san Nicolás de Tolentino y san
Juan bautista, quienes la llevaron consigo a Casia y la
introdujeron en el Convento.
3.3. Entre las agustinas de Casia
La entrada milagrosa en el Convento, estando cerradas
todas las puertas, es uno de los milagros más notables de
la vida de la Santa. Sus tres santos patronos y protectores,
cumplida su misión,
desaparecieron, dejando a Rita en el coro del Convento, la cual,
arrobada en éxtasis de amor y de agradecimiento por tan
señalado beneficio, pasó toda la noche en fervorosa
oración.
Se puede imaginar el asombro que experimentarían
las religiosas cuando, al ir de madrugada al coro a cantar las
divinas alabanzas, vieron firme y tranquila a la joven viuda de
Roccaporena, a quien por tres veces habían negado la
entrada en el Convento. Ninguna podía explicar cómo
había entrado, pues se comprobó que estaban
cerradas todas las puertas. Preguntada Rita cómo
había podido entrar, contestó con toda sencillez,
refiriendo las maravillas que en aquella inolvidable noche
había Dios obrado en ella: "Mis celestiales patronos, San
Juan Bautista, San Nicolás de Tolentino y San
Agustín, a cuya intercesión he recurrido con toda
confianza, me han introducido aquí".
Oído el relato del maravilloso suceso, fue
recibida en el Convento con gran alegría de toda la
comunidad, como un don del cielo, hacia el año 1413, a los
32 años de edad.
4. ESTADO DE RELIGIOSA
4.1. Modelo de religiosas
Admitida en el Convento de Casia, vistió el
hábito agustino y comenzó el noviciado con tan
inusitado fervor, que más que novicia parecía una
maestra consumada en perfección religiosa. Cuando, al
terminar con el noviciado el año de prueba, celebró
sus místicos desposorios, mediante la profesión de
los votos evangélicos, su vida se ajustó con tal
exactitud a la observancia religiosa, hasta el punto que alguien
dijo que "si la regla de San Agustín hubiese desaparecido,
habría podido ser reconstruida, copiándola de la
prácticas religiosas de santa Rita".
En el mismo día de su profesión religiosa,
el Señor dio a entender a Rita, por medio de una
visión misteriosa, que la llamaba a un muy alto grado de
perfección. Vio en éxtasis una escala que
llegaba, como la de Jaco, desde la tierra hasta el cielo, por la
que subían y bajaban los ángeles; y en lo alto de
ella se hallaba Jesucristo, que le invitaba a subir hasta el
último peldaño.
Fiel al divino llamamiento, se dedicó con
ahínco a enriquecer su alma con el tesoro de las virtudes
propias de su nuevo estado y a practicar la más estricta
observancia. Era la primera en asistir a los actos de comunidad,
dando ejemplo a las demás religiosas con su fervor y
recogimiento. Con solicitud y alegría cumplía sus
deberes, ayudando a las demás en las tareas ordinarias.
Ejercitaba la caridad visitando a las enfermas, consolando y
aconsejando a las que, por su debilidad y flaqueza, necesitaban
de sus consuelos y consejos. Todas veían en ella, no solo
un dechado de virtudes, sino una amiga y una madre. De esta
manera se cumplía los designios de Dios, que le
había elegido como modelo de la mujer cristiana en todos
los estados de su vida.
4.2. Premio a su obediencia
Todos los biógrafos de Rita hacen notar que
practicó con suma perfección las principales
virtudes religiosas: Pobreza, castidad
y obediencia. Conocía Rita que la perfección y
santificación de la vida religiosa tiene por fundamento la
virtud de la obediencia; porque obedecer a Dios, es amarle; y el
amor de Dios se manifiesta obedeciéndole en los
superiores.
Tenemos en la vida de la monja agustina
bellísimos ejemplos de obediencia, los cuales prueban
hasta qué punto llegó la santa en la
práctica de esta virtud. Recordemos que solo por obedecer
a sus padres, y a Dios, a quien representaban, aceptó
el estado del
matrimonio.
En su vida religiosa, más retirada ya del mundo y
en todo conforme con la voluntad de Dios, nos dejó grandes
y heroicos ejemplos de obediencia. Cuentas los
autores que varias veces premió Dios, con verdaderos
prodigios, la obediencia de Rita.
Cierto día, la Abadesa, para probar la obediencia
de Rita, le mandó que regara un tronco seco hasta que
reverdeciese. Rita obedeció sin poner reparo ni dificultad
en ello, y sin detenerse a pensar que, humanamente hablando, su
trabajo sería inútil e infecundo. Un año
entero perseveró en esta tarea con el mismo cuidado y
solicitud que si tratase de una planta delicada. Tarea
estéril a los ojos de los hombres, pero muy meritoria a
los ojos de Dios.
El Señor, que no deja sin recompensa la obra
más insignificante hecha por su amor, premió una
obediencia tan sencilla y sublime, haciendo que aquel tronco seco
empezase a retoñar y revertirse de hojas, y diera
después abundantes frutos. Las agustinas de Casia creen
que fue, según la tradición, un tronco de vid, y
que de él procede la antiquísima parra que
aún se conserva y da fruto en la huerta de dicho
convento.
4.3 Estigmatización
Prueba de la predilección con que el
Señor miraba a nuestra santa
es el insólito prodigio que se dignó obrar
en ella, el cual, por lo extraordinario que es, forma uno de los
hechos más notables de su vida: el milagro de la santa
espina.
Estaba predicando en la colegiata de Casia el Beato
Jacobo de Monte
Brandón, de la Orden de san Francisco, y era tal
el fervor con que lo hacía y tal la unción que daba
a sus palabras, que los fieles salían del templo
profundamente arrepentidos de sus pecados. Santa Rita oyó
uno de esos sermones, en el que el santo predicador
exponía los principales episodios de la Pasión de
Jesucristo; y quedó tan hondamente impresionada, que
derramó copiosas lágrimas. Terminado el
sermón, fue al coro bajo el Convento, donde, postrada ante
una imagen de Cristo
crucificado, púsose a pensar en el inmenso dolor que
sentiría Jesús al ser coronado de espinas. En esta
consideración piadosa, su alma, siempre compasiva de los
dolores ajenos e inflamada ahora por el amor de Dios,
suplicó a Jesucristo se dignase hacerla participante de
aquel sufrimiento. Fue escuchada su oración, pues
derrepente se iluminaron con vivísimo resplandor las
espinas de aquella imagen, y al mismo tiempo se desprendía
una de ellas, que, lanzada como una saeta, fue a clavarse en la
frente de Rita, produciéndola un dolor tan intenso, que
quedó desvanecida.
Esta herida, por disposición divina,
resultó incurable; y además fue tomando un aspecto
repugnante, despidiendo un olor casi insufribles. Por estas
razones se vio obligada la superiora del Convento a disponer que
Rita viviera retirada en su celda, en donde permaneció
ocho años, alegre y feliz con el dolor de la herida, y
entregada a todo género de
austeridades.
4.4. Curación milagrosa de la
herida
Por aquel tiempo (1450) mandó publicar en Roma el
papa Nicolás V un Jubileo plenario, el cual dio
ocasión para que la misericordia de Dios se manifestara de
nuevo en Rita. Apenas tuvo conocimiento de la agradable noticia,
hizo voto de ir en peregrinación a Roma, para poder
participar de las muchas gracias concedidas por el Santo Padre.
Para ello pidió permiso a la superiora, la cual se le
negó, fundándose en la avanzada edad de Rita, en
las dificultades del viaje y, sobre todo, por la llaga de su
frente, que ofrecía un aspecto repulsivo y exhalaba un
hedor insoportable. Pero, sin duda, para consolarla, le dijo que
si curaba la llaga del todo, le concedería el permiso
solicitado.
Rita se retiró a su celda, y con la confianza y
fervor que ponía siempre en sus oraciones, se
postró a los pies de Jesús crucificado,
rogándole se dignase sanar la herida, conservándole
los dolores, para poder cumplir el voto que había hecho de
ir a Roma. El Señor la escuchó, quedando
completamente curada la llaga. Cuando las enfermeras fueron a
hacerle la cura de costumbre se quedaron admiradas al ver que la
úlcera había desaparecido repentinamente y por
completo. Comunicaron el suceso a la priora, quedando
atónita al comprobar con sus propios ojos la realidad del
milagro. Así que le permitió ir a Roma.
4.5. Reaparición de la llaga
Apenas regresó al Convento, se le volvió a
reproducir la llaga; tal como estaba antes de salir al Jubileo.
Como todas las religiosas habían visto la curación
milagrosa y ahora veían su reproducción, tuvieron la llaga como un
prodigio perenne y como un favor del cielo, por lo cual ya no
sentían horror al verla, al contrario, gustaban de estar
con ella que ya todas la admiraban como santa. El Señor,
que todo lo dispone, quiso que con la reaparición
misteriosa de la llaga empezase ya en vida la
glorificación de Rita.
4.6. Enfermedad
Después de la peregrinación, vivió
7 años, durante los cuales se hizo cada vez más
íntima su relación con Dios, quien derramaba sobre
ella la dulzura de su amor, al mismo que le sometía a
fuertes dolores, siendo el más intenso de ellos el
producido por la espina, que llevó clavada en su frente
durante 15 años.
A los 72 años de edad y 40 de vida religiosa, la
probó el Señor con una enfermedad que la
obligó a guardar cama, y de la que ya no curó en
los 4 años que aún le quedaban de vida.
En el cuarto año de su dolencia, la enfermedad se
agravó y el cuerpo desfallecía; pero el alma de
Rita se elevaba y se unía más y más a Dios.
El día que, extenuado y agotado ya su cuerpo, oyó
que se le anunciaba su próxima muerte, no pudo disimular
la alegría que inundaba su alma; y de ninguna otra cosa
quería que le hablasen más que del paraíso,
donde estaba a punto de entrar.
4.7. El milagro de las rosas
Unos meses antes de su muerte, recibió la
visita de una parienta
suya de Roccaporena. Esta dijo a la enferma al
despedirse:
_ ¿Quieres algo para tu pueblo? _Sí
-contestó Rita-, quiero que,
cuando llegues al pueblo, vayas al huerto de mi casa,
cortes una rosa y me la traigas.
El invierno de aquel año 1457 fue muy riguroso en
los montes de Roccaporena. El pueblo está situado en una
hondanada, en la que durante toda la estación invernal
apenas entra el sol, y la
naturaleza yace sepultada bajo la nieve y los hielos; así
que era imposible poder encontrar la rosa que
pedía.
_ ¡Delira! ¡Delira! -decía la humilde
mujer de Roccaporena, al igual que las religiosas-.
Juzgando un desatino o un delirio el encargo de la
enferma, se fue al pueblo, sin acordarse para nada de la rosa.
Pero, pasando junto al huerto de Rita, fuese por curiosidad o por
impulso sobrenatural, el caso es que entró en él, y
llena de estupor vio de una rama de un rosal medio cubierto por
la nieve, pendía una rosa fresca y lozana. La buena mujer
la cortó con mucho cuidado y veneración, pues la
consideraba como un prodigio de la santa moribunda; y
después de un breve descanso, y a pesar del largo camino,
volvió a Casia a entregárselo a Rita.
_¡Qué bueno es el Señor!
-exclamó Rita al ver la rosa-. Y tomándola en sus
manos, dio gracias a Dios por aquel dedicado beneficio y se la
mostró a las religiosas para que también ellas
admirasen las maravillas del Señor.
La rosa se mantuvo largo tiempo fresca, despidiendo tan
intenso perfume, que no solo en la celda de Rita, sino en toda la
casa se sentía su agradable aroma. A este hecho milagroso
se debe la costumbre de bendecir las rosas el día de Santa
Rita, y de distribuirlas entre los devotos para aplicarlas a los
enfermos.
El pueblo cristiano llama a Santa Rita la Santa de las
Rosas, y a las rosas bendecidas, las Rosas de Santa
Rita.
4.8. El milagro de los higos
Otro prodigio semejante al de la rosa aumentó
la creencia de todos
en la santidad de Rita. La mujer de Roccaporena,
portadora de la rosa, al despedirse, volvió a preguntar a
la santa:
_ ¿Quieres algo del pueblo? _Ya que eres tan
buena -Contestó Rita-, deseo que vuelvas al huerto, donde
hallarás dos higos. Hazme la caridad de
traérmelos.
La buena mujer ya no dudó ni creyó delirio
el encargo de Rita. Se fue al huerto, donde verdaderamente
encontró dos higos maduros que pendían de las ramas
desnudas de una higuera. Los cogió y con ellas
volvió a casa a entregárselo a la santa,
repitiéndose las escenas de asombro y agradecimiento a
Dios.
Con estos prodigios quiso el Señor manifestar a
todos la ternura con que amaba a su humilde sierva. Por estos y
otros muchos milagros semejantes sería más tarde
llamada Santa Rita la abogada de los imposibles.
CAPITULO V:
1. CONSUELOS CELESTIALES
Llevaba Rita postrada en el lecho del dolor cuatro
años, y como no había temido las amarguras y
sufrimientos de la vida, tampoco ahora temía la muerte, es
más, la deseaba.
Faltando pocos días para su muerte cuando
recibió del cielo una merced singularísima: se le
aparecieron Jesucristo y su Santísima Madre para
consolarle y anunciarle que dentro de muy pocas horas
recibiría el galardón merecido por sus virtudes.
Con esta visita quedó sumergida en un éxtasis de
amor, que le avivó aun más los deseos de verse con
los bienaventurados del cielo.
Pasado esta experiencia, llamó a las religiosas,
a quienes pidió perdón de todas las molestias que
les hubiera causado, y les avisó de su próxima
muerte. Pidió que le fuesen administrados los
últimos sacramentos, que recibió con
muchísimo fervor y entre lágrimas y sollozos de las
demás religiosas. Pidió la bendición y a
petición de sus hermanas, ella también hizo lo
mismo.
2. EXTASIS ETERNO
Después de todos estos momentos tan emocionantes
como piadosos, entró en un profundo recogimiento. Se
encomendó a Jesucristo, a quien había amado; a la
santísima Virgen, a quien había imitado; a sus
ángeles custodios y a sus patronos especiales.
Después volviéndose a las religiosas que le
rodeaban les dijo: "Adiós, madres y hermanas mías,
quédense en paz"; y levantando al cielo su mirada,
cruzadas las manos sobre el pecho, entregó su alma a Dios.
Era el 22 de Mayo de 1457, a los 76 años de edad y 44 de
vida religiosa.
3. LA GLORIA DEL SEPULCRO
Dios le hizo además admirable ante los hombres
por los prodigios de que estuvo rodeada. El primero de estos fue
que, en el momento de morir las campanas del Convento y de toda
la población, empezaron a sonar sin que nadie
las tocara. Este milagro puso en movimiento a todos los
habitantes de Casia, los cuales, enterados de la muerte de Rita y
conocedores de su santidad, se dirigieron en nutridos grupos al
Convento para testimoniar el pésame a las religiosas y
para encomendarse a las oraciones de la que ya veneraban como
santa.
4. CURACIONES MILAGROSAS
Una mujer que tenía paralizado los brazos se
postró ante el cadáver de la Santa,
pidiéndole que le curase, y quedó repentinamente
curada. Un joven, Angel Bautista, que estaba ciego y sin
esperanza de cobrar la vista, oyó hablar de los prodigios
que se realizaban por intercesión de Rita, se
presentó ante su cuerpo expuesto al público, le
pidió con viva fe, y quedó sano. Esto
sucedía el 25 de mayo de 1457, tres días
después de su muerte.
Dos días más tarde, Lucrecia de Paolo,
víctima de una grave hidropesía, deforme y
encorvada, se hizo conducir ante los restos mortales, obteniendo
la curación completa. En el mismo día, una mujer de
Casia, que era sorda, recobró el oído rezando ante
el cadáver. El día último de mayo de ese
mismo año llegó hasta el féretro otra mujer,
muda de nacimiento, Francisca Giovanni, la cual quedó
sana, siendo las primeras palabras que pronunció: Ave
María. Así, se dieron muchos milagros
más.
Otro Milagro:
Todos notaron que la celda de Rita estaba inundada por
un extraordinario resplandor; pero lo que más
admiración causó fue el suavísimo aroma que
se difundió por todo el Convento, y que procedía
del santo cadáver, particularmente de la llaga de su
frente.
Terminados los solemnes funerales, las religiosas
tuvieron que desistir de dar sepultara al cadáver, porque
el Convento estaba continuamente invadido por los fieles que
venían a venerar los restos y a pedir su
protección.
Como lejos de presentar el cuerpo señales
de corrupción, se resolvió que quedara
expuesto por unos días a la veneración de los
fieles, precisamente en el mismo lugar donde fue estigmatizada.
Entre tanto, seguían multiplicándose los milagros a
favor de los que llegaban a orar ante sus restos, aumentando
así la devoción hacia ella.
5. SU CUERPO INCORRUPTO
Se han observado en todo tiempo fenómenos
maravillosos en el
cuerpo de la Santa. Ya dijimos antes que la fetidez de
su llaga se transformó en un perfume tan suave que
maravillaba a cuantos la percibían. Este mismo perfume lo
exhala todo su cuerpo, extendiéndose a veces, no
sólo a la Iglesia, sino al Convento e incluso a la
ciudad.
En el transcurso de los siglos ha venido
repitiéndose esta maravilla en determinadas ocasiones,
especialmente cuando la santa va a conceder, o ha concedido
alguna gracia. Percíbase también este delicado
perfume cuando el Obispo de la Diócesis, o el Superior
Mayor de la Orden Agustiniana hacen su visita pastoral al
Convento de Casia. Parece, según dicen los
biógrafos, que nunca ha dejado de sentirse ese aroma,
más o menos intensamente, el 22 de Mayo, fiesta de la
santa.
El 21 de Mayo de 1628, cuando comenzaban en Casia las
fiestas con motivo de su solemne beatificación,
abrió los ojos y su cuerpo se elevó milagrosamente
hasta la parte superior de la caja o cofre de cristal en que
está colocado. Otras elevaciones semejantes a ésta
han tenido lugar en fechas posteriores, sobre todo en algunas
visitas pastorales a dicho Convento.
Han sido, pues, tan grandes y tan frecuentes en todos
los tiempos, los prodigios obrados por intercesión de
Santa Rita, que los fieles de todo el mundo la invocan con el
glorioso nombre de Taumaturga agustina.
6. BEATIFICACIÓN Y
CANONIZACIÓN
El Papa Urbano VIII, ya en 1627, concedió a la
Orden agustiniana el Oficio y Misa de Santa Rita. Un año
después, el mismo Pontífice que, por haber sido
antes Obispo de Umbría, fue testigo de la gran
devoción a la Santa de Casia, así como de las
gracias que por su intercesión se obtenían, le dio
solemnemente en la Iglesia de San Agustín de Roma, el
título de Beata, con el que ya los fieles la habían
venerado desde el día de su gloriosa muerte.
El Papa León XIII, en el año jubilar de
1900, el 24 de Mayo, fiesta de la ascensión del
Señor, coronó la obra de los fieles y de su
predecesor, canonizándola, es decir, inscribiendo a la
Beata Rita en el catálogo de los santos. Este mismo Papa,
de feliz memoria, llamó a Santa Rita, con motivo de su
canonización, Ornamento de la Orden Agustiniana y perla
preciosa de la Umbría.
Ha sido incluida por el Papa Juan Pablo II en el
calendario Universal el 22 de Mayo del año 2000 con
ocasión del año Santo y del centenario de su
canonización.
7. Devocion Mundial a Santa Rita
Las muchas gracias y favores, que pronto empezaron a
obtener los fieles que acudían a la intercesión de
la monja agustina de Casia, hicieron que fuese muy conocida, y
que aumentase de modo extraordinario la devoción hacia
ella. Esta devoción no se limitaba a Casia, en donde sus
paisanos y devotos levantaron el primer templo en su honor en
1577, a los 120 años de su muerte, sino que se
extendió, en brevísimo tiempo y de un modo
maravilloso, por toda Italia, España y
Francia, y por las lejanas tierras de América, en cuanto fueron
descubiertas.
Su sepulcro fue verdaderamente glorioso en toda la
extensión de la palabra, pues constantemente se
veía y se ve visitada su tumba por infinidad de peregrinos
y almas devotas, que van en busca de remedio a toda clase de
dolencias y necesidades, o a dar gracias por los favores
recibidos. La rechazada de ayer será pronto la gloria del
monasterio de Casia. Lámparas, cirios y exvotos de todas
clases adornan y testifican, en torno a su sepulcro, la confianza
y devoción con que es venerada en todo el
mundo.
Desde los primeros tiempos después de su muerte
ha sido tan universal y constante el acudir a Santa Rita como
Santa, sin estar aún ni beatificada por la Iglesia, que
bien puede afirmarse que el pueblo cristiano la canoniza mucho
antes que el Santo Padre la inscribiera en el catálogo de
los santos. Incluso el Papa Benedicto XIII, en 1727,
autorizó la construcción de una iglesia en su honor en
Río de Janeiro.
Desde el año 1900, en que fue solemnemente
canonizada por el inmortal León XIII, el nombre de Santa
Rita es invocado y bendecida en todo el mundo como uno de los
más grandes y más populares taumaturgos de la
Iglesia. En su honor s van levantando alteres e iglesias sin
número. Su imagen es venerada en todas partes, de tal
manera, que puede asegurarse que no hay ciudad, ni siquiera un
pueblo, que no tenga un altar dedicada a la Santa abogada de
imposibles.
Este título de abogada de imposibles se le
empezó a dar hacia el año 1700 en España,
Cádiz, para significar la eficacia de su
intercesión, aún en los casos más
difíciles y desesperados.
8. LAS ROSAS DE SANTA RITA
El hecho milagroso ya referido, acaecido antes de la
última enfermedad de Rita, originó el que las
religiosas agustinas de Casia acostumbrasen a cubrir la Urna, en
que yace el cuerpo incorrupto de nuestra Santa, con rosas,
especialmente el día 22 de Mayo, aniversario de su piadosa
muerte.
Estas rosas eran distribuidas todos los años
entre los bienhechores y amigos del Convento, los cuales las
conservan como preciosas reliquias. El Señor, que s e
complace en honrar a sus santos y en glorificar a sus siervos,
quiso que, mediante las rosas que habían adornado el
sepulcro de Rita, se verificaran curaciones
milagrosas.
- Se ha dicho que el mensaje de un santo (o de una
santa) está vinculado a su vida y ésta a la
historia. Por tanto, he intentado arrancar de la historia las
noticias que ella nos ofrece en torno a Santa Rita, intentando
rechazar la tentación de ceder a la fantasía que
inventa y a la devoción que magnifica. No importa que
las conclusiones que se saque en este trabajo sean
desalentadoras, con tal que sean ciertas. Aunque sean pocas
créanme que no serán desalentadoras. - En este sentido, la primera afirmación que se
debe descartar es que la vida de Santa Rita sea una leyenda
-como muchos se atrevieron a decir-, o que se apoye,
sólo en una tradición oral recogida
tardíamente, y que no tiene consistencia
histórica alguna. - Ciertamente, y está bien decirlo, aunque sea
un tanto desalentador, nuestra santa no ha sido afortunada con
los historiadores. No ha habido algún historiador
contemporáneo que haya escrito su biografía para
comunicarnos la situación humano-divino de sus luchas y
sus logros interiores, como sí los tuvieron, para citar
algunos casos del mundo agustiniano antiguo, su Padre
espiritual san Agustín, quien no tuvo necesidad de
biógrafos. - Tampoco tuvo Rita un proceso
canónico rápido donde se pudiera escuchar a
testigos presenciales o testigos que hubiesen oído de
sus labios la narración de sus vicisitudes y
virtudes. - Las opiniones y los biógrafos de Santa Rita
sobre la cronología de su vida son muy dispares, y muy
pesimistas las conclusiones a los que se puede llegar: resultan
injustificadas unas y otras. Tanto en las fechas como en los
hechos, se debe distinguir lo cierto de lo
incierto.
Es cierto que pasó 40 años de monja
(biografía notarial); que durante 15 años
sufrió la llaga de la espina (epitafio); que el 10 de
abril de 1446aún estaba viva, pues figura junto a las
demás religiosas en un contrato de
arrendamiento.
- Como año de muerte de Rita se dan dos fechas:
1447 y 1457. Los biógrafos por su parte se limitan a dar
uno u otro sin dar explicación alguna. - 1447: tiene una dificultad. Es el caso del viaje de
santa Rita a Roma para ganar la indulgencia del año
santo, del cual da cuenta toda la tradición registrada
por su s biógrafos. Pero, no hay ningún
año santo entre 1432 y 1447; en cambio, sí
estaría el del año 1450 sise pone como fecha de
su muerte el 1457. Sin embargo, esta dificultad se puede
resolver si se quiere dar crédito a la tradición, aceptando
que haya podido haber una confusión entre un viaje a
Roma para ganar las indulgencias y el deseo de ver al Papa.
También se podría pensar (Aunque faltan pruebas) en
circunstancias solemnes, muy cercanas a la familia
espiritual de Rita. Durante ese tiempo ocurrieron dos sucesos
importantes: el traslado de las reliquias de santa
Mónica (abril del 1430) y la canonización de San
Nicolás de Tolentino (1446) - Aún así, las fechas importantes en la
vida de Rita, desde que se hizo monja hasta su muerte, se
pueden fijar racionalmente. Donde no se tiene mucha seguridad y
prácticamente se navega en la obscuridad, es en la
suposición sobre las fechas de los primeros años
de su vida. Sabemos que Rita fue esposa, madre y viuda y que
hizo muchas cosas durante este tiempo. Hacer todo eso requiere
un espacio más grande de tiempo, de 25 a 30 años
como mínimo. De terminar en este lapso con seguridad, o
al menos con posibilidades serias, las respectivas fechas, es
imposible: quien lo haga, cede a la tentación de decir
algo más de lo que se sabe. La fecha del nacimiento, que
muchos fijan en 1381, está comprendida en el espacio
mínimo para el tiempo mencionado.Por tanto, si se acepta
que haya vivido cerca de 70 años como lo dice la
biografía de 1628, -( o más: 76)- entonces debe
anticiparse el año de su nacimiento en caso de que la
muerte haya ocurrido en 1447, o postergarla si tomamos el
1457. - ¡He aquí el ejemplo, he aquí el
modelo de la mujer cristiana! Niñas, jóvenes,
esposas, madres, viudas y religiosas, en Santa Rita
encontrarán el modelo de su vida y conducta. De ella
aprenderán cómo se puede formar de las familias
pequeños oasis de paz, siendo fuertes en la lucha,
heroicas en el sufrimiento, generosos en la virtud y fieles
cumplidoras del deber.
Prensa; Madrid;
1960; 85- BERNARDEZ, José; Santa Rita de Casia; Edit.
Apostolado de laEspaña; 1993; 174
- PERI, Victorio; Rita de Casia, perla preciosa de
Umbría; Edit. Velar;Edición; Roma; 1990; 86
- SANCHEZ ECHEGOYEN, Saturnino; Edit. Escurialenses;
6ta.Apostolado de la Prensa;
Madrid; 1927; 218 - SICARDO, José; Vida de la Gloriosa Santa Rita
de Casia; Edit. - TRAPÉ, Agustín; Santa Rita y Su
Mensaje; Edit. LECAT Ltda;
Bogotá; 1982; 127
Agradecimientos
A los hermanos del Vicariato Regional de Agustinos de
Iquitos, por permitirme ser parte de ellos.
A la Provincia agustiniana de Colombia, por su
acogida y su buen trato.
A mis hermanos connovicios y formadores, por aceptarme
como soy y enseñarme a ser lo que quiero ser.
Dedicatoria:
A mi familia, por apoyarme en todo…
Alex Pacaya