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Santa Rita




Enviado por alexpacaya



    1. Contexto
      histórico
    2. Los primeros años de su
      vida
    3. Los diferentes estados de su
      vida
    4. Muerte y
      glorificación
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    La enorme y profunda devoción a la santa de
    Casia, tan universal y tan cercana al pueblo cristiano, a
    través de los siglos ha sufrido dos inconvenientes
    importantes, los cuales, aunque sean comunes en las devociones a
    otros santos, especialmente aquellos que han influenciado mucho
    la religiosidad popular, no por eso dejan de ser verdaderos
    obstáculos como son: la exageración de la piedad
    que supera la historia, y la fama de los
    milagros que sobrepasa al mensaje. Cada santo tiene su mensaje
    para el hombre. A
    éste le toca reconocerlo, aceptarlo y ponerlo en
    práctica.

    Pero, ¿cómo reconocerlo? Pues a
    través de la historia.

    Dios nos ayuda enviándonos sus santos y
    guiándolos por las sendas más dispares hacia una
    particular imitación de Cristo, su Hijo, quien quiere
    inculcar en nosotros; nos ayuda haciendo mediante su
    intercesión frecuentes y grandes prodigios.

    Pero, frecuentemente sucede que la exageración de
    la piedad, o de la leyenda piadosa, que brota
    espontáneamente de los labios del pueblo, amante de lo
    maravilloso y de lo legendario, hace olvidar la historia y, por
    consiguiente, el mensaje que Dios quería
    comunicarnos.

    Otras veces es el exagerado interés en
    conseguir una "gracia", o la preocupación excesiva por
    obtenerla, que lleva a la misma conclusión. Con esto se
    pierde de vista, y no sin serias consecuencias, lo más
    importante de la devoción de los santos, la
    imitación, que según Nuestro Padre San
    Agustín constituye la esencia misma de la
    devoción. "Toda la devoción consiste en imitar a
    aquel a quien honras", escribe en la Ciudad de Dios (8, 17, 2) y
    en otra parte afirma: "Honrar y no imitar no es otra cosa que
    adulación mentirosa" (Serm. 325, 1).Con el fin de no
    perder este bien esencial, es necesario remediar los
    inconvenientes señalados. Y no es, como alguien pudiera
    pensar, que esto significa eliminar la religiosidad popular o
    ponerle obstáculos, lo que sería un error muy
    grande.

    Pero no es el caso entrar en esta discusión, que
    sin duda, no deja de ser importante. Lo que sí podemos y
    debemos afirmar ahora es que la devoción a Santa Rita
    está inscrita, de alguna manera, en el hecho o
    fenómeno de la religiosidad popular y de la piedad
    popular, según el decir de Pablo VI. Pensemos en las
    incontables peregrinaciones a sus santuarios, esparcidos por todo
    el mundo, en la bendición de las rosas el 22 de
    Mayo, cuando sobre las cabezas de sus fieles, que colman las
    iglesias, se alzan innumerables ramos de rosas para que
    éstas sean bendecidas y el amplio espacio de los templos
    se convierten en jardines. Y ¿qué decir de las
    estampas, que muchísimos devotos gustan llevar consigo, en
    señal de afecto y de confiada esperanza en su
    protección?

    Pero, tenemos que agregar que la devoción a Santa
    Rita, como cualquier devoción genuina a un santo, tiene
    profundas raíces Cristológicas, que se deben
    reconocer y resaltar. Por tanto, no es bueno criticar, comparar
    ni eliminar cuanto folklórico o vivaz haya en ella, sino
    más bien entender, profundizar, distinguir y, luego,
    evangelizar, iluminar y orientar.

    Esa es, a propósito, la devoción a Santa
    Rita: un encuentro con Dios en Jesucristo. Quien la observe de
    cerca, la verá señalada con tres notas dominantes,
    que son: la espontaneidad, la universalidad y la
    profundidad.

    La primera; no se sabe cómo pero es un hecho que
    la devoción a Santa Rita se ha difundido y continúa
    difundiéndose con mucha fuerza, sin
    que posean numerosos hilos de transmisión, a no ser los
    mismos del pueblo devoto, o algunas ayudas publicitarias. No es
    una santa que haya fundado un movimiento
    espiritual, tampoco ha escrito libros de alta
    espiritualidad, tampoco fundó obras de caridad que lleven
    su nombre. Sin embargo, esta santa silenciosa y de aparente
    inactividad es querida por el pueblo que la siente muy cercana y
    confía en su intercesión.

    El segundo; Santa Rita no es conocida solamente en una
    nación
    o por un determinado pueblo, pues son muchas las naciones y los
    pueblos que la invocan. Sin aceptar el fácil y
    vacío triunfalismo, pero sí ateniéndonos a
    la desnuda comprobación de los hechos, se puede decir que
    Santa Rita figura hoy entre las santas más veneradas por
    el pueblo cristiano, o a lo mejor, la más venerada. Tanto
    en el viejo como en el nuevo mundo, en ciudades y en
    pequeños pueblos, en templos antiguos y nuevos, es
    frecuente encontrar sitios o altares erigidos en su honor.
    ¿Cuál es el motivo para ello? Es una pregunta que
    muchos se hacen y pocos contestan.

    Y la tercera; entendamos por profundidad aquí al
    aspecto Cristológico de esta devoción. Los devotos
    parece que sienten que para gozar de la protección de la
    santa deben regresar a Dios, es decir, que deben invocar y
    acogerse a la Gracia de Cristo. No puedo olvidar la
    impresión que me causó en los primeros años
    de mi vida como agustino, cuando, al presentarme a la zona -que
    llevaba el nombre de la santa- donde me tocaría trabajar
    durante un año, me encontré con una familia que
    vivía constantemente en riñas y peleas, pero al
    preguntar a la mujer
    cuál era el motivo por la que vivían así, me
    respondió: "Por que seguramente nuestra relación
    con Dios no funcionó desde el principio, él toma
    mucho, no somos casados y tenemos tres hijas… confío en
    la santa de los imposibles, pero siento que no podremos vivir
    bien sino regresamos a Dios…". Unos meses más tarde
    asistí a la ceremonia de sus matrimonio.
    Lloraba agradeciendo lo poco que yo había colaborado
    -según ella- en la reconstrucción de su familia,
    pero lo más importante y la más grande, creo, es
    que la santa de los casos imposibles, le había obtenido
    esa gracia. Hoy son una pareja muy comprometida con la zona y la
    parroquia.

    Siguiendo esta línea que lleva a los brazos de
    Cristo, trataré seguir entendiendo y exponer la vida de
    Santa Rita, de quien me confieso devoto, y poder
    así programar una respuesta concreta al "por qué"
    que me inquieta, aunque sé que esta inquietud no es solo
    mía.

    CAPITULO I

    CONTEXTO HISTÓRICO DE SU TIEMPO:

    DE SU TIERRA, DE LA
    IGLESIA, DE LA
    ORDEN AGUSTINIANA, DE SU CIUDAD Y DE LO RELIGIOSO

    1. Rita nació en Roccaporena de Casia, en
      Umbría, probablemente en

      1381 (un año después de la muerte
      de Catalina de Siena, dijo Juan Pablo II el 10 de febrero de
      1982). El ambiente
      en que nació se caracteriza por continuos encuentros
      armados entre partidarios de grandes potencias, o de locales,
      pero no menos violentas, guerrillas paisanas o de clanes
      familiares.

      La región, Umbría, derivado de uno de
      los pueblos itálicos más antiguos, los Umbros,
      parecía fatalmente señalada por las
      primordiales divisiones entre sus habitantes.

      De hecho, a partir del s. IV, en que Roma se
      movió hacia el norte a la conquista de Italia, el
      actual territorio de Umbría estaba ocupado por dos
      pueblos no ciertamente amigos: los Etruscos, por una parte, a
      la derecha del Tiber, con las importantes ciudades de Perugia
      y Orvieto; por la otra parte, sobre la izquierda del
      río, los Umbros, con Assisi, Gualdo Tadino, Gubbio,
      Narni, Sppoleto, Terni, Todi.

      Para rechazar la avanzada de Roma, los Etruscos y
      los Umbros se aliaron varias veces en el mismo frente; pero
      al mismo tiempo continuaron siempre siendo adversarios. Eran
      adversarios y perdedores, pues las valientes y desesperadas
      defensas casi siempre servían, más que para
      acercarlos, para colorar de sangre los
      ríos, las colinas y los valles de la región que
      hoy se llama "el corazón verde de Italia", un centro
      mundial de espiritualidad y de paz.

      La batalla de Sentino del 295 a.C., cerca de
      Sassoferrato, vencida por Roma contra la potencia
      gálica, a quien apoyaban Etruscos y Umbros, impuso en
      este territorio uniformidad política y administrativa, pero no
      produjo la unidad cultural.

      El antiguo y jamás adormecido antagonismo
      entre los dos pueblos encontró la ocasión de
      renacer el año 217 a.C. con la célebre batalla
      de Trasimeto e las puertas de Perugia.

    2. DE SU TIERRA
    3. DE LA IGLESIA

    El periodo histórico en que vivió Rita
    fue bastante caótico para la

    Iglesia. Algún año antes de su nacimiento
    -exactamente el 2 de Junio de 1374 – el Papa Gregorio XI, aun
    siendo francés, había acabado con el exilio de los
    Papas en Aviñón, llamado también, por la
    fuerte presión
    política ejercida por el rey de Francia,
    "cautividad de Aviñón". Iniciado en 1305 con
    Clemente V, apenas elegido Papa en Perugia en un cónclave
    que duró 11 meses, el exilio se prolongó por casi
    70 años.

    Superando la oposición de sus connacionales, de
    los parientes y de la corte, Gregorio XI dejó el palacio
    Pontificio de Aviñón para encaminarse hacia la
    lejana Roma, de la que le habían llegado doloridos
    reclamos para que retornase. Entre las voces más fuerte
    había oído la de
    la joven Senesa Catalina Benincasa (1347 – 1380) – la futura
    patrona de Italia – que ya gozaba por todas partes fama de
    santa.

    A las invitaciones de Santa Catalina se sumaban los
    reclamos de poeta Francisco Petrarca (1304 – 1374), para que
    retornase "de la impía Babilonia" el que solamente
    podría realizar pronto su sueño de unificar la
    cultura pagana
    con la cultura cristiana.

    Pero no eran sólo voces italianas las que
    pedían el fin del exilio de Aviñón.
    Durísimas exhortaciones a favor del retorno había
    dirigido a Aviñón también la monja Sueca
    Brígida de Uppsala (1302 – 1373), indignada por las ruinas
    espirituales de la Iglesia.

    La Virgen
    María así se dirigió al Papa por medio
    de la pluma de Brígida: "Si el papa Gregorio vuelve a Roma
    para quedarse (…), como una buena madresita lo levantaré
    de la tierra
    (…). Si no obedece (…) poco podrá valerle la ayuda de
    los dominadores de la tierra y la ciencia de
    los médicos…"

    De hecho habían comenzado a tomar forma,
    especialmente durante la guerra de los
    cien años (1337 – 1453), las iglesias nacionales
    tendenciosamente hostiles a la catolicidad romana. "Si el Papa es
    Francés, Cristo es inglés", se decía
    irónicamente en la corte de Londres con clara referencia a
    la cautividad de Aviñón.

    Aún con el retorno no se restableció la
    paz.

    No era lo peor el exilio de Aviñón, sino
    lo que estaba para llegar: el cisma de Occidente, el "gran
    cisma", tiempo en el que -como veremos en seguida- hubo
    contemporáneamente dos Papas, y hasta alguna vez tres; dos
    obispos para la misma diócesis y dos párrocos en la
    misma parroquia, con media Europa
    reconociendo a un Pontífice y la otra mitad siguiendo a su
    rival.

    También la diócesis de Spoleto, en cuyo
    territorio estaba Casia, experimentó la lucha entre los
    varios papas, que trataban de agrandar la propia obediencia,
    nombrando hombres de su partido en las sedes episcopales. En esta
    confusión pontificia llegó a haber hasta tres
    obispos de obediencia romana: Jacobo Palladino (1410 – 1423),
    secuaz del papa pisano Juan XXIII, que había sido
    trasladado a esta sede desde la de Fermo; Biondo Jacopucci Del
    Conca (1410 – 1417), uno de los canónigos de la catedral
    de Spoleto, elegido e introducido por el mismo cabildo; Jacobo de
    Turcis (1417 – 1425), sucesor de Biondo. Sin embargo, el
    legítimo era Mons. Nicolás Viviani, presente en el
    Concilio de Constanza en 1417, como Episcopus Spoletanus. La
    misma ciudad de Casia experimentó la acción
    del papa pisano: en 1413 tuvo que entregar a su administración bien 1900 florines, como
    subsidios, colectas y contribuciones.

    El desorden era tan grande en Roma, que el
    cónclave reunido para elegir al sucesor de Gregorio XI,
    muerto en marzo de 1378, se encontró en una
    situación muy diversa de la de hallarse protegido por las
    llaves. Mientras los cardenales franceses se oponían al
    retorno del papa a Roma, una multitud rumorosa invadía el
    recinto del cónclave para reclamar un papa romano:
    "Romano, romano, romano, o al menos italiano".

    La elección del nuevo Papa, Urbano VI (1378 –
    1389), fue impugnada por los franceses, que, en un
    anticónclave reunido en Fondi, en el Lacio, lograron
    elegir papa – esto es, antipapa – al cardenal francés
    Roberto de Ginebra, hombre de
    armas
    más que de Iglesia, que, habiendo tomado en nombre de
    Clemente VII, determinó tornar en seguida a
    Aviñón, donde encontró una curia
    perfectamente organizada.

    Y se produjo el cisma. El pontificado se desdobla en
    forma paralela: cada uno de los dos papas sostiene ser el
    legítimo, arma a soldados, lanza anatemas, se contrapone y
    opone a cuanto emane y decida el otro. Parece ya un sueño
    lejano el hecho de que Catalina de Siena haya logrado volver a
    Roma a un papa francés. Hay en la Iglesia dos cortes, dos
    jerarquías, dos colegios cardenalicios, dos
    administraciones. Hasta los santos pierden la capacidad de
    discernir: obviamente catalina sostiene a Urbano VI, mientras
    Vicente Ferrer, el más conocido y apocalíptico
    predicador de este momento, está con Clemente
    VII.

    Los ecos de la penosa situación en que se
    encontró la Iglesia ciertamente llegaron a los
    oídos de Rita. Sobre las remontas montañas de Casia
    y Roccaporena, junto con las tristes noticias,
    llegaron también los partidarios de una y de otra
    facción, y se levantaban las pasiones. Los "pacificadores"
    ejercitaban su oficio no sólo como expresión de la
    caridad cristiana, sino como un verdadero servicio
    vico.

    Habiendo nacido de padres que, probablemente
    ejercían el oficio "pacificadores", ciertamente Rita se
    preocupó de los penosos sucesos, religiosos y
    políticos, que caracterizaban su tiempo y su
    tierra.

    Nadie sabe qué pudo hacer a favor de la paz. Pero
    ciertamente no se limitó a deprecar la malicia de los
    tiempos de ella que, de allí a poco, lograría
    eliminar la venganza entre los parientes del marido asesinado y
    pacificarlos con los enemigos.

    El cisma se había convertido en
    metástasis, dividiendo en dos a la Iglesia, que
    sufría aún por la división que en 1054
    había creado en Constantinopla un surco profundo entre la
    Iglesia de Oriente y la de Occidente.

    Por un momento pareció retornar la bonanza sobre
    el horizonte con la elección del Bonifacio IX (1389 –
    1404), que aplacó las disensiones entre los cardenales, se
    ganó la confianza de los romanos y buscó
    también el diálogo
    con el papa aviñonés Clemente VII. Los dos jubileos
    por él convocados, uno en 1390 y otro el 1400, condujeron
    a Roma a millares de peregrinos vestidos de blanco que llegaban
    de todas invocando misericordia y paz.

    Pero las esperanzas apenas encendidas por Bonifacio IX
    pronto se apagaron en tiempo de Inocencio VII (1404 – 1406), ya
    que en sus dos solos años de pontificado instauró
    un nepotismo sin freno.

    Muchos sentían la necesidad de una iniciativa de
    otro rumbo para reponer un poco de claridad y de concordia en los
    vértices de la comunidad
    cristiana. Había quienes pensaban en un concilio para
    devolver la unidad a la Iglesia. Pero los tiempos, o, mejor
    aún, los hombres, no estaban maduros.

    El proyecto
    encontró su actuación en el pontificado del sucesor
    de Inocencio VII, el veneciano Angel Correr, que tomó el
    nombre de Gregorio XII (1406 – 1415). A ello le habían
    comprometido los cardenales antes de la elección:
    restablecer la unidad de la iglesia.

    Sobre la base de una doctrina propugnada por la Universidad de
    París, que lleva el nombre de conciliarismo, los
    cardenales romanos y los aviñonenses se reunieron en
    concilio en 1409: depusieron a los dos papas – al legítimo
    de Roma Gregorio XII y al antipara de Aviñón
    Benedicto XIII – y eligieron único papa al arzobispo de
    Milán Pedro Filargo con el nombre de Alejandro
    V.

    Pero el concilio de Pisa, abierto entre ásperas
    polémicas, se cerró con nuevas laceraciones. De
    hecho, ninguno de los papas depuestos dimitió y así
    se tuvieron sin más tres papas: el de Roma, el de
    Aviñón y el nuevo elegido en Pisa, cada uno en
    lucha para demostrar que era el legítimo papa.

    Poco más tarde, entre los que se decían
    papas se contará también el exmilitar Baltasar
    Cossa, que tomó el nombre de Juan XXIII, un nombre que
    será amado muchos siglos después en todo el mundo
    por haberlo vuelto a tomar Angel José Roncalli.

    La larga noche extendida sobre la Iglesia estaba, sin
    embargo, para acabar: por gracia de Dios, pro la oración
    de los buenos cristianos y por la iniciativa de hombres sabios.
    Entre éstos, el emperador alemán Segismundo de
    Luxemburgo, quien después de largas tractativas, indujo al
    antipara Juan XXIII a aceptar la idea de un concilio en
    Constanza, en Alemania, y a
    hacer que lo declare legítimo Gregorio XII.

    Gregorio XII no sólo reconoció la
    legitimidad del concilio de Constanza, sino que, para facilitar
    el desarrollo,
    dimitió con nobilísimas palabras: "Antes que la
    Iglesia continúe dividida, tomen otros el
    papado".

    Pero ni Juan XXIII, ni el aviñonés
    Benedicto XIII siguieron su ejemplo.

    El 11 de Noviembre de 1417 los padres conciliares
    eligieron como nuevo y único papa al romano Odón
    Colonna, que, en homenaje al santo del día, escogió
    el nombre de Martín V. En el camino de retorno de
    Constanza a Roma el nuevo papa se encontró con Baltasar
    Cossa, ex Juan XXIII, quien, pidiendo y obteniendo el
    perdón, pudo conservar la púrpura cardenalicia.
    Finalmente, la Iglesia tenía un solo papa y veía
    terminar el gran cisma que había durado 39
    años.

    Nuestra santa vivió, pues, durante uno de los
    tiempos más confusos y tristes de la Iglesia. Nació
    en 1381, poco después del final de la cautividad de
    Babilonia (1374); vivió su vida matrimonial en el periodo
    del "gran cisma" (1378 – 1417) y murió en 1457, cuando
    hacía poco que se habían vanificado las esperanzas
    de la cancelación del cisma de Oriente.

    3. DE LA ORDEN

    La presencia agustiniana en Casia era muy fuerte y muy
    antigua y

    no hay duda que Rita experimentó su
    fascinación. El centro era el Convento de san
    Agustín construido junto con la Iglesia del mismo nombre
    sobre un peñasco de la ciudad, que era casi una parte
    integrante de ella.

    Se tiene noticia de él desde el año 1281:
    pues es sabido que en el capítulo provincial celebrado en
    Nurcia, en ese año, había dos capitulares del
    Convento de Casia. Con seguridad, la
    fundación de este Convento es anterior. Posiblemente tuvo
    lugar al abrigo de la "Gran Unión". Es probable que el
    Convento de Casia, surgido en esos años, proviniese de un
    grupo de
    ermitaños anteriores a esta Gran Unión. La noticia
    acerca de los ermitaños en la colina de Casia no escasean,
    pero son muy inciertas como para deducir conclusiones serias. Sin
    embargo, la referencia no es del todo inútil.

    La bella Iglesia, cuyas campanas fueron el reloj civil y
    legal de Casia, que acompañaban con sus toques las
    alegrías y las tristezas la vida de la ciudad, fue
    construida en el año 1300. Se incorporó a ella una
    pequeña Iglesia anterior, dedicada a san Juan
    Bautista.

    En el antiguo Convento se fundó un Centro de
    Estudios Teológicos y Humanísticos de donde
    salieron grandes personalidades que pusieron en alto el nombre de
    la Orden Agustiniana. Otro hecho a favor del fervor por el
    estudio en el Convento de Casia, es el de haber dado a la orden
    un Superior General en la persona de
    Nicolás de Casia (1402 – 1412). Es posible que Rita
    debió tratarlo y haber tomado parte en sus sufrimientos,
    en los tenebrosos momentos del cisma.

    Tampoco faltaba un buen ambiente espiritual. En 1300
    entró en el Convento Simón Fidati, escritor
    fecundo, gran predicador, asceta, fundador de monasterios de
    clausura; en 1308 salía de allí Andrés
    Casotti para fundar el eremitorio de Santa Cruz, hoy
    Señora de la Estrella.

    En tiempos de Rita, estaba lleno de fama el Beato
    Simón de Casia y nuestra santa no pudo, seguramente,
    sustraerse a su influencia benéfica. Además de su
    fuerte personalidad y
    de sus escritos, había otra razón que lo
    hacía recordar: el milagro eucarístico.

    4. DE SU CIUDAD

    Hoy, gracias a la documentación antigua sobre Santa Rita,
    estamos mejor informados sobre la ciudad de Casia en los tiempos
    de la Santa, que es lo que nos interesa. No era una ciudad
    dormida o encerrada por el cerco de sus montañas, sino por
    el contrario, viva, impetuosa y en contacto con las más
    grandes ciudades de la península.

    Un camino comercial la unía con Milán,
    Florencia, Foliño y Triponzo por el norte, por el sur con
    Ciudad Real, Ácuila y Nápoles; sus ramales la
    comunicaban con Rieti y por allí se llegaba hasta la
    Ciudad Eterna, que por esos tiempos estaba reducida a condiciones
    de miseria, pero seguía siendo Roma, a causa del
    cautiverio de Aviñón primero y luego por el cisma
    de occidente.

    Políticamente Casia era una república
    independiente regida por un intrincado aparato
    democrático. De los tres
    poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, sólo el
    primero estaba en manos de los ciudadanos de Casia, los otros dos
    en manos de forasteros que los ejercían durante seis meses
    y estaban bien pagados para que cumpliesen sus deberes sin ceder
    a la corrupción, pues serían juzgados
    severamente si caían en ello. El poder judicial
    era ejercido por un alcalde, un juez vicario, un jefe de
    policía, cuatro notarios y dos oficiales; el legislativo
    residía en veinticuatro cónsules (cuatro elegidos
    cada dos meses), veintiocho alguaciles, veinticuatro consejeros
    secretos, veinticuatro expertos en derecho y setenta fiscales;
    todos ellos conformaban el parlamento. A éstos
    funcionarios se sumaba, además, doscientos
    soldados.

    Pero todo este aparato gubernamental, rara vez
    conseguía el buen funcionamiento de la república y
    el preciso don de la paz. Casia era un pequeño recinto de
    contrastes, odios, enemistades y por tanto de delitos,
    seguidos por el inevitable y temible espiral de la venganza. Los
    contrastes explotaban en el plano político y en el social:
    en el primero entre güelfos y gibelinos,
    siempre en guerra, y en el segundo entre ricos y pobres, nobles y
    plebeyos; a causa del abuso de unos y de la envidia de los otros,
    la revuelta cuando no estaba en acción permanecía
    en tendenciosa espera. Y esto sin decir nada sobre las contiendas
    entre Casia y las ciudades vecinas que llevaban frecuentemente a
    las incursiones de las cabalgatas, que era una especie de
    venganza colectiva hecha mediante ataques sorpresivos de
    caballería, que donde llegaban sembraban la ruina y la
    muerte.

    Dadas estas situaciones difíciles, un trabajo
    importantísimo, no solamente religioso sino también
    social, desempeñaban los pacificadores. Los padres de
    Rita, según la tradición, pertenecían a este
    grupo y ella misma fue la mujer fuerte que
    en circunstancias difíciles logró aplacar los odios
    y romper la dura y triste cadena de la venganza.

    5. DE LO RELIGIOSO

    El clima religioso y
    espiritual de Casia estaba determinado, principalmente, por la
    presencia de los agustinos y de los franciscanos, primeros
    aposentados en la roca de la ciudad y los segundos en las
    afueras, cerca de la puerta oriental. Las dos Ordenes
    tenían una tradición teológica muy cercana,
    debido a su confluencia en San Agustín. El agustinismo
    franciscano y agustinianismo (así llamaban al de los
    agustinos) tenían muchos puntos de convergencia, como eran
    el primado del amor y el
    primado de Cristo. Esa confluencia de las dos espiritualidades
    está representada por el encuentro entre el Beato
    Simón Fidati y el Clareno.

    Los franciscanos difundieron la devoción al "Buen
    Jesús", predicada con mucho entusiasmo por San Bernardino.
    Esta obtuvo la aprobación de los agustinos y del pueblo
    que colocaba el célebre monograma de Jesús en sus
    casas (un agustino de Casia, Fr. Andrés, se opuso a esta
    devoción; temía que hablar de Jesús hombre,
    oscureciese o llevase al olvido a
    Jesús-hombre-Dios).

    Rita tuvo conocimiento
    de esta devoción gracias a la predicación del
    franciscano S. Santiago de las Marcas. Es
    más, la tradición, referida constantemente por los
    primeros biógrafos
    establece una relación entre la predicación de este
    santo varón con la estigmatización de Santa Rita.
    Esto puede ser verdadero, pero la dificultad está en
    conciliar las fechas de ambos sucesos. El santo franciscano
    predicó en Casia en 1425, y no se tiene conocimiento que
    lo haya hecho en 1432, año de la estigmatización.
    Lo seguro es que
    la predicación del santo dejó una profunda huella
    en Rita, ya muy avanzada en al camino de la perfección y,
    en particular, en la meditación sobre la Pasión de
    Cristo, de la que el santo predicador era un cantor
    enamorado.

    CAPITULO II:

    SUS PRIMEROS AÑOS

    1. SU NIÑEZ

    1. 1.1. Padres

    Entre todas las provincias de Italia, es célebre
    la región de Umbría, tanto por la fertilidad de sus
    campos y hermosura de sus valles, como por su fecundidad en
    esclarecidos santos, entre los que sobresalen: San Benito, San
    Francisco de Asís; y de la Orden Agustiniana, Santa Clara
    de Montefalco, y los Juan de Mantua, Simón de Casia y
    Ugolino de Cartona.

    Distantes 10 km. de Casia, está en la misma
    Umbría la aldea de Roccaporena, en la que, a mediados del
    s. XIV, vivían Antonio Mancini y Amada Ferri, fervorosos
    cristianos y esposos ejemplares. Siempre se distinguieron por la
    práctica de las virtudes cristianas, en especial de la
    caridad con los más necesitados, con quienes
    repartían sus no muy abundantes bienes de
    fortuna. Ocupábanse también en poner paz entre sus
    paisanos, para lo que había recibido del cielo un don
    especial, siendo conocidos por todos como los pacificadores de
    Cristo. Acrecentaba el esplendor de estas virtudes la
    devoción que tenían a la Pasión de Cristo. a
    la ancianidad. Sólo les faltaba tener sucesión para
    ser completamente felices; pero esto era humanamente imposible,
    dada la avanzada edad de ambos. Sin embargo, Aquel, que
    concedió la maternidad a Ana y a Isabel, dándoles,
    respectivamente, pro hijos al Profeta Samuel y Juan Bautista,
    realizó el mismo prodigio en Amada Ferri,
    demostrándose con ello que para Dios nada hay
    imposible.

    1.2. Su nacimiento

    Corría el año 1381 y ocupaba la Sede
    apostólica el Papa Urbano VI cuando nació Rita en
    el mes de Mayo y en la mencionada aldea de Roccaporena. Con
    rapidez circuló la noticia de este nacimiento no
    sólo en la aldea, sino también en sus alrededores,
    causando en sus habitantes admiración y
    alegría.

    Numerosos fueron los prodigios en torno a este
    nacimiento, siendo uno de ellos la aparición en
    sueños de un Angel a Amada, revelándose que iba a
    ser madre de una niña, cuya vida ejemplar serviría
    de modelo a la
    mujer cristiana en todos los estados. El mismo Angel le
    reveló el nombre de Rita, desconocido hasta entonces, que
    había de imponerse en el Bautismo, que a los pocos
    días recibiría en la colegiata de la ciudad de
    Casia.

    1.3. El enjambre misterioso

    Otro de los prodigios acaecidos que merece notarse es el
    de las abejas blancas, con el que Dios quiso dar a entender
    quizá los grandes dones y gracias que había de
    derramar en aquella alma
    escogida.

    A los cinco días de su nacimiento, y estando
    entregada en un apacible sueño, apareció de
    improviso sobre la cuna donde dormía, un emjambre de
    abejas blancas, que revoloteaban en derredor de su entorno y
    entraban y salían de su boca, como si estuvieran
    elaborando dentro de ella un panal de miel.

    Pero lo que, sin duda, da mayor realce a este prodigio
    es la permanencia de las abejas en la actualidad. Han
    transcurrido ya muchos siglos desde que Santa Rita dejó
    este mundo, y todavía en los vetustos muros del antiguo
    convento de agustinas de Santa María Magdalena de Casia,
    viven las maravillosas abejas procedentes de aquel misterioso
    emjambre. No se las ve salir de sus agujeros más que dos
    veces al año: el día de Viernes Santo, aniversario
    de la muerte del Señor, y el día 22 de Mayo,
    aniversario de la muerte de Rita.

    Como dato curioso en confirmación de este hecho,
    creo conveniente traer aquí la noticia que publicó
    el historiador de la Umbría, Jacobilli, en una de sus
    obras. Dice que, a mediados del s. XVII una de aquellas abejas
    que, al salir de la cajita en que venía, echó a
    volar tomando la dirección de Casia, como si quisiera
    reunirse a sus compañeras. Tal es el prodigio de las
    abejas blancas de Santa Rita, referido por todos sus
    biógrafos.

    2. SU JUVENTUD

    2.1. Adolescencia

    Fueron tantas y tan variadas las virtudes que
    practicó Rita desde su niñez hasta que contrajo
    matrimonio, que no es posible detallarlas en una corta biografía. Desde
    pequeña manifestó gran inclinación a la
    piedad, al retiro y a la oración. Pero no pudo satisfacer
    plenamente sus deseos hasta que, a la edad de doce años,
    obtuvo permiso de sus padres para vivir en un apartado aposento
    de la casa, en el que durante un año llevó una vida
    de rigurosa soledad. Cuando salió de su retiro para
    atender a sus ancianos padres, dedicóse a practicar en
    alto grado de perfección todas las virtudes cristianas.

    1. Si a todo esto se añade el atractivo que por
      su carácter bondadoso y sencillo
      ejercía en los demás, así como por su
      afabilidad y delicadeza en el trato social, bien puede
      decirse que Rita fue, durante el tiempo de su adolescencia, el modelo acabado de
      jóvenes cristianas. Y si por las virtudes que
      practicó durante su infancia,
      mereció ser llamada la niña santa, por las que
      practicó durante su juventud
      se la debe llamar la joven piadosa.

      2.2. Matrimonio

      Crecía en edad y gracia delante de Dios y de
      los hombres, sin más preocupaciones que la de cumplir
      fielmente con los deberes de hija, ni más anhelos que
      el de guardar perpetua virginidad, desposándose con
      Cristo, mediante la profesión religiosa. Se deseo,
      desde hacía mucho tiempo, era ingresar en el convento
      de agustinas de Santa María Magdalena de Casia; pero
      la voluntad de Dios había de conducir a esta alma
      privilegiada al mismo fin, aunque por muy diferentes caminos
      de los que ella se proponía. Nunca mejor que en esta
      ocasión puede decirse que el hombre propone y Dios
      dispone.

      No faltaban en aquellos contornos jóvenes,
      que, atraídos por las encantadores dotes de hermosura,
      virtud y gracia, que en ella resplandecían, abrigaban
      esperanzas de poder ganársela para sí como
      esposa.

    2. Fue modelo perfecto de pureza angelical, humildad y
      mansedumbre de corazón, de modestia en el vestir, de
      recato en el hablar y de compostura y delicadeza en todos sus
      actos. Desplegó un celo de extremada catequista en
      enseñar a las niñas las principales verdades de
      la fe, y les refería con piadoso sentimiento La
      Pasión de Jesucristo, procurando además inculcar
      en sus almas la devoción a la Virgen
      Santísima. Su compasión con los necesitados, a
      quienes socorría con frecuencia, era tan grande, que
      solía privarse todos los días de una buena parte
      de su comida para repartirla entre los niños
      pobres. Y a tal grado llegó su caridad, que, no teniendo
      en cierta ocasión nada que dar a un mendigo andrajoso
      que encontró en la calle, se despojó de su manto
      y se lo dio para que pudiera cubrirse. En la obediencia y
      veneración a sus padres llegó hasta el más
      alto grado de perfección, pues veía en ellos
      autoridad y
      la voluntad de Dios. Su penitencia fue asombrosa. Ayunaba tres
      cuaresmas al año, además de las vísperas
      de las festividades principales de la Iglesia, particularmente
      en las fiestas de la Santísima Virgen María, a
      quien profesaba una tierna devoción. Afligía su
      cuerpo con silicios y disciplinas, en memoria y
      consideración de los sufrimientos de Jesucristo
      crucificado, devoción heredada de sus piadosos
      padres.
    3. Por otra parte, sus ancianos padres, viendo cercana
      su muerte, y con el fin de que no quedase Rita sola y
      abandonada en este mundo, le instaban incesantemente a que
      contrajese matrimonio; no por contrariarla en sus
      propósitos, sino para no dejarla expuesta a graves
      peligros en las difíciles circunstancias por las que
      entonces atravesaban Casia y los pueblos que de ella
      dependían.
    4. La instancia con que Antonio y Amada proponían
      a su hija el matrimonio se estrellaba siempre contra la firmeza
      de la Santa a elegir tal estado;
      hasta que, postrada a los pies de Jesús crucificado,
      pidiéndole con prolongadas súplicas le
      manifestara cuál era su voluntad, supo que la voluntad
      divina era que obedeciera a sus padres. Resignada y sumisa, y
      sacrificando en aras de la obediencia lo que más
      estimaba en el mundo, que era su virginidad, contrajo
      matrimonio con el hombre que para ella habían escogido
      sus ancianos padres. Se llamaba Pablo Fernando y
      pertenecía a la nobleza de Casia. Y aunque había
      sido educado cristianamente, tenía un carácter
      tan altivo, áspero y violento, que ocasionó no
      pocos disgustos y grandes amarguras a Rita.

    CAPITULO III:

    LOS
    DIFERENTES ESTADOS DE SU VIDA

    1. ESTADO DE ESPOSA

    1.1. Modelo de esposas

    Si se examinan, desde el punto de vista exclusivamente
    humano, los hechos acaecidos con motivo del matrimonio de Rita,
    sin duda nos parecerán desacertados, pues no se comprende
    el empeño de casarle contra su voluntad, siendo sus padres
    tan cristianos y piadosos, y mucho menos la elección de un
    marido de carácter tan distinto al de su hija. Pero si se
    consideran los hechos a la luz de los
    designios de la divina Providencia, como debemos considerarlos
    siempre, lo mismo su matrimonio que de la elección del
    marido fueron acertados. Es preciso no olvidar que Dios
    había escogido a Rita por modelo de la mujer cristiana en
    todos los estados de la vida, y, si ella no hubiese pasado por el
    crisol del matrimonio, la voluntad divina se hubiera frustrado, y
    las esposas carecerían de un modelo perfecto que guiase
    sus pasos en la vida conyugal, sobre todo cuando surgen
    desavenencias y conflictos
    debidos a una desacertada elección de consorte.

    No pasó mucho tiempo, después de la boda,
    sin que el marido de Rita mostrase la aspereza de su
    carácter y lo violento de su condición. Fue un
    verdugo para su esposa, a la que martirizaba constantemente de
    palabra y con malos tratos, sufridas por la Santa con admirable
    paciencia, sin exhalar una queja, logrando de ese modo que
    jamás por su culpa se turbase la paz del hogar. Con
    heroica humildad y admirable resignación, consiguió
    Santa Rita vencer la crueldad de su marido, quien, reconociendo
    su culpa y mal proceder, le pedía perdón de lo
    pasado y procuraba consolarla con amorosas demostraciones de
    cariño, reconociéndose indigno de tenerla por
    esposa.

    1.2. Virtudes de esposa

    La vida matrimonial fue para Rita un continuo ejercicio
    de virtudes cristianas domésticas y sociales. Sabía
    armonizar las obligaciones
    del hogar con los actos de piedad. La abnegación y
    sacrificio eran familiares en ella. Visitaba con frecuencia a los
    enfermos, exhortándoles a soportar con paciencia los
    dolores y molestias de la enfermedad. Socorría a los
    pobres en todo lo que podía, y se ocupaba con
    extraordinario celo en hacer bien a todos. Diligente y hacendosa,
    cumplía con sus deberes domésticos tan exactamente,
    que fue fiel imitadora de la mujer fuerte, que describe
    Salomón en el Libro de los
    Proverbios y retrata Fr. Luis de León en la Perfecta
    Casada.

    Como esposa, ponía especial esmero en agradar a
    su esposo en todo lo que no era contrario a la Ley de Dios; en
    atraerle con afabilidad y mansedumbre, en suavizar con dulzura la
    aspereza de su carácter y en manifestarle en todas las
    ocasiones el amor que le
    tenía. Ya decíamos antes que Santa Rita
    jamás dio motivo para que se quebrantase la paz del hogar.
    Enseñanza es esta que deben aprender e
    imitar las esposas cristianas, sobre todo aquellas que tienen un
    marido de condiciones ásperas y de conducta poco
    cristiana.

    2. ESTADO DE MADRE

    2.1. Maternidad

    1. Muchas amarguras hubo de sufrir Rita durante los 12
      primeros años de su matrimonio, a causa de la aspereza
      de carácter de su marido. Pero el Señor, que da
      las penas y las dulcifica con sus consuelos, se dignó
      aliviar aquella angustiosa situación, atendiendo a los
      ruegos y lágrimas de la santa, que le pedía
      incesantemente la conversión de su esposo.
    2. Acababa de dar a luz al primero de sus hijos, a quien
      pusieron el nombre de Juan Santiago; a partir de este
      acontecimiento, el carácter de Pablo Fernando fue
      suavizándose de día en día. Y cuando 2
      años más tarde, dio a luz su segundo hijo,
      llamado Pablo María, habíase realizado un
      cambio
      completo en el modo de ser de su marido; de tal manera, que su
      dureza y altivez de carácter se trocó en
      mansedumbre y suavidad, tanto para sus hijos como para su
      esposa. Y Rita pudo dedicarse desde entonces de lleno, sin
      temores ni sobresaltos, al cumplimiento de sus deberes
      maternales.
    3. Virtud propia en una madre en la
      educación de sus hijos es el amor; y Santa Rita
      amaba a los suyos, no sólo con amor de madre, que es el
      amor más puro de los amores humanos, sino con el amor de
      madre santa, dirigiéndolos por la senda que conduce a la
      eterna felicidad. Estudiaba cuidadosamente las inclinaciones de
      sus hijos, para corregir lo que hubiera en ellas de
      defectuoso.
    4. Era admirable su prudencia, tanto en la correcciones
      como en las manifestaciones de cariño hacia ellos, no
      incurriendo nunca en la severidad inexorable, ni en la
      debilidad de amor mal entendido, que encuentra disculpable todo
      lo que hacen sus hijos, por reprensible que ello sea. Eso no
      sería educar cristianamente, sino dejar que se
      desarrollen los malos instintos de la naturaleza.
      Santa Rita ejercía constantemente y discreta vigilancia
      sobre sus hijos, para impedir que se apartasen del camino del
      bien. No cesaba de exhortarlos con acertados consejos a la
      práctica d las virtudes cristianas; y los consejos que
      les daba, iban siempre acompañados con el ejemplo de su
      vida de oración, de paciencia, de humildad, de
      mortificación y de caridad.

    2.2. Muerte trágica de su
    esposo

    Vivía Rita tranquila y feliz, dedicada al
    cumplimiento de los deberes de esposa y de madre, y dando
    continuas gracias a Dios por la conversión de su esposo,
    cuando súbitamente se vio envuelta en nuevos y aún
    mayores sufrimientos que los soportados hasta entonces. Estaba un
    día ocupada en sus quehaceres domésticos cuando le
    dieron la triste noticia de que su esposo había sido
    asesinado. Trance duro para su corazón de amante esposa y
    madre. Pero Rita, con un alma templada por el sacrificio y un
    corazón abnegado y en todo conforme con la divina
    voluntad, soportó con resignación cristiana esta
    muerte inesperada.

    No hay lengua que
    pueda expresar, ni pluma que sepa describir adecuadamente la
    escena que se desarrolló, cuando, al llegar Rita con sus
    hijos al lugar donde se había perpetrado el crimen,
    encontró a su esposo exánime y en medio de un
    charco de sangre. Llena de espanto y de pena, se arrojó
    sobre el cuerpo de su marido, prorrumpiendo en amargo y copioso
    llanto. Las almas santas, que por serlo, son también
    fuertes, saben conservar la serenidad en los momentos más
    difíciles de la vida. Por esto Rita, pasadas las primeras
    impresiones de angustia y de dolor, dueña de sí
    misma, levantó los ojos al cielo, y en medio de una
    resignación admirable y heroica, perdonó a los
    asesinos de su esposo, y oró por ellos.

    Como premio a tanta resignación y caridad, Dios
    le reveló que el alma de su marido, a pesar de una muerte
    violenta y repentina, se había salvado.

    2.3. Sus hijos proyectan vengar este
    crimen

    Pero no terminó con el perdón de los
    asesinos el heroísmo de Rita. Una pena grandísima
    traspasaba su corazón por la pérdida de su esposo;
    pero esta pena se acrecentó, andando el tiempo, por el
    temor acerca de la salvación eterna de sus hijos, quienes
    proyectaban vengar la muerte de su padre, matando al
    asesino.

    Rita ponía todos los medios a su
    alcance para hacer desistir a sus hijos del crimen que
    proyectaban y del pecado que iban a cometer. Oró,
    suplicó, lloró; pero fue en vano. Todos los
    maternales esfuerzos y consejos fracasaban ante la pertinacia de
    sus hijos en llevar a cabo tan criminales intentos.

    2.4. Heroísmo de Madre

    Cuando comprendió que todos sus esfuerzos eran
    inútiles y sus esperanzas se desvanecían, se
    volvió a Dios y postrándose le ofreció su
    propia vida por la salvación de sus hijos. Lamentablemente
    su oración esta vez no tuvo éxito.
    Sin duda, porque el designio del Señor era que Rita
    escalara las más altas cumbres del heroísmo,
    ofreciendo a Dios la vida de sus dos hijos, y pidiéndole
    que los sacase de este mundo, una vez reconciliados con
    él, para que sus almas no cayeran en la condenación
    eterna. Dios aceptó el sacrificio heroico de esta
    atribulada madre.

    2.5. Mueren sus hijos

    Rita quedará sola, abandonada, sin sus hijos;
    pero no importa, si consigue la salvación de sus almas y
    que no se derrama más sangre humana. Rita ofrece en
    sacrificio lo que más ama, lo que más quiere una
    madre: la vida de sus hijos y Dios la aceptó. Es
    así que, en poco más de dos meses vio bajar al
    sepulcro a sus seres más queridos; pero manchados con el
    crimen que proyectaban, y salvadas sus almas.

    3. ESTADO DE VIUDA

    3.1. Viudez

    Al quedar Rita en absoluta soledad por haber perdido
    primero a sus padres, ahora a sus hijos, y años antes a su
    esposo, centró su vida desde la muerte de éste en
    otro estado: el de viuda. Y como Dios la había escogido
    para que fuese modelo de la mujer cristiana en todos los estados
    de la vida, no podía por menos de ser modelo de viudas, la
    que lo había sido de niñas, jóvenes, esposas
    y madres.

    Ajustando su vida a los consejos del Apóstol,
    pasaba Rita en oración las noches enteras, en una
    incómoda gruta cerca
    de su casa. Su vida era un continuo ejercicio de penitencia.
    Visitaba a los enfermos, socorría a los pobres, consolaba
    a los atribulados: es decir, practicaba todas las virtudes y
    obras de misericordia.

    Sola en el mundo, es muy natural que renaciese en su
    ánimo el deseo de consagrarse a Dios; deseo que tuvo desde
    niña. Con este fin se presentó en el Convento de
    agustinas de Santa María Magdalena de Casia. Tres veces
    solicitó ingresar en este Convento y las tres veces fue
    negada. Sin embargo, Rita, puesta su esperanza en Dios,
    seguía orando, convencida de que las religiosas
    accederían a su petición, aunque para ello fuera
    preciso un milagro.

    3.2. Aparición celestial

    En una de sus tantas noches de oración fue
    interrumpida por unos fuertes golpes dados en la puerta de la
    casa, y por una voz desconocida que la llamaba por su nombre.
    Sobreponiéndose al miedo, salió a la ventana para
    ver quién era, pero no vio a nadie. Reanudada su
    oración, volvió a ser interrumpida en la misma
    forma: pero tampoco logró ver a nadie. Postrada de nuevo
    en oración, suplicó al Señor le diese a
    conocer lo que significaban aquellas llamadas y si, eran
    ilusiones o engaños diabólicos, le librase de
    ellos.

    Derrepente entró en éxtasis
    dulcísimo, en le que oyó una voz celestial, que le
    decía: "Levántate, que ya ha llegado el momento de
    que entres en el claustro, del que has sido tres veces
    rechazada". Y vio a los tres santos de su mayor devoción:
    N.P. san Agustín, san Nicolás de Tolentino y san
    Juan bautista, quienes la llevaron consigo a Casia y la
    introdujeron en el Convento.

    3.3. Entre las agustinas de Casia

    La entrada milagrosa en el Convento, estando cerradas
    todas las puertas, es uno de los milagros más notables de
    la vida de la Santa. Sus tres santos patronos y protectores,
    cumplida su misión,
    desaparecieron, dejando a Rita en el coro del Convento, la cual,
    arrobada en éxtasis de amor y de agradecimiento por tan
    señalado beneficio, pasó toda la noche en fervorosa
    oración.

    Se puede imaginar el asombro que experimentarían
    las religiosas cuando, al ir de madrugada al coro a cantar las
    divinas alabanzas, vieron firme y tranquila a la joven viuda de
    Roccaporena, a quien por tres veces habían negado la
    entrada en el Convento. Ninguna podía explicar cómo
    había entrado, pues se comprobó que estaban
    cerradas todas las puertas. Preguntada Rita cómo
    había podido entrar, contestó con toda sencillez,
    refiriendo las maravillas que en aquella inolvidable noche
    había Dios obrado en ella: "Mis celestiales patronos, San
    Juan Bautista, San Nicolás de Tolentino y San
    Agustín, a cuya intercesión he recurrido con toda
    confianza, me han introducido aquí".

    Oído el relato del maravilloso suceso, fue
    recibida en el Convento con gran alegría de toda la
    comunidad, como un don del cielo, hacia el año 1413, a los
    32 años de edad.

    4. ESTADO DE RELIGIOSA

    4.1. Modelo de religiosas

    Admitida en el Convento de Casia, vistió el
    hábito agustino y comenzó el noviciado con tan
    inusitado fervor, que más que novicia parecía una
    maestra consumada en perfección religiosa. Cuando, al
    terminar con el noviciado el año de prueba, celebró
    sus místicos desposorios, mediante la profesión de
    los votos evangélicos, su vida se ajustó con tal
    exactitud a la observancia religiosa, hasta el punto que alguien
    dijo que "si la regla de San Agustín hubiese desaparecido,
    habría podido ser reconstruida, copiándola de la
    prácticas religiosas de santa Rita".

    En el mismo día de su profesión religiosa,
    el Señor dio a entender a Rita, por medio de una
    visión misteriosa, que la llamaba a un muy alto grado de
    perfección. Vio en éxtasis una escala que
    llegaba, como la de Jaco, desde la tierra hasta el cielo, por la
    que subían y bajaban los ángeles; y en lo alto de
    ella se hallaba Jesucristo, que le invitaba a subir hasta el
    último peldaño.

    Fiel al divino llamamiento, se dedicó con
    ahínco a enriquecer su alma con el tesoro de las virtudes
    propias de su nuevo estado y a practicar la más estricta
    observancia. Era la primera en asistir a los actos de comunidad,
    dando ejemplo a las demás religiosas con su fervor y
    recogimiento. Con solicitud y alegría cumplía sus
    deberes, ayudando a las demás en las tareas ordinarias.
    Ejercitaba la caridad visitando a las enfermas, consolando y
    aconsejando a las que, por su debilidad y flaqueza, necesitaban
    de sus consuelos y consejos. Todas veían en ella, no solo
    un dechado de virtudes, sino una amiga y una madre. De esta
    manera se cumplía los designios de Dios, que le
    había elegido como modelo de la mujer cristiana en todos
    los estados de su vida.

    4.2. Premio a su obediencia

    Todos los biógrafos de Rita hacen notar que
    practicó con suma perfección las principales
    virtudes religiosas: Pobreza, castidad
    y obediencia. Conocía Rita que la perfección y
    santificación de la vida religiosa tiene por fundamento la
    virtud de la obediencia; porque obedecer a Dios, es amarle; y el
    amor de Dios se manifiesta obedeciéndole en los
    superiores.

    Tenemos en la vida de la monja agustina
    bellísimos ejemplos de obediencia, los cuales prueban
    hasta qué punto llegó la santa en la
    práctica de esta virtud. Recordemos que solo por obedecer
    a sus padres, y a Dios, a quien representaban, aceptó
    el estado del
    matrimonio.

    En su vida religiosa, más retirada ya del mundo y
    en todo conforme con la voluntad de Dios, nos dejó grandes
    y heroicos ejemplos de obediencia. Cuentas los
    autores que varias veces premió Dios, con verdaderos
    prodigios, la obediencia de Rita.

    Cierto día, la Abadesa, para probar la obediencia
    de Rita, le mandó que regara un tronco seco hasta que
    reverdeciese. Rita obedeció sin poner reparo ni dificultad
    en ello, y sin detenerse a pensar que, humanamente hablando, su
    trabajo sería inútil e infecundo. Un año
    entero perseveró en esta tarea con el mismo cuidado y
    solicitud que si tratase de una planta delicada. Tarea
    estéril a los ojos de los hombres, pero muy meritoria a
    los ojos de Dios.

    El Señor, que no deja sin recompensa la obra
    más insignificante hecha por su amor, premió una
    obediencia tan sencilla y sublime, haciendo que aquel tronco seco
    empezase a retoñar y revertirse de hojas, y diera
    después abundantes frutos. Las agustinas de Casia creen
    que fue, según la tradición, un tronco de vid, y
    que de él procede la antiquísima parra que
    aún se conserva y da fruto en la huerta de dicho
    convento.

    4.3 Estigmatización

    Prueba de la predilección con que el
    Señor miraba a nuestra santa

    es el insólito prodigio que se dignó obrar
    en ella, el cual, por lo extraordinario que es, forma uno de los
    hechos más notables de su vida: el milagro de la santa
    espina.

    Estaba predicando en la colegiata de Casia el Beato
    Jacobo de Monte

    Brandón, de la Orden de san Francisco, y era tal
    el fervor con que lo hacía y tal la unción que daba
    a sus palabras, que los fieles salían del templo
    profundamente arrepentidos de sus pecados. Santa Rita oyó
    uno de esos sermones, en el que el santo predicador
    exponía los principales episodios de la Pasión de
    Jesucristo; y quedó tan hondamente impresionada, que
    derramó copiosas lágrimas. Terminado el
    sermón, fue al coro bajo el Convento, donde, postrada ante
    una imagen de Cristo
    crucificado, púsose a pensar en el inmenso dolor que
    sentiría Jesús al ser coronado de espinas. En esta
    consideración piadosa, su alma, siempre compasiva de los
    dolores ajenos e inflamada ahora por el amor de Dios,
    suplicó a Jesucristo se dignase hacerla participante de
    aquel sufrimiento. Fue escuchada su oración, pues
    derrepente se iluminaron con vivísimo resplandor las
    espinas de aquella imagen, y al mismo tiempo se desprendía
    una de ellas, que, lanzada como una saeta, fue a clavarse en la
    frente de Rita, produciéndola un dolor tan intenso, que
    quedó desvanecida.

    Esta herida, por disposición divina,
    resultó incurable; y además fue tomando un aspecto
    repugnante, despidiendo un olor casi insufribles. Por estas
    razones se vio obligada la superiora del Convento a disponer que
    Rita viviera retirada en su celda, en donde permaneció
    ocho años, alegre y feliz con el dolor de la herida, y
    entregada a todo género de
    austeridades.

    4.4. Curación milagrosa de la
    herida

    Por aquel tiempo (1450) mandó publicar en Roma el
    papa Nicolás V un Jubileo plenario, el cual dio
    ocasión para que la misericordia de Dios se manifestara de
    nuevo en Rita. Apenas tuvo conocimiento de la agradable noticia,
    hizo voto de ir en peregrinación a Roma, para poder
    participar de las muchas gracias concedidas por el Santo Padre.
    Para ello pidió permiso a la superiora, la cual se le
    negó, fundándose en la avanzada edad de Rita, en
    las dificultades del viaje y, sobre todo, por la llaga de su
    frente, que ofrecía un aspecto repulsivo y exhalaba un
    hedor insoportable. Pero, sin duda, para consolarla, le dijo que
    si curaba la llaga del todo, le concedería el permiso
    solicitado.

    Rita se retiró a su celda, y con la confianza y
    fervor que ponía siempre en sus oraciones, se
    postró a los pies de Jesús crucificado,
    rogándole se dignase sanar la herida, conservándole
    los dolores, para poder cumplir el voto que había hecho de
    ir a Roma. El Señor la escuchó, quedando
    completamente curada la llaga. Cuando las enfermeras fueron a
    hacerle la cura de costumbre se quedaron admiradas al ver que la
    úlcera había desaparecido repentinamente y por
    completo. Comunicaron el suceso a la priora, quedando
    atónita al comprobar con sus propios ojos la realidad del
    milagro. Así que le permitió ir a Roma.

    4.5. Reaparición de la llaga

    Apenas regresó al Convento, se le volvió a
    reproducir la llaga; tal como estaba antes de salir al Jubileo.
    Como todas las religiosas habían visto la curación
    milagrosa y ahora veían su reproducción, tuvieron la llaga como un
    prodigio perenne y como un favor del cielo, por lo cual ya no
    sentían horror al verla, al contrario, gustaban de estar
    con ella que ya todas la admiraban como santa. El Señor,
    que todo lo dispone, quiso que con la reaparición
    misteriosa de la llaga empezase ya en vida la
    glorificación de Rita.

    4.6. Enfermedad

    Después de la peregrinación, vivió
    7 años, durante los cuales se hizo cada vez más
    íntima su relación con Dios, quien derramaba sobre
    ella la dulzura de su amor, al mismo que le sometía a
    fuertes dolores, siendo el más intenso de ellos el
    producido por la espina, que llevó clavada en su frente
    durante 15 años.

    A los 72 años de edad y 40 de vida religiosa, la
    probó el Señor con una enfermedad que la
    obligó a guardar cama, y de la que ya no curó en
    los 4 años que aún le quedaban de vida.

    En el cuarto año de su dolencia, la enfermedad se
    agravó y el cuerpo desfallecía; pero el alma de
    Rita se elevaba y se unía más y más a Dios.
    El día que, extenuado y agotado ya su cuerpo, oyó
    que se le anunciaba su próxima muerte, no pudo disimular
    la alegría que inundaba su alma; y de ninguna otra cosa
    quería que le hablasen más que del paraíso,
    donde estaba a punto de entrar.

    4.7. El milagro de las rosas

    Unos meses antes de su muerte, recibió la
    visita de una parienta

    suya de Roccaporena. Esta dijo a la enferma al
    despedirse:

    _ ¿Quieres algo para tu pueblo? _Sí
    -contestó Rita-, quiero que,

    cuando llegues al pueblo, vayas al huerto de mi casa,
    cortes una rosa y me la traigas.

    El invierno de aquel año 1457 fue muy riguroso en
    los montes de Roccaporena. El pueblo está situado en una
    hondanada, en la que durante toda la estación invernal
    apenas entra el sol, y la
    naturaleza yace sepultada bajo la nieve y los hielos; así
    que era imposible poder encontrar la rosa que
    pedía.

    _ ¡Delira! ¡Delira! -decía la humilde
    mujer de Roccaporena, al igual que las religiosas-.

    Juzgando un desatino o un delirio el encargo de la
    enferma, se fue al pueblo, sin acordarse para nada de la rosa.
    Pero, pasando junto al huerto de Rita, fuese por curiosidad o por
    impulso sobrenatural, el caso es que entró en él, y
    llena de estupor vio de una rama de un rosal medio cubierto por
    la nieve, pendía una rosa fresca y lozana. La buena mujer
    la cortó con mucho cuidado y veneración, pues la
    consideraba como un prodigio de la santa moribunda; y
    después de un breve descanso, y a pesar del largo camino,
    volvió a Casia a entregárselo a Rita.

    _¡Qué bueno es el Señor!
    -exclamó Rita al ver la rosa-. Y tomándola en sus
    manos, dio gracias a Dios por aquel dedicado beneficio y se la
    mostró a las religiosas para que también ellas
    admirasen las maravillas del Señor.

    La rosa se mantuvo largo tiempo fresca, despidiendo tan
    intenso perfume, que no solo en la celda de Rita, sino en toda la
    casa se sentía su agradable aroma. A este hecho milagroso
    se debe la costumbre de bendecir las rosas el día de Santa
    Rita, y de distribuirlas entre los devotos para aplicarlas a los
    enfermos.

    El pueblo cristiano llama a Santa Rita la Santa de las
    Rosas, y a las rosas bendecidas, las Rosas de Santa
    Rita.

    4.8. El milagro de los higos

    Otro prodigio semejante al de la rosa aumentó
    la creencia de todos

    en la santidad de Rita. La mujer de Roccaporena,
    portadora de la rosa, al despedirse, volvió a preguntar a
    la santa:

    _ ¿Quieres algo del pueblo? _Ya que eres tan
    buena -Contestó Rita-, deseo que vuelvas al huerto, donde
    hallarás dos higos. Hazme la caridad de
    traérmelos.

    La buena mujer ya no dudó ni creyó delirio
    el encargo de Rita. Se fue al huerto, donde verdaderamente
    encontró dos higos maduros que pendían de las ramas
    desnudas de una higuera. Los cogió y con ellas
    volvió a casa a entregárselo a la santa,
    repitiéndose las escenas de asombro y agradecimiento a
    Dios.

    Con estos prodigios quiso el Señor manifestar a
    todos la ternura con que amaba a su humilde sierva. Por estos y
    otros muchos milagros semejantes sería más tarde
    llamada Santa Rita la abogada de los imposibles.

    CAPITULO V:

    MUERTE Y GLORIFICACION

    1. CONSUELOS CELESTIALES

    Llevaba Rita postrada en el lecho del dolor cuatro
    años, y como no había temido las amarguras y
    sufrimientos de la vida, tampoco ahora temía la muerte, es
    más, la deseaba.

    Faltando pocos días para su muerte cuando
    recibió del cielo una merced singularísima: se le
    aparecieron Jesucristo y su Santísima Madre para
    consolarle y anunciarle que dentro de muy pocas horas
    recibiría el galardón merecido por sus virtudes.
    Con esta visita quedó sumergida en un éxtasis de
    amor, que le avivó aun más los deseos de verse con
    los bienaventurados del cielo.

    Pasado esta experiencia, llamó a las religiosas,
    a quienes pidió perdón de todas las molestias que
    les hubiera causado, y les avisó de su próxima
    muerte. Pidió que le fuesen administrados los
    últimos sacramentos, que recibió con
    muchísimo fervor y entre lágrimas y sollozos de las
    demás religiosas. Pidió la bendición y a
    petición de sus hermanas, ella también hizo lo
    mismo.

    2. EXTASIS ETERNO

    Después de todos estos momentos tan emocionantes
    como piadosos, entró en un profundo recogimiento. Se
    encomendó a Jesucristo, a quien había amado; a la
    santísima Virgen, a quien había imitado; a sus
    ángeles custodios y a sus patronos especiales.
    Después volviéndose a las religiosas que le
    rodeaban les dijo: "Adiós, madres y hermanas mías,
    quédense en paz"; y levantando al cielo su mirada,
    cruzadas las manos sobre el pecho, entregó su alma a Dios.
    Era el 22 de Mayo de 1457, a los 76 años de edad y 44 de
    vida religiosa.

    3. LA GLORIA DEL SEPULCRO

    Dios le hizo además admirable ante los hombres
    por los prodigios de que estuvo rodeada. El primero de estos fue
    que, en el momento de morir las campanas del Convento y de toda
    la población, empezaron a sonar sin que nadie
    las tocara. Este milagro puso en movimiento a todos los
    habitantes de Casia, los cuales, enterados de la muerte de Rita y
    conocedores de su santidad, se dirigieron en nutridos grupos al
    Convento para testimoniar el pésame a las religiosas y
    para encomendarse a las oraciones de la que ya veneraban como
    santa.

    4. CURACIONES MILAGROSAS

    Una mujer que tenía paralizado los brazos se
    postró ante el cadáver de la Santa,
    pidiéndole que le curase, y quedó repentinamente
    curada. Un joven, Angel Bautista, que estaba ciego y sin
    esperanza de cobrar la vista, oyó hablar de los prodigios
    que se realizaban por intercesión de Rita, se
    presentó ante su cuerpo expuesto al público, le
    pidió con viva fe, y quedó sano. Esto
    sucedía el 25 de mayo de 1457, tres días
    después de su muerte.

    Dos días más tarde, Lucrecia de Paolo,
    víctima de una grave hidropesía, deforme y
    encorvada, se hizo conducir ante los restos mortales, obteniendo
    la curación completa. En el mismo día, una mujer de
    Casia, que era sorda, recobró el oído rezando ante
    el cadáver. El día último de mayo de ese
    mismo año llegó hasta el féretro otra mujer,
    muda de nacimiento, Francisca Giovanni, la cual quedó
    sana, siendo las primeras palabras que pronunció: Ave
    María. Así, se dieron muchos milagros
    más.

    Otro Milagro:

    Todos notaron que la celda de Rita estaba inundada por
    un extraordinario resplandor; pero lo que más
    admiración causó fue el suavísimo aroma que
    se difundió por todo el Convento, y que procedía
    del santo cadáver, particularmente de la llaga de su
    frente.

    Terminados los solemnes funerales, las religiosas
    tuvieron que desistir de dar sepultara al cadáver, porque
    el Convento estaba continuamente invadido por los fieles que
    venían a venerar los restos y a pedir su
    protección.

    Como lejos de presentar el cuerpo señales
    de corrupción, se resolvió que quedara
    expuesto por unos días a la veneración de los
    fieles, precisamente en el mismo lugar donde fue estigmatizada.
    Entre tanto, seguían multiplicándose los milagros a
    favor de los que llegaban a orar ante sus restos, aumentando
    así la devoción hacia ella.

    5. SU CUERPO INCORRUPTO

    Se han observado en todo tiempo fenómenos
    maravillosos en el

    cuerpo de la Santa. Ya dijimos antes que la fetidez de
    su llaga se transformó en un perfume tan suave que
    maravillaba a cuantos la percibían. Este mismo perfume lo
    exhala todo su cuerpo, extendiéndose a veces, no
    sólo a la Iglesia, sino al Convento e incluso a la
    ciudad.

    En el transcurso de los siglos ha venido
    repitiéndose esta maravilla en determinadas ocasiones,
    especialmente cuando la santa va a conceder, o ha concedido
    alguna gracia. Percíbase también este delicado
    perfume cuando el Obispo de la Diócesis, o el Superior
    Mayor de la Orden Agustiniana hacen su visita pastoral al
    Convento de Casia. Parece, según dicen los
    biógrafos, que nunca ha dejado de sentirse ese aroma,
    más o menos intensamente, el 22 de Mayo, fiesta de la
    santa.

    El 21 de Mayo de 1628, cuando comenzaban en Casia las
    fiestas con motivo de su solemne beatificación,
    abrió los ojos y su cuerpo se elevó milagrosamente
    hasta la parte superior de la caja o cofre de cristal en que
    está colocado. Otras elevaciones semejantes a ésta
    han tenido lugar en fechas posteriores, sobre todo en algunas
    visitas pastorales a dicho Convento.

    Han sido, pues, tan grandes y tan frecuentes en todos
    los tiempos, los prodigios obrados por intercesión de
    Santa Rita, que los fieles de todo el mundo la invocan con el
    glorioso nombre de Taumaturga agustina.

    6. BEATIFICACIÓN Y
    CANONIZACIÓN

    El Papa Urbano VIII, ya en 1627, concedió a la
    Orden agustiniana el Oficio y Misa de Santa Rita. Un año
    después, el mismo Pontífice que, por haber sido
    antes Obispo de Umbría, fue testigo de la gran
    devoción a la Santa de Casia, así como de las
    gracias que por su intercesión se obtenían, le dio
    solemnemente en la Iglesia de San Agustín de Roma, el
    título de Beata, con el que ya los fieles la habían
    venerado desde el día de su gloriosa muerte.

    El Papa León XIII, en el año jubilar de
    1900, el 24 de Mayo, fiesta de la ascensión del
    Señor, coronó la obra de los fieles y de su
    predecesor, canonizándola, es decir, inscribiendo a la
    Beata Rita en el catálogo de los santos. Este mismo Papa,
    de feliz memoria, llamó a Santa Rita, con motivo de su
    canonización, Ornamento de la Orden Agustiniana y perla
    preciosa de la Umbría.

    Ha sido incluida por el Papa Juan Pablo II en el
    calendario Universal el 22 de Mayo del año 2000 con
    ocasión del año Santo y del centenario de su
    canonización.

    7. Devocion Mundial a Santa Rita

    Las muchas gracias y favores, que pronto empezaron a
    obtener los fieles que acudían a la intercesión de
    la monja agustina de Casia, hicieron que fuese muy conocida, y
    que aumentase de modo extraordinario la devoción hacia
    ella. Esta devoción no se limitaba a Casia, en donde sus
    paisanos y devotos levantaron el primer templo en su honor en
    1577, a los 120 años de su muerte, sino que se
    extendió, en brevísimo tiempo y de un modo
    maravilloso, por toda Italia, España y
    Francia, y por las lejanas tierras de América, en cuanto fueron
    descubiertas.

    Su sepulcro fue verdaderamente glorioso en toda la
    extensión de la palabra, pues constantemente se
    veía y se ve visitada su tumba por infinidad de peregrinos
    y almas devotas, que van en busca de remedio a toda clase de
    dolencias y necesidades, o a dar gracias por los favores
    recibidos. La rechazada de ayer será pronto la gloria del
    monasterio de Casia. Lámparas, cirios y exvotos de todas
    clases adornan y testifican, en torno a su sepulcro, la confianza
    y devoción con que es venerada en todo el
    mundo.

    Desde los primeros tiempos después de su muerte
    ha sido tan universal y constante el acudir a Santa Rita como
    Santa, sin estar aún ni beatificada por la Iglesia, que
    bien puede afirmarse que el pueblo cristiano la canoniza mucho
    antes que el Santo Padre la inscribiera en el catálogo de
    los santos. Incluso el Papa Benedicto XIII, en 1727,
    autorizó la construcción de una iglesia en su honor en
    Río de Janeiro.

    Desde el año 1900, en que fue solemnemente
    canonizada por el inmortal León XIII, el nombre de Santa
    Rita es invocado y bendecida en todo el mundo como uno de los
    más grandes y más populares taumaturgos de la
    Iglesia. En su honor s van levantando alteres e iglesias sin
    número. Su imagen es venerada en todas partes, de tal
    manera, que puede asegurarse que no hay ciudad, ni siquiera un
    pueblo, que no tenga un altar dedicada a la Santa abogada de
    imposibles.

    Este título de abogada de imposibles se le
    empezó a dar hacia el año 1700 en España,
    Cádiz, para significar la eficacia de su
    intercesión, aún en los casos más
    difíciles y desesperados.

    8. LAS ROSAS DE SANTA RITA

    El hecho milagroso ya referido, acaecido antes de la
    última enfermedad de Rita, originó el que las
    religiosas agustinas de Casia acostumbrasen a cubrir la Urna, en
    que yace el cuerpo incorrupto de nuestra Santa, con rosas,
    especialmente el día 22 de Mayo, aniversario de su piadosa
    muerte.

    Estas rosas eran distribuidas todos los años
    entre los bienhechores y amigos del Convento, los cuales las
    conservan como preciosas reliquias. El Señor, que s e
    complace en honrar a sus santos y en glorificar a sus siervos,
    quiso que, mediante las rosas que habían adornado el
    sepulcro de Rita, se verificaran curaciones
    milagrosas.

    ALGUNAS
    CONCLUSIONES:

    • Se ha dicho que el mensaje de un santo (o de una
      santa) está vinculado a su vida y ésta a la
      historia. Por tanto, he intentado arrancar de la historia las
      noticias que ella nos ofrece en torno a Santa Rita, intentando
      rechazar la tentación de ceder a la fantasía que
      inventa y a la devoción que magnifica. No importa que
      las conclusiones que se saque en este trabajo sean
      desalentadoras, con tal que sean ciertas. Aunque sean pocas
      créanme que no serán desalentadoras.
    • En este sentido, la primera afirmación que se
      debe descartar es que la vida de Santa Rita sea una leyenda
      -como muchos se atrevieron a decir-, o que se apoye,
      sólo en una tradición oral recogida
      tardíamente, y que no tiene consistencia
      histórica alguna.
    • Ciertamente, y está bien decirlo, aunque sea
      un tanto desalentador, nuestra santa no ha sido afortunada con
      los historiadores. No ha habido algún historiador
      contemporáneo que haya escrito su biografía para
      comunicarnos la situación humano-divino de sus luchas y
      sus logros interiores, como sí los tuvieron, para citar
      algunos casos del mundo agustiniano antiguo, su Padre
      espiritual san Agustín, quien no tuvo necesidad de
      biógrafos.
    • Tampoco tuvo Rita un proceso
      canónico rápido donde se pudiera escuchar a
      testigos presenciales o testigos que hubiesen oído de
      sus labios la narración de sus vicisitudes y
      virtudes.
    • Las opiniones y los biógrafos de Santa Rita
      sobre la cronología de su vida son muy dispares, y muy
      pesimistas las conclusiones a los que se puede llegar: resultan
      injustificadas unas y otras. Tanto en las fechas como en los
      hechos, se debe distinguir lo cierto de lo
      incierto.

    Es cierto que pasó 40 años de monja
    (biografía notarial); que durante 15 años
    sufrió la llaga de la espina (epitafio); que el 10 de
    abril de 1446aún estaba viva, pues figura junto a las
    demás religiosas en un contrato de
    arrendamiento.

    • Como año de muerte de Rita se dan dos fechas:
      1447 y 1457. Los biógrafos por su parte se limitan a dar
      uno u otro sin dar explicación alguna.
    • 1447: tiene una dificultad. Es el caso del viaje de
      santa Rita a Roma para ganar la indulgencia del año
      santo, del cual da cuenta toda la tradición registrada
      por su s biógrafos. Pero, no hay ningún
      año santo entre 1432 y 1447; en cambio, sí
      estaría el del año 1450 sise pone como fecha de
      su muerte el 1457. Sin embargo, esta dificultad se puede
      resolver si se quiere dar crédito a la tradición, aceptando
      que haya podido haber una confusión entre un viaje a
      Roma para ganar las indulgencias y el deseo de ver al Papa.
      También se podría pensar (Aunque faltan pruebas) en
      circunstancias solemnes, muy cercanas a la familia
      espiritual de Rita. Durante ese tiempo ocurrieron dos sucesos
      importantes: el traslado de las reliquias de santa
      Mónica (abril del 1430) y la canonización de San
      Nicolás de Tolentino (1446)
    • Aún así, las fechas importantes en la
      vida de Rita, desde que se hizo monja hasta su muerte, se
      pueden fijar racionalmente. Donde no se tiene mucha seguridad y
      prácticamente se navega en la obscuridad, es en la
      suposición sobre las fechas de los primeros años
      de su vida. Sabemos que Rita fue esposa, madre y viuda y que
      hizo muchas cosas durante este tiempo. Hacer todo eso requiere
      un espacio más grande de tiempo, de 25 a 30 años
      como mínimo. De terminar en este lapso con seguridad, o
      al menos con posibilidades serias, las respectivas fechas, es
      imposible: quien lo haga, cede a la tentación de decir
      algo más de lo que se sabe. La fecha del nacimiento, que
      muchos fijan en 1381, está comprendida en el espacio
      mínimo para el tiempo mencionado.Por tanto, si se acepta
      que haya vivido cerca de 70 años como lo dice la
      biografía de 1628, -( o más: 76)- entonces debe
      anticiparse el año de su nacimiento en caso de que la
      muerte haya ocurrido en 1447, o postergarla si tomamos el
      1457.
    • ¡He aquí el ejemplo, he aquí el
      modelo de la mujer cristiana! Niñas, jóvenes,
      esposas, madres, viudas y religiosas, en Santa Rita
      encontrarán el modelo de su vida y conducta. De ella
      aprenderán cómo se puede formar de las familias
      pequeños oasis de paz, siendo fuertes en la lucha,
      heroicas en el sufrimiento, generosos en la virtud y fieles
      cumplidoras del deber.

    BIBLIOGRAFIA:

    1. Prensa; Madrid;
      1960; 85

    2. BERNARDEZ, José; Santa Rita de Casia; Edit.
      Apostolado de la

      España; 1993; 174

    3. PERI, Victorio; Rita de Casia, perla preciosa de
      Umbría; Edit. Velar;

      Edición; Roma; 1990; 86

    4. SANCHEZ ECHEGOYEN, Saturnino; Edit. Escurialenses;
      6ta.

      Apostolado de la Prensa;
      Madrid; 1927; 218

    5. SICARDO, José; Vida de la Gloriosa Santa Rita
      de Casia; Edit.
    6. TRAPÉ, Agustín; Santa Rita y Su
      Mensaje; Edit. LECAT Ltda;

    Bogotá; 1982; 127

    Agradecimientos

    A los hermanos del Vicariato Regional de Agustinos de
    Iquitos, por permitirme ser parte de ellos.

    A la Provincia agustiniana de Colombia, por su
    acogida y su buen trato.

    A mis hermanos connovicios y formadores, por aceptarme
    como soy y enseñarme a ser lo que quiero ser.

    Dedicatoria:

    A mi familia, por apoyarme en todo…

     

    Alex Pacaya

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