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- Pioneros
- Museos
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- En poemas
- Notas
En esta monografía me ocupo de la inmigración suiza que llegó a
nuestro país. De esa procedencia fueron personalidades que
se destacaron en diversos ámbitos, incluyo información sobre algunas de ellas. Me
refiero, asimismo, a algunos de los museos de la colectividad.
Transcribo pasajes sobre inmigrantes suizos evocados por Eduardo
L. Holmberg y Víctor Juan Guillot en sus cuentos, y por
José Pedroni en sus poemas.
" ‘Hombres de diversas estirpes, que profesan
diversas religiones y que hablan
diversos idiomas’, olvidando sus diferencias y acentuando
sus afinidades, tomaron –como lo pondera Jorge Luis
Borges– ‘la extraña resolución de ser
razonables’ y, después de aquel mítico acto
de rebeldía de Guillermo Tell, de constituir
–uniendo uno por uno los cantones- lo que es hoy la
Confederación Helvética. Pueblo pacífico y
laborioso, independiente y universal, apasionado por el trabajo y
el secreto de la precisión".
"No todos los cantones tuvieron siempre la prosperidad
actual. En ese contexto el de Valais fue, durante el siglo XIX,
el más propicio a hacerse eco de las buenas noticias
procedentes de la Argentina, las cuales coincidían en
favorecer la emigración".
"Ya había suizos en nuestro campo, como Luis de
Chapeaurouge, afincado en Carmen de Areco desde 1830. Pero cuando
Aarón Castellanos firmó con el gobernador de Santa
Fe, Domingo Crespo, el convenio que daría lugar a la
fundación de Esperanza –la primera colonia de
inmigrantes-, el primer grupo de
colonos suizos llegó y se radicó en el país.
Era el año 1856. El éxito
abrió la posibilidad de nuevas colonias".
"Carlos Beck Bernard, socio principal de una firma de
Basilea, tomó contacto con el embajador argentino en
París, Juan Baustista Alberdi, quien alentó la
fundación en aquella ciudad helvética, de la
‘Sociedad Suiza
de Colonización Santa Fe’. Esta inicia la propaganda a
favor de la emigración y organiza, desde allá, la
Colonia San Carlos, fundada en 1858, cuyas tres primeras familias
–Gschwind, Premats, Reutemann- llegan ese año. En
1872, San Carlos ya sumaba 2000 habitantes. Beck Bernard fue el
primer agente oficial de inmigración argentino, y
más tarde cónsul de nuestra nación.
El fundó, organizó y consolidó la
inmigración suiza en Santa Fe".
"Pero fue Urquiza quien abrió las puertas de
Entre Ríos para la radicación de inmigrantes
suizos, en especial de Valais. En sus campos y con su ayuda sin
par, creció la Colonia San José, organizada por
Alejo Peyret, y delineada por el Ingeniero Carlos Sourigues. A
partir de 1857, los inmigrantes fueron llegando a la nueva
tierra,
portadores de constancia y un espíritu
emprendedor".
"Hubo colonos suizos en San Jerónimo Norte (Santa
Fe), en Colonia Villa Urquiza (Entre Ríos), en Baradero
(Provincia de Buenos Aires), en
Colonia Suiza (cerca de Bariloche, en donde hicieron
célebres sus dulces y chocolates) y en muchos puntos del
país. Todos ellos vinieron a esta tierra hospitalaria,
como los de la Colonia San José, y llegaron a tener, en
nuestra Argentina, hasta treinta vacas lecheras por familia".
"En San José sembraron trigo, maíz,
cebada, lino y algodón; plantaron frutales, papas,
hortalizas, legumbres, vides y olivos; produjeron miel, leche en
abundancia y manteca".
"Tuvieron fe en el país y gratitud por los dones
de la nueva tierra. Se hicieron argentinos con
devoción".
"¡Plantaron olivos!. Cultivaron el suelo, sirvieron
a la Patria y ampliaron nuestro patrimonio
espiritual" (1).
Entre ellos, hubo personalidades destacadas en diversos
ámbitos.
El arquitecto Jacques Dunant nació en
1858; falleció en su país natal en 1939. "Llegado
al país en 1889, fue representante del academicismo
francés dentro de la arquitectura
argentina de fines del siglo XIX, con predominio del estilo
borbónico" (2).
El fue uno de los arquitectos que construyeron el
Teatro Municipal
de Bahía Blanca: "La noche del 9 de Julio de 1913 se
abrieron las puertas aunque faltaban algunos detalles finales, en
esta primera función se
efectuó la entrega de premios a los ganadores de un
campeonato de tiro al blanco. Un mes después, el
sábado 9 de Agosto, la ciudad asistió con verdadero
júbilo a la inauguración oficial del Teatro; se
había contratado para esa noche a la
compañía lírica italiana dirigida por el
maestro Antonio Marranti, quien ofreció en cartelera la
opera Aida de Guisseppe Verdi. El proyecto del
edificio estuvo a cargo de los arquitectos Jacques Dunant y
Gastón Maller. Para su ejecución se llamó a
licitación pública, resultando electa la propuesta
de los constructores Bernasconi y Luisoni. El edificio del
Teatro, se encuentra favorecido por su emplazamiento: ubicado
como remate de la Avenida Alem, da fondo a una perspectiva que
culmina con su elegante fachada, cuenta además por su
perímetro libre, bordeado por las Plazas Payró y
Dorrego. La fachada presenta un cuerpo central de ritmo impar con
columnas de orden gigante y aventanamientos. Este cuerpo
está flanqueado por dos volúmenes pequeños
que le confieren unidad a la composición. De la misma
manera, por encima del friso continuo con la inscripción
de Teatro Municipal, una balaustrada hace de remate.
Interiormente, luego del hall y las escaleras de acceso, se pasa
a la amplia sala, la cual se expresa exteriormente por la
concavidad de sus paredes y la cubierta de chapa. Tiene capacidad
para 850 localidades, distribuidas entre plateas, palco y
paraíso, además del palco oficial. Cuenta
además con salas de ensayo y
talleres. Se destaca la sala ubicada en el primer piso, hacia el
frente, denominada Sala Payró" (3).
"Santiago Roth, (cuyo verdadero nombre era Kaspar
Jacob Roth) hijo de Johan Jakob Roth y Ursula Tobler,
nació el 14 de junio de 1850, en Herisau, capital del
cantón de Appenzell Ausser Rhoden, Suiza".
"En 1860 se instaló en la ciudad de St. Gall, al
norte de Herisau y mientas asistía a la escuela se
relacionó con el Dr. Bernhard Wartmann, director del museo
local, quien lo estimuló para que se dedicara a
coleccionar objetos naturales. En 1866 se trasladó con su
familia a la Argentina y se estableció en Baradero, sobre
la costa del río Paraná".
"Para 1870 ya había comenzado con sus
exploraciones. Las colecciones, de fósiles y plantas, que
reunía por entonces, las enviaba a museos de
Suiza".
"Más tarde, en 1871, se radicó en
Pergamino, donde vivió por varios años, alternando
sus actividades de naturalista con su oficio de talabartero. En
1873 se casó con Elizabeth Shütz, una joven maestra
suiza".
"Según cuenta Luís María Torres,
siguiendo los consejos de Burmeister, quien era director del
Museo Público de Buenos Aires, Roth decidió
extender sus exploraciones por la cuenca platense".
"Una de las colecciones que logró formar la
vendió en 1878 al Dr. Lausen, acaudalado danés
establecido en Buenos Aires, el cual a su vez la cedió al
Museo de la Universidad de
Copenhague. Posteriormente realizó otras colecciones para
instituciones
de Basilea y Ginebra".
"Recorrió el litoral argentino y la región
pampeana, obteniendo importantes hallazgos y se vinculó
con reconocidos investigadores europeos, así por ejemplo
estableció comunicación con el profesor de
paleontología Karl Vogt, de Ginebra".
"Más tarde viajó a Europa y cuando
regresó se instaló en San Nicolás.
Recorrió la costa del Paraná y después se
dirigió al sur de la Provincia de Buenos Aires.
Alternó sus excursiones con breves estadías en
ciudades europeas a fin de captar la atención de alguna prestigiosa
institución".
"En 1881, Roth descubrió en Pontimelos o
Fortezuelas, cerca del río Arrecifes, un esqueleto humano
debajo del caparazón de un gliptodonte, lo cual
constituyó para ese entonces una de las evidencias
más antiguas de la coexistencia de grupos humanos
con fauna extinta del
Pleistoceno. En 1887, la Sociedad Helvética de Ciencias
Naturales le otorgó un subsidio para que pudiera
continuar coleccionando en la Argentina".
"Con el pasar del tiempo sus
expediciones tuvieron mayor alcance. Los descubrimientos que
realizó, particularmente en Patagonia,
lograron captar la atención del Perito Moreno, quien en
1895 le ofreció la jefatura de la Sección de
Paleontología del Museo de La Plata. Roth se
convirtió en el primer profesor de paleontología de
la institución platense y se empeño en el mantenimiento
y exhibición de los vertebrados fósiles del
museo".
"Entre 1890 y 1892 recorrió las provincias de
Entre Ríos y Corrientes, y posteriormente la Patagonia en
compañía del Dr. Florentino Machon, quien
había sido comisionado para efectuar investigaciones
en la citada región".
"Entre enero y junio de 1896, Roth participó como
geólogo en una comisión exploradora integrada por
los ingenieros topógrafos Eimar
Soot y Adolfo Schiorbeck, y el ayudante Juan M. Bernichan. La
comisión se dirigió por los ríos Negro y
Limay hasta Collon-Curá. Luego Roth y Soot recorrieron el
río Caleufú y reconocieron sus
afluentes".
"En 1896 fue designado por Moreno como Perito Argentino
en la cuestión limítrofe con Chile. En 1900, la
Universidad de Zürich le concedió el título de
Doctor en Filosofía y por esa misma época fue
designado miembro de la Comisión Internacional de Geología".
"En 1901, Roth propuso el término Notoungulata (los
ungulados del sur) para un grupo de mamíferos extintos al cual
perteneció el toxodonte. También fue Roth quien
realizó la descripción de los restos de Mylodon
procedentes de la Caverna Eberhardt, situada al sur de
Chile".
"En 1909 apareció publicado su trabajo sobre
la construcción de un canal entre Bahía
Blanca y las provincias andinas, y años más tarde,
en 1916, hizo publicar un estudio del geólogo L. Witte
sobre la región de San Blas, región a la que Roth
le encontraba un importante porvenir
económico".
"Realizó estudios hidrológicos en las
provincias de Santiago del Estero, Salta, Tucumán y Buenos
Aires. También fue director de un mapa topográfico
y geológico de esa última provincia. En 1923 junto
con el topógrafo F. Domínguez confeccionó
una serie de mapas y modelos
topográficos de la región
patagónica".
"Entre los trabajos de su autoría más
importantes se destacan: Origen y edad de la Formación
Pampeana de la República Argentina, obra que fue
publicada en la Zeitschrift der Deutschen Geologischen
Gesellschaft, Berlín, en 1888, y sus Investigaciones
geológicas en la llanura pampeana publicadas en
1921".
"Falleció en Buenos Aires el 4 de agosto de 1924
a los 74 años" (4).
El botánico Teodoro Stuckert nació
en Basilea en 1852; falleció en Córdoba en 1932.
"Fue farmacéutico en Rosario y Tucumán. En 1904 se
desempeñó como profesor de Ciencias
Naturales y de Química en la Escuela
Nacional de Agricultura de
Córdoba. Fue el responsable del hallazgo de la
Orquídea Argentina, único representante
sudamericano de esa especie sudafricana, y formó un
herbario. Se vinculó con botánicos del país
y del extranjero" (5).
El cartógrafo y geógrafo Enrique
Augusto Samuel Delachaux nació en 1864;
falleció en Sierras de Lihuel Calel en 1910. "Llegó
al país para incorporarse al Museo de Ciencias Naturales
de La Plata. Colaboró con el Perito Francisco P. Moreno en
sus trabajos sobre límites
con Chile. Desde 1904 se hizo cargo de la cátedra de
Geografía
Física en
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. Dos años más tarde fue designado
director del Instituto de Geografía de la Universidad de
La Plata. Lo sorprendió la muerte en
un viaje de estudios a las sierras de Lihuel Calel"
(6).
Delachaux tuvo significativa incidencia en la
creación de la institución de la que surgió
la Facultad de Bellas Artes
de la Universidad Nacional de La Plata:
"Con un pasado brillante, prestigiado por la calidad de sus
estudios, maestros y creadores que alcanzó su
máximo esplendor en las décadas del cincuenta y
sesenta, la actual Facultad tuvo su origen en la Escuela de
Dibujo que
funcionó en el Museo de Ciencias Naturales. El Dr.
Joaquín V. González fue quien proyectó, en
febrero de 1905, la incorporación de las artes al complejo
del Museo, bajo la denominación de Instituto de Artes y
Oficios Gráficos. Le encomendó al artista
Enrique Delachaux la misión de
organizar los cursos de dibujo que serían comunes a varias
facultades. A instancias de Delachaux, el arquitecto Emilio
Coutaret bosquejó los planos para lo que sería la
Escuela de Dibujo destinada a los cursos que se dictaban para las
carreras de geógrafo, antropólogo, zoólogo,
botánico, entre otras, del Museo de Ciencias
Naturales".
"Reconocidos profesores han pasado por esta Facultad:
Carlos López Buchardo, Leopoldo Lugones, Arturo Capdevila,
Antonio Alice, Fernando Fader, Lino Spilimbergo, Alberto
Ginastera, Gilardo Gilardi, Francisco De Santo, Saulo Benavente,
Tomás Eloy Martínez, René Mujica, Catrano
Catrani, Manuel López Blanco, Serivaldo Sciamarella,
Ernesto Epstein, Jacobo Graetzer, Néstor García
Canclini, Simón Feldman, Violeta de Gainza, Irma
Constanzo, Mariano Drago, Rolando Fustiniana (Roland), Gerardo
Gandini, entre otros, sin mencionar la actual planta docente
conformada por prestigiosos profesionales. Entre sus egresados se
puede recordar a Alberto Favero, Carlos López Puccio,
Marcelo Piñeyro, Clara Zapettini, Oscar Barney
Fynn, Aníbal De Sanzo, Jorge Ruiz, Juan C. Zorzi y Mario
Videla, entre otros".
"La Escuela pasa, por su trascendencia, a la
categoría de Facultad en el año 1973 bajo la
dirección de Jorge Abad como Facultad de
Arte y
Medios
Audiovisuales y en 1975 cambia definitivamente su
denominación, pasando a llamarse Facultad de Bellas Artes.
Desde el advenimiento de la democracia en
el año 1983, la Facultad modifica sus planes de estudio,
crea la orientación Dibujo en la carrera de Artes
Plásticas y reabre, en 1993, la carrera de
Cinematografía (cerrada en el año 1976 durante el
Proceso
Militar) con el nombre de Comunicación Audiovisual. Crece
la matrícula de alumnos y se desarrollan las áreas
de investigación, postgrado y
extensión" (7).
El geólogo Roberto Beder nació en
1888; falleció en Córdoba en 1930. "Integró,
desde 1904, la primera sección estatal de geología,
dirigida por G. Bodenbender. La bederita, un mineral originario
de Salta, fue nombrado en su honor" (8).
"Un ‘argentino’ universal" se titula el
artículo en el que Edgardo Krebs evoca al etnógrafo
suizo Metráux. Lo transcribimos parcialmente:
"Alfred Metráux (1902-1963) fue un amigo
de Borges y Victoria
Ocampo; un colaborador de Sur, un etnógrafo suizo nacido
en Lausana y criado en Mendoza; un explorador del Chaco y del
Altiplano boliviano, del vudú en Haití, del pasado
incaico en los libros y en
las sierras andinas, y de mitos
indígenas en el Amazonas. Fue también, a los 26
años, el fundador y primer director del Instituto de
Etnología de la Universidad de Tucumán, desde donde
intentó vanamente modificar nuestros mitos, incorporando a
los wichis y a los toba-pilagá a la imaginación
argentina. De los tres escritores, es el que más se parece
al geógrafo de Vermeer. Un géografo que deja su
gabinete, se pierde y se amestiza en otras tierras (las nuestras)
y dedica su vida itinerante a registrar lo que ve. Su método es
la observación directa. Esto lo separa de
Borges y de Victoria Ocampo. ‘Yo conozco el país
mejor que ustedes’, le escribe a María Rosa Oliver,
otra colaboradora de Sur (que merece ser recordada en
artículo aparte). ‘¿Quién entre
ustedes en Buenos Aires conoce Catamarca, los Valles
Calchaquíes, la Quebrada del Toro, los desiertos de la
Puna, el Aconquija? Mi gusto por la verdad me hace difícil
creer en los sentimientos de ustedes, que me parecen
artificiales. ¿Cómo amar la pampa si no la ven
más que desde el tren, camino a Mar del Plata?
¿Quién entre ustedes, mis amigos, ha dormido debajo
de un algarrobo o de un quebracho’’. Peleas entre
cartógrafos sobre cómo hacer el mapa. En una
oportunidad, Borges y Métraux, dos caminadores
incansables, recorrieron de noche las calles de Buenos Aires en
busca del Puente Alsina. Ese era para Borges el límite de
la ciudad, y un punto de peregrinaje; del otro lado del puente
comenzaba la incesante llanura pampeana, escenario de los mitos
argentinos. Metráux no pareció compartir la
emoción. Comparado con los desolados pastizales y esteros
chaqueños, encolumnados por palmeras, el de la pampa
suburbana era un paisaje tímido".
"Como Juan Dahlmann, el personaje de El Sur,
Metráux decidió apresurar su destino y terminar con
su vida. No en la llanura y en la punta de un cuchillo, sino al
borde de un lago, en un bosque de las afueras de París que
le recordaba a la selva sudamericana. Antes de morir,
escribió unas palabras de despedida a varios amigos. El
texto,
encontrado junto a su cuerpo, es el texto de un etnógrafo
que registra su propia muerte, gesto
pertinaz en la última vuelta del camino. Está en
francés, el idioma de su inteligencia,
excepto por una línea. '‘Adiós Alfredo
Métraux'’ dice, al despedirse de sí mismo.
Esas palabras están en el íntimo castellano de la
infancia
mendocina. Ser argentino es un acto de fe""(9).
En 1824, "nace en Suiza, Lina Beck Bernard, la
poeta que desde su llegada a Santa Fe hasta 1861, cuando
regresó a su país natal, describió como
nadie en sus poemas la Santa Fe de esos años. Se la
denomina la primera escritora santafesina" (10).
Uno de sus textos ha sido incluido por María
Sonia Cristoff en el volumen Acento
Extranjero (11).
Acerca de esta compilación expresó
Raúl Brasca: "Calificar este libro como una
compilación de relatos de viaje es tan correcto como
impreciso. La narración de peripecias no es más
importante en él que la personal
visión de los narradores, casi siempre explícita y
justificada. Semejante ejercicio de la razón emparenta
estos relatos con el ensayo, ese
género
literario que oscila entre la opinión y la
aseveración apodíctica, entre la libertad de la
creación artística y el pensamiento
sistemático. Paralelamente, las páginas que
María Sonia Cristoff dedica a introducirlos exceden la
contextualización histórica y presentan
ensayísticamente toda una concepción de esta
parcela de la narrativa. Nuestro país no ha sido
pródigo en escritores viajeros. En cambio, fue
meta frecuente de ilustres trotamundos que escribieron sus
impresiones. Acento extranjero reúne dieciocho
relatos, cada uno de los cuales sostiene una mirada singular
sobre el país y sus habitantes. La compiladora los ha
agrupado según dos criterios: el motivo del viaje y el
punto de vista del narrador. La evangelización, la
codicia, el interés
periodístico o científico, figuran entre los
motivos; el enfoque del narrador que es al mismo tiempo
protagonista del viaje y el del narrador testigo, a quien este
motivo le es ajeno, son los dos puntos de vista
dominantes".
Sobre el texto de la suiza, comenta el crítico:
"Lina Beck Bernard, esposa del director de una oficina de
reclutamiento
de inmigrantes, relata con buen manejo de la intriga la
búsqueda del tesoro escondido en el convento de La Merced
por los jesuitas
expulsados del virreinato"(12).
Jorgelina Núñez manifiesta acerca del
mismo texto: "Lina Beck Bernard aprovecha la circunstancia de
vivir frente al Convento de La Merced, en Santa Fe, para ilustrar
el carácter indolente de los argentinos
narrando la historia de los tesoros que
los jesuitas ocultaron allí al enterarse de su
expulsión y que un siglo más tarde el
párroco correspondiente no se molestó en recuperar
(13).
Alfonsina Storni nació en el Cantón
Ticino en 1892 y puso fin a sus días en Mar del Plata en
1938. Fue "poetisa y dramaturga. Su nombre completo era Alfonsina
Carolina Storni. Desde muy niña vivió en la
Argentina, pasando su infancia en San Juan y su adolescencia
en Rosario, donde se vinculó con actores y autores de
teatro. En 1910 se recibió de maestra rural en la Escuela
Normal Mixta de Coronda y comenzó a publicar sus primeros
poemas. Ya en 1912, afincada en Buenos Aires, comenzó a
publicar notas y colaboraciones en Caras y Caretas, tarea
que más tarde continuó en Nosotros y La
Nación, entre otros medios gráficos. Encuadrada
en la generación posmodernista, a partir de su obra, muy
difundida y de gran éxito en el país, América
y Europa, surgió una tradición de ‘poesía
femenina’. Su influencia se extendió al
ámbito teatral, por lo que se creó una
cátedra para ella en el Teatro Infantil Lavardén.
El 9 de noviembre de 1920, obtuvo Carta de Ciudadanía expresando que lo hacía
‘por voluntad y gratitud a esta nación’. En 1923 fue nombrada
profesora de declamación de la Escuela Normal de Lenguas
Vivas y ejerció similar cátedra en el Conservatorio
Nacional de Música y
Declamación. Su poesía evoluciona desde el romanticismo
inicial a un vanguardismo
de tono personal, en el que está presente la denuncia de
la condición social y afectiva de la mujer de su
tiempo. Su obra poética abarca La inquietud del
rosal (1916), El dulce daño (1918),
Irremediablemente (1919), Languidez (1920, Primer
Premio Municipal y Segundo Premio Nacional de Literatura), Ocre
(1925), Poemas de amor (1926), Mundo de siete pozos
(1934) y Mascarilla y trébol (1938). Además,
escribió las obras teatrales El amo del mundo
(1927), Dos farsas pirotécnicas (1932). Obras como
Desovillando la raíz porteña (1936),
Teatro infantil y Cinco cartas y una
golondrina, fueron publicadas póstumamente"
(14).
El ingeniero civil Walter Moll nació en
1881; falleció en Buenos Aires en 1957. "Naturalizado
argentino, se matriculó en la
Organización Profesional de Ingenieros Civiles de
Buenos Aires. Partidario del racionalismo,
proyectó el edificio de oficinas y viviendas de la
Sociedad
Anónima Financiera y Comercial (SAFICO), inaugurado en
1933. La obra constituye un volumen rectangular de 10 pisos, con
ventanas corridas, que culmina con una torre que termina en
pirámide escalonada. Moll también
diseñó la casa de renta de Santa Fe 914 (Buenos
Aires)" (15).
César Hipólito Bacle nació
en Suiza en 1794 y falleció en Buenos Aires en 1838. "Los
primeros datos suyos en
Buenos Aires son de 1828, donde retomó la empresa
litográfica que había abandonado Douville. En sus
prensas realizó toda clase de
trabajos: planos, mapas y el Boletín de Comercio,
entre otros. En 1829 comenzó a editar una serie de
retratos de hombres célebres, como Rivadavia, C. De Alvear
(hechos por su mujer, Andrea
Bacle), Dorrego (por Arthur Onslow) y Guillermo Brown (por Carlos
E. Pellegrini). Se interesó por lo popular, la vida
cotidiana, las costumbres y las modas de la región. Sus
obras aparecieron en un medio en el cual no había
prácticamente imágenes
profanas, por lo que adquirieron un alto valor
documental. Entre 1830-1835 produjo la monumental
Colección general de marcas de ganado
de la Provincia de Buenos Aires, obra donde registró
casi 10.000 marcas. A la par, continuó con sus retratos y
escenas costumbristas. En 1832 se negó a adoptar la
nacionalidad
argentina, tal como entonces se exigía a los editores, por
lo que debió exilarse en Santa Catarina, Brasil. Instalado
luego en Chile, fue nombrado litógrafo e impresor del
Estado. En
1835 editó el
periódico Museo Americano y, en 1836, El
Recopilador. Incursionó también en la crítica
literaria y la divulgación científica. En 1837
fue encarcelado, acusado de colaborar con los unitarios y vender
mapas secretos. Liberado, murió al poco tiempo. Su
prisión y muerte fueron esgrimidas por Francia como
una de las causas de la intervención armada en el
Río de la Plata durante el gobierno de Juan
Manuel de Rosas"
(16).
En "El aporte francés en el desarrollo de
la pintura
argentina" se recuerda a Bacle: "Con su famoso álbum
‘Trajes y costumbres de la Provincia de Buenos Aires’
impreso entre 1833 y 1835, el franco-suizo Cesar Hipólito
Bacle alcanzaría una gran celebridad. Fue por varios
años el impresor y litógrafo del estado de Buenos
Aires y en su imprenta
colaboraban calificados artistas como Hipólito Moulin,
Julio Daufresne, Juan Francisco Guerrin y Alfonso Fermepin"
(17).
En una biografía del suizo
se destaca, asimismo, su actividad pedagógica:
"editó los cuadernos de los Principios de
Dibujo, primeros materiales
didácticos conocidos en el país. (…)Entre sus
primeros trabajos también se cuentan las láminas de
geometría que publicó en 1830, el
profesor Avelino Díaz. (…) abrió con su esposa,
en 1831, el Colegio de Señoritas que antes había
dirigido Madame Curel, bajo el nombre de "Ateneo Argentino" al
que concurrieron las hijas de las mejores familias de Buenos
Aires. Cuando Rosas dictó el decreto de 1832, por el que
se obligaba a los editores o administradores de periódicos
de origen extranjero a renunciar a su nacionalidad o
a hacerse argentinos, Bacle no se resignó a perder la de
origen, y pidió al gobierno que lo relevara de esa
obligación, pero la respuesta fue negativa. Entonces
dejó de publicar su Boletín de Comercio, y
transfirió la imprenta litográfica a un administrador
nativo. Mortificado por esta situación, optó por
emigrar hacia la isla de Santa Catalina, y su esposa por
acompañarlo decidió cerrar su colegio"
(18).
Adolfo Mettfesel, pintor, dibujante y
litógrafo, nació en Suiza en 1836. "Radicado en
Buenos Aires a mediados de 1860, fue empleado en el Museo de
Historia Natural. Fue el primer artista que pintó las
Cataratas del Iguazú, acompañando al
científico Ambrosetti en su expedición.
Además nos dejó acuarelas y litografías con
paisajes y escenas típicas argentinas. Hay obras suyas en
el Museo de Ciencias Naturales de La Plata" (19).
"Baradero se convirtió en asiento de una de las
primeras colonias, fundada por familias suizas, el 4 de febrero
de 1856" (20).
En noviembre de 2000 se llevó a cabo, en el
Salón Azul del Honorable Congreso de la Nación, la
muestra "De
los Alpes a las pampas Un siglo y medio de presencia suiza en
Baradero". La organizaron la Bibliotheque Cantonale et
Universitaire de Fribourg, la Association Baradero-Fribourg
(Suiza), la Sociedad Suiza de Baradero (Depto. Historia) y el
Honorable Senado de la Nación".
Se ofreció al respecto la siguiente
información:
"Por primera vez en Buenos Aires se presenta al
público la oportunidad de conocer –a través
de una exposición
temática- un aspecto singular del fenómeno
inmigratorio helvético a la Argentina. Se trata de los
suizos de Baradero y la floreciente colonia agrícola que
fundaron en 1856, junto con los hombres notables de aquella
antigua localidad del norte de la Provincia de Buenos
Aires".
"La muestra consiste en un recorrido por imágenes
y textos emblemáticos de las diversas instancias de
aquella epopeya de pioneros: su partida desde
Châtel-St-Denis (Cantón de Friburgo), la llegada a
Buenos Aires, su integración a la campaña bonaerense,
la prosperidad en su colonia del Baradero, la Sociedad Suiza de
Socorros Mutuos y la acendrada etnicidad que evidencian sus
celebraciones, a través de los siglos y con
proyección de futuro".
"Con reminiscencias de paisaje chacarero, un entramado
de alambre y postes sirve de soporte a conmovedoras
gigantografías que transportan al espectador hacia
lugares, rostros, casas, trabajos y fiestas de quienes
contribuyeron a fundar la Argentina agrícola de un
siglo".
"Completan cada espacio reproducciones de documentos y
escritos breves que sintetizan las características y los
hechos principales de esa cronología asombrosa de
esfuerzos y esperanzas".
La muestra se organizó en varios espacios, que
tuvieron por tema: " ‘Dejar su pueblo natal", "Puertas
abiertas en la Argentina", "Rostros suizos de Baradero", "Tiempo
de cosecha", "Cultivar sus orígenes" y "Celebrar en
la tierra de
adopción’ ".
Se consultaron los "Archives Fédérales,
Berna; Archives Communales, Châtel-St-Denis; Archives
Cantonales, Friburgo; Bibliothèque Nationale, Berna;
Bibliothèque Cantonale et Universitaire, Friburgo;
Archivo del
Departamento Ejecutivo Municipal, Baradero; Archivo del H.
Consejo Deliberante, Baradero; Archivo del Juzgado de Paz
Letrado, Baradero; Archivo de la Sociedad Suiza, Baradero;
Archivo General de la Nación, Buenos Aires; Biblioteca
Nacional, Buenos Aires y archivos
particulares de Suiza y la Argentina".
La Iconografía incluyó material procedente
de la "Sociedad Suiza, Baradero; Álbum Gráfico
del Cincuentenario, Doerschlag, 1906; Maddocks, M.: Les
Premiers Transatlantiques, Time-Life, 1982; Lauper, A.:
Fribourg Nostalgique, Ketty et Alexandre,
Chapelle-sur-Moudon, 1996; B.C.U., Friburgo; Archivo Familia
Chiappara-Müller; Moores, G.: Estampas y vistas de la
ciudad de Buenos Aires: 1599-1895, Buenos Aires, 1945 y la
Association Baradero-Fribourg".
La muestra, "declarada de Interés Municipal,
Provincial y Nacional, fue auspiciada por la Embajada de Suiza,
el Archivo General de la Nación, la Cámara de
Comercio Suizo-Argentina, el Honorable Congreso de la
Nación, la Embajada de la Argentina en Suiza y la
Dirección General de Cultura y
Educación
de la Provincia de Buenos Aires, Resoluciones 12.455/99 y
240/00".
"La Exposición ha comenzado un largo y exitoso
recorrido que comprende, además, las ciudades de
Châtel-St-Denis, Friburgo, Bulle, Sion y Berna (en Suiza) y
Baradero, Rosario, La Plata, Córdoba … Forma parte de un
amplio proyecto de intercambio educativo y cultural entre ambos
países".
La dirigió Martin Nicoulin; tuvieron a su cargo
las Investigaciones históricas e iconográficas
Christophe Mauron e Ignacio Salaberry, con la colaboración
de: Evelyn Maradan. Fueron los curadores: Christophe Mauron e
Ignacio Salaberry, con la colaboración: de Claudio
Fedrigo. Las traducciones fueron realizadas por Graciela Kronicz
Aeby y Sol Corcuera, y Corrado Luvisotto, GRAFIX, Friburgo, tuvo
a su cargo la realización gráfica. Fue la
Secretaria Isabelle Blanc; el carpintero, Néstor Liaudat;
el electricista, Carlos Salvatori y el asistente: Gabriel
Weiss".
Fueron Donantes la "Association Baradero-Fribourg, la
Bibliothèque Cantonale et Universitaire de Fribourg,
Lotterie Suisse Romande, las Comunas del distrito de la Veveyse,
la Confederación Helvética, el Estado del
Valais, el Club de Leones y Rotary Club de la Veveyse, RERO, la
Université de Fribourg, la Ville de Bulle, la Sociedad
Suiza de Baradero y el Honorable Senado de la
Nación".
"El libro-catálogo bilingüe de 152
páginas, editado en Suiza, está disponible en la
Sociedad Suiza" de Baradero (21).
"La primera colonia realmente estable e importante es la
Colonia Esperanza, fundada por el infatigable Aarón
Castellanos, en Santa Fe, en 1866. Estos progresistas colonos
eran en su mayor parte de origen suizo, aunque los había
franceses y alemanes" (22).
Escribe Ema Wolf, a partir de la investigación de
Cristina Patriarca: "La generación sarmientina alentaba,
no obstante, la venida de inmigrantes rubios que hubieran nacido
del otro lado de los Pirineos. De esta opinión era un
salteño llamado Aarón Castellanos: las razas
latinas o mediterráneas eran funcionalmente inferiores e
ineptas, en nada comparables con las que formaban los sajones
correctos y los alemanes industriosos".
"Castellanos, hombre
emprendedor, hizo realidad tempranamente el sueño de
Sarmiento: en 1856 llevó a la provincia de Santa Fe una
colonia suiza. La primera colonización agrícola
organizada y exitosa se llevó a cabo en el
país".
"La zona elegida fue el Chaco santafecino, entre los
ríos Salado, Bermejo y Paraná. Nada mejor que
injertar en tierra de indios un contingente de extranjeros
deseables. Se llamaría Colonia Esperanza. Experiencia
piloto, ensayo de inmigración ordenada, abuela de todas
las colonias futuras".
"A principios de 1856 llegaron los pioneros a Colonia
Esperanza. Las doscientas familias embarcaron en veleros en la
costa de Normandía, más o menos agrupadas en
remesas según su idioma. Eran suizos de los cantones de
Valais, Vaud, Argovia, Berna, Zurich y Ginebra; saboyanos,
alemanes de las provincias renanas y bávaras, así
como franceses del departamento del Jura. En general, labradores
pobres y no muy experimentados. Algunos expulsados por la propia
comuna que no tenía cómo mantenerlos".
Un suizo artesano de oficio, Nicolás
Schneider, inventó el arado de dos rejas, que se
llamó ‘esperanza’ y fue utilizado luego por
todos los colonos del país. De cosecha suiza fue el primer
trigo que se exportó a Europa en 1878" (23).
En " ‘Colonia Médici’ o ‘La
Suiza’, la ‘colonia’ que no pudo ser
‘pueblo’ " (24) –trabajo que transcribimos
parcialmente-, escribe Gerardo Alvarez:
"Fue un recordado escritor de Santa Fe, Alcides Greca,
quien acuñó la expresión ‘pampa
gringa’ para hacer referencia a las amplias regiones del
centro y sur de esa Provincia y a una amplia comarca de
Córdoba que fueron colonizadas desde el último
tercio del siglo XIX, tiempo durante el cual comenzaron a arribar
al Río de la Plata miles de hombres venidos del otro lado
del mar que fueron impulsados a emprender su viaje por las
favorables condiciones ofrecidas por la Argentina, especialmente
a partir de las presidencias de Mitre, Sarmiento, Avellaneda
–quien hacia 1876 promulgó la generosa Ley de
Inmigración- y del general Roca".
"Esa vasta heredad santafesina se fue poblando a partir
de la creación de Esperanza, en 1856, a veces gracias a la
acción
de colonizadores privados, como don Aarón Castellanos,
fundador de esa colonia pionera o el suizo Carlos Beck
Bernard, a cuyo impulso se debe la formación de San
Carlos y, también, como consecuencia del tendido de
vías férreas, en el caso de
Bernstadt–Roldán, Carcarañá,
Cañada de Gómez y Tortugas, que fueron las primeras
establecidas por el Ferrocarril Central Argentino, el que
inició sus servicios
entre Rosario y Tortugas el 1º de mayo de 1866, llegando el
primer contingente de colonos suizos a la más cercana a
Rosario, Bernstadt, el 1º de marzo de 1870. Al norte de
dichas colonias se fueron poblando otras nacidas por iniciativa
de colonizadores europeos, siendo alemana o suiza la nacionalidad
de los fundadores de buena parte de ellas".
"Es pertinente precisar, asimismo, que hubo colonias
mayoritariamente ‘suizas’, como la propia Esperanza,
San Carlos, Helvecia, Romang, San Jerónimo Norte,
Bernstadt y Carcarañá, otras consideradas
‘piamontesas’ como San Jorge, El Trébol,
Piamonte o Cavour, y también las que se singularizaron por
tener una presencia dominante de otras nacionalidades, tal como
ocurrió con la colonia judía de Moisés
Ville".
"En su ‘Historia de un pueblo santafesino en los
años de entreguerras. Totoras (1914-1943)’, Ana
María Galletti y Alberto Néstor Pérez
señalan que Ángel Médici
‘llegó a la Argentina en el año 1890,
procedente de Mendricio, pequeña aldea del Cantón
Ticino (Suiza). Se inició como empleado de un comercio
rural. En el año 1899 estableció un negocio de
campaña en sociedad con don José Tartaletti, en un
paraje de gran valor estratégico, un cruce de caminos
entre las colonias ‘Santa Isabel’ (tierras de los
descendientes de Tomás Armstrong), ‘La
Germania’ (tierras de Federico Nordenholz), ‘La
Unión’, (tierras que primitivamente
pertenecían a José y Benito Freire, y
posteriormente a José M. Cequeira y Valentín
Celada), y ‘La Hansa’ (tierras de los Tietjen)’
".
"Aunque don Ángel Médici denominó a
su casa ‘La Suiza’, en recuerdo de la amada tierra en
que había nacido, dada la significación que tuvo su
presencia en ese paraje el mismo fue conocido desde su origen
como ‘Colonia Médici’. Y, en el transcurso de
unos pocos años, su negocio de ramos generales
adquirió bastante importancia y en él se
proveían los colonos de la región. Este pionero
suizo instaló también una fábrica de
productos
lácteos
y fue adquiriendo muchas tierras, algunas de las cuales
pertenecían a las colonias ‘Germania’ y
‘Santa Isabel’ ".
"Pero además, como lo precisan Ana María
Galletti y Alberto N. Pérez en el ya aludido libro sobre
Totoras, ‘a partir de su humilde comercio, en pocos
años, Ángel Médici logró que gran
parte de las propiedades de estos criollos fueran a parar a sus
manos. Para 1910 ya había comprado las tierras de Petrona
Farías de Cequeira (viuda de José María
Cequeira), en una operación comercial muy
controvertida…’, y ella dio lugar a un ‘largo
juicio que envolvió a los Médici y los Cequeira en
torno a la
propiedad de
unas tierras que primitivamente pertenecían a éstos
últimos’ ".
"Cuando habían transcurrido casi tres
décadas desde que Ángel Médici creara su
establecimiento, los vecinos de la ‘Colonia’ a la que
dio su nombre solicitaron al Gobierno de la Provincia la
creación de una Comuna, datando de 1927 las primeras
gestiones".
"Transcurrido un siglo desde que allí se afincara
aquel joven oriundo del cantón suizo del Ticino,
Ángel Médici, quien dio a ella su nombre, la
Colonia es una comarca de fértiles tierras cuyos
pobladores están sujetos a las respectivas autoridades
administrativas de los tres distritos aledaños, Clason,
Santa Teresa y Bustinza, según el sector de la misma en
que residan. Sin embargo, y a pesar de ello, para los escasos
habitantes que en ella viven y para quienes moran en campos
cercanos o en los núcleos urbanos existentes en varias
leguas a la redonda, Colonia Médici sigue constituyendo
una referencia insoslayable en esa privilegiada región
situada en la cañada del Árbol, departamento
Iriondo, en la provincia de Santa Fe".
"Y ello ocurre, seguramente, porque luego de todas esas
décadas todavía es un lugar de encuentro en la
conjunción de tres caminos que comunican otras tantas
jurisdicciones, y porque como es escasa la distancia que la
separa de los campos vecinos, continúa siendo, como tan
sencillamente lo expresara don César Torriglia, el
‘centro de una zona mediterránea del Departamento
Iriondo al cual afluyen los pobladores de las colonias
circundantes…’ ".
La investigadora Celia Vernaz es la responsable del
volumen Colonia San José Escritos (25),
compilación publicada en 1991, incluida entre las
Publicaciones del Museo Histórico Regional de San
José.
En las "Consideraciones generales", ella manifiesta:
"Los ‘Escritos de una Colonia son el reflejo de su propia
historia. En el año 1857 llegó el primer
contingente de inmigrantes que se ubicó donde hoy es la
Colonia San José en la provincia de Entre Ríos.
Eran terrenos del General Justo José de Urquiza, quien no
tuvo problemas en
destinarlos a la colonización. En un principio, los
límites estuvieron dados por el río Uruguay al
Este, el arroyo Perucho Verna al Norte, el arroyo de la Leche al
Sur y la calle ‘Ancha’ al Oeste, extendiéndose
luego la población por todo el Departamento
Colón, originando nuevos centros derivados de la Colonia
Madre".
Acerca de los motivos de emigración, afirma: "en
la zona del Valais, Saboya y Piamonte se había generado
una corriente emigratoria hacia América. Las causas eran
varias: falta de trabajo, familias numerosas, pobreza en
general, a lo que se sumaban cataclismos como avalanchas e
inundaciones que diezmaban a las poblaciones de la
montaña. También debe ser considerado el
sueño de hacerse ricos y la sed de aventuras en un
continente todavía virgen".
Estos pioneros, originariamente destinados a Corrientes,
sufrieron desventuras: "Fueron ubicados en el Ibicuy, al Sur de
la provincia, pero al ver que eran terrenos inundables e
impropios para la agricultura, remontaron el Uruguay en barcazas
y fueron radicados en mejor lugar, o sea, el actual, con el
beneplácito de Urquiza. Mientras Sourigues trazaba las
concesiones, el grupo recién llegado improvisó
viviendas debajo de los árboles
mientras que las mujeres se alojaron en el galpón que
Spiro tenía en la costa. Esto ocurría en julio de
1857, bajo el rigor del invierno".
Los "Escritos" compilados nos permiten conocer la vida
cotidiana de los inmigrantes: "Durante los primeros cincuenta
años, tanto los colonos como autoridades políticas
y religiosas apelaron a la pluma como arma de defensa y
comunicación, dejando una pincelada general del
pensamiento, ideas, proyectos,
necesidades, sentimientos. Hoy esos escritos reposan en distintos
archivos y no todos se conocen. Si bien no constituyen piezas
literarias especiales, una selección
de los mismos permitirá penetrar y ahondar más en
las intimidades de la vida de la Colonia, poniéndose en
contacto directo con cada autor, su forma de ser y de pensar.
Pero lo importante es poder palpar
el momento histórico vivido, esclareciendo hechos oscuros
o casi desconocidos que han sido esencia y substancia de un
período migratorio que hoy apasiona por sus raíces
y proyecciones".
Los textos proceden del Archivo General de la Provincia
de Entre Ríos, el Archivo del Museo Histórico
Regional de San José, el Archivo del Palacio San
José, el Archivo personal de C. E. Vernaz, el Centro de
Estudios Históricos San José; El Industrial,
13 de octubre de 1881; La Nación, 1885; Libro de
Oro del
Centenario de la Colonia San José (1857-1957) y
Vernaz, Celia: Papeles de un inmigrante, 1987.
La historiadora reúne en ese volumen testimonios
de inmigrantes de diverso origen. Varios de ellos están
escritos por suizos. Transcribimos parcialmente dos de
ellos:
Antoine Bonvin "vino de Arbaz, Valais, en 1857, a
los cuarenta y cinco años de edad. Se dedicó a la
agricultura y a través de sus cartas escritas a los
familiares de Europa se han podido palpar sus sentimientos,
problemas y nostalgias. Admiró el país y sus
bondades, pero el recuerdo de los suyos se hizo cada vez
más fuerte, y pensó volverse, pues extrañaba
a su gente. Sin embargo, la fatalidad le impidió regresar
a su tierra, pues tuvo un fin trágico debido a diferencias
con los nativos. Encontrándose en su casa con su hermana
María Bonvin, llegaron dos gauchos y luego
de un altercado lo hirieron de muerte, no pudiendo ella hacer
nada para evitar este fin".
"Sus escritos son muy explícitos y atrayentes por
actitudes
insólitas tomadas en la Colonia, como por ejemplo,
lamentar sobremanera no tener sirvienta y pedir que se la manden
desde el Valais. Muchos de sus párrafos fueron utilizados
por historiadores valesanos para ilustrar los diversos episodios
de la colonización""
El escribe: "Nuestro embarque ha tenido lugar el 22 de
marzo. Desde entonces hemos sido conducidos por un tal
Martín Chafter, hombre de un carácter duro y cruel,
quien nos ha tratado malévolamente durante todo el tiempo
de nuestro viaje; podemos decir que sin la Bondad Divina,
habríamos perecido de miseria. Cuando no permitía
que se le escapara una gota de agua para
aliviar a un enfermo, lo consolaba diciendo que en el mundo
había bastantes de ellos; éste era el auxilio que
se tenía de él. Fuera de esto, hemos hecho una
feliz travesía, no hemos sufrido grandes peligros sobre el
mar. Yo he tenido todo el tiempo buena salud. Hemos viajado 74
días sobre el mar…" (26).
Parten de Buenos Aires: "Desde acá, nos han
embarcado sobre un vapor para transportarnos al Ibicuy, sin que
nadie haya podido posar sus pies en tierra. Llegamos al tercer
día; se nos desembarcó en una vasta llanura que no
tenía más que un poco de buen terreno; no se
veían ahí más que grandes pantanos o
bosques, pero de madera toda
espinosa. El agua era
mala y llena de toda clase de insectos; un país muy
malsano donde jamás nadie podía prosperar. Se
tenía el peligro de verse devorado por las bestias
feroces, tal como el tigre, los cocodrilos y otros. Puedo decir
que en este momento estábamos todos desesperados de vernos
engañados de esta manera. Reclamábamos
inútilmente la promesa que nos había sido hecha
antes de nuestra partida: pero todo eso ya era inútil, ya
no se podía escapar, uno se creía exiliado en esta
isla".
Embarcan por tercera vez. Después de viajar trece
días, "Se nos desembarcó en un bosque donde hemos
quedado más de cuarenta días esperando que se
organicen para instalarnos en la colonia: a una legua del bosque,
en uno de los más hermosos lugares que se pueda ver, en
medio de vastas praderas de un admirable verdor con pastos en
abundancia, el suelo fértil y país muy sano…"
(27).
Johann Bodemann "nació en Grengiols (Raron
– Valais) y junto a su esposa Victoire Ambort e hijos
viajó a América con un grupo de emigrantes del Alto
Valais, teniendo en ese momento cuarenta y dos años. Su
barco, Maasland, partió en 1857, después de aquel
primer grupo valesano embarcado ese año, siendo sus
odiseas distintas a las relatadas por los anteriores. Su hermano
Laurent estuvo relacionado con la fundación de San
Jerónimo en Sata Fe".
"En la Colonia San José fue ubicado en la
concesión 148, al Norte de la Plaza, dedicándose a
la cría de animales, siembra
de trigo, maíz y árboles frutales.
Representó al sector de habla alemana entre los colonos
formando parte del Concejo Municipal".
"Pero su repercusión en la historia de la
inmigración se debe a sus relatos, llenos de
precisión, abundancia de detalles, sobriedad, y a la vez,
con amplitud de visión, abarcando los aspectos más
significativos de la vida de la Colonia. Sus escritos sintetizan
la trayectoria de la epopeya de la
colonización".
En "Viaje sobre el mar", él escribe: "Si no fuera
por el capitán, no hubiéramos tenido nada para
comer. Un buen hombre ese capitán, igual que los
marineros. Los alimentos que
habíamos comprado, no llegaron, de tal forma que tuvimos
que conformarnos para el desayuno, de tomar café de
malta sin azúcar.
En cuanto al almuerzo, nunca fue bueno: carne salada o
jamón también muy salado, con arroz, habichuelas,
papas o arvejas. Para la cena teníamos que conformarnos
con un plato de sopa con arroz. Para el día entero no
teníamos más que una galleta, que no era otra cosa
que un pedazo de pan negro. Este era el modelo de
comida que tuvimos a bordo, desde el principio hasta el fin. En
breve, no hemos comido como comíamos en casa. No
había vino. Si queríamos tomarlo, hubiéramos
tenido que pagarlo tres veces su precio. La
botella de vino costaba cuatro francos, y la manteca dos francos
la libra. Pueden entender que nos abstuvimos de comprar con
semejantes precios".
"Nuestro barco era nuevo, flamante, andaba rápido
pero era muy pequeño, de manera que vivíamos muy
incómodos. Dormíamos hasta seis en la misma cama.
Claro que las camas eran más grandes que las de casa y
eran empaquetadas en los baúles. Cuando el tiempo era
lindo, nos quedábamos sobre el puente, pero cuando el
tiempo era feo, nuestra vida a bordo se volvía miserable:
el olor, el calor, los
gritos de los chicos. ¡Qué música! Muchos
lloraban, otros cantaban, otros reían, o se
disputaban".
"Había muchos enfermos. Todo cambiaba cuando
mejoraba el tiempo: se bailaba, se cantaba, se jugaba. El tiempo
pasaba pronto. Con nosotros viajaban jóvenes alegres,
quienes cantaban muy bien, más que todo al anochecer,
cuando la luna hermosa alumbraba el mar tranquilo, y la brisa
agradable soplaba del océano. Hemos visto una gran
variedad de animales marinos. A veces bailábamos
farándulas dando vueltas por todo el barco. Hemos pasado
así muchas noches sobre el puente, hasta las doce o la una
de la mañana, tan era eso hermoso".
En plena travesía, una mujer dio a luz. Relata
Bodemann: "Les tengo que indicar que durante el mareo, la mujer
de Heimen, de Niederwal, tuvo familia, una hermosa niña.
No pudimos ayudarla porque todos estábamos enfermos, nadie
podía tenerse parado, y menos, caminar. Fueron los
marineros quienes tuvieron que hacer de partera. El doctor mismo
estaba enfermo. Menos mal que todo pasó pronto. En todo
caso, a ese doctor le importaba un comino los pasajeros. Sin
nuestro buen capitán el servicio
hubiera sido muy miserable".
Al pasar la línea del Ecuador
–agrega-, los pasajeros debían someterse a una
costumbre marinera: "El trece de junio habíamos pasado el
ecuador, y estábamos del otro lado del hemisferio. Los
marineros hicieron un gran fuego para festejarlo. Al día
siguiente nos hicieron saber que todos debíamos someternos
al bautismo de la línea, como era la costumbre sobre todos
los barcos que cruzaban la línea del ecuador. Las personas
adultas tenían que sentarse sobre una silla, mientras los
marineros llegaban disfrazados: uno como cura con un gran libro
en las manos, otro como peluquero con una navaja de madera,
seguido por tres o cuatro hombres con grandes baldes de agua, y
un último con una sábana mojada que arrollaba de
esta manera: el peluquero pintaba de negro el cuerpo del
bautizado y lo rascaba con un cuchillo de madera. De pronto
surgían detrás de él, los hombres con baldes
de agua que vaciaban sobre la cabeza del bautizado.
Después el cura inscribía el nombre y el apellido
en el gran libro. Una vez esto cumplido, el capitán
llegaba y le hacía beber aguardiente. Fue así con
cada uno de los hombres, fueran presidentes de la comuna o
simples ciudadanos. Después le tocó el turno a los
marineros, y para terminar, al capitán. Muchos rehusaron
este juego, pero
fueron más maltratados que los voluntarios. En cuanto a
las personas del sexo femenino
se les pedía solamente descalzarse y mojarse los pies en
un balde de agua fría. A los chicos no se les hizo nada.
Después los marineros nos pidieron la propina, se
vistieron con trajes de fiesta y se divirtieron" (28).
En "La llegada", Bodemann relata: "Hemos pasado la
primera noche al aire libre, a
pesar del invierno, que es fácil de soportar. Al segundo
día cada familia recibió una pequeña choza
de madera y bambú para protegerse de la lluvia. Todos los
días se mata ganado. La carne es buena. Cada familia
recibió también dos libras de harina y un poco de
sal, proveniente de la ciudad. Nos quedamos diez días al
borde del río y esperamos durante seis semanas la distribución de tierras y nuestra
instalación. (…) Hace seis semanas que hemos entrado en
la colonia. Al principio tuvimos que construir una choza de
urgente necesidad para abrigarnos. La he hecho con agua y tierra
de arcilla. Levanté las cuatro paredes y un techo de
bambú, nuevo y sólido. Muchos han construido sus
chozas únicamente con bambú. Después hice el
establo para el ganado y el jardín, revuelto a mano, donde
sembré la cebada. Me hice un jardín de una
hectárea aproximadamente. (…) Ahora que hemos sembrado
todo, empezamos a juntar la madera y el bambú para la
construcción de una casita más grande y más
linda que la primera, y a la cual dedicaríamos más
tiempo y trabajo" (29).
Los otros suizos cuyos testimonios fueron incluidos en
el volumen compilado por Celia Vernaz son Juan Bautista
Blatter, Rodolfo Siegrist, Laurent J. Morard,
Luis Eggs, Juan Bautista Dubuis y Constantin
Ferdinand.
Llegaron suizos a la Patagonia. En "Historia de
Bariloche" (30), escriben Helena Aizen y Claudio Tam
Muro:
"A fines del siglo XIX los hermanos Goye,
Camilo, Felix, y Maria viuda de Felley con
sus hijos, llegan a la zona del Nahuel Huapi para radicarse en
Colonia Suiza. Procedentes del cantón de Valais, en la
Suiza Francesa, habían vendo primeramente a Chile donde
estuvieron casi 10 años. Enterados de la oferta de
tierras (ley del hogar) a inmigrantes, las solicitan atravesando
la cordillera cerca de Las Lajas".
"Hacia 1902 llega un sobrino, Eduardo Goye, pero
por el Atlántico, el que se suma al grupo
familiar".
"Otros apellidos suizos se agregan , Mermoud,
Cretton, Jackard así como Fotthoff y
Neu , trabajadores incansables del agro. Molían los
granos a mano y se cultivaba lo necesario: trigo, avena, frutales
y hortalizas".
"El tambo proveía de leche, manteca, y queso,
productos todos estos que se consumían o se llevaban a
Chile en embarcaciones construidas por ellos mismos.
También los pobladores de Bariloche encontraban
aquí muchos productos de granja".
"Lograban buenas cosechas que les valieron premios en la
Rural de Buenos Aires. En 1910 Camilo obtiene medalla de plata
por su trigo y María en 1924 mención especial por
duraznos, cerezas, ciruelas, peras y manzanas".
"Al instalar el aserradero el ingeniero Beveraggi da un
gran impulso al lugar ya que al pasar a los Goye comienzan la
construcción de las casas , escuela y el hotel lo que hoy se denomina el Poblado
Histórico. Declarado patrimonio Histórico en
1994".
"La capilla Nuestra Señora del Rosario se
construyo en 1956 con el aporte de los vecinos y amigos de
Colonia Suiza".
Los primeros pobladores fueron abriendo camino entre el
lago Moreno Este y la Colonia, se hacían picadas con
machete para permitir el paso de carros y carretas. Este grupo
familiar, el de los Goye al venir por tierra desde Chile trajo en
sus carros todo lo necesario, herramientas,
semillas, plantas y algunos animalitos, sobre todo vacas ovejas y
aves de
corral".
"Este momento esta relacionado íntimamente con la
evolución del trafico regular entre Chile.
Los viajes en
general se hacían por puerto Blest en embarcaciones o por
el paso hoy Puyehue a caballo. Se llevaban los productos al sur
de Chile para vender o canjear por mercadería. Ya para esa
época el gran almacén
San Carlos en Bariloche también traía los
víveres de Chile y todo lo necesario ya que era el
único almacén".
"El trayecto a Chile demoraba según el tiempo a
veces un par de días y las nevadas impedían el paso
por mucho tiempo".
"La colonización de Bariloche se produjo por el
oeste de Chile y muchos fueron los inmigrantes venidos en esas
épocas. La Colonia Suiza se relaciona íntimamente
con los colonos de distintas nacionalidades. Hoy es el
único lugar que conserva el sabor de aquella historia que
fue el primer asentamiento de suizos en la Patagonia".
Los hermanos Félix, Camilo y María Goye
conocieron en Chile una comida araucana: "Allí conocieron
el curanto. Y allí aprendieron a hacerlo. (…) Jorge
Rubén Nielsen, al que todos llaman ‘el
gringo’, es hijo de una Goye. Es uno de los encargados de
preparar el curanto con todos los detalles que hacen de esta
forma de cocinar una ceremonia" (31).
"El curanto –explican Marcelo Alvarez y
Luisa Pinotti- es una forma tradicional de preparación de
la carne entre los araucanos chilenos, y que del lado argentino
se repite especialmente durante las ceremonias. El curanto es
tanto el sistema de
cocción como la comida; no es exclusivo de los mapuches,
ya que desde México al
sur, muchos pueblos utilizaron el mismo sistema. Un curanto se
realiza cuando son muchas las personas que van a comer"
(32).
Museo Histórico de la Colonia San Carlos,
Santa Fe. "El acervo se compone de fotografías de los
colonizadores, sus familias y banderas de sus países de
origen. Además, una vitrina dedicada al fundador, Carlos
Beck Bernard; herramientas de labranza, armas, planos,
pasaportes, vestimenta, adornos, manualidades y un rincón
religioso. También hay una muestra sobre la
evolución de la industria y el
comercio y otras actividades, Archivo y Biblioteca"
(33).
Museo de la Colonia San José, Entre
Ríos En octubre de 1999 se inauguró la nueva
colección permanente del Museo Histórico Regional
de la Colonia San José, en la provincia de Entre
Ríos, la cual "representa también el trabajo final
de un seminario sobre
conservación, que apoyaron organizaciones
nacionales y extranjeras, como el Fondo Nacional de las Artes, la
Fundación Antorchas y el Smithsonian Institute de Estados Unidos"
.
En 1957, "al cumplirse el centenario de la
fundación de la colonia, fue inaugurado el Museo: Los
descendientes de los pioneros donaron los objetos más
queridos, que se convirtieron en patrimonio de todos" (34). En
esa fecha, "a un grupo de vecinos se le ocurrió pedir a la
gente que donara algún objeto querido que hubiera
pertenecido a los fundadores. Pronto llegaron un arado de madera,
barriles gigantes en donde hacían el vino, carruajes de
ruedas altas, mantillas y monederos, contratos de
propiedad, vestidos de novias bordados a mano y cartas amarillas
escritas con caligrafía gótica. Desde entonces, el
museo recibió más de seis mil objetos de la vida
cotidiana y se convirtió en una suerte de rincón de
los recuerdos: la gente del pueblo vuelve una y otra vez para ver
las cosas que pertenecieron a su familia y traer nuevos objetos
que encuentran en viejos baúles" (35).
"Las piezas donadas por la comunidad son
consideradas uno de los conjuntos
más ricos del género en virtud de su valor
testimonial, pero el desconocimiento de las actuales técnicas
de conservación hacía que muchas de ellas corrieran
peligro" (36). En 2000, "se completó la renovación
del Museo hasta convertirlo en uno de los más avanzados
del país".
La "profesora e historiadora local Celia Vernaz,
descendiente de saboyanos y suizos" expresó al inaugurarse
la muestra "Nuestros abuelos, los pioneros": "Nuestros pioneros
debieron borrar la memoria por
necesidad, casi para sobrevivir y hacerse parte de la nueva
tierra. Luego, la Guerra Mundial
del 14 hizo desaparecer a casi todos los familiares que
habían quedado en Europa. Hoy, las nuevas generaciones
luchan por rescatar ese pasado que se quedó enterrado
entre los surcos de la labranza" (37).
"A la vera del río Uruguay, en las
plácidas praderas entrerrianas, el Museo Histórico
Regional de la Colonia San José cuenta la historia de los
argentinos que descendemos de los barcos. Una historia sin magnos
bronces ni héroes individuales, esa historia que
está ausente en los museos repletos de figuras de cera con
nombres de calles. (…) Sabiamente dispuestos, los objetos
revelan historias de hombres que labraban la tierra, curaban
enfermos y compartían las más actualizadas
tendencias de la época, desde la educación
pública hasta el socialismo
utópico; historias de mujeres que bordaban abecedarios,
lavaban ropa en tambores a manija, sembraban vergeles hasta crear
ciudades jardín" (38).
Museo Colonia Suiza, Bariloche. "Hogar de
la familia de
Marcelo Goye, pionero de la zona, que lo construyó en
1937, combinando las líneas arquitectónicas con la
ductilidad de las maderas de nuestros bosques. La ‘Casa
Museo los Viejos Colonos’ es un ámbito para
encontrarse con la historia de vida pasada y presente de Colonia
Suiza" (39).
En "La historia contada desde lo cotidiano", escribe
Marta Carbonero:
"En Colonia Suiza, a 24 kilómetros de la ciudad
de San Carlos de Bariloche, al entrar a la ‘Casa Museo de
los Viejos Colonos’, nos encontramos con la Sra. Elena Goye
de Storti, quien se presenta diciendo ‘yo he nacido en esta
casa’ y esta situación ya instala una visita a una
casa donde los objetos nos hablan de los sueños de los que
la habitaron y de la forma en que los hicieron
posibles".
"La propuesta de visita a esta Casa Museo que funciona
desde el 12 de Enero de 1997, es diferente porque generalmente la
idea de Museo histórico remite a una exposición
estática de elementos viejos. Muchas veces
apartada de su contexto, se muestra una visión
parcializada de la historia que no alcanza para la
comprensión de ese pasado y mucho menos del
presente".
"La casa fue construida en madera, en el año 1937
por Marcelo Goye, hijo del pionero Félix Goye y padre de
Elena, nuestra anfitriona. Actualmente no es habitada en forma
permanente, lo que permite que coexistan el área del
comedor, dedicada a la exposición, y la de la cocina y los
cuartos que son utilizados esporádicamente por su actual
propietaria, quien personalmente guía las
visitas".
"A través de las pequeñas ventanas,
pensadas para conservar el preciado calor del interior, aparece
el Cerro Goye, plantaciones y otras casas de madera similares,
entre las que se encuentra la escuelita".
"Los antiguos pobladores habían nacido en Suiza,
en el Cantón de Valais. Debido a la situación
europea de fines del siglo diecinueve, emigran hacia Chile bajo
un convenio especial que les ofrecía trabajo y tierras
donde criar a sus hijos. Llegaron en 1883 a la zona de Victoria,
Temuco y otras ciudades próximas, después de un
viaje en barco de cuarenta días, pasando por el estrecho
de Magallanes. Pero la vida en esa región no pudo ser el
lugar anhelado. Doce años más tarde, enterados de
que por la Ley del Hogar –sancionada en 1884 – el
gobierno argentino ofrecía 625 hectáreas por grupo
familiar, con la condición de trabajar y favorecer el
desarrollo de lo que se denominaba Colonia Agrícola Nahuel
Huapi, los Goye (Camilo, Félix y María vda. de
Felley) atraviesan la cordillera por Pino Hachado siguiendo las
escasas huellas portando en sus carros sus herramientas y aquello
que les fuera útil para sobrevivir. Las
características similares a las de su lugar de origen los
lleva a reproducir en principio actividades agrícolas,
sembrando trigo, alfalfa, avena, frutales y criando animales.
Posteriormente se dedicaron al procesamiento de madera, creando
un aserradero. Gracias al aporte tecnológico del Ingeniero
Napoleón Beveraggi esta población
tuvo luz eléctrica que utilizaban durante el día
para las máquinas
del aserradero y por la noche para la iluminación de las casas".
"Se entrelazan en los relatos los apellidos Goye,
Felley, después Cretón, los Potthoff, Fant,
Beveraggi, sumados a los Schumacher, Rahm, Arduser, Schnebeli,
Roth, Röthlisberger, Moos, Vonmoos, Huber, Bachmann,
Tribelhörn, Frey, y tantos otros que enraizaron con sus
descendientes una gran familia".
"Los elementos que se exponen reflejan las costumbres de
los colonos. Se pueden observar instrumentos de labranza,
utensilios, fotos, revistas,
árboles genealógicos, juguetes,
patentes de automóviles, y hasta es posible escuchar una
vitrola que continúa brindando su música. Cada uno
de los objetos habla de una estirpe de gente ruda, trabajadora e
inteligente en la búsqueda de soluciones
prácticas, acompañados por discos de música
clásica, la radio, libros,
publicaciones de la época demostrando una sensibilidad
más refinada y un deseo de conexión con un mundo
más amplio" (40).
Eduardo Ladislao Holmberg nació en Buenos Aires
en 1852; falleció en dicha ciudad en 1937. Fue
"médico, naturalista y escritor. Director del
Jardín Zoológico de Buenos Aires en 1888-1903,
fundó numerosas instituciones científicas y
culturales, como el Círculo Científico Literario.
Temprano defensor del darwinismo, su espíritu
científico, unido a una gran sensibilidad, se
plasmó en una obra literaria signada por hechos
fantasmagóricos, seres patológicos y honduras
ocultistas. Sus Cuentos fantásticos, compilados
póstumamente en 1957, muestran influencias de Julio Verne,
Camile Flammarion y Edgar A. Poe. Entre sus relatos cabe
mencionar El maravilloso viaje del señor Nic-Nac;
Horacio Calibang o los autómatas; El
ruiseñor y el artista y La casa endiablada,
entre muchos otros. Su novela La
bolsa de huesos, de corte policial, es considerada como
pionera del género negro".(41)
Antonio Páges Larraya considera que " ‘La
casa endiablada’ tiene para nosotros tres motivos de
interés: es su primera obra de imaginación a la que
traslada nuestra realidad ciudadana; es la primera novela
policial escrita en el país, y finalmente, es la primera
en la literatura universal en que se descubre un delito por el
sistema dactiloscópico" (42).
En ese cuento,
Holmberg imagina un crimen perpetrado contra un suizo. El juez
relata: "-A principios de 1884, y unos tres meses después
de partir usted para Europa, vino de Santa Fe a Buenos Aires un
colono suizo llamado Nicolás Leponti, el cual, gracias a
su actividad, a su esfuerzo, a su energía y a su
inteligencia, había logrado reunir una fortuna que, si
bien modesta, le permitía ocupar en su colonia una
posición desahogada, y prestar, a sus compatriotas,
servicios que le habían valido la estimación
general".
El escritor pone en boca del loro con cuya
colaboración se esclarece el asesinato, consideraciones
del ave acerca del coraje del europeo: "-Y era guapo el gringo…
y duro para morir… ¿se acuerda, amigo?". Este inmigrante
encontró su fin cuando intentó hacer una
operación comercial relacionada con su actividad: "El
suizo quería comprar gallinas de raza, y sabiendo el 17
que aquella casa estaba sola, se dirigió a ella y
allí consumó el crimen". Durante mucho tiempo se
ignoró qué había sucedido al colono: "La
tierra cubrió el cuerpo de Nicolás Leponti, el
aguardiente y el monte devoraron en pocos días el producto del
crimen, y el misterio envolvió todo durante cinco
años" (43).
"Porteño, Víctor Juan Guillot (1899-1940)
fue periodista, poeta y dramaturgo. Al margen de esas actividades
y de una militancia política radical que
lo llevó a la Legislatura,
dio a conocer tres tomos de relatos breves: Historias sin
importancia (1921), El alma en el
pozo (1925), que mereció el Primer Premio Municipal, y
Terror: cuentos rojos y negros (1936). Si bien
ensayó varios tipos de cuentos con aceptable solvencia
técnica, sobresalió en las historias
terroríficas a la manera de Horacio
Quiroga, realizadas con un estilo aséptico,
ceñido, sin concesiones ni rodeos innecesarios"
(44).
En "Un hombre", evoca a inmigrantes de varias
nacionalidades. Entre ellos se cuenta un suizo: "Morand, el suizo
Morand, tirador infalible, que arrojaba al aire una caja de
fósforos y la incendiaba de un tiro de revólver; de
él sabíase que más de una vez hiciera blanco
sobre cosa seria que una caja de fósforos"
(45).
José Pedroni nació en Gálvez, Santa
Fe, en 1899; falleció en Esperanza en 1968. "Sus obras
presentan un tono íntimo y personal, con constantes
referencias a su provincia. En 1939 fundó la
Asociación de Escritores de Santa Fe; en 1959 creó
el teatro de títeres ‘Pedro-Pedrito’ y, en
1963-66, fue director de Cultura de su provincia. Entre sus obras
figuran La divina sed (1920), La gota de agua
(1923), Gracia plena (1925), Poemas y palabras
(1935), Diez mujeres (1941), El pan nuestro (1941),
Nueve cantos (1944), Hacecillos de Helena (1955),
Monsieur Jaquín (1956), Canto a Cuba (1960),
Cantos del hombre (1960), La hoja voladora (1961),
El nivel y su lágrima (1963) y El árbol
sacudido (1967). Su obra poética completa fue editada
en dos volúmenes en 1969" (46)
Destaca María Raquel Llagostera: "Conocemos por
sus poemas a su amada Esperanza (alabó sus sembrados,
presentó a sus labriegos, ensalzó sus tareas), pero
advertimos que sus textos adquieren en la última parte de
su obra un matiz universal. (…) Dice sintetizando Mastronardi:
‘Pedroni nos habla de los artesanos de su pueblo con el
mismo interés que pone en los problemas de índole
universal, la antigua sabiduría y los modernos apremios,
los fundadores del pueblo y los hombres que labran la tierra, el
pájaro y el río, la paz amenazada y el sufrido
caballo de la noria’ " (47).
En "La invasión gringa", uno de los poemas
reunidos en Monsieur Jaquín (48), Pedroni evoca la
inmigración traída por Castellanos: "Hoy nadie
llegaría./ Pero ellos llegaron./ Sumaban mil doscientos./
Cruzaron el Salado.// Al cruzarlo, afanosos,/ lo probaron./ Y los
hombres dijeron:/ -¡Amargo!-/ Pero siguieron./ En la
espalda traían clavados/ dos ojos de fuego,/ los de
Aarón Castellanos,/ salteño.// Los barcos/ (uno…
dos…/ tres… cuatro…)/ ya volvían vacíos/
camino del Atlántico./ Su carga estaba ahora/ en un convoy
de carros;/ relumbre de guadañas;/ desperezos de arados;/
hachas, horquillas,/ palos;/ algún fusil alerta;/
algún vaivén de brazos; nacido en el camino,/
algún niño llorando.// El trigo lo traían
las mujeres/ en el pelo dorado./ Hojas de viejos libros/ volaban
sobre el campo".
…..
En la agricultura y la ganadería,
en las ciencias y las artes, se destacaron los suizos, aportando
a la nueva tierra su talento y su esfuerzo. Se los recuerda en
enciclopedias, estudios, artículos periodísticos,
compilaciones, cuentos y poemas.
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Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional
Matriculada