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Aspectos significativos de Trichomonas vaginalis




Enviado por yanetsymt



    1. Agente
      etiológico
    2. Patogenia
    3. Patología
    4. Inmunidad
    5. Manifestaciones
      clínicas
    6. Diagnóstico
    7. Tratamiento
    8. Epidemiología
    9. Antecedentes de ensayos in
      vitro
    10. Antecedentes de ensayos in
      vivo
    11. Referencias

     

    Generalidades

    La trichomonosis es una forma común de vaginitis
    que afecta tanto a adolescentes
    como a adultos, causada por un parásito unicelular llamado
    Trichomonas vaginalis, el cual fue descrito por primera vez en
    1836 por el francés Donné, quien lo encontró
    en secreciones vaginales y uretrales. Posteriormente Hoehne en
    1916, comprobó que era el agente etiológico de una
    infección vaginal específica. Hasta ahora se
    desconoce en que forma el parásito ingresó al
    organismo humano por vez primera. A diferencia de las infecciones
    por hongos la
    trichomonosis se transmite a través de las relaciones
    sexuales, de modo que se considera una infección de
    transmisión sexual (ITS) (Roin, 2001).

    Escario, Guillen, Martínez & Contreras,
    (1986) refieren que se relaciona trichomonosis a cáncer
    cervical, enfermedad inflamatoria pelviana atípica,
    esterilidad, a una predisposición a infección con
    VIH debido a la acumulación local de linfocitos y
    macrófagos. La infección en mujeres embarazadas
    provoca un mayor riesgo a la
    ruptura prematura de las membranas de la placenta, infantes con
    bajo peso al nacer, además de infecciones
    postquirúrgicas del tracto reproductor. Según la
    OMS se tiene un estimado anual de 180 000 000 de personas
    afectadas en el planeta (LLop, Valdéz-Dapena & Zuazo,
    2001).

    Agente
    etiológico

    Costamagna & Figueroa (2001) refieren que T.
    vaginalis es un protozoo de forma ovoide o piriforme que mide de
    7 – 30 µm de longitud y de 5 – 15 de ancho. El
    trofozoito se caracteriza por presentar cuatro flagelos
    dispuestos de dos en dos en la parte anterior, y un flagelo
    recurrente que forma la membrana ondulante, que no llega a la
    parte posterior del cuerpo (Alderete, Benchimolb, Lehkera &
    Croucha, 2002). El flagelo libre y la membrana ondulante le
    confieren al parásito la motilidad espasmódica
    característica (Petrin, Delgaty, Bhatt & Garber, 1998)
    (Figura # 1).

    Figura # 1. T. vaginalis observada por
    Microscopía Electrónica de Barrido (MEB). Flagelo (F)
    emergiendo de la región anterior; membrana ondulante
    (MO) (Costamagna & Figueroa, 2001).

    Los quistes no existen observándose solo el estado de
    trofozoitos, sin embargo aunque carece de formas de resistencia, la
    quitina asociada a estructuras de
    superficie le permiten sobrevivir en condiciones ácidas
    (pH 4.0-4.5).
    De esta manera T. vaginalis vive en el moco vaginal y en la
    secreción ventral de la mujer,
    además vive en la uretra, próstata y
    epidídimo del hombre y se
    multiplica por fisión binaria longitudinal (Figura # 2)
    (Alderete et al., 2002).

    Figura # 2. Ciclo biológico de T.
    vaginalis (Alderete et al., 2002).

    Trofozoitos en secreciones vaginales,
    prostáticas y en orina.

    Multiplicación por fisión binaria
    longitudinal

    Trofozoito en vagina y en orificio de la
    uretra.

    La célula
    presenta un núcleo grande, ovalado, excéntrico y
    localizado en el extremo anterior, un citoplasma rico en carbohidratos,
    con gran número de vacuolas (incluyendo liposomas)
    (Alderete, 2002; Costamagna, 2001; LLop, 2001).

    T. vaginalis no posee mitocondrias, pero sí
    hidrogenosomas, que son organelos sin ADN formados por
    3 gránulos cromáticos (Alderete et al., 2002).
    Algunos investigadores sugieren que el hidrogenosoma es una
    modificación de la mitocondria, otros sugieren que ambos
    provienen de un organelo común (véase, por ejemplo,
    Cavalier, 1987; Gunderson, 1995). Brown, Upcroft JA, Edwards
    & Upcroft P (1998) plantean que este protozoo es anaerobio
    microaerotolerante, presentando el sistema
    enzimático de la piruvato ferredoxina oxidoreductasa
    (PFO), reemplazando la piruvato deshidrogenasa de organismos
    aerobios. Esta vía metabólica activa drogas como
    los 5-nitroimidazoles y ha sido encontrada en bacterias
    anaerobias susceptibles al Metronidazol, pero no en otras
    eucariotas por lo que se considera a T. vaginalis como eucariota
    primitivo (Upcroft JA & Upcroft P, 1999). Los requerimientos
    energéticos los provee la transformación de
    glucosa a
    glicerol y a succinato en el citoplasma, seguido por la ulterior
    conversión de piruvato y malato a hidrógeno y acetato, en los hidrogenosomas
    (Muller, 1993, 1998).

    En estudios de la ultraestructura de T. vaginalis
    utilizando técnicas
    como Microscopía Electrónica de Barrido (MEB) y
    Microscopía Electrónica de Transmisión
    (MET), se ha observado que posee numerosos hidrogenosomas
    alineados debajo de la membrana ondulante y a lo largo del
    axostilo, mostrando importantes depósitos
    electrón-denso a modo de opérculo en cada uno. Al
    MET su citoplasma no muestra
    mitocondrias. Se ha demostrado además que utiliza los
    fenómenos de micropinocitosis asociados con
    vesículas con cubierta como mecanismo habitual de endo y
    exocitosis selectiva, mientras que para partículas mayores
    la fagocitosis es frecuentemente vista. Con referencia al
    citoesqueleto, los microtúbulos que recorren el
    parásito son numerosos, conformando estructuras diversas
    (Costamagna et al., 2001) (Figura # 3).

    Figura # 3. Ultraestructura de T. vaginalis
    observadas con MET. En la región posterior del
    citoplasma, el núcleo (N); hidrogenosomas (H).
    También se observan gránulos de glicógeno
    y vacuolas (Costamagna et al., 2001).

    Para ver el gráfico seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    El cariotipo de T. vaginalis ha sido descrito como
    haploide con 6 cromosomas y
    diploide con 12 cromosomas (Drmota, 1997; Yuh, Liu &
    Shaio1997).

    Este parásito carece de vías
    metabólicas para sintetizar ácidos
    grasos, fosfolípidos y esteroles por lo que utiliza
    fuentes
    exógenas. Las purinas y pirimidinas entran a la célula
    por medio de transportadores (Beach, Holz, Singh, & Lindmark
    1990, 1991).

    El protozoo T. vaginalis cuando está vivo tiene
    un movimiento
    característico, se desplaza sobre su eje mayor a medida
    que progresa lentamente, pero, por lo general no se mueve
    rápidamente de uno a otro sitio. Cuando dicho
    parásito está muriendo, o degenerando, su cuerpo
    puede volverse más o menos amiboideo; mientras que si
    está sano tienen el cuerpo en forma de pera con su extremo
    anterior redondeado y el posterior más puntiagudo. Carece
    de cistostoma visible y al parecer se alimenta únicamente
    de nutrientes en solución (Lapage, 1975).

    Patogenia

    Engbring & Alderete (1998) refieren que T. vaginalis
    posee una elevada especificidad para unirse solamente a las
    células
    epiteliales de la mucosa del tracto genitourinario; proceso
    mediado por proteasas que se encuentran en la superficie del
    parásito y que son determinantes en el establecimiento de
    la infección así como de la patogenicidad del
    mismo. Una vez implantado el microorganismo
    en la vagina, es capaz de obtener nutrientes a partir de las
    bacterias y leucocitos presentes en el medio además de
    destruir las células del hospedero. El ataque del
    parásito a la célula hospedera es un prerrequisito
    para el establecimiento de la infección, tal que el
    organismo pueda vencer la constante secreción de la vagina
    (Alderete, Lehker & Arroyo, 1995). Residuos de
    azúcares, en particular alfa-D-manosa y
    N-acetilglucosamina, presente en el parásito, están
    involucradas en el proceso de ataque de T. vaginalis a la
    célula epitelial del hospedero por lo que remover estos
    azúcares de la superficie de la célula
    parásita previene del ataque y con ello el daño de
    las células epiteliales (Mihaghani & Warton,
    1998).

    González, Lázaro, Espinosa, Anaya &
    Martínez (1995) han explorado efecto citopático in
    vitro de T. vaginalis en células epiteliales mediante la
    interacción de trofozoitos de dos cepas
    virulentas (GT-10 y GT-3) con una monocapa de células MDCK
    revelando que los parásitos producen severos daños
    en la monocapa de células en 30 min, y una rápida
    disminución de la resistencia transepitelial. Las
    observaciones microscópicas demostraron que en el lugar de
    contacto del parásito con las células epiteliales,
    T. vaginalis forma grumos, así como canales o
    interdigitaciones que permiten un acoplamiento de células
    adyacentes y la inclusión de fragmentos
    citoplasmáticos.

    La examinación de la propiedad de
    citoadherencia se ha llevado acabo usando células HELA
    como modelo
    experimental in vitro así como usando células
    epiteliales vaginales (VECs), el blanco o diana de T. vaginalis
    in vivo (Alderete et al., 1995). El microscopio
    electrónico reveló que los parásitos
    crecidos in vitro teniendo una forma globular típica son
    transformados rápidamente en paren finos, planos y
    células amiboideas, en el contacto con las células
    epiteliales vaginales, maximizando el área de
    adhesión a la superficie de la VECs, no
    encontrándose esta transformación para T. vaginalis
    interactuando con células HELA (Arroyo, González,
    Martínez & Alderete, 1993).

    Varios autores han sugerido que una señal de
    virulencia puede estar dada por la capacidad de T. vaginalis de
    cambiar de forma redondeada a forma amiboidea y en otros estudios
    se ha mostrado que este parásito en su forma amiboidea
    contiene una densa red de microfilamentos en el
    lugar de contacto con la célula epitelial (Honigberg,
    1978; Rasmussen, Nielsen, Lind & Rhodes, 1986). Existen
    evidencias
    recientes de que la capa de microfibrillas del extoplasma en la
    zona de adhesión de la forma amiboidea del
    parásito, está compuesta fundamentalmente por
    microfilamentos de actina; además se ha revelado en la
    región de ataque con superficie de VECs, la presencia de
    interdigitaciones y un espacio intercelular de 2-10 nm (Bastos
    & Benchimol, 1998; Brugerolle, Brcheux & Coffe,
    1996).

    Figura # 4. Conformación ovoide de T.
    vaginalis observada por MEB. Flagelo (F) y membrana ondulante
    (MO) (Costamagna et al., 2001).

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    Arroyo & Alderete (1995); Krieger, Ravdin & Rein
    (1985) utilizaron un potente inhibidor de los microfilamentos,
    cito D, permitió observar una significativa
    inhibición de la citopatogenicidad del parásito en
    un cultivo de tejido; no siendo tóxico además para
    T. vaginalis ni inhibiendo su motilidad. La función de
    estos microfilamentos puede ser importante en la adherencia
    inicial del parásito y en los eventos
    citolíticos posteriores.

    Se han realizado investigaciones
    con el objetivo de
    identificar y caracterizar factores de virulencia, adhesinas y
    proteinasas, del protozoario flagelado T. vaginalis, y la
    participación de estos factores de virulencia en el
    desarrollo de
    la enfermedad que produce, además de los mecanismos de
    regulación de la expresión genética
    de estas moléculas por factores ambientales como el
    hierro y el
    zinc, presentes selectivamente en el aparato urogenital de
    mujeres y hombres, respectivamente. Se han identificado y
    caracterizado una cisteín proteinasa de 30 kDa (CP30),
    como la proteinasa necesaria para que se lleve a cabo la
    adhesión del parásito a su célula blanco en
    la vagina y ectocérvix. Según Mendoza et al. (2000)
    la CP30 se encuentra localizada en la superficie del
    parásito, es capaz de reconocer y unirse a la superficie
    de las células epiteliales de la vagina y del
    cérvix, degrada diferentes proteínas
    presentes en el microambiente vaginal, fibronectina,
    colágeno IV y hemoglobina. Además, la CP30 es
    inmunogénica en pacientes con Trichomonosis y se le
    encuentra en las secreciones vaginales. Curiosamente, la CP30 se
    regula negativamente por altas concentraciones de hierro,
    mientras que las adhesinas se regulan positivamente por las
    mismas concentraciones de hierro (Arroyo, Engbring, &
    Alderete, 1992). Además, se ha identificado y
    caracterizado una cisteín proteinasa de 65 kDa (CP65) como
    una de las moléculas que participan en la citotoxicidad
    del parásito a la célula blanco. Esta proteinasa se
    encuentra en la superficie de T. vaginalis, se une a la
    superficie de las células del epitelio cervico-vaginal, se
    activa en los rangos de pH encontrados en la vagina de pacientes
    con trichomonosis, degrada fibronectina y colageno IV y es
    inmunogénica en mujeres infectadas (Alvarez et al., 2000).
    También esta cisteín proteinasa se regula
    negativamente por altas concentraciones de hierro. Recientemente
    se ha identificado y caracterizado como una nueva adhesina de T.
    vaginalis a una proteína de 120 kDa inducible por altas
    concentraciones de hierro, AP120. Esta proteína comparte
    algunas de las propiedades de las adhesinas (AP65, AP51, AP33 y
    AP23) previamente descritas y caracterizadas. De ahí que
    el aislamiento y caracterización de los genes de las
    moléculas previamente descritas, CP30, CP65 y AP120,
    ayudará a entender el mecanismo de regulación por
    hierro de la expresión de estos factores de virulencia de
    T. vaginalis (Alderete et al., 1995; Mendoza et al.,
    2002).

    Como T. vaginalis carece de la propiedad para sintetizar
    lípidos,
    los eritrocitos pueden ser una fuente de ácidos grasos
    para el parásito. En adición, el hierro es un
    importante nutriente que puede ser adquirido por la vía de
    la lisis de los eritrocitos. Inhibidores de las cistein
    proteinasas (CPs) reducen la lisis de los eritrocitos lo que
    sugiere que CPs pueden ser un factor lítico involucrado en
    la hemólisis (Dailey, Chang & Alderete,
    1990).

    Patología

    T. vaginalis no puede vivir naturalmente sin estrecha
    asociación con el tejido vaginal. Pocos días
    después de la llegada a la vagina, los parásitos
    proliferan y provocan degeneración y descamación
    del epitelio vaginal, con infiltración leucocitaria y
    aumento de las secreciones vaginales (Llop et al.,
    2001).

    En los casos típicos el pH normal de la vagina
    (3.8-4.4) se hace más alcalino, disminuyen los
    depósitos de glucógeno de la mucosa, especialmente
    en las capas superficiales. Los procesos
    fisiológicos de destrucción celular aportan el
    glucógeno necesario para el crecimiento del bacilo de
    Döderlein, que se encarga de metabolizar el mismo y excretar
    ácido láctico, proceso mediante el cuál se
    mantiene el medio ácido normal de la vagina. En ausencia
    de los depósitos normales de glucógeno la cantidad
    de este microorganismo disminuye y en casos severos pueden ser
    eliminados alterándose la protección
    fisiológica que ofrece la acidez vaginal estimulando el
    crecimiento de T. vaginalis y otros microorganismos (Wolfang,
    Willett & Amos 1983).

    Rein (1995) señala que los microorganismos se
    observan en grupos y debajo
    de ellos se encuentran ulceraciones epiteliales superficiales.
    Hay proliferación y una doble cresta característica
    que forman los capilares de la mucosa, microhemorragias e
    infiltración de la submucosa por neutrófilos. Las
    paredes vaginales casi siempre están eritematosas y pueden
    mostrar hemorragias petequiales que en casos graves pueden tener
    apariencia granular denominado comúnmente como
    ‘’strawberry cérvix’’ (Stein,
    1994).

    El orificio uretral, las glándulas vestibulares y
    el clítoris se observan intensamente inflamados. Cuando la
    infección aguda cambia al estado
    crónico, se produce una atenuación de los
    síntomas, las secreciones pierden su aspecto purulento
    debido a la disminución del número de
    parásitos y leucocitos, al aumento de las células
    epiteliales y al establecimiento de una flora bacteriana mixta.
    Se requiere un gran número de parásitos para causar
    síntomas. Un pequeño número puede ser
    encontrado en una paciente sin síntomas con un pH vaginal
    normal y una flora vaginal normal, lo que puede ser interpretado
    como un estado de portador.

    Este protozoo afecta más a las mujeres debido a
    cambios hormonales y a que durante la menstruación el
    parásito aprovecha el hierro existente en el flujo
    sanguíneo que le permite aumentar su capacidad de
    adherencia a tejidos. En los
    períodos en que no hay menstruación las
    concentraciones de hierro son reducidas, lo que provoca que el
    protozoo tenga movilidad y busque alimentarse. Esto obliga a este
    parásito a adaptarse a las condiciones ambientales
    cambiantes de la vagina para permanecer en ella.

    Respecto a lo que sucede en el organismo del hombre
    infectado, las concentraciones de zinc contenidas en su semen
    tienen capacidad trichomonicida que destruye al protozoario. En
    varones con niveles bajos de zinc, el parásito vive en
    estado latente convirtiéndolos en portadores de la
    enfermedad.

    A su vez, las mujeres en gravidez y enfermas de
    trichomonosis tienen un embarazo de
    alto riesgo, con partos prematuros y bebés que nacen con
    bajo peso. Esta enfermedad no manifiesta secuelas, como en el
    caso de la sífilis,
    que puede causar ceguera. Sin embargo, un niño que nace de
    menor peso corre el riesgo de tener repercusiones en su
    desarrollo inicial al ser más susceptible a otros
    padecimientos (Tricomoniasis, 2001).

    Inmunidad

    La enfermedad no confiere una inmunidad importante, y la
    repetición de esta es común. Sin embargo en
    animales de
    experimentación se han encontrados niveles altos de
    resistencia. Los anticuerpos (Ac) séricos han sido
    detectados en las infecciones humanas; pero no hay
    correlación entre el nivel de Ac y la resistencia a la
    reinfección. Se han detectado IgA antitrichomonas en
    ¾ partes de las mujeres con trichomonosis aguda; pero
    también en la mitad de aquellas que no tienen la
    infección. La enfermedad no es más grave en
    aquellos pacientes inmunodeprimidos (Rein, 1995).

    • Mecanismos de evasión del sistema
      inmune

    Petrin et al. (1998) señalan que la habilidad de
    evadir el sistema inmune del hospedero es un importante aspecto
    en la patogénesis. La invalidación del complemento
    es una estrategia usada
    por T. vaginalis. La resistencia al complemento degradando la
    porción C3 es dependiente de concentraciones elevadas de
    hierro donde se involucran las CPs del parásito (Alderete,
    Provenzano & Lenker, 1995).

    Este protozoo muestra la variación
    fenotípica. Se han encontrado dos fenotipos diferentes en
    la expresión de una glicoproteína altamente
    inmunogénica (P270) y adhesinas (AP65, AP51, AP33, AP23),
    siendo el fenotipo P270 negativo el único capaz de
    expresar las adhesinas necesarias para adherirse (Alderete et
    al., 1992; Alderete, 1988). En la glicoproteína P270 se ha
    encontrado un epítope importante en la unión con el
    anticuerpo, solo el fenotipo P270 negativo puede evadir el ataque
    de los anticuerpos (Alderete, 1987; Dailey & Alderete, 1991).
    Ha sido reportado además que numerosas CPs secretadas por
    T. vaginalis degradan IgG, IgM e IgA (Provenzano & Alderete,
    1995).

    Manifestaciones
    clínicas

    Los síntomas se desarrollan de 4 a 30 días
    después de la infección; períodos de
    incubación más cortos se relacionan con una
    enfermedad más grave (Rein, 1995). La presencia de
    síntomas es más frecuente e importante en el
    sexo femenino.
    En el hombre
    provoca escasos o nulos síntomas. Las variadas formas
    clínicas de la enfermedad dependen probablemente del
    número y virulencia del parásito y de la
    resistencia del hospedero. Se plantea que los síntomas son
    mayores cuanto mayor es el número de parásitos y
    cuanto más alcalino sea el pH vaginal. La importancia de
    conocer el grupo de
    individuos asintomáticos radica en que ellos actúan
    como portadores ¨sanos¨ y pueden transmitir sexualmente
    el parásito a otras personas (Llop et al.,
    2001).

    Botero & Restrepo (1992) son de la opinión
    que la infección se puede presentar de tres formas:
    vaginitis asintomática, vulvovaginitis aguda o
    crónica y uretritis.

    La manifestación clínica más
    frecuente es la vulvovaginitis de evolución aguda o crónica, y el
    signo o síntoma más común es la leucorrea,
    que se presenta como una secreción de tipo purulenta y
    espumosa. Esto se ha corroborado en estudios recientes de
    prevalencia realizados en el departamento de Parasitología
    del Instituto de Medicina
    Tropical ¨Pedro Kourí ¨. La leucorrea
    resultó ser el signo más frecuente en cinco grupos
    de humanos en los que se incluyeron mujeres supuestamente sanas,
    mujeres con patología de cuello uterino, mujeres
    portadoras del SIDA, en
    adolescentes y en parejas con trastornos de la fertilidad. La
    leucorrea puede ser variable en cantidad, de color
    amarillento, verdoso o gris inodora o de un olor fuerte. Otros
    síntomas son el prurito vulvar, el ardor y la
    irritación genital dolorosa, que puede llegar a provocar
    intensa dispareunia (Llop et al., 2001).

    A la especuloscopía se aprecia vagina en
    empedrado y cérvix con aspecto de fresa, esto a causa de
    la dilatación capilar y las hemorragias puntiformes;
    generalmente el endocérvix no muestra afección y si
    es así, se encuentra una cervicitis mucopurulenta; es
    importante considerar que puede coexistir con una
    infección por Chlamydia trachomatis y/o Neisseria
    gonorrhoeae, que en toda circunstancia deberá
    descartarse.

    En el hombre la trichomonosis es a menudo
    asintomática, o puede causar uretritis, prostatitis,
    cistitis, epididimitis, esterilidad y a veces es responsable de
    una irritación persistente (Llop et al., 2001).

    Diagnóstico

    Las manifestaciones clínicas no son confiables
    para efectuar un diagnóstico exacto y la existencia de una
    población asintomática hace que el
    diagnóstico esté basado en la demostración
    del parásito. El frotis directo simple del exudado vaginal
    y la observación al microscopio de la motilidad
    del protozoario (procedimiento
    descrito por Donné en 1836) es el método
    más empleado (Petrin et al., 1998). La sensibilidad de
    esta técnica varía desde un 38 a un 82 % (Cann,
    1974; Martin, Kaufman & Burns, 1963;). La paciente no se debe
    aplicar duchas vaginales el día del examen. Durante la
    toma de muestra con ayuda del espéculo no lubricado y
    estéril se recolecta el flujo de las paredes vaginales y
    del fondo del saco uterino con un hisopo también
    estéril (Llop et al., 2001). Según Rein (1995) el
    flujo colectado se agita en 1 mL de solución salina y una
    gota de la suspensión resultante se transfiere al
    portaobjetos, se le coloca cubreobjeto y se observa la
    preparación en el microscopio óptico con objetivo
    400 x. El material fresco debe ser examinado de inmediato,
    reconociéndose al parásito por la forma y motilidad
    espasmódica características. También se les
    puede ver parasitando algunas células epiteliales,
    usualmente en grumos (Núñez, 2001).

    En el hombre un hisopado de la uretra anterior puede ser
    examinado para ver la motilidad de los trofozoitos,
    preferentemente por la mañana, antes de la micción
    (53). También se puede observar el sedimento de
    la primera orina matinal. Se ha planteado que estos procedimientos
    carecen de sensibilidad diagnóstica. El cultivo in vitro a
    partir de secreciones vaginales (en las mujeres) y de sedimento
    urinario (en los hombres), es la prueba más sensible ya
    que más del 97% son positivas cuando hay infección,
    y detectan parásitos con inóculos tan
    pequeños como 1-5 cel/mL (Llop et al., 2001; Rein, 1995).
    Este método tiene la desventaja de requerir de 2-7
    días de incubación, durante este período los
    pacientes infectados pueden continuar transmitiendo la
    infección (Moldwin, 1992; Roin, 2001).

    Alderete et al. (2002) han descrito técnicas de
    tinción con Giemsa o May-Grünwald-Giemsa y
    Papanicolau, donde se observan estos parásitos de forma
    alargada, aislados o agregados en forma de coronas parasitando
    células epiteliales.

    Se estiman 8 serotipos de T. vaginalis (Ackers, 1990).
    Técnicas como aglutinación, fijación del
    complemento, hemoaglutinación indirecta, difusión
    en gel, anticuerpos fluorescentes etc, han sido usadas para
    demostrar la presencia de anticuerpos antitrichomonas (Mathews
    & Healy, 1983; Sibau, Bebb & Proctor, 1987; Teras Nigesen
    Jaakmees, Roigas & Tompel, 1966).

    La detección de antígenos usando anticuerpos monoclonales
    promete ser un rápido método para el
    diagnóstico de T. vaginalis (Petrin et al.,
    1998).

    El uso del PCR ayuda a detectar organismos no viables
    así como células y secuencias en muestras
    clínicas que presentan parcial
    degradación.

    Tratamiento

    Alderete et al. (2002) refieren que el tratamiento es
    difícil dada la reinfestación constante. Se debe
    tratar a la pareja, no sólo a la mujer. En
    ésta hay que restaurar el pH ácido de la vagina ya
    que T. vaginalis no vive en pH entre 3.8-4.4. Para ello se limpia
    la vagina con agua y
    jabón neutro (pueden usarse desinfectantes como el
    ácido pícrico), así como realizar duchas con
    una solución débil de ácido láctico
    para restablecer la flora normal de la vagina.

    • Metronidazol

    El fármaco más utilizado en la actualidad
    es el Metronidazol,
    (1-(β-hidroxietil)-2-metil-5-nitroimidazol) descubierto en
    la década del 50, cuando investigadores de los
    laboratorios Rhône-Poulenc (Francia)
    observaron que un derivado semisintético del
    2-nitroimidazol (azomicina) aislado de Streptomyces en Japón
    tenía actividad débil contra T. vaginalis y que fue
    el punto de partida para la investigación de fármacos con
    actividad contra protozoos
    anaerobios (Vázquez, García, Pérez &
    Palacio, 2001). Tiene actividad in vitro e in vivo
    particularmente alta contra T. vaginalis y otros protozoarios. El
    Metronidazol es un trichomonicida de acción
    directa. El mecanismo de acción de los nitroimidazoles se
    refleja en una toxicidad selectiva para los microorganismos
    anaeróbicos o microaerófilos y para células
    anóxicas e hipóxicas (Goodman LS & Gildman,
    1994; Thompson, 2003).

    Para explicar el mismo se puede dividir en 4 fases:
    (Edwards, 1993; Müller, Robbie & Sweet,
    1983).

    1. Penetración del fármaco por
    difusión pasiva a través de la pared celular del
    protozoo que puede aumentar por el nivel de reducción
    intracelular.

    2. Reducción del grupo nitro a un intermediario
    transitorio tóxico. El grupo nitro actúa como
    aceptor de electrones provenientes de proteínas para el
    transporte de
    electrones como las ferrodoxinas en el caso de T. vaginalis,
    desviándola de su ruta normal productora de energía
    (Goodman & Gildman, 1994; Thompson, 2003).

    3. Acción sobre el ADN del parásito.
    Inhiben la síntesis y
    degradan el ADN, siendo mayor cuanto más contenido de A+T
    tiene el ADN, pues las roturas se producen entre estos residuos,
    sobre todo en la timina, y liberan una mezcla de timina y
    timidina fosfato. T. vaginalis tiene un contenido de A+T mayor
    del 70%, por eso la mínima concentración letal
    (CLM) está alrededor de 1 µg/ml (Vázquez et
    al., 2001).

    Estos hallazgos son consistentes con los efectos
    antimicrobianos y mutagénicos del Metronidazol. Los dos
    metabolitos principales que resultan de la oxidación de
    las cadenas laterales, ambos tienen actividad antitrichomonas
    (Goodman & Gildman, 1994; Thompson, 2003). (Figura #
    5).

    Figura # 5. Mecanismo de
    acción de los nitroimidazoles. PFO: piruvato: ferredoxin
    oxidoreductasa; [2Fe-2S]: Ferredoxina; HI: hidrogenasa; R-NO2-:
    radicales libres (Vázquez et al., 2001).

    Rein, (1995) opina que en el tratamiento de la
    trichomonosis se han empleado varios esquemas de
    dosificación. Una dosis única de 2g ha tenido una
    efectividad del 85-92%. Empleando dosis de 250 mg tres veces al
    día durante una semana se resuelven alrededor del 95% de
    los casos y este es el régimen mas aceptado para adultos.
    Estudios comparativos de tratamiento con Metronidazol oral e
    intravaginal tienen como resultado que una dosis única de
    Metronidazol intravaginal es inferior a una dosis única de
    Metronidazol oral y no debe considerarse como una terapia
    alternativa (Rosenstein, 1996).

    Los efectos colaterales rara vez son tan graves como
    para causar la interrupción del tratamiento siendo los
    más comunes: cefalea, náuseas, sequedad de la
    mucosa oral y sabor metálico. Ocasionalmente se presentan
    mitos,
    diarrea y
    malestar abdominal. Glositis y estomatitis pueden ocurrir durante
    el tratamiento y se asocian con una superinfección por
    Candida albicans en la vagina. También se han observado
    efectos neurotóxicos por el Metronidazol. Tiene
    además un efecto similar al Disulfiram por lo que
    está contraindicado el consumo de
    alcohol
    (Goodman & Gildman, 1994). Las reacciones tipo Disulfiram
    están relacionadas con la inhibición no competitiva
    de la alcohol dehidrogenasa hepática, otros autores creen
    que es mediado por el sistema nervioso
    central (SNC) (Vázquez et al., 2001).

    El Metronidazol es carcinogénico en roedores
    después de dosis altas y prolongadas, también es
    mutagénico para bacterias. Mas aún, la actividad
    mutagénica está asociada con el principio activo y
    con varios de sus metabolitos, los que se encuentran en la orina
    de pacientes tratados con
    dosis terapéuticas. Este medicamento atraviesa la placenta
    y también se detecta en leche materna
    a concentraciones equivalentes a las del suero (Goodman LS &
    Gildman, 1994). De ahí la preocupación de su uso
    sistémico en mujeres con T. vaginalis y particularmente
    está contraindicado en embarazadas, máxime en el
    primer trimestre.

    • Resistencia al Metronidazol

    El estudio de las cepas de laboratorio
    resistentes, ha mostrado cuáles son los mecanismos de esta
    resistencia que dependen de uno o más de los factores
    siguientes:

    1. Una actividad enzimática de PFO reducida
    (Kulda, Vojtechowská, Tachezy, Demed & Kunzová,
    1982).

    2. Una conformación alterada del hidrogenosoma
    (Townson, Boreham, Upcroft &, Upcroft, 1994).

    3. Ferrodoxina con un potencial redox excepcional
    (Yarlett N, Yarlett NC & Lloyd, 1985).

    4. Una cantidad reducida de ferredoxina intracelular
    (Meri, Jokiranta, & Suhonen, 2000)

    En T. vaginalis sensibles, 2/3 del piruvato se oxidan en
    el hidrogenosoma a acetato y 1/3 en el citosol a lactato y a
    etanol en menor cantidad. En parásitos resistentes decrece
    la oxidación en el hidrogenosoma y el 97% del piruvato es
    oxidado a lactato en el citosol, esto significa que la
    acción de estos compuestos es inhibida. En las cepas
    resistentes las cantidades intracelulares están decrecidas
    en un 50% y el nivel de transcripción del gen de
    ferredoxina está reducido en un 40%-65% comparado con las
    cepas sensibles (Vázquez et al., 2001).

    En parásitos altamente resistentes al
    Metronidazol no existe la enzima PFO. Se han encontrado
    oxidorreductasas oxoacídicas alternativas que no reducen
    aparentemente las ferrodoxinas ya caracterizadas y que son al
    menos tan activas o más en líneas resistentes al
    Metronidazol que en las cepas parentales sensibles. Estas
    vías alternativas en estos protozoos se entienden
    pobremente y puedan ser muy bien las dianas de los
    5-nitroimidazoles altamente activos o
    compuestos relacionados (Uprcroft, Campbell, Benakli, Upcroft
    & Vanelle, 1999).

    La dependencia de la manifestación de resistencia
    con la presencia de oxígeno
    fue confirmada por ensayo de
    susceptibilidad llevada a cabo con una mezcla de gases
    definidos de distinta concentración de oxígeno
    (1-20%). Concentraciones de 5% de oxígeno mostró
    ser el umbral requerido para la manifestación de
    resistencia y los valores de
    CLM aumentaron con el incremento de la concentración de
    oxígeno (Kulda, Tachezy & Cerkasovova,
    1993).

    Kulda (1999) refiere que si bien la resistencia no es un
    problema alarmante puede ser preocupante, ya que todos los
    fármacos disponibles para su tratamiento son derivados
    5-nitroimidazoles con el mismo mecanismo de acción, por lo
    que se debería mantener bajo vigilancia este problema para
    estimar su importancia clínica; además, evidencias
    recientes apuntan a que la infección por T. vaginalis
    puede incrementar el riesgo de transmisión del virus de la
    inmunodeficiencia humana (VIH), lo que hará más
    importante las pruebas de
    sensibilidad en zonas geográficas donde las infecciones
    son frecuentes y poco controladas como África (Sorvillo
    & Kerndt, 1998).

    • Opciones terapéuticas.

    Actualmente existen pocas opciones terapéuticas
    en estos pacientes cuando hay resistencias o
    efectos secundarios al Metronidazol (Vázquez et al.,
    2001).

    Ornidazol: Se administra oralmente 4 comprimidos de
    500 mg en una sola dosis para la infección aguda
    ó 2 comprimidos diarios durante 5 días en las
    formas crónicas (Botero & Restrepo,
    1992).

    Tinidazol: Se utiliza la dosis única de 4
    comprimidos de 500 mg (Botero & Restrepo, 1992). Tiene un
    grupo sulfona y se diferencia del Metronidazol por su mayor
    solubilidad lipídica por lo que penetra más en
    el líquido cefalorraquídeo (LCR) (80% frente a
    42%), rápido inhibidor del ADN y mayor actividad in
    vitro quizás debido a que difunde más
    rápidamente en el interior de la célula. En la
    clínica ambos compuestos tienen la misma actividad
    frente a T. vaginalis (Vázquez et al.,
    2001).

    Secnidazol: Se aplica dosis única de 4
    comprimidos de 500 mg, preferiblemente con comida (Botero
    & Restrepo, 1992)

    Policresuleno: Existe en el mercado en
    diferentes formas farmacéuticas; como solución
    al 1% se debe aplicar una ducha vaginal diaria durante siete
    días. En forma de gel al 1.78 % se aplica una carga de
    gel intravaginal todos los días antes de acostarse, al
    igual que en el caso de los óvulos que contienen 0.09
    mg de principio activo. Restablece y mantiene el pH
    ácido de la cavidad vaginal, por sus propiedades
    químicas, estimula el crecimiento del bacilo de
    Döderlein, restituye la barrera fisiológica de
    defensa y evita la proliferación de cándidas,
    trichomonas o bacterias (Rosenstein, 1996).

    Hemezol: En los casos de vaginitis y/o uretritis por
    T. vaginalis o Gardnerella sp. se recomienda administrar de 1.5
    -2g diarios durante siete días; ya sea en forma de
    tabletas vía oral o inyectable, por vía
    intramuscular o intravenosa (Rosenstein, 1996).

    Fosfato de Clindamicina: Muy útil en el caso de
    vaginosis bacteriana y vaginosis anaeróbica para lo cual
    se dispone 40 mg del fármaco en un tubo y de siete
    aplicadores desechables con capacidad para 5 g. El tratamiento
    consiste en vaciar un aplicador lleno antes de acostarse
    durante una semana (Rosenstein, 1996).

    Nifuratel con Nistatina: Esta combinación
    formulada en crema tiene acción trichomonicida,
    bactericida y antimicótica. Se recomienda aplicar la
    crema mediante el aplicador (8 g) en el interior de la vagina,
    por la mañana y por la noche, durante 7 a 10
    días. Está contraindicado en pacientes
    hipersensibles a los componentes y en el alcoholismo
    (Rosenstein, 1996).

    Cotrimoxazol: Es trichomonicida in vitro
    después de 48 horas con 100 mg/mL Waitz, Moss &
    Weinstein, 1971). Se usa en forma de tabletas de 100mg (2
    tabletas) diarias al acostarse durante 7 días con curas
    entre el 48%-66% si se determina su eficacia por
    cultivo (Schnell,1974). Experiencias sin publicar encuentran
    menos de un 25% de curación y en un estudio más
    reciente la curación sólo fue del 11% (Krieger
    & Alderete, 1999). El papel del cotrimoxazol en el
    tratamiento de la trichomonosis estaría reservado a
    liberar los síntomas en el primer trimestre del embarazo
    cuando no es posible usar Metronidazol (Vázquez et al.,
    2001).

    Furazolidona: La experiencia en su uso es corta pero
    se ha aplicado en forma de 100 mg en 5 gramos de crema
    intravaginal (Vázquez et al., 2001).

    Paromomicina: Se usan cápsulas de sulfato de
    paromomicina que se abren y el polvo es unido a una base de
    crema hidrofílica a una dosis de 250 mg de paromomicina
    por aplicador de 4 gramos. Se usa en una aplicación por
    la noche durante 2 semanas (Nyirjesy, Sobel, Weitz, Leaman
    & Gelone, 1998). El principal problema de la paromomicina
    son las reacciones adversas en forma de ulceraciones vaginales
    que suelen curar espontáneamente.

    Sales de zinc: Gombosová, Demes & Valent
    (1986) han informado de la muerte de
    T. vaginalis por sales de zinc a concentraciones
    fisiológicas. Vázquez et al. (2001) sugieren que
    el zinc presente en el plasma seminal que pasa a través
    de la uretra anterior puede ser importante en la
    resolución espontánea de la uretritis
    trichomonósica.

    Espermicidas: Antonelli, Dile & Wright (1999) en
    un estudio prospectivo se ha comparado la utilización de
    2 g de Metronidazol con una curación del 93,3% frente al
    nonoxinol-9 intravaginal con una curación del 15,4%, por
    lo que no parece ser útil en el tratamiento de la
    trichomonosis. El D-propanolol puede ser útil como
    espermicida tópico y tiene actividad antitrichomonicida
    in vitro (Farthing, Inge & Pearson, 1987) aunque no se ha
    evaluado en ensayos
    clínicos (Vázquez et al., 2001).

    Vacunación con Lactobacillus acidophilus
    inactivado: Se ha utilizado una vacuna (Gynatren;Cabot, Bukcs,
    UK) en tres pacientes basada en "lactobacilos aberrantes"
    muertos que se aislaron de mujeres con trichomonosis. La pauta
    usada de la vacuna Solco-Trichovac de L. acidophilus fue de 3
    inyecciones (0,5 mL)/IM cada 2 semanas. La curación
    según algunos autores era del 84%-100%; pero otros no
    han obtenido tan buenos resultados y parece tener un efecto
    inmune no específico (Bonilla, Sánchez, Pellicer,
    Guevara & Ziegler, 1983; Milovanovic, Crcic &
    Stojkovic, 1983). Se creía que estas bacterias
    compartían numerosos epítopes con T. vaginalis
    por lo que el antisuero generado contra L. acidophilus
    tenían inmunoprotección con la superficie del
    parásito, estudios posteriores no lo mostraron
    (Alderete, 1988; Gombosová et al., 1986). Debido a estos
    problemas y
    no haberse evaluado bien no se puede recomendar actualmente
    esta vacuna (Krieger & Alderete, 1999).

    Duchas de povidona yodada: Hay poca experiencia sobre
    su utilidad; pero
    debe evitarse en el embarazo debido a los niveles de yodo que
    alcanza en suero y que pueden suprimir el desarrollo del
    tiroides fetal (Wong, Wilson & Chew, 1990).

    Sulfanilamida, hidroclorhidro de aminacrina y
    alantoína: Se han empleado supositorios vaginales con
    1,05 g de sulfanilamida, 14 mg de hidroclorhidro aminacrina y
    140 mg de alantoina dos veces al día durante 7
    días. Actualmente estos supositorios sólo
    contienen la sulfanilamida pero el nivel de curación
    únicamente llega al 18,6% (Rosenstein, 1986).

    Nitazoxanida: Es un nuevo fármaco
    antiparasitario de amplio espectro efectivo frente a un amplio
    rango de protozoos, nematodos, cestodos y tremátodos,y
    se ha usado para el tratamiento de criptosporidiosis y
    Enterocytozoon bieneusi en pacientes con SIDA. Se está
    ensayando en el tratamiento de trichomonosis (Bicart, Massip,
    Linas & Datry, 2000; Mead, Eschenbanch, & Sobel, 1999;
    Rossignol, Hidalgo, Feregrino, Higuera, Gómez, et al.,
    1998).

    Se han utilizado además la Cloroquina, Atebrina,
    Acetarsona. Entre los antibióticos usados se encuentran la
    Terramicina y Aureomicina.

    Alderete et al. (2002) opina que la profilaxis se busca
    en la higiene personal, en el
    diagnóstico y tratamiento de parejas, y en medidas
    preventivas generales contra las enfermedades
    venéreas.

    En la actualidad se han sintetizado nuevas
    moléculas imidazólicas mono y bi-aciladas y
    también compuestos láctamicos sustituídos
    con cadenas laterales más hidrofóbicas que el
    Metronidazol, lo que puede justificar que presenten una actividad
    de hasta 50 veces superior (Upcroft et al., 1999), ya que el
    lugar de activación del Metronidazol está
    localizado en la membrana del protozoo donde se encuentra la
    vía de transporte de electrones (Townson et al., 1994,
    1996). Aún está por comprobar in vivo si este
    incremento de hidrofobicidad potencia la
    actividad de estos fármacos (Upcroft et al., 1999) y
    también se ha visto resistencia cruzada entre
    nitroimidazoles en T. vaginalis (Boreham, Smith & Shepherd,
    1998; Upcroft JA & Upcroft P, 1993).

    Epidemiología

    La trichomonosis tiene una distribución geográfica mundial. En
    el adulto la infección se adquiere casi exclusivamente por
    contacto sexual, pero ciertas infecciones no pueden explicarse de
    esta forma. Algunos casos han sido resultado de
    transmisión de la infección de mujer a mujer debido
    al uso común de duchas vaginales, asientos de inodoros
    contaminados o por vestimentas muy contaminadas.

    Se plantea que el microorganismo puede sobrevivir 90
    min. en una esponja húmeda, de 1 a 2 días en orina
    estancada, varias horas en la secreción genital y en
    toallas húmedas o ropa. La infección neonatal se ha
    reportado hasta en un 5% de los niños
    que nacen de madres infectadas. No obstante se considera que la
    adquisición no venérea de T. vaginalis es rara y es
    evidente que el mayor número de casos de trichomonosis
    observados se debe a transmisión sexual. Es común
    la infección simultánea con otras ITS, por lo
    tanto, es imperativo que los pacientes con trichomonosis sean
    evaluados para determinar la presencia de las mismas (Rein, 1995;
    Wolfang et al., 1983).

    La OMS ha estimado que 120-180 millones de personas se
    infectan anualmente en el mundo.

    En EEUU se infectan cada año un estimado de 5-8
    millones de personas y de ellos un 50 % de casos son
    asintomáticos (Hook, 1999; Petrin et al.,
    1998).

    En Nigeria el 37 % de las estudiantes femeninas de un
    Instituto de educación
    Superior, fue reportado recientemente con trichomonosis, lo
    cual fue comparable con los datos de los
    estudios en América
    (Upcroft P &
    Upcroft JA, 2001).

    En la zona rural de Sudáfrica, el 65 % de las
    mujeres embarazadas atendidas en consultas prenatales
    padecían trichomonosis en el año 1981, en estudios
    más recientes esta cifra oscila sobre el 41 %
    (Wilkinson et al., 1999).

    En México se
    desconoce la magnitud relativa de la infección. Se ha
    mencionado en años recientes un índice de 131.0 por
    100 000 habitantes. La validez de los datos sobre la
    distribución geográfica de la parasitosis es
    relativa; se admite, sin embargo, que la frecuencia es mayor en
    las fronteras, zonas turísticas y D.F (Alderete et al.,
    2002).

    Sagua et al. (1999) en Chile se han realizado numerosos
    estudios para conocer aspectos
    clínicos,epidemiológicos y del diagnóstico
    de la tricomoniasis urogenital, estableciéndose una
    prevalencia de 12,0 % en mujeres entre 30 y 50
    años.

    En la actualidad, el problema de control de la
    enfermedad consiste en lograr el tratamiento simultáneo de
    la pareja (o todos los involucrados), y programas de
    educación
    en la salud (Alderete
    et al., 2002).

    Antecedentes de
    ensayos in vitro

    En la actualidad se reporta el uso de diferentes
    medios para el
    cultivo de T. vaginalis, siendo el medio de Diamond TYI-S-33 uno
    de los más usados (Diamond & Cunnick, 1991; Diamond, 1957;
    Kostara, Carageorgiou, Varonos & Tzannetis, 1998). Este, además de
    utilizarse para lograr aislamientos con fines
    diagnósticos, se ha empleado con buenos resultados para
    realizar ensayos in vitro de susceptibilidad a diversas drogas
    (Kaneda, Torii, Tanaka & Aikawa, 1991). T. vaginalis posee una
    temperatura
    óptima de incubación de 37°C. Se conoce que el
    crecimiento y supervivencia del microorganismo en el medio de
    cultivo dependen del pH y densidad del
    inóculo, además de ser determinante la
    disponibilidad de nutrientes, con un límite de
    supervivencia de aproximadamente 144 horas, siempre que no se le
    añada medio fresco. Es importante señalar que el
    microorganismo no debe permanecer suspendido en solución
    salina fisiológica por más de 150 minutos, pues
    esto produce un efecto progresivamente letal sobre el mismo
    (Lapage,1975). En particular el suero es esencial para el
    crecimiento de T. vaginalis pues la provee de lípidos,
    ácidos grasos, aminoácidos y trazas de metales. El
    hierro es también requerido para mantener niveles altos de
    actividad de PFO (Petrin et al., 1998).

    Según Escario et al. (1986) la
    Concentración Inhibitoria Mínima (CIM) y la
    Concentración Letal Mínima (CLM) son dos
    índices básicos que se consideran para evaluar la
    actividad in vitro de principios
    activos contra bacterias y parásitos. Para ambas
    determinaciones se estudia el efecto de la exposición
    de los microorganismos a diferentes concentraciones de la
    sustancia en un medio de cultivo óptimo para su
    crecimiento. La CIM es la mínima concentración que
    inhibe el crecimiento celular en un 100 % con relación a
    un cultivo control no tratado. Por otro lado, la CLM es la
    mínima concentración evaluada en la que no se
    observan organismos viables después de 24 a 48 h de
    incubación.

    Andrews, Mylvaganam & Yule (1994) han determinado la
    susceptibilidad de cepas de T. vaginalis resistentes y
    susceptibles al Metronidazol frente a la bacitracina así
    como a sales de bacitracina y zinc. La CLM fue definida como la
    menor concentración de la droga en la
    que se observaron cambios morfológicos y ausencia de
    motilidad en los parásitos después de 24 horas de
    exposición a la droga, obteniéndose un aumento de
    la CLM para los compuestos mencionados en aquellas cepas
    resistentes al Metronidazol.

    Kaneda et al. (1991) han determinado el efecto in vitro
    del sulfato de berberina sobre T.vaginalis en un rango de
    concentraciones entre 0.01 – 1 mg/mL observándose efecto
    solamente sobre los parásitos, en los grupos tratados con
    1 mg/mL.

    Mahmoud (2002) también determinó el efecto
    de concentraciones de 10, 15, 30 y 60 µ/mol de deferoxamina
    (DFO), un quelato del hierro clínicamente aprobado, en la
    viabilidad y multiplicación de T. vaginalis en un cultivo
    axénico con medio TYM. Se realizaron las determinaciones
    con intervalos de 24 h. DFO mostró efecto letal sobre el
    parásito con la concentración de 3 µ/mol
    después de 48 h de incubación con la droga. Se
    registró un potente efecto inhibitorio de la viabilidad y
    multiplicación del parásito dependiente de la
    concentración de la droga y el tiempo de
    exposición. Es discutido el posible mecanismo de
    acción del DFO contra T. vaginalis y su posible uso en el
    tratamiento de la trichomonosis.

    Antecedentes de ensayos in vivo

    En la actualidad se han realizado muchos estudios para
    utilizar modelos
    animales en los experimentos con
    T.vaginalis in vivo, lo que posibilita un mayor conocimiento y
    comprensión de los mecanismos por los que transcurre la
    infección. Hasta el momento, la mayor dificultad
    está en la gran diferencia que existe entre la flora
    vaginal de estos animales y la de la mujer así como las
    variaciones que se producen durante el ciclo
    menstrual femenino; proceso en el cual el microorganismo es
    sometido a toda una serie de cambios producto de la
    regulación hormonal, lo que sin dudas ejerce una
    influencia decisiva en el establecimiento y desarrollo de la
    infección (Andrews et al., 1994).

    Se han realizado varios intentos para establecer la
    infección de T. vaginalis con monos (Gardner et al.,
    1987;Street, Taylor
    & Hetherington
    1983), curieles (Kazanowska, Kuczynska & Skrzypiec, 1983), hámsteres,
    ratas (Honigberg, 1978; Jirovec & Petru, 1968), ratones (Cappuccinelli,
    Lattes, Cagliani &
    Ponzi, 1974; McGrory T & Garber, 1992; Meysick CK
    & Garber, 1992) y
    vacas (Cappuccinelli, 1974). Intentos anteriores para establecer
    el crecimiento intravaginal demostraron que el tratamiento previo
    de los animales con estrógenos es esencial para lograr la
    infección (McGrory T & Garber, 1992; Meysick CK
    & Garber, 1992).
    Cuando se administró a las ratas diariamente estradiol
    durante 3 días antes del sacrificio se obtuvo como
    resultado que existe un incremento significativo de anticuerpos
    IgA e IgG contra eritrocitos de carnero en las secreciones
    uterinas mientras que hay una disminución en las
    secreciones vaginales (Wira & Sandoe, 1987). En ratones hembras Balb/c
    se utilizaron dosis de 0.05 µg/mL de Delestrogen (valerato
    de estradiol 10 mg/mL) en inyección subcutánea, dos
    días previos a la inoculación intravaginal con 5 X
    105 mL de T. vaginalis en fase logarítmica
    suspendidas en medio TYI-S-33 suplementado con 10% de suero y 33%
    de agar (Meysick CK & Garber, 1992). Sin embargo ratones en
    estado metaestro previo a la inoculación presentaron una
    corta duración de la infección pues hay una intensa
    flora y neutrófilos presentes, lo cual puede proteger
    contra T. vaginalis (Wira & Sandoe, 1987). También se ha
    utilizado una dosis de estradiol una semana previo a la
    inoculación (McGrory T & Garber, 1992).

    El predominio de L. acidophilus, especies
    anaeróbicas y pH vaginal ácido en mujeres
    prevé ser diferente al desarrollo microbiano en ratones
    Balb/c los cuales presentan un porcentaje pequeño de L.
    acidophilus, especies anaeróbicas y un pH neutro
    (Wira &
    Sandoe, 1987). Los rasgos de la interacción
    parásito-hospedero en el ratón difieren
    considerablemente de la infección en el tracto
    genitourinario del humano; sin embargo estudios en otros animales
    muestran la misma discrepancia.

    En la trichomonosis crónica latente en la mujer
    hay una gran reducción o una pérdida total de la
    población de L. acidophilus. En un intento para manipular
    los ratones a la paralela situación encontrada en la mujer
    se establecieron L. acidophilus en la vagina de ratones Balb/c,
    previo a la inoculación con T. vaginalis. Rangos de
    infección en este grupo fueron comparados con un grupo
    control de ratones quienes no fueron tratados con L. acidophilus
    previo a la infección con T. vaginalis. Ambos grupos
    fueron estrogenizados previamente y examinados por lavado vaginal
    para establecer el estado del estro en el momento de la
    inoculación. Los ratones preinoculados con L. acidophilus
    mostraron estadísticamente un aumento significativo en la
    duración de la infección con T. vaginalis comparado
    con los ratones controles (McGrory T & Garber, 1992).

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     Autores:

    Machado YT*

    López RP**

    Meneses AM**.

    Centro de Bioactivos Químicos. Universidad
    Central Marta Abreu de las Villas. Santa Clara, Cuba.

    *Lic. En Ciencias Farmacéuticas. MsC. En
    Parasitología

    ** Dr. Medicina Veterinaria.
    MsC. En Parasitología

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