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Alfredo Sinclair




Enviado por francisco__corre



    1. De Colón a
      Panamá
    2. Sus
      Preferidos
    3. Rumbo a Buenos
      Aires
    4. Volver a la
      Patria
    5. Con estilo
      propio
    6. De ángeles y
      retoños

    "Mamá me enseñó a
    leer y a escribir antes de ir a la escuela. Mis
    papás se enamoraron y tuvieron que luchar contra el
    racismo de la
    época
    "

    Alfredo Sinclair es un patrimonio de
    experiencia acumulada.

    Posee una desbordante riqueza imaginativa y un bagaje a
    cuestas que lo convierten en un maestro de la plástica
    latinoamericana.

    La charla tuvo en un estudio, ubicado en la parte de
    atrás de su residencia en el barrio de Betania. Es su
    campo de batalla, según su propia definición. En
    este espacio de telas y pinceles se han creado cientos de cuadros
    que conforman la historia con
    mayúscula de la pintura del
    continente americano.

    Sinclair tiene una elegancia apacible, un aire inglés
    heredado de su padre. Su voz es baja, pero firme. Tiene una
    sonrisa sincera y un trato fraternal.

    En diciembre cumplirá 90 años y tiene una
    memoria
    prodigiosa, como si los episodios de su vida hubieran ocurrido
    ayer. Lo recuerda todo y lo comparte sin reservas.

    Hace unos días recibió un reconocimiento
    por parte del Convenio Andrés
    Bello por el conjunto de su obra, evento realizado el 6 de
    octubre en la Biblioteca
    Ernesto J. Castillero.

    Es la primera vez que un panameño recibe tal
    distinción. Una de las tantas distinciones que ha recibido
    este hombre que
    resume su existencia en una sola oración: "Ha sido una
    gran lucha".

    De Colón a
    Panamá

    Alfredo Sinclair Ballesteros nació en Panamá el
    8 de diciembre de 1914. hijo del ingeniero hidráulico
    inglés Jorge Sinclair y de la maestra panameña
    Quintina Ballesteros, oriunda de Gatún.

    "Mamá me enseño a leer y a escribir antes
    de ir a la escuela. Mis papás se enamoraron y tuvieron que
    luchar contra el racismo de la época" dijo.

    A los ocho días de nacido, su madre regresa con
    él a la provincia de Colón, donde reside la
    familia.

    De chiquito Alfredo ejerce toda clase de
    oficios, de vendedor de periódicos a salonero.

    Alfredo es el menor de cuatro hermanos: Alicia, Evelina
    y Gilberto, quien fue su primera inspiración. "A Gilberto
    le gustaba dibujar en el piso y yo lo copiaba".

    Fuera de casa, quien le alentó a seguir por el
    sendero de los trazos fue su maestra de cuarto grado, la
    señora González. "Ella se dio cuenta de mi talento.
    Yo dibujaba los mapas de las
    charlas que ella dictaba".

    Sus
    Preferidos

    Alfredo Sinclair todavía se maravilla al pensar
    en ese hombre de las cavernas que dejaba sus armas de
    cacería para pintar.

    Admira a Giotto porque le da sentido a la figura
    humana.

    A Leonardo Da
    Vinci lo reverencia porque "creó el claroscuro, antes
    se pintaba en un sentido plano, sin sombras".

    A Miguel Angel lo califica como "el gran pintor de todos
    los tiempos. ¿Cómo pintaría la Capilla
    Sextina, si en su tiempo no
    existían los andamios que hay ahora?"

    Su primera visita a la capital del
    país fue en 1938. Fue el descubrir de una realidad que el
    sedujo por completo.

    "Yo no conocía Panamá, me gustó
    mucho el ambiente.
    Cuando regresé a Colón me puse la meta de volver
    para ampliar mis estudios". Cumplió su palabra.

    Entre 1941 y 1945 tuvo una doble existencia. De
    día laboraba en la empresa Neon
    Product, donde doblaba tubos de neón, experiencia que
    luego utilizaría en sus faenas creativas. "Por la Avenida
    B y Salsipuedes todavía hay anuncios de neón que yo
    hice".

    Cuando la noche caía tomaba rumbo hacia la
    Escuela Nacional de Pintura, donde era alumno del pintor nacional
    Humberto Ivaldi, que compartió con Sinclair los secretos
    del dibujo.

    En estas clases conoce a unos compañeros
    inseparables: Juan Bautista Jeanine, Francisco Cebamanos, Ciro
    Oduber y José Zabala.

    En 1943 logra el tercer premio de Pintura en un concurso
    convocado por la Cervecería Nacional.

    Rumbo a Buenos
    Aires

    En 1947 se traslada a la Escuela Superior de Bellas Artes
    Ernesto de la Cárcova, en Buenos Aires,
    Argentina, donde ya estudiaban Jeanine, Oduber y
    Cebamanos.

    "Ellos me escribían diciendo: Sinclair, esto es
    para nosotros, vente para acá. Yo no dormía
    pensando en esa aventura, pero no tenía dinero".

    Para pagar su billete de avión vende su
    automóvil por seiscientos dólares, para el resto de
    sus gastos ya algo se
    le ocurriría.

    Tenía un amigo que trabajaba en una agencia de
    viajes y le
    cuenta su caso y el de José Zabala. Cada uno le dio 200
    dólares y el amigo los dejó en Santiago de Chile,
    "que estaba más cerca y aceptamos". Abordaron un
    avión Hércules de post-guerra en
    Albrook Fields y compartieron nave con "unas terneras que
    venían de Canadá".

    Llegaron a Santiago de Chile. Siete días
    después desembarcan en Buenos Aires. Tenían la
    dirección de Juan Bautista Jeanine, pero
    era medianoche y el portón de su edificio estaba cerrado.
    "Entonces Zabala y yo nos pusimos jugar billar hasta el
    amanecer".

    Ambos tuvieron que pasar un riguroso examen de
    admisión en la Cárcova. Lo aprobaron.

    Cuando a Sinclair se le acabaron los fondos tiene una
    idea para resolver sus apuros económicos. En Panamá
    había administrado su dinero de forma tal que se
    permitía adquirir zapatos y camisas de buen ver, prendas
    que comienza a vender en Argentina para ir sufragando sus
    gastos.

    A los cuatro meses vuelve a estar en cero y busca
    empleo en una
    fábrica. "El mundo es chico. ¿Sabes quién
    era el gerente
    general? Iván Alfaro, hijo del eminente estadista
    panameño Ricardo J. Alfaro. ¿Qué me dices
    tú de eso?".

    Su dominio perfecto
    del inglés le permite ir escalando en su
    empleo.

    "Hasta para barrer la calle hay que ser inteligente.
    Como sabía que varios de los directivos eran
    británicos les hablé con acento de Oxford. Me
    ascendieron, me subieron el sueldo, pero eran turnos rotativos e
    iba a la escuela con mucho sueño, pero había que
    hacerlo".

    Sus esfuerzos dan sus frutos, no solo porque el
    Ministerio de Educación de
    Argentina le brinda a él y al resto de los
    panameños una beca para continuar sus estudios ("la propia
    Evita Perón nos
    la facilitó") sino también por las distinciones que
    obtiene en Buenos Aires.

    En 1948 se le otorga una Medalla de Estímulo en
    la Exposición de Artes Plásticas Bodas
    de Oro Club
    Morón. En 1949 forma parte del XXVIII Salón Anual
    de la Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas
    Artes y logra el cuarto premio.

    Ese mismo año se hace merecedor del quinto puesto
    en la Muestra de
    Arte Plástico
    del XX Aniversario de la Fundación Los Heros.

    Sinclair termina su formación y quiere demostrar
    que estaba listo para conquistar el arte. "Quería pasar
    por un filtro para ver cómo andaba como
    pintor".

    La prueba fue cuando el 2 de enero de 1950 realiza su
    primera exposición individual en la Galería
    Antú.
    "Con tanta suerte, Dios es tan grande, que un importante
    crítico de arte argentino habló tan bien de mi
    pintura que me puse a llorar".

    Volver a la
    Patria

    Retorna Alfredo Sinclair a su país en 1950. trae
    en su cabeza los cuadros de Matisse, Gauguin, Modigliani, Pollock
    y otros tantos genios que había visto absorto en una
    colectiva en Argentina. De ese contacto le surge la idea de usar
    vidrio triturado
    en sus pinturas.

    "Tenía que liberarme de la pintura tradicional de
    Panamá. Hice una propuesta nueva. Ponía el cuadro
    en el piso, cuando aún estaba el óleo fresco lo
    salpicaba con vidrios de colores de
    neón y lo dejaba quieto por una semana. A mi esposa le
    decían que yo estaba ponchi y ella sufría mucho por
    eso".

    Ese mismo año gana una Mención
    Honorífica en el Concurso Nacional de Pintura y organiza
    cuatro individuales.

    Se casa con Olga Avila, el 13 de septiembre de 1953 con
    quien tendrás tres hijos: Jorge, Olga y Miguel Angel. En
    1955 resulta ganador del primer premio de pintura del Concurso
    Ricardo Miró con la obra Mato Grosso, un cuadro
    informalista con incrustaciones de vidrio.

    Su obra comienza a conocerse en Estados Unidos,
    Francia y
    Alemania. En
    1961 logra una Mención Honorífica en el Concurso
    Centroamericano y Panamá, realizado en El Salvador y en
    1969 se le concede la máxima distinción del
    Concurso XEROX.

    Tanta labor no le impide compartir con otros sus
    conocimientos. Entre 1960 y 1963 imparte clases en el Instituto
    Alberto Einstein.

    En 1963 dicta dos cátedras en la Escuela de Artes
    Plásticas. En 1972 es profesor en la
    Facultad de Arquitectura de
    la Universidad de
    Panamá y se mantiene en este puesto hasta 1979 cuando se
    jubila.

    En 1986 fue nombrado "Ciudadano Ejemplar de
    Panamá" por los Clubes Cívicos de esta ciudad. En
    1990 participa en la subasta de Arte Latinoamericano de
    Christie´s en Nueva York.

    EL Museo DE Arte Contemporáneo le rindió
    homenaje con una retrospectiva en 1991, año que
    recibió del Gobierno de
    Panamá la condecoración de la Orden Vasco
    Núñez de Balboa. En el 2000 se le otorga el premio
    Excelencia en las Artes por el MAC.

    El Convenio Andrés Bello, además del
    premio otorgado a Sinclair hace unos días, invitó a
    su hija Olga a exhibir sus obras a partir del 30 de septiembre y
    hasta el 29 de octubre en su Centro Cultural de Bogotá,
    para rendir homenaje a su padre.

    Sus obras engalanan las colecciones de la Biblioteca
    Luis Angel Arango en Bogotá, el Instituto de Bellas Artes
    de México, el
    Museo de Bellas Artes de Caracas, el Museo de Arte Moderno de
    Nueva York y el Museo de Arte de las Américas en
    Washington, D.C.

    Con estilo
    propio

    La crítica
    especializada cataloga a Alfredo Sinclair como el primer pintor
    de su generación en explorar el expresionismo
    abstracto. Trabaja la luz en collage y
    técnicas mixtas. Su obra se ha inclinado
    por un abstracto lírico en el que hace uso de colores
    brillantes.

    Entre los periodos por los que ha pasado su trabajo se
    puede incluir el figurativismo, la abstracción, el
    semiabstracto y su inclinación por la congestión
    urbana, así como frutas, peces,
    insectos y rostros inocentes.

    Su norma más importante es que un artista debe
    trabajar a partir de sus emociones, "pero
    es importante controlarlas porque demasiada emoción te
    ciega. Debes transmitirlas en una realidad
    plástica".

    Considera Sinclair que no solo es notable encontrar tu
    propio estilo sino también ser "un termómetro social, los artistas tenemos que
    pulsar la temperatura
    emocional que nos rodea".

    De ángeles
    y retoños

    A Sinclair le encanta pintar seres angelicales. "Es que
    me encantan los niños.
    Tengo 10 nietos".

    Todo comenzó cuando vio a un pequeño en
    una posición tan quieta, como si estuviera medio dormido.
    "Eso es motivo para un cuadro.

    Siempre tienen mis niños una cierta
    melancolía y esa es parte de mi personalidad,
    así soy yo, todo me afecta".

    Una de sus niñas predilectas es su hija Olga
    (Panamá, 1957), que hoy es una destacada pintora y que en
    más de una ocasión ha compartido exposiciones con
    su padre.

    El le advirtió a Alguita, como le gusta llamarla,
    que "hay una parte del arte que es muy linda, pero también
    involucra muchos sacrificios. Se pasa trabajo,
    incomprensión".

    Cuando pintaba, Alguita se ponía detrás
    para ver cómo lo hacía. "Yo le daba un cuaderno en
    blanco y le entregaba unos carboncillos y dejaba que pintara lo
    que quisiera".

    Recomienda que a los chicos no se les debe
    enseñar a pintar. "Como el niño no sabe razonar
    como el adulto puede pintarte lo que quiera. Si lo guías
    lo estás sacando de su mundo y le puedes hacer un daño
    psicológico. Tampoco hay que comprarle esos libros que
    tienen dibujos ya
    listos. Hay que darles hojas en blanco. Le puedes proponer
    incluso el tema, pero no cómo hacerlo".

    Alfredo Sinclair esperó paciente a que Olguita
    cumpliera los 12 años. Entonces le dijo: "Ahora vas a
    trabajar la pintura como un adulto. La traje a mi estudio, le
    enseñé todo lo que aprendí en
    Argentina".

    Cumplida esta etapa, le recomienda estudiar en la
    Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de
    Madrid,
    España.

    Francisco

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