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¿Es el ser humano bueno o malo por naturaleza?




Enviado por poli_san



      

    Desde antaño hemos sido testigos de numerosas
    guerras,
    dejándonos solo muerte y
    destrucción. Los ejércitos regulares han sido
    profesionalizados para matar y cada día más se
    perfeccionan las técnicas
    de la tortura. Al comienzo, en una pequeña horda de seres
    humanos, era la fuerza
    muscular la que decidía a quién pertenecía
    algo o de quién debía hacerse la voluntad. La
    fuerza muscular se vio pronto aumentada y sustituida por el uso
    de instrumentos: vence quien tiene las mejores armas o las
    emplea con más destreza. Al introducirse las armas, ya la
    superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza
    muscular bruta; el propósito último de la lucha
    sigue siendo el mismo: una de las partes, por el daño
    que reciba o por la paralización de sus fuerzas,
    será constreñida a deponer su reclamo o su
    antagonismo.

    De la misma manera, habremos de reparar en la instancia
    que nos motiva a todos los seres humanos a realizar actos de
    benevolencia. Podríamos considerar a éstos,
    siguiendo la tradición cristiana en donde los valores
    considerados benéficos fueron determinados por una entidad
    divina, como aquellos actos que impliquen amor,
    generosidad, honestidad y
    lealtad.

    Puesto esto en claro, es posible determinar con certeza
    que las acciones
    humanas fueron, desde un punto de vista histórico, ricas
    en variables de
    destrucción y pacifismo, es decir, la constante pugna y
    armonía entre la
    motivación por el sometimiento (derivando hacia
    la muerte) del
    próximo y por el bienestar ajeno. En mi opinión, la
    naturaleza
    humana no debe ser presentada de una manera
    maniqueísta, sino como la interpretación de las motivaciones de los
    seres humanos y su interrelación de dependencia las unas
    con las otras. Dicho de otra manera: el ser humano es por
    naturaleza malo y bueno, siendo incapaz de ser instado a realizar
    actos benéficos sin los condicionantes maléficos y
    viceversa.

    En una de búsqueda de ejemplos que fundamenten
    esta afirmación, podemos encontrar, de modo
    gráfico, el famoso símbolo de Ying-Yang (todo lo
    bueno tiene un poco de malo y todo lo malo un poco de bueno) y,
    por otra parte, a los personajes del conocido dramaturgo inglés
    William Shakespeare
    quienes jamás se manifestaron de manera total e
    indiscutida como buenos o malos analizado desde la perspectiva
    que nos brindan los análisis de literatura inglesa
    contemporáneos.

    Ahora bien, abordando la materia desde
    una perspectiva psicológica, podríamos utilizar las
    interpretaciones de Sigmund Freud que
    nos acercan a la idea central del tema. El bien considerado padre
    de la psicología
    moderna definió a las motivaciones humanas por la
    muerte y la destrucción como una pulsión de
    muerte o de agresión
    ; de la misma manera,
    definió a aquellos estímulos por "conservar y
    reunir" como pulsiones de vida, sexuales o eróticas
    (las llamadas eróticas, exactamente en el sentido Eros en
    el Banquete de Platón).

    Esta definición no es sino la
    transfiguración teórica de la universalmente
    conocida oposición entre amor y odio; esta quizá
    mantenga un nexo primordial con la polaridad entre
    atracción y repulsión que desarrolla el campo de la
    física.
    Cada una de estas pulsiones es tan indispensable como la otra; de
    las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los
    fenómenos de la vida. Se podría decir entonces que
    nunca una pulsión perteneciente a una de esas clases puede
    actuar aislada; siempre está conectada -decimos: aleada-
    con cierto monto de la otra parte, que modifica su meta o en
    ciertas circunstancias es condición indispensable para
    alcanzarla.

    De la misma manera aparece la pulsión de
    autoconservación
    quien está ligada y abarcada
    por la pulsión de vida, comprendiéndose por esta
    primera pulsión como aquella donde aparece un conjunto de
    necesidades, ligadas a las funciones
    corporales, que se precisan para la conservación de la
    vida de un individuo.

    Así, la pulsión de autoconservación
    es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella
    necesita disponer de la agresión si es que ha de conseguir
    su propósito. De igual modo, la pulsión de amor
    dirigida a objetos requiere un complemento de pulsión de
    apoderamiento si es que ha de tomar su objeto. Rarísima
    vez la acción
    es obra de una única moción pulsional, que ya en
    sí y por sí debe estar compuesta de Eros y
    destrucción. En general confluyen para posibilitar la
    acción varios motivos edificados de esa misma
    manera.

    Entonces, cuando los hombres son exhortados a la
    guerra, puede
    que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una
    serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en
    voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de
    desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer
    de agredir y destruir; innumerables crueldades de la historia y de la vida
    cotidiana confirman su existencia y su intensidad.

    La perspectiva compleja de Freud sirve de
    instrumento hacia un fundamento de mi opinión en cuando a
    la complementariedad de lo bueno y lo malo que poseen los seres
    humanos a pesar de la dualidad y la contradicción que esto
    presenta. Más allá, un enfoque un tanto
    científico hacia la resolución de la
    incógnita filosófica de la materia resulta
    interesante y, en general, se acoge con beneplácito
    teniendo en cuenta que las interrogantes no pueden ser abordadas
    desde el punto de vista biológico.

    Por otro parte, la periodista española Rosa
    Montero postula en su libro "La hija
    del Caníbal" que existen tres tipos de personas. En primer
    lugar, aquellas consideradas buenas y honestas, siendo
    incorruptibles en cualquier circunstancia que le presenta la
    vida. En segundo lugar, podemos encontrar personas vistas como
    malas, con quienes no hace falta un proceso de
    convencimiento para realizar actos ilícitos o, en su
    defecto, considerados maléficos. Por último, la
    periodista postula que existe una ancha franja intermedia formada
    por aquellas personas que se manifiestan como buenos o malos
    según las circunstancias, las presiones o las influencias
    a las que se ven (o se vieron) expuestas. Dentro de este marco,
    nos alejamos cada vez más a la perspectiva
    maniqueísta que es usualmente postulada en opiniones de
    distinta índole y nos acercamos hacia la complementariedad
    de las cosas. Es conveniente en este sentido, utilizar la famosa
    frase del notable filósofo griego Heráclito: "Se es y no se es", sirviendo de
    contrapunto con la afirmación de Aristóteles quien estipulaba que "la
    lógica
    se rige por el principio de la no
    contradicción".

    De la misma manera, podemos recurrir una vez más
    a Sigmund Freud para explicar las motivaciones del ser humano y
    utilizar sus afirmaciones como complemento del postulado de Rosa
    Montero. El famoso neurólogo postulaba las llamadas
    "Series complementarias" que caracterizaban y explicaban
    las conductas humanas siendo las pulsiones instancias de motivación. Podemos distinguir cinco
    motivos por los cuales un ser humano se comporta como lo hace. En
    primer lugar, y como se afirmó por mucho tiempo, la
    conducta humana
    se rige por el carácter genético del individuo
    siendo éste hereditario, biológico e
    intrínseco. Tiempo después se postuló el
    perfil congénito del ser humano utilizando como pautas de
    determinación a lo adquirido por el feto durante
    el embarazo. En
    tercer lugar, Freud analiza los traumas de la infancia
    (comprendida mayormente entre los cinco años de vida pero
    siendo más relevante el primer año) como
    determinante de los intereses y motivaciones del futuro
    individuo. Por otro lado, el ámbito social en el cual es
    insertado un sujeto presenta un importante papel en el desarrollo de
    la conducta
    caracterizada por las presiones culturales y el aprendizaje
    moral (la
    llamada formación del superyo, la cual comprende
    una instancia que constituye el aparato psíquico). Por
    último se encuentra el estímulo desencadenante de
    la conducta del individuo, siendo la motivación momentánea que lleva al
    sujeto a manifestar su conducta. Por ejemplo, podemos considerar
    el hurto o el robo como un acto ilícito, ergo,
    maléfico, siguiendo el linaje cristiano que comprende el
    legado de los Diez Mandamientos; ahora bien, habiendo el
    individuo realizado dicho acto condenable para satisfacer
    necesidades personales se caracteriza a este motivo como el
    estímulo desencadenante de la fechoría. Podemos, de
    esta manera, encontrar un nexo directo en la clasificación
    realizada por Rosa Montero sobre aquellas personas que se
    encuentran en una instancia intermedia entre el bien y el mal, la
    conducta benévola o malévola.

    Resulta de esta manera, comprensible la existencia de
    las guerras pero, sin embargo, cabe la duda: ¿Por
    qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y
    tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de
    las tantas penosas calamidades de la vida? Es que ella parece
    acorde a la naturaleza, bien fundada biológicamente y
    apenas evitable en la práctica. La respuesta sería:
    porque todo hombre tiene
    derecho a su propia vida, porque la guerra aniquila promisorias
    vidas humanas, pone al individuo en situaciones indignas, lo
    compele a matar a otros, cosa que él no quiere, destruye
    preciosos valores
    materiales,
    productos del
    trabajo
    humano, y tantas cosas más. También, que la guerra
    en su forma actual ya no da oportunidad ninguna para cumplir el
    viejo ideal heroico, y que debido al perfeccionamiento de los
    medios de
    destrucción una guerra futura significaría el
    exterminio de uno de los contendientes o de ambos; pues, como
    dijo Albert
    Einstein, "no sé cómo será la tercera
    guerra
    mundial, pero la cuarta será con palos y piedras".
    Todo eso es cierto y parece tan indiscutible que sólo cabe
    asombrarse de que las guerras no se hayan desestimado ya por un
    convenio universal entre los hombres queriendo resaltar y
    rescatar solo la pulsión de vida.

    En conclusión, y en vista de los fundamentos
    manifestados anteriormente, la naturaleza del ser humano y sus
    motivaciones no se rigen por un carácter biológico
    sino por uno de índole variable e indeterminable haciendo
    imposible el empleo de
    reglas científicas, aunque éstas gocen de
    naturaleza falsable. Considerando la materia que nos compete, es
    menester, en mi opinión, determinar que una postura
    maniqueísta del interrogante deriva en una pugna de
    valores que llevan, en la mayoría de los casos, a la
    imposibilidad de determinar una resolución valedera. Ahora
    bien, se debe tener en cuenta, asimismo, la complementariedad que
    presentan sendas posturas, pues la conducta humana y sus
    diferentes motivaciones se ven condicionadas e integradas las
    unas por las otras.

    Es apropiado, de la misma manera, aclarar que, si bien
    muestra
    relevancia, se ha dejado de lado los condicionantes sociales que
    presentan las conductas humanas y la profundización de los
    valores éticos y morales que rigen en una cultura
    determinada, siendo considerados sólo aquellos
    predominantes dentro de la civilización occidental.
    Asimismo, no se han analizado con amplitud los condicionantes que
    presenta la teoría
    de "premio y castigo" postulada por la idea cristiana la cual
    guía, en mayor o menor medida, la conducta y
    motivación moral y ética de
    un individuo.

    Sin embargo, la idea central del ensayo no fue
    profundizar la materia abordando los campos de la
    filosofía y la religión, por el
    contrario, se procuró remitirse a utilizar fundamentos de
    carácter científico (o en su defecto,
    pseudocientíficos, puesto que no posibilita la
    experimentación) y a implementarlos de manera
    complementaria para la afirmación de la hipótesis.

    Por último y a modo de síntesis,
    sería de mi agrado agregar que ni usted ni yo somos malos
    o buenos, simplemente somos seres humanos y, por ende,
    imperfectos.

    Bibliografía

    • http://www.aperturas.org/15alamo.html
    • JULIÁN DE JÓDAR, Diccionario
      ilustrado de psicología
      , Editorial Océano,
      Barcelona (España), 1994
    • MARIO HELER, Epistemologías
      alternativas,
      Editorial Paidós, Buenos Aires,
      1978, p. 341-353
    • MARIO CARRETERO, Psicología, Editorial
      Aique, Buenos Aires, 2002
    • ROSA MONTERO, La hija del caníbal, Editorial
      Planeta, España, 2003
    • SIGMUND FREUD, Conferencia 23: los caminos de la
      formación del síntoma,
      Obras completas
      (SE), tomo XVI; 1917. Buenos Aires: Amorrortu Ed;
      1979.

    Pablo David SANTIAGO

    Estudios cursados: Finalizando
    último año del secundario

    Colegio: San Miguel

    Fecha de realización: 24 de junio de
    2004

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