Cultura y humanismo; contexto e imagen. Una incursión en la obra de Manuel García Verdecia
Al estar distante de la ciudad de Holguín,
aumenta en mí la satisfacción cuando me refiero a
ella. No sólo sus parques o la significación de la
loma de La Cruz son la fuente de esa complacencia, también
lo es su vida artística y literaria, ya conocida en
Cuba y
más allá de sus fronteras. Este rasgo suyo,
devenido distinción, me parece posible por dos aspectos
(aparte de otros que pudiera mencionar): la preferencia de los
holguineros por el universo del
arte y la
literatura y la
proliferación, en esta urbe, de cultivadores de estas
manifestaciones, cuya obra crece en número y calidad.
Este crecimiento representa para los habitantes de
Holguín el deber de redoblar la atención hacia esos frutos con una fuerza
aún no desplegada, la cual ha de adentrarse en los
laberintos y cavernas de los creadores y de sus creaciones para
plasmar en letras ideas que pueden devenir retos y compromisos.
Pero más que críticas, pido
reflexiones.
Para ser consecuente con mi pedido, me dediqué a
leer cuentos,
artículos y ensayos de
autores holguineros. En la obra de uno de ellos encontré
un nexo que atrapó mi interés:
contexto – imagen. Esta relación me motivó,
además, porque en su autor coincide el ensayista con el
poeta. Me refiero a Manuel García Verdecia (1), hombre de
quien sus lectores aún esperamos nuevos frutos de su
talento. Por tal razón, no me he propuesto emitir
conclusiones ni cerrar un ciclo de su vida o de su producción, sino adentrarme con fines
filosóficos en la trama de sus ideas hilvanadas en ensayos
y artículos.
En estos escritos el poeta no desaparece, se revela en
la carga emocional de sus mensajes y en el modo de expresarse
(muchas expresiones dan la idea de tener tallada su voz). Es
el lenguaje la
vía por donde viaja su sensibilidad, tanto como su arraigo
a las circunstancias; lo moldea y, sin violentarlo, consigue de
él sus propósitos. Es como si pensara que "el
lenguaje,
sentido como obra y testimonio de una tradición, de una
cultura, es el
arma secreta de las grandes victorias literarias (…) puede ser
servidumbre o libertad y,
como las viejas sangrías, mata o da la vida".
(2)
La poesía
se adentra en las reflexiones que dan cuerpo a sus textos y
convive con la coherencia y la profundidad, lograda sobre todo
porque tiene en cuenta el contexto, en tanto realidad total y lo
aprehende de un modo como si lo bebiera de un trago.
Además, es de esos autores en los cuales el hecho de
abarcar cuanto lo rodea no está reñido con la
belleza de la expresión.
Sus artículos recogidos en La mágica
palabra son evidencias de
la universalidad consustancial a su modo de aprehender la
realidad y de la capacidad de irrigación que éste
tiene para obtener reajustes y reverdecimientos en el transcurso
de los cambios socioculturales. Esta cualidad no significa
inmadurez ni oportunismo, sino apertura al desarrollo. En
esa modalidad de captar lo existente, tanto como lo posible y lo
extinto, aparece como básica la relación entre lo
singular y lo universal.
En su ensayo La
consagración de los contextos (3), a través del
análisis de la obra de Alejo Carpentier,
muestra
atención por el vínculo de lo singular y lo
universal, sigue sus dictados y pretende alcanzar su
armonía. En este nexo, con sus matices, me parece hallar
el campo donde busca lo que él llama el cuerpo del sentido
de todo cuanto son los hombres y mujeres, vistos en su
interioridad y proyección.
Los ve crecer, aportar y recibir en ese nudo de
relaciones dado por los rasgos que denotan lo común y por
aquellos que, contrariamente, son propios sólo de algunos
grupos
sociales o de individuos. En estas reflexiones los hombres y
mujeres se les muestran como tormenta y serenidad, lejanía
y acercamiento, o incluso como mezcla de tonalidades, de las
cuales la vista humana no capta límites.
En esa red de
relaciones aprehende a Félix Varela, José Martí y
otros pensadores cubanos. Sostiene que ellos "por su raigal e
incuestionable esencialidad son también universales.
(4)
Según mi interpretación, para Manuel García
Verdecia la posesión de la capacidad de percibir lo
singular y lo universal, de entenderlos y otorgarles su
significación es fuente de impulso y elevación;
dota a sus portadores de la posibilidad de sembrar su presencia
en las horas y minutos de hoy. Es cualidad capaz de convertir a
hombres y mujeres en raíces y ramas, en parte de ese
alimento, de ese oxígeno
que pide, junto a la paz del alma y la
convivencia con la naturaleza,
para que ellos puedan crecer y cumplir una de sus aspiraciones:
trascender.
En esa comprensión está presente el
reconocimiento de la infinitud humana. Con ella se yergue el
humanismo, presente no sólo porque el escritor holguinero
recalca la fuerza de hombres y mujeres y les otorga el
protagonismo en el quehacer de cada día, tanto como en el
proceso de
saber de sí y de sus semejantes. La esencia humanista de
su pensamiento
brota, a su vez, cuando enfatiza en el afán humano de
crear y el interés por consumir lo creado.
En todo ese proceso de reflexiones aparece una idea: los
hombres y mujeres no son un ser huérfano. No lo son porque
los concibe como "ente inserto en una cultura que lo amamanta y
le dicta reclamos". (5) Son dos partes entre las cuales ve
conexiones que forman un haz lleno de matices, con los que se
pinta la singularidad y se le abre espacios a lo
universal.
La multiplicidad y amplitud de esta concepción no
me es ajena, por cuanto a mi modo de ver la cultura es una
encrucijada de acciones y
resultados, modos y símbolos, recepciones y transmisiones,
estimaciones y revelaciones, realizaciones de metas y
transiciones cargadas de propósitos, evidencias del
existir de un individuo y de
un grupo en su
entorno, incluido este último, todo lo cual los dotan de
un sello capaz de asemejar y diferenciar.
Indica Manuel García Verdecia dos funciones de la
cultura: nutrir y exigir. En la primera cabe todo cuanto cada
hombre y mujer recibe de
ella hasta convertirlo en quien llega a ser. En la segunda, en
sus exigencias, está el cuidado de lo creado y recibido,
también la construcción de lo nuevo. Esta demanda se la
transmite a la escuela, como
marco de modelación del presente y formación del
futuro. A ella le pide erguirse apoyada en las ideas
pedagógicas cubanas, enriquecidas con el genio existente
más allá de nuestras fronteras. La esencia de ese
sistema debe
radicar en el camino al descubrimiento y la
creación.
En ese reto, la escritura
posee protagonismo. En su interior y a su lado el ser humano
trasciende. Ella es camino de su desarrollo, testigo del presente
y puente al porvenir. Afirma que "cada letra constituye un
monumento a la inteligencia
del hombre, que se elevó del objeto a su
abstracción en el signo gráfico, y, además
constancia de sus vicisitudes históricas en el trayecto".
(6) Cabría preguntar si por ello le da tanta importancia
al escritor y lo considera como alguien dotado de una
sensibilidad poco común, criterio similar al de Juan
Marinello Vidaurreta, para quien "el escritor es una criatura
dotada de la más alta gracia". (7)
Pudiera inquirir si de esa cualidad presente en
él se desprende su capacidad para percibir lo invisible de
la vida y hacer del humano el centro de sus preocupaciones, sin
olvidar ni atenuar sus necesidades comunicacionales. No
sería arriesgado emitir una afirmación al respecto;
tampoco agregar que en su concepción está presente
no sólo una opinión objetiva, formada por el
estudio y la investigación, sino aquella que surge de
sí mismo, con sus inquietudes y sentimientos de poeta y
ensayista.
Al referirse a la poesía de José Lezama
Lima, destaca cómo ese poeta cubano abarca la vida en su
totalidad. "Lezama desarrolla un sistema para comprender,
descifrar y plasmar poéticamente esa completez que nos
excede" (8) Es evidente que vincula este rasgo del poeta a la
poesía y lo ve como fuerza que la genera, sobre todo
cuando parte de lo inesperado de los hechos. La poesía
está en la obra creadora de los hombres y rebasa su
universo
espiritual. Manuel García Verdecia lo subraya.
Enlaza sus reflexiones a una categoría que
quizás con el tiempo
identifique a la humanidad existente en el período
posterior a la segunda mitad del siglo XX: el caos. "Por ser
totalidad, por carecer de una forma y una organización definitivas, del Caos solo
podemos tener indicios; no es posible atraparlo, inspeccionarlo,
precisarlo como un ente. Es necesario captar las señales, recomponerlas y estructurarlas en
imágenes que permitan apresar, por
modelación, el Caos" (9) Es misterio a develar, y como tal
ha de encontrar su expresión y el sentido que le dé
cuerpo.
En la desesperación que acompaña a quien
pretende adentrarse en el caos, y comprenderlo, ve el encuentro
del sentido con la poesía y con ello la apertura a la
plenitud: la imagen poética: recinto del desbordamiento
que conforma el poema, cuerpo del sentido. Con ella se transmite
la infinitud interna y se acapara la externa, con ella se
desvanece el desconocimiento.
La imagen de la cual hace referencia no es, en el
sentido estricto, la que ven los estudiosos de la Física, como reproducción de la figura de un objeto por
la combinación de los rayos de luz, no es la que
se ve en el espejo. Es una representación, y es unidad de
conocimiento y
creación, porque aunque se refiere a algo, no lo es en
sí.
Mas a ese algo, mediante la imagen, se puede llegar,
aún en su ausencia. "La Naturaleza no está hecha de
palabras(…) El poeta debe estar alerta a esos signos,
descubrirlos, relacionarlos y reformularlos para poder conocer,
ganar eslabones de sentido en la infinita cadena del ser."
(10)
Con la imagen podemos adentrarnos en el contexto de
donde ella ha brotado; también en otras realidades, a
pesar de que pueden pertenecer a lo ya extinto o a lo por venir.
"La imagen, por lo que resume de realidad esencial, no
sólo nos comunica, sino que nos crea; de ella,
multípara, se generan nuevas significaciones en
consonancia con el contexto (…) La imagen anticipa y funda."
(11) Esa incursión se desarrolla mediante las palabras,
eco de visión o de intuición y más que otra
cosa, parte del lenguaje.
A través de la obra de Lezama Lima evidencia su
atención por el lenguaje. No manifiesta oposición
al criterio lezamiano según el cual es un sentido de
dimensión superior (12), porque hacia él fluyen los
demás sentidos y se cumplen, ya henchidos; criterio
éste que contiene en su médula el reconocimiento de
la posibilidad de desbordamiento, de la fuerza lista a romper
ataduras, y de la continua asimilación de funciones,
dictadas por el andar humano. Asimismo lo ve como imagen en
sí mismo, por salir de los presentimientos e instintos en
forma de resonancias, de vibraciones, y se conforma como "molino
que amansa y socializa las cosas para que las asimile el ser
humano" (13). Todo, en su camino a la socialización ha de andar por el lenguaje.
Es ese el espacio donde palpita la imagen, con su amplitud y
arcilla idónea para conjugar lo de todos y lo de
uno.
Es el lenguaje, con el crecimiento de la amplitud como
condición indispensable, parte de su pedido
implícito para entender un contexto en expansión,
el cual exige una lectura y un
razonar ajenos al modo tradicional. El pensamiento complejo,
formulado por pensadores de todo el mundo, cumple los requisitos
de una expresión universal, propia de la filosofía,
capaz de dotar de un nuevo cuerpo al sentido.
Los hombres y mujeres crean su universo espiritual y lo
abren al exterior mediante el verbo. Gracias a él
construyen y expresan las imágenes como transmisión
de vida. Es ese un lugar donde ve brillar al escritor y
específicamente al poeta. Ambos deben ser capaces de
captar, relacionar y reformular lo existente para transportarlo,
con fidelidad y belleza, al supramundo de la imagen. Esta es
metamorfosis y peldaño, fruto de ella misma ubicado en la
cima, a las puertas de la perfección.
En correspondencia, pide clases de literatura capaces de
abrir los horizontes de los alumnos mediante la reflexión.
Mas no un razonamiento ordinario, sino enfilado a entender las
imágenes, mediante las cuales bulle la obra literaria y se
abre la vida reflejada en ella.
La imagen es el ingrediente que le ofrece a la
creación literaria consistencia, prolongación y
posibilidades de lecturas, portadoras del sello de la diferencia
y la superación. Al decir del escritor y poeta holguinero,
ella ha propiciado el puesto histórico de La
Ilíada, La Odisea,
Don Quijote,
el teatro de
Shakespeare,
La divina comedia y Paradiso. No me extraña su
afirmación: "cada lector (…) irá descubriendo las
mutaciones y enriquecimiento de sus imágenes al encuentro
de nuevas realidades". (14)
En ese proceso de descubrimiento, la imagen, al parecer
del autor holguinero, suele conformar una unidad con el
sueño. La primera torna al segundo en sustancia para la
realización y el andar, porque "son los sueños
quienes nos ayudan a captar las más insospechadas y
hermosas iridiscencias de la vida, a creer en ella y a pensar que
ésta un buen día debe, tiene que ser mejor". (15)
Anhelo este consustancial al humanismo, en el cual constituyen
rasgos básicos la preferencia por el ser humano y la
seguridad de
poder crear un mundo sin los tantos problemas que
hoy nos agobian.
Pudiera parecer que en estas reflexiones, donde el
centro lo ocupan la imagen y el sueño, hablar de humanismo
es referirse a una concepción carente de humanos. Esta
opinión varía si se tiene en cuenta el papel
protagónico que le otorga a los hombres y mujeres con sus
anhelos, ideales, aspiraciones. Con respecto a ellos destaca la
imagen como medio de su conformación, despliegue,
transmisión y renovación. En ella ve un carril por
donde circulan y se conjugan lo universal y lo singular con su
pretensión de mejorar a los humanos.
Recalca cuanto ellos han creado. También subraya
el sello que se obtiene en esa creación, el cual la
conforma como algo irrepetible y aporte a la cultura, de la cual
es parte. En este quehacer atiende no sólo a quien crea,
también a quien consume. Así ocurre con el lector,
quien, con sus incursiones, da cuerpo al sentido de la obra del
escritor. En este proceso creativo no se ausenta el carácter multiabarcador. Su presencia y
protagonismo dependen en gran medida de la capacidad de
aprehender las imágenes: armazón y muelle del
universo espiritual humano, unidad de conocimiento.
Para terminar y a modo de conclusión,
según interpreto, Manuel García Verdecia le
transmite a sus lectores un mensaje: el futuro ha de ligarse a la
labor de construir y ampliar en los hombres y mujeres su
capacidad de crear y disfrutar las imágenes en el contexto
de ellas y de quien las interpreta, en la cultura como fuente
nutricia, como motor de
exigencias capaces de impulsarlos a resolver lo irresuelto, a
desentrañar lo ignoto y andar sin dejar ser quienes somos.
Es ahí donde vibra ese humanismo aferrado al contexto y la
cultura, pero inserto en las imágenes.
Referencias
1- Manuel García Verdecia nació en
Holguín en 1953. Es licenciado en lengua y
literatura inglesas, master en Cultura Cubana. Es profesor de
Literatura y traductor. En su obra poética aparece
Incertidumbre en la lluvia (1993), Hebras (2000),
Meditación de Odiseo a su regreso (2002) y entre sus
artículos y ensayos aparecen publicados La
consagración de los contextos (1986), La mágica
palabra (1991) y Paradiso: la imagen y el
caos.
2-Juan Marinello Vidaurreta. Centenario de
Rubén Darío. En Juan Marinello Vidaurreta.
Creación y Revolución. La Habana: Editorial Pueblo y
Educación,
1973, p. 26
3-Ver Manuel García Verdecia. La
Consagración de los Contextos. Holguín:
Dirección municipal de Cultura, 1986,p. 17.
En su consideración acerca del vínculo entre lo
universal y lo singular me parece hallar la impronta magisterial
de Alejo Carpentier en Manuel García Verdecia.
4-Manuel García Verdecia. La mágica
palabra. Holguín, 1991, p. 9
5-Ibídem, p. 11
6-Ibídem,p. 3
7-Juan Marinello Vidaurreta. Sobre nuestra crítica
literaria. En Juan Marinello Vidaurreta. Creación y
Revolución, ob. cit., p. 103
8-Manuel García Verdecia. Paradiso: la imagen y
el caos. Revista Temas,
No. 28, 2002, p. 83
9-Ibídem, p. 81
10-Ibídem
11- Ibídem, p. 82
12-Ibídem,p. 87
13- Ibídem
14-Ibídem, p. 82
15-Manuel García Verdecia. La mágica
palabra, ob. cit., p. 48.
Freddy Varona Domínguez