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Piense y hágase rico. Napoleón Hill




Enviado por cibercrazy5000



    1. Prefacio del editor
      norteamericano
    2. Unas palabras del
      autor
    3. Los pensamientos son
      cosas
    4. El deseo
    5. La fe
    6. La
      autosugestión
    7. El conocimiento
      especializado
    8. La
      imaginación
    9. La planificación
      organizada
    10. Decisión
    11. Perseverancia
    12. El poder del trabajo en
      equipo
    13. El misterio de la
      transmutación del sexo
    14. El
      subconsciente
    15. El
      cerebro
    16. El sexto
      sentido
    17. Los seis fantasmas del
      temor

    CONTRAPORTADA:

    Es así de sencillo: la riqueza, la
    realización personal,
    están al alcance de todas aquellas personas que lo
    desean; basta simplemente con desvelar un secreto, el
    secreto del éxito.
    Y para ello sencillamente hay que querer, estar dispuesto a
    desvelarlo.

    Napoleón Hill aprendió del famoso
    industrial, filántropo y escrito Dale Carnegie este
    secreto del éxito. Él lo que hizo –y resulta
    una tarea importante- es, primero, sistematizarlo;
    después, hacerlo accesible a cualquier persona de
    cualquier clase
    social.

    "Piense y hágase rico" es una obra
    diseñada para arrastrar al triunfo, entendido no
    sólo como triunfo económico, sino, sobre todo, como
    logro de esta íntima satisfacción que permite el
    equilibrio
    personal y que significa la base de las empresas
    más comprometidas.. y más deseadas.

    Napoleón Hill es en la actualidad el autor
    de autoayuda y superación más prestigioso de todo
    el mundo.

    Gracias a él y a sus aleccionadoras palabras,
    cientos de miles de personas corrientes se han sentido motivadas
    para convertirse en supermillonarias. Ha sido asesor de varios
    presidentes de los Estados
    Unidos.

    Entre sus obras cabe destacar "La actitud mental
    positiva"
    .

    PREFACIO DEL EDITOR
    NORTEAMERICANO

    En el terreno de la realización personal, la
    independencia
    financiera y la riqueza del espíritu, más
    allá de lo que se puede medir en dinero,
    Piense y hágase rico es uno de los libros
    más válidos de todos los tiempos.

    Nunca hubo otro libro como
    éste, ni nunca podrá haberlo. Fue inspirado por
    Andrew Carnegie, que reveló su fórmula de
    realización personal al autor, Napoleon Hill,
    hace muchos años. Carnegie no sólo llegó a
    ser multimillonario sino que hizo millonarios a una multitud de
    hombres a los que enseñó su secreto. Otros 500
    hombres ricos revelaron el origen de su riqueza a Napoleon Hill,
    que ha pasado toda una vida de investigación difundiendo su mensaje a las
    personas de todas las clases
    sociales que están dispuestas a aportar sus ideas, sus
    ilusiones y sus planes organizados a cambio de la
    riqueza.

    Centenares de personas han aplicado los famosos principios de
    este libro en aras de su propio enriquecimiento. Sus secretos son
    tan intemporales y prácticos como lo eran en la primera
    edición
    de Piense y hágase rico. En esta última
    edición, los principios y las fórmulas que conducen
    al éxito se han hecho asequibles a todos aquellos que
    desean fervientemente hacer dinero y alcanzar las ricas
    satisfacciones espirituales que la realización personal
    proporciona. Piense y hágase rico es un libro
    eminentemente práctico, que indica «qué hacer
    y cómo». En él, usted encontrará la
    magia de la autodirección, de la planificación organizada, la
    autosugestión, las asociaciones inteligentes, un sistema
    sorprendentemente revelador de autoanálisis, planes
    detallados para vender sus servicios
    personales y la riqueza de otras ayudas específicas,
    provenientes de la experiencia de grandes hombres que han dado
    sobradas muestras de su valor.

    La riqueza al alcance de su mano no siempre puede
    medirse en dinero. Hay grandes riquezas en las amistades
    duraderas, las relaciones familiares armoniosas, la
    simpatía y la comprensión entre los asociados, y en
    la armonía interna que da la paz de espíritu, todos
    ellos valores
    mensurables en un plano espiritual.

    Los conceptos primordiales de Piense y
    hágase
    rico lo prepararán para atraer y
    disfrutar de estos estados superiores que siempre han sido y
    serán inaccesibles a todo el que no esté
    preparado para ellos.

    Cuando empiece a poner en práctica los principios
    de Piense y hágase rico, esté preparado para
    una vida distinta, en la que no sólo las dificultades y
    tensiones se suavizarán, sino que estará
    predispuesto a la acumulación de riquezas en
    abundancia.

    EL EDITOR

    UNAS PALABRAS
    DEL AUTOR

    En cada capítulo de este libro, que ha hecho
    fortunas para centenares de hombres extraordinariamente ricos a
    quienes he analizado de manera exhaustiva durante
    muchísimos años, se habla del secreto de
    cómo hacer dinero.

    El secreto me lo señaló Andrew Carnegie,
    hace más de medio siglo. El viejo escocés, sagaz y
    encantador, me lo espetó sin miramientos cuando yo era un
    niño apenas. Luego se repantigó en la silla, con un
    destello de alegría en los ojos, y me miró
    detenidamente para ver si yo había comprendido todo el
    significado de lo que me acababa de decir.

    Al ver que yo había captado la idea, me
    preguntó si estaría dispuesto a pasarme veinte
    años o más

    preparándome para ofrecérselo al mundo, a
    hombres y mujeres que, sin ese secreto, podían llevar una
    vida de fracasos. Le respondí que sí, y con la
    ayuda del señor Carnegie, he mantenido mi
    promesa.

    Este libro contiene ese secreto, puesto a prueba por
    centenares de personas de casi todas las clases sociales. Fue
    idea del señor Carnegie que esta fórmula
    mágica, que le proporcionó una fortuna estupenda,
    debía ponerse al alcance de la gente que no tiene tiempo para
    investigar cómo ganan los hombres el dinero, y
    fue su deseo que yo pusiera a prueba y demostrara la eficacia de la
    fórmula a través de la experiencia de0 hombres y
    mujeres de todas las extracciones. Él opinaba que la
    fórmula debía enseñarse en todas las
    escuelas y universidades públicas, y expresaba la
    opinión de que, si fuese enseñada de forma
    adecuada, revolucionaría el sistema
    educativo hasta tal punto que el tiempo que pasamos en la
    escuela se
    vería reducido a menos de la mitad.

    En el capítulo sobre la fe, usted leerá la
    sorprendente historia de la
    organización de la gigantesca United States Steel
    Corporation, tal como fue concebida y llevada a cabo por uno de
    los jóvenes por medio de los que el señor Carnegie
    demostró que su fórmula funcionaría con
    todo el que estuviera preparado para ella.
    Esta sola
    aplicación del secreto, ejecutada por Charles M. Schwab,
    le dio una fortuna inmensa, tanto en dinero como en
    oportunidades. Para decirlo ásperamente, esa particular
    aplicación de la fórmula le valió
    seiscientos millones de dólares.

    Estos hechos, bien sabidos por la mayoría de las
    personas que conocieron al señor Carnegie, dan una idea
    bastante cabal de lo que la lectura de
    este libro puede reportarle, suponiendo que usted sepa
    qué es lo que quiere.

    El secreto fue revelado a centenares de hombres y
    mujeres que lo han empleado para su beneficio personal, tal como
    el señor Carnegie había planeado. Algunos han hecho
    fortunas con él. Otros lo han aplicado con éxito
    para crear la armonía en su hogar. Un sacerdote lo
    empleó con tal eficacia que le reportó unos
    ingresos de
    más de 75.000 dólares anuales.

    Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, usó su
    negocio casi en bancarrota como conejillo de indias para poner a
    prueba la fórmula. El negocio resurgió y
    permitió a su dueño hacer una fortuna.
    Todavía continúa prosperando, aunque el
    señor Nash se haya ido. El experimento resultó tan
    sorprendente que los periódicos y las revistas le hicieron
    publicidad muy
    elogiosa por valor de más de un millón de
    dólares.

    El secreto fue revelado a Stuart Austin Wier, de Dallas,
    Texas. Él estaba preparado para recibirlo, hasta el punto
    de abandonar su profesión y ponerse a estudiar Derecho.
    ¿Que si tuvo éxito? También relatamos esa
    historia.

    Cuando trabajaba como director de publicidad de La Salle
    Extension University (Universidad a
    distancia LaSalle), que entonces era apenas algo más que
    un nombre, tuve el privilegio de ver cómo J. G. Chapline,
    presidente de la universidad, usaba la fórmula con tanta
    eficacia que hizo de LaSalle una de las universidades a distancia
    más importantes del país.

    El secreto al que me refiero es mencionado no menos de
    un centenar de veces a lo largo de este libro. No se lo nombra
    directamente, ya que parece funcionar con más éxito
    cuando se lo descubre y surge evidente, cuando quienes
    están preparados pueden captarlo en su búsqueda.
    Por eso, el señor Carnegie me lo señaló de
    forma tan discreta, sin darme su nombre
    específico.

    Si usted está preparado para ponerlo en
    práctica, reconocerá este secreto al menos una vez
    en cada capítulo. Me gustaría tener el privilegio
    de decirle cómo sabrá si está preparado,
    pero eso le privaría de muchos de los beneficios que
    recibirá cuando haga el descubrimiento según su
    propio criterio.

    Si usted ha estado
    desanimado o ha tenido que superar dificultades extraordinarias,
    si ha probado y ha fracasado, si se ha visto disminuido por la
    enfermedad o por defectos físicos, la historia del
    descubrimiento de mi hijo y la aplicación de la
    fórmula Carnegie pueden demostrarle que en el Desierto de
    la Esperanza Perdida existe el oasis que usted ha estado
    buscando.

    Este secreto fue utilizado por el presidente Woodrow
    Wilson durante la Primera Guerra
    Mundial. Fue revelado a cada soldado que luchó en el
    frente, cuidadosamente disimulado en el entrenamiento que
    recibieron antes de ir a luchar. El presidente Wilson me dijo que
    ése fue un factor importante en la obtención de los
    fondos necesarios para la guerra.

    Una característica peculiar de este secreto es
    que quienes lo adquieren y lo emplean se ven literalmente
    arrastrados hacia el éxito. Si usted lo duda, lea los
    nombres de quienes lo han puesto en práctica, donde sea
    que se mencionen; constate usted mismo sus logros y
    convénzase.

    ¡Nunca obtendrá nada a cambio de nada! El
    secreto al que me refiero no se puede obtener sin pagar un
    precio, aunque
    éste sea muy inferior a su valor. No pueden alcanzarlo a
    ningún precio aquellos que no lo estén buscando
    intencionadamente. Es imposible conocerlo a la ligera, y no se
    puede comprar con dinero, porque viene en dos partes. Una de
    ellas está ya en posesión de quienes se encuentran
    preparados para él.

    El secreto sirve por igual a todos aquellos que
    estén preparados para recibirlo. La educación no tiene
    nada que ver con él. Mucho antes de que yo naciera, el
    secreto alcanzó a ser propiedad de
    Thomas Alva Edison, el cual lo utilizó de manera tan
    inteligente que llegó a ser el inventor más
    importante del mundo, aunque apenas tenía tres meses de
    escolarización.

    El secreto fue transmitido a Edwin C. Barnes, un socio
    de Edison, que lo utilizó con tanta eficacia, que, aunque
    sólo ganaba unos doce mil dólares anuales,
    acumuló una gran fortuna y se retiró del mundo de
    los negocios
    cuando todavía era muy joven. Se encontrará esta
    historia al comienzo del primer capítulo. Usted se
    convencerá de que la riqueza no está más
    allá de su alcance; que todavía puede llegar a ser
    lo que anhela; que el dinero, la fama, el reconocimiento y la
    felicidad pertenecen a todo aquel que esté preparado y
    decidido a tener esos beneficios.

    ¿Que cómo sé yo esas cosas? Usted
    deberá saberlo antes de que haya terminado este libro.
    Quizá lo descubra en el primer capítulo, o en la
    última página.

    Mientras llevaba a cabo una tarea de veinte años
    de investigación, con la que me había comprometido
    a instancias del señor Carnegie, analicé a
    centenares de hombres famosos, y muchos de ellos admitieron que
    habían acumulado su vasta fortuna mediante la ayuda del
    secreto de Carnegie; entre aquellos hombres se
    encontraban:

    HENRY FORD CYRUS H. K. CURTIS

    THEODORE ROOSEVELT ARTHUR BRISBANE

    WILLIAM WRIGLEY JR. GEORGE EASTMAN

    JOHN W. DAVIS CHARLES M. SCHWAB

    JOHN WANAMAKER HARRIS F. WILLIAMS

    ELBERT HUBBARD WOODROW WILSON

    JAMES J. HILL DOCTOR FRANK

    WILBUR WRIGHT GUNSAULUS

    GEORGE S. PARKER WILLIAM HOWARD TAFT

    WILLIAM JENNINGS DANIEL WILLARD

    BRYAN LUTHER BURBANK

    E. M. STATLER KING GILLETTE

    DOCTOR DAVID STARR EDWARD W. BOK

    JORDAN RALPH A. WEEKS

    HENRY L. DOHERTY FRANK A. MUNSEY

    J. ODGEN ARMOUR JUEZ DANIEL T. WRIGHT

    ELBERT H. GARY CORONEL ROBERT A.

    JOHN D. ROCKEFELLER DOLLAR

    DOCTOR ALEXANDER DOCTOR FRANK CRANE

    GRAHAM BELL EDWARD A. FILENE

    THOMAS A. EDISON GEORGE M. ALEXANDER

    JOHN H. PATTERSON EDWIN C. BARNES

    FRANK A. VANDERLIP J. G. CHAPLINE

    JULIUS ROSENWALD ARTHUR NASH

    F. W. WOOLWORTH SENADOR JENNINGS

    STUART AUSTIN RANDOLPH

    WIER CLARENCE DARROW

    Estos nombres representan apenas una pequeña
    parte de los centenares de estadounidenses famosos cuyos logros,
    sean financieros o de otra índole, de muestran que quienes
    comprenden y aplican el secreto de Carnegie alcanzan posiciones
    elevadas en la vida. No he conocido a nadie que, inspirado por el
    secreto, no alcanzara un éxito notable en el campo que
    hubiera elegido. Jamás conocí a ninguna persona
    distinguida, ni que acumulara riquezas de ninguna índole,
    que no estuviese en posesión del secreto. A partir de
    estos dos hechos he llegado a la conclusión de que el
    secreto es más importante, como parte del conocimiento
    esencial para la autodeterminación, que cualquier otro
    concepto que
    uno reciba a través de lo que se conoce como
    «educación».

    ¿Qué es la educación, en cualquier
    caso? Esto ha quedado explicado con todo detalle. En alguna parte
    del libro, a medida que usted vaya leyendo, el secreto al que me
    refiero resaltará en la página y se tornará
    evidente ante usted, si está preparado para ello. Cuando
    aparezca, lo reconocerá. Tanto si percibe el signo en el
    primero o en el último capítulo, deténgase
    un momento cuando se le presente, y celébrelo, ya que esa
    ocasión representará el hito más importante
    de su vida.

    Recuerde, además, a medida que vaya leyendo, que
    todo esto tiene que ver con hechos y no con ficción, y que
    su propósito consiste en transmitir una gran verdad
    universal mediante la cual quienes estén preparados
    podrán enterarse de qué hacer, y
    cómo. También recibirán el estímulo
    necesario para comenzar.

    Como recomendación final de preparación
    antes de que usted empiece el primer capítulo,
    ¿puedo ofrecerle una breve sugerencia que tal vez le
    dé una clave con la que reconocer el secreto de Carnegie?
    Es ésta: ¡todo logro, toda riqueza ganada tiene
    su principio en una idea! Si
    usted está preparado para
    el secreto, ya posee la mitad; por lo tanto, reconocerá la
    otra mitad con facilidad en el momento en que alcance sus
    pensamientos.

    NAPOLEON HILL

    1 LOS PENSAMIENTOS
    SON COSAS

    EL HOMBRE QUE
    «PENSÓ» EN LA MANERA DE ASOCIARSE CON THOMAS
    A. EDISON

    Desde luego, «los pensamientos son cosas»,
    cosas muy poderosas cuando se combinan con la exactitud del
    propósito, la perseverancia y un imperioso deseo de
    convertirlas en riqueza, o en otros objetos materiales.
    Hace algunos años, Edwin C. Barnes descubrió lo
    cierto que es que los hombres realmente piensan y se hacen ricos.
    Su descubrimiento no surgió de pronto, sino que fue
    apareciendo poco a poco, empezando por un ferviente deseo de
    llegar a ser socio del gran Edison.

    Una de las características principales del deseo
    de Barnes es que era preciso. Quería trabajar con Edison,
    no para él. Observe con detenimiento la descripción de cómo fue convirtiendo
    su deseo en realidad, y tendrá una mejor
    comprensión de los principios que conducen a la riqueza.
    Cuando apareció por primera vez en su mente, Barnes no
    estaba en posición de actuar según ese deseo,
    o

    impulso del pensamiento.
    Dos obstáculos se interponían en su camino. No
    conocía a Edison, y no tenía bastante dinero para
    pagarse el pasaje en tren hasta Orange, New jersey.

    Estas dificultades hubieran bastado para desanimar a la
    mayoría de los hombres en el intento de llevar a cabo el
    deseo. ¡Pero el suyo no era un deseo ordinario!

    EL INVENTOR Y EL VAGABUNDO

    Barnes se presentó en el laboratorio de
    Edison, y anunció que había ido a hacer negocios
    con el inventor.

    Hablando de su primer encuentro con Barnes, Edison
    comentaba años más tarde: «Estaba de pie ante
    mí, con la apariencia de un vagabundo, pero
    había algo en su expresión que transmitía el
    efecto de que estaba decidido a conseguir lo que se había
    propuesto.
    Yo había aprendido, tras años de
    experiencia, que cuando un hombre desea algo tan imperiosamente
    que está dispuesto a apostar todo su futuro a una sola
    carta para
    conseguirlo, tiene asegurado el triunfo. Le di la oportunidad que
    me pedía, porque vi que él estaba decidido a no
    ceder hasta obtener el éxito.
    Los hechos posteriores
    demostraron que no hubo error».

    No podía haber sido el aspecto del joven lo que
    le proporcionara su comienzo en el despacho de Edison, ya que
    ello estaba definitivamente en su contra. Lo importante era lo
    que él pensaba.

    Barnes no consiguió su asociación con
    Edison en su primera entrevista.
    Obtuvo la oportunidad de trabajar en el despacho de Edison, por
    un salario
    insignificante. Transcurrieron los meses. En apariencia, nada
    había sucedido que se aproximase al codiciado objetivo que
    Barnes tenía en mente como su propósito inicial
    y preciso.
    Pero algo importante estaba sucediendo en los
    pensamientos de Barnes. Intensificaba constantemente su deseo de
    convertirse en socio de Edison.

    Los psicólogos han afirmado, con todo acierto,
    que «cuando uno está realmente preparado para algo,
    aparece». Barnes se hallaba listo para asociarse con
    Edison; además, estaba decidido a seguir así hasta
    conseguir lo que buscaba.

    No se decía a sí mismo: «Vaya, no
    hay manera. Supongo que acabaré por cambiar de idea y
    probaré un trabajo de
    vendedor». En vez de eso, se decía: «He venido
    aquí a asociarme con Edison, y eso es lo que haré
    aunque me lleve el resto de la vida». ¡Estaba
    convencido de ello! ¡Qué historia tan diferente
    contarían los hombres si adoptaran un propósito
    definido, y mantuvieran ese propósito hasta que el tiempo
    lo convirtiese en una obsesión obstinada!

    Quizás el joven Barnes no lo supiera en aquel
    entonces, pero su determinación inconmovible,
    su

    perseverancia en mantenerse firme en su único
    deseo, estaba destinada a acabar con todos los obstáculos,
    y a darle la oportunidad que buscaba.

    LOS INESPERADOS DISFRACES DE LA
    OPORTUNIDAD

    Cuando la oportunidad surgió, apareció con
    una forma diferente y desde una dirección distinta de las que Barnes
    había esperado. Ése es uno de los caprichos de la
    oportunidad. Tiene el curioso hábito de aparecer por la
    puerta de atrás, y a menudo viene disimulada con la forma
    del infortunio, o de la frustración temporal. Tal vez por
    eso hay tanta gente que no consigue reconocerla.

    Edison acababa de perfeccionar un nuevo invento,
    conocido en aquella época como la Máquina de Dictar
    de Edison. Sus vendedores no mostraron entusiasmo por aquel
    aparato. No confiaban en que se pudiera vender sin grandes
    esfuerzos. Barnes vio su oportunidad, que había surgido
    discretamente, oculta en un máquina estrambótica
    que no interesaba más que a Barnes y al
    inventor.

    Barnes supo que podría vender la máquina
    de dictar de Edison. Se lo sugirió a éste, y, de
    inmediato, obtuvo su oportunidad. Vendió la
    máquina. En realidad, lo hizo con tanto éxito que
    Edison le dio un contrato para
    distribuirla y venderla por toda la nación.
    A partir de aquella asociación, Barnes se hizo rico, pero
    también consiguió algo mucho más importante:
    demostró que uno, realmente, puede «pensar y hacerse
    rico».

    No tengo forma de saber cuánto dinero en efectivo
    reportó a Barnes su deseo. Tal vez fueran dos o tres
    millones de dólares, pero la cantidad, cualquiera que sea,
    se torna insignificante cuando se la compara con la
    posesión que adquirió en forma de conocimiento
    definido de que un impulso intangible se puede transmutar en
    ganancias materiales
    mediante la aplicación de
    principios conocidos.

    ¡Barnes literalmente se pensó en
    asociación con el gran Edison! Se pensó
    dueño de una fortuna. No tenía nada con qué
    empezar, excepto la capacidad de saber lo que deseaba, y la
    determinación de mantenerse fiel a ese deseo hasta haberlo
    realizado.

    A UN METRO DEL ORO

    Una de las causas más comunes del fracaso es el
    hábito de abandonar cuando uno se ve presa de una
    frustración temporal. Todos son culpables de este
    error en un momento u otro.

    Un tío de R. V. Darby fue presa de «la
    fiebre del
    oro» en
    los días en que era una fiebre endémica, y se fue
    al Oeste a cavar para hacerse rico. No sabía que se ha
    sacado más oro de los pensamientos de los hombres que de
    la tierra.

    Obtuvo una licencia y se fue a trabajar con el pico y la
    pala.

    Después de varios meses de trabajo obtuvo la
    recompensa de descubrir una veta de mineral brillante. Necesitaba
    maquinaria para extraer el mineral. Con discreción,
    cubrió la mina, volvió sobre sus pasos a su hogar
    en Williamsburg, Maryland, y les habló a sus parientes y a
    algunos vecinos del «hallazgo». Todos reunieron el
    dinero necesario para la maquinaria, y la enviaron a la mina.
    Darby y su tío volvieron a trabajar en ella.

    Extrajeron el primer carro de mineral y lo enviaron a un
    fundidor. ¡Las utilidades demostraron que poseían
    una de las minas más ricas de Colorado!

    Con unos pocos carros más de mineral
    saldarían todas las deudas. Entonces empezarían a
    ganar dinero en grande. ¡Hacia abajo fueron los taladros!
    ¡Muy alto llegaron las esperanzas de Darby y de su
    tío! Entonces sucedió algo. ¡El filón
    de mineral brillante desapareció! Habían llegado al
    final del arco iris, y la olla de oro no estaba allí.
    Perforaron en un desesperado intento para volver a encontrar la
    veta, pero fue en vano. Finalmente, decidieron abandonar.
    Vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos pocos centenares
    de dólares, y tomaron el tren de vuelta a casa. El
    chatarrero llamó a un ingeniero de minas para que mirara
    la mina e hiciera una prospección. El ingeniero le
    informó de que el proyecto
    había fracasado porque los dueños no estaban
    familiarizados con las «vetas falsas». Sus
    cálculos indicaban que la veta reaparecería
    ¡a un metro de donde los Darby habían dejado de
    perforar!
    ¡Allí fue precisamente donde fue
    encontrada! El chatarrero extrajo millones de dólares en
    mineral de aquella mina porque supo buscar el asesoramiento de un
    experto antes de darse por vencido.

    «NUNCA ME DETENDRÉ PORQUE ME DIGAN
    "NO"»

    Mucho tiempo después, Darby se resarció
    sobradamente de su pérdida, cuando descubrió
    que el deseo se puede transmutar en oro. Eso le ocurrió
    después de que ingresara en el negocio de la venta de seguros de vida.
    Recordando que había perdido una inmensa fortuna por haber
    dejado de perforar a un metro del oro, Darby aprovechó esa
    experiencia en el trabajo que
    había elegido, con el sencillo método de
    decirse a sí mismo: «Me detuve a un metro del oro,
    pero nunca me detendré porque me digan "no" cuando
    yo trate de venderles un seguro».

    Darby se convirtió en uno de los pocos hombres
    que venden un millón de dólares anuales en seguros.
    Su tenacidad se la debía a la lección que
    había aprendido de su deserción en el negocio de la
    mina de oro.

    Antes de que el éxito aparezca en la vida de
    cualquier hombre, es seguro que éste se encontrará
    con muchas frustraciones temporales, y tal vez con algún
    fracaso. Cuando la frustración se adueña del
    hombre, lo más fácil y más lógico que
    puede hacer es abandonar. Eso es lo que la mayoría de los
    hombres hace. Más de quinientos de los hombres más
    prósperos que han conocido los Estados Unidos le han dicho
    al autor que sus mayores éxitos surgieron un paso
    más allá del punto en que la frustración se
    había apoderado de ellos. El fracaso es un embustero con
    un mordaz sentido de la ironía y la malicia. Se deleita en
    hacernos tropezar cuando el éxito está casi a
    nuestro alcance.

    UNA LECCIÓN DE PERSEVERANCIA DE CINCUENTA
    CENTAVOS

    Poco después de que Darby se doctorase en la
    «Universidad de los Porrazos», y decidiera aprovechar
    su experiencia en el asunto de la mina de oro, tuvo la buena
    fortuna de estar presente en una ocasión que le
    demostró que «No» está muy lejos de no.
    Una tarde ayudaba a su tío a moler trigo en un viejo
    molino. Éste dirigía una granja grande, donde
    vivían cierto número de granjeros arrendatarios de
    color. La puerta
    se abrió silenciosamente, y una niña, hija de uno
    de los arrendatarios, entró y se situó junto a la
    puerta. El tío levantó la vista, miró a la
    niña y gritó con aspereza:

    -¿Qué quieres?

    -Mi mamá dice que le mande cincuenta centavos
    -respondió, humilde, la niña.

    -Ni hablar -replicó el tío-, y ahora vete
    a tu casa.

    -Sí, señor -dijo la niña, pero no
    se movió.

    El tío siguió con su trabajo, tan ocupado
    que no prestó atención a la niña y no se dio
    cuenta de que no se había marchado. Cuando volvió a
    levantar la mirada y la vio allí parada,
    gritó:

    – ¡He dicho que te vayas a tu casa! Ahora,
    márchate o te daré una paliza.

    -Sí, señor -dijo la niña, pero
    siguió inmóvil.

    El tío dejó un saco de grano que estaba
    por echar en la tolva del molino, cogió una duela de
    barril y empezó a acercarse a la niña con una
    expresión poco tranquilizadora. Darby contuvo el aliento.
    Estaba seguro de hallarse a punto de presenciar una paliza.
    Sabía que su tío tenía un temperamento
    terrible. Cuando su tío llegó donde estaba la
    niña, ella dio un rápido paso al frente, le
    miró a los ojos, y gritó con todas sus
    fuerzas:

    – ¡Mi mamá necesita esos cincuenta
    centavos! El tío se detuvo, la miró unos instantes,
    y luego dejó

    lentamente la duela de barril a un lado, se metió
    la mano en el bolsillo, sacó medio dólar y se lo
    dio a la niña. Ella cogió el dinero y se
    encaminó despacio hacia la puerta, sin quitar los ojos del
    hombre al que acababa de vencer. Después de que la
    niña se hubo marchado, el tío se sentó en
    una caja y permaneció mirando por la ventana durante
    más de diez minutos. Estaba reflexionando, sorprendido,
    sobre la derrota que acababa de sufrir. Darby también se
    hallaba pensativo. Ésa era la primera vez en su vida que
    había visto a una criatura de color dominar a un blanco
    adulto. ¿Cómo lo había hecho?
    ¿Qué le había ocurrido a su tío para
    que perdiera su ferocidad y se volviera tan dócil como un
    cordero? ¿Qué extraño poder
    había empleado esa niña para hacerse dueña
    de la situación? Estas y otras preguntas similares
    destellaban en la mente de Darby, pero no halló las
    respuestas hasta muchos años después, cuando me
    relató la historia. Curiosamente, el relato de esa inusual
    experiencia la escuché en el viejo molino; el mismo sitio
    donde su tío recibió esa lección.

    EL EXTRAÑO PODER DE UNA
    NIÑA

    En aquel viejo molino polvoriento, el señor Darby
    me relató la historia del extraño triunfo, y
    terminó

    preguntándome:

    -¿Cómo entiende esto? ¿Qué
    extraño poder tenía esa niña, para dominar
    por completo a mi tío? La respuesta a esa pregunta la
    encontrará en los principios que se describen en este
    libro. La respuesta es categórica y completa. Contiene
    detalles e instrucciones suficientes para que cualquiera
    comprenda y aplique la misma fuerza con la
    que ella se encontró de forma accidental.

    Manténgase alerta, y observará el
    extraño poder que acudió en ayuda de la
    niña. Tendrá un atisbo de ese poder en el
    próximo capítulo. En alguna parte del libro
    encontrará una idea que aguzará sus poderes
    receptivos, y pondrá a su alcance, para su propio
    beneficio, ese mismo poder irresistible. La comprensión de
    él puede aparecer ante usted en el primer capítulo,
    o tal vez surja en su conciencia
    más adelante. Puede presentarse en forma de una sola idea.
    O quizá la encuentre en la naturaleza de
    un plan, o en un
    propósito.

    Una vez más, puede hacerle volver sobre sus
    pasadas experiencias de frustración o de fracaso, para
    aportar alguna lección mediante la cual usted recupere
    todo lo que había perdido en su fracaso. Después de
    haberle explicado al señor Darby el poder que la
    niña de color había empleado quizá sin
    saberlo, él repasó en seguida sus treinta
    años de experiencia en la venta de seguros de vida, y
    estuvo francamente de acuerdo en que su éxito en ese campo
    se debía, en gran parte, a la lección que
    había aprendido de la pequeña.

    El señor Darby señaló:

    -Cada vez que un posible comprador trataba de deshacerse
    de mí, sin hacerse el seguro, yo visualizaba a la
    niña, parada en el viejo molino, con sus ojazos
    desafiantes, y me decía a mí mismo: «Tengo
    que conseguir esta venta». La mejor parte de las ventas que he
    hecho han sido a gente que me había dicho
    «No». El señor Darby también
    recordó su error al haberse detenido a un metro escaso del
    oro.

    -Pero esa experiencia fue una bendición
    encubierta. Me enseñó a seguir insistiendo sin que
    importasen las dificultades, y fue una lección que
    necesité aprender antes de poder tener éxito en
    cualquier campo. Esta historia del señor Darby y de su
    tío, de la niña y de la mina de oro, sin duda la
    leerán centenares de hombres que se ganan la vida
    vendiendo seguros de vida, y el autor desea ofrecer a todos ellos
    la sugerencia de que Darby le debe a esas dos experiencias su
    capacidad para vender más de un millón de
    dólares anuales en seguros de vida.

    Las experiencias del señor Darby fueron bastante
    comunes y triviales, y, sin embargo, contienen la respuesta de su
    destino en la vida; por lo tanto fueron tan importantes (para
    él) como su propia vida. Sacó provecho de ellas
    porque las analizó, y supo ver lo que le enseñaban.
    Pero ¿qué hay del hombre que no tiene el tiempo ni
    la inclinación para estudiar el fracaso en busca del
    conocimiento que pueda conducirlo al éxito?
    ¿Dónde y cómo va a aprender el arte de convertir
    los fallos en escalones hacia la oportunidad? Para responder a
    esas preguntas se ha escrito este libro.

    TODO LO QUE USTED NECESITA ES UNA BUENA
    IDEA

    La respuesta se expone en una descripción de
    trece principios, pero recuerde, a medida que vaya leyendo, que
    la respuesta que quizás usted está buscando a las
    preguntas que le han hecho reflexionar en los misterios de la
    vida, puede encontrarla en usted mismo, a través de
    alguna idea, plan o propósito que tal vez surja en su
    cerebro durante
    la lectura.

    Una buena idea es todo lo que se necesita para alcanzar
    el éxito. Los principios descritos en este libro contienen
    medios y
    maneras de crear ideas útiles. Antes de seguir adelante
    con nuestro enfoque para describir esos principios, creemos que
    merece la pena recibir esta importante sugerencia:

    Cuando las riquezas empiezan a aparecer, lo hacen con
    tanta rapidez, y en tal abundancia, que uno se pregunta
    dónde habían estado escondidas durante todos esos
    años de necesidad.

    Ésta es una afirmación sorprendente, y
    tanto más si tenemos en cuenta la creencia popular de que
    la riqueza premia sólo a quienes trabajan mucho durante
    mucho tiempo.

    Cuando usted comience a pensar y a hacerse rico,
    observará que la riqueza empieza a partir de un estado
    mental, con un propósito definido, con poco trabajo duro,
    o sin ninguno. Usted, o cualquier otra persona, puede estar
    interesado en saber cómo adquirir ese estado mental que
    atraerá la riqueza. He pasado veinticinco años
    investigando porque también yo quería saber
    «cómo los ricos llegan a ser
    ricos».

    Observe con mucha atención, tan pronto como
    domine los principios de esta manera de pensar, y empiece a
    seguir las instrucciones para aplicar esos principios, que su
    nivel económico empezará a crecer, y que todo lo
    que usted toque comenzará a transmutarse en haberes de su
    propio beneficio. ¿Imposible? ¡De ninguna
    manera!

    Una de las mayores debilidades de la especie humana es
    la típica familiaridad del hombre con la palabra
    «imposible». Él conoce todas las reglas que no
    darán resultado. Sabe todas las cosas que no se pueden
    hacer. Este libro se escribió para quienes buscan las
    reglas que han hecho de otros personas de provecho, y
    están dispuestos a jugárselo todo con esas
    reglas.

    El fracaso asola a aquellos que se resignan a él
    con indiferencia. El objeto de este libro es ayudar a todo el que
    quiera aprender el arte de cambiar de enfoque: del fracaso al
    éxito.

    Otra debilidad que se encuentra en conjunto en
    demasiadas personas es el hábito de medirlo todo, y a
    todos, por sus propias impresiones y creencias. Quienes lean esto
    creerán que jamás podrán pensar y hacerse
    ricos, porque sus hábitos de pensamiento se han
    empantanado en la pobreza, el
    deseo, la miseria, los errores y el fracaso. Estas personas
    desafortunadas me recuerdan a un chino distinguido, que fue a
    Estados Unidos a recibir una educación americana.
    Acudía a la Universidad de Chicago. Un día, el
    presidente Harper se encontró con ese joven oriental en el
    campus, se detuvo a charlar con él unos minutos, y le
    preguntó qué le había impresionado como la
    característica más notable del pueblo
    estadounidense.

    -Bueno -replicó el estudiante-, la extraña
    forma de sus ojos. ¡Tienen unos ojos
    rarísimos!

    ¿Qué decimos nosotros de los chinos? Nos
    negamos a creer lo que no entendemos. Pensamos tontamente que
    nuestras propias limitaciones son el patrón adecuado de
    las limitaciones. Por supuesto, los ojos de los demás
    «son rarísimos», porque no son iguales a los
    nuestros.

    EL «IMPOSIBLE» MOTOR V8 DE
    FORD

    Cuando Henry Ford decidió fabricar su famoso
    motor V8, quiso construir un motor con los ocho cilindros
    alojados en un solo bloque, y dio instrucciones a sus ingenieros
    para que produjeran un prototipo del motor. El proyecto estaba ya
    volcado sobre el papel, pero los ingenieros acordaron que era de
    todo punto imposible embutir ocho cilindros en un motor de un
    solo bloque.

    -Prodúzcanlo de todas maneras -dijo Ford. -Pero
    ¡es imposible! -replicaron ellos. -Adelante -ordenó
    Ford-, y no dejen de trabajar hasta haberlo conseguido, no
    importa cuánto tiempo haga falta.

    Los ingenieros pusieron manos a la obra. No
    tenían otra opción si querían seguir
    formando parte del equipo de Ford. Seis meses transcurrieron sin
    que obtuvieran resultados. Pasaron otros seis meses, y
    todavía no habían conseguido nada. Los ingenieros
    probaron todos los planes concebibles para llevar a cabo el
    proyecto, pero aquello parecía incuestionable:
    ¡imposible!

    Al cabo de un año, Ford se reunió con los
    ingenieros, que volvieron a informarle de que no habían
    hallado manera de cumplir sus órdenes.

    -Sigan con el trabajo -dijo Ford-, quiero ese motor, y
    lo tendré.

    Continuaron haciendo pruebas, y
    entonces, como por arte de magia, el secreto quedó
    desvelado.

    ¡La determinación de Ford había
    ganado una vez más! Quizás esta historia no
    esté descrita con precisión de detalles, pero las
    circunstancias y el resultado son los correctos. Deduzca de ella,
    usted que desea pensar y hacerse rico, el secreto de los millones
    de Ford, si puede. No tendrá que buscar muy lejos. Henry
    Ford tuvo éxito porque comprendió y aplicó
    los principios del éxito. Uno de ellos es el deseo; saber
    lo que uno quiere. Recuerde esta historia de Ford mientras lee, y
    señale las líneas en que se describe el secreto de
    su extraordinaria proeza. Si puede hacer esto, si usted es capaz
    de poner el dedo en el particular grupo de
    principios que hicieron rico a Henry Ford, usted puede igualar
    sus logros en casi cualquier oficio para el que esté
    preparado.

    POR QUÉ ES USTED «EL DUEÑO DE SU
    DESTINO»

    Cuando Henley escribió sus proféticas
    palabras: «Soy el dueño de mi destino, soy el
    capitán de mi alma»,
    debería habernos informado de que nosotros somos los
    dueños de nuestro destino, los capitanes de nuestra alma,
    porque tenemos el poder de controlar nuestros
    pensamientos.

    Debería habernos dicho que nuestro cerebro se
    magnetiza con los pensamientos dominantes que llevamos en la
    mente, y que, por mecanismos que nadie conoce bien, estos
    «imanes» atraen hacia nosotros las fuerzas, las
    personas, las circunstancias de la vida que armonizan con la
    naturaleza de nuestros pensamientos dominantes.
    Debería habernos dicho que, antes de poder acumular
    riquezas en abundancia, tenemos que magnetizar nuestra mente con
    un intenso deseo de riqueza, que hemos de tomar conciencia de la
    riqueza hasta que el deseo por el dinero nos conduzca a hacer
    planes definidos para adquirirlo.

    Pero, al ser un poeta, y no un filósofo, Henley
    se contentó con afirmar una gran verdad de manera
    poética, dejando que sus lectores interpretaran el
    significado filosófico de sus líneas.

    Poco a poco, la verdad ha ido desvelándose, hasta
    que ahora parece cierto que los principios descritos en este
    libro contienen el secreto del dominio sobre
    nuestro destino económico.

    PRINCIPIOS QUE PUEDEN CAMBIAR SU
    DESTINO

    Ahora estamos preparados para examinar el primero de
    esos principios. Mantenga una actitud de apertura mental y
    recuerde, a medida que vaya leyendo, que no son invención
    de nadie. Son principios que han funcionado para muchos hombres.
    Usted puede ponerlos a trabajar para su propio beneficio
    permanente. Verá qué fácil es.

    Hace algunos años, pronuncié el discurso de la
    entrega de diplomas en el Salem College, en Salem, Virginia
    Occidental. Acentué el principio descrito en el
    próximo capítulo con tal intensidad, que uno de los
    miembros de la clase que obtendría el diploma se lo
    apropió, y lo convirtió en parte de su forma de ver
    la vida. Ese joven llegó a ser miembro del Congreso y un
    personaje importante en la
    Administración de Franklin D. Roosevelt. Me
    escribió una carta en la que presenta con tanta claridad
    su opinión sobre el principio que trataremos en el
    próximo capítulo, que he decidido publicarla como
    introducción a dicho capítulo. Le
    dará una idea a usted de los beneficios que le
    esperan.

    Estimado Napoleón:

    Dado que mi servicio como
    miembro del Congreso me ha proporcionado cierta
    comprensión de los problemas de
    hombres y mujeres, le escribo para ofrecerle una sugerencia que
    puede ser útil a millares de personas.

    En 1922, usted pronunció un discurso en la
    entrega de diplomas en el Salem College, cuando yo era miembro de
    la clase que los recibiría. En aquel discurso, usted
    plantó en mí mente una idea a la que debo la
    oportunidad que ahora tengo de servir a la gente de mi Estado, y
    que será responsable, en gran medida, de cualquier
    éxito que yo pueda alcanzar en el futuro.

    Recuerdo, como si hubiese sido ayer, la maravillosa
    descripción que usted hizo del método por el que
    Henry Ford, con muy pocos estudios, sin un dólar, sin
    amigos influyentes, llegó tan alto. Entonces
    resolví, incluso antes de que usted hubiera acabado su
    discurso, que me haría un lugar en la vida, sin que
    importara cuántas dificultades tuviera que
    afrontar.

    Millares de jóvenes terminarán sus
    estudios universitarios este año, y los años
    venideros. Cada uno de ellos estará buscando un mensaje
    tan alentador como el que yo recibí de usted.
    Querrán saber a dónde acudir, qué hacer,
    cómo empezar en la vida. Usted puede decírselo,
    porque ha ayudado a resolver los problemas de mucha
    gente.

    En Estados Unidos hay en la actualidad miles de
    jóvenes que quisieran saber cómo convertir sus
    ideas en dinero, gente que debe empezar desde abajo, sin dinero,
    y amortizar sus pérdidas. Si alguien puede ayudarles, es
    usted.

    Si publica el libro, me gustaría tener el primer
    ejemplar que salga de la imprenta,
    autografiado por usted.

    Con mis mejores deseos, créame, cordialmente
    suyo,

    JENNINGS RANDOLPH

    Treinta y cinco años después de haber
    leído aquel discurso, fue un placer para mí
    regresar al Salem College en 1957 para hacer el discurso de la
    entrega de diplomas. En aquel entonces recibí el
    título de doctor honorario de Literatura del Salem
    College.

    Desde aquella ocasión, en 1922, he visto
    prosperar a Jennings Randolph hasta llegar a ser ejecutivo de una
    de las más importantes líneas aéreas de la
    nación,
    un orador muy inspirado, y senador de Estados Unidos por Virginia
    Occidental.

    TODO AQUELLO QUE LA MENTE HUMANA PUEDA CONCEBIR Y CREER
    SE PUEDE ALCANZAR

    2 EL
    DESEO

    EL PUNTO INICIAL DE TODO LOGRO

    El primer paso hacia la riqueza

    Cuando Edwin C. Barnes se apeó del tren de carga
    en Orange, New jersey, hace más de cincuenta años,
    quizá pareciese un vagabundo, ¡pero sus ideas
    eran las de un rey!

    Mientras se dirigía desde los rieles del
    ferrocarril hacia la oficina de Thomas
    A. Edison, su cerebro trabajaba sin parar. Se veía a
    sí mismo de pie en presencia de Edison. Se
    oía pidiéndole a Edison la oportunidad de llevar a
    cabo la única obsesión imperiosa de su vida, el
    deseo ardiente de llegar a ser socio en los negocios del gran
    inventor.

    ¡El deseo de Barnes no era una esperanza!
    ¡No
    eran ganas! Era un deseo vehemente, palpitante, que
    lo trascendía todo. Era definido. Algunos años
    después, Edwin C. Barnes volvió a pararse frente a
    Edison, en la misma oficina en qué se había
    encontrado por primera vez con el inventor. En esta
    ocasión, el deseo se había convertido en realidad.
    Era socio de Edison. El sueño dominante de su vida
    se había vuelto realidad.

    Barnes tuvo éxito porque eligió un
    objetivo definido, y puso toda su energía, toda su fuerza
    de voluntad, todos sus esfuerzos, todo, en pos de ese
    objetivo.

    EL HOMBRE QUE QUEMÓ SUS NAVES

    Pasaron cinco años antes de que apareciera la
    oportunidad que había estado buscando. Para todos, excepto
    para él, sólo parecía una parte más
    del engranaje de los negocios de Edison, pero en su interior,
    él fue el socio de Edison cada minuto del día,
    desde el primero en que empezó a trabajar allí. Es
    una ejemplificación notable del poder de un deseo
    definido. Barnes consiguió su objetivo porque deseaba ser
    socio de Edison más que ninguna otra cosa. Creó un
    plan con el que alcanzar su propósito. Pero quemó
    todas sus naves tras de sí. Se mantuvo firme en su deseo
    hasta que éste se convirtió en la
    obstinación obsesiva de su vida y, finalmente, en un
    hecho.

    Cuando viajó a Orange, no se dijo a sí
    mismo: «Trataré de convencer a Edison de que me
    dé algún tipo de trabajo», sino: «Voy a
    ver a Edison para explicarle que he venido a hacer negocios con
    él».

    No se dijo: «Estaré alerta ante cualquier
    otra oportunidad, en caso de que no consiga lo que quiero en la
    organización de Edison», sino:
    «No hay más que una cosa en este mundo que estoy
    decidido a conseguir, y es asociarme con Edison en sus negocios.
    Quemaré todas las naves tras de mí, y
    apostaré mi futuro a mi capacidad para conseguir lo que
    quiero».

    No se planteó en ningún momento
    retroceder. ¡Tenía que triunfar o morir!
    ¡Ésa es toda la historia del éxito de
    Barnes!

    EL INCENTIVO QUE CONDUCE A LA RIQUEZA

    Hace mucho tiempo, un gran guerrero afrontó una
    situación que requería de él una
    decisión que garantizara su éxito en el campo de
    batalla. Iba a enviar sus tropas contra un enemigo poderoso,
    cuyos hombres superaban a los suyos en número.
    Embarcó a sus soldados, navegó hacia el país
    enemigo, desembarcó soldados y equipos, y dio la orden de
    quemar las naves que los habían llevado hasta allí.
    Al dirigirse a sus hombres antes de la primera batalla, dijo:
    «Ved cómo los barcos se convierten en humo.
    ¡Eso significa que no podremos dejar estas playas vivos a
    menos que ganemos! ¡Ahora no tenemos opción:
    venceremos o moriremos!».

    Vencieron.

    Cada persona que vence en cualquier empresa debe
    estar dispuesta a quemar sus naves y eliminar todas las
    posibilidades de dar marcha atrás. Sólo así
    puede tener la seguridad de
    mantener ese estado mental conocido como deseo ardiente de ganar,
    esencial para el éxito.

    La mañana siguiente al gran incendio de Chicago,
    un grupo de comerciantes se quedó de pie en State Street,
    observando los restos humeantes de lo que habían sido sus
    tiendas. Organizaron una reunión para decidir si
    tratarían de reconstruirlas o abandonarían Chicago
    para volver a empezar en algún lugar del país
    más prometedor. Llegaron a una decisión, todos
    menos uno: abandonar Chicago. El comerciante que decidió
    quedarse y reconstruir su negocio señaló con el
    dedo los restos de su tienda, y dijo: «Caballeros, en este
    mismo sitio construiré la tienda más grande del
    mundo, no importa las veces que pueda quemarse».

    Eso fue hace casi un siglo. La tienda fue construida.
    Todavía sigue en pie, una torre, un monumento al poder de
    ese estado mental conocido como deseo ardiente. Lo más
    sencillo que Marshall Field podría haber hecho era imitar
    a sus colegas. Cuando las perspectivas se mostraban
    difíciles, y el futuro parecía funesto, se
    retiraron adonde las cosas pareciesen más
    fáciles.

    Fíjese bien en la diferencia entre Marshall Field
    y los demás comerciantes, porque es la misma diferencia
    que distingue a casi todos los que tienen éxito de
    aquellos que fracasan.

    Todo ser humano que alcanza la edad de comprender la
    razón de ser del dinero, quiere dinero. Quererlo no
    basta para acumular riqueza. Pero desear la riqueza con un
    estado mental que se convierte en una obsesión, y luego
    planificar formas y medios definidos para adquirirla, y ejecutar
    esos planes con una perseverancia que no acepte el
    fracaso,
    atraerá la riqueza.

    SEIS MANERAS DE CONVERTIR EL DESEO EN
    ORO

    El método por el que el deseo de riqueza se puede
    transmutar en su equivalente monetario consiste en seis pasos
    prácticos y definidos, que son los siguientes:

    Primero: determine la cantidad exacta de dinero
    que desea. No basta con decir: «Quiero mucho dinero».
    Sea definitivo en cuanto a la cantidad. (Hay una razón
    psicológica para esta precisión, que describiremos
    en un capítulo próximo.)

    Segundo: determine con exactitud lo que se propone dar a
    cambio del dinero que desea. (No se recibe algo por
    nada.)

    Tercero: establezca un plazo determinado en el que se
    propone poseer el dinero que desea. Cuarto: cree un plan
    preciso para llevar a cabo su deseo, y empiece de
    inmediato,
    sin que importe si se halla preparado o no, a
    poner el plan en acción.

    Quinto: escriba un enunciado claro y conciso de la
    cantidad de dinero que se propone conseguir, apunte el tiempo
    límite para esta adquisición, aclare lo que se
    propone dar a cambio del dinero, y describa con exactitud el plan
    mediante el que se propone formularlo.

    Sexto: lea su memorándum en voz alta, dos veces
    al día, una vez antes de acostarse, y otra, al levantarse.
    Mientras lee, vea, sienta y piénsese ya en
    ‘posesión del dinero’.

    Es importante que siga las instrucciones descritas en
    estos seis pasos. En especial observe y siga las instrucciones
    del sexto paso. Tal vez se queje de que le resulta imposible
    «verse en posesión del dinero» antes de
    tenerlo realmente. Aquí es donde el deseo ardiente
    acudirá en su ayuda. Si usted realmente desea el dinero
    con tanta vehemencia que su deseo se ha convertido en una
    obsesión, no tendrá dificultad en convencerse de
    que lo adquirirá. El caso es desear el dinero, y llegar a
    estar tan determinado a poseerlo que se convenza de que lo
    tendrá.

    ¿PUEDE IMAGINARSE QUE ES USTED
    MILLONARIO?

    Para el no iniciado, que no se ha educado en los
    principios fundamentales de la mente humana, quizás estas
    instrucciones parezcan poco prácticas. Para quienes no
    consigan reconocer la validez de estos seis puntos, puede ser
    útil saber que la información que difunden fue revelada por
    Andrew Carnegie, el cual empezó como un obrero
    común en una siderúrgica; pero se las
    arregló, pese a sus humildes comienzos, para que estos
    principios le rindieran una fortuna de más de cien
    millones de dólares. Como ayuda adicional quizá le
    sirva saber que los seis puntos recomendados aquí fueron
    cuidadosamente estudiados por el extinto Thomas A. Edison, que
    puso su sello de aprobación en ellos por ser esenciales no
    sólo para la acumulación de dinero, sino para la
    consecución de cualquier objetivo. Estos pasos no
    requieren «trabajo duro». Tampoco sacrificio. No
    exigen que uno se vuelva ridículo, ni crédulo. Para
    utilizarlos no hace falta educación
    superior. Pero la aplicación eficaz de estos seis
    pasos exige la suficiente imaginación que nos
    permita ver y comprender que la acumulación de dinero no
    se puede dejar al azar, a la buena suerte o al destino. Uno debe
    darse cuenta de que todos los que han acumulado grandes fortunas
    primero han soñado, deseado, anhelado, pensado y
    planificado antes de haber adquirido el dinero.

    Llegados a este punto, usted sabrá también
    que nunca tendrá riquezas en grandes cantidades a
    menos
    que pueda llegar a ser la viva expresión del
    deseo ardiente por el dinero, y que realmente crea
    que lo poseerá.

    EL PODER DE LOS GRANDES SUEÑOS

    A quienes nos encontramos en esta carrera hacia la
    riqueza debe animarnos saber que este mundo cambiante exige
    nuevas ideas, nuevas maneras de hacer las cosas, nuevos
    líderes, nuevos inventos, nuevos
    métodos de
    enseñanza, nuevos métodos de venta,
    nuevos libros, literatura nueva, nuevos programas de
    televisión, nuevas ideas para el cine. Tras
    toda esta demanda de
    cosas nuevas y mejores hay una cualidad que uno debe poseer para
    ganar, y es la definición del propósito, el
    conocimiento exacto de lo que uno quiere, y un deseo
    ardiente de poseerlo.

    Los que deseamos acumular riqueza debemos recordar que
    los verdaderos líderes del mundo han sido siempre hombres
    que han sabido dominar, para su uso práctico, las fuerzas
    invisibles e intangibles de la oportunidad que está por
    surgir, y han convertido esas fuerzas (o impulsos de pensamiento)
    en rascacielos, fábricas, aviones, automóviles, y
    toda forma de recurso que hace la vida más
    placentera.

    Al planear la adquisición de su porción de
    riqueza, no se deje influir por quienes menosprecien sus
    sueños. Para lograr grandes ganancias en este mundo
    cambiante, uno debe captar el espíritu de los grandes
    pioneros del pasado, cuyos sueños le han dado a la
    civilización todo lo que tiene de valioso, el
    espíritu que infunde energía en nuestro propio
    país, en las oportunidades de usted y en las mías,
    para alimentar y vender nuestro talento.

    Si lo que usted quiere hacer está bien, y
    usted cree en ello, ¡adelante, hágalo! Lleve
    a cabo sus sueños, y no haga caso de lo que «los
    demás» puedan decir si usted se topa en algún
    momento con dificultades, ya que tal vez «los
    demás» no sepan que cada fracaso lleva consigo la
    semilla de un éxito equivalente.

    Thomas Edison soñaba con una lámpara que
    funcionara con electricidad,
    empezó a poner su sueño en acción, y pese a
    sus más de diez mil fracasos, mantuvo su
    sueño hasta que lo convirtió en una realidad
    física.
    ¡Los soñadores prácticos no abandonan!
    Mielan,
    que soñaba con una cadena de tiendas de
    cigarros, transformó su sueño en acción, y
    ahora las United Cigar Stores ocupan algunas de las mejores
    esquinas de las ciudades estadounidenses. Los hermanos Wright
    soñaron con una máquina que surcara el aire. Ahora
    podemos ver en todo el mundo que sus sueños se han
    cumplido. Marconi soñaba con un sistema para dominar las
    intangibles fuerzas del éter. Las pruebas de que no
    soñaba en vano podemos encontrarlas en cada aparato de
    radio y de
    televisión que hay en el mundo.
    Quizá le interese saber que los «amigos» de
    Marconi lo pusieron bajo custodia, y fue examinado en un hospital
    para psicópatas cuando anunció que había
    descubierto un principio mediante el cual podría enviar
    mensajes a través del aire, sin la ayuda de cables ni
    ningún otro medio físico de comunicación. A los soñadores de hoy
    en día les va mejor. El mundo está lleno de una
    abundancia de oportunidades que los soñadores del pasado
    jamás conocieron.

    CÓMO HACER QUE LOS SUEÑOS DESPEGUEN DE
    LA PLATAFORMA DE LANZAMIENTO

    Un deseo ardiente de ser y de hacer es el punto inicial
    desde el que el soñador debe lanzarse. Los sueños
    no están hechos de indiferencia, pereza, ni falta de
    ambición.

    Recuerde que todos los que consiguen triunfar tienen un
    mal comienzo y pasan por muchas dificultades antes de
    «llegar». El cambio en la vida de la gente de
    éxito suele surgir en el momento de alguna crisis, a
    través de la cual les es presentado su «otro
    yo».

    John Buynan escribió Pilgrim's Progress,
    que se cuenta entre lo mejor de la literatura inglesa,
    después de haber estado confinado en prisión y
    haber sido duramente castigado a causa de sus ideas sobre la
    religión.
    D. Henry descubrió el genio que dormía en su
    interior después de haber conocido graves infortunios, y
    estuvo encarcelado en Columbus, Ohio. Forzado a través de
    la desgracia a conocer a su «otro yo», y a usar su
    imaginación, descubrió que era un gran autor en vez
    de un criminal despreciable. Charles Dickens empezó
    pegando etiquetas en latas de betún. La tragedia de su
    primer amor
    penetró las profundidades de su alma para convertirlo en
    uno de los más grandiosos autores del mundo. Esa tragedia
    produjo primero David Coperfield, y luego una
    sucesión de obras que hacen un mundo mejor y más
    rico a todo el que lee sus libros. Hellen Keller se quedó
    sorda, muda y ciega después de nacer. Pese a su terrible
    desgracia, ha escrito su nombre con letras indelebles en las
    páginas de la historia de los grandes. Toda su vida ha
    sido la demostración de que nadie está derrotado
    mientras no acepte la derrota como una realidad. Robert Burns era
    un campesino
    analfabeto. Sufrió la maldición de la pobreza y
    creció para ser un borracho. El mundo fue mejor gracias a
    su vida, porque vistió de prendas hermosas sus
    pensamientos poéticos, y, por tanto, arrancó un
    espino para plantar un rosal en su lugar. Beethoven era sordo, y
    Milton ciego, pero sus nombres perdurarán en el tiempo,
    porque soñaron y tradujeron sus sueños en ideas
    organizadas.

    Hay una diferencia entre suspirar por algo y hallarse
    preparado para recibirlo. Nadie se encuentra listo para nada
    hasta que no crea que puede adquirirlo. El estado
    mental debe ser la convicción, y no la mera esperanza o
    anhelo. La mente abierta es esencial para creer. La
    cerrazón de ideas no inspira fe, ni coraje, ni
    convicción. Recuerde, no se requiere más esfuerzo
    para apuntar alto en la vida, para reclamar abundancia y
    prosperidad, del que hace falta para aceptar la miseria y la
    pobreza. Un gran poeta ha expresado acertadamente esta verdad
    universal en unas pocas líneas:

    Le discutí un penique a la Vida,

    y la Vida no me dio más.

    Por mucho que le imploré a la noche

    cuando contaba mis escasos bienes.

    Porque la Vida es un amo justo

    que te da lo que le pides,

    pero cuando has fijado el precio,

    debes aguantar la faena.

    Trabajé por un salario de jornalero

    sólo para descubrir, perplejo,

    que cualquier paga que hubiera pedido a la
    Vida,

    ésta me la hubiese pagado de buen
    grado.

    EL DESEO LLEVA VENTAJA SOBRE LA MADRE
    NATURALEZA

    Como culminación adecuada de este capítulo
    quiero presentar a una de las personas más excepcionales
    que he conocido. Lo vi por primera vez pocos minutos
    después de que hubiera nacido. Vino a este mundo sin
    ningún rastro físico de oído, y el
    médico admitió, cuando le pedí su
    opinión sobre el caso; que el niño sería
    sordo y mudo toda la vida.

    Me opuse a la opinión del médico. Estaba
    en mi derecho. Yo era el padre del niño. Tomé una
    decisión y me formé una opinión, pero
    expresé esa opinión en silencio, en el fondo de mi
    corazón.

    En mi interior supe que mi hijo oiría y
    hablaría. ¿Cómo? Estaba seguro de que
    tenía que haber una manera, y sabía que la
    encontraría. Pensé en las palabras del inmortal
    Emerson: «El curso de las cosas acontece para
    enseñarnos la fe. Sólo necesitamos estar atentos.
    Hay indicadores,
    claves, para cada uno de nosotros, y si escuchamos con humildad,
    oiremos la palabra justa». ¿La palabra justa?
    ¡Deseo! Mucho más que ninguna otra cosa, yo
    deseaba que mi hijo no fuera sordomudo.

    De ese deseo no renegué jamás, ni por un
    segundo. ¿Qué podía hacer?
    Encontraría alguna forma de trasplantar a ese niño
    mi propio deseo ardiente de dar con maneras y medios de hacer
    llegar el sonido a su
    cerebro sin la ayuda de los oídos.

    Tan pronto como el niño fuese lo bastante mayor
    para cooperar, le llenaría la cabeza de tal manera de ese
    deseo ardiente, que la naturaleza lo traduciría en
    realidad con sus propios métodos.

    Todos estos pensamientos pasaron por mi mente, pero no
    hablé de ello con nadie. Cada día renovaba la
    promesa que me había hecho a mí mismo de que mi
    hijo no sería sordomudo.

    Cuando creció y empezó a percibir las
    cosas que lo rodeaban, notamos que mostraba débiles
    indicios de que oía. Cuando alcanzó la edad en que
    los niños
    suelen empezar a emitir palabras, no hizo intento alguno de
    hablar, pero de sus actos podíamos deducir que
    percibía ciertos sonidos. ¡Eso era todo lo que yo
    quería saber! Estaba convencido de que, si podía
    oír, aunque fuese débilmente, sería capaz de
    desarrollar una mayor capacidad auditiva. Entonces sucedió
    algo que me llenó de esperanza. Surgió de algo
    totalmente inesperado.

    UN «ACCIDENTE» QUE CAMBIÓ UNA
    VIDA

    Compramos un fonógrafo. Cuando el niño
    oyó la música por primera
    vez, entró en éxtasis, y muy pronto se
    apropió del aparato. En una ocasión estuvo poniendo
    un disco una y otra vez, durante casi dos horas, de pie delante
    del fonógrafo, mordiendo un borde de la caja. La
    importancia de esa costumbre que adquirió no se nos hizo
    patente sino hasta años después, ya que nunca
    habíamos oído hablar del principio de la
    «conducción ósea» del sonido. Poco
    después de que se apropiase del fonógrafo,
    descubrí que podía oírme con claridad cuando
    le hablaba con los labios junto a su hueso mastoideo, en la base
    del cráneo.

    Una vez hube descubierto que podía oír
    perfectamente el sonido de mi voz, empecé de inmediato a
    transferirle mi deseo de que oyese y hablase. Pronto
    descubrí que el niño disfrutaba cuando yo le
    contaba cuentos antes
    de dormirse, de modo que me puse a trabajar para idear historias
    que estimularan su confianza en sí mismo, su
    imaginación, y un agudo deseo de oír y de ser
    normal.

    Había un cuento en
    particular, en el que yo hacía hincapié
    dándole un renovado matiz dramático cada vez que se
    lo contaba. Lo había inventado para sembrar en su mente la
    idea de que su dificultad no era una pesada carga, sino una
    ventaja de gran valor. Pese al hecho de que todas las maneras de
    pensar que yo había examinado indicaban que cualquier
    adversidad contiene la semilla de una ventaja equivalente, debo
    confesar que no tenía ni la menor idea de
    cómo se podía convertir esa dificultad en
    una ventaja.

    ¡GANÓ UN MUNDO NUEVO CON SEIS
    CENTAVOS!

    Al analizar la experiencia retrospectivamente, puedo ver
    que su fe en mí tuvo mucho que ver con los
    sorprendentes resultados. Él no cuestionaba nada que yo le
    dijera. Le vendí la idea de que tenía una
    ventaja original sobre su hermano mayor, y que esa ventaja
    se reflejaría de muchas maneras. Por ejemplo, los maestros
    en la escuela se darían cuenta de que no tenía
    oído, y por ese motivo le dedicarían una
    atención especial y lo tratarían con una amabilidad
    y una benevolencia extraordinarias. Siempre lo hicieron.
    También le vendí la idea de que cuando fuese lo
    bastante mayor para vender periódicos (su hermano mayor
    era ya vendedor de periódicos), tendría una gran
    ventaja sobre su hermano, porque la gente le pagaría
    más por su mercancía, debido a que verían
    que era un niño brillante y emprendedor pese al hecho de
    carecer de orejas.

    Cuando tenía unos siete años,
    mostró la primera prueba de que nuestro método de
    apoyo rendía sus frutos. Durante varios meses
    imploró el privilegio de vender periódicos, pero su
    madre no le daba el consentimiento.

    Entonces se ocupó por su cuenta del asunto. Una
    tarde en que estaba en casa con los sirvientes, trepó por
    la ventana de la cocina, se deslizó hacia fuera. y
    sé estableció por su cuenta. Le pidió
    prestados seis centavos al zapatero remendón del barrio,
    los invirtió en periódicos, los vendió,
    reinvirtió el capital, y
    repitió la operación hasta el anochecer.
    Después de hacer el balance de sus negocios, y de
    devolverle a su banquero los seis centavos que le había
    prestado, se encontró un beneficio de cuarenta y dos
    centavos. Cuando volvimos a casa aquella noche, lo encontramos
    durmiendo en su cama, apretando el dinero en un
    puño.

    Su madre le abrió la mano, cogió las
    monedas y se puso a llorar. Me sorprendió. Llorar por la
    primera victoria de su hijo me pareció fuera de lugar. Mi
    reacción fue la inversa. Reí de buena gana, porque
    supe que mi empresa de inculcar en la mente de mi hijo una
    actitud de fe en sí mismo había tenido
    éxito.

    Su madre veía a un niño sordo que, en su
    primera aventura comercial, se había escapado a la calle y
    había arriesgado su vida para ganar dinero. Yo veía
    un hombrecito de negocios valiente, ambicioso y lleno de
    confianza en sí mismo, cuyo valor intrínseco se
    había incrementado en un cien por cien, al haber ido a
    negociar por su cuenta y haber ganado. La transacción me
    agradó, porque había dado pruebas de una riqueza de
    recursos que lo
    acompañaría toda su vida.

    EL NIÑO SORDO QUE OYÓ

    El pequeño sordo asistió a la escuela, al
    instituto y a la universidad, sin que fuese capaz de oír a
    sus maestros, excepto cuando le gritaban fuerte, a corta
    distancia. No lo llevaron a una escuela para sordos. No le
    permitimos que aprendiese el lenguaje de
    los sordomudos. Habíamos decidido que viviese una vida
    normal, y mantuvimos esa decisión, aunque nos costó
    muchas discusiones acaloradas con funcionarios escolares. Cuando
    estaba en el instituto, probó un aparato eléctrico
    para mejorar la audición, pero no le dio
    resultado.

    Durante su última semana en la universidad,
    sucedió algo que marcó el hito más
    importante de su vida. En lo que pareció una mera
    casualidad, entró en posesión de otro aparato
    eléctrico para oír mejor, que le enviaron para
    probar. Estuvo indeciso en probar el aparato, debido a su
    desilusión con otro similar. Finalmente lo cogió,
    se lo puso en la cabeza, le conectó las baterías, y
    ¡sorpresa!, como por arte de magia, su deseo de toda la
    vida de oír normalmente se convirtió en realidad.
    Por primera vez oía tan bien como cualquier persona con
    audición normal.

    Alborozado con el mundo diferente que acababa de
    percibir a través de ese aparato auditivo, se
    precipitó al teléfono, llamó a su madre, y
    oyó su voz a la perfección. Al día siguiente
    oía con claridad las voces de sus profesores en clase,
    ¡por primera vez en su vida! Por primera vez en su vida
    también, mi hijo podía conversar con la gente, sin
    necesidad de que le hablaran con voz de trueno. Realmente,
    había entrado en posesión de un mundo
    distinto.

    El deseo había comenzado a pagar dividendos, pero
    la victoria todavía no era completa. El muchacho
    tenía que encontrar todavía una manera definida y
    práctica de convertir su desventaja en una ventaja
    equivalente.

    IDEAS QUE OBRAN MILAGROS

    Sin apenas darse cuenta de la importancia de lo que
    acababa de obtener, pero embriagado con la alegría del
    descubrimiento de ese mundo de sonidos, escribió una
    entusiasta carta al fabricante del audífono,
    relatándole su experiencia. Algo en ella hizo que la
    compañía lo invitase a Nueva York. Cuando
    llegó, lo llevaron a visitar la fábrica, y mientras
    hablaba con el ingeniero jefe, contándole de su mundo
    recién descubierto, una corazonada, una idea o una
    inspiración, llámesela como se quiera,
    destelló en su cerebro. Era ese impulso del
    pensamiento
    que convertía su dificultad en una
    ventaja, destinada a pagar dividendos en dinero y en felicidad
    por millares durante todo el tiempo venidero.

    El resumen y el núcleo de ese impulso de
    pensamiento era así: se le ocurrió que él
    podría ser de gran ayuda para los millones de sordos que
    viven sin el beneficio de audífonos si pudiera encontrar
    una manera de relatarles la historia de su descubrimiento del
    mundo.

    Durante un mes entero llevó a cabo una intensa
    investigación, durante la cual analizó todo el
    sistema de ventas del fabricante de audífonos e
    ideó formas y medios de comunicarse con los duros de
    oído de todo el mundo, decidido a compartir con ellos su
    nuevo mundo recién descubierto. Una vez lo tuvo hecho,
    puso por escrito un plan bienal, basado en sus investigaciones.
    Cuando lo presentó a la compañía, al momento
    le dieron un puesto de trabajo para que llevara a cabo su
    ambición.

    Poco había soñado, cuando empezó a
    trabajar, que estaba destinado a llevar esperanza y alivio a
    millares de sordos que, sin su ayuda, se hubieran visto
    condenados para siempre a la sordera.

    No me cabe duda de que Blair hubiera sido sordomudo toda
    su vida si su madre y yo no nos las hubiésemos ingeniado
    para formar su mente tal como lo hicimos.

    Cuando sembré en su interior el deseo de
    oír y de hablar, y de vivir como una persona normal,
    alguna extraña influencia hubo en ese impulso que hizo que
    la naturaleza tendiese una especie de puente para salvar el golfo
    del silencio que separaba su cerebro del mundo
    exterior.

    En verdad, el deseo ardiente tiene maneras tortuosas de
    transmutarse en su equivalente físico. Blair deseaba una
    audición normal; ¡ahora la tiene! Nació con
    una minusvalía que fácilmente hubiera desviado a
    alguien, con un deseo menos definido, a la calle, con un
    puñado de lápices en una mano y una lata
    vacía en la otra.

    La pequeña «mentira piadosa» que
    sembré en su mente cuando él era un niño,
    llevándolo a creer que su defecto se convertiría en
    una gran ventaja que podría capitalizar, se
    justificó sola. Ciertamente, no hay nada, correcto o
    equivocado, que la confianza, sumada a un deseo ardiente, no
    pueda hacer real. Estas cualidades están al alcance de
    todos.

    LA «QUÍMICA MENTAL» HACE
    MAGIA

    Un breve párrafo
    en un despacho de noticias en
    relación con madame Schumann-Heink da la clave del
    estupendo éxito de esta mujer como
    cantante. Cito el párrafo porque la clave que contiene no
    es otra que el deseo.

    Al comienzo de su carrera, madame SchumannHeink
    visitó al director de la ópera de Viena para que le
    hiciera una prueba de voz. Pero él no la probó.
    Después de echar un vistazo a la desgarbada y pobremente
    vestida muchacha, exclamó, nada cordial:

    -Con esa cara, y sin ninguna personalidad,
    ¿cómo espera tener éxito en la ópera?
    Señorita, olvide esa idea. Cómprese una
    máquina de coser, y póngase a trabajar. Usted
    nunca podrá ser cantante.

    ¡Nunca es demasiado tiempo! El director de la
    ópera de Viena sabía mucho sobre la técnica
    del canto. Sabía muy poco del poder del deseo, cuando
    éste asume las proporciones de una obsesión. Si
    hubiera conocido mejor ese poder, no hubiese cometido el error de
    condenar el genio sin darle una oportunidad.

    Hace varios años, uno de mis socios
    enfermó. Se puso cada vez peor a medida que el tiempo
    transcurría, y finalmente, lo llevaron al hospital para
    operarlo. El médico me advirtió que había
    muy pocas posibilidades de que yo volviera a verlo con vida. Pero
    ésa era la opinión del médico, y no la del
    paciente. Poco antes de que se lo llevaran al quirófano,
    me susurró con voz débil: «No se preocupe,
    jefe, en pocos días habré salido de
    aquí». Una enfermera me miró apenada. Pero el
    paciente se recuperó satisfactoriamente. Cuando todo hubo
    terminado, su médico me dijo: «No lo salvó
    otra cosa que su deseo de vivir. Nunca hubiera salido de este
    trance si no se hubiese negado a aceptar la posibilidad de
    la
    muerte».

    Creo en el poder del deseo respaldado por la fe, porque
    he visto cómo ese poder elevaba a hombres desde comienzos
    humildes a posiciones de poder y riqueza; lo he visto cómo
    saqueaba la tumba de sus víctimas; cómo
    servía de medio para que los hombres llevaran a cabo su
    rehabilitación después de haber fracasado en un
    centenar de formas distintas; lo he visto darle a mi propio hijo
    una vida normal, feliz y llena de éxito, a pesar de que la
    naturaleza lo enviase a este mundo sin oído.

    ¿Cómo se puede dominar y usar el poder del
    deseo? Eso queda explicado en este capítulo y los
    subsiguientes de este libro.

    Mediante algún extraño y poderoso
    principio de «química mental»
    que nunca ha divulgado, la naturaleza envuelve en el impulso del
    deseo ardiente «ese algo» que no reconoce la palabra
    «imposible», ni acepta el fracaso como
    realidad.

    NO HAY LIMITACIONES PARA LA MENTE EXCEPTO LAS QUE
    ACEPTAMOS

    LA POBREZA Y LA RIQUEZA SON VÁSTAGOS DEL
    PENSAMIENTO

    3 LA FE

    VISUALIZACIÓN Y CREENCIA EN LA
    CONSECUCIÓN DEL DESEO

    El segundo paso hacia la riqueza

    La fe es el elemento químico primordial de la
    mente. Cuando la fe se mezcla con el pensamiento, el
    subconsciente capta la vibración, la traduce en su
    equivalente espiritual, y la transmite a la Inteligencia
    Universal, como en el caso de la plegaria.

    Las emociones de la
    fe, el amor y el
    sexo son las
    más poderosas entre las principales emociones positivas.
    Cuando se mezclan las tres, tienen el efecto de
    «colorear» el pensamiento de tal manera que
    éste alcanza al momento el subconsciente, y allí se
    transforma en su equivalente espiritual, la forma singular que
    induce una respuesta de la Inteligencia Infinita.

    CÓMO ACRECENTAR LA FE

    Tenemos un planteamiento que le ayudará a
    comprender mejor la importancia que el principio de
    autosugestión asume en la transmutación del deseo
    en su equivalente físico o monetario: la fe es un estado
    mental que se puede inducir, o crear, con la afirmación o
    con las repetidas instrucciones al subconsciente, a través
    del principio de autosugestión.

    Como ejemplo, considere el propósito por el que
    presumiblemente usted está leyendo este libro. El objetivo
    es, por supuesto, adquirir la capacidad de transmutar el
    pensamiento intangible del impulso del deseo en su contrapartida
    física, el dinero. Al llevar a cabo las instrucciones
    descritas en los capítulos sobre la autosugestión y
    el subconsciente, resumidas en el capítulo de la
    autosugestión, usted puede convencer al subconsciente de
    que cree que recibirá lo que está pidiendo,
    y ello actuará en esa creencia, que su subconsciente le
    devolverá en forma de «fe», acompañada
    de planes precisos para procurar eso que usted desea.

    La fe es un estado mental que usted puede incrementar a
    voluntad, una vez que haya dominado los trece principios, porque
    se trata de un estado mental que crece voluntariamente, a
    través de la aplicación de esos
    principios.

    La repetición de la afirmación de
    órdenes a su subconsciente es el único
    método conocido del crecimiento voluntario de la
    emoción de la fe.

    Quizás el concepto le quede más claro con
    la siguiente explicación de la forma en que los hombres, a
    veces, se convierten en criminales. Para decirlo con las palabras
    de un famoso criminólogo, «Cuando los hombres entran
    por primera vez en contacto con el crimen, éste les
    repugna. Si siguen en contacto con él durante algún
    tiempo, se acostumbran, y lo toleran. Y si permanecen en contacto
    con el crimen durante el tiempo suficiente, acaban por aceptarlo
    y se dejan influir por él». Es el equivalente de
    decir que cualquier impulso de pensamiento que sea repetidamente
    encauzado hacia el subconsciente resulta aceptado e influye en el
    subconsciente, que procede a traducir ese impulso en su
    equivalente físico por el procedimiento
    más práctico que halle disponible.

    En relación con esto, vuelva a considerar la
    proposición de que todos los pensamientos que han sido
    «emocionalizados»
    (cargados emocionalmente) y
    mezclados con la fe empiezan inmediatamente a traducirse
    en su equivalente física o en su contrapartida. Las
    emociones, o la porción «sentimental.» de los
    pensamientos, son los factores que dan vitalidad y acción
    a éstos. Mezcladas con cualquier impulso de pensamiento,
    las emociones de la fe, el amor y el sexo le añaden
    más energía de la que tendría por sí
    sola.

    No sólo los impulsos de pensamiento que se hayan
    mezclado con la fe, sino los que se mezclan con cualquiera de las
    emociones positivas, o de las negativas, pueden alcanzar el
    subconsciente, e influir en él.

    NADIE ESTÁ «CONDENADO» A LA MALA
    SUERTE

    A partir de esta afirmación, usted
    comprenderá que el subconsciente traducirá. en su
    equivalente físico un impulso de pensamiento de naturaleza
    negativa o destructiva con tanta facilidad como actuaría
    con pensamientos de naturaleza positiva o constructiva. Esto
    explica el extraño fenómeno que millones de
    personas experimentan, denominado «infortunio» o
    «mala suerte».

    Hay millones de personas que se creen
    «condenadas» a la pobreza y al fracaso, por culpa de
    alguna fuerza extraña que creen no poder controlar. Ellos
    son los creadores de su propio «infortunio», a causa
    de esta creencia negativa, que su subconsciente adopta y traduce
    en su equivalente físico.

    Este es un momento apropiado para sugerirle de nuevo que
    usted puede beneficiarse, transmitiendo a su subconsciente
    cualquier deseo que quiera traducir en su equivalente
    físico o monetario, en un estado de esperanza o
    convicción de que la transmutación tendrá
    lugar. Su convicción, o su fe, es el elemento que
    determina la acción de su subconsciente. No hay nada que
    le impida «embaucar» a su subconsciente al darle
    instrucciones a través de la autosugestión, tal
    como yo «engañé» al subconsciente de mi
    hijo.

    Para llevar a cabo este «engaño» de
    manera más realista, cuando se dirija a su subconsciente,
    compórtese tal como lo haría si ya estuviera en
    posesión del objeto material que está
    pidiendo.

    Su subconsciente traducirá en su equivalente
    físico, por el medio más práctico y directo,
    cualquier orden que se le dé en un estado de
    convicción o de fe en que la orden se llevará a
    cabo. Sin duda, se ha dicho bastante para señalar un punto
    de partida desde el cual uno puede, mediante la
    experimentación y la práctica, adquirir la
    capacidad de mezclar la fe con cualquier orden que se le
    dé al subconsciente. La perfección surgirá a
    través de la Práctica. No puede aparecer por
    el mero hecho de leer las instrucciones.

    Es esencial para usted que estimule sus emociones
    positivas
    como fuerzas dominantes de su mente, y quite
    importancia y elimine las emociones negativas.

    Una mente dominada por emociones positivas se convierte
    en una morada favorable para el estado mental conocido como fe.
    Una mente así dominada puede, voluntariamente, darle al
    subconsciente instrucciones que éste aceptará y
    ejecutará de inmediato.

    LA FE ES UN ESTADO MENTAL QUE SE PUEDE INDUCIR
    MEDIANTE LA AUTOSUGESTIÓN

    Durante todas las épocas, las religiones han exhortado a
    la humanidad en conflicto a
    «tener fe» en este o aquel dogma o credo, pero no han
    logrado explicar a las multitudes cómo tener fe. No han
    afirmado que «la fe es un estado mental que se puede
    inducir mediante la autosugestión».

    En un lenguaje que
    cualquier ser humano normal podrá entender, describiremos
    todo lo que se sabe sobre el principio mediante el cual la fe
    puede aparecer donde ya no existe.

    Tenga fe en usted; fe en el infinito. Antes de empezar,
    debería recordar que: ¡La fe es el «elixir
    eterno» que da vida, poder y acción al impulso del
    pensamiento!

    Merece la pena leer el enunciado anterior una segunda
    vez, y una tercera, y una cuarta. ¡Merece la pena leerlo en
    voz alta!

    ¡La fe es el punto inicial de toda
    acumulación de riquezas!

    ¡La fe es la base de todos los
    «milagros» y de todos los misterios que no se pueden
    analizar con los parámetros de la
    ciencia!

    ¡La fe es el único antídoto conocido contra el
    fracaso!

    ¡La fe es el elemento, el «componente
    químico» que, combinado con la plegaria, nos
    proporciona comunicación directa con la Inteligencia
    Infinita!

    ¡La fe es el elemento que transforma la
    vibración ordinaria del pensamiento, creada por la mente
    finita del hombre, en su equivalente espiritual!

    ¡La fe es el único agente a través
    del cual el hombre
    puede dominar la fuerza de la Inteligencia Infinita, y
    usarla!

    LA MAGIA DE LA AUTOSUGESTIÓN

    La prueba es simple y fácil de demostrar. Va
    ligada al principio de autosugestión. Por lo tanto,
    centremos la atención en el tema de la
    autosugestión, para descubrir qué es y lo que se
    puede alcanzar con ella.

    Se sabe que uno llega, finalmente, a creer cualquier
    cosa que se repita a sí mismo, sea la afirmación
    verdadera o falsa. Si un hombre repite una mentira una y otra
    vez, con el tiempo aceptará esa mentira como algo cierto.
    Más aún, creerá que es cierta. Todo hombre
    es lo que es a causa de los pensamientos dominantes que él
    permite que ocupen su mente. Los pensamientos que un hombre
    adopta deliberadamente, y que anima con entusiasmo, y con los que
    combina una emoción o más, ¡constituyen las
    fuerzas motivadoras que dirigen y controlan cada uno de sus
    movimientos, actos y hazañas!

    Aquí tenemos el enunciado de una verdad muy
    importante:

    Los pensamientos combinados con cualquiera de las
    emociones constituyen una fuerza «magnética»
    que atrae otros pensamientos similares o
    relacionados.

    Un pensamiento así «magnetizado» con
    la emoción se puede comparar con una semilla que, cuando
    es plantada en terreno fértil, germina, crece y se
    multiplica una y otra vez, hasta que aquello que en un principio
    fue una semillita ¡se convierte en innumerables millones de
    semillas de la misma clase! La mente humana está
    constantemente atrayendo vibraciones que armonicen con aquella
    que la domina. Cualquier idea, plan, pensamiento o
    propósito que uno abrigue atrae infinidad de ideas afines,
    adhiere estas ideas a su propia fuerza, y crece hasta convertirse
    en el propósito maestro que domina y motiva al individuo en
    cuya mente se ha alojado.

    Volvamos ahora al punto inicial, para informarnos de
    cómo se puede plantar en la mente la semilla original de
    una idea. La información es fácil de en tender:
    cualquier idea, plan o propósito se puede injertar en la
    mente mediante la repetición del pensamiento. Por
    eso le damos instrucciones para que ponga por escrito un
    planteamiento de su propósito principal, u objetivo
    primordial y preciso, lo memorice y lo repita en voz alta todos
    los días, hasta que las vibraciones auditivas hayan
    alcanzado su subconsciente. Decídase a dejar de lado las
    influencias de todo ambiente
    desfavorable para construir su propia vida a medida. Al hacer un
    inventario de
    sus recursos y capacidades mentales, quizá usted descubra
    que su mayor debilidad sea su falta de confianza en sí
    mismo. Esta desventaja puede ser superada, y la timidez
    transformada en coraje a través de la ayuda que el
    principio de la autosugestión proporciona. La
    aplicación de este principio puede ejecutarse mediante la
    sencilla enunciación de los impulsos de pensamiento
    puestos por escrito, memorizados y repetidos hasta que lleguen a
    formar parte del instrumental del que la facultad inconsciente de
    su mente disponga.

    FÓRMULA DE LA CONFIANZA EN UNO
    MISMO

    Primero: sé que tengo la capacidad de alcanzar el
    objeto del propósito definido de mi vida; por lo tanto,
    exijo de mí mismo acción perseverante y
    continua hasta conseguirlo, y aquí y ahora prometo
    ejecutar tal acción.

    Segundo: me doy cuenta de que los pensamientos
    dominantes de mi mente se reproducirán con el paso del
    tiempo en actos externos y físicos para transformarse en
    una realidad física; por lo tanto, concentraré mis
    pensamientos durante treinta minutos cada día en la tarea
    de pensar en la persona en que me propongo convertirme, creando
    de este modo una imagen mental
    clara.

    Tercero: sé que, mediante el principio de la
    autosugestión, cualquier deseo que abrigue con
    perseverancia buscará expresarse a través de
    ciertos medios prácticos para obtener el objeto que haya
    tras él; por lo tanto, dedicaré diez minutos cada
    día a pedirme el incremento de la confianza en
    mí mismo.

    Cuarto: he escrito con claridad una descripción
    del objetivo primordial de mi vida, y nunca dejaré
    de esforzarme, hasta que haya conseguido la suficiente confianza
    en mí mismo para alcanzarlo.

    Quinto: comprendo con claridad que no hay riqueza ni
    posición que pueda durar mucho tiempo, a menos que se haya
    formado sobre la lealtad y la justicia; por
    lo tanto, no me comprometeré en ninguna transacción
    que no beneficie a todos a los que afecte. Tendré
    éxito atrayendo hacia mí las fuerzas que deseo
    emplear, y la cooperación de otras personas.
    Induciré a otros a servirme, por obra de mi
    disposición de servir a otros. Eliminaré el
    desprecio, la envidia, los celos, el egoísmo y el cinismo
    y cultivaré el amor por toda la humanidad, porque
    sé que una actitud negativa hacia los demás nunca
    me dará el éxito. Haré que los demás
    crean en mí, porque yo creeré en ellos y en
    mí mismo. Firmaré esta fórmula con mi
    nombre, la memorizaré y la repetiré en voz alta una
    vez cada día, con la fe absoluta de que influirá
    gradualmente en mis pensamientos y mis actos para que yo me
    convierta en una persona que confía en sí misma y
    que goza del privilegio del éxito.

    Tras esta fórmula hay una ley de la
    naturaleza que ningún hombre ha sido todavía capaz
    de explicar. El nombre por el que dicha ley se conoce tiene poca
    importancia. Lo que importa de ella es que… FUNCIONA, para la
    gloria y el progreso de la especie humana, si es usada de
    forma constructiva. Por otra parte, si se la usa
    destructivamente, destruirá con la misma facilidad. En
    esta afirmación podemos encontrar una verdad muy
    importante: quienes se hunden en la frustración y acaban
    su vida en la pobreza, la miseria y la angustia lo hacen a causa
    de la aplicación negativa del principio de la
    autosugestión. La causa se puede encontrar en el hecho de
    que todos los impulsos de pensamiento tienen tendencia a vestirse
    de su equivalente físico.

    EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO

    El subconsciente no distingue entre impulsos de
    pensamiento positivos o negativos. Trabaja con el material que le
    suministramos, a través de nuestros impulsos de
    pensamiento. El subconsciente traducirá en algo real un
    pensamiento regido por el miedo con tanta facilidad como
    transformaría en realidad un pensamiento regido por el
    coraje, o por la fe.

    Tal como la electricidad hace girar las ruedas de la
    industria, y
    rinde servicios útiles si se la emplea

    correctamente, o acaba con la vida si se hace mal uso de
    ella, así, la ley de la autosugestión nos
    conducirá a la paz y la prosperidad o nos
    arrastrará hacia el valle de la miseria, el fracaso
    y la muerte, de
    acuerdo con el grado de comprensión y aplicación
    que tengamos de ella.

    Si uno se llena la cabeza de miedos, dudas y
    desconfianza en su capacidad para conectar y usar la fuerza de la
    Inteligencia Infinita, la ley de la autosugestión
    adoptará ese espíritu de desconfianza y lo
    usará como patrón mediante el cual el subconsciente
    lo traducirá en su equivalente físico.

    Así como el viento arrastra una nave hacia el
    Este y otra hacia el Oeste, usted será elevado o hundido
    por la ley de la autosugestión de acuerdo con la manera
    en, que usted oriente las velas de su
    pensamiento.

    La ley de la autosugestión, que puede elevar a
    cualquier persona a niveles asombrosos de realización,
    queda bien descrita en los siguientes versos.

    Si piensas que estás vencido, lo
    estás.

    Si piensas que no te atreves, así
    es.

    Si te gusta ganar, pero piensas que no puedes,
    es casi seguro: no ganarás.

    Si piensas que perderás, estás perdido,
    pues el mundo nos enseña que el éxito empieza en la
    voluntad del hombre… Todo está en el
    estado de
    ánimo.

    Si piensas que eres superior, lo eres.

    Has tenido que pensar alto para ascender. Has
    tenido que
    estar seguro de ti mismo antes de
    ganar

    ningún premio.

    Las batallas de la vida no siempre favorecen al
    hombre más fuerte o al más rápido, pero
    tarde o

    temprano el hombre que gana es el hombre que PIENSA
    QUE PUEDE!

    Observe las palabras que se han destacado, y
    captará el profundo significado que el poeta
    expresa.

    ¿QUÉ GENIO YACE DORMIDO EN SU
    CEREBRO?

    En algún rincón de su carácter está latente, dormida, la
    semilla de la realización que, si germinara y se pusiera
    en acción, lo elevaría a niveles que tal vez usted
    nunca soñó alcanzar. Así como un virtuoso
    puede arrancar las melodías más hermosas de las
    cuerdas de su violín, usted puede despertar al genio que
    yace dormido en su mente, y hacer que lo conduzca hacia arriba,
    hacia cualquier objetivo que desee alcanzar.

    Abraham Lincoln fue un fracasado en todo lo que
    intentó…, hasta después de haber alcanzado los
    cuarenta años. Fue un Don Nadie, de Ninguna Parte, hasta
    que una gran experiencia entró en su vida y
    despertó al genio dormido que había en su
    corazón y en su cerebro, para darle al mundo uno de sus
    hombres realmente grandes. Esa «experiencia» estaba
    combinada con las emociones de la aflicción y el amor. Le
    aconteció a través de Ann Rutledge, la única
    mujer a quien él amó realmente.

    Es sabido que la emoción del amor está
    ligada al estado de ánimo conocido como la fe, y esto se
    debe que el amor se aproxima mucho a traducir los impulsos de
    pensamiento propios en su equivalente espiritual.

    Durante su labor de investigación, el autor ha
    descubierto, a partir del análisis de la vida y obra y realizaciones
    de centenares de hombres de posiciones destacadas, que
    detrás de casi cada uno de ellos existía la
    influencia del amor de una mujer.

    Si quiere pruebas del poder de la fe, examine las
    realizaciones de los hombres y mujeres que se han valido de ella.
    Jesús, el Nazareno, encabeza la lista.

    La base de la cristiandad es la fe, con independencia de
    cuántas personas hayan falseado o malinterpretado el
    significado de esa gran fuerza. La esencia de las
    enseñanzas y de las realizaciones de Cristo, que pueden
    haberse interpretado como «milagros», son nada
    más y nada menos que fe. Si hay fenómenos
    «milagrosos», ¡se producen sólo a
    través del estado mental conocido como la fe!

    Consideremos el poder de la fe, tal como nos la
    mostró un hombre bien conocido por toda la humanidad: el
    Mahatma
    Gandhi, de la India. En este
    hombre, el mundo tuvo uno de los ejemplos más
    sorprendentes de las posibilidades de la fe que conozca la
    humanidad. Gandhi ostentó más poder potencial que
    ningún otro de sus contemporáneos, y ello a pesar
    del hecho de que no contó con ninguna de las herramientas
    ortodoxas del poder, tales como dinero, barcos de guerra,
    soldados ni material bélico. Gandhi no tenía
    dinero, ni casa, ni siquiera ropas, pero tenía poder.
    ¿Cómo lo obtuvo? Lo creó a partir de su
    comprensión del principio de la fe, y mediante su
    capacidad para trasplantar esa fe al espíritu de
    doscientos millones de personas.

    Gandhi consiguió la sorprendente proeza de
    influir en doscientos millones de mentes para formar un
    conglomerado humano que se moviese al unísono, como un
    solo hombre.

    ¿Qué otra fuerza de este mundo, aparte de
    la fe, puede lograr tanto?

    CÓMO UNA IDEA CONSTRUYÓ UNA
    FORTUNA

    Debido a la necesidad de la fe y de la
    cooperación en el funcionamiento de los negocios y de la
    industria, será tan interesante como provechoso analizar
    un suceso que nos proporciona un excelente ejemplo para la
    comprensión del método por el cual los
    individualistas y los hombres de negocios acumulan grandes
    fortunas al dar antes de intentar obtener. El suceso elegido para
    este ejemplo data de comienzos de siglo, cuando se estaba
    formando la United States Steel Corporation (Corporación
    del Acero de Estados
    Unidos). A medida que lea la historia, tenga presente esos hechos
    fundamentales, y comprenderá cómo las ideas se han
    convertido en fortunas inmensas.

    Si usted es de los que se han preguntado a menudo
    cómo se han acumulado las grandes fortunas, esta historia
    de la creación de la United States Steel Corporation le
    resultará esclarecedora. Si tiene alguna duda de que los
    hombres pueden pensar y hacerse ricos, esta historia
    disipará esa duda, porque usted podrá ver con
    claridad en la historia de la United States Steel Corporation la
    aplicación de una porción importante de los
    principios que se describen en este libro.

    El asombroso relato del poder de una idea ha sido
    escrito de forma espectacular por John Lowell, del New York
    World-Telegram, y
    la transcribimos con su
    cortesía:

    UN BONITO DISCURSO DE SOBREMESA POR MIL MILLONES DE
    DÓLARES

    Aquella noche del 12 de diciembre de 1900, en la que
    unos ochenta miembros de la sociedad
    financiera se reunieron en el salón de banquetes del
    University Club, en la Quinta Avenida, para hacer los honores a
    un hombre joven del Oeste de Estados Unidos, ni media docena de
    los invitados supuso que estaban a punto de presenciar el
    episodio más importante de la historia de la industria
    estadounidense.

    J. Edward Simmons y Charles Stewart Smith, llenos de
    gratitud por la pródiga hospitalidad con que Charles M.
    Schwab les había regalado durante una reciente visita a
    Pittsburgh, habían organizado la cena para presentar a
    aquel empresario del
    acero de treinta y ocho años a la sociedad de banqueros
    del Este de Estados Unidos. Pero no esperaban que magnetizara de
    tal modo la convención. De hecho, le advirtieron que los
    corazones que rellenaban las camisas de Nueva York no
    reaccionarían a la oratoria, y
    que si no quería aburrir a los Stilman y los Harriman y
    los Vanderbilt, sería mejor que se limitara a quince o
    veinte minutos de intrascendencias amables, pero nada más.
    Incluso John Pierpoint Morgan, sentado a la derecha de Schwab,
    como indicaba su dignidad
    imperial, se contentó con agradecer muy breve mente su
    presencia en la mesa del banquete. Y en lo que se refería
    a la prensa y al
    público, todo el asunto presentaba tan poco interés
    que los periódicos del día siguiente ni lo
    mencionaron.

    De manera que los dos anfitriones y sus distinguidos
    invitados probaron los habituales siete u ocho platos. Hubo poca
    conversación y, versara sobre lo que versase, fue parca y
    discreta. Aunque algunos de los banqueros y agentes de Bolsa
    habían visto antes a Schwab, cuya carrera había
    florecido en los Bancos de
    Monongahela, ninguno lo conocía bien. Pero, antes de que
    la velada acabara, ellos y «Money Master Morgan»
    quedarían admirados, y un bebé de mil millones de
    dólares, la United States Steel Corporation,
    nacería allí.

    Quizá sea una lástima para la historia que
    no se haya hecho ninguna grabación del discurso de Charlie
    Schwab en aquella cena.

    Sin embargo, tal vez se tratara de un discurso
    «casero», con incorrecciones gramaticales (pues los
    perfeccionismos del lenguaje nunca le interesaron a Schwab),
    lleno de refranes y compaginado con ingenio. Pero, aparte de eso,
    obtuvo una fuerza y un efecto impresionantes sobre los cinco mil
    millones de dólares de capital estimado que los comensales
    representaban. Cuando terminó, y la reunión vibraba
    todavía con sus palabras, aunque Schwab había
    hablado durante noventa minutos, Morgan condujo al orador a una
    ventana apartada donde, balanceando las piernas en un alto e
    incómodo asiento, hablaron durante una hora más. La
    magia de la
    personalidad de Schwab se había puesto en
    acción con toda su potencia, pero lo
    más importante y perdurable fue el pro grama detallado y
    explícito que presentó para el engrandecimiento del
    acero. Muchos otros hombres habían tratado de interesar a
    Morgan en montar juntos un trust del acero a partir de
    combinaciones con empresas de pastelería, cables y flejes,
    azúcar,
    goma, whisky, aceite o goma
    de mascar. John W. Gates, el apostador, lo había urgido a
    hacerlo, pero Morgan no había confiado en él. Los
    hermanos Moore, Bill y Jim, mayoristas de Chicago que
    habían fusionado una fosforera y una corporación de
    galletitas, habían tratado de convencerlo, fracasando en
    su intento. Elbert H. Gary, el sacrosanto abogado del Estado,
    quiso atraerlo a su terreno, mas no llegó a ser lo
    bastante grande como para impresionarlo. Hasta que la elocuencia
    de Schwab elevó a J. P. Morgan a las alturas desde donde
    pudo visualizar los sólidos resultados del proyecto
    financiero más atrevido que se hubiera concebido nunca, la
    idea era considerada un delirante sueño de especuladores
    ingenuos.

    El magnetismo
    financiero que, hace una generación, empezó a
    atraer miles de compañías pequeñas y a veces
    ineficazmente dirigidas a combinaciones más .grandes y
    competitivas, se ha vuelto operativo en el mundo del acero
    gracias a los artilugios de aquel jovial pirata de los negocios,
    John W. Gates. Este había formado ya la American Steel and
    Wire Company con una cadena de pequeñas empresas, y junto
    con Morgan había creado la Federal Steel
    Company.

    Pero al lado del gigantesco trust vertical de Andrew
    Carnegie, dirigido por sus cincuenta y tres accionistas, esas
    otras combinaciones resultaban insignificantes. Podían
    combinarse como mejor les pareciese, pero ni todas juntas
    harían mella en la organización de Carnegie, y
    Morgan lo sabía.

    El viejo escocés excéntrico también
    lo sabía. Desde las majestuosas alturas de Skibo Castle
    había visto, primero divertido y luego con resentimiento,
    los intentos de las pequeñas compañías de
    Morgan entremetiéndose en sus negocios. Cuando esos
    intentos se tornaron demasiado importantes, el mal genio de
    Carnegie se convirtió en ira y en deseos de venganza.
    Decidió duplicar cada fábrica suya por cada una que
    sus rivales poseyeran. Hasta entonces no había tenido
    interés en cables, tubos, flejes ni planchas. En cambio,
    se contentaba con venderle el acero en bruto a esas
    compañías y las dejaba que trabajaran en la
    especialización que quisieran. Ahora, con Schwab como jefe
    y lugarteniente capaz, planeaba arrinconar a sus enemigos contra
    la pared.

    Así fue como Morgan vio la solución a su
    problema de combinaciones en el discurso de Charles M. Schwab. Un
    trust sin Carnegie, el gigante, no sería ningún
    trust, sino un pastel de ciruelas sin ciruelas. El discurso de
    Schwab de aquella noche del 12 de diciembre de 1900 aportó
    la sugerencia, que no la solicitud, de que el vasto imperio
    Carnegie podía llegar a estar bajo la sombra de Morgan.
    Habló del futuro mundial del acero, de
    reorganización en aras de la eficiencia, de
    especialización, de deshacerse de compañías
    improductivas, de la concentración del esfuerzo en las
    propiedades florecientes, de ahorros en el tráfico de
    mineral bruto, de ahorros en los departamentos directivos y
    administrativos, de captar mercados
    extranjeros.

    Más que todo eso, les dijo a los bucaneros que
    había entre ellos dónde estaban los errores de su
    piratería habitual. Sus propósitos,
    suponía él, habían sido crear monopolios,
    aumentar los precios y
    pagarse a sí mismos dividendos exagerados más
    allá de todo privilegio. Con su estilo campechano, Schwab
    condenó ese sistema. La estrechez de miras de semejante
    política,
    dijo a su auditorio, residía en el hecho de que
    restringía el mercado en un
    momento en que todo pugnaba por la expansión. Abaratando
    el coste del acero, explicó, se crearía un mercado
    expansivo; se idearían más usos para el acero y se
    captaría una parte considerable del mundo de la industria.
    En realidad, aunque él no lo supiese, Schwab era un
    apóstol de la moderna fabricación en
    serie.

    Así acabó la cena en el University Club.
    Morgan se fue a su casa, para pensar en las predicciones de
    progreso de Schwab. Schwab regresó a Pittsburgh, a dirigir
    el negocio siderúrgico para «Wee Andra
    Carnegie», mientras Gary y todos los demás
    volvían a sus teletipos, para especular,
    anticipándose al próximo movimiento.

    No tardó mucho en suceder. A Morgan le
    llevó más o menos una semana digerir el
    festín de razonamientos que Schwab le había puesto
    delante. Cuando se aseguró de que no iba a sufrir ninguna
    «indigestión financiera», llamó a
    Schwab…, y se encontró con un hombre bastante reticente.
    Al señor Carnegie, le dijo Schwab, quizá no le
    alegrara mucho descubrir que el presidente de su conglomerado de
    empresas había estado coqueteando con el emperador de Wall
    Street, el barrio que Carnegie había resuelto no pisar
    jamás. Entonces John W. Gates, que hacía de
    intermediario entre Morgan y Schwab, sugirió que si Schwab
    estuviera casualmente de paso por el Belle Vue Hotel, de Filadelfia, J. P. Morgan
    podía «coincidir» con él en el mismo
    sitio. Sin embargo, cuando Schwab llegó, Morgan se hallaba
    enfermo en su casa de Nueva York, y, presionado por el hombre
    mayor, Schwab viajó a Nueva York y se presentó ante
    la puerta de la biblioteca del
    financiero.

    En la actualidad, ciertos historiadores de la economía han
    expresado la sospecha de que esta historia, desde el principio al
    fin, fue planificada por Andrew Carnegie, que la cena en honor de
    Schwab, el célebre discurso, la reunión del domingo
    por la noche entre Schwab y el rey del dinero fueron sucesos que
    el sagaz escocés había preparado de antemano. La
    verdad es precisamente todo lo contrario. Cuando Schwab fue
    llamado a cerrar el trato, ni siquiera sabía si el
    «jefecito», como llamaban a Andrew, prestaría
    atención a una oferta de
    vender, en particular a un grupo de hombres a quienes Andrew
    consideraba dotados de algo menos que la beatitud. Pero Schwab
    acudió a la reunión con seis hojas escritas de su
    puño y letra, llenas de datos que,
    según él, representaban el valor físico y
    potencial de rendimiento de cada compañía
    metalúrgica que él consideraba una estrella
    esencial en el nuevo firmamento del metal.

    Cuatro hombres sopesaron esos esquemas durante toda la
    noche. El jefe, por supuesto, era Morgan, firme en su credo del
    derecho divino del dinero. Con él estaba su socio
    aristocrático, Robert Bacon, un erudito y un caballero. El
    tercero era John W. Gates, a quien Morgan tachaba de apostador y
    utilizaba como herramienta. El cuarto era Schwab, que
    sabía más sobre el proceso de
    elaborar y vender acero que cualquier grupo de hombres de su
    época. A lo largo de aquella conferencia, los
    esquemas del hombre de Pittsburgh no se cuestionaron nunca. Si
    él decía que una compañía
    valía tanto, así era, y punto. También
    insistió en incluir en la combinación sólo
    las empresas que él tenía nominadas. Había
    concebido una corporación sin dobleces, donde ni siquiera
    quedaba lugar para satisfacer la codicia de amigos que deseaban
    descargar sus compañías sobre los anchos hombros de
    Morgan. Al amanecer, Morgan se puso de pie y se desperezó.
    Sólo quedaba un asunto pendiente. -¿Cree que puede
    persuadir a Andrew Carnegie de vender?
    -preguntó.

    -Puedo intentarlo -repuso Schwab.

    -Si usted consigue que venda, me comprometeré en
    todo este asunto -aseguró Morgan. Hasta allí todo
    iba bien. Pero ¿vendería Carnegie?
    ¿Cuánto pediría? (Schwab pensaba en unos 320
    millones de dólares.) ¿Cómo se
    efectuaría el pago? ¿En acciones
    ordinarias o preferentes? ¿En bonos? ¿En
    efectivo? Nadie podía reunir trescientos veinte millones
    de dólares en efectivo. En enero acudieron a un partido de
    golf en los helados prados de St. Andrews, en Westchester, Andrew
    envuelto en jerséis, bien abrigado, y Charlie conversando
    de trivialidades, para ejercitar el buen humor. Pero no se
    pronunció ni una palabra sobre negocios hasta que la
    pareja se sentó en la cálida sala de la
    cabaña que Carnegie poseía cerca de allí.
    Entonces, con el mismo poder de convicción con que
    había hipnotizado a ochenta millonarios en el University
    Club, Schwab dejó caer rutilantes promesas de retiro y
    comodidad, de los innumerables millones que satisfarían
    los caprichos sociales del viejo escocés. Carnegie estuvo
    de acuerdo, escribió algo en un trozo de papel y
    dijo:

    -Muy bien, venderemos por este precio.

    La cifra era de unos 400 millones de dólares y
    surgió a partir de los 320 millones que Schwab
    había previsto como precio básico,
    añadiéndole 80 millones para recuperar el valor
    aumentado sobre el capital previsto durante los últimos
    dos años. Más tarde, en la cubierta de un
    transatlántico, el escocés le decía
    arrepentido a Morgan: -Ojalá te hubiera pedido cien
    millones más. -Si me los hubieras pedido, te los hubiese
    dado -le respondió Morgan, amable.

    Hubo cierto alboroto, por supuesto. Un corresponsal
    británico envió un cable diciendo que el mundo del
    acero extranjero estaba «aterrado» ante la gigantesca
    corporación. El presidente Hadley, de Yale, declaró
    que a menos que se regulasen los trusts, el país
    tendría «un emperador en Washington durante los
    próximos veinticinco años». Pero ese
    hábil agente de Bolsa que Keene era se aplicó a su
    trabajo de impulsar tan vigorosamente las nuevas acciones hacia
    el público, que todo el exceso de liquidez, estimado por
    algunos en cerca de 600 millones de dólares, fue absorbido
    en un abrir y cerrar de ojos. De manera que Carnegie obtuvo sus
    millones; el sindicato de
    Morgan consiguió 62 millones por todos sus
    «problemas», y todos los «muchachos»,
    desde Gates a Gary, también ganaron sus millones. Schwab,
    de 38 años, obtuvo su recompensa. Fue nombrado presidente
    de la nueva corporación, y ostentó el cargo hasta
    1930.

    LA RIQUEZA EMPIEZA CON UNA IDEA

    La impresionante historia del gran negocio que usted
    acaba de leer es un ejemplo perfecto del método por el
    cual el deseo puede transmutarse en su equivalente físico.
    Esa gigantesca organización se creó en la
    imaginación de un hombre. El plan por el que le
    proporcionaban a la organización hornos de acero que
    aportaban su estabilidad financiera se creó en la mente de
    la misma persona. Su fe, su deseo, su imaginación, su
    perseverancia fueron los verdaderos ingredientes esenciales que
    conformaron la United States Steel Corporation. Los hornos y los
    equipos mecánicos adquiridos por la empresa,
    después de haber surgido a la existencia legal, fueron
    incidentales, pero un análisis cuidadoso revelará
    el hecho de que el valor aumentado de las propiedades adquiridas
    por la corporación se incrementó en unos
    seiscientos millones de dólares, por la mera
    transacción que los consolidaba bajo una misma gerencia. En
    otras palabras, la idea de Charles M. Schwab, sumada a la fe con
    la que contagió a J. P. Morgan y a los demás,
    había dado unos beneficios de unos seiscientos millones de
    dólares. ¡No es una suma insignificante por una sola
    idea! La United States Steel Corporation prosperó hasta
    convertirse en una de las empresas más rica y poderosas de
    Estados Unidos, dando empleo a miles
    de personas, desarrollando nuevas aplicaciones para el acero, y
    abriendo nuevos mercados, demostrando de ese modo que los
    seiscientos millones de beneficio que la idea de Schwab produjo
    estaban bien merecidos.

    ¡La riqueza empieza a partir de una
    idea!

    La cantidad está limitada sólo por la
    persona en cuya mente esa idea se pone en movimiento.. ¡La
    fe elimina las limitaciones! Cuando esté preparado para
    negociarle a la vida lo que usted desee, recuerde: usted es el
    que pone el precio por obtener lo que quiere.

    4 LA AUTOSUGESTIÓN (1)

    EL VEHÍCULO PARA INFLUIR EN EL SUBCONSCIENTE.
    -VEA Y SIENTA EL DINERO EN SUS MANOS. -CÓMO REFORZAR SUS
    PODERES DE CONCENTRACIÓN. -SEIS PASOS PARA ESTIMULAR SU
    SUBCONSCIENTE. -EL SECRETO DEL PODER DE LA MENTE

    5 EL
    CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO
    (1)

    EXPERIENCIAS PERSONALES U OBSERVACIONES. -EL
    «IGNORANTE» QUE AMASÓ UNA FORTUNA. -USTED
    PUEDE OBTENER TODO EL CONOCIMIENTO QUE NECESITE. -CONVIENE SABER
    CÓMO OBTENER CONOCIMIENTOS. -UNA LECCIÓN DE UNA
    AGENCIA DE COBROS. -EL CAMINO HACIA EL CONOCIMIENTO
    ESPECIALIZADO. -UNA IDEA SENCILLA QUE DIO RESULTADO. -NO HAY POR
    QUÉ EMPEZAR DESDE ABAJO. –

    HAGA QUE EL TRABAJO INSATISFACTORIO FUNCIONE A SU FAVOR.
    -SUS SOCIOS PUEDEN SER INAPRECIABLES. -HAGA QUE SUS IDEAS RINDAN
    BENEFICIOS POR MEDIO DEL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO

    6 LA
    IMAGINACIÓN
    (1)

    EL TALLER DE LA MENTE. -DOS FORMAS DE
    IMAGINACIÓN. -EJERCITE SU IMAGINACIÓN. -LAS
    LEYES QUE
    CONDUCEN A LA FORTUNA. -CÓMO HACER USO PRÁCTICO DE
    LA IMAGINACIÓN. -LA TETERA ENCANTADA. -QUÉ
    HARÍA YO SI TUVIESE UN MILLÓN DE DÓLARES.
    -CÓMO TRANSMUTAR LAS IDEAS EN DINERO EFECTIVO

    7 LA
    PLANIFICACIÓN ORGANIZADA
    (1)

    LA CRISTALIZACIÓN DEL DESEO EN ACCIÓN. -SI
    SU PRIMER PLAN FRACASA, ¡INTENTE OTRO!.
    -PLANIFICACIÓN DE LA VENTA DE SERVICIOS PERSONALES. -CASI
    TODOS LOS LÍDERES EMPIEZAN COMO SEGUIDORES. -LAS
    CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL LÍDER. -LAS DIEZ
    CAUSAS PRINCIPALES DEL FRACASO EN EL LIDERAZGO.
    -ALGUNOS CAMPOS FÉRTILES EN LOS QUE HABRÁ DEMANDA
    DE «NUEVOS LÍDERES». -CUÁNDO Y
    CÓMO SALIR EN BUSCA DE EMPLEO. -LA INFORMACIÓN QUE
    SE DEBE INCLUIR EN UN EXPEDIENTE ESCRITO. -CÓMO CONSEGUIR
    EL CARGO QUE DESEA. -LA NUEVA MANERA DE COMERCIALIZAR SERVICIOS.
    -¿CUÁL ES SU CIFRA DE CCE? -EL VALOR CAPITAL DE SUS
    SERVICIOS. -LAS TREINTA Y UNA CAUSAS PRINCIPALES DEL FRACASO.
    -¿CONOCE USTED SU PROPIO VALOR?. -HAGA UN INVENTARIO DE
    SÍ MISMO. -CUESTIONARIO
    DE AUTOANÁLISIS PARA EL INVENTARIO PERSONAL. -DÓNDE
    Y CÓMO SE PUEDEN ENCONTRAR OPORTUNIDADES DE ACUMULAR
    RIQUEZAS -EL «MILAGRO» QUE HA PROPORCIONADO ESTAS
    BENDICIONES. -EL CAPITAL ES LA PIEDRA ANGULAR DE NUESTRAS VIDAS.
    -SUS OPORTUNIDADES EN MEDIO DE LAS RIQUEZAS

    8
    DECISIÓN
    (1)

    EL DOMINIO DE LA DILACIÓN. -CONSEJOS SOBRE LA
    TOMA DE SUS PROPIAS DECISIONES. -LIBERTAD O
    MUERTE EN UNA DECISIÓN. -CINCUENTA Y SEIS QUE SE
    ARRIESGARON A LA HORCA. -ORGANIZACIÓN DE UN EQUIPO DE
    TRABAJO. -UNA DECISIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA. -LA
    DECISIÓN MAS TRASCENDENTAL JAMAS ESCRITA SOBRE PAPEL.
    -SEPA LO QUE QUIERE Y, EN GENERAL, LO
    CONSEGUIRÁ

    9
    PERSEVERANCIA
    (1)

    EL ESFUERZO SOSTENIDO NECESARIO PARA MOVER LA FE, -SU
    TEST DE
    PERSEVERANCIA. -¿TIENDE USTED A LA «CONCIENCIA DEL
    DINERO» O A LA «CONCIENCIA DE LA POBREZA»?.
    -CÓMO LIBRARSE DE LA INERCIA MENTAL. -ELÉVESE POR
    ENCIMA DE SUS FRACASOS. -USTED PUEDE ENTRENARSE PARA SER
    PERSEVERANTE. -HAGA SU PROPIO «INVENTARIO DE
    PERSEVERANCIA». -SI TEME LAS CRÍTICAS… -LA
    «CASUALIDAD» SE PUEDE HACER A MEDIDA. -CÓMO
    CULTIVAR LA PERSEVERANCIA. -CÓMO VENCER LAS DIFICULTADES.
    -EL ÚLTIMO GRAN PROFETA

    10 EL PODER DEL
    TRABAJO EN
    EQUIPO
    (1)

    LA FUERZA IMPULSORA. -GANE PODER POR MEDIO DE UN EQUIPO
    DE TRABAJO. -CÓMO MULTIPLICAR EL PODER DE SU CEREBRO. -EL
    PODER DE LAS EMOCIONES POSITIVAS

    11 EL MISTERIO DE LA
    TRANSMUTACIÓN DEL SEXO
    (1)

    RELACIÓN DE LOGRO EN NATURALEZAS SEXUALES MUY
    DESARROLLADAS. -LOS DIEZ ESTÍMULOS DE LA MENTE. -EL
    «GENIO» SE REALIZA A TRAVÉS DEL SEXTO SENTIDO,
    -DE DONDE SURGEN LOS «PRESENTIMIENTOS». –EL INCREMENTO DE LA CAPACIDAD
    CREATIVA. -CÓMO CONSIGUE UN INVENTOR SUS MEJORES IDEAS.
    -LOS MÉTODOS EMPLEADOS POR LOS GENIOS ESTÁN
    DISPONIBLES PARA USTED. -LA FUERZA IMPULSORA DEL SEXO. -POR
    QUÉ LOS HOMBRES RARA VEZ ALCANZAN EL ÉXITO ANTES DE
    LOS CUARENTA. -EL MAYOR DE LOS ESTIMULANTES DE LA MENTE. -EL
    ALMACÉN DEL MAGNETISMO PERSONAL. -FALSAS CREENCIAS DE QUE
    EL SEXO DAÑA LA PERSONALIDAD. -LOS AÑOS
    FRUCTÍFEROS DESPUÉS DE LOS CUARENTA. -LLAME A LA
    CENTRAL ELÉCTRICA DE SUS EMOCIONES. -QUIEN AMA DE VERAS
    NUNCA PUEDE PERDER POR COMPLETO. -RAZONES POR LAS QUE LA ESPOSA
    PUEDE ELEVAR O HUNDIR AL HOMBRE. -LA INUTILIDAD DE LA RIQUEZA SIN
    MUJERES

    12 EL
    SUBCONSCIENTE
    (1)

    EL ESLABÓN. -CÓMO ENERGETIZAR EL
    SUBCONSCIENTE PARA EL ESFUERZO CREATIVO. -HAGA QUE SUS EMOCIONES
    POSITIVAS TRABAJEN PARA USTED. -LAS SIETE GRANDES EMOCIONES
    POSITIVAS. -LAS SIETE GRANDES EMOCIONES NEGATIVAS (que deben
    evitarse). –
    EL SECRETO DE LA PLEGARIA EFICAZ

    13 EL
    CEREBRO
    (1)

    UNA ESTACIÓN RECEPTORA Y EMISORA PARA EL
    PENSAMIENTO. -LAS FUERZAS MAS GRANDES SON INTANGIBLES. -LA
    SORPRENDENTE HISTORIA DEL CEREBRO. -¿QUÉ ES LA
    «TELEPATÍA»?- -CÓMO REUNIR MENTES PARA
    UN TRABAJO EN EQUIPO

    14 EL SEXTO
    SENTIDO
    (1)

    LA PUERTA DEL TEMPLO DE LA SABIDURÍA. -MILAGROS
    DEL SEXTO SENTIDO. -DEJE QUE LOS GRANDES HOMBRES LE DEN FORMA A
    SU VIDA. -LA CONSTRUCCIÓN DEL CARÁCTER MEDIANTE LA
    AUTOSUGESTIÓN. -EL PASMOSO PODER DE LA IMAGINACIÓN.
    -RECURRA A LA FUENTE DE INSPIRACIÓN. -UNA FUERZA VIGOROSA
    DE CRECIMIENTO LENTO

    15 LOS SEIS FANTASMAS DEL
    TEMOR
    (1)

    LOS SEIS MIEDOS BÁSICOS. -EL TEMOR A LA POBREZA.
    -EL TEMOR MÁS DESTRUCTIVO. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA
    POBREZA. -EL DINERO HABLA. -EL TEMOR A LA CRÍTICA.
    -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA CRÍTICA. -EL TEMOR A LA
    ENFERMEDAD. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA ENFERMEDAD. -EL TEMOR
    A LA PÉRDIDA DEL AMOR. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA
    PÉRDIDA DEL AMOR. -EL TEMOR A LA VEJEZ.
    -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA VEJEZ. -EL TEMOR A LA MUERTE.
    -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA MUERTE. -LA PREOCUPACIÓN.
    -EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO. -EL TALLER DEL DIABLO.
    -CÓMO PROTEGERSE DE LAS INFLUENCIAS NEGATIVAS.
    -CUESTIONARIO DE AUTOANALISIS. -LA ÚNICA COSA SOBRE LA QUE
    USTED TIENE CONTROL ABSOLUTO.
    -CINCUENTA Y CINCO EXCUSAS FAMOSAS DEL VIEJO SI

    (1) Para ver el texto completo
    seleccione la opción "Descargar" del menú
    superior

    FIN

    * * *

    Enviado por:

    Jorge Castillo

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