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El utilitarismo negativo y el Estado social de Derecho




Enviado por humbertovelez



    A propósito de
    Adolfo León Gómez:

    Lúcido
    popperiano y liberal orgánico.

    En plena guerra
    fría hubo una ofensiva intelectual internacional
    orientada a reposicionar el pensamiento
    liberal y, sobre todo, a destacar su papel de fuente de
    inspiración de los Estados Nación
    en el manejo de las políticas
    públicas. Entre otros muchos, en ese empeño con
    luz propia
    brillaron K Popper y Hayeck. Esto no obstante, a estos dos
    intelectuales
    no se los puede encasillar en el mismo molde de doctrina política. No obstante
    su fe en el credo liberal, en dos asuntos importantes se
    distanciaron de notorio y notable modo. Primero, en el
    tratamiento dado a Marx y segundo,
    en la manera distinta como concibieron el papel de los actores en
    la construcción de lo social. De un lado,
    Popper, si se quiere, inauguró una línea de
    liberales no marxistas que en la versión de Bobbio se
    tradujo en "Ni con Marx ni contra Marx".(1) Dentro de otra
    vertiente de teoría
    sociológica, esa tradición apareció
    también en Castoriadis, duro y ácido y consiste
    crítico de los marxismos, cuando escribió: "Las
    reservas más fuertes, las críticas más
    radicales de Marx no anulan su importancia como pensador, ni la
    grandeza de su esfuerzo. Se seguirá reflexionando sobre
    Marx, incluso cuando se busque con dificultad los nombres
    de
    Hayeck y Fiedman en los diccionarios".
    "(2) Bastaría señalar que Popper manejó
    siempre la teoría de Marx como una teoría
    científica pero falseada. Por otra parte, es cierto que
    tanto en uno como en otro hubo una versión de
    individualismo metodológico (3), más radical en
    Hayeck que en Popper. En este, aunque las estructuras
    sociales son la consecuencia involuntaria de acciones
    individuales, sin embargo, la presencia de un actor como el
    Estado es
    básica para darle forma a lo social.

    Desde la filosofía
    política, de algún modo es ése el rescate en
    el que, con el rigor académico que siempre lo ha
    caracterizado, se embarca el manizaleño.

    Recién llegado yo de Chile, como
    politólogo de su Universidad
    central, conocí a Adolfo en 1970 cuando era Decano de la
    Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
    Caldas. En esa coyuntura los "azucenos" manizaleños
    estaban conmocionados pues, en su concepto, los
    marxistas se habían apoderado del gobierno de su
    "Alma
    Mater".Pues bien, los presumibles marxistas no era más que
    un grupo de
    liberales orgánicos y democráticos y abiertos. En
    su seno se destacaban el rector, el siquiatra Guillermo Arcila y
    el propio Adolfo. Me incorporaron a su equipo de trabajo, pero,
    más temprano que tarde, como al año, por
    "comunistas" los azucenos nos expulsaron de la Universidad y casi
    de la siempre adorada Manizales.

    Al revolcar ahora viejos papeles, me encuentro con este
    escrito del cronista Rodrigo Ramírez,
    (Laberinto, La Patria, Manizales, agosto3 de197)
    y, adicto a la historiografía, no me resisto a mantener
    oculto lo que entonces escribió sobre Adolfo León
    Gómez: "
    Dentro del grupo de profesores de la
    Universidad de Caldas que fueron destituidos de sus cargos
    sólo conozco a los profesores Humberto Vélez y
    Adolfo León Gómez. El profesor
    Adolfo León Gómez, fue en sus años de
    estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, un joven
    fregón, molestoso, petulante y hasta inoportuno, pero
    dotado de una grande inteligencia,
    que le hizo invivible la vida al decano de aquellos años
    que lo era – vive Dios!-el que estos apuntes escribe.
    Gómez comprobó más tarde la calidad de su
    intelecto en la Universidad de Lovaina, que le otorgó
    grados y honores. Posteriormente regresó al país y
    ocupó a su vez la decanatura de la Facultad de
    Filosofía y dirigió con brillantez suma las
    cátedras de Filosofía del Lenguaje y
    Lógica
    Formal., consideradas por los marxistas como las disciplinas
    más burguesas que puedan darse. Adolfo León
    Gómez no ha sido un político, ni ha asumido
    posiciones políticas de ninguna naturaleza. Es
    tal vez un nostálgico de la rectoría de Guillermo
    Arcila Arango y su destitución es más un acto
    desobligante hacia la ‘inteligentzia’ caldense, esa
    ‘rara avis’ que parece no existir ya en estos riscos
    provincianos. Lo anterior lo expresa, repetimos, quien fue
    víctima de la fregancia, de la petulancia de Gómez
    y a quien no se le pasó jamás por la mente
    expulsarlo de los claustros universitarios".

    Con este artículo, Adolfo hace su
    aparición en el ámbito de los filósofos políticos colombianos.
    Como ciudadano, aunque la política no haya sido su gran
    pasión, siempre ha hecho presencia en todo esfuerzo por
    crear en Colombia una
    nueva izquierda, una izquierda democrática y
    desarmada.

    1. Bobbio, Roberto, Ni con Marx ni contra Marx, FCE,
    México,
    1999

    2. Castoriadis, "La Pulverización
    del Marxismo-Leninismo", en, El Ascenso de la
    Insignificancia, Frónesis Cátedra, Universidad de
    Valencia, ,pgs.41-52

    1. Gallinicos, Alex, "Où Va le
      Marxisme anglo-sajon?, en , Marx Contemporain, PUF, 2001,
      PGS.78-94

    EL UTILITARISMO
    NEGATIVO Y EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO

    Por: Adolfo León Gómez
    G.

    Las reflexiones que vienen enseguida son las de un
    filósofo que por primera vez irrumpe explícitamente
    en la reflexión política, y constituyen lo que
    actualmente denomino un tartamudeo filosófico.

    Por lo mismo, es obvio, que con ellas no pretendo
    convencerlos, ni siquiera provocarlos, lo más que deseo es
    sugerir a quienes tienen por empeño
    profesional esta reflexión política, una forma
    diferente -y quizás complementaria-, no de fundamentar, ni
    siquiera de justificar, sino de apuntalar el palafito
    institucional nacido con la Constitución de 1991.

    Para ello me serviré de las ideas de un
    filósofo que ha tenido una gran incidencia en mi propia
    reflexión; hoy desconocido entre nosotros y, por ello
    mismo, muy calumniado: me refiero a K. Popper.

    Debo aclarar que consideraré globalmente su
    pensamiento sin distinguir entre la filosofía del joven
    Popper y la filosofía del maduro.

    No tocaré el tema de la sociedad
    abierta
    , ni tampoco el del modus operandi de
    asuntos como el de quién debe gobernar…, y me
    limitaré al tema de lo que sus discípulos han
    llamado el utilitarismo negativo, que me permitirá
    definir, con el mismo Popper, una idea de Estado liberal
    intervencionista en defensa de los débiles.

    Debo anotar que el tercer mundo nunca fue motivo de
    preocupación para él, pero a pesar de ello, de que
    su pensamiento es eurocéntrico (incluida Norte América), esto no es óbice para que
    nos permita pensar en nuestra propia realidad social. En fin de
    cuentas creo que
    eso es lo que sucede con todos los demás pensadores
    políticos que circulan muy orondos entre los
    filósofos profesionales en Colombia.

    Comencemos diciendo que Popper como liberal
    clásico —él se considera como uno de los
    últimos rezagos de la
    ilustración—, acepta sólo un Estado
    mínimo
    , en virtud de lo que él mismo llama
    la navaja liberal, según la cual no hay que
    multiplicar los poderes sin necesidad.

    Además, considera que el Estado es siempre una
    amenaza, y por lo mismo un mal, pero
    necesario. Es una amenaza porque puede siempre
    aumentar y abusar de su poder, pero
    necesario porque ni siquiera en una sociedad de
    amables gatos —no ya de lobos—, se puede negar la
    existencia de seres fuertes y seres débiles; la necesidad
    del Estado es precisamente para que los fuertes no se impongan a
    los débiles: la función
    del Estado es la protección de los débiles frente a
    los poderosos —esta afirmación es hasta cierto punto
    una perogrullada, pero una trivialidad que merece
    recordarse—. En todo caso, ella es la que se vincula con su
    utilitarismo negativo.

    ¿Cómo llega Popper a esta idea?.

    En uno de los ensayos de la
    Responsabilidad de vivir (capítulo 10,
    sección VII) Popper traza una historia del origen de la
    idea del Estado mínimo con los tres hitos fundamentales de
    Kant, de Humboldt
    y de Mill; este último recibió el pensamiento
    político kantiano —que llegó a Inglaterra
    a través de Humboldt.

    Veamos rápidamente este recorrido.

    Kant creyó que el Estado era necesario y que
    también era necesaria la limitación de la libertad, pero
    deseaba que esta limitación fuese la menor, mediante una
    "constitución de la mayor libertad humana
    según leyes, las cuales
    hacen que la libertad de cada uno pueda coexistir con la de los
    demás" (Hacia una paz perpetua). Esta
    inevitable limitación de la libertad es una consecuencia
    necesaria de la convivencia de los seres humanos. En su ensayo
    Entorno al dicho: tal vez sea correcto
    en teoría pero no sirve para la práctica
    ,
    Kant es más explícito con respecto a sus ideas del
    Estado y de la libertad: la emprende contra un gobierno
    paternalista -tan bondadoso como para proteger nuestra vida que
    está en sus manos-, que sería el mayor despotismo
    imaginable.

    Sólo, pues, la existencia de un Estado de derecho
    puede resolver el problema de los lobos agresivos o de los gatos
    indulgentes —a los cuales deberían darles gracias
    los débiles – si se dejan a su libre
    iniciativa.

    Estas ideas kantianas las desarrolla W. Humboldt en su
    libro
    Ideas para determinar los límites de
    la actividad del Estado
    publicado en 1851 pero escrito
    mucho antes. En esta obra se insiste de manera central en la
    expansión de la libertad como fuente de diversidad y
    creatividad y
    al Estado se le asigna la función de velar por el
    bienestar negativo de los ciudadanos (su seguridad), no
    así por su bienestar positivo.

    Esta obra es la que llegó a Mill y que lo puso en
    contacto con el pensamiento kantiano, y con él a los
    ingleses.

    Vale anotar que el epígrafe de Sobre la
    libertad
    es de esta obra de Humboldt, y que Kant se
    menciona en más de una ocasión en El
    Utilitarismo
    . Allí incluso Mill da una
    versión utilitarista de la primera fórmula del
    imperativo categórico kantiano.

    Anoto que en esta obra Mill ha hecho las críticas
    al utilitarismo de Bentham —cálculo de
    los placeres— y ha introducido una idea de
    utilidad cualitativa que incluye utilidad
    intelectual y utilidad social, y que su ideal de sociedad es
    aquella que combina "la mayor libertad con la justa distribución de los productos del
    trabajo" (Principios de Economía, 3ª
    ed.). Así que el principio de la mayor felicidad
    para el mayor número

    originado en Bentham— pero que Mill sigue
    sosteniendo en su versión sui generis, debe
    ser entendido en términos de libertad y
    justicia
    . No está demás recordar que el
    último capítulo de El Utilitarismo
    lleva por título "Sobre la relación que existe
    entre la justicia y la
    utilidad".

    Es en este contexto, me parece, en el que se deben
    entender las dos notas de la primera parte de
    La sociedad abierta y sus enemigos, donde se
    produce la inversión hacia el utilitarismo
    negativo
    .

    Aunque hasta ahora me había fijado el
    propósito de no citar a nadie directamente, les pido
    perdón a Uds. y al moderador para transcribirlas porque
    aquí creo se juega buena parte del pensamiento
    popperiano.

    La primera corresponde a la nota 6 del capítulo
    5. Hela aquí:

    "El reconocimiento de que todo apremio
    moral tiene
    sus bases en los apremios del dolor o el sufrimiento, propongo
    reemplazar, por esta razón, la fórmula
    utilitarista: "aspiremos a la mayor cantidad de felicidad para
    el mayor número", o, más sintéticamente:
    "aumentemos la felicidad", por la fórmula: "la menor
    cantidad posible de dolor para todos" o, brevemente:
    "disminuyamos el dolor". Esta fórmula tan simple puede
    convertirse, creo yo, en uno de los principios
    fundamentales (por cierto que no el único) de la
    política pública. (el principio "aumentemos la
    felicidad" parece tender, por el contrario, a producir
    dictaduras benévolas).

    Es necesario comprender,
    además, que desde el punto de vista moral no pueden
    tratarse simétricamente el dolor y la felicidad, es
    decir, que la promoción de la felicidad es, en todo
    caso, mucho menos urgente que la ayuda a aquellos que padecen y
    el intento de prevenir el dolor. (esta última tarea poco
    tiene que ver con "cuestiones de gusto", pero la primera
    sí tiene mucho)".

    La segunda nota completa esta primera y corresponde a la
    2 del capítulo 9. Veámosla:

    "Creo que desde el punto de vista
    ético no existe ninguna simetría entre el
    sufrimiento y la felicidad o entre el dolor y el placer. Tanto
    el principio de la mayor felicidad de los utilitaristas, como
    el principio de Kant: "Promueve la felicidad de los
    demás…", me parecen (por lo menos en su enunciado)
    fundamentalmente equivocados en este punto, que no pertenece,
    sin embargo, al dominio de la
    argumentación racional… En mi opinión (…) el
    sufrimiento humano formula un llamado directo, esto es, un
    llamado de auxilio, en tanto que no existe ningún pedido
    similar en el sentido de que se aumente la felicidad de
    aquellos individuos que se encuentran en una situación
    tolerable. Otra crítica a la fórmula utilitaria:
    "aumentemos el placer" sería la de que se supone, en
    principio, una escala continua
    del placer al dolor que nos permite tratar a los grados de
    dolor como grados negativos de placer. Pero desde el punto de
    vista moral no se puede contrapesar el dolor con el placer y
    menos aún el dolor de un hombre con
    el placer de otro. En lugar de pedir la mayor felicidad para el
    mayor número de gente, deberemos conformarnos,
    más modestamente, con la menor cantidad de sufrimiento
    para todos, exigiendo, además que cuando ese sufrimiento
    es inevitable —por ejemplo, el hambre en las
    épocas de escasez de
    alimentos—se distribuya en la forma
    más equitativa posible".

    Y concluye con una idea que es muy importante para mi
    desarrollo
    posterior:

    "Existe cierta analogía entre
    este punto de vista de la ética y
    el de la metodología científica que propuse
    en La Lógica de la investigación científica. En
    el campo de la ética se gana en claridad si formulamos
    nuestras exigencias en forma negativa, es decir, si exigimos la
    eliminación del sufrimiento más que la
    promoción de la felicidad. De modo semejante, es
    útil formular la tarea del método
    científico, como la eliminación de las falsas
    teorías (de entre las diversas
    propuestas), más que como la consecución de
    verdades eternas".

    Mario Bunge que conoce bien la técnica de reducir
    o exagerar las tesis de su
    oponente para liquidarlo con más facilidad, comienza
    diciéndonos que la filosofía moral de

    Popper " es la da una nota en pie de página" y
    nos remite a la primera nota que acabo de citar y a partir de
    allí plantea varias tesis que le permiten arrinconar a
    Popper:

    1. El utilitarismo negativo es una doctrina minimalista
      propuesta inicialmente por Buda, Epicuro, Hipócrates de
      Cos, que se puede comprimir en las máximas "No hagas
      daño
      a los demás" y "minimiza el sufrimiento", o,
      también.

    1.1 No te preocupes demasiado por los demás,
    sólo abstente de hacer el mal y ten cuidado con los
    "benefactores".

    2. El utilitarismo negativo es un egoismo de una
    clase
    reflexiva e inteligente y es la actitud de un
    individuo que
    es incapaz de infligir a alguien un dolor innecesario.

    3. El utilitarismo negativo deja que los demás
    se las arreglen por sí mismos.

    4. El impacto del utilitarismo negativo sobre la
    política
    social es el "Laissez-fairismo", y Popper que
    es partidario de la ingeniería social planificada, y no del
    Laissez faire, se contradice a sí
    mismo.

    Como Uds. y yo podemos constatarlo, la reducción
    bungiana es demasiado facilista, ya que si se hubiese detenido en
    la segunda nota se habría percatado de que el utilitarismo
    negativo tiene una relación con la metodología
    científica de Popper: sus ideas de que el conocimiento
    científico no es saber simple sino sólo saber
    conjetural, que no podemos verificar nuestras teorías sino
    solo falsarlas o refutarlas, de que nuestro aprendizaje
    depende fundamentalmente del ensayo (conjetural) y del error y de
    que el desarrollo y progreso del conocimiento
    dependen sobre todo de la eliminación del
    error.

    En otros términos nuestro filósofo
    argentino —que durante mucho tiempo
    abrevó en la fuente del pensamiento popperiano—,
    olvida aquí lo que en otro lugar de la misma obra (pp.
    202-203) reconoce explícitamente, a saber, que el
    negativismo de Popper es integral y
    sistemático.

    Por lo mismo, debo agrega que este negativismo es
    solidario de una tesis popperiana cual es la crítica a
    la teoría de la verdad manifiesta y la
    crítica a esta teoría tiene consecuencias
    teóricas y prácticas
    (de manera especial en
    su concepción de la política).

    Digamos algo sobre ella.

    Para comenzar debe quedar claro que la teoría de
    la verdad manifiesta es diferente de la teoría de la
    verdad correspondencia
    , aunque tiene cierto parentesco.
    Esta última estudia la idea de verdad objetiva que no
    prejuzga sobre los criterios de verdad. La primera —la que
    nos interesa aquí—, en cambio, es un
    concepto epistémico que tiene que ver con nuestra
    aprehensión o captación de la verdad y, por lo
    mismo, con la existencia de facultades cognitivas que validan o
    invalidan criterios de verdad. La formulación más
    concentrada de esta teoría la da Spinoza en su
    Ética I (Escolio a la
    proposición 43).

    "En verdad, así como la luz se
    hace conocer por sí misma y hace conocer las tinieblas,
    la verdad es norma de sí misma y de lo falso" (Veritas
    norma sui et falsi est), fórmula que se completa con la
    del Breve Tratado (II, cap. XV, 3), "pero jamás
    la falsedad se reconoce y se demuestra por sí
    misma".

    En otras palabras, la doctrina de la verdad manifiesta
    es una concepción optimista según la cual si la
    verdad se pone desnuda frente a nosotros, siempre será
    reconocible como verdad; si no se revela por sí misma
    sólo se requiere desvelarla, descubrirla. Hecho esto no
    hay nada más que hacer pues, tenemos la luz natural de la
    razón para verla.

    Esta teoría se remonta a Parménides, se
    expresa de una manera sui generis en Platón,
    se reactualiza en el siglo XVII con Descartes y
    Bacon y se continúa en el siglo de las Luces, el
    XVIII.

    En Descartes el
    conocimiento claro y distinto se refuerza con la
    veracitas Dei y en Bacon con la veracitas
    naturae
    ya que la naturaleza es un libro abierto y quien
    lo lee con mente pura no puede leerlo mal.

    No obstante estos dos filósofos tienen muy en
    claro que si el conocimiento o posesión de la verdad no
    requiere explicación, sin embargo existe el
    error y este sí debe ser
    explicado.

    Para ello completan la teoría de la verdad
    manifiesta con la teoría de la conspiración
    de la ignorancia
    .

    La ignorancia puede ser obra de poderes que conspiran
    para mantenernos en la ignorancia, para envenenar nuestras mentes
    y enceguecer nuestros ojos y así impedir que la verdad se
    manifieste. Tal conspiración puede venir de nuestros
    prejuicios vinculados por la educación y la
    tradición, por los ídolos u otras influencias
    malignas que han pervertido nuestras mentes originalmente puras e
    inocentes.

    Para eliminar estas influencias malignas se necesita
    recurrir a métodos
    regresivos de purificación, la duda generalizada o la
    eliminación de los ídolos que actúan como
    ejercicios de purificación o catárticos; en suma
    como una medicina mentis que permite regresar al
    estado adám(n)ico antes de la caída
    original.

    En el plano teórico esta teoría que
    es expresión de una epistemología optimista, desarrollada en el
    siglo XVII, estimuló a los hombres a pensar por si mismos,
    les dio la esperanza de que a través del conocimiento
    podrían liberarse a sí mismos y a los demás
    de la servidumbre y de la miseria. Hizo posible la ciencia
    moderna. Produjo la idea de que la ciencia es
    "una opinión verdadera y fundamentada", tal como lo
    propuso Platón en
    el Teeteto, pero que es una idea que ha llegado hasta nosotros, y
    que, naturalmente, adoptaron, a su manera, tanto Descartes como
    Bacon. Pero, también, a partir de Bacon, generó lo
    que se ha llamado la religión de la
    ciencia (el cientificismo) que promete la autoliberación
    de la humanidad por el conocimiento. Bacon, por lo demás,
    propugnó el método de
    inducción por eliminación del error
    (que es el pecado) y, que conduce a la validación de la
    teoría verdadera, es decir, que la eliminación del
    error conduce a la manifestación de la verdad.

    Esta idea baconiana será continuada por W.
    Whewell y llegará incluso a Peirce quien afirmará
    que la "ciencia está predeterminada a alcanzar la verdad
    sobre cada problema con la misma infalibilidad con la cual los
    pájaros hacen su trabajo".

    En el aspecto práctico la teoría de
    la verdad manifiesta elaborada en el siglo XVII ha generado un
    resultado ambivalente.

    Por una parte, produjo una revolución
    intelectual y moral sin precedentes: estimuló a los
    hombres a pensar por sí mismos; se convirtió en la
    base de la lucha contra la censura y la supresión del
    libre pensamiento, estimuló el inconformismo, el
    individualismo, las ideas de un nuevo sentido de la dignidad
    humana, de las demandas de una educación universal y
    de un nuevo sueño de sociedad libre, hizo sentir a los
    hombres responsables de sí mismos y de los demás.
    Así que como lo dice Condorcet -citado por Popper- la
    verdad manifiesta "debe conducir necesariamente al reino de la
    verdad y de la bondad".

    Está claro que para Popper la verdad no es
    manifiesta, que es difícil de encontrarla y que no existe
    un criterio general de verdad ni siquiera en las partes
    más formales de la ciencia, esto es, la lógica y
    las matemáticas. Las buenas consecuencias de
    esta teoría no son sino la forma como una "idea mala puede
    inspirar muchas buenas". Curiosamente esta idea la comparte el
    liberal Popper con el pensamiento conservador.

    Pero por otra parte la teoría de la verdad
    manifiesta, condujo de manera inevitable a otra teoría, la
    de la conspiración contra la verdad, ya que
    si hay tanta gente que no ve la verdad manifiesta -esa verdad tan
    claramente visible-, esto se debe a los prejuicios
    sistemáticamente implantados en las mentes juveniles
    impresionables para cegarles el acceso a la verdad por lo cual
    será preciso actuar sobre esa conspiración. Es
    así como la teoría de la verdad manifiesta transita
    de un optimismo esplendoroso hacia una teoría pesimista ya
    que se convierte en el sustento de casi toda clase de fanatismo:
    puede llevar a considerar a aquellos que se niegan a aceptarla
    como "poseídos" por una potencia maligna,
    lo que puede conducir a imponer las luces mediante el recurso a
    una autoridad, que
    de manera benevolente o arbitraria y cínica se
    pronuncie sobre la verdad manifiesta y la
    establezca: es la vieja idea del rey
    filósofo, revivida en el déspota

    ilustrado y en todos los proyectos de
    ingeniería social holística (o utópica) sean
    fascistas, comunistas o liberales.

    El utilitarismo negativo propugnado por Popper quiere
    ser un antídoto a esta tendencia perversa de la
    teoría de la verdad manifiesta que con benevolencia o
    malevolencia le concede al gobernante —único o
    plural— el poder de imponer la verdad o la forma verdadera
    de la felicidad a sus gobernados, en nombre de un presunto saber
    manifiesto.

    Es por eso que en nombre de su propia teoría de
    que la verdad no es manifiesta, tratando de conservar todas las
    consecuencias sanas de la epistemología falsa de la
    ilustración, nos propone una teoría
    negativista —la supresión de la infelicidad, de la
    desdicha— que nos interpela de manera directa y
    acuciante.

    Por supuesto que detrás del error y del dolor
    subyacen la verdad y la felicidad
    como ideas regulativas, pero atenuando el valor
    regulador de esta última que ésta debería
    dejarse al arbitrio de cada cual para evitar precisamente los
    proyectos políticos holísticos y respetar la
    soberanía de los individuos en un Estado
    liberal. Popper al aceptar la teoría de que la verdad no
    es manifiesta, acepta una idea característica del
    pensamiento conservador, pero nos dice que si bien los
    conservadores fueron sabios al oponerse a todo el derramamiento
    de sangre producido
    por las guerras de
    religión, la Revolución Francesa, la revolución
    rusa -y otras revoluciones-, no tenían
    razón
    cuando de su escepticismo hacia la
    manifestación de la verdad, derivaban un énfasis
    hacia la autoridad de las iglesias y otras formas de
    autoritarismo. Para el pensamiento conservador, si la verdad no
    es manifiesta, no puede dejarse su interpretación a la libertad individual, ya
    que si esto sucediere, llevaría necesariamente al caos, a
    la desintegración social, a los cismas religiosos, sino
    que debe concederse a una autoridad suprema. Esto, para Popper,
    es tan perverso como la imposición de las luces de la
    razón.

    El utilitarismo negativo que es una ética
    humanista igualitaria sobre la base de la justicia y que,
    rápidamente, en Popper se convierte en uno de los
    principios fundamentales de una ética pública,
    sólo puede preservarse —contra la predicción
    de Bunge— sobre la base de un Estado
    intervencionista
    que garantice la
    libertad
    y todo lo que es necesario para la
    protección de la libertad
    , en especial, el Estado
    intervencionista, debe garantizar la libertad de los
    económicamente débiles frente a los abusos de los
    poderosos.

    Popper traslada el problema de la restricción
    liberal de la libertad para evitar la violencia
    física, al
    campo económico. La libertad ilimitada significa que el
    fuerte puede matonear (bully) al débil y
    arrebatarle la libertad, es por esto que se pide que el Estado
    limite la libertad hasta cierto punto, de tal manera que la
    libertad de cada uno sea protegida por la ley. Estas
    consideraciones —agrega Popper— que inicialmente
    fueron pensadas para aplicarse en el campo de la fuerza bruta y
    de la intimidación física, deben ser aplicadas
    también en el campo económico, pues, aunque el
    Estado proteja a sus ciudadanos de la violencia física
    —como sucedió, p. ej., en principio en el capitalismo de
    laissez faire—, puede fracasar en la
    protección del abuso del poder económico. En tal
    Estado, "los económicamente fuertes tienen libertad para
    matonear a los económicamente débiles y
    arrebatarles su libertad; bajo estas circunstancias la libertad
    económica sin restricción puede ser tan peligrosa
    como la violencia física. El remedio a esta
    situación deber ser análogo al remedio contra la
    violencia física. En consecuencia debemos exigir, si
    deseamos salvaguardar la libertad, que la supresión del
    Estado económico sin restricción sea reemplazado
    por un Estado intervencionista que vaya más allá de
    la protección de la propiedad y de
    los así llamados "contratos
    libres".

    En este último aspecto el ilustrado liberal
    Popper hace un obvio reconocimeinto a uno de los grandes
    humanistas del siglo XIX europeo -que hoy ni se menciona en los
    medios
    académicos-, me refiero a Karl Marx. Por supuesto, Popper
    le hace serias críticas a su historicismo y a su
    economicismo, pero reconoce que las críticas de Marx a la
    sociedad de su época, y a su economía capitalista,
    eran justas y es "el radicalismo moral de Marx el que explica su
    influencia; esto es un hecho esperanzador por sí mismo.
    Este radicalismo moral aun está vivo. Es nuestra tarea
    conservarlo vivo y evitar que siga el mismo camino que
    deberá seguir su radicalismo político. El marxismo
    "científico" ha muerto pero deben sobrevivir su sentido de
    la responsabilidad
    social y su amor a la
    libertad".

    El Estado propuesto por Popper es pues un Estado
    intervencionista. El intervencionismo estatal es peligroso, pero
    es un mal necesario, de allí que la intervención
    estatal deba limitarse a lo que es realmente necesario para la
    protección de la libertad, es decir, una planificación tendente a luchar contra
    males concretos y no para buscar un bien
    ideal y abstracto
    . Mientras más poder se le
    dé al Estado, más se requerirá del refuerzo
    de las instituciones
    democráticas de control.

    Este Estado intervencionista y protector es un Estado
    fundado sobre la justicia social, pues como ya lo dijimos,
    él se instaura para eliminar el sufrimiento, pero cuando
    el sufrimiento es inevitable debe distribuirse de la manera
    más equitativa posible.

    ¿Acaso es un Estado de beneficiencia, o lo que se
    ha dado en llamar un Estado paternalista?

    La respuesta de Popper es que el Estado mínimo es
    un principio regulativo: necesitamos de un Estado
    que "garantice nuestros derechos
    humanos", pero también que cree derecho, limitando
    nuestra libertad "tan poco y tan justamente como sea posible".
    Este Estado también debe ser tan poco paternalista como
    sea posible. Sin embargo, agrega Popper, "es mi convicción
    de que todo Estado contiene un momento paternalista e incluso
    varios momentos de este tipo; éstos son incluso
    decisivos". Así, por ejemplo, la tarea fundamental que
    asignamos al Estados -por encima de cualquier otra- que reconozca
    nuestro derecho a la libertad y a la vida y que nos
    ayude, si es necesario, a defender
    nuestra libertad, nuestra vida (con todo lo que ello
    conl
    leva), es sin duda tarea paternalista!

    Claro está que el derecho, en su objetividad,
    está por encima de esas relaciones cuasi-personales, pero
    el Estado y sus leyes son obra humana falible y sus
    órganos también seres humanos falibles y, el hecho
    de que a veces estos hombres son malintencionados y de que
    tengamos que estar contentos —y hasta agradecidos— si
    nos muestran aquella "benevolencia" (que Kant menosprecia como
    demasiado humana), muestra que el
    momento paternalista desempeña un papel variado en estos
    asuntos públicos. Esto es verdad, concluye Popper
    aceptándolo a regañadientes, y el descuido de esta
    verdad ha conducido a ciertas cuestiones bizantinas en las
    discusiones de los últimos años.

    Bueno, con estas premisas, ¿qué
    pensaría Popper de la Constitución de un Estado
    social de derecho como el nuestro que él nunca
    conoció? O mejor con las premisas de Popper
    ¿qué podría pensar un popperiano que conoce
    más o menos este Estado?

    He aquí algunas ideas de las muchas
    que se me ocurren pero que debo resumir por respeto a su
    paciencia.

    Para comenzar creo que, es claro, Popper avalaría
    la idea de que la Constitución está compuesta por
    unas cuantas "hojas de papel" impresas y que, como lo sugiere
    García

    Amado, es un documento de puras palabras. Esto se puede
    decir si pensamos en la independencia
    del mundo 3 y del lenguaje que es uno de sus habitantes
    centrales. Sin embargo, habría que enriquecer ese mundo
    con una teoría de los actos lingüísticos,
    porque las palabras impresas son algo más que simples
    palabras y son actos personales o pluriplersonales.

    Además habría que enriquecer más la
    teoría de los actos lingüísticos —y el
    mundo 3 popperiano-, con una teoría de la
    argumentación tan rica como la de los belgas Perelman y
    Olbrechts. Creo hace mucho tiempo que Perelman es menos mal
    compañero de trabajo que H. Kelsen, aunque los dos son
    menos malos que muchos otros. De todas formas, las reflexiones de
    Perelman sobre la justicia me parecen más interesantes (o
    menos aburridas) que las de Kelsen. La razón es simple:
    los actos lingüísticos constitutivos de la Carta (o
    performativos si me perdonan) fueron precedidos de intensos
    debates, y es necesario reconstruirlos o
    rehacerlos por el garante de estas
    palabras
    de manera argumentativa. Ya regresaré
    sobre este punto.

    Naturalmente, Popper —regresando al Estado de
    derecho— es un liberal que piensa en la separación
    de los poderes del Estado y la defensa de los derechos fundamentales, -la
    forma más antigua del pensamiento liberal-,
    releería el derecho, a la manera stuartmilliana que
    considera que la mayoría de las máximas de justicia
    corrientes son instrumentos para llevar a cabo los principios de
    justicia y cuyo uso se debe a las prácticas judiciales y a
    los tribunales de justicia quienes se han visto acuciados a ello
    para poder cumplir con su doble función de castigar a
    quien lo merece

    y reconocer a cada persona sus
    derechos. Aquí cabría una reflexión juiciosa
    sobre las instituciones y la tradición, que por ahora debo
    dejar de lado.

    En todo caso, vale decir que la presunción de
    inocencia la apuntalaría stuartmillianamente con el
    principio benthamista de que es menos injusto dejar en libertad a
    un culpable que condenar a un inocente. Y el principio de
    imparcialidad de los jueces, lo consideraría como una de
    las formas del audiatur et altera pars, ya que es
    injusto condenar a alguien sin ser escuchado.

    Vuelvo sobre el garante de la Carta: La Corte
    Constitucional. Ella es el máximo tribunal y todos los
    cuentos sobre
    el choque de trenes son invento sin fundamento —pero con el
    poder— del viejo Estado que aun no se resigna a
    desaparecer. De este asunto hablaré al final de esta
    charla.

    Por ahora debo decir que La C.C. a pesar de algunos
    pasos en falso en sus comienzos como los que señala el
    profesor Mauricio García Villegas en la Eficacia
    Simbólica del derecho,
    o de ciertos fallos elitistas
    como las sentencias sobre la eutanasia o de
    sentencias inocuas como la de fumar en los vehículos
    privados o públicos, ha repensado muchos asuntos de
    justicia social como la sentencia contra el UPAC y
    otras

    sobre la capacidad adquisitiva de los salarios, que han
    sido buenos indicadores
    para el futuro próximo.

    Estas sentencias muestran que La Corte anda por el buen
    camino de la protección de los débiles como lo
    propone el pensamiento popperiano y como lo consigna la
    Carta.

    Popper vería con muy buenos ojos fórmulas
    negativas como

    "se prohíben la esclavitud, la
    servidumbre y la trata de seres humanos…",

    o, propuestas públicas, como

    "Debemos tener a Bogotá sin
    hambre"

    o, "es indeseable que haya

    "colombianos sin alfabetización, sin salud, sin
    trabajo…".

    En cuanto a la forma de democracia
    Popper tendría mucha reticencia con la idea
    romántica —rousseouniana— de
    "voluntad" popular" y de
    "soberanía popular" . Estas ideas francesas
    son entelequias peligrosas que pueden favorecer las
    tiranías (o dictaduras) de las mayorías o de las
    minorías. Eso es lo que con mucha finura analiza en las
    llamadas paradojas de la democracia que estudia en
    su Sociedad Abierta.

    Vería con más simpatía una
    democracia a la manera inglesa nominalista y stuartmilliana de
    que los intereses generales son una suma —división
    o, multiplicación, o lo que sea—, de los intereses
    particulares.

    Detestaría el recurso a los sondeos de
    opinión a los cuales recurre diariamente la llamada
    opinión
    pública —televisión, radio y prensa
    escrita— para fabricar
    creencias sobre la población colombiana adulta y responsable a
    partir de muestras de 500 a 5.000 entrevistados.

    Para Popper esta es la forma más elemental y casi
    zafia de recurrir al método (al supuesto método)
    inductivo que él siempre rechazó como forma posible
    de alcanzar el

    conocimiento, puesto que es parte de la forma más
    ingenua de las teorías verificacionistas y de la verdad
    manifiesta.

    Por las razones anteriores, Popper también cree
    poco en la opinión pública, aunque distingue
    diferentes formas de ella- algunas buenas- entre otras este
    encuentro académico de intelectuales-, cree que los medios de
    comunicación sobre todo la
    televisión -y ahora después de él la
    red– pueden
    convertirse en el peor maestro de los niños
    con su forma permanente de presentar el sexo y la
    violencia.

    La democracia en fin de cuentas, para Popper, no era la
    mejor forma de gobierno, sino como lo decía -con su
    admirado conservador inglés-, la menos mala comparada con
    todas las demás conocidas
    .

    Para terminar, y, en los términos que he
    planteado mi ensayo ¿cuál es uno de los aspectos de
    la crisis
    colombiana en el momento?

    Muy simple. La pugna entre partes del poder que
    rivalizan por la supervivencia del viejo Estado autoritario al
    servicio de
    los fuertes que representan el ejecutivo y buena parte del
    legislativo, y, por otra, el Estado para proteger a los
    frágiles que está representado por buena parte de
    los jueces —aunque no todos— y la minoría
    opositora en el legislativo acompañada de algunos
    organismos de control.

    Que lo primero es palmario, se refleja en la reforma
    laboral de
    2002 que no promovió el empleo pero
    que sí indemnizó a los fuertes -con ganancias
    exención de aportes para fiscales y menores costos por
    despidos- de un impuesto de
    guerra que fue
    transferido automáticamente a los trabajadores que
    perdieron su ganancias ocasionales nocturnas, horas extras y
    festivos.

    Lo segundo me lo muestra más o menos bien las
    sentencias que he mencionado antes y la pugna
    —pugnaz— en el Congreso de la República por
    las reformas pensional y tributaria.

    Es claro que mi tarea no es ser profeta
    del futuro o quizás sí, pero a la manera de
    perogrullo, ni ser consejero del presente, sino sólo
    manifestar mi indignación moral frente a
    esta sociedad tan perversamente desigual -aunque yo mismo no
    pertenezco a los más desiguales-; recordar
    que en el 91 se hizo en Colombia una de las revoluciones
    más democráticas y pacíficas que se han
    realizado en nuestro país, a pesar de la posterior
    eliminación de movimientos que deseaban entrar en la vida
    civilizada, y estar atento ahora a los nuevos
    "estatutos de seguridad", a la paramilitarización del
    país y a la prepotencia del ejecutivo.

    No me hago muchas ilusiones sobre el futuro -repito que
    no soy profeta-, a no ser como Perogrullo, y espero- la esperanza
    es lo último que se pierde- para mis hijos y mis nietos- y
    claro para todos los hijos y nietos de todos nosotros
    colombianos, no el cielo del mejor de los mundos posibles, sino
    el menos malo de todos los mundos, aquí.

    APÉNDICE

    A Propósito de la
    Incomprensión del Pensamiento Filosófico de Popper
    en Colombia

    En una de las primeras notas en pie de página de
    este ensayo expresé mi insatisfacción con la
    división que establece mi colega Pappachini entre dos
    tendencias básicas de la democracia, y en una de las
    cuales el autor asocia a Popper con Hayek, Bobbio y Sartori, que
    piensan la democracia como un conjunto de procedimientos
    formales.
    La otra tendencia la representan autores como
    Macpherson, Losurdo y Cunnigham- relacionados con la
    tradición socialista- y que proponen un concepto
    sustancial de democracia que incluye valores de
    igualdad,
    justicia social y autodesarrollo.

    Creo que quien ha leído este ensayo
    entenderá que Popper se escurre de esta
    clasificación porque, si bien propone criterios formales,
    sus propuestas son sustanciales. Basta recordar que Popper
    después de dejar su militancia en el partido comunista,
    adhirió a la socialdemocracia austríaca a la que
    perteneció- con muchas reticencias por su incapacidad de
    reaccionar adecuadamente frente al nazismo en
    ascenso-, durante veinte años.

    No sobra recordar que Helmunt Schmidt recomendaba a sus
    copartidarios la lectura de
    Popper, y que Bryan Magee quien en el seno del laborismo
    inglés ha propuesto una democracia social, llamada New
    Radicalism
    (Nuevo Radicalismo), inspirada en el pensamiento
    de Popper. Por supuesto, Magee en su obrita sobre Popper, que ya
    citamos, nos cuenta que su propuesta no satisfizo plenamente a
    Popper y se declaró no popperiano, pero –agrega,
    cosa análoga a la que le ocurrió a Marx quien en
    sus años maduros declaraba no ser marxista.

    Sin embargo el mal entendido del pensamiento de Popper-
    un poco malicioso-, tiene una historia más larga, pues
    comenzó con la publicación en 1969 de la obra La
    Disputa del Positivismo en
    la Sociología Alemana.
    En esta obra, los
    filósofos de la Escuela de
    Franckfurt, llamada Teoría crítica de la sociedad,
    Th. W. Adorno y J.
    Habermas, se confrontan con la supuesta teoría positivista
    de la sociedad, al servicio de la razón analítica e
    instrumental, representada por Popper y sus amigos Hans Albert y
    Ralf Dahrendorf.

    Esta obra es un "perfecto" empastelamiento o
    "empastelado"- como decimos en Colombia-

    Creo que, por la difusión que ha tenido en
    nuestro país esta obra y por la influencia negativa que ha
    tenido sobre la acogida al pensamiento epistemológico y
    político de

    Popper, es bueno conocer como se constituyó. He
    aquí la versión de Popper que me parece
    confiable:

    "El modo en que me vi implicado en un choque con la
    escuela de Francfort era un poco extraño. Ocurrió
    que estaba invitado a abrir una discusión en torno a la
    lógica de las ciencias
    sociales, durante un congreso de sociólogos en Tubinga
    [1961]". "Se me pidió, por los organizadores del congreso,
    que ofreciese mi intervención en forma de varias tesis
    definidas, y, de hecho, que la numerase, de modo que la gente
    pudiera referirse a ellas más fácilmente en el
    curso de la discusión. No se me había solicitado
    que discutiera a la Escuela de Francfort, y mi documento de
    trabajo no la discutía especialmente, pero
    aconteció que un miembro de la Escuela replicó a mi
    intervención".

    "Subsiguientemente fue publicado un libro. Consiste, en
    primer término, en dos largas introducciones por el
    miembro de la escuela de Francfort que había replicado a
    mi intervención [Adorno]. No le había gustado su
    propia respuesta y de ahí que redactara tales
    introducciones al libro. A eso sigue mi breve papel, del cual no
    puedo decir que lo considere extremadamente bueno. Y luego viene
    la réplica original al mismo, habiendo a
    continuación otra réplica, escrita por el profesor
    Habermas miembro de la Escuela de Francfort que no estaba
    contento con dejar las cosas tal como quedaban. A éste le
    respondía el profesor Albert, quien salió en mi
    defensa, y de esta manera iba adelante la discusión. Como
    resultado de todo ello, mi papel inicial, que había
    constituido el punto de arranque de todo el asunto, queda
    "enterrado" entre cientos de páginas sobre la Escuela de
    Francfort, o a cargo de ella. Pero no se da en el libro ninguna
    explicación de cómo acaeció la cosa
    ahí. Además, en el curso de la disputa, ninguno de
    mis críticos llegó a discutir cualquiera de mis
    tesis numerados. Consiguientemente, nadie que lea el tal libro
    puede entender qué papel juega allí mi documento, o
    por qué adopta la extraña forma de tesis
    numeradas".

    Además de esta obra producida por la
    teoría crítica de la sociedad, existe otro
    montaje menos conocido que es el debate entre
    Marcuse y Popper para la televisión muniquesa con el entrevistador
    Franz Stark. Pero en estas entrevistas
    nadie se llama a engaño porque el editor es
    suficientemente honrado para explicar que las entrevistas se
    hicieron por separado, en distintas épocas y en las casas-
    muy distantes- de cada uno de los entrevistados.

    En época más reciente, hacia los noventa,
    Mario Vargas Llosa contribuyó a "resbalar" el pensamiento
    de Popper hacia el libre mercado y el
    pensamiento neoliberal. Vargas Llosa participó en el
    Encuentro con Popper en Santander España y
    en su intervención reconoce que tiene una gran deuda con
    Popper. Pues bien, durante su campaña presidencial propuso
    "la liberación completa de la economía, la apertura
    del país al mundo y la transferencia de todo el sector
    público a la sociedad civil",
    y después de ella, asoció este proyecto al
    pensamiento popperiano, sin discernir muy bien entre las ideas de
    Popper y las de von Hayek.

    Por la misma época apareció en el mundo
    editorial hispano el multimillonario George Soros, quien
    además es un pensador de la
    globalización, que estudió con Popper en la
    London School of Economics y que considera que:

    "Los conceptos de sociedad abierta y de economía
    de mercado están estrechamente vinculados y el
    fundamentalismo del mercado puede considerarse una simple
    distorsión de la idea de sociedad abierta. No por eso es
    menos peligroso. El fundamentalismo del mercado hace peligrar
    inadvertidamente a la sociedad abierta al malinterpretar el
    funcionamiento de los mercados y
    encomendarles un papel demasiado importante".

    Frente a este contendor Vargas Llosa no esgrimió
    argumentos- al estilo popperiano-, sino que recurrió al
    dicterio en la prensa, al decir- más o menos, pues no
    tengo los textos en la mano, sino sólo el recuerdo de la
    lectura– que
    Soros era un "bandido" que se había enriquecido con un
    monumental robo que le había propinado al Banco de
    Inglaterra, y que ahora quería hacerse olvidar con su
    Fundación humanitaria y con sus críticas al
    capitalismo global.

    Sea lo que fuere, Soros está más cerca del
    pensamiento popperiano que Vargas Llosa, cuyas ideas incorrectas
    circulan más entre nosotros por se más
    "literarios", que las del primero.

    Son estos obstáculos a la lectura de Popper en
    Colombia, los que me han invitado a revivirlo con la firme
    creencia de que su relectura podrá ser útil a todos
    los ciudadanos y, de manera especial a la izquierda social
    demócrata que busca inspiración teórica
    fuera de los dogmatismos integristas y ultramontanos.

    Ramírez, Rodrigo, Laberinto, La
    Patria,
    Manizales, agosto3 de197: "Dentro del
    grupo de profesores de la Universidad de Caldas que fueron
    destituidos de sus cargos sólo conozco a los profesores XX
    y Adolfo León Gómez. El profesor Adolfo León
    Gómez, fue en sus años de estudiante en la Facultad
    de Filosofía y Letras, un joven fregón, molestoso,
    petulante y hasta inoportuno, pero dotado de una grande
    inteligencia, que le hizo invisible la vida al decano de aquellos
    años que lo era – vive Dios!-el que estos apuntes
    escribe. Gómez comprobó más tarde la calidad
    de su intelecto en la Universidad de Lovaina, que le
    otorgó grados y honores. Posteriormente regresó al
    país y ocupó a su vez la decanatura de la Facultad
    de Filosofía y dirigió con brillantez suma las
    cátedras de Filosofía del Lenguaje y Lógica
    Formal., consideradas por los marxistas como las disciplinas
    más burguesas que puedan darse. Adolfo León
    Gómez no ha sido un político, ni ha asumido
    posiciones políticas de ninguna naturaleza. Es tal vez un
    nostálgico de la rectoría de Guillermo Arcila
    Arango y su destitución es más un acto desobligante
    hacia la ‘inteligentzia’ caldense, esa ‘rara
    avis’ que parece no existir ya en estos riscos
    provincianos. Lo anterior lo expresa, repetimos, quien fue
    víctima de la fregancia, de la petulancia de Gómez
    y a quien no se le pasó jamás por la mente
    expulsarlo de los claustros universitarios".

    ATISBOS ANALÍTICOS No.48, Cali, Enero de
    2005, ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País, "Por un Nuevo Estado
    para un Nuevo País",
    Director, Humberto Vélez
    Ramírez, Profesor del Programa de
    Estudios políticos y Resolución
    de Conflictos, Instituto de Educación y Pedagogía, Universidad del
    Valle,

    Nota de la Dirección

    Abiertos a otros colegas, con este número 48 los
    Atisbos inician una nueva fase en sus ya casi cinco años
    de existencia desde septiembre del 2000 cuando apareció el
    No 1. Recogemos ahora el Ensayo del
    profesor Adolfo León Gómez, "El Utilitarismo
    negativo y el Estado social de Derecho" "A propósito
    de la Incomprensión del Pensamiento filosófico de
    Popper en Colombia. Como ya se anticipó en Atisbos
    Analíticos No 47, este espacio virtual está abierto
    a cualquier reacción de pensamiento frente a este
    importante aporte. Por favor enviar los escritos a:
    humbertovelez[arroba]andinet.com

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