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De cómo hablamos (Breve diccionario crítico de servicios sociales)




Enviado por bukortazar33



    Todas las disciplinas crean un discurso
    propio mediante el cual explican su objeto de estudio.
    Así, el trabajo social
    (incluyendo aquí a la educación social)
    se nutre de referencias científicas (ciencias
    conjeturales como la pedagogía social, la psicología, etc.), y
    se sustenta en modelos
    teóricos para crear un lenguaje
    reconocido por todos sus profesionales.

    En la traslación del modelo
    teórico al de la praxis
    profesional hay una transformación del discurso. En esa
    translación unos conceptos son usados con mayor o menor
    fortuna, otros se desvirtúan perdiendo su sentido
    primigenio al pasar al lenguaje profesional.

    Unas expresiones desaparecen, las sustituyen otras con
    mayor capacidad explicativa o, simplemente, porque algún
    profesional de prestigio las pone de moda.

    Con el tiempo algunos
    de estos conceptos con los que se crea un corpus propio son
    exportados a otras disciplinas para, finalmente, acabar formando
    parte del lenguaje común. Un ejemplo: el periodismo ha
    acuñado el concepto de
    familia
    desestructurada, rescatado de las ciencias
    sociales, pretendiendo dar un halo de científica
    rigurosidad a algunas de sus noticias.
    Pero, paradoja, con esto consigue al final el efecto
    contrario.

    El término acaba popularizándose tanto, su uso
    es tan indiscriminado, que al final pierde (si es que alguna vez
    lo había tenido) su intención explicativa.

    Cuando, tratando de utilizar un lenguaje propio, nos olvidamos
    del significado de las palabras, de su sentido primigenio, las
    palabras pasan de ser una categoría conceptual inscrita en
    un modelo a ser una etiqueta.

    La etiqueta descarga todo su poder de
    generalización. La generalización es tan
    subyugante, tan seductora que impide al profesional cualquier
    esfuerzo en estudiar el caso concreto, con
    sus matices. Porque LA ETIQUETA lo explica todo: el problema, la
    hipótesis, la solución. Todo.

    La etiqueta es luego acuñada por la opinión
    pública y los medios de
    comunicación que, como ya hemos dicho, revisten con un
    barniz de cientificidad la noticia al utilizar palabras que se
    utilizan en otro argot profesional.

    Tampoco aquí el periodismo se preocupa de investigar,
    verificar y contextualizar la noticia, pues toda
    explicación queda reducida a la etiqueta.

    Finalmente la etiqueta, propuesta por el profesional y
    refrendada por los medios, es
    enganchada al cuerpo mismo del usuario y se convierte desde ese
    momento en su estigma.

    No es este, ya se habrá adivinado, un diccionario al
    uso. Tampoco pretende indagar en la raíz
    etimológica de cada palabra, porque aquí lo que se
    critica no es (salvo alguna excepción) el concepto en si,
    sino su uso indiscriminado, perverso en ocasiones, que conlleva
    siempre una forma de poder. Es este, pues, un ejercicio de
    autocrítica para, como dice el filósofo Xavier
    Antich, "seguir buscando las palabras que nos faltan".

    Las expresiones y conceptos contenidos en este artículo
    representan una pequeña muestra recogida
    mediante la observación de informes,
    coordinaciones, reuniones, noticias en la prensa, etc.
    Algunos conceptos están escogidos por el poder
    estigmatizante que ejercen sobre los sujetos. Otras expresiones,
    quizás más inocentes, solo revelan algunos
    eufemismos y prejuicios.

    A modo de ejemplo:

    FAMILIA
    DESESTRUCTURADA

    Los medios de
    comunicación han hecho célebre este concepto
    que utilizan sin complejos para explicar cualquier noticia que
    huela a situación marginal. Todo un éxito
    de nuestra profesión que ha conseguido colar en los
    cuarenta principales de los media a su concepto
    estrella.

    Familia desestructurada se utiliza en servicios sociales, pero
    también lo esgrimen médicos, profesores,
    voluntarios, periodistas, etc. que no dudan en calificar a las
    familias, sin ningún tipo de reparo, con tremenda
    categoría.

    Familia desestructurada es un cóctel donde el
    ingrediente principal (lazos familiares poco tradicionales y
    problemas con
    los hijos aparte) es la pobreza.

    De ahí su poder ejemplarizante: "Nosotros no somos
    así" parece decir quien lo utiliza.

    Y cuando de una familia se decide que es desestructurada, los
    matices, su historia, sus razones, las
    peculariedades, todas esas "contrariedades" que dificultan
    qué generalicemos tan alegremente y que nos obligan a
    pensar un poco más, se van de vacaciones.

    HIPERACTIVO

    La educación, aunque investida de oropeles, se
    convierte muy a menudo en la tarea de parar el movimiento
    continuo. Revolverse más de la cuenta en el pupitre se
    castiga hoy con Tranquimazin.

    Cuando el diagnóstico científico se populariza
    y se hace moda se convierte en una etiqueta con la que distinguir
    a todo aquel que se salga de la norma.

    El concepto se banaliza hasta tal punto que veda cualquier
    intento serio en identificar al niño que de verdad lo
    sufre.

    Lo que son las cosas, en la edad adulta, vaya usted a saber
    porqué, ser hiperactivo se acaba considerando un valor
    añadido.

    LLAMAR LA ATENCIÓN

    Al contrario que otros conceptos que hacen suyos determinadas
    profesiones, el llamar la atención es utilizado, indistintamente,
    por profesores, psicólogos y educadores. Un niño
    patalea, grita, roba, luego, solo quiere llamar la
    atención,
    dicen profesionales concienzudos reunidos en
    torno a una mesa,
    coordinados.

    Difícil discernir si este concepto forma parte del
    lenguaje técnico o popular, puesto que tanto se utiliza en
    reuniones de profesionales como una madre hablando de su hijo con
    el pescadero. Eso si, es uno de esos recursos que
    desarman sin decir absolutamente nada.

    Un niño patalea, grita, roba: no es que quiera llamar
    la atención, es que la llama, eso es evidente y
    debería hacernos pensar de inmediato en por qué
    hace lo que hace, qué produce su malestar, cómo
    podemos ayudarle.

    Algo falla cuando llamar la atención se
    convierte, no en una consecuencia tan evidente que resulta banal
    decirla, sino en el diagnóstico mismo. Decimos: solo lo
    hace para llamar la atención
    y respiramos tranquilos.
    No hay de que preocuparse. Ya se le pasará.

    MANIPULADORA

    Es esta una palabra de fuerza
    contundente, indiscutible, con la que de un plumazo se distingue
    a una usuaria de nuestros servicios. La he escuchado en muchas
    reuniones y leído en no pocos informes.

    Pocas palabras ejercen tanto quórum cuando se las
    nombra. Pocas palabras nos hacen callar tan deprisa como
    esta.

    Primero decimos el nombre de la acusada (es más
    frecuente que sea el de una mujer,
    quizás es que tengamos el prejuicio,
    hombres y mujeres, de que ellas lo son más que ellos) y
    después recalcamos el MUY manipuladora (afinen el oído, en
    casi todas las conversaciones el adverbio muy casi siempre
    acompaña al sustantivo).

    Nadie pregunta -¡aguafiestas!- ¿Por qué
    manipuladora? ¿Qué manipuló? ¿Lo es
    siempre? ¿No descansa los domingos?

    De nuevo una palabra vacía que nos permite librarnos
    del farragoso trabajo de
    saber las razones de la persona (una con
    nombres y apellidos y no un mero adjetivo), sus equivocaciones,
    sus aciertos, sus posibilidades de cambio.

    Ante la tentación de palabras tan ejemplarizantes un
    ejercicio saludable: recordar que también nosotros podemos
    ser manipuladores, a veces.

    PADRE AUSENTE:

    Estamos ante una expresión que está tomando,
    dadas las prisas del profesional en poner etiquetas en sus
    informes, otros derroteros para los que fue pensada.

    Si nos fijáramos más en la musicalidad de las
    palabras no deberíamos usar ausente, una palabra tan
    hermosa, cuando lo que de verdad queremos decir es que no existe
    el padre y que no vale la pena gastar ni un minuto de
    reunión en hablar de el. "Me gusta cuando callas porque
    estas como ausente", decía Neruda. Padre ausente nos
    remite, pues, a un padre evocador, siempre pensando en las
    musarañas, mientras la familia se
    desmorona a sus espaldas.

    A pesar de eso, este Padre ausente puede ejercer un poder real
    y simbólico enorme en la familia y nos puede pillar
    mirando para otro lado.

    Pasa como con todas las generalizaciones, nos libra de cavilar
    y nos pone a dormir a pierna suelta.

    Los que hemos crecido intelectualmente con el lema: es
    imposible no comunicar,
    deberíamos confrontarlo con el
    concepto de Padre ausente. Por coherencia, más que
    nada.

    PADRE PERIFÉRICO

    Es una variedad del anterior aunque este padre si que
    está por ahí, merodeando. En ocasiones, nuestra
    retórica crea figuras inquietantes.

    PRE-DELINCUENTE

    Si hay un término que tendría que hacer
    sonrojarnos ese es el de predelincuente. Tenía la
    esperanza de que con los estudios de diplomatura, con nuestra
    profesión entrando en la universidad, con
    el saber en definitiva, este término, príncipe de
    lo prejuicios, insulto a la inteligencia,
    se abandonaría por completo. Pero aun colea por
    ahí.

    Desde aquellos pseudocientíficos que estudiaban a los
    asesinos según la forma y el tamaño de su
    cráneo no se había pertrechado tamaño
    atropello.

    Aun así la palabreja va salvando obstáculos y
    adaptándose a cada generación de educadores. A los
    aprendices de Aramis Fuster no les hace falta la
    pedagogía, ya se ve.

    RIESGO

    Nuestro discurso profesional adolece, en ocasiones, de un
    lenguaje propio. Hemos adaptado al trabajo social conceptos que
    provienen de la medicina
    (prevención, diagnóstico, intervención,
    etc.) con la dificultad que supone utilizar expresiones creadas,
    originariamente, para otra disciplina.

    Lo confieso, no tengo una propuesta para sustituir la palabra
    riesgo. Nos
    hemos acostumbrado tanto a ella que ya parece casi de la familia,
    pero prueben a hablar con gente "normal". Si, si, gente que no
    sea del gremio, que no se dedique a estos menesteres nuestros
    (existen, se lo aseguro).

    Confronte el término con su mujer, sus amigos, sus
    hijos ya verá como no resiste ni un asalto.

    En fin, podemos hablar de indicadores, a
    secas (indicadores que, por cierto, necesitan una revisión
    urgente para adaptarse a la actualidad). No necesitamos esta
    expresión a menos que consideremos que vivir ya es un
    riesgo.

    SIGLAS:

    Conversación entre dos educadores:

    -Ya hiciste el PEI?

    -No, me falta la valoración de l’EAP.
    Además, no se si el EAIA necesitará también
    el informe del
    DAM.

    -En mi EBASP lo prioritario es la valoración del CSMIJ.
    Pero es una indicación de nuestra CAP que había
    trabajado en la DGAM, quiero decir… la DGAIA, ya
    sabes.

    – ¿Y lo hacéis ES y TS juntos?

    -Normalmente los hago solo yo porque son casos de IES o de
    CEIP. Pero si se ha de pedir un SAD o un PIRMI o ingresar en un
    CRAE entonces lo hacemos los dos más la TF.

    -Ah, ya. Bueno, quedamos después a tomar un café?

    -¿Un qué?

    SOCIAL

    Nuestro Santo Grial. Apellidamos a nuestras profesiones con
    este lastre sin caer en la cuenta que social, lo que se dice
    social, lo es casi todo.

    Otros profesionales (profesores, médicos) ya se han
    dado cuenta de eso y en muchas reuniones insisten en derivarte,
    perspicaces ellos, cualquier cosa con la excusa de que es un
    problema social. Demuéstrales con argumentos
    convincentes que están equivocados. Es imposible.

    Psicología social, educación social, trabajo
    social, socioeducativo, sociosanitario, lo social nos llena la
    boca.

    Tendremos que ir pensando en como discriminar nuestras
    experiencias profesionales (lo que nos toca y no nos toca hacer)
    en base a algo más consistente que considerarlo social o
    no. Eso o que nos sigan considerando chicas/chicos para todo (lo
    social).

    USUARIOS DE SERVICIOS
    SOCIALES:

    Usuarios de servicios sociales. También llamados
    coloquialmente nuestros usuarios.

    Clientes, pacientes, público, turistas, usuarios. Cada
    profesión define a las personas a las que atiende y
    reflexiona sobre ellas.

    Durante mucho tiempo el concepto Nuestros Usuarios no
    designó sólo a la persona que iba a los servicios
    sociales, no. Para muchos educadores y trabajadoras sociales,
    Nuestros Usuarios significaba (todavía significa
    para algunos) toda una categoría, subliminal si se quiere,
    pero categoría al fin. Nuestros Usuarios
    simbolizaba una cierta manera de vestir más bien sencilla,
    un lenguaje más bien pobre, una procedencia más
    bien sospechosa, una actitud
    más bien sumisa.

    A medida que los servicios sociales se modernizan y ofrecen
    una atención profesional y cualificada, usuario del
    servicio puede
    ser cualquiera. También, claro, las personas sencillas y/o
    sumisas, pero no sólo ellas.

    A pesar de esto, todavía hay resistencias,
    por parte de profesionales e instituciones,
    a abrir los servicios sociales a toda la población y a seguir considerando a
    nuestros usuarios como a los únicos
    legítimos del servicio.

    VERBALIZAR

    Nada en contra de esta palabra más allá de la
    antipatía que me produce su pedante cadencia. Es solo que
    su uso es tan excesivo en nuestros lares que llega a irritar.

    Ya se sabe, cuando una persona normal y corriente viene a
    vernos, en el mismo momento que entra en nuestro despacho, deja
    de hablar y decir y por un proceso de
    osmosis
    comienza a verbalizar. Y donde dijo digo, verbaliza Diego.

    Escuchémonos en cursos y en coordinaciones: El loable
    esfuerzo por crear un lenguaje científico y alejado del
    vulgo a veces nos hace hablar muy raro.

    Palabras clave: lenguaje, educación social,
    servicios sociales, disciplinas

    Sera Sánchez Rodríguez

    (educador social y mediador familiar)

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