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Argentina. Sociedad, escuela y discriminación




Enviado por cschulmaister



    1. Abstract
    2. Los otros dominados en tiempos de
      Indias
    3. Libertad, ¿para
      quiénes?
    4. Salvajismo, barbarie,
      civilización. Otra inmigración
      europea
    5. Nuestros vecinos inmigran pero
      no son inmigrantes
    6. El sur
      compartido
    7. Ideología e
      integración
    8. Ideología, sociedad
      y escuela
    9. Paternalismo,
      educación, integración
    10. Paternalismo
      indigenista
    11. Notas

    ABSTRACT

    (AMÉRICA LATINA-DISCRIMINACIÓN-GRUPOS
    ÉTNICOS-PATERNALISMO-DISCRIMINACIÓN EN LAS
    ESCUELAS)

    El artículo repasa las relaciones entre los
    blancos de la sociedad dominante en América
    y Argentina y las restantes etnias, a lo largo de quinientos
    años de historia, en lo que
    constituye el proceso de
    construcción de identidades, realizado
    simultáneamente en dos escenarios: el de la sociedad
    indiana y nacional y el del sistema
    educativo argentino.

    Señala las contradicciones entre los discursos y
    las prácticas sociales en cada uno de esos ámbitos,
    desnudando las verdaderas intenciones y resultados del accionar
    público, sobre todo en relación a los migrantes
    fronterizos, por comparación con los europeos.

    Finalmente, recala en las contradicciones existentes en
    el tratamiento escolar de las diferencias étnicas y
    cómo con frecuencia las intervenciones de los docentes se
    convierten en reforzadoras de la dominación y la
    discrimianción.

    LOS
    OTROS DOMINADOS EN TIEMPOS DE INDIAS

    Si bien los historiadores no se han puesto de acuerdo
    respecto a la magnitud del poblamiento originario de nuestro
    continente, al momento de la llegada de los españoles,
    todas las investigaciones
    serias concuerdan en que a partir de la Conquista española
    comenzó un acelerado proceso de reducción
    demográfica, de desintegración, estancamiento y
    deculturación de gran parte de las culturas y
    civilizaciones autóctonas.

    Considerando la totalidad de América y no sus
    partes, la causa inicial de aquel proceso fue la guerra
    emprendida contra los indígenas. La superioridad militar
    de los invasores, acompañada de grandes dosis de astucia e
    inescrupulosidad, se impuso finalmente sobre un número
    mayor de oponentes con los resultados de su exterminio masivo en
    muchos casos y el sometimiento para los que sobrevivieron, lo
    cual se tradujo en muchas partes en la desaparición
    definitiva de etnias, comunidades y culturas.

    Inmediatamente, los abusos a que fueron sometidos los
    indígenas en las encomiendas y en las minas, su
    reducción a la esclavitud, la
    sobreexplotación en casi todos los lugares, las enfermedades y las
    epidemias, y la consiguiente desarticulación de sus
    comunidades y culturas agravó el proceso de violencia
    ejercida contra ellas, continuando su disminución
    demográfica para llegar también por esa vía,
    en muchos casos, a su completa desaparición.

    Simultáneamente, y desde un principio, blancos
    españoles y nativos comenzaron a cruzarse sexualmente en
    aquellos lugares donde entraron en contacto en condiciones de
    dominación-subordinación, produciendo un nuevo tipo
    biofísico y cultural: el mestizo, que no encajaba en
    ninguna de las dos culturas que lo habían generado, y
    cuyas posteriores relaciones con blancos e indios fueron
    más o menos traumáticas según las
    particulares características que revestía el
    desarrollo de
    las nuevas sociedades en
    los distintos lugares de Indias.

    En líneas generales, ese mestizaje fue
    considerablemente mayor que el realizado entre los europeos no
    españoles y los pueblos originarios de otros continentes.
    Pero, particularizando por regiones de Indias o por países
    con posterioridad a la Revolución
    de Mayo, los resultados fueron muy diversos, entre otras
    razones por las diferencias de magnitud del poblamiento
    indígena precolombino de cada una de ellas, por las
    particulares modalidades de los contactos entre españoles
    e indios y por la variabilidad y duración de los grados de
    violencia sostenidos entre ambos.

    Si miramos en perspectiva esos primeros tres siglos de
    dominación europea, el dato más relevante es la
    dominación llevada a cabo por una sociedad constituida por
    unos muy pocos hombres -y muchas menos mujeres- oriundas de
    Europa, blancas y
    católicas, sobre una cantidad imprecisa, pero seguramente
    millonaria, de seres humanos y culturas caracterizadas por una
    gran diversidad.

    Desde el Norte hasta el Sur de América los
    pobladores autóctonos fueron sometidos, explotados,
    empobrecidos, deculturados, perseguidos y asesinados por
    funcionarios, soldados, dignatarios de la Iglesia y
    patrones blancos, pese a la legislación protectora de los
    nativos y a la tenaz lucha de algunos pocos sacerdotes como
    Bartolomé de las Casas y algunas órdenes religiosas
    católicas.

    Sin embargo, la posterior irrupción -primero de
    contrabando y
    luego legalizada- de los negros africanos, como mano de obra
    esclava de los sectores dominantes de la población blanca, se llevó a cabo
    por decisión de la propia Corona española, quien
    les otorgó el status de cosas, o piezas de
    ébano,
    como se los consignaba en los barcos negreros
    ingleses que los traían de África. Su valor
    económico, a tenor de la demanda,
    echaba por tierra toda
    consideración humanista acerca de su condición de
    personas, todavía no reconocida en Europa ni siquiera por
    la Iglesia Católica.

    A diferencia de los indígenas, que fueron
    declarados libres de derecho no obstante su triste
    situación, era excepcional hallar negros libres en
    América como no hubieran sido manumitidos por sus amos o
    por haberse escapado refugiándose en zonas
    inhóspitas, por lo cual (entre otras razones) las
    órdenes religiosas tampoco se ocuparon de
    ellos.

    Esa misma causa, más un rechazo mucho mayor de
    que fueron objeto por parte de indígenas y blancos,
    dificultó en líneas generales su cruzamiento, por
    lo menos con la intensidad con que aquellos lo practicaron entre
    sí, siendo predominantemente endógamos durante todo
    el tiempo en que
    se practicó la esclavitud en América. Esto
    último no impidió que las mujeres negras fueran
    explotadas sexualmente por los hombres blancos, quienes si no se
    casaban con una mujer de su mismo
    origen preferían amancebarse con indias antes que con
    aquellas.

    La historiografía no abonada a la leyenda rosa de
    la colonización española ha dejado incontestables
    pruebas acerca
    del sometimiento y explotación de los negros por parte de
    los blancos, sobre todo en las plantaciones de zonas tropicales
    del continente, lo que no puede ser relativizado por el registro del
    trato más benigno dispensado a los esclavos
    domésticos en muchos lugares de Indias, pues todos
    estuvieron siempre situados en el escalón más bajo
    de la escala
    social.

    En todo caso, y en grado diverso según los
    lugares adonde fueron llevados, su presencia añadió
    nuevas características a la estructura
    social de Indias, estableciéndose en la sociedad
    blanca española una rígida estratificación
    bío-socio-cultural que perduró hasta después
    de la Revolución
    de Mayo.

    Consecuente con la política de Felipe II
    en España,
    la Corona prohibió permanentemente la entrada en Indias de
    toda clase de
    asiáticos, tanto por razones raciales como religiosas,
    como ocurrió con árabes y judíos,
    semitas ambos y musulmanes y mosaístas
    respectivamente.

    Los ingleses tenían prohibido radicarse en
    Indias; sin embargo, de hecho las reglas fueron más
    elásticas tratándose de ellos, sobre todo a partir
    del siglo XVIII y en la primera década del siguiente,
    siendo Buenos Aires un
    claro ejemplo de ello, como lo prueba el hecho de que muchos de
    los soldados derrotados en las invasiones inglesas de 1806 y 1807
    se quedaron definitivamente allí y bien pronto
    formalizaron matrimonios con las hijas de las familias más
    caracterizadas de la época, las cuales por esa
    única vez no tuvieron en cuenta sus "linajes
    innobles".

    Los otros pueblos anglosajones también
    tenían prohibida la entrada en Indias por razones
    religiosas. Pero también la tuvieron muchos de religión
    católica como los portugueses (salvo un breve
    período entre fines del sigo XVI y comienzos del XVII),
    los franceses, etc, en estos casos en razón del
    exclusivismo con que se manejaban en la época las
    relaciones entre metrópolis y colonias.

    Hispanoamérica fue una sociedad multicultural
    desigualitaria con tres culturas: la indígena o
    autóctona, la blanca o caucásica de origen español
    previamente teñida con sangres moras, y la negra
    traída a la fuerza desde
    África.

    Los hombres y mujeres de piel blanca y
    su cultura (la
    cultura española) ocuparon el centro del escenario social
    y establecieron con los hombres y mujeres indígenas y
    negros y con sus respectivas culturas diversas relaciones de
    dominación y de explotación que continuarían
    en la etapa independiente. Indios y negros tenían en su
    contra ser distintos a los blancos en materia de
    color de piel y
    de religión, lo cual justificaba por entonces su
    reducción a los estados de servidumbre (de hecho) y de
    esclavitud (de derecho).

    LIBERTAD, ¿PARA
    QUIÉNES?

    A partir de 1810, la ruptura con España iniciada
    en algunas ciudades y regiones americanas se fue convirtiendo
    rápidamente en una guerra por la independencia
    dentro de un proceso revolucionario continental que tuvo matices
    comunes y diferentes según los lugares de que se
    trate.

    En todas partes, en líneas generales, luego de
    una efímera convocatoria a las etnias originarias a
    sumarse a la lucha contra los españoles, por lo
    demás reducida a muy escasos lugares del continente,
    apelando a los principios de
    igualdad y
    fraternidad entre criollos e indígenas, y de la
    abolición de los servicios
    personales de los indios (encomienda, mita y yanaconazgo),
    éstos, y también los negros, pasaron a constituir
    en todas partes el grueso de los ejércitos en combate.
    Unos quedaron en las filas españolas, otros en las de las
    nuevas naciones americanas.

    Pero los indígenas nunca ocuparon los grados
    elevados de la oficialidad de esos ejércitos ni tampoco
    recibieron, una vez terminada la guerra contra España,
    ningún reconocimiento oficial de los gobiernos nacionales
    ni pensiones ni ayudas de ninguna clase, las que por otra parte
    también les fueron negadas a los blancos pobres. La
    sociedad civil
    blanca tampoco los tuvo en cuenta. La nacionalidad
    en ciernes en las nuevas unidades políticas
    no los consideró, de hecho, como compatriotas.

    Simultáneamente con las luchas en el frente
    externo, los desencuentros dentro de la sociedad blanca dominante
    de las nuevas naciones vieron a los indígenas nuevamente
    en calidad de
    soldados forzosamente reclutados y en ambos bandos en lucha. Una
    vez más fueron "carne de cañón" de los
    ejércitos en pugna. Cuando éstos eran licenciados
    los que habían sobrevivido se convertían en parias
    para la sociedad blanca.

    Similar suerte corrieron los blancos pobres y los
    mestizos en esa etapa. Y también los negros en aquellos
    países donde habían llegado a tener una fuerte
    presencia poblacional, tanto respecto de los blancos como en
    ciertos lugares respecto de los mulatos.

    Salvo este último ejemplo, no aplicable a nuestro
    país por la escasa cantidad de esclavos existentes en el
    virreinato del Río de la Plata, el proceso descripto
    anteriormente se reflejó íntegramente entre
    nosotros.

    Una vez concluida la guerra contra España -a
    excepción de Cuba-, y
    mientras subsistían las guerras
    civiles en casi todas partes, entre nosotros los pueblos
    indígenas situados en las pampas bonaerenses sin
    dueños, pobladas de vacas y caballos cimarrones, y que
    habían permanecido al margen de la sociedad blanca,
    prácticamente sin contactos con ella o bien con
    esporádicos contactos cargados de violencia, comenzaron a
    redoblar sus asaltos a las estancias para robar ganado y mujeres.
    Muchos de esos robos implicaban el traslado de las reses a Chile
    para ser vendidas a blancos del hermano país.

    En la provincia de Buenos Aires, el estanciero Juan
    Manuel de Rosas los contuvo
    con una política de acuerdos, otorgamiento de cargos y
    sueldos a los caciques y entrega de rebaños para que se
    establecieran en sitios fijos, incluso en sus propias tierras,
    con la misión de
    servir de contención a su vez a otras tribus
    empeñadas en el robo y posterior venta de ganado
    de las estancias. Estrategia
    similar a la llevada a cabo por Roma en las
    marcas del Rin
    con los pueblos que ellos llamaron bárbaros, los que con
    el transcurso del tiempo se romanizaron al punto de que hasta
    llegaron a tener emperadores de ese origen. Así fue como
    durante veinte años prácticamente no hubo malones
    en la línea sur bonaerense.

    Pero luego del derrocamiento de Rosas -instigado por
    Gran Bretaña- los malones indígenas contra las
    estancias bonaerenses comenzaron a producirse con mayor
    frecuencia y magnitud. Entonces, las autoridades porteñas
    aplicaron contra ellos políticas totalmente distintas a la
    de aquél, centradas en su aniquilamiento.

    Desde entonces se difundió en Argentina, la menos
    indígena, la más blanca de estas tierras
    hispanoamericanas, una concepción según la cual los
    restos de las culturas nativas representaban una rémora
    para el progreso por considerarlas integradas por salvajes
    incapaces de funcionar en la civilización, lo cual
    significaba por entonces civilización blanca. En
    consecuencia, se incrementaron las acciones de
    guerra y exterminio masivo, seguidas de desplazamientos,
    relocalizaciones y apropiación de las tierras que hasta
    entonces habían ocupado.

    Los nativos se habían convertido en un "problema"
    para la sociedad dominante, "moderna" y "progresista", situada en
    Buenos Aires. Paradójicamente, en la Argentina de la
    segunda mitad del siglo XIX muchas tribus indígenas
    enfrentadas con el ejército regular tenían en sus
    tolderías mástil, bandera y un trompa con su
    clarín, rechazaban los regalos de banderas chilenas
    efectuados por el gobierno
    trasandino y se identificaban expresamente como argentinos. Ellos
    se sentían argentinos y querían ser considerados
    como tales, y en definitiva eso era lo que eran aunque no
    hubieran pretendido serlo
    . Pero la oligarquía no los
    quería, prefería segregarlos, y promovía su
    aniquilamiento.

    El vocero más caracterizado y apasionado de esta
    ideología y de su correlato político
    militar fue Sarmiento, quien desde mucho antes y hasta bien
    entrado en años dejara huellas imborrables de su pensamiento en
    el libro, en el
    periodismo y
    en la correspondencia epistolar, consistente en aniquilar a los
    indígenas en todas partes del mundo.

    La razón para el desprecio y la exclusión
    oligárquica fue la condición por ella atribuida a
    los "salvajes" nativos (así como también a los
    "bárbaros" gauchos) de ser
    incapaces de razonamiento, de convivencia civilizada, y sobre
    todo de progreso. En esos años, el desprecio, la exclusión
    social, la persecución y el asesinato se fundaba en
    prejuicios de origen racial, aun cuando detrás de ellos
    siempre estuvo el interés
    económico por desposeerlos y/o explotarlos. En cambio, para
    sus descendientes que llegaron al siglo XX, incluidos los
    inmigrantes indígenas de los países
    limítrofes, el racismo
    explícito e implícito de los blancos se
    reforzó con la explotación económica, el
    mismo tipo de explotación que le correspondió a los
    blancos pobres -ya fueran criollos de piel blanca y origen
    lejanamente español como los descendientes de los gauchos-
    y a los mestizos del noroeste, del noreste o de la Patagonia,
    muchos de los cuales con el transcurso del tiempo pasaron a ser
    vistos como blancos por la pérdida gradual de los rasgos
    predominantes de sus biotipos autóctonos.

    Ese proceso de aniquilamiento fue emprendido desde
    el Estado
    mismo, especialmente entre la segunda mitad del siglo XIX y
    comienzos del XX, por eliminación física de los
    indígenas a cargo del ejército nacional y de los
    terratenientes (blancos criollos o europeos), a pesar de contar
    entre sus milicos y sus peonadas con mestizos y hasta con indios
    mansos. De modo que en un mismo combate morían no
    sólo los indígenas contra los que se llevaba la
    guerra, sino también los "bárbaros" criollos, los
    mestizos y los indios "salvajes" que revistaban en sus propias
    filas.

    La misma "solución final" para el problema racial
    de los pueblos salvajes fue aplicada por la
    oligarquía argentina con los negros cuando ya no
    existía más la esclavitud legal, al enviarlos a
    morir en la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, entre
    1865 y 1871, donde se llevó a cabo el genocidio de
    guaraníes, mestizos y blancos.

    Simultáneamente, los restos del criollaje blanco
    y mestizo que había poblado las provincias del interior y
    especialmente las zonas de frontera con
    el indio en la zona central del país, y que no
    había sucumbido al genocidio desatado por los
    porteños con posterioridad a la batalla de Pavón (y
    aun antes) fue diezmado en la lucha territorial contra los
    indígenas, concluida en el sur en 1885 en el Chubut, y en
    el norte en la guerra del Chaco argentino y en las matanzas de
    Jujuy en 1900.

    Para entonces, la oligarquía ya había
    tenido a los tres más grandes racistas y genocidas del
    siglo XIX: Mitre, Sarmiento y Roca, todos Presidentes y Generales
    de la Nación
    devenidos en Próceres después de muertos: los tres
    "próceres" más importantes de la oligarquía,
    su verdadero núcleo duro.

    En el norte argentino hacía ya muchas
    décadas que los indígenas eran utilizados como semi
    esclavos en los ingenios azucareros, en los algodonales y en las
    explotaciones forestales, propiedad de
    renombrados miembros de la oligarquía, unificándose
    en estos casos el racismo y la explotación
    económica sobre la base de las condiciones de desigualdad
    social que conformaban la sociedad global instituida por el
    Estado
    oligárquico. Del mismo modo, luego de la
    terminación del "problema del indio" los restos de las
    etnias supérstites del sur argentino corrieron la misma
    suerte en su condición de peones de estancias, pero en el
    sur del sur, algunos aventureros europeos emprendieron a fines de
    siglo una nueva cruzada particular de exterminio indígena
    pagando un óbolo a sus sicarios por cada indio muerto
    contra entrega de un par de orejas; pero como desconfiaban de
    éstos al verse andar por allí muchos indios
    desorejados subieron la recompensa a cambio de un pecho de mujer
    india, con lo
    cual se aseguraban de que murieran desangradas y al mismo tiempo
    que disminuyeran los futuros nacimientos…

    Un libro de lectura de la
    escuela primaria decía allá por la década de
    1920, dando cuenta de los resultados del proceso de
    liquidación del indígena ocurrido en la segunda
    mitad del siglo XIX, "… en nuestro país,
    afortunadamente ya no queda ni un salvaje…"
    , lo cual no era
    exactamente cierto, pero sí lo era que para ese momento
    había muchísimos menos indígenas que antes.
    Seguramente que en muchas aulas de esa época, y en todo el
    país, había alumnos indígenas, mestizados o
    no, que tenían algún antepasado masacrado por el
    ejército o por los patrones, pero ahora se vestían
    como los blancos y hablaban en español. Para ellos
    quedarían los peores trabajos de la sociedad, los
    más sacrificados y al mismo tiempo los menos remunerados,
    la pérdida de tierras comunitarias a manos de propietarios
    blancos, la marginalidad
    social, la pobreza, la
    falta de salud, de
    educación,
    de justicia y de
    justicia social. Pero aunque tuvieran apellidos y rasgos
    indígenas, para entonces la oligarquía debió
    aceptar que ya fueran irremediablemente argentinos.

    Desde entonces, la sociedad blanca dominante de origen
    lejanamente castizo, que ya no era totalmente blanca, y para nada
    castiza, no ha tenido tanto prácticas explícitas de
    discriminación racial como de discriminación económico social
    ejercida contra las personas por su condición de pobres, o
    por su status social. En todo caso, su racismo permanecía
    oculto pero afloraba de vez en cuando por otras
    vías.

    La mezcla de los grupos indígenas con el torrente
    étnico blanco, aun en condiciones de notoria desigualdad
    social, comenzada en tiempos de los españoles, se
    había extendido en la etapa independiente, al punto de
    oscurecer en ciertas zonas de Argentina la tez de los pobladores
    de origen español.

    También el mestizaje ha sido también otra
    vía para la constante pérdida de muchos elementos
    de las culturas y las identidades indígenas, pero
    éste no ha sido un fenómeno exclusivo de
    éstas: lo mismo ocurrió con los restos de la
    cultura gaucha y con las colectividades inmigrantes europeas de
    fines del siglo XIX y comienzos del XX. Pero la diferencia con
    éstos es que, durante cinco siglos a los indígenas
    primero se los violentó, se los dominó y se los
    desestructuró psicológica y culturalmente para
    degradarlos después por medio de una tremenda
    explotación económica que todavía
    continúa.

    Actualmente, y en líneas generales, los
    indígenas no mestizados pero integrados en la sociedad
    dominante corren la misma suerte que el sector más pobre
    de los pobres no indígenas: la miseria y la marginalidad
    social ya es consustancial a sus condiciones culturales de
    existencia. En cambio, la situación de las pequeñas
    comunidades indígenas que actualmente sobreviven en el
    norte argentino es dramática. Formalmente integrados a la
    sociedad en igualdad de condiciones que cualquier otro argentino,
    como señala la Constitución Nacional, es decir, tan
    sólo a nivel declarativo, son sobreexplotados
    económicamente en los ingenios y obrajes igual que hace
    cien años, son perjudicados de mil maneras, agraviados y
    manipulados con fines electorales, sin solución de
    continuidad desde el momento en que fueron vencidos y sometidos
    por los blancos, a fines del siglo XIX, siendo la tendencia
    irreversible la de su desaparición física y
    cultural. En estos casos sobrevive la discriminación de
    tipo racial reforzada por la económica y
    social.

    Haciendo una síntesis
    anticipadamente, pues razones de espacio nos impiden desarrollar
    en profundidad la historia de las relaciones entre la sociedad
    blanca dominante y los grupos indígenas, y
    abstrayéndonos de las características diferenciales
    según tiempos y lugares, vemos que las mismas han
    recorrido todas las modalidades que fuera dado imaginar: seudo
    igualdad
    declarativa a comienzos de la dominación
    española y a comienzos de la etapa independiente,
    aniquilación masiva en tiempos de la Conquista
    española, abandono e indiferencia por su suerte en
    la primera mitad del siglo XIX, exclusión de la
    identidad
    dominante
    (española primero, argentina
    después), racismo explícito,
    segregación, otra vez aniquilación,
    desplazamientos geográficos, esclavitud
    ,
    servidumbre, sobreexplotación laboral,
    discriminación de todo tipo, desigualdad social, seudo
    integración
    o integración
    subordinada , deculturación, marginación, racismo
    implícito, paternalismo, manipulación
    política, etc, etc.
    Todas ellas modalidades del
    ejercicio de la dominación, la expoliación y la
    explotación de la sociedad blanca dominante sobre los
    grupos étnicos autóctonos.

    En la actualidad, la desigualdad y la injusticia social
    que están a la base del sistema afectan a
    los pueblos indígenas en todos los ámbitos de la
    vida social: en lo político, lo económico, lo
    social, lo cultural, y en la exclusión de género,
    mucho más gravemente que al resto de la
    sociedad.

    SALVAJISMO, BARBARIE,
    CIVILIZACIÓN.

    OTRA INMIGRACIÓN
    EUROPEA

    El discurso
    oficial porteño dominante en la segunda mitad del siglo
    XIX en todo el país, caracterizaba como barbarie a la
    población descendiente de españoles, estuviera o no
    mestizada, que en líneas generales llamaremos gauchos o
    paisanos, y que poblaba tanto el interior de Argentina como la
    provincia de Buenos Aires y también la misma ciudad
    homónima. Sus "defectos" eran la pobreza,
    obviamente no debida a su propia voluntad, y su "incultura"
    frente a los hombres "civilizados", de "buena familia",
    propietarios de tierras y ganados, vinculados a la cosa
    pública, al Estado, a los puestos públicos, a la
    actividad mercantil, conocedores de que más allá
    del océano existía un mundo superior al que se
    podía acceder en la medida que se dispusiera de dinero, lo
    cual ellos tenían en grado harto suficiente. Por esa
    razón, los más conspicuos "civilizados"
    aprendían el refinado idioma francés, propio de los
    hombres cultos, y el inglés
    de los hombres de negocios. Y
    más tarde lo harían pasando largas temporadas en
    esas lejanas y amadas tierras.

    Asimismo, para los pueblos originarios estaba reservada
    la categoría de salvajismo, "científica" en esos
    tiempos. Esos pueblos avergonzaban a las élites blancas
    dominantes de Buenos Aires y a algunas oligarquías
    provinciales del interior del país. El darwinismo social
    de fines del siglo XIX explicaba y justificaba su
    liquidación en aras del Progreso, esa nueva deidad
    fascinadora de todas las oligarquías
    latinoamericanas.

    A pesar del escaso poblamiento de nuestro territorio, la
    oligarquía argentina pregonaba la sustitución de
    "bárbaros" y "salvajes" argentinos preferentemente por
    blancos europeos del norte de Europa. Pero el aluvión
    inmigratorio provino de la baja Europa y no gozó de
    condiciones de fomento por parte de los gobiernos de la
    oligarquía ni pudo acceder en forma amplia a la propiedad
    de la tierra,
    como por su predominante condición de campesinos hubiese
    sido dado esperar y ellos mismos anhelaban, conformándose
    buena parte de ellos -los que no se afincaron en los pueblos y
    ciudades para desarrollar oficios asalariados o artesanales- con
    un destino de arrendatarios con escasas posibilidades de
    acumulación y ascenso social. Como siempre, el suelo, el
    espacio, una vez arrebatado a sus usufructuarios milenarios, no
    podía ir a parar a manos de campesinos. El Progreso y la
    Civilización exigían el latifundio como propiedad
    sagrada de la oligarquía.

    La magnitud del caudal inmigratorio trajo como
    consecuencia un alto grado de mestizaje con la población
    blanca nativa que transformó nuevamente el biotipo social
    y fundamentalmente la cultura argentina. Pero a pesar de su gran
    integración social y cultural a la sociedad dominante, no
    quedó eximida del posterior rechazo ni de los prejuicios
    raciales por parte de los sectores oligárquicos,
    conservadores y liberales, repentinamente convertidos en
    "nacionalistas" a comienzos del siglo XX.

    Junto con aquellos inmigrantes, que finalmente no
    satisficieron las expectativas forjadas por la oligarquía
    en décadas anteriores, comenzaron a llegar inmigrantes
    semitas (árabes y judíos), éstos
    últimos provenientes sobre todo del este europeo,
    conformando colectividades con alta integración en la vida
    socioeconómica de aquellos tiempos, en condiciones
    ventajosas comparados con la población criolla, con la
    mestiza de larga data y con los restos de las culturas
    autóctonas. En este caso, algunos sectores segundones de
    la oligarquía y sobre todo del ejército, se
    abroquelaron desde el nacionalismo
    elitista y el tradicionalismo en el rechazo prejuicioso y
    discriminatorio contra los judíos sobre la base de
    planteos racistas, religiosos, ideológicos y
    políticos, en consonancia con los nuevos aires que
    soplaban en Europa.

    Esas componentes, provenientes de la tradición
    española y hoy emblemáticamente nazi-fascistas, se
    instalaron fuertemente en la Argentina del siglo XX. Será
    recién después de 1983 cuando comience a producirse
    su rápida retirada, pese a lo cual pocos años
    después se produjeron dos cruentos atentados terroristas
    contra la Embajada de Israel en Buenos
    Aires y contra el edificio de la AMIA que ya llevan más de
    una década sin esclarecerse.

    A comienzos del siglo XX arribaron los japoneses, una
    colectividad endogámica por razones culturales y
    religiosas al igual que los judíos, y que desarrollaron
    una fuerte integración en la vida económica, social
    y cultural de nuestro país.

    Después de las oleadas menores de inmigración europea sucedidas durante unos
    pocos años de la primera y la segunda posguerras
    mundiales, la inmigración ultramarina se detuvo.
    Habrá que esperar hasta los ochentas y noventas para
    registrar la llegada de otros pueblos del este asiático
    como los chinos, laosianos, coreanos, indios, etc. Todos estos
    grupos étnicos son endógamos tanto por razones
    idiomáticas como culturales y religiosas y se hallan
    integrados en la vida económica ocupando posiciones
    importantes, generalmente por encima del status promedio de la
    población local, y sin ser objeto de discriminación
    racial aunque sí de prejuicios y estereotipos de diverso
    tipo.

    El resultado final en nuestro país ha sido una
    sociedad multicultural integrada predominantemente por miembros
    de la etnia blanca
    dominante de origen europeo llegados durante los últimos
    cinco siglos y con alto grado de mestización en estas
    tierras; más los restos supérstites de las culturas
    autóctonas con diverso grado de deculturación y de
    mestizaje, si bien hay grupos étnicos que conservan su
    biotipo prácticamente inalterable y buena parte de los
    elementos constitutivos de sus culturas, como sucede en el norte
    argentino; y los escasos representantes de las culturas del este
    asiático.

    NUESTROS VECINOS INMIGRAN PERO NO SON
    INMIGRANTES

    En la historiografía argentina de las
    últimas décadas del siglo XX ha surgido una
    línea de pensamiento que niega la existencia de una
    identidad
    nacional firmemente acendrada desde el comienzo de nuestras
    luchas revolucionarias; línea que releva y pone en el
    centro de sus análisis la presencia de identidades
    regionales volcadas hacia adentro de sí mismas,
    indiferentes por la suerte de sus vecinas con las que poco antes
    integraban una unidad jurisdiccional tan amplia como el
    virreinato del Río de la Plata. Más aún,
    prolonga ese supuesto estado psicológico y material hasta
    los tiempos de la llamada Organización Nacional.

    Esta tesis ha
    pasado en menos de lo que canta un gallo a la escuela argentina,
    desde la primaria a la universidad,
    realimentándose continuadamente, y no ha generado, que se
    sepa, ninguna refutación. Esto último no autoriza a
    inferir que ello se deba a que no haya nada que refutarle.
    Nosotros creemos lo contrario con absoluta convicción y
    consideramos que esta posición es tremendamente funcional
    a la historiografía liberal tradicional aun cuando
    provenga de historiadores aparentemente progresistas.

    No es el momento de embarcarnos en demostrar lo que
    pensamos. Muchos historiadores nacionales ya han relevado desde
    mucho tiempo atrás testimonios que indican exactamente lo
    contrario, y aun cuando aceptemos la existencia de fuertes
    improntas regionales en la primera mitad del siglo XIX,
    sostenemos que ello no era incompatible con la existencia de
    sentimientos y conciencia global
    de pertenencia a unidades políticas mayores, incluso
    supranacionales. San Martín y Bolívar,
    entre otros, son destacados representantes y voceros de los
    pueblos y las capas sociales mayoritarias interesadas en la
    construcción de estructuras
    políticas amplias, lo que se han dado en llamar el
    sueño de la patria grande. En esos tiempos, cuando
    Bolívar decía "La patria es la América",
    nosotros nos llamábamos y nos reconocíamos como
    sudamericanos, y la idea y la experiencia colectivas y
    subjetivas acerca de la patria no eran relictos del pasado sino
    algo vital, a nivel de los problemas de
    la vida cotidiana, con clara noción del necesario proyecto y
    destino de unidad latinoamericana como condición para ser
    y para seguir teniendo esa identidad hispano-indígena que
    nadie repudiaba salvo las élites oligárquicas que
    surgieron en las ciudades portuarias al abrigo del libre
    cambio.

    Por eso es que hoy nos consideramos hermanos de nuestros
    vecinos. Por haber formado parte de una etapa histórica de
    unidad cultural con múltiples matices particulares, como
    ramas de un mismo tallo. Por eso es que nunca fueron considerados
    extranjeros entre nosotros como lo demuestran las motivaciones
    del alzamiento de Felipe Varela en solidaridad con
    el Paraguay en la Guerra de la Triple Infamia, consecuencia de
    Caseros y Pavón con todo lo que ello representó: la
    paralización del proceso de desarrollo de las identidades
    nacionales con extensión a los pobladores originarios y de
    los sentimientos de hermandad entre los pueblos
    sudamericanos.

    El proceso de limpieza de sangres y de los caracteres
    sociales y culturales considerados indignos por las élites
    blancas dominantes, iniciado a partir de 1852, obedeciendo a los
    intereses de la dominación de Gran Bretaña, fue
    aplicado en líneas generales en toda Sudamérica, en
    tanto la Gran Democracia del
    Norte
    , que ya venía dando pasos similares en su propio
    territorio desde mucho tiempo atrás, instigaba y
    cohonestaba esa ideología y su correlato empírico
    en América central y el Caribe.

    Esa tarea fue terriblemente exitosa en muy poco tiempo
    debido a los medios
    violentos utilizados para ello, idénticos en todas partes
    a los de nuestro país, pero no ha terminado aún. El
    proceso particular de liquidación de las culturas
    originarias consideradas salvajes formaba parte de un proceso
    general similar aplicado al resto de la población del
    país, calificada de bárbara, por lo que
    también la sociedad nacional en su conjunto fue
    deculturada, sometida, expoliada, desintegrada, distorsionada y
    humillada.

    Es por ello que propugnamos que la otra historia,
    debe incorporar simultáneamente el rescate de todas las
    historias
    y de todas las memorias no
    oficiales
    conjuntamente con las de los pueblos originarios
    puesto que la mayoría de éstos nunca se
    consideraron a sí mismos como no argentinos y esto ya era
    así aun antes de 1810, como lo prueba entre muchos otros
    casos el ofrecimiento de los caciques de la campaña de
    Buenos Aires, a Liniers, de miles de lanceros para pelear contra
    los ingleses.

    Dicho de otra manera, consideramos que también el
    pueblo mayoritario, nuestro pueblo en el sentido de comunidad
    nacional, es parte de los Otros Dominados y no sólo sus
    minorías dominadas. Un proyecto y un destino de
    país integrado en condiciones de igualdad y justicia
    social es consustancial a los intereses de los sectores sociales
    ubicados en la parte baja de la pirámide social, los
    cuales además constituyen las mayorías populares.
    De ahí que decir "pueblo" en Iberoamérica equivale
    a mayorías, por lo que hasta es redundante decir
    "mayorías populares".

    Esa suerte de mezcla indisoluble entre magnitud y
    sustancia, que es el pueblo, la comunidad nacional, la patria en
    suma, se entiende cuando decimos que todos somos pueblo excepto
    los que están al servicio de
    intereses extranacionales en contra de los de su propia patria,
    con lo cual queda abierta una puerta para que las capas
    intermedias, generalmente renuentes a integrarse con los de
    abajo, formen parte del proyecto y del destino anhelado por las
    mayorías. En definitiva, la unidad en la lucha popular es
    una condición necesaria para el triunfo tanto al interior
    de nuestro país como en la escala subcontinental
    latinoamericana, en la cual siempre es bueno recordar que "los
    pueblos son sagrados para los pueblos".

    Desgraciadamente, el presente nos encuentra con una
    larga historia de resentimientos entre vecinos, generados
    permanentemente por sus oligarquías al servicio de los
    poderes imperialistas de turno. Aunque excepcionalmente
    éstas no se hallen en posesión del aparato
    institucional del gobierno siempre son propietarias de algo mucho
    más importante que es el Poder
    político y económico a su exclusivo servicio. La
    misma trayectoria recorrida por la oligarquía de Argentina
    y sus herederos y recambios actuales ha sido realizada, apenas
    con diferencias formales, por las demás oligarquías
    de Iberoamérica.

    Sus políticas se caracterizan, por lo general,
    por un doble discurso constituido, por un lado, por apelaciones
    declamatorias a la integración y la unidad latinoamericana
    en abstracto, y por el otro, poniendo obstáculos a una
    real, concreta y completa integración de nuestras naciones
    en cada situación particular que se presenta en la vida
    cotidiana, en nombre de "la soberanía" o de "nuestros viejos
    núcleos morales", practicando una infantil geopolítica tendiente a la
    desintegración y al debilitamiento de nuestros
    países. Así, por ejemplo, en Argentina, las
    derechas han fogoneado últimamente políticas
    restrictivas del ingreso a nuestro país de bolivianos,
    chilenos y paraguayos, acusándolos de distorsionar y
    perjudicar el normal funcionamiento de nuestra sociedad. He
    aquí, una vez más, el recurso del chivo
    expiatorio
    por parte del Poder.

    Constantemente, nuestros vecinos han emigrado a
    Argentina aun desde antes del aluvión inmigratorio europeo
    del siglo XIX. Pero nunca fueron tenidos en cuenta ni
    reconocidos. En el caso de los chilenos en la Patagonia, aun
    admitiendo la existencia de seculares intenciones de
    expansión territorial de sus gobiernos
    oligárquicos, no se ha tenido ni se tiene en cuenta que
    nadie se va de su país cuando en él puede prosperar
    y realizarse como ser humano, y la historia de todos los
    inmigrantes es siempre la misma. Sobre todo en Argentina, con el
    universal llamado del Preámbulo constitucional a todos
    los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo
    argentino
    , deberíamos agradecer en primer lugar a
    nuestros vecinos el haberse venido para acá a integrar una
    sociedad que creían que les ofrecía mejores
    perspectivas y en la que ellos siempre volcaron sus mejores
    aportes, compartiendo el futuro con nosotros,

    Pero ellos nunca fueron tratados
    –ni siquiera a posteriori- como pioners. Ellos
    inmigraron a nuestro país, pero nunca fueron inmigrantes.
    Las causas las conocemos todos: son pobres, tienen una fuerte
    impronta genética
    indígena, y consiguientemente son morochos. Esa
    discriminación de tipo racial y económico social se
    convierte así en discriminación por nacionalidad.

    Con lo cual se pone en evidencia una vez más que
    el tan mentado espíritu generoso y abierto a la
    Humanidad
    del Preámbulo es sólo una
    cáscara vacía, ya que siendo Argentina un buen
    receptor de inmigración, que nunca tuvo políticas
    restrictivas del ingreso y radicación de los extranjeros,
    incluidos los inmigrantes limítrofes (salvo la Ley de Residencia
    de 1902 para expulsar a los "revoltosos" socialistas y
    anarquistas portadores de "ideologías disolventes"), eso
    no le ha impedido en general haberlos tratado mal posteriormente,
    salvo que fueran anglosajones.

    EL SUR
    COMPARTIDO

    El principal grupo
    étnico autóctono de nuestra Patagonia, en cuanto a
    magnitud y distribución espacial, fue hasta dos o tres
    siglos atrás el tehuelche, suplantado y diluido
    posteriormente en el caudaloso torrente étnico mapuche, el
    cual a pesar de constantes acciones y condiciones adversas ha
    logrado sobrevivir hasta el presente, en tanto otros ya hace
    muchas décadas que están absolutamente
    extinguidos.

    Los mapuches situados en la zona cordillerana conservan
    rasgos étnicos y culturales propios en mayor medida que
    los que viven en otras zonas, en razón de su mayor
    concentración demográfica, pero en cambio sus
    condiciones de integración social en la sociedad global
    son mucho más precarias. No obstante, y a diferencia de
    los indígenas dispersos en otras zonas de la
    Región, esa situación les ha facilitado desarrollar
    una creciente toma de conciencia de sí mismos como etnia y
    como cultura sometida, y en los últimos tiempos el inicio
    de una lucha que abarca un amplio repertorio de
    reivindicaciones.

    ¿Dónde están los mapuches hoy, sean
    puros o mestizos, en el Alto Valle de Río Negro?
    Básicamente en todas las localidades. Forman parte de los
    sectores de trabajadores. Algunos trabajan en la
    administración pública municipal o provincial,
    algunos son pequeños comerciantes o empleados de comercio,
    otros trabajan en las escasas actividades secundarias y
    terciarias existentes como los galpones de empaque o las
    agroindustrias, y en gran número son albañiles y peones de chacras, siendo en
    estas últimas actividades donde padecen la mayor
    explotación laboral.

    Las localidades del Alto Valle, multiculturales por
    excelencia, registran un elevado grado de integración
    política y social de los descendientes de mapuches al
    nivel de los derechos consagrados
    constitucionalmente. Lo cual no implica que esa
    integración se dé en la práctica real del
    ejercicio de una ciudadanía también real ni del
    acceso efectivo a la distribución social de los bienes
    económicos y culturales en condiciones
    democráticas, justas e igualitarias, puesto que la
    sociedad nacional es esencialmente no democrática, injusta
    y desigualitaria. De todos modos, ellos padecen en peor grado
    esas condiciones reales de nuestra sociedad. Actualmente, los
    mapuches tienen las mismas posibilidades de realización
    individual y social que tienen los pobres no indígenas, es
    decir, prácticamente inexistentes. Ahora los pobres son
    iguales sin importar mayormente el color, el origen, la
    religión, etc, a los efectos de la dominación y
    explotación capitalista.

    A pesar de todo, y de la constante manipulación
    clientelística de que son objeto por parte de los
    principales partidos
    políticos, hoy se hallan en mejores condiciones para
    encarar las luchas sociales conjuntas de todos los pobres y
    sometidos, lo cual era inconcebible cien años
    atrás, cuando las diferencias étnicas pesaban mucho
    y dificultaban la integración social.

    Si la integración socioeconómica de los
    indígenas es aparente, precaria y escasa, mucho más
    grave, a nuestro juicio, es la situación en el plano
    cultural, ya que en la Patagonia no existe integración
    cultural ni justicia cultural ni tampoco una memoria integral
    de la dominación y explotación del trabajo de los
    pobladores indígenas y de los inmigrantes chilenos y sus
    descendientes por parte de los sectores dominantes,
    fundamentalmente de los propietarios rurales.

    Si bien éste es un tema muy amplio cuyo
    tratamiento exigiría un mayor espacio, nos parece
    necesario anticipar nuestra opinión de que en el siglo XX
    esta desmemoria de los pueblos explotados del sur americano es
    básicamente de tipo socioeconómico, por más
    que a comienzos del siglo XX subsistieran las consideraciones
    racistas de los gobiernos conservadores y algunas colectividades
    europeas trajeran a estos lares prejuicios similares. En todo
    caso, aquel racismo decimonónico, explicitado desde el
    poder como patriótica expresión del seudo
    progresismo local, continúa en forma implícita,
    larvada y oculta en los repliegues del pensamiento y las
    prácticas sociales.

    En la actualidad, la autopercepción de los
    mapuches mestizados e integrados en la sociedad global, que son
    la mayoría, y la percepción
    de los otros externos respecto de ellos no es la de ser
    descendientes de mapuches, sino la de ser pobres:
    situación que contribuye positivamente a la continuidad
    creciente de su toma de conciencia para la lucha por la igualdad
    y la justicia social como integrantes de una sociedad nacional en
    cuyo seno las identidades se hallan en permanente
    construcción.

    Hablamos de conciencia de los indígenas tanto
    como de los no indígenas. A partir de allí, la
    unidad de todos los pobres en la lucha por mejorar las comunes
    condiciones sociales de existencia es el camino más
    lógico, racional y deseable que se pueda esperar para la
    transformación integral de la sociedad, es decir, para una
    nueva, justa e igualitaria síntesis o simbiosis
    sociocultural que convierta en causa nacional y popular las
    reivindicaciones de los mapuches que todavía se encuentran
    organizados en comunidades.

    Esto último, siempre que sea de modo tal que la
    unidad intercultural en la participación y lucha por las
    diversas reivindicaciones de conjunto y de cada sector no
    signifique ni implique el olvido o la pérdida de rasgos
    específicos de la cultura particular de ninguno de ellos,
    sino todo lo contrario, es decir, un renovado rescate de su
    pasado etnocultural y una identificación vital con sus
    raíces identitarias, dentro de la cultura nacional
    argentina y con carácter de patrimonio
    multicultural colectivo.

    La patria, que no es el ente metafísico creado
    por los historiadores, escritores y poetas al servicio de la
    oligarquía e introyectado en nuestras mentes por el
    aparato educacional, sino una metáfora de la comunidad en
    tiempo presente, está compuesta mayoritariamente por
    argentinos pobres, para quienes a esta altura de nuestra historia
    como comunidad nacional, la discriminación entre blancos,
    morochos, rubios, negros, amarillos, criollos, indígenas,
    mestizos o europeos, deberían ser ociosas y
    estúpidas.

    Y esta afirmación no implica ni pretende disolver
    o licuar la diversidad de orígenes, ni mucho menos
    subsumirla para neutralizarla dentro de la categoría de
    mestizo, disolviendo y licuando consiguientemente la diversidad
    cultural y las diversas memorias dominadas, como ha ocurrido en
    otros países de Hispanoamérica.

    IDEOLOGÍA E
    INTEGRACIÓN

    Si se toma conciencia de que la patria es la comunidad y
    no el Poder, ni su discurso histórico a través del
    tiempo, la unidad de los pobres es el camino que
    imprescindiblemente deben transitar todos los explotados y
    dominados al interior de nuestras sociedades nacionales en las
    diversas luchas coyunturales de la sociedad en su conjunto,
    mientras simultáneamente se libra la batalla para la
    transformación definitiva de la sociedad global dominante
    de bases oligárquicas en una nueva sociedad
    democrática de bases populares que produzca la
    integración real de los restos de los grupos
    étnicos, transculturados o no.

    Por supuesto, esa integración debe realizarse en
    condiciones democráticas, igualitarias, justas y
    solidarias, con la valoración, reconocimiento y respeto que
    corresponde a cualquier grupo étnico o cultural y a todo
    ser humano por el simple hecho de serlo, pero con mucha
    más urgencia, firmeza y generosidad en el caso de los
    restos de los pueblos originarios pues se trata de compatriotas
    dominados y explotados desde hace cinco siglos. Es decir, debemos
    comenzar por nuestros prójimos, o sea por nuestros
    próximos.

    En consecuencia, es en el nivel ideológico
    cultural de la estructura
    social donde deben aplicarse los más decididos esfuerzos
    para comenzar a cambiar la situación actual de los pobres,
    comenzando por librar los combates liberadores de la conciencia
    contra las ideologías neoliberales y neoconservadoras
    oligárquicas que históricamente han sembrado entre
    nosotros un sentimiento autodenigratorio, configurando lo que
    algunos exponentes del pensamiento popular latinoamericano y
    universal han dado en llamar el complejo de inferioridad del
    colonizado.

    Sólo desde ese plano podrá iniciarse una
    efectiva y permanente política de transformación de
    las actuales condiciones estructurales de la vida
    política, económica, social y cultural de la
    sociedad nacional. Por esa razón la educación es tan
    importante, siempre que se haga bien y que dé paso a las
    acciones concretas que requiere ese proceso de lucha.

    Hoy se sabe que el sistema educativo ha sido el
    principal encargado de difundir y de reforzar aquel complejo
    permanentemente, valiéndose concretamente de una historia
    argentina falsificada, e implícitamente de una
    ideología difundida por medio de sutiles mecanismos
    ideológicos de deformación del conocimiento
    de la realidad.

    Respecto de la política historiográfica
    oficial, el combate por la verdad histórica se
    libró éxitosamente por parte de muchas corrientes
    revisionistas, y continúa librándose
    permanentemente.

    En cambio, respecto de aquellos mecanismos
    ideológicos falta mucho por hacer y la tarea es mucho
    más difícil pues la mentira y la falsedad son
    presentadas disfrazándolas como verdades cuando en
    realidad son "verdades" de sentido común, presupuestos
    ideológicos del sistema dominante, capitalista dependiente
    y oligárquico, que terminan pareciendo naturales,
    indiscutibles, como es el caso de la construcción de las
    diferencias de color de las personas y los estereotipos
    étnicos, cuando ya sabemos que ninguna propuesta de
    sentido es neutral ni inocente y siempre debemos desmontarla
    críticamente para dejar en evidencia no sólo a
    quiénes la emiten, sino a quiénes representa, a
    quiénes beneficia y a quiénes perjudica. Esto
    último, si partimos de concebir y ejecutar nuestra tarea
    intelectual como una actividad política
    liberadora.

    En este sentido, muchas de las acciones públicas
    destinadas a los sectores indígenas, presentadas bajo un
    ropaje discursivo de reivindicación y reconocimiento de
    derechos
    humanos, utilizan mecanismos ideológicos de
    deformación de la verdad sobre los problemas concretos del
    sector, resultando ser la mayoría de las veces expresiones
    del paternalismo y el gatopardismo esterilizante, conservador y
    congelador de la desigualdad social, ejercidos por gobiernos
    nacionales, provinciales y municipales que no hacen otra cosa que
    reproducir las componentes oligárquicas del Estado y el
    sistema.

    IDEOLOGÍA, SOCIEDAD Y
    ESCUELA

    Siguiendo este recorrido, queremos echar un vistazo a
    dos cuestiones solamente, dentro de un más amplio
    repertorio posible, relacionadas con el subsistema
    educativo.

    La primera de ellas es la contradicción existente
    entre la actualmente extendida asunción de la defensa de
    los derechos humanos a nivel de discurso oficial y crecientemente
    por parte de la sociedad, por una parte, y por la otra al hecho
    de seguir considerando "prócer" a quien fuera el
    más prominente racista, convicto y confeso, de
    Iberoamérica: Domingo Faustino Sarmiento, de lo cual
    sobran evidencias de
    su pensamiento y su acción
    en contra de los indígenas, de los gauchos, de los pobres
    y de los débiles.

    Y si bien el sistema educativo no es quien le ha creado
    esa falsa estatura de prócer con tan inmerecidos honores,
    ha sido el divulgador y reproductor de esa falacia. Y eso es lo
    que continúa haciendo actualmente.

    En ese sentido, nos parece increíble que algunos
    dirigentes de gremios docentes nacionales levanten la figura de
    Sarmiento en el presente como ejemplo y bandera para pensar una
    sociedad mejor, dando por sentado que hizo muchas escuelas y
    que impulsó la educación
    (otra
    exageración ya demostrada) -como si fuera posible separar
    la condición de Sarmiento de ser sólo un
    animador contra el analfabetismo, y ni siquiera el mejor
    añadimos nosotros aceptando el modesto título que
    le confiriera Paul Groussac- abstrayéndola de su
    condición de teórico racista y promotor eficiente
    de la liquidación de las poblaciones autóctonas de
    América.

    Este tipo de actitudes, de
    pensamiento y de prácticas, es fruto de la ignorancia de
    la historia real, que no es la historia oficial enseñada
    en todos los niveles del sistema educativo. Sólo
    así se explica la paradoja de que los docentes
    descendientes de indígenas continúen rindiendo
    homenajes, desde hace más de un siglo, a quien fue
    ilustrado ideólogo y fogonero de la aniquilación de
    sus antepasados.

    Que estas verdades no las conozca el pueblo en su
    conjunto es gravísimo, pero mucho más lo es que las
    ignoren los docentes, trabajadores intelectuales
    con la misión de educar y formar generaciones tras
    generaciones de niños y
    adolescentes
    en las cuestiones referidas a la patria, el patriotismo, las
    identidades, la vida cívica, los valores y
    la democracia.

    Por empezar, las culturas dominadas en el pasado
    continúan siéndolo actualmente junto con las ya
    transculturadas y explotadas económica y socialmente sin
    diferenciación étnica. Son culturas que por lo
    general no tienen voz propia, o si la tienen no posee la fuerza
    suficiente como para ser escuchada por quienes deben hacerlo, ya
    que la cultura oficial dominante las ha excluido de su centro y
    las ha desplazado a la zona de la periferia cultural y de la
    marginalidad económico social. Históricamente
    sucedió así en Argentina y en el resto de
    Iberoamérica: su voz les fue arrebatada violentamente
    antes y ahora.

    En el siglo XIX, tiempo de hegemonía indisputada
    del seudoliberalismo argentino, el discurso oficial de la
    sociedad blanca dominante referido a las etnias autóctonas
    de América era claramente racista, discriminatorio y
    excluyente, y se reflejaba en una consecuente política
    práctica en su contra.

    Una vez completado el control
    territorial del país y el sometimiento y
    marginación de los grupos indígenas sobrevivientes
    el discurso racista oficial se dedicó a atender a otros
    destinatarios: los inmigrantes de la baja Europa y los "rusos",
    como era común referirse a los judíos por esos
    años. Contra ellos se ejerció el racismo y la
    praxis oficial
    discriminatoria y represiva sin pudores ni remilgos, sobre todo
    con relación a su participación en los conflictos
    sociales.

    Durante el largo período de los gobiernos
    radicales, a comienzos del siglo XX, no existió una
    posición coherente y firme de claro contenido social
    proindigenista ni antirracista en las esferas oficiales como
    fruto de las contradicciones ideológicas y
    políticas que anidaban en las filas del partido
    gobernante.

    La bienintencionada iniciativa de Irigoyen de efectuar
    un reconocimiento a España como formadora de nuestras
    naciones, por medio de la creación de la efemérides
    del 12 de octubre, realizada con un claro objetivo
    hispanoamericanista luego de más de un siglo de
    prédica antiespañola de origen liberal pro
    británico (excepción hecha de la época de
    Rosas) y como respuesta a las presiones de EE.UU. para forzar el
    alineamiento de los países latinoamericanos neutrales en
    la Primera Guerra
    Mundial, no tuvo el equilibrio
    necesario para rescatar la relevancia sustantiva de la cultura de
    los pueblos originarios ni la existencia de mestizajes no
    traumáticos como el del Paraguay ni la de un extendido
    sincretismo cultural, mucho más evidente en el interior
    que en el litoral, ni tampoco la historia de su exterminio. A lo
    cual se añadió la poco afortunada expresión
    "día de la raza", para designar dicha efemérides,
    debajo de la cual se cobijaron no los liberales de la
    oligarquía sino los nacionalistas de derecha, hijos
    putativos de aquella, quienes con deshonestidad intelectual
    llevaron su hispanofilia a niveles de
    panegírico.

    Para fines del siglo XX, al llevarse a cabo los actos
    del V Centenario de la llegada de Colón, una ansiada
    revisión crítica
    del pasado pondría las cosas en su lugar y
    cuestionaría severamente "la obra" española en
    Indias, arrastrando a Irigoyen en sus impugnaciones por haber
    instituido aquella conmemoración. Lo cual no ha sido del
    todo justo puesto que Irigoyen fue ante todo
    antioligárquico como corresponde serlo en
    Iberoamérica, por más que la UCR revistara en el
    campo del "liberalismo" a
    la violeta de Argentina y por más limitaciones y errores
    que haya tenido, y aquí estamos pensando en la Semana
    Trágica y en las matanzas de la Patagonia.

    En Irigoyen, nieto de india y con sangre
    española, se daba esa condición de mestizo con
    compromiso nacional que tuvieron antes que él cientos de
    auténticos patriotas en Argentina y en la
    Hispanoamérica independiente, como fueron para citar los
    casos más relevantes entre nosotros los de San
    Martín, también hijo de india y de español,
    y después Perón,
    hijo de india y con ancestros europeos por parte de
    padre.

    A comienzos de siglo, la oligarquía y el
    ejército, contraídas defensivamente contra el
    avance de "los rojos" socialistas y anarquistas y luego de los
    comunistas, y con un largo historial de racismo en su haber al
    cual ya nos hemos referido, reflejaban por entonces las nuevas
    ideas y prácticas racistas antijudías de la vieja
    Europa, las que ocuparían un espacio privilegiado
    más tarde, durante la Primera Década Infame, no
    sólo en el plano gubernamental sino también en
    ciertos sectores de la sociedad civil, movilizados desde las
    conferencias de Lugones en 1923 en el teatro Coliseo,
    en contra de la inmigración (la de baja ralea, se
    entiende) y especialmente de los judíos.

    La llamada revolución del 4 de junio de 1943 fue
    realizada por militares formados en ese ambiente
    corporativo de ideas corporativistas, jerárquicas y
    antijudías del ala nacionalista del ejército
    argentino. Y si bien el posterior gobierno peronista salido de su
    seno por la alianza de ese sector y las mayorías
    trabajadoras del país tuvo otro signo distinto en esta
    materia, sin exclusiones ni discriminaciones, al punto que las
    organizaciones
    judías apoyaron la reelección de Perón, ese
    nacionalismo popular llevaba larvado en su seno el germen del
    antijudaísmo inoculado a partir del vector nazi fascista
    que lo integraba, proveniente del nacionalismo elitista, y que
    habría de perdurar más o menos implícito en
    el ejército hasta el momento de su eclosión en la
    experiencia nazi llevada a cabo por todas las fuerzas armadas de
    la nación
    en el período 1976-1983, y también en el imaginario
    peronista oficial hasta el retorno a la democracia. Y en cuanto a
    la consideración de la situación de los
    indígenas estuvo ausente en los planes oficiales para la
    nueva sociedad proyectada.

    A partir de la década de los sesentas, las
    tradicionales miradas negativas sobre los indígenas en la
    historia argentina, que habían quedado instaladas en el
    plano cultural y académico oficial, comenzaron a ser
    impugnadas en esos mismos planos pero desde veredas opuestas, y
    fueron perdiendo terreno tanto en nuestro país como en
    muchos lugares del mundo, a tenor de los crecientes procesos de
    concientización y lucha de las masas contra los factores
    de dominación externos e internos que se fueron
    produciendo en los países coloniales y
    semicoloniales.

    Sin embargo, ello no significó que el discurso
    fuera sustituido por una acción gubernamental
    sistemática en beneficio de las comunidades
    indígenas. Para ello habrá que esperar el retorno a
    la democracia, a fines de 1983, y desde entonces los problemas
    indígenas (no "el problema indígena")
    comenzarán a ser tenidos en cuenta desde las esferas
    gubernamentales incluyendo la participación de sus
    protagonistas. Mucho ha incidido en este impulso la acción
    firme y sostenida de los organismos internacionales de defensa de
    los derechos humanos y de los pueblos autóctonos sometidos
    que desde entonces han comenzado a recuperar su iniciativa, su
    voluntad de lucha, y el ejercicio del derecho a pensar y a hacer
    escuchar su voz por sí mismos.

    No obstante, a pesar de que actualmente la sociedad
    argentina ha comprendido que Argentina también es
    Iberoamérica y no Europa (mal que les pese a los grupos y
    sectores del stablishment), y que, en consecuencia, los
    pueblos originarios padecen de una injusticia histórica
    integral, el cambio de actitud de la
    sociedad blanca dominante y de las políticas
    públicas respecto de los indígenas frecuentemente
    adolece de errores en las acciones emprendidas.

    PATERNALISMO, EDUCACIÓN,
    INTEGRACIÓN

    Habitualmente, quienes hablan y escriben en nuestro
    país, y en Iberoamérica, sobre los grupos
    étnicos dominados son, como siempre lo ha sido,
    predominantemente integrantes del grupo étnico dominante.
    Por ejemplo, en los libros de
    lectura, en los manuales
    escolares, en los libros sesudos de los cientistas sociales y en
    los diarios y revistas, los autores escriben desde su
    posición de clase dentro de la sociedad blanca dominante,
    pues son generalmente blancos de clase media, sin olvidar que
    medios de
    comunicación e industrias
    culturales son siempre de propiedad de integrantes del grupo
    étnico dominante.

    Por más que en la actualidad la mayoría de
    esos voceros –científicos, escritores, periodistas,
    documentalistas, etc- expresen una actitud y un pensamiento
    divergente al de sus homólogos de las épocas de la
    lujuria oligárquica, de todas maneras al asumir el
    ejercicio de la voz en defensa de las etnias dominadas se
    constituyen en Otros externos a los indígenas y
    frecuentemente su voz no resulta ser igual a la voz de los
    indígenas así como el pensamiento expresado no
    suele corresponder exactamente al de éstos
    últimos.

    En la mayoría de esas emisiones, más
    allá de sus, en principio, probables buenas intenciones,
    no se halla presente el yo indígena sino el de los
    portavoces externos, razón por la cual no pueden reflejar
    la profundidad de los propios y reales puntos de vista de los
    indígenas acerca de su pasado, de su cultura y de la
    realidad, así como tampoco sus sentimientos, sus emociones y la
    compleja sensación de ser indígena en el seno de
    una sociedad blanca dominante que en su interior no es
    igualitaria ni justa ni democrática.

    Y por más que estos mensajes se presenten como
    indigenistas o proindigenistas, es decir, como proviniendo del
    núcleo real de la cultura y los intereses
    indígenas, en la práctica no lo son. Su carga
    ideológica, larvada o metamorfoseada, generalmente se
    corresponde con la ideología de la sociedad blanca
    dominante.

    Hasta aquí podríamos concluir que, por su
    origen, esos mensajes son por lo menos insuficientes para la
    comprensión de los problemas indígenas y en
    consecuencia para la lucha por sus reivindicaciones.
    Insuficientes tal vez no en cantidad sino en cuanto a la
    posibilidad de expresar en profundidad y en su totalidad la
    amplitud y complejidad de los problemas indígenas a que
    aluden.

    Eso en el mejor de los casos, pues además de esa
    clase de resultados, cada vez que algún integrante de una
    cultura o de una clase dominante o por lo menos en una
    situación de dominancia subroga a los legítimos
    propietarios de los derechos de pensar y expresar
    reivindicaciones correspondientes a culturas o clases dominadas
    suelen producirse otros resultados que constituyen un problema
    mucho más grave.

    Son los que se originan en ciertos enfoques, formas de
    conocimiento y de transmisión de los asuntos contenidos en
    dichos mensajes que terminan impidiendo el
    conocimiento de la verdad verdadera al sustituirla con
    verdades a medias y hasta con falacias. No obstante, como sus
    enunciados son presentados con visos de rigor analítico y
    discursivo es muy fácil caer en la trampa de apropiarnos
    acríticamente de un falso conocimiento y de naturalizarlo
    después.

    Los defectos de esos mensajes son varios y suelen
    presentarse conjuntamente, potenciando sus efectos. Entre otros,
    mencionaremos los siguientes:

    • La mirada externa presenta a las diversas culturas
      indígenas fuera de la historia;
    • no tiene en cuenta la historia de su aniquilamiento,
      dominación y explotación por parte del Poder
      desde la llegada de los europeos a América;
    • se las presenta aisladas de la sociedad global
      dominante, como culturas exóticas;
    • con un enfoque estático y
      cristalizado;
    • fragmentando y reduciendo su universo
      cultural en casilleros predeterminados con un enfoque de
      anticuario, de documentación y de inventario,
      como hacían los antropólogos ingleses con los
      pueblos del África negra en el siglo XIX;
    • sin tomar en cuenta para su estudio el comportamiento al interior de los grupos
      étnicos o subculturales de variables
      sociales propias de la cultura dominante presentes en su vida
      concreta;
    • sin considerar las relaciones entre ellas y la
      cultura dominante en términos de dominación,
      violencia física y violencia simbólica,
      desigualdad social, explotación económica,
      etc;
    • sin relacionar los conocimientos con las diversas
      mediaciones sociales intervinientes en la trama de poder
      político, económico, social y cultural en que son
      producidos, como son los intelectuales, los enseñantes,
      los Mass Media, el sistema educativo y el político, como
      constructores de significados hegemónicos, así
      como tampoco con las ideologías y los presupuestos
      explícitos e implícitos existentes en nuestra
      sociedad nacional y en el mundo;
    • en la escuela nunca se estudian los conflictos
      sociales del presente, el cierre de fábricas, la
      desocupación, la corrupción pública y privada, el
      hambre y la desnutrición infantil, las huelgas y las
      protestas sociales, ni los sueldos miserables que reciben los
      peones en las chacras, es decir, esos trabajadores por lo
      general chilenos y/o mapuches cuyos hijos tienen que estudiar
      en el aula, de la forma más arriba señalada, un
      fenómeno social llamado
      discriminación.

    La utilización de tales procedimientos
    devienen en un discurso tramposo y deshonesto del asunto en
    cuestión, pues en él se ha producido un contrabando
    ideológico, omitiendo, reduciendo o distorsionando la
    verdad y produciendo un constructo irreal, una
    construcción intelectual falsa que suele convertirse en
    una machietta, y que por lo tanto deja fuera de foco los
    problemas fundamentales y actuales de esos grupos dominados, o
    bien concluye creando o reforzando estereotipos o tipos ideales,
    tanto con carga negativa como mítica al estilo del "buen
    salvaje" de otros siglos.

    Tanto los productos
    intelectuales como las acciones gubernamentales, y entre
    éstas especialmente las educativas, presentan casi siempre
    estas formas de conocimiento y de discurso sesgado, atrofiado y
    distorsionado.

    Uno puede preguntarse por qué ocurre. Y las
    respuestas pueden ir desde un ingenuo"no se dan cuenta"
    (pues no tienen criticidad para conocer la realidad ni para
    criticar el fruto de sus trabajos) hasta una estrafalaria
    teoría
    conspiracionista: "lo hacen ex profeso" (pues están
    al servicio de la dominación). Ambas clases de respuestas
    tienen largo andamiento en nuestra realidad y en nuestra historia
    pero si bien pueden representar algún grado de verdad no
    contienen toda la verdad.

    Lo cierto es que todo trabajador intelectual y todo ser
    humano en uso de sus facultades intelectuales, piensa y
    actúa con supuestos ideológicos internalizados que
    no se hacen totalmente presentes a su conciencia. Por eso, es
    exagerado atribuir en bloque a los intelectuales –aun
    descontando honrosas excepciones– la condición de
    mercenarios, pues la mayoría de ellos obran con el
    convencimiento de ser honestos intelectualmente y de no hacer
    concesiones.

    Pero, si bien no son culpables por acción,
    consideramos que sí lo son por omisión de
    criticidad en su tarea, aunque sólo sea en parte.
    Razón por la cual es legítimo enjuiciar su tarea a
    la luz de la
    responsabilidad
    social que les cabe como intelectuales al tener la
    posibilidad de influir sobre la conciencia de los demás.
    Esto ya ha sido hecho anteriormente en muchos lugares del mundo
    pero se ha olvidado últimamente, acorde con la
    tónica de los tiempos que corren.

    Y aunque suspendamos provisoriamente un juicio en ese
    sentido, mucho más útil es preguntarnos a
    quién beneficia esa clase de productos intelectuales

    que a veces hasta pueden expresar la verdad, pero no toda la
    verdad, como corresponde a un verdadero intelectual con responsabilidad social por su tarea y con
    compromiso militante con la verdad y la justicia, que es como se
    debe definir críticamente a un intelectual. Y la respuesta
    es muy sencilla: al sistema social capitalista constituido sobre
    bases oligárquicas, es decir, basado formalmente en los
    valores del
    liberalismo político pero en la práctica real
    sustentado en la dominación permanente y creciente de una
    subclase conservadora como es la oligarquía en sus
    actuales modalidades de existencia y de pequeños grupos y
    agencias con poder político, económico, social y
    cultural, los cuales ejercen su dominación y
    explotación sobre amplias capas de la sociedad de
    Argentina y de Iberomérica.

    El ejemplo más cercano y contundente es la enorme
    rentabilidad
    política y económica que ha representado para la
    oligarquía argentina la construcción de una
    historia falsificada, puesta enteramente a su servicio y no al de
    la nación. En este caso, la "verdad" histórica se
    impuso por la violencia de los hechos y de las aulas creando
    dogmas y mitos
    sacrosantos. Una vez que la memoria
    colectiva se aleja de los hechos reales, por el paso del tiempo y
    por el constante machaque oficial, los dogmas parecen verdades,
    se naturalizan y terminan convirtiéndose en mitos que son
    creídos y transmitidos de generación en
    generación. Pues bien, el resultado es el mismo cuando en
    lugar de estudiar el pasado pretendemos conocer las culturas
    indígenas actuales de nuestro país.

    PATERNALISMO INDIGENISTA

    Anteriormente hemos calificado como gatopardista
    el accionar de algunas agencias gubernamentales que operan sobre
    los problemas relacionados con las comunidades indígenas.
    Ahora añadiremos la caracterización de
    paternalismo para algunas de sus prácticas
    relacionadas con el pensar y actuar la integración de los
    indígenas, con la aclaración de que el paternalismo
    también suele ser ejercido con frecuencia por los
    intelectuales, sobre todo en esta materia, y además por
    otros trabajadores intelectuales como son los educadores, y por
    la escuela misma finalmente.

    Entre nosotros, ¡quién no ha leído o
    escuchado alguna vez la famosa frase "Nuestros hermanos los
    indios"
    , que es todo un cliché habitualmente
    presente en textos escolares, en las curriculas de la escuela
    primaria y en el cuaderno de los alumnos!

    Los autores de libros y manuales, las autoridades
    educativas que elaboran los lineamientos curriculares y los
    docentes, creen sinceramente que al utilizar esa frase
    están contribuyendo a la lucha contra la desigualdad y la
    discriminación social.

    Nada más lejos de la verdad. Ni esa frase ni
    otras por el estilo son inocentes ni ingenuas. Por el contrario,
    cumplen una función
    muy triste sobre todo cuando son empleadas en los ámbitos
    educativos: sirven para engañar al lector, o sea el
    docente y el alumno, y para distraerlos del camino hacia la
    verdad en los asuntos sobre los que se dice querer
    enseñar.

    El paternalismo, en este ejemplo, nace por el hecho de
    hablar y escribir sobre los Otros Dominados, en forma favorable a
    ellos pero desde la cultura dominante, en cuyo núcleo
    ideológico se sitúa la escuela y el docente que
    cumplen una función precisa y determinada en línea
    con los fines que inspiraron la creación del aparato
    educativo del Estado.

    Cuando la escuela, el libro, el maestro, hablan de una
    cultura dominada, lo hacen desde su propia mirada, su
    ideología y sus intereses de clase, las más de las
    veces no explicitados ni concientes. Su punto de observación es el de la centralidad del
    sistema dominante, condensado en su núcleo de valores
    hegemónicos, considerados representativos de la totalidad
    social, desconociendo u obviando la historia de su contradictoria
    construcción y la existencia de otros actores y otros
    puntos de vista legítimos pero en condiciones de
    subordinación a aquél.

    La institución escuela expresa al sistema global
    al ser fruto del mismo, al ser un instrumento para sus fines.
    Ella toma la iniciativa de hablar y de actuar, como otras
    instituciones
    públicas, sobre los Otros Dominados, fundamentalmente
    porque tiene la facultad para hacerlo. Pero esa misma facultad le
    ha sido y le es privada, retaceada y hasta impedida, según
    los casos y las necesidades del sistema, a sus legítimos
    propietarios.

    El ejercicio de esa facultad aparece encubierto por
    buenas intenciones, buenos sentimientos y valores altruistas,
    igualitarios, etc, pero de hecho entraña una
    minusvaloración de aquellos a quienes se sustituye en el
    ejercicio de su expresión y en la toma de
    decisiones que tienen que ver con ellos mismos y con sus
    relaciones con la sociedad global.

    En última instancia, como concesión
    forzada, aunque difícilmente gratuita, el sistema
    dominante puede llegar al extremo de aceptar oficialmente que los
    Otros Dominados se expresen sobre sí mismos y tomen
    decisiones por sí mismos en algunos asuntos muy acotados
    de sus realidades particulares, pero nunca permite ni
    permitirá que puedan hacerlo -como sería
    lógico y natural en un contexto sociopolítico
    realmente democrático- que lo hagan respecto de la
    sociedad global que ellos también integran. Es algo
    así como lo que sucedía en el feudo medieval: el
    siervo podía decidir por sí mismo qué hacer
    con la exigua porción de tierra de mala calidad que su
    señor le había destinado para su manutención
    y la de su familia, pero en la extensa y feraz extensión
    correspondiente a aquél, que él laboraba como
    bestia de carga la mayor parte del tiempo, debía
    abstenerse de pensar, de opinar y de actuar por sí
    mismo.

    Esa minusvaloración de los grupos y las culturas
    indígenas tiene como presupuesto que
    ellos no están en condiciones de asumir sus derechos
    políticos y culturales con representatividad
    colectiva.

    Obviamente que pueden hablar individualmente, tienen
    para ello los mismos derechos constitucionales de igualdad que el
    resto de los habitantes. Pero para los asuntos
    étnico-culturales es la sociedad blanca dominante la que
    toma a su cargo su "defensa" frente a las condiciones adversas
    que se les presentan en su relación con los no
    indígenas. Y también decide su "integración"
    en los términos y con los alcances y límites
    que ella define desde el núcleo ideológico de
    valoraciones e intereses del sistema. Es decir, actúa con
    ellos como un padre generoso que se ocupa de sus hijos en tanto
    no están en condiciones de valerse por sí mismos
    hasta llegar a su mayoría de edad. O más bien, como
    su tutor "natural".

    En la escuela, los niños estudian a los
    indígenas como un objeto cultural exótico, no como
    algo que está presente en sus vidas al punto que muchos
    niños llevan apellidos indígenas pero sus maestros
    hacen silencio sobre ese hecho, pues parten de que la
    condición de indígena o descendiente de ellos no es
    un valor cultural digno de aprecio sino todo lo contrario. Como
    ejemplo, vaya la siguiente triste anécdota:

    En 1986, en una reunión provincial de profesores
    de ciencias
    sociales del nivel medio, una joven profesora rionegrina
    replicó flamígeramente a otro profesor,
    "¡cómo le vas a preguntar a un chico si tiene
    ascendencia indígena… lo estás humillando!"
    .
    Lo que ese profesor había contado era su experiencia de
    utilizar abordajes didácticos diferentes al estudiar la
    historia local y los valores democráticos,
    valiéndose del recurso de hacer reconocer a sus alumnos
    los apellidos de los adjudicatarios de viviendas de los planes
    provinciales que publicaba el
    periódico regional. Les hacía reparar en las
    características fonéticas de los apellidos de
    origen español, italiano, alemán y mapuche, con la
    finalidad de estudiar la identidad multicultural de nuestras
    localidades a lo largo de la historia. Pero según los
    presupuestos básicos de esa profesora, tener ascendencia
    mapuche es motivo de humillación, y peor aún si se
    menciona en público, por lo cual supongo que
    admitirá que los niños descendientes de mapuches
    puedan hablar de "eso" con sus padres, fuera de la presencia de
    extraños y en voz baja…

    Coincidente con lo anterior es el siguiente caso: cuando
    recientemente un historiador argentino publicó un libro
    aportando las pruebas de que San Martín era hijo de don
    Diego de Alvear -y por lo tanto hermanastro de Carlos
    María- y de una india guaraní (lo cual no era nada
    novedoso pues en vida de San Martín la sociedad
    porteña rumoreaba al respecto y lo intuía por sus
    facciones despreciándolo por ello), los docentes de todo
    el país se sintieron asombrados y optaron primeramente por
    dudar de la veracidad de esa información que la
    televisión difundía constantemente en entrevistas al
    autor. En nuestra pequeña escala local innumerable
    cantidad de docentes en ejercicio (sobre todo de la escuela
    primaria) y otros próximos a serlo nos preguntaron si
    "eso" se podía mencionar a los alumnos. Un ex maestro
    jubilado que en sí mismo lleva evidentes rasgos de
    ascendencia indígena, pletórico de santa
    indignación por el sacrilegio cometido contra el
    prócer arremetió contra el historiador y contra su
    trabajo, desde las páginas de una pequeña
    publicación local, calificándolos de ave de
    carroña y de libelo difamatorio, respectivamente.
    Más allá de lo anecdótico, lo grave es que,
    hasta el presente, la condición mestiza de San
    Martín es ocultada en las escuelas y se continúa
    mencionando que es hijo de Don Juan de San Martín y de
    doña Gregoria Matorras del Ser.

    Otro ejemplo en el mismo sentido, es decir, del prejuicio
    racial y social, es que cuando llega la fecha del aniversario de
    la localidad suele invitarse al aula para dialogar con los
    alumnos sobre "aquellos viejos tiempos" exclusivamente a viejos
    colonos europeos o a sus descendientes, y sólo
    excepcionalmente a alguien de origen mapuche, chileno, o
    simplemente criollo, como si éstos no hubieran estado
    presentes en la historia de nuestros pueblos.

    En el caso particular de Villa Regina, en 1924, fecha de
    su fundación, no había indígenas, pero
    sí abundaban chilenos y criollos que trabajaron esforzada
    y parejamente desde entonces en las chacras junto a los italianos
    inmigrantes que habían llegado siendo tan pobres como
    ellos. Hoy, ochenta años después, la mayoría
    de los descendientes de aquellos italianos son propietarios
    capitalistas enriquecidos y los descendientes de los chilenos y
    criollos siguen trabajando para ellos en las chacras o en las
    numerosas empresas que
    aquellos poseen, integran las barriadas marginales de la ciudad y
    siguen estando abajo en la escala social y seguramente lo
    estarán también sus descendientes en el futuro. Sin
    embargo, esta situación injusta no ha merecido
    ningún recuerdo historiográfico crítico y lo
    que es peor, ningún anclaje en la memoria colectiva de la
    sociedad local.

    Lo anterior, para el caso de localidades con
    descendientes de mapuches, se observa claramente en las escuelas
    de la Línea Sur, donde existe la costumbre de rescatar
    privilegiadamente como pioneros merecedores del reconocimiento y
    agradecimiento de la posteridad, a los descendientes de sirios,
    libaneses y europeos, olvidando a los mapuches que poblaban la
    zona desde mucho tiempo antes de la llegada de aquellos y cuyo
    destino fue ser siempre mano de obra barata de los propietarios
    rurales de esos orígenes.

    Constituye un clásico en el tratamiento de estos
    temas la referencia a que los manuales y los libros de lectura de
    la escuela primaria y los libros de texto de los
    colegios secundarios leídos en las diversas regiones de
    nuestro país presentan invariablemente imágenes
    de los habitantes de Argentina realizadas en base a los patrones
    de representación de los hombres blancos
    occidentales.

    Por más que, por razones históricas, en
    nuestro país el color predominante de la tez de sus
    habitantes sea el blanco de origen europeo, extensas regiones del
    mismo como son las del norte y centro tienen predominancia de
    habitantes con pieles oscuras, indígenas o mestizas. Por
    otra parte, por razones de movilidad geográfica en el
    pasado y en el presente, gran cantidad de esos pobladores
    también habitan las regiones que más recibieron el
    aporte inmigratorio europeo. Entonces, cabe preguntarse por
    qué se elige para los libros que circulan en el sistema
    educativo nacional una imagen de hombres
    y mujeres con un determinado color de piel. ¿Acaso el
    blanco es un color neutral?, ¿o una ausencia de color que
    se hace evidente por contraposición a la
    utilización de la expresión "hombre de
    color"
    para referirse a un negro?

    El ejemplo precedente nos da pie para decir que las
    expresiones eufemísticas tampoco son inocentes en la
    mayoría de los casos. Precisamente, el significado de
    eufemismo ("Manera de expresar suave o decorosamente ideas
    cuya recta y franca expresión resultaría dura o
    malsonante")
    sirve a nuestros propósitos. Quien no se
    atreve a pronunciar los términos negro, aborigen o
    judío, y los reemplaza por la ya mencionada hombre de
    color, por natural o hebreo,
    respectivamente, parte del supuesto de que aquellos son hirientes
    u ofensivos y lo que en realidad está haciendo es
    confirmar su supuesto carácter denigratorio que
    sólo existe en la mente de quienes discriminan. Más
    claramente, quien así obra discrimina.

    Análogamente a los ejemplos anteriores, en las
    escuelas argentinas de la Patagonia es frecuente que los docentes
    sientan pudor de preguntar a algún alumno si es chileno.
    La historia del tradicional y generalizado uso de ese gentilicio
    en nuestro país, al igual que los otros términos ya
    mencionados, con sentido discriminatorio y ofensivo ha terminado
    por naturalizar el supuesto de que ser chileno, negro,
    indígena o judío es un desmedro, una
    condición inferior.

    Como vemos, la discriminación opera no
    sólo al nivel del discurso explícito, es decir, de
    aquello que se expresa visual o lingüísticamente,
    hablando del presente, y como memoria oficial respecto del
    pasado, sino también por medio de lo que se calla o se
    oculta y de la desmemoria u olvidos oficiales.

    Veamos otro caso similar ocurrido hace un par de
    años en Río Negro: una madre chilena fue a hablar
    con la maestra de su hijo porque tanto sus compañeros de
    aula como los demás alumnos de la escuela se burlaban
    constantemente de él debido a que su apellido era Concha,
    un apellido muy común en Chile así como en
    España es un tradicional nombre de mujer o un diminutivo
    de Concepción, pero que en Argentina representa la
    más popular de las denominaciones de la vulva y la vagina.
    La pobre madre le dijo a la maestra que su hijo lloraba y no
    quería ir más a la escuela y le pidió que
    hiciera algo para terminar con ese comportamiento. La respuesta
    de la docente fue la siguiente: ¡Pero, señora…
    usted lo que tiene que hacer es cambiarle urgentemente el
    apellido a su hijo!

    No conozco otro caso más cruel de herir y
    humillar a una madre, a un hijo, a un padre, y a la vez a un
    alumno de una escuela argentina y a una familia extranjera
    radicada en nuestro país, que el de esa
    maestra.

    En lugar de educar a los alumnos de su grado y de su
    escuela para cambiar su comportamiento discriminatorio, la
    maestra cohonestaba su conducta y el
    culpable resultaba ser el niño chileno por ser portador de
    apellido. La "solución" de la maestra, una de las caras de
    la institución escolar, era que su alumno renunciara a uno
    de los componentes de su identidad como es el apellido. Identidad
    que no es sólo legal sino fundamentalmente
    histórica, social y moral. Su
    respuesta se compadecía totalmente con aquella tradicional
    prohibición racista y discriminatoria de ponerle a los
    recién nacidos nombres del acervo cultural
    indígena, hoy felizmente desaparecida en nuestro
    país.

    ¿Me pregunto cómo se podrá hacer
    desaparecer el dolor de aquella familia ante la definición
    implícita de una maestra, pero también de una
    escuela, de un sistema educativo provincial y de un Estado
    nacional a quienes aquella representa, que consideran que el
    apellido de un ser humano es reputado despreciable y merecedor de
    burla y escarnio?

    Es evidente la inferioridad atribuida a todo lo
    autóctono y la superioridad de lo europeo, blanco y
    católico, en el imaginario social constantemente
    reproducido por la escuela, por otras instituciones y por las
    políticas públicas. Esa constante
    construcción y reproducción falsa del pasado y de la
    realidad se canaliza a través del discurso y de las
    prácticas sociales y se consolida en la mentalidad
    colectiva como estereotipos y representaciones negativas de los
    Otros Dominados que permanecen fuertemente arraigadas con el paso
    de los años.

    Por supuesto, esta negatividad de la mirada no se aplica
    solamente a las grupos y culturas indígenas o a sus
    descendientes. También opera respecto de otros inmigrantes
    de países vecinos, además de los chilenos, como es
    el caso de los peruanos, los bolivianos, los paraguayos y los
    uruguayos, los cuales tienen en su biotipo claras señales
    de su ascendencia indígena, ya sea pura o mestizada. En
    este último caso no la pasan mejor, la cultura dominante
    también los ignora y desvaloriza asimilándolos a la
    condición de "indios" cuando en ellos la vertiente
    genética europea ha sucumbido frente al desmedro que
    representa para la conciencia de aquella la dominancia de la
    otra, la autóctona. De allí que a todos ellos les
    hayamos inventado motes como los de "chilotes", "perucas",
    "bolitas", "paraguas"y "charrúas", que no son fruto de un
    inexistente gracejo nacional sino de nuestro proverbial sentido
    de superioridad, por lo demás ya conocido en casi todo el
    mundo.

    Puestos a vilipendiar a España, a su cultura, y a
    los aspectos positivos de su presencia en América -que sin
    dudas los tuvo-, el injerto europeo de los tres siglos de Indias
    españolas no satisfizo a los liberales de la segunda mitad
    del siglo XIX pues el tronco genético resultó ser
    la vertiente nativa americana; y los mestizos, de piel oscura
    frente al español, tiraban para la tierra, para los de
    abajo y para los del interior, en lugar de hacerlo para Europa,
    para los de arriba y para los de la ciudad de las luces, la
    inefable Buenos Aires.

    El desencanto de los "Organizadores" se inclinó
    por lavar esas pieles oscuras en el torrente de la
    inmigración europea promovida inmediatamente. Pero
    cincuenta años más tarde, tendrían otra
    desilusión pues no habían venido los rubios de ojos
    celestes del mundo anglosajón, pobladores de ciudades
    cosmopolitas, ilustrados y con abundantes capitales sino los
    pueblos pobres, en su gran mayoría analfabetos o
    semialfabetizados, con mezclas de
    sangres moras y eslavas (consideradas inferiores por los de la
    alta Europa y en consecuencia por la oligarquía vicaria),
    provenientes en su gran mayoría de la baja Europa
    rural.

    En la escuela, esa mirada respecto de los países
    vecinos, instalada como presupuestos ideológicos de los
    que parten el aparato educativo y los propios docentes, se
    expresa en la distancia entre el discurso meramente declarativo,
    "generoso", integracionista hacia el mundo entero, y las
    políticas efectivas respecto a los países de
    Iberoamérica, lo que no hace sino reflejar el mismo
    fenómeno que se produce al interior de la sociedad
    argentina.

    La ya mencionada convocatoria universal del
    Preámbulo de la Constitución de 1853 no fue
    realizada pensando en nuestros vecinos, nuestros hermanos de
    sangre y de cultura, sino en los europeos anglosajones. Desde
    entonces, los inmigrantes sudamericanos han sufrido un destino
    parejo al de las culturas indígenas nacidas en suelo
    argentino: todos ellos son representados como un "problema" al
    interior de la sociedad dominante, en términos de
    diferencias, desviaciones y amenazas.

    En la construcción de los Otros el pensamiento
    opera habitualmente por medio de estereotipos, categorías
    y prejuicios, conducentes a su percepción devaluada,
    negativa, punto de partida de las prácticas
    discriminatorias. La escuela, los medios de
    comunicación, sobre todo la televisión, los cientistas sociales, los
    libros, pero también la familia y
    la calle difunden esos presupuestos socializando a la
    niñez desde sus primeros años, contribuyendo
    así a la producción y reproducción del
    prejuicio y las prácticas discriminatorias.

    Ciertamente, las actitudes racistas se basan en buena
    medida en razones psicológicas al fundarse en reacciones
    de miedo ante la diversidad y la incomprensión de lo
    desconocido. De allí nacen los prejuicios, los rechazos,
    los sentimientos de odio y las actitudes violentas para con
    quienes vienen a resultar peligrosos y amenazantes para el
    Nosotros. Esas reacciones son el resultado de una larga historia
    de construcciones de identidades al interior de las tramas de
    relaciones sociales de dominación en todas las
    escalas.

    Son los libros escolares, el cine y la
    televisión, con sus textos, sus
    imágenes y sus cánones estéticos, los
    vehículos más importantes para la formación
    de las creencias y el conocimiento oficial del mundo por parte de
    los niños, siendo su núcleo ideológico la
    concepción etnocéntrica y eurocéntrica.
    Ésta no es una mera e inocente posición o corriente
    de pensamiento, sino un resultado y un instrumento de la
    dominación histórica mundial, ejercida inicialmente
    por algunos países europeos sobre los de otros continentes
    a partir de la primera mundialización, a comienzos de la
    edad moderna,
    agregándose otros centros de dominación a partir de
    la etapa de la división internacional del trabajo. Fue
    entonces cuando aquellas concepciones fueron asumidas como
    propias por las oligarquías vicarias de los países
    latinoamericanos en términos de raza, clase,
    religión, nacionalidad y género a los fines de la
    producción y reproducción dentro de sus
    países del modelo mundial
    dominante

    Esa concepción incluye en sí
    también al modelo de civilización cristiana,
    consustancial a ella, el cual también se debate en una
    querella permanente de tipo religioso con otras confesiones y
    cosmovisiones que en la práctica son percibidas por los
    alumnos con notas diferenciales, problemáticas, negativas
    en suma, como son las religiones orientales o el
    Islam. Y aun
    dentro del mismo tronco cristiano, esa concepción
    dominadora se expresa en forma similar respecto de toda otra
    confesión religiosa que no sea el catolicismo, considerado
    religión e iglesia oficial de casi todos los países
    latinoamericanos. Con lo cual estamos orillando el problema de la
    discriminación por razones religiosas.

    Culturas y religiones que
    no sean las del Nosotros, son las de Ellos. Pero no sólo
    se considera (se construye) como diferentes a sus creaciones
    culturales sino a ellos mismos, sus portadores. Quien sustenta
    productos culturales inferiores ha de ser, en esta lógica,
    un inferior. Lo cual es aprendido por el Nosotros como menos
    inteligentes
    , menos capaces, atrasados, sin
    espíritu de progreso, viciosos
    , etc.

    Cuando los Otros (indígenas, mestizos y blancos)
    son pobres, sean nacidos en nuestro país o en los
    países vecinos, constituyen otro problema para el Nosotros
    de la sociedad dominante, que se considera absolutamente inocente
    respecto de la pobreza de Ellos, la cual es considerada como
    propia de sus estirpes, como un mal endémico o una
    patología que se lleva en la sangre de generación
    en generación, ocultando que todos los grupos dominados
    han sido y son explotados desde hace siglos, por lo menos en
    nuestro país, por miembros de la sociedad blanca aunque
    tengan en común con ellos la piel blanca, la
    religión católica o la nacionalidad y que
    seguirán siendo pobres sin remedio mientras exista una
    élite dominante.

    Así, es frecuente escuchar a grandes y chicos en
    la calle, en las escuelas y colegios, expresiones del tipo de
    "los chilenos vienen a sacarle el trabajo a
    los argentinos", ¡a Nosotros que hemos sido siempre tan
    generosos con los extranjeros y mirá cómo nos
    pagan!
    , cuando lo real e incontestable es que entre Nosotros
    los inmigrantes chilenos han constituido desde hace más de
    un siglo la mano de obra barata explotada por los dueños
    de establecimientos rurales, de fábricas y talleres, y de
    casas de familia. Y lo mismo puede decirse de los inmigrantes del
    resto de los países vecinos en las correspondientes zonas
    de nuestro país donde se han concentrado.

    Cuando éste es el tenor de los discursos del
    Nosotros es porque ya nos sentimos frente a la amenaza que
    Ellos representan para nuestra cultura, nuestro país,
    nuestra provincia, nuestra localidad, nuestro barrio y nuestra
    familia, pero fundamentalmente para nuestra seguridad,
    nuestro bienestar y nuestra riqueza. ¡Como si entre
    Nosotros estos bienes sociales estuvieran armoniosamente
    distribuidos! Es entonces cuando se escucha: "¡Hay que
    hacer algo al respecto porque si no acá todos vamos a ser
    chilenos muy pronto!"

    Fue en ese contexto que se produjo en la provincia de
    Neuquén, pocos años atrás, el aberrante
    hecho de que las autoridades provinciales prohibieran a una
    alumna del nivel primario, nacida en Chile, que fuera abanderada
    de su escuela. Hubo quienes apoyaron esa medida basándose
    en "razones" de patriotismo, otros en la falta de
    reciprocidad hacia los alumnos argentinos por parte de los
    establecimientos educativos chilenos y otros lo hicieron fundados
    en que las leyes
    están para ser respetadas.

    Ese presunto patriotismo argentino invocado en esa
    ocasión representa una versión oligárquica
    de la idea y el sentimiento de patria, muy diferente a la
    versión popular y latinoamericana; y que la falta de
    reciprocidad de otros países es insuficiente para impedir
    la generación de una práctica igualitaria respecto
    a la condición de abanderado en las escuelas, la cual debe
    inscribirse en el desarrollo permanente de un espíritu y
    una vocación humanista universal; y respecto de las leyes
    hay que decir que ellas deben estar al servicio de los hombres y
    los pueblos y no éstos al servicio de aquellas. Por
    último, todos deberíamos sentirnos llenos de gozo
    de que un alumno de cualquier nivel del sistema educativo que
    haya nacido en el extranjero merezca ser abanderado de una
    escuela argentina, pues sería una prueba de que nuestras
    declaraciones latinoamericanistas se corresponden con la
    práctica aunque sea en un asunto tan sencillo como
    éste.

    Sólo puede ser atribuido a la falta de conciencia
    histórica, social y política, que haya argentinos
    pobres que se identifiquen con ese Nosotros aparentemente neutral
    y se sientan nacionalistas y patriotas contra Ellos, los pobres
    de los países pobres vecinos. Pero no debería
    extrañar tal estado mental si recordamos que en la
    década de los 90´s abundaban los argentinos que no
    siendo pobres e integrando el Nosotros se expresaban en similares
    términos respecto de los inmigrantes pobres, y por
    extensión hacia sus países de origen, no teniendo
    el más mínimo pudor en soñar y hasta
    predicar a favor de un nuevo status de "americanos" (yanquees),
    dispuestos a renunciar a la soberanía nacional y hasta a
    la nacionalidad argentina si fuera necesario, imitando en esto a
    Sarmiento, mientras remaban para allá en los tiempos de la
    convertibilidad 1 a 1.

    Resumiendo, el tema escolar "Los inmigrantes" se estudia
    en forma reificada, congelado en la visión de la
    inmigración europea de fines del siglo XIX y comienzos del
    XX, cuando en realidad los inmigrantes sudamericanos siguen
    arribando a nuestro país constantemente. Pero para
    éstos no se aplica el reconocimiento de pioneros del
    presente en una Argentina semivacía, como si ellos no
    trabajaran y no hicieran ningún aporte a la sociedad del
    Nosotros. Razón por la cual algunos de sus integrantes
    más conspicuos protestan porque los chilenos reciben
    viviendas de los planes provinciales o ayudas de emergencia por
    parte de las municipalidades. Es que con los inmigrantes pobres
    nos olvidamos del Preámbulo y de nuestro civilizado
    espíritu cosmopolita.

    En cambio, tratándose de los indígenas,
    ¡nosotros les tendemos la mano, los ayudamos!
    ¡Nosotros somos los buenos, los caritativos, los
    solidarios, pues ellos necesitan nuestra ayuda para llegar
    algún día a ser como Nosotros! ¡Nosotros los
    queremos integrar y paradójicamente a veces ocurre que no
    se dejan…! ¡Actuamos con ellos como el buen samaritano,
    porque nace de Nosotros, de nuestro espíritu
    generoso
    , pues sabemos que no tienen las mismas herramientas
    culturales que nosotros, ellos están un poco más
    abajo que Nosotros pero incluso los preferimos antes que a los
    chilenos pues por lo menos han nacido en nuestro
    país…!

    Lo que acabo de describir con ironía en el
    párrafo
    precedente y que hasta resulta grotesco y triste a la vez, suele
    ser identificado actualmente como una muestra de
    "espíritu solidario", "fraternidad" ("nuestros hermanos
    los indios", no un componente de Nosotros sino una zona
    próxima que nos viene de arrastre: Ellos). Este
    pensamiento internalizado, el correspondiente discurso oficial y
    las prácticas oficiales consiguientes son las herramientas
    que se emplean para la búsqueda de la "integración"
    (¡…!).

    Pero la integración no es tal sino cuando se
    lleva a cabo en condiciones que aseguren el paso de una
    comunidad, de una cultura o de un grupo étnico o social,
    desde una situación anterior reputada como injusta, no
    igualitaria, no democrática y habitual objeto de
    gatopardismo (como ha ocurrido con otras experiencias
    históricas de integración de los indígenas
    en las naciones hispanoamericanas independientes), a una nueva
    sociedad que sea todo lo contrario (lo cual no es el caso de
    Argentina), y donde todos los seres humanos puedan realizarse
    integralmente como personas, es decir en su plena dignidad,
    compartiendo solidariamente la existencia con todos.

    Los pueblos indígenas y sus descendientes
    transculturados aspiran al respeto real por sus diferencias y al
    mismo tiempo a la igualdad de oportunidades concreta -y no
    meramente declarativa- que les corresponde como seres humanos,
    por ende como derechos humanos, tanto para el acceso al bienestar
    material como para la toma de decisiones en los espacios
    públicos.

    La educación que se imparte en las escuelas en
    contra de la discriminación de los indígenas es una
    falacia toda vez que la escuela ha discriminado no sólo a
    ellos sino a todos los Dominados y de todas las formas posibles y
    lo sigue haciendo de otras maneras. En consecuencia, se demuestra
    la hipocresía del sistema dominante que en un tema tan
    sensible como el de los derechos humanos actúa como lo
    hace el tero: pega el grito en un lado y pone los huevos en otro,
    porque al obviar otras modalidades del ejercicio de la
    discriminación las perpetúa, y porque la eficacia del
    conocimiento no es suficiente para modificar los comportamientos
    sociales. Y si no repárese en la paradoja de que por la
    escuela argentina pasaron tanto los genocidas del período
    76-83 como sus víctimas.

    Por todo lo dicho, consideramos que es necesario
    reflexionar sobre estos temas desde nuestra condición de
    docentes pues la educación no está pensada para
    terminar en el aula o en la escuela, sino para difundir sus
    beneficios en toda la sociedad, siendo el principal de ellos su
    potencial carácter de arma para la lucha no violenta y
    democrática para la construcción de una existencia
    mejor que la presente.

    Pero debemos hacerlo críticamente, sin seguir
    modas intelectuales adoptadas automáticamente porque
    vienen "de arriba" o porque somos fetichistas de la letra
    impresa: "si está en el libro por algo
    será…"

    Si así procediéramos podríamos
    iniciar el camino para desaprender el racismo implícito,
    los prejuicios y las prácticas discriminatorias que todos
    hemos aprendido en la calle y en la escuela y podríamos
    empezar a cortar la cadena de su reproducción, a la que
    hemos sido condenados por la oligarquía y sus
    gerentes.

    NOTAS

    Así y todo, con la autorización del
    casamiento entre españoles e indias por Real
    Cédula de 1514 comenzó en muchos lugares
    -especialmente en el Paraguay- y sobre todo entre las capas
    bajas de la población blanca el comienzo de linajes
    mixtos. Tal disposición de la Corona española
    jamás tuvo correlato en el mundo colonial
    anglosajón, en prevención de la que más
    tarde sería llamada contaminación racial,
    que tuviera en el racismo alemán de los nazis su
    expresión de lucha activa en las leyes de Nuremberg de
    1935.

    "El 8 de junio [de 1810] fueron a la Real Fortaleza
    los oficiales naturales indios que hasta aquí
    habían servido agregados a los cuerpos de castas de
    pardos y morenos, y recibiéndolos la Junta se les
    leyó a su presencia por el secretario la orden
    siguiente: "La Junta no ha podido mirar con indiferencia que
    los naturales hayan sido incorporados al cuerpo de castas,
    excluyéndolos de los batallones españoles a que
    corresponden. Por su clase, y expresas declaratorias de su
    Majestad, en lo sucesivo no debe haber diferencias entre el
    militar español y el militar indio: ambos son iguales, y
    siempre debieron serlo, porque desde principios del
    descubrimiento de estas Américas quisieron los Reyes
    Católicos que sus habitantes gozasen los mismos
    privilegios que los vasallos de Castilla".

    (JUSTO, Liborio, Nuestra patria vasalla).

    2 "… porque seamos justos con los españoles.
    Al exterminar a un pueblo salvaje cuyo territorio iban a
    ocupar, hacían simplemente lo que todos los pueblos
    civilizados hacen con los salvajes, lo que la colonia
    efectúa deliberadamente o indeliberadamente con los
    indígenas, absorbe, destruye, extermina. Si este
    procedimiento terrible de la civilización
    es bárbaro y cruel a los ojos de la justicia y de la
    razón es, como la guerra misma, como la conquista, uno
    de los medios de que la providencia ha armado a las diversas
    razas humanas, y entre éstas a las más poderosas
    y adelantadas, para sustituirse en lugar de aquellas que por su
    debilidad orgánica o su atraso en la carrera de la
    civilización no pueden alcanzar los grandes destinos del
    hombre en la tierra. Puede ser muy injusto exterminar salvajes,
    sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que
    están en posesión de un terreno privilegiado;
    pero gracias a esta injusticia, la América, en lugar de
    permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso,
    está ocupada hoy por la raza caucásica, la
    más perfecta, la más inteligente, la más
    bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra;
    merced a estas injusticias, la Oceanía se llena de pueblos civilizados,
    el Asia empieza a
    moverse bajo el impulso europeo, el África ve renacer en
    sus costas los tiempos de Cartago y los días gloriosos
    de Egipto.
    Así, pues, la población del mundo está
    sujeta a revoluciones que reconocen leyes inmutables: las razas
    fuertes exterminan a las débiles, los pueblos
    civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los
    salvajes".

    (Sarmiento en El Progreso (Chile), el 27 de septiembre
    e 1844).

    "SAHIHUEQUE.

    "El cacique [tehuelche] Casimiro tenía una
    pequeña bandera argentina, y fuera donde fuese, al
    celebrar una reunión de cualquier índole, clavaba
    el asta de su banderita en la tierra, como significando que
    él era argentino y las deliberaciones eran presididas
    por la insignia azul y blanca.

    Cuando un día Sahihueque vio la bandera de
    Casimiro, sus ojos se entrecerraron y su corazón
    comenzó a latir ansiosamente, impelido por un tremendo
    anhelo. Así, poco tiempo después, al encontrarse
    con el sargento mayor Mariano Bejarano, describiendo la bandera
    que había visto en manos de Casimiro, Sahihueque
    pidió:

    — Decile a tu gobierno que yo también
    quiero una bandera, pero tiene que ser más grande que la
    de Casimiro.

    — ¿Más grande? ¿Y por
    qué más grande? –quiso saber,
    extrañado, Bejarano.

    — Porque yo soy más argentino que
    él.

    De este increíble sentimiento de argentinidad,
    de amor a la
    patria, si se quiere, da cuenta el mismo Bejarano, describiendo
    en su "Diario de viaje" […] un episodio del que fue testigo
    […]. en las tolderías del Caleuvú, cuando
    llegó una patrulla militar chilena. Le explicaron:
    durante el invierno anterior, la gente de Sahihueque
    había prestado ayuda a un grupo de soldados chilenos,
    evitando que murieran helados en la cordillera. Para expresar
    su agradecimiento, el jefe militar de Valdivia, Cnel. Serrano,
    de Osorno, además de otros regalos, enviaba dos hermosas
    banderas chilenas con destino exclusivo al cacique.

    Sahihueque las miró, sacudió la cabeza, y
    dijo:

    — Devolvele estas banderas a tu coronel. Decile
    que Sahihueque no las va a aceptar. Sahihueque es
    argentino."

    (CASTANY, Ernesto, Valentín Sahihueque. Cacique
    argentino. En Todo es Historia, Nº 136,
    pp.76-77).

    "CARTA DE MANUEL
    NAMUNCURÁ AL DIARIO LA PRENSA, EL 30
    DE ABRIL DE 1908, A LOS 97 AÑOS DE EDAD.

    "Me es doloroso recordar lo que se tiene por famosa
    conquista de la pampa, en cuya virtud los míos fueron
    desalojados de las Salinas Grandes, donde se deslizó mi
    niñez, viendo dirigir a mi malogrado padre, el general
    Juan Calfucurá, a cien mil hombres, con quienes
    combatió heroicamente durante cuarenta años a los
    chilenos… después… me ausenté llevando el
    pabellón de la patria, que lo he sabido honrar desde mi
    juventud,
    tal vez mejor que muchos que se han titulado patriotas y que no
    han buscado otra cosa que hacerse propietarios de las
    tierras… No me quedó otro recurso que remontar a pie
    las cumbres nevadas de los Andes… me habían puesto
    fuera de la ley… A pesar de que mi patriotismo no
    decayó un instante y de que hacía gala de
    él en suelo extranjero, desde mi llegada a la
    república de Chile fui objeto de la mayor hospitalidad.
    …en Villa Rica se me presentaron mil ochocientos soldados…
    que volvían triunfantes del Perú…
    Querían que aceptara ese contingente y otros que
    vendrían luego, para dirigirlos a la conquista de las
    tierras de que fui desalojado por el ejército argentino.
    Pero sentí, como buen patriota, que me avergonzaba de
    oír tales ofrecimientos y los rechacé con toda
    energía y altivez, declarándome más
    argentino que muchos de los que se hallaban destacados en la
    frontera de la pampa y deseaban exterminar a los de mi raza.
    Entonces resolví regresar solo a mi patria…
    había guardado silencio hasta ahora, creyendo servir
    así a los intereses de mi patria, pero he resuelto
    comunicarlo… en vista de que casi he desaparecido del mundo
    de los vivos."

    (CEVALLOS, Estanislao S., Callvucurá y la
    dinastía de los Piedra. Col. Capítulo. Vol.1. p.
    XXII. Bs. As., CEAL, 1981).

    "¿Logramos exterminar a los indios? Lautaro,
    Rengo y Caupolicán son unos indios piojosos, porque
    así son todos. Incapaces de progreso. El exterminio de
    esa canalla es providencial y útil, sublime y grande…
    Dejarles los niños a las madres indígenas es
    perpetuar la barbarie. Hay caridad en alejarlos cuanto antes de
    esa infección. Se les debe exterminar sin ni siquiera
    perdonar al pequeño que tiene ya el odio instintivo al
    hombre civilizado". (Sarmiento en El Nacional, del 19 de mayo
    de 1857).

    "Estamos por dudar de que exista el Paraguay,
    descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y
    esclavos que obran por instinto a falta de razón. En
    ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son
    unos perros
    ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su
    avance, capitaneados por descendientes degenerados de
    españoles, traería la detención de todo
    progreso y un retroceso a la barbarie… Al frenético,
    idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo
    acompañan miles de animales que le
    obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya
    hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso
    purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida
    de cuyo contacto hay que librarse". (Carta de Sarmiento a Mitre
    en 1872).

    (George. G. Petre, ministro británico en la
    Argentina, escribió que la población del Paraguay
    fue "reducida de cerca de un millón de personas bajo el
    gobierno de Solano López, a no más de trescientas
    mil, de las cuales más de las tres cuartas partes eran
    mujeres"). (SUÁREZ, Matías, Sarmiento, ese
    desconocido. Bs. As., Teoría, 1968).

    "… No trate de economizar sangre de gauchos.
    Éste es un abono que es preciso hacer útil al
    país. La sangre de esa chusma criolla incivil,
    bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres
    humanos."

    ( Carta de Sarmiento a Mitre en 1861).

    "… Sandes ha marchado a San Luis. Está
    saltando para llegar a La Rioja y darle una buena tunda al
    Chacho […] Si va, déjelo ir. Si mata gente,
    cállense la boca. Son animales bípedos de tan
    perversa condición que no sé qué se
    obtenga con tratarles mejor".

    (Carta de Sarmiento a Mitre, citada por
    FERNÁNDEZ RETAMAR, R., Calibán. Apuntes sobre la
    cultura de nuestra América. Bs. As., La Pleyade,
    1973).

    BORRERO, José María, La Patagonia
    trágica. Este libro, actualmente muy difícil de
    hallar pues no se ha vuelto a reeditar desde hace muchas
    décadas, es uno de los primeros testimonios de denuncia
    de las matanzas de indígenas en Santa Cruz y Tierra del
    Fuego, y de su protección y defensa por parte de los
    salesianos establecidos en esas zonas.

    LARRAÍN IBÁÑEZ, Jorge, Modernidad,
    razón e identidad en América
    Latina. Santiago, Andrés Bello, 1996. Véase
    el cap. 2, Razón y construcción del otro.
    El autor pasa revista a
    las ideas de los filósofos del siglo XVIII, de los
    economistas clásicos, de Hegel, de
    Engels y Marx, y muchos
    otros, todas representativas del etnocentrismo y eurocentrismo que vieron a los naturales de
    América, de África y Asia como atrasados,
    inferiores (incluso en estatura), irracionales, viciosos,
    inmorales, ociosos, degenerados, indolentes, ignorantes,
    pasivos, flojos, resignados, imprevisores, falsos, traidores,
    mentirosos, de estupidez hereditaria, etc.

    También los animales de América fueron
    considerados inferiores en su naturaleza
    al extremo de que Hegel dice que los pájaros en
    América, a pesar de tener un plumaje colorido y
    brillante no saben cantar, pero abriga la esperanza de que
    "cuando venga el día en que las selvas del Brasil ya no
    resuenen con los tonos inarticulados de hombres degenerados,
    muchos de los plumíferos cantores producirán
    también melodías más refinadas" (citado
    por el autor).

    Todos ellos justificaban la dominación
    colonialista, y hasta la esclavitud, la celebraban y la
    saludaban alborozados. Engels y Marx, lo hicieron con la
    dominación británica en la India y en Irlanda
    (solo en estos dos casos variaron sus posiciones después
    de 1860); con Argelia, "un hecho importante y afortunado para
    el progreso de la civilización"; con California ("la
    magnífica California fue arrebatada a mexicanos flojos
    que no sabían qué hacer con ella", "… en
    interés de su propio desarrollo, México estará en el futuro bajo la
    tutela de los
    Estados
    Unidos") y siempre tuvieron una mirada negativa sobre las
    repúblicas latinoamericanas.

    "Cualquier craneota inmediato es más
    inteligente que el inmigrante recién desembarcado en
    nuestra playa. Es algo amorfo, yo diría celular, en el
    sentido de su completo alejamiento de todo lo que es mediano
    progreso en la
    organización mental. Es un cerebro lento,
    como el del buey a cuyo lado ha vivido; miope en la agudeza
    psíquica, de torpe y obtuso oído en
    todo lo que se refiere a la espontánea y fácil
    adquisición de imágenes por vía del gran
    sentido cerebral. ¡Qué oscuridad de
    percepción, qué torpeza para transmitir la
    más elemental sensación a través de esa
    piel que recuerda la del paquidermo en sus dificultades de
    conductor fisiológico!" […]

    Crepuscular, pues, y larval en cierto sentido, es el
    estado de adelanto psíquico de ese campesino,
    en parte, el vigoroso protoplasma de la raza nueva, cuando
    apenas pisa nuestra tierra. Forzosamente tiene uno que
    convencerse de que el pesado palurdo no siente como nosotros
    […] su mecanismo psicológico es lento e intermitente
    como la rueda de la hilandera primitiva o el arado grosero del
    agricultor de la media edad, esa sensibilidad moral,
    receptáculo y fábrica de todos los sentimientos e
    ideas morales del hombre culto y definitivo, es todavía
    un vago remedo de lo que sería
    después".

    (José María Ramos Mejía
    (1849-1914). Presidente del Consejo Nacional de
    Educación entre 1908 y 1912).

    También los negros participaron en las milicias
    organizadas por Liniers formando el cuerpo de Pardos y Morenos
    y continuaron luchando después en la guerra contra
    España y en las guerras civiles de las Provincias Unidas
    del Río de la Plata pese a que el decreto de la Asamblea
    de 1813 sobre libertad de
    vientres no los alcanzara. La esclavitud recién fue
    abolida en 1853 por la Constitución Nacional.

    "DICIEMBRE 1806. _ Sir Popham está bloqueando
    Montevideo. El 6 de Setiembre Liniers da una proclama
    solicitando al pueblo se organice en milicias regulares. El
    francés tiene 53 años. Parece un mozo. La
    población responde decidida. Hasta los indios ofrecen su
    apoyo. El acta del Cabildo del 22 de Diciembre dice que "diez
    caciques de estas pampas piden permiso para entrar en la sala"
    y venían a agradecer el "haber echado a esos colorados
    de vuestra casa, que lograron tomar por una desgracia" y que
    "os ofrecemos nuevamente reunidos todos los grandes caciques
    que veis, hasta el número de 28.000 de nuestros
    súbditos, cada uno gente de guerra y cada uno con 5.000
    caballos; queremos sean los primeros en combatir a esos
    colorados que parece aún que se quieren
    incomodar."

    El Cabildo agradece con afecto la ayuda, agregando que
    por ahora "las tropas que en cuerpo se hallan formadas,
    aseguran la defensa de esta hermosa capital".

    (Diario de la Historia Argentina).

    Ésta es la mirada del nacionalismo popular
    latinoamericano, uno de cuyos representantes más
    destacados fue el gran patriota cubano José Martí.

    "Martí, por su parte, es el consciente
    vocero de las clases explotadas. "Con los oprimidos
    había que hacer causa común",
    nos dejó
    dicho, "para afianzar el sistema opuesto a los intereses y
    hábitos de los opresores".
    Y como a partir de la
    Conquista, indios y negros habían sido relegados a la
    base de la pirámide, hacer causa común con los
    oprimidos venía a coincidir en gran medida con hacer
    causa común con los indios y los negros, que es lo que
    hace Martí. Esos indios y negros se habían venido
    mezclando entre sí y con algunos blancos, dando lugar al
    mestizaje que está en la raíz de nuestra
    América, donde también según Martí,
    "el mestizo autóctono ha vencido al criollo
    exótico".
    Martí es radicalmente antirracista
    porque es portavoz de las clases explotadas, donde se
    están fundiendo las tres razas. Sarmiento se opone a lo
    americano esencial para implantar aquí, a sangre y
    fuego, como pretendieron los conquistadores, fórmulas
    foráneas: Martí defiende lo autóctono, lo
    verdaderamente americano. Lo cual, por supuesto, no quiere
    decir que rechazara torpemente cuanto de positivo le ofrecieran
    otras realidades: "injértese en nuestras
    repúblicas el mundo",
    dijo, "pero el tronco ha de
    ser el de nuestras repúblicas".
    FERNÁNDEZ
    RETAMAR, R., op. cit., p.99.

    Término derivado del título de la novela de
    Giuseppe di Lampedusa, El gatopardo, habitualmente utilizado
    como "cambiar algo para que nada cambie".

    SUÁREZ, Matías E., op. cit., cap.
    II.

    VEDOYA, Juan Carlos, Cómo fue la enseñanza popular en la Argentina. Bs. As.,
    Plus Ultra, 1973.

    Ser peronista mientras Perón vivía
    implicaba creer en la existencia de una conspiración
    mundial dirigida por la sinarquía internacional,
    término de dudoso origen que incluía a los
    judíos como alma mater del capitalismo
    y del socialismo,
    trabajando a dos puntas para conseguir la dominación
    mundial. Y aunque aquel vocablo se refiriera, junto a otros
    factores oscuros de poder, al sionismo internacional y no a los
    judíos en general, se daba por sentado que éstos,
    en cualquier país del mundo y cualquiera fuera su
    nacionalidad, siempre obedecerían al sionismo en primer
    lugar, así como la mayoría de los partidos
    comunistas del mundo seguían al pie de la letra las
    órdenes del P. C. de la Unión Soviética
    referidas a la política local.

    GARCÍA HAMILTON, Don José. La vida de San
    Martín. Bs. As., Sudamericana, 2000.

    En 1988, siendo Director Municipal de Cultura
    promoví la sanción de una ordenanza municipal por
    la cual las autoridades municipales deben celebrar el 18 de
    septiembre de cada año la fecha patria de los chilenos
    con carácter obligatorio como si se tratara de una
    efemérides nacional; en la Plaza de los Próceres,
    lugar donde se llevan a cabo los actos patrios oficiales de
    Argentina; y con todas las formalidades de estilo
    correspondientes a éstos. Fundamentaba la medida en la
    historia de nuestros orígenes comunes y la consiguiente
    fraternidad de nuestros pueblos, en el reconocimiento al
    constante aporte de hombres y mujeres de Chile en nuestra
    Patagonia y por ende en nuestra ciudad y en una vocación
    de integración efectiva como latinoamericanos. Desde
    entonces Villa Regina fue la única ciudad de Argentina
    que asumió tal compromiso en base a una ordenanza
    municipal. Hasta ese momento la colectividad chilena festejaba
    su fecha patria aisladamente, en la periferia de la zona
    suburbana, sin participación oficial de las autoridades
    municipales ni del resto de la población.

    SAPIENS. Enciclopedia Ilustrada de la Lengua
    castellana. T. 2, pág. 491. Bs. As., Sopena,
    1981.

    Precisamente, todo lo opuesto al pensamiento de
    José Martí. Véase más arriba nota
    Nº 11.

    GENTILI, Pablo (comp.), Cultura, política y
    currículo. Bs. As., Losada, 1997. Para
    éste y otros asuntos relacionados con la
    construcción social de los Otros recomendamos toda la
    obra.

    *** *** ***

    Así y todo, con la autorización del
    casamiento entre españoles e indias por Real
    Cédula de 1514 comenzó en muchos lugares
    -especialmente en el Paraguay- y sobre todo entre las capas
    bajas de la población blanca el comienzo de linajes
    mixtos. Tal disposición de la Corona española
    jamás tuvo correlato en el mundo colonial
    anglosajón.

    "El 8 de junio [de 1810] fueron a la Real Fortaleza
    los oficiales naturales indios que hasta aquí
    habían servido agregados a los cuerpos de castas de
    pardos y morenos, y recibiéndolos la Junta se les
    leyó a su presencia por el secretario la orden
    siguiente: "La Junta no ha podido mirar con indiferencia que
    los naturales hayan sido incorporados al cuerpo de castas,
    excluyéndolos de los batallones españoles a que
    corresponden. Por su clase, y expresas declaratorias de su
    Majestad, en lo sucesivo no debe haber diferencias entre el
    militar español y el militar indio: ambos son iguales, y
    siempre debieron serlo, porque desde principios del
    descubrimiento de estas Américas quisieron los Reyes
    Católicos que sus habitantes gozasen los mismos
    privilegios que los vasallos de Castilla".

    (JUSTO, Liborio, Nuestra patria vasalla).

    2 "… porque seamos justos con los españoles.
    Al exterminar a un pueblo salvaje cuyo territorio iban a
    ocupar, hacían simplemente lo que todos los pueblos
    civilizados hacen con los salvajes, lo que la colonia
    efectúa deliberadamente o indeliberadamente con los
    indígenas, absorbe, destruye, extermina. Si este
    procedimiento terrible de la civilización es
    bárbaro y cruel a los ojos de la justicia y de la
    razón es, como la guerra misma, como la conquista, uno
    de los medios de que la providencia ha armado a las diversas
    razas humanas, y entre éstas a las más poderosas
    y adelantadas, para sustituirse en lugar de aquellas que por su
    debilidad orgánica o su atraso en la carrera de la
    civilización no pueden alcanzar los grandes destinos del
    hombre en la tierra. Puede ser muy injusto exterminar salvajes,
    sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que
    están en

    posesión de un terreno privilegiado; pero
    gracias a esta injusticia, la América, en lugar de
    permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso,
    está ocupada hoy por la raza caucásica, la
    más perfecta, la más inteligente, la más
    bella y la más progresiva de las que pueblan la tierra;
    merced a estas injusticias, la Oceanía se llena de
    pueblos civilizados, el Asia empieza a moverse bajo el impulso
    europeo, el África ve renacer en sus costas los tiempos
    de Cartago y los días gloriosos de Egipto. Así,
    pues, la población del mundo está sujeta a
    revoluciones que reconocen leyes inmutables: las razas fuertes
    exterminan a las débiles, los pueblos civilizados
    suplantan en la posesión de la tierra a los
    salvajes".

    (Sarmiento en El Progreso (Chile), el 27 de septiembre
    e 1844).

    "SAHIHUEQUE.

    "El cacique [tehuelche] Casimiro tenía una
    pequeña bandera argentina, y fuera donde fuese, al
    celebrar una reunión de cualquier índole, clavaba
    el asta de su banderita en la tierra, como significando que
    él era argentino y las deliberaciones eran presididas por
    la insignia azul y blanca.

    Cuando un día Sahihueque vio la bandera de
    Casimiro, sus ojos se entrecerraron y su corazón
    comenzó a latir ansiosamente, impelido por un tremendo
    anhelo. Así, poco tiempo después, al encontrarse
    con el sargento mayor Mariano Bejarano, describiendo la bandera
    que había visto en manos de Casimiro, Sahihueque
    pidió:

    — Decile a tu gobierno que yo también
    quiero una bandera, pero tiene que ser más grande que la
    de Casimiro.

    — ¿Más grande? ¿Y por
    qué más grande? –quiso saber,
    extrañado, Bejarano.

    — Porque yo soy más argentino que
    él.

    De este increíble sentimiento de argentinidad,
    de amor a la patria, si se quiere, da cuenta el mismo Bejarano,
    describiendo en su "Diario de viaje" […] un episodio del que
    fue testigo […]. en las tolderías del Caleuvú,
    cuando llegó una patrulla militar chilena. Le
    explicaron: durante el invierno anterior, la gente de
    Sahihueque había prestado ayuda a un grupo de soldados
    chilenos, evitando que murieran helados en la cordillera. Para
    expresar su agradecimiento, el jefe militar de Valdivia, Cnel.
    Serrano, de Osorno, además de otros regalos, enviaba dos
    hermosas banderas chilenas con destino exclusivo al
    cacique.

    Sahihueque las miró, sacudió la cabeza, y
    dijo:

    — Devolvele estas banderas a tu coronel. Decile
    que Sahihueque no las va a aceptar. Sahihueque es
    argentino."

    (CASTANY, Ernesto, Valentín Sahihueque. Cacique
    argentino. En Todo es Historia, Nº 136,
    pp.76-77).

    "CARTA DE MANUEL NAMUNCURÁ AL DIARIO LA PRENSA,
    EL 30 DE ABRIL DE 1908, A LOS 97 AÑOS DE
    EDAD.

    "Me es doloroso recordar lo que se tiene por famosa
    conquista de la pampa, en cuya virtud los míos fueron
    desalojados de las Salinas Grandes, donde se deslizó mi
    niñez, viendo dirigir a mi malogrado padre, el general
    Juan Calfucurá, a cien mil hombres, con quienes
    combatió heroicamente durante cuarenta años a los
    chilenos… después… me ausenté llevando el
    pabellón de la patria, que lo he sabido honrar desde mi
    juventud, tal vez mejor que muchos que se han titulado
    patriotas y que no han buscado otra cosa que hacerse
    propietarios de las tierras… No me quedó otro recurso
    que remontar a pie las cumbres nevadas de los Andes… me
    habían puesto fuera de la ley… A pesar de que mi
    patriotismo no decayó un instante y de que hacía
    gala de él en suelo extranjero, desde mi llegada a la
    república de Chile fui objeto de la mayor hospitalidad.
    …en Villa Rica se me presentaron mil ochocientos soldados…
    que volvían triunfantes del Perú…
    Querían que aceptara ese contingente y otros que
    vendrían luego, para dirigirlos a la conquista de las
    tierras de que fui desalojado por el ejército argentino.
    Pero sentí, como buen patriota, que me avergonzaba de
    oír tales ofrecimientos y los rechacé con toda
    energía y altivez, declarándome más
    argentino que muchos de los que se hallaban destacados en la
    frontera de la pampa y deseaban exterminar a los de mi raza.
    Entonces resolví regresar solo a mi patria…
    había guardado silencio hasta ahora, creyendo servir
    así a los intereses de mi patria, pero he resuelto
    comunicarlo… en vista de que casi he desaparecido del mundo
    de los vivos."

    (CEVALLOS, Estanislao S., Callvucurá y la
    dinastía de los Piedra. Col. Capítulo. Vol.1. p.
    XXII. Bs. As., CEAL, 1981).

    "¿Logramos exterminar a los indios? Lautaro,
    Rengo y Caupolicán son unos indios piojosos, porque
    así son todos. Incapaces de progreso. El exterminio de
    esa canalla es providencial y útil, sublime y grande…
    Dejarles los niños a las madres indígenas es
    perpetuar la barbarie. Hay caridad en alejarlos cuanto antes de
    esa infección. Se les debe exterminar sin ni siquiera
    perdonar al pequeño que tiene ya el odio instintivo al
    hombre civilizado". (Sarmiento en El Nacional, del 19 de mayo
    de 1857).

    "Estamos por dudar de que exista el Paraguay,
    descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y
    esclavos que obran por instinto a falta de razón. En
    ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son
    unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento
    cincuenta mil. Su avance, capitaneados por descendientes
    degenerados de españoles, traería la
    detención de todo progreso y un retroceso a la
    barbarie… Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho
    Solano López lo acompañan miles de animales que
    le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano
    haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso
    purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida
    de cuyo contacto hay que librarse". (Carta de Sarmiento a Mitre
    en 1872).

    (George. G. Petre, ministro británico en la
    Argentina, escribió que la población del Paraguay
    fue "reducida de cerca de un millón de personas bajo el
    gobierno de Solano López, a no más de trescientas
    mil, de las cuales más de las tres cuartas partes eran
    mujeres"). (SUÁREZ, Matías, Sarmiento, ese
    desconocido. Bs. As., Teoría, 1968).

    "… No trate de economizar sangre de gauchos.
    Éste es un abono que es preciso hacer útil al
    país. La sangre de esa chusma criolla incivil,
    bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres
    humanos."

    ( Carta de Sarmiento a Mitre en 1861).

    "… Sandes ha marchado a San Luis. Está
    saltando para llegar a La Rioja y darle una buena tunda al
    Chacho […] Si va, déjelo ir. Si mata gente,
    cállense la boca. Son animales bípedos de tan
    perversa condición que no sé qué se
    obtenga con tratarles mejor".

    (Carta de Sarmiento a Mitre, citada por
    FERNÁNDEZ RETAMAR, R., Calibán. Apuntes sobre la
    cultura de nuestra América. Bs. As., La Pleyade,
    1973).

    BORRERO, José María, La Patagonia
    trágica. Este libro, actualmente muy difícil de
    hallar pues no se ha vuelto a reeditar desde hace muchas
    décadas, es uno de los primeros testimonios de denuncia
    de las matanzas de indígenas en Santa Cruz y Tierra del
    Fuego, y de su protección y defensa por parte de los
    salesianos establecidos en esas zonas.

    LARRAÍN IBÁÑEZ, Jorge,
    Modernidad, razón e identidad en América Latina.
    Santiago, Andrés Bello, 1996. Véase el cap. 2,
    Razón y construcción del otro. El autor
    pasa revista a las ideas de los filósofos del siglo
    XVIII, de los economistas clásicos, de Hegel, de Engels
    y Marx, y muchos otros, todas representativas del etnocentrismo
    y eurocentrismo que vieron a los naturales de América,
    de África y Asia como atrasados, inferiores (incluso
    en estatura), irracionales, viciosos, inmorales, ociosos,
    degenerados, indolentes, ignorantes, pasivos, flojos,
    resignados, imprevisores, falsos, traidores, mentirosos, de
    estupidez hereditaria, etc.

    También los animales de América fueron
    considerados inferiores en su naturaleza al extremo de que
    Hegel dice que los pájaros en América, a pesar de
    tener un plumaje colorido y brillante no saben cantar, pero
    abriga la esperanza de que "cuando venga el día en
    que las selvas del Brasil ya no resuenen con los tonos
    inarticulados de hombres degenerados, muchos de los
    plumíferos cantores producirán también
    melodías más refinadas" (citado por el
    autor).

    Todos ellos justificaban la dominación
    colonialista, y hasta la esclavitud, la celebraban y la
    saludaban alborozados. Engels y Marx, lo hicieron con la
    dominación británica en la India y en Irlanda
    (solo en estos dos casos variaron sus posiciones después
    de 1860); con Argelia, "un hecho importante y afortunado para
    el progreso de la civilización"; con California ("la
    magnífica California fue arrebatada a mexicanos flojos
    que no sabían qué hacer con ella", "… en
    interés de su propio desarrollo, México
    estará en el futuro bajo la tutela de los Estados
    Unidos") y siempre tuvieron una mirada negativa sobre las
    repúblicas latinoamericanas.

    "Cualquier craneota inmediato es más
    inteligente que el inmigrante recién desembarcado en
    nuestra playa. Es algo amorfo, yo diría celular, en el
    sentido de su completo alejamiento de todo lo que es mediano
    progreso en la organización mental. Es un cerebro lento,
    como el del buey a cuyo lado ha vivido; miope en la agudeza
    psíquica, de torpe y obtuso oído en todo lo que
    se refiere a la espontánea y fácil
    adquisición de imágenes por vía del gran
    sentido cerebral. ¡Qué oscuridad de
    percepción, qué torpeza para transmitir la
    más elemental sensación a través de esa
    piel que recuerda la del paquidermo en sus dificultades de
    conductor fisiológico!" […]

    Crepuscular, pues, y larval en cierto sentido, es el
    estado de adelanto psíquico de ese campesino, en parte,
    el vigoroso protoplasma de la raza nueva, cuando apenas pisa
    nuestra tierra. Forzosamente tiene uno que convencerse de que
    el pesado palurdo no siente como nosotros […] su mecanismo
    psicológico es lento e intermitente como la rueda de la
    hilandera primitiva o el arado grosero del agricultor de la
    media edad, esa sensibilidad moral, receptáculo y
    fábrica de todos los sentimientos e ideas morales del
    hombre culto y definitivo, es todavía un vago remedo de
    lo que sería después".

    (José María Ramos Mejía
    (1849-1914). Presidente del Consejo Nacional de
    Educación entre 1908 y 1912).

    También los negros participaron en las milicias
    organizadas por Liniers formando el cuerpo de Pardos y Morenos
    y continuaron luchando después en la guerra contra
    España y en las guerras civiles de las Provincias Unidas
    del Río de la Plata pese a que el decreto de la Asamblea
    de 1813 sobre libertad de vientres no los alcanzara. La
    esclavitud recién fue abolida en 1853 por la
    Constitución Nacional.

    "DICIEMBRE 1806. _ Sir Popham está bloqueando
    Montevideo. El 6 de Setiembre Liniers da una proclama
    solicitando al pueblo se organice en milicias regulares. El
    francés tiene 53 años. Parece un mozo. La
    población responde decidida. Hasta los indios ofrecen su
    apoyo. El acta del Cabildo del 22 de Diciembre dice que "diez
    caciques de estas pampas piden permiso para entrar en la sala"
    y venían a agradecer el "haber echado a esos colorados
    de vuestra casa, que lograron tomar por una desgracia" y que
    "os ofrecemos nuevamente reunidos todos los grandes caciques
    que veis, hasta el número de 28.000 de nuestros
    súbditos, cada uno gente de guerra y cada uno con 5.000
    caballos; queremos sean los primeros en combatir a esos
    colorados que parece aún que se quieren
    incomodar."

    El Cabildo agradece con afecto la ayuda, agregando que
    por ahora "las tropas que en cuerpo se hallan formadas,
    aseguran la defensa de esta hermosa capital".

    (Diario de la Historia Argentina).

    Ésta es la mirada del nacionalismo popular
    latinoamericano, uno de cuyos representantes más
    destacados fue el gran patriota cubano José
    Martí.

    "Martí, por su parte, es el consciente vocero
    de las clases explotadas. "Con los oprimidos había
    que hacer causa común",
    nos dejó dicho,
    "para afianzar el sistema opuesto a los intereses y
    hábitos de los opresores".
    Y como a partir de la
    Conquista, indios y negros habían sido relegados a la
    base de la pirámide, hacer causa común con los
    oprimidos venía a coincidir en gran medida con hacer
    causa común con los indios y los negros, que es lo que
    hace Martí. Esos indios y negros se habían venido
    mezclando entre sí y con algunos blancos, dando lugar al
    mestizaje que está en la raíz de nuestra
    América, donde también según Martí,
    "el mestizo autóctono ha vencido al criollo
    exótico".
    Martí es radicalmente antirracista
    porque es portavoz de las clases explotadas, donde se
    están fundiendo las tres razas. Sarmiento se opone a lo
    americano esencial para implantar aquí, a sangre y
    fuego, como pretendieron los conquistadores, fórmulas
    foráneas: Martí defiende lo autóctono, lo
    verdaderamente americano. Lo cual, por supuesto, no quiere
    decir que rechazara torpemente cuanto de positivo le ofrecieran
    otras realidades: "injértese en nuestras
    repúblicas el mundo",
    dijo, "pero el tronco ha de
    ser el de nuestras repúblicas".
    FERNÁNDEZ
    RETAMAR, R., op. cit., p.99.

    Término derivado del título de la
    novela de
    Giuseppe di Lampedusa, El gatopardo, habitualmente utilizado
    como "cambiar algo para que nada cambie".

    SUÁREZ, Matías E., op. cit., cap.
    II.

    VEDOYA, Juan Carlos, Cómo fue la enseñanza
    popular en la Argentina. Bs. As., Plus Ultra, 1973.

    Ser peronista mientras Perón vivía
    implicaba creer en la existencia de una conspiración
    mundial dirigida por la sinarquía internacional,
    término de dudoso origen que incluía a los
    judíos como alma mater del capitalismo y del
    socialismo, trabajando a dos puntas para conseguir la
    dominación mundial. Y aunque aquel vocablo se refiriera,
    junto a otros factores oscuros de poder, al sionismo
    internacional y no a los judíos en general, se daba por
    sentado que éstos, en cualquier país del mundo y
    cualquiera fuera su nacionalidad, siempre obedecerían al
    sionismo en primer lugar, así como la mayoría de
    los partidos comunistas del mundo seguían al pie de la
    letra las órdenes del P. C. de la Unión
    Soviética referidas a la política
    local.

    GARCÍA HAMILTON, Don José. La vida de
    San Martín. Bs. As., Sudamericana, 2000.

    En 1988, siendo Director Municipal de Cultura
    promoví la sanción de una ordenanza municipal por
    la cual las autoridades municipales deben celebrar el 18 de
    septiembre de cada año la fecha patria de los chilenos
    con carácter obligatorio como si se tratara de una
    efemérides nacional; en la Plaza de los Próceres,
    lugar donde se llevan a cabo los actos patrios oficiales de
    Argentina; y con todas las formalidades de estilo
    correspondientes a éstos. Fundamentaba la medida en la
    historia de nuestros orígenes comunes y la consiguiente
    fraternidad de nuestros pueblos, en el reconocimiento al
    constante aporte de hombres y mujeres de Chile en nuestra
    Patagonia y por ende en nuestra ciudad y en una vocación
    de integración efectiva como latinoamericanos. Desde
    entonces Villa Regina fue la única ciudad de Argentina
    que asumió tal compromiso en base a una ordenanza
    municipal. Hasta ese momento la colectividad chilena festejaba
    su fecha patria aisladamente, en la periferia de la zona
    suburbana, sin participación oficial de las autoridades
    municipales ni del resto de la población.

    SAPIENS. Enciclopedia Ilustrada de la Lengua castellana.
    T. 2, pág. 491. Bs. As., Sopena, 1981.

    Precisamente, todo lo opuesto al pensamiento de
    José Martí. Véase más arriba nota
    Nº 11.

    GENTILI, Pablo (comp.), Cultura, política y
    currículo. Bs. As., Losada, 1997. Para éste y
    otros asuntos relacionados con la construcción social de
    los Otros recomendamos toda la obra.

    Prof. Carlos R. Schulmaister

    Inst. de Form. Doc. Continua de Villa Regina (Río
    Negro),

    Fecha de realización: año 2004. Fecha de
    envío a monografías.com: 3 de feb. de
    2005.

    El autor es Prof. en Historia, Mr. en gestión
    y políticas culturales en el Mercosur,
    historiador oral, ensayista y educador.

    El autor autoriza expresamente la cita de fragmentos de
    este trabajo con fines de investigación –no comerciales- a
    condición de que se cite la fuente. Y desea entablar
    comunicaciones
    por este medio con otros interesados en esta
    temática.

    [Categoría: Historia, Política y Estudio
    Social ]

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