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La Biblia ¡Por Dios Santo! es una estafa




Enviado por ruanowilly



    1. Introducción
    2. El terror
      sacro
    3. La caricatura
      divina
    4. Violenta intolerancia
      divina
    5. Quitándole la
      máscara
    6. Dolorosa realidad ¡Y no hay
      otra!
    7. Espejismo y vanidad
      sagradas

    DESCRIPCIÓN

    Si en la Santa Biblia, la mal llamada Palabra de Dios,
    la guía de los cristianos desde hace cientos de
    años y el Libro que
    más muertes ha ocasionado al tratar de imponerlo,
    encontramos allí muchísimas equivocaciones, dobles
    sentidos, contradicciones, fraudes, tergiversaciones, personajes
    falsos, promesas incumplidas, verdaderas a medias, mentiras
    completas y una larga lista de cosas criminales, entonces la
    Biblia es una estafa.

    La mal llamada Palabra de Dios no es toda lo buena como
    nos la habían impuesto.

    Mucho menos toda lo perfecta que han clamado los
    guías espirituales, menos aún que sea la
    Guía Maestra para cualquier cosa que nos suceda en la vida
    de los seres humanos; será, eso sí, ¡una
    estafa más que la humanidad ha recibido!.

    INTRODUCCIÓN:

    ¿Es realmente la Biblia la Palabra de
    Dios?.

    Resulta por demás curioso que sea hecha esta
    pregunta que puede sonar a blasfemia, o ser una blasfemia y gran
    pecado para otros, merecedora, por eso, para el que la haga, del
    más terrible castigo divino.

    ¿Podemos dudar de Dios? ¿Nos asiste el
    mínimo derecho a la duda? ¿Es una blasfemia que nos
    preguntemos tales cosas?.

    O, es natural y digno, en los seres humanos, tener
    disponible la capacidad de la duda. ¿Usted qué cree
    o qué se imagina?.

    Les aseguro, y lo afirmo contundentemente, que no puede
    ser blasfemia, menos aún pecado que, usando nuestra
    inteligencia,
    y poniéndola a tono con el sentido común, nos
    preguntemos cualquier cosa referente a Dios, a sus actos y a los
    que se dicen sus representantes en la
    Tierra.

    Aunque, insistimos, le pueda parecer todo un sacrilegio
    a unos, y a otros, les cause tal terror que puedan sentir ser
    llevados, de forma inmediata, a los fuegos eternos del infierno
    por el solo hecho de haber leído estas
    interrogantes.

    EL TERROR
    SACRO

    Es increíble que, entrando en un nuevo milenio,
    como estamos, todavía tengamos el terror sacro que nos han
    impuesto los jerarcas religiosos del tipo de la tristemente Santa
    Inquisición. Y con eso se nos ha anulado lo más
    preciado que el ser humano tiene, como lo es el sentido
    común.

    Tenemos mucho que agradecerle a nuestro sentido
    común, pues sin él no nos atravesamos las calles si
    no estamos seguros y
    conscientes de la vía libre de vehículos. Tampoco
    ponemos los dedos en el fuego porque sabemos que nos
    quemaría la piel. Este
    sentido nos protege del medio ambiente
    en que vivimos o nos movemos; y es quien permite que cataloguemos
    a otra persona de
    inteligente, aunque sólo estemos comparando su capacidad
    de aprendizaje
    con otros seres humanos.

    Al sentido común le debemos nuestra propia
    comodidad. Y nos impide, en muchas ocasiones, que hagamos ciertas
    cosas, porque la alarma se enciende de inmediato para que
    rectifiquemos nuestra posible acción,
    ya que hay cierto pago que debemos asumir en el futuro por la
    realización de algunas cosas y situaciones con las que nos
    enfrentamos. Y no olvidemos que muchas veces ese pago es
    doloroso, amargo y normalmente en público y nuestros seres
    queridos se enteran.

    Pues bien, esta natural capacidad, innata que tenemos,
    del sentido común, como que la perdemos o se anulan los
    mecanismos de defensa natural e instintivos cuando nos
    enfrentamos con un desconocido, distante y nebuloso Dios; y con
    la enorme pléyade de aquellos que se dicen representantes
    de esa divinidad.

    No conocemos los motivos que hacen que nuestros
    mecanismos naturales y propios del sentido común se
    esfumen, se pierdan y que nos quedemos a merced de cualquier
    presión.

    Hemos permitido, con toda confianza, que otros piensen
    por nosotros en materia de
    Dios y de Religión. Nos da
    cierta seguridad aceptar
    todo lo que dicen, o han dejado dicho, líderes,
    pequeños o grandes, que asumieron, o asumen, el papel de
    guías espirituales del pueblo a través de la
    historia.

    Pensar contrario a ellos, o dudar de lo que pretenden
    imponernos, sencillamente nos da miedo y mucho terror. Preferimos
    ser mansos, como los corderitos, y dejarnos llevar por sus
    prédicas, libros y la
    serie de rituales que manejan en los servicios
    devocionales.

    Y veamos que curioso es esto, hasta hemos permitido, sin
    inmutarnos un ápice, que se auto nombren como nuestros
    pastores que, guiando al rebano de ovejas, que es en lo que
    terminamos convertidos completa y fatalmente, dócilmente
    estamos en sus manos y bajo sus intereses sectarios y
    monetarios.

    Pero comparemos todo esto con un claro ejemplo de la
    vida diaria. Para comprar un vehículo, cualquier ser
    humano normal y sano, trata, por todos los medios a su
    alcance, de hacer el mejor trato posible. Y no permite, de
    ninguna manera, que el vendedor se pase de listo y lo tontee con
    argumentos falaces. Es más, ni siquiera con el primer
    vehículo que nos muestran nos quedamos. Somos, si no
    minuciosos, al menos cuidadosos de escoger entre varias opciones;
    y todas ellas de acuerdo con nuestro presupuesto,
    color favorito,
    marca,
    tamaño de la familia, el
    uso que pensamos darle, modelo y en
    fin todo aquello que nuestro maravilloso sentido común nos
    dicta internamente.

    ¿Por qué no podemos, entonces, actuar con
    este mismo sentido común en materia religiosa?
    ¿Será simplemente que no nos han dejado ni siquiera
    eso? ¿A quiénes le ha convenido, a través de
    tantos siglos, tenernos como un fácil rebaño de
    mansas e inútiles ovejas?.

    Pero bueno, aparte de esto que es tan fácil de
    comprender, es conveniente que traigamos otro tema importante en
    esta misma línea.

    Y sin duda que las tres preguntas a las que los seres
    humanos más le hemos buscado respuesta son: De
    dónde venimos. Qué hacemos aquí. Y hacia
    dónde vamos.

    Sin exagerar, podríamos llenar un asombroso
    espacio con las tantas soluciones que
    nos han planteado y propuesto a través de la historia, y
    aún actualmente. Es, desde que el ser humano
    apareció en la Tierra, que
    tuvo que sentir la necesidad, imperiosa y terrible, de saber de
    donde procedía. Y aquí, sin asomo de duda, fue su
    sentido común el que le marcó esa interrogante e
    inquietud.

    Siempre ha resultado más fácil, para la
    inmensa mayoría de pobladores de este hermoso planeta,
    aceptar como soluciones aquellas opiniones en las cuales, sin
    perder su hegemonía, principalmente el macho de la
    creación, el hombre,
    depender de un ser superior para todo; llenando únicamente
    el pequeño requisito que se le pedía, o que se le
    pide aún, de adorar, venerar y acatar ciegamente los
    mandatos de su particular ser superior. El cual, por supuesto,
    confiaba en un hombre igual a
    los demás, para que le sirviera de enlace, de puente,
    inclusive de mediador, entre la población asustada y él.

    La historia de todas las civilizaciones está
    llena de casos similares a éste.

    Y no ha habido pueblo, o grupo de seres
    humanos, que no hayan tenido, o tengan actualmente, por lo menos
    a su particular ser superior; porque han habido otros que han
    hecho gala, simultáneamente, de una gran cantidad de
    dioses y también de su particular
    representante.

    Y volvemos a insistir, que la historia sigue llena de
    todo este bagaje de personalidades.

    No es posible conocer una raza, un pueblo o una
    civilización cualquiera, sin que conozcamos a su dios, o
    dioses, a su iluminado, a su encarnación divina y a una
    gama impresionante de sacerdotes que impusieron, o imponen
    aún, bajo su particular gusto y antojo, las normas bajo las
    cuales su dios quiere que se viva entre el pueblo que
    personalmente la divinidad de turno ha escogido.

    El ser humano que ha tratado de usar su inteligencia, y
    que ha cuestionado varias, sino todas las normas impuestas por el
    ser superior adentro de su propia comunidad, ha
    sido tratado como blasfemo, las menos de las veces, porque en la
    mayoría de casos ha sido extirpado, como un cáncer
    maligno, al que hay que detener a tiempo. Pero
    esa detención, o extirpación, que se hacía,
    o se hace, con el inconforme, hoy simplemente es tipificado, por
    cualquier tribunal de sentencia, como asesinato.

    Y veamos que triste la situación, pues muchas de
    las veces era el ser supremo el que ordenaba directamente el
    trabajito; y también, en muchas ocasiones, personalmente
    ese digno ser superior o dios era el que se tomaba la molestia de
    hacerlo con sus propias manos.

    Y, a manera de traer un buen ejemplo de lo que hemos
    afirmado anteriormente, para que empecemos a conocer la verdadera
    personalidad y
    carisma de Dios Nuestro Señor, es bueno que leamos la
    psicótica descripción que de él hace
    Jeremías desde 15:1 ss. Así dice Dios Padre
    (Yahvé): El que a muerte, a
    muerte, el que a espada, a espada, el que a hambre, a hambre y el
    que a cautiverio, a cautiverio. Y enviaré sobre ellos
    cuatro géneros de castigos, dice Dios Nuestro Señor
    (Yahvé): Espada ¡para matar!. Perros
    ¡para despedazar!. Aves del cielo
    ¡para devorar!. Y bestias de la tierra ¡para
    destruir!.

    Pero lo mejor de esto es que ese precioso
    capítulo bíblico se llama La implacable ira de
    Dios.

    Así es mis queridos lectores. Y de esta manera
    nace el terror sacro.

    Es más fácil y seguro seguir a
    la corriente que ser ahogado en ella. De ésta forma fue
    que se aprovechó, por parte de la jerarquía
    eclesiástica, para imponer toda la burocratizada ensarta
    de rituales y dogmas que nos acompañan en cualquiera de
    las costumbres religiosas. Era muy fácil, solamente se
    requería mostrar a un ser superior enojado, vengativo,
    cruel y enfermizamente egoísta con su propio pueblo
    escogido; y lo demás lo ponían los incautos
    borregos del rebaño con su miedo a la terrible venganza de
    ese dios al que le rendían culto e
    idolatría.

    ¿De qué forma podemos hacer que los
    demás entiendan que algo está equivocado,
    erróneo y que no es cierto lo que nos han hecho
    creer?.

    ¡Pues muy fácil!.

    Únicamente necesitamos hacer ver en dónde
    está la equivocación, el engaño, el error y
    cuáles son los motivos por los cuales es y ha sido casi
    imposible ver el error, la equivocación, el engaño
    y la falsa doctrina. Aunque por el simple factor de nombrar al
    conjunto de hechos y acciones
    doctrina, ya hablamos de falsedad.

    Todas las doctrinas son falsas. Si fueran lo contrario,
    es decir verdades incuestionables, no estaríamos como
    estamos. Repasemos la infinidad de doctrinas que conocemos y es
    fácil concluir que todas ellas pretendían, en su
    oportunidad, resolver los graves y profundos problemas de
    la humanidad. Pero ni lo hicieron y hoy nos encontramos mucho
    peor pues de todos modos seguimos teniendo los mismos problemas,
    pero además de ellos tenemos a las doctrinas y a sus
    defensores que, a pesar de todo, nos vienen oprimiendo y
    esclavizando desde siempre.

    No podemos ver los errores porque se nos ha programado
    para no verlos. El motivo por el cual nos ha sido casi imposible,
    lo repetimos, ver errores, equivocaciones y las falsas doctrinas
    es uno sólo, se resume en lo mismo. Los grandes jerarcas y
    personajes eclesiásticos se tomaron la molestia de
    lavarnos el cerebro y nos
    grabaron sutilmente un programa que se
    llama Terror Sacro.

    Y este instrumento denominado Terror Sacro hace que
    sudemos y temblemos con sólo pensar en el terrible castigo
    que nos espera por discrepar del mandato divino; y en unos
    más y en otros menos eso nos ha detenido, y
    prácticamente congelado, el sentido
    común.

    Con el Terror Sacro perdemos la perspectiva de la
    realidad en la que estamos viviendo y nos volvemos corderitos del
    rebaño, sumisos y temerosos del cruel y vengativo ser
    superior que nos han obligado a aceptar como real, como Dios y
    hasta como nuestro Padre, según nos lo receta la perorata
    bíblica.

    Y esto no es más que una desfachatada
    ridiculez.

    ¿Usted cree que estamos inventando que el Padre
    Nuestro, todo amor y
    comprensión, es un ser vengativo y sentimentalmente lleno
    de maledicencia?.

    Para quitarnos todos esa duda leamos el Salmo 94 y
    brillará la verdad de esa bestia arrogante y llena de
    sentimientos malsanos al que nos han acostumbrado, desde niños,
    a llamar Padre Nuestro, a rezarle, orarle y pedirle desde
    cualquier iglesia o
    templo, o bien desde nuestra intimidad, suplicándole por
    un lugar en la Gloria Eterna.

    Tal capítulo, llamado arrogantemente
    Oración clamando venganza, refleja la verdad del
    Cristianismo
    pues, siendo y actuando los miembros de tal creencia como lo hace
    Dios Padre, todos ellos, Dios Nuestro Señor y cada uno de
    los afiebrados seguidores, no son más que
    bagatela.

    ¡Padre Eterno (Yahvé), Dios de las
    Venganzas, ¡¡Dios de las Venganzas!!,
    muéstrate!. Levántate, oh juez de la
    tierra.

    ¿Quedó alguna duda de ver ahí
    descrito al vengativo Creador del Cielo y de la Tierra
    (según los obnubilados cristianos), como para no aceptar
    lo que recién afirmamos?.

    Y, ¿desde cuando la Justicia es
    sinónimo de venganza?, como para haberlo
    aceptado.

    Desde pequeños se nos ha educado, para bien o
    para mal, no lo sabemos, pero en fin, se nos educa para
    enfrentarnos con la vida diaria y todo lo que ello implica.
    Cuando tenemos que hacer la más mínima
    decisión, del diario vivir, usamos toda nuestra
    inteligencia y sentido común. Y, como ya lo afirmamos, en
    una operación comercial cualquiera usamos todo nuestro
    potencial de inteligencia y sentido común. Pero en asuntos
    religiosos no somos más que borregos que, sin voluntad,
    fácilmente nos han llevado al matadero, pues creyendo, y
    confiando, que después de la matanza seremos y estaremos
    salvos y libres de toda condenación, y para culminar esta
    locura, en la Gloria Eterna, nos han tonteado de lo
    lindo.

    ¡Qué barbaridad y qué abuso
    psíquico el que han estado
    cometiendo en contra nuestra!.

    LA CARICATURA
    DIVINA

    Aclarado muy bien el asunto, y conociendo el motivo que
    nos impedía ver la realidad de la equivocación
    religiosa, hay que aceptar que este Terror Sacro es el que nos
    anula el sentido común; por lo que podemos pasar, ahora y
    a continuación, a tratar de buscarle respuesta a las
    preguntas que nos laceran el ser interno.

    ¿Es realmente la Biblia la Palabra de
    Dios?.

    ¿Podemos dudar de Dios?.

    Y, cuando algo no está claro, tenemos el deber, y
    todo el derecho, de pedir una mejor explicación, detallada
    y amplia, para salir de las dudas y hasta de la incomodidad
    emocional que esto nos causa.

    Lo que no podemos permitirnos hacer, o caer, es en el
    clásico error personal de ir a
    preguntarle nuestras dudas a aquel, o aquellos, que forman parte
    de la estructura en
    donde están nuestras incertidumbres. No, pues nadie habla
    mal de su rancho. Y no podemos permitir que el juez y la parte
    sean o estén del mismo lado.

    Y eso es otra cosa que ha estado sucediendo, ya que de
    ninguna manera el lechero hablará mal de su producto; y no
    digamos mal, deberíamos decir mejor que el lechero no va a
    ser quien pregone, entre su propia clientela, que sus productos
    apenas llenan, peor aun, que no tienen los requisitos
    mínimos de calidad y
    salubridad. Si alguna persona dudara de la leche, del
    amigo expendedor, y se lo pregunta al lechero mismo, a no dudarlo
    el maestro en cuestión respondería: mi producto
    es lo mejor de lo mejor, llena todos los requisitos y controles,
    por lo tanto y por eso mismo, mis márgenes de utilidad son
    mínimos, pues sacrifico la ganancia con tal de mantener la
    calidad; estoy seguro que hasta estoy perdiendo dinero al
    vender este gran producto, pero no me importan las ganancias o
    perder dinero, ya que por amor a mis semejantes, y a sus hijitos,
    seguiré operando con pérdidas.

    ¿Qué tal?.

    ¿No es muy parecido este argumento a otros muchos
    que hemos oído
    adentro de cualquier iglesia o templo cristiano?.

    Se nos ha dicho que Dios es el Ser Supremo, el Creador
    de todo lo que existe, que es eterno, que no tuvo principio ni
    tendrá fin. Además que es omnipotente o
    todopoderoso, omnipresente o que está en todos lados
    simultáneamente, omnisapiente o que todo lo sabe, y que
    también es un ser todo amor.

    ¿Cómo entonces dudar de un ser como el
    descrito?.

    El asunto, realmente, está en que algún
    vivillo, o más listo que los demás, encajonó
    AL TODO bajo ciertos parámetros humanos y sentimentales e
    hizo así una grotesca caricatura en la Biblia de
    DIOS.

    Y la cosa no es así. No, que va.

    El Salmo 21:8-10 retrata mucho mejor cualquier
    especulación o habladuría que se diga del gran
    protagonista bíblico. Y, lo mejor, que siendo la Biblia la
    Palabra de Dios, no se nos puede achacar que estamos inventando
    cosas o haciendo chismes con Dios Padre. Leamos, pues, un
    pequeño autorretrato del ser al que millones de personas
    le hemos orado desde muchos siglos, y luego de eso, de leer y
    analizar la Palabra de Dios, meditemos si vale la pena continuar
    en la misma vaina religiosa.

    ¡Oh Padre Eterno (Yahvé), tu mano
    alcanzará a todos tus enemigos!. Tu diestra
    alcanzará a los que te aborrecen. Y los pondrás
    como horno de fuego en el día de tu ira. Dios Nuestro
    Señor (Yahvé) los deshará en su ira y el
    fuego los consumirá. Y su fruto harás desaparecer
    de la tierra. Y su descendencia de entre los hijos de los
    hombres.

    Para empezar a ver la caricatura divina, en la Santa
    Biblia, solamente preguntémonos ¿cómo y de
    qué manera EL TODO QUE ES DIOS puede tener, exhibir o
    deleitarse con poseer enemigos?.

    La sola posibilidad, de tal tontería, descalifica
    que Yahvé, Elohím o Dios Nuestro Señor
    puedan ser tomados o ser DIOS.

    ¿Cómo, y de qué manera, podremos
    procesar que haya alguien tan presuntuoso, y tremendamente
    vanidoso, que se sienta con la autoridad
    suficiente como para presumir que aborrece a LO INABORRECIBLE que
    es LO ABSOLUTO?.

    ¿Cómo, y de qué manera, sea cuerdo
    llegar a plantear la aberración mayúscula y
    vanagloria de gritar que DIOS, EL INFINITO TODO, es susceptible
    al apasionamiento de la ira, venganza y a la revancha criminal y
    abusiva, de la que tiene abundantemente el dios fantoche que nos
    presenta en sus páginas la Biblia?.

    Jeremías 7:20 nos transcribe mucho mejor al Padre
    Eterno, y nos dice:

    Por tanto, así ha dicho el Señor de
    todo el Universo
    (Yahvé): ¡He aquí que mi furor y mi ira se
    derramarán sobre los hombres, sobre los animales, sobre
    los árboles
    del campo y sobre los frutos de la tierra!. ¡Se
    encenderá mi ira y no se apagará
    jamás!.

    ¿Podremos darle gloria a este macabro y chiflado
    destructor?.

    Nahúm 1:2, 6 y 9 nos prestan toda la
    colaboración posible, y de ahí sacamos unas muy
    buenas conclusiones al respecto.

    El Padre Eterno (Yahvé), es Dios celoso y
    vengador. ¡Dios Nuestro Señor (Yahvé) es
    vengador y está lleno de indignación!, se venga de
    sus adversarios y guarda enojo para sus enemigos. ¡Su ira
    se derrama como el fuego!. Dios Padre (Yahvé) hará
    exterminio y no tomará venganza dos veces de sus
    enemigos!.

    Y Jesucristo, a saber en qué clase de
    locura personal, proclama desde Mateo 5:44 lo más
    ridículo, al pretender cambiar las normas de conducta del
    diabólico Padre Eterno, pues nos deja dicho:

    Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
    aborrecen, para que así lleguéis a ser hijos de
    vuestro Padre que está en los cielos, que hace llover y
    salir el Sol sobre los
    malos y sobre los buenos y sobre los justos y sobre los injustos.
    ¡Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
    está en los Cielos es perfecto!.

    ¿Perfecto este desalmado y sanguinario asesino
    bíblico?.

    ¿Amoroso el Padre que está en los Cielos
    que derrama lluvia, pero de venganzas y de indignaciones, sobre
    la humanidad que le ha seguido?.

    ¿Fraterno este diabólico y paranoico Dios
    Padre que se venga inmisericordemente de sus adversarios y
    enemigos, que guarda rencor y enojo para todos sus enemigos?, a
    los cuales, en vez de amar y tolerar (tal y como de manera
    hipócrita y demagógica nos dice Jesús que
    hay que proceder), ¡los funde en el fuego abrasador de su
    propia ira!.

    ¡Qué torpe, y qué grado de cinismo
    el que exhibe Nuestro Señor Jesucristo con esta
    inútil defensa del Dios bíblico celoso, castigador
    y vengativo que, de bueno, santo y perfecto, ni las
    uñas!.

    Con lo dicho anteriormente ahora ya podemos arrancar
    mejor y resumir las preguntas que nos hicimos y convertirlas en
    una sola.

    ¿Es DIOS el ser que aparece en la
    Biblia?.

    Y la respuesta es una sola, sin pensarlo mucho, y sin
    ánimo de la duda. ¡NO!.

    Y no, ya que es imposible que el Ser Omnipresente,
    Omnipotente, Omnisciente y Todo Amor, sea ese remedo de reyezuelo
    vengativo, cobarde y genocida, frenético además,
    por los sacrificios sanguinolentos y apestosos; intolerante y
    demente que aparece a lo largo y ancho de la Biblia. Un poco
    más adelante veremos las citas bíblicas que lo
    presentan tal cual es.

    Y no puede ser DIOS, este remedo bíblico, por
    diferentes e ilimitadas razones. Una de ellas, y quizá la
    más importante, es que a DIOS, AL SER SUPREMO, AL TODO, a
    LA VERDAD ABSOLUTA, no podemos definirlo, ni aún con
    términos tan sublimes como los que se le dan de
    omnisapiente, omnipresente, omnipotente y etc. Y no puede ser
    DIOS, este personaje fatídico, por una muy simple deducción. Yahvé-Elohím es un
    ser lleno de sentimientos y con profundas pasiones,
    inclinaciones, preferencias y poder
    decisional.

    AL SER SUPREMO no lo podemos ni enmarcar ni describir,
    ¡menos aún definirlo!. Deja de ser EL TODO cuando lo
    definimos. Deja de ser DIOS cuando lo hacemos sentimental y
    tomando decisiones. Deja de ser EL ABSOLUTO cuando nombra
    personalmente a un representante divino para una determinada
    sociedad. Deja
    de ser LA VERDAD ABSOLUTA cuando se parte en un enfermiza,
    calenturienta y ridícula trinidad. Y deja de ser EL
    INNOMBRABLE cuando se le abrogan hijos únicos o
    unigénitos, cuya triste, decepcionante e inútil
    misión
    son encarnarse para venir a redimir al pueblo escogido de
    turno.

    Y decimos inútil porque hasta ahora ninguno de
    los pueblos, supuestamente redimidos por el Hijo Único de
    Dios, lo ha sido. Si no, miremos el caso nuestro, de la sociedad
    cristianizada, o peor aún, el de los judíos,
    los cuales todavía están a la espera del
    Mesías que los grandes profetas aseguraron
    vendría.

    ¿No era Jesús, entonces, el Mesías
    prometido al pueblo hebreo?.

    ¿Qué papel le corresponde entre el pueblo
    judío a este proclamado Mesías si ni siquiera
    ellos, su propio pueblo, lo aceptaron?.

    ¡Y porqué nosotros, ajenos a los
    judíos, acá en el futuro, hemos y seguimos
    aceptando a Jesús como el Hijo de Dios!.

    Además es increíble ver en perspectiva al
    pasado y observar que, a lo largo de los siglos, han aparecido
    innumerables Hijos de la divinidad de turno, y todos y cada uno
    de ellos, para amargura general, ha sido tomado como el
    Único Hijo de Dios.

    La patraña más grande ha estado encerrada
    en este vaivén religioso y político.

    Cuidado y se piense que sólo a Jesús nos
    estamos refiriendo. Jesús, en todo caso, es quizá
    uno, entre muchos otros, de los más recientes de esos
    supuestos hijos únicos de la divinidad de
    turno.

    ¿O acaso no hemos oído acerca de Osiris,
    Pitágoras, Ra, Quetzalcoatl, Mitra, Hermes, Horus, Adonis,
    Zoroastro, Apolo, Confucio, Buda, Lao-Tse, Krishna y un
    larguísimo etc. O más recientemente y de nuestra
    época el actual Dalai Lama o inclusive Sait
    Baba.

    Todos ellos, que se dicen o se dijeron, en su momento
    histórico y geográfico, hijos únicos de la
    divinidad, han llenado la historia de nuestro planeta y han
    fundado la que dijeron era la verdadera religión que, al
    practicarla como la impusieron, se recibiría la Gloria
    Eterna en el más allá; llenando así,
    según ellos, la tremenda incógnita de explicar
    hacia donde vamos.

    Como dato curioso podemos ver que la gran mayoría
    de estos Hijos de Dios han nacido un 25 de diciembre, en lugares
    humildes; su madre se llamó María, Miriam, Mariana,
    Maya, Maia, Myrra o Mirra. Ellas, las madres, también
    fueron avisadas por mensajeros divinos. Y estos Unigénitos
    han muerto de forma violenta, también han resucitado, y
    para el colmo, están con su particular divinidad en el
    cielo. Tuvieron a su respectivo padre terrenal, el cual es muy
    poco o nada tomado en cuenta, ya que la paternidad se
    debía directamente a Dios.

    ¿Aún hay dudas?, pues que mejor que tomar
    cualquier libro sobre Religiones Comparadas, y
    luego de leerlo, le aseguramos que se le pararán los pelos
    de todo lo que adicionalmente se encontrarán.

    Qué triste historia repetitiva hemos tenido.
    Nuestro Jesús es sólo una copia, y mala copia, de
    otros muchos Hijos Únicos de Dios. Todos ellos anteriores
    al hijo del carpintero que hemos adorado por más de dos
    mil años.

    Tampoco podemos dejar pasar esta oportunidad, en que nos
    estamos comunicando con ustedes, amables lectores, para dejar
    señalado algo que ha estado relegado por los piadosos y
    que es sumamente llamativo.

    Con la visión angelical que la virgen
    María tuvo, cuando le fue anunciada su preñez,
    por obra y gracia del Espíritu Santo, se le dice que
    tendrá un hijo, al cual ella deberá llamar
    Emmanuel. Siempre y cuando le hagamos caso a la
    comparación y a la cita que usa Mateo 1:23 al dejarnos
    dicho:

    Todo esto para que se cumpliese lo que el
    Señor había anunciado por el
    Profeta.

    O sea lo que supuestamente dejó dicho
    Isaías desde 7:14.

    Y, para nuestra sorpresa, y todavía y
    después de más de dos mil años, en la
    Biblia, en nuestras iglesias y nuestros curas y pastores, se le
    sigue nombrando en todos los pasajes en los que se refieren al
    hijo de José y María, con el nombre de Jesús
    y no con el de Emmanuel.

    ¿Qué le parece?.

    ¿Cómico?.

    O de verdad se anima usted a nombrar tal sandez como lo
    que verdaderamente ha sido y como realmente luce, una mala
    caricatura divina.

    Para finalizar, tenemos que ver la parte formal de Fray
    Girolamo Savonarola, un sacerdote que fue quemado vivo en
    el
    Renacimiento, durante el papado Borgia de Alejandro VI,
    fraile que compuso un gran poema intitulado DIOS. Leamos a
    continuación su parte importante y luego meditemos sobre
    su contenido.

    Dicen que no comprendo tu existencia, que el fuego de
    los réprobos me quema, y que mi lengua sin
    cesar blasfema, y que no entiendo la palabra DIOS.

    En su mezquina estupidez el hombre, se forja un dios
    indigno de alabanza, ebrio de odio, cólera
    y venganza, terrible y sanguinario como él.

    Otras veces se finge en su locura, un dios afeminado
    que se esconde, que a la voz del creyente no responde, si en su
    altar no hay encaje y oropel.

    ¡Eso no es DIOS!, el Dios en quien yo creo,
    tener no puede el interés
    del oro. El Dios
    Verdad, el Dios a quien yo adoro, no cambia sus bondades por
    metal.

    VIOLENTA
    INTOLERANCIA DIVINA

    ¿Es, entonces, realmente la Biblia la Palabra de
    Dios?.

    Como ya lo afirmamos, para demostrar que algo no es
    cierto, debemos primero que exponer claramente la
    equivocación, los errores, y en este particular caso, la
    serie de contradicciones que hay en toda la mal llamada Palabra
    de Dios. Aclarando, por supuesto, que el ser bíblico
    Yahvé de los ejércitos, o Jehová como
    equivocadamente le siguen llamando los más ignorantes del
    asunto bíblico, no es el SER SUPREMO; y que las historias
    que nos deja relatadas la Biblia no son más que las
    aventuras y fechorías, junto a los crímenes,
    hechicerías y demás ensarta de barbaridades, que
    comete este fatídico personaje que conocemos como
    Yahvé que, las ejecuta en un período determinado de
    tiempo, en contra de su propio pueblo por él mismo
    escogido.

    Este dios de la Biblia mantiene dominados, bajo las
    más terribles coacciones, a todo un buen grupo de seres
    humanos bajo la consigna si no me obedecen en todos mis gustos
    y deseos, les espera el fuego eterno.

    Habiendo convertido en verdaderos borregos a aquellos
    que le obedecen, aún hoy en día, siguen bajo su
    dominio por
    medio de los representantes divinos, fácilmente
    identificados pues se dicen curas, pastores y gritones de
    púlpito. Con el cerebro lavado, y sin sentido
    común, todos ellos están a la espera inútil
    del pronto retorno del dios bíblico, sin saber, o sin
    querer comprender, que han pasado más de 6 mil años
    desde cuando se le está esperando.

    ¿Valdrá la pena continuar en la sala de
    espera?.

    Ahora vamos a ir demostrando, paso a paso, lo que hemos
    afirmado. Si usted duda no tiene más que tomar una Biblia,
    cualquier versión de las muchas que hay servirá, y
    juntos, ustedes, amables lectores y yo, que los guío,
    vamos a ir recorriendo los sangrientos y crueles caminos divinos
    que Dios Nuestro Señor ha sembrado con su
    megalomanía y genocidios.

    ¡Sí!, efectivamente mató pueblos
    enteros, exterminó hombres, mujeres y niños.
    ¡Inocentes criaturas!, y arrasó con lo que pudo este
    Yahvé, o Jehová, como los necios continúan
    llamándolo.

    Deuteronomio 20:10 ss es lo suficientemente cruel, y
    violentamente claro, además, para que nos sirva de muy
    buen ejemplo; y que no se nos tache de mentirosos ante lo obvio,
    que Dios Padre no es más que un genocida y
    psicópata personaje. Y leeremos, desde estos pasajes, la
    consagración divina que de la destrucción desalmada
    y cobarde el Padre Nuestro ha hecho.

    Luego que Dios Padre (Yahvé) te entregue
    aquellas ciudades que no quieran ser tus vasallas,
    ¡matarás a todo varón suyo a filo de espada!.
    Pero de las ciudades que el Padre Nuestro te dará por
    heredad, ¡ninguna persona, hombres, mujeres y niños
    dejarás con vida!, sino que las destruirás por
    completo.

    Ahora veamos La ira de Dios Padre contra las
    naciones
    , tal y como se llama el capítulo 34 de
    Isaías y, desde sus versículos leemos, asombrados
    nuevamente, de la ignominia divina.

    ¡Acercaos, naciones, juntaos para oír!;
    y vosotros, pueblo, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en
    ella, el mundo y todo lo que produce. Porque Dios vuestro
    Señor está airado contra todas las naciones, e
    indignado contra todo el ejército de ellas; ¡las
    destruirá y las entregará al matadero!. Y los
    muertos de ellas serán arrojados, y de sus
    cadáveres se levantará hedor. ¡Y los montes
    se disolverán por la sangre de ellos.
    En los cielos se embriagará mi espada!. ¡Llena
    está de sangre la espada de Dios vuestro Señor!.
    Porque vuestro Padre Eterno tiene día de venganza y sus
    arroyos se convertirán en brea y su polvo en
    azufre.

    1 de Samuel 15:1 ss verdaderamente es la muestra
    más clara del criminal y vengativo dios-diablo de la
    Biblia que, de manera por demás insolente y prepotente,
    arremete contra todo aquel que pase por su lado.

    Así ha dicho Dios Padre: He decidido castigar
    lo que hizo Amalec a Israel,
    cortándole el camino cuando subía de Egipto. Ve,
    pues, Saúl, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que
    tiene. ¡Y no te apiades de él, mata a hombres,
    mujeres, niños y aún los de pecho, vacas, ovejas,
    camellos y asnos!. Y Saúl derrotó a los amalecitas
    y tomó vivo a Agag, el rey de Amalec, pero mató a
    todo el pueblo a filo de espada. Y Saúl y el pueblo,
    perdonaron a Agag. Más Samuel pidió le trajesen a
    Agag y lo cortó con espada en pedazos delante de Dios
    Padre, para que la orden del Padre Nuestro fuese
    obedecida.

    ¡Verdaderamente que hay que tener la cara dura
    para mantenerse entre la Religión Cristiana y su diosesito
    perverso!.

    Con estas citas bíblicas, muy representativas del
    verdadero espíritu bandolero del Padre Eterno, nos
    tendremos que quitar esa absurda imposición que ese
    dios-diablo, sanguinario y gozoso de sus acciones, pueda ser o
    sea EL SER SUPREMO.

    ¿Verdad?.

    No podemos dejar de asombrarnos con Jesús, a
    quien el Cristianismo nos lo ha presentado como Hijo de Dios,
    aún y cuando Jesús mismo se auto proclamó
    Hijo del Hombre. Jesús se refería a Yahvé
    como mi Padre que está en los cielos, cuando
    declaraba, en nombre del dios de la Biblia, que practicaran
    el amor, la
    tolerancia y
    la buena voluntad.

    Y Jesús mismo representa la más terrible
    de las intolerancias, y la intolerancia en general, además
    del desamor y la mala voluntad en sus máximas expresiones.
    Démosle una pequeña ojeada al Evangelio de Mateo
    12:30 y nos quedaremos mudos del asombro.

    El que no está conmigo está contra
    mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

    O aquella otra cita que desde siempre hemos oído
    de; Sólo a través mío, dice
    Jesús, se llega al Padre.

    O bien, leamos en Marcos 16:16, lo que sigue: El que
    crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea,
    será condenado.

    ¡Cómo es posible que el propio Hijo de
    Dios, ya sin un ápice de amor y comprensión,
    condene, irremediablemente, al que no está con él y
    al que no recoge con él!.

    Aunque la mejor muestra del colmo de la intolerancia,
    del Maestro, es cuando declara: El que crea y sea bautizado
    será salvo y el que no, será
    condenado.

    Analicemos bien esto.

    No basta con creer para salvarse y alcanzar la tan
    buscada Gloria Eterna. Hay que cumplir con las dos condiciones
    sin ninguna otra alternativa; hay que creer y también
    estar bautizado.

    ¿Qué tipo de bautismo?.

    ¿Bajo qué rito y de qué iglesia hay
    que acatar la orden divina de Jesús?.

    ¿Basta el rito católico, bautista, de los
    testigos de Jehová, luterano, pentecostal, de los nuevos
    pensadores, de los que se dicen de la nueva era, de los
    satánicos o diabólicos, etc, etc, etc,?.

    ¡Quién puede abrogarse el derecho de ser el
    que puede impartir el verdadero bautizo al que Jesús hace
    la referencia!.

    ¿Cómo lo puede probar y
    acreditar?.

    Veamos también cómo Jesús nos
    demuestra, al máximo, su mala voluntad. Y lo hace cuando
    nos dice: Sólo a través mío se llega al
    Padre.

    ¡Qué atrocidad, pena y
    vergüenza!.

    ¿Quiere decir que aquellos que nunca en su vida
    han oído de Jesús, del dios bíblico o de
    algo relacionado con ellos, no digamos ya creer o estar
    bautizados, fueron totalmente condenados, sin ningún tipo
    de oportunidades, al fuego eterno?.

    Y es curioso que el adalid de la Justicia nos deje esta
    mala broma legal, pues en cualquiera de nuestras legislaciones,
    por cierto hechas por hombres comunes y corrientes, se establece
    que nadie puede ser condenado sin antes haber sido vencido en
    juicio justo y permitiéndosele la oportunidad que, siendo
    inocente se le tiene que probar lo contrario, con pruebas y un
    abogado auxiliar pueda enfrentarse al tribunal respectivo para
    que se le administre justicia.

    Pero hay otra cosa sumamente importante, y que hace que
    rechacemos estas palabras divinas de Jesucristo, no hay que
    olvidar que para que el Sistema de
    Justicia funcione, y sea creíble y justo, una sola
    acción es imprescindible, la igualdad de
    todos ante la ley.

    Con lo que aquí sí merece que salga a
    relucir nuestro sentido común y que la protesta sea
    mayúscula para con Jesús quién,
    creyéndonos estúpidos, quiere imponer su
    equivocado, e ilegal, y hasta depravado punto de
    vista.

    Allá aquel que permita ser catalogado por
    Jesús como falto de inteligencia.

    Y veamos el alcance de lo que nos dejó declarado
    como verdad ese ególatra del Maestro Justo. El nos dice
    que sólo aquellos que le siguen podrán llegar al
    Padre (sólo a través mío se llega a
    Dios
    ).

    Pero usted, estimado lector y lectora, debe saber que
    nuestro planeta Tierra tiene más de seis mil millones de
    seres humanos que lo habitamos, de manera simultánea, en
    la actualidad. De los cuales únicamente habrá cerca
    de mil millones de personas que saben de Jesús, de la
    Biblia y que conocen del sanguinario Yahvé, el
    fatídico dios que el Maestro pretendió
    imponernos.

    ¿Significará que sólo la
    pequeña minoría de cristianos tiene la oportunidad
    de alcanzar la salvación y que la inmensa mayoría
    de los seres humanos que habitamos la Tierra ya estamos, sin
    remedio, condenados para siempre al fuego eterno del
    Infierno?.

    ¿Habrá aquí, en las ordenanzas
    divinas de Jesús, algo de amor, tolerancia, buena voluntad
    e igualdad para todos los seres humanos?.

    Pero fijemos nuestra atención en esto, en lo que nos dice el
    Maestro, y veámoslo en perspectiva general. Solamente el
    16% de los habitantes que vivimos hoy en día, en este
    hermoso planeta, podemos tener nuestros pasos encaminados hacia
    el Paraíso; ya que, según aquel que
    pretendió habernos salvado del pecado, el otro 84% de los
    seres humanos que actualmente vivimos en cualquiera de los
    países del mundo, están en camino, sin una mejor
    oportunidad, de irse al infierno y a la condenación
    eterna.

    ¿Cree usted posible tamaña
    estupidez?.

    ¿Y los que ya murieron en tantos miles de siglos
    que hay desde que el ser humano existe como tal en el
    planeta?.

    NO. Es totalmente ilógico, incomprensible y
    definitivamente una descarada mentira lo que Jesús nos
    dejó como último mensaje para la
    humanidad.

    ¡Es imposible que sea a través de
    Jesucristo como se pueda llegar a DIOS!. Pero a lo mejor es
    posible que sí se pueda llegar al dios bíblico,
    ebrio de odio, cólera y venganzas, terrible y
    sanguinario
    (tal y como lo describe Savonarola), por medio de
    su hijo Jesús.

    Hay que recordar que el dios de la Biblia, el
    Yahvé sanguinario y depredador, el Padre Nuestro, como lo
    llamaba Jesús, ¡no es EL TODO, no es DIOS, no es EL
    ABSOLUTO!.

    En todo caso Jesús quiere, con su mensaje
    dirigido al que lo quiera tomar, reunir adeptos; pero pretender
    que por medio de Jesucristo pudiéramos llegar a DIOS es
    ser o ingenios o faltas de
    inteligencia.

    Pero no debe extrañarnos esta demagogia barata
    del Maestro ni su comportamiento
    hacia el dios bíblico, puesto que hay que entenderla ya
    que si Jesús es la Segunda Persona de la Santísima
    Trinidad, y conociendo nosotros ya a su Padre, el Yahvé de
    los ejércitos, como genocida, megalómano con aires
    de grandeza y un fraude total,
    debemos, desde estas circunstancias, respetar aquel viejo adagio
    que dice sabiamente: de tal palo tal astilla y de tal padre
    tal hijo.

    Total que por donde le queramos encontrar la divinidad,
    lo sabio y lo apabullante que dicen es el dios bíblico, no
    nos encontramos más que con sus cochinos crímenes y
    desalmados asesinatos cometidos contra una indefensa
    población civil que, sin atinarle a comprender a este
    chiflado ser, el que se dice su propio dios y protector que los
    escoge él mismo, los hunde en la iniquidad.

    Isaías 66:24 nos describe lo
    siguiente:

    Y verán los cadáveres de los hombres
    que se rebelaron contra mí.

    ¿Es cuerdo pensar que AL TODO que es DIOS, pueda
    alguien rebelársele, sin que eso suene más que a
    payasada?.

    Lo universalmente infinito que es DIOS no permite y hace
    imposible que alguien se pueda rebelar, pues eso
    significaría que es cosa fácil salirnos de SU
    UNIVERSO, en
    el cual, queramos o no, estamos inmersos y tenemos nuestro
    ser.

    También Isaías desde 5:24 ss nos cuenta de
    los rasgos divinos del fantoche Padre Eterno, y nos
    dice:

    Se encendió el furor de Dios Vuestro
    Señor contra su pueblo, y extendió contra ellos su
    mano, y los hirió, y se estremecieron los montes, y sus
    cadáveres yacían como basura en
    medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor,
    todavía tiene su mano alzada.

    ¿Cree usted que a tal payaso sea cuerdo seguirlo
    tomando como DIOS?.

    ¡NO!. Ya no. ¿Verdad?.

    QUITÁNDOLE
    LA MASCARA

    No es bueno que dejemos volando por ahí los
    conceptos que hemos venido vertiendo sobre El creador de todo
    el Universo
    , como nos han acostumbrado a nombrar al dios de
    la Santa Biblia, sin que veamos en el Libro de los Libros la
    forma en que el dios-diablo bíblico se
    comporta.

    Ahí lo encontramos convertido en asesino,
    genocida, megalómano, hechicero, carnívoro
    insaciable y en un ser espantoso y hasta sexualmente
    depravado.

    En Éxodo 32:26-28, el Padre ordena a
    Moisés que cada uno debe matar a su propio hermano, a su
    amigo y a su pariente. Siendo muy bien cumplida la ordenanza, y
    ejecutada por los hijos de Leví, los sacerdotes de la
    época, en un mismo día fueron vilmente asesinados,
    por el capricho del dios bíblico, más de tres mil
    seres humanos.

    ¡Gloria a Dios hermano!.

    Pero nos falta lo peor. En el mismo versículo 29,
    del capitulo en mención, el Padre Nuestro consagra y
    bendice
    a sus esbirros.

    Esto se llama, aquí y en la China, un
    vulgar y cobarde genocidio, aunque no existe el decente y
    valiente genocidio, pero viniendo de Nuestro Padre que
    está en los Cielos, usted amable lector
    ¿cómo llamaría a la orden de este dios
    sanguinario, acaso ofrenda sagrada, misterio divino o voluntad de
    Dios?.

    ¿De verdad son inescrutables los caminos del
    Señor?.

    O tenemos el valor, el
    coraje y la suficiente entereza para quitarnos el terror sacro
    que nos han impuesto, y libres de ataduras, poder gritar a los
    cuatro vientos que lo que el Señor Todopoderoso y Eterno
    le ordena ejecutar a Moisés, por medio de los sacerdotes,
    es un genocidio de la divinidad y una bajeza del Padre
    Nuestro.

    En el libro 2 de Crónicas 28:6 simplemente porque
    se había dejado de adorar al Padre Eterno hubo una matanza
    espantosa y terrible que, sólo en el lapso de un
    día, fueron cobardemente asesinados 120 mil hombres
    valientes.

    En Levítico 1:2-9 y 3:6-17 encontramos al
    clásico hechicero. A Nuestro Señor del cielo y de
    la tierra le fascinan los olores fuertes, tal como los que se
    desprenden del excremento quemado; diciendo, él mismo:
    Ofrenda encendida de olor grato a Yahvé. Vianda es de
    ofrenda que se quema en olor grato, pues toda la gordura de los
    animales es de Yahvé.

    Al dios bíblico, al Padre de Jesús y de un
    montón de tontuelos, al ser que le hemos orado y pedido
    durante nuestras miserables vidas, le encantan las
    vísceras, las gorduras y los excrementos de los animales
    sacrificados para él; con cada ritual que hoy reconocemos,
    y han sido muchos de ellos castigados por ser hechicería y
    brujería que, así de simple y llanamente, son puras
    mentiras la tan cantada pureza y la santidad del dios
    bíblico.

    Yahvé amenaza con la muerte al
    que coma de la gordura de animal, lo mismo al que coma sangre de
    aves o bestias. Pero no por pretender imponer algún
    código
    de salud al
    respecto. No. Por el contrario, todo esto, es para
    reservárselo exclusivamente para él
    solito.

    Y podemos leerlo, complacidos de hacerlo, desde
    Levítico 7:22-27, desde donde usted podrá disfrutar
    de conocer el fino gusto gastronómico del dios que nos han
    impuesto; además de gozar porque conocerá del buen
    comer y de declararse enemigo del vegetarianismo.

    En el colmo de las actitudes de
    la divinidad nos encontramos con una descripción muy
    singular que se hace del Padre Eterno desde 1 de Reyes 8:5-11 y
    63. Se nos narra que para la inauguración del Templo
    dedicado a Yahvé se lograron batir todos los excesos
    anteriores, en lo que a masacres y sacrificios se refiere, puesto
    que fueron 22 mil bueyes y 120 mil ovejas los animales ofrecidos
    al carnívoro dios.

    Catorce días, con sus respectivas noches,
    duró esa sanguinolenta ofrenda y sacrificio en honor de
    Yahvé. Más de 10 mil animales por día fueron
    sacrificados para la gloria de Dios Nuestro
    Señor.

    ¿Cree usted que a partir de ahora pudiera gritar,
    como lo hacen los miles de incautos hermanitos en las iglesias
    actuales, eso de ¡aleluya, aleluya, gloria a Dios
    hermanos!, después de esto?.

    ¡Qué asco de dios el que nos ha llegado por
    medio de la Biblia y Jesucristo!.

    Pero no se crea que ya hemos terminado con esto. No.
    ¡Qué va!.

    Dice el relato que estamos comentando, tomado
    directamente de la Palabra de Dios, que: Agradó tanto a
    Yahvé el sacrificio de paz que se le ofrecía, que
    se posesionó del Templo, él y sus
    ángeles
    .

    Y, ha no dudarlo, así se despacharon sólo
    entre ellos el suculento banquete de sangre, vísceras, y
    por supuesto lo mejor, el bocado de los dioses, los excrementos.
    Y por supuesto ¡sin ningún testigo del
    hartazgo!.

    No vale aquí ya ningún comentario de
    nuestra parte. Saquemos nuestras propias conclusiones del
    tremendo Padre que el ingenuo de Jesús quiso endilgarnos y
    al que, inclusive, nos exige le pidamos por el perdón de
    nuestros pecados.

    ¡Cómo, por Dios Santo, una entidad tan
    bestial, antes que divina, pueda otorgarnos algún tipo de
    perdón!.

    El peor de los animales salvajes, y comedores de
    carroña, queda automáticamente absuelto cuando lo
    comparamos con el Padre Nuestro que está en los
    cielos
    . Ahora quizá ya usted podrá entender el
    porqué oímos a muchas personas de buena fe, y muy
    sinceras, que luego de leer la Biblia declaran a viva voz que no
    pueden creer en la existencia divina de un ser como el dios de la
    Biblia.

    Aunque otros, no con menos razón, gritan, entre
    en broma y en serio ¡Gracias a Dios soy ateo!.

    Aquí, en este punto preciso, nos viene muy bien
    traer un viejo refrán, impresionante y todo lo que
    queramos, pero que encierra una sabiduría tal que,
    prácticamente, lo dice todo: Cuando te encuentres con
    un ciego, sin más, patéalo y patéalo.
    ¿Por qué tendrías tu que ser más
    bondadoso que Dios?.

    Muy bien. Y para cerrar con broche de oro la
    representación teatral del dios bíblico veamos lo
    medular en referencia a categorías adentro del grupo de
    dioses en la Sagrada Palabra de Dios.

    En Levítico 16:7-10 leemos, y nos enteramos, de
    quien es quien. Nos dice el autor sagrado:

    Después tomará los dos machos
    cabríos y los presentará delante de Yahvé, a
    la puerta del tabernáculo de reunión. Y
    echará suertes Aarón sobre los dos machos
    cabríos; una suerte por Yahvé y otra suerte por
    Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío
    sobre el cual caiga la suerte para Azazel, lo presentará
    vivo delante de Yahvé para hacer la reconciliación
    sobre él, para enviarlo a Azazel al
    desierto.

    ¡Qué gran ironía!.

    Es el propio Yahvé, el supuesto Señor
    Todopoderoso y Eterno, quien reconoce en Azazel a un ser de mucha
    mayor categoría que él mismo.

    Azazel era un dios demoníaco.

    Y es desde la propia Biblia de Jerusalén en
    donde, con una nota del editor, nos logramos enterar de quien se
    habla cuando nombran con tanta cortesía y deferencia bajo
    el nombre de Azazel.

    Dice la nota: Azazel, es el Espíritu Maligno
    que domina las regiones desérticas.

    Lo que nos llama poderosamente la atención es que
    Yahvé guarda distancias prudentes y respetuosas para con
    El Maligno. Y releamos nuevamente lo que dejan dicho: lo
    presentará vivo delante de Yahvé para hacer la
    reconciliación sobre él
    .

    ¡Qué tal!.

    El diosesito de la Biblia pide públicamente a su
    pueblo escogido que le sea traído el macho cabrío
    que le tocó en suerte ganar a Azazel, para que le sea
    presentado y, en su presencia divina y poderosa, bendecirlo, como
    una muestra de reconciliación para que Azazel no mal
    interprete el motivo de agarrar y llevar delante de Yahvé
    al macho cabrío del Príncipe del Mal.

    Y Yahvé no sólo respeta y teme a Azazel,
    sino que obliga a que se le tengan y deban ciertas
    consideraciones, muy propias del rango superior que representa
    este maligno ser, para dejar marcada una distancia prudencial
    entre sendos personajes bíblicos.

    ¿A cuenta de qué dispone el dios de la
    Biblia que se respete la obligación de ofrendas y
    sacrificios para el Espíritu Maligno?.

    ¿No ha demostrado Yahvé, bajo las
    más terribles amenazas, que sólo para él
    quiere todos los sacrificios?.

    ¿Por qué se muestra tan sumiso el
    Todopoderoso cuando del representante del mal se
    trata?.

    ¿Tendríamos nosotros, acá en el
    futuro, que guardarle alguna consideración muy especial a
    Azazel, siendo que el Padre Nuestro mismo lo deja ordenado en los
    versículos leídos en la misma Biblia que es el
    libro sagrado de los Cristianos?.

    ¿Cuándo y por qué se perdió
    el respeto y la
    obligación que Dios Padre dejó ordenado que se
    tuviese con ese personaje superior al propio Dios
    Padre?.

    Es sumamente rara esta sumisión que Yahvé
    demuestra tener por Azazel. Y más raro aún es todo
    su significado ya que, por lo mismo, eso significaría, o
    claramente significa, que Azazel es mucho más poderoso que
    Dios Padre. Y si Dios Nuestro Señor le teme al
    Espíritu Maligno, eso viene a confirmarnos que de divino,
    grandioso y todopoderoso, tal y como nos han impuesto es el
    diosesito bíblico, no hay absolutamente nada de esas
    cualidades en Yahvé.

    ¿En qué cabeza puede caber que la propia
    narración de los hechos, que hemos tomado como sagrados,
    aparezca la prueba irrefutable de la bajeza, inferioridad y de la
    verdadera personalidad del ser que lo ha sido todo para una parte
    de la humanidad?.

    ¿Por qué el burdo
    engaño?.

    Lo que sí queda muy claro es que al fin y por fin
    le hemos quitado la máscara al dios bíblico, mejor
    conocido como Nuestro Padre, que está en los Cielos
    esperando por nosotros, los incautos que hemos caído en
    sus tenebrosas redes.

    DOLOROSA REALIDAD
    ¡Y NO HAY OTRA!

    Hay tanta confusión con respecto a DIOS. La
    primera es que hemos tomado a todos aquellos seres que
    protagonizan los mal llamados libros sagrados como la
    representación DEL TODO, o peor aún, como que son
    EL SER SUPREMO.

    Y no importa de qué grupo o religión
    hablemos, todos son iguales de necios cuando pretenden imponernos
    a su particular interpretación de lo que para ellos debe
    ser Dios y así hacerlo pasar por LA VERDAD
    ABSOLUTA.

    Continúan las confusiones cuando nos fabricamos,
    ya individualmente, un Dios personal, un Dios casi hombre, pues
    nos ha encantado la idea de antropomorfizar a la divinidad; y
    esto nos ha proporcionado un alto grado de placer, y sobre todo
    tranquilidad, pero una tranquilidad psíquica.

    Al calmar nuestro psiquismo, con esta opción
    personal, nos creemos ya dioses y hemos cometido la
    tontería hasta de decir que somos creados a imagen y
    semejanza de DIOS; tan ridículos quedamos como si
    supusiéramos que una célula de
    nuestro cuerpo diga que es una imagen de nosotros.

    Pero, para colmo de la situación ya de por
    sí aberrante, como todavía a DIOS no lo hemos
    podido capturar en su totalidad, lo hemos dividido en
    tres.

    ¡Qué locura!.

    DIOS tres en uno. Toda una oferta de
    supermercado. Y así, desgraciadamente, lo hemos aceptado y
    sin ninguna pena le hemos rezado y orado a una trinidad divina.
    Le pedimos tanto al Padre como al Hijo y al Espíritu Santo
    sin saber mayor cosa sobre la Santísima
    Trinidad.

    ¿Sabía usted quién o quiénes
    inventaron a la Santísima Trinidad?.

    Sí, por supuesto que es un burdo
    invento.

    ¿Acaso no sabían ustedes, amable grupo de
    lectores, que era un simple invento de los seres
    humanos?.

    Pues sí, efectivamente lo es. Y representa la
    última de las grandes ocurrencias de un grupo de piadosos
    e inspirados defensores del Cristianismo. Fue la gran
    especulación del año 325 d C. en el Concilio de
    Nicea, pues desde allí se reunieron los obispos de la
    Cristiandad, en grandes grupos, para
    reflexionar sobre la naturaleza,
    tanto de Jesucristo, como de su Padre, el Dios Omnipotente, a
    quienes tenían, y tienen aún, confundidos con EL
    TODO que es DIOS.

    Entonces imaginémonos por un momento tal cosa.
    Reflexionar sobre LO INFINITO ¡qué
    barbaridad!.

    Y, de tamaña barbaridad, después de
    encontrar, por fin, un concepto de DIOS
    para hacerlo aceptable y digerible a las muchas corrientes en que
    ya se dividía el incipiente movimiento
    Cristiano, y luego de una seria y agria pelea (se agarraron a las
    trompadas los Santos Padres de la Iglesia de Cristo tratando cada
    uno de ellos de imponer su aberrado y personal criterio sobre EL
    INFINITO TODO), por fin, y con una escasa mayoría, se
    llegó al concepto absurdo de la Santísima
    Trinidad.

    No tenemos que olvidar que fue un grupo de santos
    varones, hombres todos ellos, con defectos, pasiones y serios
    problemas de conducta, los que durante un debate,
    buscando el mejor concepto de DIOS, tomaron la decisión,
    en nombre de la humanidad, que la naturaleza de DIOS era
    trina.

    Se procedió a partir a la divinidad en tres, como
    bien pudo haberse partido o dividido en dos, diez o en mil
    partes, pero por una decisión humana del grupo enfermizo y
    vanidoso de los Obispos de la Cristiandad de aquellos primeros
    años.

    Eso es lo que no debemos olvidar, que fue un invento de
    hombres.

    Y vanidoso y prepotente el grupo de santos varones
    porque ¿a cuenta de qué se abrogaron la
    representación de toda la raza humana para decidir sobre
    el concepto universal de DIOS?.

    Ni siquiera el manipulado y abandonado de Jesús
    se atrevió a tamaña desfachatez, por supuesto en lo
    que respecta a haberse sacado de la manga el inventito ese de una
    Santísima Trinidad, porque en otras cosas sí se le
    fue la mano a Nuestro Señor.

    Que cosa más triste y penosa esta
    situación. Cuánta gente honrada, digna y caritativa
    que, creyendo y defendiendo a la Trinidad Divina Cristiana, le
    ora con toda la fe posible, y poniendo en ello todo el
    sentimiento pasional de la religión, le piden a los
    integrantes de la terna en que suponen encerrado a
    DIOS.

    ¿Por qué no le oran o le piden a un carro,
    a un ventilador o a una refrigeradora?, esos objetos
    también son inventos de
    personas y hechos por seres humanos; con una ventaja adicional
    sobre la Trinidad Cristiana, ya que todos estos inventos del
    hombre han resultado de mejor utilidad que el de Dios definido
    como tres seres en uno.

    Muy a pesar de las mejores intenciones, el acto en
    sí de la oración se convierte en todo un
    espectáculo.

    DIOS no puede partirse, a pesar de las locuras y
    pataleos de teólogos, curas, pastores y afiebrados
    seguidores del culto Cristiano.

    ¿Cuál será la peor locura, de las
    locuras de estos grupos religiosos, o la mayor aberración,
    de las grandes aberraciones Cristianas, de todas las sandeces que
    nos han dicho y metido sobre DIOS?.

    ¿Será la que nos habla sobre el Dios Trino
    o la de los Hijos Únicos de Dios o la de la Madre de
    Dios?, aunque, con esta última opción, no tienen ni
    madre los susodichos religiosos.

    Pero no vayamos a creer, aduciendo que no lo
    sabíamos, que el concepto trino de la divinidad es
    exclusivo del Cristianismo. No. Muy lejos de la verdad
    estaríamos si eso pensamos, pues ha habido de todo en esta
    malograda serie de acciones.

    El ser humano, a través de los años, se ha
    inventado las varias trinidades divinas que encontramos en
    diferentes culturas y civilizaciones. Otros han partido al
    concepto de Dios en dos, cuatro, cinco o en muchos seres que lo
    componen. Lo podemos ver en los egipcios, asirios, mayas, incas, en los
    indios de Norteamérica, y con casi todos los pueblos y
    civilizaciones que han poblado nuestro planeta.

    Lo que llama poderosamente la atención, y de
    manera muy curiosa además, es que estos conceptos de
    partir o dividir a la divinidad siempre han existido y mucho
    antes que el de nuestra particular Santísima
    Trinidad.

    ¿Originalidad en el Cristianismo?.

    ¡Qué va!.

    Si nos tomamos la molestia de preguntarle a cualquiera
    de nuestros amigos si cree en Dios, su respuesta no se hace
    esperar. Una buena mayoría dice inmediatamente que
    sí; pero si les pedimos que nos digan cuál es su
    idea íntima de Dios, ahí es donde empieza el asunto
    a ponerse de otro color.

    Unos dicen es el que está allá
    arriba.
    Otros lo describen de acuerdo y conforme a los
    atributos que durante el catecismo o la clase de Biblia o
    religión han recibido, que Dios es amor, poderoso, que
    todo lo sabe, que está en todos lados, etc.

    Ahora bien, me quisiera usted, amable lectora y lector,
    hacerme el favor de preguntarse ¿cuál es el
    concepto personal que tiene de Dios? y de contestarse, pero de la
    manera más sincera y sencilla, sin repetir, como loro, lo
    que otros le enseñaron pues, eso, representa un programa
    que a todos nos han grabado y metido en nuestra psiquis y no es
    LA VERDAD.

    Contéstese a la interrogante pero diciendo la
    respuesta con y en sus propias palabras…

    ¿No puede verdad? ¿Es tan difícil
    explorar libremente nuestra conciencia y
    subconciencia en este tema tan importante?.

    Creo que ya es fácil entender cómo nos han
    tenido. Hemos sido simples robots que ejecutamos un programa que
    nos han metido con la fuerza del
    Terror Sacro.

    No nos han dejado ni con nosotros mismos y nos han
    eliminado hasta nuestro interno punto de vista de la
    vida.

    Claro que podemos decir, y por qué no, que DIOS
    no es un objeto ni sujeto de adoración, de peticiones y
    mucho menos de servir de vehículo para nuestros deseos, si
    no que ES, sencillamente que EXISTE y nos movemos y tenemos
    nuestro ser en SU UNIVERSO. Y que SU PRESENCIA UNIVERSAL permea
    todo cuanto hay, pues está inmersa en todos y en
    TODO.

    Pero no, nos han obligado a repetir, a fuerza de
    imposiciones y de terrorismo,
    una cantaleta programada por los jerarcas que se han nutrido,
    financieramente hablando, de la religiosidad de la
    humanidad.

    Las mentes dominadas y disciplinadas jamás
    podrán ser libres.

    ¿Acaso se creía usted libre con la
    religión Cristiana y el dios de la Biblia?.

    Pero no se nos tergiverse por favor. No ignoramos el
    hecho, a todas luces visible, que la creencia en un ser superior
    ha sido necesaria y que ha existido desde que el ser humano
    surgió a la vida terrena; pero no porque ese sea el
    plan o la
    intención de DIOS o mucho menos, sino que es comprensible
    que seres humanos, con deseos de dominación y poder, se
    hayan inventado tal necesidad y que procedieran, así
    mismo, a implantarla en la mente, sentimientos y psiquismo de sus
    conciudadanos para ejercer dominación sobre la masa
    voluble.

    Mujeres y hombres han creído en un dios, no
    importa si impulsados por el miedo a lo sobrenatural o con la
    combinación de esto y del poder de convencimiento de los
    líderes comunitarios. En este mismo contexto debe
    llamarnos la atención el hecho sobresaliente, y digno de
    mencionarlo, que a pesar de la creencia en un ser superior el ser
    humano ha llenado su medio ambiente de
    perversidad, de los más terribles horrores y de grandes
    maldades.

    Muchísimos siglos antes el ser humano se mataba
    entre sí con piedras y con sus propias manos; siendo su
    ritual religioso, dedicado a su respectiva divinidad o serie de
    seres que interactuaban como concepto de su Dios, una serie de
    bailes y danzas voluptuosas y sonidos monótonos
    provenientes, casi siempre, de la percusión.

    Hoy en día la civilización
    contemporánea, moderna y evolucionada que tenemos, en la
    mayoría de nuestros países, poco o nada ha
    cambiado. Primero oramos y rezamos, luego hacemos que pastores,
    curas, obispos, cardenales y papas bendigan nuestras
    mortíferas armas
    químicas, atómicas o convencionales, con las que
    doblegaremos y mataremos al enemigo que, como mal chiste o
    pésima broma, no es más que otro grupo de seres
    humanos, con sus armas también bendecidas, haciendo lo
    mismo y tratando de matarnos antes.

    A pesar de estas actuaciones el hombre, por naturaleza,
    siempre ha creído en Dios. Y no importa qué tipo de
    creencia tengamos, cuál es el rito practicado ni
    qué religión profesamos, defendiéndola,
    aún que tratemos y luchemos por imponérsela a los
    demás.

    ¡Nada de eso importa!.

    Puesto que los crímenes, corrupción, violencia,
    hambre, miseria, opresión, esclavitud,
    explotación y todo el veneno del narcotráfico ahí están
    todavía. Seguimos invocando el nombre de Dios, sin
    importar de qué Dios se trate, y aún y así
    continúan las guerras, el
    hambre, los niños abandonados, la miseria que campea por
    doquier y la degradación social que nos envuelve a
    todos.

    ¿Y Dios, o el concepto que nos hicieron creer es
    Dios?.

    ¿Dónde está?.

    Este concepto que nos han implantado sobre el dios de la
    Biblia al que nos han enseñado a orarle, rezarle, pedirle
    y a rendirle culto e idolatría, sigue indolente,
    indiferente, pero eso sí exigiendo oraciones y sacrificios
    de cada uno de sus borregos; con sacerdotes, pastores y
    guías espirituales que continúan engatusando a la
    sociedad y al populacho que, ignorantes de LA REALIDAD, siguen el
    camino trazado por la estrategia
    religiosa cristianizada.

    La creencia, veneración y el respeto hacia Dios,
    tanto como la incredulidad o el ateísmo, no importan. Es
    más, nunca han importando un pepino, pues ninguna de esas
    opciones han hecho algo por cambiar o sacarnos de los problemas
    que padecemos. Por el contrario, hemos sumado los problemas que
    esas opciones representan y hoy nos debatimos, no sólo
    entre las diferentes creencias y sus innumerables divisiones,
    sino que también con los no creyentes y sus diversas
    opiniones.

    Y, a pesar de todo esto, el mundo sigue igual, lleno de
    podredumbre, importándole un pito los gritos de aquellos
    que se dicen representantes de Dios y que no son más que
    un grupo de pícaros engaña bobos.

    Si dejáramos de rebuscar conceptos que,
    según algunos aletargados, nos ayudan a tener más
    fe para reforzar así lo que creemos, o en lo que no
    creemos, y dejáramos de defender nuestro particular
    interés religioso o no religioso y nos diéramos
    cuenta estrictamente de lo que pensamos, sentimos y hacemos,
    sólo entonces encontraríamos el origen y la causa
    de los problemas que nos aquejan.

    Solamente un idiota o un loco no se da cuenta del mundo
    cruel, violento y miserable en el que vivimos; pero es que somos
    nosotros los crueles, los violentos, sensuales y miserables.
    Somos los causante del mundo que nos rodea, por lo tanto no nos
    quejemos, no pidamos y ni siquiera anhelemos el cambio, porque
    la solución no vendrá de afuera ni de Dios, menos
    de otra entidad o ser superior.

    ¿Queremos un mundo de paz, comprensión,
    sabiduría y armonía?.

    Lo podemos tener, solamente debemos darnos cuenta de
    nuestro pensar, actuar y sentir, lo demás, con un poco de
    educación
    y respeto a los demás, se obtendrá por
    añadidura.

    Los grandes obstáculos, que nos impiden
    contemplar la realidad del mundo en el que vivimos, no son otros
    que la creencia y la no-creencia. Ambas en pugna y a cuál
    más violenta. Creer en algo o en alguien es la causa
    automática del temor y del terror que limita severamente
    nuestras mentes y, para escabullirnos de los problemas del diario
    vivir, hemos aceptado, con los ojos cerrados, cualquier forma o
    expresión que nos proporcione una esperanza, por muy
    limitada y pequeña que sea, tal y como las religiones que
    nos presentan sus líderes, para atraer a mayor
    número de incautos.

    Hemos sido, y aún lo somos, tremendamente
    irresponsables cuando tratamos de definir a DIOS o cuando
    limitamos, bajo un determinado concepto al Ser Supremo. Nos
    fascina, de una manera enfermiza, averiguar qué es
    DIOS.

    ¿Por qué nunca hemos podido entender que a
    DIOS, al SER SUPREMO, no hay forma que lleguemos a definirlo y
    mucho menos a limitarlo en un concepto humano, finito y lleno de
    sentimiento, pasión y hasta de violencia?.

    Cuando definidos algo, ese algo deja de ser real, para
    representar algo limitado por el propio concepto vertido sobre
    eso y la serie de argumentos que se derivan de tal
    definición, tanto a favor, como las en contra.

    ¿Por qué pretender, y continuar, con la
    búsqueda precisa de una definición y concepto sobre
    DIOS?.

    Ambos conceptos, el de creer en Dios y de no creer en la
    divinidad, nos impiden, de manera total, la comprensión
    absoluta de DIOS.

    Nuestra mente contiene una cantidad inmensa de
    pensamientos; pero es limitada y tiene una cierta duración
    pues no es eterna y menos ilimitada. Si con esta mente limitada y
    transitoria nos hacemos una opinión de DIOS, este concepto
    no es otra cosa que una fracción no representativa del
    TODO; será, eso sí, una ficción más,
    una irrealidad cuyo resultado salta a la vista, y una tremenda
    irresponsabilidad de los que promueven y proponen tal concepto
    humano y falaz de LA VERDAD ABSOLUTA.

    Démosle una ojeada al Dios que nuestra mente ha
    definido y aceptado, y no vemos más que un remedo del ser
    humano que castiga, premia, que necesita la oración y la
    plegaria para perdonar y que, en el colmo de todo esto, permite
    que sucedan cosas malas en los seres humanos de su rebaño
    para luego él mismo, de manera por demás vanidosa y
    prepotente, concedernos graciosamente el perdón y la
    gracia, y asunto arreglado ¡a seguir igual o
    peor!.

    Hemos hecho un Dios a la medida exacta del ser humano, y
    recordemos lo de terrible y sanguinario como él. En
    otras palabras hemos hecho un Dios a nuestra imagen y conforme a
    nuestra semejanza, y no al revés.

    Ezequiel 5:11 ss nos regala una suculenta
    descripción de Dios Padre como para que no la aprovechemos
    como un buen ejemplo de estas afirmaciones.

    Por tanto, dice Dios vuestro Señor: ¡Yo
    te quebrantaré, mi ojo no perdonará
    (¿y
    no que a eso vino Jesús?) y tampoco tendré
    compasión!. Así se desfogará mi furor y
    saciaré mi enojo y tomaré satisfacción y
    sabrán que yo, Dios Vuestro Señor, he
    hablado.

    Por esto no podemos, bajo ninguna excusa, tener una
    comprensión de DIOS, ni siquiera por sus partes o por sus
    atributos, pues cualquier teoría
    que trate de definirlo no es más que un fiasco, un fraude,
    un cuento y una
    caricatura que, lo único que logra, es deformar la
    realidad y confundir al que participa de tal teoría,
    práctica o doctrina.

    ¿Cree usted ahora que sea correcto aceptar ese
    aberrante concepto de una Trinidad Divina?.

    Para tener una comprensión de DIOS deben cesar
    las búsquedas, dogmas, rituales y eliminar las teorías
    que buscan definirlo, botar las limitaciones, tanto las a favor
    como las en contra, y sólo así, suavemente, sin
    presiones externas, nos llega la comprensión del TODO que
    es EL SER SUPREMO.

    ¿Es tan importante hallar a Dios?.

    ¿Si creemos en Dios nuestra particular creencia
    nos ayudará a hallarlo?.

    ¡No hay sentido alguna en buscar a Dios si ni
    siquiera entre nosotros mismos nos hemos llegado a
    comprender!.

    La búsqueda de Dios no debemos de practicarla
    pues es una ilusión pasajera, un simple espejismo. La
    VERDAD ES, EXISTE y tiene que llegarnos sola y no tenemos porque
    andarla buscando o especulando sobre ella.

    Cuando buscamos a Dios lo que encontramos es toda la
    limitación que existe en nuestra propia mente. Lo que
    encontramos es la basura que forma
    nuestro pensamiento y,
    aquel Dios buscado y encontrado por nuestras limitadas mentes, no
    es más que un reflejo de nosotros mismos, de la sociedad o
    del mundo que nos rodea; y eso ¡no es DIOS!.

    Cuando buscamos, encontramos nuestra más pura
    ignorancia y nos perdemos en el laberinto de las ilusiones y
    falsedades que, junto al reflejo de nosotros mismos, nos consume
    de pies a cabeza.

    ¡Que cese la búsqueda inútil de DIOS
    y sólo entonces DIOS SE HARÁ en
    nosotros!.

    ESPEJISMO Y
    VANIDAD SAGRADAS

    Es indudable que el ser humano y la religión han
    venido unidos por un lazo muy fuerte desde el inicio.

    ¿Qué es lo que los ha mantenido tan
    indisolublemente juntos?.

    Lamentablemente las personas no hemos podido ver
    alrededor de nosotros más que por medio y por la
    intervención de ritos, costumbres e imposiciones
    religiosas, pues como nos ha acompañado el Cristianismo o
    cualquier otra manifestación religiosa desde nuestra
    infancia, no
    tenemos opciones. Esta situación social tiene grandes
    implicaciones en nuestra mente y psiquismo, puesto que el
    vínculo que nos une a la religión no es otro que el
    miedo.

    El miedo ha hecho fundirse y perderse, por eso mismo,
    los mejores sentimientos, los máximos pensamientos y la
    privilegiada actuación del hombre en la naturaleza. El
    miedo y la religión han corroído lo que somos y nos
    han transformado en simples títeres de esas
    creencias.

    La fe religiosa está tan enraizada en el ser
    humano que, con sólo pensar por un momento que se pueda
    cambiar o perder la fe, automáticamente sentimos la muerte
    y un vacío enorme; que nos quedamos sin nada, aunque la fe
    ¡es nada!.

    Sin su fe religiosa el ser humano cree que queda
    desamparado, abandonado y en la más cruel y brutal
    orfandad y, como no nos han enseñado a vivir sin fe, con
    el miedo y el Terror Sacro, ya impuestos en
    nosotros como políticas
    de la religión, no hay escape posible de este
    círculo vicioso.

    Esta amalgama entre el miedo, el terror y los
    sentimientos de culpa en las personas ha hecho que la
    religión y los borregos sigan aferrados
    fanáticamente una a los otros y que, por eso
    también, no se nos permita dedicarnos a escudriñar
    y a esculcar nuestra particular forma religiosa. El ser humano no
    puede imaginar, tan siquiera, ese amplio horizonte que
    tendría, y que además podría muy bien
    hacerlo suyo, si no tuviera fundida en su mente, ojos y
    sentimientos esa venda de la fe religiosa y de las creencias
    derivadas de
    ella.

    Si miramos hacia atrás podremos ver la infinidad
    de creencias, religiones y dogmas que el hombre se ha fabricado
    buscando su propia tranquilidad personal. Ha hecho así, de
    la fe, un fetiche infaltable en su vida y en su familia y la ha
    convertido en la más peligrosa de las necesidades que el
    ser humano ha demandado.

    ¿Qué es lo que ha sucedido con este
    buscar-encontrar religioso?, pues una terrible división
    que nos rodea y que fatalmente defendemos en nombre de Dios. Por
    eso es peligrosa la necesidad en la fe religiosa, puesto que nos
    ha partido en un sinnúmero de grupos y hoy ya no somos
    simple y llanamente seres humanos, hoy somos cristianos, con sus
    múltiples sectas, ritos y divisiones. Somos musulmanes,
    taoístas, budistas o simplemente paganos, pero en fin
    estamos peligrosamente divididos por causa de la particular
    definición que de la divinidad individualista hemos
    hecho.

    Divide y vencerás.

    ¿A quién le ha convenido mantenernos en
    esta constante división?.

    Y seguiremos separados, por tanto tiempo, como el que se
    permita a los líderes religiosos seguir sometiendo nuestra
    integridad y que, en el nombre de Dios, sigan manteniendo
    un círculo cerrado en nosotros por medio de la fe
    religiosa. Ese cerco no permite la libertad de
    pensar, investigar y escudriñar, tanto en nuestra
    religión particular, como en la de los
    demás.

    Continuaremos desintegrados hasta que no se nos sacuda,
    de adentro de nosotros, el Terror Sacro y el miedo a pensar
    libremente, pues nos han infundido, de manera irresponsable, un
    Dios celoso, castigador, envidioso, egoísta y lascivo.
    Aunque aquel Dios de amor, de mucho regalo y dadivoso, o el Dios
    perdonador y comprensivo, también nos causa el mismo
    terror, puesto que ser amoroso, dadivoso y perdonador, significa
    que en cualquier momento puede ser todo lo contrario, tal y como
    la Biblia nos muestra a ese dios veleidoso y de múltiples
    personalidades que masacra a su pueblo escogido luego de
    manifestarle comprensión y muchos obsequios materiales.

    El dios de la Biblia, como abundan los ejemplos en su
    contenido, así como es amoroso, de repente surge
    absolutamente desamorado. Si es perdonador, también es
    tremendamente vengativo y cobarde. Si es dadivoso, de repente es
    muchísimo más mezquino, tacaño y
    criminal.

    Esto significa que nuestro Padre Eterno, el Dios
    Todopoderoso y Eterno que nos han metido, que le hemos orado y
    venerado, es un diosesito voluble, ya que cambia constantemente
    sin qué ni para qué. Y esto nos tiene
    desorientados, provocándonos miedo y haciendo que surja el
    Terror Sacro.

    Ninguna de la miles de religiones, tanto las de antes,
    como cualquiera de las actuales, pueden representar a la
    verdadera y única religión, como pretenden todos
    sus locos miembros. A pesar de lo que digan los líderes, y
    todos sus fieles seguidores, cada uno de ellos continuarán
    defendiendo la que practica asegurándonos, además,
    que la de ellos es la verdadera y atacando a las otras por
    falsas.

    Y cada uno asegura que su particular religión es
    la que Dios ha hecho oficialmente reconocida y que, para terminar
    de presionar, fue constituida personalmente por El
    Altísimo.

    Qué pena, puesto que ni juntando todas las
    religiones y amalgamándolas en una sola tendríamos
    la verdadera religión; a lo más que
    llegaríamos es a tener un gran volcán de basura y
    porquerías que, para lo único que nos
    serviría, sería para prenderle fuego y consumir, de
    una buena vez, toda esa gran ensarta de mentiras, ritos, dogmas y
    el sentimiento malsano en que fueron inspiradas.

    Si ya dijimos que a DIOS no se llega, porque no hay que
    andarlo buscando, menos pudiéramos intentar hallarlo por
    el camino de las religiones. La religión nos devuelve lo
    que somos y es el reflejo de lo que tenemos, además de ser
    la trampa psicológica que nos atrae, puesto que somos
    igual que ella, ruina, mala y depravada.

    En cualquier religión, y la Cristiana no es la
    excepción, encontramos todo lo malsano que llevamos
    adentro, todo lo ruin y todo lo depravado que nuestra propia
    conducta ha absorbido del medio ambiente que nos rodea. Medio
    ambiente, por supuesto, que hemos creado nosotros, los seres
    humanos.

    Por eso es que la religión nos hace sentir bien,
    pues ahí, en ese cobijo, encontramos el perdón y la
    redención a la miseria que llevamos adentro; esto,
    según los gritones que desde el púlpito
    engaña bobos nos lo han hecho creer.

    Y no importa cuantas veces seamos reincidentes en
    nuestra tan depravada conducta, la religión es la que
    permite, sirviendo de enlace o de medio, que Dios nos
    perdone.

    ¡Qué descaro!.

    No podemos caer en esa mortal trampa. No.

    Es imposible que DIOS perdone al pecador infinidad de
    veces, no puede perdonarlo ni siquiera una vez, pues DIOS no
    está para eso, EL TODO está más allá
    de sentimentalismos, decisiones y chantajes.

    ¿Podrá conseguir perdón divino un
    asesino?.

    ¡No!, mil veces ¡no!.

    Ni aún viendo el más patético
    arrepentimiento de parte del confeso criminal DIOS podrá
    perdonarlo. Si EL TODO estuviera para andar perdonando a diestra
    y siniestra, cabría preguntarnos entonces ¿de
    qué forma confortaría DIOS a la víctima y a
    toda su familia que sufren por el crimen en ellos cometido?;
    porque si de todos modos EL SUPREMO perdona los pecados,
    aún el asesinato, ¿por qué en vez de
    perdonar un hecho consumado no se impidió el asesinato en
    la víctima?.

    Entonces la cosa sí fuera buena con las
    religiones.

    No importa lo que las personas hagan, Dios Nuestro
    Señor perdona todos los pecados.

    Este argumento es lo que se nos dice y es lo que nos
    gusta escuchar y creer firmemente, pues nos da el pase y la
    solución a los problemas y pecados cometidos, pero si lo
    vemos de la manera correcta ¿por qué este Dios
    perdonador del Cristianismo, en vez de andar perdiendo el tiempo
    perdonando criminales, no impide y detiene los sucesos criminales
    y los pecados del ser humano?.

    Si de todos modos los va a perdonar, luego de ser
    cometidos, ¡para qué dejar que sucedan!.

    Al sentirse perdonado el pecador, así sea el
    más horrendo de los crímenes cometido, quedan los
    criminales muy contentos y listos, en potencia, para
    cometer algo igual o peor.

    ¿Y las víctimas?.

    Y a los seres humanos a los que se les hizo el daño,
    muchas veces irreparables ¿qué reciben de este Dios
    que perdona al criminal y al pecador?.

    ¿Qué oportunidad tienen las
    víctimas de recuperarse por medio de este mismo Dios
    perdonador de criminales y asesinos?.

    Nunca, pero nunca, nadie ha visto, durante toda la
    historia, una reparación al mal que Dios, en su infinita
    bondad y misericordia, permite que se cometa en contra de
    personas indefensas y honradas.

    Y ¿acaso no nos dicen que Dios todo lo
    sabe?.

    Con esta actitud de
    Dios Padre sólo podemos comprender una cosa, que Dios
    permite que se cometan los más grandes crímenes,
    sólo para demostrarnos su bondad cuando se permite
    perdonar al victimario, aún y a costa de la propia vida,
    bienes,
    familia y del gran perjuicio que recibe la víctima o las
    víctimas.

    ¡Qué delirios de grandeza y qué
    clase de vanidad la de este Dios de la Santa Biblia!.

    No señoras y señores, DIOS no está
    para perdonar, porque hacerlo implica una parcialización y
    significa tomar partido por una de las partes. Y estaría
    como bien que se inclinara y que tomara partido pero por las
    víctimas y no por el alevoso pecador.

    Con el sólo hecho en sí de creer en ese
    perdón proveniente de la divinidad, lo que hacemos es que
    obligamos a que Dios tome partido por el ruin, el malo y por el
    pecador. Y hemos aceptado así, llenos de orgullo y
    fatuidad, que es normal que Dios no le proporcione ninguna
    reparación a las víctimas.

    Y nos repiten constantemente hágase la
    voluntad de Dios; sólo Dios sabe porque hace las cosas.
    Los caminos del Señor son inescrutables,

    únicamente para mantenernos entretenidos en no hacer
    preguntas comprometedoras. Es inconcebible que con frases tan
    descaradas, como las anteriores, hemos defendido a Dios de su
    notoria parcialidad para con los asesinos, violadores,
    secuestradores, narcotraficantes, ladrones, ruines y demás
    parias sociales.

    Con frases como las que nos dicen, curas y pastores para
    disfrazar la espiritualidad criminal y morbosa del dios
    bíblico, nos han hecho aceptar todo lo malo y todo lo
    perverso que nos sucede. Y en los peores momentos nos repetimos,
    como para martillar en nuestra psiquis sea por
    Dios
    .

    No.

    No es correcto, y no lo ha sido, haber asumido esa
    actitud sumisa; pero borregos como nos han tenido los
    líderes religiosos ¿qué podemos hacer al
    respecto?.

    ¿Qué podemos entender de nuestra propia
    indefensión?.

    DIOS, el TODO, está más allá de
    estas nimiedades. Si hay una persona que cometió un acto
    ruin y criminal, es la sociedad la encargada de hallar la forma
    de detener, en primer lugar, las acciones de ese antisocial,
    después de castigarlo conforme la legislación
    vigente, y luego buscar la merecida reparación para con la
    víctima y sus familiares.

    Por eso DIOS está más allá del
    perdón y de la misericordia.

    Ahora ya es más comprensible nuestra anterior
    afirmación ¿verdad?.

    En todo caso es exclusivamente al ruin, al pecador y al
    criminal a quien corresponde decidir sobre arrepentirse y buscar
    la forma de reparar el mal cometido, pero sin necesidad de meter
    a DIOS en donde, sencilla y tajantemente, ¡DIOS no
    cabe!.

    Cuántas personas conocidas como grandes
    criminales llegan a cualquier iglesia, y luego de arrepentirse,
    pagar los correspondientes diezmos y pedir, haciendo todo un show
    de tal acto, ruegan a Dios el perdón inmerecido por el
    crimen cometido; luego dan su testimonio desgarrador, conmovedor,
    vanidoso e hipócrita que, a los ojos de los demás
    miembros de la iglesia respectiva, no sólo conmueve sino
    los excita en sus más bajas pasiones al conocer,
    detalladamente, los más espantosos crímenes
    cometidos por el solicitante, y por la comprensión de los
    honorables miembros de la congregación
    religiosa.

    La peor de las actuaciones del ser humano es cuando los
    criminales solicitan, en un ardoroso y despampanante
    espectáculo religioso, ese perdón y la gracia de
    Dios Nuestro Señor para limpiarse de crímenes y
    maldades y continuar, inmediatamente, con su carrera de pecados
    como si nada hubiesen hecho.

    ¡Qué lujo de facilidades!.

    Los miembros de la iglesia que escuchan el testimonio
    criminal y ruin del pecador de turno, son cómplices con el
    ahora arrepentido. Además son cómplices del
    delito de lesa
    humanidad al afirmar que Dios perdona, aún al
    más grande de los pícaros o criminales, cuantas
    veces sea necesario hacerlo.

    Cuántos, pero cuántos de estos malhechores
    fácilmente logran hacerse de un lugar, muchas veces
    preferencial entre la sociedad, con sólo llegar a
    cualquier templo religioso cristiano, pedir perdón,
    creerse perdonados por la divinidad, dar su testimonio y asunto
    arreglado.

    No, la cosa no es así.

    Todos estos renacidos, que mejor fuera decirles mal
    nacidos, han sido violadores, ladrones, asesinos,
    narcotraficantes, estafadores, secuestradores y un largo etc., a
    cual mejor y más grande calificativo. Y, a pesar de todo
    ello, la Iglesia Cristiana, en su conjunto, los acoge, cual madre
    abnegada; la comunidad hipócritamente también los
    acepta y se hace de la vista gorda, los perdona y los hace suyos
    nuevamente.

    Son tal para cual.

    El diosesito perverso de la Biblia los perdona. Y no
    importa cuantas veces caigan en tentaciones, pecados o maldades,
    pues pueden hacerlo miles de veces, eso no es lo importante;
    verdaderamente lo que importa es que mientras más veces
    cometan sus fechorías, mejor chance tiene el dios
    bíblico de lucir su vanidosa arrogancia del
    perdón.

    ¿Y las víctimas?.

    ¿Se harán cargo de ellas y de sus familias
    la iglesia y/o la religión Cristiana?.

    ¿Les proporcionarán a los que recibieron
    esos males alguna reparación adecuada?.

    ¡Qué tipo de esfuerzo hace la
    religión Cristiana para con todas esas miles de
    víctimas por los hechos criminales que sus nuevos
    miembros, arrepentidos y perdonados, les cometieron!.

    Y ¿los líderes religiosos harán
    algo por los que han sido mancillados, maltratados y victimados
    por los ahora respetables miembros y soportes del
    cristianismo?.

    ¡Qué va!.

    Curas, pastores y demás miembros laicos del
    sistema religioso Cristiano continúan haciéndose
    los locos, tanto con las víctimas, como con sus familias y
    con la sociedad en general.

    Si hubiese alguna reparación, por parte de ellos
    y de manera oficial, hacia todas las víctimas y familiares
    de los pecadores que acogen ¡se acaba el
    negocio!.

    Veamos este ejemplo. Soy ladrón, estafador o un
    criminal perverso. Me arrepiento y pido perdón a Dios
    Padre. Dios me perdona a través de sus representantes,
    llámense curas o pastores, hago acto de presencia y de
    contrición, doy los respectivos diezmos a la iglesia
    escogida de antemano y automáticamente soy
    otro.

    Dios Nuestro Señor me ha perdonado, la
    religión y sus líderes me aceptan, y la iglesia me
    hace respetable de nuevo ante la sociedad en general.

    La gran ventaja de este agradable camino hacia la
    respetabilidad y la impunidad es
    que ninguno de ellos, ni Dios Padre, la religión, la
    iglesia o la sociedad me obligan, ¡de ninguna manera!, a
    devolver lo robado o lo estafado; mucho menos aún a
    reparar a las víctimas de mis acciones criminales, ni
    así el crimen cometido contra ellos haya sido de lo
    peor.

    Nadie me obliga a reparar lo que hice o a devolver lo
    sustraído y menos a darle alguna satisfacción a las
    que fueron víctimas de mi actuar o hacia sus
    familiares.

    Asunto arreglado.

    Hoy ya soy otro.

    Y todo por la gracia de Dios Nuestro misericordioso
    Señor.

    Si aceptamos lo que la iglesia nos dice, acerca que Dios
    Padre perdona y eso no nos obliga a devolver nada ni mucho menos
    a satisfacer a nadie, tenemos que aceptar que estamos viviendo en
    el paraíso de la impunidad, del descaro y del crimen
    organizado.

    Claro y por supuesto que DIOS no puede actuar así
    como lo hace el diosesito fantoche de la Biblia, ya que ni
    devolviendo lo robado o lo estafado, ni satisfaciendo a las
    víctimas y sus familiares podrá DIOS
    perdonar.

    EL TODO no está para perdonar.

    DIOS no toma partido.

    DIOS no tiene sentimientos ni poder
    decisional.

    Dejaría de SER ABSOLUTO si actuara como el dios
    bíblico, con preferencias, parcialidades y como juez,
    justo y lo que se quiera decir, pero decidiendo entre unos y
    otros.

    Pensar, creer o afirmar que LA VERDAD, DIOS, perdona,
    castiga o cualquier otra sandez, de la que se dice que hace, es
    como echarle la culpa al inventor del semáforo cuando nos pasamos la
    luz en rojo y
    matamos al que tan imprudentemente se nos
    atravesó
    .

    Ya podemos verlo mejor y en su justa dimensión,
    la religión solamente nos da tranquilidad psíquica.
    Por eso fue inventada por hombres. La religión, y
    cualquier iglesia, acogen cual madre amorosa al ruin, porque
    ellas son ruines; al depravado, porque son depravadas; al malo,
    porque son malas; acogen al cínico, porque la
    religión y las iglesias Cristianas son lo más
    cínico de las actividades que el ser humano ha creado y
    practicado; pretendiendo, por pura vanidad, que la
    religión y la iglesia son lo más preciado que Dios
    nos ha regalado.

    Estas dos cosas, iglesia y religión, por todo lo
    que han significado, a lo largo de estos siglos, para la
    humanidad que ha caído en sus redes, más parece que
    fueran obsequios de la Maldad y del Diablo y no de
    Dios.

    La religión, cualquiera de ellas, no importa pues
    todas son iguales, lo primero que detentan, o tratan de usurpar,
    hasta lograrlo, es el poder; porque el dinero y
    bienes les han sido fácilmente donados por los
    amenazantes sermones que obligan al rebaño a contribuir
    para la grandeza del Señor; luego convierten a sus
    ovejas en crueles fanáticos capaces de las peores
    perversidades por defender la verdad impuesta.

    Son los feligreses, totalmente exaltados y fanatizados,
    los que han defendido, hasta con los dientes, a la
    religión; cometiendo, para ello, los más terribles
    y horrorosos actos contra sus propios congéneres que no
    comparten el dios que dicen poseer.

    La religión no ha permitido el normal y natural
    desarrollo de
    la civilización. Cuando alguien avispado, que hubiera
    agilizado la evolución de la raza humana con
    algún grandioso descubrimiento, invento o
    aportación, que no cumpliese con el dogma y las
    imposiciones enfermizas del momento religioso, sencilla y
    tajantemente se le borraba y se le borra del mapa.

    Las más crueles torturas se le han impuesto a los
    seres humanos que se atrevieron a nadar en contra de la
    corriente. Además se les declaraba herejes, brujos, seres
    diabólicos y enemigos de Dios. Este tan usado procedimiento fue
    el causante del tremendo atraso en la normal evolución de
    los seres humanos.

    Llora sangre cuando, como hecho comprobado, nos es
    contado que el fetichismo a la Biblia ha detenido el reloj del
    desarrollo
    humano durante más de dieciocho siglos.

    ¡Imagínese usted!.

    Mil ochocientos años de paralización,
    espera, retraso, de ataduras físicas y
    mentales.

    Lo que se hizo tan solo en ciento cincuenta años
    no se imaginaba el ser humano posible de concebirse en casi dos
    mil años de oscuridad, con un dios bíblico
    enfermizo y prohibiéndolo todo; y con sus inspirados
    representantes y con su iglesia que sólo ella podía
    interpretar fielmente el pensamiento divino, oponiéndose a
    todo intento de cambio, evolución y progreso.

    ¿Cuántas vidas se segaron por cumplir la
    interpretación religiosa del momento?.

    Todo por defender a la divinidad y a la única
    y verdadera religión
    , como propalaron los gritones
    desde el púlpito engaña bobos.

    La Santa Inquisición se despachó a todo
    aquel que no encajara en los parámetros de fiel
    defensor del cristianismo
    .

    En el santo nombre del dios de la Biblia, y defendiendo
    la fe Cristiana, se mutiló a la raza humana por más
    de dieciocho siglos. Nuestros habitantes originarios, y que
    vivían en América
    hasta antes de la Conquista, son los mejores testigos de lo que
    estamos diciendo; pues fueron masacrados en nombre de Dios Padre
    todopoderoso y de Jesucristo su Único Hijo.

    La religión Cristiana, y en general cualquier
    grupo religioso del mundo de hoy, de ayer o los que
    vendrán, han capado mental y físicamente al ser
    humano pues le han quitado el más elemental de los
    derechos, como lo
    es el de pensar libre y soberanamente.

    Y esto, mis queridos lectores, ¡no tiene
    perdón!, pero no perdón de DIOS, sino del propio
    ser humano.

    La religión habla de destrucción y que los
    problemas del hombre son una consecuencia de la propia ira de
    Dios Nuestro Señor, esto, por la maldad de los seres
    humanos y sus múltiples pecados.

    ¿Es tan difícil entender que los problemas
    que nos aquejan se deben a la falta de visión mental en
    nosotros mismos y que son provocados por el miedo y el terror
    sacro que esa obscura enseñanza religiosa nos ha implantado
    profundamente en el psiquismo?.

    Recordemos que la vida no es otra cosa más que
    crecer y evolucionar.

    Y la vida es una consecuencia clara, libre y desligada
    de ataduras mentales.

    Retorcemos a la vida con convencionalismos y
    limitaciones de toda clase. Y la religión es precisamente
    eso, limitaciones, convencionalismos y terror; muchísimo
    terror. Y para nuestra mayor desgracia la fe religiosa
    está profundamente enraizada en el ser humano en el
    inconsciente; lo que hace sentir, al que la practica, que es un
    ser de gran responsabilidad y convencional.

    Practicar una religión es el espectáculo
    en el cual el ser humano protagoniza, estelarmente y con un
    brillante traje de luces de hipocresía y vanidad, la mayor
    parodia de la que se tenga memoria;
    asistiendo y perteneciendo a la iglesia correcta, provocando en
    él mucho egoísmo, desunión y falta de
    fraternidad para con aquellos que no comparten su gozo y la que
    considera como única y verdadera religión, o con
    los que no tienen ninguna afección en el ámbito
    religioso, haciéndolo incapaz de entender a los
    demás seres humanos.

    La obra que la religión ha hecho representar y
    practicar a las personas que son feligreses es la obra de la
    iniquidad.

    Cualquier vecino llega a la iglesia como a un mercado, o a un
    almacén
    de descuentos y ofertas, buscando el mejor precio pues,
    con los diezmos y limosnas puede satisfacerse
    psíquicamente tomando las ofertas del día,
    consistentes en paquetes de perdón divino, libras de fe,
    docenas de oraciones y bolsas de cánticos
    narcóticos. El problema es que el gozo de todo eso se
    termina al salir de la iglesia.

    La droga
    religiosa es como cualquier otra de las drogas, ya
    que satisface momentáneamente, se la busca de manera
    frenética y causa una terrible depresión
    cuando no vemos los resultados que nos habían prometido.
    Ahora bien que nosotros, cegados por el terror sacro, no veamos
    las cosas así, es otra cosa. Pero por eso es que el ser
    humano tiene miedo de suspender a la religión que
    practica, pues sin ella cree encontrarse en el peor de los
    abismos y además solitario.

    Sin su orgullo ni su vanidad fanática, y que lo
    miren los demás vecinos luciendo como un fiel y devoto
    practicante o como un borrego más de su iglesia, la
    persona religiosa que acude a la iglesia está fuera de
    foco; siempre y por supuesto según ella no es
    así.

    Es tanta la influencia en esto que sin su
    religión se siente vacío.

    El ser humano sufre sin su religión, porque no
    nos han enseñado a vivir sin los dogmas.

    A la Jerarquía Eclesiástica no le conviene
    que se viva alejado del terror sacro.

    La religión, viéndola sin apasionamientos,
    no es más que el narcótico que los seres humanos
    han demandado para escabullirse de sus propios problemas; dejando
    que alguien allá afuera de ellos y por medios milagrosos
    lo protejan, lo saquen de la miseria, le perdonen su horrendo
    actuar y lo salven. Y, por supuesto, que se lo lleven, con todo y
    zapatos, al codiciado Paraíso después de la
    muerte.

    La religión no es sólo el opio de los
    pueblos, es mucho más que eso.

    Si pudiéramos decirlo, la religión es el
    único pecado que el ser humano ha cometido; entendiendo
    como pecado al mayor yerro, error y metida de pata que se ha
    hecho.

    Es ilustrativo que veamos lo que el ser humano que
    asiste a una iglesia obtiene y emite a su derredor; pareciera, y
    se supone, que sólo cosas buenas saldrían de los
    practicantes, y que la fraternidad y la buena voluntad son cosas
    y sentimientos esperados en ellos, pero qué lejos estamos
    de ver eso.

    Willy Ruano

    Investigador y escritor

    www.editorialpiedraangular.com

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