- Cruz y dolor
- Amarga
navidad - La religión como
producto - Qué pensaba Jesucristo
sobre Dios - Pilatos y la verdad del
rey-sacerdote
El basamento en el que descansa el edificio de todo el
Cristianismo
está fundido en huesos, sangre e ideales
de millones de seres humanos que fueron pavorosamente
sacrificados como ejemplar castigo para los herejes y perjuros; y
para sentar un precedente de lo que podía esperar aquel
desventurado que no practicara la íntima pureza del
Cristianismo.
Usted tiene que entender que practicar cualquier rito,
de los miles que hay adentro del Cristianismo, significa
–ni más ni menos- que pisar y profanar cada conciencia
quemada por el absolutismo de
los papas, obispos, curas, pastores y demás defensores del
cristiano proceder de eliminar al que, como bien lo deja dicho el
Guía Principal, "El que no esté conmigo,
está contra mí".
¿Es capaz su mente de comprender todo
esto?.
Efectivamente, en lo más profundo de nuestro
subconsciente tenemos grabado el mensaje crístico del
dolor, de las duras penas y de los grandes sacrificios, para
tener la opción de alcanzar a llegar a la Gloria Eterna
tal y como Dios Nuestro Señor manda.
Jesucristo murió crucificado y, la cruz,
instrumento que sirvió para la ejecución de
él, representa el simbolismo cargado de todo ese rencor al
sentirse que en cada Iglesia,
Templo o casa familiar se le rinde un culto fetichista y hasta
morboso a ese crucifijo que quizás ha servido más
como la verdadera identificación del cristiano, que la
propia figura de Jesús.
Resulta penosísimo saber que otros seres humanos
que no participan del Cristianismo, cuando se enfrentan con todo
su significado y simbolismos, pierden hasta el poco respeto que
habían ya sentido tener por alguna manifestación de
tal religión.
Una empleada recién venida de Corea se
adaptó a su trabajo y a
sus patrones cristianos. Y éstos al ver una que otra mala
cara en la muchacha, la interrogaron sobre tal proceder. Ella,
admitiendo lo que sucedía, explicó que no
entendía cómo ellos, siendo tan buenas personas
como lo eran y llevando una vida familiar digna de ejemplo,
tenían el cuadro de un ajusticiado que, sin saber el tipo
de crimen por él cometido, tuvo que haber sido tan grave
como para haberlo hasta crucificado, y que lo asombroso para ella
era el motivo para tenerlo en un lugar tan especial en la casa.
¿Cómo pueden ustedes otorgarle a un ajusticiado
alguna preferencia y demostrarlo con tener un cuadro de
él?.
No hay solución posible, nos han repetido los
curas y pastores desde siempre, ya que sin el derramamiento de la
sangre, sin el padecimiento y sin la muerte en
la cruz por parte de Jesús, ¡no hay
salvación!. Pero encerrado en un eufemismo retórico
y falaz, surge la más grande ignominia al observar ese
culto idolátrico que por la cruz se profesa y se exige
como condición ineludible en el rito religioso
cristiano.
Pablo en 1 de Corintios 1:23 pone el dedo en la llaga,
porque afirmar, como él mismo lo
hace,
pues nosotros predicamos a
Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos
y locura para los paganos, es darse unos aires de
grandeza tremendos. Y, efectivamente, veamos a
continuación algunas citas bíblicas al respecto
para luego de eso sacar interesantes conclusiones.
Deuteronomio 21:22 y 23 describen lo que el Dios
bíblico deja sentado como su propia
opinión.
Si alguno a cometido algún crimen
digno de muerte, y lo
hacéis morir, y lo crucificáis y lo dejáis
colgado en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la
noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo
día, porque maldito por Dios es el crucificado.
Gálatas 3:13 nos reconoce y nos ratifica aquella
maldición de miles de años ha, al
decirnos.
Cristo se redimió de la
maldición de la ley,
habiéndose hecho maldito por nosotros, porque está
escrito: Maldito todo aquel que es colgado de un
madero.
¿Resistirá nuestra ya destartalada mente
la maldición de Dios Padre hacia su propio hijo
Jesucristo, tal y como lo hemos leído en su Palabra y
ratificada por San Pablo?…
Lo que nos llena de desconfianza hacia el mensaje que
han desarrollado sobre la "redención de la humanidad por
la crucifixión de Jesús" es la incomprensión
que el mundo greco-romano pudiera tragarse ese cuento que por
medio del suplicio reservado para esclavos y subversivos y a
través de una muerte cruel, oprobiosa y maldita por medio
de la cruz, se tenga la maldición de su propio Dios que,
como Yahvé, bien lo deja dicho en Deuteronomio 21:22 y 23,
representa el mentís hacia toda posible salvación y
redención por medio de "un maldito por Yahvé", que
es como realmente debió mantenerse como apelativo a este
Jesús crucificado.
El horror y el desprecio que debieron sentir sus propios
apóstoles no fue ni siquiera descrito por los evangelistas
que, sabiéndolo, prefirieron ocultárselo a sus
lectores para no herir, quizás, susceptibilidades
religiosas y la íntima mentira en la que descansa el
edificio de tal religión.
Apenas hay una leve constancia del oprobio y es Pedro
quien se lo hace ver a Jesús en Mateo 16:23 que recibe una
violenta respuesta del Maestro.
Y volviéndose Jesús le
dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí,
Satanás! me eres tropiezo, porque tus sentimientos no son
los de Dios, sino de los hombres.
¿Y a este Satanás es al que suponemos que
Jesús dejó encargado de su "Iglesia"?. A pesar que
efectivamente Pedro tiene la razón pues, según la
Palabra de Dios Padre, éste, maldice al crucificado y al
colgado en la cruz, y ese, aunque le duela a Jesucristo,
¡sí es un sentimiento de Dios Padre!.
Los primeros cristianos nunca usaron a la cruz como
simbolismo de su agrupación pues seguía siendo para
ellos la muestra de la
derrota humillante de Jesús; por el contrario usaron el
pez como símbolo que los identificaba
plenamente.
El misterio de la cruz, lo mismo que su
exaltación, no fue cosa de los primeros seguidores
cristianos. Todas las palabras vertidas durante la muerte de
Jesús están como buscando una excusa de la
oprobiosa y maldita muerte que le dieron a su guía y
maestro. Y rebuscando conceptos provenientes de los Salmos ponen
directamente en boca de Jesús unas barbaridades para
tratar de disculpar un hecho por demás
inexcusable.
Lucas 24:25 y 26 nos dicen.
Entonces Jesús les dijo:
¡Oh insensatos, y tardos de corazón
para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿No era
necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en
su Gloria?.
¿Por qué hacen que luzca como una
anticipación a los acontecimientos que se darían en
la crucifixión de Jesús y resulte hasta como una
línea ineludible de un "mandato de Dios Padre" a pesar que
ya el mandato del Dios bíblico había sido la
maldición para el crucificado en un madero?…
Con tamaña excusa, no sólo se hace caer a
Jesús en la ignorancia, sino que se le presenta como un
renegador y revocador de la Ley y de los Profetas. Decir
Jesús a dos personas del pueblo común y corrientes
que ellos son unos "insensatos", es declararlos sin una gota de
entendimiento; y decirles "tardos de corazón", es no
sólo un grave insulto, sino el primer paso hacia el terror
sacro tan común entre el sacerdote y el pastor en su
prédica dominical.
Catalogar el Jesús todo amor, que la
iglesia así nos lo presenta, a sus acompañantes
camino de Emaús de "tardos de corazón por creer en
todo lo que los profetas han dicho", es insultante para la propia
buena voluntad que dicen el Maestro tuvo pues, eso significa que
aquel que grita prepotentemente "sólo a través
mío se llega al Padre" sencillamente ¡está
abrogando la Ley y a los Profetas!.
Si Jesús deja dicho No hay que creer en todo lo que dicen los
profetas ¿Por qué, para excusar la
maldición que su propio Dios ya dejó para los
crucificados, sí hace uso de los salmistas y de otros
profetas para declarar que sufrió y padeció "porque
así estaba escrito"?.
¿A cuáles profetas sí hay que
creerles? ¿A los que justifican la maldición divina
en Jesús o a Pablo que en un lapsus declara que
"Jesús fue un maldito"?.
¡Cuáles son las cosas que sí hay que
creer de todo lo que los profetas dejaron dicho!.
El dolor y el sufrimiento, como parte integral del
movimiento
cristiano, no tienen parangón en su ritual; y ha llegado a
los extremos cuando, por simple imitación a la
pasión de Cristo, se auto flagelan, ayunan y se convierten
en célibes aquellos sacerdotes que, usando banalmente tal
nombre sin ninguna autorización (recordemos que Pablo dice
"el sacerdocio de Jesús es intransferible"), han hecho
sublime el dolor y el sufrimiento humano en honor a Yahvé
y a su amado hijo Jesucristo.
Pablo vuelve a la carga y osa dejar un mensaje de
guía a los cristianos al decir en 2 de Corintios 12:10 lo
siguiente.
Yo no me complazco en las enfermedades, en los
oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en las
angustias, por Cristo, pues cuando parezco débil, entonces
es cuando soy fuerte.
Mensajes bíblicos como este son los que,
carcomiendo el poco sentido común que nos pudiera quedar,
provocan que el ser humano practicante sienta que el dolor, el
sufrimiento y la angustia parezcan normales y que inclusive,
cuando no los tengamos, sean buscados frenéticamente o se
provoquen para disfrutar del regalito que la divinidad cristiana
obsequia a sus hijos.
Entonces el dolor y el sufrimiento se convierten en
parte del ser humano que, sin voluntad, permite que el
Cristianismo manipule hasta sus propios e íntimos grados
de interna consecución del placer humano y, no viendo
más allá de sus narices, acepte que sus gobernantes
políticos masacren y maten de hambre a sus conciudadanos y
se conviertan, por su pasividad, en dictadores; para así
hacer suyo el mal intencionado mensaje de Pablo y podrá
gozar y disfrutar de los sufrimientos que la sociedad
política
que lo rodea les de en compensación de aquel voto si es
que hay elecciones o simplemente por la consigna del cristiano
gobierno de
Estados Unidos
que nos imponen presidentes.
Es entonces cuando la religión y los guías
se excusan en toda la gama de sinsabores que ellos mismos
provocan a sus propios practicantes y, sacándose de la
manga, surge la oprobiosa concepción del Misterio del
sufrimiento.
¡Qué canallada más
grande!.
Es innumerable la lista de profetas, sabios, sacerdotes,
papas y pastores que, totalmente locos, han impuesto en el
pobre cristiano el divino goce del misterio sagrado del
sufrimiento. Y, tan divinizado es todo esto, que Deuteronomio 8:6
nos lo deja como un mandamiento.
Reconoce así mismo en tu
corazón, que como castiga el hombre a su
hijo, así Yahvé tu Dios te castiga.
Han pretendido que el único camino purificador
que le queda al ser humano es el del sufrimiento y que el que nos
manda Yahvé hasta es una corrección paternalista
hacia nosotros sus presuntos hijitos.
¡Cómo es posible de aceptar que el Dios
bíblico paternalmente corrija a sus hijitos si solamente
es motivo de corrección aquello mal hecho o mal
diseñado; y arruinándose, por eso mismo, sea
susceptible de algún remiendo o arreglo!. Aquí si
no hay que quedarnos callados.
Intachablemente, y para lavarnos el cerebro, mucho
antes de enseñarnos el mágico envoltorio del
Misterio del Sufrimiento, ya se nos había hablado que
siendo los seres humanos creados a imagen y
semejanza del Dios bíblico, Jesús inclusive nos
insta a "sed perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto". Si somos una creación perfecta
¿Cómo entonces es que se supone que el sufrimiento
nos corrija?.
¡Somos o no perfectos!… por favor
defínanse.
Claro que siempre quedará flotando en nuestra
confusa y alienada mente si somos o no perfectos pues, aquel
energúmeno pastor o sacerdote que viola niños y
niñas, amén de que él mismo sirva de
receptáculo homosexual de libidinosos placeres; y a pesar
de oírlo desgañitarse Biblia en mano, sobre que
"todos los humanos somos hermanos en Cristo", no tiene la
capacidad humana, no digamos divina, de tan siquiera dirigirse a
la feligresía.
¿Palabra de DIOS la Biblia?.. ¡Nunca!, y
menos será perfecto el imbécil que nos recite tal
perorata absurda que es tenida por una inspiración divina
y que no es más que la ensarta de estúpidas
sandeces de Yahvé, el degenerado ser que la Biblia
magnifica y que curas, pastores y gritones de púlpito,
amén de los fanáticos en calles y parques con su
Nuevo Testamento en mano e insultos en boca, tratan de imponernos
que ese loco concepto
bíblico es DIOS, cuando simplemente y para desgracia y
desconsuelo del que se dice cristiano, es burlado por la
prédica.
Yahvé no es más que un sangriento,
violento y degenerado ser producido por mentes desquiciadas para
oprimir mente, corazón y bolsillo del que se
deje.
La Navidad es la
fecha en que oficialmente se celebra, con toda la pompa, incienso
y derroche de las mejores galas, el nacimiento de Jesucristo, el
líder
de la Cristiandad. Y es una costumbre que nos viene directamente
del dictamen y de la decisión del Concilio del Nicea del
año 325 de nuestra era.
Los Primeros Padres de la Iglesia decidieron,
unilateralmente, abrogándose la representatividad de la
parte de la humanidad que practicaba uno de los varios ritos y
costumbres que nacieron tras la muerte de Jesús, y por la
conveniencia política del momento, que se debía
declarar al 25 de diciembre como la fecha más apropiada en
que este nuevo Hijo de Dios tuvo que haber nacido, pues
practicándose por casi todas las civilizaciones la
costumbre de que sus respectivos Hijos de Dios también
nacieron el día del Sol Invictus, o sea el 25 de
diciembre, y habiendo sido el Cristianismo la combinación
de muchos ritos paganos en donde el Mitraísmo era el
principal, sencillamente se quitó a Mitra y se
colocó en su lugar a Jesús el Cristo como el Hijo
de Dios Padre encarnado en forma original y única en este
Planeta, siempre según ellos, los comparecientes al
Concilio de Nicea.
Ante la presunción Cristiana, rápido acude
a nuestros labios la pregunta quisquillosa y que es incontestable
por la Jerarquía de la Iglesia Cristiana, ya que
catalogándola como blasfemia, se esconden
fácilmente y, con mala intención, no opinan al
respecto.
Veamos.
Si el Universo,
según nos dicen nuestros muy capaces científicos,
consta de unas cien mil millones de Galaxias y que cada Galaxia a
su vez de miles de Sistemas Solares
y estos de muchos planetas
¿Por qué vino a encarnarse en la Tierra el
Hijo de Dios Padre que es un insignificante planeta de un
insignificante Sistema Solar de
una insignificante Galaxia? ¿Qué tan de especial
hay en este hermosísimo planeta azul para que el Hijo de
Dios se hubiese venido a encarnar entre los habitantes de la
nación
insignificante de Israel?…
Mateo nos dice en 1:18-25 la manera tan peculiar y sin
sentido que se dio para el nacimiento de Jesús.
El nacimiento de Jesucristo fue
así: Estando su madre María desposada con
José, antes de que viviesen juntos, se halló que
estaba encinta por obra del Espíritu
Santo, José su marido, como era justo, y no
quería denunciarla, resolvió dejarla secretamente.
Y pensando él en esto, he aquí que un ángel
del Señor se le apareció en sueños y le
dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María
por mujer, porque lo
engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a
luz un hijo, y
llamarás su nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto
aconteció para que se cumpliese lo dicho por el
Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí
que la virgen concebirá y dará a luz un hijo. Y
llamarán su nombre Enmanuel, que traducido es: Dios con
nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como
el ángel del Señor le había mandado, y
recibió en su hogar a María como su esposa. Pero no
la conoció hasta que dio a luz a su hijo y le puso por
nombre Jesús.
Lucas nos dice de lo acontecido, pero del lado de
María. Con José, el marido, ni siquiera se mete. Al
contrario de lo que ya nos había dicho Mateo, que la
anunciación fue con José, este evangelista dice
todo lo contrario. Leamos lo que está expresado en Lucas
2:1 ss, que nos dicen.
Al sexto mes, fue enviado de Dios el
ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un hombre llamado
José, descendiente de David; y el nombre de la virgen era
María. Y entrando a donde ella estaba, dijo: ¡Salve
muy favorecida! (o ¡Dios te salve!, depende de la
versión en que se lea) (¿ridículo que
existan varias versiones en una concepción divina?) El
señor está contigo. Bendita tu entre las mujeres.
Ella se turbó profundamente por estas palabras, y
consideraba qué significaría este saludo. Y el
ángel le dijo: Deja de temer, María, porque has
hallado gracia ante Dios. Mira, concebirás en tu seno y
darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
Jesús. Este será grande y será llamado Hijo
del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono
de su padre David, y reinará sobre la casa de Jacob por
siempre; y su reino no tendrá fin. Entonces le dijo
María al ángel: ¿Cómo será
esto, puesto que no conozco varón?, el ángel le
respondió y le dijo: El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual
también lo santo que va a nacer será llamado Hijo
de Dios. Y María dijo: He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y se
marchó el ángel de su presencia.
Ahora la otra cita de Lucas que nos dice.
Y todos marcha.ban a inscribirse en el
censo, cada uno a su propia ciudad. También José
subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, hacia Judea,
a la ciudad de David, la cual se llama Belén, por ser
él de la casa y familia de David,
para inscribirse junto con María, quien estaba desposada
con él y encinta. Y aconteció que mientras estaban
allí, se cumplieron los días para que ella diese a
luz. Y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el mesón.
Mateo y Lucas, dos de los cuatro evangelistas, muy a su
manera, dejan constancia de su elucubración personal y de
diferente ángulo del asunto. Más, cuando leemos en
Juan 1:45, quien también deja su testimonio o su
versión de los hechos.
Jesús, el hijo de José.
Con esta frase surgen las muchas interrogantes que,
fáciles de ser contestadas, con respuestas lógicas,
desmoronan todo el andamiaje de mentiras que se construyeron
alrededor del nacimiento de un niño común y
corriente.
Comenzando con Mateo tenemos cosas sumamente
interesantes para comentar. Este evangelista dedicado por
completo a la figura del padre de la criatura, realiza la
inspiración dirigida en y por medio de José. Y todo
su empeño lo enfoca en la parte masculina de la historia del anuncio del
nacimiento de Jesús y lo hace tratando de confundir al
lector que, aceptando lo que dice, lo ha tomado como cosa
verdadera y sin una sola contradicción con otros pasajes
también inspirados en el mismo Espíritu
Santo.
Mateo, haciendo gala de unos extraordinarios
malabarismos, mañosamente pretende demostrar que
Jesús es un producto
engendrado por el Espíritu Santo, que teniendo a
María como receptáculo necesario para la
encarnación del divino ser, es usada solamente como un
canal o puente para el aterrizaje de Dios. Lo extraño en
el asunto de la Madre de Dios, es que Mateo hace caso omiso y se
olvida de los detalles genéticos, naturales y que ya
están regidos por una Ley más que Natural,
Universal. Y con esto, se mete otro tropezón Mateo ante el
hecho irrefutable que, la concepción, solamente puede
darse entre seres vivos de la misma especie. Y que para ajuste de
las penas, en Mateo, este pobre y nada listo ser humano, parece
que ya se olvidó que él mismo nos ha dejado al
principio de su Evangelio la prueba contundente que echa por
tierra la
premisa planteada aquí, que Jesús procede del semen
del Espíritu Santo.
En Mateo 1:1 éste, habiendo recibido iluminación y la directa inspiración
del mismo Espíritu Santo nos deja descrita la
"Genealogía de Jesucristo" por parte de José, el
pobre y hasta engañado esposo, según lo que
más adelante Mateo tan maliciosamente deja dicho, con lo
que "el niño que nacerá es producto del
Espíritu Santo"; pero con lo que estábamos
¿por qué una ascendencia de Jesús por parte
de José si este no había tan siquiera tocado a
María para cuando le brotó la comprometedora
barriga de otro personaje?.
Si como bien lo dice Mateo "María estaba
desposada con José", eso, significa que ellos dos
habían formado un nuevo hogar y que por medio del matrimonio
estaban supeditados a cumplir la Ley que regía para dicho
compromiso entre las parejas que se casaban adentro de la
legislación de la nación
de Israel.
La fecundidad es la primera observancia del matrimonio,
pues desde el mandato de "creced y multiplicaos", la
institución matrimonial judía comprendía la
necesidad de la procreación. El matrimonio entre el pueblo
escogido impone muchas restricciones, ya que los padres pueden
casar a sus hijos sin consultarles nada; se prohíben las
uniones dentro de la parentela y con personas de otras naciones.
El marido o baal, lleva el título de propiedad
tanto de la dote, como de la otra mercancía en que queda
marcada por el matrimonio la reducida pobre mujer desposada, ya
que la mujer adentro
del hogar formado, es menos que un objeto.
La misma preocupación por tener prole, y
abundante, obliga a que la mujer que no es fértil, que es
virgen o que pierde los embarazos, es vista como un animal raro,
inclusive, hasta para el propio padre de la joven, ya que no se
concibe afrenta mayor que la falta de continuación del
linaje familiar.
Si la primera regla del matrimonio, entre los
judíos, era la fecundidad, ésta se obtiene
solamente de una manera que es común a todos los seres
humanos en general y que es ¡teniendo relaciones
sexuales entre los cónyuges!.
Si le creemos a Mateo, desde allí se nos dice que
José, alarmado, ve que su esposa está encinta. O
sea que, cuando ya es notoria la barriga de su mujercita, y
él supuestamente no ha tenido participación alguna
en tales menesteres propios en un marido normal, le empiezan a
corroer los terribles celos ante la sacada de cuernos o quemada
de rancho que María le ha pegado en algún
pequeño descuido masculino de su parte.
Ahora bien, solamente es notorio el vientre del embarazo a
partir del tercero o cuarto mes, pero antes de eso ya se nos ha
aclarado que "María estaba desposada con José", y
eso significa que en los cuatro meses antes de la acusadora y
prominente barriga de la virgen
María, ya ellos dos llevaban un matrimonio estable
bajo todos los aspectos de la Ley.
Si en cuatro meses José no había hecho
el amor con su
esposa, no comprendemos entonces el motivo de haberse desposado
con ella, pues es el hombre el que pide a la mujer y no al
revés. Además que por el estúpido relato de
Mateo, hay un resbalón imperdonable en el Espíritu
Santo, cuando inexplicablemente no hay nadie que le advierta a
José, o a María, que el bocado sexual de la luna de
miel ¡no hay que comérselo aún pues pertenece
a Yahvé!.
Y si nadie les avisó que no tenían que
comerse sexualmente uno a la otra, es impensable que se
aguantaran tres o cuatro meses sin que la luna de miel no los
hubiese quemado, como para que creamos que, sin que nadie les
advirtiera la decisión divina sobre el que sería el
Hijo de Dios Padre, Jesús hubiese nacido de María
por obra y gracia del Espíritu Santo manteniendo su
virginidad aún y a pesar de haberse desposado con todas
las de ley con José.
Ahora bien, existe la otra posibilidad que, suponiendo
que José se da cuenta que su mujercita linda ya
está de "otro modo" en la noche de luna de miel, eso
podría significar que ya la susodicha venía bien
embarazada y kilometrada desde hacía un su buen rato. Y si
esa posibilidad se dio ¿por qué María no le
aclaró a su futuro esposo o ya casados a su marido que la
mercancía que se había adquirido venía
defectuosa?.
Y José, al contrario de rechazar o de reprender
al amor de sus amores, cavila sólo él rumiando su
desgraciada suerte hasta que, ¡oh maravilla!, el cielo se
apiada del cornudo marido y en un arranque de hidalguía
muy caballeresca que tiene el Espíritu Santo o
Yahvé, y luego de la pícara aventura de éste
con la virgen María por lo menos unos cuatro meses antes
de eso, al ver lo patético del sufrimiento del
engañado marido, decide mandar a un ángel para
darle las debidas y cumplidas explicaciones del caso.
Y es más grotesco aún conocer los detalles
que el mensajero del amante lleva al infeliz José, ya que
dándole por excusa, luego de la unión carnal que a
fuerza tuvo
que existir para que reventara tamaña barriga entre su
jefe y la esposa del que llega a consolar el "ángel del
Señor", este mensajero del Espíritu Santo,
rebuscando en las más sutiles excusas, decide darle una
connotación extra humana y ultra terrestre pues, poniendo
las cosas bajo el punto del servicio a la
comunidad
judía que se hacía con tal pecado, María
daría a luz al "Hijo del Altísimo", por obra y
gracia del Espíritu Santo y ese varón, fruto de la
unión carnal, ya hombre, "salvará a su pueblo de
todos sus pecados".
¡Ahora sí que la cosa se puso buena!. El
pueblo de Jesús, si es que somos amplios, es Israel. A
pesar que él nació en Belén y ese
sería su pueblo, pero siendo magnánimos con la
narración, dejemos como que esa expresión de
"salvará a su pueblo de sus pecados" se está
refiriendo a toda la nación de Israel. ¿Y entonces?
¿En dónde está la confirmación de que
Jesucristo vino para salvar al mundo entero?.
Si hemos asistido a conocer la exacta posición,
oficial además, en la que el propio mensajero que
Yahvé usa para tontearse a José, nos deja como voz
autorizada del Dios bíblico la verdadera razón de
la encarnación de Jesús en la Tierra y que es "para
la salvación exclusiva de las personas pertenecientes al
pueblo santo de Israel" ¡y a nadie más!.
¿Nos habremos salvado usted o yo o cualquier otro
ser humano que no seamos parte del pueblo judío como tan
perversamente nos han impuesto los curas, pastores, obispos y
papas de todos los tiempos desde que se oficializó al
Cristianismo?.
¡No!, pues Jesús no vino para nosotros
acá en el futuro.
Si no se encarnó para los pueblos gentiles
vecinos de Israel y de su época, que eran millones de
seres humanos que no compartían la religión
judía, a pesar de ser contemporáneos de
Jesús, ¿por qué tendríamos nosotros
la suerte de sentirnos parte de la colada ajena?.
Con Lucas, es diferente todo el asunto que ya hemos
más que analizado y que Mateo nos ha regalado para
satisfacción de nuestro excitado morbo. Este otro
evangelista, siguiéndole la contraria a Mateo, nos deja
aclarado que el tal anuncio no fue con José sino
más bien que, directamente, se le da a María la
explicación y el anuncio del futuro embarazo; que Mateo
maliciosamente, y con estudiada maldad, hace que el ángel
se confiese con José, pero para hacerlo sentir muy mal
pues, aclarando lo inaclarable, queda burlado José en su
masculinidad, ya que si después de cuatro meses de casados
no ha habido amor y relaciones normales entre la pareja
recién casada, más bien pareciera hacernos creer
Mateo la inutilidad del aparato reproductivo de José y que
éste no pudo emplear.
Pero en lo mejor de todo este asunto, Lucas dejó
un dato sumamente importante pues, casi nos da la fecha exacta de
cuando sucedió la anunciación del embarazo y por
ende del nacimiento de Jesús. El pasaje de Lucas comienza
diciéndonos "al sexto mes". Y si lo ponemos en orden con
el calendario Judío, ese sexto mes del año es ELUL,
o sea agosto-septiembre. Y si le agregamos los nueve meses
normales que se lleva un embarazo humano, tenemos que el
período exacto de cuando dio a luz María a su hijo
Jesucristo, fue entre los meses de mayo-junio. Y que,
asombrosamente, coincide a la perfección con lo que ya
habíamos estudiado en los pasajes de los pastores que el
propio Lucas se encargó de dejarnos. Allí
encontramos que el tiempo
apropiado en que por la noche se podía pastorear el ganado
era entre los meses de abril a septiembre.
Por lo tanto Jesucristo tuvo que haber nacido,
según el dato luquista, ¡no en diciembre y menos el
día 25, día pagano, sino entre los últimos
días de mayo y los primeros de junio!.
También comete el mismo error Lucas pues, al
igual que con Mateo, nos dice algo plenamente ilógico y
fuera de toda proporción, tomando en cuanta que una
consecuencia del matrimonio es la eliminación de la
virginidad, en virtud de la deliciosa luna de miel a la que la
pareja recién desposada recurre para calmar sus ansias
sexuales. No hay razón valedera para que aquellos
evangelistas tan infantilmente nos digan que "María era
una virgen que estaba desposada con un hombre llamado
José" pues, incongruencia más grande no la
encontramos en otra parte.
El relato de Lucas adolece de muchas cosas, una de ellas
y quizá la más importante, es que en ningún
momento el ángel Gabriel le dice a María lo que el
otro ángel, el del relato de Mateo le dijo ya a
José o aquel otro mensajero divino con el asunto de los
mentirosos y falsarios pastores, les dice otra cosa a ellos. En
el relato que hemos leído no se menciona que Jesús
sea "un Salvador, el Salvador o el que salvará
exclusivamente al pueblo hebreo".
Lucas nos confiesa que el ángel Gabriel advierte
a María sobre que "darás a luz a un hijo y el
Señor Dios le dará el trono de su padre David y
reinará sobre la casa de Jacob". Nunca le dice o deja
entrever tan siquiera la posibilidad ¡impensable por
cierto! que ese hijo que va a dar a luz, haya sido engendrado por
Yahvé, por el Espíritu Santo o por cualquier otra
entidad divina de la tradición judía.
Además, la admonición que será del
niño el trono de "su padre David", desvirtúa por
completo cualquier malévolo pensamiento
que se hubiese formado con respecto a que el hijo de José
y María tuviese alguna o viniese de la relación
sexual entre la virgen y una o varias de las entidades del
concepto celestial hebreo.
Ahora bien, si Mateo y su colega Lucas nos dejan, ambos,
sendas genealogías de Jesucristo por parte de José,
el marido de María, para dejar muy bien establecido que
Jesús detenta sobre su persona la
heredad del rey David, ¡pero ilógicamente por parte
paterna!, hay que ser muy cuidadosos en todo lo que se refiere a
la paternidad divina. Y aquí en este relato, Gabriel, el
ángel del Señor, lo confirma (para dolor de los
miles de incautos), pues afirmándonos de manera oficial
que el Dios bíblico sabe y respeta la ascendencia paterna
de Jesús al decirnos "a tu hijo Jesús, el
Señor Dios le dará el trono de su padre David", lo
que hace Gabriel es delimitar muy bien hasta donde llega la
intromisión de Yahvé en la vida de
Jesús.
¿Por qué la pantomima inútil de
buscarle tres pies al gato?. José es el padre
genético de Jesús, ya que éste es producto
de una relación sexual normal entre marido y mujer; y
José y María estando desposados tuvieron que hacer
el amor para perpetuar su nombre. Si no fue así
¿por qué nos hablan estos evangelistas que
Jesús es el "hijo primogénito"?. Para que un hijo
lleve tal distinción, es necesario que tenga más
hermanos pues, si no los tiene, tendrían que dirigirse a
ese hijo como "hijo único".
Ya nos lo dijo claramente Mateo desde 1:25 cuando hemos
leído.
Hasta que dio a luz a su hijo
primogénito y le puso por nombre Jesús.
Lucas 2:7 también contribuye.
Y dio a luz a su hijo
primogénito.
¿Está clara la posición filial de
Jesús?.
Un producto, como fácilmente es comprendido por
el ser humano, es un algo cualquiera que es susceptible de
obtenerse por medio de la interrelación que se da entre el
poseedor de ese algo y el motivado a adquirirlo. Y si tomamos a
la Religión Cristiana en general como ese producto que se
ofrece a la vista del mercado de
consumidores que desean obtenerlo, dependerá del cura o
pastor la estrategia de
presentarla como un servicio divino, como una idea de
salvación eterna, o como la mercancía del
perdón a nuestro horroroso actuar.
Aunque aquellas iglesias millonarias, de manera
inteligente y astutamente, han hecho una mezcla diabólica
de las tres consideraciones anteriores para ser los
líderes, indiscutibles, del mercado ávido de los
servicios de
la religión.
Cuando finalmente el bautizado cristiano adquiere a la
Religión como un producto destinado a su ego y para la
satisfacción egoísta y personal, cree, torpe de
él, que ha adquirido todos aquellos beneficios visibles y
tangibles que rodean a su compra. Es decir a la iglesia en
sí, la Jerarquía Eclesiástica completa, la
congregación que lo hace respetable, y lo mejor de todo es
que piensa, en su absurda ignorancia, que esa estructura
física lo
defenderá y protegerá impunemente, así
mismo, de las fechorías, crímenes y pecadillos a
los que luego del diezmo y limosnas tiene derecho pues, en tanto
pida perdón y cumpla con la penitencia impuesta,
amén de la jugosa moneda que compra hasta la conciencia
del cura o pastor, santos en paz y a continuar
pecando.
Ese consumidor
también cree haber adquirido todos esos beneficios
ocultos, intangibles y etéreos que le fueron ofrecidos
durante la exposición
de la venta y en los
cuales fincó, quizá, el verdadero motivo que lo
impulsó a cerrar la compra y, cándidamente, cree
ser poseedor del perdón de sus pecados, de la
salvación de su alma, de la
inmediata comunicación con Dios Padre y lo peor, la
aberración sin comparación alguna, que se cree un
hijo del Dios bíblico al que sin ningún sentido
práctico, no digamos ético y moral, llama
Padre Nuestro, sin pensar que un padre no se comporta así
como el Dios bíblico lo hace con sus criaturitas a las que
abandona en su miseria, pobreza,
desamparo y vaivén de la política y de los
políticos, así como al ahogo inmisericorde al que
esa Iglesia Cristiana ha tenido sometida a la parte de la
humanidad que se ha dejado.
¡Ave María Purísima ¿Padre
Nuestro ese villano bíblico? Ni lo quiera
DIOS!.
Para obtener todos los beneficios que dicen se adquieren
con la religión Cristiana, sólo basta con hacerse
miembro e inmediatamente empezar a pagar la membresía sin
tanto papeleo o requisito, y de por vida (eso es lo mejor del
nogocito bíblico) mantenerse dando la limosna, la cuota o
el diezmo que un buen sermón lleno de violencia,
susto y condenación hacen prontamente que el incauto se
meta la mano en el bolsillo y que su mente se obnubile en la
estructura de la Religión pensando, fuera de toda lógica,
que inmediatamente empieza a gozar y disfrutar de todos los
beneficios tangibles y ocultos que esa criminal voz oída
desde un púlpito ha cercenado su viva inteligencia y
poder decisional; además del placer de Dioses que da ese
caché y esa distinción de formar parte visible de
una congregación que estafa descarada e impunemente a
todos sus consumidores.
El Cristianismo es un producto de consumo
popular ya que es de uso común. Aunque en muchos casos se
puede catalogar también como de ventas
esporádicas y a la vez es algo exclusivo y especial para
la tranquilidad psíquica del ser humano que metido a
consumir los productos
religiosos, logra cierto equilibrio en
su vida basándose en restricciones traumáticas que
terminan dañando la estructura familiar y mundial por el
fanático proceder de su práctica y defensa de los
ideales nebulosos que el Nuevo Testamento y la tradición
tergiversada que da Jesús y su vida se ha hecho para
imponer el monopolio de
la verdad que gritan poseer.
LA VERDAD ES y no se posee, como tan
estúpidamente se ha pretendido en los templos, sermones y
prédicas cristianas; claro, es comprensible ese actuar,
pues representa su táctica de ventas.
Como producto de consumo que es la Religión
Cristiana, está sometida a las reglas que sobre la
materia rigen.
Así, se puede establecer que el Cristianismo, como
práctica y como producto de consumo popular, tiene en no
pocos casos la oportunidad de ser un artículo, servicio o
idea de uso común y corriente, ya que para desgracia del
cura, pastor y sus gerentes administrativos y financieros de la
Iglesia, ¡sin más remedio!, han tenido que subsidiar
las bendiciones, misas y los servicios generales como los
bautizos, primeras comuniones, matrimonio y aún el
último adiós, porque la inflación, los
precios altos
y la devaluación de nuestras monedas, no
permiten que la gran masa popular existente en el mercado de
consumidores, pueda tener libre acceso al pago adecuado por las
diversas mercancías que el Cristianismo pone a la venta en
sus centros de distribución, como son las iglesias,
templos, tabernáculos, casas de oración y salones
del reino, así como carpas que instalan en ferias,
etc.
Este subsidio obligado es la razón por la cual y
para mantener la buena imagen los obliga a quitarle a Pedro para
darle a Juan. Aunque, como es bien sabido, la regla de las ventas
establece que aquellas que se realizan tomando en cuenta el
volumen de las
mismas representan la mayor utilidad en
cualquier empresa. Y no
importa que el proletariado, el pobre o aquel desgraciado que las
estadísticas nombran como de extrema
pobreza y que pertenecen también al mercado religioso con
mayor intensidad, se comporten como cualquier otro consumidor de
recursos
ávido de bendiciones y que solamente pueda pagar unos
miserables centavos por lo que demanda, ya
que de grano en grano se llena el buche la gallina.
Existen también aquellos otros empedernidos
consumidores de la Gracia y del Perdón que Yahvé
otorga a través de su cuerpo de vendedores (que forman
sacerdotes, curas y gritones de púlpito) los que
requieren, por diversos motivos y causas un consumo del tipo
esporádico y no tan periódico.
Estos son los que permiten que el ingreso que perciben los
supermercados del Señor, aumenten considerablemente ya que
para poder comercializar mejor los servicios ofrecidos en la
tienda, almacén o
auto market (que en último caso son la mejor
definición que pudiéramos otorgarles a las iglesias
Cristianas) los responsables de diseñar la estrategia del
marketing
religioso deben, forzosamente, que considerar muchos puntos
importantes en donde exista la mejor posibilidad de negocios de
alta rentabilidad,
fin que sin ninguna duda al respecto se persigue.
Esa estrategia se basa en la propia conducta del
consumidor o comprador. Y sabiendo que estos invierten su buena
plata en las descargas emocionales pecaminosas que llegan a
efectuar a las iglesias en todo un espectáculo digno de
Hollywood, le presentan mercancías y servicios divinos,
pero como si se tratara de productos de marca y por los
cuales desembolsarán por un bautizo, una boda o por la
misa de difunto del querido familiar que con su herencia los hizo
más ricos, 20 y hasta 30 veces lo que un pobre consumidor
de la masa popular ni siquiera en limosna de uno o dos pesos para
las velas y el gasto del agua bendita
tiene para pagar el mismo producto que el consumidor
esporádico que paga por el boato y vanidad de un servicio
egoísta para él y su distinguida familia se da le
lujo de disponer.
Y nos quedan aquellos otros consumidores del arrebato
religioso Cristiano que prefieren los productos especiales y
exclusivistas, los gourmets del mercado de las devociones, que
solamente pueden ser otorgados por las autoridades máximas
de la Iglesia y del rito particular a la que se asiste. Claro,
esa exclusiva tiene su precio y su
dosis alta de exhibicionismo vanidoso de la enferma psiquis del
millonario dispuesto a tirar un chorro de dinero para
que el obispo, el cardenal o el papa en persona le eche las
bendiciones de Dios más directamente, al igual que
el agua o que
protagonice el servicio contratado para el soberbio consumidor de
especialidades, como ya lo dijimos el gourmet
Cristiano.
Hay, eso sí, para regocijo de la Jerarquía
Cristiana, una gran diferencia entre el Producto Religioso de
consumo y los demás productos del mercado de bienes y
servicios, ya que éstos últimos están
regidos por una ley incambiable que nos dice "que todo producto
es como un organismo vivo que nace, crece y muere", que no es
aplicable al mercado de productos que la Religión
Cristiana ha puesto a la consideración del gran mercado de
consumidores pues, si no hay algo que elimine al terror sacro que
practican desenfrenadamente los guías cristianos como
motivación
a la compra, cada mercancía, idea y servicio que saquen a
la venta en las iglesias será comprado como pan caliente
para satisfacer la psiquis desequilibrada en la que han llegado a
convertir esa mente del practicante religioso cristiano en
general que, calmando el miedo y el terror a la
condenación eterna de su alma y al rechazo que dicen
hará Jesucristo con los pecadores, prefiriendo no correr
ningún riesgo al
respecto, prefieren seguir muy cómodamente metiendo la
mano en el bolsillo para sacar el vilipendioso diezmo exigido
para la Gloria del Señor y que realmente se gasta en el
boato de los vendedores, supervisores, gerentes y presidentes de
la Empresa
Cristiana y Compañía Limitada.
Sin embargo, para evitarnos problemas
derivados de la baja en el consumo, la Jerarquía ha
planificado su estrategia tal y como si sus productos estuviesen
sujetos a la ley general ya vista. Y así, recurren a
mantener la planificación correcta y basan el desarrollo de
sus mercados en la
introducción de las técnicas
religiosas desde la más tierna edad permitida, ya sea con
cantos, cuentos o el
acercamiento con los objetos sagrados, para así comenzar a
roer la mente del pequeñuelo que sin saberlo poco a poco
es introducido en el vicioso proceso
religioso.
Durante la etapa del crecimiento se pretende que las
actividades propias para los consumidores sean las que permitan
el acercamiento directo con los valores
con los que se juegan; así, en unos grupos se permite
al practicante la tarea de leer algunos pasajes para el
público, en otros grupos ayudan al cura en la
celebración del servicio y aún hay otros que
permiten casi en su totalidad que sean los mismos consumidores
que se den su propia dosis de religiosidad.
Con estas técnicas muy apropiadas se consigue
mantener dormido al borrego y se protegen de alguna forma de la
declinación o el abandono en las compras
religiosas.
La introducción de los diversos productos y
servicios que vende la Iglesia, comienza a hacerse desde el
vientre de la madre, ya que obligando a lavar un pecado
ridículo e ilógicamente aceptado por la comunidad,
se procede a efectuar un bautizo como la iniciación en los
ritos y dogmas que le esperan al nuevo miembro, la que ven como
un potencial consumidor.
El crecimiento y la consolidación de los
artículos religiosos son cuando las ventas de tales
mercancías puestas en el auto market o abarroterías
del barrio (iglesias, templos o tabernáculos) aumentan
considerablemente y llegando a alcanzar un punto promedio de
ventas, se puede respirar tranquilamente pensando en que cada
año se tendrán aumentos sustanciales en las ventas
para la tranquilidad del jefe inmediato, el obispo o
pastor.
La consolidación se consigue cuando el flujo de
compradores se mantiene en una línea constante y en un
consumo con poca variable, pues la perorata del gritón del
púlpito, con destilar violencia y terror para mantener
asustados a los feligreses, no permite que se bajen las ventas
religiosas en esa iglesia.
Y la declinación se evita a base de la
inyección constante del terror sacro, de la amenaza y de
declarar hereje, pecador o engendro del demonio a aquellos que,
como en mi caso le abrimos los ojos al estafado consumidor del
horroroso producto religioso que se vende en las iglesias
Cristianas, y nos atacan con uñas y dientes.
QUÉ PENSABA
JESUCRISTO SOBRE DIOS
A pesar de ser controversial todo lo que dejaron escrito
sobre Jesús, tenemos que declarar que no creemos que los
escritos del Nuevo Testamento reflejen la realidad de lo que pudo
haber dicho, pensado o aún hecho este personaje
glorificado y divinizado por la decisión política
del Concilio de Nicea del año 325 que, basándose en
el concepto de Pablo de Tarso, lo tomó
íntegramente, pensando y creyendo –sin importarles
por supuesto- que eso lo rodearía de aquella atmósfera divina que
se requería para ese personaje encontrado en la figura de
Jesucristo que se usó para suplantar a Mitra.
¿Qué creyó o pensó
Jesús acerca de Dios?.
Y, como para oficializar la prédica Cristiana se
hizo la maroma ridícula de oficializar también los
libros que
llenaban los requisitos interesados y los que según este
alto tribunal inspirado no representaban la idea de la farsa que
se estaba montando, ¡fueron inmisericordemente rechazados y
declarados inspirados por el Demonio!, tenemos que basarnos en la
Biblia y en su Nuevo Testamento para conocer el íntimo
pensamiento de este Cristo tan abusivamente tergiversado por los
grandes capitales que están en juego en el
mercado Cristiano.
Mateo 5:45 empieza diciéndonos una frase
atribuida a Jesús.
Vuestro Padre que está en los
cielos, hace salir el sol sobre
buenos y malos y hace llover sobre injustos y sobre
justos.
Si tuviéramos que decidir forzosamente por un
concepto acerca de DIOS, con todas las limitaciones que el caso
amerita, nos inclinaríamos por este párrafo
recién leído que, a pesar de querer explicar LO
INEXPLICABLE QUE ES DIOS con una comparación muy
lógica y atinada reúne los elementos naturales que
DIOS ES y TODO LO QUE ELLO IMPLICA.
Con este pensamiento de Jesús sobre la divinidad
deberían de haberse quedado en el sermón y en la
prédica pues, usándolo sólo con aviesos
fines, prácticamente lo han parcializado quitándole
su valor
intrínseco. Y así, nos han presentado versiones
diferentes de un mismo acontecer.
Lucas 9:18 ss, Jesús interroga a sus
discípulos diciéndoles.
¿Quién dice la gente que
soy yo?. Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos
ha resucitado. Él les dijo: ¿Y vosotros,
quién decís que soy?. Entonces, respondiendo Pedro,
dijo: El Cristo de Dios.
Mateo 16:16 ss, nos dice otra cosa.
Respondiendo Simón Pedro dijo:
Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y le
respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón,
hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni
sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Con la contestación que Jesús le da a
Pedro, y a pesar que ponen otras palabras en boca de
Simón, el apodado Pedro, porque ni Marcos ni Lucas nos
dicen más que "Tú eres el Cristo", en cambio Mateo
hace que diga adicionalmente "El Hijo del Dios viviente", y
Jesús muy complacido y henchido de vanidoso orgullo le
dice "es cierto y mi Padre desde los cielos te lo reveló",
y ya con este otro concepto se nos borra de un manotazo lo bello
de la frase del sol y de la lluvia que Dios hace que caiga sobre
buenos y malos.
Juan 4:24 dice que Jesús al hablar de Dios dijo
"Dios es Espíritu; y los que lo adoren, es necesario que
lo adoren en espíritu y en verdad". Con esto nos confirma
Juan la creencia que tenía Jesús en un Dios sujeto
al halago, a la llamada angustiosa y a ser sujeto de la
adoración fetichista. Y ese concepto no va con lo que nos
había dicho antes.
Pablo, en Romanos 8:31 y 32 nos deja dicho.
Si Dios está por nosotros
¿quién contra nosotros?. El que no eximió ni
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros.
Este tipo de intervenciones y elucubraciones que San
Pablo se permite expresar a lo largo y ancho de sus escritos, son
los que han servido para combinarlos con lo que propiamente dicen
que dijo Jesús, y hacer de eso toda una maligna mezcolanza
llena de incongruencias.
Lucas 16:15 es un claro ejemplo del concepto mal
intencionado que hacen que luzca Jesús respecto de Dios,
pues nos dice.
Dios conoce vuestros corazones; porque
lo que los hombres tienen por muy estimable, delante de Dios es
abominación.
Siendo tan generalizada y vaga la frase "lo que los
hombres estiman es abominación para Dios", nos hace ver la
limitación que Jesús impone al Dios bíblico
en el que él cree y predicaba en su tiempo.
La vanidad y hasta la locura, diríamos más
bien, está encerrada en Juan 14:19 ya que ese pasaje nos
deja ver muy claramente el grado de perversión que
demostró el Jesús que nos presentan los
Evangelios.
El que me ha visto a mí, ha visto
al Padre; ¿cómo pues, dicen ustedes:
Muéstranos al Padre?.
Léalo nuevamente…
Y ahora, ¿qué le parece?.
Aquí, este evangelista pone a Dios Padre como el
reflejo que Jesús tiene. O sea, si se ve a Jesús en
un espejo, la imagen reflejada y que allí se mira es la
imagen de Dios Padre. ¿Vanidad y locura?, por supuesto que
sí.
Jesús dejó dicho, según dicen que
dijo, algunas bellas cosas y conceptos de Dios y hasta tuvo el
atrevimiento blasfemo de llamarle Padre cada vez que se
refería a él.
En una trifulca frente al Templo y rodeado Jesús
por enardecidos judíos que oían boquiabiertos las
sandeces y las herejías que decía el Maestro,
éste, en el colmo del paroxismo, les replicaba a viva voz,
según nos deja testimonio Juan 10:30 lo que suena a la
máxima locura posible.
Yo y el Padre somos una sola cosa.
Si acompañamos la Regla de Oro de la
oración que Mateo 7:7 ss, nos deja como promesa que se
cumplirá en un 100%, no podemos más que asombrarnos
ante la ingenua propuesta que Jesús inclusive dejara
empeñada en la palabra de su Padre.
Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá. Vuestro Padre que
está en los cielos sólo dará cosas buenas a
los que le pidan
Pero en la culminación del discurso
politiquero y demagógico y ante público escucha,
Jesús, por medio de Mateo 5:48, deja seriamente
comprometido a su Padre con un candado sin llave al
decirnos.
Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.
Jesús, desde su inicio como reivindicador de su
trono y de su alta investidura como heredero legítimo al
trono de Israel, cuando se dirigía al Dios bíblico,
al Yahvé de los Ejércitos, lo hace
diciéndole Padre. Y Mateo 6:9 lo retrata de
maravilla.
Padre Nuestro que estás en los
cielos…
Pero, estando tan llena de limitaciones esta idea de
Padre que ya nos hemos formado al declarar en Mateo 7:21
No todo el que me dice Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el
que hace la voluntad de mi Padre; ahora bien, nos
preguntamos nosotros, no sin razón, ¿cuál es
esa famosa llave maestra que nos dará el pase al cielo al
hacer la voluntad de Yahvé, el Dios
bíblico?.
Veamos a continuación quién verdaderamente
fue ese Padre que Jesús pretendió endilgarnos, como
lo plantean los elucubrados escritores del Nuevo Testamento, pues
una cosa son las frases bellas, melodramáticas y hasta
divinas que dejaron en boca de Jesucristo cuando hablaba de Dios
y otra cosa muy distinta lo que el Dios bíblico fue, hizo
y gozó protagonizando la historia del pueblo judío
durante unos cuatro mil años antes de Cristo.
A la hora de su muerte Jesucristo descubre, para su
asombro e infortunio, que su Padre Yahvé de los
Ejércitos, el Dios bíblico que hoy adoramos,
simplemente lo utilizó y luego lo abandona miserablemente.
Marcos 15:34 es el encargado de dejarnos el último
pensamiento que Jesús tuvo para con su Padre.
¡Dios mío, Dios
mío!, ¿por qué me has
abandonado?.
Y lógicamente uno se pregunta sobre algo, cuando
lo prometido no se cumple y cuando lo experimentado no estaba en
el convenio o arreglo al que se había llegado; y si una de
las partes no cumple con su porción del contrato
establecido, la otra parte tiene todo el derecho a preguntar y a
reclamar sobre esa actitud que se
sale de todos los límites
permisibles.
Y eso, es lo que Jesús hace. Él reclama
ese maremagno al que lo arrastra Yahvé, porque el cambio
que experimenta y el abandono inmisericorde que Dios Padre tiene
con Jesús, merece toda la repulsa apasionada y brutal que
al último suspiro Jesucristo logra hacer para la
posteridad.
Si revisamos al Dios del Antiguo Testamento veremos que
Jesús se dejó embaucar de la manera más
infantil, pues si se hubiese tomado la molestia de releer bien
los diferentes pasajes de la Tora, allí estaba la
verdadera imagen y el cruel comportamiento
del violento, cobarde y nada confiable Dios que, bajo el nombre
de Yahvé de los Ejércitos, cometió masacres,
genocidios y el crimen más grande para la Cristiandad; el
estigma que a pesar de ser llevado por cada espíritu que
ha asistido a cualquier Iglesia y de leer, oír y
aún ver con sus propios ojos al Cristo crucificado y toda
la historia de la pasión que sufriera en nombre de ese
Dios que lo obliga a sufrir esa horrorosa muerte, todavía
adora y tiene como ese Padre que espera con los brazos abiertos a
todo aquel pobre ser humano que cumple con su voluntad y por eso
se ganará el cielo eterno.
Éxodo 20:15 nos regala el exacto perfil de quien
ocupa el primer lugar en el culto fetichista en las
Iglesias.
Yo soy Yahvé tu Elohím,
fuerte, celoso, que castiga la maldad de los padres sobre los
hijos hasta la tercera y cuarta generación.
Un ser puede declarase celoso solamente en el caso en el
que existe otro ser que pudiera llegar a ocupar el lugar que el
celoso ocupa. Y si Yahvé, el Padre Nuestro, es celoso, es
que tiene la inseguridad
que los que lo siguen como si fuera el único Dios,
pudieran cambiar de divinidad pues, existiendo otros muchos
Dioses o Elohím (este término mal traducido en la
Biblia por Dios realmente es una palabra que en plural significa
los muchos fuertes y poderosos, o bien los Dioses), cualquiera de
ellos puede muy bien llegar a posesionarse del lugar que tiene
Dios Padre.
Por lo tanto ¡ese es su desplante y su
agonía al declararse celoso!.
Isaías 45:7 nos aclara otro punto importante que
se le pasó por alto a Jesucristo.
Yo soy Yahvé tu Elohím, yo
hago y provoco las desgracias.
¿Será aplicable a este pobre ser que los
evangelistas han tergiversado y nos lo maquillaron como Hijo de
Dios, cuando lo que, sencillamente representaba, no era
más que ser el heredero al trono y al sacerdocio de
Israel?.
Ya habíamos leído la belleza de
adulación que Lucas 9:18 ss, hace que diga Pedro para su
Maestro "Tu eres el Cristo de Dios"; y aquí, en
Isaías 45: 1 ss, leemos la bofetada que reciben los
cristianos por su vanidosa prepotencia.
Así dice Yahvé a su
Cristo, a Ciro, al cual promete: Yo iré delante de ti, y
enderezaré los lugares torcidos y te daré tesoros
escondidos y los secretos mejor guardados.
¡Qué le parece!.
Vea usted cómo Ciro, el fundador del Imperio
Persa unos 550 años antes de Jesús, fue el
verdadero Cristo Ungido por la divinidad bíblica
muchísimo antes que se pensara tan siquiera en el hijo de
José y María. Lo curioso es que el Padre Eterno
promete ir delante de Ciro, llenarlo de riquezas y darle los
secretos mejor guardados exclusivamente al Rey Persa; que
pertenece, no lo olvidemos, a la Religión
Zoroástrica de la que descienden aquellos "Tres Reyes
Magos" que la tradición ha tergiversado de lo que Mateo
originalmente dice "unos magos de oriente" los cuales tuvieron
grandes manifestaciones y raros aspavientos para con el
niño Dios la noche del nacimiento del Hijo de Dios Padre,
según lo que el Nuevo Testamento dice.
Y, para con Jesús, su supuesto Hijo Único,
ni le da ninguna riqueza, ni secreto y mucho menos camina delante
de él, y muchísimo menos enderezó lo torcido
en el camino de Jesús. Por eso mismo es que el Maestro
reclama muy ofendido, pero muy tarde, al borde de la muerte y
clavado humillado en un madero que lo convierte además en
un maldito de Yahvé (Deuteronomio 21:22 y 23), que
"¡Por qué me has abandonado si ese no fue el trato
que hicimos!".
Si el pensamiento que Jesús nos demuestra, a
través de los Evangelios, tuvo para con Yahvé, no
concuerda con la idea que los demás judíos
tenían del celoso y violento Adonai, eso es sumamente
extraño. Aunque, y quizás esa sea la razón,
el ingenuo de Jesucristo creyendo en su propia demagogia del
discurso politiquero usado, se viene a dar plena cuenta de
quién es ese Dios hasta muy tarde, lastimosamente en la
cruz, apenas unos instantes antes de morir horrorosamente. Y
así elevó su más enérgica protesta
ante el atropello y la ignominia que el Padre Nuestro estaba
permitiendo o forzando a que se llevara a cabo en su
persona.
Qué pensaba realmente Jesús entonces
acerca de ese personaje fatídico que llama Padre y que
nosotros hemos tomado a Yahvé como el Dios Único y
Creador de todo el Universo, cuando
no es más que un Dios celoso, violento y rencoroso que
castiga en los hijos lo que los padres hacen ¡hasta la
cuarta generación!; y que en el último momento de
su azarosa vida le demuestra su total abandono, tal y como el
propio Jesús le grita ya crucificado y herido de muerte
¡por qué me has abandonado!.
¿Pensó Jesús en otra cosa
más que la traición y la mancillación que
hacía Dios Padre con él?.
PILATOS Y LA VERDAD
DEL REY-SACERDOTE
Mateo, Marcos y Juan, ni por asomo nombran a Herodes
como participante en los asuntos que atañen a los
últimos momentos vividos por el que nunca llegó a
ser investido con el ropaje de Rey de Israel.
Mateo 27:11 empieza diciéndonos.
Jesús, de pie frente al
gobernador Pilatos, es interrogado por este, diciendo:
¿Eres tu el rey de los judíos?.
Vean ustedes qué increíble frase con la
que inicia Pilatos su interrogatorio. Cualquier juez, y eso es
elemental en la jurisprudencia, que trata de establecer la verdad
de los hechos, tiene que basarse en la acusación que
acompaña al reo al que se señala de tal o cual
delito; y es
sobre el delito imputado que el juzgamiento tiene que
desarrollarse y no sobre otras elucubraciones que nada tienen que
ver con la acusación.
Veamos lo increíble, si ya se nos había
dicho que el propio Consejo de ancianos y los sacerdotes
principales que componían el sanedrín de
Jesús, o sea el Tribunal israelita que había
conocido del caso del que fuera arrestado en la noche y en un
cementerio, había encontrado a Jesús culpable del
pecado horrendo de la blasfemia, no hay argumento posible que nos
haga entender la imputación que Pilatos quiere dilucidar
al preguntarle directamente a Jesús "¿Eres tu el
rey de los judíos?".
Y tal acusación, por la que es llevado hasta nada
menos que el propio gobernador romano en esa provincia, ¡no
tiene nada, absolutamente nada de blasfemia!; pero, eso
sí, está llena de terrorismo,
sedición y acciones en
contra de la estabilidad y seguridad de la
nación gobernada por la mano férrea de Roma. Y es una
acusación clara hacia un guerrillero revolucionario y
anarquista; y tal delito sí lleva la pena de muerte
en la legislación romana que juzga en último caso
al cananeo o guerrillero de Jesús y que condena a la pena
de morir crucificado, tal y como se acostumbraba hacer con los
sediciosos.
Marcos 15:2 ss, nos confirma lo anterior que Mateo nos
relatara.
Y Pilatos le interrogó:
¿Eres tú el rey de los judíos?. Jesús
le respondió, diciendo: Así es, como tu
dices.
Qué claros quedan los hechos. Jesús
sencillamente fue capturado por una legión romana y
juzgado por sedicioso por el gobernador designado por Roma y
mandado a crucificar como un terrorista, cananeo o zelote por el
gobierno imperial. Y lo mejor de la narración de Marcos es
que el propio acusado por Pilatos, de ser el rey de los
judíos, ¡reconoce sin empacho alguna su
legítima posición de Rey!, pues le dice:
"¡Sí, lo soy!".
Lucas 23:3 ss, siempre demostrándonos su
desacuerdo con Mateo y con Marcos, nos dice.
Entonces Pilatos le preguntó a
Jesús, diciendo: ¿Eres tu el rey de los
judíos?. Y respondiéndole él, dijo:
Tú lo dices. Y Pilatos dijo a los principales sacerdotes,
y a la gente: Ningún delito hallo en este
hombre.
¡Pero que idiotez más grande la que
pusieron aquí!. Ahora resulta que cuando capturaron a
Ernesto "el Che" Guevara en Bolivia, y lo
identificaron plenamente como el jefe guerrillero que
quería derrocar al gobierno de ese entonces, el comandante
militar que lo tenía bajo su custodia sencillamente haya
declarado "Señores, yo no encuentro delito en el Che Guevara".
Si tal cosa sucede en Bolivia instantáneamente los
subordinados al jefe militar hubiesen hecho algo más que
matar a ambos, al comandante y al Che.
Recordemos que el Che Guevara fue asesinado allí
mismo en el lugar en donde fue capturado y sin ningún tipo
de juicio. Y otro tanto tuvo que haber sido el comportamiento del
gobernador Pilatos representando a Roma, ante ese guerrillero de
Jesús que ponía su propio mandato en entredicho si
Roma se entera de su mano tibia con un sedicioso tan buscado como
lo era el Maestro.
Qué imperdonable estupidez la del que
falsificó estos pasajes de Lucas, en donde Jesús se
confiesa abiertamente como un terrorista, anarquista y declara
sin tapujos su posición legítima de ser el rey de
la nación de Israel y que tan torpemente hace decir al
poderoso gobernante Pilatos "¡Señores, yo no
encuentro delito alguno en este confeso rey de los
judíos!".
Juan 18:28 ss, nos desmiente, inclusive, la comida de
pascua que se supone ya se había llevado a cabo en la
Ultima Cena en donde para los otros tres Evangelistas hasta se
acusa directamente por parte del Maestro a Judas de ser el
traidor. Y leemos que Juan dice.
Llevaron a Jesús de casa de
Caifás al pretorio. Era de madrugada, y ellos (los
judíos) no entraron en el pretorio para no contaminarse, y
así, poder comer la pascua.
¡Qué les parece tal afirmación que
desmiente a toda la sagrada inspiración!.
Según esta locura la comida de pascua, y por ende
la Ultima Cena, nunca se produjo como tan tontamente nos han
hecho creer sucedió; porque, un día antes de
llevarse a cabo, Jesús es conducido como reo de muerte
ante el gobernador romano Poncio Pilatos.
¿Qué tal?.
La acotación más importante de las
respuestas tan parcas de Jesús en los otros Evangelios,
aquí, con Juan en el versículo 37, adquieren la
dimensión exacta de lo acontecido.
Le dijo entonces Pilatos: ¿Luego,
eres tu Rey?. Respondió Jesús: Tú lo dices,
soy Rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo,
para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad,
oye mi voz.
Esta ampliación que Jesús hace de su
investidura real no es un secreto para nosotros, ya que todo el
ministerio de su carrera política, lo dedica para ser
reconocido como el legítimo heredero al trono y al
sacerdocio que Yahvé, el Dios bíblico, ha ofrecido
formalmente a toda la estirpe del gran Rey David. Y nunca
pretendió Jesús, en ninguna de sus múltiples
intervenciones públicas, que se le tomara como hoy tan
torpemente nos han hecho creer, que él es o fue el Hijo de
Dios Padre.
Lo que pudiera ser utilizado para el propio beneficio de
la Cristiandad que se dice poseedora legítima de la
Iglesia que Jesús dejara fundada basada en la Verdad y que
tan fanáticamente buscan el apoyo en San Pablo y su
trillada frase de "Conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres", se derrumba por la propia frase dejada en
los Evangelios, ya que esa verdad, tal y como Jesús lo
dice frente a Pilatos, es otra cosa muy diferente. Y eso,
tergiversado interesadamente para mantener a los borregos
alineados y sin aliento de liberarse del yugo opresor Cristiano
que los ha alienado, ha proporcionado el mejor argumento en el
que basan la explotación económica-financiera que
tan fácilmente ejercitan los Jerarcas
Cristianos.
La Iglesia Cristiana, unificada bajo el concepto fuera
de contexto actual, y tomando a la Verdad como objetivo, no
siendo más que un concepto eminentemente judío, ha
sabido utilizar muy bien tales afirmaciones encerradas en la
Verdad, pero para aumentar el flujo de
efectivo en las arcas y bancos de la
Jerarquía.
Hoy, y a partir del año 325 y desde el Concilio
de Nicea, se ha tomado como la esencia de la práctica de
Jesucristo a esa frase que Jesús le dice a su acusador
romano cuando en franco diálogo
Pilatos interroga al Rey de los judíos.
Según lo leído en el relato de Juan, es
que hemos sacado las conclusiones que derrumban la base misma de
la prédica engañosa de la Iglesia Cristiana. Nos
dice el Evangelista.
Para esto he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi
voz.
Y Pilatos, al igual que cualquier ser humano que oiga
esto, pregunta asombrando a Jesús.
¡Qué es la
verdad!.
Y así estamos nosotros, que nos hemos dejado
envolver por el humo y el incienso, por la prédica y el
grito, y por la mal usada palabrita "Verdad" que nadie
jamás nos ha podido explicar su verdadero significado,
pero en el contexto israelita, y no en el nuestro acá en
el fututo, tal y como cuando fue pronunciada por el Rey de los
judíos.
¡Qué diablos le quiso decir Jesús a
Pilatos!, que éste, inclusive, se lo haya tenido que
preguntar. Y eso es todo el meollo del asunto. Hemos tomado la
palabra Verdad como un concepto Cristiano que expresa que
Jesús y la predicación Cristiana son el camino
hacia DIOS, cuando la frase o vocablo Verdad no viene más
que a enseñar lo que los israelitas tomaban como una
auténtica manera de difundir sus propias y exclusivas
creencias, tradiciones y formas peculiares de desenvolvimiento
político-religioso-social.
En nuestro lenguaje
articulado común y corriente, al aplicar la palabra Verdad
inmediatamente nuestra mente lo equipara con lo irrefutable y con
algo que refleja una realidad palpable, tanto física como
emocionalmente hablando. La palabra o vocablo "emet" o verdad,
tal y como Jesús la pronuncia delante del asombro del
gobernador Pilatos, que inclusive pregunta "¿Qué es
emet (verdad)?", no tenía otro significado más que
el propio expresado por el sentimiento de esa época y de
esa región en particular tan llena de los más
variados mitos,
leyendas y
conceptos paganos y religiosos amalgamados en una sola creencia y
que, entremezclaban, tal y como hoy en nuestra América
Latina sucede lo propio con los grupos étnicos, que
sin abandonar por completo sus costumbres ancestrales e
indígenas (paganas para los cristianos), han sabido
mezclar los ritos de la Iglesia que los conquistó y
diezmó, y han amalgamado un ritual muy alejado del
tradicional que Roma y el Vaticano practican e imponen en todos
sus borregos alienados.
Decir emet o verdad, con el sentimiento pasional con el
que Jesús lo expresa, significa fundamentalmente algo
sólido, digno de confianza y la cualidad estable en el que
sus conciudadanos se deben y pueden apoyarse. Si Jesús se
declara y confiesa ser el Rey-Sacerdote legítimo, eso, es
algo lo suficientemente sólido y digno de confianza, como
para que todo aquel que oiga su voz le tenga por apoyo y por su
legitimo Rey. O sea que emet o verdad es más que un simple
concepto religioso propiedad de la
Cristiandad.
Y si Jesús dice "He venido para dar testimonio de
la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz", es porque
con toda seguridad Jesús es la prueba de la verdad de ser
él el heredero irrefutable al trono del Reinado de
Yahvé. Y todo israelita, por saber esa verdad o emet, no
sólo oye con respeto su voz y sus expresiones y sus
consejos, sino que además están plenamente
dispuestos a seguirlo pues, consolida su posición de
Ungido, por lo que están prestos a oír su voz y a
seguirlo en la empresa de derrumbar al gobierno usurpador.
¡Así de claro!.
Por eso es la pregunta que hace Pilatos de
"¿Qué es emet?", la que resulta incomprensible para
todo un romano educado y culto, como fue Pilatos, el no saber que
es eso de verdad; pero ahora ya hemos comprendido que no es la
palabra que usamos o que pudo usar Pilatos pues, verdad o emet,
como lo fue considerada por los judíos, no significa lo
mismo que pensó Pilatos y que lo hace, inclusive, como ya
lo hemos repetido varias veces, preguntarle a Jesús sobre
ese concepto tan peculiar de los judíos.
Nos lo corrobora muy bien el propio Pilatos cuando con
el asunto de la Verdad que tan irresponsablemente han usado los
líderes Cristianos para su propio beneficio monetario la
han impuesto entre sus feligreses adormecidos, y así este
gobernante de Roma nos da el exacto sentido que traía
aparejada esa expresión de emet que el fallido heredero le
expresa. Y Pilatos comprendiendo a la perfección su
concepto israelita, cuando para hacer referencia a la
consignación del reo de muerte de Jesús, lo
señala como Rey de los judíos y no Hijo de Dios
que, como bien lo sabía Pilatos, y nosotros
también, son dos cosas diametralmente opuestas.
¿Se le abrieron los ojos, emet?…
Con respecto a Herodes, extrañamente sólo
Lucas 23:6 ss, hace referencia a este insustancial e
insípido encuentro; tan intrascendente para Jesús,
que no encontramos lógica tal narración pues, sin
lograr resolver absolutamente nada, sólo hacen dar a
Jesús un paseo infructuoso. Lo curioso es que los otros
tres Evangelistas no mencionan que hubiese ocurrido la historieta
que Lucas nos ha contado de Herodes.
Resulta muy raro, eso sí, que Juan, uno de los
doce apóstoles y discípulos más estimados
por Jesús, y que acompañó y fue protagonista
de todo el acontecer alrededor de Jesús y su
pasión, no nos haya dejado ningún apunte sobre la
decisión que toma Pilatos para que Herodes se pronuncie en
el asunto del galileo, y así, de una buena vez, se tomara
una determinación con el "reo de muerte".
Lo más controversial de todo este cuento y de esa
pantomima barata montada por los falsarios Cristianos, es que nos
dice Lucas 23:4 lo siguiente.
Y Pilatos dijo a los principales
sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este
hombre.
Y en el relato sobre Herodes, que nos deja el propio
Lucas, tampoco hay afirmación o condena de parte de este
rey que usurpa el gobierno. Y por el contrario hace
decir.
Entonces Herodes, con sus soldados,
después de menospreciarle y escarnecerle, le vistió
de una ropa espléndida, y volvió a enviarle a
Pilatos.
Esto es inverosímil, totalmente falto de sentido
y la más despampanante mentira. Que nos aseguren que
Pilatos no encuentra nada de culpabilidad
en Jesús, y aún así no hayan ordenado su
inmediata libertad y sin
ningún reparo ¡no es congruente con el derecho romano
vigente en esa época!.
A un reo, si había suficientes indicios de
culpabilidad, se le aplicaba inmediatamente la justa sentencia y
la pena acordada; pero si no había ninguna prueba de su
culpa, no había ninguna razón para ser crueles. Hay
que recordar que el derecho y la justa Legislación romana
tenía la particularidad de ser pronta y cumplida, y se
usaba como escarmiento y disuasivo general para que el populacho
no se sintiera movido a salirse de la Ley, pero eso sí,
era justa y correcta en el sentido de que todo a quien se le
declaraba libre de culpa, era o debía de ser prontamente
puesto en libertad sin ninguna cortapisa.
¿Por qué el poderoso Poncio Pilatos no
liberó a Jesús inmediatamente luego de pronunciarse
y declarar públicamente "¡Señores yo no hallo
culpa alguna en este hombre!".
Y a Herodes lo hacen aparecer como un perfecto idiota y
hasta como un pobre retrasado mental. Puesto que si al principio
del Nuevo Testamento nos hablan que su padre, el feroz,
sanguinario y asesino de niños, que persigue hasta el
delirio al anunciado por "unos magos venidos de oriente" como "el
rey de los judíos" y que inclusive Herodes, el padre de
este otro Herodes al que llevan a Jesús, al sentir en
peligro verdadero su trono, decide que lo mejor es eliminar a
este nacido rey legítimo y que tuvo que haber heredado tal
sentimiento a sus hijos, con este Herodes
–decíamos-, que por fin tiene bajo su mano vengativa
al Rey legítimo que lo puede derrocar con un movimiento
popular, tal y como lo intentó hacer Jesús, y sin
más que "menospreciarle y encarnecerle", como ya nos hizo
el favor de contarnos la inspiración que recibiera Lucas,
Herodes deja ir muy tranquilamente a aquel que representa el
mayor peligro a su mandato y gobierno y lo envía de nuevo
con Pilatos; cuando con Juan el Bautista, recordemos, este hijo
de Herodes el Grande que extrañamente no se venga, hizo
matar degollado al Bautista pero que con Jesús
¡pasmosamente! ni lo toma en cuenta.
¿Nos estarán mintiendo?. Usted piense y
analice lo incongruente del juicio llevado a cabo y decida al
respecto…
Willy Ruano
Investigador y escritor