Las opiniones de las personas se encuentran divididas.
En un extremo, se encuentran los que consideran que el cambio
climático es parte de un gran ciclo normal del
planeta.
Del otro lado, aseguran que no caben dudas de que los
cambios climáticos son provocados –directa o
indirectamente- por el ser humano.
Lo cierto es que un gran número de personas se
niegan a aceptarlo. Menos, aún, están dispuestas
a considerar que ellas tienen algo que ver con el
asunto.
Lo más sencillo psíquica y
políticamente es interpretar lo que a uno le
gustaría interpretar, o bien patear la pelota afuera del
campo de juego.
Estas posiciones se parecen mucho a las adoptadas por
los países. Algunos, toman nota y se hacen cargo (como
Rusia) y
otros (como los Estados Unidos)
prefieren dilatas sus decisiones, mientras llevan a cabo films
con olas gigantescas o glaciaciones sólo preocupantes en
la ciencia
ficción.
Una opinión madura debe basarse en evidencias;
nos interese o no, nos favorezca o perjudique. No se la puede
basar en el optimismo o en el pesimismo, que sólo son
proyecciones de emociones. En
el terreno de la razón, hay que reflexionar sobre
algunas evidencias como:
-Se elevó el dióxido de carbono en
la atmósfera a un nivel superior al que hubo
en los últimos cientos de años.
-Los hielos eternos han dejado de serlo: se
están descongelando.
-La temperatura
mundial aumentó a un promedio de 0.6 C por encima de los
registros de
los últimos siglos.
-Las capas de hielo del Artico adelgazaron entre 15 y
un 40% en los últimos 30 años.
-Los glaciales se derriten o retroceden.
-Los océanos se calientan y las costas se
erosionan más ligero.
-El 16% de los arrecifes de
coral del mundo han muerto o agonizan.
-Los bañados, esteros, lagos, lagunas y otros
humedales se achican o desecan.
-Aumentan las lluvias y el impacto de las
inundaciones.
-La primavera se adelanta. Las plantas
florecen antes de tiempo y las
aves
nidifican prematuramente.
Sin embargo, el 16 de febrero del 2005 se
ratificó el Protocolo de
Kioto, el tratado mundial más ambicioso en defensa del
medio
ambiente. Con su vigencia, comenzará una nueva era,
basada en una economía diferente,
lo que junto con un nuevo y necesario paradigma
ético, constituye condiciones sine qua non para el
desarrollo
sostenible.
Este Protocolo establece legalmente objetivos
vinculantes para recortar las emisiones de gases de
efecto
invernadero, producidos por las naciones
desarrolladas.
El objetivo es
reducir, entre 2008 y 2012, un promedio de 5,2 por ciento de
las emisiones a la atmósfera con respecto a los niveles
de 1990 de los seis gases que generan el efecto invernadero:
dióxido de carbono, metano,
óxido nitroso, hidrofruorocarbono, perfluorocarbono y
hexafloruro sulfúrico. Sobre todo, del hemisferio norte,
donde se encuentran los países desarrollados –no
obliga a los países del hemisferio sur o
subdesarrollados- cada país, sin embargo, tiene una
cuota diferente.
En el mundo, se emiten unas 600.000 toneladas de
dióxido de carbono al año. Una cifra que crece
sin freno debido al estilo de vida humana, basada en el
consumo de
combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón o el gas.
Los expertos coinciden en que prácticamente
cualquier actividad humana es contaminante: desde la luz
eléctrica que se utilizan en los hogares, pasando por el
uso de los automóviles, el aire
acondicionado, la calefacción, hasta la industria
siderúrgica, refinerías petroleras o
cementeras.
Sólo el uso del petróleo y otras energías
fósiles es responsable del 80% de las emisiones de gas
carbónico, que actúa como una pantalla
reflectante para el calor que
emite la tierra y lo envía de vuelta a
ésta.
Veamos que se firmó: Se permite un cierto nivel
aceptable de contaminación y se establece un mecanismo
financiero, los créditos de carbono, por el cual quienes
contaminan de más le pueden comprar una parte del
derecho a contaminar a los que contaminan menos.
La entrada en vigencia del Protocolo de Kioto es, sin
duda, un paso muy importante pero no decisivo en la
difícil relación de nuestras sociedades
con los cambios del clima.
Lo bueno es que hay un compromiso internacional de
ocuparse del cambio climático, reduciendo las emisiones
contaminantes.
Esta decisión requiere de un alto compromiso de
la sociedad en
su conjunto: los ciudadanos, a partir de la recepción de
información adecuada, capacitación y conocimiento
para contribuir en lo posible, comenzando por los cambios de
usos y patrones de consumo; el sector empresarial, en la
toma de
decisiones que conduzcan a beneficios basados en una
responsabilidad
social y ambiental, y el poder
público, a través del desarrollo y
la puesta en ejecución de políticas y medidas adecuadas, a la vez
que permanentes.
Lo malo es que nadie está seguro de se
logre una mejora perceptible, y ni siquiera de que muchos de
los firmantes cumplan con sus compromisos.
Ya se dice que Canadá resolverá su
problema en el mercado
financiero y no en las chimeneas. El acuerdo entra en vigor sin
la participación de China y los
Estados Unidos de Norteamérica, dos piezas claves para
cualquier política de
reducción de gases industriales.
El presidente francés Jacques Chirac
instó a los países desarrollados a que para el
2050 dividan por cuatro las emisiones de gases de efecto
invernadero. En una mesa redonda
sobre el cambio climático que se realizó en el
Palacio del Elíseo, Chirac dijo que, sin esperar al
2012, desea que Francia
intente ir más allá del compromiso de
Kioto.
A nivel europeo sugirió que se refuercen las
normas contra
la
contaminación de los vehículos y el transporte
aéreo.
Para el corto plazo, el presidente francés
sostuvo que el primer objetivo del 2005 debe ser el de hacer
que Estados Unidos vuelva a comprometerse en el esfuerzo
internacional de lucha contra el cambio
climático.
Estados Unidos –el mayor contaminador del mundo-
continúa sosteniendo que el Protocolo no es de interés
para su país debido a los supuestos daños que va
a acarrear al cumplimiento de su economía.
El presidente George W. Bush se limitó a
prometer que apoyaría las reducciones de gases
únicamente mediante las acciones
voluntarias y el desarrollo de nuevas
tecnologías.
En lugar de preguntarnos si tenemos o no que ver,
¿No deberíamos plantearnos si no hay que hacer
algo?
Estas no son proyecciones, sino hechos reales. Muchos
de los procesos
señalados ya han ocurrido en la Tierra.
Es cierto. ¡Pero a lo largo de milenarios tiempos
geológicos! No en el lapso que equivale al de una vida
humana. Y si efectivamente fueran naturales, ¿Nos
quedamos de brazos cruzado para ver a la Estatua de la Libertad
cubierta de nieve como en la película "El día
después de mañana"?
La Tierra esta sufriendo de fiebre y está no es
una buena señal. La culpa es de todos.
De la sociedad humana, con sus perversiones, su
irresponsabilidad, su corrupción, sus intereses, su
egoísmo, su hipocresía.
Si la Tierra está molesta, cada vez más
enojada, es por culpa de todos.
Cada vez le hacemos más daño.
Y cuando la culpa es de todos, no significa que ella no sea de
nadie en particular. Es de cada uno, según su grado de
responsabilidad.
Estamos muy enfermos, y no nos damos cuenta. Enfermos
de soberbia, de materialismo,
de codicia.
Pero podemos reaccionar.
Podemos hacer un examen de conciencia;
entrar en conversiones con nuestro ser profundo, con la parte
elevada que hay dentro nuestro y ver si podemos cambiar, aunque
sea en algo. Antes de que sea demasiado tarde.
Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión
Ambiental y Técnico Superior en Comunicación
Social.
Tte. Gral. Juan D. Peron 2049 7mo. "55"
(C1040AAE) Ciudad Autonoma de Buenos
Aires.
República Argentina.