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Alcances e interpretaciones del problema inquilinario a través de la historia (página 2)




Enviado por danus12



Partes: 1, 2

3. La Intervención
Norteamericana

Después de los hechos del Sábado 10 el
Gobierno estaba
débil, sin fuerzas, para enfrentarse a un pueblo que
estaba dispuesto a luchar. Estaba dispuesto a luchar por su
derechos y
también, por sus muertos.

Hay que imaginarse un 20 de mayo de 1958, cuando
después del entierro de Araúz, se veía en
todos los rostros aflorar el rencor y el odio hacia
aquéllos que habían causado la muerte del
joven estudiante; para saber cómo se sentía y
qué sentía el proletariado panameño en esos
días que sucedieron al 10 de octubre de 1925.

El Gobierno vislumbró el peligro,
reconocióse impotente e invoca —para
humillación perenne— el vergonzoso Artículo
136 de la Constitución, cuyo contenido rezaba
así:

Artículo 136

"El Gobierno de los Estados Unidos de
América
podrá intervenir, en cualquier punto de la
República de Panamá,
para restablecer la Paz Pública y el orden constitucional,
si hubiera sido turbado, en el caso de que por virtud de Tratado
Público aquella Nación
asumiere, o hubiere asumido, la obligación de garantizar
la Independencia
y Soberanía de la República" (
Constitución de U República de Panamá de
1904

En virtud de tal Artículo, quedaba expedita la
vía para la Intervención. Así, en la
mañana del 12 de octubre, el General Williams Lassister
lanzó, a los Autoridades y al Pueblo de Panamá,
desde su Cuartel General de Balboa Heights, la siguiente
proclama. Los comentarios huelgan.

"PROCLAMACIÓN"

Departamento de Guerra

Cuartel General del Departamento Militar del Canal de
Panamá

Balboa Heights, Canal Zone

A las autoridades y al pueblo de la Municipalidad de la
ciudad de Panamá, República de
Panamá:

I. El infrascrito, Gral. en Jefe del Departamento del
Canal de Panamá, Ejército de los Estados Unidos,
a petición del Gobernador del Canal de Panamá y
en virtud del Artículo 7o. del Tratado del Canal de
Panamá entre los Estados Unidos y la República de
Panamá, ha ordenado al mayor Gral. C. H. Martín,
del ejército de los Estados Unidos, asumir el servicio de
Policía de la Ciudad de Panamá y los territorios
y puertos adyacentes a ella, y mantener allí el orden
público.

II. El Gral. Martín, ha recibido instrucciones
de emplear las fuerzas armadas de su mando para mantener la paz
y el orden público en el citado territorio. Ha recibido
también instrucciones de informar al Jefe de
Policía de Panamá que los servicios de
la Policía Panameña en dicha ciudad quedan
suspendidos hasta nueva orden, exceptuando a los agentes que
deban emplearse para la protección de la cárcel
pública o para cualquier otro propósito en que
él decida utilizarlos.

III. No se permitirá a ninguna persona que no
trabaje en las fuerzas armadas de los Estados Unidos, la
Policía de la Zona, del Canal y los agentes de
Policía Panameños que fueren utilizados por el
Gral. Martín, portar armas dentro de
la Ciudad.

IV. El Gral. Martín ha recibido también
órdenes de cerrar todas las cantinas, salones y otros
lugares dentro de la ciudad, sus puertos y territorios
adyacentes, donde se vendan bebidas intoxicantes, salvo para
fines médicos, científicos y
eclesiásticos, y salvo también los lugares cuyo
negocio principal no sea la venta de
bebidas intoxicantes, a los cuales se les permitirá
continuar abiertos siempre que sus existencias de licores sean
debidamente selladas.

V. El Gral. Martín, hará arrestar y
llevar ante las autoridades competentes, para ser juzgadas y
castigadas, a todas las personas que desobedezcan
órdenes, perturben la paz o sean acusadas de violar las
leyes de la
República de Panamá, las órdenes y
acuerdos de dicha municipalidad, los reglamentos y
disposiciones de sanidad. En la ejecución de las
órdenes que se le han impartido, el Gral. Martín,
no intervendrá con las leyes comunes y civiles de la
República de Panamá que afecten al pueblo en sus
relaciones corrientes o con la debida administración de la maquinaria de
Gobierno de la República o con sus subdivisiones
políticas, salvo que éstas sean
incompatibles con el mantenimiento de la paz y el orden
público en la ciudad de Panamá.

Regirá desde hoy lunes octubre 12 a la 1 de la
tarde.

Fdo. Wm. Lassister

Mayor Gral. de los E. E. U. U.

Comandante en jefe" .

Así, unos minutos después de la una de la
tarde, penetraban en territorio nacional las fuerzas
norteamericanas. "El Tiempo", al
día siguiente, describía ese momento
así:

"…Con rítmico taconeo que oprimían el
corazón
y nublaban los ojos, un ejército de soldados en traje de
campaña, con cascos de los usados en la guerra europea
algunos, entraba bayoneta calada, sudorosos, al hombro la
mochila, y al cinto el revólver" (43).

Ocuparon el Parque de Santa Ana y el de Lesseps.
Levantaron en dichos lugares sus tiendas de campaña,
tendieron hilos telefónicos e instalaron sus cocinas. Se
estaba efectuando un abierto ultraje a la dignidad
nacional Un ultraje saturado de ironía. Porque todo esto
se llevaba a cabo precisamente el día en que, todos los
pueblos del nuevo mundo inclusive los Estados Unidos rinden
tributo a la Raza: el 12 de octubre.

Pero, en las últimas horas de la tarde, el pueblo
se enfrentó a los vencedores de las Potencias Centrales.
Después del entierro de Ferdín Jaén, un
grupo de
inquilinos se dirigió a la oficina de la
Liga situada en calle 16 oeste, entre las calles B y C, y se
encontró con que algunos soldados habían allanado
dicha oficina. Unánime fue la protesta, y a ésta
siguió, inmediatamente, la acción.
Uno de los primeros en caer fue el panameño, Julián
Camarena, con una lanzada en la ingle. Poco después a
Rafael Echeverría, panameño también, le es
atravesado su muslo izquierdo por un bayonetazo. La multitud no
esperó más. Huyó en busca de refugio. Los
soldados, siguieron tras ella. Muchos se refugiaron en cuartos
particulares de donde fueron sacados a culatazos o con las
bayonetas; y otros, huyeron por balcones y pasadizos. Un joven
panameño de 22 años, Damián Cabrera, no pudo
huir. Fue acorralado en un corredor de una de las casas de la
calle 16 oeste, y allí cayó, atravesado por las
bayonetas.

Los detenidos, por el incidente, fueron muchos; entre
los cuales, algunos eran todavía infantes. Así lo
expresaba "El Tiempo":

"Cuarenta y pico fueron llevados en redil, en medio de
las bayonetas, a la Central, entre ellos varios niños
menores de 10 años" (44).

Después del desenlace fatal que había
tenido este primer encuentro con las fuerzas extranjeras, hizo
que el pueblo decidiese, muy sensatamente, eludir todo roce con
ellas en el futuro. Los días que siguieron hasta que
finalizó la Ocupación fueron de absoluta calma. A
pesar de que existieron los motivos para alterarla. El gobierno,
por ejemplo, inició en esos días, una serie de
deportaciones. Todos los extranjeros que habían
simpatizado con el movimiento
inquilinario, fueron obligados a salir del país. La ira
del Ejecutivo no sólo sobre los extranjeros,
también ciertos empleados públicos, sufrieron los
efectos de ella. Aquellos que como inquilinos habían
.cometido la falta gravísima de protestar contra el alza
injustificada de los alquileres fueron dejados
cesantes.

Pero estas acciones
bochornosas del gobierno, vuelvo y repito, no pudieron quebrantar
la impasibilidad en la que se habían sumergido los
inquilinos panameños.

El miércoles 14 de octubre, se retiró el
primer batallón; y las tropas estacionadas en Santa Ana y
Lesseps, fueron trasladadas a la Cárcel Modelo. Nueve
días después, es decir, el 23 de octubre,
cesó la Ocupación Militar de la ciudad. Para tal
fin, el Gral. Lassister, hizo publicar ese día el
siguiente aviso que, a continuación,
reproduzco:

"AVISO. — A las Autoridades y pueblo de la
Municipalidad

de Panamá:

Las tropas de los Estados Unidos que últimamente
ocupaban a la ciudad de Panamá, para mantener el orden
público, serán retiradas a la una de la tarde del
día de hoy. En tal virtud, todas las instrucciones y
órdenes dictadas por las autoridades militares para el
mantenimiento del orden público en esta ciudad
cesarán en su efectividad a la hora mencionada.

Wm. Lassister-Major General U. S. Army" .

En efecto, a la 1 de la tarde, los últimos
destacamentos de soldados y de Policía Militar salieron de
la ciudad en sendos camiones; ya, en el cuartel central, minutos
antes de la hora señalada, el Gral. Martín
había entregado al Gobierno panameño los poderes
que éste le había dado en custodio. "El Tiempo"
describió esa entrega, huérfana de ceremonias de la
siguiente manera:

"Después de cruzar breves frases de cordialidad,
el Gral. Martín hizo entrega de los poderes a él
confiados, a las autoridades panameñas de las que se
despidió. Marcaba el reloj la una cuando descendía
el Gral. Martín los peldaños del Cuartel Central"
(46).

Se cerraba así un capítulo ignominioso de
nuestra Historia
Patria y una jornada denigrante en el Movimiento Inquilinario.
Porque la Intervención fue la secuela directa de las
actuaciones de un gobierno al que le faltó inteligencia y
tacto en la comprensión y búsqueda de soluciones
justas al problema inquilinario. El gobierno

panameño fue el único responsable de que,
los soldados estadounidenses, irrumpieran en nuestro territorio.
Fue el responsable porque careció —como dijo el Dr.
Solís, en su Alegato en defensa de unos de los detenidos
inquilinarios—

"De coraje y nervio suficiente para mantener sin auxilio
extraño y sin oprimir al pueblo el poder que la
ley y el voto
depositaron en sus manos" (47).

Y finalmente, fue él el responsable de que las
fuerzas norteamericanas no sólo hollaran el territorio
nacional sino que asesinaran, también, a 2
panameños. Damián Cabrera y Julián Camarena,
quien dejó de existir en la tarde del 16 de octubre.
Ellos, al igual que otros istmeños, se enfrentaron a las
bayonetas para demostrarle al Gobierno, a los Estados Unidos y al
mundo que, en el pueblo de Panamá, había
todavía muchos hombres con valor y con
dignidad.

EVERARDO TOMILSON

Las huelgas inquilinarias de 1925 y
1932

Se puede señalar provisoriamente el año de
1925 como el nacimiento del verdadero problema inquilinario
panameño. No significa esto que antes de esa época
y ya lo hemos visto, el precio de las
habitaciones se conformara con la capacidad de pago de los
inquilinos, ni que las condiciones en que se debatía el
inquilino panameño fuesen satisfactorias. Lo que quiere
destacarse es el hecho de que fue entonces cuando la masa de los
inquilinos pobres, obreros y empleados, afrontó
mancomunadamente y por vez primera, la solución del
problema.

En el año de 1925 se pone en vigencia la ley
sobre reformas fiscales por el Dr. Eusebio A. Morales, a la
sazón, Secretario de Hacienda. La ley variaba
el

sistema tributario de la propiedad
urbana y rural. Los propietarios clamaron contra la reforma
alegando que les imponía cargas insoportables.

Para hacer fracasar la ley resolvieron desviar el pago
del nuevo impuesto hacia la
masa de los inquilinos y provocar así, un conflicto que
demostraría al gobierno la impracticabilidad de la
reforma. Operóse en consecuencia un alza general del tipo
de renta en las ciudades de Panamá y Colón, que
excedió de un 25 a un 50|>/o sobre el precio de las
habitaciones vigentes entonces.

La violencia del
alza causa hondo y vasto descontento en la masa inquilinaria. Sin
embargo, la coyuntura económica no era entonces
desesperante. El ramo

de las construcciones, que ocupaba a la mayoría
de los obreros de Panamá y Colón, había
iniciado un período de actividad que duró casi un
lustro. El nivel de los salarios escala alturas
que sólo han sido superadas en décadas recientes.
Pero el alza del arriendo fue tan súbita y exagerada que
obligaba a la población obrera a gastar en
habitación parte considerable del dinero que
había de dedicar a sus demás necesidades
primarias.

El Sindicato
General de Trabajadores, entidad proletaria que se había
constituido a fines de 1924, atiende el clamor de las masas,
organizando la Liga de Inquilinos y Subsistencias. En unos
cuantos meses, de junio a octubre de 1925, la Liga asume el
carácter de una poderosa organización de masas. Es la primera en su
género
que se ha visto en Panamá. A principios de
octubre tiene seis mil miembros inscritos y cotizantes. La
espontaneidad, la unanimidad, la disciplina y
el heroico espíritu de lucha con que las masas sostuvieron
las consignas y reivindicaciones de la Liga, comprueban la
realidad de las causas sociales que generaban el
movimiento.

No parecieron entenderlo así el gobierno y los
propietarios de casas. No se busca la solución radical del
problema, sino el sofocamiento por la fuerza de la
agitación de la
organización inquilinaria. El 10 de octubre es la
expresión de ese proceder erróneo.

Producidos los disturbios, el Gobierno nombra
precisamente a un dueño de casas, Julio Quijano, Jefe del
Primer Batallón de Voluntarios para combatir la
"intransigencia" de los inquilinos. Se abren inscripciones en el
Consejo Municipal, como si se tratara de una guerra civil y hasta
los Soldados de la Independencia ofrecen sus
contingentes.

Pero todo resulta inútil. La conciencia que
había despertado el movimiento entre los obreros y el
notable abuso de que eran víctimas por la soberbia y la
ambición de los caseros, no permiten contener el empuje de
las masas enardecidas y sedientas de justicia.

Es entonces cuando pretextando una supuesta
conspiración internacional, el Gobierno solicita
—para vergüenza eterna— la intervención
de las fuerzas norteamericanas para que sofocaran la
agitación popular. (2)

No había tal conspiración. El mismo
Presidente Rodolfo Chiari tuvo que admitir, en un discurso
pronunciado el día 17 de octubre de ese mismo año
que:

"antes de acordada la Comisión de Reparaciones
había dispuesto yo nombrar comisiones secretas con
instrucciones precisas de cerciorarse si evidentemente eran
muchos los propietarios que habían elevado sus alquileres;
y doloroso es decirlo, pero es lo cierto, que los informes
recibidos por mí demuestran que SON POCOS LOS QUE NO HAYAN
ELEVADO SUS ALQUILERES A PARTIR DE ENERO DE ESTE ANO. No obstante
la buena fe que me impulsó a que se efectuara la
reunión de propietarios convocada por mí, es
evidente que en la práctica la GENERALIDAD HA DESCONOCIDO
EL CONVENIO ACORDADO Y ASEDIAN A LOS JUECES CON DEMANDAS DE
LANZAMIENTOS; puedo citarles el caso especial del Juez 5o.
Municipal Gerardo Abrahams quien ayer tuvo que decretar infinidad
de lanzamientos; esos propietarios no tienen en cuenta las
condiciones económicas por que pasa el país en la
actualidad y no dan tregua para que la Comisión Mixta de
Reclamos oiga y resuelva si tienen o no razón. Puedo
asegurarles que los informes traídos por mis comisiones
secretas SON PRÓDIGOS EN ACTIVIDADES DE LOS PROPIETARIOS
EN ESE SENTIDO DE NO DAR CUARTEL".

¿No eran estas palabras el peor mentís del
gobierno a la campaña que se desató para hacer ver
que el movimiento inquilinario en procura de justicia, era una
conspiración internacional?

Aparentemente con la sofocación por la fuerza a
que había sido sometido el movimiento, el problema quedaba
diferido y extinto la protesta de los inquilinos. Pero
ningún problema social consiente soluciones de fuerza que
no liquide sus causas

determinantes. Ni tolera tampoco que se emplace su
discusión sine die. La dialéctica de la historia es
inflexible e ineludible. Mientras las causas subsistan el
problema seguirá complicándose, creciendo,
intensificándose, aunque sus manifestaciones externas sean
débiles. El instante llega, necesariamente en que el
problema irrumpe por el boquete a la primera oportunidad que se
le ofrezca y desconcierta con su inesperado retorno a quienes lo
suponían proscrito para siempre.

Después de 1925, sigue vigente la tendencia
alcista de los alquileres. Seguros del apoyo
moral y
material del gobierno que inhibía automáticamente
cualquier síntoma de actividad corporativa de los
inquilinos, los arrendadores imponen una tasa de alquiler que
sube constantemente, sin fijarle límite a su
ascenso.

Si se pudiera aprisionar en un esquema el curso de esta
carrera, veríamos que traza una curva ascendente, sin
interrupciones ni oscilaciones a través de siete
años. Las quejas formales de los inquilinos, recogidas por
los comités de la Liga de Inquilinos y Subsistencias,
permiten aseverar que de 1925 a 1932, los alquileres aumentaron
en una proporción del 50 al 75% sobre las cifras
existentes en el cuatrienio de 1920-1924.

De 1925 a 1930, el Banco Nacional
introdujo al país cuatro millones de dólares de
capital
extranjero distribuido mediante el sistema de
cédulas hipotecarias. Algo de ese numerario se
dedicó al mejoramiento de empresas rurales.
Pero la cuota mayor se empleó en nuevas construcciones en
las ciudades de Panamá y Colón.

Los propietarios o inversores fueron individuos o
compañías capitalistas que disponían de
propiedades garantes del préstamo. Surgieron en toda la
ciudad las llamadas "casas de apartamientos" y con ellas el tipo
de alquiler subió todavía más.

En primer lugar, los inquilinos de las nuevas casas
debían pagar a precios de
lujo las comodidades que en ellos encontraban y sufragaban
así las obligaciones
contraídas por los propietarios. Pero lo importante es que
el alza repercutía sobre los inquilinos más
pobres.

El capitalista, en efecto, considera sus haberes como un
todo, como una unidad indivisible, de la cual procura arrancar
una utilidad
también única. De este modo, los arrendatarios de
la viejas casas se ven obligados a la amortización de sus nuevas deudas. La
ocasión era aún más onerosa cuando se
trataba del pequeño propietario que se endeuda para
reconstruir la casa o edificar sobre un solar sin uso. Entonces
le imponía al inquilino un canon de alquiler que no
sólo le permitía extinguir el préstamo, sino
deducir un producto
líquido para sus propias necesidades.

Analizando el problema desde este ángulo, se
comprende que había de llegar un momento en que la
intensidad del alza de los alquileres hiciese saltar en pedazos
la resistencia
económica, la capacidad de pago de las grandes masas
inquilinarias. Y el momento llegó. Mientras la
situación económica en general se mantuvo a cierta
altura, en tanto duraron los efectos de la inyección
monetaria extranjera, el trabajador tuvo ocupación estable
y percibió jornales que le posibilitaron el pago del
arriendo caro.

Pero en el año de 1930 se sintieron en
Panamá los primeros estremecimientos de la crisis que
agarrotó al mundo para esa época. Eran las
repercusiones del gran desastre, de la gran depresión
que sacudió los cimientos del edificio de la economía
mundial La caída de los precios en el mercado universal
hizo bajar presurosamente el monto de los impuestos
aduanales que constituían la primera renta del fisco
nacional. El estado
panameño se precipitó al desfiladero sin salida de
las reducciones presupuestarias. Las obras públicas se
suspendieron. Miles de obreros quedaron aprisionados por el
paro. De otra
parte, el derrumbe del mercado de
valores neoyorquino en octubre de 1929 había sepultado
millones de pesos puestos en juego
bursátil por los capitalistas panameños. El
crédito
se contrajo violentamente. El Banco Nacional imposibilitado para
adquirir nuevos empréstitos, dejó de prestar
grandes sumas a los constructores y caseros. Los trabajos
privados de edificación se paralizaron casi totalmente.
Nuevos contingentes proletarios engrosaron el ejército de
desocupados.

El Standard general de vida descendió
bruscamente. La capacidad adquisitiva de la masa obrera
cayó por debajo del mínimo posible para la
satisfacción de sus necesidades. Mientras tanto, la tasa
de alquiler permanecía remontada en la alta atmósfera a donde
había llegado en los días de la inflación.
Los capitalistas endeudados no encontraban otro medio de aminorar
sus obligaciones que el de arrancar a los inquilinos una renta
altísima que, lejos de reducir, procuraban aumentar. La
masa inquilinaria sintió caer sobre sus hombros todo el
peso de la crisis general que sufría el país. El
descontento, la protesta, la organización de combate
contra la vivienda cara fueron resultante general y natural de
tal situación. Los objetivos
económicos de la Liga de Inquilinos en la rebaja de los
alquileres y la abolición de los rasgos ominosos del
sistema de inquilinato, constituyeron el fondo de la famosa
huelga de "no
pago" de 1932.

Volvió el clima de
desasosiego que se puso de manifiesto en el año 25. Las
agitaciones populares se multiplicaron a despecho de la
indiferencia del gobierno y la resistencia de los propietarios de
casas. Pero a diferencia denaquella ocasión, se
contempló ya la necesidad de normar especialmente la
cuestión inquilinaria. Se plantearon también
soluciones de carácter general, que si bien no llegaban al
fondo del problema, eran, sin duda, un paso hacia adelante en la
conquista de los inquilinos y un triunfo sin precedentes en la
regulación jurídica del negocio.

Ventajas y desventajas de las soluciones
aplicadas

Cuando el problema surge con caracteres definidos en
1926 se producen los disturbios callejeros y la sofocación
sangrienta del movimiento por las fuerzas nacionales y
extranjeras, el Órgano Ejecutivo quiso restarle
méritos al movimiento. En realidad, no había
intención alguna del poder central en liquidar el problema
por la vía positiva La finalidad gubernamental estaba
disparada a su extirpación por la fuerza, considerando que
ello constituiría el fin de un problema que estaba tomando
lineamientos nacionales.

La razón se explica en el hecho que hemos
apuntado antes: la estructura
económica sobre la cual se asentaba la economía
panameña. Eran precisamente los caseros y los
terratenientes los que sostenían al gobierno de Don
Rodolfo Chiari y claro está, cualesquier fórmula
que se buscara tenía que estar supeditada a esos
intereses. Pero era tan intensa la protesta, tan combativo el
movimiento en las calles, que pese a todo ello el gobierno tuvo
que asumir una posición.

Se nombró para el efecto, una Comisión
Mixta de Reclamos compuesta por representantes de inquilinos y
propietarios. Esta Comisión tenía como
propósito atender las reclamaciones que una y otra parte
hicieran de las querellas inquilinarias. Además,
debía informar al Sr. Presidente del estado de la
situación y llegar a conclusiones que pudieran poner fin a
la agitación popular.

Sin comentarios, porque se explican por sí solas,
vamos a enunciar las recomendaciones sugeridas por la mencionada
Comisión. Ellas eran:

1. Mayor cortesía en el cobro de los alquileres
de parte de los propietarios.

2. Retrotraer los alquileres a enero de 1925 y una
rebaja del 5% para los inquilinos que eran jornaleros.

3. Rebaja del agua.

4. Rebaja de la luz.

El Gobierno, por su parte, anunció las
siguientes:

1. Aumento de los trabajadores en el Hospital Santo
Tomás.

2. Construcción del Manicomio.

3. Construcción de la Escuela de
Medicina.

4. Activar los trabajos de las escuelas
agrícolas.

5. Arriendo de 200 habitaciones para subarrendarlas a
precios de costo a los
obreros que no tenían trabajo.

6. Levantar un censo y hacer una inspección de
las condiciones higiénicas de las viviendas.

Puede apreciarse que las recomendaciones de la
Comisión no eran otra cosa que el resultado de un clima de
terror en donde primaban los intereses del grupo
económicamente más poderoso. Basta sólo
subrayar aquello de "mayor cortesía para el cobro de los
alquileres", para percatarse que la desigualdad en la
discusión era obvia y no se adentraba en la médula
del problema.

En cambio, las
medidas adoptadas por el Ejecutivo, flanqueaban el ataque del
problema creando fuentes de
trabajo para los obreros en el Hospital Santo Tomás, la
construcción del Manicomio y las escuelas agrícolas
en el interior de la República.

A simple vista la solución era ideal; pero ideal
para el gobierno y los caseros, pues se diluía la fuerza
del movimiento. ¿Cómo iba a conservarse la unidad
de un movimiento cuyos elementos iban a ser repartidos en
acciones distintas del territorio nacional, sobre la base de
trabajos en construcciones de escuelas agrícolas?
¿Cómo iba a mantenerse la justicia, si lejos de
atacar de frente el problema, se utilizaba el desempleo de la
masa obrera como arma contra esa misma masa obrera?
¿Dónde estaba el sentido de la equidad en
unas medidas que enunciaba un programa de
construcciones para dar empleo a los
desocupados y mantenía a todo trance el alza exorbitante
de los alquileres? ¿Es que el obrero entonces debía
trabajar sólo para pagar renta al casero?
¿Quién podía garantizar justicia o igualdad ante
tales medidas? ¿Y en cuanto al arriendo de habitaciones
para luego subarrendarlo no favorecía esta medida
precisamente a los dueños de casas, que querían ver
asegurado el pago de sus rentas para satisfacer sus compromisos
bancarios?

Era natural que el movimiento se difiriera unos
años y luego reapareciera con mayor vigor.

Las medidas que se adoptaron en 1932 no se diferencian
mucho de las dispuestas en 1926. Es cierto que se dictaron
disposiciones legales tendientes a regular la cuestión
inquilinaria. Es cierto también que fue ésta la
primera ocasión que la presión
popular impuso al gobierno la necesidad de legislar sobre
materia tan
controvertida como ésta; pero también es obvio que
volviera a insistir en la cuestión del arriendo y
subarriendo de viviendas para inquilinos pobres, lejos de
construir viviendas el Estado que garantizara una
protección efectiva al arrendatario. Además, quien
haya vivido en esos tiempos puede dar fe de los abusos que se
cometieron en el subarriendo de esas viviendas. No eran
precisamente los inquilinos los que disfrutaban de ellas sino las
queridas de ciertos funcionarios oportunistas e
inescrupulosos.

Aparentemente fueron muchas las ventajas que se
concedieron a los inquilinos en las disposiciones que se dictaron
y no puede negarse que el mérito que las significa se
fundamenta en ser las primeras normas que
sustraían de la legislación común, un
problema que por sus condiciones debe estar reglamentado por
normas especiales. Pero todavía queda mucho por andar y
las disposiciones que fueron dictadas con posterioridad ponen de
manifiesto la inconsistencia de esas medidas.

DEMETRIO PORRAS

El Movimiento Inquilinario

Este movimiento tuvo sus orígenes conocidos hacia
el año 1925, cuando el alto costo de la vivienda
obligó al pueblo a una protesta que se manifestó
por las calles. Alarmado el Presidente Chiari ante la magnitud
del problema llamó para aplacarle a las tropas americanas
acantonadas en la Zona del Canal, las que mataron más de
veinticinco inquilinos pobres e hirieron a muchos más, por
el solo delito de pedir
la rebaja de los alquileres. Este grave problema, latente desde
esa época, hizo crisis en 1932, pues se había ido
agravando con la ineptitud o mala fe de los gobiernos que se
sucedieron desde entonces y debido a la depresión
económica que azotaba las playas
panameñas.

El problema de la vivienda en Panamá es muy
complicado debido al sistema de construcción; las casas de
inquilinato son colectivas y constituyen una lacra y una
vergüenza. Los capitalistas panameños saben
cómo explotar sus capitales construyendo casas-pueblos,
incómodas, antihigiénicas, pero que les producen un
alto tipo de interés
que llega hasta el dieciséis por ciento al año, y
ni industrias, ni
cultivos, ni almacenes llaman
su atención. ¡Solamente casas de
alquileres! Estas inmensas jaulas, que podríamos llamar,
se componen de unos setenta o más cuartos que, a lo sumo,
miden doce metros cuadrados y allí se aglomeran las
numerosas familias de los trabajadores panameños. Los
cuartos están separados por un tabique delgado y en lo
alto, hay una rejilla para la ventilación; hay
además dos excusados y un baño que
únicamente necesidades urgentes pueden obligar a usarlos.
Las casas son de madera
y techo de zinc: algunas veces pintadas. Una tremenda
promiscuidad reina en ellas; allí viven mujeres de la vida
airada, aves
pálidas, hijas del arroyo. En otros cuartos contiguos,
viven familias numerosas con hijos, quienes oyen hasta los
suspiros que exhalan, escuchan las blasfemias, ven por las
rendijas las obscenidades que allí se desarrollan y, en
este ambiente,
aprenden y se transforman en niños viejos, carne de
prostíbulo y de cabaret, de correccional y de presidio.
Estas casas que son verdaderos pueblos, tienen cuartos que dan a
callejones indecentes y malolientes en los que no entra el sol, ni
siquiera el aire;
están infestadas de tuberculosis,
pero su alquiler es de ocho, diez, y hasta quince dólares
al mes. Allí crecen el vicio y las epidemias; allí
se asesina un pueblo: se corrompe a su niñez y se la
empuja a la delincuencia y
a la prostitución sin que esto preocupe,
emocione o inquiete a nuestros gobernantes dueños de casa.
Chorrillo, Granillo, Santa Ana, Guachapalí,
Marañón, Calidonia y San Miguel, barrios pobres de
los trabajadores panameños, barrios sucios y humillantes,
trágicos y pestilentes, en donde el obrero paga su tributo
de sangre al Dios
Capitalismo,
nuevo Moloch insaciable de víctimas; la tuberculosis,
sífilis, blenorragia, alcoholismo y
demencia son la secuela de esta situación. Pero el casero
o su cobrador, impasibles antes esos cuadros de miseria, recorren
bien temprano por la mañana cada casa y cada cuarto
cobrando y amenazando al que no paga; echándose como
verdugos sobre esas pobres gentes, que a veces no tienen ni con
qué desayunarse ni con qué "encender el
fogón". Pero si no paga, el gendarme y el Juez vienen
pronto a lanzarles a la calle sus pobres muebles y sus
desvencijados "trastos".

Una situación como ésta provocó la
revuelta pacífica, la protesta cívica de las masas
inquilinarias de la capital. Se formó un Comité que
convocó a un Congreso y este Congreso se transformó
en la liga de Inquilinos. Esta nombró un cuerpo de
abogados consultores y defensores del que tuve el honor de formar
parte. Nuestra lucha contra caseros, cobradores policías,
jueces y leyes, fue brava. Todo estaban en contra nuestra, los
lanzamientos de los inquilinos y desahucios se sucedían
vertiginosamente, ya que ni súplicas ni amenazas
detenían la ofensiva de los caseros. Entonces fue cuando
la Liga ordenó la "huelga de no pago". Los Comités
de Santa Ana, Guachapalí, Calidonia, Granillo, fueron
asaltados por la policía que, revólver en mano y
tolete en alto, rompían cabezas, detenían
"comunistas", "anarquistas", "terroristas"; sin embargo, en todo
el curso de la lucha, no hubo ni un atentado ni amago de
incendio, nada, absolutamente nada; todos los inquilinos
mantuvieron orden y compostura. Pero la policía
disolvía las reuniones públicas y privadas y
arrestaba a los líderes.

El Presidente Alfaro convocó una reunión
en la presidencia a la cual asistieron delegados de los
inquilinos, entre los cuales figuraban: Cristóbal Segundo,
Samuel Casis, Pío Guerrero González y F. Lara, y
por parte de los caseros: Anastasio Ruíz, Carlos Muller y
otros que no recuerdo. Esta conferencia
directa fracasó, a pesar de los esfuerzos del Presidente,
y fracasó debido a la intransigencia de los propietarios.
La huelga siguió su curso hasta que el Presidente Alfaro
dictó un decreto-ley declarando suspendidas las
garantías constitucionales y rebajando los alquileres en
un treinta por ciento.

Con todos los directores de la Liga de Inquilinos
detenidos, y con las garantías constitucionales
suspendidas se abrió la segunda etapa de la lucha, que
consistía en poder conseguir una ley justa que protegiese
los intereses de los inquilinos. Esta vez actué como
vocero de los inquilinos, es decir, del pueblo de Panamá,
asesorado por una Junta Consultiva formada por Diógenes De
la Rosa, Domingo H. Turner, Cristóbal Segundo, Jorge
Brower, Leonel Urriola, Alberto Quintana Herrera, José
Vacaro y José A. Mendieta. Se reunió un gran
congreso en la calle 3 de Noviembre, del barrio del
Marañen, y allí se discutieron y se aprobaron las
reivindicaciones de los inquilinos y se me entregaron para que yo
les planteara ante la Asamblea Nacional. Eran como
sigue:

Resolución sobre bases para un Proyecto de
Ley-Inquilinaria.

La Segunda Asamblea General de la Liga de Inquilinos y
Subsistentes de Panamá.

Considerando:

a. Que actualmente se encuentra planteada en la Asamblea
Nacional solución legal al problema
inquilinaria;

b. Que con tal fin han sido presentados a la
consideración de] referido cuerpo dos leyes de
inquilinato: uno elaborado por el diputado Dr. Demetrio A.
Porras, y otros por la comisión que designó con tal
fin la misma Asamblea Nacional.

c. Que aun cuando la Asamblea General de la Liga de
Inquilinos y demás organismos de la misma están
convencidos de que el problema inquilinario, dentro del
Régimen de Propiedad vigente no puede tener
solución definitiva y que cualquier medida de orden legal
que se adopte, no paliará el conflicto entre inquilinos y
caseros.

d. Que no obstante esto, es de todo punto imposible
evitar la interferencia del poder
Legislativo en la cuestión; y que frente a esta
circunstancia, la Liga de Inquilinos y Subsistencias, por medio
de sus máximo organismo, debe dar a conocer las bases
conforme a las cuales exige se expida una Ley de Inquilinato que
rija las relaciones contractuales entre propietarios e
inquilinos, hasta tanto que las nuevas condiciones demanden su
revisión total o parcial;

RESUELVE:

La Ley de Inquilinato de la Asamblea Nacional expone
debe descansar sobre las siguientes bases:

a. Reducir el tipo de alquileres vigentes en un 50% y
fijar el tipo de la ganancia del capital invertido en
construcciones de alquiler al 3% anual;

b. Ajustar las edificaciones a un riguroso reglamento
en materia de higienización y confort y ordenar la
inmediata demolición de los edificios que no se ajusten
a dichas exigencias;

c. Obligación de pintar interior y
exteriormente los edificios de alquiler por lo menos, 2 veces
al año;

d. Higienizar las habitaciones que hayan sido ocupadas
por individuos atacados de enfermedades contagiosas,
antes de ser ocupadas por otro;

e. Establecer el principio de responsabilidad a cargo del propietario por
accidentes
sobrevenidos a los ocupantes por causas de inseguridad
o mal estado del edificio;

f. Abolición absoluta del contrato de
subarrendamiento, salvo los casos en que se trate del negocio
de hoteles, casas de
huéspedes o pensiones;

h. Modificación de las disposiciones legales
sobre desahucio y lanzamiento, en los cuales se determine que
el inquilino sólo puede ser desahuciado en los casos
siguientes: por enfermedad contagiosa, locura o manifiesta
inmoralidad; por mora en el pago de la renta, por la
reconstrucción del edificio, o reparaciones que le hagan
incómodo o inhabitable, o cuando el edificio sea vendido
o arrendado para fines de asistencia pública. El
lanzamiento por mora sólo podrá ejercitarse con
los inquilinos que tengan ocupación; no así
contra los desocupados por causas forzosas, contra los enfermos
privados de salarios, renta, pensión o beneficio. El
pago de la renta se hará por períodos vencidos.
Toda estipulación en contrario carecerá de valor
legal;

i. Los bomberos voluntarios, como miembros de una
organización declarada de utilidad pública,
tendrán derecho a habitación gratuita;

j. Mientras dure la actual crisis fiscal y el
Gobierno esté imposibilitado para pagar a los agentes de
policía la totalidad de sus sueldos en dinero efectivo,
se les permitirá a dichos agentes el pago de la renta en
bonos
certificados u otros documentos
similares. Esta concesión se hará a los empleados
públicos hasta una tercera parte del
arrendamiento;

k. Las deudas acumuladas con motivo de la inquilinaria
del 'no pagado' serán condenadas;

1. las controversias que se susciten entre inquilinos y
propietarios, por razón del contrato de inquilinato y todo
lo relativo al cumplimiento de esta Ley, caerán bajo la
jurisdicción y competencia de
una Junta de Inquilinato, compuesta por un representante de la
Liga de Inquilinos y otros de los propietarios. Actuará
como dirigente en los casos de discordia, el tercer elegido, de
común acuerdo, por los dos representantes anteriores; la
elección no podrá recaer en ningún caso en
persona que sea propietaria, empleado público o empleado
particular de algún propietario.

El Proyecto de Ley presentado por mí contemplaba
las mismas bases con pequeñas variaciones. En la
elaboración de este proyecto fui asesorado por
Diógenes de la Rosa y por Domingo Tur-ner, quienes
habían sido nombrados conmigo para la redacción del proyecto de Ley Inquilinaria.
Con el proyecto de Ley redactamos una exposición
de motivos demostrando que el problema de la vivienda era apenas
un sector del gran problema social.

Por supuesto que los diputados caseros que había
en la Cámara, no estaban dispuestos a aceptar una Ley de
esta clase sin
pelea, ya que en problemas de
esta magnitud no pueden usarse demagogias politiqueras. Era un
planteamiento de la lucha de clases que las "gentes bien" niegan
que exista, pero que la realidad nos demuestra diariamente, y no
como ellos sostienen, porque seamos nosotros los que la creamos,
pues nosotros no hacemos mas que canalizarla para evitar un
desbordamiento inconsciente y peligroso para la misma estabilidad
del país. El Presidente Dr. Ricardo J. Alfaro tuvo que
rendir un informe especial
a la supresión de las garantías constitucionales y
de los sacrosantos derechos individuales y así
llevó el problema inquilinario al Parlamento. Allí,
como representante del pueblo, cumplí con mi deber;
defendí a ese pueblo, no por amor a las
masas, sino porque yo formo parte de ellas, porque como inquilino
sufría en mi propia carne la explotación sin
misericordia de los propietarios de casas, cuya única
finalidad es enriquecerse en poco tiempo a costa del sacrificio
de los inquilinos. Era justicia lo que pedíamos y no
amor.

Mis discursos e
interpelaciones eran aplaudidos y respaldados por miles de
hombres y mujeres cuyas manifestaciones hacían temblar a
la Asamblea Nacional, a los caseros y al gobierno, al cual se le
veía impotente.

La Ley fue presentada y el informe discutido
según se podrá ver en el Diario de Panamá de
esa época. Cada artículo de la Ley significaba una
lucha terrible, y fui respaldado, ayudado y asesorado en la
Asamblea por los diputados Víctor Florencio Goytía,
José Daniel Crespo, Raimundo Ortega Victo y otros:
auténticos y honrados representantes del
pueblo.

Al terminar las sesiones el pueblo que seguía
ansioso el curso de ellas desde la barra y los alrededores del
Teatro Nacional
donde se reunía la Asamblea Nacional, me acompañaba
en masa hasta mi casa. La ciudad estaba virtualmente en nuestras
manos al llegar Harmodio Arias al poder. Las masas esperaban a
que su candidato el "candidato de los pobres", resolvería
el caso favorablemente; olvidaban que el Dr. Harmodio Arias era
también casero y que la lucha era clasista y no política. Pronto se
dieron cuenta de eso: el 24 de octubre de 1932 tuve un incidente
con el presidente de la Asamblea, bastante grave, debido
quizás al acaloramiento de la discusión. El 25 se
aprobaron, después de una reñida batalla, varios
artículos presentados por mí y Ortega Victo, y
aprobados ya por la Liga de Inquilinos. El pueblo seguía
con ansiedad las vicisitudes de la lucha; miles de hombres y
mujeres se congregaban diariamente alrededor del Palacio Nacional
donde existía un ambiente muy tenso; pero bomberos y
policías fraternizaban con los inquilinos. El día
26 se aprobó el artículo sobre el canon de alquiler
por el que se hacía una justa rebaja en los alquileres. El
pueblo delirante recorrió las calles de la ciudad y entre
gritos de júbilo me acompañó hasta mi casa.
Sin embargo, en la mañana del día 27 me avisaron
que la Asamblea estaba reunida sin haber citado a los diputados
defensores de la ley inquilinaria. Volé hacia el Palacio,
avisé a varios "camaradas" que fueran inmediatamente a los
comités de barrio para advertir a todos y que acudiesen a
la Asamblea en el mayor número posible. Mis temores se
confirmaron. La Asamblea, que había aprobado la rebaja y
el canon el día anterior, había echado por tierra el
artículo y, en reconsideración, lo rechazaba.
Ninguno de los defensores de la ley estaba presente. Apenas me
vieron entrar las barras, comenzaron a aplaudir y a gritar; el
presidente, con este pretexto, cerró la sesión. Yo
protesté, pero no se me hizo caso. Entonces comenzó
una gritería enorme. Las masas estaban indignadas y al
salir el presidente de la Asamblea fue agredido por la multitud;
corrí a protegerle, al ser llamado, y trepando a una
ventana de una de las casas que dan frente al Parque de Bolívar,
pedí al público que no perdiera la serenidad, para
no perder la batalla. Me solicitaron entonces fuéramos a
la Presidencia de la República a protestar, y yo les
acompañé. Diez mil almas rompieron los cordones de
la policía y llegamos frente al Palacio de las Garzas.
Subí yo solo las gradas que estaban custodiadas por
miembros de Acción Comunal quienes, revólver en
mano me miraban avanzar en actitud
hostil. Es curioso que muchos de esos hombres que en ese momento
se oponían a las justas reivindicaciones del pueblo, por
adhesión incondicional a Harmodio Arias, más tarde,
al romper con éste, por intereses meramente personales, me
reprocharon no hubiera yo aprovechado esos momentos para
apoderarme del poder y sacar al que ellos habían
considerado como un símbolo. No comprendían que a
mí, en esa lucha, no me guiaba ningún
interés político inconfesable y que lealmente
luchaba por obtener reivindicaciones específicas de la
clase trabajadora de mi país, y que la Presidencia, a
mí, no me quitaba el sueño.

Dentro del salón encontré a un grupo de
propietarios encabezado por Carlos Muller, quienes me miraron
temerosos y asombrados. El Dr. Harmodio Arias, pálido y
nervioso, me recibió con deferencia y prometió
resolver el problema rogándome le diera una oportunidad
puesto que solamente tenía veintisiete días de
detentar el poder. Me aseguró que él
encontraría una solución dentro del marco de
nuestra vieja Constitución. A mi solicitud, salió
conmigo al balcón de la presidencia y las masas, al verlo,
irrumpieron en gritos. Algunos gritaban: "tíranos al
Cholito", "quédese usted". Tomé la palabra y
dirigiéndome al pueblo le dije lo que me había
prometido el Presidente y éste, en breves palabras, lo
confirmó. De allí, me acompañaron a mi casa.
La ola de indignación crecía por momentos; ya era
toda la ciudad que se estremecía. Elementos
políticos adversarios al Presidente, aunque también
dueños de casas, tomaron parte activa en esta
campaña de agitación. Esto no me agradaba, puesto
que nuestra lucha no era política, sino de carácter
económico. Nuestra suprema ambición era resolver un
problema grave para el país y resolverlo a favor de los
explotados, de las grandes masas que hicieron posible que el Dr.
Arias, "candidato de los pobres", fuera a la presidencia, y yo,
como amigo del presidente, no deseaba que éste traicionara
al pueblo y se convirtiera en "presidente de los ricos". Por la
tarde, se congregaron alrededor del Palacio Nacional y del Teatro
miles y miles de individuos que esperaban ansiosos la
sesión de la Asamblea; pero fue en vano. Los diputados,
temerosos, no quisieron reunirse. Pocos de ellos paseaban
nerviosos por el salón de sesiones. El teatro estaba
completamente lleno, y afuera, en la plaza de Bolívar la
muchedumbre era compacta. Los camaradas improvisaban tribunas y
hablaban al pueblo. Frente a la Iglesia de San
Francisco, el gentío era impenetrable; querían
entrar en el teatro, pero no era posible puesto que en él
había ya más de tres mil hombres.

La imprudencia de unos oficiales prendió la mecha
que hubiera sido fatal para nuestra existencia como nación,
si los líderes que encabezábamos este movimiento no
hubiéramos tenido suficiente aplomo para conjurar el
peligro. El capitán Ardito Barletta, quiso desalojar a los
que estaban dentro del salón de sesiones y comenzó
a disparar tiros al aire como un loco, y violando así la
Constitución y las leyes del país. Inmediatamente,
los que estaban afuera empezaron a arrancar hierros de los
albañales y armarse contra un grupo de
oficiales; la policía mientras tanto permanecía
neutral e impasible. De una pedrada, fue derribado el
capitán Luti, quien sangrando de la frente, gritaba al
pueblo que él era su amigo y que le escucharan. Ante esta
situación, salí yo a la calle en
compañía de los valientes diputados Goytía y
Crespo y como sabía que en esos momentos centenares de
soldados yanquis, en trajes de compaña, estaban alineados
en la Calle 4 de Julio, esperando una llamada del Presidente de
la República (quien para honor suyo no la utilizó,
salvando así al país, a su gobierno y a sí
mismo de una afrenta y de un nuevo bochorno) dispuse ponerme al
frente de una manifestación que corrió toda la
Avenida Central y fue a morir en el Marañón, barrio
que era la citadela de los inquilinos.

Al día siguiente de estos acontecimientos, la
mayoría de la Asamblea, con excepción de los
diputados Goytía, Crespo, Sucre, Ortega Vieto y yo, se
reunió en la Presidencia y formaron un Bloque
Patriótico Nacional. Al ser yo llamado a Palacio, me
invitaron a formar parte de ese bloque, pero yo rehusé
alegando su injustificación, puesto que ningún
peligro exterior nos amenazaba y si se formaba, tenía que
ser contra los inquilinos y así opinó Ortega Vieto,
que estaba presente. Más tarde, Harmodio Arias
presentó un proyecto de artículo nuevo para
reemplazar el que había sido derogado. Este
artículo establecía una moratoria parcial en lugar
de la rebaja. En el fondo, era cuestión de palabras
solamente, de forma. Este artículo fue
aprobado.

El Comandante Guardia, cuñado del Presidente de
la República, había ya reformado la policía
con elementos traídos del interior y que no
conocían nada del problema puesto que no habían
sufrido por su causa. Estos policías, armados hasta los
dientes y dirigidos por el Alcalde Héctor Valdés,
impidieron que el pueblo pasase al recinto de la Asamblea.
Establecieron un cordón de acero y metralla
en el mismo lugar donde existía antes la puerta de tierra
que separaba los "ñopos", "godos", de los "negros del
arrabal".

El día 29 por la mañana, al salir de la
Asamblea donde había tenido lugar una sesión del
Comité Central de la Liga, que se reunía
clandestinamente y donde se empleaba el nombre inexistan-te de
Ernesto Sandoval como Secretario General, fui seguido y
atropellado por el coche de un colega diputado perteneciente al
Bloque Nacional

Maltrecho, me recogieron debajo de mi pequeño
automóvil mientras mi colega desaparecía. Quisieron
llevarme al Hospital Santo Tomás para reconocerme, pero
algunos camaradas que llegaron oportunamente al lugar,
dispusieron trasladarme a mi casa, donde minutos más tarde
me trataba el Dr. Sergio González, amigo y compadre
mío. Apenas se enteraron de mi accidente, miles y miles de
compañeros desfilaron por mi casa. El colega causante,
impresionado por la actitud del pueblo contra él, dio unas
explicaciones que yo, para evitar un desenlace fatal,
corroboré.

Ocho días estuve obligado a permanecer en el
lecho. Los colegas Ortega, Goytía y Crespo habían
quedado en avisarme cuando volviesen a tratar la Ley
Inquilinaria, cuya discusión había sido suspendida.
Una tarde que ya me sentía mejor, me avisó Ortega
Victo que se iba a discutir de nuevo la ley. Contra las protestas
de mi familia y amigos
dispuse asistir a la Asamblea Nacional y en brazos me llevaron
hasta un coche y en brazos fui llevado desde el auto hasta el
pupitre del salón de sesiones de la augusta Cámara.
Casi desmayándome de dolor, tomé la palabra y con
voz queda, insegura, pronuncié el discurso reproducido a
continuación, tomado por el reportero parlamentario del
"Diario de Panamá", Ledo. Joaquín Fernando Franco y
publicado en ese periódico:

DIARIO DE PANAMÁ

jueves 10 de noviembre

de 1932

"De cómo el Bloque Legislativo Patriótico
resolvió ayer las objeciones del Poder
Ejecutivo a la Ley Inquilinaria dictada por la misma
Asamblea".

Sólo la fórmula del artículo
sufrió leve modificación que quita, sin embargo, a
la Asamblea el derecho de elegir el Dirimente; las demás
fueron aceptadas literalmente.

LA VOZ DEL LÍDER

Porras. Considero que este artículo es injusto.
Siquiera debe señalarse un sueldo al miembro de la junta
que representa a la Liga de Inquilinos. Ellos son pobres, que
viven en la miseria. El cargo de miembro de la junta
exigirá que dediquen todo su tiempo al estudio de las
cuestiones que ésta tendrá que resolver y si no se
le asigna un sueldo no podrá ejercer eficientemente sus
funciones.

Después de breve discusión en la que el
Dr. Ortega Victo defiende con calor la idea
del Dr. Demetrio A. Porras, se aprueba una modificación
del Dr. Alemán por la cual devengarán sueldo de
125.00 balboas los miembro de la junta, a excepción del
nombrado de los propietarios.

Se aprueban y adoptan los artículos 4,11 y
21.

NO HABRÁ REBAJA DE
ALQUILERES

Se pone a discusión el artículo 22,
presentado por el Presidente de la República, por el cual
en vez de reconocer la rebaja de alquileres, como
establecía el artículo primitivo, se decreta la
moratoria en el pago de una parte del precio de los
arrendamientos.

"NOS ECHAREMOS A LA CALLE"

Porras. Este artículo no resuelve la
cuestión fundamental del problema inquilinario, que es el
precio de los alquileres. Lo que ha motivado el movimiento de los
inquilinos es el alto precio de los arrendamientos de las
habitaciones. En el artículo primitivo se
establecía una rebaja equitativa. En éste se
suprime esa rebaja para decretar una moratoria en el pago de una
parte del precio de los alquileres, medida peligrosa, que viene a
hacer que el problema inquilinario sea más grave cuando se
venza la moratoria. Con esto lo que vamos a hacer es acumular
problemas, agravarlos más y más cada día; si
aprobamos este artículo seguirá la huelga del 'no
pago' y los inquilinos nos echaremos a la calle. Para ello
estamos esperando únicamente el verano. Entonces sacaremos
nuestros "checheritos" a las calles. Será éste un
espectáculo vergonzoso para el país, que
observarán los turistas que por aquí pasan
diariamente. Nosotros no pensamos recurrir a actos violentos.
Pero la rebaja de los alquileres es decir, que el pueblo pueda
pagar, adoptaremos una política de resistencia pasiva,
como la recomendada y practicada allá en la India, donde
un hombre del
pueblo, sin gran preparación, ha dado ejemplo de altivez"
y rebeldía. Los inquilinos nos echaremos a las calles y no
habrá cárcel para tanta gente.

LOS BANCOS, UNOS
USUREROS

Porras. A mí no me inspira confianza el
artículo presentado por el Poder Ejecutivo, a pesar de que
yo sé que el Dr. Arias está bien intencionado. Todo
esto es obra subterránea de los Bancos que se han
convertido en unos usureros. Son los Bancos los que están
aniquilando a este pobre país. Son ellos los más
caracterizados representantes del imperialismo
yanqui, que quiere que el águila del Norte devore a la
República como si fuera un cordero pascual. Seamos
valientes y pongámonos de frente a todas esas instituciones
bancadas, agentes del capitalismo, que no se sacian nunca de
explotar el pueblo, de chuparle su propia existencia. Los bancos
son los mayormente responsables del actual estado social de
cosas, porque son ellos los principales acaparadores despiadados
de las angustias y miserias de la humanidad.

EN LA LISTA NEGRA POR
COMUNISTA

Nada práctico vamos a conseguir con este
artículo. Porque aun con aquél de las rebajas, no
faltaron caseros infames de almas perversas, que dijeron que
preferían pagar un impuesto de 50 por mil antes que
rebajar un centavo a los inquilinos. Y yo sé que a
mí me han hecho inscribir en la lista negra de los
comunistas, como si viniera de la Calabria, con un puñal
entre dientes y una bomba explosiva en los bolsillos. Y yo soy un
hombre inofensivo, que no mato ni a una mosca, que ni siquiera
vengo armado a la Cámara, porque yo espero no ser atacado
por nadie, porque a nadie hago males. Pero espíritus
perversos pretenden hacerme daño y
por eso me representan como un comunista facineroso, destructor,
a quien hay que temer.

BOCHINCHES Y CALUNMIAS

Porras. He dicho que yo soy amigo del Dr. Arias y que le
juzgo bien intencionado. Y esto es así por sobre todos los
bochinches y todas las calumnias que allá le llevan al Dr.
Arias sobre mí. Esos elementos que pretenden restarme la
amistad del
mandatario, están asfixiándole. Yo no soy amigo
interesado porque yo no vivo pendiente de los puestos
públicos, ni aspiro a ningún cargo. Mi actitud
frente al problema inquilinario es sincera, fruto de la
comprensión de ese problema, del estudio de la
solución del mismo. Y sobre todo, mi actitud es la natural
consecuencia de mi ideología, y yo doy hasta la vida por mis
ideales, los que me son muy caros, muy queridos. No soy un
demagogo como algunos dicen. Yo conozco la psicología de las
multitudes, ellas son como las olas que unas veces lo elevan a
uno sobre sus lomos, y otras veces lo envuelven en el torbellino
de sus aguas y lo ahogan.

Cuando yo expreso aquí mis opiniones, no lo hago
en solicitud de los aplausos de las masas, que hoy están
ausentes, pero que yo sigo defendiendo porque de parte de ellas
está la razón, y humano y urgente es que se les
haga justicia, justicia que es lo único que piden y
merecen.

UN LLAMADO AL
PATRIOTISMO

Porras. Yo quiero hacer un llamado al patriotismo de la
Cámara, un llamado al patriotismo de la Cámara, un
llamado sincero y sentido, para que resuelva este problema
inquilinario con amplio espíritu de justicia. Será
el último llamado que haré a mis colegas, porque
tal vez tenga que retirarme de la Cámara apenas termine de
hablar. Yo estoy aquí haciendo un esfuerzo físico,
porque hasta mi casa me fueron a buscar para que viniera a este
recinto a defender las aspiraciones justas de los necesitados y
abandonados de la fortuna. Ya hasta el mismo médico que me
atiende me ha enviado orden que regrese a casa porque esta
agitación es notablemente perjudicial a mi salud. Pero no quiero
ausentarme sin pedir a mis colegas, sin pedirles con todo fervor
patriótico, con toda mi sinceridad de hombre honrado, que
niegue este artículo y deje el que ya fue aprobado
anteriormente. Seamos consecuentes con la masa de sufridos que
nos elevó a esta curul; correspondamos a la confianza que
en nosotros depositaron de que sabríamos defender sus
intereses y representar sus anhelos de reivindicación.
Tengamos, honorables colegas, la visión del porvenir y
meditemos hondamente sobre nuestra responsabilidad
histórica. Es necesario, para bien de la misma patria, que
nosotros atendamos la demanda de los
inquili-nos. Evitémosle a la república posibles
sinsabores y desgracias. Puede llegar el día de grandes
catástrofes y nosotros, con nuestro patriotismo, con
nuestra sinceridad, debemos adelantarnos a esos sucesos y
legislar en forma que lleve el sosiego y el confort a los hogares
de los humildes y de los tristes. Mis palabras no envuelven
ninguna amenaza. Son el grito del presentimiento, son la voz de
un hombre que vive codeándose con el pueblo, que conoce
sus miserias, que sabe de sus ansias de reivindicación
social y comprende sus hoy ocultas rebeldías que fermentan
en espíritus valientes y que un día, si no se les
hace justicia, pueden estallar y ser una hecatombe. Yo quiero que
mis colegas atiendan a mis palabras que mediten sobre ellas, que
respondan al llamado patriótico que ahora les hago, en
nombre de esta misma patria nuestra tan querida, digna de mejor
suerte. Negad, colegas, ese artículo que no hace sino
acumular problemas y votad el primitivo, que así
llevaremos el consuelo y la alegría al pueblo de nuestro
país. (El orador está agotado. Un grupo de amigos
le sacan en brazos del recinto para conducirle a su
casa).

Terminada la sesión del día 9 de
noviembre de 1932.

Y de esta lucha salió una ley que había
sido forjada a golpes de cincel, la primera ley que, aunque
deficiente, salía del fondo de la conciencia colectiva. No
era una ley con nombre propio ni copiada de otras legislaciones
de pueblos extraños. Era una ley propia del pueblo para
quien fue hecha, el pueblo panameño, y aunque deficiente,
era un paso adelante. Entre otras cosas, creaba una Junta de
Inquilinato, comité paritario compuesto de tres
árbitros, de un representante elegido por los
propietarios, Con Ricardo Adolfo de la Guardia, y de un
representante de los inquilinos. Para escogerlo tuvimos que hacer
un congreso y fue seleccionado de una terna compuesta de don
Diógenes De la Rosa, don Eliseo Echevers y don
Cristóbal Segundo. El Presidente Arias seleccionó a
don Diógenes De la Rosa y el tercer arbitro que
según la ley representaba al Consejo Municipal de la
ciudad, lo fue el presidente de esta institución Don
Arcadio Aguilera. La Junta Inquilinaria procedió a
alquilar casas para los desocupados, según lo ordenaba la
ley, pero el reparto de estos cuartos provocó dificultades
entre los miembros de la Liga.

Elementos intransigentes que se denominaban ellos mismos
"comunistas", pero que más tenían de anarquistas,
como Eugenio Cossani, Eduardo Guevara, etc., se dieron a la tarea
de combatirme, desacreditarme y de calumniarme, todo lo cual
provocó una reacción en las masas contra estos
elementos, y la Liga en momentos en que debía mantener
mayor unidad, se resquebrajó y se desunió. Los
barrios de Marañón, Chorrillo, Granillo, Santa Ana
y Calidonia me manifestaron su confianza y su fe en mi lealtad y
protestaron enérgicamente contra los que me calumniaban.
Pero de todas maneras la Liga de Inquilinos se dividió y,
en consecuencia, se debilitó. De esto sacaron ventaja
nuestros enemigos.

LA
DEFENSA DE LOS INQUILINOS

Una cerrada ovación. Las barras aplauden
frenéticamente al ver que el Honorable Diputado Porras ha
pedido la palabra y está en pie.

Hon. Porras – Mis felicitaciones a la comisión
por el trabajo
realizado. Por una casualidad no estoy de acuerdo esta vez con el
H. C. Sucre. Yo considero que cualquier proyecto de ley sobre
inquilinato tiene que favorecer, siquiera en parte, a las clases
necesitadas. Yo también le haré algunas reformas en
segundo debate. Pero
quiero objetar ahora algunas cosas que contiene el informe, que
se ha acompañado al proyecto. La comisión dice
allí que visitó a los jefes de los inquilinos, y
esto no es así. No visitaron a los inquilinos
auténticos, a los genuinos (aplausos). Allí entre
los inquilinos no hay jefes, ni caciques, ni nada de esas cosas.
El Secretario de Gobierno nos llamó una vez a los
Honorables Goytía y a mí y a otros más,
creyendo que las masas inquilinarias estaban a merced de caciques
políticos y que nosotros íbamos a hacer de tales
para que los hiciéramos desistir de sus propósitos
(aplausos). Otra observación que quiero hacer es la de que
los inquilinos no asumieron ninguna actitud subversiva. Ellos no
hicieron otra cosa que protestar contra la explotación, la
inhumanidad y la injusticia de los propietarios (formidables
aplausos). También quiero afirmar que el problema
inquilinario existía aún en los tiempos de
bienestar económico. El problema nació en 1925 y
ahora se ve agravado por la desocupación. En aquella época no
fue resuelto por pereza, por maldad o por ignorancia de los
entonces dirigentes. Y el alza de los alquileres siguió en
escala ascendente durante los buenos tiempos y vino la
época de la miseria, del hambre, de la desocupación
y los alquileres nunca han bajado o más bien suben, suben
y suben por la avaricia de los poderosos (aplausos). Los
panameños somos muy orgullosos. Yo sé de un caso de
un bombero, a quien el Comandante Guizado le dijo que iba a tener
un cuarto gratis, y el bombero le dijo que no aceptaba. Si no
hubiera sido un panameño y hubiera sido un Mizrachi u otro
extranjero, aun de los ricos, habría dicho tal vez que
sí (aplausos). Me satisface la promesa del Hon. C.
Estripaut, de que rebajará sus alquileres en un 50 por
ciento. No es justo que unos vivan en la opulencia y otros en la
miseria y el hambre (aplausos). En segundo debate
presentaré reformas fundamentales, urgentes, porque el
proyecto las requiere. En él sólo se han consultado
dos cuestiones: la desocupación y la de la asistencia
pública. Pero no roza siquiera la rebaja de alquileres,
que es lo fundamental, lo básico, lo primordial (grandes
aplausos). Los inquilinos son panameños como nosotros y no
sólo deben servir para darnos el voto para que vengamos a
la asamblea, sino también para que legislemos en pro de su
bienestar, (ovación prolongada).

(Escándalo: el Hon. López se levanta y fue
silbado y gritado por la barra. Pero el Hon. López, que es
un poco sordo, no se daba cuenta del escándalo, y dijo sus
argumentos que el cronista no logró
oír).

(Más aplausos. El Hon. Porras se levanta y es
recibido por una cálida ovación).

Hon. Porras – Entre los inquilinos no hay caciques ni
corrientes subterráneas ni nada de esas cosas que asegura
el Hon. López. Es posible que Segundo sea comunista, que
yo sea socialista, pero no hay tales corrientes
subterráneas ni subversivas, (aplausos).

(Hay una breve discusión familiar entre los Hon.
Jurado y Porras. La presidencia no llama al orden. Parece que la
presidencia está todavía escuchando el discurso del
Hon. Goytía al iniciarse la sesión).

Hon. Porras – Yo también quiero interpelar a los
Honorables que me interpelan, Jurado y Navarro,
(aplausos)

(Otra discusión personal, de
tú a tú, entre los Hon. Porras, Navarro, Jurado, y
López).

UN HONORABLE CAMPESINO

Hon. Porras – En un pueblo se encuentra de todo. Gente
buena y gente mala. Y es posible que se presentaran casos
aislados

de violencia cuando la huelga inquilinaria. El caso del
Hon. López, cuando se obstaculizó su cambio a otra
casa es un caso aislado. Yo conozco al Hon. López y
sé que él es amigo del pueblo, porque él es
algo más que pueblano, es campesino,
(risas y aplausos).

RECUERDOS PLACIDOS

Hon. Porras – Yo conocí al Hon. López
desde los años plácidos de la infancia,
cuando nos bañábamos desnudos en el charco del
Caratillo y jugábamos el trompo a la sombra de un
guanábano, (risas y aplausos) Y yo quiero que el Hon.
López reconozca que los inquilinos obraron con serenidad,
porque de otro modo habrían hecho lo que en otros
países hacen con frecuencia las clases desvalidas que se
ven explotadas, perseguidas y ultrajadas por los poderosos, es
decir, habrían incendiado las casas. (Fuerte y prolongada
ovación).

ENVIDIA O CARIDAD

Hon. Porras – Me sorprende el insulto inmerecido que me
lanza el Hon. Navarro, porque yo lo he conocido como un
niño educadito y bien vestidito. Yo no busco el aplauso.
£1 pueblo me lo dispensa espontáneamente porque da
la coincidencia de que yo interpreto sus sentimientos y su
pensamiento.
Yo no sé si en esa actitud de enrostrarme los aplausos del
pueblo hay envidia o caridad. (Aplausos)

Ya ven, pues, ya ven cómo la masa me aplaude,
señores. ¿Por qué no aplaude a Navarro y
Cía? Porque sabe que yo defiendo los intereses de los
explotados. Por primera vez en la historia política de
Panamá en el recinto de la Asamblea se ha levantado un
diputado que se atreva a desenmascarar a los falsos defensores
del proletariado, a decir verdades como las que digo yo, a
combatir a los poderosos que por medio de sus agentes hacen las
leyes de la República. Porque ellos saben que yo los
defiendo, porque soy del mismo barro, mientras que ellos saben
que Navarro y Cía., pertenecen a la clase que los explota,
a los caseros, por eso la masa me aplaude aunque yo no solicite
sus aplausos. La frase del Hon. Navarro es un insulto a ese
pueblo, porque es llamarlo inconsciente. En cuanto a las frases
de latín, yo no tengo la culpa de que el Hon. Navarro no
haya estudiado el latín y no conozca la fuente
misma de su idioma y no entienda frases
latinas de uso corriente entre los legisladores. (Fuerte
ovación).

LA ASAMBLEA NACIONAL PIDE INFORMES DE LOS NUEVOS
ARRESTOS A LOS INQUILINOS

7 de octubre de 1932 La nota saliente de la tarde: El
Hon. Porras propone que se solicite a la Secretaría de
Gobierno y Justicia informe sobre los motivos de la
prisión de siete jefes del movimiento inquilinario. La
presidencia le advierte que debe proponer conjuntamente la
alteración del orden del día. Así lo hace el
Hon. Porras.

Hon. Porras – Dentro de la normalidad, dentro de la
constitución, dentro de las leyes, se ha cometido el
delito más grande; se han violado los derechos del hombre
y del ciudadano se han violado los derechos del hombre y del
ciudadano se han violado los sacrosantos derechos individuales,
se ha querido castigar el derecho a pensar, se ha encarcelado a
los hombres para castigar sus ideas y las ideas, señores
diputados, sólo pueden ser combatidas con otras ideas,
pero no con la cárcel, porque la cárcel más
estrecha, la cárcel mar herméticamente cerrada la
que no tiene ni rejas ni ventanas, el cerebro humano la
caja craneana, las ideas la rompen, las ideas se escapan, se
burlan de ella y salen a ser rayo de luz en las noches infinitas
de la ignorancia. Ríos de sangre ha costado a la humanidad
la conquista de estos derechos de la libertad del
pensamiento y hoy los vemos pisoteados en nuestro país en
pleno siglo XX. Que la cámara pida esos informes
para saber cuál es el delito cometido por esos pobres
hombres, por que yo sé, señor presidente, que esos
hombres son inocentes, pero esos hombres son inquilinos y hay que
ahogar a todo trance el movimiento inquilinario. (Formidable
ovación en las barras).

Terminada la sesión del día 6 de octubre
de 1932.

"LA SANIDAD ES UNA CÓMPLICE Y UNA ALCAHUETA DE
LOS CASEROS" DIJO EL D. PORRAS, AYER

15 de octubre de 1972 UN
REVUELO

El Hon. Porras propone que se dé lectura al
informe rendido por la comisión nombrada por el poder
ejecutivo para que estudiara el problema inquilinario,
comisión que estaba integrada por los señores
José M. Quirós, Ramón
Saavedra y Andrés Mojica.

Hon. Navarro. Considero innecesaria la lectura de
ese informe, porque todos los diputados lo conocen. Otra cosa es
si el diputado Porras quiere que sea para las barras.

Hon. Porras. No sé por qué el Hon. Navarro
siempre tiene que sacar la barra. He venido a discutir con
serenidad el proyecto de ley inquilinaria. Pero quiero declarar
que no estoy dispuesto a soportar estas pullas. (Formidable
ovación de las barras).

(La presidencia ordena la lectura del artículo
134 del reglamento, que prohíbe los aplausos, los ruidos,
las rechiflas pero que no prohíbe los motivos que provocan
estas manifestaciones de los espectadores").

INFORMA LA COMISIÓN DE LA
CÁMARA

Seguidamente se lee el orden del día y a esta
lectura sigue la del informe de la comisión de la
cámara a cuyo estudio pasó el proyecto de ley
inquilinaria. La presidencia pone a discusión la
proposición con que termina ese informe, que ordena darle
segundo debate al proyecto.

UN ANÁLISIS SERENO

Hon. Porras. He leído y escuchado atentamente el
informe presentado por la comisión a cuyo estudio
pasó el proyecto de ley inquilinaria y quiero hacerle
algunas críticas y a la vez felicitar a los miembros de
esa comisión por el esfuerzo que han hecho por traer a la
cámara un proyecto como éste. La comisión
dice, primeramente que el problema inquilinario es resultante
directo del problema de la desocupación, es decir, que no
hay problema inquilinario, propiamente, sino problema de los
desocupados. Y esto no es así. El problema de los
desocupados es algo así como un injerto en el problema
trascendental del inquilinario. El problema existe
independientemente del problema de la desocupación, que es
otro problema que nosotros debemos resolver con valor y
patriotismo. Cuando aún no existía entre nosotros
este último problema, ya teníamos la amenaza social
del problema de los altos precios de los arrendamientos de
viviendas. Está en un error, pues, la comisión,
cuando asegura que el problema de los inquilinos es dependiente
de la desocupación. Luego en segundo lugar el informe de
la comisión trata de los subarriendos y concede al Estado,
con toda su fuerza de constreñimiento y de
coacción, las funciones de subarrendador. Yo creo que
nosotros debemos evitar que los subarrendadores sigan explotando
implacablemente la miseria de los pobres. Porque son los
subarrendadores los que han subido los precios del alquiler de
manera exorbitante para derivar así grandes ganancias. Yo
conozco casos verdaderamente escandalosos, como este: el
señor Félix Estripeauat, propietario de casas,
alquiló una de sus casas a un extranjero por la suma de
B/. 175.00 mensuales. Este extranjero, a su vez la ha
subarrendado por la suma de B/. 400.00, obteniendo así una
ganancia cuantiosa a costa de los sufrimientos del pueblo que es
quien sufre, en virtud del subarrendamiento, esta tremenda
injusticia. Está palpable, pues, la explotación
impía que va a arrastrar al país a mil
contingencias. Esta cuestión de los subarriendos que
recomienda la comisión en el informe y que aparece en el
proyecto, es una de las mayores deficiencias que he notado.
Luego, la comisión cree que puede establecer aquí,
que es posible que tenga aplicación en este asunto, la ley
de la oferta y la
demanda. Pero sin ser profeta se sabe que la ley de la oferta y
la demanda no rige en el problema de los alquileres de viviendas.
El hombre que
no tiene vivienda, el hombre que carece de habitación, la
busca ansioso, porque necesita de ella, porque sin ella no puede
vivir y es por esto por lo que se ve obligado a tomar en arriendo
una casa sometiéndose al precio de arriendo que el casero
le exige. Si esta ley de la oferta y la demanda jugara papel
importante en el problema inquilinario, ya los precios de las
casas estarían por el suelo porque la
verdad es que hay una gran cantidad de casas vacías. Ya lo
dijo un filósofo: el hombre antes que todo buscó
sus alimentos, su
habitación y sus vestidos. Es decir, que el problema
económico es el eje de la vida del hombre. Comer es la
función
orgánica por excelencia. Como dicen Quirós y
Quirós, Mojica y Saavedra, a quienes no se puede acusar de
comunistas, ni de terroristas ni de nada espeluznante para la
burguesía, los valores de
los precios de los arrendamientos son altos y el pueblo no puede
pagarlos. El director del Catastro, aquí presente, puede
decir, si es verdad que hay 2655 casas que sirven para la
explotación de inquilinos. Calculando un promedio de 10
cuartos por casa, tendremos, que hay 26.550 cuartos para arrendar
a inquilinos. Y con todo esto los precios de esos cuartos siguen
elevados. Hay muchos individuos que trabajan diariamente para
llevar el fruto del sudor de su frente al propietario de la casa
que habita. Con mucha complacencia veo aquí este informe
de Nueva York. Me alegro mucho de que los honorables Díaz,
Guardia y Lewis hayan traído aquí este dato. En
Estados Unidos, pues, se restringe la renta que debe percibir un
propietario y si esto sucede en Nueva York, ¿por
qué no lo podemos hacer aquí en Panamá?
Imitamos a los americanos en todo lo malo, pero no los queremos
imitar en lo bueno. (Aplausos).

UN
CORAZÓN DE PIEDRA

Hon. Porras. ¿Y no se nos rompe el corazón
en mil pedazos, honorables colegas, no se nos rompe el
corazón en mil pedazos cuando vemos una cuna de un
niño arrojada en medio de una calle inmunda? ¿No se
nos rompe el corazón en mil pedazos cuando en plena luz, a
pleno sol, se sacan de una vivienda miserables muebles
desvencijados, unos trastos viejos, que hablan de una miseria
terrible y que llevan huellas de lágrimas copiosamente
derramadas? ¿No se nos rompe el corazón ni se
detiene en sus latidos, cuando en una calle sucia, llena de
detritos, nos encontramos ante una madre que lleva un niño
en los brazos y que ha sido arrojada sin piedad de su cuartucho
por el delito monstruoso de deber un mes de alquiler? Hay que
exponer esto a la vergüenza pública como a aquellos
criminales de los autos de
fe.

LA SANIDAD, CÓMPLICE Y
ALCAHUETA

Hon. Porras. Estoy resuelto a ayudar a solucionar este
problema inquilinario dentro de los moldes estrechos y odiosos de
nuestra constitución nacional. No quiero ni por un
instante ser obstáculo para que encontremos una
solución equitativa. Pero advierto que la comisión
no dice si ha habido o no aumento de alquileres. Por esto
precisamente hice leer el informe de los señores
Quirós, Mojica y Saavedra. Ellos aseguran que hay caseros
que no quieren colocarse en un plano de equidad. Las
groserías de un muchacho analfabeto, las expresiones que
ese muchacho impulsivo lanza en una reunión, no tienen
importancia cuando se trata de los vitales intereses del
país. La verdad es que esos caseros tuvieron miedo de
investigar la verdad. No quisieron que se les mostraran las casas
una por una, porque ellos mantienen esas casas en estado
antihigiénico, no las pintan y la Sanidad nada hace para
corregir esta actitud de los caseros. (Fuerte y prolongada
ovación en las barras, campanilla chica y campanilla
grande agitadas por la mano del vicepresidente).

AL GRANO MISMO

2o. debate al proyecto de ley inquilinaria. En
discusión el artículo 1 modificado por la
comisión. Sí existe el problema
inquilinario.

Hon. Porras. Voy a usar de la palabra solamente para
hacer algunas aclaraciones a lo dicho por el honorable colega
Díaz Arosemena. Aseguró él que el problema
no es de altos alquileres y que el problema inquilinario es una
consecuencia inmediata del problema de la desocupación y
que lo necesario y urgente es darle trabajo al pueblo. Y nada
más elocuente, señores, que la estadística. Ante la elocuencia de los
números nada vale la elocuencia de las palabras. (El Hon.
Porras de nuevo detalla el número de casas para alquilar,
el promedio de cuartos, el número de inquilinos, etc.) La
clase media, que no forma en las filas de la Liga de Inquilinos,
es la clase que más confronta el problema inquilinario, la
más explotada por los caseros. Pero es también la
clase más abyecta, no se atreve a protestar porque es
cobarde y porque le da vergüenza que le ponga los
chécheres en la calle, porque se dice qué
dirá el vecino, Dios mío, qué dirá la
comadre, Jesús Santo. (Aplausos y campanillas
presidenciales).

AGITARSE ES VIVIR

Hon. Porras. Dice el Hon. Díaz Arosemena y me
extraña esa afirmación de un liberalazo como
él, que deseamos evitar las agitadones populares.
Cuánto me sorprende que el Hon. Díaz Arosemena se
asombre de estas agitaciones populares. La agitación es la
vida de los pueblos. Los pueblos que no se agitan se corrompen y
perecen por serviles y cobardes. El mar tiene olas para no
corromperse. Y las agitaciones populares son convenientes y
necesarias a la salud de los pueblos, porque ellas son su propia
vida. Agitarse es vivir. La quietud es la muerte.

UN DESIGNADO CASERO CRUEL

Yo sé que en los actuales momentos que en este
instante de crisis, de hambre y de miseria, don Calos Muller a
quien los diputados le dieron el voto para segundo designado, yo
no se lo di, ha subido en un peso el valor de los alquileres de
sus cuartos. Como llegaría a suceder más tarde, si
nosotros desde ahora no ponemos una equitativa limitación
a estos alquileres. Los HH López, Jurado y Navarro,
jóvenes preparados, conscientes, dicen en su informe (lee
una parte del informe referente al precio de los alquileres,
donde esa comisión dice que el problema inquilinario
existía en la época en que aquí
corrían dineros a manos llenas). Es decir, pues, que en la
época de la vacas gordas existía el problema
inquilinario, y hoy, en la época de las vacas flacas, se
agrava intensamente ese problema. (Entusiastas
aplausos).

LO QUE PUEDE VENIR

Hon. Porras. Yo quiero, señor Presidente, que
consten mis palabras de hoy en el acta de la sesión. Si
nosotros no resolvemos sabia y justamente el problema de los
altos alquileres, si nosotros no escuchamos el eco que nos viene
de las clases necesitadas, si no atendemos el clamor popular
puede presentarse un día negro, un día
sombrío, de grandes desgracias para la patria, de fuertes
sacudimientos sociales que arruinen para siempre la existencia
misma de la República. Un pueblo con hambre es peor que
las fieras, mucho más temible y mucho más arrojado
(Aplausos).

MIENTRAS MAS SUFRIDO MAS SINCERO

Hon. Porras. Mucho se ha dicho de mi actitud; unos por
maldad, otros por ignorancia y no pocos por envidia. Pero nada me
importan esas calumnias injuriosas. Mientras más sufrido,
he de ser más sincero. En el sufrimiento se templan y
hacen grandes las almas. En el fuego se templan los aceros y en
el fuego de la incomprensión y del sufrimiento he de
templar yo mi espíritu hasta hacerlo fuerte más
fuerte aún, para seguir luchando por el triunfo de nobles
ideales de reivindicación social. Yo soy amigo del doctor
Arias y, precisamente porque soy sincero en esa amistad, soy
franco y leal en mi conducta. A
él se le ha dicho que yo procuro buscarle conflictos
aquí en la cámara, cuando yo lo que he hecho es
hacerle oír la voz que sale de la conciencia colectiva.
También mi padre fue víctima de esas intrigas
perversas, y él también sufrió los rigores
de la incomprensión de unos, de la maldad de otros y de la
envidia de los demás. Y yo, por lo mismo que estimo al
doctor Arias, por lo mismo que soy su amigo, de veras, considero
que el Dr. Arias debe ser consecuente con el pueblo que lo
eligió por gran mayoría. (Cerrada y prolongada
ovación).

Y es ese afecto sincero que yo siento por el Dr. Arias
el que me hace pensar que no es justo que se den al poder
ejecutivo las autorizaciones a que se refiere la
modificación de la comisión, porque eso equivale a
obligar al Dr. Arias a que dedique su atención constante a
este asunto cuando bastante trabajo y sobradas preocupaciones
tiene él con los tantos y difíciles, problemas que
tiene que resolver. Echar al poder Ejecutivo esta carga es
obligarlo a recorrer un vía crucis amargo. Dejemos al
Poder Ejecutivo la resolución de los otros problemas. Y
asumamos nosotros la responsabilidad de nuestros actos. Por esto
me permitiré modificar en el sentido de que sea la Junta
de Inquilinos que era el proyecto la que tenga la
autorización a que se refiere el artículo
primero.

UNA LEY
SOCIALISTA

Hon. Porras. Mis palabras han sido mixtificadas. En ese
proyecto se crea un tribunal para resolver todas las
controversias que se susciten entre caseros e inquilinos y no veo
cómo puede ser que ese proyecto vaya contra los intereses
de los inquilinos, cuando esa es una ley socialista. En ella se
limita el valor de los arrendamientos y se establece para el
estado la obligación de proteger a los inquilinos, que son
lanzados.

Aprobado. Sometido a votación, el artículo
es aprobado. Terminada la sesión del día 15 de
Octubre de 1932.

SE FORMO

Hon. Porras. Quiero hacer un llamado a la Cámara,
para que ponga todo su interés en el estudio de este
proyecto que resuelve el problema inquilinario que afecta tan
hondamente a la república. Son traidores al pueblo los que
pretenden atropellarlas… (Las palabras del Hon. Porras son
ahogadas por el ruido de las
campanillas presidenciales. El presidente ordena al orador "a la
cuestión". Las barras echan su manita en el
escándalo).

Hon. Porras. Y son traidores al país y traidores
al pueblo que los eligió. El presidente Correa
García abandona la silla presidencial y avanza hacia el
escritorio del orador. Los H. H. Vallarino, Morales y
López intervienen y evitan la tragedia. "Déjenlo,
déjenlo", gritan desde las barras. Algunos inquilinos
descienden al recinto legislativo y prontamente son retirados. El
escándalo llega al colmo.

Hon, Porras (como en el templo). Esta
sub-modificación no contiene nada trascendental y yo le
pido a la cámara que le dé su voto
afirmativo.

UNA PROTESTA DEL HON. LÓPEZ

Hon. López. Yo solicito a la Cámara un
voto afirmativo para la sub-modificación del Hon. Porras,
que está de acuerdo con el querer de la comisión
que elaboró el proyecto, pero quiero que conste mi
protesta, que debe ser una protesta de toda la cámara,
contra los cargos hechos por el Hon, Porras a la presidencia, que
debe ser respetada por todos nosotros, porque ella representa la
majestad de la Cámara.

El Hon. Navarro se muestra, en
breves palabras, partidario de la sub-modificación y pide
un voto afirmativo para ella.

Hon. Porras. Yo agradezco la solicitud de voto
afirmativo que hace mi colega López para mi
sub-modificación, pero quiero decirle que su protesta
está demás. (Aquí se produce una
discusión entre López y Porras sobre la forma como
ocurrieron los incidentes de los puños crispados. Othon
dice que Porras estaba en su derecho al pedir que se contara su
voto, porque así lo ordena el reglamento y porque
así se había hecho en otra sesión con el
Hon. Porras. La presidencia explica que hizo leer por tres veces,
que no es responsable de las distracciones del Hon. Othon. El
Hon. Fábrega preguntó qué se discute y la
frase normaliza la situación).

Aprobada. Se aprueba y adopta el artículo con la
sub-modificación del Hon. Porras.

El artículo 13. En discusión este
artículo.

(UNA PLAGA INFECTA)

Hon. Porras. A las palabras del Hon. Crespo yo agrego
que un gobierno metiéndose a negociar el arrendamiento de
casas es un gobierno odioso. Si el gobierno se mete a subarrendar
pertenece a la plaga más infecta de los caseros. Si el
gobierno quiere hacer obra social debe establecer el precio
político y no el precio económico, y así a
la larga el gobierno saldrá ganancioso, porque
tendrá una sociedad sana,
fuerte, vigorosa y no una ciudadanía anémica, endeble, como la
que se levanta en esos cuartuchos miserables, antros de
contagio.

OTRO ARTICULO
NUEVO

20 de octubre de 1932

Se propone un artículo nuevo por el cual se
establece que, si no se presentare ningún propietario a la
primera licitación, en la segunda licitación se
aceptarán las proposiciones más bajas, sin que el
valor que pague el gobierno por el arrendamiento de las casas sea
mayor del 9%.

Hon. Porras. Yo sé que el Hon. Alemán
está bien intencionado, pero desgraciadamente, está
equivocado. Si a los caseros se les deja una puerta abierta, por
allí se meten. De paso ese artículo es seguro que
ningún casero se presentaría a la primera
licitación. Ellos han declarado que se conforman con un
seis por ciento y yo accedí a esa modificación del
Hon. Navarro, porque yo quería que nada más fuera
el 3% (Aplausos). Pido un voto negativo.

Hon. Porras. Las consecuencias de la crisis debemos
sopórtalas todos, especialmente los caseros que se han
beneficiado durante muchos años mientras los inquilinos
han vivido siempre fregados. (Aplausos). "Las vacas flacas nos
las vamos a comer". (Aplausos). Yo como abogado de los inquilinos
digo que ellos quieren rebaja de alquileres y no pago para los
enfermos y desocupados. (Eso, eso, grita el pueblo). Pero como
diputado digo que nosotros no podemos echar sobre el Estado toda
la carga, porque el gobierno confronta también una crisis
fiscal que no le permite hacer grandes gastos. Por otra
parte, ¿quiénes forman el Estado, de dónde
saca éste sus recursos? Quien
en verdad paga somos nosotros, los contribuyentes. Los caseros
son como los chinos, tienen una masonería y no es verdad
que ellos en las licitaciones se van a pelear. Ellos se
pondrán de acuerdo para sacar todas las ventajas posibles
y hay necesidad de cerrarles el paso. Ojalá los HH. DD.
quisieran salir a visitar conmigo esas mazmorras aunque se
tuvieran que tapar la nariz. Es increíble que en pleno
siglo veinte y al lado de la obra de ingeniería más portentosa del mundo,
existan estas viviendas propias para animales.
(Aplausos). Me dicen que Muller está muy disgustado
conmigo porque yo lo odio, y que yo odio a los caseros. No
señores, yo no odio a Muller, ni odio a los caseros, yo
sólo amo a mi país. (Formidable ovación).
Pido a la cámara que niegue el artículo.

Terminada la sesión del día 20 de octubre
de 1932.

LA POLÍTICA INVADE A LA
ASAMBLEA

21 de octubre de 1932

La ley inquilinaria. En discusión el
artículo nuevo presentado por el Hon. Delgado, que
autoriza al ejecutivo para expropiar casas que creyere
convenientes y necesarias en caso de que las licitaciones se
declaren desiertas.

POTENTADOS EN LA MISERIA

Hon. Porras. Primeramente, quiero felicitar al Hon.
Estripeaut por su brillante discurso, mejor dicho, por su
elocuencia. Ha querido demostrar el c. Estripeaut que el negocio
de casas es malo, y en Panamá los ricos nos enseñan
muchas cosas sorprendentes. Pobrecitos los dueños de
casas, que tienen años de años de estar perdiendo
en su negocio y que deben estar ya arruinados! (Risas). Cosas
sorprendentes pasan en nuestro país con los ricos.
¡Estos hombres en vida están muy bien, gozan de una
fortuna cuantiosa que asciende a cientos de miles de pesos y
cuando estos potentados mueren y se va a hacer juicio de
sucesión, resulta que están en la miseria y que
sólo tienen deudas pendientes! Los dueños de casas
dicen que están perdiendo en su negocio pero siguen
construyendo y siguen alquilando casas y ninguno invierte su
capital en la agricultura,
ninguno va al campo a fecundar la tierra, a
labrarla para luego hacerla producir y propender así al
mejoramiento económico del país.

Hon. Estripeaut. Sabes usted, h.c. que yo me he dedicado
a la agricultura en una finca de Matías Hernández y
que en Chiriquí tengo una finca de café.

Hon. Porras. Yo sólo sé, Hon. Estripeaut,
que usted fue un gran amigo de mi padre mientras éste fue
Presidente de la República, que mi padre fue gran amigo de
usted, que siempre lo mantuvo en altas posiciones oficiales y que
usted ha vivido su vida aquí en Panamá, casi
siempre ocupando distinguidos cargos públicos. Usted,
pues, no se ha podido dedicar de lleno, como debe ser, a la
agricultura, porque como dice el proverbio, "el ojo del amo
engorda al caballo". (Aplausos entusiastas).

Hon. Fábrega. ¿Qué se discute,
señor?

Hon. Porras. Se discute la proposición del Hon.
Alemán, Diputado Fábrega, y usted lo menos que
puede ser, es caballero.

Hon. Fábrega. Muchas gracias, colega.

Hon. Navarro. Se discute la proposición del
Honorable Alemán.

Hon. Porras. Usted sólo saber hacer
números y esto es entre abogados, (aplauso).

Los caseros aseguran todos los días que
están perdiendo en el negocio de casas, pero todos los
días hacen casas. Y si es verdad que hoy están
perdiendo en sus alquileres por la huelga del no pago y por la
crisis económica que confronta el país como
están perdiendo todos los comerciantes y todos los
industriales, también es verdad que esas cosas se pagaron
casi todas en los tiempos del canal francés.

El caso del Hon. Estripeaut es muy distinto, porque su
casa no es tan antigua. Apenas tiene catorce años y son
catorce años que lleva de estar perdiendo y ya está
arruinado. (Risas). Yo no censuro al Hon. Estripeaut, porque yo
sé que él, al defender sus intereses de clase no
deja de ser un hombre bueno… Yo censuro a los caseros que
arrojan de su habitación a una infeliz mujer que acaba
de dar a luz un niño que mañana va a ser un
ciudadano de este país. Yo sé de un caso en el cual
podría dar nombres propios. Hace dos días fue
arrojado de su cuarto un portero del Instituto Nacional que
llevaba veinte años de vivir allí y que
había sido puntual en sus pagos. Y yo tengo que censurar
yo tengo que vapulear a esos caseros inhumanos y crueles que no
guardan para nadie ninguna clase de consideraciones. No es verdad
que los caseros están perdiendo en el negocio de casas.
Pero si así fuera, ello sería una cosa natural en
esta época de crisis, ert que todos los negocios
están malos. Y los caseros también deben sufrir las
consecuencias de esta crisis aunque ellos sólo quieren
estar pegados siempre a la teta, sí, a la gran teta
inquilinaria que ya han chupado a sus anchas. El señor
Duncan decía los otros días que debíamos
cuidarnos de los reaccionarios porque en los reaccionarios
está nuestro peligro. Y así es, honorables colegas.
Vivamos alerta ante las maniobras del reaccionarismo que con
palabras melosas pretende sorprender la buena fe de la
Cámara y los que ayer le dieron el voto negativo al
artículo cuya reconsideración se pide, que nieguen
la proposición del C. Alemán. Yo no comprendo
cómo se pretende servirle a los inquilinos, es decir al
pueblo, porque los inquilinos forman la gran mayoría
popular, aumentando la base para las licitaciones que ha«
de efectuar el Gobierno para tomar en arrendamiento casas que
luego ha de subarrendar a los necesitados. O están
defendiendo los inquilinos y atacando a los intereses del
Gobierno o están atacando a los inquilinos y defendiendo a
los caseros. ¿Es que quieren todavía seguir
protegiendo a los dueños de casas?

No comprendo en verdad, cómo hay diputados que se
atreven a proseguir semejante proposición ni comprendo
cómo tienen el arrojo de levantarse en este recinto a
sustentar tesis
semejante. Ayer creía al Hon. Alemán, hoy
no.

IMPLANTANDO LA DICTADURA

Se propone un artículo nuevo por el cual se
faculta al poder ejecutivo para que dé cumplimiento a esta
ley, en caso de que la junta de inquilinato no llegue a
constituirse o si constituida no actúa o no llega a actuar
dentro de las normas que señala la presente ley. En caso
urgente el poder ejecutivo podrá tomar cualquier otra
medida.

Hon. Porras. Extraño también la actitud
del Hon. Morales, porque sé que él se dice hombre
de avanzada. He querido prever el caso de que los caseros no
envíen su delegado a la junta pero la redacción del
artículo es peligrosa. Con esto se le va a hacer un mal al
Dr. Arias y se lo van a hacer quienes se dicen sus amigos y
están cavándole la fosa. Si somos amigos del Dr.
Arias, debemos hacerle justicia a los inquilinos (aplausos).
Fábrega dijo que yo hacía política criolla.
Es falso. El es quien la hace dividiendo la Cámara en
mayoría y minoría para sacar provecho en esta
discusión de la ley inquilinaria.

Terminada la sesión del día 21 de octubre
de 1932.

SE NIEGA LA AMNISTÍA A LOS PRESOS POR IDEAS
SOCIALES

Octubre 23 de 1932

5. El Artículo. El Hon. Porras propone que se
considere al artículo

Hon. Porras. No se asusten que no voy a proponer nada
extraordinario. Voy a permitirme leer la modificación.
(Lee).

Hon. Navarro. Yo estoy de acuerdo con el Hon. Porras,
pero creo que su modificación puede ser más bien
presentada como un artículo nuevo ya que lo que hace es
adicionar el artículo retirado. (El Hon. Porras retira su
modificación y lo presenta como artículo nuevo, que
es puesto inmediatamente a la consideración de los
Diputados).

Hon. Porras. No veo por qué el Hon.
Fábrega se extraña de que nosotros nos fijemos
pautas para hacer el nombramiento de miembro dirimente de la
junta de inquilinato. Parece por sus palabras, que
viviéramos en un país de ultracivilización.
Los amigos siempre ejercen influencia en los amigos y es preciso
que, al hacer esta designación de miembro dirimente de la
junta de inquilinato, lo exijamos previamente a fin de vencer
esas influencias de la amistad que pueden resultar perniciosas.
Hay que llevar la tranquilidad al pueblo que ya ha oído
mencionar nombres propios para este nombramiento, candidatos que
son propietarios y que vendrían a dar una mayoría
en la junta a los caseros. Para elegir Presidente de la
República también se exigen por la
Constitución ciertos requisitos. A. Fábrega le
preguntan que a dónde va la asamblea nacional. Pero eso se
lo dicen los poderosos que están alarmados con esta ley,
que 10 les permite que sigan explotando al pueblo. (Aplausos).
Como el Hon. Fábrega es un aristócrata que nada
más vive en los centros sociales de la burguesía
criolla y él nunca penetra en el pueblo, sólo oye
esas preguntas de los potentados. (Formidable ovación) Es
verdad, quitémonos la careta. Este dirimente tiene ya
nombre propio; se pretende que sea un pequeño casero, para
que luego se asocie al representante de los grandes caseros y
formen así en la junta de inquilinato una mayoría
para burlar la ley. (aplausos).

Terminada la sesión del día 22 de octubre
de 1932.

Pide la palabra el Hon. Porras. Grandes aplausos en las
barras. El orador tiene que esperar que pase la ovación
que se lleva algunos segundos.

Hon. Porras. Dice que está emocionado con el
brillante discurso de su colega Ortega Vieto, a quien sabe bien
intencionado, sano y amigo de las clases pobres. Añade que
es cierta la explicación de su colega en lo que respecta a
su conducta relacionada con las proposiciones que modificaban la
suya, hecha en presencia de Don Cristóbal Segundo. Yo fui
enemigo del decreto 139, dice el orador, porque no
encontré razón que lo justificara. Y sigo siendo el
mismo enemigo de ese documento oficial, que más bien
causó perjuicios a los inquilinarios, cuyos dirigentes
fueron apresados injustamente (Aplausos). Considero que la
proposición, del Hon. Ortega Vieto está bien
inspirada, pero ella, de aprobarse volverá las cosas al
lugar en donde se encontraban anteriormente. Y todo esto lo
habríamos evitado si se hubieran aprobado las
proposiciones que han sido negadas. Entra el orador a refutar los
argumentos del Ho. Fábrega expuestos en la sesión
del sábado y, al terminar, las barras le prodigan una
fuerte ovación.

Hon. Porras. Comienza por hacer un análisis del artículo 42 de la
Constitución Nacional, que dice arrancó de la
declaración de los derechos del hombre y del ciudadano del
año 1789. Explica cómo ha evolucionado, hasta
transformarse casi totalmente el concepto de la
propiedad en el siglo XVII y otra cosa muy distinta es la
propiedad en nuestros días. El concepto moderno de la
propiedad es más humano, más justo y responde a la
realidad social. Los moldes de nuestra Constitución son
estrechos, egoístas, injustos. Ya nadie es, como lo era en
el siglo XVII, un soberano de la propiedad se trata. Este tiene
variadas y múltiples limitaciones que están en
armonía con la justicia social que quiere no el bien del
individuo sino
la felicidad de la colectividad. (Aplausos entusiastas en las
barras). El señor Fábrega, mi colega el Hon.
Fábrega, sería el primero en llamar a un
policía si un chofer le cobrara la suma de cinco reales
por una carrera en automóvil de Catedral a Santa Ana,
aunque el Hon. Fábrega no va nunca a Santa Ana (Risas en
las barras). Y si el chofer no puede ponerle el precio que le da
la gana a un servicio que presta con un vehículo de su
propiedad, tampoco el casero tiene derecho a ponerle el precio
que quiere a los arrendamientos de sus casas (Fuerte
Ovación). El Hon. Fábrega se ha referido
socarronamente al problema ruso. Pero no debe ser así. Yo
sin ser comunista, sin querer abogar en defensa del comunismo,
declaro que Rusia, que el
problema de este gran país merece la atención seria
la observación reflexiva de los hombres pensantes.
Allí se están llevando a cabo formidables
transformaciones a pesar de que no era el país propicio
para desenvolver todos esos grandes fenómenos sociales,
políticos, económicos, administrativos. Si esa gran
revolución
hubiera estallado en suelo más propicio para desenvolver
todos esos grandes fenómenos sociales, políticos
económicos, administrativos. Si esa gran revolución
hubiera estallado en suelo más propicio como el del gran
país norteamericano, en donde la concentración e
integración industrial, financiera y
comercial ha llegado a su más completo desarrollo,
los resultados habrían sido mucho más generosos y
su repercusión más trascendente. Estoy
seguro de que a estas horas el gran Diputados Fábrega,
conservador, fuera Bolchevique. Pero con todo y sus errores y sus
aciertos, con sus vicios y sus virtudes, con todo eso, digo,
Rusia ofrece un amplio campo de observación a las mentes
abiertas, a las grandes corrientes del pensamiento, a los que
ponen al mundo en marcha. La inquietud, el movimiento es
necesario en la vida de los pueblos. El movimiento es la vida
misma, y lo que no se mueve se daña o muere. (Aplausos).
El Hon. Fábrega ha dicho algo sobre el crédito,
público. Y precisa que me refiera a sus palabras en la
cuestión con serenidad, con espíritu amplio,
juicioso. Es cierto que Panamá no goza, ahora mismo de
crédito, como no lo gozan casi todos los demás
países del orbe. No, es ni remotamente, como piensa el
Hon. colega Fábrega, que no haya dinero para prestarnos.
En Francia y
Estados Unidos están encajondos los dineros del orbe. Si
no se nos presta, es porque no inspiramos confianza y porque no
hay confianza en el mundo, y al no haber confianza no puede haber
crédito.

Yo hablé con el doctor Arias a su regreso de
Estados Unidos y él me dijo que sondeó a los
grandes capitalistas de allí y no encontró la
más remota posibilidad de conseguir dinero ni siquiera a
cortos plazos. Y esto ocurrió señores, antes de que
estuviera vigente el decreto 139. Esto es el resultado de la
saturación económica mundial. De las inquietudes,
del fermento, de la levadura revolucionaria, de la bancarrota del
capitalismo, ya caduco, gastado, generador de guerras, de
muerte, de ruinas. El capitalismo es consecuencia, es hijo
—hijo legítimo para halagar el oído del Hon.
colega Fábrega— de la libre competencia, postulado
fundamental del liberalismo.
Pero como el alacrán de la fábula, el capitalismo
se comió a su propia madre y de allí que aparezcan
las grandes concentraciones, los trusts y carteles, la
integración industrial y comercial, en fin, todo aquello
que ha provocado la crisis actual, y comercial, en fin, todo
aquello que llaman de superproducción, porque en los
Stocks y almacenes duermen productos
fabricados. (Aplausos ruidosos). ¡Si nosotros pasamos por
la avenida céntrica, nuestra brillante avenida central,
veremos todas esas tiendas y almacenes con baratillos de telas a
real y zapatos a peso y exclamamos: qué
superproducción! Pero si hacemos un recorrido por los
barrios bajos, por esos que no visita el Hon. Fábrega
porque hieren su fino olfato de joven aristócrata (risas y
bulla en las barras), es decir, por el Marañón y el
Chorrillo, veríamos que los niños andan en harapos
y descalzos, las mujeres llenas de remiendos y los mismos hombres
con pantalones remendados! (Formidable ovación en las
barras, vivas, al orador). ¿Y esto por qué, si hay
superproducción, si todo está barato? Es que los
pobres no tienen dinero para comprar ni aun a bajos precios. Su
poder de compra es nulo. Todo esto es creado por el
régimen capitalista hijo legítimo de la libre
competencia, del famoso laisser-faire, laisser-passer de los
liberales. Es preciso pues unir nuestros corazones, levantarlos y
no ser lo que decía el viejo Hobes: Homo homini lupus (El
hombre es un lobo para el hombre). (Grandes aplausos. Delirante
entusiasmo de las barras. Vivas al orador).

DE COMO EL "BLOQUE LEGISLATIVO PATRIÓTICO
RESOLVIÓ AYER LAS OBJECIONES DEL PODER EJECUTIVO A LA LEY
INQUILINARIA DICTADA POR LA MISMA ASAMBLEA.

10 de noviembre de 1932.

LA VOZ DEL LÍDER

Hon. Porras. Considero que este artículo es
injusto. Siquiera debe señalarse un sueldo el miembro de
la junta exigirá que dediquen todo su tiempo al estudio de
las cuestiones que esta tendrá que resolver y si no se le
asigna un sueldo no podrán ejercer eficientemente su
funciones. (Después de breve discusión, en el que
el Diputado Ortega Vieto defiende con valor la idea del Diputado
Porras, se aprueba una modificación del Diputado
Alemán, por la cual devengarán sueldos de B/.
125.00. los miembros de la junta, a excepción del nombrado
de la ternada, de la Asamblea de propierios).

Se aprueba y adoptan los artículos 40, 110 y
210.

NO HABRÁ REBAJAS DE ALQUILERES

Se pone en discusión el artículo 22,
presentado por el Presidente de la República, por el cual
en vez de conceder la rebaja de alquileres como establecía
el artículo primitivo se decreta la moraría en el
pago de una parte del precio de los arrendamientos.

Adán Urriola S.

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