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Tortura y humillación a los visitantes en la Cárcel Bellavista




Enviado por agaviria5



    1. Las visitas de los
      Vejámenes
    2. Una mirada a las precarias
      condiciones de salubridad en este penal
    3. Una historia
      lamentable
    4. Otro caso
    5. La situación
      general
    6. Solicitud. Plagas
      bíblicas
    7. La contratación de
      servicios médicos

    Las visitas de los
    Vejámenes
    Sólo el amor y el
    deseo de que la esperanza siga viva permiten que los familiares y
    amigos visiten a los presos en Bellavista. Porque cada visita
    significa la pérdida de la dignidad.
    Normas que no
    se cumplen y violación de los derechos fundamentales de
    presos y visitantes, las constantes cada fin de semana en el
    penal.
    Oscar Castaño Valencia
    "Visita adentro…Visita adentro, señores…Visita
    señores….", es el grito que cada domingo le devuelve la
    vida a los reclusos de la cárcel nacional Bellavista.
    Para recibirla, se han preparado los presos durante gran parte de
    la semana; el lavado de la ropa a los miércoles, la
    planchada, que "Tuco", detenido político de Urabá
    desde hace cuatro años, hace los viernes y sábados
    hasta altas horas de la madrugada, el aseo general de los
    pasillos, las escalas, los patios y, sobretodo, de los parches.
    Único aseo de la semana que incluye veterina para
    desinfectar los baños y algún aromatizante para
    mejorar el olor del parche.
    La visita dominical es un rito que tiene sus códigos
    propios; ese día los presos se ponen las mejores prendas
    de que disponen y lucen su nueva apariencia con el corte de
    cabello que Dumar, peluquero del patio, pule una y otra vez;
    ningún preso puede dejar ropas colgando de las rejas, en
    el vocabulario de nadie pueden existir frases vulgares, nadie,
    absolutamente nadie, puede salir de su parche sin camisa y
    desabotonado a los corredores, a los pasillos o al patio. Y por
    ultimo, no se puede, so pena de pagarlo con la misma vida,
    molestar a la visita; sobretodo si se trata de la esposa, la
    novia, la mujer ó
    la amante de alguno de los caciques ó de sus
    cortes.

    Nunca antes había sentido tanta necesidad, tanta
    urgencia, tanta angustia, por ver a alguien. La vida citadina va
    trastocando el valor que
    tienen las personas, para otorgárselo a la oficina, el
    computador, el
    teléfono, el carro, etc., etc. Son,
    desafortunadamente, las dificultades que se presentan en la vida
    de las personas, las que le permiten a uno darle el valor que se
    merecen las personas que a diario ignora.
    Alrededor de las siete y media de la mañana,
    después de la contada que hacen los guardianes para
    confirmar que no ha habido fugas ó muertos durante la
    noche, se empiezan a aglutinar los presos alrededor del
    rastrillo, se ubican en dos filas, haciendo una calle de honor
    que va hasta mitad del patio, para darle la bienvenida a las
    mujeres.
    Muchas de ellas, que han llegado a la puerta de Bellavista desde
    las diez de la noche del sábado, para hacer una fila, que
    muchas veces alcanza hasta las quince cuadras, empiezan a entrar
    al patio, con sus sandalias multicolores, vienen cargadas de
    bolsas en las que traen comida, elementos de aseo, ropa,
    periódicos, revistas, cartas de amigos
    y familiares. Los presos reciben, por fin, el premio que han
    esperado desde la ultima despedida, el abrazo que les permita
    sentirse vivo nuevamente, que les permita renovar alguna
    relación con el mundo exterior, recordar que afuera siguen
    existiendo afectos, que a pesar de errores y horrores alguien
    sigue esperando el retorno. En ultimas, la visita se convierte en
    esa fuerza que
    permite la esperanza de salir algún día.
    Los vejámenes
    "Hoy la requisa le tocó a Angy Mosquera", dicen las
    mujeres que van entrando y agregan en voz baja los
    vejámenes de que han sido objeto "A mí me hizo
    bajar hasta los cucos y sin cambiarse de guante me hizo el tacto
    vaginal", comenta doña Rosalba, señora que
    caminó desde el Barrio Popular hasta Zamora, para coger el
    bus que la
    trajera a Bellavista.
    "A usted le fue bien", replica doña Alicia que viene desde
    el Barrio la Cruz a visitar al viejo Córdoba. "Esa misma
    Angy me metió la mano"

    Medellín – Colombia, Domingo
    30 de Enero de 2005


    Una mirada a las precarias
    condiciones de salubridad en este penal
    Salud: una
    catástrofe en Bellavista
    OSCAR CASTAÑO
    VALENCIA
    Ni la atención de los pacientes con sida o con
    tuberculosis
    merece especial cuidado en una cárcel como Bellavista.
    Historias de negligencia y desprecio por la salud de los internos en
    este penal.
    «Se me olvido que había que llevarlo al hospital
    para que lo operaran»,
    fue la respuesta que le dieron a Diego Alexánder Restrepo,
    preso hace veintisiete meses en la Cárcel Nacional de
    Bellavista, donde ingresó con la cabeza del fémur
    de la cadera derecha destruida por un tiro de fusil recibido en
    la Operación Orión de la Comuna Trece de
    Medellín.
    Después de veinticuatro meses de esperas, múltiples
    evaluaciones médicas y diferentes trámites
    burocráticos, la Oficina Central del Inpec en
    Bogotá aprobó la póliza de pago que le
    permitiría a Diego Alexánder la operación de
    reconstrucción de su fémur y poder
    así recobrar la movilidad de forma permanente.

    El Hospital San Vicente de Paúl, después
    de seis evaluaciones médicas por las que el paciente pago
    $23 mil cada una y quien fue trasladado siempre esposado, con
    otros presos en remisión y en un furgón cerrado sin
    ventilación a pesar de su condición de inmovilidad
    y alto riesgo de
    infección, determinó la inminente necesidad de la
    intervención quirúrgica.
    Sin embargo, lo que era motivo de alegría para Diego
    Alexánder y su familia
    -habitantes de un barrio popular de escasos recursos
    económicos-, se convirtió en un calvario personal y en un
    síntoma fehaciente del manejo que en materia de
    salud vive la población recluida en la Cárcel
    Nacional Bellavista y en otras cárceles del
    país.

    Una historia
    lamentable


    La
    primera semana de noviembre del 2004, el Hospital San Vicente de
    Paúl dispuso el personal idóneo, los equipos
    necesarios y la sala de operaciones para
    realizar la cirugía. Sin embargo el paciente fue llevado
    por los guardianes del Inpec a un sitio diferente donde,
    obviamente, no conocían absolutamente nada de la
    operación y se perdió la posibilidad de esta
    importante cirugía para Diego Alexánder.

    Cualquier persona que se
    pierda en un centro medico recurre, inmediatamente, a la oficina
    de información para ser orientado o guiado al
    sitio que necesita. Pero los guardianes del Inpec, acostumbrados
    a llevar presos enfermos a diferentes centros hospitalarios, que
    cuentan con radios de comunicación, celulares y a quienes se le
    da atención prioritaria en la línea única de
    emergencias, no encontraron las salas de operación del San
    Vicente de Paúl.
    Posteriormente, a finales de noviembre, los galenos programaron
    nuevamente la operación. Pero aunque el paciente fue
    llevado al sitio correcto, tenía una fiebre muy alta,
    fruto de alguna de las tantas infecciones
    respiratorias que ya son endémicas en la cárcel
    producto del
    hacinamiento y de la falta de campañas preventivas y, por
    segunda vez se frustró la posibilidad de reconstruirle el
    fémur.
    Ocho días después los médicos del hospital,
    agotando la paciencia y las posibilidades para otros muchos
    habitantes de Medellín y de Antioquia, por tercera
    oportunidad programaron la intervención quirúrgica,
    pero esta vez el paciente ni siquiera fue sacado del centro
    carcelario porque a Héctor Valencia, coordinador de
    Sanidad, se le olvidó que Diego Alexánder
    tenía programada, por tercera vez, la cirugía.
    Las directivas del Hospital San Vicente de Paúl tomaron la
    decisión, que ya le fue notificada a las directivas del
    Inpec, de no realizar la operación. Esta semana,
    conversando con el funcionario sobre este caso y cuando le
    indagué sobre este gravísimo error, me
    manifestó que «errar es de humanos y ya estamos
    estableciendo los contactos necesarios para que otra
    clínica, de carácter privado, realice la
    operación».
    «Me pregunto», me dijo un preso cercano a los
    servicios de
    sanidad de la cárcel -que prefiere mantener su nombre en
    reserva por las consecuencias que sus comentarios pueda traerle-,
    «cuantos millones costará la negligencia de este
    funcionario.

    Porque es claro que los costos entre el
    Hospital San Vicente de Paúl y una clínica
    particular son muy diferentes. Sobretodo, hay que preguntarse, y
    es lógico hacerlo, quién pagará esos
    sobrecostos?», concluyó.
    Y tiene toda la razón Héctor Valencia, funcionario
    que lleva 17 años al servicio del
    Inpec: cualquier persona se puede equivocar. La diferencia es que
    aquí en Bellavista están muchas personas privadas
    de la libertad, unas
    por un error y otras muchas que nunca lo hemos tenido
    también estamos aquí, ausentes de nuestras familias
    y nuestros amigos, muertos socialmente y sufriendo la
    humillación del señalamiento público. Pero a
    un funcionario que puede estar causando un enorme detrimento
    patrimonial al erario público nadie le dice nada, nadie le
    investiga nada.

    Otro caso

    Didier, un hombre de 40
    años a quien todos los presos de Bellavista conocen como
    Rasquiña por llevar más de siete años de
    encarcelamiento, no se levantó de su cama el viernes de la
    semana pasada durante casi todo el día. Escasamente se
    paró para que los guardias lo contaran en la mañana
    y en la tarde.

    Al finalizar el día, notando su ausencia, varios
    presos nos acercamos para preguntarle qué le pasaba y nos
    dimos cuenta de la grave palidez de su rostro. Además nos
    informó que tenía una fiebre muy alta, dolor de
    cabeza y mucho desaliento. Inmediatamente le pedimos al
    ambulancia, interno que cumple funciones de
    sanidad en cada patio, que lo llevara de urgencia al servicio
    médico, pero fue devuelto porque no había
    médico a esa hora. Tampoco fue atendido el sábado y
    menos el domingo por la misma razón.

    El lunes, cuando fue atendido, se le diagnostico sin
    ningún examen de laboratorio
    una anemia aguda y
    se le recetaron ocho pastillas para que se purgara, antes de
    considerar cualquier procedimiento
    nuevo.
    No me imagino qué hubiera pasado si en vez de anemia aguda
    este preso hubiera tenido una apendicitis o se le hubiera
    estrangulado una úlcera, urgencias médicas que ya
    ha cobrado varias víctimas en el pasado, como los casos de
    Alonso y el Panadero del patio quinto. Sobretodo teniendo en
    cuenta, según informes del
    coordinador de sanidad, que desde el 31 de diciembre, a las 12
    p.m., no existe ningún convenio para la atención
    extramuros de los presos de Bellavista porque el contrato con
    Fundaser se terminó y apenas se está en el proceso
    licitatorio para la nueva contratación. Además el
    Hospital San Vicente de Paúl ha devuelto algunos casos de
    urgencias vitales.

    La situación
    general
    Debido al hacinamiento que padece Bellavista,
    cárcel construida para albergar 1.700 presos y que cuenta
    con más de 5 mil, las enfermedades más
    comunes entre la población recluida son las infecciones
    respiratorias, que se sufren de manera permanente. «En el
    último año», me informa el ambulancia del
    patio, «se lleva a cabo una campaña preventiva
    frente a estas enfermedades, consistente en pegar en cada patio
    un cartel y vacunar, contra la gripa, 200 presos de la tercera
    edad». Me informaron los funcionarios de sanidad que
    «también existen muchos problemas de
    piel y hay
    muchos hipertensos y diabéticos».
    Además, como es normal entre una población tan
    diversa, existen documentados con exámenes médicos
    21 casos de VIH positivos. Pero el tratamiento a este problema de
    salud es bastante preocupante porque sólo existe un
    paciente hospitalizado y otro en la enfermería
    de forma permanente.
    Los demás afectados se encuentran en los diferentes patios
    sin que el resto de población carcelaria conozca sobre la
    situación. «Hemos asumido esta posición para
    que los pacientes afectados por VIH no sean aislados por los
    otros presos», fue la respuesta que recibí de las
    personas responsables de la salud de la cárcel, pero
    tampoco se ha realizado ninguna acción
    educativa que le permita a los demás presos conocer la
    enfermedad para evitar el contagio.
    «Pero la situación más grave y que
    debería prender las alarmas de las autoridades
    competentes, la constituye el alto numero de casos de
    tuberculosis que existe en Bellavista», me manifestó
    un miembro de la Mesa de Trabajo,
    «y que son escondidos por parte de las directivas de la
    cárcel, y del Inpec, a las autoridades médicas del
    Municipio y del país». La tuberculosis es la
    enfermedad respiratoria más contagiosa y peligrosa que
    existe, que amerita un tratamiento especial de emergencia y el
    aislamiento inmediato del paciente en cualquier parte del mundo,
    menos en Bellavista, donde el año pasado se certificaron
    por lo menos 40 casos en un muestreo que se
    realizó en solo dos de los quince patios.

    Muestreo que se ordenó parar, según
    secreto a voces en Bellavista, porque la directora
    consideró que los resultados serían «una
    bomba de tiempo, que
    dañaría la buena imagen de que
    goza la cárcel en el país».
    Para esconder la gravedad de la situación se diagnostican
    enfermedades con síntomas similares, este fue el caso de
    Jorge Moncada, preso del patio segundo, a quien él doctor
    Javier Congote, médico de planta del Inpec en Bellavista,
    diagnosticó, sin recurrir a una confirmación de
    laboratorio, una lumbalgia y ordenó un tratamiento de
    fisioterapia intensiva por seis meses. Dado que el paciente no
    observaba ninguna mejoría y por el contrario su
    situación era todos los días peor, recurrió
    a un diagnóstico médico diferente y
    efectivamente se confirmó una tuberculosis gangliar en
    fase terminal, que ameritó una hospitalización de
    más de dos meses y millones de pesos para recuperar la
    calidad de
    vida del paciente.
    Que bueno sería que las autoridades médicas
    ordenaran una acción urgente que determine el
    número de infectados por tuberculosis y tomaran las
    medidas necesarias para que esta enfermedad no se convierta en un
    problema de salud
    pública para Medellín y su Area
    Metropolitana.

    Solicitud
    Plagas bíblicas
    Para completar el panorama
    general de salubridad en la cárcel de Bellavista, es
    necesario decir que existen plagas que ya casi adquieren
    dimensiones bíblicas, de cucarachas y ratones a las cuales
    pocas veces se les fumiga para controlar su rápido
    crecimiento.
    Sería muy bueno que en parte se utilizaran los $57
    millones, aprobados por el Concejo de Medellín en el
    presupuesto del
    2005 para atender la salud de los presos sindicados, y hacer unas
    fumigaciones más permanentes contra estos animales
    altamente transmisores de enfermedades.

    ATENCION
    La contratación de
    servicios médicos
    Los presos políticos,
    en reciente reunión con la Procuraduría General de
    la Nación,
    Naciones Unidas y
    la Arquidiócesis de Medellín, solicitaron de manera
    urgente a los órganos de control
    investigar los contratos que el
    Inpec viene realizando para la prestación de los servicios
    de salud de los internos en la Cárcel Nacional Bellavista,
    por considerar que no están cumpliendo con las funciones
    para las que fueron contratados y los servicios que prestan son
    de muy mala calidad=

    Adriana Gaviria

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