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Alexandre Koyré. Los materialismos en la historia de las ciencias y la filosofía




Enviado por gtreboux2002



    1. Koyré y el
      Materialismo
    2. El materialismo
      platónico y aristotélico
    3. El materialismo
      espiritualista
    4. El materialismo
      renacentista
    5. El materialismo y la
      epistemología del siglo XVII
    6. Las matemáticas y el
      materialismo: La nueva Física
    7. La cuestión de las
      condiciones exteriores

    Koyré y el
    Materialismo

    En la historia ha habido muchos materialismos. No
    siempre advertimos la significación de esto.
    Gastón Bachelard hizo el estudio de revisión
    conceptual en filosofía de la materia
    más importante del siglo XX., en su estudio llamado "El
    materialismo
    racional", publicado en 1949. Ese trabajo de
    Bachelard complementa y prolonga una dimensión de la
    filosofía de las ciencias en la que había
    trabajado, y lo seguiría haciendo hasta el fin de sus
    días Alexandre Koyré.

    Alexandre koyré trabaja cuanto menos con cuatro
    materialismos, que se hallan insertos en diversas
    filosofías de la naturaleza y
    en distintas ontologías. El concepto de
    materia evidencia a través de los estudios de
    Koyré un temblor netzscheano, una revisión de las
    actitudes
    mentales, y si se quiere, una revolución epistemológica. La
    filosofía y la ciencia
    relativa a la materia ha tenido importantes cambios, a tal
    punto que se justifica plenamente el reclamo de Bachelard al
    decir que "los filósofos han tratado a la materia como
    una anti-forma, la nada de la forma. Y como para ellos la forma
    es ser, la materia resulta finalmente el no-ser. En otras
    concepciones del idealismo
    ingenuo, la materia es un receptáculo de
    irracionalidades no definidas, no definibles, no situadas, de
    irracionalidades sin preámbulo alguno de racionalidad. O
    bien todavía la materia es un fondo indiferenciado que
    aguarda las potencias diferenciantes de la acción
    humana."1

    Gastón Bachelard es un filósofo
    de las ciencias que sin dudas también puede ser
    considerado un historiador. Es la situación inversa a la
    de Koyré, discontinuista como Koyré, pero de otro
    estilo filosófico. Bachelard ha tenido como proyecto
    realizar una historia de las ciencias anacrónica, es
    decir, situarse de tal manera que toda visión del pasado
    aparezca teñida de las verdades nuevas del
    espíritu científico. Para Bachelard, es indudable
    que "El pensamiento
    científico reposa sobre un pasado reformado. Está
    esencialmente en estado de
    revolución continua"2. Bachelard se
    sitúa en el polo anacrónico de la antinomia. Es
    por eso que uno de los últimos materialismos, el que
    sobreviene hacia 1800 con Lavoisier, es el que guía la
    mayor parte de sus estudios sobre el materialismo. Bachelard va
    hacia los alquimistas del renacimiento
    para producir cuatro efectos: un de ellos es devolver la
    memoria a la
    historiografía positivista, el segundo es evidenciar la
    incompatibilidad de la naturaleza que implican, el tercero,
    sacudir el concepto substancialista de la filosofía de
    la materia y el cuarto poner en cuestión el criterio de
    racionalidad en las ciencias y la filosofía,
    abriéndolo a la intuición de la durée, los
    símbolos y un psicoanálisis del conocimiento
    objetivo.

    Alexandre Koyré no desconocía los
    estudios de Bachelard, como lo demuestra una temprana
    referencia a su obra en las primeras páginas de sus
    Etudes Galileenes3. Así como Koyré
    prefiere una teoría errónea a un estadio
    preterorético, Bachelard sostenía que los
    comienzos son falsos comienzos, sabiendo que las preguntas
    primeras, metafísicas, dejan lugar a las preguntas
    científicas, mejor formuladas, que desplazan a las
    primeras. Pero su actitud
    metodológica, su filosofía de arte
    contextualista, quería develar los arcanos del pasado
    afectando lo menos posible la permanencia situada en
    algún mundo posible de los antiguos materialismos. Si
    trasladáramos el problema a la socioantropología,
    encontraríamos que Bachelard es un etnocéntrico o
    sociocéntrico, cuyo punto de referencia es la
    actualidad científica,
    que proyecta su cultura en
    las sociedades
    estudiadas, y Koyré un antropólogo diltheyano que
    se aclimata en las etnias (históricas) que recorre. Pero
    sería una muy mala caricatura ya que ambos
    conocían muy bien las dificultades con que se
    encontraban al deconstruir el trazo positivista y continuista
    de la historia de las ciencias. El discontinuismo bachelardiano
    llega a problematizar la racionalidad heredada por la
    zietgeist de su época, mientras que Koyré
    no dudó en la unidad de la razón humana
    aún en la diversidad de sus manifestaciones
    científicas, filosóficas, religiosas y aún
    artística, compartiendo la tesis
    respectiva de su colega y amigo Emile Meyerson en
    Identité et Realité4. Mentalidades
    como las de Bachelard y Koyré no son frecuentes. Y sin
    embargo el desarrollo
    del pensamiento científico que desplaza el pensamiento
    simbólico parece ser uno de los signos
    epocales inequívocos de la modernidad.
    El pensamiento simbólico mítico-mágico y
    religioso, por el contrario, traza los signos de la postmodernidad, e lo que muchos ven más
    una pre-modernidad que una "post"-modernidad. Como propuso
    Lyotard, si se trata de rescribir la modernidad mentalidades
    como las de Koyré y Bachelard desarrollaron
    filosofías posibles, actitudes mentales posibles para
    interpretar y actuar estos fenómenos, Es por ello que al
    leer a Koyré encontramos diversos materialismos, que van
    desde el naturalismo, hylozoísta, relatado especialmente
    en "Mystiques, Spiritualls et Alchimistes" al realismo
    matemático de Platón y Demócrito, en "Histoire
    de la Pensée Scientifique" y desde la
    espiritualización de la materia en Kepler y Boheme hasta
    el descubrimiento de la nada y el vacío, lo finito y lo
    infinito, en las cosmologías del siglo XVII, junto a las
    leyes de una
    nueva Física, por Galileo, Descartes,
    Newton y
    Borelli.

    El
    materialismo platónico y
    aristotélico

    El materialismo de la filosofía
    clásica verdaderamente antigua que Alexandre
    Koyré más toma en cuenta es el de Aristóteles. También se refiere a
    Demócrito. Pero el debate
    analítico epistemológico se produce en Estudios
    Galileanos, en el que Koyré contrapone, como ya lo
    había hecho el propio Galileo, a éste con
    Aristóteles. Son dos materialismos, terciados a veces
    con un materialismo místico surgido de la metafísica del cristianismo. El materialismo
    aristotélico tiene características muy
    especiales, Después del trabajo de Koyré en
    Estudios Galileanos, Thomas Khun trató de realizar una
    relectura comprensivista de la Física de
    Aristóteles, produciendo innumerables problemas
    metodológicos y de orden ontológico para
    compatibilizar el pensamiento aristotélico con los
    estándares de intersubjetividad que la Física
    post-newtoniana ha producido, Koyré nos dice muy
    explícitamente que se trata de dos
    materialismos.

    Aristóteles no es infinitista, sino finitista.
    Allí hay una distinción relevante. El concepto de
    movimiento
    de los cuerpos (aristotélicos) no está producido
    por fuerzas exteriores. Aristóteles traza un mapa
    cosmológico en el que el movimiento es solamente
    sublunar, mientras que en el cosmos supralunar se halla el
    éter y las estrellas fijas. El mundo material
    aristotélico dispone del concepto de lugar
    natural
    que traduce una concepción de orden
    estático5. Además, la herencia
    platónica de que la forma determina a la materia se
    halla metafísicamente concordante con la idea de lugar
    natural. La materia de la Física aristotélica no
    admite la acción a distancia, dificultoso concepto que
    contradice ciertas intuiciones de sentido común con
    realismo precientífico6. En el mundo material
    aristotélico no encuentra sentido la noción de
    vacío, ni la de que pudiera admitirse movimiento alguno
    en el vacío.

    El materialismo aristotélico, en
    términos de sus razonamientos físicos, tiene
    ideas que otros filósofos compartieron, aún en
    los tiempos que las periodizaciones históricas han dado
    en llamar modernos. Tal es el caso del movimiento que
    Aristóteles llamaba "antiperistático",
    según el cuál, un móvil cualquiera es
    movido si el motor penetra
    en su lugar7. Quizás la física
    cartesiana retuviera un sentido similar al pensarse como una
    física del pleno y del continuo, en la que todo depende
    de todo, y todo actúa instantáneamente sobre
    todo.

    El materialismo aristotélico no deja lugar a
    una epistemología integrada de física
    y Geometría. En lo tocante a su
    explicación de la conservación del movimiento hay
    que pensarlo sin distinguir velocidad de
    aceleración, y, según la interpretación de Thomas Khun, a veces
    torna indiscernible la noción de cambio con
    la de movimiento, Por lo demás, para explicar la
    continuidad del desplazamiento de un móvil,
    Aristóteles decía que el medio
    –acuático o aéreo- le proporcionaba
    también movilidad "empujando" al móvil. De esta
    manera, tampoco podía distinguirse la resistencia del
    motor. La pesantez de los cuerpos tiene en Aristóteles
    una significación absoluta y no relativa. La materia
    aristotélica, es solidaria de la forma, pero la forma no
    es solidaria de la cantidad sino de la cualidad. El
    materialismo aristotélico no es, en fin, cuantitativo.
    Un materialismo que no está desvinculado de la
    metafísica. Y allí, los conceptos de potencia y
    acto, substancia y accidente, esencia y existencia, causa y
    efecto, y materia y forma, conforman una filosofía de la
    materia que, aunque antigua no por eso menos perdurable. Una
    materia particularmente filosófíca,
    según la ironía bahelardiana, es decir, un
    materialismo superficial, que se queda en medio de
    imprecisiones y generalidades, un materialismo que no ha
    aprendido a distinguir ni a medir y calcular, fundado en
    intuiciones tan accesibles como engañosas. Un
    materialismo que la modernidad galileana tornaría
    anticientífico. Pero la materia había obtenido de
    "las potencias diferenciantes de la razón humana" sus
    registros de
    intensidad, sus indicadores
    ontológicos. Esta materia permanece tanto en la
    lejanía epistemológica como en la cercanía
    dialéctica: tanto el cristianismo como los renacentistas
    nos ofrecen materialismos diferentes, que tornan sin embargo,
    conceptos aristotélicos.

    El materialismo
    espiritualista

     

    En un libro
    sumamente interesante, y que ha sido ocas veces referido dentro
    de nuestro conocimiento, excepto por Gérard Jorland, que
    Koyré publicó con el título de "Mystiques,
    Spirituels, Alchimistes du XVIe. Siècle alleamand",
    encontramos estudios de cierta clase de
    materialismo muy poco estudiado o conocido, de tinte
    místico y teosófico, con cosmologías
    impregnadas de naturalismo hilozoísta. Este libro, en el
    que Koyré despliega una antropología -como se manifiesta
    también en su estudio sobre Spinoza y Hegel– y una
    teoría
    del conocimiento, se sitúa en un materialismo
    post-aristotélico a la vez que mecanicistas y
    organicistas se aproximan formando compuestos teóricos
    interrelacionados, dejan ver claramente su independencia de Newton y Pasteur, es decir de
    otros materialismos posteriores. El cristianismo es un
    fenómeno histórico y mitológico, en el que
    incluso su mitología se presenta como
    transhistórica. "Habría pues, en la historia,
    un suceso histórico y transhistórico. Kerkegaard
    ha percibido bien lo que semejante afirmación puede
    tener de intolerable. La verdad eterna ha aparecido en el
    tiempo,
    escribía él. Esa es la paradoja. Y aún
    más lo absurdo es que la verdad eterna se ha manifestado
    en el tiempo, que Dios ha aparecido, que ha nacido, crecido,
    etc., que ha aparecido como un hombre que n
    puede distinguirse de otro hombre"8.
    La
    perplejidad de los historiadores y los filósofos es
    incesante. ¿Cómo puede haber surgido lo eterno en
    el tiempo? se preguntan Kerkegaard y Gusdodrf. ¿No es
    ése el mayor absurdo? El cristianismo trajo muchos
    cambios en la historia, sin dudas. Retendremos por el momento
    sólo dos aspectos: el concepto de creación ex
    nihil,
    y un nuevo materialismo. Alexandre Koyré
    explora esas dos dimensiones de muchas maneras, y ese es un
    aspecto clave de su obra, junto al concepto de infinito.
    Koyré no se queda con el tiempo histórico
    solamente. Ni siquiera con el tiempo histórico
    internalista, o discontinuista. Koyré hace intervenir,
    vale decir, recoge lo que hay de filosófico en la
    historia, y hace intervenir la eternidad en la historia. Esto
    es, cierta forma de transhistoria, o de
    meta-historia.

    La eternidad no puede estudiarse sin las ideas
    filosóficas, mitológicas, religiosas. No surgen
    fácilmente de las ciencias. Si el materialismo
    aristotélico y platónico emplea la
    inteligibilidad del cosmos y el caos, lo que podemos llamar el
    materialismo cristiano hace intervenir una relación de
    la materia y el espíritu, del alma y el
    cuerpo, de lo temporal y lo eterno, conformando una
    cosmovisión, una weltanschauung nueva. Jesús
    Cristo implica nuevas filosofías, nuevas relaciones
    entre el hombre,
    la naturaleza, el espíritu y Dios. Un problema que los
    teólogos han discutido, concerniente a la naturaleza del
    cuerpo de Cristo nos revela que, aún cuando los
    misterios de la fe se impongan al espíritu lógico
    de la razón, las ideas respecto a la materia
    provenientes del aristotelismo y de los presocráticos
    iban a quedar conformando una constelación de sentido,
    una ipisteme diferente. Alexandre Koyré trata el debate
    entre monofocistas y nestorianos, respecto a la naturaleza del
    Cuerpo de Jesús. Para los filósofos constituye un
    interrogante aceptar la muerte y
    resurrección de Jesús sin considerar sobre la
    naturaleza inmortal o mortal del Cuerpo de
    Jesús.

    Los monfocistas sostuvieron que hay una sola
    naturaleza material en Jesús, mientras que los
    nestorianos consideraron que su naturaleza material es doble
    (dificismo) debido a que una de ellas es inmortal y otra
    mortal. Puede parecernos extravagante la controversia, e
    incluso también extravagante que Koyré se haya
    ocupado de ella9. Sin embargo, nos parece sumamente
    interesante la situación filosófica por algunos
    motivos que no han sido, a nuestro parecer, considerados
    suficientemente. El materialismo del cristianismo es, sin
    dudas, un materialismo espiritual en el que incluso la Materia
    es el Espíritu. Lo es al menos para el rito que consagra
    la Eucaristía. Pero más aún, lo realmente
    interesante, es que considerando a Jesús de una
    naturaleza afín a los hombres, hay allí una
    antropología que establece ideas nuevas en
    relación con la materia, la naturaleza, el alma y el
    espíritu. En sus versiones más
    helenísticas, el Cristo es el Cristo-Logos10.
    Pero el materialismo surgido de la aparición de
    Jesús en la historia n es igual a ningún otro
    materialismo. En términos epistemológicos, hasta
    sociológico, que la naturaleza de la materia pueda
    asimilarse, por lo menos en Jesús, a la inmortalidad,
    idea socrática y platónica, nos hace pensar en
    que la eternidad del cosmos, es decir, de la materia regida por
    un orden que la filosofía y la ciencia
    indagan, se torna inmortal a través de la
    revelación, mitológica o fideística. Es
    como si la materia tomara consciencia de su eternidad a
    través de la eternidad de Dios. Por lo tanto, la
    naturaleza y también la ontología, se revela como más
    cercana al hombre, Que Dios sea un deus agsconditus, o
    más allá de las atribuciones con que lo
    caracteriza la teología y la metafísica, o bien
    que se manifieste en hierofanías y
    kratofanías11 o a través de la
    revelación12, no hace más que
    establecer una combinación entre espíritu,
    naturaleza y materia. Por lo tanto Paracelso, Sebastien Franck,
    Caspar Schwenkfeld y Sebastien Weigel tienen un materialismo
    espiritualista, y una filosofía de la naturaleza
    hilozoísta. Alexandre Koyré, que conocía
    los materialismos que le seguirían, a partir del siglo
    XVII. La creación estaba aceptada por místicos
    protestantes y católicos, como lo estuvo antes por las
    primeras comunidades cristianas y los agustinianos. El mundo
    mismo era Dios, según algunas cosmovisiones. El propio
    Nicolás Copérnico llamaba al universo "Dieu
    visible"13, en una fuerte imagen que
    concierne al Creador, a la Creación, y al Hombre. La
    eternidad estaba en el mundo, junto con el tiempo. Paracelso, a
    quien Koyré no consideró idealista, sino un
    cierto tipo de realista, recordaba que el hombre había
    sido creado de la materia. Luego, el conocimiento de la
    materia, de las analogías del macrocosmos y el
    microcosmos, de los symptomes signatures14, era
    el
    conocimiento filosófico de los metales y
    minerales a
    la vez que de los procedimientos
    de purificación, buscando sus virtudes y fuerzas
    dinámicas curativas. . . . . . . . . . .

    Hombre reemplaza el tiempo natural a través de
    la industria,
    "acelerando los procesos".
    De esta manera el hombre arrebata el tiempo natural, se lo
    apropia, pero pierde la eternidad en el desencanto de la
    historia. Alexandre Koyré se refiere a ese mismo
    acontecimiento en "Del univers del á peu près a
    L’univers de la precisión". Pero no hay tal
    "desencanto" en el tono de su ensayo. La
    idea de tiempo de la naturaleza en Mircea Elidae parece
    prefijada, de manera apriorística, estática
    y como si el tiempo natural no fuera él mismo,
    móvil. La idea de que el tiempo natural es evolutivo
    supone un cambio de perspectiva: la naturaleza no es
    "propietaria" del tiempo, en todo caso, el hombre, aún
    siendo espíritu, es también naturaleza, y
    participa del tiempo con los procesos naturales. Hay, sin
    embargo, la idea de un tiempo otro, irreductible a los procesos
    de aceleración "industriales".

    Pero un problema persistía: Si el mundo
    había sido creado… ¿Por qué el tiempo?
    ¿Por qué la evolución?
    La evolución es una
    idea quizás inevitablemente ligada al siglo XIX.
    ¿Cómo comprendían al tiempo hacia el siglo
    XVI, cuando no se representaban todavía a la naturaleza,
    al universo material, como regido por leyes?
    ¿Cuándo predominaba el mundo del
    "á-peu-près" y no el universo de
    la precisión?. Asombrosamente, resulta tan artificial
    preguntarle al pasado histórico por su propia
    comprensión del tiempo histórico, como
    contradictorio para Kierkegaard y Gusdorf admitir el ingreso de
    lo transhistórico en la historia, de la eternidad en el
    tiempo. Pero como siempre admitió Koyré, el
    tiempo es dialéctico15.
    En sus estudios
    sobre Hegel Koyré elabora la noción
    dialéctica del tiempo. En cierta forma, Koyré
    elabora su concepto del tiempo tomándolo de Hegel, y
    contraponiéndolo al tiempo categorial kantiano. En Hegel
    encontrará algo más que en sus estudios
    analíticos sobre el concepto del continuo. En su ensayo
    sobre Zenón dice que "No es ciertamente un comienzo de
    explicación o de solución tratar el tiempo y el
    espacio como "subjetivos" o como "apercepciones puras", etc.
    Que ellos sean reales o subjetivos, in intellectu ou extra
    intellectum, el problema queda igual. Pues justamente la manera
    en que nosotros nos representamos el tiempo y el espacio sin
    poderlos comprender es lo que nos deja estos problemas: es la
    idea de continuo que nosotros no podemos asir".15a

    La idea de evolución que Koyré inserta
    en su reflexión a propósito de Paracelso, es
    donde sitúa su pregunta por el tiempo. Su pregunta es
    una de las más importantes de toda su filosofía
    de las ciencias. Y con variaciones, se encuentra en sus
    estudios sobre Hegel, sobre Galileo, sobre Newton, sobre
    Zenón. Sus más profundos y complejos conceptos de
    evolución intemporal, de temporalidad
    ahistórica, y de devenir intemporal
    están
    allí. Todavía en su lectura de
    Hegel, Koyré referirá los tres momentos como
    Nacimiento, Muerte y
    Resurrección, según una idea de Jean Whal.
    ¿Por qué esa mitología? Si como
    Agustín describía la psyque como Memoria,
    Atención y Expectación, cabe
    pensar que Koyré encontraba en la mitología y en
    la metafísica una Antropología. Desde este punto
    de vista, el antropocentrismo (que posteriormente a los
    estructuralísmos, y elaborado el concepto,
    comenzó a llamarse principio antrópico)
    dejó cabida a una suerte de reabsorción de la
    producción cultural simbólica. La
    teosofía de los filósofos nos permite comprender
    mejor su filosofía de las ciencias. Tal vez, así
    como la ciencia de los antiguos puede resucitar, al menos del
    Leteo del olvido, y Demócrito y Platón
    retornaron, así ocurra con la Filosofía de las
    Ciencias. Sin duda, el Timeo no es el Sidereus Nuncius, y el
    atomismo de Demócrito no es el de Neils Bhör. Pero
    e materialismo espiritualista que Koyré vio en el
    cristianismo opera como diferente al materialismo
    aristotélico, y también el del siglo XVII. Ese
    materialismo espiritualista es el que trae la idea de la
    nada.

    El
    materialismo renacentista

    El mundo material hacia fines del renacimiento
    tenía características que desde perspectivas
    modernas resultan simbólicas, animistas,
    mitológicas, y si consideramos el estado de
    las ciencias hacia el siglo XIX, ese materialismo
    precientífico, no es en fin, materialismo. Pero sin
    embargo había una filosofía de la materia y de la
    naturaleza. La concepción de la materia resulta una
    combinación de fuerzas bio-físicas con cierta
    cualidad mágico-simbólica. La cosmología
    atribuía significación a fuerzas astrales, y la
    relación con el universo transitaba por una
    relación de lo microcósmico y lo
    macrocósmico. Los efluvios de fuerzas que se oponen unas
    a otras, y la encarnación de la materia por fuerzas
    espirituales, y las tincturas y elementos como el sulfuro, el
    mercurio y la sal, conformaban un extraño materialismo.
    Koyré –una vez más- cuestiona que Paracelso
    haya sido "precursor" de Pasteur. En efecto, Paracelso no
    incluía en su ontología medicinal a los
    microorganismos, sino un universo material compuesto por
    gérmenes vivientes del universo. Pensando como luego
    sería común en el siglo XIX, Paracelso
    atribuía evolución a la materia. Del materialismo
    cristiano, que había hecho aparecer la eternidad al
    lado, o en medio del tiempo, Paracelso retiene cierta idea de
    eternidad a través de la evolución material. La
    naturaleza no era considerada en su época como abierta a
    los cambios evolutivos, sino más bien algo que se
    hallaba fijo y determinado de una vez para siempre. Pero
    Paracelso ve el tiempo en la materia, es decir, ve la
    evolución, aún en los metales16. Los
    gérmenes vivientes del universo se realizan
    sucesivamente en el tiempo, a través de diversos grados.
    Explicando la multiplicidad de los metales y sus etapas de
    evolución, Koyré pone a la vista la
    significación de la creación y las criaturas, y
    el Cristo, mediador entre el creador y las criaturas, es Cristo
    en el mundo de la materia y de la naturaleza. El mito llega a
    la historia como la eternidad llega a la temporalidad. El mundo
    de la materia está compuesto por elementos
    metálicos y fuerzas dinámicas, espirituales y
    astrales. Paracelso combina imaginación y voluntad como
    una fuerza
    psíquica intelectual en la que sin embargo distingue
    entre imaginación (fuerza positiva)y fantasía. El
    resultado de esa epistemología se traduce en una actitud
    de naturalismo hylozoísta17. Una racionalidad
    basada en el pensamiento analógico, como la han visto
    Koyré, y luego Foucault y
    Paolo Rossi, y que asignaba sentido filosófico a la
    noción de encarnación y valor
    cognoscitivo a la combinación de
    imaginación-voluntad. Consideramos que el naturalismo
    hylozohísta tiene en la filosofía de las ciencias
    de Koyré una significación considerable, ya que
    Koyré no es un racionalista a la manera popperiana, ni
    tampoco kantiana, sino más bien un lector de Dilthey y
    Lévi-Brhul que no ha querido desencantar al mundo de
    percepciones limítrofes, entre la fenomenología de la percepción y la lógica de lo finito y lo infinito, de lo
    temporal y lo intemporal. El naturalismo hylozoísta nos
    da imágenes
    de la materia provistas de una cierta interpretación o
    carga teórica previa, de la imaginación-voluntad.
    Koyré describe la fenomenología paracelsista como
    "una imagen que es un cuerpo en el que se encarna el
    pensamiento y la voluntad del alma"18.

    El materialismo renacentista se ocupa de la materia,
    una vez más, pero la idea de encarnación, de
    espíritu encarnado, la idea de un Cristo que trae la
    eternidad al tiempo, trae también otra noción de
    la materia. La materia de los alquimistas, de los
    médicos místicos que experimentan con los
    metales, es también tomar nota de los cambios materiales,
    de los procesos evolutivos, de la relación antes
    inadvertida de la temporalidad de la materia. Los alquimistas
    del materialismo renacentista no conocían todavía
    leyes físicas en la materia. Por eso es que sus
    criterios para delimitar lo científico de lo no
    científico son lazos e hipotéticos, por eso es
    que la coherencia filosófica de las doctrinas no dispone
    de métodos
    para interpretar el campo de lo pensable y lo impensable.
    Solamente en una historia de larga duración pudieron
    conocerse. El descubrimiento de la temporalidad en la materia
    supondría alguna vez que el hombre tomara el lugar de la
    naturaleza, y los procesos químicos se
    acelerarían hasta lo impensable. El tiempo de la materia
    comenzaba a descubrirse hasta en sus elementos más
    imperceptibles y lentos, como los metales. También el
    hombre reconocía así su naturaleza material y
    contingente, pero asociada al dinamismo bio-mágico de
    las fuerzas cosmológicas. Una pizca de eternidad
    insuflada en la imaginación-voluntad, y la materia
    eterna, condensando y coagulando los cuatro elementos
    clásicos de la física aristotélica
    aire,
    agua, fuego,
    tierra,
    sumados al sulfuro, mercurio y sal, encarnan las fuerzas que
    animan los cuerpos vivientes. Las fuerzas vitalistas,
    filosóficamente hylozoístas, del materialismo
    renacentista, permanecerían aunque bajo otros sistemas
    epistemológicos, guardando el misterio de su presencia
    aún en el mundo físico newtoniano, que admite y
    no explica la fuerza de gravedad y la atracción
    gravitatoria. La metafísica del materialismo
    renacentista permanece también en Kepler, y en la
    filosofía de las ciencias de Koyré, para
    quién el pasado hylozoísta es un tiempo paradojal
    que no puede dejar de pasar, aunque siempre y en cada caso se
    halle superado.
    No son Auguste Comte ni Inmmanuel Kant sino
    más bien Hegel y Boheme con quienes esa forma de
    animismo resulta compatible con un materialismo moderno que ha
    encontrado leyes, constantes, invariables en la materia. Pero
    sobre todo, que ha aprendido a distinguir niveles
    fenomenológicos.

    La posibilidad de determinar lo pensable y lo
    impensable reviste para el análisis de Gérard Jorland el
    mayor interés
    para distinguir lo que Koyré llamaba marcos de
    pensamiento, y que en sus últimos libros
    llamó también estructuras
    de pensamiento. El materialismo renacentista no ofrece, en la
    interpretación de Jorland, la posibilidad de discriminar
    lo posible de lo 19imposible. ¿Por
    qué, pregunta Koyré, aceptar la astronomía de los ptolemaicas y rechazar
    su astrología? ¿Por qué
    aceptar los milagros cristianos y rechazar los milagros
    paganos? La intervención de fuerzas sobrenaturales
    representa capacidad explicativa para una ontología en
    la que tiene cabida un Dios creador. En tema central de todo
    este cuadro de ideas es, finalmente, si Dios y la Naturaleza
    son palabras, nociones o conceptos que remiten a una identidad de
    significación y sentido, como sostenían Sebastien
    Frank, Valentín Weigel y las doctrinas
    filosóficas panteístas, o si se trata de
    conceptos que remiten a entidades distintas, como
    sostenía Paracelso.

    Si la separación entre la carne y el
    espíritu es decisiva, como sostenía Caspar
    Schwenkfeld20, entonces hay allí un espacio
    metafísico muy importante, cuya hermenéutica indica que el
    espíritu es incapaz de encarnar. Y esa opinión
    tiene ecos en la historia del conocimiento. Se trata de
    distintas formas de materialismo, alguna de las cuales, por
    regirse por criterios simbólicos, pueden recusarse como
    materialismos erróneos o precientíficos. Las
    filosofías de lo simbólico no son muy frecuentes
    por su consistencia, ni tampoco fáciles, por eso es que
    contamos los trabajos de Koyré a la par de las
    filosofías de Mircea Elide, como el Tratado de las
    Religiones e
    Imágenes y Símbolos, los estudios de Gustav Jung
    sobre los simbolismos –apoyados en la lógica de la
    condensación y el desplazamiento-, y el más
    reciente de Eugenio Trías que recrea el materialismo
    renacentista a través de una filosofía del
    símbolo. De la mismo forma que Alexandre Koyré es
    continuista respecto a lo que después se llamó
    "internalismo" y que es mejor denominar lógica del
    descubrimiento científico, Pero discontinuista respecto
    a los acontecimientos históricos en general, produciendo
    una convergencia y una divergencia en el mismo movimiento de
    sutura y ruptura, de unión y disyunción, Eugenio
    Trías en su filosofía de lo simbólico
    habla de la "cesura dia-bálica" y de la unión
    "sym-bálica", en un mismo movimiento de unión y
    separación. A este respecto, Trías abreva en la
    obra de Alexandre Koyré.

    Lo Sym-bálico es aquello cuyas partes encajan y
    coinciden al lanzarse conjuntamente (imagen, palabra,
    iconografía, copresencia del testigo y lo sagrado ante
    la revelación hierofánica). La cesura
    dia-bálica es todo aquello que, en el acto mismo de la
    unidad simbólica, establece la separación entre
    lo que aparece y lo que se repliega en lo hermético. La
    filosofía de lo simbólico resulta una recreación del eón renacentista
    bajo sus formas más universales y pluriculturales, que
    van desde el budismo
    hasta el cristianismo, del judaísmo al islam, de la
    tradición gnóstica y la mitología
    órfica a la hermenéutica. La construcción racional de lo que
    une-y-escinde en Trías está inspirada,
    probablemente en buena medida, en la filosofía de las
    ciencias de Koyré. El idealismo alemán y el
    simbolismo espiritualista les son comunes. En cambio,
    Koyré desarrolla el platonismo no-místico, de la
    geometría galileana y hilbertiana, sobre
    todo en The Astronomical Revolution, y el platonismo
    místico lo desarrolla más bien Trías en la
    geometría arquitectónica, en que la noción
    de espacio simbólico y social, como habitat, como
    centro, morada, como alegoría y mimesis, tiene una
    continuidad del espacio sacro y el espacio profano estudiados
    por Mircea Elide y Georges Gsudorf. Pero en esa
    cosmovisión, constelación de creencias en la
    zeitgeist renacentista la significación de las
    mitologìas resulta el punto de partida para las ciencias
    y la filosofía, las artes y las religiones,
    como entienden Georges Gusdorf, Renè Taton y Eduardo
    Giqueaux21.

    El
    materialismo y la epistemología del siglo
    XVII

    En el materialismo del siglo XVII, siglo en el que
    cambiarían los fundamentos sobre los que se apoyaban las
    teorías filosóficas en sus tres
    aspectos esenciales: ontológicos, de filosofía
    natural y metafísicos, las preguntas primeras retornan.
    Aunque Koyré muy escasamente cite a Nietzsche,
    hay un eterno retorno de las preguntas metafísicas,
    aún y sobre todo en el pensamiento científico.
    Pero también hay cierta variación. Los
    filosofemas, formadores de sofismas-críticos, paradojas
    y perplejidades, retornan a la base de la Filosofía de
    las Ciencias. El tiempo metafísico, que transcurre en
    una doble dimensión de intemporalidad y de eternidad,
    como lo que siempre estuvo allí, elabora preguntas
    nuevas sobre objetos nuevos, tanto como pregunta santiguas
    sobre objetos antiguos. El fundamento está en falta. La
    filosofía, que cada tanto ambiciona razonar sobre la
    base de los primeros principios
    incuestionables, logra elaborar algunas certezas y dar sentido
    a las búsquedas del espíritu humano. O deja
    flotar la incertidumbre de lo que no exhibe más que su
    fenómeno caótico. La historia es desorden,
    sólo la filosofía, que acepta la antinomia de lo
    anacrónico y lo diacrónico, ordena la
    sucesión heterogéneas de acontecimientos. El
    mundo material es Caos. La Historia es Caos.
    ¿Cómo inteligir un Cosmos en la historia, en el
    mundo material incomprensible? Alexandre Koyré dijo en
    un pequeño artículo que vale tanto como un libro
    que el Tiempo es el orden de la materia, el orden de los
    acontecimientos de la historia.

    Hay orden –es decir, hay cosmos- porque hay
    Tiempo. Su Filosofía de las Ciencias es una
    Metafísica de la Temporalidad. En su breve ensayo "Le
    Temps", de 1938, Koyré piensa en el tiempo como una
    forma universal del orden. Pero un orden no atrapado a lo
    sucesivo, sino a la dialéctica de lo continuo y lo
    discontinuo. Ya para Greg Cantor, la idea de continuo guarda
    estrecha relación con la noción de número,
    pero la noción de tiempo es posterior a la de continuo,
    y la supone, aunque no a la inversa22. Alexandre
    Koyré no tiene una impresión cantoriana del
    continuo, aunque sí del infinito actual. Y es que Cantor
    es todavía apriorista kantiano, mientras que
    Koyré elabora unas cuantas fenomenologías de la
    temporalidad. El tiempo es "aquello que transforma el Caos en
    Cosmos", pero que tiene "ritmos diversos" y "diferencias de
    duración", incluso "el tiempo inmóvil parece ser
    y no ser al mismo tiempo". Pero para la Teología, "Dios,
    que representa el grado más alto de la realidad, es
    siempre conocido como intemporal"23. Todas estas
    formas de la temporalidad, y algunas más que menciona
    Koyré en la Física, se encuentran frente a la
    discontinuidad y la antinomia de lo anacrónico y lo
    diacrónico. Hay una discontinuidad histórica que
    es la que nos muestran diversas ontologías, con sus
    sistemas de pensables e impensables, sus criterios de verdad y
    falsedad.

    Pero esa discontinuidad funciona, en buena
    lógica, tanto de manera sucesiva como sincrónica.
    De manera sucesiva, distinguimos los materialismos uno tras
    otro. Pero de manera sincrónica, todos los materialismos
    coexisten una vez producidos y sistematizados por la
    filosofía y las ciencias. Podemos decir que el
    materialismo en tiempos de Demócrito no coexistió
    con el de Lavoisier, pero lo inverso no es cierto. El
    materialismo de Lavoisier coexistió con el materialismo
    del siglo XVII, con el Aristotélico, con el
    simbólico-místico del Renacimiento, y con el
    materialismo espiritualista del cristianismo. Solamente que el
    materialismo de Lavoisier resultó novedoso y de mayor
    alcance explicativo y predictivo, con mejor estructura
    de consistencia teórica y operativamente más apto
    para una metodología química que el de
    los alquimistas. La experimentación no es lo mismo que
    la experiencia, aunque ambos conocimientos comprendan la
    repetición de los fenómenos. Por eso es que la
    discontinuidad, que parece entenderse más
    fácilmente en el tiempo histórico
    sucesivo-lineal, es decir, cronológico, es mucho
    más compleja cuando la historia de las ideas demuestra
    que todas las tradiciones de investigación, todas las
    filosofías, están vivas, presentes y actuantes en
    todos los momentos de la historia, como entendió
    especialmente Imre Lakatos. Alexandre Koyré
    elaboró su concepto de discontinuidad antes que Thomas
    Khun, su atento y mejor discípulo norteamericano
    elaborara su concepto de inconmensurabilidad. Ya la idea de
    discontinuidad prefigura la idea de inconmensurabilidad. Sol
    que la discontinuidad en Koyré tiene una
    metafísica dialéctica de la temporalidad que
    traza su heurística y su hermenéutica, mientras
    que la inconmensurabilidad de Khun tiene raíces
    kantianas y analíticas.

    Los materialismos del siglo XVII han vuelto a
    descubrir a Arquímedes y Euclides. Han vuelto a
    cierta forma de platonismo: el platonismo de las formas y la
    geometría en Galileo, y el platonismo místico de
    Bruno. Es conocido el esfuerzo de Koyré de trazar un
    perfil epistemológico más teórico y
    apriorista, o aún hipotético-deductivista de
    Galileo, y menos empirista y experimentalista con que era
    considerado antes de sus conocidas tesis. El trabajo
    de Jean Françoise Stoffel –Lovain-la-Neuve, 1992,
    aún inédito, que nos ha alcanzado su autor y a
    quien mucho agradecemos, vuelve a considerar las tesis de
    Koyré respecto al apriorismo y el método
    experimental. Benedetti, Tartaglia, Kepler y Newton, son todos
    materialismos distintos a los tres anteriores: ni
    aristotélicos, ni del cristianismo pre-moderno, ni
    renacentistas. Los materialismos del siglo XVII son, a partir
    de Galileo y también Descartes, materialismos
    matemáticos. Un ensamble epistemológico que
    piensa la materia cuantitativamente, no cualitativamente.
    Cálculos y proporciones. Desde la Física hasta la
    Astronomía, pasando por la Música,
    lo que hay de común es la aritmética y la
    geometría. ¿Le concedemos a la Música el
    grado de materialidad en la misma medida que le reconocemos a
    la Física su grado de materialidad? Hay intentos de
    Descartes muy interesantes. El tiempo medido, con-mensurado, el
    tiempo físico, se revela durante el siglo XVII como
    nunca antes. Si debiéramos decirlo brevemente: La
    primera afinidad del tiempo y el movimiento,
    física, (aún en la ciencia medieval del
    ímpetus, con Jean Filopón, Nicolás de
    Oresme y Buridan) se le agrega, como una segunda variable, la
    velocidad. Esto ya es la física de Galileo,
    Tartaglia y Benedetti. A esa segunda afinidad, la
    percepción afina su sentido
    empírico-intelectivo y le agrega la
    aceleración. Es decir que al forjarse
    intersubjetividades, la fenomenología de la
    percepción implicada debía hilar cada vez
    más fino el concepto. La analítica de la
    razón iba encontrando cada vez más matices, como
    la paleta de los pintores talentosos. Con el tiempo y el
    movimiento podía hacerse física
    aristotélica, pero la velocidad y la aceleración
    suponen escalas de medición tales como los relojes. El
    materialismo del siglo XVII es el de Estudios Galileanos y
    Estudios Newtonianos.

    Las matemáticas y el materialismo: La nueva
    Física

    Si el
    Renacimiento, como afirma Taton, se mostró incapaz
    de crear un orden nuevo, eso es debido, quizás a dos
    motivos: los incipientes intentos de desarrollar un
    instrumental, y la dificultosa epistemología de una
    filosofía natural cuantitativa. La materia no estaba
    pensada con correspondencias, o con inmanencias
    matemáticas. Koyré ilustra muchísimo los
    experimentos de
    medición del movimiento del péndulo, de la
    caída de los cuerpos, de balística. Pero hay un
    tramo en que las matemáticas se tornan física,
    por lo menos en una de sus ramas, la primera en desarrollarse:
    la estática. Sobre la base paradigmática de
    Arquímedes, durante el siglo XVI Koyré
    sitúa a Simón Stevin, el nuevo
    Arquímedes24. En su concepción de la
    Física, Koyré dice que la Estática es una
    rama de las matemáticas. Especial situación que
    de por sí supone un cambio de perspectivas. Considerar
    de esta manera al menos un aspecto de las matemáticas,
    es un cambio en el materialismo implicado. Esto implica
    Físico-Matemáticas, que, como sabemos, fue el
    programa de
    investigación de Galileo y Descartes, que con muchos
    obstáculos y fenómenos insalvables por la
    teoría, con todo, logró explicar con arreglo a
    mayor predictivilidad y coherencia interna los problemas del
    movimiento de los cuerpos. Luego de la Estática,
    vendría la Dinámica, y la Cinemática. El nuevo materialismo
    había dejado en el pasado, si no temporal, por lo menos
    a título de premisas o postulados erróneos, las
    ideas "animistas" del Renacimiento. En cambio, las
    matemáticas establecían un nuevo lenguaje,
    desarrollaban combinaciones algebraicas y se hallaban ligadas a
    la materia de tal manera que Alexandre Koyré
    llegó a expresar este nuevo predominio con
    términos fisicalistas: "fuerzas
    matemáticas25." Una nueva clase de
    materialismo, pero tan distinto a los anteriores, que las
    nuevas bases del materialismo implicaban también otras
    ideas respecto al sentido del Tiempo.

    La
    cuestión de las condiciones
    exteriores

    Alexandre Koyré no
    trabajó sobre encuadres sociológicos la Historia
    de las Ciencias. Si bien la perspectiva de la historia de las
    ideas le permitía trazar ciertos cuadros
    sociológicos, o creyó que la sociología fuera determinante para la
    formación del pensamiento científico. Esto le
    valió la consideración de "internalista" respecto
    al desarrollo y formación del pensamiento
    científico. Particularmente, Koyré tiende a ver
    buena parte del platonismo en la filosofía natural del
    siglo XVII. En Newtonian Studies unos cuantos capítulos
    que están centrados bajo la consideración del
    nuevo materialismo del siglo XVII, el que piensa
    matemáticamente, geométricamente, la materia. El
    primer científico moderno fue, desde esta perspectiva.
    Nicolás Copérnico. Copérnico estudia
    matemáticas y geometría con maestros como
    Rethicus, y la filosofía de Platón en Bolonia y
    Roma.
    ¿Qué lo condujo a Copérnico a pensar
    geométricamente? La pregunta se traslada a la
    cuestión de los factores internalistas y externalistas
    de las ciencias. Koyré dijo al menos en dos
    oportunidades muy claramente que las condiciones exteriores,
    tales como la economía, el
    comercio, la
    agricultura,
    la navegación no determinaban el surgimiento de
    mentalidades o espíritus matemáticos. En su
    historia de la aritmética, compilada por René
    Taton dice: "En efecto, la influencia de los factores
    exteriores a veces invocados por los historiadores es
    perfectamente ilusoria. Así, la aparición del
    canon no ha provocado el nacimiento de la nueva
    dinámica: todo lo contrario, es sobre la experiencia de
    los artificios en que se han cansado de ensayar Leonardo Da
    Vinci, Tartaglia y Benedetti. Las necesidades de la
    navegación, del cómputo eclesiástico, de
    la astrología, habrían podido, y debido, provocar
    un efecto de corrección en las tablas
    astronómicas –que no tenían lugar;- ellas
    no pudieron incitar a Copérnico a dar vuelta el orden de
    las esferas celestes y a poner al sol en el centro del
    universo. Las exigencias del comercio, la extensión de
    los cambios de moneda y de relaciones bancarias provocaron
    ciertamente la difusión de los conocimientos
    matemáticos elementales, y la contabilidad, pero no pueden explicar el
    progreso espectacular de los algebristas italianos cumplido en
    la primera mitad del siglo XVI ni tampoco el efecto de
    simbolización de las operaciones de
    la aritmética y del álgebra
    pacientemente proseguido por los "cosistas" de los
    países de lengua
    alemana"26. A esa explicación Koyré la
    repitió algo más escuetamente en el breve ensayo
    titulado "Perspectivas de la Historia de las Ciencias", en
    1961, uno de sus últimos trabajos. "No fueron los
    harpedonautas egipcios, que tenían que medir los valles
    del Nilo, quienes inventaron la geometría: fueron los
    griegos, que no tenían que medir nada de
    nada"27.

    El materialismo del siglo XVII es un materialismo en
    el que el platonismo ha surgido, según la óptica de Koyré.
    ¿Qué platonismo? El platonismo místico
    pertenece más bien al Renacimiento, excepto para la
    teosofía de Kepler y en parte la de Newton. Pero el
    platonismo geométrico y matemático –aunque
    no místico- está en esta nueva ontología.
    Ya Koyré decía que el Timeo no explica todo el
    platonismo. Indudablemente. Pero, ¿Qué hay en el
    platonismo del Timeo que pueda ser considerado moderno? Sabemos
    el recorrido de la tesis de Koyré: Galileo era el
    paradigma de
    la ciencia experimental. La ciencia experimental es el
    paradigma del positivismo.
    El positivismo no es idealista ni teórico, sino
    experimental. Alexandre Koyré, al decir que Galileo era
    platónico, y que nociones tales como el vacío,
    experimentos a priori de caída de los cuerpos en el
    vacío, y luego el principio de inercia y la
    gravitación, corresponden a una metafísica antes
    que a una física, traía de nuevo materialismo y
    una nueva ontología. Los cuatro elementos: aire, agua,
    fuego y tierra, pertenecían a la filosofía
    natural de los alquimistas. El siglo XVII les agregaría
    un "nuevo" materialismo, el geométrico. Ya Platón
    en el Timeo declaraba que la cosmogénesis integra lo
    mismo y lo diverso. Y que los ángulos, triángulos, círculos, y otras
    figuras geométricas formaban el eidos o idea de las
    cosas, tanto como los órganos, como el hígado,
    tenían un eidos. (Timeo, 53, a, b, c, d, e)
    Platón negaba que hubiese vacío en el mundo
    material y natural, pero creía que el mundo sensible era
    inteligible a partir de las formas (eidos, figuras
    geométricas, números)28. Para Cristian
    Huygens, observar que la refracción de la luz
    tenía leyes aritméticas y geométricas, y
    que los cristales, como el de Islandia que suponía
    algunas excepciones, implica un nuevo materialismo, el de la
    observación geométrica, ya que las
    formas geométricas son tan materiales y corpóreas
    como las cualidades, y aún, más constantes y
    regulares que aquellas, Y también para Galileo,
    Descartes y Newton. Pero, ¿Cómo habían
    surgido el álgebra, las ecuaciones,
    los signos matemáticos? Eso es un trabajo teórico
    hecho, después de los antiguos griegos, por
    matemáticos italianos, como Luca Paccioli, Pietro Brogi,
    Giorgio Chiarini, Nicolás de Cues, Cargano, Scipione del
    Ferro, Tartaglia, Bombelli; árabes como Nasir al-din
    al-Tusi, Al-Kwarizmi, Ahmad Ibn Yusuf, Abul-Wafa; alemanes como
    Johan Wemer, Georg Hartmann, Albrecht Dürer, Reticus, Adam
    Riesse, Christoph Rudolff; franceses como Nicolás de
    Oresme, Chuquet, Jacques Lèfébre, François
    Viète, Blaise Pascal,
    René Descartes; judíos como Levi ben Gerson; polacos como
    Albert de Brudzewo, uno de los primeros maestros de
    Copérnico, e ingleses como Bradwardine, Digges y Thomas
    Moore. Para Koré no hay duda de que el antiguo tratado
    de los Elementos de Euclides –con su sistema
    axiomático-, constituye una referencia indispensable.
    David Hillbert, a fines del siglo XIX, también
    había creado un nuevo sistema axiomático en
    Geometría. Pero Koyré repara en las signaturas
    del lenguaje matemático: la invención de reglas
    algebraicas, la admisión de numeraciones en principio
    absurdas o imposibles, como las de Cargano, la idea de infinito
    y su dialéctica en Nicolás de Cues, el arte de la
    medida (práctica) que renunciaba a precisiones
    inalcanzables, las notaciones de + y -, de raíz cuadrada
    y cúbica, los números irracionales, y la
    teoría de las proporciones. Respecto a la teoría
    de las proporciones, ya Aristóteles hablaba de
    razonamientos por analogía refiriéndose a las
    proporciones. Hasta Kant llegaría a conceptuar
    analogías matemáticas y analogías de la
    experiencia.

    Pero este nuevo materialismo refunda las bases de la
    experiencia, es decir, produce a la vez que postula un nuevo
    empirismo.
    Los datos
    observacionales que los empiristas siempre consideraron el "non
    plus ultra" de la evidencia, parten de una nueva
    reordenación. La geometría sumada a los
    instrumentos, como la balanza el péndulo, la regla, el
    compás, y sobre todo el telescopio, producen
    –combinados- nuevos datos observacionales, y por lo tanto
    una nueva fenomenología, y si preferimos, un nuevo
    realismo. La geometría de por sí, el telescopio
    de por sí, no producen las mismas impresiones
    (impressions, qualias, fenómenos), pero al combinar en
    compuestos teórico-empíricos la masa de
    cualidades y cantidades la formación y
    consideración de objetos es nueva. Si además,
    esos nuevos fenómenos pueden reducirse a la constancia
    de las leyes e invariables, el programa de las ciencias
    está frente a un nuevo materialismo.

    Alexandre Koyré, en la discusión entre
    cartesianos y newtonianos acerca del célebre "hipótesis non fingo", concluye que para
    los newtonianos, eran los cartesianos ("ellos") los que
    hacían hipótesis. Las matemáticas son
    deductivas, pero en física y astronomía,
    también son predictivas. Entonces resulta que algo del
    inescrutable futuro se torna accesible. Pronto lo predictivo se
    tornaría sentido común y muchas leyes de la
    física, ignoradas durante siglos, se explicarían
    en los programas
    escolares, al precio de
    dejar ignorado su contexto de descubrimiento. La Historia de
    las Ciencias, en cierta forma retoma sobre el contexto de
    descubrimiento para volver a formular las preguntas antes de
    producir las respuestas clausurando la curiosidad. Hay un
    entre-tiempo que va de las preguntas a las respuestas, a veces
    de muchos años en la medida de la cronología
    histórica. Pero volver a formular las preguntas luego de
    producidas las respuestas, esa actitud es parte de la
    filosofía de las ciencias. ¿Cómo un
    conocimiento deductivo puede desarrollarse a través del
    tiempo? ¿Cómo puede ese conocimiento tomarse cada
    vez más preciso? Los entretiempos de la historia se
    redistribuyen y reorganizan constantemente en su operatoria
    real, mientras que los tiempos fenoménicos parecen
    sucederse libremente.

    Guillermo Treboux

    Historia y Filosofía de las Ciencias

    Universidad Nacional del Comahue

    República Argentina

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