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En esta monografía me refiero a los gallegos que
llegaron a la Argentina entre 1850 y 1950, a su forma de vida y a
algunas de las obras en las que se los evoca. Tomo como fuente
textos de historiadores, escritores y periodistas, y testimonios
de gallegos y sus descendientes.
Alberto Sarramone, quien ha escrito varios libros sobre
la historia de la
inmigración en nuestro país
–algunos de ellos traducidos al francés-, afirma que
"La noción exacta y actual de emigración, en
general, tiene dos referentes direccionales: emigración
en un sentido estricto, cuando se busca significar la salida
de personas o grupos de un
país o región. Inmigración,
noción relacionada con la recepción de población externa en un país o
región determinado", y señala que "ambas tienen su
origen en el régimen de libertad instaurado a
partir de la revolución
francesa, con el reconocimiento de los derechos del hombre y del
ciudadano y entre ellos el de emigrar, consagrados en la constitución del 31 de octubre de 1791. Con
anterioridad, no se podía hablar de las formas modernas de
emigración, que requieren como notas definitorias para la
existencia plena del fenómeno, estar en un marco aunque
sea imperfecto de libertad"
(1).
Marcelo Bazán Lascano señala que la
Ley
Avellaneda, de 1876, proporciona la definición de
inmigrante. Distingue "entre los inmigrantes ‘sensu
stricto’, o sea los que venían con pasaje de segunda
o tercera clase por
cuenta del gobierno u otras
entidades, y los que entre el 25 de mayo de 1810 y el presente
han arribado a nuestro territorio a su costa, como polizones o en
cualquier otra forma clandestina o ilegal. Podría
sostenerse, pues, que los segundos son, prima facie, definibles
como inmigrantes ‘lato sensu’, aunque hubieran venido
en primera clase y aunque lo hubiesen hecho con bienes de
fortuna y hasta con títulos nobiliarios" (2).
"Desde la época de Rosas se anota
una constante pero limitada inmigración española,
procedente del País Vasco, Galicia y las Islas Canarias
–afirman Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti. Recién la
última década del siglo será testigo de un
desembarco masivo, especialmente de gallegos, vascos, asturianos
y catalanes" (3). Diversas causas contribuyeron al aumento de la
emigración. Andrés Solla las enumera: la introducción de la navegación a
vapor, las políticas
de las repúblicas americanas que favorecen la entrada de
emigrantes, la irrupción de fuertes
compañías navieras inglesas, francesas y alemanas
en el negocio, y la
comunicación epistolar con los que ya emigraron
(4).
"A lo largo de la historia de la humanidad
–escribe Solla- hubo múltiples causas
‘próximas’ (guerras,
persecuciones religiosas o políticas, huidas de los
reclutamientos militares, pestes, etc.) que dieron lugar a las
migraciones humanas, pero detrás de todas ellas subyace
siempre el factor económico. (…) los gallegos emigraron
forzados por la situación económica y porque no se
conformaban con seguir siempre lo mismo; querían mejorar y
les sobraba voluntad para hacerlo" (5).
Gran parte de los gallegos establecidos en nuestro
país, sólo pensó en hacerlo por un tiempo.
"Galicia es casi sinónimo de inmigración
–agrega Solla-, porque de Galicia, por emigrar, emigraron:
trabajadores, intelectuales,
energía
eléctrica y capitales. El gallego emigraba bajo dos
signos: uno,
que lo empujaba fuera de su tierra en
procura de una mejor situación económica y otro que
lo hacía volver. Así tenemos que, siendo el
país que da mayor porcentaje de emigración,
también somos, curiosamente, el que mayor índice de
retornados tiene por número de emigrantes. En el
fenómeno migratorio puede establecerse una
correlación: padres y mujer quedaban en
Galicia, hijos y marido en la emigración. Esta constante
quizás sea el factor más importante que
favoreció tan elevado número de retornados,
además del apego que los gallegos tenemos a nuestra
tierra" (6).
Otros jamás podrán regresar, y
morirán añorando el retorno.
Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
–voz del cielo- llamó gallegos a todos los
españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
los ‘otros’, pero los otros del idioma común y
la tradición que ya formaba parte y sustento de lo
criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre
los españoles, los más en número y los
más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por
grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
irrepetible que somos los argentinos. También porque
buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
corazón" (7).
Notas
- Sarramone, Alberto: Historia y sociología de la inmigración.
Internet. - Bazán Lazcano, Marcelo: "Carta de
Lectores", en La Nación, Buenos Aires,
19 de diciembre de 1999. - Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa.
Ritos y retos de la alimentación
argentina. Buenos Aires, Grijalbo, 2000. - Solla, Andrés: "A emigración galega
a América", en Internet. Trad. de MGR. - ibídem
- ibídem
- Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
1994.
Según lo que comían, Santiago de Estrada
podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
(1).
José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca
mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los
dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
de largas horas de trabajo y
temerosos que un desborde del arroyo se llevara
rápidamente las ganancias del mes". A ellos se sumaron
más tarde los empleados Enrique Martínez y
José Vicario. "Recuerda doña ‘Conce’,
la esposa de José Vicario que ‘cuando ellos
(Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer
propaganda y
vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es
que estaban afuera varios días y debían llevar la
comida. Sí, claro que con la señora de
Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas
muy malas, como aquella de la crisis del
30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior,
camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…"
(2).
Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
"El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
pagar sus cuentas, ni de
tener preparados los billetes para los proveedores,
cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no
sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo
solos, no contrataban personal alguno;
esto, unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su
posición" (3).
A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
la primera impresión después de un viaje terrible
en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
los árboles, con nuestros hijos, sin más
techo que el de la naturaleza, y
ni una visión de simples ranchos en una estancia de
algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando
la visita de uno que otro poblador de los alejados contornos"
(4).
Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " ’El Gallego
Penitenciario’ ocupó un rol tan destacado en la
historia de los primeros penales que fue honrado días
atrás con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar
central del Museo del S.P.F. ‘A principios de
siglo los primeros guardias eran gallegos o yugoslavos,
traídos a la Argentina para trabajar en las
cárceles. Muchos llegaban al puerto de Buenos Aires y
seguían viaje al penal de Ushuaia; otros paraban en el
Hotel de Inmigrantes y eran
destinados a unidades de acá’, recuerda el alcaide
mayor retirado Horacio Benegas, asesor del museo y jefe de
visitas de la Unidad 16 en los 60" (5).
En el Museo de la Inmigración, sito en el ex
Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la
historia del matrimonio
Mosquera López-Alvarez Marante, emigrados desde
Orense.
En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia
del pontevedrés Martínez Padín.
Arturo Cuadrado Moures, quien llegó en el
Massilia, evoca su exilio: "En el año 1936 sube Franco,
aquella tremenda traición en donde los hombres tuvieron
que matar a los hombres. Surge la famosa guerra civil
que duró tres años y donde han muerto casi dos
millones de españoles. Nosotros, el ejército
republicano, que dominábamos Madrid,
Valencia y Barcelona, no teníamos fuerzas, teníamos
la canción y teníamos a América. Era nuestro guía
espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don
Antonio Machado. (…) desde México a
Buenos Aires realizamos todos nuestros sueños, todas
nuestras esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el
convencimiento de que habíamos triunfado… Ortega y
Gasset nos había enseñado el camino de amar
más que luchar" (6).
Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915
y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un
gallego que se sintió argentino y organizó durante
décadas encuentros entre autores y lectores, que son el
antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En
1960, Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y
quiso visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra.
El dinero para
la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni"
(7).
Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo
también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en
Monserrat- porque Galicia es una nación
histórica (las otras dos son Euzkadi y Cataluña,
que también tienen idioma propio y son mucho más
antiguas que la España
consolidada en un Estado)"
(8).
En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La
Capital publicó una nota de Esteban Turcatti titulada
"El gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos:
"Bernaldo Souto, poeta gallego, había traducido el
Martín Fierro a ese idioma en el año 1980.
Establecido en la Argentina desde hace muchos años,
regresó recientemente de su tierra natal, Galicia, donde
es muy conocido por su obra literaria y periodística.
Allá brindó una serie de conferencias y
presentó tres libros de poesías
bajo el título ‘Luz y
sombras’. Pero su mayor satisfacción fue enterarse
que en fecha próxima, su traducción gallega del Martín
Fierro será publicada por la Xunta de Galicia,
en una edición
bilingüe de lujo" (9).
Darío Lamazares, representante legal del
Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a
los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me
formé en la calle, y como la mayoría de mis
compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este
país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la
escuela es una
forma de pagar esa deuda" (10).
María Mercedes Arias "se recuerda a sí
misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca
gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el
río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido
en el siglo XV. ‘Araba el campo con mis dos hijos porque mi
marido se había ido a la Guerra Civil que estalló
en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que
había en el bosque, las comíamos asadas y con un
vaso de leche. Yo
tenía 38 años y como la posguerra era muy dura, nos
vinimos a la Argentina’, cuenta" (11).
Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un
instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez,
de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los
mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la
mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la
Argentina y en Cuba, entraron
en contacto con otros ritmos, al punto que "La música gallega se
benefició de estas influencias, de estas tradiciones
más abiertas" (12).
Gabriel Deus – hijo de un gaitero inmigrante, y
gaitero él mismo de la Agrupación Folklórica
Baixo Miño- se refiere a "los grandes maestros
gaiteros inmigrantes, maestros que han venido a este país
con una gaita entre su equipaje. De estos maestros podemos
nombrar a Cesáreo Rodríguez, a Jesús
Longarela quien ha sido profesor del
gaitero Alberto López y actual integrante del grupo "Sete
Netos". Entre estos maestros se encuentra también Camilo
Deus quien aparte es uno de los pocos artesanos de palletas para
gaitas que hay en el país. También lo tenemos a
Jesús Mariño quien también es artesano de
gaitas. En fín, entiendo que gracias al legado de estas
personas que gracias a Dios, a pesar de los años
transcurridos, siguen transmitiéndonos esa cultura
interpretando en sus gaitas esas jotas y muñeiras que
suenan con un aire muy distinto
ya que en sus dedos, al ejecutar la gaita, demuestran en cada
nota el sentimiento de un inmigrante" (13).
Manuel Corral Vide llamó Morriña a
su restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento
que aúna a chef y comensales: "A través de
Morriña (palabra entrañable para nosotros) el
nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser
gallegas, se interiorizaron de las características de
nuestra cocina, lo peculiar de nuestras tradiciones y nuestra
milenaria cultura. En cuanto a los paisanos, me consta que se
enorgullecen de tanta difusión" (14). El publica sus
recetas en Galicia en el mundo; en una de las entregas de
"Cocina gallega", leemos: "En Buenos Aires, siempre que se
podía en casa, nos agasajábamos con una buena
paella en la que difícilmente faltaba el conejo (mi abuela
los criaba en nuestros primeros años en la Argentina"
(15).
Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su
restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega
tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón,
según la receta que trajeron de La Coruña hace
cuarenta y tres años (16).
En España, un gallego que retornó sin
haber podido "hacer la América" encontró en los
manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini:
"como la patria es la infancia, el
tiempo se evoca con los sabores que se perdieron. En una
pastelería de la calle Menéndez y Pelayo, cerca de
la plaza Cavia, se forma una fila para comprar. Un pequeño
negocio donde se pueden conseguir medialunas, tarta de acelga,
yerba, vinos argentinos y esa delicia que se arma como
exclusividad nuestra, los sandwiches de miga. (…) lejos de lo
que podría pensarse, el negocio no pertenece a
ningún argentino. Su dueño, un gallego que
vivió veinte años en la Argentina, al regresar
encontró la prosperidad que le fue esquiva como
inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de
la Plata, su negocio crece cada día" (17).
Jesús Amorín
Varela relata: "Mis padres eran gallegos y fueron a Cuba.
Ahí nací yo. A los dos años me llevaron a
Galicia y me dejaron al cuidado de mis abuelos maternos. Estuve
con ellos hasta los diecisiete y en 1929 me vine para la
Argentina" (18).
Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me
vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes,
para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio
militar, que se hacía en Africa…(…) lo
que significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a
morirse… a gatas tenía el sexto grado, así
llegué, y aquí logré todo lo que soy, un
trabajo, una familia, una
vida" (19).
No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
España, después de tantos años sin pisar
la tierra que
lo vio nacer. ‘Pero no hay plata: acá se gana muy
poquito, apenas las propinas. Y la jubilación, para
qué hablar’, cuenta. Su hija le está
gestionando una jubilación en España para que su
vida sea menos empinada" (20).
Arturo Lezcano me escribe que la madre de José
María Martín trajo desde Galicia un cuadro titulado
"La abuela y el niño", de Fernando Alvarez de Sotomayor.
Pensaba procurarse con su venta
algún dinero para establecerse en
América.
José Cameán Parcero recuerda: "Yo
también fui gallego de m… y también
colorado’, porque así es mi color de cabello.
Y más de una vez tuve que escuchar a mis compañeros
decir que me habían cambiado por un cuero. Pero no
me molestaba, quizás porque yo al venir a los cuatro
años me sentía uno más. No sabía mi
conciencia la
diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como
buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le
enseñó a él a tocar la caja. Como esto
resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo
y con Los Chavales de España. En estos conjuntos
tocaba la tumbadora. Estos instrumentos todavía los
conserva en su taller de autos
antiguos" (21).
Un inmigrante tiene un bar en la Isla Maciel: "
‘Esto era la calle Florida, entre el frigorífico,
las areneras, los astilleros –dice el Gallego-. Y ahora…
ya ni comidas damos. Es una pocilga. Me dan ganas de largar todo
pero no puedo’. Su bar quedó varado en algún
cierre mpreciso, ese día último en que la heladera
despachó la porción final para uno de crudo y
queso. Y pensar que el bar del Gallego hasta tenía un
reservado, con manteles y todo. Al Gallego le dan ganas de
llorar. La enorme mesa de billar tapada con una tela parece
meterle más luto al que ya tiene. Sólo el comensal
de siempre va por su vasito de vermú, antes del almuerzo.
Pero ya no se dicen nada" (22).
Daniel Artola relata la vida de Salvador de la Calle,
periodista del diario Crítica: "Es diciembre de
1923. Estefanía es una pasajera más del vapor
Alba que viene
de Vigo, España, rumbo a la Argentina. El barco
está cargado de inmigrantes con sus esperanzas a cuestas.
Ella sabe que el destino está cerca y le habla a su
bebé, Salvador, que extiende las manos debajo de la manta
que lo cubre. Tiene la convicción de que ésta
será una gran tierra, donde el trabajo y
la felicidad no serán una utopía. A su esposo
Rafael lo espera el campo. Despúes de unos días en
el Hotel de Inmigrantes marchan a El Socorro, un lugar intermedio
entre San Nicolás y Pergamino. Allí necesitan
brazos fuertes para sembrar la tierra: el futuro para ellos se
cosechará recogiendo bolsas de maíz.
(…) Salvador se ha dado el gusto de volver a la tierra que lo
vio nacer. En 1989 visitó a una tía en su pueblo
natal: ‘Estaba en la campña y me la pasaba comiendo
sardina, quesos de cabra y trozos de jamón crudo, porque
allí no lo cortan en fetas como acá’ "
(23).
En un bar de Gaona y Concordia, en Buenos Aires,
transcurre probablemente el cuento "Hombre
de la esquina rosada", de Jorge Luis
Borges. En ese bar trabaja un mozo gallego: "Pepe
‘Galleguito’ Castro (62 años, vecino desde
hace 34), único mozo del Gaona, acredita: ‘Se
inauguró en 1908’. Y otra cosa más.
Casualidad de la vida o no, hoy está pintado de rosa, dato
que no aparece en el texto pero que
sí remite al título del cuento. ‘Borges sabe que,
en aquella época, los almacenes eran de
ese color, lo cuenta en Fundación mítica de Buenos
Aires’, apunta Sorrentino. Ajeno a los análisis literarios, Pepe pone cara de
circunstancia al nombrarle a Borges. ‘Me dolió
cuando dijo que no quería morir en la Argentina’,
apunta el hombre que
nació en Santiago de Compostela y por nada del mundo quiso
salir en las fotos"
(24).
Julio Méndez Iglesias se presenta: "A mí
me dicen el otro Julio Iglesias. Porque además de
vender flores, toco música gallega, celta, religiosa y
folklore de
todo el mundo con mi guitarra y mi armónica. Pero ni Dios
me dio el don de hacer lo que hace él, ni a él le
dio el don de hacer lo que hago yo. (…) También soy
poeta, tengo como 500 hermosos poemas para
editar. (…) Otro amor que tengo son las palomas. (…)
Nací en España, en Santiago de Compostela, por eso
firmo mis poemas como El Compostelano. Tengo 63
años. Me casé en 1985 con una argentina y tengo dos
hijos, un nene y una nena. Hace 35 que vine a la Argentina,
tenía 25 años. A los pocos meses me puse esta
florería. Me gusta mi vida, mi trabajo. Lo hago con
agrado, a pear de que es muy ingrato, porque en la calle se sufre
mucho, se sufre la intemperie, la gente" (25).
La historia de un café
tiene que ver con un inmigrante: "Tan cheto, tan cheto, pero La
Biela empezó siendo, en 1850, una pulpería de un
gallego que le quiso poner La Veredita, pero le
salía ‘viridita’ " (26).
"Pedro Fernández, español, y
de Orense, como corresponde a un afilador que se precie de tal,
dado que esta ciudad gallega se conoce como la tierra de los
afiladores por excelencia, con ochenta años de edad,
recuerda cuando recorría más de cien cuadras por
día: ‘Si uno se sacrificaba podía ganar un
pesito más. Después, todo cambió, con la
industrialización el trabajo desapareció’.
Don Pedro cuenta que aprender el oficio no es fácil, y que
hasta puede ser riesgoso. Como certificando sus palabras muestra el dedo
índice de su mano derecha con la impronta de una herida
producto de la
inexperiencia inicial. Con su bicicleta roja y sus piedras anduvo
por muchos rincones del país, pregonando su máxima
fundamental: ‘La comida sabe mejor cuando el cuchillo corta
bien’ (27)".
"A partir del año 1918 don José Loureiro,
un simpático gallego, trabajó en la Costanera Sur,
con la fuente de Lola Mora como fondo. ‘Los domingos con
buen tiempo hacía hasta cincuenta fotos a cuarenta
centavos, las tres postales con
la misma pose, las coloreadas a mano, cincuenta’ "
(28).
En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis
Seoane, quien, nacido en Buenos Aires en el seno de una familia
gallega, vivió muchos años en España. El
escribió: "Soy y seré siempre un desarraigado
permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
Es el destino del exiliado" (29).
Adolfo Pérez Esquivel "parte para Galicia en
breve a dejar él también su huella
escultórica. ‘Voy a hacer un monumento a la memoria en
Combarro, el pueblo donde nació mi padre, en un parque al
que le van a poner mi nombre", comentó" (30).
Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
"legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
relataba "anécdotas para él imborrables de su
infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
lomo del río" (31).
Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que
escuchó en su infancia: "A mí lo que más me
atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante,
fue el de la escritura
adulta que tiene que crear un narrador niño pero con una
escritura adulta. Esta fue una gran tensión que se produjo
en mí con el lenguaje; y
además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
criolla, y también la de todos los italianos que en ese
tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela
era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran
factor unificador de la escuela
pública" (32).
Manuel Castro, descendiente de gallegos, "es
fanático de la música celta. En sus viajes por
Europa
aprendió la historia y las costumbres de este pueblo
europeo y ahora difunde sus conocimientos en la Argentina. (…)
Fiel a las tradiciones, Manuel se calza la pollerita kilt y el
zaragüelle –vestuario típico que usaban los
gallegos en el siglo XVIII- para interpretar los temas musicales.
(…) ‘Soy un coleccionista de gaitas’, dice Castro y
cuenta orgulloso que tiene siete de esos instrumentos. ‘La
primera gaita me la compré en un viaje que hice a Londres.
Aprendí a tocar con parientes y gaiteros escoceses. La
cultura celta me fascina" (33).
Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al
tango. No es
muy amable la impresión que tenía Carlos Gardel
sobre el tango ejecutado por españoles, ya que le dijo a
Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el ‘fueye’ lo
tocás fenómeno, pero al tango lo tocás como
un gallego" (34).
María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
una familia humilde –ella reafirma- ‘más que
pobre’-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres
eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A
los 8 ó 9 años María comenzó a ir a
las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar
tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De
chica la humildad familiar no la marcó. Asegura que eran
muy felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen,
‘sos demasiado humilde, sos una tonta’. Así me
hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó
a andar derecha por la vida y no hacerle daño a
nadie’. Esa misma mamá –‘la
gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
valsecitos en vez de una canción de cuna" (35).
Victor Hugo Ghitta evoca el carnaval de la colectividad
gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del Centro
Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por las
fiestas populares irían menguando con los años, en
bulliciosas noches de carnaval en las que nos peleábamos
por una falda con fervor e inocencia mientras nuestros padres
batían palmas y meneaban caderas al ritmo del pasodoble o
la muñeira, después de haberse atragantado con las
sardinas españolas y las morcillas vascas y las batatas
asadas al carbón y los jamones tan perfumados como las
señoras que atiborraban la pista, atraídas por una
estridencia de trompetas y por las toreras de luces y las
fabulosas charreteras y los zapatos y los pantalones blancos de
los Gavilanes de España, que era el conjunto musical que
animaba las tertulias y las verbenas" (36).
En una conferencia
dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de
1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de
entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto,
estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los
cuentos mil
veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse?
–preguntó mi hija de quince años.
¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del
encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos,
el lugar donde el mar era la mar y había puertos de
tierra" (37).
Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra.
"De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a
mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser
tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
región mítica. (…) Recién al disfrutar de
cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a
mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la
Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a
radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar
los tres juntos, en ese suelo
soñado" (38).
Graciela González, hija de un gallego emigrante,
relata que en los años en que llegó a la Argentina
su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
sabe, volver a la patria algún día. Papá
nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
guardaba "cartas, cuadros,
que todos los emigrantes traían porque no sabían si
podrían volver a ver a sus familiares. Había de
todo. Era su historia" (39). La íntima historia que lo
acompañaba en la tierra nueva.
Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999
viajó a España, dijo: "Desde pequeña
escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que
siempre se llamó ‘francés’, senda
única y concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se
apagó y puse su sueño en mi mente y en mi
corazón" (40).
Antonio D’Argenio testimonia la nostalgia de su
madre: "Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años,
mi madre, que había llegado a nuestro país en 1920
desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas
las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una
audición llamada ‘Por los caminos de
España’. En esos momentos yo no entendía
cómo el rostro de mi madre se cubría de
lágrimas cada vez que sintonizaba aquel programa y
escuchaba, por ejemplo, el sonido de una
gaita" (41).
Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus
mayores: "en 10 minutos llegamos a A
Coruña…….Noia..Lousame…..baje del auto……….y lo
que camine desde ese auto hasta los brazos de mi
tía…..no puedo explicarte no podré expresarte,
que me pasaba, era como caminar volando……liviano….sin nada
adentro……ahogado…..alegría………La abrace, llore
como hacia mucho no lo había hecho recordé a mi
papa a mis abuelos estaban ahí, en medio de nosotros
dos….." (42).
José Luis Noya escribe: ""En las aldeas de
Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos
que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro
país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue
una experiencia única. El momento del encuentro familiar
es difícil de describir. Comprobé que esa familia,
desconocida para mí, tenía gestos similares a la
que se encuentra del otro lado del Atlántico"
(43).
Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa
de San Lázaro donde nació mi padre, enfrente de la
iglesia donde
él, como monaguillo, enloquecía con travesuras al
cura y dormí en la cama de mi abuela, Gloria, que
murió sin conocer a sus nietos argentinos. También
caminé a orillas del río donde lavaba la ropa y
soñaba mi abuela Concepción, que me crió en
Buenos Aires, y besé al viejito de 97 años que fue
el hermano que ella más quiso. Y toqué las herramientas
de zapatero que mi abuelo Manuel dejó en un taller en la
casa de Labacolla en 1912, para venirse a la Patagonia, a
los 16 años, con aires de anarquista. Fue mucho más
que cumplir un deseo profundo. Fue como saldar una deuda metafísica" (44).
Guillermo Saccomanno relató en un reportaje: "Mi
abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó de sirvienta
y de lavandera de familias bien de la época. Con
todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde
estaban muy sometidos" (45).
Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense,
escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
épica de su inmigración" (46).
En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela
inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y
me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de
lentejas hasta bailar" (47).
"En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de
convertirse en el apellido de un polémico dirigente del
fútbol, Lalín era sólo un pequeño
pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia.
Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con
dejar atrás su desesperanza –como los antepasados
del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia
Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo,
zarpó el barco que sacaba de España al niño
Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para
protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza
de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se
empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era
tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una
reunión de inmigrantes de la sociedad
Hijos del Partido de Lalín. Se casaron. Compraron
el conventillo" (48). Esta es la historia que Daniel Miranda, uno
de los nietos, relata al periodista.
Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje
de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco
(tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños
intactos)" (49).
Fabián Tarrío recuerda a su padre, hijo de
inmigrantes gallegos: "Mi viejo sabía vivir y hacer de
cada momento con los demás, un tiempo grato. Lo que me
viene a la cabeza es el espíritu que tenía de buena
vida. Divertido, atrevido; era de disfrazarse para los carnavales o
para fin de año, y viajar disfrazado en un colectivo a los
corsos de la Boca. A nosotros nos daba un poco de vergüenza,
pero hoy reconozco que lo hacía porque tenía un
espíritu muy lindo" (50).
García Meróu destaca la importancia de los
Juegos
Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que
obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García
Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento
literario que debe ser estudiado y apreciado por todo el que
quiera reflejar, aunque sea de una manera superficial, las
manifestaciones del intelecto argentino en la época
contemporánea" (51).
En casa de los Villafañe trabajó "una
señora española", de la que dice Javier, el
titiritero: "tenía una memoria
extraordinaria y decía romances antiguos españoles
–aprendí de ella el Romance del cebollero-.
Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier
Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones
sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos,
poemas, romances y otros decires, es significativa no sólo
por su evocación sino también porque la califica
como imagen formadora"
(52).
" ‘Si cantan, es ti que cantas; si choran, es
ti que choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a
aurora’. Estos versos de Rosalía de Castro,
así como muchos otros de tantos poetas gallegos pudieron
oírse durante décadas en los labios de Lita Soriano
(…) la actriz del decir gallego por excelencia y aquella
intérprete de carácter que supo descollar en teatro, TV y
radio, principalmente. (…) ‘Lita fue una trabajadora
total de la actuación. Sufría mucho cuando no
estaba activa. Su vida eran el teatro y sus sobrinos’,
cuenta Roberto Trespando, que fue su esposo durante 40
años" (53).
Refiriéndose a quienes debían actuar como
inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un
reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un
italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío
perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían
penetrar una psicología. Los
personajes del sainete eran simples en apariencia, pero con
nostalgia por su tierra y un gran amor al lugar que los
había acogido. Eran seres complejos, que había que
saber observar" (54).
La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
(55).
La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
típicas. En una calle porteña vivió
doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
evocación que escribe poco después de la muerte de la
rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles,
italianos, argentinos del interior-, había descubierto que
el mejor arroz con pollo lo hacía doña
María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el
grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta
–los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas
con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores
que con la picada común" (56).
José Luis Baltar Pumar, presidente de la
diputación de Orense, se refirió en 1998 al
sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
(57).
En "Al contrario de lo que dicen El abuelo de Cortez",
escribe Julio César Barros: "Mi abuelo era un gaita nacido
en Monforte de Lemos y llegado a estas comarcas cuando
tenía un poco más de 18 años. Como otros
tantos millones de españoles, se abrió camino
aprovechando honestamente las oportunidades que ofrecía el
país, en aquellos mejores días. Se casó con
una argentina, aumentó cuanto pudo la prole, compró
su chalecito y se jubiló despues de haber cinchado no
sé cuantos años en el Roca. Una vida tan modesta,
que mal hubiera podido despertar la curiosidad de nadie"
(58).
En "A Coruña, con sugestivos semblantes", escribe
Horacio de Dios: "don Amancio Ortega, que nació y sigue
viviendo aquí, lanza los modelos que se
extienden en todo el planeta al compás de sus tiendas Zara
y marcas anexas que
lo han convertido en uno de los diez hombres más ricos del
mundo, según la revista
Forbes. (…) Lo que ocurre es que su historia de éxito
espectacular tiene mucho más que ver con la actualidad que
el antiguo sueño de hacerse la América y
volver a la patria chica para construir una mansión que
demostrara a los vecinos qué bien les había ido.
Los gallegos dejaron de emigrar y hoy son un ejemplo para seguir
sin salir de su casa" (59).
En una entrevista,
afirma Carlos Rodríguez Brandeiro, Coordinador del Area de
Lengua Gallega
del Colegio Santiago Apóstol, de Buenos Aires: "muchos de
los padres de los niños,
aunque son gallegos o descendientes de gallegos no tienen
conciencia de ello e incluso a veces lo niegan. Tengo la
sensación de que dejan lo gallego un poco de lado. Creo
que el ambiente
global de Buenos Aires, aunque por la cantidad de gallegos y
descendientes que hay aquí le decimos la quinta provincia
gallega, no es de galleguidad" (60).
Horacio Spinetto se refiere a un paragüero
inmigrante: "En Independencia
y Colombres funciona desde hace más de cuarenta
años la paragüería "Víctor", propiedad de
don Elías Fernández Pato, un español que
llegó a los 18 años desde su tierra gallega y se
dedicó a vender y arreglar paraguas por las calles
porteñas. En 1957 abrió su local, al que puso el
nombre de su hijo recién nacido" (61).
Un sombrerero es hijo de españoles: "En Gaona al
1200, se encuentra la tradicional sombrerería "Winter",
que funciona allí desde hace 63 años bajo la batuta
de don José "Pepe" Ferro, porteño de casi "90
pirulines", hijo de padre gallego, de Lugo, y de madre leonesa.
Eduardo, su hijo se da una vuelta todos los días para
ayudar en todo lo que haga falta. "Aquí de los 40 hasta el
60, había un trabajo bárbaro, los sábados la
gente hacía cola en la puerta del local, es que los
muchachos tenían que ir a bailar al vecino Club Buenos
Aires (y sin sombrero era una vergüenza). También
tenía una importante clientela de la colectividad
israelita. Pero hoy la actividad está muerta, a lo sumo se
vende alguna que otra gorra". En las vitrinas los elegantes
orión lucen junto a los chambergos de fieltro "de primera
calidad",
negros, marrones y grises, "los negros siempre con forro, los de
otro color no". Junto a ellos vemos la horma, con la que se
tomaban las medidas de la cabeza del cliente y
así poder hacerle
su sombrero. "En verano se usaba panamá, y
también ranchos", recuerda don José, y agrega:
"Muchas veces los muchachos que iban al hipódromo, a las
carreras, y acertaban una fija, revoleaban su sombrero por el
aire". Esto situación de euforia, le venía muy bien
al negocio, porque los apostadores volvían a comprar
nuevos sombreros. Ferro conoció el oficio siendo joven,
desde los 18 años hasta los 23 trabajó en la
fábrica de sombreros "Dominoni", que quedaba en Monroe
1683/ 87, entre Montañeses y Arribeños, con salida
también por Blanco Encalada. "Recuerdo una casa que
continúa, como yo en esta lucha tan despareja, "Maidana",
en Rivadavia al 1900. En fin, cosas de la vida, -murmura mientras
acaricia a su perro Colita-. Pasa todo tan rápido…"
(62).
Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el
por qué del acento español. No sé, me viene
de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos
paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un
tiempo, todos creyeron que yo era española y eso
provocó el estallido en la comunidad
hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el
menor prejuicio y me
siguieron apoyando" (63).
Notas
- Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas
literarias. 1889. Citado por Jorge Páez en El
conventillo, Buenos Aires, CEAL, 1970. - S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del
Plata, 25 de mayo de 2000. - Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría
‘El Progreso’ ", en Mundo Israelita. Buenos
Aires, 8 de agosto de 2003. - Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia
San José. Santa Fe, Colmegna, 1991. - Messi, Virginia: "Los últimos días de
la vieja cárcel de Caseros", en Clarín,
Buenos Aires, 8 de noviembre de 2000. - S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
en Revista Mayores, Año II, N° 11,
1994. - Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
pampa", en Clarín, 5 de noviembre de
2000. - Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
América pródiga", en Clarín, 19 de
noviembre de 2000. - Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó el
mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de
2000. - Beltrán, Mónica: "La primera escuela
gallega que enseña a chicos argentinos", en
Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de
1999. - Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces", en
Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de
2001. - Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En la
cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires,
11 de mayo de 1998. - Deus, Gabriel: e-mail enviado a MGR
- Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
en el mundo, Edición Mercosur.
Buenos Aires, 3-9 de septiembre de 2001. - Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
en el mundo, Edición Mercosur. Buenos Aires, 14-20
de febrero de 2000. - En La Capital de Mar del Plata.
- Morandini, Norma: "Tierra de exilio", en
Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de
2001. - S/F: "Pérez Millán", en Revista
Mayores, Año II, N° 11, 1994. - Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del
Plata, 26 de noviembre de 2000. - Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió ser
mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de
julio de 1998. - S/F: "José Cameán Parcero. Un vecino de
Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero
gallego, N° 2, Abril de 1998. - Piotto, Alba: "La Isla Maciel por dentro". Fotos:
Rubén Digilio, en Clarín Viva, Buenos
Aires, 27 de junio de 2004. - Artola, Daniel: "Salvador de la Calle lleva tres
cuartos de siglo residiendo en Saavedra ‘En 1929 el
barrio estaba lleno de quintas’ ", en El Barrio
Periódico de Noticias, Buenos Aires,
Año 6, N° 67, Octubre de 2004. - Tagtachian, Magdalena: "Entre la Avenida Gaona y Juan
B. Justo. Borges dejó su huella en el barrio", en
Clarín, Buenos Aires, 11 de diciembre de
2002. - S/F: "Click. El otro Julio Iglesias", en
Clarín Viva, Buenos Aires, 12 de octubre de
2003. - S/F: "Programa de Domingo", en Clarín
Viva, Buens Aires, 9 de noviembre de 2003. - Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
el Rescate – El Afilador", en www.dgpatrimonio.buienosaires.
gov.ar. - Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
el Rescate – El fotógrafo de plaza", en www.dgpatrimonio.buienosaires.
gov.ar. - Seoane, Luis, en el video de la
muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y
grabados", en el Museo de Arte Moderno,
junio 2000. - Zacharias, María Paula (texto); Roll, Mauro
(fotos): "La vidriera cultural", en La Nación Revista, 22 de agosto de
2004. - Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la
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(Capítulo). - Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa Buenos Aires, 18 de
julio de 1999. - S/F: "Un periodista loco por la gaita", en
Clarín, 26 de septiembre de 1997. - S/F: "Astor Piazzolla. Alma de
bandoneón", en La Capital, Mar del Plata, 25 de
mayo de 2000. - Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires,
7 de marzo de 2004. - Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco
Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos
Aires, 2 de septiembre de 2001. - Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
1994. - Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en
Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
1999. - Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
2000. - S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago", en
La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de
2000. - D’Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra
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de 1999. - Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G.
R. - Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en "La
vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
septiembre de 1998. - Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en
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septiembre de 1998. - Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
tomado por la memoria", en La Nación, Buenos
Aires, 15 de agosto de 1999. - Muleiro, Vicente: "El mirador", en
Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de
1998. - Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas
que sé", en La Nación Revista, Buenos
Aires, 29 de diciembre de 2002. - Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
2000. - Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en
Floresta y su mundo. Año 9, N° 106. Febrero
de 1999. - Piotto, Alba (Texto y producción); Rosito, Enrique y Digilio,
Rubén (fotos): "Mi papá", en Clarín
Viva, Buenos Aires, 20 de junio de 2004. - García Merou, Martín: Recuerdos
literarios. Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta.
Buenos Aires, Rudeba, 1973. - Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
Villafañe, Javier: Antología. Obra y
recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana,
1990. - Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de
carácter", en La Nación, Buenos Aires, 28
de marzo de 2004. - Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de
2000. - Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
2002. - Becker, Miriam: "La última idische mame", en
La Nación Revista, 23 de marzo de
1997. - Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de
noviembre de 1998. - Barros, Julio César: "AL CONTRARIO DE LO QUE
DICEN El abuelo de Cortez", en La Unión digital,
Edición Número 2572, Lunes 1 de Marzo de
2004, www.launion.com.ar. - De Dios, Horacio: "A Coruña, con sugestivos
semblantes", en La Nación, Buenos Aires, 12 de
septiembre de 2004. - Ruiz, Mariana: "Carlos Rodríguez Brandeiro,
Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio Santiago
Apóstol ‘Con nuestro trabajo queremos conseguir
que el Colegio irradie galleguidad en Buenos Aires’ ", en
Galicia en el mundo. Buenos Aires, 5-11 de julio de
2004. - Spinetto, Horacio: "El Paragüero y el
Bastonero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate",
en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar. - Spinetto, Horacio: "El sombrerero", en "Los oficios.
Entre el olvido y el rescate", en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar. - Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le
cantó a los corazones", en La Nación,
Buenos Aires, 15 de septiembre de 2002.
En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las
condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia
América: "El italiano no había comenzado aún
su éxodo de inmigrante. De España, en general del
Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí
llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores,
aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como
cargamento de esclavos" (1).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era
otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (2),
convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra
historia" (3).
Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe,
donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que
se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno
de una familia integrada por un gallego tan esforzado y
ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija
mayor, la lectura y
la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña
reclamará para sí. Junto a ellos encontramos
la familia de
la casa da pena –los gallegos que quedaron en su
tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes
criollos de la madre, y los inmigrantes –en su
mayoría italianos- que viven en el pueblo.
Los días de la infancia son descriptos con
nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los
accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas,
el aprendizaje
de las primeras letras, los internados católicos para
varones y mujeres, la tolerancia ante
la conducta infantil
y los castigos que imponía cada uno de los progenitores,
son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los
avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra Civil
en España y el fraude
político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente
por esta narradora.
En "Mínima autobiografía de la exiliada
hija", trabajo que integrará un volumen sobre el
exilio español republicano de 1939, a publicar por la
Universidad de
Lérida, María Rosa Lojo se refiere a su vida como
hija de un gallego y una madrileña exiliados en la
Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "Dejaba
negocios
equivocados y proyectos
irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me
enteré después de su muerte: era un hombre
pudoroso) una cierta reputación juvenil de ‘mala
cabeza’, y de playboy coruñés, que
fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba
una España que para sus ojos había retrocedido
siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de
su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en
las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi,
otra persona"
(4).
Notas
- Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
- Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires,
Grijalbo-Mondadori, 1999. - Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de
julio de 1999. - Lojo, María Rosa: "Mínima
autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en
Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de
2002.
De Galicia vino un trabajador evocado por Félix
Luna, en Soy Roca. Nos referimos a Gumersindo
García, mayordomo del presidente. En esa biografía novelada,
afirma el protagonista: "Si pienso bien la cosa, hablando de
amigos tendría que decir que el mejor que tengo hoy es
Gumersindo García. Varias veces lo he mencionado y
conviene ahora que aclare quién es. Gumersindo es gallego
y entró a trabajar en mi casa de la calle San
Martín cuando recién me instalé allí,
en los finales de mi primera presidencia. Tenía entonces
28 años. A fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando
una posición muy diferente a la de su original oficio de
mucamo; hoy es mi hombre de confianza, el que manda y resuelve,
el que se ocupa de mi dinero y mi bienestar. (…) Cuando los
alborotos por la unificación de la deuda, después
que yo me acostaba tiraba un jergón en la puerta de mi
dormitorio para pasar la noche allí, armado con un
revólver. Yo me he dejado ganar poco a poco por este
hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado
con cariño y devoción. Hace unos días me
mostró su tesoro más preciado: un puñado de
cartas que le he ido escribiendo a través de los
años. Noté que son bastantes: creo que es la
persona a la que me he dirigido epistolarmente con más
asiduidad. (…) Es curiosa esta parábola que ha dado
Gumersindo y lo ha convertido en mi confidente. La vida política me
acostumbró a no entregarme demasiado, cuidar mis palabras
y administrar mis sentimientos. (…) Con Gumersindo es distinto:
está dotado de inteligencia
natural, después de un cuarto de siglo de convivencia
conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene ningún interés
que no esté asociado a mi persona. Sé que algunos
de los que me rodean –incluso mis hijas- critican esta
confianza que brindo a quien, después de todo, es un
servidor. Sin
embargo, yo encuentro en Gumersindo todas las cualidades que
permiten hacerlo depositario de lo más escondido y
reservado, en la seguridad que
jamás traicionará la fe que he puesto en él.
Y no dudo que Margarita y él serán los que me
lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo"
(1).
Manuel Castro es el autor de la biografía de
Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: "La llegada de una
compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera
Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo
era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la
gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que
se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando
presente en esa ocasión el Presidente de la
República Argentina, don Hipólito
Yrigoyen. Dopazo y sus músicos también
recorrieron Brasil y Uruguay.
Participó en la película
‘Cándida’ con la famosísima Niní
Marshall y en ‘La calle junto a la luna’ con Marisa
Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de
ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente
para vender y fue aquí en Buenos Aires donde
aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita
y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo
hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba
las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba"
(2).
Notas
- Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires,
Sudamericana, 1991. Pp. 446-447. - Castro, Manuel: "Manuel Dopazo", en Viajero
Celta, 1996.
Roberto Arlt viajó a Europa en 1935, enviado por
el diario El Mundo, y remitió desde allí sus
"Aguafuertes gallegas" (1), serie de notas sobre los gallegos y
su relación con América, en las que tiene gran
importancia el tema de la inmigración a la
Argentina.
En estos artículos de Arlt son frecuentes las
comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos
y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta
última, no salimos bien parados, ya que el periodista
advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de
sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro
pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras
condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste
español y le resulta lógico que para el gallego
inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se
siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se
la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo.
Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan
dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que
no es llanura sino una sucesión de suaves colinas,
después de seiscientos kilómetros de
travesía, conservamos la ropa limpia. (…)
¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura
–se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o
en la montaña empinadísima?".
En "Temas de la patria anterior" (2), escribe
González Carbalho: "Quienes fueron antes que yo en mi
sangre,
partieron por donde yo entré en España. Recuerdo
que en algún coloquio de lembranzas, hablóme
mi padre de cuando se echaba a nadar en la radiante bahía
de Vigo. Eran intentos para irse. Estaba haciendo la
práctica para la gran travesía. El alma navegante
se estaba familiarizando con la onda, el yodo, la brisa que
blanquea de sal la cara. Así partió siendo
niño. Y yo volví por donde él partió,
siendo ya varias veces hombre. Es decir: hombre y experiencia,
hombre y afán de indagar en la raíz, de sentirme en
la fuente de la savia. Hombre que necesita respirar los aires de
su patria anterior".
Notas
- Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa Fe,
Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas por
Rodolfo Alonso. - González Carbalho, José: "Temas de la
patria anterior", en La Prensa, Buenos Aires, 21 de
abril de 1957 Citado en Requeni, Antonio: "Un poeta
arxentino en Galicia: González Carbalho". Separata
del Boletín Galego de Literatura.
En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica
social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona
la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se
aprovecha de que sos d’España para sacarte el jugo
por unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible
gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca
de la doméstica este concepto: "Yo lo
conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de
ganar muy fácil…" (1).
Félix Lima es el autor de "Otra vez en la
milonga, trágico doblete", artículo en el que
incluye su "Carta pra alá" (2), la cual manifiesta
una actitud
negativa hacia los gallegos:
" ‘Señora Guesusa Pérez de
Jarcía y Jrejores.
‘Viju.
‘Querida prima:
‘Por aquí con a jerra, nos ponemus jordus,
pues o que no suben os mayoristas, os subimus nosotros, por
más que el jobiernu aprieta el torniquete a los
especuladores y el hornu no está para janancias
desmesuradas, pero tú sabés que aquí como en
Lojroñu, en Londón como en Juacintón, en
Hamburju comu en Ríu de Ganeiro, echa a ley, echa a
trampa.
‘Te comunico una noticia que te llenará de
gubilu: primu Jabriel ya sentó plaza de rentadu en el
ayuntamiento, pues el concegale Iñiju, pariente leganu de
tíu Jaspare, le consijió esa canonjía, 160
pesiñus mensuales, con gubilación y otros
previleguius, con a única condición de votar
siempre por los amijotes del susodichu Iñiju.
‘Primo Jabriel Sánchez Jerra ya maneja el
escobillón edilicio con jarbu y empuga a carretilla con
donaire, y en cuantu al uniforme, llévalo con elejancia
que se la envidiaría Eduardu de Juinsur, ese tipo yoni que
para mí tein guente en a azotea.
‘Deseamus que a jerra sea larja para convertir
nuestra actual despensiña en almacén
por mayore, con siete camiones de repartu.
‘Cariñus pra ti y para todos de tu prima
que gamás te olvida-
Benita Fuentes de
Sanjrador"……………………………………
Un galleguito aparece en un texto costumbrista (3) de
Ricardo Lorenzo (Borocotó), sosteniendo este diálogo:
"-Uno debe cantar bajo y otro alto
–aconsejó El Galleguito".
"-¿Alto como las montañas de tu aldea?
-¿Te juego a
quién las tiene más altas?… El día que
vengas a mi provincia te vas a agarrar un empacho de
montañas… –interrumpió Rompehuesos, que
jamás transaba en que hubiera montañas más
altas que las de sus pagos. Hasta decía que las de la
geografía
estaban mal medidas".
Notas
- Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos
Aires, Huemul, 1966. - Lima, Félix: "Otra vez en la milonga,
trágico doblete", en Caras y Caretas, Año
XLII, N° 2137, Buenos Aires, 23 de septiembre de
1939. - Lorenzo, Ricardo (Borocotó): "El Diario de
Comeuñas", en R. Arlt, R. Gache, Borocotó y
otros: El costumbrismo (1910-1955). Buenos Aires, CEAL,
1980. Pág. 37. (Capítulo, vol. 68).
En Locuras de Isidoro, historieta de Dante
Quinterno, aparece un mayordomo gallego. "Quién no
disfrutó alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los
enredos protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida
disipada que rehuía a cualquier esfuerzo físico,
incluido el trabajo, y pasaba sus horas en casinos,
hipódromos y boites? Imposible olvidarlo: casi siempre
vestía saco cruzado, polera, mocasines y tomaba whisky
importado. Vivía disgustando a su pobre tío, el
coronel Urbano Cañones, quien sólo confiaba en
él cuando estaba acompañado por Cachorra Bazuka,
una hermosa rubia de aparente compostura que en realidad era su
compañera de juergas. Su otro aliado era Manuel, el
mayordomo gallego, que lo apañaba ante el severo militar
cuando Isidoro metía la pata. Autos deportivos, ruletas,
cartas de póker, cigarrillos y noche componían la
iconografía de Locuras de Isidoro, la popular
revista que el inolvidable Dante Quinterno (1919-2003)
publicó entre 1968 y 1976, año en que empezó
a reeditarse" (1).
Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
Manolito, personajes de Mafalda. Escribe Sylvina Walger:
"Al cabo de dos semanas de publicar en ‘El Mundo’
advierte que necesita más personajes para enriquecer la
tira, y el 29 de marzo de 1965 aparece Manolito –Manuel
Goreiro- inspirado en el padre de Julián Delgado,
propietario en Buenos Aires de una panadería situada en
Cochabamba y Defensa, en el histórico barrio de San Telmo"
(2).
En "La vida es un dibujo
Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y
Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del
inmigrante español que inspiró el personaje:
"Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron
inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la
Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe adhirió a la
revolución
cubana y es funcionario del gobierno de Fidel. Manolito
vendió la panadería poco antes de morir. Su hijo es
uno de los 82 periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por
primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino
inmortalizó en la tira más célebre que dio
la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares"
(3).
Notas
- Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de Villa
Pueyrredón", en El barrio. Periódico de
noticias, Agosto de 2003. - Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la
Flor, 1988. - Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71;
Buenos Aires, 18 de noviembre de 1999.
En la novela En
la sangre (1), de Eugenio Cambaceres, el protagonista y su
madre "se detuvieron frente a la Universidad en cuya puerta,
mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la cintura,
estaba de pie el portero, un gallego ñato de nariz y
cuadrado de cabeza".
En La gran aldea, Lucio V. López presenta
gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no
bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas,
don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la
trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego
relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un
galleguito ladino y vivaracho" (2).
Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules:
"Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían
entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos
torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a
hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de
querer echarles de la casa para después subir los
alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban
bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no
pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos?
¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que
decía el patrón: la higiene y el
aire, era bueno para los ricos. ¡Los pobres estaban tan
conformes sin aire! Y respecto de la higiene, maldita la falta
que les hacía. Además, si la vida de los pobres era
dura, no correspondía a los ricos pretender mejorarla. Y
que no les dijeran que sus ofrecimientos eran desinteresados,
porque no lo creerían. Ya conocían demasiado a los
ricos. Todos iguales. Si a veces cedían por un lado, era
para reventarlos por otro. Podía, pues, el patrón
marcharse con sus rebajas de alquiler y la reforma del
conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos no se
moverían de allí!" (3).
En un conventillo reúne a sus discípulos
José Luna, personaje de Megafón, novela de
Leopoldo Marechal: "En la sala única del púgil se
juntaban sin armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de
leña, cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo
que, sin embargo, nunca molestó en adelante ni a
José Luna ni a sus tres discípulos, en las
discusiones que mantuvieron sobre las metáforas del
Apocalipsis. Los tres discípulos eran Juan Souto,
llamado ‘el gaita’, Vicente Leone, o ‘el
tano’, y Antenor Funes, conocido por ‘el
salteño’ " (4).
En Hacer la América (5), Pedro Orgambide
evoca, entre otros inmigrantes, a una familia gallega.
Manuel Londeiro junta trabajosamente el dinero para
traer de Galicia a su familia. En la fonda "pide pan y tocino.
Después, una sopa con carne, porotos y papas. Se promete
ir al almacén de su primo, y firmar una letra, un
documento, lo que sea a cambio del
dinero para los pasajes. Si comes tanto no podrás ahorrar,
dice su primo, si sólo piensas en comer, si El pan de
Manuel Londeiro no llega a la boca. Lo coloca en un
pañuelo y lo anuda. Ya tiene su cena".
Al gallego, "El albanés lo desafía a una
pulseada. Uno es fuerte como un caballo, piensa Manuel, pero uno
no tiene ganas de pulsear. El albanés ha puesto su dinero
sobre la mesa. No, yo no juego por plata. No me importa que mis
amigos piensen que el albanés es más fuerte que yo.
Yo no me juego el jornal". Sin embargo, lo hace: "Manuel Londeiro
le dobla el brazo contra la mesa y caen las monedas en el suelo
entre el jolgorio y el griterío de los
estibadores".
Al fin, reúne el dinero que posibilita tan
ansiado encuentro. Su mujer, Carmen, viajando con los hijos,
piensa: "Es como si nunca hubiera tenido una casa, Manuel. Como
si nunca más pudiera pisar la tierra firme y Dios nos
condenara a vagar por el mundo en este barco. No pienses que
estoy loca, Manuel. A otras mujeres que viajan aquí les
ocurre lo mismo. Extrañan el olor de sus cocinas y el
calor de sus
camas. Una vieja me contó que todas las noches
soñaba con su corral y sus puercos; otra, con un
jardín de Andalucía. En América
¿tú sueñas con la casa, Manuel? Los hombres
se ríen de esos sueños, son cosas de hembras,
dicen, haremos otras casas allí, sembraremos el trigo,
cuidaremos las viñas, vamos a trabajar en los aserraderos,
en los muelles… Es que los hombres son más parecidos al
mar, les gusta andar de un lado a otro. Algunos, sin embargo, se
asoman al océano como si trataran de ver o que dejaron.
Una les ve las caras de viudos de la tierra, caras de hombres
como tú, Manuel, trabajadas por el sol y el
granizo, por los días de labranza ¿no se
extraña la tierra, Manuel? ¿el olor de la
tierra?"
Llegan Carmen y los hijos, Paco y María. En el
patio del conventillo, la niña juega a las estatuas con
las hijas del árabe: "se quedaba inmóvil con un pie
en el aire. (…) -¡Míralas! Se creen unas reinas…
pero tarde o temprano van a parir como nosotras –vaticina
la Carmen y apoya su mano en el hombro de Magdalena".
Paco, que no quiso sufrir lo que su padre sufrió
por motivos políticos, se dedicó a la
música. María, en cambio, inspirada en el
espíritu paterno, fue líder
en el movimiento de las costureras.
María Rosa Lojo define a su novela,
Canción perdida en Buenos Aires al oeste, como "la
historia de una familia narrada a través de siete
personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en
sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma
sus propios orígenes, como quien canta una canción.
Una canción perdida porque es la de la infancia y la
adolescencia,
la de la vida tramada por el amor, la
dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los
extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo
irrestañable e incorruptible, como el agua
fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión
de retener" (6).
Después de muchos años de exiliados, los
padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los
acompañaría hasta el final de sus días. En
su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba
sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como
una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar,
empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando
comíamos callados y mi padre, sólo mi padre
recitaba, tácitamente, como para sí: ‘Donde
yo me he criado…’ Y ya no escuchábamos; lo
demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre
repetido, desesperado y patético como una plegaria
inútil. La única plegaria que papá se
permitía decir" (7).
Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera
Sur. "Prostitutas, fantasmas,
jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos,
héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos
que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes
gallegos, van tejiendo la trama de Frontera Sur y la
historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. Roque Díaz
Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital
argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que
recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
compadrito degollado, es protagonista de este relato
épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
un bandoneón y de los principios de la
organización obrera. Pero también aparecen en
él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio
Gardel, que definieron el espíritu de una época y
de una ciudad apasionantes" (8)
Graciela Cabal, en Secretos de familia (9),
recuerda su aprendizaje de
muñeira: "A mi amiga Rodríguez tampoco la dejan
estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la muñeira,
porque la muñeira se la enseñó la madre. (La
madre de Rodríguez es de un lugar donde todos saben bailar
la muñeira desde que nacen, sin que nadie se la
enseñe). Me da mucha vergüenza, pero igual voy y le
digo a la mamá de Rodríguez si por favor, por
favor, me enseña a mí a bailar la muñeira.
La mamá de Rodríguez dice que ella con mucho gusto
me enseñaría, pero hace tanto tiempo que no
baila… ’Sea buena, mamita’, le dice
Rodríguez a la madre, y la arrastra al patio. Y entonces
la madre empieza a cantar bajito mmmmm mmmmm
mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que se
anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido y
hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue,
sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se
asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa
casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente
de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si
quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos
bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de
Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de
Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan
los bigotes".
En Virgen (10), novela de Gabriel
Báñez que resultó finalista en el premio
Planeta, aparece un titiritero gallego: "Sara lo había
encontrado deambulando medio muerto de hambre a los costados de
la aduana, sin
documentación y con unas pocas pesetas en
el bolsillo que guardaba como rezago de un viaje de cuarenta
días desde su Pontevedra natal hasta Santos, donde
desembarcó. En Brasil se había dedicdo al
incipiente negocio de refinar aceite de
coco, pero por muy poco tiempo, ya que en apenas tres meses tuvo
la fulminante certeza de que su arte jamás se
adaptaría al portugués. No por él, sino por
sus títeres, que extrañaban horrores el castellano y no
se adaptaban a ese idioma pegajoso y transpirado. Filadelfio
Pérez era un trotamundos infatigable, aunque en su
juventud se
había dedicado al deporte de los guantes sin mayor
fortuna, (…) Durante las representaciones se hacía
llamar Maese Pérez, y se valía de su arte para
desbocar argumentos y acomodarlos a su pasión republicana
con ogros franquistas y brujas de la Falange. Pero las mejores
obras las escribía él, y resultaban de una belleza
conmovedora, lo mismo que sus muñecos, enormes y con ojos
siempre idénticos: de foca o de mujer intensa y
húmeda, tristísmos, los más hermosos del
mundo".
Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor
(1999, Premio Nacional de Literatura en 2002), obra en la que
escribe sobre su abuela gallega, la que le contaba cuentos de su
tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y de acostarse
temprano, sufría de insomnio. Por la noche ella y vos,
acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban Radio
Porteña, que transmitía desde los teatros. La obra
predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada
por Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la
Membrives en la oscuridad de la pieza. Ay, repetía
la abuela. Apenas terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como
no podía dormir, te contaba un cuento" (11).
Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me
quieras, presenta un vasco y un gallego. Este último
es evocado como un trabajador, en su clásica
ocupación de dueño de bar, desconfiado ante los
pedidos de sus clientes sin
dinero: "era como si todos nosotros fuéramos miembros de
una barra y los mayores solamente aquellos a los que
teníamos que engañar. Como el gallego que nos
dará un whisky o un café a cuenta,
mirándonos de reojo por debajo de las cejas pobladas
mientras se ocupa de asuntos serios" (12).
En La logia del umbral, Ricardo Feierstein
recuerda a algunos de los gallegos que vivían en Villa
Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: "Cruzando la
avenida Mosconi estaba la farmacia (…) Luego el negocio de
medias del gallego Alvarez, cuya hija sería directora de
televisión; (…) Después del bar,
ya en esta vereda, venía mi casa y, siguiendo el
recorrido, el almacenero González (gallego de ley), (…)
Por las mañanas, en la escuela pública donde todos
concurríamos, conviví (…) con el galleguito
Pérez" (13).
La casa de Myra (14), de Aurora Alonso de Rocha,
fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
Inéditos, en el "Concurso organizado por la
Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición
Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al
Lector’ ". En esa obra, protagonizada por una gallega
tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En
unos meses se le puso la piel del color
del cuero sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo
de los ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven
como gemas transparentes. En lo que se ve del descote es pura
mancha y peca y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta
agua e
intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de
india: le
cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada
y las botas son las de media caña, de pata de potro pero
finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para
mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un
vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la
encontré en el puerto, según recuerdo, así
que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como
una princesa".
En Los gallegos, una novela inédita,
Gloria Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El
abuelo de Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido
el mismo nombre para todos sus negocios: "Celta, como el nombre
que mi abuelo le ponía a cada uno de los bienes que
acá se iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un
toro negro, morrudo, que ahora le dibujo en su escudo de
comerciante, como tantos otros dibujaron una espiga en el
almacén o en la panadería: La flor de Galicia".
Gloria Pampillo recuerda la voluntad de unión de los
emigrantes gallegos: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que
hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a
agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen
un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco
importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra,
‘da mía terra’, como dijo una mujer en el
seminario con
un dolor que me volvió de barro el corazón, van a
buscarse entre ellos".
Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio
Clarín de novela, con Las ingratas (15), novela en
la que evoca la inmigración de cinco hermanas
españolas y la hija de una de ellas. Seis gallegas,
recién bajadas del barco, llegan a una pensión en
la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las
asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes
húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde
el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las
montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando
dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se
sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes
desconocidas, con quién sabe qué costumbres.
¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas
las cosas tenían otro olor?".
En Los jardines del Carmelo, escribe Ana
María Guerra: "El campo se subdividió; la casa y
unas parcelas quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos
venidos de Galicia, que aconsejados por Marga, establecieron un
burdel. Las dificultades de los primeros tiempos fueron
incontables; los carros se empantanaban, los jinetes entraban con
barro hasta en las fajas, y apenas caían unas gotas la
gente se acobardaba, quedando el prostíbulo vacío.
Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él"
(16).
En Amor migrante, de Stella Maris Latorre, un
empleado del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego. Le dice:
"-Ya te oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de
hambre. Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas: ‘Este
era el recibimiento que le hacían los habitantes de ese
país que prometía tanto, todos apretaron los labios
y endurecieron sus puños, todos… para no responder a esa
provocación; pero a todos también se les
partió el corazón y quisieron estar en Galicia
aunque no encontraran el oro tan
prometedor, pero ya era tarde, ahora había que ser fuerte,
apechugar ya estaban en el tablao, había que zapatear.
Avelino tomó su pequeña valija, un bolsito
pequeño también Manuel hizo lo propio, juntos
lentamente recorrieron ese largo pasillo, jurando no voltear la
cabeza para no ver a sus paisanos, que realmente si estaban mal
presentados; pero eran honrados, y venían a trabajar, a
poner la espalda para que este país al cual recién
llegaban floreciera a fuerza del sacrificio de ellos, que en ese
momento necesitaban; la guerra, la mala situación de su
país los llevó a cruzar el mar en busca de un
futuro mejor, pero en el interior de esos hombres, de esas
mujeres de rostros sufridos, existía un rubí en
bruto, sí, en bruto, como lo siguieron llamando y muchas
veces se mofaron de ellos, haciendo bromas de mal gusto, chistes donde
siempre, el tonto, el bruto era el gallego; pero si de algo no
podían mofarse era de su honradez, de su fortaleza para el
trabajo y la voluntad a pesar de a veces tragarse las
lágrimas que estaban prestas a salir de sus pupilas, pero
las sujetaban, no fueran a pensar que eran débiles, no, no
lo eran, eran más fuertes que un roble" (17).
En 2004 se editó Las libres del Sur, Una
novela sobre Victoria Ocampo (18), de María Rosa Lojo.
En esa obra, aparecen varios gallegos. Los principales son Carmen
Brey Moure y su hermano Francisco. Acerca de Carmen, escribe: "El
casquito de fieltro con un capullo de gasa, las mejillas
redondas, el tailleur liso y el talle bajo acentuaban su
aspecto cándido de colegiala en vacaciones. Un toque de
rouge y de polvo Arlette sobre la nariz no la cambiaron
mucho. Se encontró ligeramente similar (aunque más
delgada, y más joven) a una poetisa de moda: Alfonsina
Storni". Francisco era "un hombre robusto y curtido, en quien
Carmen fue reconociendo, a medida que se acortaba la distancia, y
como quien despeja las capas superficiales de un palimpsesto, los
rasgos de su hermano".
Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la
memoria, obra galardonada con el VIII Premio Internacional
"Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos
Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan
conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
xenofobia"-,
habla de un oficio que desempeñaban algunos
españoles. En 1886, "Había muchos policías,
allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por
qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban
pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y
linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se
movían como luciérnagas nerviosas" (19).
En "Noticias
secretas de América", Eduardo Belgrano Rawson evoca a los
inmigrantes gallegos: "Cantabas un himno más light,
como regía desde principios de siglo. Lo habían
lijado un poco. ¿Qué otra cosa podían hacer?
Necesitaban cortarla con los insultos, como explicó en su
momento un operador del Ministro. ‘Tigres sedientos de
sangre’ y todo eso. Culpa del himno el embajador no pisaba
la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A decir verdad,
tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los vascos y los
gallegos que desembarcaban todos los días frente al Hotel
de Inmigrantes, pero ésta era otra cuestión"
(20).
En Lunas eléctricas para las noches sin
luna, escribe Belén Gache: "Bordeando el convento, la
calle Viamonte se extiende alternando fondas llenas de marineros
con casas de remates, regenteadas por catalanes, gallegos o
andaluces que venden objetos dorados por oro fino y piedras
transparentes por diamantes" (21).
A criterio de Delfín Garasa, "Una de las
más cumplidas descripciones de un heterogéneo
desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato
documental, El conventillo. Llega el Christoforo
Colombo y primero bajan los hombres de negocio con su
apoplética cerviz, con el paso resuelto de los
acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas
ingleses con sus máquinas
fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas
por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese
entonces, el viaje a Europa empezaba a otorgar prestigio social,
y los argentinos que regresan cambian opiniones en alta voz sobre
los modelos de París, el mobiliario inglés
o la sinfonía escuchada en la Opera de Viena. Y,
finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados en los
azares de las proclamas políticas, un ‘enorme
hormiguero’ que había viajado en el mayor
hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En todos se
presiente la pregunta: ¿Qué les deparará
esta nueva tierra? De pronto, una mirada se ilumina o un brazo se
agita en alto porque se ha reconocido a alguien en la muchedumbre
que espera. Van bajando los hebreos de desgreñadas barbas
y gastados levitones, los ‘turcos’ con sus espaldas
combadas, los nórdicos enjutos, los napolitanos
pequeños y retorcidos como raíces, los andaluces
gárrulos, los gallegos pacientes, los holandeses
esponjosos, los genoveses de músculo recio e insaciable
voracidad. Una mujer besa la tierra que los acoge y tras su
actitud ritual se adivina un pasado de penurias y recelos. Y
agrega Pascarella: ‘La gran ciudad de calles dirigidas
hacia el Oeste recibe en su seno aquella semilla que purificada
en un ambiente de libertad (…) se reproducirá en su
inmensidad desierta" (22).
Notas
- Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos
Aires, Plus Ultra, 1968. - López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres
bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado
en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires,
CEAL, 1970. - Marechal, Leopoldo: Megafón. Citado en
Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
1970. - Orgambide, Pedro: Hacer la América.
Buenos Aires, Bruguera, 1984. Pág.20. - González Rouco, María: "María
Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo,
Azul 17 de marzo de 1991. - Lojo, María Rosa: Canción perdida en
Buenos Aires al oeste. Buenos Aires, Torres Agüero
Editor, 1987. - S/F: en Vázquez-Rial, Horacio: Frontera
sur. Barcelona, Ediciones B, 1998. - Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia.
Buenos Aires, Sudamericana, 2003. - Bañez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires,
Sudamericana, 1998. - Saccomano, Guillermo: El buen dolor. Buenos
Aires, Planeta, 1999. - Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me
quieras. Buenos Aires, Emecé, 2000. - Feierstein, Ricardo: La logia del umbral.
Buenos Aires, Galerna, 2001. - Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra.
Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001. - Henestrosa, María Guadalupe: Las ingratas.
Novela Sentimental. Buenos Aires,
Clarín-Alfaguara, 2002. - Guerra, Ana María: Los jardines del
Carmelo. Buenos Aires, Corregidor, 2003. - Latorre, Stella Maris: Amor migrante. Buenos
Aires, De los Cuatro Vientos Editorial, 2004. - Lojo, María Rosa: Las libres del Sur, Una
novela sobre Victoria Ocampo. Buenos Aires, Sudamericana,
2004. - Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
Memoria. Buenos Aires, Seix Barral, 1991. - Belgrano Rawson, Eduardo: Noticias secretas de
América. Buenos Aires, Planeta, 1998. - Gache, Belén: Lunas eléctricas para
las noches sin luna. Buenos Aires, Sudamericana,
2004. - Garasa, Delfín Leocadio: La otra Buenos Aires.
Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad. Buenos
Aires, Sudamericana-Planeta, 1987.
En novelas
infantiles y juveniles
Stéfano, el protagonista de una de las novelas de
María Teresa Andruetto, está alojado en el Hotel de
Inmigrantes: "Cuando el sol baja, Pino y Stéfano salen a
caminar por la ribera, hasta el muelle de los pescadores. Es la
hora en que el organito pasa: lo arrastra un viejo de barba y
gorra marinera que lleva un loro montado sobre el hombro. A
veces, junto a las barcazas, se detienen a oír el
mandolín que suena en una rueda y las canciones que cantan
los hombres de mar. Pero no sólo hay italianos en el
puerto. Ya el segundo día se habían hecho amigos,
ni saben cómo, de unos gallegos que limpian pescado junto
a la costa y van por la mañana a verlos, ayudan un poco, y
regresan, los tres días siguientes, con algunas monedas"
(1).
Notas
- Andruetto, María Teresa:
Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana,
2001.
Relata el narrador, en "El convite de Barrientos", texto
de Santiago Estrada de 1889: "Pero todo lo que llevo referido
habría sido tortas y pan pintado, si el portero de mi
alojamiento, desconociéndome la voz y tomándola
entre sueños por la de un pariente que acababa de morir en
El Ferrol, no se hubiera negado a abrirme la puerta,
conjurándome a que, ánima en pena, volviera al
sitio de donde había salido, en la seguridad de que en
cuanto amaneciera daría de limosna a un pobre los cuartos
que me adeudaba al embarcarse para América"
(1).
En "Departamento para familias", cuento incluido en el
volumen Pasos del gran bailarín, el sevillano
Guillermo Guerrero Estrella presenta a Inés, una criada
gallega (2).
Enrique Méndez Calzada incluye, entre los
personajes de su "Cuento de Navidad", a un
ordenanza, "el leal Lavandeira", quien "extrajo de su vieja
maleta de inmigrante un haz de folletines amarillecidos ya por el
tiempo y corcusidos con hilo negro en su margen izquierdo, a
guisa de doméstica encuadernación. Se trataba,
según pude observar, de El judío errante,
pacientemente coleccionado, y recortado de las hojas de El
Heraldo de Madrid, periódico que publicó en
folletín esa lata inmortal hace cosa de doce o catorce
años" (3).
En "Torito", cuento de Julio
Cortázar incluido en Final del juego, relata el
narrador, refiriéndose al boxeo: "En ese entonces no era
macana, pibe. Te venía cada tano de Italia, cada
gallego que te daba miedo, y no te digo nada de los rubios"
(4).
En "La Casa Cerrada 1807", de Manuel Mujica
Láinez, el protagonista escribe una carta a un sacerdote,
en la que manifiesta: "La circunstancia de haber nacido en
Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires cuando
empezaba a caminar, hizo que después de la primera
invasión inglesa me incorporara al Tercio de Galicia.
Intervine con esas fuerzas en acontecimientos que ahora, tantos
años después, su osadía torna
mitológicos" (5).
"Juan José Saer, en "Verde y negro", cuento
incluido en Unidad de lugar, Saer escribe: "Eran como la
una y media de la mañana, en pleno enero, y como el
Gallego cierra el café a la una en punto, sea invierno o
verano, yo me iba para mi casa, con las manos metidas en los
bolsillos del pantalón, caminando despacio y silbando
bajito bajo los árboles. Era sábado y al otro
día no laburaba" (6).
En "El mundo, una vieja caja de música que tiene
que cantar", Héctor Tizón presenta un cura gallego:
"El cura comienza a pasearse despaciosamente por el salón.
Está pensativo, cabizbajo y dice por ahí
(sólo el Capataz y el Turco pueden escucharlo, los otros
no están en este momento) aludiendo quizás a su
pobreza: -Me
ha tocado una parroquia estéril como una mula. Y poblada
de locos" (7).
En "El Antonio", cuento incluido en La
manifestación, Jorge Asís escribe: "Cómo
no recordarlo, cómo olvidar los picados en las calles, y
de la gallega neurótica que no daba la pelota cuando
caía en su casa, o la devolvía cortada, y los
piedrazos que caían de noche en su techo de chapa"
(8).
A un personaje de Marta Lynch, "una rabia sorda, tan
feroz como sus oscuros orígenes de india y de gallego la
espantó de la prefabricada donde José dormía
su mona cotidiana" (9).
Cuando "Doña Conce", la gallega del cuento de
Jorge Dietsch, ve que se acerca su fin, pide sus zapatos, "e
incorporándose en la cama, comenzó a bailar.
Bailaba para adentro, se veía en la mirada y la sonrisa,
con una gracia joven y movimientos que debían ser de tal
agilidad que en la habitación entró un viento
fresco de montañas, con olores de campo y de menta.
Tarareaba al mismo tiempo una música tan extraña y
bella que quienes escuchaban, a pesar de la gravedad de las
circunstancias, no pudieron evitar acompañarla con
movimientos de pies. Luego, agotada de tanta danza,
apoyó la cabeza en la almohada, respiró profundo
varias veces, y cerró los ojos sin dejar la sonrisa, como
soñando un buen sueño" (10).
Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a
Galicia" (11), texto que mereció una Mención en el
Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó
en el año 1994. Así empieza la carta: "Meus
quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo Lorenzos
quirido pai prablar poco ya que usté y miña nai se
llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo dos veces los nombres
dustedes. Les escribo para dicirles que hemos llejado bien a la
Arjintina. Nos acompañó la soerte a la Paca y a
mí y a nuestra rapaza la Paquita".
El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky,
"Con la gente del conventillo se había ido
encariñando, había cinco polacos, una pareja de
gallegos, una pareja de judíos
con un hijo, tres italianos y dos alemanes. Era gente humilde,
cariñosa, generosa y solidaria. Algunos habían
probado suerte como él, pero, también,
habían perdido" (12).
Escribì mi cuento "Volver a Galicia",
basàndome en una anécdota familiar. Acerca de esta
mujer, digo: "Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada
tendría valor para
ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la
había llevado a ser quien era" (13).
Antonio González, nacido en Lugo en marzo de
1890, protagoniza "El regreso del indiano" (14), cuento en el que
inventé para mi abuelo una vida más feliz que la
que realmente tuvo. Este cuento fue distinguido con una
Mención del Jurado en el Concurso de Literatura convocado
por el Consejo Profesional de Ciencias
Económicas de la Capital Federal, en noviembre de 1999.
Integraron el Jurado María Angélica Bosco, Eduardo
Gudiño Kieffer y Jorge Masciángioli.
En "El residente", de Teresa C. Freda, aparece una
gallega, "pobre y santa enfermera, medio bruta pero buenaza"
(15).
"El Orensano" protagoniza "Se abrió el cielo", de
Jorge Alberto Reale. El inmigrante "es de Orense el pueblo de la
chispa y los dulces arpegios. Enjuto, desdentado,
recóndito. El pobre está un poco arqueado, su cara
afilada, parece disecarse. Nadie sabe si tiene familia. Cuando se
lo indaga, dice con orgullo: -Soy descendiente de Rosalía
de Castro-, más aún, afirma, ser de cuna noble,
dijéramos de escudos y blasones, no solamente porque se lo
crea buena persona. Dice de paso y por lo bajo: -Ser bueno no
quiere decir ser inofensivo, la bondad sin talento no vale nada.
Y así va, así viene y así pasa con su
anticuada armadura, entre esmeriles y calderones. Es todo uno con
algo de músico y filósofo trashumante"
(16).
En "El sueño de Dyusepo", de Luis León, se
hace referencia a un inmigrante que tenía un horno en el
fondo de su casa; "Un antiguo horno de ladrillos, lleno de
pequeñas puertas de hierro ya
oxidadas, donde un gallego muerto al llegar el siglo,
hacía pan para vender" (17).
Notas
- Estrada, Santiago: "El convite de Barrientos", en
Varios autores: 20 relatos argentinos. 1838-1887.
Selección y prólogo de Antonio
Pagés Larraya. Ilustraciones en colores de
Horacio Butler. Buenos Aires, Eudeba, 1969. - Guerrero Estrella, Guillermo: "Departamento para
familias", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R.
Mariani y otros: El cuento argentino 1900-1930
antología. Sel. y pról. de Eduardo Romano,
notas de Alberto Ascione.Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Méndez Calzada, Enrique: "Cuento de Navidad",
en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y
otros: El cuento argentino 1900-1930 antología.
Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto
Ascione. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Cortázar, Julio: "Torito", en R. Arlt, J. L.
Borges y otros: El cuento argentino 1930-1959***
antología. Selección y prólogo de
Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Buenos Aires, CEAL,
1981. (Capítulo). - Mujica Láinez, Manuel: "La casa cerrada 1807",
en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana,
1977. Séptima Edición. (Colección
Piragua). Pp. 184-5. - Saer, Juan José: "Verde y negro", en J. J.
Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros:
El cuento argentino 1959-1970** antología.
Selección, prólogo y notas del Seminario Crítica
Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Buenos Aires, CEAL,
1981. (Capítulo). - Tizón, Héctor: ""El mundo, una vieja
caja de música que tiene que cantar", en J. J.
Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros:
El cuento argentino 1959-1970** antología.
Selección, prólogo y notas del Seminario
Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Buenos
Aires, CEAL, 1981. (Capítulo). - Asís, Jorge: "El Antonio", en A. Castillo, D.
Sáenz, H. Conti y otros: El cuento argentino
1959-1970* antología. Seminario Crítica
Literaria Raúl Scalabrini Ortiz (sel., pról. y
notas). Buenos Aires, CEAL, 1981.
(Capítulo). - Lynch, Marta: "Entierro de Carnaval", en Los
cuentos tristes. Buenos Aires, CEAL, 1967. Pág.
129. - Dietsch, Jorge: "Doña Conce o la despedida",
en El Tiempo, Azul, 14 de marzo de 1999. - Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en
Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de
Cultura. Buenos Aires, 1994. - Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al
Concurso Literario 1997", El Jardín de la Esquina /
Aequalis. - González Rouco, María: "Volver a
Galicia", en El Tiempo, Azul, 27 de diciembre de
1998. - González Rouco, María: "El regreso del
indiano", en El Tiempo, Azul, 16 de enero de
2005. - Freda, Teresa C.: "El residente", en El
Tiempo, Azul, 26 de junio de 2002. - Reale, Jorge Alberto: "Se abrió el cielo", en
el grillo, N° 36, Noviembre-Diciembre
2003. - León, Luis: "El sueño de Dyusepo", en
León, Luis et al.: Rostros de una identidad.
Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de
Temática Judía. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004. 96 pp.
En cuentos
infantiles y juveniles
Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (1), uno
de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de
Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la
oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un
pichón. Acerca del texto premiado, afirma la autora: "Este
cuento nació en un momento muy especial de mi vida, donde
los recuerdos de la niñez se hacen vívidos,
provocados por un hecho sutil: encontrarme de frente con los
grandes ojos amarillos de un pichón de lechucita, parado
en un alambre de un camino de tierra rumbo a un
campo".
Notas
- Guimil, Elena: "Mi búho", en El
desafío. Buenos Aires, Sudamericana,
2000.
Dice Vacarezza en un conocido soneto (1):
La escena representa un conventillo.
Personajes: un grébano amarrete,
un gallego que en todo se entromete,
dos guapos, una paica y un vivillo.
En "El espiante" (2), escribe Bartolomé R.
Aprile:
Se junaban con bronca las viejabas
-gaitas tolas, cabreras por un cuento-
y se fajaban a lo potro biabas
al lado ‘e la pileta del convento
Una decía: -¡Se le van las
tabas
a ese reo por m’hija de contento!-
Otra decía: -¡Se le caen las
babas
a esa lora por m’ hijo y le da
vento!-
Se fajaban de nuevo: el amasijo
para los ‘cosos’ era espiant’en
fija
hacia el nido de amor que cabuliaron.
Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su
hijo
y la otra: -¡Qué más quisiera su
hija!
los chingolos el vuelo levantaron (2).
Navarrine, en su tango "Galleguita" (3), de 1924,
dice:
Juntar mucha platita
para tu pobre viejita
que allá en la aldea quedó.
En el poema "Cuando mi padre habló de su
infancia" (4), José González Carbalho enumera las
posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia:
un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones.
En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:
Ay, el dueño de valles
y misteriosos bosques
por el que andaba yo
mi perro y mis canciones.
Mis canciones que vuelven
sólo para que llore.
Mi perro ya olvidado
de obedecer al nombre.
Yo, que perdí mis cielos,
¡y soy tan pobre!.
Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega
(5):
Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella
carretera de España.
Detrás quedaba Carballino, con sus casas
envueltas por la madrugada.
Dejando mi corazón mucho más a obscuras,
el amanecer despuntaba.
¿Era posible que pudiera venir, como todos los
días, la mañana?
El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad
de sus almas.
Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al
peso de una montaña.
El paisaje abría los ojos como si no se hubiera
enterado de nada.
Nunca olvidaré que en el monte de Corzos
había un ruiseñor que cantaba.
Al llegar a Dacón oímos el nombre
querido en la voz de la campana.
Mamá y el mundo habían muerto para
siempre y sólo aquella voz los lloraba.
Enrique Larreta canta, en "Las criadas y el niño"
(6), a las domésticas españolas:
Que otros digan de escuelas y de
universidades.
Yo canto el cuarto aquel de plancha y de
costura
y sus buenas mujeres. ¡Galicia!
¡Extremadura!
y las que me enseñaban a palmear
soledades.
España de las tierras y no de las
ciudades.
También las castellanas de grave
catadura.
La blanca, la trigueña; la moza, la
madura.
De todas las pellejas, de todas las edades.
¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de
romería.
Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda
manera
de nombrar cada cosa! ¡Cuánta
sabiduría!
entre aquellos refajos! Erase que se era
un juglar que les debe toda su
nombradía.
Gaita sentimental y sonaja parlera.
En su poema "En el día de la recolección
de los frutos" (7), Alfredo Bufano homenajea a la
inmigración española:
¡Salud, nietos sin mengua
de Francisco Pizarro
y de Ruy Díaz de Vivar;
hijosdalgo de Avila de los Caballeros,
sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,
labriegos de las rudas mesetas castellanas,
pescadores galaicos de las rías y el
mar,
hortelanos de Murcia, vascos roblizos,
fuertes
extremeños: ¡larga gloria
tengáis
todos vosotros, hijos de las viejas
Españas,
hombres de eterna y recia y heroica
mocedad,
en cuyas venas corre la misma sangre
nuestra
y cuyas bocas se abren con nuestro mismo
hablar!.
A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta
Ricardo Adúriz (8):
Dulces abuelas trashumadas
desde estos cielos
a aquellos cementerios.
Que vuestros nombres, en medio del
océano
de sombra, sajados vivos de la noche larga,
os devuelvan la luz de un tiempo suave
en Freas de Eiras –tierra de Galicia-y en el
Madrid de fin de siglo.
Vuestras son estas últimas
luciérnagas,
fragmentos puros de un espejo roto,
donde brillan los rostros del olvido.
En "Tríptico a Galicia" (9), Enrique Urbina
García canta la nostalgia del inmigrante de esa
región:
Y aquel que por Vigo, apabulló su
sombra;
en su misterio –pompas de luna- ocultará
olvido
y por las vides de Galicia como raíz
sangrante
tendrá su mente endulzando retornos
válidos.
(…)
Todo el que con un gallego trata, alcanza
sólo un poco lo que el corazón de ese
hombre
desparrama, porque el amor, vive en su
España.
El protagonista de una canción (10) de Alberto
Cortez conoció Galicia cumpliendo la promesa que hiciera a
su abuelo:
Y el abuelo un día cuando era muy
viejo
allende Galicia
me tomó la mano y yo me di cuenta
que ya se moría
Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas
y con menos prisa:
‘Prométeme hijo que a la vieja
aldea
irás algún día
Y al viento del Norte dirás que su
amigo
a una nueva tierra, le entregó la
vida’.
Carlos Penelas es el autor del poema "Los trasterrados"
(11), que dedica a sus abuelos Pedro Penelas y Tomás Abad.
En él dice:
Se ocupaban de las cosas comunes:
del trabajo, del pan, de los hijos.
No expresaron fatiga ni dolor. Morían en
silencio.
Llevaban en la sangre
el honor, la palabra, la brisca.
Bebían vino tinto. No reclamaron
nada.
Caminaban el tiempo de otro tiempo.
Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto son los
autores de Legado Celta. En el poema "Soy el llamado
ancestral" (12), incluido en ese libro, expresan:
Son a voz que pradica, incansabele
antre os do meu pobo
lonxe da terra,
a qu’os exhorta
a non anuzar de si mesmos.
En su poema "Madre gallega" (13), Ricardo Ares
escribe:
Madre gallega,
Pestañas como arcos de ceniza
Sobre ojos de pájaro en vuelo,
(…)
Noche infinita
encastrada en la Singer,
bajo la parra encendida de enero
viajabas a Lugo,
montada en tu infancia
y te perdías…
Notas
- Vacarezza, : "Un sainete en un soneto", en Cantos
de la vida y de la tierra. 1944. - Aprile, Bartolomé R.: "El espiante", citado en
Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
1970. - Navarrine, A. y Petorossi, H.: "Galleguita", citado
por Gustavo Cirigliano, en El Tiempo. - González Carbalho, José: "Cuando mi
padre habló de su infancia", en Requeni, Antonio: Un
poeta arxentino en Galicia: González Carbalho.
Separata del Boletín Galego de
Literatura. - Bernárdez, Francisco Luis: "Poema de las
cuatro fechas", en Cielo de tierra. Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1948. Ilustraciones de Horacio
Butler. - Larreta, Enrique: "Las criadas y el niño", en
Cantan los pueblos americanos. Selección de
Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
Aires, Ediciones Peuser, 1957. - Bufano, Alfredo: "En el día de la
recolección de los frutos", en Para todos los hombres
del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos
Aires, Clarín. - Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje.
Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro
Iberoamericano de Cooperación, 1979. - Urbina García, Eugenio: "Tríptico a
Galicia", en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de
1999. - Cortez, Alberto: "El abuelo", citado por Colegio
Schönthal en Bajaron de los barcos, www.monografias.com. - Penelas, Carlos: "Los trasterrados", en El mirador
de Espenuca. Buenos Aires, Torres Agüero Editor,
1995. - Castro, Manuel, y Mauas Pinto, Eliseo: Legado
Celta. 1993. - Ares, Ricardo: "Madre Gallega", en El Barrio Villa
Pueyrredón, Año VI, Septiembre 2004, N°
65.
En Los políticos, "sainete
cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y
verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio
Reynoso, aparece un almacenero gallego que pregunta a un vasco
por qué le está cobrando cinco centavos más
por litro (1).
En Bohemia criolla (2), de Enrique de
María, aparecen gallegos. Uno de ellos es José, que
dice: "Métase uno a hacer servicius…/ Pur defender a
esos pobres/ amigus de Pata Blanca,/ que para mí son unos
jóvenes/ buenos… vamos… como el pan/ mi mujer me mata
a golpe…".
"¡Al campo!, de Nicolás Granada
(1840-1915), se estrena en el Teatro Apolo el 26 de setiembre de
1902, tras del éxito obtenido por La piedra del
escándalo, de Martín Coronado. La
animación de ¡Al campo! está a cargo
de Lea Conti (Gilberta), Herminia Mancini (Dolores), María
C. De Muez (doña Fortunata), Pablo Podestá (quien
con 27 años interpreta a don Indalecio, de 58),
José J. Podestá (Gabriel), Ubaldo Torterolo (don
Timoteo), Antonio Podestá (Fernández), Pepito
Petray (Palemón), etc" (3).
En esa pieza aparece Santiago, un criado gallego. El
autor lo hace hablar en esta forma: "Este señor prejunta
por las señoras. (…) –Usted dispense; un lu
sabía. Que no estaban en casa, esu sí; pero que
estuvieran en el monte… Si usted quiere que se lu dija…"
(4).
En ¡Jettatore!, de Gregorio de Laferrere,
aparece Benito, un criado gallego, de Pontevedra. El inmigrante
tiene muy pocas luces, y vive en una "pocilga de conventillo"
(5).
Escrita por Florencio Sánchez, "En familia
sube por primera vez al escenario del Teatro Apolo, el 6 de
octubre de 1905, animada por la Compañía
Podestá Hermanos" (6).
Uno de los personajes de esa pieza confiesa:
"Todavía no me doy cuenta de cómo he podido
amoldarme a semejante vida. Con decirte que yo, tu madre, que fue
siempre una mujer de orden y delicada, ha llegado hasta robarle a
una pobre gallega sirvienta… (…) Hasta robarle, sí
señor; hasta robarle a una pobre mujer los ahorros que me
había confiado" (7).
En Los primeros fríos, de Alberto
Novión, uno de los actores expresa: "-Ahora me voy a
conversar con una mucamita que trabaja en la Legación de
España, es galleguita y sin primo, ¿se da cuenta?"
(8).
En La comparsa se despide, escribe Vacarezza: "Un
patio de conventillo,/ un italiano encargao/, un yoyega retobao,/
una percanta, un vivillo,/ un chamuyo, una pasión,/
choque, celos, discusión,/ desafío,
puñalada,/ aspamento, disparada,/ auxilio, cana…
telón" (9).
En Volvió una noche, de Eduardo Rovner,
"Fanny hará todos los cambios posibles en su personalidad y
sus convicciones, de modo que su transformación interior
la lleve al amor y unión con su hijo, quien se
casará con una ‘gallega’ " (10).
En 2002, se estrena Temperley. "Con una
crítica excelente por parte de varios medios, la
obra de Luciano Suardi y Alejandro Tantanian, denominada
Temperley, está por estos días en cartel en
el Teatro Sarmiento. La pieza se basa en las experiencias de
Amparo, una
gallega que encuentra en nuestra ciudad un sitio ideal para sus
sueños, aunque las penurias lleguen de todas maneras.
Destacan el clima general de
la obra, con un logro especial en materia de
escenografía y sonido" (11).
"Anónima y en apariencia tan impersonal como una
estación en la que los trenes descargan pasajeros, cambian
de vías y vuelven a salir siempre rumbo al sur. Así
es T. C., una mujer de casi 90 años que llegó de
España a los 17, pasó por el Hotel de los
Inmigrantes, se casó con un muchacho bueno y trabajador y
armó su casita con un jardín que serviría de
cobijo a su descendencia. Allí, en Temperley, por
supuesto. Ahora, su vida es una obra de teatro. Un
espectáculo en el que T.C. –ahora rebautizada como
Amparo– resulta un paradigma de
su generación, la de los inmigrantes que llegaron en busca
de sus sueños de progreso. Aquellos que dos generaciones
más tarde ven a sus nietos escapar de estas tierras que
fueron cobijo y que ahora resultan demasiado ásperas."
(12).
Notas
- Trejo, Nemesio: Los políticos en
Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
Dragún: Canillita y otras obras.
Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue.
Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo). - María, Enrique de: Bohemia criolla, en
Varios autores: El teatro argentino. 6.El sainete.
Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por
Marta Speroni y Griselda Vignolo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Ordaz, Luis: en Granada, Nicolás: ¡Al
campo!, en Varios autores: El teatro argentino
3.Afirmación de la escena nativa. Selección,
prólogo y notas por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL,
1980. (Capítulo). - Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en
Varios autores: El teatro argentino 3.Afirmación de
la escena nativa. Selección, prólogo y notas
por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Laferrere, Gregorio de : ¡Jettatore!.
Buenos Aires, CEAL, 1968. - Ordaz, Luis: en Sánchez, Florencio: En
familia, en El teatro argentino 4.Florencio
Sánchez. Selección, prólogo y notas
por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo). - Sánchez, Florencio: En familia, en
El teatro argentino 4.Florencio Sánchez.
Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Buenos
Aires, CEAL, 1980. (Capítulo). - Novión, Alberto: Los primeros
fríos, en Varios autores: El teatro argentino.
6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas;
selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo.
Buenos Aires, CEAL, 1980. - Vacarezza: La comparsa se despide. Citado en
Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
1970. - Holte, Matilde Raquel: Teatro Contemporáneo
Judeoargentino Una perspectiva feminista bíblica.
Buenos Aires, Milá, 2004. (Ensayos). - S/F: "Artes y espectáculos", en
www.temperleyweb.com.ar,
agosto de 2002. - S/F: "Para entendidos", en www.gcba.gov.ar.
Algunos cineastas evocaron la inmigración
española que llegó a tierra americana. en filmes en
los que se evoca esa etapa de nuestro pasado y se pone al alcance
del público testimonios de quienes protagonizaron un
fenómeno social que dejó indelebles
huellas.
Así es la vida, realizada por Francisco
Mugica en 1939, proviene de una obra teatral de Nicolás de
las Llanderas. Claudio España señala que en ese
film, "con Enrique Muiño y Elías Alippi, el sainete
pervive sólo en dos amigos de la familia, un gallego y el
italiano –los de afuera; los de casa son porteños.
Por su peso, gana forma la comedia familiar, apoyada en el
sentido aglutinador de la mesa del comedor, blanca en
extremo por la luz simbólica que le arrojan los directores
de fotografía. Temporalmente, esta comedia se
inicia en el patio y prosigue en la sala con piano y con una mesa
amplia donde caben todos. Los inmigrantes mantienen el decir
cocoliche; los otros son porteños y los novios, en
sus encuentros, se hablan de tú" (1).
Niní Marshall creó, entre otros
inolvidables personajes, a Cándida Loureiro Ramallada, "la
gallega bruta y charlatana", que fue su primera
caracterización en Radio Municipal, en 1934. "En el film
Cándida (1939, Bayón Herrera), sobre un
barco y con sus ropas de campesina recién llegada, la
gallega hace su jocosa presentación: ‘Vengo a este
país a ganar cuarenta pesos, casa y comida. Salida, los
domingos’. (…) "La voz de Niní es testigo del
movimiento de los estratos sociales medios argentinos y de los
desplazamientos culturales y de la flexibilidad de los grupos y
colectividades, en el paso de los años treinta a cuarenta"
(2).
En abril de 1998, anuncia una noticia de la agencia
Télam: "La novela de Horacio Vázquez Rial,
‘Frontera
sur’, finalmente fue elegida –después de
cantidad de lecturas- por el cineasta español Gerardo
Herrero para dar vida a una historia de inmigrantes. ‘La
filmación se hará enteramente en la Argentina; hay
muchas locaciones en Luján, donde el 27 de este mes
empieza el rodaje, que durará ocho semanas’,
confirmó el autor de ‘El soldado de porcelana’
a Télam. Entre los actores contratados figuran Federico
Luppi, el alemán Peter Lomaier (conocido por su trabajo en
‘El enigma de Kaspar Hauser’, de Werner Herzog) y
Maribel Verdú en los papeles principales. ‘Pero
habrá varias sorpresas más’, dice el
escritor, que prefiere no hacer adelantos. También dice
que el guión de ‘Frontera…’ le pertenece:
‘Es una experiencia muy enriquecedora e intensa. Y es
curioso, porque el director tiene un respeto por la
novela mucho mayor que el autor’. ‘Me traiciona cada
tres líneas, pero el resultado me gusta. Y, aunque no
participo en el proceso (de
producción, filmación, montaje, etc.), no
iría nunca en plan Javier
Marías quejándome porque me cambiaron la
novela’, agrega. ‘Es un trabajo de ida y vuelta. Yo
despojé la novela. Gerardo la devolvió.
Después hicimos un trabajo de poda. En fin, agregamos
cosas por indicación de los actores. El cine, en ese
sentido, no tiene nada que ver con la literatura: es un trabajo
en común’, dijo el escritor" (3).
Notas
- España, Claudio: "Así es la
vida", en Cien años de cine. Buenos Aires,
La Nación Revista, Tomo I. - España, Claudio: "Llega Niní Marshall",
en Cien años de cine. Buenos Aires, La
Nación Revista, Tomo I. - S/F: " ‘Frontera sur’ llega a la pantalla
grande", en El Tiempo, Azul, 12 de abril de
1998.
En la muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y
grabados", que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires, en el invierno de 2000, se exhibió un
video que brindó al espectador la oportunidad de entrar en
contacto con este espíritu y su singular obra. Con
música de Milladoiro y Xeito Novo, y la
interpretación de Walter Santana, quien lee
fragmentos de ensayos y obras de teatro de Seoane, se muestra al
artista como un peregrino que vive un doble extrañamiento:
el del tiempo y el del espacio. Con estas palabras lo dice: "Soy
un peregrino de la Edad Media,
pero estoy varado en el siglo XX" y también "ir rumbo a
Santiago de Compostela, mas estar varado en Buenos Aires". La
resignación que lo invade es resumida en la frase que
afirma: "Soy y seré para siempre un desarraigado
permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
Es el destino del exiliado".
En dicho video se recuerda que el artista nació
en 1910 en Buenos Aires, en el seno de una familia de
inmigrantes. A los seis años volvió a
España, de donde debió partir en los tiempos de la
guerra. Veintisiete años tardó en regresar a la
Madre Patria y, desde 1967, escindió su vida entre Galicia
y la Argentina. Murió en La Coruña en 1979. Ana
María Battistozzi lo define como "una de las figuras
más destacadas de la comunidad gallega argentina y acaso
la más interesada en promover y estrechar los
vínculos culturales, en un momento en que esto implicaba
un fuerte compromiso político".
En 1973, "Abel Santa Cruz tiene siete obras en
tevé. Una de ellas es Carmiña, con
María de los Angeles Medrano y Arturo Puig, y Raúl
Rossi en el rol de Hipólito Yrigoyen. En radio se
conoció como Tu nombre es María Sombra; en
tevé en1969 como Nuestra galleguita. En el exterior
se emitió como Natasha" (1).
A partir de abril de 2000, Canal "á" puso "en el
aire ‘La otra tierra’ (historias de inmigrantes en un
país que busca su identidad), una nueva versión del
recordado ciclo televisivo". Se llevó "a cabo en emisiones
semanales de media hora de duración, poniendo en relieve el
aporte cultural de cada una de las corrientes migratorias". El
ciclo contó "con la producción y dirección de la recordada Clara Zapettini y
la conducción de Canela". El equipo que respaldó el
proyecto
"estuvo compuesto por Adriana Ocón en la
producción; Moira Soto en investigación, e Ivonne Fournery como
guionista" (2).
Un año después, Ivonne Fournery se
refirió en un reportaje a ambas versiones del ciclo: "En
el año ’86 yo empecé a escribir… haciendo
guiones en documentales periodísticos, en un programa muy
lindo que se llamaba ‘La otra tierra’, que trataba de
inmigrantes en un país que busca su identidad. El proyecto
estaba dirigido por Clara Zapettini, una mujer muy talentosa…
(…) Una mujer que siempre se destacó, y en esa
oportunidad la convocaron para ‘La otra tierra’, y
fue tal el impacto que, por ejemplo, el año pasado se
firmó un contrato con canal A y se grabaron programas de
media hora, con un único testimonio cada uno. La ideología, tanto en la primera oportunidad,
en los ’80, como ahora, fue la misma, o sea, no poner el
acento para nada en la colectividad o comunidad, sino en la
síntesis de las culturas. Es decir, hacer
hincapié en el aporte que significó a nuestra
identidad esa cultura. Lo cual enriquece al programa, lo hace
mucho más vivo y mucho más real. De lo contrario,
se transforma en una cosa… te diría que pintoresca o
turística… y no es ésa la intención.
Además, te cuento… yo no hacía la
investigación periodística, pero lo que yo
aprendí de las culturas haciendo esto no te puedo
explicar. Por otra parte, fueron muchos programas: en el
’86 se hicieron 55 y en este último año, 39.
O sea que realmente fue un privilegio. Y ahí yo
hacía los textos y la voz en off" (3).
Notas
- Itkin, Silvia: "El Estado
llega a la
televisión", en Ulanovsky, Carlos; Itkin, Silvia y
Sirvèn, Pablo: Estamos en el aire. Buenos Aires,
Planeta, 1999. - Hall, Annie: "Bambalinas", en La
Nación, Buenos Aires, 9 de enero de
2000. - Ceratto, Virginia: "La indiferencia, en un 94%, es
falta de conocimiento", en La Capital, Mar del
Plata, 18 de marzo de 2001.
Silvia Marzochini es la autora de la foto mural de dos
gallegas, que se exhibe en el Nuevo Banco Industrial
de Azul.
…..
Así viven los gallegos en la Argentina,
trabajando, reuniéndose, cultivando las tradiciones de su
tierra y transmitiéndolas de generación en
generación. Trajeron en el barco su música y sus
danzas; inmigrantes y quienes de ellos descienden las interpretan
hoy día.
En los testimonios que transcribimos parcialmente, en
los artículos periodísticos, las obras literarias,
los filmes y las fotos, se evoca su laboriosidad, su nostalgia y
su esperanza, la lucha por sus ideales, y el afán de
superación que se traduce en la relevancia alcanzada por
muchos de sus descendientes.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista