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Gallegos en la Argentina



    1. En
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    15. En
      televisión
    16. En
      fotografía

    En esta monografía me refiero a los gallegos que
    llegaron a la Argentina entre 1850 y 1950, a su forma de vida y a
    algunas de las obras en las que se los evoca. Tomo como fuente
    textos de historiadores, escritores y periodistas, y testimonios
    de gallegos y sus descendientes.

    Introducción

    Alberto Sarramone, quien ha escrito varios libros sobre
    la historia de la
    inmigración en nuestro país
    –algunos de ellos traducidos al francés-, afirma que
    "La noción exacta y actual de emigración, en
    general, tiene dos referentes direccionales: emigración
    en un sentido estricto
    , cuando se busca significar la salida
    de personas o grupos de un
    país o región. Inmigración,
    noción relacionada con la recepción de población externa en un país o
    región determinado", y señala que "ambas tienen su
    origen en el régimen de libertad instaurado a
    partir de la revolución
    francesa, con el reconocimiento de los derechos del hombre y del
    ciudadano y entre ellos el de emigrar, consagrados en la constitución del 31 de octubre de 1791. Con
    anterioridad, no se podía hablar de las formas modernas de
    emigración, que requieren como notas definitorias para la
    existencia plena del fenómeno, estar en un marco aunque
    sea imperfecto de libertad"
    (1).

    Marcelo Bazán Lascano señala que la
    Ley
    Avellaneda, de 1876, proporciona la definición de
    inmigrante. Distingue "entre los inmigrantes ‘sensu
    stricto’, o sea los que venían con pasaje de segunda
    o tercera clase por
    cuenta del gobierno u otras
    entidades, y los que entre el 25 de mayo de 1810 y el presente
    han arribado a nuestro territorio a su costa, como polizones o en
    cualquier otra forma clandestina o ilegal. Podría
    sostenerse, pues, que los segundos son, prima facie, definibles
    como inmigrantes ‘lato sensu’, aunque hubieran venido
    en primera clase y aunque lo hubiesen hecho con bienes de
    fortuna y hasta con títulos nobiliarios" (2).

    "Desde la época de Rosas se anota
    una constante pero limitada inmigración española,
    procedente del País Vasco, Galicia y las Islas Canarias
    –afirman Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti. Recién la
    última década del siglo será testigo de un
    desembarco masivo, especialmente de gallegos, vascos, asturianos
    y catalanes" (3). Diversas causas contribuyeron al aumento de la
    emigración. Andrés Solla las enumera: la introducción de la navegación a
    vapor, las políticas
    de las repúblicas americanas que favorecen la entrada de
    emigrantes, la irrupción de fuertes
    compañías navieras inglesas, francesas y alemanas
    en el negocio, y la
    comunicación epistolar con los que ya emigraron
    (4).

    "A lo largo de la historia de la humanidad
    –escribe Solla- hubo múltiples causas
    ‘próximas’ (guerras,
    persecuciones religiosas o políticas, huidas de los
    reclutamientos militares, pestes, etc.) que dieron lugar a las
    migraciones humanas, pero detrás de todas ellas subyace
    siempre el factor económico. (…) los gallegos emigraron
    forzados por la situación económica y porque no se
    conformaban con seguir siempre lo mismo; querían mejorar y
    les sobraba voluntad para hacerlo" (5).

    Gran parte de los gallegos establecidos en nuestro
    país, sólo pensó en hacerlo por un tiempo.
    "Galicia es casi sinónimo de inmigración
    –agrega Solla-, porque de Galicia, por emigrar, emigraron:
    trabajadores, intelectuales,
    energía
    eléctrica y capitales. El gallego emigraba bajo dos
    signos: uno,
    que lo empujaba fuera de su tierra en
    procura de una mejor situación económica y otro que
    lo hacía volver. Así tenemos que, siendo el
    país que da mayor porcentaje de emigración,
    también somos, curiosamente, el que mayor índice de
    retornados tiene por número de emigrantes. En el
    fenómeno migratorio puede establecerse una
    correlación: padres y mujer quedaban en
    Galicia, hijos y marido en la emigración. Esta constante
    quizás sea el factor más importante que
    favoreció tan elevado número de retornados,
    además del apego que los gallegos tenemos a nuestra
    tierra" (6).

    Otros jamás podrán regresar, y
    morirán añorando el retorno.

    Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
    –voz del cielo- llamó gallegos a todos los
    españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
    De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
    españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
    los ‘otros’, pero los otros del idioma común y
    la tradición que ya formaba parte y sustento de lo
    criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre
    los españoles, los más en número y los
    más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
    esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por
    grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
    significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
    porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
    en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
    irrepetible que somos los argentinos. También porque
    buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
    corazón" (7).

    Notas

    1. Sarramone, Alberto: Historia y sociología de la inmigración.
      Internet.
    2. Bazán Lazcano, Marcelo: "Carta de
      Lectores", en La Nación, Buenos Aires,
      19 de diciembre de 1999.
    3. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa.
      Ritos y retos de la alimentación
      argentina
      . Buenos Aires, Grijalbo, 2000.
    4. Solla, Andrés: "A emigración galega
      a América
      ", en Internet. Trad. de MGR.
    5. ibídem
    6. ibídem
    7. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
      Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
      1994.

    En testimonios

    Según lo que comían, Santiago de Estrada
    podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
    conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
    celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
    comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
    genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
    gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
    (1).

    José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
    la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca
    mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los
    dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
    únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
    de largas horas de trabajo y
    temerosos que un desborde del arroyo se llevara
    rápidamente las ganancias del mes". A ellos se sumaron
    más tarde los empleados Enrique Martínez y
    José Vicario. "Recuerda doña ‘Conce’,
    la esposa de José Vicario que ‘cuando ellos
    (Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer
    propaganda y
    vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es
    que estaban afuera varios días y debían llevar la
    comida. Sí, claro que con la señora de
    Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas
    muy malas, como aquella de la crisis del
    30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior,
    camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…"
    (2).

    Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
    "El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
    ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
    Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
    pagar sus cuentas, ni de
    tener preparados los billetes para los proveedores,
    cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no
    sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo
    solos, no contrataban personal alguno;
    esto, unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su
    posición" (3).

    A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
    Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
    pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
    verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
    nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
    especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
    clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
    la primera impresión después de un viaje terrible
    en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
    buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
    impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
    ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
    resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
    encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
    los árboles, con nuestros hijos, sin más
    techo que el de la naturaleza, y
    ni una visión de simples ranchos en una estancia de
    algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando
    la visita de uno que otro poblador de los alejados contornos"
    (4).

    Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " ’El Gallego
    Penitenciario’ ocupó un rol tan destacado en la
    historia de los primeros penales que fue honrado días
    atrás con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar
    central del Museo del S.P.F. ‘A principios de
    siglo los primeros guardias eran gallegos o yugoslavos,
    traídos a la Argentina para trabajar en las
    cárceles. Muchos llegaban al puerto de Buenos Aires y
    seguían viaje al penal de Ushuaia; otros paraban en el
    Hotel de Inmigrantes y eran
    destinados a unidades de acá’, recuerda el alcaide
    mayor retirado Horacio Benegas, asesor del museo y jefe de
    visitas de la Unidad 16 en los 60" (5).

    En el Museo de la Inmigración, sito en el ex
    Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la
    historia del matrimonio
    Mosquera López-Alvarez Marante, emigrados desde
    Orense.

    En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia
    del pontevedrés Martínez Padín.

    Arturo Cuadrado Moures, quien llegó en el
    Massilia, evoca su exilio: "En el año 1936 sube Franco,
    aquella tremenda traición en donde los hombres tuvieron
    que matar a los hombres. Surge la famosa guerra civil
    que duró tres años y donde han muerto casi dos
    millones de españoles. Nosotros, el ejército
    republicano, que dominábamos Madrid,
    Valencia y Barcelona, no teníamos fuerzas, teníamos
    la canción y teníamos a América. Era nuestro guía
    espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don
    Antonio Machado. (…) desde México a
    Buenos Aires realizamos todos nuestros sueños, todas
    nuestras esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el
    convencimiento de que habíamos triunfado… Ortega y
    Gasset nos había enseñado el camino de amar
    más que luchar" (6).

    Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915
    y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un
    gallego que se sintió argentino y organizó durante
    décadas encuentros entre autores y lectores, que son el
    antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En
    1960, Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y
    quiso visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
    Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
    de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra.
    El dinero para
    la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni"
    (7).

    Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo
    también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en
    Monserrat- porque Galicia es una nación
    histórica (las otras dos son Euzkadi y Cataluña,
    que también tienen idioma propio y son mucho más
    antiguas que la España
    consolidada en un Estado)"
    (8).

    En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La
    Capital
    publicó una nota de Esteban Turcatti titulada
    "El gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos:
    "Bernaldo Souto, poeta gallego, había traducido el
    Martín Fierro a ese idioma en el año 1980.
    Establecido en la Argentina desde hace muchos años,
    regresó recientemente de su tierra natal, Galicia, donde
    es muy conocido por su obra literaria y periodística.
    Allá brindó una serie de conferencias y
    presentó tres libros de poesías
    bajo el título ‘Luz y
    sombras’. Pero su mayor satisfacción fue enterarse
    que en fecha próxima, su traducción gallega del Martín
    Fierro
    será publicada por la Xunta de Galicia,
    en una edición
    bilingüe de lujo" (9).

    Darío Lamazares, representante legal del
    Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a
    los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me
    formé en la calle, y como la mayoría de mis
    compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este
    país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la
    escuela es una
    forma de pagar esa deuda" (10).

    María Mercedes Arias "se recuerda a sí
    misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca
    gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el
    río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido
    en el siglo XV. ‘Araba el campo con mis dos hijos porque mi
    marido se había ido a la Guerra Civil que estalló
    en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que
    había en el bosque, las comíamos asadas y con un
    vaso de leche. Yo
    tenía 38 años y como la posguerra era muy dura, nos
    vinimos a la Argentina’, cuenta" (11).

    Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un
    instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez,
    de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los
    mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la
    mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la
    Argentina y en Cuba, entraron
    en contacto con otros ritmos, al punto que "La música gallega se
    benefició de estas influencias, de estas tradiciones
    más abiertas" (12).

    Gabriel Deus – hijo de un gaitero inmigrante, y
    gaitero él mismo de la Agrupación Folklórica
    Baixo Miño- se refiere a "los grandes maestros
    gaiteros inmigrantes, maestros que han venido a este país
    con una gaita entre su equipaje. De estos maestros podemos
    nombrar a Cesáreo Rodríguez, a Jesús
    Longarela quien ha sido profesor del
    gaitero Alberto López y actual integrante del grupo "Sete
    Netos". Entre estos maestros se encuentra también Camilo
    Deus quien aparte es uno de los pocos artesanos de palletas para
    gaitas que hay en el país. También lo tenemos a
    Jesús Mariño quien también es artesano de
    gaitas. En fín, entiendo que gracias al legado de estas
    personas que gracias a Dios, a pesar de los años
    transcurridos, siguen transmitiéndonos esa cultura
    interpretando en sus gaitas esas jotas y muñeiras que
    suenan con un aire muy distinto
    ya que en sus dedos, al ejecutar la gaita, demuestran en cada
    nota el sentimiento de un inmigrante" (13).

    Manuel Corral Vide llamó Morriña a
    su restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento
    que aúna a chef y comensales: "A través de
    Morriña (palabra entrañable para nosotros) el
    nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser
    gallegas, se interiorizaron de las características de
    nuestra cocina, lo peculiar de nuestras tradiciones y nuestra
    milenaria cultura. En cuanto a los paisanos, me consta que se
    enorgullecen de tanta difusión" (14). El publica sus
    recetas en Galicia en el mundo; en una de las entregas de
    "Cocina gallega", leemos: "En Buenos Aires, siempre que se
    podía en casa, nos agasajábamos con una buena
    paella en la que difícilmente faltaba el conejo (mi abuela
    los criaba en nuestros primeros años en la Argentina"
    (15).

    Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su
    restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega
    tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón,
    según la receta que trajeron de La Coruña hace
    cuarenta y tres años (16).

    En España, un gallego que retornó sin
    haber podido "hacer la América" encontró en los
    manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini:
    "como la patria es la infancia, el
    tiempo se evoca con los sabores que se perdieron. En una
    pastelería de la calle Menéndez y Pelayo, cerca de
    la plaza Cavia, se forma una fila para comprar. Un pequeño
    negocio donde se pueden conseguir medialunas, tarta de acelga,
    yerba, vinos argentinos y esa delicia que se arma como
    exclusividad nuestra, los sandwiches de miga. (…) lejos de lo
    que podría pensarse, el negocio no pertenece a
    ningún argentino. Su dueño, un gallego que
    vivió veinte años en la Argentina, al regresar
    encontró la prosperidad que le fue esquiva como
    inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de
    la Plata, su negocio crece cada día" (17).

    Jesús Amorín
    Varela relata: "Mis padres eran gallegos y fueron a Cuba.
    Ahí nací yo. A los dos años me llevaron a
    Galicia y me dejaron al cuidado de mis abuelos maternos. Estuve
    con ellos hasta los diecisiete y en 1929 me vine para la
    Argentina" (18).

    Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me
    vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes,
    para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio
    militar, que se hacía en Africa…(…) lo
    que significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a
    morirse… a gatas tenía el sexto grado, así
    llegué, y aquí logré todo lo que soy, un
    trabajo, una familia, una
    vida" (19).

    No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
    confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
    un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
    España, después de tantos años sin pisar
    la tierra que
    lo vio nacer. ‘Pero no hay plata: acá se gana muy
    poquito, apenas las propinas. Y la jubilación, para
    qué hablar’, cuenta. Su hija le está
    gestionando una jubilación en España para que su
    vida sea menos empinada" (20).

    Arturo Lezcano me escribe que la madre de José
    María Martín trajo desde Galicia un cuadro titulado
    "La abuela y el niño", de Fernando Alvarez de Sotomayor.
    Pensaba procurarse con su venta
    algún dinero para establecerse en
    América.

    José Cameán Parcero recuerda: "Yo
    también fui gallego de m… y también
    colorado’, porque así es mi color de cabello.
    Y más de una vez tuve que escuchar a mis compañeros
    decir que me habían cambiado por un cuero. Pero no
    me molestaba, quizás porque yo al venir a los cuatro
    años me sentía uno más. No sabía mi
    conciencia la
    diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como
    buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le
    enseñó a él a tocar la caja. Como esto
    resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo
    y con Los Chavales de España. En estos conjuntos
    tocaba la tumbadora. Estos instrumentos todavía los
    conserva en su taller de autos
    antiguos" (21).

    Un inmigrante tiene un bar en la Isla Maciel: "
    ‘Esto era la calle Florida, entre el frigorífico,
    las areneras, los astilleros –dice el Gallego-. Y ahora…
    ya ni comidas damos. Es una pocilga. Me dan ganas de largar todo
    pero no puedo’. Su bar quedó varado en algún
    cierre mpreciso, ese día último en que la heladera
    despachó la porción final para uno de crudo y
    queso. Y pensar que el bar del Gallego hasta tenía un
    reservado, con manteles y todo. Al Gallego le dan ganas de
    llorar. La enorme mesa de billar tapada con una tela parece
    meterle más luto al que ya tiene. Sólo el comensal
    de siempre va por su vasito de vermú, antes del almuerzo.
    Pero ya no se dicen nada" (22).

    Daniel Artola relata la vida de Salvador de la Calle,
    periodista del diario Crítica: "Es diciembre de
    1923. Estefanía es una pasajera más del vapor
    Alba que viene
    de Vigo, España, rumbo a la Argentina. El barco
    está cargado de inmigrantes con sus esperanzas a cuestas.
    Ella sabe que el destino está cerca y le habla a su
    bebé, Salvador, que extiende las manos debajo de la manta
    que lo cubre. Tiene la convicción de que ésta
    será una gran tierra, donde el trabajo y
    la felicidad no serán una utopía. A su esposo
    Rafael lo espera el campo. Despúes de unos días en
    el Hotel de Inmigrantes marchan a El Socorro, un lugar intermedio
    entre San Nicolás y Pergamino. Allí necesitan
    brazos fuertes para sembrar la tierra: el futuro para ellos se
    cosechará recogiendo bolsas de maíz.
    (…) Salvador se ha dado el gusto de volver a la tierra que lo
    vio nacer. En 1989 visitó a una tía en su pueblo
    natal: ‘Estaba en la campña y me la pasaba comiendo
    sardina, quesos de cabra y trozos de jamón crudo, porque
    allí no lo cortan en fetas como acá’ "
    (23).

    En un bar de Gaona y Concordia, en Buenos Aires,
    transcurre probablemente el cuento "Hombre
    de la esquina rosada", de Jorge Luis
    Borges. En ese bar trabaja un mozo gallego: "Pepe
    ‘Galleguito’ Castro (62 años, vecino desde
    hace 34), único mozo del Gaona, acredita: ‘Se
    inauguró en 1908’. Y otra cosa más.
    Casualidad de la vida o no, hoy está pintado de rosa, dato
    que no aparece en el texto pero que
    sí remite al título del cuento. ‘Borges sabe que,
    en aquella época, los almacenes eran de
    ese color, lo cuenta en Fundación mítica de Buenos
    Aires’, apunta Sorrentino. Ajeno a los análisis literarios, Pepe pone cara de
    circunstancia al nombrarle a Borges. ‘Me dolió
    cuando dijo que no quería morir en la Argentina’,
    apunta el hombre que
    nació en Santiago de Compostela y por nada del mundo quiso
    salir en las fotos"
    (24).

    Julio Méndez Iglesias se presenta: "A mí
    me dicen el otro Julio Iglesias. Porque además de
    vender flores, toco música gallega, celta, religiosa y
    folklore de
    todo el mundo con mi guitarra y mi armónica. Pero ni Dios
    me dio el don de hacer lo que hace él, ni a él le
    dio el don de hacer lo que hago yo. (…) También soy
    poeta, tengo como 500 hermosos poemas para
    editar. (…) Otro amor que tengo son las palomas. (…)
    Nací en España, en Santiago de Compostela, por eso
    firmo mis poemas como El Compostelano. Tengo 63
    años. Me casé en 1985 con una argentina y tengo dos
    hijos, un nene y una nena. Hace 35 que vine a la Argentina,
    tenía 25 años. A los pocos meses me puse esta
    florería. Me gusta mi vida, mi trabajo. Lo hago con
    agrado, a pear de que es muy ingrato, porque en la calle se sufre
    mucho, se sufre la intemperie, la gente" (25).

    La historia de un café
    tiene que ver con un inmigrante: "Tan cheto, tan cheto, pero La
    Biela empezó siendo, en 1850, una pulpería de un
    gallego que le quiso poner La Veredita, pero le
    salía ‘viridita’ " (26).

    "Pedro Fernández, español, y
    de Orense, como corresponde a un afilador que se precie de tal,
    dado que esta ciudad gallega se conoce como la tierra de los
    afiladores por excelencia, con ochenta años de edad,
    recuerda cuando recorría más de cien cuadras por
    día: ‘Si uno se sacrificaba podía ganar un
    pesito más. Después, todo cambió, con la
    industrialización el trabajo desapareció’.
    Don Pedro cuenta que aprender el oficio no es fácil, y que
    hasta puede ser riesgoso. Como certificando sus palabras muestra el dedo
    índice de su mano derecha con la impronta de una herida
    producto de la
    inexperiencia inicial. Con su bicicleta roja y sus piedras anduvo
    por muchos rincones del país, pregonando su máxima
    fundamental: ‘La comida sabe mejor cuando el cuchillo corta
    bien’ (27)".

    "A partir del año 1918 don José Loureiro,
    un simpático gallego, trabajó en la Costanera Sur,
    con la fuente de Lola Mora como fondo. ‘Los domingos con
    buen tiempo hacía hasta cincuenta fotos a cuarenta
    centavos, las tres postales con
    la misma pose, las coloreadas a mano, cincuenta’ "
    (28).

    En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis
    Seoane, quien, nacido en Buenos Aires en el seno de una familia
    gallega, vivió muchos años en España. El
    escribió: "Soy y seré siempre un desarraigado
    permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
    Es el destino del exiliado" (29).

    Adolfo Pérez Esquivel "parte para Galicia en
    breve a dejar él también su huella
    escultórica. ‘Voy a hacer un monumento a la memoria en
    Combarro, el pueblo donde nació mi padre, en un parque al
    que le van a poner mi nombre", comentó" (30).

    Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
    "legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
    relataba "anécdotas para él imborrables de su
    infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
    de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
    cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
    el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
    de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
    lomo del río" (31).

    Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que
    escuchó en su infancia: "A mí lo que más me
    atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante,
    fue el de la escritura
    adulta que tiene que crear un narrador niño pero con una
    escritura adulta. Esta fue una gran tensión que se produjo
    en mí con el lenguaje; y
    además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
    aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
    gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
    criolla, y también la de todos los italianos que en ese
    tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
    maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
    misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
    provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela
    era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran
    factor unificador de la escuela
    pública" (32).

    Manuel Castro, descendiente de gallegos, "es
    fanático de la música celta. En sus viajes por
    Europa
    aprendió la historia y las costumbres de este pueblo
    europeo y ahora difunde sus conocimientos en la Argentina. (…)
    Fiel a las tradiciones, Manuel se calza la pollerita kilt y el
    zaragüelle –vestuario típico que usaban los
    gallegos en el siglo XVIII- para interpretar los temas musicales.
    (…) ‘Soy un coleccionista de gaitas’, dice Castro y
    cuenta orgulloso que tiene siete de esos instrumentos. ‘La
    primera gaita me la compré en un viaje que hice a Londres.
    Aprendí a tocar con parientes y gaiteros escoceses. La
    cultura celta me fascina" (33).

    Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al
    tango. No es
    muy amable la impresión que tenía Carlos Gardel
    sobre el tango ejecutado por españoles, ya que le dijo a
    Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el ‘fueye’ lo
    tocás fenómeno, pero al tango lo tocás como
    un gallego" (34).

    María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
    una familia humilde –ella reafirma- ‘más que
    pobre’-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres
    eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A
    los 8 ó 9 años María comenzó a ir a
    las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar
    tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De
    chica la humildad familiar no la marcó. Asegura que eran
    muy felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen,
    ‘sos demasiado humilde, sos una tonta’. Así me
    hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó
    a andar derecha por la vida y no hacerle daño a
    nadie’. Esa misma mamá –‘la
    gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
    valsecitos en vez de una canción de cuna" (35).

    Victor Hugo Ghitta evoca el carnaval de la colectividad
    gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del Centro
    Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por las
    fiestas populares irían menguando con los años, en
    bulliciosas noches de carnaval en las que nos peleábamos
    por una falda con fervor e inocencia mientras nuestros padres
    batían palmas y meneaban caderas al ritmo del pasodoble o
    la muñeira, después de haberse atragantado con las
    sardinas españolas y las morcillas vascas y las batatas
    asadas al carbón y los jamones tan perfumados como las
    señoras que atiborraban la pista, atraídas por una
    estridencia de trompetas y por las toreras de luces y las
    fabulosas charreteras y los zapatos y los pantalones blancos de
    los Gavilanes de España, que era el conjunto musical que
    animaba las tertulias y las verbenas" (36).

    En una conferencia
    dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de
    1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de
    entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto,
    estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los
    cuentos mil
    veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse?
    –preguntó mi hija de quince años.
    ¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del
    encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos,
    el lugar donde el mar era la mar y había puertos de
    tierra" (37).

    Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra.
    "De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a
    mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser
    tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
    región mítica. (…) Recién al disfrutar de
    cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a
    mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la
    Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a
    radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar
    los tres juntos, en ese suelo
    soñado" (38).

    Graciela González, hija de un gallego emigrante,
    relata que en los años en que llegó a la Argentina
    su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
    vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
    sabe, volver a la patria algún día. Papá
    nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
    las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
    guardaba "cartas, cuadros,
    que todos los emigrantes traían porque no sabían si
    podrían volver a ver a sus familiares. Había de
    todo. Era su historia" (39). La íntima historia que lo
    acompañaba en la tierra nueva.

    Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999
    viajó a España, dijo: "Desde pequeña
    escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que
    siempre se llamó ‘francés’, senda
    única y concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se
    apagó y puse su sueño en mi mente y en mi
    corazón" (40).

    Antonio D’Argenio testimonia la nostalgia de su
    madre: "Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años,
    mi madre, que había llegado a nuestro país en 1920
    desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas
    las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una
    audición llamada ‘Por los caminos de
    España’. En esos momentos yo no entendía
    cómo el rostro de mi madre se cubría de
    lágrimas cada vez que sintonizaba aquel programa y
    escuchaba, por ejemplo, el sonido de una
    gaita" (41).

    Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus
    mayores: "en 10 minutos llegamos a A
    Coruña…….Noia..Lousame…..baje del auto……….y lo
    que camine desde ese auto hasta los brazos de mi
    tía…..no puedo explicarte no podré expresarte,
    que me pasaba, era como caminar volando……liviano….sin nada
    adentro……ahogado…..alegría………La abrace, llore
    como hacia mucho no lo había hecho recordé a mi
    papa a mis abuelos estaban ahí, en medio de nosotros
    dos….." (42).

    José Luis Noya escribe: ""En las aldeas de
    Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos
    que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro
    país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue
    una experiencia única. El momento del encuentro familiar
    es difícil de describir. Comprobé que esa familia,
    desconocida para mí, tenía gestos similares a la
    que se encuentra del otro lado del Atlántico"
    (43).

    Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa
    de San Lázaro donde nació mi padre, enfrente de la
    iglesia donde
    él, como monaguillo, enloquecía con travesuras al
    cura y dormí en la cama de mi abuela, Gloria, que
    murió sin conocer a sus nietos argentinos. También
    caminé a orillas del río donde lavaba la ropa y
    soñaba mi abuela Concepción, que me crió en
    Buenos Aires, y besé al viejito de 97 años que fue
    el hermano que ella más quiso. Y toqué las herramientas
    de zapatero que mi abuelo Manuel dejó en un taller en la
    casa de Labacolla en 1912, para venirse a la Patagonia, a
    los 16 años, con aires de anarquista. Fue mucho más
    que cumplir un deseo profundo. Fue como saldar una deuda metafísica" (44).

    Guillermo Saccomanno relató en un reportaje: "Mi
    abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó de sirvienta
    y de lavandera de familias bien de la época. Con
    todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde
    estaban muy sometidos" (45).

    Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense,
    escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
    Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
    doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
    apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
    llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
    épica de su inmigración" (46).

    En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela
    inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y
    me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de
    lentejas hasta bailar" (47).

    "En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de
    convertirse en el apellido de un polémico dirigente del
    fútbol, Lalín era sólo un pequeño
    pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia.
    Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con
    dejar atrás su desesperanza –como los antepasados
    del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia
    Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo,
    zarpó el barco que sacaba de España al niño
    Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para
    protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza
    de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se
    empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era
    tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una
    reunión de inmigrantes de la sociedad
    Hijos del Partido de Lalín. Se casaron. Compraron
    el conventillo" (48). Esta es la historia que Daniel Miranda, uno
    de los nietos, relata al periodista.

    Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje
    de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco
    (tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños
    intactos)" (49).

    Fabián Tarrío recuerda a su padre, hijo de
    inmigrantes gallegos: "Mi viejo sabía vivir y hacer de
    cada momento con los demás, un tiempo grato. Lo que me
    viene a la cabeza es el espíritu que tenía de buena
    vida. Divertido, atrevido; era de disfrazarse para los carnavales o
    para fin de año, y viajar disfrazado en un colectivo a los
    corsos de la Boca. A nosotros nos daba un poco de vergüenza,
    pero hoy reconozco que lo hacía porque tenía un
    espíritu muy lindo" (50).

    García Meróu destaca la importancia de los
    Juegos
    Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que
    obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García
    Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento
    literario que debe ser estudiado y apreciado por todo el que
    quiera reflejar, aunque sea de una manera superficial, las
    manifestaciones del intelecto argentino en la época
    contemporánea" (51).

    En casa de los Villafañe trabajó "una
    señora española", de la que dice Javier, el
    titiritero: "tenía una memoria
    extraordinaria y decía romances antiguos españoles
    –aprendí de ella el Romance del cebollero-.
    Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier
    Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones
    sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos,
    poemas, romances y otros decires, es significativa no sólo
    por su evocación sino también porque la califica
    como imagen formadora"
    (52).

    " ‘Si cantan, es ti que cantas; si choran, es
    ti que choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a
    aurora’
    . Estos versos de Rosalía de Castro,
    así como muchos otros de tantos poetas gallegos pudieron
    oírse durante décadas en los labios de Lita Soriano
    (…) la actriz del decir gallego por excelencia y aquella
    intérprete de carácter que supo descollar en teatro, TV y
    radio, principalmente. (…) ‘Lita fue una trabajadora
    total de la actuación. Sufría mucho cuando no
    estaba activa. Su vida eran el teatro y sus sobrinos’,
    cuenta Roberto Trespando, que fue su esposo durante 40
    años" (53).

    Refiriéndose a quienes debían actuar como
    inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un
    reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un
    italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío
    perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían
    penetrar una psicología. Los
    personajes del sainete eran simples en apariencia, pero con
    nostalgia por su tierra y un gran amor al lugar que los
    había acogido. Eran seres complejos, que había que
    saber observar" (54).

    La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
    en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
    eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
    estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
    Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
    espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
    (55).

    La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
    de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
    típicas. En una calle porteña vivió
    doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
    evocación que escribe poco después de la muerte de la
    rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles,
    italianos, argentinos del interior-, había descubierto que
    el mejor arroz con pollo lo hacía doña
    María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el
    grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta
    –los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas
    con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores
    que con la picada común" (56).

    José Luis Baltar Pumar, presidente de la
    diputación de Orense, se refirió en 1998 al
    sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
    colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
    se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
    un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
    progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
    no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
    (57).

    En "Al contrario de lo que dicen El abuelo de Cortez",
    escribe Julio César Barros: "Mi abuelo era un gaita nacido
    en Monforte de Lemos y llegado a estas comarcas cuando
    tenía un poco más de 18 años. Como otros
    tantos millones de españoles, se abrió camino
    aprovechando honestamente las oportunidades que ofrecía el
    país, en aquellos mejores días. Se casó con
    una argentina, aumentó cuanto pudo la prole, compró
    su chalecito y se jubiló despues de haber cinchado no
    sé cuantos años en el Roca. Una vida tan modesta,
    que mal hubiera podido despertar la curiosidad de nadie"
    (58).

    En "A Coruña, con sugestivos semblantes", escribe
    Horacio de Dios: "don Amancio Ortega, que nació y sigue
    viviendo aquí, lanza los modelos que se
    extienden en todo el planeta al compás de sus tiendas Zara
    y marcas anexas que
    lo han convertido en uno de los diez hombres más ricos del
    mundo, según la revista
    Forbes. (…) Lo que ocurre es que su historia de éxito
    espectacular tiene mucho más que ver con la actualidad que
    el antiguo sueño de hacerse la América y
    volver a la patria chica para construir una mansión que
    demostrara a los vecinos qué bien les había ido.
    Los gallegos dejaron de emigrar y hoy son un ejemplo para seguir
    sin salir de su casa" (59).

    En una entrevista,
    afirma Carlos Rodríguez Brandeiro, Coordinador del Area de
    Lengua Gallega
    del Colegio Santiago Apóstol, de Buenos Aires: "muchos de
    los padres de los niños,
    aunque son gallegos o descendientes de gallegos no tienen
    conciencia de ello e incluso a veces lo niegan. Tengo la
    sensación de que dejan lo gallego un poco de lado. Creo
    que el ambiente
    global de Buenos Aires, aunque por la cantidad de gallegos y
    descendientes que hay aquí le decimos la quinta provincia
    gallega, no es de galleguidad" (60).

    Horacio Spinetto se refiere a un paragüero
    inmigrante: "En Independencia
    y Colombres funciona desde hace más de cuarenta
    años la paragüería "Víctor", propiedad de
    don Elías Fernández Pato, un español que
    llegó a los 18 años desde su tierra gallega y se
    dedicó a vender y arreglar paraguas por las calles
    porteñas. En 1957 abrió su local, al que puso el
    nombre de su hijo recién nacido" (61).

    Un sombrerero es hijo de españoles: "En Gaona al
    1200, se encuentra la tradicional sombrerería "Winter",
    que funciona allí desde hace 63 años bajo la batuta
    de don José "Pepe" Ferro, porteño de casi "90
    pirulines", hijo de padre gallego, de Lugo, y de madre leonesa.
    Eduardo, su hijo se da una vuelta todos los días para
    ayudar en todo lo que haga falta. "Aquí de los 40 hasta el
    60, había un trabajo bárbaro, los sábados la
    gente hacía cola en la puerta del local, es que los
    muchachos tenían que ir a bailar al vecino Club Buenos
    Aires (y sin sombrero era una vergüenza). También
    tenía una importante clientela de la colectividad
    israelita. Pero hoy la actividad está muerta, a lo sumo se
    vende alguna que otra gorra". En las vitrinas los elegantes
    orión lucen junto a los chambergos de fieltro "de primera
    calidad",
    negros, marrones y grises, "los negros siempre con forro, los de
    otro color no". Junto a ellos vemos la horma, con la que se
    tomaban las medidas de la cabeza del cliente y
    así poder hacerle
    su sombrero. "En verano se usaba panamá, y
    también ranchos", recuerda don José, y agrega:
    "Muchas veces los muchachos que iban al hipódromo, a las
    carreras, y acertaban una fija, revoleaban su sombrero por el
    aire". Esto situación de euforia, le venía muy bien
    al negocio, porque los apostadores volvían a comprar
    nuevos sombreros. Ferro conoció el oficio siendo joven,
    desde los 18 años hasta los 23 trabajó en la
    fábrica de sombreros "Dominoni", que quedaba en Monroe
    1683/ 87, entre Montañeses y Arribeños, con salida
    también por Blanco Encalada. "Recuerdo una casa que
    continúa, como yo en esta lucha tan despareja, "Maidana",
    en Rivadavia al 1900. En fin, cosas de la vida, -murmura mientras
    acaricia a su perro Colita-. Pasa todo tan rápido…"
    (62).

    Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el
    por qué del acento español. No sé, me viene
    de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos
    paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un
    tiempo, todos creyeron que yo era española y eso
    provocó el estallido en la comunidad
    hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el
    menor prejuicio y me
    siguieron apoyando" (63).

    Notas

    1. Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas
      literarias
      . 1889. Citado por Jorge Páez en El
      conventillo
      , Buenos Aires, CEAL, 1970.
    2. S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del
      Plata, 25 de mayo de 2000.
    3. Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría
      ‘El Progreso’ ", en Mundo Israelita. Buenos
      Aires, 8 de agosto de 2003.
    4. Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia
      San José.
      Santa Fe, Colmegna, 1991.
    5. Messi, Virginia: "Los últimos días de
      la vieja cárcel de Caseros", en Clarín,
      Buenos Aires, 8 de noviembre de 2000.
    6. S/F: "Esa magnífica legión de viejos",
      en Revista Mayores, Año II, N° 11,
      1994.
    7. Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
      pampa", en Clarín, 5 de noviembre de
      2000.
    8. Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
      América pródiga", en Clarín, 19 de
      noviembre de 2000.
    9. Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó el
      mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de
      2000.
    10. Beltrán, Mónica: "La primera escuela
      gallega que enseña a chicos argentinos", en
      Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de
      1999.
    11. Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces", en
      Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de
      2001.
    12. Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En la
      cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires,
      11 de mayo de 1998.
    13. Deus, Gabriel: e-mail enviado a MGR
    14. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
      en el mundo
      , Edición Mercosur.
      Buenos Aires, 3-9 de septiembre de 2001.
    15. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
      en el mundo
      , Edición Mercosur. Buenos Aires, 14-20
      de febrero de 2000.
    16. En La Capital de Mar del Plata.
    17. Morandini, Norma: "Tierra de exilio", en
      Clarín, Buenos Aires, 25 de febrero de
      2001.
    18. S/F: "Pérez Millán", en Revista
      Mayores
      , Año II, N° 11, 1994.
    19. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
      empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del
      Plata, 26 de noviembre de 2000.
    20. Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió ser
      mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de
      julio de 1998.
    21. S/F: "José Cameán Parcero. Un vecino de
      Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero
      gallego
      , N° 2, Abril de 1998.
    22. Piotto, Alba: "La Isla Maciel por dentro". Fotos:
      Rubén Digilio, en Clarín Viva, Buenos
      Aires, 27 de junio de 2004.
    23. Artola, Daniel: "Salvador de la Calle lleva tres
      cuartos de siglo residiendo en Saavedra ‘En 1929 el
      barrio estaba lleno de quintas’ ", en El Barrio
      Periódico de Noticias
      , Buenos Aires,
      Año 6, N° 67, Octubre de 2004.
    24. Tagtachian, Magdalena: "Entre la Avenida Gaona y Juan
      B. Justo. Borges dejó su huella en el barrio", en
      Clarín, Buenos Aires, 11 de diciembre de
      2002.
    25. S/F: "Click. El otro Julio Iglesias", en
      Clarín Viva, Buenos Aires, 12 de octubre de
      2003.
    26. S/F: "Programa de Domingo", en Clarín
      Viva
      , Buens Aires, 9 de noviembre de 2003.
    27. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
      el Rescate – El Afilador", en www.dgpatrimonio.buienosaires.
      gov.ar.
    28. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
      el Rescate – El fotógrafo de plaza", en www.dgpatrimonio.buienosaires.
      gov.ar.
    29. Seoane, Luis, en el video de la
      muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y
      grabados", en el Museo de Arte Moderno,
      junio 2000.
    30. Zacharias, María Paula (texto); Roll, Mauro
      (fotos): "La vidriera cultural", en La Nación Revista, 22 de agosto de
      2004.
    31. Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la
      Literatura
      Argentina
      . Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    32. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
      nuestra historia", en La Prensa Buenos Aires, 18 de
      julio de 1999.
    33. S/F: "Un periodista loco por la gaita", en
      Clarín, 26 de septiembre de 1997.
    34. S/F: "Astor Piazzolla. Alma de
      bandoneón", en La Capital, Mar del Plata, 25 de
      mayo de 2000.
    35. Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
      del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires,
      7 de marzo de 2004.
    36. Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco
      Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos
      Aires, 2 de septiembre de 2001.
    37. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
      Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
      1994.
    38. Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en
      Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
      1999.
    39. Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
      en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
      2000.
    40. S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago", en
      La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de
      2000.
    41. D’Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra
      de uno", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre
      de 1999.
    42. Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G.
      R.
    43. Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en "La
      vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
      septiembre de 1998.
    44. Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en
      "Testimonios", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
      septiembre de 1998.
    45. Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
      tomado por la memoria", en La Nación, Buenos
      Aires, 15 de agosto de 1999.
    46. Muleiro, Vicente: "El mirador", en
      Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de
      1998.
    47. Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas
      que sé", en La Nación Revista, Buenos
      Aires, 29 de diciembre de 2002.
    48. Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños",
      en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
      2000.
    49. Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en
      Floresta y su mundo. Año 9, N° 106. Febrero
      de 1999.
    50. Piotto, Alba (Texto y producción); Rosito, Enrique y Digilio,
      Rubén (fotos): "Mi papá", en Clarín
      Viva
      , Buenos Aires, 20 de junio de 2004.
    51. García Merou, Martín: Recuerdos
      literarios
      . Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta.
      Buenos Aires, Rudeba, 1973.
    52. Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
      Villafañe, Javier: Antología. Obra y
      recopilaciones
      . Buenos Aires, Sudamericana,
      1990.
    53. Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de
      carácter", en La Nación, Buenos Aires, 28
      de marzo de 2004.
    54. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en
      Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de
      2000.
    55. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
      amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
      2002.
    56. Becker, Miriam: "La última idische mame", en
      La Nación Revista, 23 de marzo de
      1997.
    57. Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
      5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de
      noviembre de 1998.
    58. Barros, Julio César: "AL CONTRARIO DE LO QUE
      DICEN El abuelo de Cortez", en La Unión digital,
      Edición Número 2572, Lunes 1 de Marzo de
      2004, www.launion.com.ar.
    59. De Dios, Horacio: "A Coruña, con sugestivos
      semblantes", en La Nación, Buenos Aires, 12 de
      septiembre de 2004.
    60. Ruiz, Mariana: "Carlos Rodríguez Brandeiro,
      Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio Santiago
      Apóstol ‘Con nuestro trabajo queremos conseguir
      que el Colegio irradie galleguidad en Buenos Aires’ ", en
      Galicia en el mundo. Buenos Aires, 5-11 de julio de
      2004.
    61. Spinetto, Horacio: "El Paragüero y el
      Bastonero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate",
      en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
    62. Spinetto, Horacio: "El sombrerero", en "Los oficios.
      Entre el olvido y el rescate", en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
    63. Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le
      cantó a los corazones", en La Nación,
      Buenos Aires, 15 de septiembre de 2002.

    En memorias

    En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las
    condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia
    América: "El italiano no había comenzado aún
    su éxodo de inmigrante. De España, en general del
    Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí
    llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores,
    aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como
    cargamento de esclavos" (1).

    Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era
    otro. Una historia de infancia en la pampa gringa
    (2),
    convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra
    historia" (3).

    Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe,
    donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que
    se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno
    de una familia integrada por un gallego tan esforzado y
    ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija
    mayor, la lectura y
    la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña
    reclamará para sí. Junto a ellos encontramos
    la familia de
    la casa da pena –los gallegos que quedaron en su
    tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes
    criollos de la madre, y los inmigrantes –en su
    mayoría italianos- que viven en el pueblo.

    Los días de la infancia son descriptos con
    nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los
    accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas,
    el aprendizaje
    de las primeras letras, los internados católicos para
    varones y mujeres, la tolerancia ante
    la conducta infantil
    y los castigos que imponía cada uno de los progenitores,
    son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los
    avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra Civil
    en España y el fraude
    político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente
    por esta narradora.

    En "Mínima autobiografía de la exiliada
    hija", trabajo que integrará un volumen sobre el
    exilio español republicano de 1939, a publicar por la
    Universidad de
    Lérida, María Rosa Lojo se refiere a su vida como
    hija de un gallego y una madrileña exiliados en la
    Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "Dejaba
    negocios
    equivocados y proyectos
    irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me
    enteré después de su muerte: era un hombre
    pudoroso) una cierta reputación juvenil de ‘mala
    cabeza’, y de playboy coruñés, que
    fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba
    una España que para sus ojos había retrocedido
    siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de
    su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en
    las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi,
    otra persona"
    (4).

    Notas

    1. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
    2. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una
      historia de infancia en la pampa gringa
      . Buenos Aires,
      Grijalbo-Mondadori, 1999.
    3. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
      nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de
      julio de 1999.
    4. Lojo, María Rosa: "Mínima
      autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en
      Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de
      2002.

    En
    biografías

    De Galicia vino un trabajador evocado por Félix
    Luna, en Soy Roca. Nos referimos a Gumersindo
    García, mayordomo del presidente. En esa biografía novelada,
    afirma el protagonista: "Si pienso bien la cosa, hablando de
    amigos tendría que decir que el mejor que tengo hoy es
    Gumersindo García. Varias veces lo he mencionado y
    conviene ahora que aclare quién es. Gumersindo es gallego
    y entró a trabajar en mi casa de la calle San
    Martín cuando recién me instalé allí,
    en los finales de mi primera presidencia. Tenía entonces
    28 años. A fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando
    una posición muy diferente a la de su original oficio de
    mucamo; hoy es mi hombre de confianza, el que manda y resuelve,
    el que se ocupa de mi dinero y mi bienestar. (…) Cuando los
    alborotos por la unificación de la deuda, después
    que yo me acostaba tiraba un jergón en la puerta de mi
    dormitorio para pasar la noche allí, armado con un
    revólver. Yo me he dejado ganar poco a poco por este
    hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado
    con cariño y devoción. Hace unos días me
    mostró su tesoro más preciado: un puñado de
    cartas que le he ido escribiendo a través de los
    años. Noté que son bastantes: creo que es la
    persona a la que me he dirigido epistolarmente con más
    asiduidad. (…) Es curiosa esta parábola que ha dado
    Gumersindo y lo ha convertido en mi confidente. La vida política me
    acostumbró a no entregarme demasiado, cuidar mis palabras
    y administrar mis sentimientos. (…) Con Gumersindo es distinto:
    está dotado de inteligencia
    natural, después de un cuarto de siglo de convivencia
    conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene ningún interés
    que no esté asociado a mi persona. Sé que algunos
    de los que me rodean –incluso mis hijas- critican esta
    confianza que brindo a quien, después de todo, es un
    servidor. Sin
    embargo, yo encuentro en Gumersindo todas las cualidades que
    permiten hacerlo depositario de lo más escondido y
    reservado, en la seguridad que
    jamás traicionará la fe que he puesto en él.
    Y no dudo que Margarita y él serán los que me
    lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo"
    (1).

    Manuel Castro es el autor de la biografía de
    Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: "La llegada de una
    compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera
    Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo
    era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la
    gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que
    se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando
    presente en esa ocasión el Presidente de la
    República Argentina, don Hipólito
    Yrigoyen. Dopazo y sus músicos también
    recorrieron Brasil y Uruguay.
    Participó en la película
    ‘Cándida’ con la famosísima Niní
    Marshall y en ‘La calle junto a la luna’ con Marisa
    Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de
    ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente
    para vender y fue aquí en Buenos Aires donde
    aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita
    y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo
    hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba
    las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba"
    (2).

    Notas

    1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires,
      Sudamericana, 1991. Pp. 446-447.
    2. Castro, Manuel: "Manuel Dopazo", en Viajero
      Celta
      , 1996.

    En
    periodismo

    Roberto Arlt viajó a Europa en 1935, enviado por
    el diario El Mundo, y remitió desde allí sus
    "Aguafuertes gallegas" (1), serie de notas sobre los gallegos y
    su relación con América, en las que tiene gran
    importancia el tema de la inmigración a la
    Argentina.

    En estos artículos de Arlt son frecuentes las
    comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos
    y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta
    última, no salimos bien parados, ya que el periodista
    advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de
    sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro
    pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras
    condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste
    español y le resulta lógico que para el gallego
    inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se
    siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se
    la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo.
    Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan
    dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que
    no es llanura sino una sucesión de suaves colinas,
    después de seiscientos kilómetros de
    travesía, conservamos la ropa limpia. (…)
    ¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura
    –se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o
    en la montaña empinadísima?".

    En "Temas de la patria anterior" (2), escribe
    González Carbalho: "Quienes fueron antes que yo en mi
    sangre,
    partieron por donde yo entré en España. Recuerdo
    que en algún coloquio de lembranzas, hablóme
    mi padre de cuando se echaba a nadar en la radiante bahía
    de Vigo. Eran intentos para irse. Estaba haciendo la
    práctica para la gran travesía. El alma navegante
    se estaba familiarizando con la onda, el yodo, la brisa que
    blanquea de sal la cara. Así partió siendo
    niño. Y yo volví por donde él partió,
    siendo ya varias veces hombre. Es decir: hombre y experiencia,
    hombre y afán de indagar en la raíz, de sentirme en
    la fuente de la savia. Hombre que necesita respirar los aires de
    su patria anterior".

    Notas

    1. Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa Fe,
      Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas por
      Rodolfo Alonso.
    2. González Carbalho, José: "Temas de la
      patria anterior", en La Prensa, Buenos Aires, 21 de
      abril de 1957 Citado en Requeni, Antonio: "Un poeta
      arxentino en Galicia: González Carbalho"
      . Separata
      del Boletín Galego de Literatura.

    En costumbrismo

    En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica
    social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona
    la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se
    aprovecha de que sos d’España para sacarte el jugo
    por unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible
    gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca
    de la doméstica este concepto: "Yo lo
    conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de
    ganar muy fácil…" (1).

    Félix Lima es el autor de "Otra vez en la
    milonga, trágico doblete", artículo en el que
    incluye su "Carta pra alá" (2), la cual manifiesta
    una actitud
    negativa hacia los gallegos:

    " ‘Señora Guesusa Pérez de
    Jarcía y Jrejores.

    ‘Viju.

    ‘Querida prima:

    ‘Por aquí con a jerra, nos ponemus jordus,
    pues o que no suben os mayoristas, os subimus nosotros, por
    más que el jobiernu aprieta el torniquete a los
    especuladores y el hornu no está para janancias
    desmesuradas, pero tú sabés que aquí como en
    Lojroñu, en Londón como en Juacintón, en
    Hamburju comu en Ríu de Ganeiro, echa a ley, echa a
    trampa.

    ‘Te comunico una noticia que te llenará de
    gubilu: primu Jabriel ya sentó plaza de rentadu en el
    ayuntamiento, pues el concegale Iñiju, pariente leganu de
    tíu Jaspare, le consijió esa canonjía, 160
    pesiñus mensuales, con gubilación y otros
    previleguius, con a única condición de votar
    siempre por los amijotes del susodichu Iñiju.

    ‘Primo Jabriel Sánchez Jerra ya maneja el
    escobillón edilicio con jarbu y empuga a carretilla con
    donaire, y en cuantu al uniforme, llévalo con elejancia
    que se la envidiaría Eduardu de Juinsur, ese tipo yoni que
    para mí tein guente en a azotea.

    ‘Deseamus que a jerra sea larja para convertir
    nuestra actual despensiña en almacén
    por mayore, con siete camiones de repartu.

    ‘Cariñus pra ti y para todos de tu prima
    que gamás te olvida-

    Benita Fuentes de
    Sanjrador
    "……………………………………

    Un galleguito aparece en un texto costumbrista (3) de
    Ricardo Lorenzo (Borocotó), sosteniendo este diálogo:

    "-Uno debe cantar bajo y otro alto
    –aconsejó El Galleguito".

    "-¿Alto como las montañas de tu aldea?
    -¿Te juego a
    quién las tiene más altas?… El día que
    vengas a mi provincia te vas a agarrar un empacho de
    montañas… –interrumpió Rompehuesos, que
    jamás transaba en que hubiera montañas más
    altas que las de sus pagos. Hasta decía que las de la
    geografía
    estaban mal medidas".

    Notas

    1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos
      Aires, Huemul, 1966.
    2. Lima, Félix: "Otra vez en la milonga,
      trágico doblete", en Caras y Caretas, Año
      XLII, N° 2137, Buenos Aires, 23 de septiembre de
      1939.
    3. Lorenzo, Ricardo (Borocotó): "El Diario de
      Comeuñas", en R. Arlt, R. Gache, Borocotó y
      otros: El costumbrismo (1910-1955). Buenos Aires, CEAL,
      1980. Pág. 37. (Capítulo, vol. 68).

    En historietas

    En Locuras de Isidoro, historieta de Dante
    Quinterno, aparece un mayordomo gallego. "Quién no
    disfrutó alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los
    enredos protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida
    disipada que rehuía a cualquier esfuerzo físico,
    incluido el trabajo, y pasaba sus horas en casinos,
    hipódromos y boites? Imposible olvidarlo: casi siempre
    vestía saco cruzado, polera, mocasines y tomaba whisky
    importado. Vivía disgustando a su pobre tío, el
    coronel Urbano Cañones, quien sólo confiaba en
    él cuando estaba acompañado por Cachorra Bazuka,
    una hermosa rubia de aparente compostura que en realidad era su
    compañera de juergas. Su otro aliado era Manuel, el
    mayordomo gallego, que lo apañaba ante el severo militar
    cuando Isidoro metía la pata. Autos deportivos, ruletas,
    cartas de póker, cigarrillos y noche componían la
    iconografía de Locuras de Isidoro, la popular
    revista que el inolvidable Dante Quinterno (1919-2003)
    publicó entre 1968 y 1976, año en que empezó
    a reeditarse" (1).

    Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
    Manolito, personajes de Mafalda. Escribe Sylvina Walger:
    "Al cabo de dos semanas de publicar en ‘El Mundo’
    advierte que necesita más personajes para enriquecer la
    tira, y el 29 de marzo de 1965 aparece Manolito –Manuel
    Goreiro- inspirado en el padre de Julián Delgado,
    propietario en Buenos Aires de una panadería situada en
    Cochabamba y Defensa, en el histórico barrio de San Telmo"
    (2).

    En "La vida es un dibujo
    Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y
    Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del
    inmigrante español que inspiró el personaje:
    "Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron
    inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la
    Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe adhirió a la
    revolución
    cubana y es funcionario del gobierno de Fidel. Manolito
    vendió la panadería poco antes de morir. Su hijo es
    uno de los 82 periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por
    primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino
    inmortalizó en la tira más célebre que dio
    la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares"
    (3).

    Notas

    1. Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de Villa
      Pueyrredón", en El barrio. Periódico de
      noticias
      , Agosto de 2003.
    2. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
      Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la
      Flor, 1988.
    3. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
      Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
      y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71;
      Buenos Aires, 18 de noviembre de 1999.

    En
    novelas

    En la novela En
    la sangre
    (1), de Eugenio Cambaceres, el protagonista y su
    madre "se detuvieron frente a la Universidad en cuya puerta,
    mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la cintura,
    estaba de pie el portero, un gallego ñato de nariz y
    cuadrado de cabeza".

    En La gran aldea, Lucio V. López presenta
    gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no
    bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas,
    don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la
    trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego
    relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un
    galleguito ladino y vivaracho" (2).

    Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules:
    "Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían
    entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos
    torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a
    hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de
    querer echarles de la casa para después subir los
    alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban
    bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no
    pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos?
    ¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que
    decía el patrón: la higiene y el
    aire, era bueno para los ricos. ¡Los pobres estaban tan
    conformes sin aire! Y respecto de la higiene, maldita la falta
    que les hacía. Además, si la vida de los pobres era
    dura, no correspondía a los ricos pretender mejorarla. Y
    que no les dijeran que sus ofrecimientos eran desinteresados,
    porque no lo creerían. Ya conocían demasiado a los
    ricos. Todos iguales. Si a veces cedían por un lado, era
    para reventarlos por otro. Podía, pues, el patrón
    marcharse con sus rebajas de alquiler y la reforma del
    conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos no se
    moverían de allí!" (3).

    En un conventillo reúne a sus discípulos
    José Luna, personaje de Megafón, novela de
    Leopoldo Marechal: "En la sala única del púgil se
    juntaban sin armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de
    leña, cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo
    que, sin embargo, nunca molestó en adelante ni a
    José Luna ni a sus tres discípulos, en las
    discusiones que mantuvieron sobre las metáforas del
    Apocalipsis. Los tres discípulos eran Juan Souto,
    llamado ‘el gaita’, Vicente Leone, o ‘el
    tano’, y Antenor Funes, conocido por ‘el
    salteño’ " (4).

    En Hacer la América (5), Pedro Orgambide
    evoca, entre otros inmigrantes, a una familia gallega.

    Manuel Londeiro junta trabajosamente el dinero para
    traer de Galicia a su familia. En la fonda "pide pan y tocino.
    Después, una sopa con carne, porotos y papas. Se promete
    ir al almacén de su primo, y firmar una letra, un
    documento, lo que sea a cambio del
    dinero para los pasajes. Si comes tanto no podrás ahorrar,
    dice su primo, si sólo piensas en comer, si El pan de
    Manuel Londeiro no llega a la boca. Lo coloca en un
    pañuelo y lo anuda. Ya tiene su cena".

    Al gallego, "El albanés lo desafía a una
    pulseada. Uno es fuerte como un caballo, piensa Manuel, pero uno
    no tiene ganas de pulsear. El albanés ha puesto su dinero
    sobre la mesa. No, yo no juego por plata. No me importa que mis
    amigos piensen que el albanés es más fuerte que yo.
    Yo no me juego el jornal". Sin embargo, lo hace: "Manuel Londeiro
    le dobla el brazo contra la mesa y caen las monedas en el suelo
    entre el jolgorio y el griterío de los
    estibadores".

    Al fin, reúne el dinero que posibilita tan
    ansiado encuentro. Su mujer, Carmen, viajando con los hijos,
    piensa: "Es como si nunca hubiera tenido una casa, Manuel. Como
    si nunca más pudiera pisar la tierra firme y Dios nos
    condenara a vagar por el mundo en este barco. No pienses que
    estoy loca, Manuel. A otras mujeres que viajan aquí les
    ocurre lo mismo. Extrañan el olor de sus cocinas y el
    calor de sus
    camas. Una vieja me contó que todas las noches
    soñaba con su corral y sus puercos; otra, con un
    jardín de Andalucía. En América
    ¿tú sueñas con la casa, Manuel? Los hombres
    se ríen de esos sueños, son cosas de hembras,
    dicen, haremos otras casas allí, sembraremos el trigo,
    cuidaremos las viñas, vamos a trabajar en los aserraderos,
    en los muelles… Es que los hombres son más parecidos al
    mar, les gusta andar de un lado a otro. Algunos, sin embargo, se
    asoman al océano como si trataran de ver o que dejaron.
    Una les ve las caras de viudos de la tierra, caras de hombres
    como tú, Manuel, trabajadas por el sol y el
    granizo, por los días de labranza ¿no se
    extraña la tierra, Manuel? ¿el olor de la
    tierra?"

    Llegan Carmen y los hijos, Paco y María. En el
    patio del conventillo, la niña juega a las estatuas con
    las hijas del árabe: "se quedaba inmóvil con un pie
    en el aire. (…) -¡Míralas! Se creen unas reinas…
    pero tarde o temprano van a parir como nosotras –vaticina
    la Carmen y apoya su mano en el hombro de Magdalena".

    Paco, que no quiso sufrir lo que su padre sufrió
    por motivos políticos, se dedicó a la
    música. María, en cambio, inspirada en el
    espíritu paterno, fue líder
    en el movimiento de las costureras.

    María Rosa Lojo define a su novela,
    Canción perdida en Buenos Aires al oeste, como "la
    historia de una familia narrada a través de siete
    personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en
    sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma
    sus propios orígenes, como quien canta una canción.
    Una canción perdida porque es la de la infancia y la
    adolescencia,
    la de la vida tramada por el amor, la
    dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los
    extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo
    irrestañable e incorruptible, como el agua
    fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión
    de retener" (6).

    Después de muchos años de exiliados, los
    padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los
    acompañaría hasta el final de sus días. En
    su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba
    sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como
    una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar,
    empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando
    comíamos callados y mi padre, sólo mi padre
    recitaba, tácitamente, como para sí: ‘Donde
    yo me he criado…’ Y ya no escuchábamos; lo
    demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre
    repetido, desesperado y patético como una plegaria
    inútil. La única plegaria que papá se
    permitía decir" (7).

    Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera
    Sur
    . "Prostitutas, fantasmas,
    jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos,
    héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos
    que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes
    gallegos, van tejiendo la trama de Frontera Sur y la
    historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. Roque Díaz
    Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital
    argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que
    recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
    compadrito degollado, es protagonista de este relato
    épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
    un bandoneón y de los principios de la
    organización obrera. Pero también aparecen en
    él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio
    Gardel, que definieron el espíritu de una época y
    de una ciudad apasionantes" (8)

    Graciela Cabal, en Secretos de familia (9),
    recuerda su aprendizaje de
    muñeira: "A mi amiga Rodríguez tampoco la dejan
    estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la muñeira,
    porque la muñeira se la enseñó la madre. (La
    madre de Rodríguez es de un lugar donde todos saben bailar
    la muñeira desde que nacen, sin que nadie se la
    enseñe). Me da mucha vergüenza, pero igual voy y le
    digo a la mamá de Rodríguez si por favor, por
    favor, me enseña a mí a bailar la muñeira.
    La mamá de Rodríguez dice que ella con mucho gusto
    me enseñaría, pero hace tanto tiempo que no
    baila… ’Sea buena, mamita’, le dice
    Rodríguez a la madre, y la arrastra al patio. Y entonces
    la madre empieza a cantar bajito mmmmm mmmmm
    mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que se
    anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido y
    hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue,
    sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se
    asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa
    casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente
    de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si
    quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos
    bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de
    Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de
    Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan
    los bigotes".

    En Virgen (10), novela de Gabriel
    Báñez que resultó finalista en el premio
    Planeta, aparece un titiritero gallego: "Sara lo había
    encontrado deambulando medio muerto de hambre a los costados de
    la aduana, sin
    documentación y con unas pocas pesetas en
    el bolsillo que guardaba como rezago de un viaje de cuarenta
    días desde su Pontevedra natal hasta Santos, donde
    desembarcó. En Brasil se había dedicdo al
    incipiente negocio de refinar aceite de
    coco, pero por muy poco tiempo, ya que en apenas tres meses tuvo
    la fulminante certeza de que su arte jamás se
    adaptaría al portugués. No por él, sino por
    sus títeres, que extrañaban horrores el castellano y no
    se adaptaban a ese idioma pegajoso y transpirado. Filadelfio
    Pérez era un trotamundos infatigable, aunque en su
    juventud se
    había dedicado al deporte de los guantes sin mayor
    fortuna, (…) Durante las representaciones se hacía
    llamar Maese Pérez, y se valía de su arte para
    desbocar argumentos y acomodarlos a su pasión republicana
    con ogros franquistas y brujas de la Falange. Pero las mejores
    obras las escribía él, y resultaban de una belleza
    conmovedora, lo mismo que sus muñecos, enormes y con ojos
    siempre idénticos: de foca o de mujer intensa y
    húmeda, tristísmos, los más hermosos del
    mundo".

    Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor
    (1999, Premio Nacional de Literatura en 2002), obra en la que
    escribe sobre su abuela gallega, la que le contaba cuentos de su
    tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y de acostarse
    temprano, sufría de insomnio. Por la noche ella y vos,
    acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban Radio
    Porteña, que transmitía desde los teatros. La obra
    predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada
    por Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la
    Membrives en la oscuridad de la pieza. Ay, repetía
    la abuela. Apenas terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como
    no podía dormir, te contaba un cuento" (11).

    Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me
    quieras
    , presenta un vasco y un gallego. Este último
    es evocado como un trabajador, en su clásica
    ocupación de dueño de bar, desconfiado ante los
    pedidos de sus clientes sin
    dinero: "era como si todos nosotros fuéramos miembros de
    una barra y los mayores solamente aquellos a los que
    teníamos que engañar. Como el gallego que nos
    dará un whisky o un café a cuenta,
    mirándonos de reojo por debajo de las cejas pobladas
    mientras se ocupa de asuntos serios" (12).

    En La logia del umbral, Ricardo Feierstein
    recuerda a algunos de los gallegos que vivían en Villa
    Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: "Cruzando la
    avenida Mosconi estaba la farmacia (…) Luego el negocio de
    medias del gallego Alvarez, cuya hija sería directora de
    televisión; (…) Después del bar,
    ya en esta vereda, venía mi casa y, siguiendo el
    recorrido, el almacenero González (gallego de ley), (…)
    Por las mañanas, en la escuela pública donde todos
    concurríamos, conviví (…) con el galleguito
    Pérez" (13).

    La casa de Myra (14), de Aurora Alonso de Rocha,
    fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
    Inéditos, en el "Concurso organizado por la
    Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición
    Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al
    Lector’ ". En esa obra, protagonizada por una gallega
    tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En
    unos meses se le puso la piel del color
    del cuero sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo
    de los ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven
    como gemas transparentes. En lo que se ve del descote es pura
    mancha y peca y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta
    agua e
    intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de
    india: le
    cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada
    y las botas son las de media caña, de pata de potro pero
    finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para
    mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un
    vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la
    encontré en el puerto, según recuerdo, así
    que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como
    una princesa".

    En Los gallegos, una novela inédita,
    Gloria Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El
    abuelo de Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido
    el mismo nombre para todos sus negocios: "Celta, como el nombre
    que mi abuelo le ponía a cada uno de los bienes que
    acá se iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un
    toro negro, morrudo, que ahora le dibujo en su escudo de
    comerciante, como tantos otros dibujaron una espiga en el
    almacén o en la panadería: La flor de Galicia".
    Gloria Pampillo recuerda la voluntad de unión de los
    emigrantes gallegos: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que
    hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a
    agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen
    un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco
    importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra,
    ‘da mía terra’, como dijo una mujer en el
    seminario con
    un dolor que me volvió de barro el corazón, van a
    buscarse entre ellos".

    Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio
    Clarín de novela, con Las ingratas (15), novela en
    la que evoca la inmigración de cinco hermanas
    españolas y la hija de una de ellas. Seis gallegas,
    recién bajadas del barco, llegan a una pensión en
    la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las
    asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes
    húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde
    el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las
    montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando
    dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se
    sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes
    desconocidas, con quién sabe qué costumbres.
    ¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas
    las cosas tenían otro olor?".

    En Los jardines del Carmelo, escribe Ana
    María Guerra: "El campo se subdividió; la casa y
    unas parcelas quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos
    venidos de Galicia, que aconsejados por Marga, establecieron un
    burdel. Las dificultades de los primeros tiempos fueron
    incontables; los carros se empantanaban, los jinetes entraban con
    barro hasta en las fajas, y apenas caían unas gotas la
    gente se acobardaba, quedando el prostíbulo vacío.
    Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él"
    (16).

    En Amor migrante, de Stella Maris Latorre, un
    empleado del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego. Le dice:
    "-Ya te oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de
    hambre. Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas: ‘Este
    era el recibimiento que le hacían los habitantes de ese
    país que prometía tanto, todos apretaron los labios
    y endurecieron sus puños, todos… para no responder a esa
    provocación; pero a todos también se les
    partió el corazón y quisieron estar en Galicia
    aunque no encontraran el oro tan
    prometedor, pero ya era tarde, ahora había que ser fuerte,
    apechugar ya estaban en el tablao, había que zapatear.
    Avelino tomó su pequeña valija, un bolsito
    pequeño también Manuel hizo lo propio, juntos
    lentamente recorrieron ese largo pasillo, jurando no voltear la
    cabeza para no ver a sus paisanos, que realmente si estaban mal
    presentados; pero eran honrados, y venían a trabajar, a
    poner la espalda para que este país al cual recién
    llegaban floreciera a fuerza del sacrificio de ellos, que en ese
    momento necesitaban; la guerra, la mala situación de su
    país los llevó a cruzar el mar en busca de un
    futuro mejor, pero en el interior de esos hombres, de esas
    mujeres de rostros sufridos, existía un rubí en
    bruto, sí, en bruto, como lo siguieron llamando y muchas
    veces se mofaron de ellos, haciendo bromas de mal gusto, chistes donde
    siempre, el tonto, el bruto era el gallego; pero si de algo no
    podían mofarse era de su honradez, de su fortaleza para el
    trabajo y la voluntad a pesar de a veces tragarse las
    lágrimas que estaban prestas a salir de sus pupilas, pero
    las sujetaban, no fueran a pensar que eran débiles, no, no
    lo eran, eran más fuertes que un roble" (17).

    En 2004 se editó Las libres del Sur, Una
    novela sobre Victoria Ocampo
    (18), de María Rosa Lojo.
    En esa obra, aparecen varios gallegos. Los principales son Carmen
    Brey Moure y su hermano Francisco. Acerca de Carmen, escribe: "El
    casquito de fieltro con un capullo de gasa, las mejillas
    redondas, el tailleur liso y el talle bajo acentuaban su
    aspecto cándido de colegiala en vacaciones. Un toque de
    rouge y de polvo Arlette sobre la nariz no la cambiaron
    mucho. Se encontró ligeramente similar (aunque más
    delgada, y más joven) a una poetisa de moda: Alfonsina
    Storni". Francisco era "un hombre robusto y curtido, en quien
    Carmen fue reconociendo, a medida que se acortaba la distancia, y
    como quien despeja las capas superficiales de un palimpsesto, los
    rasgos de su hermano".

    Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la
    memoria
    , obra galardonada con el VIII Premio Internacional
    "Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos
    Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan
    conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
    xenofobia"-,
    habla de un oficio que desempeñaban algunos
    españoles. En 1886, "Había muchos policías,
    allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por
    qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban
    pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y
    linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se
    movían como luciérnagas nerviosas" (19).

    En "Noticias
    secretas de América", Eduardo Belgrano Rawson evoca a los
    inmigrantes gallegos: "Cantabas un himno más light,
    como regía desde principios de siglo. Lo habían
    lijado un poco. ¿Qué otra cosa podían hacer?
    Necesitaban cortarla con los insultos, como explicó en su
    momento un operador del Ministro. ‘Tigres sedientos de
    sangre’ y todo eso. Culpa del himno el embajador no pisaba
    la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A decir verdad,
    tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los vascos y los
    gallegos que desembarcaban todos los días frente al Hotel
    de Inmigrantes, pero ésta era otra cuestión"
    (20).

    En Lunas eléctricas para las noches sin
    luna
    , escribe Belén Gache: "Bordeando el convento, la
    calle Viamonte se extiende alternando fondas llenas de marineros
    con casas de remates, regenteadas por catalanes, gallegos o
    andaluces que venden objetos dorados por oro fino y piedras
    transparentes por diamantes" (21).

    A criterio de Delfín Garasa, "Una de las
    más cumplidas descripciones de un heterogéneo
    desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato
    documental, El conventillo. Llega el Christoforo
    Colombo
    y primero bajan los hombres de negocio con su
    apoplética cerviz, con el paso resuelto de los
    acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas
    ingleses con sus máquinas
    fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas
    por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese
    entonces, el viaje a Europa empezaba a otorgar prestigio social,
    y los argentinos que regresan cambian opiniones en alta voz sobre
    los modelos de París, el mobiliario inglés
    o la sinfonía escuchada en la Opera de Viena. Y,
    finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados en los
    azares de las proclamas políticas, un ‘enorme
    hormiguero’ que había viajado en el mayor
    hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En todos se
    presiente la pregunta: ¿Qué les deparará
    esta nueva tierra? De pronto, una mirada se ilumina o un brazo se
    agita en alto porque se ha reconocido a alguien en la muchedumbre
    que espera. Van bajando los hebreos de desgreñadas barbas
    y gastados levitones, los ‘turcos’ con sus espaldas
    combadas, los nórdicos enjutos, los napolitanos
    pequeños y retorcidos como raíces, los andaluces
    gárrulos, los gallegos pacientes, los holandeses
    esponjosos, los genoveses de músculo recio e insaciable
    voracidad. Una mujer besa la tierra que los acoge y tras su
    actitud ritual se adivina un pasado de penurias y recelos. Y
    agrega Pascarella: ‘La gran ciudad de calles dirigidas
    hacia el Oeste recibe en su seno aquella semilla que purificada
    en un ambiente de libertad (…) se reproducirá en su
    inmensidad desierta" (22).

    Notas

    1. Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos
      Aires, Plus Ultra, 1968.
    2. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres
      bonaerenses
      . Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    3. Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado
      en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires,
      CEAL, 1970.
    4. Marechal, Leopoldo: Megafón. Citado en
      Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
      1970.
    5. Orgambide, Pedro: Hacer la América.
      Buenos Aires, Bruguera, 1984. Pág.20.
    6. González Rouco, María: "María
      Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo,
      Azul 17 de marzo de 1991.
    7. Lojo, María Rosa: Canción perdida en
      Buenos Aires al oeste
      . Buenos Aires, Torres Agüero
      Editor, 1987.
    8. S/F: en Vázquez-Rial, Horacio: Frontera
      sur
      . Barcelona, Ediciones B, 1998.
    9. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia.
      Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
    10. Bañez, Gabriel: Virgen. Buenos Aires,
      Sudamericana, 1998.
    11. Saccomano, Guillermo: El buen dolor. Buenos
      Aires, Planeta, 1999.
    12. Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me
      quieras
      . Buenos Aires, Emecé, 2000.
    13. Feierstein, Ricardo: La logia del umbral.
      Buenos Aires, Galerna, 2001.
    14. Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra.
      Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001.
    15. Henestrosa, María Guadalupe: Las ingratas.
      Novela Sentimental
      . Buenos Aires,
      Clarín-Alfaguara, 2002.
    16. Guerra, Ana María: Los jardines del
      Carmelo
      . Buenos Aires, Corregidor, 2003.
    17. Latorre, Stella Maris: Amor migrante. Buenos
      Aires, De los Cuatro Vientos Editorial, 2004.
    18. Lojo, María Rosa: Las libres del Sur, Una
      novela sobre Victoria Ocampo
      . Buenos Aires, Sudamericana,
      2004.
    19. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
      Memoria
      . Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
    20. Belgrano Rawson, Eduardo: Noticias secretas de
      América
      . Buenos Aires, Planeta, 1998.
    21. Gache, Belén: Lunas eléctricas para
      las noches sin luna
      . Buenos Aires, Sudamericana,
      2004.
    22. Garasa, Delfín Leocadio: La otra Buenos Aires.
      Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad. Buenos
      Aires, Sudamericana-Planeta, 1987.

    En novelas
    infantiles y juveniles

    Stéfano, el protagonista de una de las novelas de
    María Teresa Andruetto, está alojado en el Hotel de
    Inmigrantes: "Cuando el sol baja, Pino y Stéfano salen a
    caminar por la ribera, hasta el muelle de los pescadores. Es la
    hora en que el organito pasa: lo arrastra un viejo de barba y
    gorra marinera que lleva un loro montado sobre el hombro. A
    veces, junto a las barcazas, se detienen a oír el
    mandolín que suena en una rueda y las canciones que cantan
    los hombres de mar. Pero no sólo hay italianos en el
    puerto. Ya el segundo día se habían hecho amigos,
    ni saben cómo, de unos gallegos que limpian pescado junto
    a la costa y van por la mañana a verlos, ayudan un poco, y
    regresan, los tres días siguientes, con algunas monedas"
    (1).

    Notas

    1. Andruetto, María Teresa:
      Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana,
      2001.

    En
    cuentos

    Relata el narrador, en "El convite de Barrientos", texto
    de Santiago Estrada de 1889: "Pero todo lo que llevo referido
    habría sido tortas y pan pintado, si el portero de mi
    alojamiento, desconociéndome la voz y tomándola
    entre sueños por la de un pariente que acababa de morir en
    El Ferrol, no se hubiera negado a abrirme la puerta,
    conjurándome a que, ánima en pena, volviera al
    sitio de donde había salido, en la seguridad de que en
    cuanto amaneciera daría de limosna a un pobre los cuartos
    que me adeudaba al embarcarse para América"
    (1).

    En "Departamento para familias", cuento incluido en el
    volumen Pasos del gran bailarín, el sevillano
    Guillermo Guerrero Estrella presenta a Inés, una criada
    gallega (2).

    Enrique Méndez Calzada incluye, entre los
    personajes de su "Cuento de Navidad", a un
    ordenanza, "el leal Lavandeira", quien "extrajo de su vieja
    maleta de inmigrante un haz de folletines amarillecidos ya por el
    tiempo y corcusidos con hilo negro en su margen izquierdo, a
    guisa de doméstica encuadernación. Se trataba,
    según pude observar, de El judío errante,
    pacientemente coleccionado, y recortado de las hojas de El
    Heraldo de Madrid
    , periódico que publicó en
    folletín esa lata inmortal hace cosa de doce o catorce
    años" (3).

    En "Torito", cuento de Julio
    Cortázar incluido en Final del juego, relata el
    narrador, refiriéndose al boxeo: "En ese entonces no era
    macana, pibe. Te venía cada tano de Italia, cada
    gallego que te daba miedo, y no te digo nada de los rubios"
    (4).

    En "La Casa Cerrada 1807", de Manuel Mujica
    Láinez, el protagonista escribe una carta a un sacerdote,
    en la que manifiesta: "La circunstancia de haber nacido en
    Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires cuando
    empezaba a caminar, hizo que después de la primera
    invasión inglesa me incorporara al Tercio de Galicia.
    Intervine con esas fuerzas en acontecimientos que ahora, tantos
    años después, su osadía torna
    mitológicos" (5).

    "Juan José Saer, en "Verde y negro", cuento
    incluido en Unidad de lugar, Saer escribe: "Eran como la
    una y media de la mañana, en pleno enero, y como el
    Gallego cierra el café a la una en punto, sea invierno o
    verano, yo me iba para mi casa, con las manos metidas en los
    bolsillos del pantalón, caminando despacio y silbando
    bajito bajo los árboles. Era sábado y al otro
    día no laburaba" (6).

    En "El mundo, una vieja caja de música que tiene
    que cantar", Héctor Tizón presenta un cura gallego:
    "El cura comienza a pasearse despaciosamente por el salón.
    Está pensativo, cabizbajo y dice por ahí
    (sólo el Capataz y el Turco pueden escucharlo, los otros
    no están en este momento) aludiendo quizás a su
    pobreza: -Me
    ha tocado una parroquia estéril como una mula. Y poblada
    de locos" (7).

    En "El Antonio", cuento incluido en La
    manifestación
    , Jorge Asís escribe: "Cómo
    no recordarlo, cómo olvidar los picados en las calles, y
    de la gallega neurótica que no daba la pelota cuando
    caía en su casa, o la devolvía cortada, y los
    piedrazos que caían de noche en su techo de chapa"
    (8).

    A un personaje de Marta Lynch, "una rabia sorda, tan
    feroz como sus oscuros orígenes de india y de gallego la
    espantó de la prefabricada donde José dormía
    su mona cotidiana" (9).

    Cuando "Doña Conce", la gallega del cuento de
    Jorge Dietsch, ve que se acerca su fin, pide sus zapatos, "e
    incorporándose en la cama, comenzó a bailar.
    Bailaba para adentro, se veía en la mirada y la sonrisa,
    con una gracia joven y movimientos que debían ser de tal
    agilidad que en la habitación entró un viento
    fresco de montañas, con olores de campo y de menta.
    Tarareaba al mismo tiempo una música tan extraña y
    bella que quienes escuchaban, a pesar de la gravedad de las
    circunstancias, no pudieron evitar acompañarla con
    movimientos de pies. Luego, agotada de tanta danza,
    apoyó la cabeza en la almohada, respiró profundo
    varias veces, y cerró los ojos sin dejar la sonrisa, como
    soñando un buen sueño" (10).

    Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a
    Galicia" (11), texto que mereció una Mención en el
    Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó
    en el año 1994. Así empieza la carta: "Meus
    quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo Lorenzos
    quirido pai prablar poco ya que usté y miña nai se
    llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo dos veces los nombres
    dustedes. Les escribo para dicirles que hemos llejado bien a la
    Arjintina. Nos acompañó la soerte a la Paca y a
    mí y a nuestra rapaza la Paquita".

    El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky,
    "Con la gente del conventillo se había ido
    encariñando, había cinco polacos, una pareja de
    gallegos, una pareja de judíos
    con un hijo, tres italianos y dos alemanes. Era gente humilde,
    cariñosa, generosa y solidaria. Algunos habían
    probado suerte como él, pero, también,
    habían perdido" (12).

    Escribì mi cuento "Volver a Galicia",
    basàndome en una anécdota familiar. Acerca de esta
    mujer, digo: "Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada
    tendría valor para
    ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la
    había llevado a ser quien era" (13).

    Antonio González, nacido en Lugo en marzo de
    1890, protagoniza "El regreso del indiano" (14), cuento en el que
    inventé para mi abuelo una vida más feliz que la
    que realmente tuvo. Este cuento fue distinguido con una
    Mención del Jurado en el Concurso de Literatura convocado
    por el Consejo Profesional de Ciencias
    Económicas de la Capital Federal, en noviembre de 1999.
    Integraron el Jurado María Angélica Bosco, Eduardo
    Gudiño Kieffer y Jorge Masciángioli.

    En "El residente", de Teresa C. Freda, aparece una
    gallega, "pobre y santa enfermera, medio bruta pero buenaza"
    (15).

    "El Orensano" protagoniza "Se abrió el cielo", de
    Jorge Alberto Reale. El inmigrante "es de Orense el pueblo de la
    chispa y los dulces arpegios. Enjuto, desdentado,
    recóndito. El pobre está un poco arqueado, su cara
    afilada, parece disecarse. Nadie sabe si tiene familia. Cuando se
    lo indaga, dice con orgullo: -Soy descendiente de Rosalía
    de Castro-, más aún, afirma, ser de cuna noble,
    dijéramos de escudos y blasones, no solamente porque se lo
    crea buena persona. Dice de paso y por lo bajo: -Ser bueno no
    quiere decir ser inofensivo, la bondad sin talento no vale nada.
    Y así va, así viene y así pasa con su
    anticuada armadura, entre esmeriles y calderones. Es todo uno con
    algo de músico y filósofo trashumante"
    (16).

    En "El sueño de Dyusepo", de Luis León, se
    hace referencia a un inmigrante que tenía un horno en el
    fondo de su casa; "Un antiguo horno de ladrillos, lleno de
    pequeñas puertas de hierro ya
    oxidadas, donde un gallego muerto al llegar el siglo,
    hacía pan para vender" (17).

    Notas

    1. Estrada, Santiago: "El convite de Barrientos", en
      Varios autores: 20 relatos argentinos. 1838-1887.
      Selección y prólogo de Antonio
      Pagés Larraya. Ilustraciones en colores de
      Horacio Butler. Buenos Aires, Eudeba, 1969.
    2. Guerrero Estrella, Guillermo: "Departamento para
      familias", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R.
      Mariani y otros: El cuento argentino 1900-1930
      antología.
      Sel. y pról. de Eduardo Romano,
      notas de Alberto Ascione.Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    3. Méndez Calzada, Enrique: "Cuento de Navidad",
      en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y
      otros: El cuento argentino 1900-1930 antología.
      Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto
      Ascione. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    4. Cortázar, Julio: "Torito", en R. Arlt, J. L.
      Borges y otros: El cuento argentino 1930-1959***
      antología
      . Selección y prólogo de
      Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Buenos Aires, CEAL,
      1981. (Capítulo).
    5. Mujica Láinez, Manuel: "La casa cerrada 1807",
      en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana,
      1977. Séptima Edición. (Colección
      Piragua). Pp. 184-5.
    6. Saer, Juan José: "Verde y negro", en J. J.
      Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros:
      El cuento argentino 1959-1970** antología.
      Selección, prólogo y notas del Seminario Crítica
      Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Buenos Aires, CEAL,
      1981. (Capítulo).
    7. Tizón, Héctor: ""El mundo, una vieja
      caja de música que tiene que cantar", en J. J.
      Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros:
      El cuento argentino 1959-1970** antología.
      Selección, prólogo y notas del Seminario
      Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Buenos
      Aires, CEAL, 1981. (Capítulo).
    8. Asís, Jorge: "El Antonio", en A. Castillo, D.
      Sáenz, H. Conti y otros: El cuento argentino
      1959-1970* antología.
      Seminario Crítica
      Literaria Raúl Scalabrini Ortiz (sel., pról. y
      notas). Buenos Aires, CEAL, 1981.
      (Capítulo).
    9. Lynch, Marta: "Entierro de Carnaval", en Los
      cuentos tristes
      . Buenos Aires, CEAL, 1967. Pág.
      129.
    10. Dietsch, Jorge: "Doña Conce o la despedida",
      en El Tiempo, Azul, 14 de marzo de 1999.
    11. Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en
      Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de
      Cultura
      . Buenos Aires, 1994.
    12. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al
      Concurso Literario 1997", El Jardín de la Esquina /
      Aequalis.
    13. González Rouco, María: "Volver a
      Galicia", en El Tiempo, Azul, 27 de diciembre de
      1998.
    14. González Rouco, María: "El regreso del
      indiano", en El Tiempo, Azul, 16 de enero de
      2005.
    15. Freda, Teresa C.: "El residente", en El
      Tiempo
      , Azul, 26 de junio de 2002.
    16. Reale, Jorge Alberto: "Se abrió el cielo", en
      el grillo, N° 36, Noviembre-Diciembre
      2003.
    17. León, Luis: "El sueño de Dyusepo", en
      León, Luis et al.: Rostros de una identidad.
      Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de
      Temática Judía
      . Buenos Aires, Editorial
      Milá, 2004. 96 pp.

    En cuentos
    infantiles y juveniles

    Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (1), uno
    de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de
    Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la
    oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un
    pichón. Acerca del texto premiado, afirma la autora: "Este
    cuento nació en un momento muy especial de mi vida, donde
    los recuerdos de la niñez se hacen vívidos,
    provocados por un hecho sutil: encontrarme de frente con los
    grandes ojos amarillos de un pichón de lechucita, parado
    en un alambre de un camino de tierra rumbo a un
    campo".

    Notas

    1. Guimil, Elena: "Mi búho", en El
      desafío
      . Buenos Aires, Sudamericana,
      2000.

    En
    poesía

    Dice Vacarezza en un conocido soneto (1):

    La escena representa un conventillo.

    Personajes: un grébano amarrete,

    un gallego que en todo se entromete,

    dos guapos, una paica y un vivillo.

    En "El espiante" (2), escribe Bartolomé R.
    Aprile:

    Se junaban con bronca las viejabas

    -gaitas tolas, cabreras por un cuento-

    y se fajaban a lo potro biabas

    al lado ‘e la pileta del convento

    Una decía: -¡Se le van las
    tabas

    a ese reo por m’hija de contento!-

    Otra decía: -¡Se le caen las
    babas

    a esa lora por m’ hijo y le da
    vento!-

    Se fajaban de nuevo: el amasijo

    para los ‘cosos’ era espiant’en
    fija

    hacia el nido de amor que cabuliaron.

    Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su
    hijo

    y la otra: -¡Qué más quisiera su
    hija!

    los chingolos el vuelo levantaron (2).

    Navarrine, en su tango "Galleguita" (3), de 1924,
    dice:

    Juntar mucha platita

    para tu pobre viejita

    que allá en la aldea quedó.

    En el poema "Cuando mi padre habló de su
    infancia" (4), José González Carbalho enumera las
    posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia:
    un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones.
    En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:

    Ay, el dueño de valles

    y misteriosos bosques

    por el que andaba yo

    mi perro y mis canciones.

    Mis canciones que vuelven

    sólo para que llore.

    Mi perro ya olvidado

    de obedecer al nombre.

    Yo, que perdí mis cielos,

    ¡y soy tan pobre!.

    Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega
    (5):

    Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella
    carretera de España.

    Detrás quedaba Carballino, con sus casas
    envueltas por la madrugada.

    Dejando mi corazón mucho más a obscuras,
    el amanecer despuntaba.

    ¿Era posible que pudiera venir, como todos los
    días, la mañana?

    El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad
    de sus almas.

    Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al
    peso de una montaña.

    El paisaje abría los ojos como si no se hubiera
    enterado de nada.

    Nunca olvidaré que en el monte de Corzos
    había un ruiseñor que cantaba.

    Al llegar a Dacón oímos el nombre
    querido en la voz de la campana.

    Mamá y el mundo habían muerto para
    siempre y sólo aquella voz los lloraba.

    Enrique Larreta canta, en "Las criadas y el niño"
    (6), a las domésticas españolas:

    Que otros digan de escuelas y de
    universidades.

    Yo canto el cuarto aquel de plancha y de
    costura

    y sus buenas mujeres. ¡Galicia!
    ¡Extremadura!

    y las que me enseñaban a palmear
    soledades.

    España de las tierras y no de las
    ciudades.

    También las castellanas de grave
    catadura.

    La blanca, la trigueña; la moza, la
    madura.

    De todas las pellejas, de todas las edades.

    ¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de
    romería.

    Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda
    manera

    de nombrar cada cosa! ¡Cuánta
    sabiduría!

    entre aquellos refajos! Erase que se era

    un juglar que les debe toda su
    nombradía.

    Gaita sentimental y sonaja parlera.

    En su poema "En el día de la recolección
    de los frutos" (7), Alfredo Bufano homenajea a la
    inmigración española:

    ¡Salud, nietos sin mengua
    de Francisco Pizarro

    y de Ruy Díaz de Vivar;

    hijosdalgo de Avila de los Caballeros,

    sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,

    labriegos de las rudas mesetas castellanas,

    pescadores galaicos de las rías y el
    mar,

    hortelanos de Murcia, vascos roblizos,
    fuertes

    extremeños: ¡larga gloria
    tengáis

    todos vosotros, hijos de las viejas
    Españas,

    hombres de eterna y recia y heroica
    mocedad,

    en cuyas venas corre la misma sangre
    nuestra

    y cuyas bocas se abren con nuestro mismo
    hablar!.

    A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta
    Ricardo Adúriz (8):

    Dulces abuelas trashumadas

    desde estos cielos

    a aquellos cementerios.

    Que vuestros nombres, en medio del
    océano

    de sombra, sajados vivos de la noche larga,

    os devuelvan la luz de un tiempo suave

    en Freas de Eiras –tierra de Galicia-y en el
    Madrid de fin de siglo.

    Vuestras son estas últimas
    luciérnagas,

    fragmentos puros de un espejo roto,

    donde brillan los rostros del olvido.

    En "Tríptico a Galicia" (9), Enrique Urbina
    García canta la nostalgia del inmigrante de esa
    región:

    Y aquel que por Vigo, apabulló su
    sombra;

    en su misterio –pompas de luna- ocultará
    olvido

    y por las vides de Galicia como raíz
    sangrante

    tendrá su mente endulzando retornos
    válidos.

    (…)

    Todo el que con un gallego trata, alcanza

    sólo un poco lo que el corazón de ese
    hombre

    desparrama, porque el amor, vive en su
    España.

    El protagonista de una canción (10) de Alberto
    Cortez conoció Galicia cumpliendo la promesa que hiciera a
    su abuelo:

    Y el abuelo un día cuando era muy
    viejo

    allende Galicia

    me tomó la mano y yo me di cuenta

    que ya se moría

    Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas

    y con menos prisa:

    ‘Prométeme hijo que a la vieja
    aldea

    irás algún día

    Y al viento del Norte dirás que su
    amigo

    a una nueva tierra, le entregó la
    vida’.

    Carlos Penelas es el autor del poema "Los trasterrados"
    (11), que dedica a sus abuelos Pedro Penelas y Tomás Abad.
    En él dice:

    Se ocupaban de las cosas comunes:

    del trabajo, del pan, de los hijos.

    No expresaron fatiga ni dolor. Morían en
    silencio.

    Llevaban en la sangre

    el honor, la palabra, la brisca.

    Bebían vino tinto. No reclamaron
    nada.

    Caminaban el tiempo de otro tiempo.

    Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto son los
    autores de Legado Celta. En el poema "Soy el llamado
    ancestral" (12), incluido en ese libro, expresan:

    Son a voz que pradica, incansabele

    antre os do meu pobo

    lonxe da terra,

    a qu’os exhorta

    a non anuzar de si mesmos.

    En su poema "Madre gallega" (13), Ricardo Ares
    escribe:

    Madre gallega,

    Pestañas como arcos de ceniza

    Sobre ojos de pájaro en vuelo,

    (…)

    Noche infinita

    encastrada en la Singer,

    bajo la parra encendida de enero

    viajabas a Lugo,

    montada en tu infancia

    y te perdías…

    Notas

    1. Vacarezza, : "Un sainete en un soneto", en Cantos
      de la vida y de la tierra
      . 1944.
    2. Aprile, Bartolomé R.: "El espiante", citado en
      Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
      1970.
    3. Navarrine, A. y Petorossi, H.: "Galleguita", citado
      por Gustavo Cirigliano, en El Tiempo.
    4. González Carbalho, José: "Cuando mi
      padre habló de su infancia", en Requeni, Antonio: Un
      poeta arxentino en Galicia: González Carbalho
      .
      Separata del Boletín Galego de
      Literatura
      .
    5. Bernárdez, Francisco Luis: "Poema de las
      cuatro fechas", en Cielo de tierra. Buenos Aires,
      Editorial Sudamericana, 1948. Ilustraciones de Horacio
      Butler.
    6. Larreta, Enrique: "Las criadas y el niño", en
      Cantan los pueblos americanos. Selección de
      Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
      Aires, Ediciones Peuser, 1957.
    7. Bufano, Alfredo: "En el día de la
      recolección de los frutos", en Para todos los hombres
      del mundo que quieran habitar el suelo argentino
      . Buenos
      Aires, Clarín.
    8. Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje.
      Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro
      Iberoamericano de Cooperación, 1979.
    9. Urbina García, Eugenio: "Tríptico a
      Galicia", en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de
      1999.
    10. Cortez, Alberto: "El abuelo", citado por Colegio
      Schönthal en Bajaron de los barcos, www.monografias.com.
    11. Penelas, Carlos: "Los trasterrados", en El mirador
      de Espenuca
      . Buenos Aires, Torres Agüero Editor,
      1995.
    12. Castro, Manuel, y Mauas Pinto, Eliseo: Legado
      Celta
      . 1993.
    13. Ares, Ricardo: "Madre Gallega", en El Barrio Villa
      Pueyrredón
      , Año VI, Septiembre 2004, N°
      65.

    En
    teatro

    En Los políticos, "sainete
    cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y
    verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio
    Reynoso, aparece un almacenero gallego que pregunta a un vasco
    por qué le está cobrando cinco centavos más
    por litro (1).

    En Bohemia criolla (2), de Enrique de
    María, aparecen gallegos. Uno de ellos es José, que
    dice: "Métase uno a hacer servicius…/ Pur defender a
    esos pobres/ amigus de Pata Blanca,/ que para mí son unos
    jóvenes/ buenos… vamos… como el pan/ mi mujer me mata
    a golpe…".

    "¡Al campo!, de Nicolás Granada
    (1840-1915), se estrena en el Teatro Apolo el 26 de setiembre de
    1902, tras del éxito obtenido por La piedra del
    escándalo
    , de Martín Coronado. La
    animación de ¡Al campo! está a cargo
    de Lea Conti (Gilberta), Herminia Mancini (Dolores), María
    C. De Muez (doña Fortunata), Pablo Podestá (quien
    con 27 años interpreta a don Indalecio, de 58),
    José J. Podestá (Gabriel), Ubaldo Torterolo (don
    Timoteo), Antonio Podestá (Fernández), Pepito
    Petray (Palemón), etc" (3).

    En esa pieza aparece Santiago, un criado gallego. El
    autor lo hace hablar en esta forma: "Este señor prejunta
    por las señoras. (…) –Usted dispense; un lu
    sabía. Que no estaban en casa, esu sí; pero que
    estuvieran en el monte… Si usted quiere que se lu dija…"
    (4).

    En ¡Jettatore!, de Gregorio de Laferrere,
    aparece Benito, un criado gallego, de Pontevedra. El inmigrante
    tiene muy pocas luces, y vive en una "pocilga de conventillo"
    (5).

    Escrita por Florencio Sánchez, "En familia
    sube por primera vez al escenario del Teatro Apolo, el 6 de
    octubre de 1905, animada por la Compañía
    Podestá Hermanos" (6).

    Uno de los personajes de esa pieza confiesa:
    "Todavía no me doy cuenta de cómo he podido
    amoldarme a semejante vida. Con decirte que yo, tu madre, que fue
    siempre una mujer de orden y delicada, ha llegado hasta robarle a
    una pobre gallega sirvienta… (…) Hasta robarle, sí
    señor; hasta robarle a una pobre mujer los ahorros que me
    había confiado" (7).

    En Los primeros fríos, de Alberto
    Novión, uno de los actores expresa: "-Ahora me voy a
    conversar con una mucamita que trabaja en la Legación de
    España, es galleguita y sin primo, ¿se da cuenta?"
    (8).

    En La comparsa se despide, escribe Vacarezza: "Un
    patio de conventillo,/ un italiano encargao/, un yoyega retobao,/
    una percanta, un vivillo,/ un chamuyo, una pasión,/
    choque, celos, discusión,/ desafío,
    puñalada,/ aspamento, disparada,/ auxilio, cana…
    telón" (9).

    En Volvió una noche, de Eduardo Rovner,
    "Fanny hará todos los cambios posibles en su personalidad y
    sus convicciones, de modo que su transformación interior
    la lleve al amor y unión con su hijo, quien se
    casará con una ‘gallega’ " (10).

    En 2002, se estrena Temperley. "Con una
    crítica excelente por parte de varios medios, la
    obra de Luciano Suardi y Alejandro Tantanian, denominada
    Temperley, está por estos días en cartel en
    el Teatro Sarmiento. La pieza se basa en las experiencias de
    Amparo, una
    gallega que encuentra en nuestra ciudad un sitio ideal para sus
    sueños, aunque las penurias lleguen de todas maneras.
    Destacan el clima general de
    la obra, con un logro especial en materia de
    escenografía y sonido" (11).

    "Anónima y en apariencia tan impersonal como una
    estación en la que los trenes descargan pasajeros, cambian
    de vías y vuelven a salir siempre rumbo al sur. Así
    es T. C., una mujer de casi 90 años que llegó de
    España a los 17, pasó por el Hotel de los
    Inmigrantes, se casó con un muchacho bueno y trabajador y
    armó su casita con un jardín que serviría de
    cobijo a su descendencia. Allí, en Temperley, por
    supuesto. Ahora, su vida es una obra de teatro. Un
    espectáculo en el que T.C. –ahora rebautizada como
    Amparo– resulta un paradigma de
    su generación, la de los inmigrantes que llegaron en busca
    de sus sueños de progreso. Aquellos que dos generaciones
    más tarde ven a sus nietos escapar de estas tierras que
    fueron cobijo y que ahora resultan demasiado ásperas."
    (12).

    Notas

    1. Trejo, Nemesio: Los políticos en
      Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo,
      Dragún: Canillita y otras obras.
      Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue.
      Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
    2. María, Enrique de: Bohemia criolla, en
      Varios autores: El teatro argentino. 6.El sainete.
      Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por
      Marta Speroni y Griselda Vignolo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    3. Ordaz, Luis: en Granada, Nicolás: ¡Al
      campo!
      , en Varios autores: El teatro argentino
      3.Afirmación de la escena nativa
      . Selección,
      prólogo y notas por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL,
      1980. (Capítulo).
    4. Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en
      Varios autores: El teatro argentino 3.Afirmación de
      la escena nativa
      . Selección, prólogo y notas
      por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    5. Laferrere, Gregorio de : ¡Jettatore!.
      Buenos Aires, CEAL, 1968.
    6. Ordaz, Luis: en Sánchez, Florencio: En
      familia
      , en El teatro argentino 4.Florencio
      Sánchez
      . Selección, prólogo y notas
      por Luis Ordaz. Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    7. Sánchez, Florencio: En familia, en
      El teatro argentino 4.Florencio Sánchez.
      Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Buenos
      Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
    8. Novión, Alberto: Los primeros
      fríos
      , en Varios autores: El teatro argentino.
      6.El sainete
      . Prólogo de Abel Posadas;
      selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo.
      Buenos Aires, CEAL, 1980.
    9. Vacarezza: La comparsa se despide. Citado en
      Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
      1970.
    10. Holte, Matilde Raquel: Teatro Contemporáneo
      Judeoargentino Una perspectiva feminista bíblica
      .
      Buenos Aires, Milá, 2004. (Ensayos).
    11. S/F: "Artes y espectáculos", en
      www.temperleyweb.com.ar,
      agosto de 2002.
    12. S/F: "Para entendidos", en www.gcba.gov.ar.

    En
    cine

    Algunos cineastas evocaron la inmigración
    española que llegó a tierra americana. en filmes en
    los que se evoca esa etapa de nuestro pasado y se pone al alcance
    del público testimonios de quienes protagonizaron un
    fenómeno social que dejó indelebles
    huellas.

    Así es la vida, realizada por Francisco
    Mugica en 1939, proviene de una obra teatral de Nicolás de
    las Llanderas. Claudio España señala que en ese
    film, "con Enrique Muiño y Elías Alippi, el sainete
    pervive sólo en dos amigos de la familia, un gallego y el
    italiano –los de afuera; los de casa son porteños.
    Por su peso, gana forma la comedia familiar, apoyada en el
    sentido aglutinador de la mesa del comedor, blanca en
    extremo por la luz simbólica que le arrojan los directores
    de fotografía. Temporalmente, esta comedia se
    inicia en el patio y prosigue en la sala con piano y con una mesa
    amplia donde caben todos. Los inmigrantes mantienen el decir
    cocoliche; los otros son porteños y los novios, en
    sus encuentros, se hablan de tú" (1).

    Niní Marshall creó, entre otros
    inolvidables personajes, a Cándida Loureiro Ramallada, "la
    gallega bruta y charlatana", que fue su primera
    caracterización en Radio Municipal, en 1934. "En el film
    Cándida (1939, Bayón Herrera), sobre un
    barco y con sus ropas de campesina recién llegada, la
    gallega hace su jocosa presentación: ‘Vengo a este
    país a ganar cuarenta pesos, casa y comida. Salida, los
    domingos’. (…) "La voz de Niní es testigo del
    movimiento de los estratos sociales medios argentinos y de los
    desplazamientos culturales y de la flexibilidad de los grupos y
    colectividades, en el paso de los años treinta a cuarenta"
    (2).

    En abril de 1998, anuncia una noticia de la agencia
    Télam: "La novela de Horacio Vázquez Rial,
    ‘Frontera
    sur’, finalmente fue elegida –después de
    cantidad de lecturas- por el cineasta español Gerardo
    Herrero para dar vida a una historia de inmigrantes. ‘La
    filmación se hará enteramente en la Argentina; hay
    muchas locaciones en Luján, donde el 27 de este mes
    empieza el rodaje, que durará ocho semanas’,
    confirmó el autor de ‘El soldado de porcelana’
    a Télam. Entre los actores contratados figuran Federico
    Luppi, el alemán Peter Lomaier (conocido por su trabajo en
    ‘El enigma de Kaspar Hauser’, de Werner Herzog) y
    Maribel Verdú en los papeles principales. ‘Pero
    habrá varias sorpresas más’, dice el
    escritor, que prefiere no hacer adelantos. También dice
    que el guión de ‘Frontera…’ le pertenece:
    ‘Es una experiencia muy enriquecedora e intensa. Y es
    curioso, porque el director tiene un respeto por la
    novela mucho mayor que el autor’. ‘Me traiciona cada
    tres líneas, pero el resultado me gusta. Y, aunque no
    participo en el proceso (de
    producción, filmación, montaje, etc.), no
    iría nunca en plan Javier
    Marías quejándome porque me cambiaron la
    novela’, agrega. ‘Es un trabajo de ida y vuelta. Yo
    despojé la novela. Gerardo la devolvió.
    Después hicimos un trabajo de poda. En fin, agregamos
    cosas por indicación de los actores. El cine, en ese
    sentido, no tiene nada que ver con la literatura: es un trabajo
    en común’, dijo el escritor" (3).

    Notas

    1. España, Claudio: "Así es la
      vida
      ", en Cien años de cine. Buenos Aires,
      La Nación Revista, Tomo I.
    2. España, Claudio: "Llega Niní Marshall",
      en Cien años de cine. Buenos Aires, La
      Nación Revista
      , Tomo I.
    3. S/F: " ‘Frontera sur’ llega a la pantalla
      grande", en El Tiempo, Azul, 12 de abril de
      1998.

    Videos

    En la muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y
    grabados", que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno
    de Buenos Aires, en el invierno de 2000, se exhibió un
    video que brindó al espectador la oportunidad de entrar en
    contacto con este espíritu y su singular obra. Con
    música de Milladoiro y Xeito Novo, y la
    interpretación de Walter Santana, quien lee
    fragmentos de ensayos y obras de teatro de Seoane, se muestra al
    artista como un peregrino que vive un doble extrañamiento:
    el del tiempo y el del espacio. Con estas palabras lo dice: "Soy
    un peregrino de la Edad Media,
    pero estoy varado en el siglo XX" y también "ir rumbo a
    Santiago de Compostela, mas estar varado en Buenos Aires". La
    resignación que lo invade es resumida en la frase que
    afirma: "Soy y seré para siempre un desarraigado
    permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
    Es el destino del exiliado".

    En dicho video se recuerda que el artista nació
    en 1910 en Buenos Aires, en el seno de una familia de
    inmigrantes. A los seis años volvió a
    España, de donde debió partir en los tiempos de la
    guerra. Veintisiete años tardó en regresar a la
    Madre Patria y, desde 1967, escindió su vida entre Galicia
    y la Argentina. Murió en La Coruña en 1979. Ana
    María Battistozzi lo define como "una de las figuras
    más destacadas de la comunidad gallega argentina y acaso
    la más interesada en promover y estrechar los
    vínculos culturales, en un momento en que esto implicaba
    un fuerte compromiso político".

    Televisión

    En 1973, "Abel Santa Cruz tiene siete obras en
    tevé. Una de ellas es Carmiña, con
    María de los Angeles Medrano y Arturo Puig, y Raúl
    Rossi en el rol de Hipólito Yrigoyen. En radio se
    conoció como Tu nombre es María Sombra; en
    tevé en1969 como Nuestra galleguita. En el exterior
    se emitió como Natasha" (1).

    A partir de abril de 2000, Canal "á" puso "en el
    aire ‘La otra tierra’ (historias de inmigrantes en un
    país que busca su identidad), una nueva versión del
    recordado ciclo televisivo". Se llevó "a cabo en emisiones
    semanales de media hora de duración, poniendo en relieve el
    aporte cultural de cada una de las corrientes migratorias". El
    ciclo contó "con la producción y dirección de la recordada Clara Zapettini y
    la conducción de Canela". El equipo que respaldó el
    proyecto
    "estuvo compuesto por Adriana Ocón en la
    producción; Moira Soto en investigación, e Ivonne Fournery como
    guionista" (2).

    Un año después, Ivonne Fournery se
    refirió en un reportaje a ambas versiones del ciclo: "En
    el año ’86 yo empecé a escribir… haciendo
    guiones en documentales periodísticos, en un programa muy
    lindo que se llamaba ‘La otra tierra’, que trataba de
    inmigrantes en un país que busca su identidad. El proyecto
    estaba dirigido por Clara Zapettini, una mujer muy talentosa…
    (…) Una mujer que siempre se destacó, y en esa
    oportunidad la convocaron para ‘La otra tierra’, y
    fue tal el impacto que, por ejemplo, el año pasado se
    firmó un contrato con canal A y se grabaron programas de
    media hora, con un único testimonio cada uno. La ideología, tanto en la primera oportunidad,
    en los ’80, como ahora, fue la misma, o sea, no poner el
    acento para nada en la colectividad o comunidad, sino en la
    síntesis de las culturas. Es decir, hacer
    hincapié en el aporte que significó a nuestra
    identidad esa cultura. Lo cual enriquece al programa, lo hace
    mucho más vivo y mucho más real. De lo contrario,
    se transforma en una cosa… te diría que pintoresca o
    turística… y no es ésa la intención.
    Además, te cuento… yo no hacía la
    investigación periodística, pero lo que yo
    aprendí de las culturas haciendo esto no te puedo
    explicar. Por otra parte, fueron muchos programas: en el
    ’86 se hicieron 55 y en este último año, 39.
    O sea que realmente fue un privilegio. Y ahí yo
    hacía los textos y la voz en off" (3).

    Notas

    1. Itkin, Silvia: "El Estado
      llega a la
      televisión", en Ulanovsky, Carlos; Itkin, Silvia y
      Sirvèn, Pablo: Estamos en el aire. Buenos Aires,
      Planeta, 1999.
    2. Hall, Annie: "Bambalinas", en La
      Nación
      , Buenos Aires, 9 de enero de
      2000.
    3. Ceratto, Virginia: "La indiferencia, en un 94%, es
      falta de conocimiento", en La Capital, Mar del
      Plata, 18 de marzo de 2001.

    En
    fotos

    Silvia Marzochini es la autora de la foto mural de dos
    gallegas, que se exhibe en el Nuevo Banco Industrial
    de Azul.

    …..

    Así viven los gallegos en la Argentina,
    trabajando, reuniéndose, cultivando las tradiciones de su
    tierra y transmitiéndolas de generación en
    generación. Trajeron en el barco su música y sus
    danzas; inmigrantes y quienes de ellos descienden las interpretan
    hoy día.

    En los testimonios que transcribimos parcialmente, en
    los artículos periodísticos, las obras literarias,
    los filmes y las fotos, se evoca su laboriosidad, su nostalgia y
    su esperanza, la lucha por sus ideales, y el afán de
    superación que se traduce en la relevancia alcanzada por
    muchos de sus descendientes.

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Licenciada en Letras UNBA, Periodista

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