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Inmigración a la Argentina: los gringos



    1. En
      testimonios
    2. En
      biografías
    3. En
      novelas
    4. En
      cuentos
    5. En poemas
    6. En
      canciones
    7. En
      leyendas
    8. En teatro
    9. En
      televisión

     En esta monografía me refiero a algunos inmigrantes
    –reales o de ficción- que llegaron a la Argentina, a
    quienes encontré denominados como "gringos", en los
    testimonios, biografías, novelas, cuentos,
    poemas,
    leyendas,
    obras teatrales, canciones y programas
    televisivos en que se los evoca.

    A la Argentina llegaron los "gringos". Eran ellos los
    que no hablaban castellano,
    aunque fueran españoles, como los vascos. Se
    consideró gringos a los ingleses, franceses, italianos,
    alemanes, suizos, rusos y ucranios, entre otros. El sentimiento
    que la sociedad
    evidenciaba ante ellos va desde el desdén que se advierte
    en algunas páginas, hasta el cariño que se
    vislumbra en otras.

    Se los ha evocado en testimonios, biografías,
    novelas, cuentos, poemas, leyendas, obras teatrales, canciones y
    programas televisivos, que nos hablan de su presencia en la
    ciudad de Buenos Aires y en
    las diversas provincias en las que se afincaron.

    En testimonios

    Cuando italianos y nativos jugaban a los naipes,
    aludían a la condición de "gringos" y "criollos" de
    los jugadores. Escribe Fernando Sorrentino que "Juan Carlos
    Rizzo, entonces niño de nueve o diez años,
    testimonia el uso, hacia 1940,del cocoliche (no literario sino
    espontáneo) por parte de los italianos (los tanos)
    que jugaban a los naipes en el comercio de su
    padre. (Los criollos) jugaban al truco, al mus y al tres siete
    mezclándose con los tanos. Era gracioso escucharlos
    cuando imitaban los dichos de los gringos tratando de
    traducirlos… O cuando, a la inversa, eran ellos los que,
    acriollándose en una imitación muy graciosa del
    decir de nuestros paisanos, improvisaban sus versos. Muchas veces
    mi padre me llamó para que los escuchara… Io sono
    un criocho italiano/ que parla mal la castilla./ ¡Non se
    caiga de la silla,/ que tengue flor nella mano…!’.
    En seguida seguía el divertido contrapunto, que terminaba
    por transformarlos en auténticos pay! adores: ‘Y yo
    soy criollo, no gringo,/ y atajate, que te bocho:/
    ¿cómo se dice en tu lengua/
    contraflor con treinta y ocho?’. Terminada esa partida, o
    la siguiente (porque el orden no viene al caso), uno de los
    truqueadores gringos respondía en tono de milonga
    pampeana: ‘Aquí me pongo a cantare/ co la guetarra a
    la mano/ e le canto ¡contraflore!/ Angárresela,
    paisano’ " (1).

    En "Imágenes
    paganas", Fernando Barraza escribe: "Hace una semana
    discutí con un amigo del alma que
    estuvo viviendo en el extranjero durante casi los últimos
    diez años. Él me decía muy suelto de
    ánimos: "eso que mostró el coro no es
    Neuquén". Yo no estaba de acuerdo, pero lo
    entendía: él se volvió de una de las
    ciudades más lindas y antiguas del planeta… era hasta
    lógico que no encontrara a su ciudad en las
    imágenes sueltas que el coro le proponía aquella
    noche en la que fue a ver "Attendite" Él quería una
    mística de progreso, pero resulta que esta joven ciudad
    centenaria, alojada en las puertas mismas del culo del mundo, ha
    cambiado. "No puede ser que en todo el espectáculo no
    esté la imagen emblema de
    este lugar: el chacarero arando la tierra",
    dijo él, como buscando las raíces del crecimiento
    de este lado del planeta en el positivismo
    colonial de un gringo con un arado, luchando contra el desierto.
    Una imagen cándida, sí -para que negarlo-, pero que
    ha ! perdido fuerza en la
    realidad misma de esta ciudad. Ese gringo se ha transformado en
    algo más… másssss… más así: Los
    ojos del chacarero gringo hoy no son Neuquén. No es que el
    gringo haya desaparecido, no; pero la pureza aria que casi todo
    gringo pretende (aunque no lo admita abiertamente jamás)
    se ha mezclado con los de la gente de esta tierra, los
    mapuche. Y esos ojos se han combinado en mil formas de
    combinarse; y han sido etnia vs.
    etnia, etnia con etnia y etnia sobre etnia. Los gringos ojos del
    chacarero iniciático hoy son otros" (2).

    "Gringo y paisano" se titula el artículo que
    transcribimos, en el que se evoca a un gringo desde la
    perspectiva profesional y humana:

    "El Inta Bariloche recordó al doctor Grenville
    Arturo Morris (foto), cuyo fallecimiento se produjo un mes
    atrás y generó numerosas expresiones de
    consternación pero también de imborrables recuerdos
    por el accionar singular y emblemático del ‘gringo
    del Inta’. Su trabajo
    cotidiano con pequeños productores de Río Negro,
    Chubut y Neuquén no resultará fácil de
    olvidar en la norpatagonia".

    "El INTA Bariloche, a un mes del fallecimiento del Dr.
    Grenville Arturo Morris, ocurrido el pasado 10 de febrero, dio a
    conocer un mensaje en que recuerda a su compañero de
    trabajo y rememora su compromiso con el sector de productores
    ovinos y caprinos. El Dr. Morris se desempeñó en la
    investigación de ovinos en la
    Estación Experimental Agropecuaria Bariloche y como
    extensionista en las Agencias de Extensión Rural y en Ing.
    Jacobacci. Recordado en el ámbito provincial y
    especialmente en la Línea Sur por su paso por la función
    pública como Ministro de Recursos
    Naturales de la Provincia de Río Negro. El "GRINGO
    Morris" como todos lo recordamos, dejó su huella como
    profesional y como hombre de
    bien. Nadie olvidará su trabajo cotidiano con
    pequeños productores de Río Negro, Chubut y
    Neuquén, su trabajo con la
    organización de cooperativas
    para la venta de lana o
    de mohair y con el mejoramiento genético de los caprinos
    de Angora. ¡Cuántos paisanos lo recuerdan con! su
    rastrojero!, surcando huellas en el interior de la provincia.
    Para muchos fue más que un simple técnico, fue "el
    amigo". Para otros, que venimos trabajando con él desde
    hace muchos años, fue como un padre. Gringo, siempre te
    recordaremos…" (3).

    En "Testimonios de vida. Los wichí continuamos
    sobreviviendo", don Sebastián Montes evoca a un gringo:
    "El agua
    venía de tosca y se iba para el Palmar. Los buques
    venían para acá y entraban hasta las Moras Blancas
    en una barranca alta que había por ahí, cuando
    bañaba el buque venía, pasaba por Martín
    García, algunos de los restos del buque creo que los
    tenía el finao Eulogio Martínez. Después
    llegó el "Gringo" de Buenos Aires, pero ellos son de
    Inglaterra y nos
    pidió que le mostráramos el buque, ahí le
    sacaba fotos y todo eso.
    Yo no me acuerdo quién es el "Gringo", pero es hijo de
    David Lieke, creo que todavía vive en Buenos Aires. (…)
    Yo te voy a contar; antes que viniera el "Gringo" nosotros no
    creíamos en nada, adorábamos a la lluvia, le
    cantábamos y bailábamos pidiendo que llueva.
    tocábamos la trompa y bailábamos el Pim-Pim. (…)
    el gringo la trajo (la trompa) de Inglaterra y cuando se
    acabó la fabricábamos nosotros. Te voy a seguir
    contando, después ! llegó el gringo y nos
    enseñó a escribir y cantar porque nosotros no
    sabíamos eso . Tampoco teníamos escrituras. Nos
    dijo que no teníamos que adorar la lluvia ni nada de eso,
    ¿porque nos vamos a ir a la perdición? (…)
    ‘¿Sabés?, antes a nosotros nos decían
    matacos pero cuando llegó el "Gringo" cambió, y nos
    dicen aborígenes. Antes tampoco usábamos ropa, solo
    chiripa los varones, y las mujeres se ataban en la cintura una
    tela o trapo, él nos enseñó a vestirnos.
    Porque los tiempos cambian. Los criollos ya no son malos, ya no
    les tenemos miedo; a mí me dan lástima porque se
    matan entre ellos; gracias a Dios eso no pasa entre nosotros"
    (4).

    Notas

    1. Sorrentino, Fernando: "Del italiano al cocoliche", en
      Centro Virtual Cervantes,
      Instituto Cervantes (España),
      31 de marzo de 2003.
    2. Barraza, Fernando: "Imágenes paganas",
      en ,
      Noviembre de 2004.
    3. Redacción: "Gringo y paisano", 9 de marzo de
      2005, en www.bariloche2000.com.
    4. S/F: "Testimonios de vida. Los wichis continuamos
      sobreviviendo", en www.oniescuelas.edu.ar.

    En
    biografías

     El Gringo Pellegrini se titula la biografía del
    presidente Carlos Pellegrini, escrita por Delfor Reinaldo
    Scandizzo, una obra que "aborda la vida de una de las más
    trascendentes personalidades de nuestra historia, por su coraje
    vico, su
    profunda formación intelectual, como así por su
    notable visión de futuro. Esas cualidades, y otras, lo
    transformaron en un punto de referencia ineludible de los
    sectores que luchaban por el progreso social, económico y
    político de su tiempo"
    (1).

    Carlos Pellegrini, protagonista de la La
    última carta de
    Pellegrini
    , biografía escrita por Gastón
    Pérez Izquierdo, manifiesta en esa obra: "Los que siempre
    exageran me pusieron varios motes. Algunos solemnes, como el de
    Groussac, en alusión a la forma en que piloteamos con don
    Vicente Fidel la tormenta del ’90. Otros graciosos, debidos
    más a la picaresca política como
    ‘la muñeca’ cuya evocación me hace
    reír. Usada en nuestra tierra como manifestación
    del pulso para dirimir y encauzar las más dificultosas
    transacciones entre titanes de la política ¿se
    imagina su interpretación en Europa? Recuerdo
    la cara de incomprensión y sorpresa de un diputado
    francés cuando le tradujeron poupeé y
    veía frente a sí mi estatura y mis manazas, mis
    bigotes y mi porte y los ademanes que Cané comparaba con
    un molino girando. ‘Gringo’, y en forma despectiva,
    creo que fue idea de Sarmiento. Según parece, un
    día que ese gran sanjuanino hecho de piedra y fuego estaba
    f! astidiado con los italianos… o tal vez conmigo solo"
    (2).

    En Soy Roca, biografía novelada escrita
    por Félix Luna, el protagonista se refiere a un gringo:
    "me impresionó lo que me dijo un inglés,
    empleado del ferrocarril. Era el encargado de medir las tierras,
    una legua a cada lado de la vía, que por concesión
    se le había otorgado en propiedad a
    la empresa. En
    un castellano arrevesado, el gringo me contó que estaban
    expulsando a los pobladores que vivían en aquellos campos
    para venderlos en grandes fracciones una vez que la línea
    hubiera llegado a Córdoba. Sería un negocio enorme
    –me decía- y se llenaba la boca describiendo las
    miles de cabezas de ganado que podrían criarse allí
    y los millones de fanegas de trigo que se cosecharían"
    (3).

    Nora Ayala relata que su abuela criolla, que
    vivía en Misiones, tenía prejuicios contra los
    extranjeros. "Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los
    gringos –decía-, estuvimos siempre acá"
    (4).

    Notas

    1. Scandizzo, Delfor Reinaldo: El Gringo
      Pellegrini
      . Buenos Aires, Editorial Corregidor, en
      www.lsf.com.ar.
    2. Pérez Izquierdo, Gastón: La
      última carta de Pellegrini
      . Buenos Aires, Editorial
      Sudamericana, 1999.
    3. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires,
      Sudamericana, 1991, p. 76.
    4. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
      historias
      . Buenos Aires, Editorial Vinciguerra,
      1996.

    En
    novelas

    En La gran aldea Costumbres bonaerenses (1), de
    Lucio V. López, aparecen inmigrantes, vistos desde la
    perspectiva de un escritor que añora un pasado que no
    volverà. Lòpez compara a los tenderos de
    antaño con los del presente: "¡Y què mozos!
    ¡Què vendedores los de las tiendas de entonces!
    Cuàn lejos estàn los tenderos franceses y
    españoles de hoy de tener la alcurnia y los mèritos
    sociales de aquella juventud
    dorada, hija de la tierra, ùltimo vàstago del
    aristocràtico comercio al menudeo de la
    colonia".

    Recuerda a uno de aquellos tenderos criollos: "Entre los
    prìncipes del mostrador porteño, el màs
    cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran
    tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero
    adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador.
    No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo
    el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de
    madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la
    piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a Buenos
    Aires, a la piràmide misma le habrìa disputado ese
    derecho".

    Describe la estrategia del
    tendero para dirigirse a su clientela: "Don Narciso subìa
    o bajaba el tono segùn la jerarquìa de la
    parroquiana: dominaba toda la escala;
    poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto
    de la època y daba el do de pecho con una dama para
    dar el con una cocinera".

    "Los tratamientos variaban para èl segùn
    las horas y las personas. Por la mañana se permitìa
    tutear sin pudor a la parda o china criolla
    que volvìa del mercado y entraba
    en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba
    llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si
    èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana,
    extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el
    ‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento
    de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la
    mañana, con algunas cuantas palabras de imitaciòn
    de francès que èl sabìa balbucir, era
    irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban
    entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y
    madama, segùn la edad dela gringa, como èl la
    llamaba cuando la compradora no caìa en sus redes".

    En Matanzas se afincó el gringo Sardetti, a quien
    Juan Moreira, protagonista que da nombre a la obra de Eduardo
    Gutiérrez, mata por no pagar la deuda que tenía con
    el gaucho.

    "Concluyamos que es tarde –dijo
    levantándose de pronto-. Amigo Sardetti, vengo a que me
    pague los diez mil pesos o a cumplir mi palabra
    empeñada.

    El pulpero vaciló, miró con espanto a
    Moreira, y dirigiendo una mirada de suprema súplica al
    paisano que había tratado de disuadir a aquel terrible
    acreedor, respondió de una manera humilde y
    quejumbrosa:

    -Yo no tengo plata, amigo Moreira; espérese unos
    días, y le juro por Dios que le he de pagar hasta el
    último peso.

    -No espero más –contestó el paisano
    con suprema altivez-; vengan los diez mil pesos o te abro diez
    bocas en el cuerpo, para que por ellas puedas contar que Juan
    Moreira cumple lo que promete, aunque lo lleve el
    diablo.

    Y con la mano segura desnudó su daga, que
    brilló con un fulgor siniestro.

    Los paisanos habían quedado helados; Sardetti
    estaba más muerto que vivo, y Moreira, arrogante y altivo,
    con la daga en la mano y la manta de vicuña volcada sobre
    el brazo izquierdo, estaba allí como el ángel del
    exterminio.

    -O pagas sobre el acto –dijo imperiosamente
    Moreira-, o te abro como un peludo.

    -No tengo plata –balbuceó el pulpero en una
    especie de estertor, mientras el paisano que desde un principio
    había tratado de evitar el lance, se cruzaba delante de la
    daga de Moreira, diciéndole:

    -No te pierdas, hermano; el gringo no vale la pena y vas
    a tener que huir del pago" (2).

    Alamos talados (3) fue distinguida en 1942 con el
    Primer Premio de Literatura de Mendoza, el
    Primer Premio Municipal de Buenos Aires y el Primer Premio de la
    Comisión Nacional de Cultura. En
    esta obra, relata el narrador, un adolescente: "Doña
    Pancha aún no podía comprender cómo abuela
    había recibido, ‘con aire de
    visita’, a uno de esos gringos bodegueros, decía
    ella recalcando la palabra con retintín. Ella no
    podía entenderlo y menos disculparlo. Entre tener una
    viña y tener bodega para hacer vino había un abismo
    infranqueable. Eran dos castas distintas, y la Pancha se
    había constituido guardián insobornable de esa
    separación".

    Los criollos, que se agrupan bajo la protección
    de la señora y sus descendientes, ven como algo degradante
    el trabajo en
    la viña, pues nacieron para domar potros y para hacer
    tareas que exijan valor y
    destreza: " ‘Los criollos no somos muy guapos pa’
    estos menesteres, eso di’ andar cortando racimitos son
    cosas pa’ los gringos y las mujeres –había
    dicho Eulogio-. Ahora, lidiar con toros, jinetear potros, trenzar
    tientos de cuero crudo,
    marcar animales,
    ésas son cosas di’ hombre’ y hasta si se
    trataba de dar una manito para cargar las canecas, entonces se
    ajustaban el cinto y la faja, acomodaban el cuchillo en la
    cintura, ‘y no le hacían asco a juerciar un
    poco’ ".

    Fausto Burgos, en El gringo (4), reitera a lo
    largo de la novela la
    acusación que los nativos hacen a los extranjeros:
    "’¿No son ustedes los que nos vienen a quitar la
    tierra y el vino y el pan y todo? Los peones blancos miran con
    cariño y con lástima a quien esto dice y comentan:
    ‘Povero nero’, ‘povero chino’,
    ‘é una bestia’". Para la familia del
    protagonista, ser inmigrante es una vergüenza que se debe
    ocultar, tratando de parecerse en lo posible a los nativos de
    clase alta:
    ‘Usted no es un gringo –afirma el yerno que vive a
    expensas del italiano-; usted ya puede llamarse criollo; ya tiene
    títulos para ello’. Uno de los peones asegura
    también que Contadini ya es criollo, pero lo hace en otro
    sentido: ‘De esas cubas hay que sacar el orujo pa’
    llevarlo a las prensas –explica al yerno. Mire vea,
    ¿y quién saca el orujo?, ¿quién se
    mete en la cuba sabiendo
    que adentro de ella puede parar las patas? El peón
    criollo, señor; el gringo tiene miedo, el gringo! no se
    mete a descubar ni por equivocación. Mi patrón no
    es gringo; mi patrón es ya criollo; él es capaz de
    ponerse a descubar también".

    En el Libro Tercero
    de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, aparece
    Juan Sin Ropa, el que derrotò a Santos Vega. Juan Sin Ropa
    –explica el folklorista Del Solar- "es el gringo
    desnudo que vence a Santos Vega en una clase de lucha que nuestro
    paisano ignoraba: la lucha por la vida". En ese momento, "el
    vistoso gaucho fue borràndose para dejar sitio a un
    hombretòn forzudo y coloradote, de camisa y bombachas a
    cuadros, botas amarillas, facòn ostentoso y un rebenque
    guarnecido de plata casi hasta la lonja. No sin una
    efusiòn de simpatìa, los aventureros identificaron
    al punto la imagen risueña de Cocoliche".

    " Sono venuto a l’Argentina per fare
    l’América
    –declaró el aparecido-.
    E sono in América
    por fare l’Argentina
    . -¡Ajá! –le
    gritó Del Solar-. ¡Así quería verte!
    ¿No sos el gringo bolichero que con hipotecas y
    trampas robó la tierra del paisanaje? Cocoliche
    tendió y exhibió sus grandes manos encallecidas.
    Io laboro la terra –dijo-. Per me si
    mangia il pane
    . Risas hostiles mezcladas a voces de aliento
    festejaron el retrueque de Cocoliche. –En eso tiene
    razón el gringo – admitió Pereda. -¡Es
    un bolichero! Insistía Del Solar-. ¡Sólo ha
    venido a enriquecerse!".

    "Y aquí la figura de Cocoliche se
    transformó a su vez en la de un anciano cuyas barbas
    patriarcales relucían como latón fino. Miraba como
    abriendo grandes horizontes, vestía un poncho de
    vicuña y un chiripá sombrío; y Adán
    Buenosayres, temblando como una hoja, reconoció la efigie
    auténtica del abuelo Sebastiàn, el antepasado
    europeo de Adàn Buenosayres, quien le dice a Del Solar:
    "Cien veces crucè la pampa en mi carreta, y cien veces el
    rìo en mi ballenero de contrabandista. Arè la
    tierra virgen y agrandè rebaños. Y no es mìa
    ni la tierra donde se pudren mis huesos"
    (5).

    En La noche que me quieras, Jorge Torres Zavaleta
    evoca la intolerancia criolla ante los diferentes paladares. De
    "los gringos y los ingleses" afirma el narrador que eran "unos
    animales" porque arrimaban "hacia un costado del plato los restos
    del dulce de leche" porque
    no les gustaba. Eso era vivido por el hombre como
    una verdadera "falta de educación"
    (6).

    Notas

    1. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres
      bonaerenses
      . Buenos Aires, CEAL, 1980.
      (Capítulo).
    2. Gutiérrez, Eduardo: Juan Moreira.
      Buenos Aires, CEAL, 1980.
    3. Arias, Abelardo: Alamos talados. Buenos Aires,
      Sudamericana, 1990.
    4. Burgos, Fausto: El gringo. Buenos Aires, Tor,
      1935.
    5. Marechal, Leopoldo: Adán Buenosayres.
      Buenos Aires, Sudamericana, 1970.
    6. Torres Zavaleta, Jorge: El día que me
      quieras
      . Buenos Aires, Planeta, 2000.  

    En
    cuentos

    En "Instantánea" (1), texto de Fray
    Mocho, una italiana dialoga con un criollo, tratando en vano de
    convencerlo de que no le conviene vivir con ella: "Ma…
    ¿dícame un poco?… ¿Cosa li parece
    inamuramientos tra ina lavandiera e in bombiero? … E anque…
    tra ina gringa come me e ono criollo come osté… que
    é propio in chino…". El criollo no entiende razones, y
    lo expresa con estas palabras: "-¿Pobre?… ¡La gran
    perra, que había sido avarienta!… ¿Y
    tuavía querés ser más rica de lo que sos, mi
    vida?… ¡Pucha!… ¡si al pensar que me vi’a
    juntar con vos, me parece que me junto con el Banco e
    Londres!…".

    El mismo tema es abordado por Fray Mocho en "Tirando al
    aire" (2), cuadro en el que un italiano, requerido de casamiento,
    afirma no poder hacerlo
    por estar ya casado en su tierra. En un texto de Fray Mocho vemos
    a dos argentinas intentando una alianza matrimonial con un
    inmigrante, mas la misma no se da porque el italiano declara
    estar casado ya en su país. Ante esta situación, la
    tía de la joven lo increpa: "-¿Y que más
    quedrá este condenao?… ¡Se necesita ser un gringo
    afilador, pa crer que una muchacha como mi sobrina sea capaz de
    fijarse en él si no es para casarse!… ¿Pa
    qué estarán los criollos?… ¡Aura mismo le
    habi’avisar al escribiento que no habías sido lo que
    parecés… condenao!… ¡Si hasta facha
    e’criminal en tu tierra t’estoy encontrando…
    verás con quién te has metido a tirar tiros al
    aire!…".

    En "Un sepelio atmosfèrico (Crònica de
    1891)", Juan Carlos Dàvalos relata el destino que un
    gringo, un astrònomo inglès radicado en Salta,
    eligiò para sus restos: "A toque de clarines, la ceremonia
    dio comienzo a las 3, hora en que el globo, totalmente hinchado,
    cernìase por encima de la muchedumbre apeñuscada.
    Debajo del globo, sobre una mesa, notàbase un bulto largo,
    especie de tùmulo cubierto por un amplio trapo negro:
    ahì estaba el cadàver de Mr. Stop. La banda
    policial atacó entonces la marcha de Jones –llamada
    aquí ‘Marcha del Señor del Milagro’-, y
    todo el mundo la escuchó de pie, descubierta la cabeza y
    el porte compungido. (…) A las cuatro menos cuarto, uno de los
    bomberos, apartando el trapo negro, dejó al descubierto el
    envoltorio blanco y fusiforme que contenía debidamente
    liado, el cadáver de Mr. Stop. (…) Mr. Stop viajaba,
    pues, hacia la Cordillera, a diez mil metros de altura, por lo
    menos, y a estas horas se cierne seguramente sobre las e! normes
    soledades del Océano Pacífico" (3).

    Un británico protagoniza "Mister Meaney", de Juan
    Carlos Dávalos: " ‘El gringo Meaney’ fue en el
    Colegio Nacional de Salta una de las últimas
    víctimas de nuestra incultura, en una época en que
    la buena crianza de mucha gente bien nacida estaba lejos de
    alcanzar el excelente nivel medio que observamos hoy. (…)
    Tocóle a Mister Meaney por una pesada chanza de su
    destino, anclar un día en la vetusta y aburrida Salta, y
    quedarse aquí, como profesor de
    inglés, a lidiar con las anuales hornadas de aldeanos
    cachafaces que se renovaban en el colegio y que veían en
    el talentoso gentleman, no un profesor, ni menos un amigo, sino
    un tipo exótico y singular, una verdadera golosina para el
    descomedido afán de titeo que hormigueaba en aquellas
    juveniles almas semibárbaras. Al principio porque el
    gringo champurreaba el castellano, y más tarde
    –cuando lo aprendió-, porque lo pronunciaba a su
    modo, las clases de Meaney fueron siempre un espectáculo
    de feria. Y aquel carácte! r de suyo excéntrico
    acabó por agriarse. Cuando lo conocí –llevaba
    él veintitantos años de enseñanza-, ya se había divorciado
    de nuestro medio intelectual y social, hasta detestarlo con
    hosquedad irreductible" (4).

    Guillermo House evoca, en "El mangrullo", la
    agonía de un hijo de inmigrantes, y el heroísmo del
    camarada sanjuanino que intenta protegerlo: "El conscripto
    Colombo (un hijo de gringos de la provincia de Santa Fe) es
    regular tirador, pero flojazo para las penurias. (…)
    Como Colombo no puede moverse, él le introduce en la boca
    su dedo meñique húmedo de rocío. Pero
    el sol no
    tarda en disipar este engaño, y desde temprano se deja
    sentir. (…) De súbito, uno de ellos –un carancho
    viejo- mira con sus pequeños ojos sanguinarios hacia la
    plataforma donde se hallan los soldados vencidos por la fiebre. El uno
    junto al otro, inmóviles, parecen muertos. (…) Un trozo
    de oreja de Colombo se va en la garra de un chimango. Zapata,
    reuniendo las pocas fuerzas que le quedan, lo defiende con su
    blusa y un cuchillo. Pero, cuando se echa hacia atrás para
    tomar aliento, el carancho viejo, que avizora, se atreve; y el
    ojo de Zapata queda vacío del formidable picotazo" !
    (5).

    Humberto Costantini escribe acerca de un gringo; en su
    "Historia de una amistad":
    "Hacía veinte días que no lo veía a don
    Aldo. La última vez fue un domingo a la mañana.
    Gringo loco, vino a golpear a casa para contarme no sé
    qué cosa de la contribución territorial. Como si a
    mí me importara un pito de la contribución
    territorial. Ahora que el rematador se hizo cargo de todo. Pero
    yo lo escuchaba y me daba risa oírle decir que
    había tiempo hasta junio y que la multa y qué
    sé yo que lío de papeles. Como si yo fuera un
    propietario, un gringo como él. Como si yo la hubiera
    comprado a la tapera ésta y no la hubiera recibido de mi
    mujer cuando los
    terrenos por aquí no valían nada. Pero él no
    entendía de esas cosas. Me hablaba y me mostraba las
    boletas y me daba consejos. Así fue siempre. Y por eso yo
    lo quería al gringo. Me llamaba don Cipriano y le gustaba
    oírme hablar de las cosas de antes. (…) Nos
    seguíamos viendo los domingos. O en las noches de verano.
    Cuan! do el calor empuja a
    la gente a la calle. Eran lindas esas noches. Las ranas tocaban
    campanitas en la zanja. Y el olor a tierra húmeda, a
    crisantemo de los jardines recién regados. Y el ligustro
    atorándose de sombra. Y los paraísos. Hasta tarde
    solíamos quedarnos charlando. O a lo mejor callados,
    mirando el agua de la
    zanja como se sacudía de golpe con una zambullida. O los
    bichitos de luz que
    levantaban estrellas en los baldíos. Eran lindas esas
    noches. Y a mí me gustaba cuando don Aldo me hablaba de
    sus cosas. Cuando vine a América, ¿sabe?, me
    soñaba tener una casa y una familia. Muchos
    hijos, sabe. Así como usted. O más todavía.
    Ocho, diez. Una mesa larga, larga, y todos allí a la noche
    comiendo con buen apetito. En mi ciudad había un sastre
    que tenía doce. Todos carabineros. ¿Se imagina? Con
    estos sombreros grandes…, me decía. Era como si me
    agarrara de la mano y me llevara hasta su mundo. Simple, limpio.
    Él me hablaba y yo entonces era un buen hombre. (…)"
    (6).

    En "Lotz no contesta", cuento de
    Isidoro Blaisten que integra Carroza y reina, volumen
    distinguido con el Premio Fortabat, aparece una alusión a
    los gringos: "Pecheny giró otra vez el cenicero,
    volvió a sacudir otra vez la ceniza, volvió a mirar
    lentamente el humo alargado que se iba por la banderola y
    aplastó el cigarrillo que ya comenzaba a abrirse.
    Después dio vuelta varias veces el sobre del papel, lo
    abrió, leyó todo
    lo que decía: Papel de fumar – 75 hojas. El
    Surubí . Marca registrada.
    Tírese suavemente de la hoja. Selecta SAIC – Goya.
    Corrientes Papel engomado
    . Lotz se reía:
    ¿Cuándo piensa comprar los cigarrillos hechos,
    Pecheny? Ya ni los gringos de las colonias" (7).

    Don Domingo, personaje creado por Fanny Fasola
    Castaño para su cuento "Y el paisano va", recuerda su
    infancia: "Los
    niños
    tenían una mesa aparte, alrededor de la cual podían
    mezclarse en sus juegos. Y
    él se veía corriendo atrás de sus primas,
    algunas criollas y otras gringas. Sí, porque su madre era
    una de esas inglesas que habían llegado con su familia
    buscando mejores horizontes, huyendo de conflictos
    religiosos e intentando afianzarse en la campiña que tanto
    les agradaba. Así, según los relatos escuchados,
    había logrado, con muchos despertares antes del amanecer y
    mucho coraje en las tareas rurales, un lugar en esta patria ajena
    pero que ya amaban y a la que casi pertenecían. De a poco
    todos se habían ido casoreando con criollos y sólo
    algunos lo habían hecho con compatrotas llegados a la
    región. De ahí que, desde chiquito, había
    aprendido las costumbres del campo, que le había
    enseñado su tata" (8).

    En "Ojos gitanos" (9), María del Carmen
    García presenta a Carmela, "una gitana como toda gitana,
    morena y habladora, activa y vigorosa, que criaba a sus siete
    hijos como si no le costara esfuerzo. La ropa siempre limpia y
    ordenada, la pieza pulcra donde no faltaba un altarcito para la
    Virgen del Rocío y una guitarra que a veces su Rafael
    sonaba con melancólicos rasguidos andaluces".

    Presenta, asimismo, a unos asturianos: "Algún
    tiempo atrás habían llegado a Buenos Aires como
    otros tantos inmigrantes, esperanzados en un futuro sin miseria
    ni guerras.
    Primero llegó él; un año después
    ella. Ella era joven y bonita, pequeña y ágil en
    sus movimientos, alegre de carácter. El era alto y hosco, de hablar
    poco y trabajar mucho. Se habían conocido de niños
    en la aldea de Asturias en la que nacieron y se encontraron en
    Buenos Aires gracias a los oficios del padrino Manuel y como era
    de suponer se casaron en un septiembre lluvioso de
    1910".

    Doménico, un campesino
    italiano herido durante una huelga en
    Buenos Aires, en 1919, siente nostalgia de su país. El
    personaje creado por María del Carmen García "Se
    quedó pensando en su casa de Pescara, la casa de sus
    padres, las paredes amarillas, las viejas tejas rotas,
    descoloridas, que cobijaban en una cocina y en una sola
    habitación a una numerosa familia de doce almas. Su casa
    estaba entre colinas, de forma que desde allí no
    podía ver el mar, pero bastaba con que subiera hasta una
    cumbre vecina para que apareciera, como en una visión
    divina, el brillo enceguecedoramente azul de las aguas del golfo,
    la alta y diáfana línea del horizonte, tan alta que
    daba la impresión de un mar suspendido en el aire. Y los
    barcos de todos los calados y los veleros con una fiesta de velas
    al viento que semejaban una eterna despedida. (…) Esa tarde de
    verano, agobiante y triste, en que se sentía tan solo y
    tan dolorido, el recuerdo de su ‘paese’ lo
    envolvía en una nube ! dulce de nostalgia"
    (10).

    Ebelot es el protagonista de "El francés de la
    zanja", otro cuento de María del Carmen García,
    quien escribe: "El ingeniero Alfredo Ebelot llegaba con su andar
    de trancos largos, sombrero de fieltro cubriendo su rubia y
    rizada cabellera, botas altas y un poncho pampa cubriendo el
    hombro izquierdo. El francés se sumaba con frecuencia a
    beber unas ginebras y a oír y narrar los avatares de un
    día más en ese confín del mundo en
    América. Lo había contratado el ministro Alsina, al
    que conoció en una cena en casa de alguna de las familias
    distinguidas de Buenos Aires.Su conversación franca y
    sencilla, su prodigiosa imaginación y sobre todo su
    espíritu de aventura, convencieron al ministro de
    Avellaneda de que ése era el hombre indicado para realizar
    su absurda cruzada contra el indio: la construcción de una gran fosa de cien
    leguas de extensión que detuviera las incursiones de los
    malones que asolaban fortines y pioneros. Partiría desde
    Bahía Blanca y sería complet! ada con la
    construcción de ochenta fortificaciones. Alsina, enfermo y
    exaltado, deseaba sellar con una gran obra sus funciones como
    ministro de guerra"
    (11).

    Notas

    1. Fray Mocho: Cuentos. Buenos Aires, Huemul,
      1966.
    2. ibídem
    3. Dávalos, Juan Carlos: "Un sepelio
      atmosférico (Crónica de 1891)", en Los
      buscadores
      de oro
      . Incluido en Dávalos, Juan Carlos: La
      muerte de
      Sarapura Antología
      . Buenos Aires, CEAL, 1980.
      Págs. 96 a 101. (Capítulo, vol. 66).
    4. Dávalos, Juan Carlos: "Mister Meaney", en
      Los buscadores de oro. Incluido en Dávalos, Juan
      Carlos: La muerte de Sarapura Antología. Buenos
      Aires, CEAL, 1980. Págs. 102 a 106. (Capítulo,
      vol. 66).
    5. House, Guillermo: "El mangrullo", en L. Gudiño
      Kramer, J.P. Sáenz y otros:: El cuento argentino
      1930-1959* antología
      . Selecc. prólogo y notas
      de Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1981. Pág. 83.
      Vol: 77.(Capítulo).
    6. Costantini, Humberto: "Historia de una amistad"
      (fragmento), en www.abanico.edu.ar.
    7. Blaisten, Isidoro: "Lotz no contesta", en Carroza
      y reina
      . Buenos Aires, Emecé, 1986. 219
      pp.
    8. Fasola Castaño, Fanny: "Y el paisano va", en
      "Cuentos de criollos", en Cuentos de criollos y de gringos,
      Breves historias con Historia
      , en colaboración con
      María del Carmen García. Buenos Aires,
      Vinciguerra, 1996.
    9. García, María del Carmen: "Ojos
      gitanos", en "Cuentos de gringos", en Cuentos de criollos y
      de gringos, Breves historias con Historia
      , en
      colaboración con Fanny Fasola Castaño. Buenos
      Aires, Vinciguerra, 1996.
    10. García, María del Carmen:
      "Dóménico, el campesino obrero", en "Cuentos de
      gringos", en Cuentos de criollos y de gringos, Breves
      historias con Historia
      , en colaboración con Fanny
      Fasola Castaño. Buenos Aires, Vinciguerra,
      1996.
    11. García, María del Carmen: "El
      francés de la zanja", en "Cuentos de gringos", en
      Cuentos de criollos y de gringos, Breves historias con
      Historia
      , en colaboración con Fanny Fasola
      Castaño. Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
       

    En
    poemas

    En el Martín Fierro (1) encontramos
    referencias al gringo en diversos pasajes. Transcribo
    algunos:

    Había un gringuito cautivo

    Que siempre hablaba del barco-

    Y lo augaron en un charco

    Por causante de la peste-

    Tenía los ojos celestes

    Como potrillito zarco.

    Que le dieran esa muerte

    Dispuso una china vieja-

    Y aunque se aflige y se queja,

    Es inútil que resista-

    Ponía el infeliz la vista

    Como la pone la oveja.

    Otro:

    Un nápoles mercachifle

    Que andaba con un arpista,

    Cayó también en la lista

    Sin dificultá ninguna:

    Lo agarré a la treinta y una

    Y le daba bola vista.

    Se vino haciendo el chiquito,

    Por sacarme esa ventaja;

    En el pantano se encaja

    Aunque robo se le hacía-

    Lo cegó Santa Lucía

    Y desocupó las cajas.

    Lo hubieran visto afligido

    Llorar por las chucherías-

    "Ma gañao con picardía"

    decía el gringo y lagrimiaba,

    mientras yo en un poncho alzaba

    todita su merchería.

    Y también:

    Era un gringo tan bozal,

    Que nada se le entendía.

    ¡Quién sabe de ánde
    sería!

    Tal vez no juera cristiano,

    Pues lo único que decía

    Es que era papolitano.

     Alvaro Yunque escribe acerca de los gringos
    (2):

    Rumbo al oeste, por la Avenida

    esta ruda familia de italianos:

    A la cabeza el padre, un hombrachote

    que lleva un chiquitiño entre sus
    brazos;

    atrás de él dos muchachas, dos
    gringuitas

    de trenzas rubias y de ojos garzos;

    detrás la madre cuyo vientre
    elévase

    con la promesa de algún nuevo
    vástago;

    y aún detrás cansadamente
    marchan

    dos chicuelos cogidos de la mano;

    y golpean los rudos zapatones

    y exhiben los vestidos aldeanos

    aquellos inmigrantes que contemplan

    todo con grandes ojos asombrados.

     En "La invasión gringa" (3), uno de los
    poemas reunidos en Monsieur Jaquín, Pedroni evoca
    la inmigración traída por
    Castellanos:

    Hoy nadie llegaría.

    Pero ellos llegaron.

    Sumaban mil doscientos.

    Cruzaron el Salado.

    Al cruzarlo, afanosos,

    lo probaron.

    Y los hombres dijeron:

    -¡Amargo!-

    Pero siguieron.

    En la espalda traían clavados

    dos ojos de fuego,

    los de Aarón Castellanos,

    salteño.

    Los barcos

    (uno… dos…

    tres… cuatro…)

    ya volvían vacíos

    camino del Atlántico.

    Su carga estaba ahora

    en un convoy de carros;

    relumbre de guadañas;

    desperezos de arados;

    hachas, horquillas,

    palos;

    algún fusil alerta;

    algún vaivén de brazos;

    nacido en el camino,

    algún niño llorando.

     El trigo lo traían las mujeres

    en el pelo dorado.

    Hojas de viejos libros

    volaban sobre el campo.

    Oscar González, en "La anunciación" (4),
    evoca a la madre gringa:

    (A partir de La Anunciación de Antonello
    de Messina. Museo Nacional de Palermo, Italia)

    Llegó a Puerto Nuevo

    En otro fin de siglo

    Confiando en la arcilla de estas playas

    Y abierta como un surco,

    Se dio a la tarea de procrear espigas.

    Era la María aquella,

    Inefable, serena,

    Que Antonello plasmara en Palazzolo

    Acreide.

    Original mixtura de reflexión
    flamenca

    Con el primo renacimiento.

    No le fue fácil abandonar su aldea.

    Colocó en el bolso:

    Las faldas con girasoles estampados,

    La blusa tostada por el sol mesinés

    Y, envuelta con ilusiones,

    Una Madona para la buena suerte.

    Se alejó lagrimeando

    Por las lunas cesantes

    Y, embarcada en tercera, atravesó

    El océano como un campo de alfalfa.

    Sin imaginar el sur,

    Ilimitado, sediento,

    Desembarcó asombrada un día
    cualquiera,

    En un extraño puerto sin molinos ni
    cabras.

    Pronto supo que América

    No regalaba nada.

    Y tranqueó el empedrado camino del
    taller.

    O sentada a la Singer enfrentó los
    aprietes.

    O resistió en las chacras heladas y
    granizos.

    Y fue la mamma gringa,

    Querendona y bravía, que entregó
    sus

    cachorros.

    A otra tierra y otra lengua.

    Abeja silenciosa en un país de
    afanes,

    Se multiplicó en sarmientos.

     Notas

    1. Hernández, José: Martín
      Fierro
      . Testo originale con traduzione, commenti e note di
      Giovanni Meo Zilio. Buenos Aires, Asociación Dante
      Alighieri, 1985.
    2. Yunque, Alvaro: "Una familia de inmigrantes por la
      Avenida", en Versos de la calle. Buenos Aires,
      Editorial Claridad, 1924.
    3. Pedroni, José: "La invasión gringa"
      (fragmento), en Hacecillo de Elena. Santa Fe, Colmegna,
      1987.
    4. González, Oscar: "La anunciación", en
      El Tiempo, Azul, 16 de abril de 2000.

    En canciones

    De 1987 es el schotis titulado "El Gringo Creñuk"
    (1), con letra de Teresa Parodi y música de Antonio
    Tarrago Ros, que transcribimos:

    Por la picada, descalzo, Creñuk

    viene cruzando las llamas del sol

    roja la tierra le incendia los pies

    cuando la pisa marcando el talón.

    Si voltea un tronco, siente

    que voltea su dolor

    con las mismas manos tala

    árbol, pena y corazón.

    Y le arranca melodías

    torpemente al acordeón

    mientras canta para todos

    con ternura esta canción.

    Siempre en el mar de sus ojos se ven

    las dos orillas de su corazón

    una que ahora ya sabe querer

    otra que nunca jamás olvidó.

    Campo helado es una orilla

    la otra roja, puro sol

    con las mismas torpes manos

    con que se hacha el corazón

    él le arranca melodías

    dulcemente a su acordeón

    mientras canta con ternura

    otra vez esta canción.

    Notas

    1. Parodi, Teresa y Tarrago Ros, Antonio: "El Gringo
      Creñuk", en www.tarrago-ros.com.ar.

    En leyendas

    Un gringo protagoniza la leyenda acerca de "La ciudad
    encantada de Junín", que dice así:

    "Dicen que hay una ciudad encantada en ese cerro, en el
    Lanín.
    Dicen que se ha visto gente. Había un ingeniero que
    porfiaba por subir al Lanín. José Perez, paisano
    viejo, le dijo a un muchacho:

    – Vamos a ver compañero, ¿Va a subir a ese
    tapado de nieve, ése que nunca seca?

    – Compañero, no va aparecer mas si va. Hay un
    pueblo adentro. Te dan calabozo si vas. La gente paisana
    decía así. ¿Va a ser capaz de subir ese
    gringo?

    Y el gringo porfiaba por subir, Y dicen que los dos y
    otro compañero fueron a subir: Ahí dicen que se
    enojó el cerro y que venía un viento fuerte y
    nevaba. Y caían. No los dejaba subir. Se resbalaban , se
    revolcaban y se perdían en la nieve. Se golpeaban por
    todas partes. Se cansaron , no se podían sujetar. De un
    soplido las mandó rodando y llegaron abajo. Entonces se
    les antoja recorrer toda la orilla . Y había un puente. El
    gringo andaba como loco. Y entró, y pasó el puente
    . Se abrió como una boca y quedó ahí
    adentro. Y el muchacho decía:

    – Casi me tocó a mi también. Casi
    quedé adentro no más. Se perdió el
    compañero. Y el viento siempre enojado los
    perseguía. Los dos que quedaban oyeron todo. Dicen que
    hablaba gente, toreaban los perros , bramaban
    como vacas y toros, relinchaban caballos. De todo se oía

    Dicen que ahí se ha perdido gente. Entran a ese
    pueblo y no vuelven mas.-

    Dicen que a los años apareció el gringo. A
    los dos años se aparece la gente que ahí se ha
    quedado. Lo reconocieron, pero no hablo nada . Todo blanquito,
    chupada la sangre. Los
    compañeros lo vieron al gringo. El les volvió la
    espalda y no se los vió más.- Dicen que el
    Lanín se tragó ese pueblo y que no va a aparecer
    mas".

    Notas:

    1. S/F: "Mitos y
      leyendas de la región", en Sitio Oficial de la
      Municipalidad de San Martín de los Andes,
      www.smandes.gov.ar.

    En
    teatro

    En La gringa, de Florencio Sánchez, leemos
    estos fragmentos (1):

    "¡Los gringos desalmaos! Podridos en plata y
    haciendo trabajar a esas criaturas (…)

    Te parece cosa linda que de la mañana a la noche,
    un extranjero del diablo, que ni siquiera argentino es, se te
    presente en la casa en que has nacido (…) y te diga: fuera de
    acá, ese rancho ya no es suyo. (…)

    ¡Mire qué linda pareja! Hija de gringos
    puros… hijo de criollos puros. De ahí va a salir la raza
    fuerte del porvenir"

    En Barranca abajo (2), también de
    Florencio Sánchez, uno de los personajes alude a los
    gringos. Dice Ña Martiniana: "Güeno, pitaremos, como
    dijo un gringo… (Lía un cigarrillo y lo
    enciende
    )":

    Gregorio de Laferrere alude, en ¡Jettatore!
    a una gringa. Dice Don Rufo: "¡Y yo que creía que no
    hacían daño
    sino a las viejas! ¡Qué julepe el de la gringa
    cuando se lo cuente!" (3).

    Notas

    1. Sánchez, Florencio: La gringa. Citado
      en www.oniescuelas.edu.ar.
    2. Sánchez, Florencio: Barranca abajo.
      Buenos Aires, CEAL, 1968.
    3. Laferrere, Gregorio de: ¡Jettatore!
      Buenos Aires, CEAL, 1968.

    En
    televisión

    En 1984, "Con su monumental y multitudinario proyecto que
    quedarà trunco, Los gringos, David Stivel llega a
    ATC con la pretensiòn de contar en tres años el
    recorrido de los inmigrantes a travès de varias
    generaciones. ‘Es una saga –detalla Stivel a
    Clarìn, mientras su hija Andrea participa en la
    producciòn- de varias familias: dos italianas, una
    española y otra judìa, que llegan al paìs en
    1890. Se trata de un homenaje a nuestro origen que nos
    permitirà detectar sus virtudes y sus defectos’. La
    idea inicial es del propio Stivel y de Aìda Bortnik, pero
    los libros los
    escribe Juan Carlos Genè y actùan Bàrbara
    Mujica, Julio de Grazia, Marta Bianchi, Emilio Alfaro, Luisina
    Brando y Miguel Angel Solà" (1).

    Notas

    1. Sirvèn, Pablo: "La patota cultural", en
      Ulanovsky, Carlos; Itkin, Silvia y Sirvèn, Pablo:
      Estamos en el aire. Buenos Aires, Planeta,
      1999.

    …..

    Los gringos hicieron de la Argentina su otra patria.
    Historiadores, investigadores, novelistas, cuentistas, poetas,
    autores teatrales, músicos y realizadores televisivos, nos
    brindan su personal vivencia
    de este fenómeno social, que les atañe a ellos como
    inmigrantes, como descendientes de quienes emigraron, o como
    espectadores de esa realidad, y a nosotros, como nación
    que recibió su aporte.

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

    Lic. en Letras UNBA, Periodista

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