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Las crisis de gobernabilidad en América Latina. El caso de Ecuador




Enviado por Adalberto C. AGOZINO



    1. La gobernabilidad como
      problema
    2. La resistencia
      civil
    3. Desafíos a la
      gobernabilidad en América Latina
    4. La crisis de gobernabilidad en
      ecuador
    5. La rebelión de los
      forajidos
    6. Consecuencias de la crisis de
      gobernabilidad en América Latina
    7. Pobreza, inseguridad e
      ingobernabilidad
    1. LA
      GOBERNABILIDAD COMO PROBLEMA

    Uno de los problemas
    más serios que afrontan los sistemas
    políticos contemporáneos, especialmente los
    pertenecientes a países del Tercer Mundo, es como mantener
    la gobernabilidad. En el mundo anglosajón,
    "governance", es un término que ha sido empleado
    habitualmente para hacer referencia al ejercicio de la autoridad en
    una determinada esfera. A utilizado se ha empleado como
    sinónimo de gestión
    eficaz.

    El concepto de
    "gobernabilidad" ha sido introducido dentro del
    vocabulario de la ciencia
    política
    por los expertos de la "Trilateral Comisión", en la
    década de los años setenta, para hacer
    mención a los problemas que enfrentaban los
    regímenes democráticos debido al aumento de las
    demandas sociales.

    Actualmente se habla de gobernabilidad para indicar la
    razonable capacidad de mando, de conducción
    política y de disciplina
    democrática que pueden alcanzar las autoridades en una
    sociedad.

    En la mayoría de las sociedades la
    gobernabilidad se sustenta sobre la existencia de una
    relación armónica entre los principales actores de
    la comunidad. En
    especial de aquellos actores dotados de un poder
    suficiente como para alterar de una forma significativa el orden
    público, impulsar o detener el crecimiento
    económico o, en general, afectar de forma
    significativa la marcha de la sociedad. Estos actores suelen
    controlar factores claves del aparato productivo –sindicatos,
    entidades empresariales, etc.-, dirigen organizaciones de
    masas –partidos
    políticos, organizaciones sociales de protestas,
    grupos de
    desocupados, campesinos sin tierra,
    indígenas, etc.-, tienen influencia sobre la maquinaria
    burocrática del Estado,
    detentan el control de los
    armamentos –cuerpos militares y de seguridad– o
    posean la capacidad de influir en la formación de ideas y
    en la distribución de la información –la prensa y otros
    medios de
    comunicación de masas-.

    En consecuencia, podemos caracterizar también a
    la gobernabilidad como la capacidad previsible de un sistema
    político de perdurar en el tiempo.

    En América
    Latina la gobernabilidad se encuentra amenazada, entre otros
    factores, por la crisis fiscal de los
    estados, la falta de institucionalización de las
    organizaciones y procesos
    políticos, el colapso de los aparatos administrativos y la
    falta de legitimación de las estructuras
    políticas. Los problemas de gobernabilidad
    en la región se han expresado a través de
    revoluciones, insurrecciones civiles y golpes de Estado de
    carácter militar.

    En las últimas décadas, en particular, la
    amenaza más seria a la gobernabilidad democrática
    esta representada por la aparición de ciertos
    "movimientos sociales" que someten al Estado a una
    sobrecarga de demandas que no está en capacidad de
    satisfacer en tiempo y forma. La incapacidad de los gobiernos
    para responder a esas demandas incrementa el nivel de
    frustración y agresividad de quienes integran estos
    movimientos hasta que la misma deriva en la apelación a
    diversas formas de coacción violenta que pueden ser
    calificadas como "resistencia
    civil"
    .

    La metodología revolucionaria que en los
    países latinoamericanos, durante los años de la
    Guerra
    Fría, apeló al "foquismo" y a la
    guerrilla urbana como método
    para la toma del poder parecer ser cosa del pasado. No obstante,
    algunos grupos revolucionarios no han renunciado a la violencia como
    método de lucha política. El Estado
    burgués ha aprendido a enfrentar con éxito a
    la guerrilla. Existen sin embargo otros medios de
    violencia política que se adaptan mejor a la actual
    coyuntura, como la resistencia civil o resistencia
    social
    como prefieren denominarla los grupos que la
    practican.

    II LA RESISTENCIA
    CIVIL

    La resistencia civil de las masas enfocada hacia la
    consecución de objetivos
    políticos y sociales fue una fuerza
    significativa durante el siglo XX. Desempeñó en
    algunos casos un papel central durante el proceso de
    descolonización que siguió a la Segunda Guerra
    Mundial y luego en la lucha contra gobiernos
    despóticos.

    Alcanzó su mayor expresión cuando Mahatma Gandhi
    la empleó para lograr la independencia
    de la India.
    Olvidada por algunos años, se actualizó como medio
    de lucha política cuando decenas de miles de personas se
    lanzaron a las calles de Manila, capital de
    Filipinas, en febrero de 1986, logrando derrocar el
    régimen corrupto de Ferdinando Marcos. Luego
    cumplió un rol destacado durante las transformaciones
    operadas en Europa Oriental,
    a partir de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín y
    finalizó la Guerra
    Fría.

    Más recientemente, en Colombia,
    importantes sectores de la sociedad proponen apelar a la
    resistencia civil para salir del círculo vicioso de
    terrorismo y
    represión. Candidatos presidenciales, como Noemí
    Sanín, del "Movimiento Si
    Colombia", afirman que la resistencia civil es: "el derecho que
    le asiste a los ciudadanos de organizarse para oponerse de manera
    pacífica pero activa, a todos los sectores violentos que
    atenten contra sus derechos fundamentales
    empezando por el de la vida". Estos sectores anuncian que: "Miles
    de colombianos se están levantando para enfrentar, sin
    armas y sin
    violencia, armados de valor y
    decisión, esta escalada de muerte y
    horror. Desde el Cauca hasta el Meta, pasando por la capital del
    país, la movilización de una verdadera resistencia
    civil frente a la violencia es necesaria para hacerle entender a
    las FARC, al ELN y
    a las Autodefensas que el país quiere la paz, pero no cede
    ante el chantaje de la
    muerte."

    La resistencia civil es un método de lucha
    colectivo que no recurre en principio a la utilización de
    la confrontación armada en un sentido de impunidad,
    unilateralidad ni destrucción de cuerpos adversarios. Es
    muchas veces asociada o fundida con las formas de lucha no
    violenta activa –se sitúa dentro de ese marco
    más amplio- aunque no necesariamente implique que se
    incline en forma clara por una ética
    pacifista o por el empleo de la
    violencia.

    Es utilizada de forma creciente por grupos radicalizados
    de América Latina como un medio de lucha política
    en casos donde en el pasado se habría contemplado como
    única opción una guerra revolucionaria.

    El crecimiento de la protesta social en diversas
    regiones del subcontinente parece indicar que la resistencia
    civil constituye una estrategia valida
    para grupos, de distinta orientación política e
    ideológica, que cuestionan el orden de las sociedades en
    que viven. En consecuencia, es de esperar que los
    fenómenos de resistencia civil sean aún más
    frecuentes durante el siglo XXI.

    Los métodos de
    la resistencia civil son diversos y abarcan desde la protesta
    pacífica y la persuasión hasta la falta de
    cooperación social, económica y política que
    termina por derivar hacia formas violentas de protesta que asumen
    la forma o modalidad de estallidos sociales o saqueos.

    Diversos autores mencionan las modalidades que
    podríamos considerar "tradicionales" y que ha
    empleado la resistencia civil en el pasado. Citan dentro de estas
    modalidades tradicionales de la resistencia civil a las
    manifestaciones, huelgas de hambre, petitorios y recolecciones de
    firmas, dentro de las modalidades no violentas. En tanto que las
    huelgas, en especial las llamadas huelgas revolucionarias o
    salvajes, el trabajo a
    reglamento, boicots, sentadas, ocupaciones, creación de
    instituciones
    paralelas de gobierno e
    incluso los saqueos y el pillaje, constituyen formas más
    violentas que sin embargo no llegan a la modalidad de lucha
    armada.

    En su forma clásica, la resistencia civil ha sido
    mayormente liderada y convocada por una organización de tipo político y/o
    sindical. Los términos movilización, marcha,
    concentración y manifestación describen
    géneros de protesta por los que las entidades
    organizadoras de los encuentros llaman a la población, al afiliado o también al
    ciudadano a expresarse y acompañarlas. Habitualmente,
    tales demostraciones confluyen o se reúnen en plazas
    públicas o espacios abiertos frente a las sedes de los
    poderes resolutivos del Estado: el Ejecutivo y el Legislativo. Se
    realizan para conmemorar ciertas fechas claves, pero sobre todo
    para peticionar y exigir cambios en la política
    gubernamental que originen una mejora de las condiciones
    laborales o sancionen una legislación acorde a los
    intereses que representan tales organizaciones.

    Desde mediados de los años noventa y en el marco
    de los efectos de políticas de reducción del Estado
    y de administraciones incompetentes, van surgiendo otras
    modalidades para la resistencia civil.

    Ahora bien, cualquiera sea la modalidad que la
    resistencia social asuma –violenta o pacífica,
    tradicional o innovadora- debe respetar dos principios
    básicos. Por un lado, ser una "acción
    colectiva"
    y no una expresión de disidencia
    individual. Por el otro, que evite cualquier empleo
    sistemático de la lucha armada. Esto no implica que la
    resistencia civil exija la aceptación de una ética
    pacifista o no violenta.

    Por el contrario, una de las figuras políticas
    centrales en el desarrollo la
    resistencia civil en Argentina, la presidenta de Madres de Plaza
    de Mayo, Hebe de Bonafini, por ejemplo, afirma claramente:
    "Los pueblos tenemos que tener nuestras propias leyes, y si
    queremos la revolución
    –y lo dijo muchas veces el presidente Chávez, y lo
    dijo Fidel-, una revolución sin armas no es posible, es
    una cagada, porque siempre nos pasa, ellos nos reprimen,
    ¿y nosostros qué?"
    Al no apelar directamente al
    empleo de las armas como método para la toma del poder, la
    resistencia civil se diferencia de la insurrección armada,
    la guerra de guerrillas o la guerra convencional.

    Otro aspecto a destacar es que, paralelamente a la
    redefinición de algunas modalidades y la aparición
    de formas innovadoras de la resistencia civil, se fueron operando
    nuevas identificaciones de los protagonistas –piqueteros,
    mineros y cocaleros, marchas de indígenas y campesinos sin
    tierra, vecinos autoconvocados, caceroleros, etc.-. Estas
    categorías van indicando la progresiva
    desafiliación a las organizaciones sindicales, a los
    partidos políticos y a todas aquellas formas organizativas
    surgidas en el marco del Estado como institución dominante
    de la vida social y política de un país.

    En una confrontación entre las autoridades del
    Estado y un movimiento de base civil cada una de las partes
    tratará de socavar la base de poder de la otra. Para ello
    dependerá del apoyo que pueda obtener de los sectores
    neutrales o no interesados: partidos políticos,
    minorías religiosas, grupos de opinión o incluso
    organismos internacionales o gobiernos extranjeros.

    Los factores psicológicos y morales son elementos
    cruciales en este tipo de contienda política que supone la
    resistencia civil. En una batalla política e
    ideológica planeada para ganar el apoyo de terceras partes
    y reforzar y extender la propia base de poder, el argumento
    central se enuncia casi inevitablemente en términos
    morales. Así un líder
    piquetero no dudará en justificar su accionar violento en
    términos morales diciendo: "No negamos que lo que
    hacemos tiene violencia. Pero 75 chicos muertos por día
    por la pobreza
    también es violencia. La violencia viene de parte del
    régimen en que vivimos"
    . El bando que gana esa
    discusión tiene grandes probabilidades de verse
    reforzado.

    La cuestión moral
    contamina también el debate sobre
    los medios que se deben emplear. Así, por ejemplo, los
    piqueteros no terminan de dilucidar si deben taparse el rostro
    con pañuelos o no. Para las personas que participan de la
    resistencia civil, igual que para los gobiernos que la enfrentan,
    la estrategia exitosa debe contar con una amplia base moral. Y no
    hablamos sólo del tema de si utilizar o no la violencia
    contra las personas o la propiedad,
    sino la cuestión de que acciones no
    violentas estarían legitimadas y tendrían sentido
    político en cada situación concreta. Un piquete,
    por ejemplo, debe resolver si deja un carril libre de la ruta que
    interrumpe para ambulancias o desplazamientos de
    emergencias.

    Si un bando utiliza un procedimiento en
    circunstancias en que no esté justificado, especialmente
    cuando la sociedad en general lo considera como inaceptable, es
    improbable que de resultado. Además, la
    desaprobación del público se sumará a las
    órdenes del gobierno de emplear la fuerza para reprimir a
    sus oponentes.

    III. DESAFÍOS A
    LA GOBERNABILIDAD EN AMÉRICA
    LATINA

    En América Latina, una región
    caracterizada por recurrentes problemas de gobernabilidad
    política, la resistencia civil parece estar
    desempeñando, en el sistema
    político, el papel que antes cumplían los golpes de
    Estado militares. De Puerto Príncipe a Buenos Aires, de
    La Paz a Quito y a
    Lima, las instituciones tiemblan cuando una fracción del
    pueblo se pone en movimiento y se arroga la representación
    de la totalidad de la ciudadanía. En consecuencia los estallidos
    sociales, protagonizados por amplios sectores de la
    población, que expresan su descontento con violencia en
    las calles, están reemplazando a las tradicionales
    asonadas militares.

    La protesta social se ha convertido, en la
    región, en un mecanismo utilizado con frecuencia para
    remover del poder a gobiernos legítimos que, aunque
    elegidos democráticamente, pierden por alguna causa el
    apoyo de su población. Refiriéndose a esta
    circunstancia señala el eminente politólogo Natalio
    R. Botana: "El principio de la democracia
    representativa, fundado en elecciones periódicas y
    transparentes y en el papel mediador de los partidos, choca con
    otro principio, ajeno a las disposiciones constitucionales que,
    con objeto de destituir a los gobernantes, atribuye un valor
    preponderante a las movilizaciones populares en calles, plazas y
    rutas públicas"… "Esta lógica
    latinoamericana de la acción colectiva impugna la
    legitimidad de los regímenes constitucionales, refleja las
    convulsiones sociales de nuestros países y, al mismo
    tiempo, está forjando una suerte de estrategia de asonadas
    populares tan tumultuaria como incierta".

    Considerando la historia reciente de
    Latinoamérica es posible observar que,
    desde 1989, hasta la fecha catorce presidente constitucionales no
    han podido concluir su mandato por causas ajenas a su voluntad.
    De ellos diez perdieron sus cargos debido al estallido de
    violentas protestas sociales –piquetes, saqueos,
    cacerolazos, marchas, huelgas de hambre, etc.- que derivaron en
    incidentes con las fuerzas de seguridad que a su vez originaron
    importantes pérdidas de vidas humanas y cuantiosos
    daños materiales. En
    todos los casos las protestas cesaron una vez que el primer
    mandatario renunció. La siguiente tabla ilustra sobre los
    distintos casos

    CRISIS DE GOBERNABILIDAD EN
    AMÉRICA LATINA

    1989 – 2005

    Para ver la tabla seleccione la
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    IV. LA CRISIS DE
    GOBERNABILIDAD EN ECUADOR

    En Ecuador, los
    tres últimos presidentes constitucionales, fueron
    derrocados mediante el empleo de mecanismos de resistencia civil.
    En todos los casos, se trataba de dirigentes de amplia
    trayectoria política en el país que habían
    triunfado claramente en elecciones libres.

    La primera víctima de protestas organizadas por
    sectores golpistas fue el abogado y empresario
    populista Abdala Bucaram Ortiz. Candidato del Partido Roldonista
    Ecuatoriano, Bucaram había sido elegido, por el 54,7% de
    los votos, para cumplir mandato entre el 10 de agosto del 96 y el
    10 de agosto del 2000. Bucaran sólo logró
    mantenerse en el poder 186 días. Fue destituido en medio
    de una revuelta popular que se originó en una fuerte suba
    de las tarifas de los servicios
    públicos.

    En respuesta a los aumentos, más de dos millones
    de ecuatorianos desfilaron con banderas tricolores con crespones
    negros y golpeando sus cacerolas por las calles, avenidas y
    plazas de las principales ciudades del país. En el
    transcurso de las protestas, se sumaron al descontento tres
    millones de campesinos en los sectores rurales montando piquetes
    en las rutas. Los estudiantes de los colegios y universidades
    salieron a las calles y los incidentes se tornaron cada vez
    más violentas se produjeron muertos y heridos. Bucaram
    debió huir y exilarse en Panamá.

    Para salvar el sistema institucional, el Congreso
    apeló a declarar al presidente "incapacitado para
    gobernar"
    , en febrero de 1997. En su reemplazo asumió
    el doctor Fabián Alarcón Rivera, como presidente
    constitucional interino, el 11 de febrero de 1997, cargo que
    ocupó hasta el 10 de agosto de 1998.

    En las elecciones presidenciales del 31 de mayo de 1998
    se impuso el Doctor en Jurisprudencia
    Jamil Mahuad Wit, de la Democracia Popular – Unión
    Demócrata Cristiana, un activo protagonista de las
    protestas contra Bucaram. En la primera vuelta electoral fue el
    candidato más votado con el 35,3% de los votos y en la
    segunda vuelta del 12 de julio batió al magnate
    guayaquileño Álvaro Noboa Pontón, del
    Partido Rondonista Ecuatoriano con el 51,1%.

    En los primeros meses de gobierno, Mahuad intento
    aplicar un duro plan de ajuste
    económico. El nuevo presidente devaluó el sucre,
    liberalizó el precio de los
    combustibles, suprimió los subsidios para el consumo
    eléctrico e introdujo una serie de medidas de austeridad
    cuyo costo
    recayó directamente sobre las rentas de la
    población.

    El 11 de marzo de 1999, ante el acelerado declive
    económico –tasa de crecimiento negativo,
    inflación interanual del 50%, incremento del
    déficit fiscal hasta alcanzar el 6% del PBI, depreciación masiva del sucre frente al
    dólar, desaparición de las reservas en divisas,
    aceleración de la fuga de capitales-, Mahuad
    anunció un paquete de medidas aún más
    drástico consistente en el incremento del precio de
    combustible en un 174%, congelamiento parcial de los
    depósitos bancarios de particulares durante un año,
    el control por el Estado de más de la mitad del sistema
    bancario ecuatoriano y la clausura temporal de todos los bancos.

    Al mismo tiempo, envió al Congreso una decena de
    proyectos de
    ley que
    contenían reformas fiscales, como el incremento del
    IVA, que se
    elevó del 10 al 15%, y otros destinados a dar vía
    libre a la privatización general de los servicios
    públicos, afectando a la telefonía, la electricidad y
    los hidrocarburos.

    Desde fines de 1998, Mahuad advertía que Ecuador
    se hallaba en virtual suspensión de pagos y que no
    podía hacer frente al servicio de la
    deuda
    pública externa, 12.800 millones de dólares
    –esto era el 60% del PBI-, situación que no aquejaba
    a un país sudamericano desde la aplicación del Plan
    Brady en 1990. Sumadas la deuda pública y privada, el
    total de la deuda externa
    ecuatoriana se acercaba a los 16.000 millones de dólares.
    El presidente anunció, en marzo de 1999, que Ecuador
    vivía su peor crisis económica desde la depresión
    de 1930 y que el país tenía la tasa de
    inflación más alta de América
    Latina.

    El fuerte ajuste provocó una dura reacción
    popular, que diluyó en el acto la popularidad del
    presidente. Un "Frente Patriótico", que
    reunía a los sindicatos, organizaciones populares,
    partidos políticos y empresarios; llamó a la
    desobediencia civil y a detener el intento de Mahuad de
    "consolidar el modelo
    económico neoliberal"
    .

    El 17 de marzo Ecuador quedó paralizado por una
    huelga general
    y al día siguiente Mahuad pactó con el Congreso un
    nuevo plan económico más gradualista. El presidente
    logró ganar algo de tiempo… pero su destino estaba
    sellado.

    El 5 de julio de 1999, comenzó una segunda oleada
    de protestas, incluida una huelga general, convocada por la
    "Confederación de Nacionalidades Indígenas de
    Ecuador"
    –CONAE-, que jaqueó al presidente.
    Mahuad, demostrando una gran capacidad de supervivencia
    política, logró superar la crisis nuevamente dando
    mayor gradualismo al ajuste.

    En enero de 2000, Mahuad afrontó la tercera y
    más peligrosa fase de la resistencia civil. La protesta,
    en esta ocasión, asumió la forma de un clamor
    generalizado por un cambio de
    rumbo en la política
    económica. El día 9, Mahuad anunció la
    dolarización oficial de la economía y la
    fijación del tipo de cambio en un dólar a 25.000
    sucres, con una inflación del 56%.

    Un contexto social explosivo, que se nutrió de la
    pobreza
    endémica de extensas capas de la población,
    sirvió de detonante para el estallido definitivo:
    nuevamente se declaró el estado de sitio por las protestas
    callejeras en Guayaquil, Quito y otras ciudades, el día 12
    de enero un autodenominado "Parlamento Nacional de los Pueblos
    del Ecuador"
    llamó a la resistencia civil y a la toma
    del poder
    ejecutivo.

    Mahuad se negó a renunciar o a revocar el decreto
    de dolarización, pero el viernes 21, miles de
    indígenas y efectivos del Ejército de rangos
    subalternos y medios, ocuparon los edificios del Congreso
    Nacional, la Corte Suprema de Justicia y la
    Contraloría General, declararon cesantes los poderes del
    Estado y anunciaron la formación de una Junta de Gobierno
    integrada por el coronel Lucio Gutierrez, antiguo edecán
    de los presidentes Bucaram y Alarcón, Antonio Vargas
    Guatatuca, líder del CONAIE y Carlos Solórzano
    Constantine, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia.
    Mahuad huyó a los Estados
    Unidos.

    En cuestión de horas, las divisiones y el
    desorden se instalaron en la flamante "Junta de
    Salvación Nacional"
    . El coronel Lucio Gutiérrez
    fue sustituido por un alto oficial menos radical, el general
    Carlos Mendoza Poveda, ministro de Defensa, que antes de terminar
    la jornada encabezó el segundo triunvirato, denominado
    ahora "Consejo de Estado".

    El 22 de enero de 2000 el vicepresidente Gustavo Noboa
    Bejarano presto juramento como presidente, luego de que el
    Congreso hubo decretado que Mahuad había hecho abandono
    del cargo. En realidad, el presidente había sido
    víctima de la resistencia civil llevada a cabo por quienes
    no aceptaban su política de ajuste
    económico.

    El 13 de julio de 2000 la Corte Suprema de Justicia de
    Ecuador inició proceso penal contra Mahuad y dictó
    una orden de prisión acusándolo de violar las
    garantías constitucionales por decretar el congelamiento
    de los depósitos bancarios y la dolarización de la
    economía; extralimitación en sus funciones y abuso
    de poder en sus decisiones; y, uso ilegal de fondos donados por
    importantes empresarios en la campaña presidencial de
    1998.

    Para comprender mejor los sucesos ocurridos con el
    desplazamiento del poder de Jamil Mahuad y el ascenso del actual
    mandatario Lucio Gutierrez nada mejor que pasar revista
    brevemente a su biografía poniendo
    especial énfasis en los sucesos que condujeron a su
    elección como presidente.

    Lucio Gutiérrez es el tercer hijo de un
    agricultor y una enfermera, aunque nació en Quito, en
    1957, se crió en la cercana ciudad de Tena, capital de la
    provincia de Napo. En 1977 se graduó de subteniente del
    arma de Caballería como el primero de su promoción. Además de recibir
    adiestramiento
    como comando de las Fuerzas Especiales y de ganar campeonatos de
    pentatlón militar en el Ecuador y Sudamérica, posee
    los títulos de: ingeniero civil, licenciado en Administración, diplomado en Alta Gerencia y
    diplomado en Liderazgo
    Estratégico, por la Escuela
    Politécnica del Ejército de Quito; licenciado por
    la Escuela de Educación
    Física del Ejército en Río de Janeiro;
    diplomado en Relaciones
    Internacionales y Defensa Continental por el Inter. –
    American Defense College de Washington, diplomado en Seguridad
    Nacional por el Instituto Nacional de Guerra de las Fuerzas
    Armadas ecuatorianas; y, diplomado en Ciencias
    Militares por la Academia de Guerra del Ejército de Quito,
    entre otros cursos de formación especializada.

    Desde su cargo de edecán del presidente
    Abdalá Bucaram, se negó a proteger por la fuerza el
    Palacio Carondelet de Quito, sede del poder Ejecutivo, de los
    manifestantes enardecidos que reclamaban la renuncia del
    presidente, lo cual obligó a Bucaram a abandonar el
    edificio y trasladarse a Guayaquil para mayor seguridad, luego de
    que el Congreso, el 6 de febrero de 1997, los legisladores
    resolvieran cesarlo en sus funciones por "incapacidad
    mental"
    .

    En marzo de 1999, cuando se preparaba para el ascenso a
    coronel, Lucio Gutiérrez transmitió una misiva al
    Alto Mando criticando al Gobierno por desatender los problemas
    del Ejército, y en noviembre siguiente, entregó un
    memorándum al jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas
    Armadas, general Carlos Mendoza Poveda, en él expresaba su
    oposición a pretensión de Mahuad de incrementar los
    impuestos
    sobre la renta y el consumo y advertía que no se
    podía seguir "estrangulando al pueblo ecuatoriano"
    en tanto no se moralizara la función
    pública y se pusiera coto a la corrupción
    generalizada.

    Gutiérrez también demandaba la
    realización de una "revolución
    democrática"
    en el Ecuador a partir de un "diálogo
    vico
    militar"
    con espíritu regenerador y patriótico,
    tarea tanto más urgente por cuanto que "la
    descomposición social era evidente" y existía un
    "altísimo riesgo de entrar
    en una guerra civil". Semanas más tarde, en diciembre de
    1999, Gutiérrez culminó sus exámenes para
    coronel y en la ceremonia de recepción de despachos en el
    Instituto Nacional de Guerra no estrechó la mano de Mahuad
    a la vista de todos los asistentes, incurriendo en un grave acto
    de indisciplina.

    El hecho que no se tomaran medidas contra el
    indisciplinado coronel, parece indicar que Gutiérrez
    estaba planificando un movimiento insurreccional junto con los
    coroneles Fausto Cobo, Luis Aguas, Gustavo Lalama y Jorge Brito,
    más la incierta participación del general Mendoza,
    recién nombrado ministro de Defensa. Fuera de los
    cuarteles, el movimiento contaba con la participación de
    la Confederación de Nacionalidades Indígenas del
    Ecuador –CONAIE, que lideraba el dirigente quechua Antonio
    Vargas Guatatuca, la cual debía actuar como detonante del
    movimiento.

    Tal como se ha relatado, los indígenas reforzados
    por efectivos del Ejército de rangos inferiores y medios
    ocuparon los edificios gubernamentales más importantes, el
    21 de enero de 2000, se generó un momento de
    anarquía que aprovecharon Gutiérrez y sus
    seguidores para presentarse ante la sociedad ecuatoriana al
    frente de la "Junta de Gobierno de Salvación
    Nacional"
    , donde el joven coronel compartía el poder
    con Vargas Guatatuca y Carlos Solórzano Constantine, ex
    presidente de la Corte Suprema.

    Su paso por el poder en este momento sería
    efímero. La alta oficialidad y la clase
    dirigente tradicional se apresuraron a apuntalar el orden de
    cosas puesto en peligro por la movilización de sectores
    sociales, ancestralmente marginados por las clases dirigentes
    criollas. Los líderes indigenistas creyeron poder
    conquistar el poder por vía insurreccional a través
    de una alianza con la oficialidad joven del Ejército pero
    fracasaron.

    Gutiérrez fue desplazado de la Junta y su lugar
    fue ocupado por el general Mendoza. El día 22, el Congreso
    tomó el control de la crisis y propició el acceso
    al poder del vicepresidente Gustavo Noboa Bejarano. Los coroneles
    rebeldes fueron inmediatamente arrestados y sometidos a las
    autoridades judiciales, civiles y militares. El 1º de junio,
    Gutiérrez llevaba más de cuatro meses encarcelado
    cuando el Congreso, a instancias del Gobierno de Noboa -que
    deseaba apaciguar la tensa situación social, por la
    reactivación de la protesta indígena el incremento
    de la inflación-, aprobó una amnistía para
    Gutiérrez y otros 16 oficiales. Según un sondeo de
    opinión realizado poco antes, el 67% de los ecuatorianos
    rechazaba el enjuiciamiento de los oficiales
    presos.

    Una vez liberado Gutiérrez se lanzó de
    lleno a la política con la intención de alcanzar la
    presidencia en los comicios del 2002. Después de solicitar
    su pase a la reserva del Ejército, creó junto a
    otros militares el "Partido Sociedad Patriótica".
    Indagado sobre la base ideológica de su partido,
    Gutiérrez eludió cualquier definición basada
    en la tradicional dicotomía entre izquierdas y derechas.
    Insistió en que sólo lo guiaba su devoción a
    la patria y un sentimiento de unidad nacional que surgía
    de las ideas y acciones de los próceres de la
    independencia y, muy especialmente, del Libertador Simón
    Bolivar.

    Para reforzar sus posibilidades en las elecciones del 20
    de octubre de 2002, Gutierrez estableció una alianza con
    la CONAIE, en ese entonces liderada por Leonidas Iza, y otras
    organizaciones y sindicatos, con los partidos de izquierda
    Movimiento Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo
    País, coordinado por Miguel Lluco, que oficiaba de brazo
    político del conglomerado indigenista, y el Movimiento
    Popular Democrático, un agrupamiento marxista.

    El 20 de octubre Gutiérrez se adjudicó el
    primer puesto con el 20,3% de los votos seguido del candidato del
    Partido Renovador Institucional Nacional –PRIAN-, el
    magnate y antiguo bucaramista Álvaro Noboa
    Pontón y de León Roldós Aguilera del
    Movimiento Ciudadano y del ex presidente Rodrigo Borja
    Cevallos con el partido Izquierda Democrática.

    En la campaña para la segunda ronda electoral,
    Gutiérrez intento presentarse como un político de
    "centro izquierda" e incluso viajó a Estados Unidos
    para entrevistarse con empresarios, banqueros y representantes
    del FMI. Allí
    aseguró a sus interlocutores que su gobierno
    respetaría la dolarización, mantendría el
    diálogo con el organismo financiero sobre un
    préstamo de contingencia de 240 millones de dólares
    y controlaría el gasto fiscal.

    En la segunda vuelta, efectuada el 24 de noviembre de
    2002, Lucio Gutiérrez se impuso claramente por el 54,3% de
    los votos emitidos. Pese a clara victoria en la segunda ronda
    electoral lo cierto es que el gobierno de Gutiérrez
    asumía seriamente condicionado. Su coalición de
    gobierno PSP y el MUPP-NP sólo contaba con trece
    escaños de los cien legisladores que integraban el
    Congreso ecuatoriano.

    V. LA
    REBELIÓN DE LOS FORAJIDOS

    Gutiérrez asumió el poder en Ecuador como
    tantos otros presidentes latinoamericanos. Con escaso apoyo
    electoral, en medio de una profunda crisis socioeconómica
    e institucional. Sin un partido político orgánico y
    apoyado tan sólo por una heterogénea
    coalición política amenazada siempre por sus
    propias tensiones centrífugas. Bajo estas condiciones fue
    realmente milagroso pudiera mantenerse en el gobierno durante 825
    días.

    Su plan de gobierno pretendía terminar con la
    corrupción y renovar las prácticas
    políticas. Pero su poder político para llevar a
    cabo las reformas era cuando menos escaso. Era previsible que a
    corto plazo la popularidad del nuevo presidente comenzaría
    a erosionarse.

    Los problemas comenzaron para Lucio Gutiérrez
    seis meses después de haber alcanzado la presidencia.
    Cuando se vio obligado a destituir a varios de sus ministros
    pertenecientes al partido indigenista Pachacutik, lo que
    desembocó en la ruptura de la alianza de su gobierno. La
    crisis con el movimiento indigenista se produjo cuando el
    presidente Gutiérrez mantuvo la dolarización de la
    economía ecuatoriana y llegó a acuerdos con el
    gobierno norteamericano referidos a la lucha contra el narcotráfico y la firma de un tratado de libre
    comercio.

    A partir de entonces, el presidente tuvo que hacer
    frente al bloqueo en el Parlamento, donde su partido sólo
    contaba con siete congresistas de un total de 100, de sus
    proyectos de privatización de las industrias
    petroleras y eléctricas, de reformas institucionales y de
    modificación del sistema de seguridad
    social. También se produjo un distanciamiento entre el
    presidente y el vicepresidente Alfredo Palacio.

    El presidente Gutiérrez comenzó a ser
    acusado de uso indebido de dinero
    público, cohecho y
    delitos contra
    la seguridad del Estado. En noviembre de 2003, por ejemplo Lucio
    Gutiérrez enfrentó su primera crisis de este tipo
    cuando se reveló que en el personal que
    dirigía su campaña electoral había recibido
    una contribución de 30.000 dólares de la familia
    Fernández Cevallos. En esos momentos uno de sus miembros
    era investigado por supuestas actividades de narcotráfico.
    La denuncia fue investigada pero no se encontraron pruebas
    contundentes que verificaran las acusaciones.

    En septiembre de 2004 los sectores opositores del
    Congreso pretendieron someter al presidente a juicio
    político cuando trascendió que Lucio
    Gutiérrez de había reunido a principios de ese mes,
    en Panamá, con el prófugo ex presidente
    Abdalá Bucaram. En ese encuentro el presidente
    habría prometido crear una comisión de juristas
    para allanar el camino de su regreso, como posteriormente
    ocurrió. Pero, la nueva alianza que Lucio Gutiérrez
    estableció con el Partido Roldonista Ecuatoriano, liderado
    por Bucaram y el Partido Renovador Institucional Acción
    Nacional, conducido por el magnate bananero Álvaro Noboa,
    impidió el proceso.

    Esta nueva alianza permitió que el Congreso,
    basándose en una cláusula transitoria de la
    Constitución, sustituyera en diciembre de
    ese año a 27 de los 30 jueces de la Corte Suprema de
    Justicia. Este hecho generó una fuerte crispación
    social y política que condujo a la crisis
    final.

    El conflicto se
    intensificó cuando el nuevo presidente de la Corte
    Suprema, Guillermo Castro, anuló el 1º de abril los
    juicios por presunta corrupción que se seguían
    contra los ex presidente Bucaram y Noboa y el ex presidente
    Alvaro Danik, quienes regresaron a Ecuador a principios de abril.
    Por ese entonces la popularidad del presidente en las encuestas era
    tan sólo del 6%.

    El sábado 16 de abril de 2005, ante la presión de
    las movilizaciones, el presidente Lucio Gutiérrez
    apeló a la Ley de Seguridad Nacional para decretar el
    "estado de emergencia", que suspendió los derechos
    civiles movilizó a las Fuerzas Armadas y dio al Poder
    Ejecutivo la facultad de intervenir en otros poderes del Estado.
    En el mismo decreto, el presidente cesó a la Corte de
    Justicia cuestionada. Gutiérrez se justificó
    explicando que debía poner fin a la crisis
    política, utilizando los poderes especiales que le
    otorgaba el "estado de emergencia".

    La Conferencia
    Episcopal Ecuatoriana de la Iglesia
    Católica sostuvo en un comunicado que el estado de
    emergencia agravó la situación ya existente, de
    caos político y social y de incertidumbre
    jurídica.

    La oposición acusó al presidente
    Gutiérrez de violar la constitución y la
    ciudadanía salió a las calles para expresar su
    indignación con la clase dirigente, a la culpaba de todos
    los problemas que afectaban al país. Los manifestantes se
    congregaban bajo las consignas de "Fuera Lucio" y "Que
    se vayan todos"
    .

    El Congreso se reunió en forma extraordinaria y
    cesó, por unanimidad de los 89 parlamentarios presentes, a
    la Corte cuestionada y declaró "vacancia judicial"
    hasta lograr un acuerdo para aprobar una ley que se estableciera
    un mecanismo no partidista para elegir los magistrados. La
    resolución, sin embargo, no dejó sin efecto la
    nulidad de los juicios contra los ex presidentes. Mientras tanto,
    el presidente levantaba el estado de emergencia intentado calmar
    los ánimos.

    La influyente Confederación de Nacionalidades
    Indígenas del Ecuador –CONAIE-, se solidarizó
    con las protestas de Quito e inició movilizaciones en
    algunas provincias pidiendo la renuncia del
    presidente.

    El presidente de la CONAIE, Luis Macas, dijo que su
    organización no negociaría ningún tipo de
    salida a la crisis, y en caso de que fuera sustituido
    Gutiérrez, exigiría le cumplimiento de su programa de
    reclamos. "Nosotros exigimos que el país suspenda las
    negociaciones del Tratado de Libre Comercio
    con Estados Unidos, el cierre la base militar de Manta
    –cedida a las Fuerzas Armadas estadounidenses-, y se oponga
    al involucramiento del país en el Plan Colombia"
    ,
    afirmó Macas.

    El 19 de abril comenzaron ha hacerse más y
    más violentos los disturbios mientras el presidente
    insistía en que no renunciaría y acusaba de
    "forajidos" a los manifestantes. Pronto se produjeron los
    primeros muertos –un fotógrafo chileno,
    víctima de los gases
    lacrimógenos empleados por las fuerzas de seguridad y una
    mujer atropellada
    por un vehículo- además de 130 asfixiados y 44
    contusos, según informó la Cruz
    Roja.

    El miércoles 20, el parlamento unicameral se
    reunió en sesión excepcional en la sede del Centro
    Internacional de Estudios Superiores de Comunicaciones
    para América Latina, en el norte de Quito, y cesó
    al presidente Gutiérrez con el voto de 60 de los 62
    legisladores presentes. La moción votada por los diputados
    opositores decía textualmente: "Declarar que el coronel
    Lucio Gutiérrez ha abandonado el cargo de presidente y en
    consecuencia deben operar los mecanismos de sucesión
    presidencial"
    .

    La diputada socialcristiana Cynthia Viteri, quien
    presidió la sesión agregó: "Por falta
    definitiva del presidente de la República, conforme
    determina el artículo 168 de la Constitución
    Política de la república, le corresponde subrogar y
    asumir la Presidencia de la República al vicepresidente
    constitucional de la República, Alfredo
    Palacio"
    .

    El gobierno, a través del ministro de Gobierno,
    Oscar Ayerbe, señaló que no aceptaba esta
    decisión, pero casi de inmediato las fuerzas armadas
    retiraron el apoyo al destituido primer mandatario, sellando
    así su suerte. El ministro de Defensa Nacional, general
    (r) Néstor Herrera, leyó un comunicado donde
    anunció la decisión de retirar el apoyo al
    mandatario, que pocos minutos antes había sido cesado por
    resolución del Congreso.

    Una vez que se anunció el retiro del apoyo de los
    militares, los soldados apostados en las calles comenzaron a
    replegarse y abandonaron sus puestos de vigilancia en los lugares
    claves, incluyendo el Palacio de Carondelet.

    El coronel Lucio Gutiérrez intentó dejar
    el país, pero la presencia de manifestantes en el
    aeropuerto internacional Mariscal Sucre de Quito, cerrado a las
    operaciones
    comerciales, le impidió tomar un avión privado.
    Debió entonces refugiarse en la Embajada del Brasil,
    país que inmediatamente le otorgó asilo
    político. Mientras tanto la justicia ecuatoriana dictaba
    una orden de captura contra el ex presidente por "el delito flagrante
    de ordenar a la policía y los militares salir a reprimir a
    los manifestantes"
    .

    El nuevo presidente, Alfredo Palacio era un
    médico cardiocirujano de 66 años, que había
    sido ministro de Salud
    Pública entre 1994 y 1996, durante la presidencia de
    Sixto Duran Ballen. Asumió el cargo en medio de la crisis
    y bajo el cuestionamiento de un amplio sector de los
    manifestantes.

    VI. LAS
    CONSECUENCIAS DE LOS PROBLEMAS DE GOBERNABILIDAD EN
    AMÉRICA LATINA

    Cabe preguntarnos cuál ha sido el resultado de la
    crisis de gobernabilidad de asola a América Latina. La
    respuesta es clara aunque no muy agradable. Según cifras
    del Banco Mundial,
    mientras que la pobreza en el mundo se ha reducido a la mitad
    –del 40 por ciento al 21 por ciento de la población
    del planeta desde que China y la
    India empezaron a abrir sus economías hace dos
    décadas. Tan sólo China y la India han sacado a
    más de 500 millones de personas de la extrema pobreza
    desde 1981, mientras que América Latina ha sido la
    excepción de la regla, creando 28 millones de nuevos
    pobres en el mismo período.

    América Latina es una de las regiones más
    atrasadas y de más lento crecimiento económico del
    mundo. Si bien, se estima que en el 2005 la región
    crecerá un 3%, en los últimos tres años ha
    estado creciendo a un promedio de menos del 1%. Los 19
    países que componen la región –sobre Cuba no hay
    datos
    confiables- suman un PBI de 1.700 millones de dólares,
    superando escasamente a China con 1.400 millones.

    Sin embargo, hay algo que si parece aumentar en forma
    continua y son los problemas de gobernabilidad, la pobreza y la
    violencia. Según el Banco
    Interamericano de Desarrollo, América Latina constituye la
    región con mayores desigualdades del mundo donde el 10%
    más rico de la población se apropia del 40% de la
    riqueza.

    Tomemos como ejemplo a Venezuela. En
    seis años de gobierno del populista Hugo
    Chávez la pobreza aumentó un 10%. El Instituto
    Nacional de Estadísticas de Venezuela revela que en el
    primer semestre de 1999, cuando Chávez asumió la
    presidencia, el índice de pobreza era del 42,8%, mientras
    que al cierre de 2004 era de 53%. La pobreza extrema hace seis
    años afectaba a 16,6% de los hogares venezolanos, y en
    estos momentos afecta a 25%. Esto significa que un cuarto de la
    población no tiene ingresos
    suficientes ni siquiera para atender sus gastos de
    alimentación. Para finales de 2003 el 16,2%
    de la población del país vivía en un nivel
    de hacinamiento crítico, el 16,3% de la población
    no cuenta con servicios básicos de agua corriente
    y cloacas en sus viviendas. Mientras que el 1,9% de los niños
    entre 7 y 12 años no asistía a la
    escuela.

    Pese a este cuadro social de extrema gravedad. El
    gobierno de Chávez realizó grandes gastos en la
    compra de armamentos. Venezuela adquirió 100.000 fusiles
    de asalto AK – 47, 50 helicópteros de ataque y 30
    aviones MIG a Rusia, 12
    cazabombarderos AMX-T y 24 aviones Súper Tucano de
    entrenamiento
    militar y combate aviones de combate a Brasil y 10 aviones de
    transporte y
    dos aviones de vigilancia marítima, 4 naves patrulleras de
    vigilancia costera, 4 corbetas y un apartado de material civil
    por un total de 1.690 fragatas misilísticas a España.

    VII. POBREZA,
    INSEGURIDAD E
    INGOBERNABILIDAD

    En realidad la carrera armamentista en la región
    es un problema general y no particular de Venezuela. Otros
    estados empobrecidos de América Latina no dudan en
    incrementar sus gastos militares. Según datos del
    Instituto Internacional de Estudios para la Paz –SIPRI-,
    con sede en Estocolmo, entre 1993 y 2003 el gasto militar en la
    región creció un 24% aunque con una
    distribución muy dispar.

    Estos datos explican porque en toda América
    Latina los sectores más golpeados por la pobreza y la
    marginalidad
    han comenzado a movilizarse y ha reclamar cada vez con mayor
    violencia soluciones
    para su crítica
    situación. Indígenas chapanecos, campesinos sin
    tierra brasileños, indígenas cocaleros bolivianos,
    trabajadores desocupados argentinos y otros muchos grupos
    reclaman por sus derechos cada vez con mayor
    vehemencia.

    También la creciente tasa de criminalidad y
    violencia pandillera que asola a América Latina perjudica
    la consolidación de la democracia y el desarrollo de la
    región. Según Adolfo Franco, administrador
    adjunto para América Latina y el Caribe en la Agencia de
    Estados Unidos para el Desarrollo Internacional –USAID- la
    tasa de criminalidad en América Latina duplica la tasa
    mundial. El funcionario agregó: "Améria Latina
    está atrapada en un círculo vicioso en el que el
    crecimiento económico se ve obstaculizado por las elevadas
    tasas de criminalidad, y la falta de oportunidad económica
    contribuye a esa misma criminalidad".

    En idéntico sentido opina el Banco Interamericano
    de Desarrollo. Esta institución calcula que el producto interno
    bruto per capita en América Latina sería un
    veinticinco por ciento más alto si las tasas de
    criminalidad en la región fueran similares al promedio
    mundial.

    El "Estado de Bienestar", que nunca
    alcanzó un pleno desarrollo en América Latina, se
    ha retirado dejando a vastos sectores de las sociedades
    latinoamericanas libradas a su suerte y a amplios territorios
    convertidos en "áreas sin ley", verdaderas
    "tierras de nadie" donde florece toda suerte actividades
    ilícitas. Allí la única norma vigente es la
    "ley del más fuerte" y en muchos casos los
    pobladores terminan tomando la justicia en sus propias
    manos.

    Algunos territorios estatales han escapado formalmente
    al control de los gobiernos nacionales y son realmente dominados
    y administrados por grupos terroristas, criminales o ambas cosas.
    En México, el
    Ejército Zapatista de Liberación administra 32
    municipios en la región de Chiapas, gran
    parte del territorio colombiano se encuentra en mano de los
    diversos grupos narcoterroristas las Fuerzas Armadas
    Revolucionarias de Colombia, el Ejército de
    Liberación Nacional o los paramilitares de las
    Autodefensas Unidas de Colombia. La autoridad del estado
    colombiano ha desaparecido a tal grado que, como relata el
    periodista del National Geographic, Carlos Villalón, la
    pasta base de cocaína ha
    reemplazado al dinero en las transacciones comerciales en la
    región de Caquetá.

    Más al sur del subcontinente, regiones como la de
    Tartagal – Orán, en la frontera
    argentino boliviana o la célebre "Triple Frontera",
    donde se reúnen los confines territoriales de Paraguay, Brasil
    y Argentina, son centros de actividad ilegal a despecho de los
    esfuerzos gubernamentales por controlarlos.

    También en el centro de las grandes ciudades
    latinoamericanas la indigencia y la marginalidad crean
    áreas liberadas donde florece el delito. Según el
    Instituto Brasileño de Geografía y
    Estadísticas en Brasil existen 16.433 favelas, de las
    cuales 1.592 se encuentran en el estado de Sao Paulo y 681 en el
    estado de Río de Janeiro. Como sorprendernos entonces que
    entre los años 1980 y 2000 se hayan producido en Brasil
    600.000 asesinatos. Tan sólo en el año 2002 se
    produjeron en ese país 49.400 asesinatos, es decir un
    promedio de 160 asesinatos por
    día.

    Brasil registra la mayor tasa de asesinatos del mundo.
    Con tan sólo el 2,8% de la población mundial se
    producen en ese país el 11% de los asesinatos comprobados
    en el mundo.

    La ciudad de Río de Janeiro es una de las
    más violentas del mundo. Con una población total de
    5.700.000 habitantes alberga a 61 favelas donde viven
    aproximadamente 1.200.000 personas. Según la prestigiosa
    ONG Viva
    Río, unos 5.000 niños han sido reclutados como
    soldados por las organizaciones de narcotraficantes. Mientras que
    en las guerras de
    Medio Oriente entre israelíes
    y palestinos murieron 467 niños, tan sólo entre
    1987 y 2001 murieron por causas violentas 3.937 niños
    cariocas.

    Lógicamente, la inseguridad resulta muy costosa
    para Brasil, según el BID, este país gasta el 10%
    de su PBI en seguridad. Tan sólo el sector privado
    brasileño invierte 25.000 millones de dólares por
    año en ese rubro.

    La situación en Argentina no es mucho mejor.
    Según Eduardo Ovalles, del Centro de Estudios Nueva
    Mayoría, la delincuencia
    se ha incrementado en un 177% en la Argentina entre 1991 y 2002,
    en la provincia de Buenos Aires lo ha hecho un 228% y en la
    ciudad de Buenos Aires en 373%.

    También la pobreza y la marginalidad han tenido
    un crecimiento pavoroso. Actualmente aproximadamente la mitad de
    la población argentina se encuentra por debajo de la
    línea de la pobreza y una cuarta parte vive en la
    indigencia y la marginal.

    Según la Dirección de Tierras y Urbanismo bonaerense
    existen, tan sólo en el Gran Buenos Aires donde viven diez
    millones de argentinos, 640 barrios precarios, aunque la
    directora de esa dependencia oficial, María de la Paz
    Dessié no duda en afirmar que esa cifra es menor a la
    mitad de las urbanizaciones irregulares realmente
    existentes.

    Algo similar ocurre en la ciudad de Buenos Aires, donde
    entre 1991 y 2001 se duplicó la población de las 22
    villas miserias y aparecieron 8 nuevas.

    Los barrios marginales de la Argentina son
    "áreas sin ley" donde se procesa pasta base para
    producir cocaína, se ocultan a personas secuestradas se
    trafica con armas, automóviles y productos
    robados. Al mismo tiempo, la actividad de los grupos criminales
    somete a la población marginada que allí vive a
    toda suerte de atropellos y violencias.

    El dilema es claro, América Latina deberá
    urgentemente recuperar la función del Estado y combatir la
    pobreza extrema para evitar que la proletarización y
    lumpenización de sus poblaciones termine por destruir la
    gobernabilidad democrática y toda posibilidad de
    crecimiento económico para la región.

    Dr. ADALBERTO C. AGOZINO

    Es doctor en Ciencia
    Política. Experto en temas de seguridad. Se
    desempeña como profesor
    titular de la Cátedra de Seguridad y Defensa de la Escuela
    Superior de Gendarmería Nacional y la Cátedra de
    Inteligencia
    en el Instituto Universitario de la Policía Federal
    Argentina.

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