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Presentación del libro Secuestro. De Humberto Vélez Ramírez




Enviado por humbertovelez



    "Parida, la criatura ha empezado a
    ‘peliar’ "

    No he escrito este libro para dejarlo durmiente entre
    anaqueles. Nacida, la criatura ha empezado a generar debate. Del
    bueno y del malo, asociando el primero a la academia y, el
    segundo, a motivaciones humanas pero
    extraacadémicas.

    En la intención explícita, cuatro fueron
    los propósitos del escrito: primero: retroalimentar un
    libro borrador en remojo, "La Guerra y las
    nuevas Ciencias
    sociales en Colombia"
    ensayando un enfoque plural en lo metodológico en el
    tratamiento de uno de los problemas
    menos estudiados por la academia colombiana, el del secuestro;
    segundo: guiado por el principio – madre de la Fundación
    ECOPAIS, Estado*Comunidad
    *Pais- "Un nuevo Estado para un nueva Nación"- continuar lloviznando sobre el
    Semillero "Estanislao Zuleta" de Jóvenes Investigadores;
    tercero: agitar la hipótesis según la cual, "para una
    adecuada inteligencia
    de la fenomenología social se requiere ir
    más allá del método
    asociado a la monodisciplina en la que nos hemos formado – al
    fenómeno lo llamo unidimensionalismo metodológico-
    abriendo muchas puertas de conversación con los objetos de
    estudio"; y cuarto: reservar "el método de investigación" para investigar y para
    entendernos entre pares aventurándonos, al ingresar a los
    espacios propios del "método de exposición", a la construcción de un lenguaje
    más cercano a la gente del
    común.

    A cortos dos meses de aparición del libro, hasta
    ahora he realizado tres talleres para jóvenes
    investigadores. En ellos, pieza por pieza, hemos de-construido y
    re-construido metodológicamente el texto. Esta
    labor la continuaré en el verano que se acerca y en el
    próximo semestre en varias universidades del país.
    También ha habido dos presentaciones académicas. En
    la primera- en ella estuvo presente Don Bernardo Pachón,
    el personaje central de los dos estudios de caso- destaco la
    excelente y vital y académica presentación hecha
    por Fabio Martínez. Fue mucho más allá de su
    prólogo adentrándose en la intimidad de la
    construcción del texto. En la segunda, realizada en
    Manizales, los organizadores- Cedat de la Universidad de
    Caldas y los académicos Juan Manuel Jaramillo y Oscar
    Robledo- transformaron el lanzamiento en casi un homenaje al
    autor. Por lo que hubo de afectivo en el acto, Atisbos les
    agradece de corazón.
    Sin embargo, quiero destacar la excelente y crítica
    presentación hecha por el filósofo de la ciencia
    Juan Manuel Jaramillo. Como nadie hasta ahora, "agarró el
    espíritu, la intencionalidad y la esencia del
    escrito".

    Sin que se le escapase ninguno de mis objetivos
    explícitos, se centró, sin embargo, en un punto
    central: cuál era o debía ser, el método
    general propio de la ciencia, el
    inductivo o el hipotético deductivo experimental. En
    "SECUESTRO" el problema, apenas esbozado en lo discursivo, fue
    resuelto de modo práctico, así: 1. La
    complementariedad técnica entre descripción, explicación,
    comprensión e interpretación no puede velar el problema
    epistemológico de base existente entre ellos, el del
    carácter distinto de la relación
    sujeto-objeto que subyace a cada uno de ellos; 2. En la investigación
    social para poder superar
    la brecha cualitativa existente entre la inteligencia de "la
    apariencia" de un fenómeno y la inteligencia de su
    "esencia" debe intervenir la teoría
    para posibilitar el paso de la mirada inductivista a la mirada
    hipotético deductivista; y 3: fue por eso por lo que en
    SECUESTRO se procedió así: primero se
    describió el fenómeno apelando a información cuantitativa y cualitativa
    levantando la hipótesis
    empírica de la universalización del plagio entre
    1980 y el 2001; luego se pasó esta hipótesis por la
    criba de la teoría hasta transformarla en una
    hipótesis general explicativa ateniéndonos
    así a la lógica
    del método hipotético deductivo; finalmente, esta
    hipótesis explicativa fue sometida también al
    argumento de realidad empírica.

    Como podrá observarse al examinar el sesudo texto
    de Juan Manuel, en SECUESTRO de modo práctico se postula
    la tesis según la cual aunque la mirada inductivista se
    queda en la apariencia de los fenómenos, sin embargo, si
    se la maneja de modo adecuado, puede funcionar como puerta de
    entrada al método hipotético deductivo
    experimental.

    Juan Manuel ha iniciado el debate.

    PRESENTACIÓN DEL LIBRO SECUESTRO
    DE

    HUMBERTO VÉLEZ
    RAMIREZ.

    Un famoso refrán popular, cuya génesis
    desconozco, propone como imperativo que todo hombre
    debe sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un
    libro y a fe que el profesor,
    investigador y amigo Humberto Vélez Ramírez 
    lo ha cumplido con creces, al menos en lo que al primero y al
    último se refiere, pues no poseo evidencia de que haya
    sembrado un árbol, si bien —y esto de algún
    modo podría exculparle—si no lo ha sembrado, al
    menos sí ha visto sembrar muchísimos, en especial,
    de café,
    en las neiranas laderas de su infancia y, en
    general, en la zona cafetera del centro del país, muy
    cercana a sus afectos.

    En esta ocasión, Humberto nos sorprende con un
    nuevo libro que se agrega a su vasta producción intelectual, donde, con
    ocasión del execrable secuestro de su suegro don Bernardo
    Pachón Garzón, acaecido en una aciaga mañana
    de febrero de 1991, nos entrega una serie de atinadas y novedosas
    reflexiones sobre esta acción
    criminal y lo que ella significa en el contexto de nuestra
    peculiar realidad colombiana, máxime si tenemos en cuenta
    —como lo señala el mismo Humberto— la responsabilidad de los grandes poderes
    institucionales, en particular del Estado, que hicieron posible
    que "en las dos últimas décadas del siglo XX, la
    práctica social del plagio avanzase a pasos agigantados
    por el mapa criminal colombiano" (p.
    128).

    Si bien en las dos últimas décadas del
    pasado siglo XX las estadísticas muestran un significativo
    incremento de esta demencial práctica criminal en nuestro
    medio y, por ende, del concomitante aumento del volumen de
    información noticiosa que, por lo general, suele ir
    acompañada de morbosas descripciones e interpretaciones y
    de una falta de respeto por sus
    victimas, incluyendo, por supuesto, las de las familias de los
    secuestrados, en el medio académico, por el contrario, son
    pocos los trabajos que, de modo puntual, se ocupan de este
    tópico y, cuando lo hacen, la atención suele focalizarse en los aspectos
    legales o, en el mejor de los casos, en aquellos que Humberto
    denomina "sociolegales", desconociendo así la complejidad
    de un problema cuyo análisis exige, de manera necesaria, el
    concurso coordinado y articulado de disciplinas y de formas de
    saber diversos (filosofía, antropología, psicología, derecho,
    criminología, economía,
    politología, historia, etc.), amén
    de una metodología plural que, sin desconocer los
    intereses intra y extrateóricos que animan a cada uno de
    los "estilos" en las ciencias
    sociales —toda vez que la empresa
    científica no es una empresa ajena
    a los
    valores— permitan describir, explicar, predecir,
    controlar e interpretar dicho fenómeno.

    Lo anterior hace justicia tanto
    a la especificidad del objeto de estudio, como a las formas de su
    conocimiento
    y, en particular, a sus productos, a
    saber, las teorías
    científicas. Sin embargo, aunque el libro de Humberto es
    una prueba fehaciente de lo que podría ser esta peculiar
    forma epistemológica de acercamiento al tema del secuestro
    cuya elucidación —como el mismo la advierte—
    "exige un necesario tratamiento interdisciplinario" (p. 126), su
    intención expresa no es la de proponer un libro más
    al cerrado y, en veces, hermético círculo de los
    académicos y, en particular, a aquellos que con
    detenimiento vienen ocupándose del tema de las distintas
    violencias que aquejan a nuestro país y, por ende, de sus
    consecuencias, sin que lo anterior, como lo mostraremos
    más adelante, signifique que este libro, intitulado
    Secuestro, no sea, de ahora en adelante, un referente
    obligado para estos estudiosos.

    El libro de Humberto —con excepción del
    capítulo 6— es, ante todo, un libro dirigido a un
    público amplio —auditorio universal, diría
    Perelman— lo que exigió, en palabras del mismo
    Humberto "hacer a un lado el acartonado y pesado y muy
    técnico lenguaje para pares" (p. 15), vale decir, la
    adopción
    de un género de
    escritura que
    si bien no se identifica plenamente con el ensayo, al
    menos pretende estar en la vecindad de sus dominios. Esto nos
    explica por qué Humberto, de manera intencional, hace caso
    omiso de las formas convencionales de la elaboración
    bibliográfica y por qué, con su inconfundible
    "estilo paisa", hace uso de giros y de expresiones que para
    el lenguaje
    aséptico de muchos académicos sonarían a
    herejía. Son muchos los "ahorros teóricos"
    —como él los llama— que tuvo que realizar para
    no decepcionar a quienes, para él, son "el deseado
    destinatario" de su escrito: los hombres y mujeres normales y
    adultos. De otro modo, su propósito de llegar a estos se
    hubiera visto frustrado y, en consecuencia, su invitación
    a los intelectuales
    para que reserven ese lenguaje acartonado y pesado al
    método de investigación y utilicen un
    lenguaje más ligero y, por qué no, más
    literario y creativo para el método de
    exposición
    se hubiera quedado en un mero
    desideratum.

    Pero tal lealtad a su auditorio no lleva aparejada una
    falta de rigor argumentativo. Por el contrario, su misma
    exposición, sin caer en las imposturas intelectuales a que
    con cierta frecuencia son proclives los teóricos de las
    ciencias sociales, o en supuestas "profundidades" que lo
    único que indican es la falta de comprensión de lo
    hablado, Humberto, fiel al ideario de su formación
    académica como sociólogo, historiador y
    politólogo, nos entrega un libro en el que, sin renunciar
    al rigor propio del cientista social y sin dejarse seducir por
    los cantos de sirena del cientificismo y del objetivismo
    positivistas, toma como punto de partida de su
    investigación, el dramático y conmovedor testimonio
    de un ser humano, don Bernardo Pachón Garzón,
    quién, como muy pocos secuestrados ha tenido la
    valentía de relatar lo por él vivido durante los
    largos e infernales días de su cautiverio, no sólo
    por razones terapéuticas como es la de "exorcizar los
    fantasmas",
    como dice el prologuista del libro, el escritor y
    catedrático Fabio Martínez, sino porque su
    testimonio sobre la forma "cómo se las había
    arreglado él para frenar y retrotraer y manejar esa
    "suspendida muerte" (p.
    31), podría ser útil para aquellas personas y
    familias que se encontraran en una similar
    situación.

    En este sentido, este escrito, además de
    constituir una aproximación interdisciplinaria y
    pluralista —desde el punto de vista
    metodológico— al hecho fáctico del secuestro
    y a lo que él significa o puede significar en el
    imaginario social, constituye un merecido homenaje a la figura de
    un patriarca que, aún siendo un niño de escasos
    ocho años emigró de un frío y olvidado
    municipio de Cundinamarca, El Carmen de Carupa, para asentarse
    definitivamente en la cafetera región quindiana y, de modo
    especial, en la cayubra Barcelona, corregimiento de
    Calarcá, cuando por aquellas calendas aún
    predominaba la economía de subsistencia. Por aquella
    época, la Hoya quindiana donde se encuentra asentado este
    corregimiento, aún se hallaba en proceso de
    colonización lo que explica, según palabras de
    Humberto, que el ya casi adolescente Bernardo se viera obligado
    "a pasar de recolector de café a abridor de
    montañas
    " (p. 77). Sin embargo, la cultura
    lúdica de los antioqueños y su espíritu
    aventurero —de judío errante, suele decirse—se
    fue apoderando del joven Bernardo al punto de que, desde muy
    temprano, abandonó su oficio de "aprendiz de colono" para
    desempeñar los más variados oficios, desde
    alumbrador de galleras, secador de madera,
    alfarero, tendero de vereda, hasta llegar a convertirse,
    —gracias sobre todo al adecuado aprovechamiento de las
    bonanzas cafeteras de 1976-77 y de 1984-85—en el mayor
    comprador urbano de café en la capital
    quindiana, si bien no exportador, por "la ausencia de una mejor
    dosis de tecnicismo empresarial" (p. 98), como lo explica
    Humberto.

    Pero lo interesante es que Humberto, al tiempo que
    describe, con la filigrana propia del biografista, el proceso
    mediante el cual don Bernardo llegó a ser el empresario
    cafetero que es hoy, va familiarizando al lector con los
    diferentes procesos de la
    colonización antioqueña vividos desde la segunda
    mitad del siglo XIX y, de modo especial, la manera como se
    llegó al cumplimiento de ese sueño
    —añorado por muchos quindianos desde principios del
    siglo XX— de la autonomía territorial, que hizo que
    finalmente todos, sin importar su procedencia, devinieran
    quindianos, como fue el caso particular de don Bernardo. En el
    relato, Humberto hace mención de las sangrientas luchas
    partidistas que se vivieron desde mediados del siglo XX en la
    región quindiana y de la forma como don Bernardo, con su
    inteligencia práctica, supo sortear difíciles
    situaciones mediante un trato igual tanto a liberales como a
    conservadores. Igualmente, es preciso destacar la manera como en
    el libro se aborda el proceso paulatino de modernización
    de la zona cafetera y lo que este proceso significó en la
    consolidación de una cultura semi-urbana, la llamada
    "cultura cafetera" que, como una suerte de cultura híbrida
    entre lo rural y lo urbano, aún sigue resistiéndose
    a abandonar por completo sus raíces campesinas y, en
    particular, su credo de que por fuera del café no hay
    salvación económica posible para el
    país.

    En su libro, Humberto busca establecer sus distancias
    con respecto a algunas de los de las explicaciones que estudiosos
    de las ciencias sociales han propuesto con relación al
    enriquecimiento material de las personas, o lo que otrora se
    denominaba "la acumulación originaria del capital" y, en
    su defecto, prefiere apelar a las sabias palabras de don Bernardo
    quien, como si se tratara de una sencilla receta culinaria, nos
    dice: "…hagan una fórmula en la que mezclen una
    elevada dosis de trabajo
    personal con
    la más persistente tenacidad. Agréguele otro tanto
    de inteligencia práctica. Después póngale un
    poco de suerte y finalmente métale mucho de buen trato a
    la gente con la que uno trabaja, y ahí tienen una buena
    explicación de las razones del enriquecimiento de la mayor
    parte de la gente. Sobre todo, del enriquecimiento de la gente
    que lo ha hecho usando medios y
    procedimientos
    honrados" (p. 101). Bueno y sapiente consejo para los que, como
    los teóricos de la administración de empresas, buscan en el
    variopinto universo de las
    teorías de la
    organización y del marketing —las
    más de las veces camufladas en efímeros y
    superficiales slogans publicitarios de "calidad
    total", "planeación
    estratégica", "planeación por objetivos",
    "planeación por escenarios", "reingeniería", etc., etc.,— la clave
    mágica para atesorar dinero. Lo
    paradójico de todo esto —cuando se lo mira en el
    contexto de nuestra realidad nacional— se encierra en
    aquella afirmación de don Bernardo que, como una especie
    de subtítulo, aparece en la portada del libro: "En esta
    sociedad, para
    secuestrado me formé como empresario"; afirmación
    que, a más de cierta, resulta altamente preocupante sobre
    todo cuando se habla, como se hace hoy día, de inversión
    extranjera.

    Pese a lo anterior, me quiero referir con algún
    detalle a un aspecto que considero muy relevante en el libro de
    Humberto y que, sin ser su objetivo
    más explícito, tiene —como de algún
    modo fue advertido— especial importancia
    programática para las futuras investigaciones
    en las ciencias sociales. Me refiero, de modo específico,
    a la necesidad de abordar, de modo interdisciplinario y con una
    metodología plural, los distintos problemas objeto de
    investigación, pues como nos enseñó Popper,
    "el
    conocimiento no comienza con percepciones u observaciones o
    con la recopilación de datos o de
    hechos, sino con problemas, ya que no hay conocimiento sin
    problemas, como ningún problema sin conocimiento". Creo
    que este libro es un buen intento por llevar a buen
    término esta tesis epistemológica, toda vez
    que el secuestro y, de modo especial, su universalización,
    se ha convertido, al lado de otras violencias, en uno de los
    problemas endémicos más graves y extendidos de la
    sociedad colombiana .

    En los primeros tres capítulos del libro y, en
    particular, en el segundo y tercero, Humberto, valiéndose
    de la técnica periodística conocida como "entrevista en
    profanidad", nos ofrece, bajo la forma de "estudio de caso", una
    detenido y sobrecogedor relato, en primera persona, del
    secuestro de don Bernardo, seguido de una historia
    biográfica donde, en forma detenida, va mostrándole
    al lector cómo se dio ese tránsito de don Bernardo
    de asalariado jornalero a empresario cafetero, cuando por razones
    objetivas de existencia a los ocho años fue obligado a
    desplazarse de su natal Carmen de Carupa a la zona cafetera
    quindiana. Estos relatos biográficos que Humberto denomina
    "relatos etnográficos" y que yo prefería llamar
    "descripciones" sin más, en razón de que la
    etnografía es un método de la
    antropología cultural, centrado en la recolección
    de datos o informaciones orientados específicamente al
    análisis y reconstrucción detallados de las
    costumbres, mitos,
    genealogías, historias, etc., de una comunidad dada, son,
    como bien dice Humberto, "la puerta de entrada a la
    investigación social" (p.130). Pero lo interesante es que,
    en este caso, no se trata de unos relatos descriptivos sin
    más, sino de lo que podría llamarse unos "relatos
    descriptivos ilustrados" en los que, sin pérdida de lo que
    ellos pudieran significar desde el punto de vista
    estilístico-literario —a sabiendas, claro
    está, de que en ambos casos se trata de crueles
    situaciones de secuestro, ya que como dice el profesor Humberto
    Quiceno —uno de los académicos entrevistados por
    Humberto en el libro—, "el mero hecho de cambiarlo a uno de
    un espacio libre a otro obligado, físico o
    simbólico, también es secuestro"—, se apela a
    disciplinas como la psicología, la antropología, la
    economía, la historia, etc, con miras a proponer, sobre la
    base de estos relatos descriptivos, hipótesis
    explicativo-predictivas ya sea de carácter causal,
    estadístico-probabilista, etc., e interpretaciones de
    carácter hermenéutico con miras a develar los
    distintos sentidos que un fenómenos como el secuestro o su
    masificación pueden tener en el imaginario individual o
    colectivo.

    En el caso de los aterradores y sobrecogedores relatos
    que don Bernardo nos hace de los largos y extendidos tres meses
    de secuestro (Capítulo 2 del libro), Humberto introduce
    una novedosa forma de periodización que, sin apelar a la
    cronología tradicional, se vale de la categoría de
    "rato", toda vez que lo que a él le interesa no es
    entregar al lector una secuencia temporal precisa en la que, a la
    manera del diario de un secuestrado, el cada día pudiera
    fecharse con la deseada precisión, máxime porque
    tal empresa, en el
    caso de don Bernardo, era irrealizable, pues por sus condiciones
    inhumanas de completa oscuridad a que fue sometido, le resultaba
    imposible "fijar en qué proporción sus 24 largas
    horas de oscuridad, que, sumadas a las siguientes, hicieron 48 y
    a las subsiguientes, 72 y así hasta sumar 2.400, se
    distribuyeron y distribuyeron entre el sueño, el insomnio
    y la semivigilia" (p.36). Como lo expresa don Bernardo con
    descarnado y magistral humor negro, su día
    "consistía en 24 horas de oscuridad apenas interrumpida
    por dos instantes muy iguales, uno para recibir un plato de
    repetida comida y para entregar una bacinilla con los orines y
    otro, para la misma cosa" (pp. 36-7).

    Pero a los cinco largos ratos en los que Humberto
    periodiza el plagio de don Bernardo corresponden cinco estados
    anímicos; cinco estados por los que —según
    hipótesis empírica del psicólogo Emilio
    Melluk— todo secuestrado atraviesa y que, en este caso,
    Humberto se encarga de corroborar. En efecto, según
    Melluk, todo secuestrado —y don Bernardo no es la
    excepción— experimenta durante su cautiverio "un
    horroroso sentimiento de miedo a la muerte",
    "una repentina sensación y representación de estar
    saliendo del túnel de la muerte", "un sentimiento de
    incipiente aburrición" que, en palabras de Humberto, no es
    otra cosa que "el miedo a la monotonía y a la
    aburrición a ella ligada", un "miedo, mucho miedo, ya no a
    la muerte o al aburrimiento", sino a no saber qué…
    y, finalmente, "un sentimiento de definitivo aburrimiento". Con
    estos elementos, aportados por el análisis
    psicológico de Malluk, Humberto recrea cada uno de los
    relatos de don Bernardo y sus diferentes estados
    psicológicos asociados a los cinco alargados momentos del
    secuestro, sin desconocer las nefastas secuelas que una tal
    situación de indefección y de violencia
    produce en cualquier ser humano. Basta escuchar las palabras de
    uno de los hijos de don Bernardo traídas a colación
    por Humberto: "Esa dramática experiencia […] de
    tenerlo a uno semisepultado en un cementerio que nadie sabe donde
    queda […] lo hizo de sonrisa más difícil y
    menos comunicativo, amén que le quitó arrestos como
    empresario" (p. 59); secuelas de las que no son sólo
    víctimas las personas que padecen el secuestro, sino todos
    sus allegados y amigos y, por qué no, toda la sociedad,
    pues se trata de una bestial, criminal, salvaje y destructiva
    práctica social.

    En cuanto al relato descriptivo biográfico de don
    Bernardo (Capítulo 4 del libro) hay que decir que
    también se trata de una descripción ilustrada, vale
    decir, de una descripción que sin renunciar a su
    carácter específico, pretende ir más
    allá, en el sentido de que, a través de ella, el
    historiador Humberto va tejiendo una narración sobre los
    momentos de la colonización de la zona cafetera cuya
    génesis se remonta al siglo XIX, pero también de la
    creación del departamento del Quindío y su
    progresivo proceso de modernización, sin desconocer las
    luchas intestinas de corte partidista a mediados del siglo XX y
    su impacto en los procesos económicos de producción
    y comercialización del café. Todo esto
    hace que, al igual que en el caso del relato del secuestro, estos
    "estudios de caso", como los llama Humberto, sean algo más
    que la antesala a una investigación social, pues, de por
    sí, son auténticas y originales investigaciones en
    las que, sin renunciar al componente subjetivo de la
    narración biográfica o autobiográfica, se
    pretende ir más allá, ya sea formulando
    hipótesis explicativas, las más de las veces
    conjeturales como debe ser, o aventurando interpretaciones que,
    como enseñara Nietzsche
    —para quien no hay hechos sino interpretaciones—
    nunca terminan, pues el sentido se desdobla en sentidos y
    así ad infinitud.

    Siendo así, la fisura entre lo que Humberto
    denomina "relatos etnográficos", por un lado, e
    "investigación social", por otro, desaparece, pues el
    relato, en tanto relato ilustrado, siempre va acompañado
    de una explicación analítica o bien de una
    interpretación hermenéutica, lo que, de algún modo,
    da al traste con el falaz y excluyente dilema decimonónico
    de explicación o comprensión. Si mi lectura no
    está equivocada, me atrevería a decir que lo que
    Humberto plantea es que, sin desconocer la importancia de las
    explicaciones legaliformes, causales, disposicionales,
    funcionales, estadísticas, etc. y, de advertir sus
    limitaciones, en las ciencias sociales se hace necesario,
    además, apelar a métodos
    hermenéuticos de interpretación en los que, los
    relatos y las historias de vida de las personas, o la manera como
    en el imaginario social los pueblos o las comunidades van
    construyendo sus diversas representaciones, son su referenete
    específico.

    Con excepción del capítulo 6 donde el
    modelo de
    explicación analítico se hace más
    explícito, en los demás capítulos prevalece
    el análisis interpretativo-hermenéutico, lo que, de
    algún modo, nos permite entender por qué Humberto
    se cuida de castigar al lector con pesadas y eruditas referencias
    bibliográficas, con cuadros estadísticos que, en
    muchos casos, son la excusa por excelencia para no pensar, por no
    hablar de abstrusas e ininteligibles hipótesis
    teóricas en las que la oscuridad es sinónimos de
    profundidad. No se trata, por supuesto, de la búsqueda de
    un lenguaje lógicamente perfecto —como fue el
    sueño de los positivistas lógicos—, sino de
    la recuperación, para las ciencias sociales, de un tipo de
    escritura que, sin renunciar a la claridad y al rigor que le es
    propio, pueda proporcionar una
    explicación-comprensión de complejos
    fenómenos como, en este caso, el secuestro. Del mismo modo
    que Humberto renuncia a la posibilidad de encontrar explicaciones
    acabadas y completas de fenómenos como la
    universalización del secuestro en nuestro medio, del
    narcotráfico o del paramilitarismo, tampoco
    está propugnando por un panorama ecléctico donde lo
    económico, lo político, lo social, lo cultural,
    etc., están uno al lado del otro. Por el contrario,
    Humberto de algún modo advierte que detrás de
    realidades como el secuestro, está la psicología
    humana, con sus temores, sus miedos, sus incertidumbres; que al
    lado del dinero, se ajita un mundo que, sin ser exclusivamente
    económico, está íntimamente ligado con este,
    como es el de las necesidades y deseos humanos. Siendo
    así, resulta completamente equivocada la tesis de que
    podamos obtener una explicación-comprensión
    unilateral y unidimensional de los problemas
    sociales. Por el contrario, como aboga Humberto en su libro,
    se hace necesaria una lectura interdisciplinaria de estos
    problemas acompañada de un esfuerzo plural en lo
    metodológico.

    Si bien en el capítulo 6 intitulado "Hacia una
    economía política del
    secuestro", Humberto utiliza algunos cuadros estadísticos
    para ilustrar algunas de sus tesis respecto a lo que,
    según sus palabras, es el asunto central de este
    capítulo, a saber, "la universalización del
    secuestro en el mapa criminal colombiano" (p. 125), es preciso
    anotar que él mismo es consciente de que hoy más
    que nunca "la información estadística invisiviliza la
    dimensión personal y humana de los hechos examinados" que
    es, lo que en últimas, constituye uno de los
    máximos aciertos de este libro. En otras palabras,
    Humberto, sin recusar el uso de instrumentos cuantitativos en las
    ciencias sociales en lo que al señalamiento de tendencias,
    por ejemplo, se refiere, advierte de los peligros de su
    idealización e invita a los teóricos de estas
    disciplinas a incorporar, en sus análisis, otras
    dimensiones no cuantificables como lo son todas las que tienen
    que ver con los imaginarios representacionales, tanto de
    carácter individual como social y donde los
    análisis empírico-analíticos cuyo interés
    teórico no es otro que el explicativo-predictivo
    —como se evidencia en la concepción
    hipotético-deductiva de teoría que lo anima y en su
    concomitante modelo nomológico-deductivo tan caro para los
    positivistas lógicos como a racionalistas críticos
    como Popper— con los análisis
    interpretavo-hermenéuticos.

    Lo anterior explica por qué, si el asunto central
    del capítulo 6 es "la universalización del
    secuestro en el mapa criminal colombiano" —como se
    evidencia en los diferentes cuadros estadísticos que en
    este capítulo se proponen— su explicación
    —aspecto empírico-analítico—
    sólo se puede dar "correlacionando la Cultura, y
    más concretamente nuestra Cultura de vida, con las
    condiciones reales objetivas que, ligadas a la imbricación
    entre lo económico, lo social y lo político,
    históricamente tan predominado
    (sic) en la vida
    social del país
    ". (p. 176). En una palabra, si la
    universalización del secuestro en nuestro medio
    —algo evidenciado en las últimas dos décadas
    de nuestra violenta historia— es ante todo, un hecho
    cultural, vale decir, simbólico, es decir, un hecho que
    pertenece a nuestro imaginario individual y social, y si este
    hecho, como factum simbólico, está
    estrechamente imbricado con las condiciones económicas,
    sociales, políticas
    e institucionales de nuestro país, su
    explicación-comprensión necesariamente exige el
    concurso articulado de las diferentes disciplinas que conforman
    el amplio espectro de lo que, en forma genérica, se nombra
    como las "ciencias sociales", al igual que de disciplinas
    matemático-formales e informales como la
    estadística, la teoría de
    juegos, la teoría de decisiones, la teoría de
    la argumentación, etc., por no hablar de teorías
    normativas como el derecho y la moral.
    Pero, además del concurso articulado de estas disciplinas
    —pues no se trata de una simple sumatoria—, se hace
    imperioso apelar un tipo de metodología pluralista en la
    que concurran los distintos métodos, estilos o formas de
    aproximación al objeto de pesquiza.

    A este nuevo desideratum para las ciencias
    sociales no escapa Humberto cuando, por ejemplo, se aventura a
    proponer algunas hipótesis explicativas que por un cierto
    lapsus neopositivista el califica de "generalizaciones
    empíricas", identificando así el método
    hipotético-deductivo de justificación
    —común a los positivistas lógicos y a los
    racionalistas críticos—, con el método
    inductivo de descubrimiento de los positivistas y empiristas
    lógicos—, o como cuando de la mano de Durkheim,
    propone como hipótesis explicativa "la existencia de
    individuos y grupos
    anómicos altamente relajados en materia de
    valores
    morales" (p. 175) que, algunas páginas más
    adelante, lo llevará a proponer, por la vía del
    método interpretativo-hermenéutico un
    análisis de lo que allí se nombra como las
    "culturas mafiosa" y "paramilitar".

    Todo lo anterior se encuentra muy bien ejemplificado en
    la siguiente afirmación de Humberto: "en Colombia, las
    formas predominantes de organización de la economía
    (estructura de
    tenencia de las riquezas), de la organización social para
    la subsistencia (estructura de distribución del ingreso) y de la
    organización del poder y de la autoridad,
    sobre todo, en su conjunto e interacciones, han estado de modo
    progresivo desligadas de unos mínimos históricos
    de dignidad
    humana.
    Al haber sido ello así, precarios y pobres han
    sido los sentidos de la vida humana construidos por los
    colombianos como colectivo nacional. Entonces, nada tan
    desvalorizado en esta sociedad como todo lo que ha tenido que
    ver con la vida humana y su digna reproducción como valores
    centrales
    " (pp. 176-177), que, como consecuencia, "ha
    producido el progresivo relajamiento de las instituciones,
    o reglas de juego
    estratégicas […] ligadas al Derecho Positivo,
    a la Cultura social y a la Moral
    pública, es decir, a los grandes Códigos de
    regulación de la conducta humana".
    (pp. 176).

    Como se puede ver, en este condensado texto que, en el
    decir de Humberto, se plasma su hipótesis explicativa del
    complejo fenómenos de la universalización del
    secuestro, la respuesta no es menos compleja, pues invita a
    examinar, apelando a disciplinas como la economía, la
    sociología, la politología, etc.,
    las causas objetivas de dicho fenómeno, pero, al mismo
    tiempo, a evaluar sus consecuencias respecto a lo que se nombra
    como "mínimos históricos de dignidad humana"
    que los colombianos hemos venido construyendo en nuestro
    imaginario social y a los que —como hipótesis
    adicional— muchos nos hemos vuelto insensibles, con el
    consecuente relajamiento de las conductas y de los códigos
    de regulación —jurídicos y mortales—
    que ameritarían, más allá de los
    análisis económicos, históricos,
    sociológicos, politológicos, etc., una
    detención sobre lo que significa —aspecto
    interpretativo-hermenéutico— la progresiva
    penetración de la "cultura mafiosa" en nuestro tejido
    social, es decir, "esa forma de vida —como la define
    Humberto— que se organiza y desenvuelve al margen de la
    ley, que
    suplanta al Estado y se sustenta en la crueldad, en la
    disposición de hacer lo necesario, sin límite, para
    alcanzar fines que no son sociales sino individuales o facciosos"
    (p. 190). Si como decía Wittgenstein, el lenguaje es una
    forma de vida", en nuestro medio la "cultura mafiosa"
    desgraciadamente también constituye una "forma de vida"
    que, con el beneplácito de muchos —incluyendo los
    detentadores de los distintos poderes— progresivamente se
    ha venido imponiendo hasta hacerse algo natural y
    aceptado.

    En la conclusión del libro, Humberto precisa el
    concepto de
    "cultura mafiosa" y muestra como de
    esa "forma de vida" participan, además del
    narcotráfico, el paramilitarismo, el guerrillerismo, la
    politiquería y el rentismo en los negocios,
    destacando, de manera especial, el papel de la "cultura mafiosa"
    y de la "cultura paramilitar" en el proceso de
    universalización del plagio y su consecuente
    conversión en verdaderas empresas del
    crimen con beneficios económicos insospechadas en las dos
    últimas décadas y la necesidad de introducir
    cambios estructurales en lo económico, lo social y lo
    político a fin de que, por la vía de la
    acción colectiva, se produzca una verdadera
    recomposición de los códigos culturales, morales y
    jurídicos que rigen la conducta
    humana.

    Como se evidencia, si bien este libro es un libro sobre
    el secuestro y, de modo especial, sobre el secuestro de don
    Bernardo Pachón Garzón y, por tanto, un merecido
    homenaje a su valentía, tesón y honradez,
    también es una invitación a pensar, de modo amplio
    y sin sectarismos, los problemas que, como colombianos, nos
    aquejan, incluyendo todos aquellos problemas relativos a ese
    universo simbólico que es el de nuestra peculiar cultura;
    pero una invitación a que lo hagamos echando mano de los
    diferentes marcos conceptuales (teorías) que conforman las
    distintas disciplinas científicas, en particular, los de
    las llamadas "ciencias sociales", dentro del más amplio
    pluralismo metodológico, pero sin renunciar al rigor
    conceptual y argumentativo y, sobre todo, a la responsabilidad
    ética,
    social y política. Creo que este libro es un buen ejemplo
    de lo anterior y por ello recomiendo su lectura y
    discusión en los ámbitos académicos y
    extraacadémicos.

    Juan Manuel Jaramillo U.

    Gaia, Mayo de 2005

    Humberto Vélez Ramírez

    Atisbos Analíticos No 52, Cali, 1 de junio de
    2005,

    Humberto Vélez Ramírez, Profesor del
    Instituto de Estudios Políticos, IEP,

    Universidad del Valle, ECOPAIS, "Un nuevo Estado para un
    nuevo PAÍS

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