"Parida, la criatura ha empezado a
‘peliar’ "
No he escrito este libro para dejarlo durmiente entre
anaqueles. Nacida, la criatura ha empezado a generar debate. Del
bueno y del malo, asociando el primero a la academia y, el
segundo, a motivaciones humanas pero
extraacadémicas.
En la intención explícita, cuatro fueron
los propósitos del escrito: primero: retroalimentar un
libro borrador en remojo, "La Guerra y las
nuevas Ciencias
sociales en Colombia"
ensayando un enfoque plural en lo metodológico en el
tratamiento de uno de los problemas
menos estudiados por la academia colombiana, el del secuestro;
segundo: guiado por el principio – madre de la Fundación
ECOPAIS, Estado*Comunidad
*Pais- "Un nuevo Estado para un nueva Nación"- continuar lloviznando sobre el
Semillero "Estanislao Zuleta" de Jóvenes Investigadores;
tercero: agitar la hipótesis según la cual, "para una
adecuada inteligencia
de la fenomenología social se requiere ir
más allá del método
asociado a la monodisciplina en la que nos hemos formado – al
fenómeno lo llamo unidimensionalismo metodológico-
abriendo muchas puertas de conversación con los objetos de
estudio"; y cuarto: reservar "el método de investigación" para investigar y para
entendernos entre pares aventurándonos, al ingresar a los
espacios propios del "método de exposición", a la construcción de un lenguaje
más cercano a la gente del
común.
A cortos dos meses de aparición del libro, hasta
ahora he realizado tres talleres para jóvenes
investigadores. En ellos, pieza por pieza, hemos de-construido y
re-construido metodológicamente el texto. Esta
labor la continuaré en el verano que se acerca y en el
próximo semestre en varias universidades del país.
También ha habido dos presentaciones académicas. En
la primera- en ella estuvo presente Don Bernardo Pachón,
el personaje central de los dos estudios de caso- destaco la
excelente y vital y académica presentación hecha
por Fabio Martínez. Fue mucho más allá de su
prólogo adentrándose en la intimidad de la
construcción del texto. En la segunda, realizada en
Manizales, los organizadores- Cedat de la Universidad de
Caldas y los académicos Juan Manuel Jaramillo y Oscar
Robledo- transformaron el lanzamiento en casi un homenaje al
autor. Por lo que hubo de afectivo en el acto, Atisbos les
agradece de corazón.
Sin embargo, quiero destacar la excelente y crítica
presentación hecha por el filósofo de la ciencia
Juan Manuel Jaramillo. Como nadie hasta ahora, "agarró el
espíritu, la intencionalidad y la esencia del
escrito".
Sin que se le escapase ninguno de mis objetivos
explícitos, se centró, sin embargo, en un punto
central: cuál era o debía ser, el método
general propio de la ciencia, el
inductivo o el hipotético deductivo experimental. En
"SECUESTRO" el problema, apenas esbozado en lo discursivo, fue
resuelto de modo práctico, así: 1. La
complementariedad técnica entre descripción, explicación,
comprensión e interpretación no puede velar el problema
epistemológico de base existente entre ellos, el del
carácter distinto de la relación
sujeto-objeto que subyace a cada uno de ellos; 2. En la investigación
social para poder superar
la brecha cualitativa existente entre la inteligencia de "la
apariencia" de un fenómeno y la inteligencia de su
"esencia" debe intervenir la teoría
para posibilitar el paso de la mirada inductivista a la mirada
hipotético deductivista; y 3: fue por eso por lo que en
SECUESTRO se procedió así: primero se
describió el fenómeno apelando a información cuantitativa y cualitativa
levantando la hipótesis
empírica de la universalización del plagio entre
1980 y el 2001; luego se pasó esta hipótesis por la
criba de la teoría hasta transformarla en una
hipótesis general explicativa ateniéndonos
así a la lógica
del método hipotético deductivo; finalmente, esta
hipótesis explicativa fue sometida también al
argumento de realidad empírica.
Como podrá observarse al examinar el sesudo texto
de Juan Manuel, en SECUESTRO de modo práctico se postula
la tesis según la cual aunque la mirada inductivista se
queda en la apariencia de los fenómenos, sin embargo, si
se la maneja de modo adecuado, puede funcionar como puerta de
entrada al método hipotético deductivo
experimental.
Juan Manuel ha iniciado el debate.
PRESENTACIÓN DEL LIBRO SECUESTRO
DE
HUMBERTO VÉLEZ
RAMIREZ.
Un famoso refrán popular, cuya génesis
desconozco, propone como imperativo que todo hombre
debe sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un
libro y a fe que el profesor,
investigador y amigo Humberto Vélez Ramírez
lo ha cumplido con creces, al menos en lo que al primero y al
último se refiere, pues no poseo evidencia de que haya
sembrado un árbol, si bien —y esto de algún
modo podría exculparle—si no lo ha sembrado, al
menos sí ha visto sembrar muchísimos, en especial,
de café,
en las neiranas laderas de su infancia y, en
general, en la zona cafetera del centro del país, muy
cercana a sus afectos.
En esta ocasión, Humberto nos sorprende con un
nuevo libro que se agrega a su vasta producción intelectual, donde, con
ocasión del execrable secuestro de su suegro don Bernardo
Pachón Garzón, acaecido en una aciaga mañana
de febrero de 1991, nos entrega una serie de atinadas y novedosas
reflexiones sobre esta acción
criminal y lo que ella significa en el contexto de nuestra
peculiar realidad colombiana, máxime si tenemos en cuenta
—como lo señala el mismo Humberto— la responsabilidad de los grandes poderes
institucionales, en particular del Estado, que hicieron posible
que "en las dos últimas décadas del siglo XX, la
práctica social del plagio avanzase a pasos agigantados
por el mapa criminal colombiano" (p.
128).
Si bien en las dos últimas décadas del
pasado siglo XX las estadísticas muestran un significativo
incremento de esta demencial práctica criminal en nuestro
medio y, por ende, del concomitante aumento del volumen de
información noticiosa que, por lo general, suele ir
acompañada de morbosas descripciones e interpretaciones y
de una falta de respeto por sus
victimas, incluyendo, por supuesto, las de las familias de los
secuestrados, en el medio académico, por el contrario, son
pocos los trabajos que, de modo puntual, se ocupan de este
tópico y, cuando lo hacen, la atención suele focalizarse en los aspectos
legales o, en el mejor de los casos, en aquellos que Humberto
denomina "sociolegales", desconociendo así la complejidad
de un problema cuyo análisis exige, de manera necesaria, el
concurso coordinado y articulado de disciplinas y de formas de
saber diversos (filosofía, antropología, psicología, derecho,
criminología, economía,
politología, historia, etc.), amén
de una metodología plural que, sin desconocer los
intereses intra y extrateóricos que animan a cada uno de
los "estilos" en las ciencias
sociales —toda vez que la empresa
científica no es una empresa ajena
a los
valores— permitan describir, explicar, predecir,
controlar e interpretar dicho fenómeno.
Lo anterior hace justicia tanto
a la especificidad del objeto de estudio, como a las formas de su
conocimiento
y, en particular, a sus productos, a
saber, las teorías
científicas. Sin embargo, aunque el libro de Humberto es
una prueba fehaciente de lo que podría ser esta peculiar
forma epistemológica de acercamiento al tema del secuestro
cuya elucidación —como el mismo la advierte—
"exige un necesario tratamiento interdisciplinario" (p. 126), su
intención expresa no es la de proponer un libro más
al cerrado y, en veces, hermético círculo de los
académicos y, en particular, a aquellos que con
detenimiento vienen ocupándose del tema de las distintas
violencias que aquejan a nuestro país y, por ende, de sus
consecuencias, sin que lo anterior, como lo mostraremos
más adelante, signifique que este libro, intitulado
Secuestro, no sea, de ahora en adelante, un referente
obligado para estos estudiosos.
El libro de Humberto —con excepción del
capítulo 6— es, ante todo, un libro dirigido a un
público amplio —auditorio universal, diría
Perelman— lo que exigió, en palabras del mismo
Humberto "hacer a un lado el acartonado y pesado y muy
técnico lenguaje para pares" (p. 15), vale decir, la
adopción
de un género de
escritura que
si bien no se identifica plenamente con el ensayo, al
menos pretende estar en la vecindad de sus dominios. Esto nos
explica por qué Humberto, de manera intencional, hace caso
omiso de las formas convencionales de la elaboración
bibliográfica y por qué, con su inconfundible
"estilo paisa", hace uso de giros y de expresiones que para
el lenguaje
aséptico de muchos académicos sonarían a
herejía. Son muchos los "ahorros teóricos"
—como él los llama— que tuvo que realizar para
no decepcionar a quienes, para él, son "el deseado
destinatario" de su escrito: los hombres y mujeres normales y
adultos. De otro modo, su propósito de llegar a estos se
hubiera visto frustrado y, en consecuencia, su invitación
a los intelectuales
para que reserven ese lenguaje acartonado y pesado al
método de investigación y utilicen un
lenguaje más ligero y, por qué no, más
literario y creativo para el método de
exposición se hubiera quedado en un mero
desideratum.
Pero tal lealtad a su auditorio no lleva aparejada una
falta de rigor argumentativo. Por el contrario, su misma
exposición, sin caer en las imposturas intelectuales a que
con cierta frecuencia son proclives los teóricos de las
ciencias sociales, o en supuestas "profundidades" que lo
único que indican es la falta de comprensión de lo
hablado, Humberto, fiel al ideario de su formación
académica como sociólogo, historiador y
politólogo, nos entrega un libro en el que, sin renunciar
al rigor propio del cientista social y sin dejarse seducir por
los cantos de sirena del cientificismo y del objetivismo
positivistas, toma como punto de partida de su
investigación, el dramático y conmovedor testimonio
de un ser humano, don Bernardo Pachón Garzón,
quién, como muy pocos secuestrados ha tenido la
valentía de relatar lo por él vivido durante los
largos e infernales días de su cautiverio, no sólo
por razones terapéuticas como es la de "exorcizar los
fantasmas",
como dice el prologuista del libro, el escritor y
catedrático Fabio Martínez, sino porque su
testimonio sobre la forma "cómo se las había
arreglado él para frenar y retrotraer y manejar esa
"suspendida muerte" (p.
31), podría ser útil para aquellas personas y
familias que se encontraran en una similar
situación.
En este sentido, este escrito, además de
constituir una aproximación interdisciplinaria y
pluralista —desde el punto de vista
metodológico— al hecho fáctico del secuestro
y a lo que él significa o puede significar en el
imaginario social, constituye un merecido homenaje a la figura de
un patriarca que, aún siendo un niño de escasos
ocho años emigró de un frío y olvidado
municipio de Cundinamarca, El Carmen de Carupa, para asentarse
definitivamente en la cafetera región quindiana y, de modo
especial, en la cayubra Barcelona, corregimiento de
Calarcá, cuando por aquellas calendas aún
predominaba la economía de subsistencia. Por aquella
época, la Hoya quindiana donde se encuentra asentado este
corregimiento, aún se hallaba en proceso de
colonización lo que explica, según palabras de
Humberto, que el ya casi adolescente Bernardo se viera obligado
"a pasar de recolector de café a abridor de
montañas" (p. 77). Sin embargo, la cultura
lúdica de los antioqueños y su espíritu
aventurero —de judío errante, suele decirse—se
fue apoderando del joven Bernardo al punto de que, desde muy
temprano, abandonó su oficio de "aprendiz de colono" para
desempeñar los más variados oficios, desde
alumbrador de galleras, secador de madera,
alfarero, tendero de vereda, hasta llegar a convertirse,
—gracias sobre todo al adecuado aprovechamiento de las
bonanzas cafeteras de 1976-77 y de 1984-85—en el mayor
comprador urbano de café en la capital
quindiana, si bien no exportador, por "la ausencia de una mejor
dosis de tecnicismo empresarial" (p. 98), como lo explica
Humberto.
Pero lo interesante es que Humberto, al tiempo que
describe, con la filigrana propia del biografista, el proceso
mediante el cual don Bernardo llegó a ser el empresario
cafetero que es hoy, va familiarizando al lector con los
diferentes procesos de la
colonización antioqueña vividos desde la segunda
mitad del siglo XIX y, de modo especial, la manera como se
llegó al cumplimiento de ese sueño
—añorado por muchos quindianos desde principios del
siglo XX— de la autonomía territorial, que hizo que
finalmente todos, sin importar su procedencia, devinieran
quindianos, como fue el caso particular de don Bernardo. En el
relato, Humberto hace mención de las sangrientas luchas
partidistas que se vivieron desde mediados del siglo XX en la
región quindiana y de la forma como don Bernardo, con su
inteligencia práctica, supo sortear difíciles
situaciones mediante un trato igual tanto a liberales como a
conservadores. Igualmente, es preciso destacar la manera como en
el libro se aborda el proceso paulatino de modernización
de la zona cafetera y lo que este proceso significó en la
consolidación de una cultura semi-urbana, la llamada
"cultura cafetera" que, como una suerte de cultura híbrida
entre lo rural y lo urbano, aún sigue resistiéndose
a abandonar por completo sus raíces campesinas y, en
particular, su credo de que por fuera del café no hay
salvación económica posible para el
país.
En su libro, Humberto busca establecer sus distancias
con respecto a algunas de los de las explicaciones que estudiosos
de las ciencias sociales han propuesto con relación al
enriquecimiento material de las personas, o lo que otrora se
denominaba "la acumulación originaria del capital" y, en
su defecto, prefiere apelar a las sabias palabras de don Bernardo
quien, como si se tratara de una sencilla receta culinaria, nos
dice: "…hagan una fórmula en la que mezclen una
elevada dosis de trabajo
personal con
la más persistente tenacidad. Agréguele otro tanto
de inteligencia práctica. Después póngale un
poco de suerte y finalmente métale mucho de buen trato a
la gente con la que uno trabaja, y ahí tienen una buena
explicación de las razones del enriquecimiento de la mayor
parte de la gente. Sobre todo, del enriquecimiento de la gente
que lo ha hecho usando medios y
procedimientos
honrados" (p. 101). Bueno y sapiente consejo para los que, como
los teóricos de la administración de empresas, buscan en el
variopinto universo de las
teorías de la
organización y del marketing —las
más de las veces camufladas en efímeros y
superficiales slogans publicitarios de "calidad
total", "planeación
estratégica", "planeación por objetivos",
"planeación por escenarios", "reingeniería", etc., etc.,— la clave
mágica para atesorar dinero. Lo
paradójico de todo esto —cuando se lo mira en el
contexto de nuestra realidad nacional— se encierra en
aquella afirmación de don Bernardo que, como una especie
de subtítulo, aparece en la portada del libro: "En esta
sociedad, para
secuestrado me formé como empresario"; afirmación
que, a más de cierta, resulta altamente preocupante sobre
todo cuando se habla, como se hace hoy día, de inversión
extranjera.
Pese a lo anterior, me quiero referir con algún
detalle a un aspecto que considero muy relevante en el libro de
Humberto y que, sin ser su objetivo
más explícito, tiene —como de algún
modo fue advertido— especial importancia
programática para las futuras investigaciones
en las ciencias sociales. Me refiero, de modo específico,
a la necesidad de abordar, de modo interdisciplinario y con una
metodología plural, los distintos problemas objeto de
investigación, pues como nos enseñó Popper,
"el
conocimiento no comienza con percepciones u observaciones o
con la recopilación de datos o de
hechos, sino con problemas, ya que no hay conocimiento sin
problemas, como ningún problema sin conocimiento". Creo
que este libro es un buen intento por llevar a buen
término esta tesis epistemológica, toda vez
que el secuestro y, de modo especial, su universalización,
se ha convertido, al lado de otras violencias, en uno de los
problemas endémicos más graves y extendidos de la
sociedad colombiana .
En los primeros tres capítulos del libro y, en
particular, en el segundo y tercero, Humberto, valiéndose
de la técnica periodística conocida como "entrevista en
profanidad", nos ofrece, bajo la forma de "estudio de caso", una
detenido y sobrecogedor relato, en primera persona, del
secuestro de don Bernardo, seguido de una historia
biográfica donde, en forma detenida, va mostrándole
al lector cómo se dio ese tránsito de don Bernardo
de asalariado jornalero a empresario cafetero, cuando por razones
objetivas de existencia a los ocho años fue obligado a
desplazarse de su natal Carmen de Carupa a la zona cafetera
quindiana. Estos relatos biográficos que Humberto denomina
"relatos etnográficos" y que yo prefería llamar
"descripciones" sin más, en razón de que la
etnografía es un método de la
antropología cultural, centrado en la recolección
de datos o informaciones orientados específicamente al
análisis y reconstrucción detallados de las
costumbres, mitos,
genealogías, historias, etc., de una comunidad dada, son,
como bien dice Humberto, "la puerta de entrada a la
investigación social" (p.130). Pero lo interesante es que,
en este caso, no se trata de unos relatos descriptivos sin
más, sino de lo que podría llamarse unos "relatos
descriptivos ilustrados" en los que, sin pérdida de lo que
ellos pudieran significar desde el punto de vista
estilístico-literario —a sabiendas, claro
está, de que en ambos casos se trata de crueles
situaciones de secuestro, ya que como dice el profesor Humberto
Quiceno —uno de los académicos entrevistados por
Humberto en el libro—, "el mero hecho de cambiarlo a uno de
un espacio libre a otro obligado, físico o
simbólico, también es secuestro"—, se apela a
disciplinas como la psicología, la antropología, la
economía, la historia, etc, con miras a proponer, sobre la
base de estos relatos descriptivos, hipótesis
explicativo-predictivas ya sea de carácter causal,
estadístico-probabilista, etc., e interpretaciones de
carácter hermenéutico con miras a develar los
distintos sentidos que un fenómenos como el secuestro o su
masificación pueden tener en el imaginario individual o
colectivo.
En el caso de los aterradores y sobrecogedores relatos
que don Bernardo nos hace de los largos y extendidos tres meses
de secuestro (Capítulo 2 del libro), Humberto introduce
una novedosa forma de periodización que, sin apelar a la
cronología tradicional, se vale de la categoría de
"rato", toda vez que lo que a él le interesa no es
entregar al lector una secuencia temporal precisa en la que, a la
manera del diario de un secuestrado, el cada día pudiera
fecharse con la deseada precisión, máxime porque
tal empresa, en el
caso de don Bernardo, era irrealizable, pues por sus condiciones
inhumanas de completa oscuridad a que fue sometido, le resultaba
imposible "fijar en qué proporción sus 24 largas
horas de oscuridad, que, sumadas a las siguientes, hicieron 48 y
a las subsiguientes, 72 y así hasta sumar 2.400, se
distribuyeron y distribuyeron entre el sueño, el insomnio
y la semivigilia" (p.36). Como lo expresa don Bernardo con
descarnado y magistral humor negro, su día
"consistía en 24 horas de oscuridad apenas interrumpida
por dos instantes muy iguales, uno para recibir un plato de
repetida comida y para entregar una bacinilla con los orines y
otro, para la misma cosa" (pp. 36-7).
Pero a los cinco largos ratos en los que Humberto
periodiza el plagio de don Bernardo corresponden cinco estados
anímicos; cinco estados por los que —según
hipótesis empírica del psicólogo Emilio
Melluk— todo secuestrado atraviesa y que, en este caso,
Humberto se encarga de corroborar. En efecto, según
Melluk, todo secuestrado —y don Bernardo no es la
excepción— experimenta durante su cautiverio "un
horroroso sentimiento de miedo a la muerte",
"una repentina sensación y representación de estar
saliendo del túnel de la muerte", "un sentimiento de
incipiente aburrición" que, en palabras de Humberto, no es
otra cosa que "el miedo a la monotonía y a la
aburrición a ella ligada", un "miedo, mucho miedo, ya no a
la muerte o al aburrimiento", sino a no saber qué…
y, finalmente, "un sentimiento de definitivo aburrimiento". Con
estos elementos, aportados por el análisis
psicológico de Malluk, Humberto recrea cada uno de los
relatos de don Bernardo y sus diferentes estados
psicológicos asociados a los cinco alargados momentos del
secuestro, sin desconocer las nefastas secuelas que una tal
situación de indefección y de violencia
produce en cualquier ser humano. Basta escuchar las palabras de
uno de los hijos de don Bernardo traídas a colación
por Humberto: "Esa dramática experiencia […] de
tenerlo a uno semisepultado en un cementerio que nadie sabe donde
queda […] lo hizo de sonrisa más difícil y
menos comunicativo, amén que le quitó arrestos como
empresario" (p. 59); secuelas de las que no son sólo
víctimas las personas que padecen el secuestro, sino todos
sus allegados y amigos y, por qué no, toda la sociedad,
pues se trata de una bestial, criminal, salvaje y destructiva
práctica social.
En cuanto al relato descriptivo biográfico de don
Bernardo (Capítulo 4 del libro) hay que decir que
también se trata de una descripción ilustrada, vale
decir, de una descripción que sin renunciar a su
carácter específico, pretende ir más
allá, en el sentido de que, a través de ella, el
historiador Humberto va tejiendo una narración sobre los
momentos de la colonización de la zona cafetera cuya
génesis se remonta al siglo XIX, pero también de la
creación del departamento del Quindío y su
progresivo proceso de modernización, sin desconocer las
luchas intestinas de corte partidista a mediados del siglo XX y
su impacto en los procesos económicos de producción
y comercialización del café. Todo esto
hace que, al igual que en el caso del relato del secuestro, estos
"estudios de caso", como los llama Humberto, sean algo más
que la antesala a una investigación social, pues, de por
sí, son auténticas y originales investigaciones en
las que, sin renunciar al componente subjetivo de la
narración biográfica o autobiográfica, se
pretende ir más allá, ya sea formulando
hipótesis explicativas, las más de las veces
conjeturales como debe ser, o aventurando interpretaciones que,
como enseñara Nietzsche
—para quien no hay hechos sino interpretaciones—
nunca terminan, pues el sentido se desdobla en sentidos y
así ad infinitud.
Siendo así, la fisura entre lo que Humberto
denomina "relatos etnográficos", por un lado, e
"investigación social", por otro, desaparece, pues el
relato, en tanto relato ilustrado, siempre va acompañado
de una explicación analítica o bien de una
interpretación hermenéutica, lo que, de algún modo,
da al traste con el falaz y excluyente dilema decimonónico
de explicación o comprensión. Si mi lectura no
está equivocada, me atrevería a decir que lo que
Humberto plantea es que, sin desconocer la importancia de las
explicaciones legaliformes, causales, disposicionales,
funcionales, estadísticas, etc. y, de advertir sus
limitaciones, en las ciencias sociales se hace necesario,
además, apelar a métodos
hermenéuticos de interpretación en los que, los
relatos y las historias de vida de las personas, o la manera como
en el imaginario social los pueblos o las comunidades van
construyendo sus diversas representaciones, son su referenete
específico.
Con excepción del capítulo 6 donde el
modelo de
explicación analítico se hace más
explícito, en los demás capítulos prevalece
el análisis interpretativo-hermenéutico, lo que, de
algún modo, nos permite entender por qué Humberto
se cuida de castigar al lector con pesadas y eruditas referencias
bibliográficas, con cuadros estadísticos que, en
muchos casos, son la excusa por excelencia para no pensar, por no
hablar de abstrusas e ininteligibles hipótesis
teóricas en las que la oscuridad es sinónimos de
profundidad. No se trata, por supuesto, de la búsqueda de
un lenguaje lógicamente perfecto —como fue el
sueño de los positivistas lógicos—, sino de
la recuperación, para las ciencias sociales, de un tipo de
escritura que, sin renunciar a la claridad y al rigor que le es
propio, pueda proporcionar una
explicación-comprensión de complejos
fenómenos como, en este caso, el secuestro. Del mismo modo
que Humberto renuncia a la posibilidad de encontrar explicaciones
acabadas y completas de fenómenos como la
universalización del secuestro en nuestro medio, del
narcotráfico o del paramilitarismo, tampoco
está propugnando por un panorama ecléctico donde lo
económico, lo político, lo social, lo cultural,
etc., están uno al lado del otro. Por el contrario,
Humberto de algún modo advierte que detrás de
realidades como el secuestro, está la psicología
humana, con sus temores, sus miedos, sus incertidumbres; que al
lado del dinero, se ajita un mundo que, sin ser exclusivamente
económico, está íntimamente ligado con este,
como es el de las necesidades y deseos humanos. Siendo
así, resulta completamente equivocada la tesis de que
podamos obtener una explicación-comprensión
unilateral y unidimensional de los problemas
sociales. Por el contrario, como aboga Humberto en su libro,
se hace necesaria una lectura interdisciplinaria de estos
problemas acompañada de un esfuerzo plural en lo
metodológico.
Si bien en el capítulo 6 intitulado "Hacia una
economía política del
secuestro", Humberto utiliza algunos cuadros estadísticos
para ilustrar algunas de sus tesis respecto a lo que,
según sus palabras, es el asunto central de este
capítulo, a saber, "la universalización del
secuestro en el mapa criminal colombiano" (p. 125), es preciso
anotar que él mismo es consciente de que hoy más
que nunca "la información estadística invisiviliza la
dimensión personal y humana de los hechos examinados" que
es, lo que en últimas, constituye uno de los
máximos aciertos de este libro. En otras palabras,
Humberto, sin recusar el uso de instrumentos cuantitativos en las
ciencias sociales en lo que al señalamiento de tendencias,
por ejemplo, se refiere, advierte de los peligros de su
idealización e invita a los teóricos de estas
disciplinas a incorporar, en sus análisis, otras
dimensiones no cuantificables como lo son todas las que tienen
que ver con los imaginarios representacionales, tanto de
carácter individual como social y donde los
análisis empírico-analíticos cuyo interés
teórico no es otro que el explicativo-predictivo
—como se evidencia en la concepción
hipotético-deductiva de teoría que lo anima y en su
concomitante modelo nomológico-deductivo tan caro para los
positivistas lógicos como a racionalistas críticos
como Popper— con los análisis
interpretavo-hermenéuticos.
Lo anterior explica por qué, si el asunto central
del capítulo 6 es "la universalización del
secuestro en el mapa criminal colombiano" —como se
evidencia en los diferentes cuadros estadísticos que en
este capítulo se proponen— su explicación
—aspecto empírico-analítico—
sólo se puede dar "correlacionando la Cultura, y
más concretamente nuestra Cultura de vida, con las
condiciones reales objetivas que, ligadas a la imbricación
entre lo económico, lo social y lo político,
históricamente tan predominado (sic) en la vida
social del país". (p. 176). En una palabra, si la
universalización del secuestro en nuestro medio
—algo evidenciado en las últimas dos décadas
de nuestra violenta historia— es ante todo, un hecho
cultural, vale decir, simbólico, es decir, un hecho que
pertenece a nuestro imaginario individual y social, y si este
hecho, como factum simbólico, está
estrechamente imbricado con las condiciones económicas,
sociales, políticas
e institucionales de nuestro país, su
explicación-comprensión necesariamente exige el
concurso articulado de las diferentes disciplinas que conforman
el amplio espectro de lo que, en forma genérica, se nombra
como las "ciencias sociales", al igual que de disciplinas
matemático-formales e informales como la
estadística, la teoría de
juegos, la teoría de decisiones, la teoría de
la argumentación, etc., por no hablar de teorías
normativas como el derecho y la moral.
Pero, además del concurso articulado de estas disciplinas
—pues no se trata de una simple sumatoria—, se hace
imperioso apelar un tipo de metodología pluralista en la
que concurran los distintos métodos, estilos o formas de
aproximación al objeto de pesquiza.
A este nuevo desideratum para las ciencias
sociales no escapa Humberto cuando, por ejemplo, se aventura a
proponer algunas hipótesis explicativas que por un cierto
lapsus neopositivista el califica de "generalizaciones
empíricas", identificando así el método
hipotético-deductivo de justificación
—común a los positivistas lógicos y a los
racionalistas críticos—, con el método
inductivo de descubrimiento de los positivistas y empiristas
lógicos—, o como cuando de la mano de Durkheim,
propone como hipótesis explicativa "la existencia de
individuos y grupos
anómicos altamente relajados en materia de
valores
morales" (p. 175) que, algunas páginas más
adelante, lo llevará a proponer, por la vía del
método interpretativo-hermenéutico un
análisis de lo que allí se nombra como las
"culturas mafiosa" y "paramilitar".
Todo lo anterior se encuentra muy bien ejemplificado en
la siguiente afirmación de Humberto: "en Colombia, las
formas predominantes de organización de la economía
(estructura de
tenencia de las riquezas), de la organización social para
la subsistencia (estructura de distribución del ingreso) y de la
organización del poder y de la autoridad,
sobre todo, en su conjunto e interacciones, han estado de modo
progresivo desligadas de unos mínimos históricos
de dignidad
humana. Al haber sido ello así, precarios y pobres han
sido los sentidos de la vida humana construidos por los
colombianos como colectivo nacional. Entonces, nada tan
desvalorizado en esta sociedad como todo lo que ha tenido que
ver con la vida humana y su digna reproducción como valores
centrales" (pp. 176-177), que, como consecuencia, "ha
producido el progresivo relajamiento de las instituciones,
o reglas de juego
estratégicas […] ligadas al Derecho Positivo,
a la Cultura social y a la Moral
pública, es decir, a los grandes Códigos de
regulación de la conducta humana".
(pp. 176).
Como se puede ver, en este condensado texto que, en el
decir de Humberto, se plasma su hipótesis explicativa del
complejo fenómenos de la universalización del
secuestro, la respuesta no es menos compleja, pues invita a
examinar, apelando a disciplinas como la economía, la
sociología, la politología, etc.,
las causas objetivas de dicho fenómeno, pero, al mismo
tiempo, a evaluar sus consecuencias respecto a lo que se nombra
como "mínimos históricos de dignidad humana"
que los colombianos hemos venido construyendo en nuestro
imaginario social y a los que —como hipótesis
adicional— muchos nos hemos vuelto insensibles, con el
consecuente relajamiento de las conductas y de los códigos
de regulación —jurídicos y mortales—
que ameritarían, más allá de los
análisis económicos, históricos,
sociológicos, politológicos, etc., una
detención sobre lo que significa —aspecto
interpretativo-hermenéutico— la progresiva
penetración de la "cultura mafiosa" en nuestro tejido
social, es decir, "esa forma de vida —como la define
Humberto— que se organiza y desenvuelve al margen de la
ley, que
suplanta al Estado y se sustenta en la crueldad, en la
disposición de hacer lo necesario, sin límite, para
alcanzar fines que no son sociales sino individuales o facciosos"
(p. 190). Si como decía Wittgenstein, el lenguaje es una
forma de vida", en nuestro medio la "cultura mafiosa"
desgraciadamente también constituye una "forma de vida"
que, con el beneplácito de muchos —incluyendo los
detentadores de los distintos poderes— progresivamente se
ha venido imponiendo hasta hacerse algo natural y
aceptado.
En la conclusión del libro, Humberto precisa el
concepto de
"cultura mafiosa" y muestra como de
esa "forma de vida" participan, además del
narcotráfico, el paramilitarismo, el guerrillerismo, la
politiquería y el rentismo en los negocios,
destacando, de manera especial, el papel de la "cultura mafiosa"
y de la "cultura paramilitar" en el proceso de
universalización del plagio y su consecuente
conversión en verdaderas empresas del
crimen con beneficios económicos insospechadas en las dos
últimas décadas y la necesidad de introducir
cambios estructurales en lo económico, lo social y lo
político a fin de que, por la vía de la
acción colectiva, se produzca una verdadera
recomposición de los códigos culturales, morales y
jurídicos que rigen la conducta
humana.
Como se evidencia, si bien este libro es un libro sobre
el secuestro y, de modo especial, sobre el secuestro de don
Bernardo Pachón Garzón y, por tanto, un merecido
homenaje a su valentía, tesón y honradez,
también es una invitación a pensar, de modo amplio
y sin sectarismos, los problemas que, como colombianos, nos
aquejan, incluyendo todos aquellos problemas relativos a ese
universo simbólico que es el de nuestra peculiar cultura;
pero una invitación a que lo hagamos echando mano de los
diferentes marcos conceptuales (teorías) que conforman las
distintas disciplinas científicas, en particular, los de
las llamadas "ciencias sociales", dentro del más amplio
pluralismo metodológico, pero sin renunciar al rigor
conceptual y argumentativo y, sobre todo, a la responsabilidad
ética,
social y política. Creo que este libro es un buen ejemplo
de lo anterior y por ello recomiendo su lectura y
discusión en los ámbitos académicos y
extraacadémicos.
Juan Manuel Jaramillo U.
Gaia, Mayo de 2005
Humberto Vélez Ramírez
Atisbos Analíticos No 52, Cali, 1 de junio de
2005,
Humberto Vélez Ramírez, Profesor del
Instituto de Estudios Políticos, IEP,
Universidad del Valle, ECOPAIS, "Un nuevo Estado para un
nuevo PAÍS