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Evolución de los caracteres tipográficos: perspectiva histórica de una necesidad comunicacional




Enviado por Ivan Barrientos



    1. Los tipógrafos del siglo
      XV: caracteres góticos y romanos
    2. Garamond
    3. La Romain du
      Roi
    4. La Inglaterra del siglo XVIII:
      Caslon y Baskerville
    5. Los caracteres
      bodonianos
    6. Siglo XIX
    7. Siglo XX: caracteres
      ingleses
    8. Alemania y la
      Bauhaus
    9. La posguerra y la
      actualidad
    10. Conclusión
    11. Bibliografía

    Introducción

    A partir del siglo XI —poco tiempo antes
    de que la aparición de las universidades y el apogeo de la
    escolástica ubicaran al libro como
    base de la educación—,
    la partición del texto, que
    hasta entonces se distribuía en bloques sin
    puntuación alguna, en palabras, frases y párrafos,
    mostraba la intención de que los textos llegaran a
    más personas y fueran más comprensibles.

    Así, la disposición de la página
    escrita se modificó en función
    del proceso de
    lectura: el
    tamaño de la letra y el ancho de la línea
    adquirieron proporciones adecuadas al modo de leer, el
    espacio-página —la caja del texto— se
    dividió en dos columnas más bien estrechas, de modo
    que cada línea entrara en un campo visual unitario y
    fuera, por ende, más fácil de captar y de
    leer.

    Así el diseño
    gráfico en general y el tipográfico en
    particular son la ciencia y
    la técnica de la adecuación entre un mensaje y su
    fin. De lo cual, se sabrá que el diseñador ha de
    ordenar el espacio visual con el objetivo de
    transmitir mensajes —visuales— que, vale aclararlo,
    él mismo no ha generado. Así pues, para ordenar ese
    espacio visual trabaja con recursos formales
    —punto, línea, color, textura,
    volumen, etc.
    — que son su medio de expresión para interpretar un
    acto comunicacional: el libro.

    Los
    tipógrafos del
    siglo XV: caracteres góticos y romanos

    La Biblia de las 42 líneas de Gutenberg, como se
    sabe, estaba compuesta en caracteres góticos. Pero, cuando
    el arte
    tipográfico comienza a difundirse por Europa, van
    surgiendo otros tipos de caracteres.

    La primera empresa
    tipográfica de Italia, a cargo
    de Arnold Pannartz y Conrad Sweynheym,1 usa caracteres inspirados
    en la caligrafía humanista, llamada, desde entonces,
    romana. Uno de los primeros grandes tipógrafos, Francesco
    Grifo, quien trabaja para el gran editor Aldo Manuzio, crea dos
    grandes series de caracteres, uno para De Aetna de Pietro
    Bembo (1495), y otro para Hypnerotomachia Poliphili
    (1499). También es quien crea la primera tipografía
    cursiva, inspirado en la variante «cancilleresca» de
    la caligrafía corriente. Manuzio utiliza tal
    tipografía para las ediciones de bolsillo, puesto que
    permitía una mayor comprensión del texto.
    Así pues, la cursiva era de uso alternativo respecto de la
    redonda

    Garamond

    Luego, el mayor desarrollo de
    la tipografía sucede en la Francia de
    Francisco I.

    Claude Garamond (1480–1561) fue el primero en usar
    simultáneamente redondas y cursivas. Las
    tipografías Garamond actuales son muy variadas, puesto que
    hasta no hace mucho no se habían identificados los tipos
    originales —actualmente conservados en el Museo
    Plantin-Moretus—, de modo que eran diseñados
    basándose en los caracteres impresos por los
    epígonos de Garamond. No obstante, toda la familia de
    caracteres presenta algunas características comunes, a
    saber: el largo de las ascendentes y las descendentes, la
    asimetría de las zapatillas2 superiores de la T, el ojo de
    la P abierto, la ausencia de zapatillas en las letras C y S, o el
    hecho de que en la cursiva las mayúsculas están
    menos inclinadas que las minúsculas.

    La Romain du
    Roi

    En 1640 el cardinal Richelieu instituye la Imprimerie
    Royale.

    Más tarde, en 1692, Luis XIV crea una
    comisión destinada al estudio de una tipografía
    proyectada según principios
    científicos, que finalmente resulta impresa por quien ya
    había creado la tipografía real, Philippe
    Grandjean, con el nombre de Romain du Roi: zapatillas
    horizontales, contraste acentuado entre trazos gruesos y
    delgados, y todas las letras consideradas como parte de un
    conjunto único.

    Esta es la primera tipografía que se desvincula
    abiertamente de la caligrafía corriente, y se la considera
    antecedente de las tipografías modernas. Si bien se la
    protege legalmente de los posibles plagios, rápidamente
    resulta copiada, aunque con oportunos cambios.

    Así, Simon Fournier (1721–1768) imprime su
    tipografía, fuertemente personal y
    más flexible, aunque con abundante decoración, de
    la que abusará la imprenta
    sucesiva.

    Fournier es quien encabeza los estudios de la Imprimerie
    Royale para establecer una medida precisa para los cuerpos de los
    caracteres, el punto. De todos modos, quien finalmente establece
    la medida del punto tipográfico, al menos para Europa,
    es

    François Ambroise Didot (un punto es, desde
    entonces, igual a 0,376 mm). Didot crea incluso una
    tipografía suya, caracterizada por la regularidad del
    trazo, así como por el abandono definitivo de los residuos
    del estilo caligráfico.

    La Inglaterra del
    siglo XVIII: Caslon y Baskerville

    Durante todo el siglo XVII, las artes
    tipográficas inglesas hacen uso de caracteres impresos en
    Holanda.

    La evolución del gusto ha traído un
    acortamiento de los trazos ascendentes y descendentes, y un
    aumento del contraste entre espesores.

    William Caslon (1692–1766) es el primer
    tipógrafo que se opone al monopolio
    holandés.

    Sus caracteres reflejan el nuevo gusto
    caligráfico, que ahora valora sobre todo la ductilidad de
    la escritura.

    El puente entre las viejas tipografías y las
    nuevas de Didot o Bodoni es John

    Barskerville (1706–1775), en Birmingham. Maestro
    calígrafo primero, sólo en 1751 se dedica a tiempo
    completo al arte tipográfica. Sosteniendo que la
    tipografía, la tinta y el papel forman un todo,
    Baskerville se ocupa personalmente de la producción del papel y de la tinta,
    así como de la imprenta, logrando resultados más
    que considerables. Lleva a cabo las sugerencias de Caslon, y
    así los contrastes se ven acentuados y los enlaces se
    vuelven más elegantes; las zapatillas superiores de las
    letras b, d, k, l, i, j, m, n, p, son casi horizontales; se
    alarga la base de la e; cambia el espesor de los trazos; se
    asumen los caracteres de la escritura posflamenca.

    Las ediciones de Baskerville, tan claras como carentes
    de la profusión decorativa típica de la
    época, son apreciadas inicialmente en la Europa
    continental, y sólo después de su muerte en
    Inglaterra.

    Los caracteres
    bodonianos

    Giambattista Bodoni (1740–1813) trabaja
    inicialmente en Roma para
    reordenar el patrimonio
    tipográfico de la imprenta vaticana, concretamente en la
    célebre Sacrae Congregationis de Fide, que se dedica a la
    impresión de publicaciones religiosas, donde pronto se
    destaca y se convierte en el protegido del abad
    Ruggieri.

    Bodoni recibe una carta del infante
    don Ferdinando, luego duque de Parma, en la que se le ofrece la
    dirección de la Imprenta Real de Parma.
    Acepta y se instala en la ciudad en 1768. Una vez allí,
    utiliza inicialmente los caracteres de Pierre-Simon Fournier, por
    entonces el tipógrafo francés más famoso de
    su tiempo y cuya tipografía, aunque clásica, ya
    había comenzado a desplazar el modelo
    Garamond del siglo XVI. Muere en 1813, luego de una vida plena de
    honores. En 1818, su viuda Margherita Dall’Aglio y su
    asistente Luigi Orsi publican el monumental Manuale
    Tipografico
    , en dos tomos y en una edición
    limitada de 250 ejemplares.

    Abandonando la decoración excesiva, los tipos de
    Bodoni se distinguen pronto de los de Fournier. Se caracterizan
    por el contraste acentuado y la estructura
    vertical bien cuadrada, el afinamiento y la horizontalidad de las
    zapatillas.

    Siglo
    XIX

    Hacia fines del siglo XVIII las aplicaciones de la
    tipografía se multiplican: volantes, carteles,
    manifiestos, periódicos, publicidad
    comercial, etc. El uso de caracteres de cuerpo enorme
    —construidos en madera
    y de caracteres góticos que aumentan la superficie de
    negro sobre la página ya no son suficientes. Así,
    en el intento de corresponder a las nuevas necesidades, se
    establecen, de hecho, nuevas directrices en el desarrollo de los
    caracteres.

    Específicamente.

    1. Caracteres muy decorados y contrastados, usados,
    frecuentemente, en composiciones patchwork, con caracteres
    distintos entre sí.

    2. Ultra Bodoni: exasperan el peso del trazo y la
    delgadez de las zapatillas. La radicalización de la
    tendencia introduce tipografía sin zapatillas.

    3. Egipcios: exasperan el grosor de las zapatillas
    respecto del de las astas, igualándolas o
    superándolas. Dos tipos: con zapatillas enlazadas
    (Clarendon, 1843) y no enlazadas (Rockwell,
    1933).

    En los Estados Unidos
    hay un desarrollo paralelo del diseño
    de caracteres a partir de los llamados Scotch Roman, derivados de
    los caracteres diseñados por Richard Austin para la
    imprenta Miller de Edimburgo (1812). Linn Boyd Benton, el
    inventor de la máquina para la producción en serie
    de los punzones tipográficos, se inspira en esta familia de
    caracteres para su tipografía Century, usado para una
    revista del
    mismo nombre, en 1895. Mejora, así, la legibilidad de los
    caracteres escoceses, manteniendo de éstos, a su vez,
    algunas características inconfundibles, así por
    ejemplo, la forma enrulada de pata de la letra R. El hijo de
    Benton, Morris Fuller Benton, proyecta, algunos años
    más tarde, la versión bold de la Century y
    diseña, también, un par de tipografías sin
    zapatillas: la Franklin Gothic y la News Gothic.

    Siglo XX: caracteres
    ingleses

    En el ámbito del nacimiento de las artes
    aplicadas, que se proponen revalorar y dignificar los trabajos
    artesanales, nace la primera private press, creada por
    William Morris en 1891. Un aprendiz de él, Edward Johnston
    (1872–1944), dedicándose enteramente a la
    caligrafía, escribe un manual,
    Writing & Illuminating & Lettering, que tuvo gran
    influencia, tanto en Inglaterra como en Alemania. Y a
    pedido de Frank Pick, que se ocupa del completo rediseño
    de la imagen de la
    red de trenes
    subterráneos de Londres, Johnston diseña,
    en

    1916, una tipografía sin zapatillas, aún
    utilizada, en su simpleza, como vehículo de comunicación del underground
    londinense.

    Stanley Morison promueve, en esos años, la
    realización de caracteres diseñados a partir de
    prestigiosos modelos:
    así, el Bembo, sobre el modelo del De Aetna
    de Pietro Bembo, publicado por Manuzio en 1495; así, el
    Poliphilus, sobre el modelo del Hypnerotomachia de 1499;
    así, un Baskerville, basado en una edición
    de 1722, y un Fournier.

    Considerando que es el momento de probar la
    impresión de un alfabeto moderno, lo encarga a Eric Gill,
    grabador en piedra y aprendiz de Edgard Johnston, quien
    diseña la Perpetua (entre 1925 y 1928), con zapatillas, y,
    contemporáneamente, la Gill Sans (1927), que tiene la
    apariencia de una tipografía con zapatillas aunque carece
    de ellas: similar a la Perpetua en algunas letras —la pata
    de la R, o las letras a, b, e, r, t—, así
    también, la g tiene el clásico doble ojo, inusual
    en las letras sin zapatillas.

    Morison es el responsable de la creación del
    más que difundido Times New Roman. En 1929 el
    Timesle encarga una tipografía para la
    composición de todo el diario. Luego de varios intentos,
    Morison toma como base la Plantin, producida por la Monotype
    sobre la base, a su vez, de los tipos de Garamond. Así, el
    3 de octubre de 1932, sale el primer número compuesto
    íntegramente con la nueva tipografía, así
    caracterizada: la base siglo XVI casi imperceptible, las letras
    más llenas, los trazos ascendentes y descendentes
    más cortos, más marcado el espesor, las zapatillas
    más regulares y uniformes, y, con todo, muy legible aun en
    cuerpo pequeño.

    Alemania y la
    Bauhaus

    La vanguardia
    racionalista de los años veinte se propone reducir las
    formas a sus constituyentes esenciales. La operación es
    aplicada no sólo en la arquitectura y el
    diseño en general, sino también sobre la
    tipografía. Aunque, si bien se producen trabajos notables
    en el campo de la paginación, nada ocurre con los
    caracteres. La reducción del alfabeto a la pura
    combinación de formas geométricas elementales da
    resultados aplicables sólo en titulares, pero que no
    resisten un texto completo. Cabe destacar la Universal-Alfabet,
    de

    Herbert Bayer, en 1925.

    La principal tipografía proveniente del
    ámbito de la Bauhaus es la Futura de Paul Renner (1927).
    Los principales problemas
    surgen con las minúsculas: la primera versión,
    marcadamente constructivista, de algunas letras —a, g, m,
    n, r—, tiene que rediseñarse para mejorar la
    legibilidad. Lo que permite a esta tipografía obtener un
    relativo suceso es cierta dosis de compromiso con la preceptiva
    constructivista. Las letras mayúsculas tienen una modulación
    geométrica perfecta: así, la letra O es
    absolutamente circular y el espesor del trazo es constante, hay
    una combinación de pocas formas geométricas como
    base de las minúsculas y se da un ajuste perceptivo del
    trazo en la relación entre letras redondas y derechas: la
    «o» es más alta que la
    «i».

    La posguerra y
    la actualidad

    La época moderna del diseño de caracteres
    tiene como particularidad el repêchage en el
    cambio de toda
    la tradición tipográfica y caligráfica. En
    esta tendencia se ubica la Optima (1955) de Hermann Zapf.
    Calígrafo e impresor de éxito,
    se inspira, para su tipografía, en las inscripciones sobre
    piedra de la Florencia de la primera mitad del Quattrocento. Los
    caracteres, decididamente originales, escapan a la taxonomía
    tradicional: la estructura de las letras es clásica y, si
    bien no tiene zapatillas, parece tenerlas.

    Este efecto se logra afinando los puntos medios del
    trazo. Por otra parte, la tipografía emblemática de
    los años 60 es la Helvetica (1957), de Max Miedinger,
    rediseño de una de fines del siglo XIX. Es una
    tipografía neutra y compacta, especial para un uso
    formalista de la página. El mismo año el suizo
    Adrian Frutiger desarrolla la tipografía Univers,
    la cual, no obstante su enorme difusión, no llegó a
    la popularidad que alcanzó la Helvetica. La gran novedad
    de la Univers es la de haber sido proyectada, desde su inicio, en
    veintiuna variantes que consideraran las posibilidades de
    inclinación, largo y espesor de los trazos.

    En este aspecto prefiguraba, entonces, las actuales
    técnicas de proyección
    tipográfica por computadora.
    El diseño tipográfico de los años 70 se
    configura en torno a la
    experimentación que proporciona la fotocomposición
    y que permite que los tipos se compriman y superpongan, llegando
    al límite de la legibilidad. Se produce así un
    claro estilo contemporáneo, y la creación de
    empresas que
    canalizan la fuerte creación de nuevos tipos.

    En nuestros días, el enorme patrimonio derivado
    del desarrollo de nuevos caracteres hace posible una gran
    libertad de
    elección. Sólo a modo indicativo, cabe clasificar
    los caracteres hoy disponibles en las siguientes familias:
    bastón; etruscos; sin terminación y con astas de
    grosor uniforme; egipcios: las astas son en general de grosor
    uniforme y las terminaciones copian este grosor; romanos
    antiguos: las astas con un principio de contraste y las
    terminaciones triangulares enlazadas con curvas en las astas; el
    eje de las letras redondas es oblicuo; romanos modernos: las
    terminaciones son horizontales, muy finas, como las astas claras,
    que contrastan fuertemente con las oscuras, el eje de las letras
    redondas es vertical; góticos y medievales; ingleses:
    desarrollados a partir de las antiguas letras cancillerescas,
    tienen, en general, un fuerte contraste entre las astas;
    fantasía: un grupo de
    caracteres inclasificables, muy diversos entre
    sí.

    En otras palabras, el diseño tipográfico
    actual asimila una tradición que se remonta a la
    aparición de la imprenta y la procesa, sirviéndose
    de los actuales medios informáticos, en una diversidad que
    se multiplica de modo exponencial.

    Conclusión

    La preocupación por la forma que han de adquirir
    los textos que serán editados, así como su
    relación con el contenido, dista de ser una
    preocupación nueva y exclusiva de las artes gráficas. El diseño, así
    entendido, viene a instalarse en el centro neurálgico de
    esta problemática. Facilitar la apreciación
    perceptiva de los textos viene a potenciar su
    significación, y realza su carácter comunicacional. Se trata de
    alcanzar más eficazmente al receptor. Más bien, ya
    desde los tiempos del códice o del libro como tal, la
    búsqueda de la belleza, ya sea a través de la
    proporción, ya de la calidad
    homogénea de los materiales, ha
    sido una búsqueda constante entre quienes se ocuparon de
    poner el texto al servicio de
    los lectores.

    Siempre habrá quienes consideren que tienen algo
    que comunicar y evalúen el libro como un justo medio
    (escritores), y siempre habrá quienes quieran completar
    ese acto (lectores). A la tipografía le será
    encargada facilitar esa unión.

    Bibliografía

    Escolar, Hipólito, Historia universal del
    libro
    , Fundación Sánchez

    Ruiperez, 1993

    Mazzalomo, Lidia, «Diseño gráfico
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    Leandro, Esteves Fros, Fernando (comps..), El mundo
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    , Buenos Aires,
    Paidós, 2002

    Millares Carlo, Agustín, Introducción a
    la historia del
    libro y de las bibliotecas,

    Madrid, Fondo de Cultura
    Económica, 1993

    Portal del libro. Enciclopedia del libro en
    Internet
    , en www.portaldellibro.com/imprenta

    Unos tipos duros. Teoría
    y práctica de la tipografía
    , en
    www.unostiposduros.com

    DJ B4L4m

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