Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Historia siglo XX




Enviado por carlosvladimir2005



Partes: 1, 2

    1. Europa
    2. Asia
    3. América
    4. Colombia

    EUROPA

    1. Varsovia, Pacto de (oficialmente, Tratado de
      Amistad,
      Colaboración y Asistencia Mutua), alianza militar
      compuesta por ocho países comunistas europeos,
      creada para contrarrestar el rearme de la República
      Federal de Alemania, popularmente llamada Alemania
      Occidental, y su ingreso en la Organización del Tratado del
      Atlántico Norte (OTAN). El tratado fue firmado en
      Varsovia (Polonia) el 14 de mayo de 1955 por Albania,
      Bulgaria, Checoslovaquia (hoy República Checa y
      Eslovaquia), República Democrática de
      Alemania (en la actualidad parte de la reunificada
      República Federal de Alemania), Hungría,
      Polonia, Rumania y la Unión de Repúblicas
      Socialistas Soviéticas (URSS). La alianza estaba
      dominada por la URSS, que mantenía un estricto
      control
      sobre los otros estados firmantes del pacto.

      En 1961 Albania rompió relaciones
      diplomáticas con la URSS a causa de diferencias
      ideológicas y en 1968 abandonó el Pacto de
      Varsovia.

      Desde mediados de la década de 1950 hasta
      la de 1980, dos fueron los órganos que ejecutaron
      las funciones
      del Pacto de Varsovia: el Comité Político
      Consultivo y el Mando Unificado de las Fuerzas Armadas,
      ambos con sede en Moscú. Según los
      términos del tratado, el Comité
      Político Consultivo coordinaba todas las
      actividades, excepto las puramente militares, y el Mando
      Unificado de las Fuerzas Armadas ejercía la dirección sobre las tropas asignadas
      a éste por los estados miembros. Se acordó
      que el Mando Unificado quedara bajo dirección
      soviética.

      La única acción militar del Pacto de Varsovia
      fue dirigida contra un Estado
      miembro: Checoslovaquia. (En el otoño de 1956, la
      URSS llevó a cabo de forma unilateral la
      invasión de Hungría, otro Estado miembro del
      Pacto de Varsovia). En agosto de 1968, como respuesta a una
      serie de reformas liberalizadoras promulgadas por el
      gobierno
      checoslovaco, conocidas como la primavera de Praga, tropas
      de la URSS, Polonia, Hungría, Bulgaria y Alemania
      Oriental (República Democrática de Alemania)
      invadieron Checoslovaquia y forzaron el retorno a un
      régimen afín a la ortodoxia soviética.
      Rumania se opuso a la invasión, por lo que no
      participó en ella, pero continuó siendo
      miembro del Pacto.

      A pesar de que el Pacto de Varsovia fue
      oficialmente renovado en 1985 para otros veinte
      años, la transformación política de la Europa
      oriental, a fines de la década de 1980,
      debilitó profundamente a la
      organización. La URSS inició la
      evacuación de sus tropas de otros países del
      Pacto de Varsovia y la República Democrática
      de Alemania abandonó la alianza para unirse a la
      República Federal de Alemania, logrando la
      reunificación de Alemania, en octubre de 1990. Todas
      las funciones militares conjuntas cesaron a finales de
      marzo de 1991, y en julio los dirigentes de los seis
      países miembros restantes acordaron la
      disolución de la alianza.

    2. Pacto de Varsovia
      (1955-1991)

      Desde el mismo momento de la división, los
      católicos del norte se convirtieron en una
      minoría con desventajas en temas como empleo,
      vivienda y participación efectiva en la actividad
      política. En 1968 organizaron el Movimiento Pro-Derechos
      Civiles para protestar por lo que consideraban un trato
      discriminatorio, que a menudo provocaba reacciones
      violentas. Los protestantes moderados reconocían la
      necesidad de reformas, pero a ello se oponía
      fuertemente la facción conservadora del Partido
      Unionista en el poder.
      Las tropas británicas, que fueron enviadas a Irlanda
      del Norte en 1969 para ayudar a la policía local (la
      Royal Ulster Constabulary, RUC), se establecieron de forma
      permanente para garantizar la autoridad británica sobre la
      provincia y reducir la reacción protestante, si bien
      se convirtieron en el objetivo
      de los atentados terroristas del IRA.

      En 1972, los británicos abolieron el
      Parlamento de Irlanda del Norte e impusieron un gobierno
      directo. En un referéndum celebrado en 1973,
      boicoteado en gran medida por los católicos, el
      electorado de Irlanda del Norte volvió a optar por
      el mantenimiento de la unión con Gran
      Bretaña, rechazando su reagrupamiento con la
      República de Irlanda. La violencia creció en los años
      siguientes. Dos mujeres de Belfast, Mairead Corrigan y
      Betty Williams, recibieron el Premio Nobel de la Paz en
      1976 por sus acciones
      para reconciliar a las dos comunidades enfrentadas de
      Irlanda del Norte. Sin embargo, su tarea fue inútil;
      los intentos de acercar a ambos grupos
      no dieron ningún resultado.

      Mientras tanto, el denominado IRA Provisional (el
      ala más radical de este grupo)
      mantenía una presión terrorista constante, al
      tiempo
      que algunos extremistas protestantes se equiparaban a ellos
      mediante la constitución de varias organizaciones terroristas que iniciaron su
      particular campaña de atentados.

      En 1979, el IRA asesinó a lord Mountbatten
      (último virrey de la India),
      y ese mismo día hizo caer en una emboscada a un
      grupo de soldados británicos, muriendo 18 de ellos.
      El asesinato de lord Mountbatten fue condenado
      unánimemente.

      Más adelante, en 1981, el IRA
      utilizó una nueva táctica para recuperar su
      quebrantada popularidad: los miembros que se encontraban
      detenidos en prisiones británicas comenzaron una
      huelga
      de hambre y cada nueva muerte a
      la que ésta daba lugar iniciaba un nuevo ciclo de
      violencia.

      Mientras tanto, la división entre las
      comunidades norirlandesas permanecía tan marcada
      como siempre, sin que se vislumbrara una solución.
      La conferencia
      intergubernamental creada en 1985 fue recibida por muchos
      como un paso importante para la cooperación en temas
      de seguridad, economía y sociedad, y para alcanzar una paz
      definitiva. Sin embargo, los unionistas protestantes y
      algunos nacionalistas irlandeses denunciaron ese acuerdo.
      Al comienzo de la década de 1990 las tropas
      británicas todavía patrullaban las calles de
      Londonderry y Belfast, mientras que el IRA seguía
      lanzando esporádicos ataques terroristas sobre
      civiles británicos y personal
      militar en las islas Británicas y en la Europa
      continental.

      El 31 de agosto de 1994, después de 25
      años de lucha, el IRA anunció un alto el
      fuego incondicional y solicitó el inicio de
      conversaciones de paz. No obstante, 9 de febrero de 1996 el
      IRA rompió dicha tregua al perpetrar un atentado con
      bomba en Londres, y responsabilizó de la ruptura al
      gobierno británico; era el inicio de una nueva etapa
      de violencia marcada por atentados esporádicos que
      se prolongaría a lo largo de varios
      meses.

      La determinación a favor de continuar con
      el proceso
      de paz ya iniciado por parte de los primeros ministros de
      Gran Bretaña y la República de Irlanda, John
      Major y John Bruton, respectivamente, hizo que, pese a la
      persistencia de los atentados y los disturbios callejeros,
      dieran comienzo en el castillo de Stormont, próximo
      a Belfast, las conversaciones de paz con la presencia de
      los principales partidos
      políticos norirlandeses, incluido el Sinn
      Féin, pese al rechazo inicial de los grupos
      protestantes de sentarse a la mesa con quienes no
      condenaban los atentados del IRA.

      La victoria electoral de los laboristas en las
      elecciones celebradas en el Reino Unido en mayo 1997, unida
      al alto el fuego declarado del IRA el 19 de julio,
      permitieron un desarrollo efectivo de las conversaciones de
      paz. Los atentados cometidos por grupos terroristas
      católicos y protestantes disconformes con las
      negociaciones no impidieron la buena marcha de las mismas,
      como pusieron de manifiesto las dos reuniones mantenidas
      —en diciembre de 1997 y marzo de 1998— en
      Downing Street, residencia oficial del primer ministro
      británico, entre Tony Blair y representantes del
      Sinn Féin, encabezados por Gerry Adams, toda vez que
      este partido católico había hecho renuncia
      explícita y pública en el mes de septiembre
      de la violencia como forma de actuación
      política.

      La firma de un acuerdo de paz el viernes 10 de
      abril de 1998 por parte de los principales partidos
      norirlandeses y de los primeros ministros del Reino Unido y
      de la República de Irlanda, vino a confirmar los
      deseos de poner fin a la violencia de una vez por
      todas.

    3. Conflicto en
      Irlanda del Norte (1969)

      Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), militar y
      político español, jefe del Estado (1936-1975),
      responsable del régimen autoritario (franquismo) que
      se inició durante la Guerra
      Civil (1936-1939) y concluyó con la
      muerte del titular.

      Nació el 4 de diciembre de 1892 en El
      Ferrol (Ferrol, localidad coruñesa que
      recibió la denominación oficial de El Ferrol
      del Caudillo durante la dictadura franquista). En 1907
      ingresó en la Academia Militar de Toledo. Tres
      años después recibió el grado de
      segundo teniente de Infantería. Con 20 años
      comenzó su carrera militar en el Ejército de
      África, lo que le permitió cosechar
      méritos y ascensos por acciones bélicas
      durante la guerra de Marruecos. Tras una breve estancia en
      la península Ibérica, durante la cual
      contrajo matrimonio
      en 1923 con Carmen Polo, perteneciente a la alta sociedad
      asturiana, retornó al norte de África ese
      mismo año para mandar la primera bandera del Tercio
      Extranjero (Legión). A partir de entonces se produjo
      la aceleración de la que sería una brillante
      carrera militar, que le llevó a ascender a general
      de brigada en 1926, convirtiéndose en el general
      más joven de Europa.

      Durante la dictadura del general Miguel Primo de
      Rivera, que había dado comienzo en 1923,
      desempeñó el cargo de director general de la
      Academia General Militar de Zaragoza desde 1928. Pocos
      meses después de la proclamación de la II
      República, que había tenido lugar en abril de
      1931, Manuel Azaña, el entonces ministro de la
      Guerra del gobierno provisional republicano, decretó
      el cierre de dicha institución castrense y el
      consiguiente cese de Franco al frente de la
      misma.

      Finalizada la etapa de gabinetes reformistas
      formados por republicanos y socialistas, intervino como
      asesor del ministro de la Guerra, Diego Hidalgo
      Durán, en la represión de la
      insurrección revolucionaria de Asturias (octubre de
      1934) y en 1935 asumió la jefatura del Estado Mayor
      por designación del nuevo ministro de la Guerra,
      José María Gil-Robles.

      Tras el triunfo electoral del Frente Popular
      (febrero de 1936) el gobierno presidido por Azaña le
      destinó a la comandancia general de Canarias. Desde
      este puesto intervino en el levantamiento militar contra el
      gobierno republicano, iniciado el 17 de julio en Marruecos
      y origen de la Guerra Civil. Llegó a Tetuán
      el 19 de julio para tomar el mando del Ejército de
      África. El 20 de julio moría en accidente de
      aviación el general José Sanjurjo, quien
      debía dirigir la insurrección militar. Entre
      otros acuerdos, la Junta de Defensa Nacional constituida el
      24 de julio en Burgos por los militares sublevados y
      presidida por el general Miguel Cabanellas
      distribuyó el mando del Ejército rebelde del
      Norte y del Sur entre los generales Emilio Mola y Francisco
      Franco. No obstante, poco después se resolvió
      la unidad de mando militar y político a favor de
      Franco.

      El 29 de septiembre de 1936 fue nombrado por la
      Junta de Defensa Nacional generalísimo de las
      fuerzas militares sublevadas y jefe del gobierno. El 1 de
      octubre asumió esos cargos, a los que él
      mismo añadió el de jefe del Estado. Con esta
      medida, Franco dispondría en adelante de plenos
      poderes, que ejerció hasta su muerte. El
      fallecimiento en accidente de aviación del general
      Mola (junio de 1937) le liberó de un posible
      competidor.

      Otro tanto sucedió al ser fusilado en
      noviembre de 1936 en la cárcel de Alicante
      José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange
      Española. En efecto, el 19 de abril de 1937
      promulgó el Decreto de Unificación que, so
      pretexto de superar las divisiones en el seno de las
      fuerzas políticas colaboradoras en el
      alzamiento militar, unía a Falange con los
      tradicionalistas (carlistas) y ponía bajo la
      jefatura directa del caudillo (título recibido por
      el propio Franco) a Falange Española Tradicionalista
      y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET y de
      las JONS), único partido autorizado por el
      régimen, y pronto diluido bajo la expresión
      "Movimiento Nacional".

      Sin haber finalizado la contienda, Franco
      presidió el 30 de enero de 1938 el primer gobierno
      de su larga dictadura. Desde que terminó la guerra
      el 1 de abril de 1939 y hasta su muerte (acaecida el
      20 de
      noviembre de 1975 en Madrid),
      monopolizó un régimen que se confunde con su
      titular: el franquismo. Hasta junio de 1973, cuando por
      primera vez cedió la jefatura del gobierno a su
      "mano derecha", el almirante Luis Carrero Blanco, Franco
      fue al mismo tiempo jefe del Estado, del gobierno y del
      Ejército.

      El periodo durante el cual ejerció el poder
      el general Franco, así como el régimen
      político creado por éste ha recibido el
      nombre de franquismo. Comprende un dilatado proceso que
      entremezcla continuismo y cambios durante casi cuatro
      décadas. Desde el Alzamiento (denominación
      que los sublevados dieron al inicio de su rebelión
      con la que comenzó la Guerra Civil), nadie
      dudó de que, en caso de vencer, el régimen
      previsto sería una ruptura respecto del pasado
      republicano. Así lo fueron las primeras instituciones gubernamentales creadas para
      la España "nacional" (nombre con el que
      los sublevados reconocían el territorio sobre el que
      ejercían su control) en plena Guerra Civil: Junta de
      Defensa Nacional (julio-octubre de 1936), Junta
      Técnica de Estado (octubre de 1936-enero de 1938) y
      primer gobierno presidido por Franco, que serían el
      germen de la dictadura.

      Los apoyos recibidos desde el principio
      permitían presumir el futuro político del
      "Nuevo Estado" que, por su larga duración,
      pasó sucesivamente por las fases de dictadura
      personal, totalitarismo autoritario de "pluralismo
      limitado" y tecnocrático o, como gustó
      repetir su creador, de democracia orgánica.

      En cualquier caso, se trató de un
      régimen sin ningún carácter democrático, no
      sólo por su origen (sedición generadora de
      una guerra civil) sino por su posterior desarrollo,
      caracterizado por el mando personal del caudillo, la
      inexistencia de partidos políticos, de
      división de poderes y de libertades, así como
      por el fuerte control ejercido desde el poder, cuya
      naturaleza coincidía con la ideología franquista:
      antiliberalismo, anticomunismo, antirrepublicanismo,
      nacionalismo, concepción
      jerárquica y autoritaria y nacionalcatolicismo. En
      su última fase, sin abandonar el trauma de la Guerra
      Civil y la despolitización como recursos, se incorporaron otros factores: la
      ideología desarrollista, un nuevo sistema
      educativo y el europeísmo, junto con el evidente
      cambio
      de la estructura
      social que tuvo efecto desde la década de
      1960.

      Con todo, y hasta el final, el franquismo
      defendió a ultranza la trama ideológica de
      los llamados principios
      del Movimiento: unidad e integridad de la patria,
      confesionalidad del Estado, la monarquía tradicional como forma de
      gobierno (aunque no apareció la figura del monarca)
      y el corporativismo, que definía la
      representatividad a través del municipio, el
      sindicato vertical (nacionalsindicalismo) y
      la
      familia.

      Este fue, en efecto, el proceso
      institucionalizador del Nuevo Estado, no consumado hasta
      enero de 1967 con la promulgación de la Ley
      Orgánica del Estado que culminaba las denominadas
      siete Leyes
      Fundamentales, el peculiar acercamiento al
      constitucionalismo del régimen franquista: Fuero del
      Trabajo
      (marzo de 1938), Ley Constitutiva de las Cortes
      Españolas (julio de 1942), Fuero de los
      Españoles (julio de 1945), Ley del Referéndum
      Nacional (octubre de 1945), Ley de Sucesión a la
      Jefatura del Estado (julio de 1947), Ley de Principios
      Fundamentales del Movimiento Nacional (mayo de 1958) y la
      ya citada Ley Orgánica del Estado.

      Quedaba como resquicio de cara al futuro la
      proclamación en 1969 del príncipe de
      España como sucesor a título de rey, en una
      monarquía instaurada, que no restaurada. El
      fallecimiento de Franco propició de alguna manera en
      1975, y sin que el dictador se lo hubiera propuesto, la
      monarquía democrática bajo el reinado del
      nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos I, poniendo de
      manifiesto la inviabilidad del "franquismo sin Franco". El
      proceso posterior al deceso del general se conoce como
      transición a la democracia.

      Todo este proceso de lento y tímido
      aperturismo demandado por el desarrollo
      económico de la década de 1960 y que
      según cabía esperar debía conllevar un
      desarrollo político, tropezó con las
      tensiones entre los llamados inmovilistas (falangistas
      ortodoxos) y los conocidos como aperturistas en cuestiones
      tales como la sucesión en la jefatura del Estado, la
      apertura hacia los países de la órbita
      soviética, el asociacionismo o la atención de las demandas expresadas
      por la conflictividad laboral,
      en definitiva: el posible camino hacia la
      democracia.

      Si, como se ha dicho, un amplio sector del pueblo
      aceptó el franquismo, al menos en los dos primeros
      decenios, y siempre como un mal menor tras una cruenta
      guerra civil, tampoco faltó la presencia de una
      oposición política. En los primeros
      años ésta estuvo a cargo de las guerrillas
      que actuaron en determinadas zonas del territorio
      español, así como de la oposición
      democrática llevada a cabo desde el exilio
      (republicanos, monárquicos seguidores de Juan de
      Borbón y Battenberg, socialistas y comunistas) cuyo
      punto álgido fue el Congreso de 1962, que la
      prensa
      oficial descalificó como "contubernio de
      Munich".

      A todo ello deben unirse las huelgas y conflictos laborales (el recién
      nacido sindicato Comisiones Obreras consiguió
      infiltrarse en las instituciones autorizadas, en tanto que
      la socialista Unión General de Trabajadores (UGT)
      mantuvo la lucha clandestina) y estudiantiles (contrarios
      al oficial Sindicato Español Universitario, SEU) y,
      en el último tramo, las actuaciones de grupos
      ligados a la Iglesia
      católica que marcaron distancias con el
      régimen después del Concilio Vaticano II
      (1962-1965), sin olvidar la acción de grupos
      terroristas como la organización independentista
      vasca ETA. Sin embargo, este abanico opositor fue a la
      postre débil y no logró sus propósitos
      de vencer al régimen, que actuó con dureza a
      la hora de reprimirlo.

      Otro tanto ocurrió con las relaciones
      exteriores. El franquismo consiguió superar el
      aislamiento internacional al que estuvo sometido el
      régimen durante la década de 1940 por haber
      mantenido, bajo la capa de neutralidad en la
      II Guerra
      Mundial, la amistad con las potencias del Eje.
      España, en un primer momento, quedó fuera de
      la Organización de las Naciones
      Unidas (ONU),
      creada en 1945. Pero la Guerra
      fría modificó el panorama y obligó
      a aceptar la situación española.

      Los pilares de este reconocimiento internacional
      se plantaron en 1953 con la firma del Concordato con la
      Santa Sede y la de los pactos económicos y militares
      con Estados
      Unidos (Convenio de Amistad y Cooperación).
      Ambos hicieron saltar el cerco impuesto
      hasta entonces a Franco. En 1955 España
      ingresó en la ONU, si bien antes lo había
      hecho en otras organizaciones internacionales, como la
      Organización Mundial de la Salud
      (OMS), la UNESCO y la Organización Internacional del
      Trabajo (OIT). El presidente estadounidense, Dwight David
      Eisenhower, visitó Madrid en diciembre de 1959.
      Desde finales de 1969, coincidiendo con la llegada al
      Ministerio de Asuntos Exteriores del tecnócrata
      Gregorio López Bravo, la diplomacia española
      inició una apertura hacia los países del
      entorno soviético, en un principio con
      carácter comercial y más tarde en forma de
      relaciones diplomáticas plenas.

      En lo que respecta a las relaciones con Latinoamérica, la política
      exterior franquista cabalgó sobre las conveniencias
      de cada momento. Los gobiernos latinoamericanos se
      dividieron al iniciarse la Guerra Civil en torno a
      la actitud
      que deberían adoptar frente al conflicto y aunque México (presidida durante la guerra
      por Lázaro Cárdenas) mantuvo siempre una
      política de firme defensa de las instituciones
      republicanas, que se prolongó hasta la muerte de
      Franco y la celebración de las primeras elecciones
      democráticas en 1977, los demás países
      fueron reconociendo al dictador y su régimen, sin
      excepción. Franco, por otra parte, encontró
      apoyo y simpatía en los gobernantes autoritarios
      latinoamericanos de todas las épocas: las actitudes personales y gubernamentales del
      argentino Juan Domingo Perón, el dominicano Rafael
      Leónidas Trujillo o el chileno Augusto Pinochet
      fueron una buena muestra
      de ello.

      De otro lado, a las buenas relaciones con los
      países musulmanes expresadas en las visitas de los
      jefes de Estado de Arabia Saudí, Jordania, Irak,
      Irán y Egipto,
      cabe añadir el reconocimiento español a la
      independencia del territorio de Marruecos
      bajo su protectorado (1956), el reconocimiento de los
      derechos de dicho país sobre Ifni (1969) o la
      independencia de Guinea Ecuatorial (1968). En el ocaso del
      franquismo (octubre de 1975), el rey marroquí
      Hasan II organizó la Marcha Verde sobre el
      territorio del Sahara Español, lo que supuso
      abandonar éste en manos de Marruecos y
      Mauritania.

      Sin quebrar el monolitismo del sistema,
      los principales grupos colaboradores en los gobiernos
      franquistas fueron militares, falangistas,
      monárquicos, católicos y tecnócratas.
      Salvo en los dos últimos gabinetes (presididos por
      Luis Carrero Blanco desde junio hasta diciembre de 1973, y
      por Carlos Arias Navarro, que sustituyó a
      éste tras su asesinato a manos de ETA), todos
      tuvieron como presidente a Franco, responsable único
      de los equipos ministeriales, sujetos en la duración
      y composición a su exclusiva voluntad. Según
      la coyuntura (cierre autocrático o
      liberalización política) se mantuvieron o
      fueron sustituidos, siempre al compás de la astucia
      del general que tuvo especial empeño en mezclar las
      distintas "familias" del régimen dando la
      impresión de un falso pluralismo, por cuanto no se
      reconocía la existencia de partidos
      políticos.

      Algunos de los principales ministros de los
      gobiernos presididos por Franco fueron, además de
      los ya mencionados Carrero Blanco, Arias Navarro y
      López Bravo: Ramón Serrano Súñer,
      Francisco Gómez Jordana, Juan Antonio Suances,
      José Enrique Varela, Alberto Martín Artajo,
      Agustín Muñoz Grandes, Fidel Dávila,
      José Antonio Girón, Raimundo Fernández
      Cuesta, Joaquín Ruiz Giménez, José
      Solís Ruiz, Manuel Fraga Iribarne, Alberto
      Ullastres, Camilo Alonso Vega y Torcuato
      Fernández-Miranda.

      Por último, y en otro orden de cosas, la
      economía y la política económica sufrieron
      una interesante evolución a lo largo de los cuarenta
      años de gobierno franquista. El primer periodo,
      transcurrido desde 1939 hasta 1951, fue una etapa de
      autarquía que acusó los efectos de las
      guerras
      civil y mundial. Durante ese primer periodo España
      experimentó una auténtica depresión que contrastaba con la
      recuperación europea, lograda por la ayuda prestada
      por el Plan
      Marshall y de la cual no disfrutó el país
      gobernado por Franco.

      La década de 1950 actuó como bisagra
      en la que se produjo un crecimiento debido a la
      liberalización, la mejora de las relaciones
      exteriores y los ingresos
      procedentes del turismo y
      los numerosos emigrantes. La década de 1960 fue una
      década de expansión que había dado
      comienzo con el Plan de Estabilización de 1959 y
      continuó hasta 1973, respondiendo en cierto modo al
      esquema propuesto por la Organización para la
      Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE):
      energía barata, precios
      favorables en alimentos y
      materias primas, reservas de mano de obra barata procedente
      del sector primario, aumento de la población activa y expansión
      del mercado
      internacional.

    4. Muerte de
      Francisco Franco Bahamonde (1976)

      Mitterrand, François (1916-1996),
      presidente de Francia (1981-1995). Nacido en Jarnac,
      estudió derecho, literatura
      y ciencias
      políticas en la Universidad de París. Sirvió
      en el Ejército francés durante la
      II Guerra Mundial y participó en la Resistencia durante la ocupación
      alemana de Francia. Fue elegido parlamentario de la
      Asamblea Nacional en 1946. Más tarde fue ministro
      para los Territorios de Ultramar (1950-1951), ministro del
      Interior (1954-1955) y ministro de Justicia
      (1956-1957). En 1965 disputó infructuosamente a
      Charles de Gaulle la presidencia de la República,
      como candidato de la izquierda no comunista. En 1971
      resurgió como líder del renovado Partido
      Socialista. Con el apoyo de los comunistas, compitió
      de nuevo por ese cargo con Valéry Giscard d'Estaing
      en 1974 y perdió por un estrecho margen. En 1981
      Mitterrand desafió por segunda vez a Giscard,
      obteniendo la victoria, por lo que se convirtió en
      el primer presidente socialista de la V República.
      En el ámbito interior, nacionalizó bancos y
      algunas de las grandes industrias y aumentó los beneficios
      económicos de la clase
      trabajadora. Con la victoria de la derecha en las
      elecciones para la Asamblea Nacional de 1986, Mitterrand
      tuvo que compartir el poder, en lo que se dio en llamar
      'cohabitación', con el nuevo primer ministro
      conservador Jacques Chirac. Mitterrand fue reelegido
      presidente de la República en las elecciones de
      1988. Le sucedió en este cargo Chirac al resultar
      triunfador en las elecciones de 1995, a las que Mitterrand
      ya no se presentó. Falleció el 8 de enero de
      1996 en París.

    5. Victoria
      socialista en Francia
      con François Mitterrand (1981)
    6. Políticas
      del Glasnost y la Perestroika

    1.5.1 Perestroika (en ruso,
    ‘reestructuración’), término empleado
    para referirse a la reforma económica realizada en la
    Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
    (URSS) al final de la década de 1980. La palabra
    comenzó a utilizarse cuando, en 1985, Mijaíl
    Gorbachov pasó a ser el máximo dirigente
    soviético. Esta política ya estaba en la fase de
    diseño
    antes de su elección, pero fue en el pleno del
    Comité Central del Partido Comunista de la Unión
    Soviética (PCUS) de abril de 1985 cuando se decidió
    que era crucial para rescatar al Estado del colapso
    económico y que había que llevarla a la
    práctica inmediatamente.

    La perestroika habría de convertirse en un plan
    sistemático y en una estrategia
    concreta para el desarrollo del país. La reforma alcanzaba
    todas las áreas del sistema soviético: la ciencia y
    la tecnología, la reorganización de la
    estructura
    económica y los cambios en la política de inversión. Su objetivo era convertir una
    gestión
    muy centralizada en un sistema más descentralizado, basado
    en cierto grado de autonomía local y autogestión.
    Otros objetivos
    eran: reducir el alcoholismo y
    el absentismo laboral, permitir a las empresas tomar
    decisiones sin consultar a las autoridades políticas,
    así como el fomento de la empresa
    privada y de sociedades
    conjuntas con un número limitado de
    compañías extranjeras. Su contrapartida en el mundo
    de la cultura y de
    los medios de
    comunicación fue la glasnost.

    Hacia el final del mandato de Gorbachov, la perestroika
    empezó a recibir críticas tanto por los que
    pensaban que las reformas se aplicaban con demasiada lentitud
    como por los que temían que destruyera el sistema
    socialista y lo sustituyera por la anarquía. En ambos
    casos se temía que el país se dirigiera al colapso.
    En 1991 Mijail Gorbachov perdió el poder tras un fallido
    golpe de
    Estado. Borís Yeltsin se convirtió en su
    sucesor, abandonando el comunismo y
    conduciendo a la URSS a su desintegración.

    1.5.2 Glasnost (en ruso, ‘apertura’ o
    ‘transparencia’), política llevada a cabo
    junto a la perestroika por Mijaíl Gorbachov, dirigente de
    la Unión de Repúblicas Socialistas
    Soviéticas (URSS) desde 1985 hasta 1991. Mientras que la
    perestroika se ocupaba de la reestructuración
    económica de la Unión Soviética, la glasnost
    pretendía atenuar las políticas restrictivas que
    impedían la libertad de
    expresión y la libre circulación de las ideas.
    Permitió el debate
    público sobre cuestiones políticas, alentando por
    tanto las críticas a la política y a la sociedad
    soviéticas. Los medios de
    comunicación obtuvieron mayor libertad para expresar
    opiniones que antes hubiesen sido condenadas. Permitió
    conocer tanto los errores del gobierno soviético, como el
    accidente nuclear de 1986 en Chernobil.

    Gorbachov también autorizó la
    liberación de cierto número de prisioneros
    políticos y la emigración de algunos refuseniks
    (disidentes). El objetivo de la glasnost era crear un debate
    interno entre los ciudadanos soviéticos, y alentar una
    actitud positiva y el entusiasmo por las reformas en la
    Unión Soviética. Sin embargo, la política se
    mantuvo por su propia inercia al empezar la gente a hablar con
    más confianza justo cuando los problemas de
    la sociedad soviética se hicieron evidentes y el programa de
    reformas económicas empezó a fallar. En 1991, tras
    un golpe de Estado fallido, Gorbachov abandonó el poder y,
    una vez disuelta la URSS, Borís Yeltsin se
    convirtió en el máximo dirigente de la
    Federación Rusa. Las libertades de prensa y de
    discusión en Rusia en la
    actualidad son mucho mayores que bajo el comunismo, pero el
    futuro a largo plazo de los medios de
    comunicación y de la opinión
    pública sigue siendo incierto.

    1.6 España:
    Premios Nacionales 2000

    Durante los meses de octubre y noviembre, el Ministerio
    de Educación
    y Cultura hizo pública la concesión de los
    distintos Premios Nacionales para el año 2000.

    El 3 de octubre, Luis Mateo Díez (Villablino,
    1942) obtuvo el Premio Nacional de Narrativa por su libro La ruina
    del cielo. La obra galardonada lleva al lector a la España
    de la década de 1930, al pequeño pueblo imaginario
    de Celama. En ella, un médico, Ismael Cuende, cuenta las
    vidas de cerca de 400 seres ya desaparecidos que forman parte de
    una cultura rural hoy casi perdida.

    El 18 de octubre fue anunciada la concesión del
    Premio Nacional de Ensayo 2000 al
    filósofo Javier Echevarría (Pamplona, 1948) por su
    libro Los señores del aire. En
    él, el autor aborda el tema de la sociedad de la información y los cambios que ésta
    genera en la organización social contemporánea, en
    la vida cotidiana y en las mentalidades. Subraya el autor la
    necesidad de regular y democratizar lo que él llama el
    tercer entorno.

    El Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial
    recayó el 20 de octubre en Biblioteca Nueva
    por su "tarea en la recuperación de fondos
    históricos".

    El 24 de octubre, el jurado del Premio Nacional de
    Literatura Dramática hizo pública la
    concesión de este galardón a Domingo Miras por sus
    obras Una familia normal y
    Gente próspera, textos escritos hace casi una treintena de
    años y que el propio autor califica de
    "realistas".

    El 25 de octubre le fue concedido el Premio Nacional al
    Fomento de la Lectura al
    conocido escritor Fernando Sánchez Dragó, por su
    programa de televisión
    Negro sobre blanco, dedicado al mundo del libro y que gira en
    torno a una conversación con un autor sobre su
    obra.

    La obra colectiva Símbolos de España, publicada por el
    Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y que
    salió a la luz en 1999, se
    llevó el Premio Nacional de Historia el 30 de octubre.
    Bajo la coordinación de Carmen Iglesias, Faustino
    Menéndez Pidal, Begoña Lolo y Hugo O’Donnell
    realizaron en ella un estudio de la bandera, el himno y el escudo
    de España a lo largo de su historia.

    El filólogo barcelonés Martín de
    Riquer obtuvo el 31 de octubre el Premio Nacional de las Letras,
    en reconocimiento a una vida dedicada al estudio de la literatura
    medieval.

    Guillermo Carnero (Valencia, 1947) fue galardonado el 9
    de noviembre con el Premio Nacional de Poesía
    por su libro Verano inglés,
    un conjunto de 30 poemas
    escritos a raíz de su experiencia en una universidad
    inglesa.

    El Premio Nacional de Diseño recayó, el 10
    de noviembre, en la empresa Akaba y
    en el diseñador gráfico Mario Eskenazi (Buenos Aires,
    1945).

    El actor catalán Ramón Fontseré
    (Torelló, Barcelona, 1956), de la compañía
    teatral Els Joglars, fue galardonado con el Premio Nacional de
    Teatro el 16 de
    noviembre por su trabajo en la obra Daaalí. El mismo
    día fue anunciada la concesión del Premio Nacional
    de Circo al equilibrista, contorsionista y acróbata
    Enrique Moreno.

    El 21 de noviembre, se anunció la
    concesión del Premio Nacional de Danza a la
    compañía 10&10 y a la coreógrafa La
    Ribot, exponentes de la danza contemporánea en
    España.

    El 26 de noviembre, el editor y escritor Emilio Pascual
    ganó el Premio Nacional de Literatura
    Infantil y Juvenil por su obra Días de Reyes Magos, un
    libro destinado a lectores adolescentes.

    El 27 de noviembre se hizo pública la
    concesión del Premio Nacional de Música en la
    modalidad de interpretación a Manolo Sanlúcar,
    por su obra Locura de brisa y trino, con poemas de Federico
    García Lorca, y el Premio Nacional de Música en
    la modalidad de composición a José Manuel
    López López, por su obra Movimientos y por su
    aportación como compositor invitado en el Conservatorio de
    la ciudad francesa de Dijon.

    El Premio Nacional de Artes Plásticas fue
    concedido el 30 de noviembre al escultor Juan
    Muñoz.

      1. Husayn I o Hussein I (1935-1999), rey de
        Jordania (1952-1999), una de las más destacadas
        personalidades de la historia de Oriente Próximo y
        defensor de la paz entre Israel
        y sus vecinos musulmanes.

        Nacido el 14 de noviembre de 1935 en
        Ammán, pertenecía a la dinastía
        Hachemí, era hijo del príncipe y futuro rey
        Talal y nieto del emir de Transjordania y primer rey
        jordano, Abdullah ibn Husayn (Abdalá I).
        Estudió en Jordania, Egipto (Victoria College de
        Alejandría) y Gran Bretaña (Harrow School
        de Londres y Real Academia Militar de Sandhurst). El 20
        de julio de 1951 presenció el asesinato de su
        abuelo en Jerusalén, y el 11 de agosto del
        año siguiente fue proclamado rey de Jordania,
        sucediendo a su padre, el rey Talal, que había
        sido inhabilitado para gobernar debido a sus trastornos
        mentales. Fue coronado en 1953, cuando llegó a la
        mayoría de edad y finalizó la labor del
        Consejo de Regencia que gobernaba en su
        nombre.

        Los primeros años de su reinado
        estuvieron marcados por numerosos atentados contra su
        vida, y su gobierno se vio dificultado por el desacuerdo
        con líderes árabes más radicales,
        especialmente el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser,
        que desaprobaban su política
        prooccidental.

        En 1957 prohibió los partidos
        políticos después de sofocar con ayuda
        estadounidense una revuelta promovida por seguidores de
        Nasser. Tras el fracaso en 1967 de la coalición
        árabe en la guerra de los Seis Días contra
        Israel, Jordania perdió Cisjordania y la zona
        árabe de Jerusalén, al tiempo que las
        organizaciones palestinas que se habían asentado
        en el reino acrecentaron su implantación en el
        país. Husayn I se opuso a ellas y se produjo la
        guerra civil de septiembre de 1970 (enfrentamiento
        conocido con el nombre del grupo terrorista que los
        provocó: Septiembre Negro), en la que la victoria
        del Ejército jordano obligó a los
        guerrilleros palestinos (fedayines) a salir de Jordania.
        La cuestión palestina siguió dominando la
        política jordana durante las décadas de
        1970 y de 1980. Contrajo su cuarto y último
        matrimonio en 1978, cuando se casó con la
        estadounidense Lisa Hallaby, que recibió el
        título regio de reina Noor (Nur).

        En julio de 1988, después de meses de
        manifestaciones por parte de los palestinos de la
        Cisjordania ocupada por Israel (Intifada), Husayn I
        cedió los derechos de negociación de ese territorio a la
        Organización para la Liberación de
        Palestina (OLP). Su rechazo a condenar la invasión
        iraquí de Kuwait de 1990 ayudó a mantener
        su popularidad en Jordania, pero su posición
        neutral en la consiguiente guerra del Golfo
        Pérsico (1991) debilitó las relaciones con
        Estados Unidos y con algunos antiguos aliados
        árabes, que entonces lucharon contra
        Irak.

        Tras el acuerdo de paz entre Israel y la OLP de
        1993 (firmado por el dirigente palestino Yasir Arafat y
        el ministro de Asuntos Exteriores israelí
        Simón Peres), Husayn I, como soberano de la
        nación árabe con mayor
        población de refugiados palestinos,
        defendió el papel de Jordania en la
        formulación de los acuerdos regionales de paz. En
        noviembre de 1993, los jordanos participaron en las
        primeras elecciones multipartidistas del país
        desde 1956 y apoyaron la estrategia de su rey para
        establecer la paz entre Jordania e Israel, que finalmente
        fue firmada el 26 de octubre de 1994. Al año
        siguiente, le fue concedido el Premio Príncipe de
        Asturias de la Concordia.

        En enero de 1997 medió en las
        negociaciones entre israelíes y palestinos y
        logró que se iniciaran acuerdos respecto a
        Cisjordania y Hebrón, a cargo del primer ministro
        israelí, el derechista Benjamín Netanyahu,
        y del presidente de la Autoridad Nacional Palestina,
        Yasir Arafat. En julio de 1998 acudió a una
        clínica de Rochester (Minnesota, Estados Unidos)
        para recibir quimioterapia contra un cáncer
        linfático y el 20 de octubre de 1998 se
        incorporó a la cumbre entre Arafat y Netanyahu que
        había dado comienzo en Washington cinco
        días antes y se prolongó en el
        estado de Maryland hasta el día 23 de ese
        mes.

        Regresó a su país el 20 de enero
        de 1999. Tres días después comunicó
        a su hermano Hasan la decisión de retirarle el
        título oficial de heredero (que le había
        otorgado en 1965 y le había permitido
        desempeñar el cargo de regente durante la ausencia
        del Rey). El día 25 de ese mes designó
        heredero a Abdullah ibn al-Husayn (Abdalá),
        primogénito fruto de su segundo matrimonio
        —contraído con la británica Toni
        Gardiner, cuyo nombre regio fue el de reina Muna—,
        al cual ya había dado ese título poco
        después de su nacimiento, si bien en 1965
        recayó en Hasan. Al día siguiente hubo de
        volver a la clínica estadounidense de Rochester
        tras sufrir una recaída, dejando como regente a su
        hijo Abdalá. Falleció en Ammán el 7
        de febrero, un día después de haber
        regresado definitivamente a Jordania. Abdalá
        juró su cargo como rey constitucional el
        día de la muerte de su padre, a quien
        sucedió como Abdalá II.

      2. Hussein I sube al poder en Jordania
        (1952)
      3. Revolución Cultural en
        China
    1. ASIA

    La Revolución
    Cultural  Mientras los comunistas luchaban por construir la
    sociedad china,
    aparecieron diferencias entre Mao, que favorecía una
    ideología comunista pura y los intelectuales,
    profesionales y burócratas, que querían un
    acercamiento más racional y moderado que animara la
    eficacia y
    productividad
    del país. En mayo de 1956, los dirigentes del partido
    preocupados por las críticas de los moderados, más
    pragmáticos, lanzaron una campaña animando a los
    chinos a "dejar florecer cien flores, dejar luchar a cien
    escuelas de pensamiento."
    Los intelectuales fueron instados a exponer sus quejas al sistema
    para que los problemas pudieran ser identificados y solucionados.
    A comienzos de 1957 Mao amplió la campaña de las
    "cien flores", invitando a la libre crítica
    de la política gubernamental. Se asumió, por
    supuesto, que tales críticas se encontrarían dentro
    del marco del comunismo. Sin embargo en junio de 1957 se
    volvieron a imponer estrictos controles sobre la libertad de
    expresión, que pusieron fin a la denominada "primavera
    de Pekín".

    Ampliación de la división  La
    escisión entre Mao y los moderados se amplió. En
    1959 abandonó la presidencia de la República y le
    sucedió el moderado Liu Shaoqi; sin embargo, retuvo parte
    de su poder. La influencia de Mao se vio disminuida
    posteriormente por el fracaso económico que supuso el Gran
    salto adelante. La escisión se convirtió en un
    conflicto público en 1966, cuando Mao y sus seguidores
    lanzaron la Revolución Cultural proletaria para erradicar
    lo que perdurara de las ideas y costumbres burguesas y para
    recuperar el celo revolucionario del primitivo comunismo chino.
    Mao también quería debilitar la burocracia del
    partido, ahora atrincherada en los privilegios y modernizar el
    sistema educativo para beneficiar a los trabajadores rurales y
    manuales.

    Estudiantes autoproclamados guardias rojos, a los que se
    unieron grupos de trabajadores, campesinos y soldados
    desmovilizados, tomaron las calles para manifestarse a favor de
    Mao, a veces violentamente, convirtiendo a los intelectuales,
    funcionarios estatales y del partido y trabajadores urbanos en
    sus principales objetivos. Se desmontó la estructura
    central del partido ya que se destituyó a los numerosos
    altos dignatarios, entre los que se encontraba el jefe de Estado,
    Liu, y se los expulsó del partido. Se cerraron las
    escuelas y la economía quedó paralizada.

    Tensión internacional  Durante 1967 y 1968
    los enfrentamientos entre maoístas y antimaoístas,
    así como entre diferentes facciones de los guardias rojos,
    costaron miles de vidas. En algunas zonas la rebelión
    condujo a la anarquía. Al final, se tuvo que recurrir al
    ejército, dirigido por el ayudante de Mao, Lin Biao, para
    restaurar el orden.

    La Revolución Cultural tuvo un efecto adverso
    sobre las relaciones exteriores. La actitud de los guardias rojos
    inspiró comportamientos similares en Hong Kong que dieron
    lugar a un caos económico y social. La propaganda a
    favor de los guardias rojos y la agitación de los chinos
    residentes en el extranjero dificultaron las relaciones con
    muchos Estados, especialmente con la URSS, y la prueba positiva
    de una bomba de hidrógeno china en 1967 no hizo sino
    agravar la preocupación soviética. La
    tensión entre las dos potencias fue aumentando mientras
    los chinos acusaban a los dirigentes soviéticos de
    imperialismo
    después de que en 1968 la URSS invadiera Checoslovaquia.
    En 1969 los crecientes ataques chinos sobre la policía
    soviética en el río Ussuri, en Dongbei Pingyuan
    (Manchuria), crearon una situación explosiva.

    El desarrollo más radical en la educación de China
    tuvo lugar entre 1966 y 1978. Durante la Revolución
    Cultural de 1966 a 1969, se cerraron prácticamente todas
    las escuelas del país. Los 131 millones de jóvenes
    que estaban inscritos en las escuelas primarias y secundarias
    tuvieron que abandonarlas; muchos se involucraron en los
    esfuerzos de Mao por crear una nueva elite china, en la que
    hubiera jóvenes críticos que revisaran los programas
    políticos gubernamentales. En 1968 y 1969 se volvieron a
    abrir, pero hasta el periodo de 1970 a 1972 todas las
    instituciones de educación
    superior permanecieron cerradas.

    1. El Ayatollah gobierna y reforma
      Irán

    Ayatolá (en árabe, Ayat Allah, signo
    milagroso de Dios), título honorífico reservado a
    juristas de excepción (mujtahids) de los imanes musulmanes
    shiíes. El título es sin embargo propio de los
    iraníes y no es utilizado generalmente por los imanes
    shiíes del mundo árabe (por ejemplo, de Irak,
    Bahrein y Líbano) o del subcontinente indio.

    Jomeini, Ruhollah (c. 1900-1989), ayatolá
    iraní, dirigió la Revolución Islámica
    que derrocó al sha Muhammad Reza Pahlavi en 1979, y
    fundó la República Islámica de Irán,
    de la cual se convirtió en guía de la
    Revolución (1979-1989). Nacido en la ciudad
    desértica de Jomein y cuyo nombre real era Ruhollah Hendi,
    se convirtió en discípulo de un respetado profesor del
    islam y se
    trasladó con él a Qom en 1922. Jomeini llegó
    a ser un destacado teólogo islámico,
    escribió más de 20 libros sobre
    estos temas y en 1962 accedió a la jefatura de la comunidad
    shií de Irán.

    Crítico destacado de la dinastía Pahlavi
    desde la década de 1930, fue arrestado en 1963, por
    oponerse a medidas liberalizadoras (como la reforma
    agraria y la emancipación de la mujer) y se
    exilió, primero en Turquía y después en
    Irak, donde vivió (1964) en la ciudad santa shií de
    Najaf. Cuando fue expulsado de Irak (1978), encontró
    refugio en un barrio de París. Desde allí
    continuó su campaña contra el régimen del
    sha Reza Pahlavi y contra su principal valedor, Estados Unidos.
    Jomeini realizó grabaciones magnetofónicas que
    incitaban a la desobediencia multitudinaria. Éstas fueron
    introducidas ilegalmente en Irán y emitidas al pueblo por
    radios de onda corta. De regreso a Irán en febrero de
    1979, después de que el Sha huyera, Jomeini
    presidió la Revolución Islámica que de hecho
    eliminó de Irán toda influencia occidental,
    así como toda la posible oposición al
    régimen teocrático shií.

    En noviembre de 1979 las diferencias de Jomeini contra
    Estados Unidos condujeron al asalto de la embajada estadounidense
    en Teherán y a la toma de 53 funcionarios estadounidenses
    como rehenes, acción que después aprobó. La
    nueva Constitución de la República Islámica
    de Irán, aprobada en diciembre de 1979, le
    convirtió en el supremo líder político y
    religioso de forma vitalicia.

    Su régimen apoyó activamente la
    actuación de grupos terroristas y la propagación de
    las creencias radicales fundamentalistas islámicas.
    También prolongó la Guerra Irano-iraquí
    (1980-1988) esperando derrocar a Saddam Husayn, acordando contra
    su voluntad el alto el fuego final. A pesar del coste
    económico y humano de su gobierno, Jomeini disfrutó
    de un considerable apoyo popular dentro de Irán, aunque
    aparecieron signos de que
    su política más extrema no sobreviviría a su
    muerte que se convirtió en un auténtico duelo
    nacional y, en la actualidad, su tumba es centro de
    peregrinaciones y de culto multitudinario.

    1. Guerra entre Irán e Irak
      (1980-1988)

    Irano-iraquí, Guerra, conflicto armado librado
    entre Irán e Irak desde 1980 hasta 1988. La guerra
    comenzó con la invasión de Irán por parte de
    Irak el 22 de septiembre de 1980. Sus orígenes se
    encuentran en la larga animosidad árabe-persa y en las
    rivalidades regionales; en concreto, Irak
    quería invertir la delimitación de fronteras entre
    los dos estados, establecida en los Acuerdos de Argel (1975),
    para conseguir la anexión de la región de Shatt
    al-Arab. Además, Irak estaba preocupado por la propaganda
    religiosa dirigida desde la nueva República
    Islámica de Irán con el ayatolá Ruhollah
    Jomeini al frente, contra el régimen baatista laico de
    Bagdad, y especialmente temía perder la lealtad de sus
    súbditos shiíes.

    Sin embargo, la principal razón de la guerra fue
    la creencia del presidente de Irak, Saddam Husayn, de que la
    potencia militar
    de Irán se había debilitado en gran medida por la
    Revolución islámica de 1979, que derrocó al
    sha (rey) Muhammad Reza Pahlavi, y que el apoyo que
    conseguiría por parte Occidental le permitiría
    obtener una fácil victoria, reconquistando Shatt al-Arab y
    la provincia iraní de Juzistán. Pero, aunque las
    fuerzas iraquíes obtuvieron éxitos al principio,
    Irán contuvo a los invasores, reorganizó sus
    fuerzas y se lanzó a la ofensiva. Hacia 1982, las tropas
    iraquíes habían sido expulsadas de la mayor parte
    de Irán, que rechazó la posibilidad de comenzar un
    proceso de paz y continuó la guerra para castigar a
    Irak.

    Entre 1982 y 1987 las fuerzas iraníes organizaron
    la ofensiva a lo largo de la frontera,
    fundamentalmente en el sur, donde el principal objetivo era la
    conquista de Basora. Los ataques iraníes sobre las
    atrincheradas posiciones iraquíes recordaban a las
    tácticas de desgaste de la I Guerra Mundial. Irak
    comenzó entonces a utilizar gases
    tóxicos. Con la ayuda de grandes donaciones y
    préstamos de los estados árabes de la región
    del golfo Pérsico, y el suministro de armamento (entre
    otros, de la Unión Soviética y Francia) Irak
    resistió impasiblemente, mientras su fuerza
    aérea atacaba ciudades iraníes, instalaciones
    petrolíferas y petroleros en el golfo Pérsico.
    Irán tomó represalias contra los estados que
    apoyaban a Irak.

    Por sus tácticas, Irak buscaba implicar a
    potencias exteriores en el conflicto, y en 1987, Estados Unidos y
    otras potencias asumieron la responsabilidad de proteger los cargamentos en el
    Golfo. Hacia 1988 Irán deseaba finalizar la guerra, pero
    las fuerzas iraquíes reanudaron la ofensiva y en julio de
    1988, Irán aceptó la resolución de paz 598,
    adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 20 de julio de
    1987. Finalmente se llegó a la paz el 20 de agosto de
    1990, durante la guerra del Golfo Pérsico, sobre la base
    del statu quo ante bellum (mantenimiento de la situación
    territorial antes del enfrentamiento bélico). La Guerra
    Irano-iraquí se saldó con un millón de
    muertos (el 60% de ellos iraníes), y casi dos millones de
    heridos, además de numerosos gastos materiales,
    que dejaron la economía de ambos combatientes en una
    situación muy precaria.

    1. Guerra del Golfo Pérsico
      (1991)

    La crisis que dio
    origen al conflicto se inició el 2 de agosto de 1990,
    cuando Irak, liderado por el presidente Saddam Husayn,
    invadió y anexionó el emirato de Kuwait. El
    objetivo aparente era controlar las reservas petrolíferas
    kuwaitíes. Irak anexionó Kuwait formalmente el 8 de
    agosto.

    Entre agosto y noviembre de 1990, el Consejo de
    Seguridad de Naciones Unidas aprobó una serie de
    resoluciones que culminaron en la demanda
    expresa a Irak para que se retirara incondicionalmente de Kuwait
    el 15 de enero de 1991. Una fuerza multinacional bajo los
    auspicios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
    que ascendió a 500.000 soldados de tierra, mar y
    aire —principalmente de Estados Unidos, Arabia
    Saudí, Gran Bretaña, Egipto, Siria y Francia (y que
    contó con apoyo indirecto de otros muchos países,
    entre ellos España)—, se reunió contra el
    Ejército iraquí, estimado entonces en 540.000
    soldados. La concentración de fuerzas, denominada
    ‘Operación Escudo del Desierto’, tuvo
    inicialmente como fin proteger a Arabia Saudí de otro
    ataque.

    Bajo el mando del general estadounidense H. Norman
    Schwarzkopf, la coalición multinacional inició un
    intenso bombardeo aéreo de objetivos militares en Irak y
    Kuwait 24 horas después del fin del plazo dado por la ONU
    a Irak para que sus tropas abandonaran Kuwait. La
    operación se conoció como ‘Tormenta del
    Desierto’. Después de establecer la superioridad
    aérea, las fuerzas de la coalición inutilizaron los
    centros de mando y control iraquíes, especialmente de
    Bagdad y Basora, y atacaron de modo implacable a la
    infantería de Irak, que estaba atrincherada a lo largo de
    la frontera saudí-kuwaití, así como a la
    Guardia Republicana, compuesta por 125.000 hombres de elite que
    se encontraban al sureste de Irak y al norte de Kuwait. Las bajas
    de la coalición fueron relativamente pocas, no así
    entre las de Irak.

    Algunos aviones iraquíes fueron derribados;
    muchos más fueron bombardeados en sus refugios o huyeron a
    Irán. Irak tomó represalias lanzando misiles Scud a
    Arabia Saudí e Israel, países no beligerantes
    directamente; Estados Unidos, creyendo que la opinión
    árabe se movilizaría contra la coalición,
    contestó esta amenaza con misiles antimisiles Patriot y
    ataques comando contra las lanzaderas de Scud.

    A mediados de febrero, con bajas militares y civiles
    cada vez más numerosas, Irak señaló su deseo
    de retirarse de Kuwait. La coalición rechazó una
    serie de ofertas condicionales iraquíes, en las que
    sirvió de mediador la Unión Soviética. Por
    su parte, las fuerzas aliadas iniciaron una ofensiva aire-tierra
    coordinada, ‘Operación Sable del Desierto’,
    abriendo brecha en la principal línea de defensa de Irak
    en la frontera saudí-kuwaití y avanzando
    rápidamente a través del sur de Irak para flanquear
    la principal fuerza iraquí y bloquear el principal camino
    de retirada de la Guardia Republicana.

    El 27 de febrero, la ciudad de Kuwait había sido
    liberada y miles de soldados iraquíes se habían
    rendido, habían desertado o habían sido capturados
    o muertos. Las bajas de las fuerzas de coalición fueron
    sorprendentemente escasas: el 28 de febrero, cuando las operaciones
    ofensivas habían finalizado, sólo 149 soldados
    habían muerto y 513 habían sido heridos.

    Los representantes iraquíes aceptaron los
    términos aliados para una tregua provisional el 3 de marzo
    y el cese del fuego permanente el 6 de abril. Irak aceptó
    pagar indemnizaciones a Kuwait, revelar la localización y
    alcance de sus reservas de armas
    químicas y biológicas, y eliminar sus armas de
    destrucción masiva. Sin embargo, más tarde, los
    inspectores de la ONU se quejaron de que el gobierno de Bagdad
    frustraba sus intentos de control de los acuerdos, por lo que la
    ONU estableció sanciones económicas contra
    Irak.

    2.6 Oriente Próximo: roto el diálogo
    entre israelíes y palestinos

    Durante el mes de octubre, continuaron los violentos
    enfrentamientos en Cisjordania y Gaza entre las fuerzas de
    seguridad israelíes y manifestantes palestinos. Murieron
    centenares de personas, sobre todo entre los palestinos. (Para
    más información, véase el artículo de
    septiembre de 2000 "Estalla una nueva Intifada".)

    El 8 de octubre, el Consejo de Seguridad de la
    Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó
    el uso excesivo de la fuerza por parte del Ejército
    israelí contra los palestinos.

    Los esfuerzos diplomáticos encaminados a
    encontrar una salida a la crisis resultaron todos infructuosos.
    Éste fue el caso de la reunión mantenida el 6 de
    octubre, en París, entre el primer ministro de Israel,
    Ehud Barak, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina,
    Yasir Arafat, con la mediación de la secretaria de Estado
    estadounidense, Madeleine Albright.

    El 16 y 17 de octubre de 2000, después de dos
    semanas de intifada, se celebró una nueva cumbre en la
    localidad egipcia de Sharm el Sheij para intentar dar nueva vida
    al proceso de paz, gravemente herido tras los últimos
    acontecimientos. A la reunión asistieron el presidente
    egipcio, Hosni Mubarak, el estadounidense, Bill Clinton, el
    máximo representante de la Unión
    Europea para la política exterior y de seguridad
    común europea, Javier Solana, el rey Abdalá II de
    Jordania y el secretario general de la ONU, Kofi Annan. En esta
    reunión, Barak y Arafat llegaron a un acuerdo de alto el
    fuego que incluía el restablecimiento del orden en un
    plazo de 48 horas, la creación de un comité
    encargado de investigar las causas de lo sucedido y la
    reanudación de las negociaciones de paz.

    No obstante, palestinos e israelíes continuaron
    las hostilidades y se acusaron mutuamente de no respetar el
    acuerdo de pacificación. El 20 de octubre, finalizado el
    plazo que se concedieron Barak y Arafat en la cumbre de Sharm el
    Sheij para finalizar con la violencia, el primer ministro
    israelí anunció la suspensión del proceso de
    paz.

    Partes: 1, 2

    Página siguiente 

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter