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Las consecuencias de la desertización




Enviado por cristianfrers



    Uno de los más graves problemas
    ambientales que se presenta en áreas rurales es la
    desertización, fenómeno de degradación de
    la tierra en
    zonas áridas, semiáridas y sub-húmedas
    secas derivado de los efectos negativos de actividades
    humanas.

    Las causas son el sobrecultivo, la utilización
    excesiva de las tierras para el pastoreo y la deforestación, que derivan en agotamiento
    y erosión
    del suelo.

    La productividad
    del suelo disminuye, se reduce la producción de alimentos, se
    le quita a la tierra su
    cobertura vegetal y todo ello impacta en forma negativa en
    áreas que no están afectadas directamente por
    estos síntomas, causando inundaciones,
    salinización del suelo, deterioro de la calidad del
    agua y
    obstrucción de ríos, corrientes y reservorios con
    sedimentos.

    La búsqueda de máximos beneficios a
    corto plazo de la agricultura
    intensiva se ha convertido en la principal causa de
    degradación de los suelos y
    el agua y,
    por tanto, de los procesos de
    desertización.

    El elevado consumo de
    agua, la fuerte mecanización y la utilización de
    productos
    agroquímicos, constituyen los elementos
    característicos de la agricultura intensiva, cuyo
    incremento en los últimos tiempos, está
    propiciando un aumento de la presión
    y degradación de nuestros suelos.

    Más del 30% de la superficie del Planeta lo
    constituyen áreas susceptibles a la
    desertización. En ellas viven en torno a mil
    millones de personas, que en menos de unas decadas será
    muy difícil alimentar a la creciente población.

    Los más perjudicados son los países de
    África, de algunas zonas de Asia del este y
    del sur, y de Sudamérica.

    La imagen de
    Argentina como granero del mundo y productora de cereales y
    carnes en abundancia no se ajusta a la realidad: la
    porción continental de la República Argentina
    posee una superficie de 2.700.000 km2, en la cual
    aproximadamente sólo el 25% corresponde a regiones
    húmedas y subhúmedas. El 75% restante (15 % de
    zonas semiáridas y 60% de zonas áridas) presenta
    riesgo de
    desertificación.

    Además, un tercio de la población del
    país (9,5 millones de personas) vive en zonas secas, y
    de éstas proviene alrededor de la mitad de la
    producción agropecuaria nacional.

    Ya no se trata de una posibilidad: el 40% de la
    superficie continental del país se encuentra afectado
    por procesos que están degradando sus
    tierras.

    En la Pampa Semiárida, con suelos arenosos de
    pendientes suaves, se generalizó la agricultura con
    prácticas incorrectas y el sobrepastoreo en las
    áreas más secas. Las sequías
    periódicas desataron procesos de erosión
    eólica dando origen a médanos y exponiendo los
    suelos a la erosión hídrica.

    En la Patagonia,
    estepa con relieve de
    mesetas, la causante principal de la desertificación
    está dada por el sobrepastoreo ovino. Los sistemas
    ganaderos extensivos establecidos hace más de un siglo
    no contemplaron el uso sustentable del pastizal natural,
    acentuando sus condiciones de aridez por disminución o
    eliminación de la cubierta vegetal.

    Coexisten en el ambiente
    patagónico los valles irrigados con severos procesos de
    salinización y revenimiento.

    Actualmente más de 30% de la superficie de la
    región se encuentra afectada por procesos erosivos
    eólicos e hídricos graves o severos.

    El Chaco Semiárido gran planicie ubicada en el
    centro norte del país, presenta un ecosistema
    forestal sujeto a desmonte masivo y sobrepastoreo, que junto a
    la agricultura intensiva, expone los suelos a las
    precipitaciones y temperaturas extremas, generando
    pérdidas en fertilidad y eficiencia
    hídrica, y procesos erosivos.

    En el área de Cuyo coexisten importantes
    áreas bajo riego, con problemas de
    salinización y revenimiento freático (oasis de
    cultivo), con extensas llanuras fluvioeólicas sujetas a
    sobrepastoreo y deforestación.

    Hay que tener presente que los impactos no sólo
    tienen relación con el medio
    ambiente, repercute también en los sistemas sociales
    y económicos.

    Si bien las consecuencias ambientales corresponden a
    la destrucción de la fauna y flora,
    la reducción significativa de la disponibilidad de los
    recursos
    hídricos y deterioro físico y químico de
    los suelos genera una pérdida considerable de la
    capacidad productiva, provocando cambios sociales (como las
    migraciones) que desestructuran las familias y acarrean serios
    impactos en las zonas urbanas, para donde se desplazan las
    personas en busca de mejores condiciones de vida.

    Los cultivos intensivos han sido y son una de las
    principales causas de pérdida de suelo fértil.
    Los países ricos aplican su tecnología y sus capitales para
    incrementar la producción de las tierras. Los
    países pobres incrementan su producción de
    alimentos a través de nuevas roturaciones y
    desmontes.

    La falta de mercado
    interior obliga a producir para mercados
    exteriores muy competitivos.

    Las poblaciones en crecimiento sobreexplotan sus
    tierras y, debido a esto, tienen que emigrar cuando ya han
    agotado todos sus recursos. Son los problemas añadidos,
    consecuencia de la desertización y destrucción
    del medio.

    El incremento de la población incide en la
    pérdida de suelo fértil, ya que se necesita
    espacio para edificar. El ritmo de crecimiento
    demográfico actual reducirá en un tercio la
    superficie agrícola por persona, en las
    próximas generaciones.

    La forma más antigua de llegar a la
    desertización de un terreno está ligada
    directamente a la supervivencia de los pueblos y la provoca
    el
    hombre.

    El llamado sobrepastoreo es decir, mantener demasiado
    ganado en una superficie dedicada a pastos acarrea la
    pérdida de especies comestibles y el consiguiente
    crecimiento de especies no comestibles.

    Si la excesiva presión de pastoreo
    continúa, la pérdida de la cubierta vegetal puede
    llevar a la erosión del suelo.

    Muy ligada a esta causa aparece la
    sobreexplotación, en la que el suelo se agota por la
    pérdida de nutrientes y la erosión.

    Si se acortan los periodos que las tierras quedan en
    barbecho, es decir, libres de todo cultivo o se abusa del uso
    de técnicas
    mecánicas que producen una pérdida generalizada
    de suelo, estaremos frente a un futuro de tierras
    infértiles y secas.

    También la tala excesiva de vegetación, para crear tierras
    agrícolas y pastizales, pero sobre todo para destinarla
    a leña caracteriza las tierras secas de los
    países en desarrollo
    provoca que, en regiones enteras (como el Sahel en
    África), los alrededores de las ciudades carezcan por
    completo de árboles. La salinización del suelo
    consecuencia directa del el uso de técnicas
    agrícolas rudimentarias y prácticas poco
    apropiadas, unido a la mala gestión de los programas de
    irrigación, es otra de las causas directas de la muerte de
    la tierra.

    Todos estos factores son inherentes a la presencia del
    hombre en la
    Tierra, pero en el último siglo se le sumó otra
    actividad humana altamente devastadora: el turismo, sobre todo la
    preparación urbanística destinado a
    alojarlo.

    No es raro encontrar en zonas cálidas complejos
    que bien parecen oasis en desiertos.

    Las aguas, en muchas ocasiones subterráneas,
    que la naturaleza
    destina a hectáreas se canalizan para servir a unos
    cuantos metros cuadrados, en clara disminución de las
    demás tierras.

    Para dominar la desertificación es
    indispensable que las sociedades
    humanas aprendan otra vez lo que aprendieron por primera vez
    hace miles de años, esto es, que la vida social y
    cultural sólo es posible en las zonas secas si se es
    capaz de elaborar una economía que
    esté en armonía con la naturaleza, adaptada a las
    condiciones del lugar.

    Para una lucha eficaz frente al problema de la
    desertificación se hace imprescindible desarrollar
    acciones de
    prevención y de recuperación.

    Para la prevención se requiere planificar un
    adecuado manejo del recurso suelo, conservar los bosques,
    evitar el sobrepastoreo, utilizar métodos
    adecuados de irrigación, mejorar los pronósticos de sequía a largo
    plazo y combatir la pobreza
    rural.

    Para la recuperación de áreas ya
    degradadas es necesario reforestar, mejorar el uso del agua y
    fijar medanos.

    Técnicamente, las áreas afectadas por la
    desertificación pueden ser "restauradas" cuando se
    recupera el ecosistema a través del abandono del mismo,
    lo que reduce la presión de uso de los recursos y
    posibilita la recuperación de los componentes originales
    del ecosistema, logrando una restauración de éste
    y de su capacidad de sostenimiento, "rehabilitadas" cuando se
    recupera el ecosistema original a través de un mejor
    manejo, lo que produce un cambio
    permanente o "habilitadas" cuando se recupera el ecosistema por
    medio del agregado de elementos ajenos a él, tales como
    especies vegetales exóticas, construyendo un ecosistema
    distinto del original pero que puede ser manejado en forma
    sustentable.

    En todo caso resulta imprescindible realizar las
    siguientes acciones, tanto para la prevención en
    áreas susceptibles como para la recuperación en
    áreas degradadas:

    • Mejorar las condiciones sociales, culturales y
      económicas.
    • Prevenir el avance de la erosión y el
      deterioro de la vegetación.
    • Planificar el uso del suelo
    • Realizar actividades agrícolas con
      técnicas de labranza conservacionistas
    • Utilizar sistemas de riego que eviten los peligros
      de sedimentación y salinización.
    • Desarrollar variedades de vegetales resistentes a
      la sequía.
    • Mejorar los pronósticos de sequía a
      largo plazo y sistemas de alerta temprana.
    • Conservar los bosques nativos.
    • Reforestar

    Cristian Frers.

    Técnico Superior en Gestión
    Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social

    Tte. Gral. Peron 2049 7mo. 55.

    (C1040AAE) Ciudad Autónoma de Buenos
    Aires.

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