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Aplicación de las ideas de Thomas Hobbes para reforzar nuestra institucionalidad




Enviado por dmasson



    1. La vida de Thomas Hobbes (1588
      – 1679)
    2. El siglo XVII en Inglaterra, Los
      turbulentos Estuardos y las guerras civiles
      (1603-1688)
    3. La filosofía de Thomas
      Hobbes. Materialismo y determinismo
    4. Selección de textos del
      Leviatán
    5. Apreciaciones
    6. La fragilidad institucional del
      Perú
    7. Conclusiones
    8. Fuentes

    I-INTRODUCCION

    En el actual ensayo, al
    tratar las ideas de Hobbes, presentaremos primero su vida, sus
    obras, su entorno histórico en la Inglaterra del
    Siglo XVIII, desgarrada por luchas internas similares a las
    nuestras ya la vez muy distintas, pero con el indicador
    común de la carencia de un poder central
    fuerte y respetado, para luego exponer una selección
    de textos de su máxima creación filosófica,
    el "Leviatán", comentarlos y analizarlos.

    En un segundo bloque pasaremos a resumir los puntos
    saltantes de nuestra debilidad institucionalidad, para tratar de
    dar cabida a las ideas Hobbesianas en nuestra realidad nacional,
    dejando en claro que la autocracia o soberanía absoluta no resulta aplicable en
    nuestro contexto actual, pero sí debemos tomar en cuenta
    las ideas del autor sobre la conveniencia de un Estado
    respetado y legitimizado por la anuencia de la colectividad antes
    de tratar de instaurar una Economía de Libre
    Mercado sin
    control
    alguno.

    Debemos tomar como ejemplo el fortalecimiento de la
    Corona Británica luego de las Guerras
    Civiles de los débiles Estuardos para luego vigilar el
    ritmo creciente de una economía que se rige por el
    mercado, pero respetando al poder central.

    II-LA VIDA DE THOMAS
    HOBBES (1588 – 1679)

    Thomas Hobbes nació en 1588 en Inglaterra,
    Malmesbury, Wiltshire, hijo de un clérigo de Wesport. En
    1603 realiza sus estudios en el Magdalen Hall de la Universidad de
    Oxford, donde se empapa de filosofía escolástica y
    de lógica,
    graduándose en 1608. Ese mismo año se hace cargo
    del hijo de William Cavendish (conde de Devonshire) lo que le
    permitió codearse con la nobleza y las elites intelectuales.
    Su primer viaje por el continente Europeo lo realiza en 1610, a
    raíz del cual Hobbes toma conciencia del
    poder que todavía ejercía el escolasticismo en la
    mayoría de los ámbitos de conocimiento.

    En 1628 publica una traducción de Tucídides, obra que
    critica el sistema
    democrático y sus peligros, desde una perspectiva
    conservadora. A la muerte de
    William Cavendish acaecida en 1629, Hobbes trabaja como tutor del
    hijo de Gervase Clinton, con el que viaja por Europa
    descubriendo su pasión por la geometría y la aplicación de
    ésta a un método que
    demostrase los principios
    sociales y políticos defendidos por él.

    En su tercer viaje por el continente, Hobbes se
    relaciona con el círculo de Abbe Mersenne, estableciendo
    contacto con Descartes y
    Pierre Gassendi. En un viaje a Italia en 1636
    conoce a Galileo, que le influirá en su construcción de una filosofía social
    fundamentada en las ciencias
    naturales y la geometría.

    Cuando vuelve a Inglaterra el Rey y el Parlamento
    estaban en conflicto,
    motivo por el cual Hobbes hizo circular secretamente un
    manuscrito titulado Elementos del derecho, donde defendía
    la necesidad de la soberanía absoluta, frente al
    parlamentarismo. Se exilia voluntariamente a Francia,
    temiendo las consecuencias que la difusíón de su
    escrito pudiera acarrearle. En 1642 publica De cive, una teoría
    sobre el gobierno y
    comienza a escribir De corpore, primer trabajo que
    incluirá posteriormente en una trilogía sobre el
    cuerpo, el hombre y el
    ciudadano.

    En 1647 trabaja como tutor del futuro Carlos II, que
    también se hallaba exiliado en Francia y en 1648,
    después de soportar una enfermedad que casi le lleva a
    morir, publica la segunda edición
    de De cive. Tres años después de la muerte de
    Mersenne (1648), Hobbes publica en 1651 su obra más
    importante, Leviatán, una teoría sobre la
    soberanía en la que se muestra como un
    defensor implacable del absolutismo.
    Pero, debido al temor a las represalias de las autoridades
    francesas que veían en esa obra un ataque a las instituciones
    eclesiásticas, Hobbes marcha de nuevo a Inglaterra, donde
    se ve inmerso en una controversia en torno al tema de
    la libertad con
    el obispo de Derry, John Bramall.

    En 1657 publica la segunda parte de su trilogía
    bajo el título De homine y cinco años
    después publica De corpore, enzarzándose en
    intrincadas disputas con los miembros de la Royal Society John
    Wallis y Seth Ward, sobre temas de geometría, religión y el estado de
    las universidades.

    En 1666 la Cámara de los Comunes incluyó
    su obra Leviatán en el índice de libros
    investigados a causa de sus supuestas tendencias ateas y, a pesar
    de que el rey intercedió a su favor, se prohibió a
    Hobbes publicar ninguna otra obra, por lo que sus tres libros
    siguientes, que trataban temas de historia y que fueron
    agrupados bajo el título Bhemoth, no verían la
    luz hasta
    después de su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1679
    en Hardwick Hall. Antes, Hobbes escribió una
    autobiografía en prosa y en verso latino y con 86
    años publicó una traducción al inglés
    de la Iliada y
    la
    Odisea.

    III-EL SIGLO XVII
    EN INGLATERRA, LOS TURBULENTOS ESTUARDOS Y LAS GUERRAS CIVILES
    (1603-1688)

    Los Estuardos de Escocia acceden a la corona de Inglaterra
    cuando la línea de sucesión de la Casa Tudor queda
    trunca con la muerte sin descendencia de Isabel I en 1603. Hobbes
    tenía entonces 15 años de edad y por ende fue
    testigo del esplendor de la era isabelina (1558-1603), en la que
    la Monarquía inglesa fue particularmente
    fuerte y aceptada por el orden que impuso en la isla.

    Los reyes Estuardos ceñíanse ambas coronas, la
    escocesa y la inglesa. Eran poderosos, pero no disponían
    de ejército regular y sus ingresos eran
    limitados. Trataron de encontrar fondos sin tener que depender
    del Parlamento. Inglaterra era un país claramente
    protestante y cualquier movimiento que
    pudiera interpretarse como un intento de restablecer el
    catolicismo era objeto de una violenta respuesta. La incapacidad
    de Carlos I de dar respuesta a estos problemas
    originó la guerra
    civil.

    Jacobo I (1603-1625)

    Cuando subió al trono inglés, ya había
    sido rey de Escocia durante 36 años, y había
    aprendido a sobrevivir. Por un lado, era flexible y voluntarioso
    para llegar a acuerdos y por otro era rudo e indecoroso. Era
    bisexual y entre 1618-1628 su favorito, el duque de Buckingham
    fue el hombre
    más importante de Inglaterra tras el propio rey. Jacobo
    pretendió la coexistencia de todas las religiones, pero un grupo de
    católicos, en la Conspiración de la Pólvora
    (5 de noviembre de 1605), atentaron contra el gobierno. Fueron
    ejecutados y en lo sucesivo, los católicos fueron
    considerados posibles traidores. Jacobo heredó una deuda
    que incrementó gastando mucho dinero con sus
    favoritos. Terminó la guerra con España y
    mantuvo a Inglaterra al margen de la Guerra de los Treinta
    Años. Apoyó la colonización del Ulster. Los
    cargos en Irlanda exigían jurar la Ley de
    Supremacía, lo que significaba la exclusión de los
    católicos. De este modo, los ingleses se hicieron
    dueños del Parlamento irlandés. Los colonos fueron
    mayoría en el Ulster, mientras en el resto de Irlanda solo
    representaban una minoría combativa.

    Carlos I (1625-1642)

    Era remilgado y retraído, buen padre y marido, pero sin
    cualidades negociadoras. Se enfrentó a España en la
    Guerra de los Treinta Años, pero fracasó en su
    ataque a Cádiz y en su intento de liberar a los hugonotes
    franceses. En 1628 pidió dinero al Parlamento, que a
    cambio
    redactó la "Petición de Derechos" contra el arresto
    arbitrario, el impuesto
    extraparlamentario, el reclutamiento
    de tropas gratuito y la ley marcial. Carlos fingió aceptar
    la petición, pero dejó de respetarla al cabo de
    poco tiempo, y
    disolvió el Parlamento en 1629. Empezaron entonces los
    once años de gobierno absolutista. En 1629 Carlos
    firmó la paz con Francia y en 1630 la paz con
    España. En 1637 estaba en la cumbre de su poder, con el
    presupuesto
    equilibrado.

    Pero su política religiosa
    disgustaba a sus súbditos: En su apoyo al anglicanismo
    frente al calvinismo, muchos veían una restauración
    del papado. En Escocia intentó imponerse a la Iglesia
    Presbiteriana. En 1638 los escoceses formaron una Alianza
    Nacional y Carlos envió un ejército contra ella. Al
    comienzo de las Guerras de los Obispos (1639-1649), Carlos no
    consiguió formar un ejército con garantías y
    se vio obligado a firmar la paz en 1639. En 1640 sufrió
    una derrota y los escoceses invadieron Inglaterra, venciendo en
    Newcastle y ocupando la zona nororiental del país. En
    noviembre de 1640 Carlos, sin dinero, convocó al
    Parlamento, que ya no se había de disolver en vida del
    monarca en lo que se conoce como Parlamento Largo. En 1641 se
    llegó a un acuerdo pacífico con los escoceses.

    La primera sesión del Parlamento Largo duró
    hasta agosto de 1641. se abolieron las medidas financieras de la
    Corona establecidas en la década anterior y los tribunales
    de prerrogativa real. Carlos aceptó, pero el Parlamento no
    le creyó. El Parlamento atacó entonces a los
    principales ministros: Strafford y Laud fueron ejecutados. El
    Parlamento aprobó la Ley Trienal, que obligaba a reunir el
    Parlamento cada tres años; su disolución solo se
    produciría por acuerdo de sus miembros.

    En octubre de 1641 se produjo una nueva rebelión en
    Irlanda. Muchos protestantes fueron asesinados. Los
    católicos ingleses apoyaron a los irlandeses. La
    Confederación Católica, con su propio Parlamento,
    estuvo liderada por Owen Roe O’Neill. El Parlamento
    temió que Carlos utilizase el ejército formado para
    sofocar la rebelión contra sus propios súbditos. La
    Gran Protesta exigió el nombramiento de ministros con la
    confianza del Parlamento, el permiso a las prácticas
    calvinistas y la supervisión por parte del Parlamento del
    ejército destinado a Irlanda. Carlos rechazó la
    solicitud, animado por el escaso margen de votos con el que
    había sido aprobada.

    El 3 de enero de 1642, Carlos envió al Fiscal General
    del Estado a la Cámara de los Lores para incoar proceso por
    alta traición a varios Comunes. El intento de arresto,
    precipitó la guerra civil: en Londres se produjeron
    manifestaciones y altercados públicos. En mayo, el
    Parlamento asumió el poder de realizar nombramientos
    militares. En julio, el Parlamento constituyó su propio
    ejército y en agosto el rey formó el suyo en
    Nottingham.

    Primera Guerra Civil (1642-1646)

    La guerra civil dividió a las familias, mientras los
    estratos bajos reaccionaron con apatía. Fue una guerra de
    asedios y escaramuzas y no de grandes batallas. El Parlamento
    contaba con ventaja a largo plazo al disponer de los recursos
    humanos y económicos de Londres y de la ayuda de
    20.000 escoceses. Por ello procuraron agotar a los realistas,
    cuyo principal general fue el
    príncipe Ruperto, sobrino de Carlos.

    El 25 de octubre de 1642 tuvo lugar la inconclusa batalla de
    Edgehill. Carlos tuvo oportunidad de tomar Londres pero se
    retiró incomprensiblemente. En la primavera de 1643 los
    realistas disfrutaron de varias victorias, pero agotadas las
    municiones, retrocedieron. El invierno trajo consigo un
    estancamiento. Antes de su muerte a finales de 1643, el líder
    del Parlamento, Pym, firmó la Solemne Liga y Alianza, por
    la que los escoceses colaboraron con 20.000 hombres a cambio de
    una reforma religiosa en Escocia acorde con los principios
    presbiterianos. En julio de 1644, tuvo lugar la mayor batalla de
    la guerra en Marston Moor, con victoria de los parlamentaristas,
    quienes ocuparon después York y aseguraron el control del
    norte. Las disputas entre los generales parlamentaristas
    impidieron rematar entonces la guerra. En septiembre, los
    realistas tomaron Cornualles. Tras la batalla de Newbury, los dos
    ejércitos quedaron exhaustos.

    Para resolver las luchas internas entre los generales
    parlamentaristas, se dictó la Ordenanza Autoexcluyente,
    por la que los miembros del Parlamento no podían ejercer
    autoridad
    militar. Sólo Oliver Cromwell quedó exento. Las
    tropas fueron reunidas en el Nuevo Ejército Modelo,
    mandado por Sir Thomas Fairfax. Carlos se vio obligado a
    retroceder hacia el norte, pero en julio de 1645, en Naseby, la
    victoria realista desequilibró definitivamente la
    guerra.

    En 1644 y 1645 los católicos escoceses, ayudados por
    los irlandeses, consiguieron espectaculares victorias en Escocia,
    pero en septiembre de 1645 fueron aplastados por la Alianza.
    Carlos se rindió a los escoceses en mayo de 1646. Se
    negó a negociar en serio, mientras sus oponentes
    mantenían las diferencias entre sí. Se produjo una
    revuelta popular en contra de la violencia y la
    destrucción reinantes. El comercio se
    hundió y se padeció una depresión
    económica.

    Segunda Guerra Civil. Ejecución de Carlos I
    (1646-1649)

    El Parlamento estaba dividido en episcopalianos,
    presbiterianos e independientes. Los episcopalianos tenían
    la mayoría y pretendían una organización religiosa de arriba abajo, a
    partir de los obispos. Los presbiterianos deseaban organizar la
    Iglesia de abajo arriba, a partir de congregaciones, con un papel
    importante para los laicos. Los independientes se oponían
    a los presbiterianos.

    En 1646 se reformó la Iglesia anglicana de acuerdo con
    principios presbiterianos, según había acordado el
    Parlamento con los escoceses, pero el pueblo siguió
    practicando los ritos anglicanos que conocía. El pueblo
    reclamó la reducción de impuestos y la
    desmovilización del Ejército, en el que fue
    penetrando un movimiento radical, que se opuso a la arbitrariedad
    del Parlamento y a los presbiterianos.

    En diciembre de 1646 la City de Londres solicitó al
    Parlamento la disolución del Ejército. En febrero y
    marzo de 1647 se redujeron las atribuciones del Ejército,
    al mismo tiempo que seguía sin recibir sus pagas. Cuando
    el Parlamento pretendió desmantelar la infantería,
    el Ejército tomó la iniciativa. En junio
    apresó a Carlos I. Oliver Cromwell se erigió en
    líder de los militares. En agosto de 1647, el
    Ejército presentó al Rey un Catálogo de
    Propuestas, que fue rechazado. En noviembre de 1647, Carlos
    huyó. En diciembre firmó un compromiso con los
    escoceses, en el que aceptaba establecer el presbiterianismo en
    Inglaterra a cambio de ayuda militar. Entre abril-junio de 1648
    se sucedieron las sublevaciones contra el Parlamento en
    Inglaterra, pero fueron controladas por el Ejército.
    Cromwell derrotó a los escoceses en julio e invadió
    Escocia.

    Un pequeño grupo del ejército estaba convencido
    de la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Carlos I, pero el
    Parlamento era partidario de negociar. El golpe militar instigado
    por Cromwell, organizado por el general Ireton y llevado a cabo
    por el coronel Thomas Pride purgó el Parlamento, de modo
    que solo quedaron algunos miembros, en lo que se conoció
    como Parlamento Residual o Rump.

    El Rump nombró un Tribunal que acusó a Carlos de
    traidor. Fue decapitado el 30 de enero de 1649.

    El Parlamento Residual (1649-1653)

    El Rump abolió la monarquía y eliminó la
    Cámara de los Lores, declarando a Inglaterra como
    Commonwealth. El país aceptó el cambio a
    regañadientes, muchos jueces dimitieron y el gobierno
    local se hizo imposible. Fairfax dimitió y el camino
    quedó expedito para Cromwell, que se convirtió en
    Capitán General del Ejército. Los niveladores
    pretendieron el voto para todos los varones mayores de 21
    años, la convocatoria anual del Parlamento, la
    eliminación del diezmo y la simplificación de la
    Ley. El líder del movimiento, John Lilburne, atacó
    al Gobierno exigiéndole reformas radicales para la
    redistribución de la riqueza. Instó a los soldados
    a tomar el poder en nombre del pueblo. Fue arrestado pero
    resultó absuelto. Otro grupo opositor, los diggers,
    pretendió la propiedad
    común de los bienes.

    Desapareció toda forma de censura y los radicales se
    infiltraron en la religión y la política,
    ocasión que aprovecharon los milenaristas y las sectas.
    Algunos grupos
    pedían la abolición de los diezmos y la
    participación de las mujeres en la predicación y
    gobierno de la Iglesia. En 1647 George Fox constituyó la
    Sociedad de
    Amigos, cuyos miembros fueron conocidos como los
    cuáqueros. Su doctrina se basaba en la conciencia
    individual y estaban implicados en el radicalismo
    político. Otra secta, los ranters, creían que
    quienes recibían la Gracia divina no podían cometer
    errores ni tenían que observar las leyes
    humanas.

    La rebelión irlandesa no estaba completamente aplastada
    y el Rump decidió recobrar el control de Irlanda y vengar
    la muerte de protestantes. Cromwell atacó en Drogheda a un
    ejército realista y en Wexford a los católicos. La
    brutalidad de la represión provocó que los
    irlandeses defendieran encarnizadamente su territorio. En 1652 se
    llegó a un acuerdo por el que los terratenientes
    irlandeses fueron sustituidos por protestantes, salvo en la
    provincia de Connacht. Muchos irlandeses fueron muertos o
    exiliados e Irlanda fue declarada parte de la Commonwealth.

    En 1650 Cromwell atacó Escocia, que hubo coronado a
    Carlos II. Tras la victoria de Dunbar, muchos escoceses fueron
    asesinados y hechos prisioneros. Cromwell ocupó Edimburgo
    y Glasgow. En 1651 (el año en que Hobbes publicó
    su Leviatán),
    Cromwell y Lambert derrotaron a los
    restos del ejército realista en Worcester. Todo lo que
    pudo arrancarse de Escocia fue trasladado a Inglaterra. La
    unión efectiva con Escocia se realizó en 1654. Se
    construyeron o repararon 77 grandes barcos y se constituyó
    una flota permanente. En 1651, se aprobó la Ley de
    Navegación para cortar el comercio holandés con
    Norteamérica. Estalló entonces la Primera Guerra
    Anglo Holandesa (1652-1654). En 1652 Blake fue derrotado por el
    holandés Tromp, pero en 1653 venció en Portland y
    Beachy Head. Con los barcos holandeses capturados, Inglaterra
    pudo duplicar las cifras de su comercio.

    El Rump era muy impopular en el Ejército y en todo el
    país. Cromwell no consiguió las reformas que
    pretendía y lo disolvió 20 de abril de 1653.

    El Protectorado (1653-1658)

    Cromwell decidió otorgar la autoridad suprema a una
    asamblea de 140 hombres fieles. La mayoría eran moderados,
    con una minoría de radicales. Tras cinco meses de
    altercados, los moderados devolvieron el poder a Cromwell. El
    ejército tomó el mando, pero Cromwell se
    negó a presidir el gobierno y encargó una Constitución a Lambert. El Instrumento de
    Gobierno de 1653 instituyó un Gobierno compuesto por el
    Lord Protector (Cromwell, con todo el poder
    ejecutivo) el Parlamento y el Consejo. Cromwell
    rechazó el título de rey. El Instrumento
    garantizó la libertad de culto a todos menos a los
    católicos y los episcopalianos, aunque dejaron de ser
    perseguidos oficialmente e incluso los judíos
    fueron readmitidos. El poder del Protector estaba sometido a
    numerosas restricciones que el propio Cromwell aprobaba. En el
    Consejo siempre hubo mayoría de civiles. El tamaño
    del Ejército fue reduciéndose progresivamente. En
    las elecciones, los presbiterianos consiguieron muchos
    escaños y la situación se hizo inviable. El sistema
    legal y gobiernos locales no se alteraron prácticamente y
    se defendió el orden social vigente.

    Finalizada la guerra contra Holanda, Cromwell atacó las
    colonias de España en el Caribe. Inglaterra se hizo con
    Jamaica, pero las bajas fueron grandes y el intento se
    consideró un gran fracaso. Se nombraron generales
    encargados de ejecutar las leyes que prohibían beber,
    blasfemar, jurar, etc. Duraron menos de un año y fueron
    detestados por todos. Cromwell gobernó de manera
    arbitraria, encarcelando a gente sin juicio previo. Tras fracasar
    en el intento de que financiara la guerra contra España,
    disolvió el Parlamento. Su salud se deterioró
    rápidamente. Nombró sucesor a su hijo Richard
    Cromwell y murió el 3 de septiembre de 1658.

    Fin de la República (16581660)

    Entre septiembre de 1658 y diciembre de 1659, la
    anarquía política y económica se
    adueñó del pais, mientras los grupos
    políticos eran incapaces de alcanzar un acuerdo. En el
    invierno de 1659-1660, todos fueron convenciéndose de que
    la restauración de la monarquía era el único
    modo de conseguir la estabilidad.

    Richard Cromwell era incapaz de sostener el gobierno. El
    Parlamento despojó al ejército de poder
    político en abril de 1659. Richard disolvió el
    Parlamento y el general Monk entró en negociaciones con el
    príncipe Carlos. En 1660, la República se
    desmoronó y la Monarquía fue
    reinstaurada.

    Carlos II (1660-1685)

    Carlos era encantador, amante del placer, inteligente e
    indolente. Mostró un enorme valor y
    construyó un régimen de amplia base.
    Repartió el poder entre los diferentes partidos. Exiliado
    en Holanda, Carlos firmó la Declaración de Breda.
    Se concedía una amnistía general. El Parlamento se
    encargaría del problema de la expropiación de
    tierras, lo que implicaba para los realistas la esperanza de su
    recuperación. Los independientes podían confiar en
    una tolerancia
    religiosa. Por todo ello, el recibimiento de Carlos II en Londres
    fue multitudinario.

    Mediante la Ley de Amnistía y Olvido, el
    Parlamento amnistió a todos, salvo a los que había
    firmado la sentencia de muerte de Carlos I. La cabeza de Cromwell
    fue expuesta durante 25 años en un mástil delante
    del Parlamento. Once personas fueron ejecutadas
    públicamente. El Ejército fue desmantelado, tras
    pagarle lo que se le debía. Los lores de la Cámara
    y los obispos volvieron a sus puestos, incluyendo el episcopado
    escocés. Las tierras de la Iglesia y de la Corona fueron
    devueltas. Pese a las intenciones de tolerancia del rey, el
    Parlamento restauró la supremacía anglicana. En
    1661, la Ley de Corporación estableció la
    desposesión de los funcionarios no anglicanos. Esta Ley
    continuó vigente hasta 1828. La Ley de Uniformidad de 1662
    exigió que los clérigos fueran ordenados por
    obispos y que en los servicios
    religiosos se utilizase solo el Devocionario. La Ley de los
    Conventículos de 1664 prohibió los servicios
    religiosos que no fuesen anglicanos (a partir de 1670 esta Ley
    dejó de cumplirse). La Ley de la Cinco Millas de 1665
    prohibió que los clérigos disidentes vivieran en un
    radio de cinco
    millas de las ciudades.

    Los ingleses pugnaron con los holandeses por la
    preponderancia comercial. Desde 1663 las colonias inglesas
    sólo podían importar bienes europeos desde
    Inglaterra y en barcos ingleses. En 1664 los ingleses tomaron
    Nueva Amsterdam, denominándola Nueva York. En 1665 Jacobo,
    duque de York y hermano de Carlos, derrotó a la escuadra
    holandesa en Lowestoft. En junio de 1666 la Batalla de los Cuatro
    Días supuso enormes pérdidas para ingleses y
    holandeses. En ese mismo año Londres se vio atacado por la
    peste, que se llevó a 56.000 personas. Siguió el
    gran incendio de Londres. La Corona se vio en la bancarrota.
    Carlos II comenzó las negociaciones de paz con los
    holandeses en mayo de 1667 y reunió la flota en Chatham.
    El almirante holandés De Ruyter aprovechó la
    ocasión: incendió tres buques y capturó el
    Royal Charles, buque insígnea. La guerra concluyó
    con el Tratado de Breda, e Inglaterra se hizo de forma definitiva
    con Nueva York y Nueva Jersey, territorios sin importancia en
    aquel entonces.

    Cuando Luis XIV de Francia invadió los
    territorios españoles en los Países Bajos,
    Inglaterra se alió con los holandeses. Pero Carlos y Luis
    firmaron el Tratado de Dover. Carlos recibía un subsidio
    anual mientras durara la guerra y se hacía con parte del
    imperio holandés. En las cláusulas secretas, Carlos
    II se comprometió a permitir el catolicismo. En efecto,
    Carlos declaró la guerra a los holandeses y firmó
    la Declaración de Indulgencia que permitía los
    ritos católicos en privado.

    En marzo de 1672 el Parlamento obligó a Carlos a
    aprobar la Ley de Prueba, por la que todos los que ocupaban un
    puesto oficial debían comulgar de acuerdo con la Iglesia
    de Inglaterra y negar la transubstanciación (rigió
    hasta 1828). El Parlamento se negó a conceder más
    dinero para la guerra y Carlos firmó la paz con los
    holandeses en 1674. En 1678 se produjo un supuesto complot
    papista: 35 inocentes fueron ejecutados. El Parlamento quiso
    excluir de la sucesión al duque de York, católico,
    y Carlos lo disolvió. La Cámara de los Comunes del
    siguiente Parlamento aprobó un proyecto de Ley
    en el mismo sentido, que fue rechazado por la Cámara de
    los Lores. El Parlamento quedó nuevamente disuelto. Los
    exclusionistas se llamaron más tarde whigs y los que se
    oponían a la exclusión tories. Carlos no
    convocó el Parlamento entre 1681-1685. Tras el frustrado
    complot de la Casa de Rye, que pretendió el asesinato de
    Carlos y Jacobo, fueron ejecutados algunos de sus oponentes.
    Carlos II se convirtió al catolicismo en el lecho de
    muerte.

    Jacobo II (1685-1689)

    Jacobo II no tuvo problemas para acceder al trono, tras
    prometer gobernar respetando la legislación y manteniendo
    la independencia
    de la Iglesia anglicana. Era católico celoso y
    procuró que los católicos pudiesen celebrar su
    liturgia abiertamente y que pudiesen participar en la vida
    política. Su hija María, de religión
    protestante y casada con el calvinista holandés Guillermo
    de Orange, era la heredera.

    En junio de 1685, el duque de Monmouth, hijo bastardo de
    Carlos I, invadió Inglaterra desde Holanda.
    Convenció a los artesanos del oeste del país, donde
    la industria
    textil estaba deprimida. Reunió un ejército de
    3.000 soldados inexpertos, e intentó un ataque por
    sorpresa sobre Sedgemoor (Somerset). Tras la derrota, fue
    ejecutado. Esta fue la última rebelión popular en
    Inglaterra, famosa por la sangrienta represión. Fueron
    condenados a muerte 300 rebeldes y muchos más fueron
    deportados.

    Jacobo pretendió suprimir la Ley de Prueba, pero
    el Parlamento no lo admitió. Entonces, recurrió a
    su prerrogativa para eximir a algunos individuos de las leyes
    penales. Sustituyó la mitad de los jueces y a 250 jueces
    de paz por católicos, integró a cuatro
    católicos en su Consejo Privado y nombró oficiales
    católicos en el ejército. En Irlanda aplicó
    la misma política. Mientras tanto, llegaban a Inglaterra
    protestantes perseguidos en Francia.

    En abril de 1688, Jacobo promulgó la
    Declaración de Indulgencia, por la que se suprimieron las
    leyes penales contra los católicos y los disidentes. En
    mayo obligó a la lectura de
    la Declaración en las Iglesias. El arzobispo Sancroft y
    seis obispos se negaron a ello y fueron juzgados, siendo
    absueltos por el jurado. El 10 de junio, la reina María
    dio a luz a Jacobo Eduardo Estuardo, abriendo así la
    posibilidad de una sucesión católica. Ese mismo
    año el rey Jacobo II fue depuesto. Desde 1714
    reinarían sobre la isla reyes de origen alemán, de
    la Casa Hannover y el fantasma de las guerras de religión
    se esfumó, dando paso al pragmatismo
    del gobierno parlamentario que hizo de Inglaterra una potencia de
    primer orden.

    En 1679 falleció Thomas Hobbes, ya
    nonagenario. El Leviatán constituye así una especie
    de llamamiento al orden o búsqueda de rumbo para un
    país que casi lo pierde, pero lo encontraría a
    fines del Siglo XVII bajo el reinado de María y Guillermo
    de Orange, la unión de las dos potencias mercantiles de la
    época, Inglaterra y Holanda. Gran Bretaña obtuvo la
    estabilidad que Hobbes reclamaba, preludio de su auge en la
    Revolución
    Industrial del Siglo XVIII.

    IV-LA FILOSOFIA DE
    THOMAS HOBBES. MATERIALISMO Y
    DETERMINISMO

    Aunque la fama de Hobbes se debe esencialmente a sus
    teorías
    políticas y sociales, su filosofía
    constituye la más completa doctrina materialista
    del siglo XVII.

    El universo es
    concebido como una gran máquina corpórea, donde
    todo sigue las estrictas leyes del mecanicismo, según las
    cuales, cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de
    elementos meramente cuantitativos: la materia
    (extensión), el movimiento y los choques de materia en el
    espacio.

    "El universo es
    corpóreo. Todo lo que es real es material y lo que no es
    material no es real" (Leviatán).

    Este fragmento del Leviatán resume la
    filosofía materialista de Hobbes, estrechamente vinculada
    a una postura determinista del mundo que postula que todos los
    fenómenos del universo se hallan determinados por la
    cadena causal de los acontecimientos. Nada surge del azar; todo
    acontecer es el resultado necesario de la serie de las causas, y,
    por ende, podría ser anticipado y previsto.
    El determinismo de Hobbes se fundamenta en un
    método racionalista de carácter matemático y
    geométrico (el método
    analítico-sintético de Descartes), que parte de la
    hipótesis de que las partes de un todo
    (materiales,
    engendradas y entendidas como causas) han de descomponerse y
    explicar el conjunto o las partes en su totalidad. La
    teología queda excluida del ámbito de la
    filosofía
    (por no estar compuestas sus partes de
    elementos corpóreos engendrados), abarcando exclusivamente
    la geometría, una filosofía de la sociedad y la
    física,
    aunque esta última únicamente pueda proporcionar
    conocimientos basados en la mera probabilidad, no
    necesarios, como posteriormente defenderá David
    Hume.

    La antropología de Hobbes se
    fundamentará también en el materialismo. Criticando
    el dualismo cartesiano, denunciará el paso ilícito
    del "cogito" a la "res cogitans". Del "pienso" puede deducirse
    únicamente que "soy", de lo contrario, de la
    proposición "yo paseo" se seguiría
    análogamente la existencia de una "substancia ambulante",
    lo cual es ciertamente un absurdo. El hombre es un cuerpo y, como
    tal, se comporta a la manera como lo hacen el resto de los
    cuerpos-máquinas.
    El pensamiento o
    la conciencia no es una substancia separada del cuerpo: la
    "entidad" corporal que somos, y su conocimiento de las cosas
    proviene y se reduce a la sensación. En polémica
    con la teoría aristotélica de la sensación,
    Hobbes postula que ésta ha de explicarse también a
    partir de postulados mecanicistas, como producto de
    los movimientos de los cuerpos (materia). El apetito y la
    aversión (repugnancia) provocan determinados movimientos y
    acciones en
    los cuerpos denominados emociones. Los
    sueños y la imaginación son explicados, así
    mismo, como reacciones a una gran variedad estímulos
    (corporales), tanto externos como internos. La libertad humana y
    el libre arbitrio (albedrío) de la voluntad quedan
    subordinados y limitados por el feroz determinismo de Hobbes.
    Ambos están condicionados por los movimientos de los
    cuerpos externos.

    Hobbes sostenía un materialismo
    mecanicista
    . Según él todo es material, tanto
    las cosas naturales como las artificiales e incluso las
    espirituales. Y la materia se encuentra regida por las leyes del
    movimiento. Incluso puede verse en Hobbes a un pensador que
    intentó hacer de la Física del Movimiento de
    Galileo la ley de toda realidad, siendo que para él no hay
    otra cosa más que cuerpos en movimiento. La
    Filosofía debe ocuparse del estudio de los cuerpos, de sus
    propiedades y de su origen. Quedan fuera de ella los temas
    teológicos (Dios, los ángeles, Lo Eterno, Lo
    Increado, Lo "Supra-Racional").

    En el pensamiento de Hobbes no hay lugar para el
    dualismo antropológico cartesiano. El hombre es
    sólo cuerpo
    . Y este cuerpo, como todos los
    demás, está sujeto al movimiento, que en su caso es
    generado por las pasiones, las acciones, los pensamientos. El
    movimiento tiene lugar de acuerdo a leyes causales y, por lo
    tanto, no cabe hablar de libertad. Aprobamos lo que vemos como
    agradable y desaprobamos lo desagradable. El valorar y el
    obrar humanos están regidos por el utilitarismo y el
    egoísmo.

    El Leviatán: la política de Thomas
    Hobbes

    La filosofía política y la teoría
    social de Hobbes representan una evidente reacción contra
    las ideas descentralizadoras (parlamentarismo) y la libertad
    ideológica y de conciencia que proponía la Reforma,
    en la que él avistaba el peligro de conducir
    inevitablemente a la anarquía, el caos y la revolución, de forma para él fue
    necesario justificar y fundamentar la necesidad del absolutismo
    como política ideal con la que soslayar dichos "males". Es
    inevitable instaurar una autoridad absoluta cuya ley sea la
    jerarquía máxima y tenga que ser obedecida por
    todos sin excepción.

    El Estado es un "artificio" que surge para remediar un
    hipotético estado de naturaleza en
    el que los hombres, guiados por el instinto de supervivencia, el
    egoísmo y por la ley del más fuerte (la ley de la
    selva), se hallarían inmersos en una guerra de todos
    contra todos que haría imposible el establecimiento de
    sociedades (y
    una cultura)
    organizadas en las que reinara la paz y la armonía. Sin un
    Estado o autoridad fuerte sobrevendría el caos y la
    destrucción (la anarquía), convirtiéndose el
    hombre en un lobo para los otros hombres, según la
    célebre frase de Hobbes: "homo hominis,
    lupus".

    La propia naturaleza nos otorga una razón que nos
    provee de ciertas "leyes naturales" que son como "dictados de la
    recta razón sobre cosas que tienen que ser hechas o
    evitadas para preservar nuestra vida y miembros en el mismo
    estado que gozamos". Por ello, el hombre encuentra dentro de
    sí la necesidad de establecer unas leyes que le permitan
    vivir en paz y en orden; necesidad que se realiza mediante un
    pacto o contrato social
    mediante el cual, los poderes individuales se transfieren a "un
    solo hombre" o a "una asamblea de hombres": el Estado o
    Leviatán que, como el monstruo bíblico, se
    convierte en el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos
    los poderes individuales.

    El Estado se presenta así como algo
    artificial, opuesto a la naturaleza
    humana, pero susceptible de garantizar la supervivencia de
    todos a costa de la pérdida de su autonomía y
    libertad.
    Aunque Hobbes estuvo a favor de la libertad
    religiosa e ideológica y favoreció el proceso de
    secularización de Europa, no obstante defendió el
    poder absoluto y casi autófago del Estado, a cuyos
    intereses ha de subordinarse toda minoría. Hobbes
    representa el orden propio del conservadurismo, en el cual, el
    todo social armonioso ha de estar por encima y subordinar
    cualquier acción
    u apetencia individual. Como forma óptima de gobierno
    defendió la monarquía, desaconsejando cualquier
    reparto entre los poderes legislativo, ejecutivo y
    judicial.

    Hobbes pretendía ser el iniciador de la
    Filosofía Política como lo fue Galileo de la
    Física.
    A diferencia de la tradición
    aristotélica, que veía en el hombre a un "animal
    social", él sostenía que la sociedad surge de un
    acuerdo artificial, basado en el propio interés
    que busca la seguridad por
    temor a los demás. Por este acuerdo surge el
    Leviatán, "dios mortal" o poder absoluto.

    Afirma que en el "estado de naturaleza" el hombre
    vive una guerra de todos contra todos. «El hombre es un
    lobo para el hombre.» Pero, al mismo tiempo, este mismo
    hombre, incluso en el estado de naturaleza, sigue siendo un ser
    racional y tiende a superar el desorden y la inseguridad.
    Con el fin de lograr su seguridad y superar el peligro que el
    estado de naturaleza implica, los individuos ceden sus derechos
    en favor de un tercero, surgido de este contrato: el
    Estado o la República (también llamado
    "Leviatán").
    Para que este acto tenga sentido, la
    sesión de derechos al Estado debe ser definitiva. Los
    derechos no pueden ser recuperados. El Estado es, por lo tanto,
    omnipotente. Este Estado soberano es la fuente única del
    derecho, la moral y la
    religión.

    V-SELECCIÓN DE TEXTOS DEL
    LEVIATAN

    A.-La igualdad por
    naturaleza

    La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en
    las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un
    hombres es, a veces, evidentemente más fuerte de cuerpo o
    más sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera
    en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan
    importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para sí
    mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como
    él. (…) Por lo que respecta a la fuerza
    corporal, el más débil tiene bastante fuerza para
    matar al más fuerte, ya sea mediante secretas
    maquinaciones o confederándose con otro que se halle en el
    mismo peligro que él se encuentra. (…) De esta igualdad
    en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza
    respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la
    causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo
    alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelve enemigos, y en el
    camino que conduce al fin [autoconservación o simple
    delectación] tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a
    otro.

    B.-El estado de guerra en la
    naturaleza

    "Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que
    los hombres viven sin un poder común que les obligue a
    todos al respeto,
    están en aquella condición que se llama guerra; y
    una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra
    no consiste sólo en batallas, o en el acto de luchar; sino
    en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla
    es suficientemente conocida. […] Pues así como la
    naturaleza del mal tiempo no está en un chaparrón o
    dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos
    días en conjunto así la naturaleza de la guerra no
    consiste en el hecho de la guerra, sino en la disposición
    conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no hay
    seguridad de lo contrario. Todo otro tiempo es
    paz.

    Lo que puede en consecuencia atribuirse al tiempo de
    guerra, en el que todo hombre es enemigo de todo hombre, puede
    igualmente atribuirse al tiempo en que los hombre también
    viven sin otra seguridad que la que les suministra su propia
    fuerza y su propia inventiva. En tal condición no hay
    lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro.
    Y, por consiguiente, tampoco cultivo de la tierra; ni
    navegación, ni uso de los bienes que pueden ser
    incorporados por mar, ni construcción confortable; ni
    instrumentos para mover y remover los objetos que necesitan mucha
    fuerza; ni conocimiento de la faz de la tierra; ni
    cómputo del tiempo; ni artes ni letras; ni sociedad, sino,
    lo que es peor que todo, miedo continuo y peligro de muerte
    violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre,
    desgraciada, brutal y corta.

    De esta guerra de todo hombre contra todo hombre, es
    también consecuencia que nada puede ser injusto. Las
    nociones de bien y mal, justicia e
    injusticia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder
    común, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. En
    la guerra la fuerza y el fraude son las
    dos virtudes cardinales. Justicia e injusticia no son facultades
    ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo fueran podrían
    darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que
    se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquellas, cualidades que
    se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es
    consecuente también con la misma condición que no
    haya propiedad, ni dominio, ni
    distinción entre mío y tuyo; sino sólo
    aquello que todo hombre pueda tomar, y sólo en tanto que
    puede conservarlo".

    C.-Las leyes de la naturaleza

    "Y dado que la condición del hombre […] es
    condición de guerra de todos contra todos, en la que cada
    cual es gobernado por su propia razón, sin que haya nada
    que pueda servirle de ayuda para preservar su vida contra sus
    enemigos, se sigue que en una tal condición todo hombre
    tiene derecho a todo, incluido al cuerpo de los demás. Y,
    por tanto, mientras persista este derecho
    natural de todo hombre a toda cosa no puede haber seguridad
    para hombre alguno (por muy fuerte o sabio que sea) de vivir todo
    el tiempo que la naturaleza concede ordinariamente a los hombres
    para vivir. Y es por consiguiente un precepto, o regla general de
    la razón, que todo hombre debiera esforzarse por la paz,
    en la medida en que espera obtenerla, y que cuando no puede
    obtenerla, puede entonces buscar y usar toda la ayuda y las
    ventajas de la guerra, de cuya regla la mera rama contiene la
    primera y fundamental ley de la naturaleza, que es buscar la paz
    y seguirla, la segunda, la suma del derecho natural, que es
    defendernos por todos los medios que
    podamos.

    De esta ley fundamental de naturaleza, mediante la
    cual se ordena a los hombres que tiendan hacia la paz, se deriva
    esta segunda ley: que un hombre esté dispuesto, cuando
    otros también lo están tanto como él, a
    renunciar a su derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa
    propia que considere necesaria, y se contente con tanta libertad
    contra otros hombres como consentiría a otros hombres
    contra él mismo. En efecto, mientras uno mantenga su
    derecho de hacer cuanto le agrade, los hombres se encuentran en
    situación de guerra. Y si los demás no quieren
    renunciar a ese derecho como él, no existe razón
    para que nadie se despoje de dicha atribución, porque ello
    más bien que disponerse a la paz significaría
    ofrecerse a sí mismo como presa (a lo que no está
    obligado ningún hombre)".

    VI-
    APRECIACIONES

     Los elementos de la teoría
    psicológica de Hobbes se presentan en una serie de
    principios que gobiernan las distintas mociones de la mente
    humana. Hobbes interpreta los conceptos éticos
    tradicionales ("bien" y "mal") en términos de su
    teoría psicológica mecanicista.

    1. Para las personas que viven en un estado pre-social,
      los deseos y aversiones que subyacen a sus juicios de lo que es
      bueno y lo que es malo se dirigen hacia un fin primordial:
      la autoconservación. El continuo éxito
      en la preservación individual se llama felicidad,
      según Hobbes. Distintos objetos de deseo, bienes como
      la amistad, la
      riqueza y la inteligencia, promueven o facilitan esta
      felicidad.
      Los amigos son un bien porque vienen en nuestra
      defensa cuando estamos en dificultades; las riquezas son buenas
      porque nos sirven para comprar a los amigos que necesitamos
      para nuestra seguridad; la inteligencia es un bien porque nos
      previene ante el peligro.
    2. Cuando los objetos de deseo son examinados desde el
      punto de vista de cómo promueven la felicidad, se les
      examina en términos de poder. Hobbes adscribe a los
      humanos en estado natural una tendencia general a "un deseo
      perpetuo e incansable de poder que cesa solamente con la
      muerte".
      Cuando varias personas desean el mismo objeto,
      surge la enemistad; y porque la naturaleza los ha dotado a
      todos con los mismos poderes físicos y mentales, la
      confianza personal en las
      propias fuerzas hace que surja el conflicto.
    3. La condición natural de los seres humanos,
      dice Hobbes, es la guerra de todos contra todos. Él no
      sostiene que "el estado de naturaleza" de hecho existiera
      alguna vez; más bien, existe en cualquier tiempo o lugar
      donde no funciona la sociedad
      civil.
    4. Defendiéndose contra la posible acusación
      de cinismo, Hobbes muestra que no existen bases
      para las objeciones contra la acción interesada en el
      estado de naturaleza.
      Las relaciones sociales no derivan
      del estado original de la humanidad sino que son creadas
      artificialmente. De hecho, la sociedad sólo es un
      medio para que cada individuo
      pueda alcanzar su propio interés y
      felicidad.

      "El DERECHO DE NATURALEZA, lo que los
      escritores llaman comúnmente jus naturale, es la
      libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como
      quiera, para la conservación de su propia naturaleza,
      es decir, de su propia vida; y por consiguiente, para hacer
      todo aquello que su propio juicio y razón considere
      como los medios más aptos para lograr ese
      fin.

      Por LIBERTAD se entiende, de acuerdo con
      el significado propio de la palabra, la ausencia de
      impedimentos externos, impedimentos que con frecuencia
      reducen parte del poder que un hombre tiene de hacer lo que
      quiere; pero que no pueden impedirle que use el poder que le
      resta, de acuerdo con lo que su juicio y razón le
      dicten.

      Ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto
      o norma general, establecida por la razón, en virtud
      de la cual se prohíbe a un hombre hacer lo que puede
      destruir su vida o privarle de los medios de conservarla; o
      bien, omitir aquello mediante lo cual piensa que pueda quedar
      su vida mejor preservada. Aunque quienes se ocupan de estas
      cuestiones acostumbran confundir jus y lex, derecho y ley,
      precisa distinguir esos términos, porque el
      DERECHO consiste en la libertad de hacer o de omitir,
      mientras que la LEY determina y obliga a una de esas
      dos cosas. Así, la ley y el derecho difieren tanto
      como la obligación y la libertad, que son
      incompatibles cuando se refieren a una misma
      materia.

      De esta ley fundamental de naturaleza,
      mediante la cual se ordena a los hombres que tiendan hacia la
      paz, se deriva esta segunda ley: que uno acceda, si
      los demás consienten también, y mientras se
      considere necesario para la paz y defensa de sí mismo,
      a renunciar a este derecho a todas las cosas y a satisfacerse
      con la misma libertad, frente a los demás hombres, y
      que les sea concedida a los demás con respecto a
      él mismo. En efecto, mientras uno mantenga su derecho
      de hacer cuanto le agrade, los hombres se encuentran en
      situación de guerra. Y si los demás no quieren
      renunciar a ese derecho como él, no existe
      razón para que nadie se despoje de dicha
      atribución, porque ello más bien que disponerse
      a la paz significaría ofrecerse a sí mismo como
      presa (a lo que no está obligado ningún
      hombre). Tal es la ley del Evangelio: Lo que
      pretendáis que los demás os hagan a vosotros,
      hacedlo vosotros a ellos. Y esta otra ley de la humanidad
      entera: Quod tibi fieri non vis, alteri ne
      feceris."

    5. El final del perpetuo estado de guerra propio del
      estado de naturaleza se debe a la intervención
      instrumental de la razón. Primero, un individuo llega
      a darse cuenta, a través de deliberación
      racional, de que necesita seguridad. En segundo lugar, la
      razón descubre los preceptos de las "leyes
      naturales"
      por los cuales se puede alcanzar la
      paz.

      "De esta ley de Naturaleza, según la cual
      estarnos obligados a transferir a otros aquellos derechos
      que, retenidos, perturban la paz de la humanidad, se deduce
      una tercera ley, a saber: Que los hombres cumplan los
      pactos que han celebrado. Sin ello, los pactos son vanos, y
      no contienen sino palabras vacías, y subsistiendo el
      derecho de todos los hombres a todas las cosas, seguimos
      hallándonos en situación de
      guerra.

      En esta ley de naturaleza consiste la fuente y
      origen de la JUSTICIA. En efecto, donde no ha existido
      un pacto, no se ha transferido ningún derecho, y todos
      los hombres tienen derecho a todas las cosas: por tanto,
      ninguna acción puede ser injusta. Pero cuando se ha
      hecho un pacto, romperlo es injusto. La definición de
      INJUSTICIA no es otra sino ésta: el
      incumplimiento de un pacto. En consecuencia, lo que no es
      injusto es justo".

    6. Cuando se toma en cuenta la naturaleza egoísta
      de los seres humanos, resulta manifiesto que las primeras dos
      leyes de la naturaleza en sí mismas y por ellas mismas
      no obligan al individuo. En consecuencia, se requiere de otra
      ley para hacer efectivas las dos primeras.

      "Acaso pueda parecer lo que sigue una deducción excesivamente sutil de las
      leyes de la naturaleza, para que todos se percaten de ella;
      pero como la mayor parte de los hombres están
      demasiado ocupados en buscar el sustento, y el resto son
      demasiado negligentes para comprender, precisa hacer
      inexcusable e inteligible a todos los hombres, incluso a los
      menos capaces, que son factores de una misma suma; lo cual
      puede expresarse diciendo: No hagas a otro lo que no
      querrías que te hicieran a ti.
      Esto significa que
      al aprender las leyes de la naturaleza y cuando se confrontan
      las acciones de otros hombres con las de uno mismo, y parecen
      ser aquéllas de mucho peso, lo que procede es colocar
      las acciones ajenas en el otro platillo de la balanza, y las
      propias en lugar de ellas, con objeto de que nuestras
      pasiones y el egoísmo no puedan añadir nada a
      la ponderación; entonces, ninguna de estas leyes de la
      naturaleza dejará de parecer" muy
      razonable.

    7. Hobbes concluye diciendo que las leyes de la naturaleza
      pueden resumirse en una regla que todos aceptan: la regla
      dorada.

      "En primer lugar, puesto que pactan, debe
      comprenderse que no están obligados por un pacto
      anterior a alguna cosa que contradiga la presente. En
      consecuencia, quienes acaban de instituir un Estado y quedan,
      por ello, obligados por el pacto, a considerar como propias
      las acciones y juicios de uno, no pueden legalmente hacer un
      pacto nuevo entre sí para obedecer a cualquier otro,
      en una cosa cualquiera, sin su permiso. En consecuencia,
      también, quienes son súbditos de un monarca no
      pueden sin su aceptación renunciar a la
      monarquía y retornar a la confusión de una
      multitud disgregada; ni transferir su personalidad de quien la sustenta a otro
      hombre o a otra asamblea de hombres, porque están
      obligados, cada uno respecto de cada uno, a considerar como
      propio y ser reputados como autores de todo aquello que pueda
      hacer y considere adecuado llevar a cabo quien es, a la
      sazón, su soberano. Así que cuando disiente un
      hombre cualquiera, todos los restantes deben quebrantar el
      pacto hecho con ese hombre, lo cual es injusticia; y,
      además, todos los hombres han dado la soberanía
      a quien representa su persona, y,
      por consiguiente, si lo deponen toman de él lo que es
      suyo propio y cometen nuevamente injusticia.
      (…)

      En segundo lugar, como el derecho de
      representar la persona de todos se otorga a quien todos
      reconocen como soberano, solamente por pacto de uno a otro, y
      no del soberano en cada uno de ellos, no puede existir
      quebrantamiento de pacto por parte del soberano, y en
      consecuencia ninguno de sus súbditos,
      fundándose en una infracción, puede ser
      liberado de su sumisión. (…)"

    8. La razón no sólo dicta la paz y la
      seguridad en la sociedad, sino que también prescribe los
      medios por los cuales aquellos fines pueden ser alcanzados: una
      comunidad
      instituida por convención o contrato. Era claro para
      Hobbes que debería existir algún poder civil para
      determinar e interpretar lo que es correcto, erróneo,
      bueno y malo en la sociedad. Tal autoridad debe ser concedida a
      un solo poder soberano –individual o en asamblea–
      para prevenir que ocurran disputas entre varias
      autoridades.
    9. Hobbes cree que en materia de conciencia, por
      ejemplo, debe obedecerse al soberano. Así,
      incluso los asuntos eclesiásticos deben estar bajo el
      control de la autoridad civil, la cual sería "el
      comandante de Dios en la tierra".
    10. En sus últimas consecuencias, por tanto, la
      teoría ética de
      Hobbes lleva a la doctrina política del poder
      soberano absoluto, designado para terminar el estado
      natural de guerra de todos contra todos.

    "La misión
    del soberano (sea un monarca o una asamblea), consiste en el
    fin para el cual fue investido con el soberano poder, que no es
    otro sino el de procurar la seguridad del pueblo; a ello
    está obligado por la ley de naturaleza, así como
    a rendir cuenta a Dios, autor de esta ley, y a nadie sino a
    Él. Pero por seguridad no se entiende aquí una
    simple conservación de la vida, sino también
    todas las excelencias que el hombre puede adquirir para
    sí mismo por medio de una actividad legal, sin peligro
    ni daño
    para el Estado".

    VII- LA
    FRAGILIDAD INSTITUCIONAL DEL PERU

    Nuestra generación nació durante los
    años setentas, auge de los gobiernos militares en
    Sudamérica y siempre hemos escuchado reiteradas
    expresiones acerca de la "debilidad institucional"
    existente en el país.

    Institucionalidad es el reinado de las
    Instituciones, las que provienen del latín
    "institutio", como derivado del verbo "instituere" (in
    = hacia; stituere = de stare)
    que significa el proceso en que
    se llega a algo permanente, hacer que algo surja como entidad
    estable, aludiendo a ordenamientos de la vida social (rerum
    vitae communis
    ). Las "Institutas" del Emperador Justiniano
    revitalizan en el Siglo VI d.c. la idea de estabilidad que
    acompañaba al orden socio – político
    mantenido durante la llamada "Pax Romana" y al auge del Imperio Romano,
    lo que será motivo de añoranza durante las
    centurias de desorden que originó su decadencia y
    caída.

    Habitualmente se entiende porhttp://www.eumed.net/cursecon/0/recomiendo.phtml/t_blank

    "Institución" cualquier
    organismo o grupo social que, con unos determinados medios,
    persigue la realización de unos fines o propósitos.
    En el ámbito político, tenemos una amplia gama de
    exponentes entre las diversas entidades públicas y en la
    sociedad civil, encontramos a los gremios, sindicatos,
    clubes de madres, comités de autodefensa, federaciones
    empresariales, etc.

    Sin embargo, dentro de la literatura económica,
    se utiliza el concepto "institución"
    como algo más genérico: la forma en que se
    relacionan los seres humanos de una determinada sociedad o
    colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo. Son 
    los usos, hábitos, costumbres o normas por los
    que se rigen las relaciones sociales y económicas entre
    los miembros del grupo.

    http://www.eumed.net/cursecon/1/degas-bolsa.jpg/t_blank

    Para que ese objetivo sea
    posible, esas relaciones estarán guiadas por un conjunto
    de normas o reglas que auto limitan o restringen el
    ámbito de actuación de los individuos, unas
    llamadas formales y otras informales. 

    Reglas formales son las normativas
    de carácter jurídico y las leyes. Las reglas
    informales
    , consisten en los hábitos y conductas
    costumbristas adoptados por el colectivo. Son reglas no escritas,
    pero que son aceptadas y adoptadas por el colectivo para el buen
    funcionamiento del mismo. Ambos tipos de reglas (que existen
    porque el hombre vive en sociedad), por sí solas, no son
    suficientes, si no se enmarcan en el contexto
    socioeconómico presente y si no gozan de cierta
    flexibilidad a los posibles cambios de dicho
    entorno. 

    Panorama nacional actual

    Trataremos de visualizar caminos que nos podrían
    llevar a fortalecer la Institucionalidad en el Perú.
    Así, si hablamos de debilidad de las instituciones
    nacionales, nos enfrentamos a un doble problema :

    1. Por un lado la fragilidad de las entidades
      públicas o privadas representativas del nuestro
      colectivo social
    2. Por el otro, nuestra particular concepción de
      las costumbres existentes, las que algún estricto
      moralista podría calificar de inmorales en muchos
      sentidos. Esto se explica por nuestro peculiar devenir
      histórico, las convulsiones sociales que no han
      permitido que arraigue una determinada estructura
      social, con instituciones sólidas, que encarnen
      determinados valores e
      ideas.

    La debilidad institucional existente en nuestro
    país facilita en gran medida el fortalecimiento de
    prácticas corruptas. En cierto modo, la cultura de "Pepe
    el Vivo" que reina en nuestro medio, conduce a privar a las
    instituciones de su sustento moral y
    así vemos por ejemplo que la Policía Nacional es
    vista como un mercado de transacciones mercantiles, en lugar de
    un medio de protección de los derechos fundamentales del
    ciudadano.

    VIII-
    CONCLUSIONES

    1. El Estado teatro

    Hobbes dice que una persona es aquella cuyas palabras o
    acciones son consideradas como suyas o representando las palabras
    y acciones de otro hombre o cualquier otra cosa a la cual le son
    atribuidas verdaderamente o por ficción. Cuando se parte
    del que habla o actúa por sí mismo, Hobbes se
    refiere a la "persona natural"; y cuando se parte de aquel que
    habla o actúa por otro, se refiere a la persona artificial
    o fingida, es decir, cuando se considera que las palabras y
    acciones de uno representan las de otro. (Leviatan, I, 16,
    p.217). Si se tiene presente que la ficción es fruto de la
    imaginación, se deduce entonces que la idea de "persona
    artificial"
    (fundamental en la concepción del Estado)
    aparece como resultado de la actividad de imaginar, es decir, de
    la capacidad de fingir, a partir de la cual tiene lugar la idea
    de representación. Por ello, la idea del Estado se nos
    muestra como una imagen, esto es,
    como resultado de la experiencia cognoscitiva a través de
    la cual se constituye el hombre, pues Hobbes, en su descripción del proceso de conocimiento,
    concibe las imágenes
    como representación. (Leviatan, I, 1, p.85). De tal modo
    que este filósofo muestra la equivalencia que existe, en
    sentido amplio, entre imagen y representación. El
    término persona nos coloca directamente en el terreno de
    la imaginación, y el Estado se nos revela,
    fundamentalmente, como imagen.

    2. El Leviatán como metáfora

    Ahora nos interesa mostrar que el "Leviatan" como
    metáfora juega un rol decisivo en la constitución
    del poder político. Para ello es necesario recordar que el
    fin del Estado es la seguridad, para lo cual Hobbes acude a la
    pasión del temor. Hobbes a este respecto recuerda la
    debilidad intrínseca de las leyes naturales cuando no
    existe el temor a la espada. De allí que sea fundamental
    la imagen temerosa del Estado. Aparece entonces la necesidad de
    generar "el gran Leviatan" o "Dios mortal", cuyo poder es capaz
    de crear el terror que hace posible unificar las voluntades y
    lograr la paz. (Leviatan, 2, 17, p.227). Para darle nombre a su
    modelo de Estado, Hobbes eligió un nombre mítico,
    tomado de las Escrituras. Se trata de un mito que tuvo
    diversos significados, y que se convirtió de imagen del
    mal en imagen del poder, y fue precisamente esta similitud,
    afianzada en el siglo XVII, la que Hobbes utilizó como
    metáfora. En el siglo XVII el término Leviatan
    llegó a significar una persona de prodigioso poder,
    equivalente al llamado "poder soberano" y al poder absoluto de
    Dios.

    3. El Estado en el Perú : las autocracias no
    conforman un Leviatán

    1. Se debe aumentar las capacidades del gobierno, reformando
      al Estado, de lo contrario no se podrá llevar adelante
      ninguna reforma estructural. Debe reestructurarse la carrera
      pública (el Servicio
      Civil), reformulando una Ley del Escalafón de la
      Administración Pública. Este
      reforzamiento de la burocracia,
      aislándola de las presiones políticas, no
      constituye una apología de la autocracia ni de la
      soberanía absoluta, toda vez que Hobbes propugnaba el
      poder real absoluto sobre una Inglaterra dividida para darle
      estabilidad, lo que aca demuestra resultar una tendencia
      peligrosa (v.g. la corrupción fujimorista), pero si hablamos
      de Economía de Libre Mercado a la manera anglosajona, no
      debemos olvidar que ellos primero robustecieron su Estado, para
      impulsar la economía y cuando ésta ya avanzaba
      sin necesidad de mucha ayuda, el aparato estatal recién
      pasó a la calidac de árbitro, no antes.
    2. Debe ponerse énfasis la aplicación de las
      normas sobre transparencia fiscal y en la rendición de
      cuentas de
      los funcionarios públicos, ya que así nunca se
      producirá ese desprendimiento de libertades individuales
      para fortalecer a un Estado que la mayoría ve como
      irreal o no representativo de la colectividad nacional.
    3. De esa manera consideramos que, después de un
      trabajo a largo plazo y marcado por el empleo
      ético del poder, ya que el estado Hobbesiano no se crea
      para satisfacer necesidades particulares, sino comunes,
      recién podrá solidificarse nuestra
      institucionalidad.

    IX-
    FUENTES

    Selección de textos y comentarios de Denise,
    Peterfreund y White, Great Traditions in Ethics, Belmont, Ca.:
    Wadsworth, 1996. Traducción de los comentarios: M.
    Polanco. Fuente de los textos en español:
    Thomas Hobbes, Leviatán, México:
    Gernika, 1994

    Leviatán, Ed. Macpherson, London, Penguin Books,
    1985).

    DUNCAN RICARDO MASSON CABRERA

    Santiago de Surco, Febrero de 2005

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